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Maestros en formación:
Brayan montilla
Maestro asesor:
Dejamos atrás el paradigma del profesor que orienta una clase en frente de todos,
y nos convertirnos en niños formando niños, con el juego, el canto, convertimos
el aula de clase en una espacio de diversión, de goce, de risas y aunque parezca
paradójico para algunos, empezamos a ver que la participación se volvía más
organizada, las reglas de los juegos no significaban una obligación, y los mejor de
todo el aprendizaje adquiría un grado de significación mayor.
En cada fase del proyecto, cada vez avanzamos un trayecto mayor en nuestro
recorrido, aparecían nuevos retos pero en esa medida aumentamos también la
intención de cada juego, las letras y los números se juntaron en un cuento donde
todo se volvió mágico, hablar inglés se volvió algo cotidiano, el arte no era problema
para ningún estudiante porque implantamos la semilla del sí puedo, no fuimos a
probar si el proyecto funcionaba, fuimos a hacer que funcionara de cualquier forma,
y esto lo veíamos en cada niño cada vez que iniciaba el día, los cuales llegaban con
una motivación que sin duda aumentaba nuestras ganas de hacer lo mejor.
El juego nos permitió fortalecer el trabajo en equipo, nos permitió delegar funciones,
con el juego logramos que aquellos que creía que carecían de habilidades se
convirtieran en los líderes, el juego revolucionó la forma de organizar el aula de
clase, cambió la visión que tenían los niños de que solo es competir y la mayoría
entendió que también significaba aprender. A través de cada actividad lúdica
logramos aprender el nombre de cada niño, y es un esfuerzo que hicimos pues
consideramos que es algo que genera confianza, cercanía y sobre todo el niños
entiende que él o ella es importante para el maestro.
Cuando se tiene verdadera pasión por ser maestro, no quisiéramos que la jornada
escolar se acabara, y por ello jamás salimos corriendo sin despedirnos del
último niño, porque esa sonrisa, ese abrazo sincero que nos brindaba cada uno, era
paz, eran las ganas de querer que llegara el siguiente día para empezar de nuevo.
Terminábamos extenuados porque lo dábamos todo, porque precisamente cada
día tenía que ser un nuevo comienzo, pero aun así la motivación crecía aún más y
crecía porque se observaban los cambios, ya eran menos los gritos cada vez que
participaban, al salir siempre se hacía en hileras organizadamente, lo más
importante, se volvieron autónomos y los lideres cuidaban de que su equipo fuera
el mejor en todo.
En cada juego, todos eran vencedores, porque ganaba todo el equipo, la victoria no
se obtenía al completar el juego, se obtenía cuando se ayudaba al compañero,
cuando cada uno entendía la actividad, cuando cada participante era protagonista,
se ganaba cuando todo el equipo decía terminé. Es de esta forma como eliminamos
la exclusión de aquellos con dificultades y logramos que la unión fuera la base
fundamental del aprendizaje en cada juego.
Fuimos lo maestros que alguna vez nosotros deseamos tener, fuimos locos, fuimos
divertidos, nos disfrazamos, nos tiramos al piso, cantamos, bailamos, nos
devolvimos a ese momento donde todo es perfecto, donde todas las cosas tienen
sentido, ese momento donde jugar era lo que más deseamos, definitivamente
volvimos a ser niños.
Hoy podemos afirmar, con toda seguridad que fuimos en gran manera responsables
de una transformación de 33 niños que quizás en algún momento de la historia se
acordaran de nosotros y que ojala jamás dejen de jugar.