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La ciencia: Su método y su filosofía
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La ciencia: Su método y su filosofía

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Este libro ya clásico, manual de miles de estudiantes a lo largo de varias décadas, responde con brevedad y sencillez a varias preguntas que en mayor o menor medida nos interesan a todos. ¿Qué es la ciencia? ¿Cuál es el método de la ciencia? ¿Qué significa ley científica?
Edición revisada por el autor con nuevo prólogo.
"La ciencia —escribe Bunge— se nos aparece como la más deslumbrante y asombrosa de las estrellas de la cultura".
"En síntesis: un libro magnífico que exige, para su provechosa lectura, el mismo espíritu crítico que su autor ejerce ininterrumpidamente sobre los más diversos temas y desde siempre" (Salvador López-Arnal, El viejo topo).
"La primera edición de 'La ciencia. Su método y su filosofía' data del año 1959, y sucesivas reediciones ponen de manifiesto la excelente salud de las ideas de Mario Bunge. No en vano, estas páginas han sido manual y libro de texto para una gran parte de estudiantes de Hispanoamérica. Estamos ante un libro fundamental para introducirse en la caracterización del conocimiento y la investigación científicos tal y como la entendemos actualmente" (Leer, Madrid, noviembre 2013).
"De Mario Bunge (Buenos Aires, 1919) vale decir lo mismo que Plutarco del legislador ateniense Solón: 'Envejeció poco a poco, y cada día aprendió algo nuevo'. Es uno de los grandes filósofos vivos, Premio Príncipe de Asturias de Humanidades en 1982, doctor honoris causa por 19 universidades y único autor de habla española que se encuentra, con 43 milidarwins, entre los científicos 'más famosos de los últimos 200 años' (The Science Hall of Fame). No está mal para ser un heterodoxo. Porque Bunge, profesor emérito de la Universidad de McGill, es un realista: cree, humildemente, que la realidad existe; desde los anillos de Saturno hasta el último quark, las cosas son de verdad. Y la realidad estuvo muy mal considerada por la filosofía del siglo XX, que sólo era capaz de ver, de manera oscura y confusa, estructuras, signos y discursos" (Juan Claudio de Ramón, Jot Down).
"Mario Bunge es un filósofo muy completo, sistemático, universal; un filósofo clásico en este sentido, lo cual me parece admirable. Ahora hay una tendencia a que los filósofos se especialicen en un solo tema o, peor aún, que solo se dediquen a hacer juegos de palabras, completamente alejados del mundo y de la realidad, como si esta les importase un bledo. Celebro que Bunge no sea así, sino todo lo contrario. A él le interesa mucho el mundo, la sociedad, el cerebro, la física, los átomos, lo que quieras. Platón caracterizaba al filósofo como 'synoptikós' (el que tiene la visión de conjunto). En este mundo donde el trabajo está tan especializado, donde muchos saben cada vez más sobre cada vez menos, algunos pensadores, como Bertrand Russell y Mario Bunge, han conservado la curiosidad universal de la gran filosofía clásica, algo que comparto y aplaudo" (Jesus Mosterín, Jot Down)
LanguageEspañol
PublisherLaetoli
Release dateDec 17, 2018
ISBN9788494971716
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    La ciencia - Mario Bunge

    La ciencia

    Su método y su filosofía

    1ª edición: marzo 2013

    Fotografía de portada: Verano 1959. Colección particular del autor

    © Mario Bunge, 1959, 1960, 1994, 2013

    © Editorial Laetoli, S. L., 2013

    Monasterio de Yarte, 1, 8º

    31011 Pamplona

    www.laetoli.es

    ISBN: 978-84-92422-59-3

    Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com, tels. 91 702 19 70 y 93 272 04 47).

    Prólogo

    a esta edición

    ¡Cuánto ha cambiado el mundo desde que apareció la primera edición de este libro! La píldora anticonceptiva revolucionó la moral sexual; las mujeres, los afroamericanos y los gays lograron importantes derechos civiles; la novela latinoamericana admiró al mundo; Elvis Presley y los Beatles arrinconaron a la música culta; un ejército de campesinos derrotó al imperio más potente de la historia; despertaron China y el mundo islámico; se derrumbó el llamado mundo socialista; el marxismo entró en crisis; el llamado neoliberalismo amenazó las conquistas sociales; y el entusiasmo por la ciencia provocado por el Spútnik se convirtió en su rechazo por los posmodernos o irracionalistas.

    Pero en medio de semejantes convulsiones sociales hubo una constante: la matemática, la ciencia y la técnica siguieron avanzando. En particular, nacieron la biología molecular, la neurociencia cognitiva y la socioeconomía; el mercado fue inundado por nuevos fármacos; y el ordenador personal, Internet y el teléfono móvil se difundieron por doquier, multiplicando la información aunque no necesariamente la comprensión. También nacieron la psiquiatría científica y las primeras drogas antipsicóticas eficaces, junto con los viajes espaciales y los chantajes nucleares.

    Durante la primera mitad del período considerado —es decir, entre el Spútnik e Internet—, se generalizó la enseñanza de la lógica matemática a los estudiantes de filosofía, al tiempo que la investigación lógica se volvía tan abstrusa, y a veces arcana, que sólo los matemáticos podían realizarla.

    Durante este período se registraron tres bajas importantes: el positivismo lógico, el materialismo dialéctico y la filosofía lingüística quedaron marginados porque ya no tenían nada nuevo que aportar. A la caída de la filosofía marxista contribuyó decisivamente la del imperio soviético. De un día para otro quedaron cesantes decenas de miles de profesores de esa filosofía y dejaron de venderse las obras completas de Lenin, que hasta entonces se vendían más que la Biblia.

    Los vacíos que dejaron esas tres escuelas no fueron ocupados por otras nuevas dedicadas a trabajar problemas nuevos con nuevas herramientas. Sucedió lo que ha venido sucediendo desde la Antigüedad cada vez que la ciencia y la tecnología dan grandes saltos adelante: se resucitaron cadáveres. En casi todo el mundo, la filosofía llamada analítica, que respetaba a la razón, fue reemplazada por la llamada continental, que la denigraba.

    En efecto, los panfletos iconoclásticos de Nietzsche y los textos herméticos y anticientíficos de Hegel, Husserl, Heidegger y sus imitadores se hicieron de lectura obligatoria. Fue una manera de advertir a los estudiantes que dejaran de preguntar y dudar y se resignaran a repetir sin entender. Volvió a ponerse de moda el viejo adagio teológico: Lo creo porque es absurdo. Y se atribuyeron a la ciencia intenciones criminales propias de la ingenieria y la industria militares.

    Pero junto con esta degradación de la enseñanza de la filosofía, ha habido durante el último medio siglo buenas nuevas en la literatura filosófica. En particular, renació el interés por la ética, nació la filosofía de la técnica y se enriquecieron notablemente las filosofías de las ciencias particulares, especialmente la química, la biología, la psicología y las ciencias sociales. En suma, la epistemología o filosofía de la ciencia, que a comienzos del siglo XX había sido pasatiempo de científicos a punto de jubilarse, se incorporó al núcleo de la filosofía.

    ¿Por qué conviene hacer filosofía de la ciencia? Porque todos los investigadores científicos presuponen o dicen usar algunos principios filosóficos, pero rara vez los examinan. Si los examinasen podría resultar que propiciaran el avance de la ciencia o lo obstaculizaran. En el primer caso, esos principios merecerán que sean acogidos por la ciencia; en el segundo, merecerán ser corregidos o abandonados. En resumen, el cultivo de la epistemología procientífica puede ayudar al avance de la ciencia a la par que enriquecer a la filosofía.

    Por ejemplo, la tesis hipocrática de la identidad psiconeural (lo mental es cerebral) propició la fusión de la psicología y la psiquiatría con la neurociencia, proceso que está dando resultados sensacionales. En cambio, la tesis neopitagórica its from bits (las cosas serían símbolos) descorazona a la física, en particular a la física experimental de partículas, ya que el bit, la unidad de información, es artificial y carece de propiedades físicas. La tesis de que la biología molecular es la base de la biología ha revolucionado esta ciencia. Pero la tesis reduccionista: todo está en el genoma, ha obstaculizado el estudio de los sistemas vivos, de la célula al organismo.

    En los estudios sociales, la teoría de la acción racional, que es la corriente dominante, ha sido incapaz de explicar hechos macrosociales tales como las crisis económicas, las guerras y la proliferación de villas miseria o ciudades perdidas. En teoría económica se siguen usando principios como el de la maximización de la utilidad esperada, que no han sido puestos a prueba o han sido refutados por experimentos. En suma, mientras algunas doctrinas filosóficas sugieren investigaciones científicas promisorias, otras las frustran y merecen, por tanto, que se las llame fobosóficas.

    Además, está la tentación permanente de la pseudociencia, que hace caso omiso del control empírico. Un ejemplo de ella está constituido por las ingeniosas explicaciones de hechos sociales propuestas por los sedicentes psicólogos evolutivos, los cuales sostienen que todo lo social tiene una raíz biológica. También postulan que los seres humanos dejaron de evolucionar hace unos 50.000 años, cuando la mente humana se adaptó a la sabana africana. Curiosamente, no se preguntan cómo fue posible que semejantes fósiles vivientes creasen la agricultura, la civilización, la escritura o la matemática.

    Aunque estas especulaciones son incompatibles con la arqueología y la historiografía, circulan ampliamente en los ambientes académicos. Por ejemplo, el conflicto humano es el tema central del número del 12 de mayo de 2012 de la prestigiosa revista Science. La mayoría de los autores que escribieron sobre este tema afirmaron que: a) todo acto de violencia es producto de la agresividad innata; y b) la violencia ha disminuido en el curso de los últimos siglos.

    Un filósofo de la ciencia pediría a esos autores que suministren pruebas empíricas de sus tesis. Acaso agregaría que la mayoría de los crímenes no son pasionales sino económicos o políticos. También señalaría que los atenienses de la época de Pericles no portaban armas, y que las ciudades de China que describió Marco Polo eran más seguras que Washington o la ciudad de México.

    Finalmente, el filósofo agregaría, tal vez, que hay que distinguir la violencia interpersonal, o al por menor, de la organizada en gran escala, y que esta última ha sido mucho peor en el siglo pasado que en épocas anteriores. Baste recordar las dos guerras mundiales y los campos de concentración.

    Esas calamidades fueron muchísimo más letales que todo lo conocido hasta entonces y no se debieron a desconfianza del otro ni a rivalidad sexual, sino a la codicia de unos pocos por riquezas ajenas o por dominio político. En suma, el filósofo que terciase en la controversia sobre la violencia exigiría mayor claridad conceptual, más respeto por los datos y, sobre todo, la adopción de un enfoque interdisciplinario.

    En todas las ciencias y tecnologías hay problemas, explícitos o larvados, que invitan a la participación del filósofo. Pero para que esta sea eficaz, el filósofo tendrá que estar dispuesto a enterarse de los temas en discusión. Si lo hace podrá aportar sus dotes únicas: su habilidad para analizar y organizar ideas y para reconocer nuevos problemas globales, que suelen pasar desapercibidos al especialista. Además, al acercarse a disciplinas propiamente dichas, rechazará la consigna todo vale de los escribidores posmodernos.

    Mario Bunge,

    Department of Philosophy,

    McGill University, Montreal,

    invierno de 2013

    Prefacio

    Ésta es una introducción a la metodología científica y a la filosofía de la ciencia o epistemología. Es libro de texto en toda Hispanoamérica. Desgraciadamente, muchas ediciones del mismo en media docena de países son clandestinas y por ello descuidadas.

    La obra reaparece hoy corregida y aumentada con un capítulo que la pone al día con la popular filosofía y sociología de la ciencia inspiradas en Thomas S. Kuhn y Paul K. Feyerabend.

    Quien desee profundizar en el tema podrá recurrir a mi tratado La investigación científica (Ariel, 2ª ed., Barcelona, 1983). Me he ocupado de capítulos especiales de la epistemología en otros libros: Filosofía de la física (Ariel, Barcelona, 1978), Lingüística y filosofía (Ariel, Barcelona, 1983), Controversias en física (Tecnos, Madrid, 1983), El problema mente-cerebro (Tecnos, Madrid, 1985), Racionalidad y realismo (Alianza, Madrid, 1985), Seudociencia e ideología (Alianza, Madrid, 1985), Economía y filosofía (Tecnos, Madrid, 1985), Intuición y razón (Tecnos, Madrid, 1986), Vistas y entrevistas (Siglo Veinte, Buenos Aires, 1987), Filosofía de la psicología, en colaboración con Rubén Ardila (Ariel, Barcelona, 1988), Mente y sociedad (Alianza, Madrid, 1989) y Sociología de la ciencia (Siglo Veinte, Buenos Aires, 1993).

    Ética y ciencia (Siglo Veinte, Buenos Aires, 1960), La causalidad (Eudeba, Buenos Aires, 1961), Materialismo y ciencia (Ariel, Barcelona, 1980), Ciencia y desarrollo (Siglo Veinte, Buenos Aires, 1980) y Sistemas sociales y filosofía (Siglo Veinte, Buenos Aires, 1994) se ocupan de temas contiguos a la epistemología.

    Quien se interese por mi sistema filosófico puede consultar mi Treatise on Basic Philosophy, en ocho tomos (Reidel, Dordrecht-Boston, 1974-1989), que abarca semántica, ontología, gnoseología, epistemología, axiología y ética [en curso de traducción al español: Tratado de filosofía básica, Gedisa, Barcelona]. Finalmente, quien tenga curiosidad por conocer algunas de las reacciones provocadas por este tratado puede compulsar el volumen colectivo Studies on Mario Bunge’s Treatise, compilado por G. Dorn y P. Weingartner (Rodopi, Ámsterdam, 1990).

    Mario Bunge

    Foundations & Philosophy of Science Unit

    McGill University

    Montreal, Quebec, Canadá

    primavera de 1994

    1

    ¿Qué es la ciencia?

    1. Introducción

    Mientras los animales inferiores sólo están en el mundo, el hombre trata de entenderlo; y sobre la base de su inteligencia imperfecta, pero perfectible, del mundo, el hombre intenta enseñorearse de él para hacerlo más confortable. En este proceso, construye un mundo artificial: ese creciente cuerpo de ideas llamado ciencia que puede caracterizarse como conocimiento racional, sistemático, exacto, verificable y, por consiguiente, falible. Por medio de la investigación científica, el hombre ha alcanzado una reconstrucción conceptual del mundo que es cada vez más amplia, profunda y exacta.

    Un mundo le es dado al hombre; su gloria no es soportar o despreciar este mundo, sino enriquecerlo construyendo otros universos. Amasa y remodela la naturaleza sometiéndola a sus propias necesidades; construye la sociedad y es a su vez construido por ella; trata luego de remodelar este ambiente artificial para adaptarlo a sus propias necesidades animales y espirituales, así como a sus sueños: crea así el mundo de los artefactos y el mundo de la cultura.

    La ciencia como actividad —como investigación— pertenece a la vida social; en cuanto se la aplica al mejoramiento de nuestro medio natural y artificial, a la invención y manufactura de bienes materiales y culturales, la ciencia se convierte en tecnología. Sin embargo, la ciencia se nos aparece como la más deslumbrante y asombrosa de las estrellas de la cultura cuando la consideramos como un bien por sí mismo, esto es, como un sistema de ideas establecidas provisionalmente (conocimiento científico), y como una actividad productora de nuevas ideas (investigación científica). Tratemos de caracterizar el conocimiento y la investigación científicos tal como se los conoce en la actualidad.

    2. Ciencia formal y ciencia fáctica

    No toda investigación científica procura el conocimiento objetivo. Así, la lógica y la matemática —es decir, los diversos sistemas

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