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Dos agujeros negros se fusionan y sus

ondas gravitacionales llegan hasta la


Tierra

por Simona Ichariba

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La forma más sencilla de definir un agujero negro es decir que es una región del
espacio donde la atracción de la gravedad es tan intensa que la luz no puede escapar
de su interior. El origen de este fenómeno está en una enorme acumulación de materia
en un espacio pequeño en comparación con el tamaño de estrellas y planetas.

Los agujeros negros reciben ese nombre porque son invisibles. La única forma de
detectarlos es observar el comportamiento del gas y las estrellas que hay en sus
alrededores, tal como explica la NASA.

Por ejemplo, observando el movimiento de una estrella, los científicos pueden deducir
si en sus proximidades hay un agujero negro. Cuando una estrella orbita cerca de estos
astros, se produce luz de alta energía (como rayos X), que los científicos pueden
detectar desde la Tierra o desde el espacio.

En ocasiones, los agujeros negros pueden ser lo suficientemente fuertes como para
«desgarrar» a las estrellas y robarles sus gases. Se forma entonces un disco de acreción,
una masa de gas que se precipita sobre el agujero formando enormes espirales y
calentándose más a medida que se acerca al agujero.

[ También puede interesarte leer: Descubren un sistema de planetas desconocido


donde podría existir vida ]

Los físicos de LIGO, el Observatorio Gravitacional de Interferometría Láser, han


detectado las ondas gravitacionales llegadas de la colisión violenta de dos agujeros
negros a más de 3 mil millones de distancia años luz. Su anuncio supone un hito ya
que es la tercera vez que se observan las ondas que Albert Einstein predijo con su teoría
de la relatividad hace cien años.

Los protagonistas fueron dos densos agujeros negros, con una masa de más de 31 y 19
veces la del Sol respectivamente, que desencadenaron estas ondas cuando se fundieron
en uno solo con una masa unas 49 veces la de nuestra estrella.

“Hay una población de agujeros negros pesados por ahí y LIGO ha empezado a
verlos“, señaló Bangalore Sathyaprakash, físico de Penn State y la Universidad de
Cardiff y autor principal del estudio, a The Verge.
Antes del primer registro de LIGO, los científicos no creían que abundaran los agujeros
negros mayores de 20 masas solares. Ahora la concepción del cosmos ha cambiado con
una tecnología que capta esas ondas que son tan pequeñas como una milésima parte del
diámetro de un protón.

Resulta que a medida que los dos agujeros negros giran entre ellos espiral hacia dentro
hasta juntarse también rotan sobre sus propios ejes. Las últimas observaciones indican
que esa danza de los agujeros mostraba una desalineación, lo que sugiere que los dos
agujeros negros no nacieron a la vez sino que eran independientes y se juntaron después
en un cúmulo estelar

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