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“No juzguéis según las apariencias”

Quiero compartir con ustedes un tema que tal vez no sea muy agradable al oído de
la sintonía adámica, es decir, al oído natural, carnal, humano; no obstante sí resulta
ser muy interesante para aquellos que tienen “los sentidos ejercitados en el
discernimiento del bien y del mal…Es verdad que ninguna disciplina al presente
parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de
justicia a los que en ella han sido ejercitados” (Heb 5:14; 12:11). Luego que lo
escuchen o lean una y otra vez, comprenderán que es vital para nuestro crecimiento
espiritual y mucho más en estos días postreros cuando vemos sucederse ante
nuestros ojos el cumplimiento de un sinnúmero de profecías que de alguna manera
guardan relación con lo que ustedes oirán o leerán.

Voy a comenzar contándoles una breve historia acerca de un muchacho que defendió
con honor a Israel de un paladín y del ejército de un pueblo de la genealogía de Cam,
se encuentra en el primer libro de Samuel, capítulo 17, versículos 1 al 58. Para su
lectura utilizaré la versión de la Biblia Traducción Lenguaje Actual - TLA:

“Los filisteos reunieron su ejército en Socó de Judá y se prepararon para pelear


contra los israelitas. Pusieron su campamento en Efes-damim, que está entre
Socó y Azecá.

“Por su parte, Saúl y los israelitas también se prepararon para la batalla y


acamparon en el valle de Elá.

“En una colina estaban los filisteos, y en la colina de enfrente estaban los
israelitas. En medio de los dos ejércitos estaba el valle.

“En el ejército filisteo había un hombre llamado Goliat, que era de Gat y medía
casi tres metros de altura. Llevaba puesto un casco, y también una armadura de
bronce que pesaba como cincuenta y siete kilos. Sus piernas estaban
protegidas con placas de bronce, y en los hombros llevaba una jabalina. La base
de su lanza era enorme, y su punta era de hierro y pesaba como siete kilos.
Delante de él iba su ayudante.

“Goliat se paró frente al ejército israelita y gritó desafiante: «Yo soy filisteo, y
ustedes están al servicio de Saúl. No hace falta que todos ustedes salgan a
pelear. Elijan a uno de ustedes, y mándenlo a pelear conmigo.
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“Si es buen guerrero y me mata, nosotros seremos esclavos de ustedes. Pero si
yo lo mato, ustedes serán nuestros esclavos. »Yo desafío a todo el ejército
israelita. Elijan a uno de sus hombres para que luche conmigo».

“Cuando Saúl y los israelitas oyeron lo que decía el filisteo, se desanimaron y


les dio mucho miedo. Pero el filisteo siguió provocando a los israelitas mañana
y tarde, durante cuarenta días. Jesé había nacido en Belén de Judá. Ya era muy
viejo y tenía ocho hijos, de los cuales David era el menor. Sus tres hijos
mayores eran Eliab, Abinadab y Samá, y habían ido con Saúl a la guerra. David
pasaba el tiempo cuidando las ovejas de su padre y llevando mensajes y
provisiones a sus hermanos, que estaban con Saúl.

“Así fue como un día Jesé le dijo a David: «Tus hermanos están con Saúl y los
demás israelitas en el valle de Elá, peleando contra los filisteos. Llévales ahora
mismo unos veinte kilos de trigo tostado y diez panes. Toma también estos diez
quesos, y dáselos al jefe del ejército. Fíjate cómo están tus hermanos, y tráeme
alguna de sus pertenencias como señal de que están bien».

“En cuanto amaneció, David se levantó y dejó sus ovejas al cuidado de uno de
los pastores, luego tomó la comida que su padre le había indicado, y se puso en
camino.

“Cuando llegó al campamento, el ejército israelita se estaba formando y


lanzando el grito de batalla. Y los israelitas y los filisteos se pusieron frente a
frente.

“David dejó la comida con uno de los guardias y se fue corriendo para saludar a
sus hermanos. Mientras hablaba con ellos, escuchó cuando Goliat salió de entre
los filisteos y empezó a gritar y a desafiar a los israelitas. Cuando estos vieron a
Goliat, les dio mucho miedo y huyeron.

“Pero David les preguntó a los que estaban cerca de allí: —¿Quién se cree este
extranjero, que se atreve a desafiar a los ejércitos de Dios? ¿Qué le darán a
quien lo mate y le devuelva la honra a Israel? Y le contestaron a David: —Quien
mate a ese atrevido, se casará con la hija del rey Saúl. También recibirá muchas
riquezas, y su familia no volverá a pagar impuestos.

“Cuando Eliab, que era el hermano mayor de David, escuchó la conversación de


David con los soldados, se enojó muchísimo y le preguntó a David: —¿A qué

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viniste? ¿Con quién dejaste tus pocas ovejas en el desierto? Yo sé bien que
eres un mentiroso y un malvado. Sólo viniste a ver la batalla.
“Pero David le respondió: —¿Y ahora qué hice? ¿Qué, ya no puedo ni hablar?

“Y David se alejó de su hermano, pero fue y le preguntó a otro soldado en


cuanto a la recompensa que ofrecía el rey. Y el soldado le repitió lo que ya le
habían dicho.

“Algunos soldados oyeron que David andaba preguntando, y fueron a decírselo


a Saúl. Entonces el rey hizo llamar a David, y David le dijo: —No se preocupe Su
Majestad. Yo mataré a ese filisteo.

“Pero Saúl le dijo: —No vas a poder matarlo. Tú eres todavía muy jovencito, y él
ha sido guerrero toda su vida.

“David le contestó: —Yo soy pastor de las ovejas de mi padre. Pero si un león o
un oso vienen a llevarse alguna oveja, yo los persigo, los hiero y les quito del
hocico la oveja.

“Y si el león o el oso se me echan encima, yo los golpeo y los mato. Y eso


mismo voy a hacer con este filisteo, pues ha desafiado a los ejércitos del Dios
vivo.

“Si Dios me ha librado de las garras de leones y de osos, también me librará de


este filisteo. Entonces Saúl le dijo a David: —Anda, pues, y que Dios te
acompañe.

“Enseguida Saúl dio órdenes de que le pusieran a David su propia ropa militar,
su armadura de bronce y su casco.

“Por su parte, David se colgó la espada, pero como no estaba acostumbrado a


usar armadura, no podía ni caminar. Así que le dijo a Saúl: —Yo no estoy
acostumbrado a usar esto, y no puedo ni caminar. Y se quitó la armadura.

“Pero tomó su vara y su honda, y puso en su bolsa cinco piedras del río. Luego
fue y se le acercó al filisteo. También Goliat se acercó a David, aunque su
ayudante iba siempre delante de él.

“Cuando vio que David no era más que un muchachito de piel morena, lo
consideró muy poca cosa y lo maldijo en nombre de sus dioses. Le dijo: —¡Vaya

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con el niño bonito! Vienes a pelear conmigo con un palo, como si fuera yo un
perro. Ven acá, que te voy a matar, y con tu carne voy a alimentar a los buitres y
a las bestias salvajes.

“Pero David le contestó: —¡Y tú vienes a pelear conmigo con espada, y flechas y
lanza! Pues yo vengo en el nombre del Dios todopoderoso, el Dios de los
ejércitos de Israel, a quien te has atrevido a desafiar.

“Hoy mismo Dios me ayudará a vencerte, y te mataré y te cortaré la cabeza. Hoy


mismo alimentaré a los buitres y a las bestias salvajes con los cadáveres de los
soldados filisteos. ¡Y todo el mundo sabrá lo grande que es el Dios de Israel!
»Todos los que están aquí se darán cuenta de que es Dios quien da la victoria
en las batallas. Dios nos dará la victoria sobre ustedes, ¡y así sabrán que para
triunfar, Dios no necesita de espadas ni de flechas!

“Cuando el filisteo se acercó para atacarlo, David también corrió hacia él y,


sacando una piedra de su bolsa, disparó su honda y le pegó al filisteo en plena
cara. La piedra se le clavó en la frente, y el filisteo cayó de cara al suelo.

“Enseguida corrió David y se paró sobre Goliat, le quitó su espada y, de un solo


golpe, le cortó la cabeza. Así fue como, sin tener una espada, David venció al
filisteo. Lo mató con sólo una honda y una piedra. Cuando los filisteos vieron
muerto a su poderoso guerrero, salieron corriendo.

“Pero los hombres de Israel y de Judá, lanzando un grito de batalla, los


persiguieron hasta la entrada de Gat y de Ecrón. Todo el camino que lleva a Gat
y Ecrón, y que se conoce con el nombre de Saaraim, quedó cubierto de filisteos
muertos.

“Luego de perseguir a los filisteos, los israelitas regresaron al campamento


filisteo y se apoderaron de todas sus pertenencias.

“David, por su parte, llevó a Jerusalén la cabeza del filisteo y se quedó con sus
armas.

“Mientras David peleaba con Goliat, Saúl le preguntó a Abner, que era el jefe de
su ejército: —¿Quién es ese joven? ¿Quién es su padre? Y Abner le contestó: —
Le juro a Su Majestad que no lo sé. Entonces el rey le dijo: —Pues averígualo.

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“Luego de que David mató al filisteo, Abner lo llevó a la presencia de Saúl. David
llevaba en la mano la cabeza del filisteo.

“Y Saúl le preguntó: —¿Quién es tu padre? Y David le contestó: —Soy hijo de


Jesé de Belén, servidor de Su Majestad”.

Acabamos de leer que David siendo aún jovencito tuvo el valor de enfrentar a un
poderoso enemigo y, a pesar que Eliab su hermano mayor le había reconvenido
habiéndose enojado muchísimo con él, resulta ser que David, ayudado por el Eterno,
fue el único capaz de salvar a todos sus hermanos y al pueblo de Israel. El brazo del
Eterno Creador se manifestó a través de David, demostrándonos que no debemos
juzgar a nadie por su aspecto. Es por ello que titulé este estudio “No juzguéis según
las apariencias”.

Como ustedes sabrán, no sé nada de oratoria ni mucho menos, prefiero hablar poco y,
lo poco que hable, que sea la Palabra del Todopoderoso, del ÚNICO que tiene
inmortalidad, así como Pablo prefería en la iglesia, hablar cinco palabras con su
entendimiento de las cosas de lo Alto (1Corintios 14:19); pues, en la multitud de
palabras no falta pecado (Proverbios 10:19). Considere usted.

Como feroz incendio forestal fuera de control que amenazaba con consumir 2,000
viviendas y unas 1,500 estructuras más pequeñas, tras arrasar con enormes
extensiones de bosque maderero al este de Sacramento, en California (EEUU), el
fatídico día jueves 18 de septiembre de 2014, así el juzgar a los demás o emitir juicios
en contra de una persona es como un cáncer o fuego que desde tiempos
inmemoriales se desarrolla, quema y arrasa cada fibra y tejido de nuestra sociedad
(Santiago 3:1-12).

Hoy día, con el advenimiento de las redes sociales, el juzgar a los demás se ha vuelto
una práctica común y se lleva a cabo en gran escala, se habla de los demás incluso
aunque se tenga muy poca base y no existan argumentos, se emiten juicios en contra
de las personas sólo porque sí o por comentarios aislados, generados muchas veces
por personas envidiosas, rencorosas y frustradas, en fin, muy carnales, que se sienten
reconfortadas hablando mal de los demás. La envidia es madre del odio, de la
maledicencia, de la calumnia, del chisme.

El término juzgar tiene muchos significados, por ejemplo: Decidir en calidad de juez.
Opinar, creer, considerar. (Diccionario Enciclopédico LAROUSSE CONCISO
Ilustrado. 2001). Juzgar: Enunciar un juicio sobre una persona o cosa: juzgar mal a
uno (SINÓN. V. Estimar). (Diccionario PEQUEÑO LAROUSSE ILUSTRADO. 1978).

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Veamos, además, el significado de otros términos que guardan relación con el tema
que vamos desarrollando y que debemos tener bien en claro:

La maledicencia es el hábito de hablar en perjuicio de alguien denigrándolo. La


calumnia es una acusación falsa hecha con el propósito de causar daño. El
chismees una noticia verdadera o falsa con que se murmura o se pretende difamar a
una persona o en muchos casos a una institución. La envidia es la tristeza causada
en uno por el bienestar de otro. En internet existen muchos diccionarios en los cuales
se pueden consultar el significado de estas y otras palabras de interés.

Nuestra sociedad actual vive los tiempos revelados al profeta Oseas y al apóstol
Pablo:

“Oíd palabra de Jehová, hijos de Israel, porque Jehová contiende con los
moradores de la tierra; porque no hay verdad, ni misericordia, ni conocimiento
de Dios en la tierra. Perjurar, mentir, matar, hurtar y adulterar prevalecen, y
homicidio tras homicidio se suceden” (Oseas 4:1-2, versión Reina Valera 1960,
otras según se indican).

“También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos
peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros,
vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos,
impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles,
aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los
deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la
eficacia de ella; a éstos evita” (2Timoteo3:1-5).

No se deje llevar por las apariencias, pues por ellas el sacerdote Elí se apresuró a
juzgar injustamente a Ana, madre de Samuel el profeta, como si ella fuera una mujer
impía y borracha. Leamos el relato en el primer capítulo del libro de 1 Samuel:

“Hubo un varón… del monte de Efraín, que se llamaba Elcana… Y tenía él dos
mujeres; el nombre de una era Ana, y el de la otra, Penina. Y Penina tenía hijos,
mas Ana no los tenía. Y todos los años aquel varón subía de su ciudad para
adorar y para ofrecer sacrificios a Jehová de los ejércitos en Silo, donde
estaban dos hijos de Elí, Ofni y Finees, sacerdotes de Jehová… Y su rival la
irritaba, enojándola y entristeciéndola, porque Jehová no le había concedido
tener hijos. Así hacía cada año; cuando subía a la casa de Jehová, la irritaba así;
por lo cual Ana lloraba, y no comía. Y Elcana su marido le dijo: Ana, ¿por qué
lloras? ¿por qué no comes? ¿y por qué está afligido tu corazón? ¿No te soy yo
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mejor que diez hijos? Y se levantó Ana después que hubo comido y bebido en
Silo; y mientras el sacerdote Elí estaba sentado en una silla junto a un pilar del
templo de Jehová, ella con amargura de alma oró a Jehová, y lloró
abundantemente...Mientras ella oraba largamente delante de Jehová, Elí estaba
observando la boca de ella. Pero Ana hablaba en su corazón, y solamente se
movían sus labios, y su voz no se oía; y Elí la tuvo por ebria. Entonces le dijo
Elí: ¿Hasta cuándo estarás ebria? Digiere tu vino. Y Ana le respondió diciendo:
No, señor mío; yo soy una mujer atribulada de espíritu; no he bebido vino ni
sidra, sino que he derramado mi alma delante de Jehová. No tengas a tu sierva
por una mujer impía; porque por la magnitud de mis congojas y de mi aflicción
he hablado hasta ahora. Elí respondió y dijo: Ve en paz, y el Dios de Israel te
otorgue la petición que le has hecho… Aconteció que al cumplirse el tiempo,
después de haber concebido Ana, dio a luz un hijo, y le puso por nombre
Samuel, diciendo: Por cuanto lo pedí a Jehová” (1Samuel 1:1-3, 6-17, 20).

A veces sucede, también sin darnos cuenta, incurrimos en tremendo error cuando nos
dejamos envolver en discusiones ajenas y enjuiciamos inmediatamente a uno u otro
según lo que aparenta, primero, sin que nadie nos haya dado el derecho de participar
en dichas discusiones y, segundo, sin tener ninguna base o fundamento de juicio. No
olvidemos cuán “peligroso resulta meterse en pleitos ajenos, como querer
agarrar por la cola a un perro bravo” (Proverbios 26:17, versión Traducción
Lenguaje Actual – TLA).

Cuando existen desacuerdos entre dos o más personas, debemos ser prudentes y
escuchar atentamente y con imparcialidad a las partes enfrentadas, teniendo siempre
en mente que el Creador permite todo esto para bien. Recordemos el caso del rey
Salomón cuando tuvo que tomar una decisión crucial, de vida o muerte, con aquella
tierna criatura a punto de ser dividida en dos partes simétricamente iguales para ser
compartidas con aquellas mujeres que reclamaban ser madres de la criatura en
cuestión, de no haber sido por la sabiduría que el Eterno Creador puso en Salomón,
qué habría sido de aquel bebé. “Y todo Israel oyó aquel juicio que había dado el
rey; y temieron al rey, porque vieron que había en él sabiduría de Dios para
juzgar” (1Reyes 3:28). Meditemos en esto.

Imitemos el ejemplo de nuestro Señor Jesús, pues el Padre celestial declara:

“Del tocón de la familia de David saldrá un brote. Sí, un Retoño nuevo que dará
fruto de la raíz vieja. Y el Espíritu del SEÑOR reposará sobre él: el Espíritu de
sabiduría y de entendimiento, el Espíritu de consejo y de poder, el Espíritu de
conocimiento y de temor del SEÑOR. Él se deleitará en obedecer al SEÑOR; no

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juzgará por las apariencias ni tomará decisiones basadas en rumores” (Isaías
11:1-3, versión Nueva Traducción Viviente – NTV).

Luego que el Eterno Creador hubo rechazado a Saúl como rey sobre Israel por haber
incumplido con el mandato de exterminar por completo a toda la nación de Amalec por
éste haberse opuesto a Israel cuando salió de Egipto (es decir, lo envía a eliminar a
hombres, mujeres, niños, recién nacidos, ganado, ovejas, cabras, camellos y burros,
probablemente todos estaban contaminados genéticamente), le dice a Samuel que
escoja de entre los hijos de Isaí, en Belén, porque Él ha elegido a uno de sus hijos
para hacerlo Su rey (1 Samuel 15:1-35).

“Así que Samuel hizo como el SEÑOR le indicó. Cuando llegó a Belén, los
ancianos del pueblo salieron a su encuentro temblando. —¿Qué pasa? —le
preguntaron—. ¿Vienes en son de paz?—Sí —contestó Samuel—, vine para
ofrecer un sacrificio al SEÑOR. Purifíquense y vengan conmigo al sacrificio.
Luego Samuel realizó el rito de purificación para Isaí y sus hijos y también los
invitó al sacrificio. Cuando llegaron, Samuel se fijó en Eliab y pensó:
«¡Seguramente éste es el ungido del SEÑOR!». Pero el SEÑOR le dijo a Samuel:
—No juzgues por su apariencia o por su estatura, porque yo lo he rechazado. El
SEÑOR no ve las cosas de la manera en que tú las ves. La gente juzga por las
apariencias, pero el SEÑOR mira el corazón” (1Samuel 16:4-7, versión Nueva
Traducción Viviente – NTV).

Si continuamos leyendo el relato, los siguientes versículos de 1 Samuel 16,


encontramos que “Isaí le presentó sus siete hijos a Samuel. Pero Samuel le dijo:
—El SEÑOR no ha elegido a ninguno de ellos. Después Samuel preguntó: —
¿Son éstos todos los hijos que tienes? —Queda todavía el más joven —contestó
Isaí—. Pero está en el campo cuidando las ovejas y las cabras. —Manda llamarlo
de inmediato —dijo Samuel—. No nos sentaremos a comer hasta que él llegue.
Entonces Isaí mandó a buscarlo. El joven era trigueño y apuesto, y de hermosos
ojos. Y el SEÑOR dijo: —Este es, úngelo. Al estar David de pie entre sus
hermanos, Samuel tomó el frasco de aceite de oliva que había traído y ungió a
David con el aceite. Y el Espíritu del SEÑOR vino con gran poder sobre David a
partir de ese día. Luego Samuel regresó a Ramá” (1Samuel 16:10-13, versión
Nueva Traducción Viviente – NTV).

Extraordinaria lección nos da el Eterno Creador, Él no se detiene en las apariencias;


así como Su Palabra penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los
tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón, de igual manera

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Su mirada es profundamente penetrante, recorre aún lo más recóndito de nuestro ser,
Él ve mucho más allá que lo que el hombre ve.

Cuántas veces habremos juzgado a alguien sólo por las apariencias, sin siquiera
conocerlo a fondo, sólo por rumores infundados y lo catalogamos como lo peor, tanto
así que le negamos hasta el saludo y, para colmo, nos apresuramos a condenarlo
rotundamente. Tengamos cuidado y detengámonos de continuar incurriendo en tales
errores, pues, como dice el Divino Maestro:

“No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis,
seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. ¿Y por qué
miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que
está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu
ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio
ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano” (Mateo 7:1-
5; Lucas 6:37-42).

¿Será que mientras estamos tan ocupados hablando de los otros o de quienes están
en autoridad que no nos queda tiempo para examinarnos a nosotros mismos?
¿Echamos sobre los demás nuestras propias frustraciones? ¿Hablamos de lo que
carecen los demás para no tener que afrontar lo que carecemos nosotros mismos?
¿Nos escondemos en la broma y en sacarle punta a asuntos ajenos para no asumir
nuestras propias incapacidades?

El Mesías Jesús acusa de hipocresía a escribas y fariseos en el relato de Mateo,


capítulo 23. La hipocresía es el fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a
los que verdaderamente se tienen o experimentan. Es presumir lo que uno no es.
Pidamos al Padre celestial que desarraigue de nosotros tal actitud y nos conceda ser
humildes y sencillos.

En Lucas 18, Jesús relata la parábola del fariseo y el publicano, dejándonos un


hermoso ejemplo de humildad:

“A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los


otros, dijo también esta parábola: Dos hombres subieron al templo a orar: uno
era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo
de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres,
ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la
semana, doy diezmos de todo lo que gano. Mas el publicano, estando lejos, no
quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo:

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Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que éste descendió a su casa
justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado;
y el que se humilla será enaltecido” (Lucas 18:9-14).

Y Pablo nos dice “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga”
(1Corintios 10:12).

Si queremos vivir una vida plena de significado, debemos buscar la forma de dejar de
“interesarnos” en las vidas ajenas y comenzar a preocuparnos más de nuestras
propias vidas, es decir, permitirle al Eterno Creador que mejore y corrija nuestros
defectos y que perdone todas nuestras rebeliones y pecados ocultos. Debemos ser
más sinceros cuando hablamos a las personas, y más tolerantes cuando hablamos de
ellos y que lo que hablemos de ellos sea todo lo puro, honesto y justo. Si vemos algo
con lo que no estemos de acuerdo o alguna cosa molestosa en alguno (incluidos
aquellos que ejercen autoridad sobre nosotros), debemos ir directamente a él
hablándole con honestidad y sensatez, demostrando nuestros argumentos.
Estudiemos meditativamente Proverbios 26:17-28; Juan 10:10-15; 1Corintios 13.
¡Cuántos males, sufrimientos y rencores serían evitados si habláramos con sinceridad!

Es probable que alguna vez en su vida se haya encontrado con determinada persona
a la que usted sin darse cuenta la enjuició en su mente, inducido tal vez por
comentarios negativos hacia esa persona por parte de su compañero de trabajo, o de
un familiar, o de un amigo, o de un “hermano en la fe”, no sabiendo usted el mal tan
grande que se está acarreando. Otra vez, el apóstol Pablo nos exhorta a no
equivocarnos, pues si estamos constantemente escuchando malas conversaciones,
entonces se corromperán nuestras buenas costumbres (1Corintios 15:33; véase
también Jeremías 17:9).

Muchas veces nos hacemos imágenes sobre alguien, aún sin haber cruzado palabras
y sin conocerle a fondo y pensamos que es una persona odiosa, mentirosa,
irrespetuosa, en fin, todo lo negativo que podamos encontrar para encajarle a la tal
persona.

Como bien lo expresó el Rabino Yonatán D. Galed, en su charla sobre “El Poder de
Tu Lengua”: “¿Qué hace tan grave una persona que habla mal de los demás?
Cuando el hombre llega a hablar mal de su prójimo, de un amigo, de una persona que
no le cae bien, cuando el hombre habla mal de los demás es porque él cayó en la
herejía, él dejó de creer en el Creador del universo; que alguien que habla mal del otro
es porque no cree, no tiene fe en el Creador, está negando la existencia del Creador,

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el que habla mal de su prójimo niega la existencia del Creador”. Hasta aquí, las
palabras del Rabino.

Al juzgar injustamente o criticar a los demás, lamentablemente incurrimos en la


maledicencia, el chisme, la calumnia, las murmuraciones, sembrando para cosechar
frutos carnales que, si el Eterno Creador no nos guiara al arrepentimiento, seríamos
enfrentados ante “una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que
ha de devorar a los adversarios” (Hebreos 10:27).

Santiago, hermano de nuestro Señor, muy bien dice: “Hermanos, no murmuréis los
unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura
de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino
juez. Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién
eres para que juzgues a otro?” (Santiago 4:11-12).

Así, pues, cuando hablamos mal de los demás es porque no tenemos fe en el Eterno
Creador, y estamos negando Su existencia, pues Él dice: “Hagamos al hombre a
nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza… Y creó Dios al hombre a su
imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Génesis 1:26-27). Y:
“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos
de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él,
porque le veremos tal come él es” (1Juan 3:2).

Muchas cosas que a veces nos suceden en la vida diaria, todo tipo de tribulaciones y
sufrimientos, nos llegan justamente como consecuencia de las calumnias.

El que murmura hace daño a tres personas, a sí mismo, al que escucha sin desmentir
al que murmura, y a la persona de quien se murmura. Si se tiene algo que reprochar a
alguien, él (es decir, la persona que escucha sin desmentir al que murmura)es la
primera persona que debería escuchar el reproche, pero lamentablemente por la falta
de sinceridad inherente en el ser humano, el maledicente se encuentra con el
compañero, le sonríe y le saluda con palabras amables y hasta le adula, para
después, apenas despedido, comenzar, de una manera u otra a hablar mal de él a sus
espaldas.

El aspecto peculiar o principal del chisme es la mentira o la verdad dicha a medias,


siendo parte importante, la patraña o noticia falsa y la calumnia, y si a esto le
añadimos que cada oyente, al momento de contárselo a otro, le agrega un poco más
de condimento de su propia cosecha, nos encontramos con horripilantes
monstruosidades que suelen acabar con el honor y la dignidad de una persona. Lo

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grave es que el chisme se usa increíblemente contra personas que se consideran
amigas, actuando con hipocresía y perfidia dejando estupefacto a cualquiera.

Los seres humanos somos por naturaleza egoístas y nos centramos en nuestros
propios problemas, adversidades u oportunidades, pero cuando se trata de encontrar
defectos y hacérselos saber a todo el mundo, ahí sí sabemos centrar la atención en
los demás y dejar nuestro yo de lado. Todos somos expertos en las vidas ajenas;
hasta existen programas de televisión y personas que facturan de eso (Sal 51:5; Ecl
7:29; Rom 11:32).

Cuando se genera un rumor, éste, como una bola de nieve, va creciendo y cada
persona por la que pasa va agregando algo de su propia cosecha y el mensaje
original se ha convertido en algo irreconocible, tal como la bola de nieve se convierte
en una avalancha que destruye todo a su paso. ¿Se acuerdan del juego de pasar un
mensaje a alguien y luego a otro y a otro y así sucesivamente entre un grupo de
personas? Después de pasar el mismo mensaje a través de varias personas al final
dicho mensaje terminaba totalmente tergiversado e irreconocible. Pues lo mismo pasa
en muchas ocasiones en nuestra vida.

El daño causado por la maledicencia es casi irreparable. No siempre nos damos


cuenta del perjuicio. Se agravia, ofende y calumnia con un descaro increíble, si
preguntamos a un chismoso de dónde extrajo tales expresiones, responderá: “lo
escuché”, “me dijeron”, “me lo contó un amigo”. En muchos casos la maledicencia se
basa en afirmaciones sin sentido, pero una vez que han sido pronunciadas causan un
daño difícil de reparar. Es como una persona que yendo por un camino y subiendo a
un alto monte con una bolsa llena de plumas de aves y las va arrojando al viento,
después, tratando de revertir el asunto intenta recoger de nuevo pluma por pluma,
lamentablemente se le hace difícil recoger todas las plumas, pues el viento las ha
llevado bastante lejos; así es cuando se echa a correr un comentario infundado sobre
alguien, se hace difícil revertir la situación y reparar el daño ya hecho.

Los chismes son informaciones deformadas, que tienen un ciclo similar a los rumores:
como si fueran seres vivos nacen, se desarrollan y dejan de ser. Incluso pueden
reencarnarse con nuevos bríos o hasta con nuevo cuerpo. El chisme es producto de la
convivencia social y se adquiere con el tiempo, y todos de alguna forma lo hemos
practicado. Con mucha razón se nos dice en Santiago 4:4-5: “¡Oh almas adúlteras!
¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera,
pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. ¿O
pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en
nosotros nos anhela celosamente?”Y, en: 1Juan 2:15-16: “No améis al mundo, ni

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las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no
está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los
deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del
mundo”.

Veamos, además, cuán interesantes las palabras que el Eterno habló a Moisés,
diciendo:

“Habla a toda la congregación de los hijos de Israel, y diles: Santos seréis,


porque santo soy yo Jehová vuestro Dios. No harás injusticia en el juicio, ni
favoreciendo al pobre ni complaciendo al grande; con justicia juzgarás a tu
prójimo. No andarás chismeando entre tu pueblo. No atentarás contra la vida de
tu prójimo. Yo Jehová” (Levítico 19: 2, 15-16)

Un comentario infundado generalmente está constituido por una serie de mentiras o


exageraciones que tal vez lleguen a perjudicar a uno o varios individuos, dependiendo
de la intención de quien lo genera.

En el caso de la calumnia, ésta es considerada como un modo de difamación que


destruye a la persona afectada, no sólo por las heridas que produce, sino por la
dificultad de repararlas. Aunque a uno le importe poco la opinión ajena, la calumnia
abre las puertas a la duda. La calumnia tiene su mejor cómplice en el “piensa mal” y
hace tambalearse hasta las más firmes convicciones acerca de la rectitud o la
honradez de una persona, incluso una vez aclarada la mentira. Se sabe de amistades
a prueba de bombas que han sucumbido al insidioso enredo de las maledicencias
deliberadas; el veneno de la calumnia ha roto parejas y ha desmembrado familias,
igual que ha provocado depresiones y sembrado discordias irreparables.

David y su hijo Salomón fueron inspirados por el Espíritu a escribir:

“Destruirás a los que hablan mentira… Porque en la boca de ellos no hay


sinceridad; Sus entrañas son maldad, Sepulcro abierto es su garganta, Con su
lengua hablan lisonjas. Castígalos, oh Dios; Caigan por sus mismos consejos;
Por la multitud de sus transgresiones échalos fuera, Porque se rebelaron contra
ti… Guarda tu lengua del mal, y tus labios de hablar engaño” (Salmos5:6, 9-10;
34:13).

“Seis cosas aborrece Jehová, Y aun siete abomina su alma: Los ojos altivos, la
lengua mentirosa, Las manos derramadoras de sangre inocente, El corazón que
maquina pensamientos inicuos, Los pies presurosos para correr al mal, El
testigo falso que habla mentiras, Y el que siembra discordia entre hermanos…
13
El que habla verdad declara justicia; Mas el testigo mentiroso, engaño. Hay
hombres cuyas palabras son como golpes de espada; Mas la lengua de los
sabios es medicina. El labio veraz permanecerá para siempre; Mas la lengua
mentirosa sólo por un momento. Engaño hay en el corazón de los que piensan
el mal; Pero alegría en el de los que piensan el bien…El hombre perverso
levanta contienda, y el chismoso aparta a los mejores amigos… Las palabras del
chismoso son como bocados suaves, y penetran hasta las entrañas… La muerte
y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos… Sin
leña se apaga el fuego, y donde no hay chismoso, cesa la contienda… Las
palabras del chismoso son como bocados suaves, y penetran hasta las
entrañas” (Proverbios6:16-19; 12:17-20; 16:28; 18:8, 21; 26:20, 22).

La estructura del chisme la conforman: el chismoso, el receptor del chisme y la


víctima, de la cual se habla en forma negativa y sin fundamentos. Esto puede ir desde
una simple crítica hasta la invención de toda una historia en desmedro de la víctima.
Un ejemplo fehaciente lo constituyen nuestras instituciones de trabajo, pues se
convierten en verdaderos campos de espionaje entre los que laboran, la inseguridad
se intensifica, se pierde la confianza entre los compañeros, se traicionan, se utilizan,
compiten, se crean ambientes en los que se siente que se camina entre espinos y
abrojos.

En la antigüedad, en algunas culturas orientales, el honor y la honra eran los bienes


más preciados de las personas y su pérdida se consideraba irrecuperable, y cuando
alguien ofendía el honor y la honra de un individuo, esta ofensa se lavaba con sangre
generalmente en un duelo. Se hablaba de ojo por ojo y diente por diente. Pero,
durante Su ministerio, en su primer advenimiento, Jesucristo elevó todo esto a un
concepto espiritual más abarcador, mandándonos a amar a nuestros enemigos y a los
que nos calumnian y ultrajan. En la actualidad estos conceptos son considerados
anticuados y lo que se le enseña a nuestros jóvenes hoy día es una sociedad en la
que todo se puede comprar y vender, una sociedad donde prima la mediocridad y la
falta de valores morales y espirituales (véase Mateo 5:38-48; Lucas 6.27-36).

El apóstol Pedro nos invita a todos a tener una buena conciencia, veamos:

“Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos


fraternalmente, misericordiosos, amigables; no devolviendo mal por mal, ni
maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que
fuisteis llamados para que heredaseis bendición. Porque: El que quiere amar la
vida Y ver días buenos, Refrene su lengua de mal, Y sus labios no hablen
engaño; Apártese del mal, y haga el bien; Busque la paz, y sígala. Porque los

14
ojos del Señor están sobre los justos, Y sus oídos atentos a sus oraciones; Pero
el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal. ¿Y quién es aquel que
os podrá hacer daño, si vosotros seguís el bien? Mas también si alguna cosa
padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois. Por tanto, no os
amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis, sino santificad a Dios el Señor
en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con
mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza
que hay en vosotros; teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran
de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian
vuestra buena conducta en Cristo. Porque mejor es que padezcáis haciendo el
bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal. Porque también
Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para
llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en
espíritu” (1Pedro 3:8-18).

Tengamos cuidado de no seguir el ejemplo de los que murmuran de los demás para
que no seamos contados como parte del grupo de Caín, Balaam y Coré (Judas 1:10-
16), más bien, “vosotros, amados, tened memoria de las palabras que antes
fueron dichas por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo; los que os decían:
En el postrer tiempo habrá burladores, que andarán según sus malvados
deseos. Estos son los que causan divisiones; los sensuales, que no tienen al
Espíritu” (Judas 1:17-19).

El apóstol Pablo conforta y a la vez amonesta a los miembros de la congregación en


Corinto y, por extensión a todos nosotros, a no caer en la idolatría:

“Porque no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres todos


estuvieron bajo la nube, y todos pasaron el mar… Pero de los más de ellos no
se agradó Dios; por lo cual quedaron postrados en el desierto…Ni murmuréis,
como algunos de ellos murmuraron, y perecieron por el destructor. Y estas
cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a
nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos. Así que, el que piensa
estar firme, mire que no caiga” (1Corintios 10:1, 5, 10-12).

Que nuestra manera de pensar, hablar y actuar sean conforme las Escrituras, no nos
apresuremos a realizar juicios a priori (Isaías 55:7-9; Filipenses 2:5,14-15; 4:8;
2Corintios 13:5).

Tal como el aceite de oliva hace brillar el rostro y da luz por medio de la lámpara, la
luz que el Padre eterno ha puesto en cada uno de nosotros por medio de Su Espíritu

15
Santo debe brillar intensamente, para que así los demás puedan ser iluminados al ver
nuestro proceder y, tributándoles alabanzas, reconozcan, ensalcen y glorifiquen al
Padre y al Hijo Jesucristo que moran en y con cada uno de nosotros (Mateo 5:14-16).

La salvación física de todo un pueblo que estaba siendo atacado por el gigante Goliat
y el ejército de los filisteos vino por medio de un joven, instrumento humano utilizado
por el Todopoderoso, David, a quien el Eterno ungió con Su Espíritu, de manera
análoga en este tiempo del fin se nos instruye en la exhortación de Pablo a Timoteo,
como pueblo espiritual a que persistamos en lo que hemos aprendido y hemos sido
persuadidos, entendiendo de QUIÉN hemos aprendido; “y que desde la niñez has
sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la
salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (2Timoteo 3:14-15).

Miren cuán hermosos son estos dichos revelados por el Espíritu Santo en boca del
apóstol Pablo:

“En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está
viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra
mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad
de la verdad. Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su
prójimo; porque somos miembros los unos de los otros. Airaos, pero no
pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo. El que
hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno,
para que tenga qué compartir con el que padece necesidad. Ninguna palabra
corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria
edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. Y no contristéis al Espíritu Santo
de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. Quítense de
vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes
sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros,
como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” (Efesios 4:22-32).

Ya para finalizar, leamos tres escrituras, tres testimonios que nos presentan Mateo,
Pablo y Juan:

Mateo 5:37: “Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de
esto, de mal procede”.

2Corintios 5:11-12, 16-17: “Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a


los hombres; pero a Dios le es manifiesto lo que somos; y espero que también
lo sea a vuestras conciencias. No nos recomendamos, pues, otra vez a
16
vosotros, sino os damos ocasión de gloriaros por nosotros, para que tengáis
con qué responder a los que se glorían en las apariencias y no en el corazón…
De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne;
y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así. De modo
que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he
aquí todas son hechas nuevas”.

Juan 7:24 “NO JUZGUÉIS SEGÚN LAS APARIENCIAS, SINO JUZGAD CON
JUSTO JUICIO”.

Que el Bendito Padre celestial y Su amado Hijo Jesucristo nos permitan meditar sobre
todo esto, y nos ayuden a fundamentar nuestras relaciones en el respeto, la
cordialidad, la consideración y la tolerancia del uno hacia el otro. Que seamos UNO en
y con el Padre y el Hijo.

________________________________________________________________________________________
Algunas fuentes de información utilizadas en este artículo son: 1) Diccionario Enciclopédico
LAROUSSE CONCISO Ilustrado. 2001; 2) Diccionario PEQUEÑO LAROUSSE ILUSTRADO. 1978; 3)
Jorge Luis Alcázar del Castillo - La maledicencia, la calumnia y el chisme; 4) Rabino Yonatán D. Galed,
charla El Poder de Tu Lengua;5) Biblia Reina Valera 1960; 6); Biblia Versión Traducción Lenguaje
Actual– TLA; 7) Biblia Versión Nueva Traducción Viviente – NTV.

17
“Amanecerá y veremos”
H ace meses atrás, específicamente la noche del viernes 24 de enero de 2014,
comenzando el sábado, se habló brevemente sobre los eclipses que sucederán este
año 2014 y el próximo año 2015, durante el desarrollo de la charla alguien vinculó la
coincidencia de la ocurrencia de estos fenómenos CON LA PASCUA Y LAS FIESTAS
con algo que había leído en el artículo “¿Cuándo nació Jesucristo?”, escrito por un
ministro que salió de la Iglesia de Dios Universal (Worldwide Church of God).
Entonces expresé que citaba el verso: “Examinadlo todo, retened lo bueno”, de 1
Tesalonicenses 5:21, haciendo énfasis sobre el hecho de que NO ES QUE LO
RETENGAMOS TODO, sino lo bueno que hay escrito allí. Entendiendo que debemos
ver y confirmar todo a través del crisol de las Escrituras, conociendo que toda buena
dádiva y todo don perfecto viene de lo Alto. Luego mencioné que la especulación es
buena, o sea, que especular no es malo, pero que tengamos cuidado de no hacer un
dogma o una doctrina de estas cosas.

También hice mención de la analogía sobre el cieguito colombiano, a quien don Pablo
se ha referido unas sin-cuenta veces, que dice “amanecerá y veremos”, lo que a mi
entender significa que la profecía podemos comprenderla sólo cuando ella está en
cumplimiento. Para confirmar esta aseveración, leamos en 2 Pedro, capítulo 1 y
versículo 19:

“Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en


estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el
día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones…”

Es decir, que hay que ESPERAR (otra manera de ejercitar la fe y la paciencia) que el
día esclarezca o que amanezca para entonces ver qué sucedió o qué sucederá, y
aquí me permito agregar “por tanto, Jehová el Señor dice así: He aquí que yo he
puesto en Sion por fundamento una piedra, piedra probada, angular, preciosa,
de cimiento estable; EL QUE CREYERE, NO SE APRESURE” (Isaías 28:16).

Como bien lo expresó Jim Rector en el siguiente párrafo de su artículo “¿Es Daniel 7
una profecía para hoy?”:
18
—Cito:

“En este momento en la historia, ningún ser humano puede conocer


con absoluta certeza cuándo ocurrirá el fin, y cuando alguien le diga
que sabe, yo le sugiero que salga corriendo ¡como viento huracanado!
Lo que sí sabemos, sin embargo, y lo que podemos conocer, debería
calmarnos. Nos encontremos o no viviendo en el mismísimo tiempo del
fin, queda por verse, pero la escritura parece estar en la pared.
Hacemos bien si cuidadosamente tomamos en cuenta las señales de
los tiempos, si rechazamos la filosofía que desalienta a aquellos que
están dispuestos a mirar abiertamente a los sucesos siniestros que
están ocurriendo en la actualidad, si nos acercamos al Todopoderoso y
a su Hijo como nunca antes, ¡si nos ponemos la armadura de Dios y
nos fortalecemos en contra del terror que ha de venir, y que habiendo
hecho todo esto, podamos estar en pie delante del Hijo del Hombre!
(Efesios 6:10-12; Lucas 21:36).” —Termina la cita.

Con todo esto no estoy queriendo decir que nos sentemos a esperar que del cielo nos
llueva maná, sino que debemos actuar conforme a la VOLUNTAD DE DIOS, TODO
DEPENDE DE ÉL, y necesitamos con urgencia estar abrigados bajo esa dependencia
plena en Él, sabiendo que somos simplemente barro en las Manos del Hacedor y
Sustentador, la Autoridad Suprema del universo.

Nuestro Padre celestial y Su amado Hijo Jesucristo trabajan hasta ahora y están muy
ocupados en Su obra—el hombre, hasta que Cristo sea formado en éste. Véase Juan
5:17; Juan 6:29; Gálatas 4:19.

Meditemos en la obra del alfarero, cuántas veces este artesano hace y deshace
objetos hasta conseguir su objetivo, una obra acabada y bien pulida. De igual manera,
el Padre y el Hijo están llevando a cabo una obra similar con el barro rojo, Adán (el
hombre, varón y hembra), llevándole a través de una y otra dimensión hasta conseguir
Su objetivo, una obra acabada y bien pulida, el postrer Adán, alma vivificante.

Permítanme citar y leer algunos pasajes de las Escrituras que guardan relación con lo
dicho anteriormente.

Isaías 45:9: “¡Ay del que pleitea con su Hacedor! ¡el tiesto con los tiestos de la
tierra! ¿Dirá el barro al que lo labra: ¿Qué haces?; o tu obra: No tiene manos?”.
19
Isaías 64:6-8: “Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras
justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y
nuestras maldades nos llevaron como viento. Nadie hay que invoque tu nombre,
que se despierte para apoyarse en ti; por lo cual escondiste de nosotros tu
rostro, y nos dejaste marchitar en poder de nuestras maldades. Ahora pues,
Jehová, tú eres nuestro padre; nosotros barro, y tú el que nos formaste; así que
obra de tus manos somos todos nosotros”.

Jeremías 18:1-6: “Palabra de Jehová que vino a Jeremías, diciendo: Levántate y


vete a casa del alfarero, y allí te haré oír mis palabras. Y descendí a casa del
alfarero, y he aquí que él trabajaba sobre la rueda. Y la vasija de barro que él
hacía se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según le
pareció mejor hacerla. Entonces vino a mí palabra de Jehová, diciendo: ¿No
podré yo hacer de vosotros como este alfarero, oh casa de Israel? dice Jehová.
He aquí que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi
mano, oh casa de Israel”.

El apóstol Pablo visualizó muy certeramente la obra que el Eterno Creador está
llevando a cabo.

Efesios 2:10:“Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas
obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”.

Filipenses 1:6: “Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la


buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”.

Hebreos 10:23-24: “Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra


esperanza, porque fiel es el que prometió. Y considerémonos unos a otros para
estimularnos al amor y a las buenas obras”.

Es necesario que en todas las cosas seamos de un mismo modo de pensar y actuar
con el Padre celestial y Su Hijo Jesucristo, así como nos exhorta el salmista, en
Salmos 55:7-9:

“Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a


Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio
en perdonar. Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni
vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que

20
la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis
pensamientos más que vuestros pensamientos”.

Pensemos como el Unificador Eterno piensa, permitámosle morar en nuestras mentes


y que sature nuestros pensamientos, que Su Palabra abunde en nosotros; pidámosle
que nos haga UNO con Él y como el apóstol Pablo lo confirma en Filipenses 2:1-5:

“Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si


alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia,
completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes,
sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes
bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él
mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo
de los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir [manera de pensar] que hubo
también en Cristo Jesús”.

Y también como lo rinde la versión Nueva Traducción Viviente, en Efesios 4:29-32:

“No empleen un lenguaje grosero ni ofensivo. Que todo lo que digan sea bueno
y útil, a fin de que sus palabras resulten de estímulo para quienes las oigan. No
entristezcan al Espíritu Santo de Dios con la forma en que viven. Recuerden que
él los identificó como suyos, y así les ha garantizado que serán salvos el día de
la redención. Líbrense de toda amargura, furia, enojo, palabras ásperas,
calumnias y toda clase de mala conducta. Por el contrario, sean amables unos
con otros, sean de buen corazón, y perdónense unos a otros, tal como Dios los
ha perdonado a ustedes por medio de Cristo”.

Regocijémonos siempre en el Señor, pensemos y actuemos con rectitud, cuando se


nos pida información acerca de alguien que lo que hablemos de esa persona sea todo
lo puro, todo lo bueno, resaltando las virtudes que el Altísimo hace brillar en ella y no
fijándonos en las cosas negativas para criticarlas. Leamos con el apóstol Pablo,
Filipenses, capítulo 4, versículos 4 al 9:

Filipenses 4: 4 al 9:

“Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! Vuestra gentileza


sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. Por nada estéis
afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda

21
oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo
entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo
Jesús. Por lo demás, hermanos, TODO LO QUE ES VERDADERO, TODO LO
HONESTO, TODO LO JUSTO, TODO LO PURO, TODO LO AMABLE, TODO LO
QUE ES DE BUEN NOMBRE; SI HAY VIRTUD ALGUNA, SI ALGO DIGNO DE
ALABANZA, EN ESTO PENSAD. Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y
visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros”.

Durante sus jornadas por el desierto, el pueblo de Israel experimentó un sinnúmero de


adversidades como consecuencia de las murmuraciones, idolatría, codicias,
tentaciones, etcétera. Por tanto, leamos sobre esto en 1 Corintios 10:5-12:

“Pero de los más de ellos no se agradó Dios; por lo cual quedaron postrados en
el desierto. Mas estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que
no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron. Ni seáis idólatras, como
algunos de ellos, según está escrito: Se sentó el pueblo a comer y a beber, y se
levantó a jugar. Ni forniquemos, como algunos de ellos fornicaron, y cayeron en
un día veintitrés mil. Ni tentemos al Señor, como también algunos de ellos le
tentaron, y perecieron por las serpientes. Ni murmuréis, como algunos de ellos
murmuraron, y perecieron por el destructor. Y estas cosas les acontecieron
como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han
alcanzado los fines de los siglos. Así que, el que piensa estar firme, mire que no
caiga”.

Todo esto se escribió para que no nos sintamos que somos mejores que ellos, pues si
nos descuidamos bien podemos incurrir en los mismos errores y peor aún, ser
descalificados después de haber gustado las cosas celestiales, “Por lo cual,
levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas; y haced sendas derechas
para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea
sanado. Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.
Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando
alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados; no
sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida
vendió su primogenitura. Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar
la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento,
aunque la procuró con lágrimas” (Hebreos 12:12-17).

22
Recordemos que la lucha NO ES CONTRA CARNE Y SANGRE, sino contra
EJÉRCITOS ESPIRITUALES DE MALDAD en las regiones celestes.

Efesios 6:10 al 18:

“Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su


fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra
las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino
contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas
de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.
Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día
malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos
vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados
los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de
la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el
yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios;
orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en
ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos”.

¿Cómo podemos pelear la batalla contra las asechanzas del diablo, contra los
principados, potestades, gobernadores de las tinieblas de este mundo y el ejército
espiritual de maldad en las regiones celestes? ¿Cómo podemos estar y permanecer
firmes? ¿Será que necesitamos de Alguien que pelee por nosotros, conociendo que
no tenemos fuerza, voluntad ni poder humanos para combatir a nuestra manera y por
nuestro propio esfuerzo?

Leamos Filipenses 2:12-16:

“Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi


presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en
vuestra salvación con temor y temblor, PORQUE DIOS ES EL QUE EN
VOSOTROS PRODUCE ASÍ EL QUERER COMO EL HACER, POR SU BUENA
VOLUNTAD. Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis
irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación
maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el
mundo; ASIDOS DE LA PALABRA DE VIDA…”

Ahora bien, ¿quién es LA PALABRA DE VIDA? En Juan 6:68-69, dice:


23
“Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida
eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del
Dios viviente”. También en Juan 14:6: “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la
verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”. Juan 17:17:“Santifícalos en
tu verdad; tu palabra es verdad”.

La Palabra es el Verbo, quien más tarde vino a ser el Mesías Jesucristo, como leemos
en Juan 1:1-4, de la versión Nueva Traducción Viviente:

“En el principio la Palabra ya existía. La Palabra estaba con Dios, y la Palabra


era Dios. El que es la Palabra existía en el principio con Dios. Dios creó todas
las cosas por medio de él, y nada fue creado sin él. La Palabra le dio vida a todo
lo creado, y su vida trajo luz a todos”.

El viejo hombre, lo terrenal tiene que morir, con todas las cosas corruptibles que
heredó de sus padres, para llegar a ser conforme lo que Pablo declara a continuación:

“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en
mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me
amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).

He ahí cómo podemos pelear las batallas espirituales y estar y permanecer firmes,
CRISTO EN NOSOTROS ES QUIEN PELEA LAS BATALLAS, por la fe que viene
como fruto del Espíritu y esto no de nosotros, sino que es don de Dios.

Ya para concluir, leamos 1 Timoteo, capítulo 6, los versículos 12 al 16 y todo el


capítulo 5 de 1 Tesalonicenses.

1Timoteo 6:12 al 16:

“Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo
fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos.
Te mando delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Jesucristo, que
dio testimonio de la buena profesión delante de Poncio Pilato, que guardes el
mandamiento sin mácula ni reprensión, hasta la aparición de nuestro Señor
Jesucristo, la cual a su tiempo mostrará el bienaventurado y solo Soberano, Rey
de reyes, y Señor de señores, el único que tiene inmortalidad, que habita en luz
inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la
honra y el imperio sempiterno. Amén”.
24
1 Tesalonicenses 5:1 al 28:

“Pero acerca de los tiempos y de las ocasiones, no tenéis necesidad, hermanos,


de que yo os escriba. Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del
Señor vendrá así como ladrón en la noche; que cuando digan: Paz y seguridad,
entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer
encinta, y no escaparán. Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para
que aquel día os sorprenda como ladrón. Porque todos vosotros sois hijos de
luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas. Por tanto, no
durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios. Pues los que
duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan.
Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la
coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo. Porque no
nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro
Señor Jesucristo, quien murió por nosotros para que ya sea que velemos, o que
durmamos, vivamos juntamente con él. Por lo cual, animaos unos a otros, y
edificaos unos a otros, así como lo hacéis. Os rogamos, hermanos, que
reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os
amonestan; y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra.
Tened paz entre vosotros. También os rogamos, hermanos, que amonestéis a
los ociosos, que alentéis a los de poco ánimo, que sostengáis a los débiles, que
seáis pacientes para con todos. Mirad que ninguno pague a otro mal por mal;
antes seguid siempre lo bueno unos para con otros, y para con todos. Estad
siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la
voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. No apaguéis al Espíritu. No
menospreciéis las profecías. Examinadlo todo; retened lo bueno. Absteneos de
toda especie de mal. Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo
vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida
de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama, el cual también lo hará.
Hermanos, orad por nosotros. Saludad a todos los hermanos con ósculo santo.
Os conjuro por el Señor, que esta carta se lea a todos los santos hermanos. La
gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros. Amén”.

De manera que ahora sí podemos afirmar convencidamente, con el cieguito


colombiano, “Amanecerá y veremos”.

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