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EL PARADIGMA DE LA DELIBERACIÓN
0.
Esfera pública del discurso: nueva perspectiva sobre la argumentación, añadida a las
clásicas o tradicionales.
Argumentativa.
Goodnight (1982): la “esfera pública” como campo de discurso relativamente específico
frente al discurso personal (privado) y al discurso técnico (profesional).
* Una cuestión: ¿se trataría de una delimitación metódica o sustantiva?
* Objeto de estudio de la “deliberative rhetoric”. ¿Intento de asimilación?
1
Política.
Por ejemplo, Rawls (1993): razones públicas + marco constitucional.
Razón pública: fondo de creencias, procedimientos y valores relativamente compartidos
acerca de cuestiones jurídico-políticas básicas, e.g. consideraciones de equidad, puntos
constitucionales esenciales. Una alegación que cualquier ciudadano, en calidad de tal,
podría razonablemente aceptar acerca de la cuestión en discusión.
- No es una razón abstractamente buena o libre de cualquier constricción que no
sea interna, cuya cogencia deba ser reconocida y que solo se guíe por la búsqueda de la
verdad.
- Un criterio sociológico de exclusión: las alegaciones que lleven a posturas
irreconciliables o a discusiones de principios doctrinales.
- Un criterio epistemológico de exclusión: no atenerse a los procedimientos
argumentativos comunes y a los métodos lógicos o empíricos establecidos.
En consecuencia, se excluyen de las razones públicas las convicciones sectarias
o religiosas, las posturas metafísicas, las fundamentaciones ideológicas.
Según Rawls, el Tribunal Supremo USA sería el paradigma institucional del
ejercicio de la razón pública.
Disciplinaria.
Desplazamiento desde los planteamientos y consideraciones de macro-esferas hasta los
planteamientos y consideraciones de micro-esferas, en particular en el caso de la
deliberación y la negociación, por motivos de orden profesional (al servicio de
facilitadores o monitores de experiencias) y de orden heurístico (investigación empírica
de casos y puestas a prueba de modelos).
2
0.2 Reducción propuesta.
De la “esfera pública” al “discurso público”: i.e. de la teoría o la filosofía política a la
teoría de la argumentación → lógica del discurso público o “lógica civil”.
* Una invitación: estudiar la historia Guadiana de esta lógica o retórica civil (una
tradición clásica y medieval) → en España: lógica informal en lengua vernácula,
interesada en el discurso común y aplicada a cuestiones de orden práctico e interés
público, desde P. Simón Abril 1587 hasta C. Vaz Ferreira 1910 o incluso Recaséns 1956
3
personalidad propia. Aunque el ideal de una teoría de la argumentación sería la
integración de todas.
La deliberación.
Explorando la perspectiva del discurso público podemos encontrarnos con varias y
diversas formas y con diferentes prácticas paradigmáticas (e.g. la deliberación, la
negociación, entre las primeras; el debate parlamentario, el jurado, el muestreo (polling)
deliberativo, etc. entre las segundas). Aquí me ocuparé de la deliberación.
0. Preliminares:
Tres planos básicos de consideración de la deliberación: género retórico / práctica de la
prudencia reflexiva / modalidad de discurso público.
Deliberación es un término de raíz latina, compuesto a partir del étimo libra, balanza,
de donde ha heredado la metáfora subyacente en la idea de sopesar o ponderar los pros y
los contras de una resolución que se debe tomar ante una cuestión práctica planteada. La
metáfora leibniziana de la Balanza de la Razón [Trutina Rationis] 1.
En la antigua tradición griega, los términos referidos a la deliberación tenían dos
sentidos principales conforme a dos contextos relevantes de uso: uno retórico, donde
caracterizaban un género de discurso, y otro ético, donde significaban un ejercicio o una
muestra de la virtud de la prudencia. En nuestros días, en particular desde los años
1980, se ha venido a añadir a este legado un tercer sentido de deliberación como forma
o incluso género de discurso público, significado que ha adquirido un creciente relieve
no solo en marcos de gestión interactiva de problemas prácticos sino en filosofía
política, especialmente en discusiones en torno a los ideales y programas de la llamada
“democracia deliberativa”. Veamos brevemente estos tres significados capitales en sus
contextos respectivos.
1
«Si tuviéramos una Balanza de la Razón, en la que se pesaran con precisión los argumentos expuestos a
favor y en contra de la causa, y se pronunciara sentencia a favor del platillo más inclinado, [tendríamos]
un arte mayor que aquella fantástica ciencia de conseguir oro» (Leibniz, hacia 1671: Commentariuncula
de judice controversiarum, seu Trutina Rationis et norma textus, § 60). Arte que, por cierto, es «la
verdadera lógica (ea autem Ars est vera logica)» (§ 61). Vid. Olaso (1973), Dascal (1996). Leibniz pasó
desde esta concepción juvenil de una balanza precisa, algorítmica y resolutiva, hasta una concepción más
fina y comprensiva, en su madurez, de una balanza sensible a las contingencias del caso que se inclina sin
imponer o determinar necesariamente; según Dascal (l.c., p. 377, n. 11), la frase «incliner sans necessiter»
marca en la metafísica madura de Leibniz el dominio de lo contingente y la jurisdicción de la ética, y
aparece en su Discours de Metaphysique (1685; vid. e.g. § 30).
4
0.1 La deliberación como género retórico.
El primer texto conocido es la Retórica a Alejandro: habla de la deliberación como un
género de discurso público [génos demegorikón] que tiene lugar en el marco de una
discusión asamblearia sobre una resolución y puede proceder tanto a efectos suasorios
como disuasorios al respecto (RhA. 1421b1). La Retórica de Aristóteles se hace eco de
esta idea en los términos de “género deliberativo” [génos symbouleutikón]: «Lo propio
de la deliberación [symboúleusis] es la persuasión y la disuasión pues una de estas dos
cosas es lo que hacen siempre tanto los que aconsejan en privado, como los que hablan
en público acerca de un asunto común» (Rh. 1358b7-9). Es un discurso que apunta al
futuro: versa sobre algo venidero, sea para aconsejarlo, sea para prevenirlo. Y, en fin, su
propósito característico se mueve entre lo conveniente y lo perjudicial: el que aconseja,
recomienda lo que estima mejor; el que disuade, procura apartar de lo que juzga peor.
5
0.3 La deliberación como modalidad de discurso público.
Hoy también entendemos la deliberación como una forma interactiva de argumentación
que pondera y gestiona información, opciones y preferencias en orden a tomar de modo
responsable y reflexivo una decisión o una resolución práctica. Discurre en marcos
sociales de discusión acerca de asuntos de interés común o al menos colectivo, que cabe
dirimir mediante razones de dominio público –i.e. comunicables y compartibles más
allá de los dominios personales o profesionales de argumentación. Su curso en este
ámbito de discurso público descansa en ciertas bases pragmáticas de entendimiento y
coordinación entre los agentes participantes, miembros de la comunidad involucrada.
Pero puede seguir diversas pautas de procedimiento; una que cabe considerar
relativamente estándar (cf, e.g., McBurney, Hitchcock y Parsons 2001) es la compuesta
por unas fases como las siguientes: (i) planteamiento del asunto que va a gobernar o
centrar el debate y apertura de la sesión; (ii) distribución, discusión y evaluación de la
información; (iii) avance de propuestas y contra-propuestas; (iv) escrutinios y
ponderaciones, ajustes y revisiones; (v) adopción de una resolución; (vi) confirmación
de la resolución tomada y clausura de la sesión. Por lo demás, en la fase (i) también
cabe declarar y asumir ciertas reglas de procedimiento –las tradicionales “Robert’s rules
of order”–, o convenciones específicas del marco dado de deliberación. Y, en fin, la
resolución adoptada y confirmada en (v) y (vi) puede consistir en dejar la discusión
abierta y la decisión en suspenso para volver sobre el asunto en otra ocasión.
La deliberación, en este sentido moderno, guarda cierta relación con los dos
sentidos anteriores: no deja de envolver una forma reflexiva y ponderativa de opciones,
interactiva y relativamente compleja de argumentación práctica, en la línea de 0.2, al
tiempo que versa sobre cuestiones de interés general para los agentes discursivos
involucrados, en la línea de 0.1. Pero el hecho de que su objeto sea una decisión o una
resolución colectiva, a tomar en y por un grupo, así como las condiciones y las
complicaciones asociadas –e.g. la coordinación de las intervenciones discursivas de los
participantes, las diversas modalidades de la toma colectiva de decisiones, la índole
homo/heterogénea de la comunidad–, introducen diferencias sustanciales entre este
nuevo sentido de deliberación y los otros dos tradicionales. Hasta el punto de que su
nueva constitución podría suponer una diferenciación no solo de grado, sino de escala.
Por otra parte, la difusión del término deliberación en este contexto del ‘discurso
público’ y de usos afines (e.g. ‘democracia deliberativa’) no ha impedido ver algunas
deficiencias y debilidades de su empleo habitual. Se han denunciado en particular: (a) la
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falta de una definición conceptual comprensiva y precisa; (b) la ausencia de un marco
teórico de integración; puntos que revelan su debilidad teórica y sistemática. Aunque en
todo caso suele reconocerse su doble dimensión: discursiva y socio-interactiva.
Aquí no podré ofrecer ninguna alternativa en la línea de (b): en muchos ámbitos
de la argumentación y, especialmente, en el campo de la argumentación en su conjunto,
una teoría integradora es justamente el saber que se busca. Pero sí me atreveré a sugerir,
en la línea de (a), una caracterización de la deliberación que contribuya a remediar sus
carencias o deficiencias conceptuales. Con el fin de hacer justicia a los diversos
aspectos tanto de carácter discursivo como de carácter social e interactivo que concurren
en la deliberación, intentaré una caracterización diversificada con arreglo a sus formas o
funciones básicas. A saber, las tres siguientes: 1/ como forma de discurso público, 2/
como modelo normativo y 3/ como modelo teórico aplicable a investigaciones de
diverso género, por ejemplo desde investigaciones tecnológicas y computacionales
referidas a sistemas multiagentes de simulación, hasta investigaciones empíricas y
referidas a macro- o micro-grupos reales o experimentales.
Se trataría entonces de una deliberación prudencial, A, que puede adoptar una forma
dialógica reducible a algún esquema de inferencia práctica (e.g. un esquema medios-fin
o un esquema actuación + consideración de riesgos/consecuencias). Las cuestiones
críticas pertinentes serían de este tenor: (a1) ¿Es adecuada la relación medios-fines
prevista? (a2) ¿Es realista la actuación propuesta? (a3) ¿Se han considerado las
consecuencias tanto positivas como negativas si las hubiera? ¿Se han medido los
riesgos? (a4) Hay otros modos de alcanzar el objetivo propuesto? (a5) ¿Cabe plantearse
7
otros objetivos concurrentes? Si nos vemos ante cursos de acción de suerte incierta,
habremos de reconocer el carácter abductivo, plausible y revisable de la resolución
tomada. Entonces se añadirán a nuestra lista nuevas cuestiones críticas como éstas: (a6)
¿Puede justificarse la propuesta en razón de las consideraciones plausibles aducidas?
(a7) ¿Es la más plausible a la luz de la información manejada? (a8) ¿Se han confrontado
los argumentos y contra-argumentos disponibles al respecto? 2
El problema de la confrontación entre argumentos “derrotables” o rebatibles.
Archivo: Notas sobre la confrontación.
Consideremos ahora un proceso deliberativo conjunto B en torno a la resolución
de un problema de interés o alcance colectivo: aquí las cuestiones críticas anteriores no
dejan de ser pertinentes, pero también habrá que tener en cuenta otros puntos sensibles
como los siguientes: (b1) ¿Se han esgrimido y ponderado debidamente los diversos
tipos de razones o alegaciones en juego? (b2) Se ha sesgado o se ha trivializado la
discusión? (b3) ¿Se ha ocultado información a los participantes? (b4) ¿Todos ellos han
podido verse reflejados en el curso de la discusión o en su desenlace?
Salta a la vista que los indicadores de calidad de la deliberación prudencial como
razonamiento práctico (a1-a5) y como argumentación dialógica plausible (a6-a8) no
alcanzan a dar indicaciones en el sentido de (b1-b4), sentido que justamente caracteriza
la deliberación como forma o género de discurso público, es decir como interacción
discursiva coordinada, colectiva y conjunta en torno a un problema de interés común.
1.2 Pero aún tienen mayor interés ciertos rasgos de la deliberación relacionados con su
constitución discursiva. Algunos rasgos que conforman un perfil distintivo:
ESQUEMA III
2
Si se introduce la consideración de valores, como posibles justificaciones de fines, este esquema de
razonamiento práctico debería ampliarse en el sentido de: un agente A pretende producir o que se den el
estado o las circunstancia E para la obtención de su propósito o fin F planteado en razón del valor V. Así
pues, las cuestiones críticas deberían extenderse a la consideración del valor o los valores en juego. Cf.
Atkinson, Bench-Capon y Mc Burney (2006). En todo caso, el examen crítico no es solo procedimental,
sino sustantivo.
8
(iii) Estimaciones y preferencias que descansan en alegaciones pluridimensionales →
importancia de consideraciones de plausibilidad, criterios de ponderación y supuestos
de congruencia práctica.
(iv) Propósito de inducir al logro consensuado y razonablemente motivado de resultados
de interés general. Presupone cierta coordinación y entendimiento mutuo entre los
deliberantes, aunque esto no garantice la cooperación vs. competición en el curso de la
deliberación ni, como desenlace, el acuerdo final.
(v) Dimensión perlocutiva: pretensiones de efectividad resolutiva y eficacia real.
vi) Dos supuestos disposicionales del éxito de las experiencias deliberativas:
1. La disposición a servirse de la argumentación en público y someter los motivos
individuales o particulares, no públicos, al juego de las razones públicas.
2. La disposición a someter los intereses y las preferencias previas al proceso de la
discusión pública.
9
“en las circunstancias dadas, se debe (conviene) hacer A para producir el estado
de cosas representado por, o conducente a, F, en razón del valor V”.
Los fines difieren de los valores en varios aspectos:
[a] los fines son alcanzables aunque no lo sean los valores, que pueden obrar como
metafines o directrices capaces de justificar y ordenar objetivos concretos (e.g. el valor
de la paz puede amparar o fundamentar el objetivo de lograr un determinado acuerdo);
[b] dos modos incompatibles de conseguir un mismo objetivo pueden ser parejamente
razonables en virtud de los diversos valores que determinan la opción por uno u otro
procedimiento: e.g. viajar en tren, en razón del valor comodidad, o viajar en avión, en
razón del valor rapidez. Entonces no vienen a justificar el fin, i.e. el de llegar al lugar
contemplado como destino del viaje puesto que se mantiene o cumple en ambos casos,
sino el medio preferible en cada caso.
(iii) Las propuestas suponen estimaciones y preferencias que descansan a su vez
en consideraciones contrapuestas de diverso orden y peso relativo, cuya ponderación
puede acogerse a un marco principal, determinado por institución o convención, o puede
remitir en otro caso a diversas balanzas correspondientes a las múltiples dimensiones
involucradas. Este carácter multidimensional de la argumentación deliberativa fue
reconocido desde los primeros tiempos: en la Retórica a Alejandro, tras mencionar la
deliberación como género del discurso político, se dice: «el que persuade tiene que
mostrar que las cosas que él exhorta a hacer son justas, legales, convenientes, nobles,
gratificantes y fáciles, y si no, cuando exhorte a hacer cosas arduas, ha de mostrar que
son posibles y que es preciso hacerlas. El que disuade de algo debe oponerse a ello por
consideraciones contrarias a éstas» (RhA, 1421b4).
Importancia de la ponderación. Casos de conmensurabilidad y comparabilidad.
Archivo: Notas sobre la ponderación.
(iv) Las propuestas, alegaciones y razones que se ponen en juego tratan de
inducir al logro consensuado de resultados o resoluciones de interés común, empresa
que supone cierta coordinación y entendimiento mutuo entre los deliberantes, aunque no
estén garantizados la cooperación en curso y el acuerdo final.
ESQUEMA IV
10
a/ Supuestos más bien constitutivos:
a.1 Del discurso deliberativo: dar cuenta y razón de las propuestas y resoluciones
→ razonabilidad en su doble dimensión de accountability y responsiveness.
Puede implicar distintivamente una ponderación de los pros/contras y de las
alternativas -en especial, cuando éstas resultan infradeterminadas (vid. Ponderación).
a.2 De la interacción deliberativa: carácter incluyente en el sentido de dirigirse a
todos los involucrados y permitirles tanto hablar, como ser escuchados.
a.3 Supuesto temático o sustantivo: tratar un asunto de interés público o común.
En suma:
Sustantivas / Procedimentales
11
* Normas o condiciones referidas a la calidad de discurso: interés público, dar cuenta y
razón quizás ponderativamente + narratividad (derivada de la inclusividad).
ESQUEMA V
12
- sistemas de aprendizaje interactivo.
3. Investigaciones empíricas de cambios o efectos producidos por la deliberación:
- cambios y diferencias ex post con respecto a actitudes/posturas ante;
- el sentido del cambio (apertura / clausura).
4. Investigación y puesta a prueba de indicadores de calidad del discurso.
13
3.3 Investigación empírica de cambios o efectos producidos −más bien en marcos
micro.
14
Vid. J. Ignacio Criado y Guadalupe Mtnez. Fuentes (2009), “Liderazgo y comunicación
en la era del blogging político”, www.razonypalabra.org.mx
Cf. también el informe D. Carpini, M. Cook, F. Lomax & L.R. Jacobs (2004).
Recuérdense, en fin, las claves de calidad deliberativa propuestas por Gastil (2008).
3. Problemas.
3
T. Steffensmeier (2008), “Argument quality in public deliberations - Report”, Argumentation and
Advocacy, 45/1: 1-17 [vLex]
15
De carácter más central, problemas de conformación:
1. Teóricos o programáticos.
Cuestiones de articulación interna: correlación y ajuste entre los aspectos
socio-éticos, socio-políticos y epistémico-discursivos.
2. Teórico-prácticos.
- Genéricos: Estudio de las relaciones entre las demandas de gestión y de
resolución y las modalidades del discurso público.
- Específicos: Estudio de las relaciones entre los modelos o programas de
democracia y los recursos deliberativos.
ESQUEMA VI
♦ Cuestiones de correlación y ajuste entre:
a/ las directrices socio-éticas relacionadas con programas de democracia
deliberativa, como las exigencias reguladoras de publicidad, reciprocidad o simetría y
respeto o autonomía;
b/ las presuntas virtudes democrático-deliberativas, a saber: la virtud cívica de
producir mejores ciudadanos (más informados, activos, responsables, cooperativos,
etc.); la virtud legitimadora de producir mayor reconocimiento y respeto de las
resoluciones conjuntamente tomadas, así como mayor satisfacción con su adopción y
compromiso con su cumplimiento; la virtud cognitiva de mejorar tanto la calidad del
discurso como el entendimiento mutuo y la información disponible 4.
c/ los supuestos o condiciones epistémico-discursivas: asunción de las reglas
normales del juego de dar/pedir razones, discriminación de mejores/peores razones y
reconocimiento del mayor peso relativo de la mejor razón.
Aparte de las cuestiones suscitadas por cada uno de estos correlatos en sí mismo
(e.g. a propósito de c/ la cuestión: ¿discurso racional vs. discurso narrativo?)
----------------------------------
Un desarrollo:
Consideremos, por ejemplo, el delicado punto de la correlación y ajuste entre (a) las
condiciones y directrices de orden socio-ético, (b) los propósitos o las virtudes socio-
políticas y (c) los supuestos de orden epistémico-discursivo que gobiernan, se supone, el
4
Vid. por ejemplo Pellizzoni (2001); también en análogo sentido Smith y Wales (2000), pp. 53-54.
16
uso apropiado de la argumentación en un marco democrático-deliberativo. Entre las
primeras, las directrices o condiciones regulativas de carácter social y ético (a), se
contarían las tres consabidas u otras equivalentes: la publicidad y transparencia, la
reciprocidad y simetría de la interacción –que implica no solo igualdad formal sino
distribución equitativa de las oportunidades de oír y ser oído–, y la libertad y autonomía
de juicio, amén de alguna otra condición sustantiva, como las referencias a valores y
fines de carácter general y a asuntos de interés o de repercusión pública. Entre las
segundas, las pretendidas virtudes (b), figurarían las recién mencionadas: la cívica, la
legitimadora y la cognitiva. Y, en fin, entre los supuestos de carácter epistémico-
discursivo de tipo (c), no ya regulativos como los anteriores sino constitutivos de la
actividad argumentativa propiamente dicha, cabe destacar la disposición de los agentes
discursivos a: (1) asumir las reglas de juego del dar-pedir razón de las propuestas, (2)
prever alguna forma de discriminación entre razones mejores y peores, e incluso (3)
reconocer, llegado el caso, el peso o la fuerza de la razón del mejor argumento frente a
sus oponentes –aunque esto no asegure contar siempre con un mejor argumento 5. Son
consideraciones de todos estos tipos las que determinan la calidad relativa de las
argumentaciones que conforman un proceso deliberativo y las que guían la valoración
del proceso mismo. La cuestión estriba no solo en su problemática efectividad o
cumplimiento, sino en sus relaciones mutuas: cómo se compenetran y ajustan los tres
planos, el socio-ético, el socio-político y el epistémico-discursivo.
Quizás valgan como hipótesis de trabajo las consideraciones siguientes: nada
asegura el cumplimiento de la regulación (c) del uso discursivo de la razón, pero cabe
observar que hay procesos deliberativos autorregulativos en este sentido, cuyo éxito
puede propiciar resultados en las líneas (a-b) de las presuntas virtudes socio-políticas.
Por ejemplo, el reconocimiento del poder interno de la justificación o del mayor peso
del argumento más fuerte [conforme a c (3)]) puede contrarrestar los poderes externos,
sean ejercidos sobre el proceso –en la línea de excluir la participación de determinados
agentes– o sean ejercidos dentro del proceso –en la línea de marginar, ignorar o anular
ciertas intervenciones, e.g. en aras de la corrección política o de una sensibilidad
religiosa–, de modo que favorezca el seguimiento de la directriz de autonomía (a) y de
la virtud cognitiva (b) en el curso de deliberación. Así como, complementariamente,
5
Repárese en la indeterminación resultante en los casos de una multidimensionalidad que envuelva el
enfrentamiento entre razones no conmensurables, de modo que ninguna de ellas rebate a la otra. Por otra
parte, los criterios de fuerza y pertinencia no deben entenderse de un modo absolutamente racionalista y
académico que excluya los poderes de la razón narrativa −o ignore a quienes la esgriman.
17
parece haber una estrecha relación entre la violación de las condiciones o directrices (a)
socio-éticas y el recurso a estrategias falaces en el plano discursivo, siendo además
ambas cosas determinantes del carácter viciado del discurso o de su deterioro.
La cuestión también puede replantearse siguiendo una tradición analítica a dos
bandas, entre los planos ético y político, por un lado, y el plano epistémico y discursivo,
por otro, de modo que su consideración se preste a los siguientes apuntes:
(i) El cumplimiento de las condiciones o directrices [a-b] no parece suficiente
para asegurar el cumplimiento de las condiciones [c]; en otras palabras, de la supuesta
efectividad de [a-b] –lo cual no sería poco suponer–, no se seguiría automáticamente la
de [c]. Ahora bien, en la perspectiva contrapuesta, ¿las transgresiones en el plano [c]
podrían implicar un incumplimiento de [a-b], al menos en el sentido de que toda
estrategia falaz supone o comporta la violación de alguna de las condiciones o
directrices [a], como la transparencia o la reciprocidad de la interacción discursiva?
¿Arrojaría esto una nueva luz sobre los supuestos estructurales del ejercicio racional del
discurso público? En esta línea se mueve la hipótesis de trabajo anterior y la
observación de que, por lo regular, todo sofisma consumado envuelve un elemento de
opacidad o de asimetría, o de ambas.
(ii) Por otra parte, del cumplimiento de las reglas de juego de la razón [c]
tampoco se desprende necesariamente el cumplimiento de los supuestos ético-políticos
[a-b]. En teoría, al menos, podría haber casos de cumplimiento relativo de [c] que no se
atuvieran a las condiciones [a-b], como el ideal de la polis platónica gobernada por unos
reyes filósofos que toman, se supone, unas medidas fundadas en las mejores razones sin
respetar la reciprocidad o la autonomía, ni atender las virtudes cívicas y cognitivas de
los súbditos; o como, en general, cualquier forma modélica de despotismo ilustrado.
(iii) No obstante, pudiera ser que el cumplimiento de [a-b] tendiera a favorecer
el cumplimiento de [c] en la práctica de la razón y la deliberación públicas; así como el
cumplimiento de [c], su adopción e implantación como forma de uso público de la
razón, podría favorecer a su vez el seguimiento de las directrices y la consecución de los
propósitos [a-b]. Pero, a fin de cuentas, ¿no sería esto una suerte de pensamiento
desiderativo o, peor aún, una variante del desesperado recurso del Barón de
Münchhausen para salir del pantano en el que se había hundido tirando hacia arriba de
su propia coleta?
18
En suma, aun siendo lógicamente independientes entre sí los tres planos
señalados, no dejan de hallarse interrelacionados de algún modo, solaparse a veces y,
según todos los visos, resultar solidarios.
Una posible proyección: ¿se desprendería una batería de hipótesis empíricas, por
ejemplo a partir de la siguiente tabulación simple de “correlaciones”?
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19
eficiencia, e.g. en el sentido de un menor coste. Pues bien, no solo estos dos objetivos,
satisfacción y rendimiento, son los más comunes en todo grupo de discusión, sino que
se hallan interrelacionados: el sentimiento de satisfacción contribuye al rendimiento –
por lo menos a la implicación en la tarea–, y la observación de los progresos en la tarea
contribuye a su vez a que los participantes se sientan más satisfechos con la experiencia
y más identificados con la integración del grupo.
20
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Weger, Harry, and Mark Aakhus, (2003) “Arguing in Internet Chat Rooms:
Argumentative adaptations to chat room design and some consequences for
public deliberation at distance”, Argumentation and Advocacy, 40/1 (2003): 23-
38.
23
UN MARCO GENERAL
2. El paradigma de la deliberación.
Precedentes clásicos.
Hacia una caracterización de la deliberación: 1/ como forma de
discurso público; 2/ como modelo normativo; 3/ como modelo teórico.
3. Problemas.
- Comprensivos o de proyección (e.g.: deliberación y democracia;
deliberación y calidad del discurso público).
- Centrales o de conformación:
1/ Teóricos o programáticos.
E. g.: Cuestiones de articulación interna: correlación y ajuste
entre los aspectos socio-éticos, socio-políticos y epistémico-
discursivos.
2/ Teórico-prácticos.
- Genéricos: Estudio de las relaciones entre las demandas de
gestión y de resolución y las modalidades del discurso público.
- Específicos: Estudio de las relaciones entre los modelos o
programas de democracia y los recursos deliberativos.
4. Desafíos.
- Falacias y estrategias falaces en el discurso público.
- Nuevos géneros de discurso: el discurso online y las TICs.
(E.g.: ¿publicidad presencial vs. publicidad electrónica?)
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ESQUEMA I
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ESQUEMA II
PERSPECTIVAS CLÁSICAS:
+ PERSPECTIVA AÑADIDA:
Discurso Público
Procedimientos y procesos Deliberación Condiciones y directrices discursivas
incluyentes de dar cuenta y e interactivas de la mejor resolución
razón, y ponderar opciones, para el interés común de los afectados.
con miras a una resolución E. g.: publicidad, simetría, autonomía.
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ESQUEMA III
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ESQUEMA I V
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En suma:
Sustantivas / Procedimentales
Doble referencia:
- calidad del discurso público (e.g. asunto de interés público, dar cuenta y razón,
ponderación)
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ESQUEMA V
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ESQUEMA VI
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