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Algunas recomendaciones para que los teatreros se relacionen con el trabajo de otros

teatreros

Cursaba estudios en Argentina y un día un conocido me preguntó si sabía quién era X


(llamado/a así para mantener su anonimato. Hay cada nombre y cada nombre artístico que
por si las dudas mejor lo aclaro, no vaya a ser que exista alguien llamado o que se haga
llamar X, que se dedique al teatro y se sienta aludido.)

Resulta que X le había dado una retroalimentación a mi conocido sobre una dramaturgia
de una forma en la que nunca antes nadie lo había hecho en todos sus años de formación
en múltiples talleres de creación literaria, utilizando adjetivos peyorativos, y aderezando su
participación con frases tipo: “si me cobraran por ver algo así me sentiría ofendido” o “es un
insulto hacernos perder el tiempo leyendo estas vacuidades”. Le pregunté a mi conocido
por qué suponía que yo podía conocer a tal persona y me respondió que X era mexicano.
Como disculpándome le dije que no todos los mexicanos éramos así, pero pasando el
tiempo me descubrí reconociendo ante mí mismo que en México y en el teatro son muchas
más personas las que tienden a ser de este modo que las que no.

Hablándolo con un conocido me decía que pensaba que esto no era privativo de los
mexicanos, sino que se trataba de la esencia del ser humano. Pero yo reniego de cualquier
justificación esencialista, como postura política no creo en un ser esencial, sino en
construcciones sociopolíticas, y en este caso considero que uno de los factores
fundamentales de la violencia contra el trabajo de otros teatreros se debe a la violencia
ejercida en la formación de los teatreros mexicanos.

Ya en otras ocasiones he hablado de las vejaciones y violencias simbólicas que reciben los
estudiantes de teatro en las escuelas por parte de los maestros, pero no sé si había
mencionado a los docentes como facilitadores de dinámicas nocivas entre los alumnos. En
mi experiencia basta una anécdota para ejemplificarlo, pero seguro quien lea esto si estudió
teatro tendrá múltiples ejemplos.

En una materia, al final de la presentación de los ejercicios los compañeros que habíamos
visto teníamos que decir nuestras opiniones, esto con el objetivo de ejercitarnos en el
ejercicio crítico de nuestra profesión. En una ocasión yo me mostré entusiasta con un
resultado y el docente no paró de cuestionarme hasta que hablé mal del ejercicio de los
compañeros, felicitándome y agregando la frase: “ya ves como si puedes ver”. Aquí entendí
dos cosas, que saber ver el trabajo de mis colegas era encontrarle defectos y que no podía
mostrarme emocionado. Esto solo fue el principio hasta que de pronto pareció que cada
grupo se convirtió en bandos, como los Montesco y los Capuleto, pero con números, los del
uno, los del tres, dependiendo el grupo al que pertenecieran. Y dentro de cada grupo
también había bandos de tal forma que la percepción que tengo en mi generación era que
todos hablaban mal del trabajo de todos. Ya ni qué decir de la violencia contra otras
escuelas, vertida en forma de comentarios despectivos o bromas hirientes.

De este modo y en mi experiencia, nutrida por las pláticas con varios compañeros que
tienen la misma percepción es que descubro que estas prácticas nocivas no eran una mera
apreciación subjetiva y que tampoco eran exclusivas de mi institución. Con sus excepciones
me atrevería a decir que a los teatreros en México se les forma a partir del desprecio por el
trabajo de los otros para autoafirmarse.

Como todo esto me parece muy triste es que decido hacer esta breve lista de
recomendaciones -que yo mismo he puesto en práctica para curarme el veneno y las
heridas emocionales generadas en mi formación- para volvernos una comunidad menos
competitiva y más colaborativa, menos violenta y más creativa, porque estoy convencido
que la verdadera creatividad, y la que merece la pena, solo puede darse en un entorno
respetuoso.

1.- El otro no es mi competencia

Como cada persona es única, el artista no es la excepción. Nadie puede ser mejor o peor
que uno porque solo yo puedo ser yo.

2.- Emociónate por lo que hace el otro

Recuerdo que me contaron de una docente que mandó a sus alumnos al teatro y en una
sesión hablaron sobre la obra que vieron. Todos los estudiantes empezaron a hablar mal
de la obra y la docente los vio, entre sorprendida y molesta, y les dijo: “a ustedes no les
gusta el teatro, ¿verdad?” Si perdemos nuestra capacidad de emocionarnos, perderemos
una de nuestras principales herramientas de creación. Esto no significa que todo nos tenga
que gustar, pero ¿realmente nada te gusta? ¿Nada vale la pena más que tu trabajo y el de
tus amigos?

3.- Cada obra es distinta


Peter Brook cuenta en uno de sus libros que hay distintos tipos de actores, lo que cantan,
los que tienen un gran manejo corporal, los que se transforman, los que crean mundos solo
con las palabras; del mismo modo reconoce y aprecia cada experiencia en su propia ley.

4.- No impongas tu visión

No todo el teatro tiene que ser de un modo. Si quieres enriquecer a tus colegas con tus
comentarios entiende que cada creador tiene una búsqueda, así que trata de compartir tus
opiniones entendiendo esto último.

5.- Nadie busca hacer obras malas

El teatro es incontrolable, pero nadie se propone hacer una obra mala. No seas tan duro
con tus colegas, eso déjaselo a la crítica, tú recuerda las veces que has buscado y no has
encontrado y no por eso merecías desprecio o burlas. Si quieres ayudar brinda una opinión
sincera y respetuosa, aunque también recuerda que muy pocas opiniones no pedidas son
bien recibidas.

6.- El otro no está ahí para complacerte

Cada obra tiene un interlocutor ideal y en muchos casos es posible que no coincidas con
esa hipótesis de recepción. Que una obra no sea para ti no significa que no valga la pena.
Respeta la recepción de quienes sí están siendo interpelados, durante la función y al final
de esta.

7.- Aprende a reconocer las diversas poéticas

¡Viva la diversidad! Viva el teatro posdramático, el teatro clásico, el teatro de living, el teatro
realista, fársico, cómico, musical, viva el teatro cabaret, el clown, el performático, el narrado,
viva el teatro para sordos, para ciegos, para bebés, niños, adolescentes y mascotas, vivan
los títeres, las máscaras, las sombras, el teatro de papel, el teatro comunitario, penitenciario
y el teatro foro... sin excepción vivan todas las expresiones teatrales habidas y por haber.
Reconocer el valor en cada posibilidad del teatro enriquecerá tu experiencia y te llevará a
sensaciones y reflexiones insospechadas, además de que te hará dejar de ser despectivo
porque en el teatro hay muchas más cosas que celebrar que las que hay por despreciar.

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