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Ejercicios espirituales

Postulantado Capuchino

DÍA 1
DESDE BELÉN A NAZARETH
Las opciones de Dios al introducir a su Hijo en la historia

En este primer día de nuestros ejercicios queremos contemplar las líneas maestras del
Misterio de la Encarnación. ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Con quiénes? ¿Para qué?... Estas incógnitas se
van despejando paulatinamente y, con ello, se nos da a conocer en el tiempo el Designio eterno de
Dios. El Hijo encarnado no parte de cero, sino que, desde el principio asume en su humanidad el
Proyecto del Padre. Su vida está marcada por las opciones de Dios. El niño de Belén es ya el
Enviado del Padre a una misión desconocida, el Hijo obediente a una voluntad que, de alguna
forma, le precede.
Estas opciones, anticipadas en las profecías del Antiguo Testamento, ponen de manifiesto
las características que Dios ha escogido y van a marcar desde el inicio la personalidad y la misión
de Jesús y de sus discípulos. Constituyen las raíces, a las que Jesús habrá de ser fiel a lo largo de
su vida. Son los puntos de partida irreemplazables.

1° Lc 2, 1-7 Asumir la condición humana, siendo uno de tantos

Desde el principio, Dios quiere para su Hijo y su familia humana la condición vulgar y
ordinaria de la inmensa mayoría, sin aristocracia ni relevancia heredadas; la condición de los que
se ven sometidos a los poderosos de turno, de los que son manejados según la conveniencia de
unos pocos. Una condición que trae como consecuencia el desplazamiento, la desinstalación
exterior e interior. Jesús y su familia se acostumbrarán desde el principio a salir fuera, a vivir en
éxodo permanente.
De entrada, la primera opción que asumirá Jesús es la inseguridad y la inestabilidad de
los pobres. Los padres de Jesús, dentro de su situación de familia sencilla del pueblo, tenían
previsto un acomodo digno y estable para el nacimiento de su hijo. Todo estaba preparado en la
humilde casa de Nazareth para recibir al recién nacido. La pobreza y la marginación del establo es
la consecuencia de una contingencia histórica. El desplazamiento de Nazareth a Belén obedece a
algo forzado, en concreto al edicto de Augusto, al que se ven sometidos los habitantes de Palestina.
Jesús aparece así como el hombre corriente y sin privilegios; obediente a la historia, a sus leyes
y a sus caprichos; sometido a los hombres, sus conciudadanos, a la dura realidad de cada día; es el
hombre que no decide en solitario, sino que tiene que contar con las demás personas y los
acontecimientos.

¿Cómo puedo asumir esta opción de Dios en la Orden de los Frailes Menores Capuchinos?
¿Dejo que esta opción de Dios ilumine mi vida, mi realidad concreta?

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2° Lc 2, 8-18 Dejarse encontrar por los hombres, en especial por los pobres

Jesús nace en un viaje y sin techo que lo cobije. El “Portal de Belén”, no deseado ni
programado, coloca providencialmente a Jesús en el camino de los hombres, sobre todo de los
marginados y oprimidos de la tierra, representados aquí por los pastores. El Niño Mesías no tiene
otras credenciales que el “pesebre” y “los pañales” para presentarse ante los hombres. Pero son el
signo seguro para que los pobres lo encuentren. Jesús habla ya con los hechos su mismo lenguaje.
El Padre quiere que el Mesías se abaje acercándose a los humildes y a los que buscan a Dios; que
se “ponga a tiro”, para que le encuentren los pastores y los magos. Es el inicio de un cambio de
valores que hará historia.
Los pastores y los magos son llamados por Dios para ir hasta el Salvador. Para encontrarse
con Él, tendrán que creer, dar el paso de la fe. Pero no se les pide que cambien de cultura o de
personalidad. No tienen que dejar de ser ellos mismos. ¡Dios se pone a su nivel! Se tendrán que
convertir, sí, pero sin renegar de su identidad y sus raíces. Antes al contrario, en el encuentro con
Dios cada persona y cada pueblo desarrolla lo mejor de sí mismo.

¿Cómo se acerca Dios a los pobres, a los pequeños de este mundo a través de la Iglesia, es especial
a través de mi comunidad de hermanos capuchinos?
¿Qué hechos o actitudes de mi vida facilitan la cercanía de Dios con los pobres y los pequeños?
¿Cómo se manifiesta en mí “la humildad de corazón” al estilo de Jesús?

3° Lc 2, 18-20 Recibir de los pequeños la gloria y la alabanza

El anuncio es escuchado, llega la respuesta de los pobres. Los pastores se admiran: ¡Dios
es siempre sorprendente! María escucha y reflexiona: ¡Dios es siempre incomprensible! Pero la
alegría ha alcanzado ya a los hombres de buena voluntad en el centro de su corazón.
Los pastores transmiten con sencillez y transparencia lo experimentado. Sin “literatura” ni
espectáculo; sin hacerse “protagonistas”, dejando que Dios aparezca en primer plano. Cuentan lo
vivido en forma de relato, que es el lenguaje de los pobres. Son los narradores de la historia de
salvación de cada día. Transmiten así la gloria de Dios.
Todos cuantos oyen a los pastores se produce la sorpresa, la maravilla, la admiración por
las cosas de Dios. Así se inicia o se acrecienta la fe en el Dios vivo, a través del mutuo testimonio.
Pero esta fe se tendrá que purificar más adelante. Todo testimonio humano es ambiguo y limitado:
ninguno puede expresar toda la grandeza del Proyecto divino.

¿Cómo recibo de la gente sencilla los testimonios de la acción de Dios? ¿Estoy atento a la novedad
de sus vidas? ¿Escucho sus “relatos”? Alegrándome con ellos es como Dios es glorificado en sus
pequeñas historias.

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¿Descubro en mi vida la acción de Dios que me sorprende cada día con su bondad, misericorida y
ternura? ¿La expreso en alabanza y acción de gracias?

4° Lc 2, 22-38 Llenar las expectativas de los pobres de Yahvé

Simeón y Ana han esperado toda su vida y han confiado en Dios. Viven en una actitud de
pobreza y libertad interior que les permite dejarse conducir por el Espíritu Santo y reconocer en la
fragilidad de un niño la salvación de Dios. Este reconocimiento les satisface e inunda de gozo.
Prorrumpen en un canto de alabanza y gratitud a Dios.
Simeón mantiene los ojos de la fe bien abiertos y ha logrado penetrar en lo más hondo del
Plan de Dios. Con su mirada profética consigue traspasar los límites estrechos de Israel e intuir
que la salvación es universal, que es luz para los paganos y revelación que da pleno sentido a la
vida.
Dios mismo va cumpliendo sus promesas en este Niño y llenándolas de contenido. ¡Dios
ya está en persona con nosotros! Todo es ahora posible. La espera confiada del pequeño resto ha
merecido la pena. La esperanza no está defraudada.

En mi entorno, ¿quiénes son esos hombres y mujeres que forman hoy ese “resto fiel”? ¿Quiénes
son estas personas sabias que difunden la luz de Dios, que difunden esperanza? De ellos puedo
aprender y de ellos me puedo apoyar para avanzar con audacia y seguridad.

5° Lc 2, 39-40; 51-52 Hacerse hombre en el anonimato del pueblo

Nazareth es un pueblo de Galilea, región paganizada, sin tradición davídica alguna, que
contrasta con Belén, situado en la Judea plagada de tradiciones profundamente religiosas.
Nazareth es para Jesús un tiempo de preparación, de inculturación y maduración humana;
de echar raíces en el pueblo. En Nazareth aprendió de los demás, de allí recibió su apellido de
nazareno, la lengua, las costumbres, la religión, su identidad judía. Jesús vive una vida de familia.
Sometido amorosamente a sus padres, aprende a amar y ser amado. Abre el oído, sabe escuchar,
va conociendo la realidad; va creciendo en edad, sabiduría y santidad, haciendo suyas las opciones
del Padre que ya han marcado su existencia desde el comienzo. Todo esto se va a traslucir después
en su ministerio, sobre todo en su predicación, que muestra a un Jesús formado en un pueblo
sencillo, capaz de comunicarse con la gente de igual a igual.
En Nazareth, Jesús se inserta en la condición humana con todo su realismo. Comparte la
existencia de la gente corriente, su trabajo y la vulgaridad cotidiana, no como quien hace una visita
pasajera, sino como una opción de por vida. Allí irá elaborando su personalidad integral y su
talante.
Jesús será siempre el “Nazareno”, alguien particular y
concreto, marcado por sus orígenes. Nunca pretenderá saber, controlar y serlo todo. Se aceptará

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como es, limitado. En Nazareth mantuvo unas relaciones humanas poco numerosas, adquirió un
conocimiento del mundo escaso. ¡Poco, pero intenso! ¡Escaso, pero verdadero! Fue madurando
hacia dentro; no disipándose en múltiples “experiencias” superficiales.

¿Cómo ilumina la vida de Jesús en Nazareth:

- mi vida cada día


- mis relaciones interpersonales
- la manera de llevar a cabo a misión que Dios me ha encomendado?

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ORACIÓN

Tú puedes1

Sólo el Espíritu puede crear y renovar la faz de la tierra,


pero yo puedo liberar y acelerar esa acción con mi fidelidad de cada día.

Sólo el Espíritu tiene la potestad de hacerme hijo de Dios,


pero, una vez soy hijo, puedo invocar al Padre con el nombre de Abbá.

Sólo el Espíritu puede hacer que arda en caridad,


pero yo puedo avivar y propagar ese fuego para que abrase por donde pase
y encienda el Amor de Dios en todos los hombres.

Sólo el Espíritu puede orar en mí, porque sólo Él sabe pedir como conviene,
pero yo puedo ofrecerle mi voz y mi silencio, mi mente y mi corazón,
mi cuerpo y mi espíritu, para que se encarne y ore desde mí.

Sólo el Espíritu puede ungirme para anunciar la Buena Noticia a los pobres,
pero yo puedo estar siempre disponible y decirle con humildad: “Aquí estoy”.

Sólo el Espíritu puede regalarme sus dones y enriquecerme con sus frutos,
pero yo puedo no entristecerle y secundar con prontitud sus mociones.

Sólo el Espíritu da la capacidad de ver, escrutar e interpretar los signos


de los tiempos, pero yo puedo abrir los ojos y no pecar contra la luz.

Sólo el Espíritu construye comunidades nuevas a imagen de la Trinidad,


pero yo puedo contemplar ese milagro
y ofrecerme a ser miembro vivo del Cuerpo de Jesús.

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Ángel SANZ ARRIBAS, cmf, El alzar de las manos. Parábolas, oraciones y subsidios. Publicaciones Claretianas, Madrid
1995, p. 72.

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ORACIÓN FINAL

Dios desconcertante2

Dios nuestro, Dios único, Dios desconcertante:


¿te conocemos?, ¿sabemos de Ti?
Tú mandaste a Abrahán, tu amigo, sacrificar al hijo de la promesa.
Tú señalaste a Jesucristo, tu Hijo, el camino de la Cruz.
Tú destrozas todos los moldes y rompes todos los esquemas.
Estás siempre más lejos, pero, al mismo tiempo,
eres más íntimo a nosotros que nuestra propia intimidad.
Tú vas siempre más allá de todas las previsiones.

Padre nuestro, ¿qué quieres de nosotros?


(a veces preferiríamos no enterarnos porque tenemos miedo a tu Palabra).
Tus planes no son nuestros planes,
ni tus caminos son nuestros caminos.
Tú, Padre nuestro, que eres un Dios sorprendente,
no gozas humillándonos.
Tienes la verdadera clave de nuestra vida y nos quieres felices.

No destruiste a Abrahán: le hiciste nuestro Padre en la fe;


no dejaste a tu Hijo en el sepulcro: le diste el señorío de todo.
Ayúdanos a decir con verdad:
“Aquí estamos, Padre”.
“Hágase en nosotros según tu Palabra”.
“Que no se haga nuestra voluntad sino la tuya”.

Que creamos en el Amor, y, aunque experimentemos tu “abandono”,


como Jesús,
que nos fiemos ciegamente de Ti hasta entregarte nuestro espíritu.
Ayúdanos a descubrir tu proyecto sobre nosotros, a interpretarlo,
a asumirlo, a realizarlo plenamente;
que lleguemos a identificarnos con tu voluntad viviente entre nosotros.
Por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor. Amén.

2
Ángel SANZ ARRIBAS, cmf, El alzar de las manos. Parábolas, oraciones y subsidios. Publicaciones Claretianas, Madrid
1995, p. 44.

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