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Un recorrido por las entrañas del edificio Mónaco, de

Pablo Escobar
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28 de julio de 2018

Mientras un grupo de turistas se toma selfies en la portería ubicada a


escasos metros de la entrada del edificio Mónaco, destino obligado en los
llamados Narcotours, yo estaba adentro.

Era la primera vez que me adentraba en el que en otrora fue uno de


los fortines más reconocidos y lujosos del Cartel de Medellín, ubicado
en el barrio Santa María de los Ángeles (El Poblado) pero que hoy es una
cicatriz que se mantiene latente por las constantes visitas de locales y
extranjeros pues en este lugar, hace exactamente 30 años, el cartel de Cali
detonó un fuerte artefacto explosivo con 80 kilos de dinamita que no logró
tumbar la estructura fuertemente construida.

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Las paredes están llenas de diversos mensajes que hacen alusión a
supuestas guacas escondidas.
Lúgubre. Abandonado. Terrorífico. Así es este edificio de siete pisos de
fachada blanca y descascarada. Y su interior es peor. El musgo, el moho y
la suciedad se apropiaron del lugar. Allí, hasta La Familia se fue. La
reconocida escultura del maestro Rodrigo Arenas Betancur ya no está allí.
"Se la llevó la Policía y ni preguntamos para dónde", me dice el funcionario
de la Alcaldía que dirige el recorrido.

El único movimiento lo hacen dos perros negros y sucios que nos


acompañan al interior de la edificación. Las hojas secas crujen al caminar
hasta el primer destino: el parqueadero.

"Desde aquí se puede notar que no es un edificio cualquiera, es un


búnker. Hay más columnas de lo usual y algunos reforzamientos con
mármol. Para derribarlos se requerirían el doble de los explosivos que se
usaron en el edificio Space", explica el improvisado guía.

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El lugar en su interior es oscuro y abandonado.
Un halo inefable se siente en el interior. No es como las fotos que circulan
en las redes sociales en las que supuestamente se ve al fantasma de Pablo
Escobar o las supuestas guacas enterradas. Es algo más. “Aquí hay
lugares inexplorados donde no sabemos qué hay, por ejemplo lo que
hay abajo”, cuenta el funcionario.

Nos piden no separarnos del grupo y ayudarnos visualmente con las


linternas de los celulares, pues escasea la visibilidad en ciertas partes.

Es un laberinto. Pasillos que conectan con habitaciones y más habitaciones,


la mayoría con jacuzzis hablan de una ostentosidad nunca antes vista en
aquella época. Pero también del nivel de persecución que sentía el excapo.

-Si miran bien, podrán observar que el techo y las paredes están
reforzadas con periódicos de la época -dice una mujer de cabello
crespo quien toma la vocería.

Periódicos de la época se pueden apreciar como parte de la fachada.


Periódicos de la época se pueden apreciar como parte de la fachada.
Es cierto. En las paredes dobles, color crema, aún son visibles las
amarillentas hojas de periódico que atestiguaron lo mediático que era
Escobar en diferentes escenarios.
¡Pablo Vive! No solo en las series sobre narcotráfico o en las prendas que le
hacen apología. También lo hace en las paredes del Mónaco.

Esa es la frase más reiterativa que se ve en las paredes, en las que


quienes logran colarse dejan su huella con frases como “Pablo, la
caleta está bajo el edificio”, o simplemente dejando su firma o la
huella de la palma de su mano.

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Otro ejemplo de la minuciosidad con la que el Mónaco fue construido son
los techos, que a simple vista parecen normales, pero aquellos que están
desprendidos, dejan ver una serie de rejas dispuestas detrás.

“Era para evitar que lo atacaran desde arriba. Todo el edificio es así”,
explica la mujer.

Día a día, los turistas se paran en la portería del edificio para tomarse
fotografías.
Seguimos subiendo y el laberinto es igual. En los pisos superiores está el
penthouse donde el excapo vivió con su familia por periodos de tiempo.
Del lujo no queda nada. Una recepción vacía en la cual, según narran, se
daba la bienvenida a quienes subían por el ascensor.

Lo que sí queda evidenciado era el nivel de paranoia o persecución


con el que vivía Escobar. Todavía queda la habitación del pánico en la
que hay un enorme tubo de perforación petrolera para poder respirar
en caso de que lo atacaran con gases.

En la parte más alta, encima de una habitación en la que habían


computadores y servidores de almacenamiento, hay otro espacio en el que
se ven enormes y oxidadas pipetas de gas y un enorme tanque de agua.

Día a día, los turistas se paran en la portería del edificio para tomarse
fotografías.
En la parte superior se ven tanques gigantes de gas y un tubo con
perforación petrolera que conecta con una 'habitación del pánico'
“Aquí podría vivir encerrado por meses si era necesario. Había pensado en
todo al construirlo”, dice la nueva guía.

La impresión del nivel de detalle con el que fue construido el edificio, se


desvanece al llegar a la bóveda. Un enorme espacio en el que se guardaba
dinero.
“Esa plata manchada de sangre. No quiero estar más aquí”, dice una joven
a mi lado, visiblemente afectada.

La bóveda es uno de los espacios más imponentes en el interior del edificio


Mónaco.
No es la única. A las afueras del Mónaco, en un stand de la Empresa de
Desarrollo Urbano (EDU), hay otros testimonios plasmados en papeles de
colores de quienes padecieron la guerra del cartel de Medellín.

“A toda mi generación le tocó vivir atentados terroristas, bombas,


muerte y maldad”; “hay que pasar la página de la ilegalidad y
narcotráfico y hacer memoria a las víctimas”; “perdí a mi esposo, él se
dedicó a eso (narcotráfico) y desapareció”; “hacer un parque de
esculturas donde se honre a la víctimas y se exalte la vida”.

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Estas frases quieren reemplazar a las que están en las paredes del
Mónaco, que sería demolido finalizando el año.

Antes de que el edificio sea enviado al suelo, la Empresa de Desarrollo


Urbano (EDU) realizó una serie de Talleres de Imaginarios en los que la
ciudadanía opinó en qué obra se debería hacer en honor a las víctimas
para reemplazar al edificio Mónaco.

El parque Inflexión será la obra que se ubicará en el espacio donde queda


el Mónaco, cuyo operativo de demolición se inicia este viernes desde las 6
de la mañana.

David Alejandro Mercado Pérez


Redactor de EL TIEMPO
davmer@eltiempo.com
@AlejoMercado10

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