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Era 1944, aquel famoso 25 de junio. 300 mujeres salieron vestidas de negro,
pero no se les veía tristes, salieron a marchar sonrientes. Iban en sus carros
de la época con sus banderas hechas en casa azul y blanco. Ese día el ejército
salió a reprimir, hubo disparos. Una de las abatidas fue María Chinchilla, tenía
treinta y seis años.
Ese día las mujeres empezaron a ser visibles en la vida política de Guatemala
dejaron claro que iban a luchar por sus derechos, por la libertad y por su lugar
en un país hecho para los hombres.
Para alguien nacida en 1990 resultan increíbles las discusiones que se tenían
para permitirnos participar y aportar a la sociedad, y de hecho no sería raro
que actualmente existan diputados que sostengan posturas propias de los
diputados que no querían permitir los cambios.
Derechos Políticos:
Fue en ese momento que se empezó a considerar el voto femenino como una
posibilidad. En otros países de América Latina ya se había implementado, y el
movimiento sufragista ya llevaba casi treinta años de existir en el mundo.
Los diputados de partidos revolucionarios y liberales conformaron la Asamblea
Nacional Constituyente en 1945. En su trabajo reconocieron, por primera vez,
el voto de la mujer. Aunque el país iba atrasado con respecto a la región. En El
Salvador, Uruguay, Chile, Cuba, Brasil, Ecuador, Panamá, República
Dominicana, y Jamaica las mujeres ya llevaban cerca de una década de tener
derecho al sufragio.
Aun con el Código Civil vigente desde 1963, se puede decir que las mujeres no
tenían plena capacidad civil. Aunque ya se les reconocía como personas
individuales con personalidad jurídica propia, se consideraba en el artículo 113
“La mujer podrá desempeñar un empleo, ejercer una profesión, industria, oficio
o comercio, cuando ello no perjudique el interés y cuidado de los hijos ni las
demás atenciones del hogar.” Es decir, existe una excepción legal para que las
mujeres trabajasen y además quien decidia si cumplia o no con los quehaceres
era el esposo, según el artículo siguiente: “El marido puede oponerse a que la
mujer se dedique a actividades fuera del hogar, siempre que suministre lo
necesario para el sostenimiento del mismo y su oposición tenga motivos
suficientemente justificados. El juez resolverá de plano lo que sea
procedente.” Llegó el año 1992 y esta legislación seguía vigente, las mujeres
seguían siendo “menores de edad” para algunas cosas, como trabajar, y
además era judicializable. Por lo que la abogada y ahora magistrada de la
Corte Suprema de Justicia, como procuradora adjunta de la Procuraduría de
los Derechos Humanos presentó una acción de inconstitucionalidad ante la
Corte de Constitucionalidad, argumentando la violación al principio de igualdad.
La Corte declaró sin lugar la acción de inconstitucionalidad, argumentando lo
siguiente: “En el matrimonio hay un papel para cada uno de los cónyuges, el
que determina el Estado dentro de los valores tradicionales guatemaltecos y la
diversidad de concepciones, costumbres y creencias nacionales en relación
con el matrimonio. El Estado ha regulado la institución con normas precisas
para que den certeza y seguridad jurídica a cada uno de los cónyuges.”. Esta
es la misma Corte que un año después detuvo el golpe de Estado gestado por
Jorge Serrano Elías, actualmente se les considera héroes. Estos artículos
fueron derogados más adelante en 1998 por el Congreso de la República.
Aunque la ley establece otro tipo penal para el hombre casado que sostenía
relaciones sexuales con otra mujer que no fuese su esposa, el delito se
llamaba “concubinato”, pero los supuestos que determinaba para que se
cometiera el delito eran mucho más específicos que para el delito del
“adulterio”. En el caso del adulterio sólo se implicaba la consumación de un
acto sexual, mientras que el concubinato especificaba que este debía ser en la
residencia conyugal. Además se entendía que el adulterio era de acción
privada, es decir que solo por el perdón del ofendido (el marido) podría
excarcelarse.
Esto duró hasta 1995 que los grupos de mujeres se organizaron para poner fin
a la desigualdad y criminalización ya que las mujeres pasaban tiempo en la
cárcel debido a una persecución penal lenta y maliciosa. María de la Luz
Méndez de la Vega, Lulú Colom Argueta, Julieta Albertina Soto Villagrán, Rosa
María Wantland García, Adelfa Georgina Navarro Miranda, Lilian Giovana
Lemus Pérez y Olga Isabel Villalta Pereira. Las solicitantes actuaron con el
auxilio de las abogadas María Eugenia Mijangos Martínez, Malvina Beatriz
Armas España y Edna Victoria Rodríguez Hernández interpusieron la acción de
inconstitucionalidad sobre los delitos de concubinato y adulterio por ser
abiertamente desiguales y discriminatorios. La Corte de Constitucionalidad
declaró con lugar la acción de inconstitucionalidad, pero no fue de forma
unánime. El magistrado Ramiro López Nimatuj emitió un voto razonado
argumentando que no es cierto que no se castiga a los hombres que fallan al
matrimonio puesto que si existe el delito de concubinato, que el Estado estaría
fallando en función de proteger a la familia, y que las promoventes que citaron
la Convención Sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación de la
mujer (CEDAW por sus siglas en inglés) que establecía promoción de políticas
públicas para eliminar la discriminación por motivo de género, no de la
eliminación de leyes, cosa que personalmente me parece un tecnicismo para
negar el derecho de autodeterminación sexual y familiar.
También en esos años existían una serie de delitos que limitaban la libertad
sexual de las mujeres por un lado, y dejaban con sensación de impunidad a las
víctimas por la forma en la que se resolvían. En principio se perseguían de
distinta forma: eran delitos de Acción Pública dependiente de instancia
particular, eso quiere decir que solo la víctima podía interponer la denuncia y
con perdón de la víctima podría suspenderse la acción penal, esto era
sumamente peligroso para las víctimas que a menudo vivían con sus
agresores, más aún cuando eran menores de edad.
Para todo lo que no era violación según la ley en esos días, estaba el delito de
Abusos deshonestos, cuya aplicación era más compleja y la pena graduaba
entre los 10 y 18 años de cárcel. La pena iba disminuyendo dependiendo de la
edad de la víctima y podría llegar a convertirse en delito de Acción pública, es
decir perseguible por el Ministerio Público dependiendo de esto también.
El delito de Estupro establecía que era delito tener relaciones sexuales con
menores de edad, aunque la ley se refería específicamente a “mujer honesta”
es decir, que solo si la menor era “virgen” se configuraba la comisión del delito.
Por otro lado también estaba el delito de Incesto, que consistía en sostener
relaciones sexuales con parientes dentro de los grados de ley y se agravaba si
la otra persona era menor de edad.
Esto duró así hasta el año 2009 que entró en vigencia la Ley Contra la
Violencia Sexual, Explotación y Trata de Personas, ley que convirtió los Delitos
Sexuales en Delitos de Acción pública, es decir que era obligación del
Ministerio Público perseguirlos hasta sentencia y no eran susceptibles de
excarcelación si contaban con perdón de la ofendida. Se aprobaron penas más
adecuadas para estos delitos y las responsabilidades penales más idóneas, se
crearon delitos como el de Agresión Sexual y se hizo una mejor descripción del
delito de violación, además de aplicación universal tanto para hombres y
mujeres. Se derogó el delito de Rapto, el Incesto, ya que no tenía sentido
penalizar las relaciones sexuales voluntarias adultos que fuesen parientes
dentro de los grados de ley. Si fuesen forzadas se configuraba el Delito de
violación o Agresión Sexual dependiendo del caso, y si son menores de edad
existen agravantes especiales que podrían alargar la pena.
Aunque lo más innovador de esta ley no está tanto en los tipos penales como
en los modelos de atención a la víctima que se implementaron en el Ministerio
Público durante la gestión de Claudia Paz y Paz y que se mejoraron durante el
periodo de Thelma Aldana. Sin embargo, aún existen falencias institucionales
en las fiscalías regionales que deben ser cambiadas en la actual
administración. Aunque sí se puede decir que la institucionalidad ha mejorado
considerablemente es necesario implementar cambios en el modelo de
atención a la víctima y en la litigación de los casos para evitar la
revictimización. Así mismo se crearon diferentes grados de institucionalidad a
nivel policial para apoyar a las víctimas de trata, sobre todo a las que deben ser
repatriadas.
Otras instituciones que han mejorado considerablemente son las que imparten
justicia contra la violencia de género. Antes del año 1996 legalmente era
punible a través de los delitos de agresión, lesiones, lesiones culposas (habían
quienes alegaban esto), lesiones graves, lesiones gravísimas y lesiones
específicas (es decir, las que ocasionaren impotencia o algún grado de
esterilidad), sin revisar los motivos, o el contexto de la víctima. Hasta ese año
se promulgó el Decreto 97-96 que cataloga la violencia intrafamiliar como
“…una violación a los Derechos Humanos…” por lo que se promueven los
mecanismos de protección necesarios para la protección de las víctimas a
manera de garantizar sus vidas.
Por otra parte, los delitos que se podrían constituir en una situación de
Violencia Intrafamiliar quedaban fácilmente en la impunidad por ser
excarcelables por medio del simple perdón de la víctima, una persona que se
encuentra sometida en una situación de violencia tiende a retirar la denuncia
con facilidad. Por lo que se fortaleció la política en materia de violencia de
género, promulgando así el decreto 22-2008, la “Ley de Femicidio y otras
formas de Violencia Contra la Mujer” lo que toma en cuenta de mejor forma las
relaciones de poder entre hombre y mujer y como las mujeres pueden ser
susceptibles a una forma de violencia distinta y más compleja de lo que las
“lesiones culposas” puede lograr. Esta ley aunque implementa tipos penales
más abiertos adecuados para castigar la violencia de género, lo más innovador
son los mecanismos de sanción de los delitos y los mecanismos de atención a
la víctima que iniciaron una nueva etapa en la persecución penal con
perspectiva de género. Tribunales especializados y mecanismos de denuncia
innovadores a través de aplicaciones para celular, un call center especial con
mecanismos para que los operadores puedan rastrear llamadas y atender a las
víctimas en tiempo record. Tan así que los operadores del call center del
modelo de violencia contra la mujer tienen fama de acusadores con los agentes
de la Policía Nacional Civil puesto que si no llegan en un plazo determinado,
deducen responsabilidades y sancionar a los agentes de la PNC.
Por último no está demás olvidar los casos litigados ante la Corte
Interamericana de los Derechos Humanos en los que el Estado de Guatemala
ha sido condenado por no proteger adecuadamente a las mujeres, el caso
Claudina Velásquez, una estudiante de Derecho que fue encontrada en los
campos del Roosevelt, y enterrada como XX, ya que las autoridades no
intentaron identificarla por la forma en la que iba vestida, por un piercing en el
ombligos y las sandalias que usaba su cadáver fue procesado a la carrera y su
caso prácticamente fue desestimado. Cuando los padres la reportaron pérdida
y finalmente lograron reconocer su cuerpo fue que empezó el calvario por exigir
justicia por su femicidio puesto que la Policía actuó negligentemente y fuera de
tiempo. Este caso y el de Isabel Veliz Franco fueron ejemplos de como la
Policía no debe actuar y la urgencia de crear mecanismos de búsqueda y
rescate para las mujeres quienes son mucho más susceptibles a ser
violentadas por el hecho de ser mujeres. Fue así como en agosto del año 2018
el Ministerio Público implementó un mecanismo de búsqueda de mujeres
denominado “Alerta Isabel Claudina” en memoria de ambos femicidios que
pudieron ser prevenidos si hubiesen tenido la atención debida y consiste en la
publicación, viralización y búsqueda de las mujeres que han sido reportadas
como desaparecidas, puesto que conforme el tiempo pasa se incrementan las
posibilidades de ser asesinadas.