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CUESTIONES DE BIOÉTICA

ANTICONCEPCIÓN
PARTE I
EL ABORTO
ABORTO I. Introducción.
Dos días infames en los Estados Unidos.
El 6 de marzo de 1857, la Suprema Corte de los EEUU finalmente arribó a un decisión acerca de una
cuestión muy conflictiva que durante muchos años había perturbado a los ciudadanos norteamericanos.
En una decisión que marcó un hito, la Corte dictaminó de una vez y para siempre que los negros no eran
"personas" legales de acuerdo con la Constitución de los EEUU. Un esclavo era propiedad de su dueño y
podía ser comprado y vendido, usado, e incluso muerto por el dueño a voluntad de éste. El fallo era
definitivo. Lo había decidido la más alta corte del país.
Aquellos que se oponían a la esclavitud protestaron, pero se encontraron con esta réplica: "¿De modo
que Uds. se oponen a la esclavitud? ¿La encuentran contraria a sus convicciones morales, religiosas y
éticas? Bien: Uds. no están obligados a poseer un esclavo, pero tampoco pretendan imponer su moral al
propietario de un esclavo. El tiene derecho a elegir poseer un esclavo. La Suprema Corte ha hablado. La
esclavitud es legal".
Pero no lo fue por mucho tiempo. Terminar con la esclavitud costó una sangrienta guerra civil, y fueron
necesarias las enmiendas 13a., 14a. y 15a. de la Constitución para garantizar por ley la libertad, los
derechos civiles y el derecho a sufragio. Desde un punto de vista socioeconómico, sin embargo, todavía
estamos bregando por una plena igualdad.
Mucho tiempo después, el 22 de enero de 1973, la Suprema Corte de los EEUU finalmente arribó a una
decisión acerca de una cuestión muy conflictiva que durante muchos años había perturbado a los
ciudadanos norteamericanos. En una decisión que marcó un hito, la Corte dictaminó de una vez y para
siempre que los seres humanos no nacidos no eran "personas" legales de acuerdo con la Constitución de
los EEUU. Un bebé no nacido era propiedad de su dueño (la madre) quien podía solicitar que ese bebé
fuera muerto por razones de salud (problemas sociales). Esto podía llevarse a cabo en cualquier momento
del embarazo hasta el nacimiento. El fallo era definitivo. Lo había decidido la más alta corte del país.
Aquellos que se oponían al aborto protestaron, pero se encontraron con una réplica que parecía un eco
de la de los días de la esclavitud. "¿De modo que Ud. se oponen al aborto? ¿Lo encuentran contrario a
sus convicciones morales, religiosas y éticas? Bien: Uds. no están obligadas a practicarse un aborto, pero
tampoco pretendan imponer su moral a la madre (la propietaria). Ella tiene el derecho de elegir hacerse
un aborto. La Suprema Corte ha hablado. El aborto es legal".
¿Pero no por mucho tiempo? Esto ocurrió hace más de 10 años. La meta a lograr es una enmienda
constitucional o una revocación por la corte, pero este objetivo, aparentemente, se halla bastante alejado

1
de nosotros. No obstante, el movimiento pro-vida sigue creciendo. Es, en la actualidad, el más grande
movimiento de este tipo en la historia de nuestra nación.
Antes, la discriminación se hacía sobre la base del color de la piel. Hoy, sobre la base de la edad y el
lugar de residencia (el útero).

ABORTO II. Punto de vista médico.


Definición.
La palabra aborto procede del latín abortus o aborsus, derivados de aborior, opuesto a orior, nacer.
Aplicado con frecuencia en la literatura latina al ocaso de los astros, ese término significa la muerte o la
desaparición prematura, y ahora se utiliza prevalentemente para designar la expulsión prematura de un
embrión o feto no viable. Es de notar que la importancia médica, jurídica y ética del aborto humano
no reside en la expulsión del producto de la concepción, sino en su muerte; si se define el aborto por
el hecho de la expulsión, es por ser éste el más aparente, y porque tratándose de un feto no viable la
expulsión del seno materno va unida a la muerte del embrión: bien porque la expulsión sea la causa
misma, o bien porque una vez muerto el feto el organismo materno tiende a desembarazarse de la materia
muerta, y la expulsa. De ahí, p. ej., que el aborto voluntario sea en esencia un homicidio (PORQUE,
EL ABORTO, NO ES ENTONCES LA EXPULSIÓN, SINO LA MUERTE DEL EMBRIÓN O
FETO, YA POR LA EXPULSIÓN MISMA O QUE LA PRECEDE INCLUSO) y pueda cometerse
aun antes de que el embrión ya muerto sea expulsado, e incluso sin que externamente se presenten las
características del aborto como sucede, p. ej., en los que se efectúan en los primeros días o incluso en las
primeras horas después de la fecundación (v.).
Aborto es la interrupción prematura del embarazo (v.), concretamente antes de la 28 semana de su
evolución (7 meses); a partir de esa fecha se habla de parto (v.) prematuro, puesto que el feto es ya
viable. En realidad, como ha dicho, se debe definir el aborto como interrupción del embarazo con
muerte fetal, pues no interesa tanto el criterio temporal sino el resultado pretendido o no de la
interrupción: la muerte del feto (existen interrupciones de embarazo a las 22 semanas con feto vivo
que por lo tanto no es aborto, ya que el feto no muere).
Sus formas. Se distinguen tres formas de aborto:
1) espontáneo;
2) provocado;
3) terapéutico.
El aborto espontáneo
Es posterior a lesiones maternas u ovulares que provocan alteraciones que pueden conducir al
defectuoso desarrollo e incluso a la muerte del embrión, en cuyo caso éste es expulsado

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espontáneamente. En general se expulsan completos, pudiéndose observar con cierta frecuencia lesiones
placentarias que alteran la nutrición fetal, dificultando su desarrollo y conduciendo a la muerte del mismo.
En el aborto espontáneo lo difícil es el esclarecimiento de las causas que lo han determinado, pues además
de las maternas y fetales adquieren gran importancia los factores genéticos de orden hereditario y muchas
veces otros relacionados con el sexo.
Sus fases. Clínicamente en el aborto cabe distinguir dos fases:
1) El periodo inicial o de amenaza de que se produzca, en el que aparecen pequeñas metrorragias
(hemorragias fuera del periodo menstrual) indoloras acompañadas, en algunas ocasiones, de discreto
dolor discontinuo y en relación con la aparición de ligeras contracciones uterinas. Durante este periodo
no se aprecia todavía modificación del cuello uterino, el cual permanece cerrado y con aspecto normal.
2) La fase inevitable. El aborto en plena evolución está caracterizado por la aparición de
metrorragias cada vez más intensas, el dolor aumenta en intensidad y frecuencia y está en relación
con el incremento de las contracciones del útero y aparecen modificaciones de cuello (acortamiento
y dilatación progresivo), cuya significación clínica es grave en cuanto a la evolución del embarazo, pues
nos indica la tendencia a la expulsión del huevo.
El origen del aborto espontáneo puede ser materno o fetal.
Los factores maternos pueden ser de origen genital: anomalías del desarrollo del aparato genital,
tumores genitales, sinequias uterinas, secundarias, muchas veces, a legrados uterinos y otras a lesiones
tuberculosas de endometrio, alteraciones de orden funcional del istmo uterino, el cual permanece
entreabierto; de orden general: sífilis, infecciones agudas (gripe, colibacilosis, tifoidea, incompatibilidad
sanguínea fetomaterna del sistema Rh, diabetes, cardiopatías, hemopatías, síndromes vasculorrenales,
hipertensión, nefritis crónica), alteraciones endocrinas y traumatismos.
Los factores fetales tienen también interés y entre ellos deben destacarse las anomalías de la inserción
placentaria, alteraciones degenerativas de las vellosidades coriales (mola vesicular), malformaciones
ovulares o embrionarias, que alcanzan la cifra de 48% según Hertig, las cuales se estima que están en
relación con la célula ovular o del espermatozoide (esta última en caso necesario puede estudiarse con
facilidad), déficit vitamínico en la alimentación, alteraciones genéticas frecuentemente relacionadas con
el sexo, etc. No es raro el hallazgo de modificaciones cromosómicas que se pueden observar en el estudio
del cariotipo (dotación normal de los cromosomas).

El aborto provocado
Constituye un acto criminal. No es aceptable desde el punto de vista médico (dados los avances
actuales de la ciencia, que testifican la individuación de un sujeto desde la misma concepción) ni moral.
Por ello debería estar prohibido por la ley.

3
El aborto terapéutico
Médica y jurídicamente en algunos países se denomina aborto terapéutico a aquel que se provoca
para evitar los riesgos, reales o supuestos, en una mujer cuyo embarazo puede comprometer su
salud. Este tipo de aborto desde el punto de vista moral merece la misma consideración que el
provocado. Hay que decir además que esas supuestas razones médicas en realidad son prácticamente
inexistentes: son tales los adelantos de la ciencia médica que puede afirmarse que hoy día no existen
prácticamente casos en los que una mujer embarazada, bien cuidada, no sea capaz de llevar adelante la
gestación.
Por eso: La división que suele hacerse desde un punto de vista legal, entre el criminal y el
terapéutico, no tiene vigor en el ámbito moral, porque cualquier tipo de aborto directo es siempre
ilícito, y no puede bajo ningún concepto considerarse como medio terapéutico.

Tratamiento post – aborto: Diagnosticado el aborto se determina en primer lugar de si se trata de un


aborto espontáneo o provocado.
En el primer caso (espontáneo) saber exactamente si está en la fase de amenaza o de aborto inevitable.
Si se está en fase de amenaza hay que observar reposo general, genital y, además, tratamiento adecuado
según sea su origen. Posteriormente al aborto, deberá someterse a la enferma a un examen completo, para
tratar de conocer la causa de la interrupción de la gestación y obrar según sea el resultado.
En el segundo caso (provocado), pensar siempre en las posibles complicaciones, desde la perforación
del útero hasta la aparición de procesos infectivos, a veces graves y siempre enojosos. Los antibióticos
(v.), unidos a los occitócicos, ayudarán extraordinariamente a solucionar el aborto provocado con
retención placentaria. Únicamente se deberá proceder al legrado uterino en aquellos casos con retención
placentaria postabortum, acompañada de metrorragias que indiquen la necesidad urgente de extracción
de aquéllos, como un medio eficaz de evitar la hemorragia (v.), pero en los que no exista fiebre secundaria
a un proceso séptico genital. En este último caso, la enferma deberá ser sometida a un tratamiento previo
con antibióticos y occitócicos, hasta lograr que la curva de temperatura sea normal. En casos de
perforación de útero, algunas veces mediante el empleo de antibióticos asociados con occitócicos, podrá
evitarse el tratamiento quirúrgico radical, pero en otros será inevitable.

ABORTO III. El desarrollo prenatal


Para el estudio de las distintas clases de abortos procurados, ofrecemos a continuación las etapas del
desarrollo prenatal:
1. Fecundación y Segmentación. Inmediatamente después de la fecundación se inicia la segmentación
ovular o división celular. Esta división va progresando transformándose en cuatro elementos y cada uno

4
de éstos va multiplicándose, hasta que el huevo se convierte en un conglomerado celular que constituye
la mórula.
Todas las modificaciones siguientes desde que se efectuó la fecundación en la trompa se verifican
durante el tiempo transcurrido en realizar su traslado desde ella hasta la cavidad uterina. Se calcula este
tiempo en 7-8 días de duración.
2. Anidación. En el momento de la anidación, el huevo pierde la capa hialina que le rodea. Se halla
constituido por las células trofoblásticas que le envuelven completamente formando una sencilla capa
celular, merced a cuya acción histolítica sobre el endometrio o mucosa uterina efectúa su implantación o
anidación.
Durante la tercera o cuarta semana del desarrollo embrionario se producen importantes modificaciones
en lo que se refiere al desarrollo del sistema nervioso central, en el que se realiza el cierre del canal
medular y, además, a partir de la cuarta semana se inicia el desarrollo de las extremidades, que alcanzan
su formación casi definitiva en la 12ª semana, lo cual explica la importancia que tienen, en las alteraciones
del sistema nervioso central y de las extremidades, algunos tratamientos inoportunos durante este periodo
de la gestación.
3. Periodo fetal: es el periodo en el que el embrión llega a su culminación, el feto ya tiene definida la
forma de un ser humano y seguirá desarrollándose 7 meses más hasta abandonar el claustro o útero
materno a través del nacimiento o parto. El nacimiento marca el final de esta etapa de desarrollo humano
y da lugar a la etapa de la infancia.

ABORTO IV. Métodos abortivos.


Los métodos empleados hoy día son muy variados, desde los caseros hasta los sofisticados empleados en
las clínicas abortistas. Podemos distinguirlos según los momentos del desarrollo embrional.
1) Antes de la anidación del embrión
Todo método que impida la anidación del embrión en el endometrio, su lugar natural de implantación,
debe ser considerado abortivo. La mayoría de los anticonceptivos tienen efectos abortivos (al menos como
segunda instancia, después de haber fallado en el impedir la ovulación o al menos la fecundación).
Claramente abortivo es El dispositivo intrauterino (DIU).
2) Después de la anidación del embrión
Las técnicas utilizadas para el aborto, posteriores a la anidación del embrión son numerosas. Algunos de
los métodos caseros empleados ya en la antigüedad consistían en golpes en el abdomen, introducción de
objetos agudos en la vagina y en el útero, e incluso ingestión de sustancias tóxicas. Todo esto con graves
consecuencias para la madre y terribles malformaciones en el feto cuando resultan ineficaces para producir
la muerte.
Entre las técnicas más usadas se suelen señalar las siguientes:

5
a) Método de dilatación y raspado (empleado durante los tres primeros meses de gestación): se
dilata el cuello uterino y se introduce el raspador con el que se separa el feto y la placenta de la pared uterina.
b) Método de succión (usado durante los tres primeros meses): es de origen chino; consiste en la
introducción en el útero de un tubo conectado a un potente aparato de succión, el cual destroza al bebé y la
placenta, los absorbe y los deposita en una botella.
c) Método de histerectomía o minicesarea (para fetos de más de tres meses): equivale
prácticamente a una cesárea. El 100% de los fetos nacen vivos y se los deja morir ulteriormente.
Generalmente el método incluye como corolario la ligadura de trompas.
d) Método salino (de dos meses y medio en adelante): consiste en reemplazar (vía inyección) el
líquido amniótico por una solución salina o azucarada. Esto provoca la muerte del feto por quemaduras y
posteriores contracciones que determinan su expulsión del útero en menos de 24 horas.
e) Aborto de parto parcial: esta clase de aborto se realiza en niños a término, es decir, en aquellos
que han completado su desarrollo en el seno materno. Guiado por ultrasonido, el abortista toma las piernas
del niño, tira de ellas hacia el canal del parto y saca del seno materno la totalidad del cuerpo, excepto la
cabeza que se deja dentro. Entonces el médico hace una incisión en la parte posterior del cuello del niño y
con un catéter de succión aspira el cerebro del niño provocando el colapso de la bóveda craneal y la muerte.
Luego se extrae el resto del cuerpo ya muerto. El motivo de esta brutal técnica es de orden legal: hecho en
estas condiciones, la ley considera que se trata de un aborto y por tanto, si está “legalmente permitido” no
incurre en sanciones; en cambio la misma acción realizada fuera del seno materno es delito de infanticidio.

ABORTO V. Juicio Moral a la luz de la razón. El estatuto personal del embrión humano1.
Introducción.2
La argumentación filosófica está resumida en la Declaración sobre el aborto y en la Donum vitae3. Los
elementos principales son:
1) El momento de la animación no es constatable por medio de la experiencia, porque no es experimentable
el alma espiritual. Sin embargo, la discusión sobre el momento de la animación es secundaria porque “aunque
hubiese duda sobre la cuestión de si el fruto de la concepción es ya una persona humana, es objetivamente
un pecado grave el atreverse a afrontar el riesgo de un homicidio. Es ya un hombre aquel que está en camino
de serlo (Tertuliano)”.
2) Cualquier discriminación cronológica para determinar en qué momento el embrión comienza a ser un ser
humano es absolutamente arbitraria. Por tanto, el hecho de que no haya experiencia directa del inicio de la
vida espiritual del nuevo ser, no autoriza a nadie a decir: “al no poder constatar experimentalmente cuándo

1
Hacia una ontología del embrión humano Biofilosofía, biología del desarrollo e individuación humana Rodrigo Guerra
López. www.teologiaparavivir.net
2
Manual de Bioética. R. P. Miguel Ángel Fuentes. EDIVE. 1998.
3
Cf. Declaración sobre el aborto, nnº 8-13 y Donum vitae, I,1.
6
se realiza la intervención creadora de Dios, yo decido que es en tal momento” (y tal es lo que hacen quienes
colocan la animación al término de la segunda semana de vida del embrión o pre-embrión como lo llaman,
o más tarde). Esto valga para los que no admiten el punto siguiente.
3) Si bien de la ciencia no podemos esperar que nos indique el momento de la animación, sí podemos buscar
un dato científicamente constatable, que nos permita afirmar que en este nuevo ser al menos se dan las
condiciones para ser una persona humana y hemos visto que se trata del momento de la concepción.
Por eso hay que tener en cuenta el razonamiento del Papa Juan Pablo II en la Evangelium vitae: “desde el
momento en que el óvulo es fecundado, se inaugura una nueva vida que no es la del padre ni la de la madre,
sino la de un nuevo ser humano que se desarrolla por sí mismo. Jamás llegará a ser humano si no lo ha
sido desde entonces. A esta evidencia de siempre... la genética moderna otorga una preciosa confirmación.
Muestra que desde el primer instante se encuentra fijado el programa de lo que será ese viviente: una persona,
un individuo con sus características ya bien determinadas. Con la fecundación inicia la aventura de una vida
humana, cuyas principales capacidades requieren un tiempo para desarrollarse y poder actuar. Aunque la
presencia de un alma espiritual no puede deducirse de la observación de ningún dato experimental, las
mismas conclusiones de la ciencia sobre el embrión humano ofrecen «una indicación preciosa para discernir
racionalmente una presencia personal desde este primer surgir de la vida humana: ¿cómo un individuo
humano podría no ser persona humana?”4.

El descubrimiento de de los genes y del ADN los manuales de Bioética Católica.


En efecto, el descubrimiento de los genes y del DNA que los constituye permitió durante algunas
décadas contemplar un cierto resurgimiento de una versión modificada de preformacionismo, es decir, de
la teoría que sostiene que las características fenotípicas del individuo humano adulto se encuentran de
alguna manera precontenidas en su genotipo originario5. Así, en el último tercio del siglo XX, como fruto
de la eclosión de la biología molecular muchos textos sobre estas materias comenzaron a presentar de
manera más o menos explícita una relación directa y determinista entre los genes y la realidad biológica
resultante luego de su desarrollo. Parecía claro que la información genética era no sólo necesaria sino
también suficiente para constituir a un organismo vivo maduro y por ende completo desde el punto de
vista de su plan básico de desarrollo configurado precisamente en el momento de la fecundación. Nacía
así la convicción de que en el orden biológico existe un sustrato – el genoma – que asegura la identidad
personal a través de los cambios…

4
EV, 60.
5
El «genotipo» se refiere a la constitución genética del individuo u organismo, en otras palabras, el genotipo está dado por los
alelos localizados en un locus particular de un cromosoma de un individuo. El «fenotipo» es el conjunto de rasgos o
características observables de un organismo. Por ejemplo, el color del cabello, el peso o la presencia o ausencia de una
enfermedad. El fenotipo es siempre algo que podemos observar. Se puede observar en la clínica, en el laboratorio o en las
interacciones sociales. Un fenotipo no es la constitución genética de un organismo. Es de algún modo la expresión o el
resultado de la constitución genética de ese organismo y por el ambiente en que la persona crece y se desarrolla.
7
Esto permitió que parte de la manualística católica hallara un respaldo empírico para afirmar que la
persona está ya en acto desde el momento de la fusión de los gametos. Todos los argumentos sobre la
supuesta existencia de una «persona en potencia» o de un «pre embrión» antes de la implantación caían
con facilidad debido a la afirmación simultánea de
a) el papel conductor del desarrollo que realizaba el genoma de acuerdo a un modelo más
o menos determinista, y
b) la teoría filosófica que parecía explicarlo: el cambio que sucede en el viviente humano a
partir de la fecundación es de orden accidental, no es de orden sustancial, y esta
direccionado teleológicamente.

El sujeto del cambio está ya en acto y por ello en potencia activa para desplegar las virtualidades
orgánicas y eventualmente operativas que suelen caracterizar a la persona humana adulta.

ABORTO VI. Juicio Moral a la luz de la fe. Sagradas Escrituras, Tradición y Magisterio.
Introducción.
Desde un punto de vista estrictamente moral, el aborto se divide en
 aborto voluntario, bien sea querido directamente o bien sea solamente permitido de modo
indirecto;
 aborto involuntario.

El aborto involuntario, llamado también espontáneo o natural, es aquel que se produce por causas
ajenas a la voluntad humana, sin ser querido por la madre o por ninguna otra persona. Evidentemente,
cuando no era previsible o cuando aun siendo previsible no se puede evitar, este tipo de aborto carece
de valoración moral, porque no se debe a un acto humano, y, por consiguiente, no será objeto del estudio
que se hace a continuación.
Únicamente el aborto voluntario o provocado, en sí o en su causa, es el que presenta graves
implicaciones morales, y a él nos referiremos exclusivamente. A estos efectos, es fundamental la
diferencia entre el aborto directamente provocado y el no querido directamente:
El primero, aborto directo, es aquel que ha sido premeditado y querido como fin principal para
desembarazarse del niño o como medio para salvaguardar la honra, la salud, la vida o cualquier otro bien
de la madre o de otras personas.

El aborto indirecto, es aquel que no se realiza como medio o como fin de la acción, sino que aun
previéndolo es algo que se sigue como consecuencia accidental y probable de esa acción, en sí misma

8
libre y legítima, de tal modo que, si se pudiera, se evitaría el aborto. (No se debe confundir el aborto
indirecto con el ya denominado Aborto terapéutico, q e es un crimen)

a) Sagrada Escritura. Sentada la realidad de que el embrión es un ser humano actual (lo cual no toca
demostrarlo a la fe sino a la ciencia), el aborto queda encuadrado en el mandamiento divino que prohíbe la
muerte del inocente: No matarás (Ex 20,13). Ya en los libros del A. T. se encuentran textos explícitos
sobre el a. humano. Aparte de algunas referencias metafóricas y literarias (cfr. Eccl 6, 3; Num 12, 12; lob
3, 16; 1 Cor 15, 8), en Ex 21, 22, se enumeran las penas a que estaba sujeto el causante involuntario de
un a.: «si dos hombres riñen, y uno de ellos golpea a una mujer embarazada y provoca el aborto, pero la
mujer vive, será castigado en la medida en que dispusiere el marido de la mujer, y como juzguen los
árbitros». Sobre la vida del feto en el seno de su madre también hay que indicar numerosos textos que
atribuyen una acción particular de Dios sobre el feto ya en el vientre materno: de Dios se dice que crea y
forma el ser humano, modelándolo con sus manos (cf. Sal 118,73); en el caso de Jeremías afirma claramente:
Antes que te formara en el vientre te reconocí y antes que salieras del seno materno te consagré (Jer 1,5; cf.
también: Is 49,13; Job 10,8-12; Sal 22,10; 71,6; 139, 13). En el Nuevo Testamento recordemos el episodio
de la Visitación: Apenas sonó la voz de tu salutación en mis oídos ha saltado de gozo en niño (Juan Bautista)
en mi seno (Lc 1,44).
b) Tradición de la Iglesia. La tradición ha sostenido desde siempre que la vida humana debe ser protegida
y favorecida desde su comienzo. Dice la Evangelium vitae: “La Tradición cristiana... es clara y unánime,
desde los orígenes hasta nuestros días, en considerar el aborto como desorden moral particularmente grave.
Desde que entró en contacto con el mundo greco-romano, en el que estaba difundida la práctica del aborto y
del infanticidio, la primera comunidad cristiana se opuso radicalmente, con su doctrina y praxis, a las
costumbres difundidas en aquella sociedad, como bien demuestra la ya citada Didaché. Entre los escritores
eclesiásticos del área griega, Atenágoras recuerda que los cristianos consideran homicidas a las mujeres que
recurren a medicinas abortivas, porque los niños, aun estando en el seno de la madre, son ya ‘objeto, por
ende, de la providencia de Dios’. Entre los latinos, Tertuliano afirma: ‘Es un homicidio anticipado impedir
el nacimiento; poco importa que se suprima el alma ya nacida o que se la haga desaparecer en el nacimiento.
Es ya un hombre aquel que lo será’”6.
El texto de la Didaché aludido por el Papa afirma: “No matarás con el aborto el fruto del seno y no harás
perecer al niño ya nacido”7.
En cuanto a la tradición magisterial, se pueden señalar algunos textos para ver la unanimidad de los
testimonios:

6
EV, 61.
7
Didaché V,12.
9
–El Concilio de Elvira, en el año 305, canon 63: “si alguna mujer en ausencia de su marido cometiere
adulterio, y de sus resultas concibiere,y después de esto matase a su hijo, no recibirá la comunión ni aún al
fin de la vida, por haber duplicado la maldad”. Canon 68: la catecumena que concibió en adulterioy mató el
feto será bautizada al fin de su vida.
–El Concilio de Ancira, año 314, reduce la pena a 10 años.
–El Concilio de Lérida, año 546, canon 2: “Aquellos que procuran matar a los hijos concebidos
malamente en adulterio o a los ya nacidos o trataren por medio de algunas hierbas de ahogarlos en el útero
materno, déseles la comunión a los adúlteros de ambos sexos después de siete años de penitencia; pero con
tal que todo el tiempo de su vida lo pasen llorando humildemente su crimen...”.
–El Concilio de Braga, año 572, canon 77: “La mujer que fornicare y después matare a su hijo y
aquella que intentare el aborto, matando el feto, o la que trabaja para no concebir, bien sea cuando comete
adulterio, bien cuando cohabita con su consorte legítimo, según los cánones antiguos ni aún en la muerte
recibía la comunión. Pero nosotros usando de misericordia, ordenamos que tanto las mujeres como las que
saben estas maldades, debe hacer penitencia 10 años”.
–El Iº Concilio de Maguncia, año 847, determina que se impuesta la penitencia más rigurosa “a las
mujeres que provoquen la eliminación del fruto concebido en su seno” (canon 21).
c) Magisterio. En cuanto a los Papas tenemos testimonios de: Esteban V, Sixto V, en este último, en la
const. Effrenatam (29 oct. 1588) y de modo semejante a lo que sucede en la const. Sedes Apostolica de
Gregorio XV (31 mayo 1591), se hace referencia a la distinción entre el a. de un feto animado y el de un
feto inanimado, distinción motivada por la cuestión sobre el momento en que es infundida el alma racional
en el producto de la concepción.
Esta última cuestión (la de la animación), que tiene su origen ya en Aristóteles (cfr. De anima y De
generatione animalium), ha ocupado la atención de los teólogos bastantes siglos, pero cada día es más
general la opinión de que el alma es infundida por Dios en el momento de la fecundación: no es éste, sin
embargo, el lugar para hacer un estudio detenido de las razones que han hecho inclinarse la balanza del
lado de la animación inmediata. No obstante, interesa notar que incluso en los tiempos en que parecía
prevalecer la distinción entre el a. de un feto inanimado es, decir, el a. de un producto de la
concepción, que hipotéticamente todavía no tuviera alma racional y el de un feto animado, el
magisterio de la Iglesia no ha dejado de reprobar cualquier tipo de a., aunque en algunos casos esa
distinción sirviera para agravar las penas del a. de un feto animado.
Inocencio XI, Pío XI, Pío XII, Juan XXXIII, Pablo VI y Juan Pablo II8. También se ha expedido al respecto
del Concilio Vaticano II9, la Sagrada Congregación para la doctrina de la fe con su documento Declaración

8
Cf. los testimonios de los primeros en Declaración sobre el aborto, nº 7.
9
Cf. GS, 51; 27.
10
sobre el aborto procurado del año 1974 (ver Apéndice) y el Catecismo de la Iglesia Católica10. A
continuación algunos textos para ilustrar.
"Por su índole natural, la institución del Matrimonio y el amor conyugal están ordenados por sí mismos
a la procreación y a la educación de la prole con las que se ciñen como con su propia corona". (Concilio
Vaticano II, Gaudium et spes, 48).
"... debemos una vez más declarar que hay que excluir absolutamente, como vía lícita para la regulación
de los nacimientos, la interrupción directa del proceso generador ya iniciado, y sobre todo el aborto
directamente querido y procurado, aunque sea por razones terapéuticas (Catechismus Romanus
Concilii Tridentini, pars. II, c.VIII; Pío XI, Enc. Casti connubii, AAS 22 (1930), PP. 562-4; Pío XII,
Discorsi e radiomessaggi, VI, pp. 191-2, AAS 43 (1951), pp. 842-3, pp. 857-9; Juan XXIII, Enc. Pacem
in terris, 11 de abril de 1963, AAS 55 (1963), pp. 259-60; Gaudium et spes, 51).
"La Iglesia, en cambio, no considera de ningún modo ilícito el uso de los medios terapéuticos
verdaderamente necesarios para curar enfermedades del organismo, a pesar de que se siguiere un
impedimento, aún previsto, para la procreación, con tal que ese impedimento no sea, por cualquier
motivo, directamente querido." (Pablo VI, Enc. Humanae vitae, n. 15, p. 16. 25 de julio de 1968)
"Algunos se preguntan si es un bien vivir o si sería mejor no haber nacido, dudan si es lícito llamar a
otros a la vida, los cuales quizá maldecirán su existencia en un mundo cruel, cuyos terrores no son siquiera
previsibles. Otros piensan que son los únicos destinatarios de las ventajas de la técnica y excluyen a los
demás, a los cuales imponen medios anticonceptivos o métodos aún peores. Otros todavía cautivos como
son de la mentalidad consumista y con la única preocupación de un continuo aumento de bienes
materiales, acaban por no comprender, y por consiguiente rechazar la riqueza espiritual de una nueva vida
humana. La razón última de estas mentalidades es la ausencia, en el corazón de los hombres, de Dios,
cuyo amor sólo es más fuerte que todos los posibles miedos del mundo y los puede vencer.
Ha nacido así una mentalidad contra la vida..." (Juan Pablo II, Familiaris consortio, 30).
Estamos "ante una cultura que "banaliza" en gran parte la sexualidad humana, porque la interpreta y la
vive de manera reductiva y empobrecida, relacionándola únicamente con el cuerpo y el placer egoísta."
(Juan Pablo II, Familiaris consortio, 22-XI-1981, n. 37).
"Entre los delitos que el hombre puede cometer contra la vida, el aborto procurado presenta características
que lo hacen particularmente grave e ignominioso. El Concilio Vaticano II lo define junto con el
infanticidio, como crímenes nefandos.
... Ninguna palabra puede cambiar la realidad de las cosas: el aborto procurado es la eliminación
deliberada y directa, como quiera que se realice, de un ser humano en la fase inicial de su existencia, que
va de la concepción al nacimiento". (Juan Pablo II, Evangelium vitae, 58).

10
Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2270-2275.
11
Principios éticos y canónicos11
1) Moralidad objetiva
Afirma el Papa Juan Pablo II en la Evangelium vitae: “con la autoridad que Cristo confirió a Pedro y a
sus sucesores, en comunión con todos los obispos –que en varias ocasiones han condenado el aborto y que
en la consulta citada anteriormente, aunque dispersos por el mundo, han concordado unánimemente sobre
esta doctrina–, declaro que el aborto directo, es decir, querido como fin o como medio, es siempre un
desorden moral grave, en cuanto eliminación deliberada de un ser humano inocente. Esta doctrina se
fundamenta en la ley natural y en la palabra de Dios escrita; es transmitida por la Tradición de la
Iglesia y enseñada por el Magisterio ordinario y universal. Ninguna circunstancia, ninguna finalidad,
ninguna ley del mundo podrá jamás hacer lícito un acto que es intrínsecamente ilícito, por ser contrario a la
ley de Dios, escrita en el corazón de cada hombre, reconocible por la misma razón, y proclamada por la
Iglesia”12.
El aborto es una forma particular de homicidio, agravado por numerosas circunstancias:
Por parte del sujeto asesinado: la condición indefensa del nascituro y por la privación de los bienes
sobrenaturales del Bautismo.
Por parte del responsable principal: es la misma madre, lo cual lo constituye en delito de filicidio.
Por el ejecutor principal y sus colaboradores: se trata de personas que tienen por profesión la defensa
de la vida y por tanto estamos ante un delito cualificado.
Por todas estas razones el Concilio Vaticano II lo calificó de delito abominable (GS 51), le son claramente
aplicables las calificaciones que le dio una conferencia Episcopal13: “Entre los varios asesinatos, el de la vida
naciente es en sumo grado repugnante... una barbarie... una crueldad... una impiedad”. El Papa Juan
Pablo II ha hablado de “el crimen abominable del aborto, vergüenza de la humanidad... condena a los niños
concebidos a la más injusta de las ejecuciones: la de los seres humanos más inocentes”14.
No obstante tan repetidas afirmaciones, aun reconociendo que el aborto implica un homicidio, no han
faltado corrientes de opinión que han tratado y tratan de justificar el a. con teorías dirigidas a excusar de
culpa ese homicidio. Las expondremos a continuación, seguida cada una de la oportuna crítica:
a) Si la animación se verifica tardíamente, el embrión, en los primeros tiempos del embarazo, no es
todavía un hombre y, por consiguiente, no supone homicidio quitarle la vida. Es más: incluso concediendo
valor a la opinión que sostiene la animación inmediata, ambas opiniones serían probables y, por
consiguiente, no habría un seguro pecado de homicidio en el a. realizado en los primeros días.
Respuesta. Está claro que, si la animación es inmediata, el aborto siempre será homicidio; pero aun
si no fuera inmediata, también es gravemente ilícito, como declaró el Santo Oficio el 4 abr. 1679, al

11
Cf. Lino Ciccone, Non uccidere, Ares, Milano 1988, 170-179.
12
EV, 62.
13
Conferencia Episcopal de la Emilia (Italia), 18/II/77.
14
Juan Pablo II, Encuentro con las familias en el Maracaná, L’Osservatore Romano, 10 de octubre de 1997, p. 6, nº 3.
12
condenar las siguientes proposiciones: «Es lícito procurar el aborto, antes de la animación del feto, para
evitar que maten o que quede infamada una mujer soltera que se descubre en estado»; «Parece probable
que todo feto, mientras está en el seno materno, carece de alma racional, y que solamente empieza a tener
alma cuando es dado a luz; por consiguiente, se ha de decir que en ningún aborto se comete homicidio»
(cfr. Denz.Sch. 2134 y 2135). El motivo para reprobar estas proposiciones ha tratado de encontrarse de
diverso modo según los autores. S. Alfonso María de Ligorio, p. ej., hablaba de una distinción entre el
a. de feto animado, que sería homicidio propiamente dicho, y el de feto inanimado, que sería un homicidio
anticipado; otros, como A. Niedermeyer, hacen notar que desde el momento de la fecundación, sea cual
sea el momento de la animación, el germen humano es precisamente humano, un hombre en potencia,
que no puede llegar a ser otra cosa sino un hombre; de ahí la grave ilicitud de la interrupción voluntaria
y directa de esa vida que, por necesidad natural, está destinada a convertirse en una persona humana. Por
consiguiente, aunque hipotéticamente se concediera la posibilidad de una animación retardada,
cualquier a. directo constituye un verdadero asesinato desde el punto de vista moral, pues destruir
una vida que probablemente es ya una vida humana denota sentimientos y voluntad homicidas.
Nótese que estas consideraciones están de actualidad, a propósito dé algunos, métodos anticonceptivos,
que fundan su eficacia en la muerte del embrión en las primeras horas después de la concepción, y que
configuran, por tanto, la entidad moral del a.
b) El feto es un simple apéndice de la madre; luego, para salvar la vida materna, será lícito eliminarlo,
del mismo modo que es lícito amputar una mano para conservar la vida.
Respuesta. El feto no es un apéndice materno, sino una persona sui iuris y con un principio vital
propio.
c) El feto, cuando su presencia atenta a la vida de la madre, es un injusto agresor, del que sería
lícito desembarazarse por defensa legítima.
Respuesta. Aparte de que el feto no hace nada, voluntaria y conscientemente, para atentar contra la vida
de la madre, y que, por consiguiente, no puede moralmente tachársele de injusto agresor, la inmensa
mayoría de esas situaciones de conflicto se originan por motivos inherentes no al organismo del niño sino
al de la madre, de la que además ha dependido la concepción, y en todo caso sería ella la que, con ese
falso razonamiento, podría ser acusada de agresión injusta, aunque tampoco esta posibilidad sea
sostenible (cfr. Denz.Sch. 3720).
d) Teoría del estado de necesidad, según la cual cuando el embarazo pone en peligro la vida materna
habría un conflicto entre dos derechos a la vida, a priori igualmente fundados, que habría que resolver,
sin embargo, a favor de la madre, puesto que su vida sería de más valor para el marido y para los otros
hijos.
Respuesta. Ambos derechos a la vida son igualmente sagrados y ha de tenderse con todos los medios a
salvarlos. En ningún caso puede darse ese hipotético estado de necesidad, que es aplicable sólo a los

13
derechos alienables p. ej., al derecho de propiedad, pero nunca a la vida humana, que no es jamás una
cosa útil a todos (cfr. también Denz. Sch. 3720).
e) Si el feto fuera consciente de su posición, consentiría en renunciar a su derecho a la vida, para
salvar la de la madre.
Respuesta. Ningún hombre tiene facultad para renunciar a su vida, porque no dispone de ella, y si no es
válido el consentimiento expreso, mucho menos lo será el consentimiento que se quiere presumir en el
feto.
f) Es mejor que pierda uno la vida (el hijo), y no la pierdan los dos (el hijo y la madre); luego es
lícito provocar el aborto, que sería el mal menor.
Respuesta. Se puede elegir el mal menor cuando se trata de dos males del mismo orden(, es decir, si en
el caso del a. se tratara de elegir necesariamente entre matar a una persona y matar a dos, pero
éste no es el caso- a mi me parece que erra-) la posibilidad de elección está entre el mal moral del a.
que es un homicidio y el mal físico de no impedir, porque no hay medios lícitos, la muerte del hijo y
de la madre; y el primero, el mal moral, es el mal mayor.
g) El aborto sería lícito como un medio indispensable para conseguir otros bienes: la vida de la
madre, la honra, las diversas razones de las así llamadas «indicaciones» sociales, eugenésicas, familiares,
etc.
Respuesta. En realidad, si no es lícito el a. ni aunque fuera la única solución para salvar la vida de la
madre, como ya se ha dicho, mucho menos lo será para obtener beneficios de menor entidad. En cualquier
caso, tratar de lograr unos fines por altos que sean a través de un homicidio, «mediante la muerte de un
inocente, es contrario al precepto divino, promulgado incluso con palabras apostólicas: No han de hacerse
cosas malas, para lograr cosas buenas (cfr. Rom 3, 8)»: Pío XI, ene. Casti Connubii, 31 die. 1930: Denz.
Sch. 3721.
2) El aborto indirecto
Es el originado como consecuencia probable y accidental de una acción en sí misma legítima, no
es pecado cuando se dan las circunstancias clásicas del acto con doble efecto; concretamente, en el
caso que nos ocupa, es necesario:
que la acción en sí misma y en la intención no esté dirigida directamente a provocar el a.: de otro
modo, se trataría de un a. directo;
que el efecto bueno que se pretende alcanzar no provenga de la muerte del feto, sino de la acción
legítima que se realiza;
que haya razones proporcionadamente graves a la posible muerte del producto de la concepción,
ya que por motivos leves no será lícito exponerse a ocasionar un a.
Esas razones habrán de ser, además, tanto más serias cuanto más probable sea que se origine el
a.

14
Hay ocasiones en las que fácilmente se advierte la voluntariedad indirecta del eventual aborto, p. ej.,
cuando se trata de administrar a la madre una medicina para curar una enfermedad grave, aunque se tema
que esa medicina tendrá efectos tóxicos para el feto; pero en otras ocasiones se encuentran serias
dificultades para saber si puede aplicarse la doctrina de la voluntariedad indirecta, p. ej., en.la
eventualidad de un embarazo extrauterino o de una intervención quirúrgica dirigida a extirpar un útero
canceroso, que contenga al mismo tiempo un feto vivo y no viable. (Mc. Fadden)
En cualquier tipo de aborto voluntario o involuntario, directo o indirecto hay obligación de
bautizar al feto: de modo absoluto, si presenta signos de vida después de su expulsión (can. 747), o de
modo condicionado, cuando se duda que viva. Naturalmente es difícil y a veces imposible proveer al
bautismo en los a. de poco tiempo, porque el feto no es reconocible; y otras veces el bautismo no es
administrable, porque el feto se expulsa ya muerto. Pero siempre ha de haber la preocupación por agotar
los recursos humanos para asegurar la vida eterna a esa criatura.
3) Moralidad y culpabilidad subjetiva
Manteniendo en pie lo dicho sobre la moralidad objetiva, a veces puede resultar difícil constatar en qué
grado la moralidad subjetiva se amolda a ella. Puede haber varias causas que atenúen (difícilmente excusen)
la responsabilidad del sujeto. Generalmente los atenuantes subjetivos recaen sobre la madre y no sobre
los médicos (que están en condiciones óptimas para saber lo que hacen al respecto).
Entre las causas que pueden influir para atenuar la responsabilidad podemos enumerar: la ignorancia
sobre la realidad del aborto, especialmente a causa de las campañas que distorsionan la realidad del mismo;
y también la violencia moral que ejercen sobre la madre aquellos que la rodean e impulsan a que dé tal paso.
Por eso afirma el Evangelium vitae: “En ocasiones la mujer está sometida a presiones tan fuertes que se
siente psicológicamente obligada a ceder al aborto: no hay duda de que en este caso la responsabilidad moral
afecta particularmente a quienes directa o indirectamente la han forzado a abortar”15.
4) Exigencia moral consecuente
De lo dicho se sigue un principio fundamental respecto de la vida en el vientre materna que expresamos
con las palabras mismas del Magisterio: “está en juego algo tan importante que, desde el punto de vista de
la obligación moral, bastaría la sola probabilidad de encontrarse ante una persona para justificar la más
rotunda prohibición de cualquier intervención destinada a eliminar un embrión humano. Precisamente por
esto, más allá de los debates científicos y de las mismas afirmaciones filosóficas en las que el Magisterio no
se ha comprometido expresamente, la Iglesia siempre ha enseñado, y sigue enseñando, que al fruto de la
generación humana, desde el primer momento de su existencia, se ha de garantizar el respeto
incondicional que moralmente se le debe al ser humano en su totalidad y unidad corporal y espiritual:
el ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde el instante de su concepción y, por

15
EV, 59.
15
eso, a partir de ese mismo momento se le deben reconocer los derechos de la persona, principalmente
el derecho inviolable de todo ser humano inocente a la vida”16.
5) Pena canónica del aborto
El Código de derecho canónico prevé la pena de excomunión latae sententiae para el aborto (c. 1398)
cuando se reúnen las siguientes condiciones:
–mayoría de edad (18 años cumplidos);
–conocimiento que se trata de un pecado grave;
–conocimiento de que existe tal pena eclesiástica;
–realizado el acto con la plenitud propia de un acto humano;
–cuando el aborto no sólo ha sido intentado sino que de hecho se ha seguido (effectu secuto).
Son sujeto de estas penas:
–quienes lo procuran (madre, médico, partera);
–quienes cooperan induciendo (esposo, novio, consejeros);
–los que cooperan en la intervención quirúrgica;
–todos aquellos “sin cuya obra el delito no habría sido cometido” (c.1329,2): aquí entrarían los
directivos del Hospital que prestan las instalaciones (con toda la conciencia que hemos requerido arriba).
e) PERSONA, VIDA Y ABORTO. CONTENIDOS LEGISLATIVOS. Para una refutación jurídica
del aborto.
El Dr. Gregorio Badeni17, analiza desde una perspectiva estrictamente jurídica, si es viable o no
“instalar legislativamente el aborto”. En la primera parte del artículo, sostiene que la vida es fundamento
de los distintos géneros de libertades, por ello es presupuesto de todos los derechos. Es el fundamento y
fin de toda organización política. La afirmación antecedente es clave hermenéutica de la Constitución
Nacional.
En una segunda parte del artículo, el Dr. Badeni desboza los antecedentes históricos de la Constitución
Nacional. De esta forma demuestra que el derecho a la vida se inserta en una larga tradición constitutiva
del ser nacional que culminó en la redacción de la Carta Magna.
En tercer lugar, se enuncian todos los lugares del ordenamiento jurídico argentino en el que el derecho
a la vida está garantizado. Discurre sobre las dificultades emergentes en caso de presentarse un conflicto
de derechos, en el que el derecho a la vida se opone a otros derechos (v. gr. libertad sexual, bienestar de
la madre, etc.). Nada puede anteponerse al derecho a la vida. Asimismo, niega la validez actual de la
causal de despenalización denominada “aborto eugenésico”, comprendida en el Art. 86 del Cód. Penal.

16
EV, 60.
17
Gregorio Badeni Doctor en Derecho de la UBA. Licenciado en Ciencias Políticas (UNLP). Profesor desde 1969 en la UBA,
la UNLP, la UCA, la UADE y la Universidad de El Salvador. Autor de 17 libros (6 en colaboración), 32 folletos y más de 410
artículos. Vocal de la Asociación Argentina de Ciencias Políticas. Miembro del instituto de Derecho Parlamentario de la
Nación, la Asociación Argentina de Derecho Constitucional.

16
El artículo concluye afirmando que el régimen jurídico argentino no permite el aborto. Y si alguien no
estuviera de acuerdo con esta su afirmación, debería denunciar los tratados internacionales y propiciar
una reforma constitucional.
Derecho a la vida y aborto
Con singular regularidad se procura instalar en la sociedad un debate que, en última instancia, apunta a
dotar de legitimidad a la legalización del aborto. Mejor dicho a ampliar la legalización parcial prevista en
el art. 86 del Código Penal. Infinidad de argumentos, y de la más variada índole, se esgrimen para
persuadirnos sobre las bondades de esa legalización. Hasta el extremo de sostener que ella se impone
porque se adecua a la naturaleza humana; a las necesidades sociales; al derecho a la salud; al derecho de
disponer del propio cuerpo; a la libertad sexual; y una serie de consideraciones que justificarían privar de
su vida a un niño.
No es nuestro propósito analizar semejante propuesta a la luz de los principios del derecho natural o de
las diversas concepciones religiosas. Nuestro enfoque es esencialmente jurídico y apunta a determinar si,
en función del orden jerárquico normativo resultante del articulado de la Constitución Nacional y de los
tratados internacionales sobre derechos humanos –que tienen jerarquía superior a las leyes–, es viable
instalar legislativamente el aborto. En cualquiera de sus formas y no solamente con la amplitud expuesta
en el anteproyecto de Código Penal elaborado en el seno del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos.
La libertad de vivir, y su expresión jurídica en el derecho a la vida, es un atributo inseparable de la
persona humana que condiciona su existencia con el consecuente desenvolvimiento material y espiritual
de los hombres. La libertad de vivir, entendida en un sentido conceptual amplio, comprensivo tanto de
los matices físicos y materiales como también de todos los aspectos y proyecciones de la personalidad
espiritual del ser humano, constituye un bien fundamental cuya valoración supera holgadamente a los
restantes derechos y libertades, por la simple circunstancia de que ninguno de ellos puede ser considerado
en forma separada de aquélla. La vida es el presupuesto condicionante de las restantes especies del
género libertad.
Sin vida no hay libertad, ni posibilidad alguna de ejercer los derechos naturales que conforman
la esencia de la personalidad, ni tampoco la amplia gama de potestades que, en su consecuencia, le
reconoce al individuo la ley positiva.
En realidad, sin vida no existe el ser humano, de modo que no resulta aventurado sostener que ella, más
que un derecho, constituye una cualidad inseparable de la condición humana y presupuesto indispensable
para su existencia. En el marco de una organización política global, basada sobre una idea dominante que
determina el comportamiento de sus integrantes, el valor asignado a la vida no tiene la misma
trascendencia en un sistema democrático constitucional que en uno autoritario o autocrático. En este
último, el ser humano, con todos sus atributos, es simplemente un instrumento o medio puesto al servicio
de un objetivo considerado superior. La vida carece de relevancia teleológica y está subordinada

17
axiológicamente a las metas transpersonalistas del sistema. En cambio, en un sistema democrático
constitucional el individuo constituye la causa, fundamento y fin de toda la organización política, cuya
creación y subsistencia, con todas las técnicas y procedimientos implementados a tal fin, responden al
propósito exclusivo de concretar la libertad y dignidad del ser humano. Esta consideración resulta
indispensable a los fines de una correcta interpretación de la Constitución Nacional con relación a la
libertad de vivir. El teleológico de la Constitución, tan claramente expresado en su Preámbulo y
cláusulas consecuentes, revela que la finalidad única de la norma constitucional es la protección de
la libertad y dignidad natural del ser humano, y que toda interpretación de sus preceptos debe estar
orientada hacia esa meta. Toda interpretación de las normas constitucionales debe estar encaminada a
la preservación de esa libertad y dignidad, que presupone la vida del hombre, con prescindencia de todo
otro valor jurídico y social.
La libertad de vivir, que se traduce en el derecho a la vida reconocido a las personas desde el momento
de la concepción y hasta su muerte, estuvo presente en los antecedentes constitucionales más relevantes.
El Decreto de Seguridad Individual del 23 de noviembre de 1811 establecía que ‘todo ciudadano tiene un
derecho sagrado a la protección de su vida’. El Estatuto Provisional del 5 de mayo de 1815 reconoció el
derecho a la vida entre los atributos fundamentales de todos los habitantes del país (art. 1º).
Disposición similar se encuentra en la Constitución de 1819, que imponía al Estado el deber de proteger
a los hombres en el goce del derecho a la vida (art. 109) y que fue reproducida en el artículo 159 de la
Constitución de 1826.
Con anterioridad, el Estatuto Provisional del 22 de noviembre de 1816, aprobado por el Congreso de
Tucumán, dispuso que la vida era uno de los derechos de todos los habitantes (art. 1º), agregando que
‘tiene un concepto tan uniforme entre todos, que no necesita de más explicación’ (art. 2º).
Si bien el denominado derecho a la vida no está expresamente enunciado en la Constitución Nacional,
a través de una interpretación finalista, sistemática y dinámica de sus preceptos, resulta claro que este
atributo integra el concepto del ser humano objeto de la regulación constitucional, con la consecuente
obligación para el Estado y los particulares de velar por ella. Es que sin vida no existe el hombre, ni la
libertad y la dignidad que le garantiza el texto constitucional.
Sin el amplio reconocimiento de la libertad natural de vivir, no existe una constitución
personalista.
II
En el debate que se desarrolló el 1º de mayo de 1860 en la Convención del Estado de Buenos Aires,
encargada de examinar la Constitución Federal, al fundamentar la redacción asignada al art. 33, los
convencionales siguieron la línea de pensamiento del Estatuto Provisional de 1816, considerando que no
era necesaria ni posible la mención expresa de todas las libertades del hombre en el texto constitucional

18
para posibilitar su reconocimiento y vigencia. Tallo que resulta de las sólidas intervenciones de Mitre,
Sarmiento y Vélez Sársfield rebatiendo los argumentos expuestos por Esteves Saguí.
Precisamente Vélez Sársfield, quien en la Convención bonaerense había expresado ‘que no se pueden
enumerar todos los derechos que nacen de la naturaleza del hombre y del fin y objeto de la sociedad y de
la soberanía del pueblo’, fue el encargado de plasmar la reglamentación de las disposiciones
constitucionales referentes a uno de los aspectos sustanciales del derecho a la vida, en el Código Civil
sancionado por ley del 25 de septiembre de 1869 y que entró en vigencia el 1º de enero de 1871.
Así, en la nota correspondiente al art. 63 del Cód. Civil, el codificador destacó que “las personas
por nacer no son personas futuras, pues ya existen en el vientre de la madre”, citando en respaldo
de su opinión las disposiciones legales vigentes en Austria, Luisiana y Prusia. Dándole carácter legal a
semejante afirmación, dispuso categóricamente en el art. 70 que la existencia de las personas comienza
desde la concepción en el seno materno. En ese momento comienza la libertad de vivir y la consecuente
protección estatal.
La ley ha reconocido un hecho biológico al disponer que la vida, y el consecuente derecho a vivir,
comienza en el momento de la concepción. La tipificación de la persona humana, con todas sus
características, es impuesta por su material genético a partir del cigoto. Subsiste, evolucionando de
manera natural, a medida que adquiere las formas del embrión, feto, niño, adolescente, adulto y anciano.
De modo que, a partir de la fecundación del óvulo, existe un ser humano que merece la protección de la
ley y, especialmente, de su derecho a la vida 18, tal como lo reconoció la Corte Suprema de Justicia 19.
Tal conclusión reviste jerarquía constitucional. Así, el art. 4º, inc. 1º de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos establece que el derecho a la vida está protegido a partir del momento de la
concepción. Otro tanto resulta implícitamente del art. 75, inc. 23, de la Constitución que establece un
régimen de seguridad social completo y específico para la protección de la niñez en situación de
desamparo que se proyecta desde el embarazo. La referencia constitucional al embarazo significa el
reconocimiento del derecho a la vida antes del nacimiento de las personas, así como también a su derecho
a la salud. No cabe duda que el mayor desamparo lo padecen los niños antes de su nacimiento.
Estas conclusiones no se contradicen con la Convención sobre los Derechos del Niño aprobada por la
ley 23.849 e incorporada al art. 75, inc. 22, de la Constitución. Esa Convención, que reconoce a todo niño
el derecho intrínseco a la vida (art. 6.1), no determina expresamente el momento en que comienza esta
última. Una interpretación literal podría conducir a sostener que el comienzo se verifica en el momento
del nacimiento ya que, el art. 7.1 de la Convención, establece que “El niño será inscripto inmediatamente

18
Rodríguez Varela, Alberto, La persona concebida, El Derecho Nº 9118, 31 de octubre de 1996; Leonardo Mc Lean, El
Derecho a la Vida, pág. 9; Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas; Buenos Aires 1994.
19
Fallos, CS, 302:1284; 310:112; 323:1339; 324:5; 325:292.

19
después de su nacimiento y tendrá derecho desde que nace a un nombre, a adquirir una nacionalidad y,
en la medida de lo posible, a conocer a sus padres y a ser cuidado por ellos”.
Sin embargo, y por imposición de la ley 23.849 se aclaró que, al ratificarse la Convención, se debía
formular la siguiente reserva: “Con relación al art. 1 de la Convención sobre Derechos del Niño, la
República Argentina declara que el mismo debe interpretarse en el sentido que se entiende por niño
todo ser humano desde el momento de su concepción y hasta los 18 años de edad”. La reserva
obedeció a que el art. 1º de la Convención establece que se entiende por niño a “todo ser humano menor
de 18 años de edad” sin precisar el momento en que comienza su existencia. De modo que, como
consecuencia de esta reserva, del art. 75, inc. 23, de la Constitución y del art. 4º, inc. 1º de la Convención
Americana sobre derechos humanos, el niño existe desde la concepción, y a partir de ese momento
disfruta del derecho a la vida y su debida protección.
La existencia de la vida humana a partir de la unión de los gametos femenino y masculino que origina
el embrión, importa desechar toda concepción que sólo admite la manifestación de la vida a partir del
nacimiento, o desde que el embrión dispone de un desarrollo de su sistema nervioso que le permite
expresar ciertos sentimientos, como el dolor. Otro tanto respecto de aquellas ideas que reconocen el
derecho a la vida con posterioridad al nacimiento y a partir del momento en que la persona manifiesta
cierta capacidad racional. Estas concepciones, que podrán ser aceptables a la luz de ciertos
ordenamientos jurídicos, han sido desechadas categóricamente por la legislación argentina.
La libertad de vivir, con todas sus secuelas, es una libertad esencialmente natural. Por tal razón, el
desarrollo de la civilización y la consolidación de los valores humanistas en el marco de la cultura social
imperante el siglo XXI, impone el deber de respetar jurídicamente el funcionamiento de las leyes
naturales que regulan el comportamiento individual y social de los hombres, ponderando los bienes
involucrados y prescindiendo de todo preconcepto que puedan albergar algunos individuos y grupos
sociales cuando su manifiesta irracionalidad se opone al desenvolvimiento de la dignidad humana en un
marco de comprensión, tolerancia y libertad.
Destacando la aberración que representa para la humanidad el homicidio de centenares de millones de
personas durante el siglo XX, víctimas de las guerras, el totalitarismo, el genocidio, el aborto y la
eutanasia, Alberto Rodríguez Varela formula una importante reflexión: “El siglo XX se nos presenta así
como una extraña paradoja. Por un lado, la afirmación de los derechos humanos ha alcanzado nivel
planetario. Y por otro, nunca la muerte de personas inocentes había sido prodigada en la historia con tanta
desaprensión.... Este humanicidio cósmico no se habría producido si los hombres no hubieran extraviado
la genuina visión del derecho, recibida de griegos, romanos, judíos y cristianos, y no hubieran llevado

20
hasta extremos apocalípticos el pecado de soberbia, pretendiendo erigirse en supremos y absolutos
creadores de normas negadoras de Dios y el orden natural”20.
III
Concebida como derecho, la vida disfruta del reconocimiento y la protección constitucionales aunque,
a igual que las restantes libertades contenidas en la Ley Fundamental, no reviste carácter absoluto,
pudiendo quedar sujeta a una reglamentación razonable (art. 28).
Pero es importante destacar que la relatividad de los derechos presupone una reglamentación razonable
y no arbitraria, y que esa razonabilidad conduce a establecer limitaciones proporcionadas a las
circunstancias fácticas que las motivan, a la necesidad de armonizar las libertades individuales y a los
fines personalistas de la Constitución. En abstracto no hay derechos absolutos, pero en la esencia de la
práctica la reglamentación razonable importa una correspondencia entre los medios propuestos y los fines
legítimos que se pretenden alcanzar. Si bien la libertad de vivir es susceptible de reglamentación legal,
ella no puede llegar al extremo de desnaturalizarla o desconocerla sin causa justificada
constitucionalmente.
Es en este marco donde se plantea el problema consistente en resolver si, conforme a la Ley Fundamental,
y bajo determinadas circunstancias, es procedente la legalización del aborto como acto por el cual se priva
del derecho a la vida a una persona, a un niño que, desde el momento de su concepción, tiene existencia
biológica y jurídica.
El problema está compuesto por el enfrentamiento o colisión entre dos libertades constitucionales: el
derecho a la vida del niño por nacer y los derechos subjetivos que vulneraría la concepción y el
nacimiento.
En materia constitucional, cuando se opera semejante colisión, la interpretación debe propender a
armonizar ambas libertades mediante una recíproca relativización que permita la subsistencia de todas
ellas, anulando sus manifestaciones en aquellos espacios donde se produce el conflicto. Pero en el caso
que analizamos, lograr esa armonía resulta imposible sin desconocer o desnaturalizar en forma absoluta
a alguna de esas libertades. Concretamente, se trata de un conflicto inconciliable, en cuanto la aceptación
de la libertad de abortar conduce necesariamente a la destrucción de una vida humana.
La imposibilidad de armonizar ambas libertades impone el deber de otorgar preferencia a alguna de
ellas en función de la doctrina personalista de la Constitución. Impone el deber de verificar jurídicamente
si es razonable dar preferencia a la libertad de abortar o a la libertad de vivir, y esa comparación, en orden
a su resultado, debe ser realizada no ya con un enfoque religioso o moral, sino en consideración a la
trascendencia otorgada por la Constitución a las diversas libertades que resultan antagónicas en un caso
concreto.

20
Rodríguez Varela, Alberto, El derecho a la vida, pág. 21, Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, Buenos Aires
1994.

21
Desde un punto de vista jurídico, las hipótesis que conducen a la justificación del aborto se pueden
sintetizar en las siguientes:
1) anteponer el derecho al bienestar individual, expresado en el derecho a la intimidad o los derechos
personalísimos de la madre, representativos de su honor, comodidad, arbitrio en disponer de su cuerpo o
la voluntad de prevenir sanciones sociales;
2) otorgar preferencia a la libertad sexual en aquellos casos en que la concepción es consecuencia de una
violación;
3) brindar primacía al derecho a la legítima defensa cuando el desarrollo del feto o el nacimiento pueden
ocasionar graves lesiones o la muerte de la madre.
Los fines humanistas de la Constitución, cuya concreción presupone necesariamente la defensa de la
vida del ser humano, por ser artífice de toda acción social, determinan que el derecho a la vida de un ser
inocente se imponga sobre otros valores y bienes jurídicos. Razonablemente, el derecho al bienestar
individual, en sus múltiples manifestaciones, no puede condicionar el derecho a la vida. Una limitación
parcial y temporal del derecho al bienestar se impone frente a la alternativa de una limitación absoluta y
definitiva del derecho a la vida. Es que evitar una sanción social, preservar el honor o eludir una
incomodidad son valores legítimos, pero carentes de la envergadura suficiente para justificar el
cercenamiento de una vida inocente21. Máxime cuando la situación de conflicto fue producida por un acto
voluntario o negligente de la madre cuyas secuelas no pueden ser impuestas al niño por nacer. Tampoco
es razonable legalizar el aborto invocando la defensa de la libertad sexual cuando la concepción es
consecuencia de una violación. El niño por nacer no es culpable ni responsable por la violación. En esta
hipótesis, y al margen de la sanción que resulte aplicable al autor de la violación, se pretende defender la
libertad sexual de la madre, que ya fue vulnerada, imponiendo una sanción, una verdadera pena de muerte,
a una persona que fue absolutamente ajena a la relación jurídica madre-violador.
En cuanto a la hipótesis del derecho a la legítima defensa, su ejercicio legal está condicionado a que la
situación de peligro no haya sido provocada por la conducta voluntaria o negligente de la madre, que
debió o pudo prever las eventuales consecuencias del ejercicio de su libertad sexual. De que en este caso
tampoco es razonable ni se justifica la legalización del aborto, máxime considerando que desde un punto
de vista estrictamente científico es de improbable producción la muerte de la madre de mediar una
conducta diligente. Diligencia sobre la cual el Estado debería concentrar su acción en vez de propiciar la
muerte de un niño por nacer.
De todas maneras, el derecho a la legítima defensa, que tampoco es un derecho absoluto, sólo se puede
desplegar contra la persona del agresor, condición que no presenta el niño por nacer, cuya creación
responde a una ley natural y que, además de no haber provocado la concepción, se encuentra en un plano

21
Rodríguez Varela, Alberto, El valor de la vida inocente, ED, 191-424.

22
de manifiesta desigualdad para ejercitar su propio y legítimo derecho de defensa. Precisamente, esta
última circunstancia, en salvaguarda del principio de igualdad establecido por el art. 16 de la Constitución,
y el deber resultante del art. 75, inc. 23, impone el deber para el Estado de acordar la debida tutela para
los niños por nacer, asumiendo el ejercicio de su derecho a la legítima defensa y sin perjuicio de realizar
las restantes medidas encaminadas a proteger la intangibilidad de su derecho a vivir.
El auge del materialismo y la perversión de ciertos valores morales acarrean el menosprecio hacia la
dignidad de las personas concebidas mediante la aceptación del aborto y explican la pasiva aceptación de
ciertos experimentos que superan holgadamente la monstruosidad de aquellos que fueron perpetrados en
los campos de concentración establecidos por el nazismo hasta 1945. Rodríguez Varela escribe que “A
ese capítulo de pornografía biológica pertenecen experimentos e intentos, a veces quizá fantasiosos, que
configuran aberraciones propias de científicos que se mueven sin sujeción a ningún parámetro moral. La
embriogénesis sin espermatozoides, la fecundación de un óvulo por otro óvulo para satisfacer anhelos
lesbianos, la autoprocreación femenina ya intentada con ratones, la fecundación del óvulo con células no
germinales, el potencial implante de un embrión en el abdomen de un homosexual masculino previo
tratamiento hormonal, la gestación de embriones humanos en úteros no humanos, la fertilización con
semen humano de óvulos de mona en Estocolmo y de óvulos de hamsters en Japón, la fisión gemelar, la
clonación por sustitución del núcleo de un huevo humano fecundado, la fusión de embriones in vitro, la
ectogénesis o producción de un embrión en un laboratorio y su total gestación extracorpórea, en fin, todos
los horrores pseudocientíficos que es capaz de imaginar la mente humana cuando prescinde de los valores
deontológicos”. Experimentos con los cuales, como bien lo señala el autor, se utilizan fetos humanos para
la fabricación de cosméticos, o se procura el diagnóstico precoz de ciertas enfermedades para promover
el aborto de quienes nacerán con malformaciones, o se usan las células fetales para el tratamiento de
ciertas enfermedades22(6).
Para la legislación argentina el aborto, con las excepciones previstas en el art. 86 del cód. penal, es un
hecho punible. Así lo establecen los arts. 85, 87 u 88 de ese cuerpo legal, imponiendo para sus autores
penas privativas de libertad.
De tres a quince años si el delito es doloso, y de seis meses a dos años si la conducta del autor es culposa.
Como el bien jurídico protegido es el derecho a la vida del niño por nacer, la pena es aplicable a la mujer
que de manera dolosa provoca o consiente el aborto, así como también a quienes lo causan o colaboran
en su producción.
El art. 86 de la ley penal dispone que el aborto practicado por un médico diplomado con el consentimiento
de la mujer encinta no es punible si responde a fines terapéuticos. Ello acontece cuando el aborto se
practica con el objeto de evitar un peligro, serio y cierto, para la vida o salud de la madre, y siempre que

22
Rodríguez Varela, Alberto, La persona por nacer y el derecho a la salud, ED, 215-813.

23
ese peligro no pueda ser evitado por otros medios. Cuando el derecho a la vida del niño por nacer colisiona
con el derecho a la vida o salud de la madre, la ley se inclina por dar preferencia a estos últimos. ¿Pero
quién asume la defensa del derecho a la vida del niño?
El art. 86 también prevé el aborto eugenésico. Presupone la violación de una mujer idiota o demente,
y la concreción del aborto con el consentimiento del representante legal de la mujer. El bien jurídico
protegido, en este caso, no es la ausencia de voluntad de la mujer para participar del acto de la procreación
porque, de ser así, la norma tendría que ser aplicada a toda mujer que fue objeto de una violación e,
inclusive, a toda mujer que participa voluntariamente del acto sexual pero sin voluntad de procrear. Su
razón de ser responde a una concepción científicamente arcaica, aberrante y de raíz racista que apunta a
preservar el perfeccionamiento de la especie humana, o a evitar su presunta degradación, mediante la
aplicabilidad de las leyes biológicas de la herencia. La fundamentación de esta hipótesis nos conduce a
sostener su invalidez constitucional.
A las causales ya previstas en el Código Penal que legalizan el aborto, el anteproyecto añade la hipótesis
del embarazo que es consecuencia de una violación y el que se practica con el consentimiento de la madre
dentro de los tres meses de la concepción, siempre que se presenten circunstancias excusables. ¿Quién
decidirá cuáles son las circunstancias excusables?, pues en principio el juez a menos que, por vía
reglamentaria, se asigne esa facultad a una dependencia administrativa. Pero, aunque no existan esas
circunstancias excusables, no es punible el médico que practica el aborto con el consentimiento de la
madre dentro de los tres meses de la concepción, siempre que la haya asesorado sobre las consecuencias
del hecho y las razones para preservar la vida del niño. En cierto modo, se les está otorgando a los
médicos una suerte de patente para abortar.
Si, jurídicamente, aceptamos que la vida del niño comienza con la concepción, tanto las hipótesis
del art. 86 del Código Penal como las ampliaciones resultantes del anteproyecto, importan legalizar
el acto de dar muerte a un niño. A un niño que está por nacer, pero que no deja de ser un niño, un
ser humano.
La defensa de los derechos humanos, sin excepciones y con similar esfuerzo, es exigible respecto de
todos ellos y no solamente cuando presentan ciertas connotaciones políticas. En síntesis, nuestro
régimen jurídico no permite el aborto. Si alguien no está de acuerdo con tal normativa, debería
denunciar las convenciones Americana sobre Derechos Humanos y Derechos del Niño y propiciar
la reforma constitucional modificando el alcance del art. 75, inc. 23, así como también la esencia
personalista de la Ley Fundamental.
Pero, mientras ello no acontezca, y tal como ocurre en un Estado de Derecho, la ley nos impone el deber
de defender el derecho a vivir del niño desde que comienza su existencia: desde la concepción.

El síndrome post aborto: las consecuencias del aborto

24
¿Existe realmente un síndrome post aborto? Y en tal caso, ¿en qué consiste y a quién afecta?
Entre los médicos, psicólogos, psiquiatras e incluso sacerdotes, es bien conocido el llamado “Síndrome
post aborto” (“P.A.S”: “Post-Abortion-Syndrom”). Designa el cuadro patológico que comprende un
complejo de síntomas fisiológicos, psicológicos y espirituales, desencadenados tras la realización de un
aborto procurado (voluntario). Afecta fundamentalmente a las mujeres que han abortado, pero también
se verifica (en distintos grados) en todos los demás que han intervenido en el hecho: el padre de la criatura,
los médicos y el personal abortista23.
Los síntomas que se manifiestan están en relación directa con las razones por las cuales se abortó, el
tiempo del embarazo, la relación entre los padres de la criatura, los pasos que se dieron en la decisión y
las influencias que se padecieron durante el período traumático de la decisión.
1. El proceso psicológico de la decisión abortista
En una mujer con convicciones normales (con fe o sin ella) la decisión de abortar es un proceso
complicado y doloroso. Algunos de los pasos regulares por los que suele pasar a partir del momento de
su embarazo son los siguientes:
1º Desde el momento en que queda embarazada, el organismo suscita en la mujer madre un sentimiento
maternal instintivo. Éste es observable incluso en los animales y es debido por un lado a los procesos
fisiológicos que acompañan los cambios propios de la maternidad (la naturaleza prepara a la mujer para
relación maternidad-filiación) y además por otros factores de orden sociológico, psicológico y espiritual
como las costumbres de la sociedad en que vive, su madurez personal, su fe, etc.
2º La tendencia natural a continuar la maternidad comenzada con la concepción del nuevo ser puede
entrar en crisis por diversos factores externos o internos que bombardean la psicología de la mujer, como
por ejemplo (para indicar algunos de los más frecuentes):
a) La opinión adversa de los padres de la mujer embarazada (especialmente si se trata de una
adolescente) ya sea por el miedo a difamación si es soltera o por muchos otros factores diversamente
clasificables.
b) El peso que la mujer ve en la crianza del hijo (especialmente si ya tiene otros).
c) Conflictos psicológicos no solucionados: en el caso de mujeres que han tenido una mala
experiencia de filiación con sus propias madres surge el miedo a enfrentar su propia experiencia de
maternidad.
d) Condicionamientos puestos por el padre de la criatura: por lo general, son amenazas de
abandono en caso de continuar la gestación.

23
Me baso para los datos siguientes en el libro MYRIAM... warum weinst Du? Die leiden der Frauen nach der
Abtreibung (Myriam, ¿por qué lloras? Los padecimientos de las mujeres después del aborto); editado por la Fundación “Ja
zum leben. Mütter in Not”. Este libro fue elaborado por Pius Stössel por pedido de la fundación “Ja zum leben, Region
Ostschweiz”, 8730, Uznach, Goldach/Schweiz, 1996.
25
e) La presión de la retórica social contra la natalidad: la propaganda de la superpoblación, la
elección del aborto como derecho de la mujer, la afirmación de que el feto es sólo un conjunto de células,
etc.
f) La ideología del materialismo : cuando el nuevo hijo es visto como un obstáculo para el
progreso económico, el confort.
g) El egoísmo: cuando el hijo es visto como una cadena a la libertad (“primero terminar la carrera,
luego conseguir trabajo y recién entonces pensar en los hijos”).
h) La presión legal: hay sociedades que presionan para imponer la regulación de la natalidad; ya
se da un cierto tipo de presión en la misma “legalización” y “subvención estatal” de determinados abortos.
3º Estas presiones pueden desembocar en un auténtico conflicto interior enfrentando a la mujer con la
necesidad de tomar una decisión. Si necesita consejo el que le darán, en gran parte de los casos, la
empujará al aborto, especialmente si en su caso la ley civil lo ampara, la medicina lo garantiza y para la
sociedad es indiferente.
4º Una vez tomada la decisión suele sentirse cierto alivio (natural al terminar temporalmente el estado
conflictivo), lo cual a veces es tomado como signo de que la decisión ha sido correcta. Cuando deciden
abortar por lo general se cierran a todo otro tipo de consejo contrario, ya que volver a replantear la
cuestión significa abrir nuevamente la situación traumática del proceso deliberativo.
5º Sigue el sometimiento, es decir una especie de resignación por la cual se ponen en manos de un médico
con un cierto sentimiento de fatalidad.
6º El shock de los últimos momentos: para abortar una mujer tiene que eliminar sus propios instintos
maternales que son de orden natural ; para esto tiene que autoconcientizarse de que el ser que va a abortar
no es un ser humano ; con este intento de autoconvencimiento comienza el proceso de racionalización en
contra de la propia conciencia moral y contra el mismo instinto natural. La mujer se enfrenta con un caos
de conciencia ; muchas veces, detrás de su aparente resignación, hay un angustioso pedido de que alguien
pare todo el proceso que se presenta como superior a sus fuerzas.
7º El endurecimiento interior. Luego del aborto hay un tiempo en que la mujer quiere ser dejada sola,
se vuelve apática, desinteresada de las cosas; hay una interior negación a asumir lo que se ha hecho. Debe
también luchar contra los sentimientos de agresión, desesperación y miedo que emergen con el aborto.
Por un lado querrían desahogarse con alguien, pero por otro lado temen volver a vivenciar el proceso por
el que han pasado.
8º Comienza el trabajo de reconstrucción patológica : se quiere volver a la normalidad cuanto antes,
por lo que busca llenarse de actividades para no pensar en nada.
9º Pero normalmente en algún momento tiene lugar la ruptura del sistema de defensa que la persona
implicada en el aborto construye en torno a sí. Una reconstrucción tal de la vida fracasa por lo general
cuando tienen lugar alguna de estas situaciones :

26
a) La persona que ha abortado queda demasiado sola.
b) Cuando recuerda el aborto o recuerda la fecha del aborto o la que correspondería al nacimiento
del niño abortado o alguno de sus aniversarios (cumpleaños).
c) En estados de cansancio o enfermedad.
d) Cuando ven a otros niños (especialmente bebes) en la edad de que deberían tener su o sus hijos
abortados.
e) Cuando quedan nuevamente embarazadas.
En este caso tiene lugar propiamente el llamado “síndrome post aborto”.
2. Síntomas del síndrome post aborto
A pesar de que muchos médicos y psicólogos (pro abortistas) señalan que los trastornos que presentan
las mujeres después del aborto son algo meramente “emocional y psicológico”, una sana psiquiatría
demuestra que se trata de algo mucho más serio, de orden patológico y que puede agruparse en tres tipos
de problemas : ante todo, de depresión y sentimiento de culpa ; en segundo lugar, de agresión contra el
padre del niño y contra la sociedad en general ; finalmente, alteraciones en la personalidad en forma
crónica, parecidas a las enfermedades cerebrales.
Especificando más detenidamente podemos enumerar los siguientes síntomas:
1) Síntomas de pesar y dolor. Toda pérdida genera un estado de duelo ; y es mucho más difícil superar
el dolor de un aborto provocado que el de un aborto espontáneo producido por la misma naturaleza, y
esto por varias razones : la persona se sabe culpable de la pérdida, no tiene posibilidades de visitar el
cuerpo del niño, ha habido un trabajo de autoconvencimiento de que no se trataba de un ser humano
(curiosamente este trabajo de autoconvencerse deja en la persona un mayor sentimiento de culpa porque
sabe que ha tenido que buscar argumentos para justificar un acto al que no la inclinaba espontáneamente
su conciencia). Cuando los dolores no se superan conducen a la depresión. La depresión puede alterar el
sistema inmunológico y con esto se aumenta el riesgo de contraer infecciones e incluso en casos extremos
se ha constatado el inicio de procesos cancerígenos. También ha ocurrido que personas que han caído en
estados depresivos agudos, se han transformado luego en personalidades psicóticas.
2) Sentimiento de culpabilidad. En muchos estudios se ha observado que cuando no hay sentimiento de
culpa se suele dar una tendencia al alcohol o a la drogadicción ; en cambio cuando hay sentimiento de
culpabilidad se suele caer en estados depresivos, que se manifiestan en grandes tristezas, llantos, visión
negativa y pesimista del mundo circundante. Cuando el sentimiento de culpa es muy grande lleva a
sentimientos de pánico y autodestrucción.
3) La agresividad. Un efecto del conflicto desatado por el aborto es la agresividad de la mujer hacia los
que han intervenido en el aborto: el médico, el novio o esposo, los parientes o amigos que la empujaron
al acto e incluso contra sí misma. De alguna manera descarga así el sentimiento de culpabilidad contra sí
misma y el sentimiento de victimación respecto de los demás.

27
4) Incertidumbre afectiva. Parte de las dubitaciones en la decisión abortista gira en torno al amor o
deseo natural del niño del que está embarazada la mujer. Sabe intuitivamente, aunque no lo quiera hacer
reflejo, que su acto abortivo contradice su amor natural: su hijo exige ser amado principalmente por su
madre y la naturaleza la predispone para amarlo y protegerlo incluso a riesgo de su propia vida, pero para
abortarlo debe rechazarlo. El mismo sentimiento de desamor y desamparo que la mujer supone que ha
padecido su hijo por parte de ella, comienza a atormentarla a ella misma: se siente no querida, rechazada
y abandonada afectivamente por los demás. Es uno de los efectos “bumerán” del aborto.
5) La interrupción abrupta del ciclo hormonal. En las mujeres hay ciclos y ritmos naturales
relacionados con el embarazo y caracterizados por modificaciones en los procesos hormonales que
terminan de modo natural al culminar todo el proceso de la maternidad ; es decir, que van desde el
momento de la ovulación hasta la finalización del tiempo de amamantamiento del bebe. Los cambios
hormonales dictaminan alteraciones de orden físico, psicológico y emotivo. Cuando se interrumpe el
proceso de modo abrupto, como ocurre en el aborto, tiene lugar en la mujer un trastorno notable con
efectos en todos esos órdenes: físico, afectivo, psicológico y relacional; estas perturbaciones pueden ir
desde las depresiones en el orden emotivo, hasta la constatación médica de mayores tendencias a adquirir
cáncer de mama, pasando por problemas de integración social y familiar.
6) La “conciencia biológica”. Es una constatación de muchos psiquiatras. Cito el testimonio del
psiquiatra Karl Stern: “No pocas veces vemos que en los casos en que una mujer comete un aborto artificial,
digamos en el tercer mes de la gestación, este acto parece no tener consecuencias psicológicas. Sin embargo,
seis meses después, precisamente cuando el bebé habría debido venir al mundo, el sujeto cae víctima de
grave depresión o incluso de psicosis. Ahora bien, acerca de esto se observan dos circunstancias curiosas. La
depresión se produce aun sin que la mujer se dé cuenta conscientemente de que ‘ahora es el momento en que
habría debido nacer mi bebé’. Además, la filosofía de la paciente no es necesariamente tal que ella
desapruebe el acto de interrupción del embarazo. Sin embargo, su profunda reacción de pérdida (que no va
necesariamente unida con una preocupación consciente por el parto fallido) coincide con el tiempo en que
éste hubiera tenido lugar... La mujer, en su íntimo ser, está profundamente vinculada al bios, a la naturaleza
misma”24.
7) El sentimiento de fracaso como madre y problemas relacionados. A veces, para llenar el vacío, tiene
lugar un deseo vehemente de querer reemplazar al niño perdido; pero este deseo se mezcla con la sospecha
y el temor de no saber desempeñarse como madre, o de no poder relacionarse con el bebé de manera correcta
o de no saber criarlo. También ocasiona miedo respecto de los hijos futuros, por ejemplo: miedo a
maltratarlos; a veces esto ocasiona la decisión de no tener más hijos. Algunos estudios muestran también que
algunas mujeres que han abortado tienen problemas reales para llevar adelante posteriores maternidades:
tienen problemas para amamantar a sus hijos, reaccionan con miedo o agresividad ante el llanto de sus bebés

24
Citado por Häring, Shalom: Paz, Herder, Barcelona 1975, p.213.
28
e incluso una especie de rechazo (ocasionada por el miedo), y como éste es percibido instintivamente por el
bebé, le genera sentimientos de abandono. A veces como no quieren dañar al niño y tienen conciencia de no
saber tratarlo, terminan mandándolo desde muy pequeño, y sin ninguna necesidad, a guarderías infantiles.
8) Otros problemas. Los estudios a los que hacemos referencia indican también otros síntomas propios de
este “síndrome”, como por ejemplo : alteraciones de diversa índole en el sueño (pesadillas persistentes),
crisis de identidad, desconfianza, sentimiento de cinismo (conciencia de la inocencia perdida), e incluso
enfermedades psicosomáticas como anorexia y bulimia.
Por todo esto, hay que decir que los problemas ocasionados por el aborto no son de ninguna manera
puramente emotivos y pasajeros sino que tienen un fundamento real en la pérdida voluntaria y culpable de
un ser humano indefenso sobre el que se tenía la responsabilidad de la maternidad/paternidad.

PARTE II
LA CONTRACEPCIÓN
I. Introducción.
La contracepción es la prevención intencional de la concepción, es decir, de la fecundación de la célula
huevo. Sin embargo, en la práctica vienen consideradas anticonceptivas prácticas y técnicas que son en
realidad abortivas. Los contraceptivos o métodos artificiales para evitar el embarazo se basan en uno de estos
dos principios:
–o alteran la relación sexual en sí, mediante un método de barrera (profiláctico, diafragma) o
mediante la interrupción del acto sexual;
–o provocan una alteración física en el cuerpo del marido o de la mujer, de modo que el acto sexual
normal no sea seguido por una concepción.
El juicio moral de todos estos métodos anticonceptivos que exponemos a continuación es el mismo: se
trata de una acción que desvirtúa substancialmente –y por tanto gravemente– la naturaleza de la sexualidad
y de la conyugalidad, por cuanto separan las dos dimensiones o significados del acto conyugal (Humanae
Vitae nº 14). Además en algunos casos, que detallaremos, tienen el agravante de ser abortivos.
Vocabulario: Glándulas sexuales. Las gónadas de todos los vertebrados son el lugar de producción de
las h. sexuales masculinas o andrógenos, producidas en el testículo, y las femeninas, segregadas por el
ovario. Dichas h. ejercen un papel decisivo en la aparición del sexo y en la diferenciación sexual, en la
madurez y en los ciclos sexuales, y en general en toda la fisiología de la reproducción. Son de naturaleza
esteroide. La androsterona fue obtenida por Butenandt (1931) a partir de orina humana, pero se considera
una forma de excreción de la verdadera h., la testosterona, obtenida por David (1935) del testículo de
toro. Los h. sexuales femeninas se agrupan en la denominación de estrógenos (estrona, estriol y estradiol)
y la progesterona.

29
La placenta es lugar también de producción de estrógenos, progesterona, así como de gonadotrofinas.
La corteza suprarrenal es igualmente lugar de producción de h. sexuales.
II. Anticonceptivos
Los anticonceptivos hormonales son sustancias hormonales de síntesis, es decir, hormonas muy similares
a las producidas por el organismo humano. El efecto biológico de las hormonas sintéticas debería imitar a
las mismas sustancias de naturaleza endógena, pero es claro que la potencia de las hormonas de síntesis es
diversa respecto de las naturales y diversos son los efectos colaterales y los efectos secundarios.
La contracepción hormonal ha sido dirigida durante mucho tiempo principalmente a la mujer; actualmente
ya se cuenta también con una anticoncepción hormonal masculina. Los productos que se engloban bajo el
título de contracepción hormonal son diversos ya sea por su composición como por el mecanismo de acción
y por la modalidad de suministración. En general se trata de derivados sintéticos de los estrógenos y de la
progesterona, solos o asociados
Anticonceptivos Hormonales
a) Contraceptivos orales
Tienen en común sólo el hecho de ser suministrados oralmente y estar constituidos por estrógenos y/o
progestínicos de síntesis.
Anticonceptivos Hormonales Orales. Tienen 4 mecanismos:
a) Inhiben la LH y la FSH a nivel hipotálamo-hipiofisario
b) Alteran la motilidad de las trompas, los estrógenos la aumentan y los progestágenos la disminuyen.
c) Modifican el desarrollo del endometrio.
d) Alteran el moco cervical.
Además, se ha demostrado que después de un largo período de uso de estos preparados hormonales al
suprimir su administración se provocan abortos reiterados dado que el ovario restablece su funcionamiento
inmediatamente mientras que el endometrio tarda unos cuatro meses o más en recuperarse.
Entre los principales se cuentan:
Los anticonceptivos orales o píldoras son tabletas que contienen hormonas, las cuales pueden tener efectos
variados en la mujer, ya sea alterando el ciclo menstrual femenino o impidiendo que se produzca la
ovulación. Además, causan cambios en la mucosidad que se produce en el cuello del útero, de modo tal, que
ésta ocluye dicho orificio e impide el paso a los espermatozoides, teniendo en ambos casos un efecto
anticonceptivo.
Efectos abortivos: También actúan produciendo cambios en el endometrio uterino que impiden que el óvulo
ya fecundado se anide, siendo este efecto antimplantatorio y abortivo. Es imposible determinar cuándo lo
hace de una u otra forma en una misma mujer, cosa que puede suceder. Los estrógenos producen
hipermotilidad de la trompa y los progestágenos hipomotilidad, por lo que al llegar el óvulo fecundado (la

30
nueva vida humana) demasiado tarde o demasiado temprano al útero, el endometrio no está preparado
adecuadamente para implantarse.
Efectos dañinos: Las píldoras y los demás anticonceptivos hormonales pueden causar también embarazos
ectópicos, esterilidad por atrofia ovárica, trastornos psíquicos, trastornos circulatorios y de la coagulación de
la sangre que causan accidentes trombóticos cerebrovasculares, coronarios, de extremidades, oculares,
embolias e infartos en diferentes órganos y que pueden llevar a la muerte.2 Además pueden causar manchas
oscuras en la piel (cloasma), enfermedades del hígado (hepatopatías), nódulos y cáncer de mama, dolores de
cabeza (cefáleas), aumento de los lípidos en la sangre, especialmente de los triglicéridos, aumento de peso,
ectopias de cuello uterino que predisponen a la inflamación del cuello del útero (cervicitis), envejecimiento
del cuello uterino que lleva a la infertilidad, agravamiento de la hipertensión arterial, trastornos menstruales
y trastornos en el sistema inmunológico, por lo que quien las toma es más propensa a adquirir varicela y
enfermedades de transmisión sexual.
Los implantes como el Norplant y los inyectables como la Depo-Provera, tienen el mismo mecanismo de
acción abortiva que la píldora. Tanto el uno como el otro tienen sólo progestágenos.
La RU486. El nombre viene de “Roussel-Uclaf”, el laboratorio que la prepara25; ésta no se usa sólo en la
“contracepción de emergencia” sino en estadios avanzados del feto, como medio para inducir el aborto. Se
trata de un fármaco abortivo de acción postcoital que bloquea la hormona del embarazo (progesterona)
provocando la eliminación del embrión.
La progesterona actúa a nivel del útero, ligándose a sitios específicos, para prepararlo a fin de acoger el
óvulo fecundado. Por tanto se trata de una hormona indispensable para que continue el embarazo, es la
hormona que protege el embarazo (pro-gestación). El RU 486 o Mifepristona, se trata de una anti-
progesterona, una falsa llave que bloquea el emplazamiento donde actúa la progesterona.
Además tiene una droga llamada prostaglandina. Esta combinación que según el uso coloquial es conocida
como el primer pesticida humano, tiene una munición binaria, antiprogesterona para envenenar y
prostaglandina para expulsar. Actúa separando poco a poco, pero de modo muy preciso al embrión de la
madre y lo mata lenta e inexorablemente en uno o dos días. Muerto el embrión, sus restos son eliminados
debido al efecto de la prostaglandina.
Esta píldora está diseñada para desdramatizar el aborto, para blanquearlo. Pero resulta ser que lo que se
pensaba que iba a ser un aborto desmedicalizado, o sea aborto "do it yourself" exige una supervisión médica
de varios días. Necesita 3 o 4 días de visita a un centro especializado, ingerir unas pastillas ante testigos, y
someterse a ecografías vaginales de control, pasarse más de 48 horas con dolor de vientre y muchas veces
tener hemorragias mucho más allá de lo esperado. Es tremendamente peligrosa para la vida y la salud de
muchas mujeres.

25
Esta es la primera píldora cuya receta se presenta directamente como abortiva. CF. Maria Luisa di Pietro-Elio Sgreccia, en:
Anima e Corpi, Diciembre de 1988, p. 675; Ibid., La contragestazione ovvero l’aborto nascosto, Medicna e Morale, 1988/1, 5-
32.
31
El fármaco provoca además, otros serios efectos colaterales, entre los cuales, pérdidas hemáticas y una
aumentada incidencia de malformaciones fetales (por esto último, la mujer que ha usado el RU 486 sin
obtener la interrupción del embarazo recurre luego al aborto instrumental).
Anticonceptivos post-coito o "anticonceptivos de emergencia"
Los "anticonceptivos post-coito" o “píldoras del día después” constituyen una forma de "evitar" la
procreación basada en la falsa teoría de que el embarazo comienza con la implantación y no con la
fecundación. Esta idea errónea es la que les da el nombre de "anticonceptivos de emergencia" o "post-
coito", cuando en realidad se trata de abortivos. Para lograr su objetivo utilizan diferentes métodos, tales
como el dispositivo intrauterino (DIU) y ciertas dosis de la píldora abortiva RU 486 y de la misma píldora
anticonceptiva durante cierto tiempo después del acto sexual.
En todos estos métodos generalmente lo que se busca es evitar la implantación del óvulo ya fecundado,
por lo que son métodos abortivos.
Prostaglandinas. Las prostaglandinas que ejercen un efecto sobre la musculatura uterina son la E y la
F39. Entre ellas cabe destacar el Misoprostol, que provoca contracciones en el útero, originando la
expulsión del embrión.
Este potente abortivo enmascarado fue incluido en el arsenal farmacológico por sus propiedades
beneficiosas en el tratamiento de la úlcera péptica y se asocia con antiinflamatorios como protector
gástrico. Las autoridades sanitarias no alertan a la población general sobre su acción.
En algunos lugares como en Brasil, se usa directamente como abortivo.
En la Argentina los fármacos que contienen el Misoprostol son Oxaprost y Cytotec del Laboratorio Beta.
b) Preparados inyectables
Pueden obtener el mismo efecto que las preparaciones orales. En caso de fracaso del efecto abortivo, es
muy elevada la incidencia del malformaciones del feto; particularmente los defectos del corazón; también se
señala el síndrome polimalformativo (vértebras, ano, corazón, tráquea, esófago, riñones y articulaciones). Al
margen de los efectos para el feto, tiene para la mujer los mismos efectos colaterales que la píldora. La más
conocida es el Acetato de Medroxiprogesterona en dosis de 150mg.
El Depo-Provera acelera el desarrollo de cánceres al igual que las píldoras. Un gran número de mujeres
vietnamitas, refugiadas en Hong Kong, han sufrido grandes efectos colaterales como resultado de estos
inyectables. La Depo-Provera, antes de ser aprobada en los Estados Unidos, ya estaba a la venta en la
República Dominicana y en otros países de la América Latina aún sin literatura.
Vacuna WHO o vacuna de la OMS. (Vacuna contra el embarazo.) Es un método abortivo inmunológico.
Es una vacuna anti-GCh (gonadotrofina coriónica humana). La mujer queda inmunizada contra el embarazo
de la siguiente manera: si se embaraza, al producirse la hormona gonadotrofina coriónica humana que es la
señal que el embrión en desarrollo envía al útero para que éste mantenga el crecimiento necesario durante
los primeros meses de embarazo de manera que el embrión pueda implantarse y desarrollarse,

32
inmediatamente la anti-hormona actúa e impide que los niveles hormonales aumenten y en las primeras
semanas el nuevo ser morirá y será eliminado de la cavidad uterina produciéndose un aborto temprano.

c) Implantaciones subcutáneas
Son bastoncitos de silicona o cápsulas que se implantan en forma subcutánea por un médico. El implante
más conocido es el Norplant que consta de 6 cápsulas de silicona con un total de 36 mg de levonorgestrel.
Esta hormona se libera durante 5 años. Además es casi imposible extraer el bastoncito una vez colocado ya
que se organiza con los tejidos y puede migrar. Además si sacamos una radiografía en la zona de colocación
es de difícil ubicación porque es radiolúcido.
El efecto es abortivo porque altera crónicamente la estructura y el trofismo del endometrio impidiendo
permanentemente la implantación del embrión.
El Norplant. El sistema Norplant consiste en seis barras pequeñas, delgadas y flexibles (de 24 mm diámetro
y 34 mm de largo), construídas de suaves tubos de caucho de silicio, rellenas con una hormona sintética
llamada levonorgestrel. Cada barra contiene 36 mg. de la hormona. Estas barras son insertadas en el
antebrazo en forma de abanico y debajo de la piel, en un procedimiento quirúrgico sencillo que se realiza en
el mismo consultorio y que cuesta aproximadamente $350 (en EEUU). Las barras de caucho de silicio no
son biodesintegrables y deben ser removidas pasados 5 años (3 años para Norplant 2).
Cantidades pequeñas de levonorgestrel se difunden continuamente a través de las paredes de las cápsulas
de caucho de silicio, para mantener su nivel en la sangre. Se dice que la anticoncepción se logra antes de las
24 horas de inserción de las barras, si se hace en los primeros siete días del ciclo menstrual. Se ha promovido
como un anticonceptivo de acción continua de cinco años de duración.
Levonorgestrel es una hormona que tiene propiedades similares a la progesterona. Es importante destacar
que no es progesterona sino que es sintética y ajena al cuerpo humano. Esta hormona artificial se va liberando
lentamente durante los cinco años en que se utiliza el sistema. Los niveles sanguíneos del levonorgestrel son
mucho más altos durante los primeros 9 meses (30 mcg por día), que durante los 51 meses restantes (30 mcg
por día). Como resultado, uno puede anticipar que el mecanismo por medio del cual trabaja Norplant es de
alguna manera diferente durante el primer año de uso en contraposición a los cuatro años restantes.
Al igual que con otros anticonceptivos que utilizan únicamente este tipo de hormona sintética, se cree que
el Norplant tiene tres modos de acción:
1. Actúa en el hipotálamo y la glándula pituitaria para retraer la LH Surge que es responsable de la ovulación.
2. El moco cervical se pone viscoso y escaso haciéndose menos permeable al espermatozoide.
3. El endometrio muestra señales de represión.
El efecto secundario más significativo del Norplant es el sangramiento anormal. El tipo de patrón de
sangramiento que una mujer tendrá no se puede predecir. Además de esto, las mujeres pueden experimentar
dolores de cabeza, nerviosidad, náuseas, mareos, engrandecimiento de los ovarios con quistes (10 por ciento),

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dermatitis, acné, cambios en el apetito, cambios de peso, mastalgia (sensibilidad en los senos), hirsutismo
(crecimiento excesivo de los vellos), pérdida del cabello y sobrepigmentación de la piel en el lugar del
implante.
La cicatriz de la operación debajo del brazo y los tubitos de caucho de silicio que son visibles bajo la piel,
identifican a las mujeres usuarias del Norplant. Es posible que esto pueda llevar a que las mujeres que usan
Norplant sean menos respetadas y más propensas a ser usadas como objeto sexual. La cicatriz se puede hacer
visible incluso con cierto tipo de vestidos.
Norplant tampoco protege de enfermedades que se transmiten a través de las relaciones sexuales tales como
la clamidia y la gonorrea. Y debido a que el miedo al embarazo se reduce enormemente en las adolescentes
solteras que usan Norplant, el aumento de la actividad sexual pondrá a estas mujeres en riesgo de infertilidad
permanente, Herpes Simple Tipo II y Síndrome de Inmuno Deficiencia Adquirida (SIDA).
Una de las ventajas que se han citado para promover el Norplant, es la capacidad que tiene para ser usada
por mujeres que de otra manera no estarían sometidas a otros sistemas anticonceptivos. Esto también es uno
de los puntos más controversiales con respecto al Norplant.
Se han llevado a cabo audiencias en la legislatura del Estado de Kansas sobre un proyecto de ley que
pagaría $500 a las mujeres que reciben ayuda del gobierno para que adquieran el implante. Pagaría también
por el Norplant, más un control anual y $50 por año. Se ha promovido como el mejor anticonceptivo para
adolescentes porque solo tiene que ser insertado una vez.
El Juez Howard Broadman de la Corte Suprema del Condado de Tulare en Visalia, California, ordenó a
una mujer condenada por abuso de menores, a usar Norplant como condición para dejarla en libertad
condicional.
Y una editorial en el Philadelphia Inquirer sugirió que una buena forma de combatir la pobreza sería pagar a
las beneficiarias de la raza negra que reciben asistencia social, para que usen el Norplant.
Un buen resumen del debate sobre Norplant hecho desde el punto de vista católico, es el escrito realizado
por la Hna. Renee Mirkes, asesora del Centro Papa Juan. Ella escribe:
"La Iglesia Católica entra en el debate sobre el Norplant con un conjunto antimoral de premisas y
conclusiones. La práctica de la anticoncepción, usando Norplant o cualquier otro anticonceptivo artificial,
aparte de cualquier circunstancia lamentable asociada con su uso, es primordialmente discutible moralmente
por el hecho de que la anticoncepción en sí misma es mala. Esto es así porque la relación sexual utilizando
anticonceptivos actúa deliberadamente contra el buen propósito básico humano de la procreación, algo
bueno, que por disposición de Dios, está concebido para ser fomentado o respetado en cada unión o
abstinencia de la relación sexual matrimonial. Más aún, en el caso de un medicamento para el control de la
natalidad que a su vez también actúa como abortivo, la destrucción de la bondad básica de la vida humana
está también en riesgo. Aunque otras consecuencias malas del uso del mismo -tal como las amenazas a la

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salud de la mujer- pueden ser parte de lo funesto de la anticoncepción, el status moral de la anticoncepción
no se origina primordialmente de éstos.”
En otras palabras, no es como que si la moralidad en el uso de Norplant depende de si resulta en perjuicios
adicionales tales como las amenazas a la salud de la mujer, la pérdida de control del usuario, la discriminación
de la mujer al hacerla única responsable de la planificación familiar, etc.; la anticoncepción es un mal moral
en virtud de su propia naturaleza. Destruye la bondad humana, la cual cuando se respeta o se abraza
activamente, contribuye a la dimensión básica de la realización personal. Dios ha diseñado el matrimonio y
el amor humano dentro del matrimonio de forma tal que los esposos, en el contexto de la más íntima
expresión de su recíproca entrega, lo imiten a Él y a Su divina forma de amar. Es decir, se comprometan con
un amor que es fiel, total, desinteresado y fructífero.
No debería sorprender a una persona reflexiva el hecho de que el fracaso al ejercitar un amor matrimonial
que es a la misma vez dador de vida y de amor, pueda resultar en todo tipo de consecuencias indeseables o
males secundarios. Pero aunque ninguno de estos efectos estuvieran de alguna manera asociados a la
anticoncepción; o aún más, si nunca hubieran ocurrido, el acto de la anticoncepción, todavía cobraría
silenciosamente su peaje en la meta humana de todo amor conyugal; el bienestar y la realización personal,
familiar y social, y su crecimiento siempre en expansión.

Anticonceptivos artificiales
Los dispositivos intrauterinos (DIU),
Tales como el ASA, la T de cobre y el Anillo, son cuerpos extraños de diferentes materiales que se introducen
en el útero para evitar la procreación. Actúan química y mecánicamente, para impedir que el óvulo ya
fecundado se pueda anidar en el útero. Es decir, son antimplantatorios y, por tanto, abortivos.
Efectos abortivos: Aceleran el transporte del óvulo fecundado (o sea de una vida humana recién
comenzada), a través de la trompa, por lo que al llegar al útero éste no está capacitado para recibirlo y lo
aborta; producen destrucción por lisis del blastocisto (el ser humano en sus primeras etapas de desarrollo);
desplazan mecánicamente del endometrio (la capa que recubre internamente al útero) al blastocisto ya
implantado; impiden la implantación debido a la respuesta inflamatoria al cuerpo extraño que se produce en
el endometrio; y alteran el proceso de maduración y proliferación del endometrio afectando la implantación.
Efectos dañinos: Es verdad que a veces los efectos abortivos de los DIUs pueden fallar y el embarazo
continúa. Sin embargo, estos dispositivos también tienen efectos secundarios dañinos para la mujer. Pueden
causar crisis vagales (desmayos de causa orgánica) al ser introducidos en el útero; pequeñas heridas e
infecciones en el cuello del útero cuando se está colocando el DIU; e infecciones en el tractus reproductor
que pueden llevar al flujo infeccioso, a la obstrucción tubaria y a la esterilidad. En algunas ocasiones, estas
infecciones pueden ser tan graves que llevan al shock séptico y a la muerte.También pueden causar
incrustaciones y perforaciones cervicales, así como perforaciones del útero que llevan a una operación con

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todos sus riesgos y a una posible esterilidad; sangramientos intermenstruales y menstruaciones muy
abundantes que pueden causar anemia y déficit de hierro; y embarazos ectópicos, que al romperse llevan a
la hemorragia interna y a la muerte, si no se interviene quirúgicamente a tiempo.
Los métodos de barrera
Se consideran tales tanto a los métodos físicos de barrera (como el preservativo), los métodos químicos
(productos compuestos por sustancias que al ponerse en la vagina antes de la relación sexual impiden el
pasaje de los espermatozoides al útero, formando una barrera física y además inmovilizan y destruyen los
espermatozoides dentro de la vagina) y los métodos mixtos (combinando una barrera física parcial –como
el diafragma vaginal– con métodos químicos, es decir, espermicidas).
Todos estos métodos caen bajo el mismo juicio moral que ya realizamos para la anticoncepción en general,
salvo que no son abortivos. Desde el punto de vista médico y sociológico debe señalarse que estos métodos
–en particular el preservativo que es el más difundido– por su aparente inocuidad (propagada por los medios
de comunicación y las grandes empresas que hay detrás de ellos) son responsables de una desenfrenada
promiscuidad sexual (prostitución, adulterio, fornicación, homosexualidad), del aumento de muchas
enfermedades de transmisión sexual (por ejemplo, en el 15% de los actos heterosexuales no impide la
transmisión del Sida, lo que aumenta al 30% en los actos homosexuales) y conduce a una mentalidad
abortista.
III. Contracepción – Las palabras y sus significados.
Concepción, embarazo y contracepción. (Jorge Benjamín Aquino Lic. en Cs. Biológicas)
Durante años ha habido una excesiva manipulación de palabras, lo cual ha tenido el efecto de alterar el
significado de muchas definiciones fundamentales de la embriología. Los tres términos que con mayor
frecuencia se usan mal en lo que se refiere a la salud de la reproducción femenina, son los siguientes:
concepción, embarazo y contracepción.
Así, por ejemplo, respecto de la palabra concepción, Harper C. y Ellerton C. publicaron un artículo
("Knowledge and perceptions of emergency contraceptive pills among a college-age population: a
qualitative approach", Fam. Plan. Perspectives, 1995; 27: 149-154) en el que ésta no se define
explícitamente; sin embargo, todo el contenido del texto se funda en la errónea suposición de que
concepción e implantación son sinónimos.
Ejemplos del mal uso del término embarazo los encontramos en un artículo publicado por Grou F. y
Rodríguez I. ("The morning-after pill – How long after?", Am. J. Obstet. Gynecol., 1994; 171:6), en el
que se dice que durante más de 20 años la píldora del día siguiente ha sido recetada a las mujeres como
un método para controlar el embarazo. El artículo entonces arguye que el principal modus operandi de la
píldora del día siguiente ocurre por medio de sus efectos en el endometrio (capa exterior del útero). Se
puede observar con claridad que los autores basan su argumento en la suposición de que el embarazo
no comienza hasta la implantación.

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La concepción se refiere al momento en que el espermatozoide penetra y fertiliza el óvulo para
formar un cigoto viable (Rahwan Prof.R., carta, Lancet, 1995; 346: 252). No se refiere al proceso de la
implantación que es un suceso aparte y que ocurre pocos días después, hacia el 7º u 8º día después de la
concepción. Una mujer está embarazada porque ha ocurrido la concepción, no porque se haya
efectuado la implantación. Esta distinción es importante; porque de la correcta definición de este
término dependen muchos de los temas médicos y éticos que se tratan actualmente. "En el preciso y
único momento de la concepción, la mujer está 'embarazada' con un nuevo ser individual" (Mosby's
Medical, Nursing and Allied Health Dictionary, 3º Edición, 1990, a cargo de N. Darlene Como, p. 610).
El impedir que la concepción ocurra, o sea, el impedir que el espermatozoide y el óvulo se unan, se
llama contracepción. Los preservativos, los diafragmas, los espermicidas, las vasectomías y las
ligaduras de trompas son descritos correctamente como métodos de contracepción (contra la concepción).
Cualquier acción causada por un fármaco o dispositivo después de que la concepción haya ocurrido
no puede ser llamada una acción contraceptiva (Mosby's op. cit., p. 301), su descripción biológica
exacta sería "abortivo" (Rahwan R Prof. Contraceptives, Interceptives and Abortifacients. Division of
Pharmacology, College of Pharmacy, The Ohio State University, Columbus, Ohio 43210, 1995, p. 7).
El peso de la opinión médica apoya las definiciones apenas dadas de la concepción, del embarazo y de
la contracepción. De hecho, un gran número de los más respetados libros de texto de la medicina usan
definiciones que son copias casi verbatim de lo descrito antes .
Apartarse de estas definiciones es salirse de las normas lingüísticas de la embriología y la
ginecología.
IV. Panorámica sobre los anticonceptivos.
Cuando estudiamos el camino seguido en la promoción de los anticonceptivos hormonales y
mecánicos, podemos observar como la ocultación de datos y las omisiones premeditadas son un factor
constante en dicho proceso. El recurso se fundamenta en obviar ciertas palabras o datos y al mismo tiempo
crear nuevos términos de contenido ambiguo para sustituir a los anteriores.
Lamentablemente en este "juego" han entrado de lleno los profesionales de la salud (médicos,
farmacéuticos, psicólogos, asistentes sociales, enfermeras, kinesiólogos, etc.) y también los usuarios.
Quiero aclarar que la forma más inmediata de faltar a la verdad es la mentira y esta a su vez es una de las
formas más claras de manipulación. Dentro de este concepto, integrar la llamada planificación familiar
con los servicios de salud o programas de salud, nacionales, provinciales o municipales constituye una
forma de eliminar cualquier tipo de sospecha de la población general. Se habla de educación, pero como
un modo de alcanzar índices más bajos de natalidad y no como un derecho cultural de la población.
En el caso de los anticonceptivos se ha recurrido frecuentemente al uso de eufemismos, dando lugar a
un equívoco de la terminología farmacológica y clínica. En el supuesto de los anticonceptivos nos
hallamos ante sustancias que si adoptamos la tradicional definición del término "medicamento", no puede

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ser incluída en esta categoría. (Supuestamente deberían pagar el IVA. Impuesto al Valor Agregado.) No
se trata de productos que sirven para diagnosticar, prevenir, curar o aliviar una enfermedad, sino tan solo
para alterar una función normal, además de las severas complicaciones que producen, inclusive la muerte.
Por otro lado todos ellos impiden el desarrollo de una vida humana, pues son todos abortivos o de riesgo
abortivo.
Teniendo en cuenta esa última consecuencia directa, los médicos deberían valorar la existencia de
enfermedades graves o trastornos severos del ciclo hormonal que puedan justificar su indicación. Entre
ella se encontraría por ejemplo, la de curar una enfermedad que no pudiera tratarse con otro tipo de
sustancia.
De este modo, y por todo lo antedicho se atentaría contra la más elemental honradez profesional al usar
los siguientes eufemismos: 1- Inhibidor de la ovulación, 2- Interrupción del embarazo, 3- Prevención del
embarazo, 4- Regulador del ciclo, 5- Preparado anovulatorio, 6- Estabilizador ovárico natural, 7-
Contracepción post-coital, 8- Contracepción de emergencia, 9- Que aumenta la viscosidad del moco
vaginal... 10- Que impide que un óvulo fecundable llegue a "madurar"... 11- Adicionalmente se evita que
en la matriz tengan lugar en su totalidad modificaciones necesarias para la anidación del huevo... 12-
Ovulostasis.
Todos estos ejemplos figuran en los prospectos de los Laboratorios que comercializan éstas sustancias.
Estos son algunos de los términos usados que tal vez indiquen algo pero no definen totalmente. En la
promoción de los anticonceptivos se elude, "por razones comerciales" cualquier referencia a sus efectos
abortivos o antiimplantatorios.
Los médicos ginecólogos o no ginecólogos no deben engañarse a sí mismos ni a los pacientes, tienen
la obligación de utilizar términos apropiados, correctos y completos y deben informar todos los efectos
secundarios y los mecanismos de acción para no faltar a la verdad y a la ética médica. Desde el Juramento
Hipocrático a la Declaración de Ginebra, la ética médica impone el máximo respeto a la vida humana, a
todo ser humano sin discriminación. En muchas ocasiones y por diferentes motivos se omiten
conscientemente aspectos vinculados con los medicamentos, que son de una gran relevancia y tienen una
influencia directa en la salud de los consumidores.
De esta forma muchas especialidades farmacéuticas que en unos países llevan adjuntas una serie de
advertencias al consumidor, por sus efectos secundarios e interacciones, o se encuentran prohibidos, son
obviadas en los países del tercer mundo.
Recordemos que en agosto del año 2000 en la Argentina los laboratorios productores de anticonceptivos
pedían una ley para reactivar su sector apoyando de esta manera la ley de salud reproductiva a un mes de
ser sancionada. Adujeron para eso que ese proyecto de ley, acompañado de lo que ellos mal llaman
campañas de prevención, reduciría el aborto, cuando en realidad lo incrementa de una forma alarmante,

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pero lo más importante para ellos era la reactivación del sector tanto en la producción como en el
consumo.
(Dr. Oscar Botta. Médico Especialista en Salud Pública, Universidad del Salvador, Buenos Aires,
Argentina. El Dr. Botta también es el Director Ejecutivo de Acción por la Vida y la Familia,
organización afiliada a VHI en Argentina.)
El papel de la anticoncepción en aumentar los abortos (Ruben Obregon). Es una suposición común que la
anticoncepción reduce el número de abortos en los Estados Unidos. Sin embargo la historia de la
anticoncepción y del aborto en los 60s y 70s demuestra que esto es incorrecto.
En los 60s, el estatus legal de los anticonceptivos y la capacidad de las parejas casadas de usarlos variaba
de estado a estado. La mayoría de los estados tenían restricciones respecto a cómo los anticonceptivos
podrían ser distribuidos y quien podía usarlos. La Suprema Corte de los Estados Unidos jugaría un papel
fundamental en el incrementado acceso a la anticoncepción durante este periodo, al declarar que varias
restricciones estatales eran anticonstitucionales.
Aunque comenzó mucho más temprano, la revolución sexual empezó a hacer importantes avances a mitad
de los 60s. La introducción de la píldora anticonceptiva llevó la revolución a nuevas alturas. La píldora
rápidamente ganó aceptación, y para 1965, el 4.9 por ciento de las adolescentes casadas estaban usando o
habían usado anticonceptivos orales.
La anticoncepción se hizo más accesible para las parejas casadas en 1965, cuando la Suprema Corte
terminó con las restricciones de Connectitut contra el uso y posesión de anticonceptivos por las parejas
casadas. (Griswold v. Connecticut ) Este caso histórico proporcionó el marco adecuado para posteriores
decisiones sobre anticoncepción y aborto. De hecho, uno podría decir que este mismísimo marco condujo a
que la corte desechara las restricciones estatales sobre el aborto. Desde un punto de vista legal, el marco para
la anticoncepción legalizada condujo al aborto legalizado en Estados Unidos.
A pesar de las restricciones estatales, las mujeres casadas no eran las únicas que estaban tomando la píldora.
En 1965, el periódico estudiantil de la Universidad Brown publicó una historia de un médico del campus que
había recetado anticonceptivos orales para dos estudiantes solteras. Para 1966, doce instituciones estaban
recetando anticonceptivos a estudiantes solteras. Las estudiantes universitarias no eran las únicas que estaban
participando en la revolución sexual- adolescentes de preparatoria se subieron al tren.
A diferencia de los otros métodos de anticoncepción usados en los 50s, la píldora ofrecía comodidad.
Aunque la píldora no causó la revolución sexual, ciertamente la amplificó y cambió la percepción de las
personas sobre el propósito del sexo. Si la revolución sexual había estado en su etapa embrionaria en los
50s, la llegada de la píldora la llevó a la madurez en los 60s.
La píldora le vendió la idea a la sociedad del sexo sin procreación, y la mentalidad anticonceptiva echó
raíces.

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Los adolescentes no fueron inmunes a esta nueva visión del sexo. Debido a regulaciones estatales, los
anticonceptivos no eran tan fáciles de obtener para ellos como lo son ahora, pero eso no detuvo el impulso
de la revolución entre ellos. Esto se vio reflejado en el continuo aumento del porcentaje de mujeres entre 15-
19 que se involucraron en tener relaciones sexuales premaritales. Dependiendo de sus circunstancias,
técnicamente la anticoncepción no era ilegal para muchos adolescentes. En muchos estados, los adolescentes
podían obtener anticonceptivos durante esos años si estaban casados o si tenían el consentimiento de sus
padres.
Aunque muchas formas de anticoncepción estaban disponibles, no fue sino hasta 1972, con la decisión de
la Corte sobre Eisenstadt v. Baird , que la anticoncepción estuvo ampliamente disponible para las mujeres
solteras.
Durante este periodo, las legislaturas estatales estaban reduciendo la mayoría de edad de los 21 años a 19
y a 18, lo cual a su vez permitió a más adolescentes el acceso a la anticoncepción. A fines del 1974, por lo
menos 45 estados y el Distrito de Columbia habían establecido el derecho de consentimiento de las mujeres
solteras de 18 años. Adicionalmente, 23 estados y el Distrito de Columbia reconocieron el derecho de los
menores de 16 años a obtener anticonceptivos.
New York permaneció como el único estado que prohibía la venta de anticonceptivos sin receta a las
menores de 16 años. Esto cambiaría en 1977 cuando la Suprema Corte desechó estas restricciones con su
decisión Carey v. Population Services International .
Durante el curso de estos desarrollos legales, el porcentaje de mujeres entre 15-19 que alguna vez se
involucraron en relaciones sexuales prematrimoniales continuó aumentando. Los números se elevaron del
30.4% en 1971 al 43.4% en 1976, y aumentaron de nuevo al 49.8 % en 1979.
Mientras el número de adolescentes cada vez más jóvenes se volvían sexualmente activos, y el número de
mujeres tanto casadas como solteras tuvieron un aumento en el acceso a los anticonceptivos, la tasa de
abortos se incrementó.
En 1972, la tasa de aborto para todas las mujeres entre 15-19 era del 19.1 por 1000 mujeres (incluyendo
las mujeres casadas). Esta cifra saltó al 34.3 en 1976, y al 42.4 en 1979.
Las tasas de aborto no disminuyeron con el acceso incrementado a la anticoncepción. Por el contrario,
aumentaron también. Así mismo se incrementaron las tasas de embarazo… Lo único que disminuyó fue la
tasa de nacimientos (debido al aumento en los abortos).
Esta breve historia muestra una relación entre la anticoncepción y el aborto pero no explica cómo la
anticoncepción lleva a un aumento en el número de abortos.
Entonces, ¿Qué explica que la anticoncepción lleve consigo el aumento de abortos?
La mentalidad anticonceptiva mantiene que el sexo es principalmente para el placer, y que los hijos son
opcionales. Esto es el pegamento que une la anticoncepción con el aborto. Esta mentalidad condujo a un

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incrementado número de mujeres y hombres solteros involucrados en relaciones sexuales prematrimoniales
a edades cada vez más jóvenes durante los 60s y 70s.
Esta mentalidad propició un falso sentido de seguridad respecto a la prevención de embarazos no planeados
y una actitud laxa hacia el riesgo del embarazo en general. La preocupación sobre el embarazo, algo que
había detenido a muchos de involucrarse en relaciones sexuales prematrimoniales, lentamente se erosionó.
La anticoncepción es imperfecta, y aún con el uso perfecto de la misma, las mujeres siguieron
embarazándose. Este es un factor crítico en el hecho de que el difundido uso de la anticoncepción ha resultado
en un aumento de tasas de aborto. El número de adolescentes sexualmente activos en incremento, combinado
con las tasas de falla de la anticoncepción y con el rechazo a un embarazo inesperado, alimentaron la
demanda de abortos durante los 60s y 70s.
El hecho de que una cantidad cada vez mayor de personas estén involucradas en tener relaciones sexuales
prematrimoniales sin siquiera usar anticoncepción, también se considera un factor en el aumento de los
abortos. Paradójicamente, la mentalidad anticonceptiva no fomenta el aumento en el uso de anticonceptivos
o en el uso perfecto de los mismos. En vez de esto fomenta el aumento en las relaciones sexuales
prematrimoniales, con o sin anticoncepción.
Los 60s y los 70s demuestran que la anticoncepción no reduce el aborto o lo hace infrecuente. Al contrario,
este período de tiempo prueba que la anticoncepción conduce a la demanda de abortos en nuestra cultura.
Los promotores de la anticoncepción parecen olvidar esto cuando piden aumentos en los gastos para los
anticonceptivos.
Es interesante el hecho que los mismos argumentos que se usaron en los 70s se están repitiendo ahora:
Acceso fácil, mejor calidad, y más fondos para la anticoncepción- una fórmula que ha fallado
miserablemente en reducir los abortos durante las últimas tres décadas.
El autor. Ruben Obregon es el Presidente y co-fundador de No Room for Contraception. Ha trabajado en el
movimiento profamilia por los últimos 16 años, en temas que van desde la educación hasta el matrimonio.

VI. Casos.
1. Uso terapéutico de algunos productos hormonales
Los progestínicos pueden servir no sólo para evitar la ovulación e impedir la concepción sino, utilizados con
prudencia por la medicina, para subsanar una deficiencia patológica de progesterona (en cuyo caso estamos
ante un motivo terapéutico).
De aquí que Pablo VI no excluyera un uso legítimo de los mismos: “La Iglesia, en cambio, no considera de
ningún modo ilícito el uso de los medios terapéuticos verdaderamente necesarios para curar enfermedades
del organismo, a pesar de que se siguiese un impedimento, aún previsto, para la procreación, con tal de que
ese impedimento no sea, por cualquier motivo, directamente querido” . En este caso estamos encuadrados
dentro del principio de doble efecto.

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¿Cuándo se puede considerar que hay indicaciones concretas? Se suele decir que se aplica en todos aquellos
casos en que anomalías hipofisiarias acarrean ovulaciones irregulares y que, por tanto, el intento de
regularizar el sistema hormonal de la hipósisis y el hipotálamo es una acción terapéutica. Se citan
explícitamente:
–Estados patológicos propios del período menstrual: amenorrea, dismenorrea, metrorragia,
menorragia, oligomenorrea, endometrosis y similares.
–Para regularizar los ciclos menstruales, especialmente en la menopausia, contribuyendo, de esta
manera, a la estabilidad funcional y psicológica de la mujer en este período crítico.
–Para corregir el coeficiente de irregularidad del ciclo menstrual, para poder emplear luego el método
natural “del ritmo”. Sin embargo, respecto de esto, el Dr. Billings señalaba que según él, no puede decirse
con certeza que los productos hormonales regulen ni la ovulación ni la menstruación mientras que sí es cierto
que tienen efectos adversos, algunos graves; en cuanto a esto el método natural de la ovulación que se basa
en la observación actual del mucus cervical hace innecesaria la regularidad del ciclo para poder regular la
natalidad.
Entre los casos discutidos se señala el uso de estas drogas para ayudar al mecanismo natural durante la
lactancia, cuando el mismo organismo femenino no es suficiente para impedir la ovulación, como tendría
que ser en los casos normales. Algunos moralistas aceptaron el uso de drogas durante los nueve meses
posteriores al nacimiento. No todos están de acuerdo, pero puede citarse a favor de la licitud, la autoridad de
Peinador .
Más discutido es todavía el caso del uso de anticonceptivos en previsión de una violación. Parece que desde
el punto de vista terapéutico no puede defenderse; pero otros moralistas la defienden apelando al principio
de los dos significados del acto conyugal: quien no quiere el aspecto unitivo (relación sexual) puede
defenderse del llevar contra su voluntad el aspecto procreativo impuesto violentamente.
2. La venta farmacéutica de anticonceptivos. (R.P. Miguel Ángel Fuentes)
Consulta: Ejerzo la profesión de farmacéutico y el objeto de mi consulta es la licitud moral de la venta de
productos anticonceptivos; en algunas circunstancias me he opuesto a la misma, lo cual ha causado malestar
y sorpresa entre mis clientes, especialmente en mujeres casadas y con varios hijos. Por esta razón pediría una
iluminación clara y precisa sobre el problema que enfrento.
I. Los principios morales de los que debemos partir (y aplicar en nuestro caso concreto) son
fundamentalmente dos:
1º Ante todo, jamás es lícito realizar un acto intrínsecamente malo ni cooperar directa y formalmente con el
acto intrínsecamente malo de un tercero. Se entiende por "cooperación formal al mal" todo acto que:
a) ya sea por la misma intención del colaborador -llamémoslo cooperación formal subjetiva- (por
ejemplo, quien presta dinero sabiendo con certeza que será usado para el mal, y está de acuerdo con el pecado
que cometerá quien se lo pide),

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b) ya sea por la intrínseca finalidad de la obra que se hace -lo que podríamos denominar cooperación
formal objetiva- contribuye al pecado de otro (por ejemplo, quien fabrica amuletos que se usan únicamente
con fines supersticiosos, teniendo por intención el lucrar con tal negocio y no el ayudar a la superstición); en
este último caso, no podría afirmarse que su prestación al pecado del otro es tan solo accidental, puesto que
la acción que realiza no puede terminar sino en el pecado de otro.
2º En segundo lugar, por regla general tampoco sería lícito realizar un acto en sí mismo bueno o indiferente
que de hecho colabora con el pecado de otro. Esto se conoce como cooperación material al mal. En este tipo
de cooperación el acto que realiza el cooperador puede encontrarse tanto en el contexto de una buena acción
cuanto en el marco de la mala acción de otro; y en este último caso, el que peca de algún modo "abusa" del
acto realizado por el llamado "cooperador". Hemos dicho "por regla general", porque pueden darse
situaciones en las cuales medien razones suficientemente graves que justifiquen la realización de tales actos,
que en sí no son malos pero que en estas circunstancias se prestan para el mal de otros (por ejemplo, el
vendedor de vino que sospecha que le compran para emborracharse; el "vender vino" no entraña en sí malicia
alguna); en otras circunstancias, en cambio, tal cooperación, aun siendo material, no puede ser prestada de
ningún modo. Para que la cooperación material sea lícita se requieren determinadas condiciones, a saber:
a) La acción del cooperante debe ser en sí misma buena o al menos indiferente. Cuando se habla de
"bondad" o "indiferencia" de la acción no debemos olvidar que desde el punto de vista moral una acción se
dice buena ante todo cuando su objeto moral es bueno, es decir, aquello sobre lo que versa o a lo que se
ordena de suyo, independientemente de las intenciones del que la realiza (como es el ayudar al necesitado).
Por tanto, esta primera condición nos obliga a observar fundamentalmente la cualidad moral del objeto al
que tiende de suyo la acción para ver si éste es bueno, indiferente o malo, es decir, si de suyo contiene alguna
particular conformidad con las reglas de la razón y de la fe (como amar a Dios), o disconformidad con ella
(como sustraer lo ajeno) o simplemente ni una ni otra (como ir al campo). Insisto sobre esto porque es de
particular importancia (y objeto de numerosas confusiones). Vaya un ejemplo: en el caso del comerciante
que vende una revista pornográfica, la acción que realiza, si la consideramos moralmente no es "vender"
(como confusamente se lee en algunas publicaciones), porque en esta aún no se ha considerado su objeto
moral; propiamente el objeto moral es "vender pornografía", es decir, "un producto que sólo puede tener un
uso pecaminoso", lo cual es de suyo intrínsecamente malo, y cae bajo el primer principio que expusimos más
arriba, o sea, cooperación formal (será objetiva o subjetiva según el vendedor esté o no de acuerdo con el
pecado que comete el que compra).
b) El que obra debe tener un fin honesto, es decir, querer únicamente el efecto bueno que se sigue de
su acción y rechazar el malo (de lo contrario caería en cooperación formal subjetiva).
c) El efecto bueno que pretende quien la realiza no debe ser consecuencia del malo, porque no hay
que hacer el mal para que sobrevengan bienes (cf. Rom 2,8). Muchas veces la conexión entre la cooperación
material y el efecto malo es tan próxima, necesaria y condicionante del acto pecaminoso que se hace

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imposible escindirla del mismo, siendo, por tanto, siempre pecado (tal es el caso, por ejemplo, de la
cooperación que una enfermera instrumentista presta durante un aborto con el solo fin de no perder su trabajo:
si bien sus actos son los mismos que prestaría en una intervención quirúrgica buena, en este caso están tan
íntimamente conexos con el aborto que son pecado y en este caso penados por la Iglesia con excomunión).
d) Debe existir una causa proporcionalmente grave y de peso al daño que se seguirá de la cooperación
material al mal. En términos generales, la causa debe ser más grave mientras más próxima sea la colaboración
material prestada, mientras más obligada a evitarla esté el sujeto en cuestión en razón de su misma profesión,
y mientras más grave sea el valor violado, y el daño consecuente. Al punto tal que no existen causas
proporcionadas a ciertos daños o al escándalo teológico que pueden acarrear ciertas cooperaciones por más
materiales que sean.
Cuando estas condiciones se cumplen en el modo debido (acto bueno o indiferente, fin honesto, efecto más
o menos remoto y causa grave), la cooperación prestada es tan sólo material. Podría uno ayudarse a
determinar la materialidad o formalidad objetiva de la cooperación observando si el agente principal, para
realizar su pecado, "abusa" de la obra buena o indiferente del cooperador o si le da el "uso" propio e intrínseco
al que ésta se ordena de suyo. En el primer caso, la cooperación es material; en el segundo es formal. El
ladrón que toma un taxi para ir al lugar del robo, abusa del acto del taxista aunque éste tenga cierta sospecha
de las cualidades de su pasajero. Pero, el toxicodependiente que compra una dósis de droga a un traficante,
¿abusa de la acción de "vender" de este último?
II. Teniendo todo esto en cuenta podemos aplicarlo al caso que se nos consulta. Distingamos en él dos
situaciones:
1º El farmacéutico propietario, el que tiene derecho de decisión sobre la administración de la farmacia, o
aquél cuya acción es específicamente la venta consciente de los medicamentos requeridos por los clientes:
1.1. La venta de objetos que, por su naturaleza, sólo sirven para el pecado es cooperación formal con el
pecado del comprador, aunque no comparta las intenciones pecaminosas del comprador. Tal es el caso de la
venta de instrumentos anticonceptivos (profilacticos, espermecidas...) y medicamentos abortivos; la
intención del que los compra no puede dejar lugar a dudas, y los objetos vendidos no pueden tener ningún
uso laudable.
1.2. Diverso es el caso de aquellos productos que no son abortivos y que de suyo admiten tanto un uso
anticonceptivo cuanto un empleo terapéutico (indicados, por ejemplo, en casos de hipogonadismo,
hemorragias funcionales, etc.). En este caso podrían venderse mientras no conste la intención de su uso
exclusivamente contraceptivo. De todos modos, el farmacéutico debe pedir siempre la receta médica, con lo
cual pone un medio para evitar la cooperación al mal; además porque, según el grado de su pericia, a través
de la receta puede advertir el uso que se le dará. Cuando no tiene certeza de su mal uso, su cooperación (en
caso de que efectivamente se le dé una finalidad anticonceptiva) no es más que material.

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2º El caso de aquellos cuyo trabajo no tiene relación directa con la especificidad de lo que se vende, como
es el caso del cajero, que se limita a cobrar, el que hace los paquetes, el que los lleva a domicilio. La acción
de los mismos tiene en realidad una relación remota con la esencia del producto vendido, y por tanto, su
cooperación no es más que material.
En fin, para todos valen las lúcidas palabras de Pío XII: "A menudo tenéis que luchar contra la importunidad,
la presión, las exigencias de clientes que recurren a vosotros pretendiendo haceros cómplices de sus designios
criminales. Ahora bien, vosotros sabéis: desde el momento en que un producto, por su naturaleza y por la
intención del cliente, está indudablemente destinado a un fin culpable, bajo no importa qué pretexto, bajo no
importa qué solicitaciones, vosotros no podéis aceptar el tomar parte en esos atentados contra la vida o la
integridad de los individuos, contra la natalidad o la salud corporal y mental de la humanidad" (Pío XII, A
los participantes del Primer Congreso Internacional de Farmacéuticos Católicos, 2 de setiembre de 1950).

V. Humanae Vitae, Una Encíclica profética. Reflexiones doctrinales y pastorales


"Tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI reiteraron con firmeza la Humanae Vitae en su enseñanza". La
Encíclica, enfocada sobre el desafío de la mentalidad anticonceptiva y su incoherencia con la doctrina
católica, "sigue siendo un poderoso testimonio contrario a la disfunción sexual generalizada de nuestra época.
Como otras comunidades cristianas, e incluso muchos católicos, han colapsado en su defensa de la integridad
sexual,

Encíclica Humanae Vitae (Pablo VI)


La realidad que demuestra esta Encíclica es que la formación de nuestros fieles en todo el campo de la
moral sexual y, en particular, de la moral conyugal es muy deficiente. Es significativo que, en el sacramento
de la Penitencia, se silencie, de una manera muy generalizada, cuanto se refiere a la moral sexual y a la vida
matrimonial.
El placer sexual, en efecto, se ha desconectado del amor, de la responsabilidad, del señorío de los valores
sobre los impulsos, de la competencia de las instancias sociales y eclesiales en relación con aspectos de la
vida humana que tienen grave repercusión individual y social. Esta desconexión ha modificado criterios,
actitudes y comportamientos que han arrastrado a una banalización deplorable de la sexualidad.
En la raíz de todos estos fenómenos está latente una concepción del hombre que considera a éste dueño
sin condiciones de su propio cuerpo y de la realidad que le rodea. Por lo que atañe a la trivial
instrumentalización del sexo, aquella concepción del hombre quiere hacer creer «que se puede usar del
cuerpo como instrumento de goce exclusivo, cual si se tratase de una prótesis añadida al Yo. Desprendido
del núcleo de la persona, y a efectos del juego erótico, el cuerpo es declarado zona de libre cambio sexual,
exenta de toda normativa ética; nada de lo que ahí sucede es regulable moralmente ni afecta a la conciencia
del Yo, más de lo que pudiera afectarle la elección de este o de aquel pasatiempo inofensivo»1. Es patente

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que esta concepción antropológica es radicalmente diferente a la que presenta la fe cristiana, para la que las
relaciones del hombre respecto a sí mismo y a la creación están regidas por la sumisión de toda su persona y
actividades al Creador, a su mandato y a sus designios.
Veamos palabras exactas de la Encíclica: «Los hombres rectos podrán convencerse todavía más de la
consistencia de la doctrina de la Iglesia en este campo si reflexionan sobre las consecuencias de los métodos
de la regulación artificial de la natalidad. Consideren, antes que nada, el camino fácil y amplio que se abriría
a la infidelidad conyugal y a la degradación general de la moralidad. No se necesita mucha experiencia para
conocer la debilidad humana y para comprender que los hombres, especialmente los jóvenes, tan vulnerables
en este punto, tienen necesidad de aliento para ser fieles a la ley moral y no se les debe ofrecer cualquier
medio fácil para burlar su observancia. Podría también temerse que el hombre, habituándose al uso de las
prácticas anticonceptivas, acabase por perder el respeto a la mujer y, sin preocuparse más de su equilibrio
físico y fisiológico, llegase a considerarla como simple instrumento de goce egoístico y no como a
compañera, respetada y amada» (HV, 17).
Una vez declarado legítimo escindir el uso de la sexualidad de la procreación, resulta problemático justificar
la afirmación de que el uso de la sexualidad sólo es lícito entre los cónyuges, abriéndose así el camino a la
posibilidad de separar legítimamente el uso de la sexualidad del matrimonio; el paso ulterior será separarlo
también del amor y, finalmente, de la exigencia, a estas alturas ya no sostenible, de la diferencia sexual de
los dos componentes de la pareja. Resulta entonces legítimo y lógico afirmar que cualquier tipo de actividad
sexual nada tiene que ver con la moral. Estos juicios se ven confirmados por la promiscuidad sexual
extendida por todas partes y por las nuevas enfermedades de transmisión sexual.
Con la promulgación de la Encíclica, Pablo VI mostró su total libertad ante un giro histórico radical de
mentalidad y cultura y, a través de sus palabras, la Iglesia no dudó en pronunciar un juicio moral tajante,
reafirmando su misión de ser maestra de moralidad.
Se trata, en fin, de educar en la sexualidad «contra corriente» con una competencia más afinada que en
viejos tiempos pasados y con mayor insistencia y rigor sistemático, tal vez subestimados en épocas más
recientes. En todo caso, la moral cristiana sobre la sexualidad habrá de ser expresada con claridad y con
pedagogía y apertura dialogales. El logro de estos objetivos depende, en gran manera, de que todos los
pastores compartamos unos criterios morales y pastorales uniformes y, sin vacilaciones, hablemos un
lenguaje claro y común (Cfr. HV, 28; FC, 34).
III. PUNTOS FUNDAMENTALES DE LA DOCTRINA MORAL DE LA «HUMANAE VITAE»
Los significados unitivo y procreador del acto conyugal
El Catecismo de la Iglesia Católica, tratando sobre la fecundidad del matrimonio enseña: «La fecundidad
es un don, un fin del matrimonio, pues el amor conyugal tiende naturalmente a ser fecundo. El niño no viene
de fuera a añadirse al amor mutuo de los esposos; brota del corazón mismo de ese don recíproco, del que es
fruto y cumplimiento. Por eso la Iglesia, que “está en favor de la vida” (FC, 30), enseña que todo “acto

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matrimonial debe quedar abierto a la transmisión de la vida” (HV 11)… Llamados a dar la vida, los esposos
participan del poder creador y de la paternidad de Dios (Cfr. Ef 3,14; Mt 23,9)»8.
Los significados propios de la persona humana, como quiera que ésta tiene un cuerpo y es, al mismo
tiempo, su propio cuerpo, se expresan a través de los actos corporales: el cuerpo es un lenguaje. En el lenguaje
del cuerpo, el acto conyugal tiene su propio significado: en él se expresa el amor verdadero y la apertura a la
generación. Ambos aspectos pertenecen, conjuntamente, a la verdad más profunda de ese acto. En el acto
conyugal se da la participación plena de la sexualidad que, en otras manifestaciones del amor mutuo, tiene
siempre un lugar no total. Los cónyuges, cuando quieren dar al amor su expresión más plena y lograr la total
comunión en la unidad de las dos personas, encuentran su lenguaje propio en el mismo ser psicofísico del
varón y de la mujer, implicando la propia sexualidad en su integridad.
Por mucho que se quiera dar de lado el aspecto biológico de la unión sexual, no puede negarse que entre
el orden biológico y el orden de los significados existe una conexión. Si bien el significado unitivo del acto
reelabora su valor biológico y lo eleva al nivel de la persona, el hecho de que el acto sexual sea, al menos
potencialmente, fecundo dice algo también acerca de su dimensión unitiva si se tiene en cuenta que la
generación y la consiguiente acogida, protección y seguimiento de un nuevo ser humano potencia y reafirma
la unión amorosa del varón y la mujer.
Valoración ética de la contracepción
La encíclica HV excluye como un desorden moral «toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o
en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga, como fin o como medio,
impedir la procreación» (HV, 14); esto es, hacer voluntaria y artificialmente infecundo un determinado acto
conyugal (Cfr. HV, 14). La encíclica declara así la ilicitud de las prácticas contraceptivas cuya inmoralidad
es calificada de «intrínseca» por «transgredir el orden moral que deriva de la propia naturaleza humana»
(HV, 14).
Estas afirmaciones son consecuencias del principio establecido anteriormente por HV: «Nunca está
permitido separar estos diversos aspectos (unitivo y procreador) hasta el punto de excluir positivamente, sea
la intención procreativa, sea la relación conyugal» (HV, 12).
En la perspectiva de estos criterios éticos, formuló Pablo VI la norma moral que ocupa el lugar central de
HV: «Cualquier acto matrimonial (“quilibet matrimonii usus”) debe quedar abierto a la transmisión de la
vida» (HV, 11). Esta formulación, lógicamente, no supone que la unión matrimonial haya de ser siempre
fecunda, lo cual es imposible, teniendo en cuenta los ritmos naturales de la fecundidad humana. Lo que
afirma es que, cuando la unión puede normalmente ser fecunda, es cuando no puede impedirse que lo sea,
mediante una intervención directa física o química. En este caso, la ruptura libremente buscada de las
funciones amorosa y generativa haría del hombre no el administrador del plan establecido por el Creador,
sino el dueño y árbitro supremo y último de las fuentes de la vida humana (Cfr. HV, 13).

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Para el creyente tiene una especial fuerza, en la materia que tratamos, considerar el carácter sagrado de la
vida humana y de su origen: «Del mismo modo que el hombre no tiene sobre su cuerpo en general un poder
ilimitado, tampoco lo tiene, y con mayor razón, sobre sus facultades generativas en cuanto tales, a causa de
su ordenación intrínseca a suscitar la vida de la que Dios es principio. La vida humana es sagrada, recordaba
Juan XXIII; desde su origen, ella compromete directamente la acción creadora de Dios» (HV, 13).
Estas palabras de la encíclica introducen un tema que permite descubrir la inmoralidad de la contracepción
desde un ángulo propiamente teológico y religioso. Se trata de la referencia a Dios, inscrita en la misma
estructura del acto conyugal. Este implica una relación con las fuentes de la vida humana y, por tanto, con
Dios, creador mismo de la vida. La unión sexual de los esposos, en los períodos fecundos de su vida
matrimonial, no es más que el preludio de la parte más importante de la procreación: el acto creador de Dios
mismo; o sea, la intervención trascendente y puntual de Dios que, conjuntamente con el encuentro íntimo de
los cónyuges, llama a la vida a un nuevo ser. Por eso, si los esposos eligen libremente interceptar
artificialmente la fecundidad de sus procesos biológicos, no sólo se niegan al dinamismo de esos procesos,
sino que dan un no a Dios, fuente primera del amor y de la vida.

PARTE III
CONCLUSIÓN DE TODA LA OBRA
Impacto social
Las palabras que usamos tienen gran importancia
Los partidarios del aborto se han dedicado con todo éxito a practicar ejercicios de semántca. Han dicho
de nosotros que estamos a favor del "embarazo compulsivo", y que ellos apoyan "el derecho de la mujer
a elegir". "Terminar el embarazo" es "algo tan sencillo como una extracción dentaria". Lo único que hay
que hacer es retirar suavemente el "producto del embarazo", "el feto", "el embrión", "la unidad
fetoplacentaria", "el tejido del embarazo", y "la menstruación se restablecerá". Nos acusan de querer
"imponer nuestra moral" y dicen que la mujer "tiene derecho a su propio cuerpo", a la "libertad
reproductiva". La mayoría de los partidarios del aborto insisten en que "personalmente se oponen,
pero...". Tienen temor al retorno de las "carnicerías clandestinas". Ellos hacen hincapié sistemáticamente
en el problema de los "embarazos no deseados" y de los "derechos de la mujer", pero ignoran por
completo al pequeño pasajero que la mujer lleva en su seno. Pero nos llamamos Right to Life: derecho a
la vida. Ya desde un principio, decididos a proteger toda vida humana, adoptamos un nombre que se
mostró sorprendentemente efectivo. Nos transformamos en la gente del "derecho a la vida". Esta es la
mejor denominación. Usela siempre, en toda ocasión. También se ha dicho que somos "pro-vida". Este
es, asimismo, un título excelente. Pero muchas personas han usado la expresión pro-vida en otros
sentidos, modificando su significado original en la mente de parte del gran público para tratar de incluir

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a aquellos que trabajan contra la pobreza, contra la guerra, contra la pena capital y contra las armas
nucleares. Los partidarios del aborto también sostuvieron, en ocasiones, que eran "pro-vida".
No obstante, nunca hablaron, y nunca lo harán, del "derecho a la vida".
Seamos positivos, si es posible. Nosotros estamos en favor de la protección de los no nacidos, los
discapacitados y los ancianos. Como regla general, y de ser factible, no acepte el rótulo negativo de ser
un "anti-aborto". Esto que parece una tontería nos sitúa en la postura de "negar su progreso" en lugar de
estar a favor de lo que ellos matan. No hay nada de negativo en estar en favor de la vida. ¿Y el rótulo que
usan ellos? "Pro-aborto" es aceptable, pero "anti-vida" es mejor. Nunca use el "pro-elección" que utilizan
ellos, ya que esta elección es totalmente inmoral, pero queda, en las palabras, como algo bueno. Si lo usa,
agregue "para matar" al fin de la frase.
¿Qué crece dentro de la madre? Lo que crece dentro de la madre es un "bebé no nacido" o "un niño no
nacido". "Bebé en desarrollo" también es una expresión precisa desde el punto de vista científico y
profesional. A veces se pueden usar otros términos con connotaciones humanas, como "esa minúscula
personita". Evite referirse al bebé no nacido como si se tratara de algo neutro ("esto", "eso"), y
preferentemente use "él" o "ella". Los términos "feto" y "embrión" despiertan en quienes lo escuchan la
imagen de un "protoplasma no humano". Nunca los emplee. Pero si no lo puede evitar, hable del "feto
humano viviente".
¿Quién lleva a cabo el procedimiento? Nunca los llame doctor o doctora, ya que no merecen esa
dignidad. Tampoco use "cirujano". Dígales "abortistas" y nunca deje de usar ese término. La palabra
abortista implica condenación, criminalidad, matanza. Este es el rótulo que merecen.
"Terminación del embarazo" es una frase propagandística de los partidarios del aborto. Evítela como si
fuera la peste, ya que enmascara lo que realmente está ocurriendo. Se refiere solamente a la condición de
la madre, ignorando por completo a la criatura que lleva. Más aún, no es específica del aborto. ¿O el
nacimiento de cada uno no termina con el embarazo de la madre?
Use la palabra "matar"; hágalo en forma repetida, directa y con frecuencia. Es una descripción precisa
y biológica de lo que sucede. Nosotros la usamos cuando pisamos una cucaracha o cuando dispersamos
aerosoles sobre hierbas rastreras. Usela también en este caso. ¿Y por qué no "asesinato"? Este es un
término mucho más duro, porque uno no puede "asesinar" a un perro o a un insecto; solamente a un ser
humano, y no obstante, lo mata. Por consiguiente, use "asesino" aunque con cierta cautela, ya que a veces
puede resultar demasiado fuerte e incluso contraproducente. "Matar", en cambio, siempre es adecuado.
¿Quién lleva al niño en su útero? Una "madre". Los partidarios del aborto odian este término. "Mujer
embarazada" es correcto, pero "madre" es mucho mejor. El "seno de la madre" habitualmente es mejor
que "utero", ya que induce una imagen de amor, calidez y seguridad.
¿El derecho de tener control sobre su propio cuerpo? Se le podría preguntar, con cierto humor: "¿Desde
cuándo ha estado fuera de control?" Pero mejor sería señalar que eso constituye un absurdo biológico,

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puesto que más de la mitad (52%) de los bebés nacidos (o abortados) son de sexo masculino. ¿Y quién
oyó hablar, alguna vez, de un cuerpo de mujer con órganes sexuales masculinos?
Si el "derecho a su propio cuerpo" fuera aceptado como el credo feminista (derechos de la mujer),
entonces serviría o debería servir para proteger a las casi 800.000 minúsculas mujeres norteamericanas
muertas anualmente por sus madres como consecuencia del aborto.
Hablar del "lugar de residencia" es un modo atractivo y preciso de hacer recordar el acto de matar, en los
EEUU, es legal siempre que el bebé todavía viva en su primer "lugar de residencia", el útero.
También hablamos de discriminación: discriminación sobre la base de la raza, del color, de la edad, de la
capacidad y del lugar de residencia.
La decisión de la Suprema Corte de 1973 siempre debe ser descrita como "la trágica...", "la salvaje...", y
con otros términos similares.
¿Y las clínicas? "Clínica de aborto" responde a una sólida propaganda de los partidarios del aborto.
Lamentablemente, este término es usado a menudo por muchos miembros de los grupos pro-vida. El
término es contradictorio, ya que una clínica es un lugar adonde se concurre para ser curado. Use "lugar
de abortos", si prefiere ser neutral. Pero lo mejor es "cámara de abortos". ¿Por qué "cámara"? Porque nos
recuerda a los centros de exterminio. Uno de cada dos seres humanos que entran en una cámara de abortos
es exterminado (la pequeña criatura que se encuentra en el seno de su madre).
La Unión Norteamericana para las Libertades Civiles (Aclu) puede definirse, en forma precisa, como la
institución de defensa legal y el arma de ataque de los movimientos anti-vida. Puesto que es tan selectiva
en cuanto a aquellos cuyo derecho a vivir defiende, muchos la llaman "Unión Anti-Libertades Civiles".
Para otros es la "Unión de Libertades Anticristianas". Es necesario nombrar y explicar qué es Planned
Parenthood toda vez que se habla del aborto. A veces se la podrá llamar "Infecundidad Planificada". Y
también se podrá hablar de la organización más importante de los EEUU destinada a la matanza de bebés.
Nunca deje de mencionar las más de 53 cámaras de abortos que poseen, y que producen más de 83.000
muertes por año (y van en aumento).
"Embarazo por violación" no es una expresión suficientemente específica. Hable siempre de "embarazo
por ataque y violación", que es extremadamente raro y que es, realmente, aquello de lo cual estamos
hablando.
"Eutanasia" proviene de dos palabras griegas que significan "buena muerte". Los que proponen la
Eutanasia utilizan este término porque "suena bien". En realidad, ya no significa más buena muerte, sino
"buen viaje".
De modo similar, "muerte con dignidad" suena bien pero requiere una aclaración. Queremos gente que
viva con dignidad hasta el momento en que le llega la muerte natural.
"¿Liberalizar el aborto?" ¡Nunca use esta frase! Para muchos de nosotros, ser liberal implica estar
preocupado por aquellos que más ayuda necesitan. En cambio, hable de leyes para el aborto "permisivas"

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o "radicales". De modo similar, nunca se refiera a la "reforma" de las viejas leyes protectivas para
significar que en la actualidad se permite matar.
Los partidarios del Aborto nos acusan de querer "imponer nuestra moral" a las mujeres. Délo vuelta y
diga correctamente: "¿Durante cuánto tiempo más nuestro país permitirá que las madres y los abortistas
impongan su moral sobre esos bebés indefensos... para provocarles la muerte?"
El slogan del cual se valen es "Cada niño un niño deseado". Pero nuestra obligación es completar el
significado real de esa oración: "y si no es deseado, mátelo".
Hable siempre de "aborto por envenenamiento salino". Nunca diga "aborto salino". Este es un término de
los partidarios del aborto y no refleja lo que realmente ocurre. Siempre - sin excepciones - diga
"envenenamiento salino", porque esto es exactamente lo que mata al bebé.
"Interrupción del embarazo" es una expresión absurda e imprecisa. Si yo interrumpo a alguien, significa
que lo detengo transitoriamente, después de lo cual la actividad se reanuda. El aborto es permanente.
Provoca la muerte. La "cureta" del abortista no es un "instrumento con forma de cuchara". Es un "cuchillo
de acero con forma de bucle". La cureta no extrae la placenta mediante un raspado", sino cortándola y
sacándola en lonjas.
En un diccionario, la palabra persona está definida de doce maneras diferentes. Si es ud. quien la usa,
defínala primero. Si son los otros, pregúnteles qué quieren decir con "persona". Lo mejor para los
partidarios de la vida es hablar de "vida humana".
"¿Concepción?" Algunos la definen como la implantación a la semana de vida. Mejor es usar
"fertilización".
¿Dicen de nosotros que somos partidarios del "embarazo compulsivo"? (como si hubiese compulsión en
permitir vivir a un bebé). Entonces ellos son partidarios de la "muerte compulsiva".
Ellos quieren la "Libertad reproductiva"; la mujer la tiene y la ha usado. Ahora es una madre y se ha
reproducido. El único interrogante en este momento, es si mata o no.
¿El aborto es un tema excluyente al pensar en un candidato político? No. Pero nosotros lo consideramos
claramente como una "cuestión descalificadora" en el momento de votar.
"Aborto terapéutico" siempre se usó para referirse a un aborto que es necesario para salvar la vida de una
madre. No obstante esto, el empleo de esta expresión en la primera ley del aborto en California, por los
"comités de abortos terapéuticos" del Canadá y por muchos partidarios del aborto en EEUU, ha destruido
por completo su significado original. Ahora "terapéutico" quiere decir "electivo".
Aquí van algunas frases cortas que le pueden ser útiles:
 El aborto es la forma más brutal de maltratar a los niños.
 El aborto es igual a la violencia: opóngase a ambos.
 Los bebés son destruidos dentro del útero.
 ¿Vida significativa? ¿Significativa para quién?

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 El aborto es una pendiente que conduce al infanticidio, y el infanticidio a la eutanasia.
 ¿Calidad de vida? No. Derecho a la vida para todos.
 Antes, los abortistas las hacían entrar secretamente por la puerta de atrás. Ahora les dan la
bienvenida por la puerta principal.
"Puesto que los hombres no pueden quedar embarazados, no deben opinar sobre el aborto". Si esto fuera
así, los médicos no podrían tratar una enfermedad a menos que primero la padecieran ellos. ¿Cómo hay
gente que dirige funerales sin haber muerto previamente? ¿Cómo podemos oponernos al genocidio de
Hitler si no somos alemanes ni judíos... o a la esclavitud si no somos ni esclavos ni dueños de esclavos?
Frases como la abortista son tan terriblemente ridículas, y tan poco pensadas por la gente, que
desgraciadamente provocan el silencio de quienes deberían reirse a carcajadas ante semejante argumento.
"Enfermedad incurable" se aplica, por ejemplo, a todos los diabéticos, porque la diabetes es incurable;
mejor hablar de "enfermos terminales".
¿Vida "potencial"? No, más bien recordar que se trata de vida humana con un vasto potencial.
¿"Venimos" de una adolescente, una niña pequeña, un recién nacido, un feto femenino, un óvulo
fertilizado? No. Lo correcto es decir que una vez fuimos una adolescente, una niña pequeña, un recién
nacido, un feto, un óvulo fertilizado. Cada uno de nosotros estaba allí, íntegro, en cada una de esas etapas
de nuestra vida. Lo único que hicimos fue crecer.
¿"Exceso de población"? Recuerde que los EEUU, Canadá y la mayoría de los países del mundo
occidental han tenido durante más de una década tasas de natalidad bien por debajo del nivel de
reemplazo.
La "salud" no es lo que pensamos. Tal como la definió la Suprema Corte de los EEUU y tal como la
interpreta la ley en todo el mundo, significa "bienestar social, económico y físico" de la madre. Asunto
que no se arregla con un aborto, dicho sea de paso, sino con justicia, trabajo, mejores relaciones humanas,
etc., etc.
Si alguien "personalmente se opone, pero..." significa que en realidad es partidario del aborto. Mucho
más nos gustaría que un funcionario dijera que si bien personalmente está en favor del aborto votará en
favor de los derechos civiles de los no nacidos.
Abortar bebés con "impedimentos" equivale a "matar al paciente para matar la enfermedad". Recuerde
que antes del nacimiento y después de él, se trata del mismo paciente y el mismo procedimiento. Eso es
eutanasia prenatal.
¿"Deformidad fetal"? ¿"Defecto fetal"? ¿Por qué emplear esos adjetivos "retorcidos" cuando usamos
"discapacitados" para los niños ya nacidos? ¿La palabra "deformidad" nos provoca rechazo?
¿"Defectuoso"? En nuestra cultura, las cosas defectuosas, se tiran.
El término "discapacitado" evoca una mano que se tiende para ayudar. Emplear "Deformidad fetal" o
"defecto fetal" es facilitar la matanza. "Discapacidad fetal", en cambio, evoca actitudes de solidaridad.

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No olvide nunca que abortar como consecuencia de una violación es como "matar a un bebé inocente por
el crimen de su padre".
¿Clínicas de "salud" en los colegios? Nunca: son clínicas sexuales en los colegios.
Todo esto, que parece no tener mayor importancia que la dialéctica, es por el contrario de sumo valor a
la hora de hacer comprender a la gente los horrores que la inclinan a actuar o que deciden apoyar. Ver a
nuestros padres como eso, es decir, como "mis padres", es muy diferente a verlos como "personas que
me procrearon". Lo que parecen meras palabras, terminan generando una actitud y finalmente una acción.
Así, los "procreadores" no pueden recibir un mismo trato amoroso que los "padres", ¿verdad?
Simplemente unas pocas letras pueden, con todo el contenido emocional, de la memoria y del aprendizaje
que hemos ido asimilando en el tiempo, torcer nuestra comprensión o situarla exactamente en donde debe
estar. En el caso del aborto, está claro que hablamos de asesinato intencional. ¿O de qué otra forma puede
llamarse lo que ha sido explicado como malo desde todas las ramas de la ciencia médica, la filosofía, la
religión y el sentido común y no quiere ser escuchado?
El valor de las palabras queda muy claro a los grupos antivida, que deforman las dimensiones de sus
atrocidades con términos técnicos, fríos y carentes de afecto hacia los niños, y blandos, suaves y evasivos
hacia los que practican el aborto, las prácticas abortistas y el supuesto derecho a decidir.
Nosotros, por lo tanto, no debemos escatimar toda arma legítima para evitar este horror (que ellos
camuflan con palabras aparentemente inofensivas), y una de ellas, claro está, es la de llamar a las cosas
por su nombre, y entonces: La Verdad nos hará libres.

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