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Quiero compartir con ustedes un tema que tal vez no sea muy agradable al oído de
la sintonía adámica, es decir, al oído natural, carnal, humano; no obstante sí resulta
ser muy interesante para aquellos que tienen “los sentidos ejercitados en el
discernimiento del bien y del mal…Es verdad que ninguna disciplina al presente
parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de
justicia a los que en ella han sido ejercitados” (Heb 5:14; 12:11). Luego que lo
escuchen o lean una y otra vez, comprenderán que es vital para nuestro crecimiento
espiritual y mucho más en estos días postreros cuando vemos sucederse ante
nuestros ojos el cumplimiento de un sinnúmero de profecías que de alguna manera
guardan relación con lo que ustedes oirán o leerán.
Voy a comenzar contándoles una breve historia acerca de un muchacho que defendió
con honor a Israel de un paladín y del ejército de un pueblo de la genealogía de Cam,
se encuentra en el primer libro de Samuel, capítulo 17, versículos 1 al 58. Para su
lectura utilizaré la versión de la Biblia Traducción Lenguaje Actual - TLA:
“En una colina estaban los filisteos, y en la colina de enfrente estaban los
israelitas. En medio de los dos ejércitos estaba el valle.
“En el ejército filisteo había un hombre llamado Goliat, que era de Gat y medía
casi tres metros de altura. Llevaba puesto un casco, y también una armadura de
bronce que pesaba como cincuenta y siete kilos. Sus piernas estaban
protegidas con placas de bronce, y en los hombros llevaba una jabalina. La base
de su lanza era enorme, y su punta era de hierro y pesaba como siete kilos.
Delante de él iba su ayudante.
“Goliat se paró frente al ejército israelita y gritó desafiante: «Yo soy filisteo, y
ustedes están al servicio de Saúl. No hace falta que todos ustedes salgan a
pelear. Elijan a uno de ustedes, y mándenlo a pelear conmigo.
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“Si es buen guerrero y me mata, nosotros seremos esclavos de ustedes. Pero si
yo lo mato, ustedes serán nuestros esclavos. »Yo desafío a todo el ejército
israelita. Elijan a uno de sus hombres para que luche conmigo».
“Así fue como un día Jesé le dijo a David: «Tus hermanos están con Saúl y los
demás israelitas en el valle de Elá, peleando contra los filisteos. Llévales ahora
mismo unos veinte kilos de trigo tostado y diez panes. Toma también estos diez
quesos, y dáselos al jefe del ejército. Fíjate cómo están tus hermanos, y tráeme
alguna de sus pertenencias como señal de que están bien».
“En cuanto amaneció, David se levantó y dejó sus ovejas al cuidado de uno de
los pastores, luego tomó la comida que su padre le había indicado, y se puso en
camino.
“David dejó la comida con uno de los guardias y se fue corriendo para saludar a
sus hermanos. Mientras hablaba con ellos, escuchó cuando Goliat salió de entre
los filisteos y empezó a gritar y a desafiar a los israelitas. Cuando estos vieron a
Goliat, les dio mucho miedo y huyeron.
“Pero David les preguntó a los que estaban cerca de allí: —¿Quién se cree este
extranjero, que se atreve a desafiar a los ejércitos de Dios? ¿Qué le darán a
quien lo mate y le devuelva la honra a Israel? Y le contestaron a David: —Quien
mate a ese atrevido, se casará con la hija del rey Saúl. También recibirá muchas
riquezas, y su familia no volverá a pagar impuestos.
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viniste? ¿Con quién dejaste tus pocas ovejas en el desierto? Yo sé bien que
eres un mentiroso y un malvado. Sólo viniste a ver la batalla.
“Pero David le respondió: —¿Y ahora qué hice? ¿Qué, ya no puedo ni hablar?
“Pero Saúl le dijo: —No vas a poder matarlo. Tú eres todavía muy jovencito, y él
ha sido guerrero toda su vida.
“David le contestó: —Yo soy pastor de las ovejas de mi padre. Pero si un león o
un oso vienen a llevarse alguna oveja, yo los persigo, los hiero y les quito del
hocico la oveja.
“Enseguida Saúl dio órdenes de que le pusieran a David su propia ropa militar,
su armadura de bronce y su casco.
“Pero tomó su vara y su honda, y puso en su bolsa cinco piedras del río. Luego
fue y se le acercó al filisteo. También Goliat se acercó a David, aunque su
ayudante iba siempre delante de él.
“Cuando vio que David no era más que un muchachito de piel morena, lo
consideró muy poca cosa y lo maldijo en nombre de sus dioses. Le dijo: —¡Vaya
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con el niño bonito! Vienes a pelear conmigo con un palo, como si fuera yo un
perro. Ven acá, que te voy a matar, y con tu carne voy a alimentar a los buitres y
a las bestias salvajes.
“Pero David le contestó: —¡Y tú vienes a pelear conmigo con espada, y flechas y
lanza! Pues yo vengo en el nombre del Dios todopoderoso, el Dios de los
ejércitos de Israel, a quien te has atrevido a desafiar.
“David, por su parte, llevó a Jerusalén la cabeza del filisteo y se quedó con sus
armas.
“Mientras David peleaba con Goliat, Saúl le preguntó a Abner, que era el jefe de
su ejército: —¿Quién es ese joven? ¿Quién es su padre? Y Abner le contestó: —
Le juro a Su Majestad que no lo sé. Entonces el rey le dijo: —Pues averígualo.
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“Luego de que David mató al filisteo, Abner lo llevó a la presencia de Saúl. David
llevaba en la mano la cabeza del filisteo.
Acabamos de leer que David siendo aún jovencito tuvo el valor de enfrentar a un
poderoso enemigo y, a pesar que Eliab su hermano mayor le había reconvenido
habiéndose enojado muchísimo con él, resulta ser que David, ayudado por el Eterno,
fue el único capaz de salvar a todos sus hermanos y al pueblo de Israel. El brazo del
Eterno Creador se manifestó a través de David, demostrándonos que no debemos
juzgar a nadie por su aspecto. Es por ello que titulé este estudio “No juzguéis según
las apariencias”.
Como ustedes sabrán, no sé nada de oratoria ni mucho menos, prefiero hablar poco y,
lo poco que hable, que sea la Palabra del Todopoderoso, del ÚNICO que tiene
inmortalidad, así como Pablo prefería en la iglesia, hablar cinco palabras con su
entendimiento de las cosas de lo Alto (1Corintios 14:19); pues, en la multitud de
palabras no falta pecado (Proverbios 10:19). Considere usted.
Como feroz incendio forestal fuera de control que amenazaba con consumir 2,000
viviendas y unas 1,500 estructuras más pequeñas, tras arrasar con enormes
extensiones de bosque maderero al este de Sacramento, en California (EEUU), el
fatídico día jueves 18 de septiembre de 2014, así el juzgar a los demás o emitir juicios
en contra de una persona es como un cáncer o fuego que desde tiempos
inmemoriales se desarrolla, quema y arrasa cada fibra y tejido de nuestra sociedad
(Santiago 3:1-12).
Hoy día, con el advenimiento de las redes sociales, el juzgar a los demás se ha vuelto
una práctica común y se lleva a cabo en gran escala, se habla de los demás incluso
aunque se tenga muy poca base y no existan argumentos, se emiten juicios en contra
de las personas sólo porque sí o por comentarios aislados, generados muchas veces
por personas envidiosas, rencorosas y frustradas, en fin, muy carnales, que se sienten
reconfortadas hablando mal de los demás. La envidia es madre del odio, de la
maledicencia, de la calumnia, del chisme.
El término juzgar tiene muchos significados, por ejemplo: Decidir en calidad de juez.
Opinar, creer, considerar. (Diccionario Enciclopédico LAROUSSE CONCISO
Ilustrado. 2001). Juzgar: Enunciar un juicio sobre una persona o cosa: juzgar mal a
uno (SINÓN. V. Estimar). (Diccionario PEQUEÑO LAROUSSE ILUSTRADO. 1978).
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Veamos, además, el significado de otros términos que guardan relación con el tema
que vamos desarrollando y que debemos tener bien en claro:
Nuestra sociedad actual vive los tiempos revelados al profeta Oseas y al apóstol
Pablo:
“Oíd palabra de Jehová, hijos de Israel, porque Jehová contiende con los
moradores de la tierra; porque no hay verdad, ni misericordia, ni conocimiento
de Dios en la tierra. Perjurar, mentir, matar, hurtar y adulterar prevalecen, y
homicidio tras homicidio se suceden” (Oseas 4:1-2, versión Reina Valera 1960,
otras según se indican).
“También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos
peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros,
vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos,
impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles,
aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los
deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la
eficacia de ella; a éstos evita” (2Timoteo3:1-5).
No se deje llevar por las apariencias, pues por ellas el sacerdote Elí se apresuró a
juzgar injustamente a Ana, madre de Samuel el profeta, como si ella fuera una mujer
impía y borracha. Leamos el relato en el primer capítulo del libro de 1 Samuel:
“Hubo un varón… del monte de Efraín, que se llamaba Elcana… Y tenía él dos
mujeres; el nombre de una era Ana, y el de la otra, Penina. Y Penina tenía hijos,
mas Ana no los tenía. Y todos los años aquel varón subía de su ciudad para
adorar y para ofrecer sacrificios a Jehová de los ejércitos en Silo, donde
estaban dos hijos de Elí, Ofni y Finees, sacerdotes de Jehová… Y su rival la
irritaba, enojándola y entristeciéndola, porque Jehová no le había concedido
tener hijos. Así hacía cada año; cuando subía a la casa de Jehová, la irritaba así;
por lo cual Ana lloraba, y no comía. Y Elcana su marido le dijo: Ana, ¿por qué
lloras? ¿por qué no comes? ¿y por qué está afligido tu corazón? ¿No te soy yo
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mejor que diez hijos? Y se levantó Ana después que hubo comido y bebido en
Silo; y mientras el sacerdote Elí estaba sentado en una silla junto a un pilar del
templo de Jehová, ella con amargura de alma oró a Jehová, y lloró
abundantemente...Mientras ella oraba largamente delante de Jehová, Elí estaba
observando la boca de ella. Pero Ana hablaba en su corazón, y solamente se
movían sus labios, y su voz no se oía; y Elí la tuvo por ebria. Entonces le dijo
Elí: ¿Hasta cuándo estarás ebria? Digiere tu vino. Y Ana le respondió diciendo:
No, señor mío; yo soy una mujer atribulada de espíritu; no he bebido vino ni
sidra, sino que he derramado mi alma delante de Jehová. No tengas a tu sierva
por una mujer impía; porque por la magnitud de mis congojas y de mi aflicción
he hablado hasta ahora. Elí respondió y dijo: Ve en paz, y el Dios de Israel te
otorgue la petición que le has hecho… Aconteció que al cumplirse el tiempo,
después de haber concebido Ana, dio a luz un hijo, y le puso por nombre
Samuel, diciendo: Por cuanto lo pedí a Jehová” (1Samuel 1:1-3, 6-17, 20).
A veces sucede, también sin darnos cuenta, incurrimos en tremendo error cuando nos
dejamos envolver en discusiones ajenas y enjuiciamos inmediatamente a uno u otro
según lo que aparenta, primero, sin que nadie nos haya dado el derecho de participar
en dichas discusiones y, segundo, sin tener ninguna base o fundamento de juicio. No
olvidemos cuán “peligroso resulta meterse en pleitos ajenos, como querer
agarrar por la cola a un perro bravo” (Proverbios 26:17, versión Traducción
Lenguaje Actual – TLA).
Cuando existen desacuerdos entre dos o más personas, debemos ser prudentes y
escuchar atentamente y con imparcialidad a las partes enfrentadas, teniendo siempre
en mente que el Creador permite todo esto para bien. Recordemos el caso del rey
Salomón cuando tuvo que tomar una decisión crucial, de vida o muerte, con aquella
tierna criatura a punto de ser dividida en dos partes simétricamente iguales para ser
compartidas con aquellas mujeres que reclamaban ser madres de la criatura en
cuestión, de no haber sido por la sabiduría que el Eterno Creador puso en Salomón,
qué habría sido de aquel bebé. “Y todo Israel oyó aquel juicio que había dado el
rey; y temieron al rey, porque vieron que había en él sabiduría de Dios para
juzgar” (1Reyes 3:28). Meditemos en esto.
“Del tocón de la familia de David saldrá un brote. Sí, un Retoño nuevo que dará
fruto de la raíz vieja. Y el Espíritu del SEÑOR reposará sobre él: el Espíritu de
sabiduría y de entendimiento, el Espíritu de consejo y de poder, el Espíritu de
conocimiento y de temor del SEÑOR. Él se deleitará en obedecer al SEÑOR; no
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juzgará por las apariencias ni tomará decisiones basadas en rumores” (Isaías
11:1-3, versión Nueva Traducción Viviente – NTV).
Luego que el Eterno Creador hubo rechazado a Saúl como rey sobre Israel por haber
incumplido con el mandato de exterminar por completo a toda la nación de Amalec por
éste haberse opuesto a Israel cuando salió de Egipto (es decir, lo envía a eliminar a
hombres, mujeres, niños, recién nacidos, ganado, ovejas, cabras, camellos y burros,
probablemente todos estaban contaminados genéticamente), le dice a Samuel que
escoja de entre los hijos de Isaí, en Belén, porque Él ha elegido a uno de sus hijos
para hacerlo Su rey (1 Samuel 15:1-35).
“Así que Samuel hizo como el SEÑOR le indicó. Cuando llegó a Belén, los
ancianos del pueblo salieron a su encuentro temblando. —¿Qué pasa? —le
preguntaron—. ¿Vienes en son de paz?—Sí —contestó Samuel—, vine para
ofrecer un sacrificio al SEÑOR. Purifíquense y vengan conmigo al sacrificio.
Luego Samuel realizó el rito de purificación para Isaí y sus hijos y también los
invitó al sacrificio. Cuando llegaron, Samuel se fijó en Eliab y pensó:
«¡Seguramente éste es el ungido del SEÑOR!». Pero el SEÑOR le dijo a Samuel:
—No juzgues por su apariencia o por su estatura, porque yo lo he rechazado. El
SEÑOR no ve las cosas de la manera en que tú las ves. La gente juzga por las
apariencias, pero el SEÑOR mira el corazón” (1Samuel 16:4-7, versión Nueva
Traducción Viviente – NTV).
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Su mirada es profundamente penetrante, recorre aún lo más recóndito de nuestro ser,
Él ve mucho más allá que lo que el hombre ve.
Cuántas veces habremos juzgado a alguien sólo por las apariencias, sin siquiera
conocerlo a fondo, sólo por rumores infundados y lo catalogamos como lo peor, tanto
así que le negamos hasta el saludo y, para colmo, nos apresuramos a condenarlo
rotundamente. Tengamos cuidado y detengámonos de continuar incurriendo en tales
errores, pues, como dice el Divino Maestro:
“No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis,
seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. ¿Y por qué
miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que
está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu
ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio
ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano” (Mateo 7:1-
5; Lucas 6:37-42).
¿Será que mientras estamos tan ocupados hablando de los otros o de quienes están
en autoridad que no nos queda tiempo para examinarnos a nosotros mismos?
¿Echamos sobre los demás nuestras propias frustraciones? ¿Hablamos de lo que
carecen los demás para no tener que afrontar lo que carecemos nosotros mismos?
¿Nos escondemos en la broma y en sacarle punta a asuntos ajenos para no asumir
nuestras propias incapacidades?
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Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que éste descendió a su casa
justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado;
y el que se humilla será enaltecido” (Lucas 18:9-14).
Y Pablo nos dice “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga”
(1Corintios 10:12).
Si queremos vivir una vida plena de significado, debemos buscar la forma de dejar de
“interesarnos” en las vidas ajenas y comenzar a preocuparnos más de nuestras
propias vidas, es decir, permitirle al Eterno Creador que mejore y corrija nuestros
defectos y que perdone todas nuestras rebeliones y pecados ocultos. Debemos ser
más sinceros cuando hablamos a las personas, y más tolerantes cuando hablamos de
ellos y que lo que hablemos de ellos sea todo lo puro, honesto y justo. Si vemos algo
con lo que no estemos de acuerdo o alguna cosa molestosa en alguno (incluidos
aquellos que ejercen autoridad sobre nosotros), debemos ir directamente a él
hablándole con honestidad y sensatez, demostrando nuestros argumentos.
Estudiemos meditativamente Proverbios 26:17-28; Juan 10:10-15; 1Corintios 13.
¡Cuántos males, sufrimientos y rencores serían evitados si habláramos con sinceridad!
Es probable que alguna vez en su vida se haya encontrado con determinada persona
a la que usted sin darse cuenta la enjuició en su mente, inducido tal vez por
comentarios negativos hacia esa persona por parte de su compañero de trabajo, o de
un familiar, o de un amigo, o de un “hermano en la fe”, no sabiendo usted el mal tan
grande que se está acarreando. Otra vez, el apóstol Pablo nos exhorta a no
equivocarnos, pues si estamos constantemente escuchando malas conversaciones,
entonces se corromperán nuestras buenas costumbres (1Corintios 15:33; véase
también Jeremías 17:9).
Muchas veces nos hacemos imágenes sobre alguien, aún sin haber cruzado palabras
y sin conocerle a fondo y pensamos que es una persona odiosa, mentirosa,
irrespetuosa, en fin, todo lo negativo que podamos encontrar para encajarle a la tal
persona.
Como bien lo expresó el Rabino Yonatán D. Galed, en su charla sobre “El Poder de
Tu Lengua”: “¿Qué hace tan grave una persona que habla mal de los demás?
Cuando el hombre llega a hablar mal de su prójimo, de un amigo, de una persona que
no le cae bien, cuando el hombre habla mal de los demás es porque él cayó en la
herejía, él dejó de creer en el Creador del universo; que alguien que habla mal del otro
es porque no cree, no tiene fe en el Creador, está negando la existencia del Creador,
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el que habla mal de su prójimo niega la existencia del Creador”. Hasta aquí, las
palabras del Rabino.
Santiago, hermano de nuestro Señor, muy bien dice: “Hermanos, no murmuréis los
unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura
de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino
juez. Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién
eres para que juzgues a otro?” (Santiago 4:11-12).
Así, pues, cuando hablamos mal de los demás es porque no tenemos fe en el Eterno
Creador, y estamos negando Su existencia, pues Él dice: “Hagamos al hombre a
nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza… Y creó Dios al hombre a su
imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Génesis 1:26-27). Y:
“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos
de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él,
porque le veremos tal come él es” (1Juan 3:2).
Muchas cosas que a veces nos suceden en la vida diaria, todo tipo de tribulaciones y
sufrimientos, nos llegan justamente como consecuencia de las calumnias.
El que murmura hace daño a tres personas, a sí mismo, al que escucha sin desmentir
al que murmura, y a la persona de quien se murmura. Si se tiene algo que reprochar a
alguien, él (es decir, la persona que escucha sin desmentir al que murmura)es la
primera persona que debería escuchar el reproche, pero lamentablemente por la falta
de sinceridad inherente en el ser humano, el maledicente se encuentra con el
compañero, le sonríe y le saluda con palabras amables y hasta le adula, para
después, apenas despedido, comenzar, de una manera u otra a hablar mal de él a sus
espaldas.
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grave es que el chisme se usa increíblemente contra personas que se consideran
amigas, actuando con hipocresía y perfidia dejando estupefacto a cualquiera.
Los seres humanos somos por naturaleza egoístas y nos centramos en nuestros
propios problemas, adversidades u oportunidades, pero cuando se trata de encontrar
defectos y hacérselos saber a todo el mundo, ahí sí sabemos centrar la atención en
los demás y dejar nuestro yo de lado. Todos somos expertos en las vidas ajenas;
hasta existen programas de televisión y personas que facturan de eso (Sal 51:5; Ecl
7:29; Rom 11:32).
Cuando se genera un rumor, éste, como una bola de nieve, va creciendo y cada
persona por la que pasa va agregando algo de su propia cosecha y el mensaje
original se ha convertido en algo irreconocible, tal como la bola de nieve se convierte
en una avalancha que destruye todo a su paso. ¿Se acuerdan del juego de pasar un
mensaje a alguien y luego a otro y a otro y así sucesivamente entre un grupo de
personas? Después de pasar el mismo mensaje a través de varias personas al final
dicho mensaje terminaba totalmente tergiversado e irreconocible. Pues lo mismo pasa
en muchas ocasiones en nuestra vida.
Los chismes son informaciones deformadas, que tienen un ciclo similar a los rumores:
como si fueran seres vivos nacen, se desarrollan y dejan de ser. Incluso pueden
reencarnarse con nuevos bríos o hasta con nuevo cuerpo. El chisme es producto de la
convivencia social y se adquiere con el tiempo, y todos de alguna forma lo hemos
practicado. Con mucha razón se nos dice en Santiago 4:4-5: “¡Oh almas adúlteras!
¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera,
pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. ¿O
pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en
nosotros nos anhela celosamente?”Y, en: 1Juan 2:15-16: “No améis al mundo, ni
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las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no
está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los
deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del
mundo”.
Veamos, además, cuán interesantes las palabras que el Eterno habló a Moisés,
diciendo:
“Seis cosas aborrece Jehová, Y aun siete abomina su alma: Los ojos altivos, la
lengua mentirosa, Las manos derramadoras de sangre inocente, El corazón que
maquina pensamientos inicuos, Los pies presurosos para correr al mal, El
testigo falso que habla mentiras, Y el que siembra discordia entre hermanos…
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El que habla verdad declara justicia; Mas el testigo mentiroso, engaño. Hay
hombres cuyas palabras son como golpes de espada; Mas la lengua de los
sabios es medicina. El labio veraz permanecerá para siempre; Mas la lengua
mentirosa sólo por un momento. Engaño hay en el corazón de los que piensan
el mal; Pero alegría en el de los que piensan el bien…El hombre perverso
levanta contienda, y el chismoso aparta a los mejores amigos… Las palabras del
chismoso son como bocados suaves, y penetran hasta las entrañas… La muerte
y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos… Sin
leña se apaga el fuego, y donde no hay chismoso, cesa la contienda… Las
palabras del chismoso son como bocados suaves, y penetran hasta las
entrañas” (Proverbios6:16-19; 12:17-20; 16:28; 18:8, 21; 26:20, 22).
El apóstol Pedro nos invita a todos a tener una buena conciencia, veamos:
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ojos del Señor están sobre los justos, Y sus oídos atentos a sus oraciones; Pero
el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal. ¿Y quién es aquel que
os podrá hacer daño, si vosotros seguís el bien? Mas también si alguna cosa
padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois. Por tanto, no os
amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis, sino santificad a Dios el Señor
en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con
mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza
que hay en vosotros; teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran
de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian
vuestra buena conducta en Cristo. Porque mejor es que padezcáis haciendo el
bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal. Porque también
Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para
llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en
espíritu” (1Pedro 3:8-18).
Tengamos cuidado de no seguir el ejemplo de los que murmuran de los demás para
que no seamos contados como parte del grupo de Caín, Balaam y Coré (Judas 1:10-
16), más bien, “vosotros, amados, tened memoria de las palabras que antes
fueron dichas por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo; los que os decían:
En el postrer tiempo habrá burladores, que andarán según sus malvados
deseos. Estos son los que causan divisiones; los sensuales, que no tienen al
Espíritu” (Judas 1:17-19).
Que nuestra manera de pensar, hablar y actuar sean conforme las Escrituras, no nos
apresuremos a realizar juicios a priori (Isaías 55:7-9; Filipenses 2:5,14-15; 4:8;
2Corintios 13:5).
Tal como el aceite de oliva hace brillar el rostro y da luz por medio de la lámpara, la
luz que el Padre eterno ha puesto en cada uno de nosotros por medio de Su Espíritu
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Santo debe brillar intensamente, para que así los demás puedan ser iluminados al ver
nuestro proceder y, tributándoles alabanzas, reconozcan, ensalcen y glorifiquen al
Padre y al Hijo Jesucristo que moran en y con cada uno de nosotros (Mateo 5:14-16).
La salvación física de todo un pueblo que estaba siendo atacado por el gigante Goliat
y el ejército de los filisteos vino por medio de un joven, instrumento humano utilizado
por el Todopoderoso, David, a quien el Eterno ungió con Su Espíritu, de manera
análoga en este tiempo del fin se nos instruye en la exhortación de Pablo a Timoteo,
como pueblo espiritual a que persistamos en lo que hemos aprendido y hemos sido
persuadidos, entendiendo de QUIÉN hemos aprendido; “y que desde la niñez has
sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la
salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (2Timoteo 3:14-15).
Miren cuán hermosos son estos dichos revelados por el Espíritu Santo en boca del
apóstol Pablo:
“En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está
viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra
mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad
de la verdad. Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su
prójimo; porque somos miembros los unos de los otros. Airaos, pero no
pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo. El que
hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno,
para que tenga qué compartir con el que padece necesidad. Ninguna palabra
corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria
edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. Y no contristéis al Espíritu Santo
de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. Quítense de
vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes
sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros,
como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” (Efesios 4:22-32).
Ya para finalizar, leamos tres escrituras, tres testimonios que nos presentan Mateo,
Pablo y Juan:
Mateo 5:37: “Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de
esto, de mal procede”.
Juan 7:24 “NO JUZGUÉIS SEGÚN LAS APARIENCIAS, SINO JUZGAD CON
JUSTO JUICIO”.
Que el Bendito Padre celestial y Su amado Hijo Jesucristo nos permitan meditar sobre
todo esto, y nos ayuden a fundamentar nuestras relaciones en el respeto, la
cordialidad, la consideración y la tolerancia del uno hacia el otro. Que seamos UNO en
y con el Padre y el Hijo.
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Algunas fuentes de información utilizadas en este artículo son: 1) Diccionario Enciclopédico
LAROUSSE CONCISO Ilustrado. 2001; 2) Diccionario PEQUEÑO LAROUSSE ILUSTRADO. 1978; 3)
Jorge Luis Alcázar del Castillo - La maledicencia, la calumnia y el chisme; 4) Rabino Yonatán D. Galed,
charla El Poder de Tu Lengua;5) Biblia Reina Valera 1960; 6); Biblia Versión Traducción Lenguaje
Actual– TLA; 7) Biblia Versión Nueva Traducción Viviente – NTV.
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“Amanecerá y veremos”
H ace meses atrás, específicamente la noche del viernes 24 de enero de 2014,
comenzando el sábado, se habló brevemente sobre los eclipses que sucederán este
año 2014 y el próximo año 2015, durante el desarrollo de la charla alguien vinculó la
coincidencia de la ocurrencia de estos fenómenos CON LA PASCUA Y LAS FIESTAS
con algo que había leído en el artículo “¿Cuándo nació Jesucristo?”, escrito por un
ministro que salió de la Iglesia de Dios Universal (Worldwide Church of God).
Entonces expresé que citaba el verso: “Examinadlo todo, retened lo bueno”, de 1
Tesalonicenses 5:21, haciendo énfasis sobre el hecho de que NO ES QUE LO
RETENGAMOS TODO, sino lo bueno que hay escrito allí. Entendiendo que debemos
ver y confirmar todo a través del crisol de las Escrituras, conociendo que toda buena
dádiva y todo don perfecto viene de lo Alto. Luego mencioné que la especulación es
buena, o sea, que especular no es malo, pero que tengamos cuidado de no hacer un
dogma o una doctrina de estas cosas.
También hice mención de la analogía sobre el cieguito colombiano, a quien don Pablo
se ha referido unas sin-cuenta veces, que dice “amanecerá y veremos”, lo que a mi
entender significa que la profecía podemos comprenderla sólo cuando ella está en
cumplimiento. Para confirmar esta aseveración, leamos en 2 Pedro, capítulo 1 y
versículo 19:
Es decir, que hay que ESPERAR (otra manera de ejercitar la fe y la paciencia) que el
día esclarezca o que amanezca para entonces ver qué sucedió o qué sucederá, y
aquí me permito agregar “por tanto, Jehová el Señor dice así: He aquí que yo he
puesto en Sion por fundamento una piedra, piedra probada, angular, preciosa,
de cimiento estable; EL QUE CREYERE, NO SE APRESURE” (Isaías 28:16).
Como bien lo expresó Jim Rector en el siguiente párrafo de su artículo “¿Es Daniel 7
una profecía para hoy?”:
18
—Cito:
Con todo esto no estoy queriendo decir que nos sentemos a esperar que del cielo nos
llueva maná, sino que debemos actuar conforme a la VOLUNTAD DE DIOS, TODO
DEPENDE DE ÉL, y necesitamos con urgencia estar abrigados bajo esa dependencia
plena en Él, sabiendo que somos simplemente barro en las Manos del Hacedor y
Sustentador, la Autoridad Suprema del universo.
Nuestro Padre celestial y Su amado Hijo Jesucristo trabajan hasta ahora y están muy
ocupados en Su obra—el hombre, hasta que Cristo sea formado en éste. Véase Juan
5:17; Juan 6:29; Gálatas 4:19.
Meditemos en la obra del alfarero, cuántas veces este artesano hace y deshace
objetos hasta conseguir su objetivo, una obra acabada y bien pulida. De igual manera,
el Padre y el Hijo están llevando a cabo una obra similar con el barro rojo, Adán (el
hombre, varón y hembra), llevándole a través de una y otra dimensión hasta conseguir
Su objetivo, una obra acabada y bien pulida, el postrer Adán, alma vivificante.
Permítanme citar y leer algunos pasajes de las Escrituras que guardan relación con lo
dicho anteriormente.
Isaías 45:9: “¡Ay del que pleitea con su Hacedor! ¡el tiesto con los tiestos de la
tierra! ¿Dirá el barro al que lo labra: ¿Qué haces?; o tu obra: No tiene manos?”.
19
Isaías 64:6-8: “Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras
justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y
nuestras maldades nos llevaron como viento. Nadie hay que invoque tu nombre,
que se despierte para apoyarse en ti; por lo cual escondiste de nosotros tu
rostro, y nos dejaste marchitar en poder de nuestras maldades. Ahora pues,
Jehová, tú eres nuestro padre; nosotros barro, y tú el que nos formaste; así que
obra de tus manos somos todos nosotros”.
El apóstol Pablo visualizó muy certeramente la obra que el Eterno Creador está
llevando a cabo.
Efesios 2:10:“Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas
obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”.
Es necesario que en todas las cosas seamos de un mismo modo de pensar y actuar
con el Padre celestial y Su Hijo Jesucristo, así como nos exhorta el salmista, en
Salmos 55:7-9:
20
la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis
pensamientos más que vuestros pensamientos”.
“No empleen un lenguaje grosero ni ofensivo. Que todo lo que digan sea bueno
y útil, a fin de que sus palabras resulten de estímulo para quienes las oigan. No
entristezcan al Espíritu Santo de Dios con la forma en que viven. Recuerden que
él los identificó como suyos, y así les ha garantizado que serán salvos el día de
la redención. Líbrense de toda amargura, furia, enojo, palabras ásperas,
calumnias y toda clase de mala conducta. Por el contrario, sean amables unos
con otros, sean de buen corazón, y perdónense unos a otros, tal como Dios los
ha perdonado a ustedes por medio de Cristo”.
Filipenses 4: 4 al 9:
21
oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo
entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo
Jesús. Por lo demás, hermanos, TODO LO QUE ES VERDADERO, TODO LO
HONESTO, TODO LO JUSTO, TODO LO PURO, TODO LO AMABLE, TODO LO
QUE ES DE BUEN NOMBRE; SI HAY VIRTUD ALGUNA, SI ALGO DIGNO DE
ALABANZA, EN ESTO PENSAD. Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y
visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros”.
“Pero de los más de ellos no se agradó Dios; por lo cual quedaron postrados en
el desierto. Mas estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que
no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron. Ni seáis idólatras, como
algunos de ellos, según está escrito: Se sentó el pueblo a comer y a beber, y se
levantó a jugar. Ni forniquemos, como algunos de ellos fornicaron, y cayeron en
un día veintitrés mil. Ni tentemos al Señor, como también algunos de ellos le
tentaron, y perecieron por las serpientes. Ni murmuréis, como algunos de ellos
murmuraron, y perecieron por el destructor. Y estas cosas les acontecieron
como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han
alcanzado los fines de los siglos. Así que, el que piensa estar firme, mire que no
caiga”.
Todo esto se escribió para que no nos sintamos que somos mejores que ellos, pues si
nos descuidamos bien podemos incurrir en los mismos errores y peor aún, ser
descalificados después de haber gustado las cosas celestiales, “Por lo cual,
levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas; y haced sendas derechas
para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea
sanado. Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.
Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando
alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados; no
sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida
vendió su primogenitura. Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar
la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento,
aunque la procuró con lágrimas” (Hebreos 12:12-17).
22
Recordemos que la lucha NO ES CONTRA CARNE Y SANGRE, sino contra
EJÉRCITOS ESPIRITUALES DE MALDAD en las regiones celestes.
¿Cómo podemos pelear la batalla contra las asechanzas del diablo, contra los
principados, potestades, gobernadores de las tinieblas de este mundo y el ejército
espiritual de maldad en las regiones celestes? ¿Cómo podemos estar y permanecer
firmes? ¿Será que necesitamos de Alguien que pelee por nosotros, conociendo que
no tenemos fuerza, voluntad ni poder humanos para combatir a nuestra manera y por
nuestro propio esfuerzo?
La Palabra es el Verbo, quien más tarde vino a ser el Mesías Jesucristo, como leemos
en Juan 1:1-4, de la versión Nueva Traducción Viviente:
El viejo hombre, lo terrenal tiene que morir, con todas las cosas corruptibles que
heredó de sus padres, para llegar a ser conforme lo que Pablo declara a continuación:
“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en
mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me
amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).
He ahí cómo podemos pelear las batallas espirituales y estar y permanecer firmes,
CRISTO EN NOSOTROS ES QUIEN PELEA LAS BATALLAS, por la fe que viene
como fruto del Espíritu y esto no de nosotros, sino que es don de Dios.
“Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo
fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos.
Te mando delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Jesucristo, que
dio testimonio de la buena profesión delante de Poncio Pilato, que guardes el
mandamiento sin mácula ni reprensión, hasta la aparición de nuestro Señor
Jesucristo, la cual a su tiempo mostrará el bienaventurado y solo Soberano, Rey
de reyes, y Señor de señores, el único que tiene inmortalidad, que habita en luz
inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la
honra y el imperio sempiterno. Amén”.
24
1 Tesalonicenses 5:1 al 28:
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