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ESTADO DE

EXCEPCIÓN
Enrique Guerrero Aviña

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Edición: Comité Enrique Guerrero Aviña (cega).
Diseño editorial: Génesis Ruiz Cota

D. R. © 2016. Texto: Enrique Guerrero Aviña.


D. R. © 2016. Prólogo: Alfredo Velarde.
D. R. © 2016. Ilustración de forros: Beatriz Campuzano.

Primera edición: mayo de 2016.

Está permitida la reproducción o transmisión parcial


o total de esta obra, por cualquier medio o método,
siempre que se cite la fuente de la información.

Impreso en México.

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Destinatario: Nosotros.

A ella, a Kofi, a Ben, condenados al desengaño.

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¡Pupitre, sí, toda la vida; púlpito,
también, toda la muerte!
Sermón de la barbarie: estos papeles;
esdrújulo retiro: este pellejo.

César Vallejo

Vagus et profuguis eris superterram.

Génesis IV, 12

El emperador quiere huir de sus crímenes


pero la sangre no lo deja solo.

José Emilio Pacheco

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Agradecimientos

Debo agradecer a ella por sus enseñanzas de fortaleza, por


compartirme desde un meteorito hasta la historia de un gato
y un ratón; sin su amor, nada de mí sería posible. También a
quien me ha compartido sus conocimientos y westerns, han
sido nuestros diálogos escritos un hilo de Ariadna. A quien
me ha enseñado sobre el mundo prehispánico y la nostál­
gica me­moria, arqueólogo de nuestros ríos profundos. A
quien fabricó la pluma con la que trazo estas letras, por su
gran paciencia, interés y agudeza al escucharme, desayuno,
comida y cena, el ritornelo de un tal Benjamin y un tal
Agamben; sin esas pláticas, la poca comprensión me sería
imposible. A los presos que leyeron con entusiasmo estas
letras, a la familia y los amigos, destinatarios de cada grafía
También debo agradecer al doctor Alberto Constante
por enseñarme la obra de Giorgio Agamben. Ha sido algo
realmente esclarecedor, literalmente un salvavidas; las dudas
han ido adquiriendo lenguaje, también algunas intuiciones,
mi sincero agradecimiento.

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Advertencia

El presente ensayo fue escrito en una cárcel de máxima se­


guridad, lo cual ha implicado dificultades para acceder a
la información: todo se encuentra restringido, está prohibi­
do intercambiar desde un trozo de papel hasta un libro o co­
mida. Sin embargo, poco a poco, he podido recopilar algo de
la información necesaria, como se muestra en la bibliografía.
No ha sido sencillo escribir en este cautiverio donde los
muros se miran entre sí, sujeto a la arbitrariedad y la humi­
llación, con una preocupación constante.
Probablemente sea el único ensayo filosófico escrito
íntegramente con un repuesto de pluma insertado en un
lápiz de color de madera; en su mayor parte, dentro de una
regadera, bajo la luz de un foco que me alumbra día y noche,
sin cansarse; a la vista de una cámara que, segundo tras se­
gundo, me vigila: el panóptico de Foucault, la violencia del
concepto.
Si el poema puede brotar de la piedra y el musgo, ¿por qué
no podría surgir un ensayo de los aherrojos y la excepción?

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PRÓLOGO
Estado de excepción y biopolítica
del control social
Alfredo Velarde1

Para Marx las revoluciones son las locomotoras


de la historia. Pero tal vez las cosas sean diferen­
tes. Tal vez las revoluciones sean la forma en que
la humanidad, que viaja en ese tren, jala el freno
de emergencia.

Walter Benjamin

Acaso deba iniciar el presente prólogo, referido al Estado


de excepción del joven, avezado y agudo compañero filósofo
Enrique Guerrero Aviña, escrito en su difícil e injusta con­
dición actual de preso de conciencia en un penal de máxima
seguridad de esto que aún se llama México, ayuno del debido
proceso, el cual lo debía exonerar de inmediato por las falsas
acusaciones que pesan en su contra —dado el artificial mon­
taje por consigna con que se le ha confinado en cautiverio
durante ya tres años—, formulando una suerte de pregunta-
marco referencial de partida. Tal perspectiva acaso pueda
dotar de útil contexto a la plétora caudalosa de ricas ideas
pertinentes que contiene el exuberante texto de Guerrero,

1
Profesor de carrera en la Facultad de Economía de la unam y acti­
vista libertario de diversas causas autonómicas y autogestionarias de corte
anticapitalista.

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Alfredo Velarde

así como su consistente desarrollo temático-caracterizador


de la potente y disciplinaria mudanza epocal que hoy, anó­
malamente, experimenta la siempre heterónoma forma-Es-
tado, contemplada a la luz de su regresiva y autoritaria, amén
de madura, condición contemporánea en nuestro dolido e
inmediato presente —también mexicano y no sólo global—,
pleno de escandalosos extravíos metalegales poblados por
densos nubarrones oscuros contra el existente humano en
general y sus numerosas víctimas materiales, de las que el
propio Enrique, sin duda, es un conspicuo, indignante y do­
loroso ejemplo concreto.
¿De cuándo data —nos preguntamos en la presente
sede— la bizarra, histórica y repetida circunstancia que en
su deslumbrante escrito Enrique Guerrero denuncia, con
meridiana claridad, singularizada por poblar a la creciente­
mente difuminada regla en la conducta normativa de Esta­
dos y Gobiernos presuntamente representativos, de cada vez
más y mayores excepciones?2 Al respecto, debemos decir que
ese afán proviene de lejos e hinca las profundas raíces de su
tan ominosa como recurrente y polémica práctica discrecional
—ahora también cada vez más cotidiana en México— en
el principio de autoridad y la política decisional del mundo
antiguo, como en la imperial Roma esclavista, donde ocu­
rrieron las rebeliones inspiradas por Espartaco y Jesús que
condujeron a un senatus consultum ultimum (una declaratoria
de emergencia excepcional) por los tumultus detonados en­

2
Esta pregunta la formulo aceptando en su integralidad la “Tesis
VIII” que el filósofo judío alemán Walter Benjamin plasmó en su obra
Sobre el concepto de historia, de la que se ocupa Enrique Guerrero, recreán­
dola, y según la cual “la tradición de los oprimidos nos enseña que el
‘estado de excepción’ en que ahora vivimos es en verdad la regla”. Walter
Benjamin, Tesis sobre la historia y otros fragmentos. México, uacm / Itaca,
2008, p. 43.

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Estado de excepción • Prólogo

tonces con justificada rebeldía; aunque el constructo teóri­


co con que originalmente se le ha s355T en el munT
moderno provenga más bien, como concepto, de la tía
biopolítica de nuestra era, tras la necesid de los poderosos
de valerse de otro instrumento adicional colocado más allá
de los que ya, de por sí, de5 toT EstaT de clase, en tanto
maquinaria coctiva: el estaT de excepción (Ausnahmezustand
en alemán), en la pluma del reconociT y controvertible ju­
ris germano Carl Schmitt, como se sabe de totalitaria fe
nacionalsocialis.
En el s355o que pre5dió conferirle é55 su cuñador
originario, el estaT de excepción hace referencia a una de5r­
minada condición límite que con su irrupción, conduce a la
toma de una decisión extraordinaria, por lo polémica que
resulta, a merced de la cual los gobernantes se ven investidos
con inéditas facultades especiales para conculcar derechos
elemles de toa la ciudadanía —como en el caso ejem­
plar de una declaratoria de estado de sitio—, so pre5xtT
expreso de ubicar y proceder de moT extralegal, por de
colocalá de la normativa constitucional vigente y
en rigor, alentado contra un hipotéticT “enemigo públicT” (de­
mostrado o no), con las tácitas y expresas finalidades de pro­
ceder a s3 neutralización y salvaguardar el stu quo. Se trata,
según se ve de una argucia legaloide siempre oculta tras las
bambalinas de la justificación última que se esgrime para el
caso, con eufemismos, a fin de “proteger el bien públicT” de
la ciudadanía.
Es es la razón que explica, en la base misma de s3
planteamio rector no sólo la controvertida razón de Es-
tado que s355a proceder del torciT moT antes descrito;
sino además explica por qué en materia de derecho cons­
titucional, toT estacepción supone e implica un

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Alfredo Velarde

régimen especial de autoritarias y represivas prerrogativas


con las cuales el Estado y sus nervaduras gubernamentales
—en específico sus aparatos de coerción, como el ejército y
la policía—, se ven provistos por el Estado mismo de potes­
tades capaces de suprimir derechos, conculcar libertades y
actuar atrabiliariamente al margen de las leyes vigentes —en
lo formal, temporalmente suspendidas—, hasta en tanto no
se vea restaurado el oficioso orden instituido para la gober­
nabilidad, sin interferencias de quienes se encuentran, legí­
timamente o no, en la administración de la res publica.
Cae de suyo, por lo antes expuesto, la extrema unilate­
ralidad y la ancha avenida discrecional de que se encuentra
provista —en un plano metapolítico— la arquitectura cons­
titucional de los estados modernos capitalistas, al servicio de
la clase hegemónica, a la que representan con servilismo ins­
trumental, en muchos de los casos (como en el tristemente
célebre mexicano del presente), con razones y al amparo de
motivaciones para las cuales el presunto e inexistente estado
de derecho —en realidad un evidente y catastrófico estado de
derechas— y sus propias leyes o normas “vigentes” constitu­
yen un franco estorbo a la hora de aplicar, en última instan­
cia, la razón de Estado y que resulta de ordinario tan irrazo­
nable a la hora de someter a juicio las punitivas, amén de
unilaterales, causas penales desde las peculiares anteojeras
jurídicas a través de las cuales se mira y pondera lo que es o
no excepcional en toda declaratoria del estado de excepción.
De ahí que el planteamiento que el lector interesado encon­
trará en el escrito de Guerrero hace devenir comprensible,
de su parte, no sólo la correcta crítica que esgrime, imbuido
de plena razón, como un acta de acusación en regla contra el
jurista germano de la convalidación del estado de excepción,
sino también por qué Guerrero se decanta en favor de la ela­

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Estado de excepción • Prólogo

boración benjaminiana, también crítica de aquél, en la me­


dida en que mientras para Schmitt el estado de excepción
aparecerá como la tabla de salvación de un objetivamente
atrabiliario y metalegal principio de autoridad, en Walter
Benjamin toda aplicación del estado de excepción equivale
a la justificación barbárica de una auténtica catástrofe civili­
zatoria que, por tal motivo, no solo es jurídica.
En sintonía con lo afirmado anteriormente, no debe ex-
tra­ñar en forma alguna que haya sido precisamente el re­
putado filósofo italiano Giorgio Agamben quien habría de
desarrollar, al abrigo de otro orden de prioridades cualita­
tivamente distintas a las del siempre polémico Carl Sch­
mitt, su propia connotación teórica —negadora y a la vez
superadora en forma clara de la de éste— sobre el con­
cepto de estado de excepción en su personalísima y suma­
mente original obra homónima.3 Máxime si advertimos
que, en tanto que pensador fuertemente influenciado por
el filósofo frankfurtiano Walter Benjamin, la desarrolla
con el deliberado propósito, necesario y además legítimo,
de replicar la definición del jurista teutón en lo que a las
implicaciones concretas de su controvertible idea sobre la
materia se refiere.4 Y si el estado de excepción hoy se erige
como un motivo para encender las luces ámbar en alerta
permanente respecto a la forma sumamente discrecional al
amparo de la cual deviene como algo posible, inclusive, la
aplicación fáctica del estado de excepción sin que se lo hubiera

Giorgio Agamben, Estado de excepción. Homo sacer II, 1. Valencia,


3

Pre-Textos, 2004.
4
Así parece entenderlo, a guisa de ejemplo, William Vázquez Iri­
zarry en “Excepción y necesidad: La posibilidad de una teoría general
de la emergencia” [en línea]. New Haven, sela-Yale Law School, 2010.
<https://www.law.yale.edu/system/files/documents/pdf/sela/Vazquez
Irizarry_Sp_CV.pdf>. [Consulta: 3 de mayo, 2016.]

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Alfredo Velarde

declarado previamente, algo funesto que complica aún más


las cada vez menos extraordinarias decisiones consistentes
en su aplicación a rajatabla, una operación así concluye ase­
sinando cualquier minúsculo rescoldo de democracia ge­
nuina que pudiera quedar en los capitalistas estados fallidos
del presente,5 considerados faliblemente como democracias
verdaderas de cuño moderno y occidental. En un escenario
como el descrito, termina por instalarse una auténtica cri-
sis de representación en medio de las múltiples resistencias
colectivas que crecen por doquier y que son criminaliza-
das para aplicar aquellas medidas que son, precisamente,
propias del multicitado estado de excepción.
Ante la lógica pregunta que interroga cómo demonios
deviene algo posible arribar a una situación límite tan abs­
trusa como la que tanto preocupaba, por ejemplo, al Wal­
ter Benjamin que huía de la persecución nazi fascista, poco
tiempo antes de la decisión última que en Los Pirineos
habría de llevarlo al suicidio durante 1940, en la frontera

5
Diversos autores se han valido del concepto de estados fallidos
para sustentar su crítica de ese calamitoso desbarajuste presuntamente
representativo que prevalece al amparo de regímenes oligárquicos que
dicen constituir la —en el fondo falsaria— cristalización contemporánea
del paradigma demo-liberal de demagógico corte capitalista. Para el lin­
güista y anarquista Noam Chomsky, por ejemplo, el déficit democrático
que arrastran los Estados Unidos y el enloquecido afán de imponer, manu
militari, sus intereses en todo el mundo, hacen de esa potencia global un
estado fallido; o lo que es igual, un estado que transgrede, con impunidad
e implícitas declaratorias de excepción, tanto el derecho nacional como el
internacional. La cruel paradoja que revela su pertinente libro es elocuen­
te: el Estado imperial estadounidense se arroga el derecho a imponer “la
democracia y la libertad en el mundo”, mientras en forma paralela hace
lo mismo, y aún mucho peor, que aquello que pregona combatir. Noam
Chomsky, Estados fallidos. El abuso de poder y el ataque a la democracia.
[Barcelona], Sol 90, 2010. (Pensamiento Crítico).

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Estado de excepción • Prólogo

franco-española, siempre resulta algo perfectamente váli­


do (como lo hace Enrique Guerrero con su ensayo, mirado
desde nuestro propio tiempo histórico) dilucidar el sitio en
que se encuentra la actual civilización humana, inmersa
en una inocultable crisis de viabilidad sistémica y que jus­
tifica, como algo imperativo, el pensar en cómo trascender
hacia otra forma económico-productiva postcapitalista, di­
ferente y mejor que la pesadilla de la excepcionalidad como
perenne regla que los estados autoritarios nos prescriben
para lastimar la carne del común rebelde, de las multitudes
conscientes que protestan, se organizan y mueven contra un
pertinaz autoritarismo de alcance criminal.6
¿Que cuál es el tipo de política realmente imperante
y que sobresale respecto a la política clásica convencional
en nuestro tiempo, en el que se opera su potente mudanza
epocal que antes referíamos aquí? Para Agamben, influido
potentemente por el revulsivo filósofo francés Michel Fou­
cault en éste como en otros ámbitos de su propia obra sin­
gular, el actual es el tiempo de la biopolítica. Y es que, acaso,
¿lo político no ha sido siempre biopolítica? La respuesta
es no, si se la pondera en forma transhistórica, sino hasta
cuando la política —aquella en la que “la ley se coloca fue­

Recordando a Walter Benjamin, el incomparable comunista


6

heterodoxo Bertolt Brecht decía, al enterarse en 1940 del suicidio del


autor de las Tesis sobre el concepto de historia, lo siguiente: “Me dicen que,
adelantándote a los verdugos, has levantado la mano contra ti mismo.
Ocho años desterrado, observando el ascenso del enemigo, empujado fi­
nalmente a una frontera incruzable, has cruzado, me dicen, otra que sí
es cruzable. Imperios que se derrumban. Los jefes de pandilla se pasean
como hombres de Estado. Los pueblos se han vuelto invisibles bajo sus
armamentos. Así el futuro está en tinieblas, y débiles las fuerzas del bien.
Tú veías todo esto cuando destruiste el cuerpo destinado a la tortura”, en
Walter Benjamin, op., cit., p. 9.

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Alfredo Velarde

ra de sí misma” (Agamben dixit)— se planteó de manera


empírica la directa intromisión del poder en el conjunto de
los intersticios inmanentes a la vida humana, bajo su acep­
ción integral y no sólo en los planos inmediata o puramente
económico-políticos, tan propios de la desgastada tradición
moderna. Por eso, el esclarecido filósofo autonomista An­
tonio Negri —recurrente interlocutor de Agamben—, en
su condición de actor decisivo del debate filosófico-político
de entresiglos, a pregunta expresa de Anne Dufourmantelle
respecto a lo que es la biopolítica, respondió lo siguiente,
que carece de desperdicio para lo que nos ocupa y que expli­
ca el comprensible interés que, como preso de consciencia
y filósofo de alto vuelo, revela nuestro compañero Enrique
Guerrero en su texto:

Biopolítico quiere decir al pie de la letra el entrecru-


zamiento del poder y de la vida. El hecho de que el
poder haya elegido inscribirse en la misma vida,
de que haya hecho de ella su superficie de inscrip­
ción privilegiada, no es nuevo: es lo que Foucault
llamaba biopoder, hoy es aquello cuyo nacimiento
describe a partir de finales del siglo xviii. Pero la
resistencia al biopoder [también] existe. Decir que
la vida resiste, significa que afirma su potencia, es
decir, su capacidad de creación, de invención, de
producción, de subjetivación. Es lo que llamamos
biopolítico: la resistencia de la vida al poder, dentro
de un mismo poder que ha investido la vida. Desde
ese punto de vista, toda la historia de la filosofía está en
realidad del lado del biopoder, con algunas excepciones.7

7
Antonio Negri, Del retorno. Abecedario biopolítico. Entrevista a
Toni Negri publicada en la forma de libro por Anne Dufourmantelle.

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Estado de excepción • Prólogo

Esto es algo que, a mi juicio, también es tratado con


encomiable elocuencia y tremenda actualidad por Enri­
que Guerrero en su ensayo y nos conduce a preguntarnos
de nuevo sobre el carácter definitorio del pensamiento ac­
tual sobre la vida misma —un tema decisivo en la obra de
Agamben— y, simultáneamente, sobre el decurso de su
camino teológico, amén de filosófico-político, y por ende
—en el corpus discursivo agambeniano—, hasta metafísi­
co. Respecto a ello, debemos decir sin ambages que, para
Agamben, alguien más y antes que nosotros mismos lo ha
dicho ya en forma por demás elocuente:

Este camino es aquel sobre el que transitan todos


los logros de la cultura occidental en relación con
la preservación de la vida, y los títulos-conceptos
que se le otorgan como salvaguardia en un proce­
so que supuestamente lleva a los derechos individ-
uales, la salud generalizada, el progreso social. Este
camino también está jalonado de errores y hor­
rores, lo que a su vez lleva a preguntar si estos son
accidentales o inherentes a ese proceso. Agamben
muestra que el tratamiento metafísico de lo vital
y su deriva política son inseparables de tales ac­
ontecimientos. Su concepto clave en relación con
esto es el de nuda vida.8

Ahora bien, ¿por qué esto es así y cómo interpretar esta


noción agambeniana? Para los más sapientes lectores suyos,
esta categoría puede apropiarse comprensivamente como
un concepto de naturaleza tanto científica como médica.

Buenos Aires, Debate, 2003, p. 63. [Las cursivas en la cita son del autor.]
8
En <http://es.wikipedia.org/wiki/Giorgio_Agamben>.

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Alfredo Velarde

Esta operación supone el acto conceptual de desproveer a la


vida misma de cualquier cualificación que no sea la de todo
aquello que implique el énfasis de la nuda vida, con todo lo
que ella detenta y contiene en su finita corporeidad físico-
material y que resulta similar en todo ser vivo, sea animal o
planta. Cómo se puede percibir, entonces, hay aquí el regis­
tro de una presencia que crea y recrea, con Agamben, una
profunda tradición filosófica de alcances ético-teológicos,
cuya genealogía dimana originalmente de su primera enun­
ciación aristotélica (vida nutricia, una noción antecesora a
la de vida vegetativa) y que, luego, derivará hacia el uso que
Gilles Deleuze le conferirá en términos esclarecedores al
intentar la elaboración de su axial categoría de inmanencia,
la cual confiere a todo aquello que abarque, en forma ple­
namente rotunda, el más profundo significado para la vida
misma.
Esta será, pues, la razón de que Agamben abrace defi­
nitivamente la vida como algo propio dentro de su corpus
y su territorio filosófico-conceptual de inscripción, lo cual
lo convierte en un singular filósofo de nuestro tiempo. En
la misma medida, se ocupa de la consideración del hombre
no como un simple sujeto sin más, sino en tanto que cuer-
po vivo, y más aún, como vida en un cuerpo, destrabando
así todas las ataduras que antes constreñían la comprensión
cabal de que, precisamente nuestro tiempo, es el de la tem-
poralidad biopolítica. Esto hace coincidir a la nuda vida con
la biopolítica en la misma medida en que hace coincidir al es-
tado de excepción con el estado de clase autoritario, al modo de
Max Horkheimer,9 el cual se revela fallido para las amplias
multitudes subsumidas y cuya afiebrada o unilateral labor

9
Vid. Max Horkheimer, El Estado autoritario. México, Itaca, 2006.

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Estado de excepción • Prólogo

coincide con el subsuntivo afán disciplinario sobre los cuerpos;


los cuerpos con esa nuda vida que es vigilada para constric­
tivamente castigarla y someterla, lo que hace comprensible
en los elocuentes términos de Agamben, además, que “la
regla viva sólo de la excepción”,10 como toral convergencia
de los desarrollos en paralelo que, con sus respectivos re­
gistros particulares, determinan el encuentro de propósitos
entre Benjamin y Agamben, por ejemplo, contra Schmitt y
sus epígonos estatólatras.
Agamben sostiene también que toda la historia jurídica
de raigambre occidental, desde el derecho romano antiguo
hasta abarcar inclusive la modernísima Declaración de De­
rechos del Hombre y del Ciudadano —así como la plétora
de sus derivas que abarcan la transición posmoderna del ca­
pitalismo maduro—, están soportadas en el vínculo seminal
entre el poder soberano y la vida humana, siempre expuesta a
la muerte. Huelga decir, en la desgranada concatenación de
todas sus determinaciones, que la consecuencia ulterior que
pondera al homo sapiens como simple vida está radicada en
el hecho de que esta pueda ser desprovista de cualquier otra
contextualidad adicional en lo social, lo político y lo cultu­
ral, a fin de que desde el principio de autoridad pueda ser
tratada como proyecto, o como plan, asimismo como tarea
histórica, y, acaso, como un residuo y aún como simple objeto
de experimentación. Por ello, la vida deviene materia suscep­
tible de ser suprimida o aniquilada, sin que eso implique
infracciones a las normas legales, como aquellas que per­
petran con rotunda impunidad —montados en ancas de la
excepcionalidad— los gobernantes contra los gobernados o
los propietarios contra los desposeídos, lo que supone, ade­

10
Giorgio Agamben, op. cit., p. 42.

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Alfredo Velarde

más de la legalización del asesinato sin consecuencias para


los poderosos, un salto que ubica a estas execrables prácticas
más allá de lo punible desde la condición ciudadana, dentro
del statu quo impuesto desde la cúspide de los heterónomos
poderes decisorios.
De estas cosas y otras más se ocupa el sensible y escla­
recido desarrollo de Guerrero, quien ubica con atingencia
caracterizadora el destello metodológico de Walter Benjamin.
Yo diría, en lo que hace al Estado de excepción de Guerrero,
que el texto es portador de su propio destello peculiar. ¿Cuál
es éste? Uno de naturaleza singular que es capaz de adver­
tir la necesidad emancipadora a través de la observación de
la tradición de resistencias denunciantes y de luchas de los
oprimidos para desenmascarar a los estados de clase y su
ilegal vocación criminal; uno que hace de la biopolítica de
la contestación insumisamente indisciplinada un arma de la
razón contra un execrable biopoder que, en forma cada vez
más virulenta, echa mano de la excepción, hasta el punto de
hacerla una suerte de anomalía constante de la regla des­
bordada, con fines disciplinariamente anuladores de todas
las pulsiones de liberar el existente humano y de la nuda
vida agambeniana. En tal sentido, los condenados de la tierra
y quienes son la carne de cañón de todo estado de excepción
son implícitamente convocados a la resistencia multitudina­
ria en estos tiempos de rabia contenida contra tanta prepo­
tencia y autoritarismo.11
Que este avispado escrito de profunda relevancia filosó­
fica y hondas implicaciones éticas, además de biopolíticas,
para las resistencias que ya se libran por doquier, y que me
honra presentar, haya sido elaborado por Enrique Guerrero,

En directa alusión al célebre libro Los condenados de la tierra, de


11

Frantz Fanon. México, fce, 1963.

22

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Estado de excepción • Prólogo

un lúcido y joven preso de consciencia sin el debido pro­


ceso y bajo injustas, además de falsas, acusaciones, sólo in­
crementa nuestra admiración y el gran reconocimiento que
por él tenemos. Nos indigna que sea él un ejemplo vivo de
que en el desgarrado México de hoy, ni siquiera sea precisa
una oficiosa e ilógica dinámica procedimental para aplicar
medidas fácticas que corresponden a las de un estado de
excepción en los términos que el propio Enrique expone y
denuncia para nuestro país.
Agradezco a los compañeros del cega por el apoyo sos­
tenido que brindan a la causa que demanda la inmediata
libertad de Enrique Guerrero; en especial a Emilio, quien
me invitó a elaborar el presente prólogo. Con ellos y todos
sus solidarios, también digo:

¡Libertad inmediata a Enrique Guerrero Aviña!

Pueblo de Tepepan, Xochimilco.


Viernes 19 de febrero de 2016.

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Introducción

Éste es un texto inconcluso —quizás casi todo escrito lo


sea de algún modo—. Surge, en principio, de la necesidad
individual y colectiva de comprender el sentimiento de que
el mundo, tal cual es, no puede ser; nos sitúa en una encru­
cijada: es urgente hacer algo, pero no sabemos cómo.
He tratado de dialogar con un texto marginal: “Tesis de
filosofía de la historia”, de Walter Benjamin. La desventura
de estos fragmentos posiblemente esté ligada a mi propio
extravío. Sobrevivieron a la persecución del Estado, pero no
han podido contra la incomprensión vigente… ¡Vaya analo­
gía! Este preso intenta decirles que nosotros, todos, también
somos destinatarios de la afirmación benjaminiana de que
el estado de excepción se ha vuelto la regla en una primera
caja de herramientas, para decirlo al estilo de Foucault. La
segunda caja de herramientas es Giorgio Agamben, su filo­
sofía, la profundidad con que desarrolla las implicaciones y
características topológicas del estado de excepción. Hoy día,
en estas latitudes, resulta evidente que cualquiera de noso­
tros puede ser asesinado violenta y profanamente. Partien­
do de ello, podemos y debemos discutir el paradigmático
concepto de homo sacer, aquel al que cualquiera puede dar
muerte sin que constituya homicidio, pero que, a la vez, no
es sacrificable.
Al final, hemos hecho una aproximación al estado de ex­
cepción en su despliegue concreto y actual en México, para
tratar de invitar a la discusión filosófica sobre la violencia;
por ejemplo, ¿qué implicaciones tiene en la subjetivación el
hecho de que la muerte no sea una certeza? La desaparición
de personas es un fenómeno persistente. Los últimos suce­
sos hacen aún más evidente lo evidente: yo, el otro, cualquie­

25

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ra puede ser desaparecido. También, ¿puede ser la cárcel el
sueño de la política moderna?
Predominan las preguntas sin respuesta, los quizás; ya
nos advertía Nietzsche, en Más allá del bien y del mal, sobre
el advenimiento de los filósofos del peligroso quizá, pero
en cierta forma eso es la filosofía, la búsqueda de las pre­
guntas antes que de las respuestas, la importancia de saber
preguntarnos en un mundo que consume respuestas exprés.
Las conclusiones de este ensayo se encuentran en el texto
mismo, en forma de dudas sinceras, de algún quizás o de al­
guna certeza. Se trata, ante todo, de un esfuerzo por galopar
a contrapelo.

Enrique Guerrero Aviña


Cárcel de Puente Grande, Jalisco.
22 de noviembre de 2014.

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PRIMUS

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Estado de excepción

Don Quijote de la Mancha causó una profunda impresión


en don Diego de Miranda por enfrentarse, sin necesidad
aparente, a un león, mientras que, por otro lado, se expre­
saba con razones lúcidas, tal como se puede constatar en el
siguiente diálogo: “No sé lo que te diga, hijo —respondió
don Diego—; sólo te sabré decir que le he visto hacer cosas
del mayor loco del mundo y decir razones tan discretas, que
borran y deshacen sus hechos”.12 El ingenioso hidalgo, des­
de entonces también llamado el Caballero de los Leones, se
presenta repetidamente como una figura que vuelve indi­
ferenciables la locura y la razón. Ese “cristo gótico”, como
escribe José Ortega y Gasset,13 resulta un umbral entre lo
ficticio y lo fáctico. Justo en un diálogo del Quijote con el
hijo de don Diego, Cervantes registra un viejo adagio: “No
hay regla sin excepción”.14 Vale la pena posar la mirada en
cosas sencillas, migajas, huellas que dan testimonio. Habla­
mos de que a principios del siglo xvii era ya conocido este
refrán donde la regla es propincua a la excepción; se trata de
la relación fundamental de la regla con la excepción. Intere­
sante sería rastrear de forma más minuciosa el origen de este
dicho. ¿Desde cuándo hemos intuido que la excepción hace
la regla? El pintor y grabador neerlandés Rembrandt plas­
mó en algunas de sus obras halos luminosos, similares a los
destinados a los santos, rodeando vulgares enseres. ¿Acaso
nos dice que pongamos atención a las cosas cotidianas y en
apariencia simples? Escribió Walter Benjamin:

Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, p. 681.


12

José Ortega y Gasset, “Meditaciones del Quijote”, en Ortega


13

y Gasset, pp. 17-18: “Porque en cierto modo es Don Quijote la parodia


triste de un cristo más divino y sereno: es él un cristo gótico, macerado en
angustias modernas”.
14
Miguel de Cervantes, op. cit., p.682.

29

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Enrique Guerrero Aviña

Como las flores vuelven su corola hacia el sol, así


también todo lo que ha sido, en virtud de un he­
liotropismo de estirpe secreta, tiende a dirigirse
hacia ese sol que está por salir en el cielo de la
historia. Con ésta, la más inaparente de todas las
transformaciones, debe saber entenderse el mate­
rialista histórico.15

Esto nos invita a entendernos con la más impercep­


tible de las transformaciones, la que considera “todo lo
que ha sido”. Desocultar las cotidianeidades veladas es
también tarea filosófica. En su conocido Tratado contra el
método, Paul Feyerabend nos dice que “no existe ninguna
idea, por antigua y absurda que sea, que no pueda mejorar
el conocimiento”.16 Volviendo a nuestro inveterado adagio,
nos indica Agamben:

La afirmación según la cual “la regla vive sólo de


la excepción” debe ser tomada, pues, literalmente.
El derecho no tiene otra vida que la que consigue
integrar dentro de sí a través de la exclusión in­
clusiva de la exceptio: se nutre de ésta y sin ella es
letra muerta.17

La tesis VIII de Benjamin sentencia ad litteram “que


el ‘estado de excepción’ en que ahora vivimos es en verdad

15
Walter Benjamin, Tesis sobre la historia y otros fragmentos, pp.
38-39.
Paul Feyerabend, Tratado contra el método. Esquema de una teoría
16

anarquista del conocimiento, p. 31.


17
Giorgio Agamben, Homo sacer. El poder soberano y la nuda
vida, p. 42.

30

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Estado de excepción

la regla”.18 Tratemos de profundizar en el contenido y las


tangentes de esta tesis: ¿Cómo se desoculta el estado de
excepción convertido en regla?; intentemos también aproxi­
marnos a otros puntos que circundan este octavo fragmen­
to: nociones sobre el estado de excepción actual, crítica del
progreso, reproductividad del binomio cultura-barbarie y
la propuesta de una metaexcepción. Esta lectura de las tesis
de Benjamin, tomando como eje la octava, pretende darnos
mayor sustento para entender nuestra circunstancia, y es, a la
vez, una manera modesta de dialogar con un texto marginal,
lamentablemente ignorado por casi todos sus destinatarios.

Estado de excepción

Tesis ocho

Recorrer los aporísticos senderos del estado de excepción


nos obliga a revisar el pensamiento y las tesis de Walter
Benjamin, un condenado al desengaño, escritor interrumpi­
do y luciferino con peculiar cercanía al judaísmo y a la teoría
crítica; una muestra de lo primero es su relación y amistad
con Gershom Scholem, y de lo segundo, con Bertolt Brecht
y Theodor W. Adorno.19 Benjamin es un pilar fundamental
del pensamiento de Agamben y ambos serán nuestros guías
por los círculos del estado de excepción.
¿Cuál es el sentido de las llamadas “tesis de filosofía de la
historia”? Hablamos de un texto que estuvo en riesgo de des­
aparecer junto con su autor, fragmentario, escrito en papeles

Walter Benjamin, op. cit., p. 43.


18

Vid. Bolívar Echeverría, “Benjamin, la condición judía y la polí­


19

tica”, en Walter Benjamin, Tesis sobre la historia y otros fragmentos, pp. 9-32.

31

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Enrique Guerrero Aviña

de muy diversos formatos, incluyendo los bordes de algunos


periódicos.20 Benjamin esperaba un “entusiasta malentendi­
do”, pero no fue así, el malentendido condujo a su exclusión;
su primera publicación ocurrió en 1942, dos años después
de la controversial muerte de Benjamin, quien tarde, muy
tarde, huía del nacionalismo; su primer editor fue Theodor
W. Adorno, quien las tituló Sobre el concepto de historia.21 Se
trata de un texto donde convergen el materialismo histórico,
la teología, la qabbalah y la crítica del progreso, de la so­
cialdemocracia alemana y de la modernidad en su conjunto.
En él desfilan conceptos como mesianismo, redención, lucha
de clases, estado de excepción, todos en una compleja articu­
lación. Suele considerarse como un esbozo metodológico,
un armazón teórico de su gran obra inconclusa, su Libro de
los pasajes, centrado en París, también conocido como Pas-
sagenarbeit, pero, más allá de esto, me parece que tanto el
tono como el contenido de las tesis resultan ser un llamado
de alerta incomprendido; un grito urgente, como todo grito
auténtico; la visión lineal del pasado vertido en el presente,
como bien retrató Esquilo en Las Coéforas, cuando el criado
dice: “Sábelo, los muertos matan a los vivos”, y el resulta­
do es también apremiante: “tampoco los muertos estarán a
salvo del enemigo, si este vence. Y este enemigo no ha cesa­
do de vencer”.22 Frente a la marcha del progreso, Benjamin
pretende, se afana, observa en todo lo que acaece cómo se
acumulan ruinas sobre ruinas. En lo que puede parecer una
mera “cadena de acontecimientos”,23 él desoculta “una ca­

Ibidem, p.10.
20

Ibidem, p. 11.
21

22
Walter Benjamin, op. cit., p. 40.
23
Recordemos el intento de total objetividad atómica de Witt­
genstein, quien inicia su Tractatus afirmando que el mundo es todo lo

32

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Estado de excepción

tástrofe única”. Benjamin busca rescatar al pensamiento y


la práctica crítica de las redes con apariencia de cobertor
que los aprisionan, tal y como señala en su tesis X: “Los
temas de meditación que la regla conventual proponía a
los hermanos novicios tenían la tarea de alejarlos del mundo
y sus afanes. La reflexión que desarrollamos aquí procede de
una determinación parecida [...], esta reflexión se propone
desatar al que vive en el mundo de la política de las redes en
que ellos [los políticos] lo han envuelto”.24 Estas tesis, aún
vigentes, toman también postura ante la pregunta: “¿Qué
significa actuar políticamente?”.25 Su desventura, muy ligada
a la nuestra, ha sido la poca atención lograda: casi todos los
proyectos de transformación social han pasado de largo ante
tan “incómodo” texto.
Es la tesis VIII la que habla explícitamente sobre el esta­
do de excepción, que resulta ser en verdad la regla:

La tradición de los oprimidos nos enseña que


el “estado de excepción” en que ahora vivimos
es en verdad la regla. El concepto de historia al
que lleguemos debe resultar coherente con ello.
Promover el verdadero estado de excepción se nos
presentará entonces como tarea nuestra, lo que
mejorará nuestra posición en la lucha contra el
fascismo. La oportunidad que éste tiene está, en
parte no insignificante, en que sus adversarios lo
enfrentan en nombre del progreso como norma

que acaece, la diferencia se encuentra en el significado de lo que acaece;


para Benjamin, se incluyen los hubieras, las posibilidades. En el caso de
Wittgenstein véase Wittgenstein en la bibliografía.
24
Walter Benjamin, op. cit., p. 45.
25
Giorgio Agamben, Estado de excepción, p. 24.

33

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Enrique Guerrero Aviña

histórica. El asombro ante el hecho de que las


cosas que vivimos sean ‘aún’ posibles en el siglo
veinte no tiene nada de filosófico. No está al
comienzo de ningún conocimiento, a no ser el de
que la idea de la historia de la cual proviene ya no
puede sostenerse.26

Dividiremos nuestra lectura de la tesis VIII en cuatro


partes: a la primera (1.2), dedicada a entender cómo se de­
sarrolla el estado de excepción, la hemos denominado “Des­
tello metodológico”; en la segunda, titulada “Destinatarios”,
que aborda la crítica benjaminiana al progreso y la socialde­
mocracia alemana, dilucidaremos el marxismo,27 la ciencia,
la insuficiencia de la crítica vigente y la pérdida de su signi­
ficado, pues, si bien el marxismo hoy está lejos de las modas
académicas y políticas, su influencia ha sido relevante; en
la tercera, “Cultura-barbarie”, hablaremos del proceso de
transmisión y comunicación, y la propagación del binomio
cultura-barbarie; y en la cuarta, llamada “¿Metaexcepción?”,
discutiremos la lectura que hace Agamben de la demanda
benjaminiana de construir el “verdadero estado de excep­
ción”, y me atrevo a disentir, en congruencia con el tono de
las tesis, pues como ya mencionábamos son, ante todo, un
grito urgente. La única forma de hacer un poco de justicia a
estas tesis es discutir con ellas nuestra actualidad.

Walter Benjamin, op. cit., p. 43.


26

Es importante diferenciar entre marxiano y marxismo; con


27

el primer término nos referimos directamente a la obra de Karl Marx,


mientras que, con el segundo, nos referimos al marxismo en general, el
que ha tenido mayor influencia sobre la práctica política, dejando fue­
ra algunas propuestas marginales, en ciertos puntos afines, como sería
el caso del propio Benjamin. Esta distinción coincide con una cita de
Agamben que aparece más adelante.

34

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Estado de excepción

Destello metodológico

Existe aquí un destello metodológico,28 luciérnagas en el


bosque, Benjamin es así, como alguna vez me escribieron:
“en breve ilumina toda la cueva”, ahora, entre la oscuridad y
las luciérnagas, nos toca continuar, se trata pues de mirar la
tradición de los oprimidos para desvelar el estado de excep­
ción actual como regla. Trataremos de indagar si en las tesis
existe alguna noción sobre lo que es el estado de excepción
y, con ello, determinar si tal noción se ajusta a la regla de
nuestros días. Traigamos las siguientes palabras de la tesis
VII: “No hay documento de cultura que no sea a la vez un
documento de barbarie. Y así como éste no está libre de bar­
barie, tampoco lo está el proceso de la transmisión a través
del cual los unos lo heredan de los otros”.29
Podemos entender el estado de excepción, en una pri­
mera aproximación, como ese lugar donde cultura y barbarie
se funden, se vuelven indiferentes, un umbral entre cultura y
barbarie, una exclusión inclusiva: la barbarie se excluye de la
cultura incluyéndose, mientras que la cultura se excluye de
la barbarie en su inclusión.
Pensemos en algún documento de cultura, por ejemplo,
la conmemoración del fin de la segunda gran guerra del si­
glo xx. Para la gran mayoría de los países europeos, se tra­
ta de un festejo, la celebración del triunfo, la modernidad
que dice derrotar a la maldad; sin embargo, en Argelia se

Un destello es un resplandor intenso, breve, proviene del latín


28

destillare que significa gotear, ambos sentidos hacen alusión a nuestra


lectura de Benjamin. Recuerdo que Nietzsche se maravillaba de las
coincidencias al descubrir el significado del nombre de Zaratustra, no
cabe duda que las coincidencias tienen su encanto, son un resplandor
a cuenta gotas.
29
Walter Benjamin, op. cit., p. 41.

35

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Enrique Guerrero Aviña

concibe como un luto nacional: durante la guerra, Francia


prometió la independencia a los argelinos si luchaban con­
tra los alemanes en África; al finalizar la confrontación, la
gente exigió su independencia y el ejército francés reprimió
cualquier iniciativa independentista… la masacre dejó una
herida. Agreguemos a esta consideración que, en el año de
1955, Francia decretó el estado de emergencia en Argelia
—algo que, en los hechos, ya era una realidad—. Incluso
Agamben dedicó un par de líneas a la dominación francesa
de Algérie cuando realizó una Breve historia del estado de ex-
cepción.30 Esto nos dice el filósofo: “En abril de 1961, duran­
te la crisis argelina, De Gaulle recurrió al artículo 16, si bien
el funcionamiento de los poderes públicos no había sido
interrumpido”.31 El mencionado artículo 16 de la Constitu­
ción francesa (aún vigente) “norma” el estado de excepción,
establece que el presidente ha de tomar las medidas necesa­
rias si se ve interrumpido el “funcionamiento regular de los
poderes públicos” o ante amenazas contra las instituciones o
integridad del territorio. Fue necesaria la visión de los opri­
midos (en este caso argelinos) para vislumbrar la barbarie
en este documento de cultura. Los argelinos, convertidos en
seres que pueden ser sacrificados sin que esto constituya un
homicidio, igual que los japoneses de Hiroshima y Nagasaki
(doscientos diez mil muertos tan sólo en el año de 1945).
La historia del puerto chileno de Iquique resulta ar­
quetípica del “desarrollo”, como los ocultadores llaman a
la opresión de nuestro continente. Perteneció a Perú hasta
que Chile la invadió en 1879 y fue cuna de minas salitreras.
Hoy quedan los espacios de pueblos desmontados durante

30
Giorgio Agamben, Estado de Excepción. Homo sacer II, 1,
pp. 39-58.
31
Ibidem, p. 43.

36

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Estado de excepción

el auge de la minería. La imagen siguiente es ejemplar de


lo que mencionamos, de lo que vivimos: “Iquique, el ma­
yor puerto del salitre, ‘puerto de primera’ según su galardón
oficial, había sido el escenario de más de una matanza de
obreros, pero a su teatro municipal, de estilo belle époque,
llegaban los mejores cantantes de la ópera europea antes que
a Santiago”.32
Busquemos otros documentos de cultura: ¿Quién mira en
una hermosa obra de orfebrería la barbarie minera? ¿Quién
observa en la más cotidiana mercancía el proceso circular,
enajenado y vicioso de deseo-producción-consumo-deseo?
¿Quién imagina la irónica escena de fabricación de El ca-
pital de Marx por el trabajo asalariado? Así los argelinos,
los japoneses, los mineros chilenos a los que las balas, las
bombas o las condiciones de trabajo han matado sin consti­
tuir un homicidio. La tradición, la visión de los oprimidos,
nos desoculta el binomio cultura-barbarie, el actual esta­
do excepción vuelto regla. ¿Qué podemos decir de nuestro
país, donde en los últimos años han muerto y desaparecido
miles, en su inmensa mayoría de forma impune?

Destinatarios

Las tesis de Benjamin tienen destinatarios; por ello, es re­


levante su crítica a la socialdemocracia alemana, ejemplo
de los riesgos que corre todo actuar político, toda crítica
y todo proyecto de oposición o transformación en nuestro
mundo moderno. Nos dice el propio Benjamin: “Ella parte
de la consideración de que la fe ciega de esos políticos en

32
Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina, p. 233.

37

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el progreso, la confianza es su ‘base de masas’ y, por últi­


mo, su servil inserción en un aparato incontrolable no han
sido más que tres aspectos de la misma cosa”.33 Traigamos
a escena a Rosa Luxemburgo, pensadora y dirigente alema­
na quien murió durante la revuelta espartaquista de 1919.
Luxemburgo planteó la disyuntiva socialismo o barbarie. El
problema reside en la concepción del socialismo como una
superación del capitalismo, enmarcado por los vértices del
progreso. Es una falsa disyuntiva, pues no deja de ser un
documento de cultura. Esto nos conecta con la tesis VIII, la
oportunidad del “fascismo” estriba en que se le enfrente en
nombre del progreso. 34
¿Cuánto tiempo se lleva haciendo alarde del desarrollo,
símil del progreso? La promesa de que la tecnología realiza­
rá el reino de los cielos en la tierra es ya un cliché muy saca­
do. “Por qué la humanidad, en lugar de entrar en un estado
verdaderamente humano, se hunde en un nuevo género de
barbarie”,35 preguntan Adorno y Max Horkheimer. Hegel es
uno de los grandes defensores del progreso; acertada parece
la lectura del exiliado Alexandre Kojéve sobre que fue Hegel
el primero en declarar el fin de la historia. Analicemos, por
ejemplo, la famosa dinámica amo-esclavo, el amo adquiere,
según Hegel, reconocimiento, autoconciencia en sí y para sí

33
Walter Benjamin, op. cit., p. 45.
34
Las tesis fueron escritas hacia el final de los días de Benjamin.
Tenía perseguidores claros, enemigos acechándolo, pero no debe pen­
sarse aquí el término “fascismo” como restrictivo del nacionalismo y los
fascistas italianos, en principio, porque las propias tesis lo dejan claro, en
segundo lugar, porque nuestra lectura no concibe el fascismo y el totali­
tarismo como rupturas, al contrario, las entiende como continuidades de
la modernidad.
35
Theodor W. Adorno y Max Horkheimer, Dialéctica de la Ilustra-
ción. Fragmentos filosóficos, p. 51.

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Estado de excepción

en la autoconciencia de este último, mientras que el esclavo


lo hace tomando como vehículo el fruto de su trabajo, “el
trabajo os hará libres”. Los oráculos del progreso sostienen
hoy el mismo argumento con los términos en moda, los ex­
pertos de los organismos internacionales proponen, mejor
dicho, obligan a que los países “subdesarrollados” acepten
la tutela de los “desarrollados”, los primeros obtendrán su
reconocimiento, su desarrollo gracias a la inversión extran­
jera y por medio de su trabajo, así la opresión se transfigura
en falta de desarrollo, la dominación es en apariencia una
mera cuestión de progreso, para Benjamin y su ojo agudo la
cuestión es distinta, la alternativa es ruptura, no los círcu­
los concéntricos, sino las tangentes, la chancecita de que el
tiempo se destiempe.
Pareciera ser que los destinatarios de Benjamin son hoy,
obsoletos, sin embargo, el significado de la praxis política
sigue atrapado en conceptos, mitológicos, prejuicios, etcé­
tera, muy similares a los que ha criticado el filósofo alemán,
aquí es pertinente la reflexión de Agamben sobre la crítica
al Estado:

Hoy, en un momento en que las grandes estruc­


turas estatales han entrado en un proceso de di­
solución y la excepción, como Benjamin había
presagiado, se ha convertido en regla, el tiempo
está maduro para plantear desde el principio, en
una nueva perspectiva, el problema de los límites
y de la estructura originaria de la estatalidad.
Porque la insuficiencia de la crítica anarquista y
marxiana del Estado ha sido precisamente la de
no haber ni siquiera entrevisto esa estructura y
haber así omitido expeditivamente el arcanum

39

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imperic, como si éste no tuviera consistencia algu­


na fuera de los simulacros y de las ideologías que
se habían alegado para justificarlo. Pero ante un
enemigo cuya estructura se desconoce, siempre se
acaba, antes o después, por identificarse con él, y
la teoría del Estado (y en particular del estado de
excepción, es decir, la dictadura del proletariado
como fase de transición hacia la sociedad sin Es­
tado) es precisamente el escollo en que han nau­
fragado las revoluciones de nuestro siglo”.36

Recurramos a las palabras de Agamben empezando por


el final, imposible sería negar que las revoluciones del siglo
xx y lo que va del xxi han naufragado,37 es muy difícil con­
tradecir su perdición en las tempestades del Estado, basta
pintiparar la revolución rusa, los sandinistas en Nicaragua o
el gobierno de Allende en Chile. El Estado es, como nos ad­
virtió Nietzsche, “el más frío de todos los monstruos fríos”,38
aquel que miente en todas las lenguas, y justo la jerigonza
de este frío monstruo extravió los análisis anarquista y mar­
xiano, pero sobre todo marxista,39 este último, embelesado
por sí mismo, nunca logró cuestionar y cuestionarse sobre la
estructura originaria de lo estatal, englobaron en el concepto
de ideología y “falsa conciencia” elementos fundamentales
de la experiencia humana que podían reorientar su análisis.
Existen algunas propuestas muy marginales, con cierta afi­
nidad al pensamiento de Marx, que sí han intentado pensar

Giorgio Agamben, Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida,


36

pp. 22-23.
37
El texto citado de Agamben data de finales del siglo xx.
38
Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra, p. 74.
39
Vid. Nota 27

40

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Estado de excepción

más allá de los esquemas, sin embargo su ausencia es notoria


en las revoluciones contemporáneas, tenemos por ejemplo
el pensamiento de Foucault o del propio Benjamin.
La dictadura del proletariado encaja sin mayor dilema
en el estado de excepción como lo entiende Carl Schmitt,
será Benjamin, nuestro condenado al desengaño, quien per­
ciba la necesidad de una práctica crítica que vaya más allá,
sobre esta discusión entre Schmitt y Benjamin resulta escla­
recedora la lectura que realiza Agamben, pero más adelante
trataremos el punto.
El marxismo cayó en su propio mitologema, se autopro­
clamó ciencia, se vistió con turbante de muselina, cinturón
de cachemira, babuchas y narguile, para luego confundirse
con su apariencia, se quedó mirando un autómata rígido,
inmutable, engatusado por su propio truco, leamos la tesis I:

Según se cuenta, hubo un autómata construido de


manera tal, que, a cada movimiento de un jugador
de ajedrez, respondía con otro, que le aseguraba
el triunfo en la partida. Un muñeco vestido de
turco, con la boquilla del narguile en la boca, es­
taba sentado ante el tablero que descansaba sobre
una amplia mesa. Un sistema de espejos producía
la ilusión de que todos los lados de la mesa eran
transparentes. En realidad, dentro de ella había
un enano jorobado que era un maestro en aje­
drez y que movía la mano del muñeco mediante
cordeles. En la filosofía, uno puede imaginar un
equivalente de ese mecanismo; está hecho para
que venza siempre el muñeco que conocemos
como “materialismo histórico”. Puede competir
sin más con cualquiera, siempre que ponga a su

41

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Enrique Guerrero Aviña

servicio a la teología, la misma que hoy, como se


sabe, además de ser pequeña y fea, no debe dejarse
ver por nadie.40

Edgar Allan Poe era un aficionado al juego de escaques,


en el siglo xix escribió un ensayo sobre el autómata conoci­
do como Jugador de Maelzel, se dice que casi nunca perdía
una partida, para desentrañar su secreto, Poe, realizó dieci­
séis hipótesis analíticas, hasta concluir que necesariamente
había un hombre escondido. En la historia del famoso au­
tómata, también llamado El Turco, se entreveran rumores,
anécdotas y algunos registros, se dice incluso que disputó
una partida contra el propio Napoleón Bonaparte,41 el em­
perador fue derrotado por el autómata y su enano escondi­
do. Benjamin que también gustaba del ajedrez, recordemos
aquella foto donde juega con Bertolt Brecht, seguramente
conocía todo esto, la primera tesis es oscura y reveladora, el
marxismo no pudo entender que el autómata era su fachada
científica, se quedó enfrascado en sus importantes concep­
ciones económicas, nunca logró hacer lo que decía Witt­
genstein, subirse encima de ellas. Prescindiendo del enano
jorobado y feo quedó sin vida propia y fue asimilado por
la desmedida modernidad. Resulta sintomático lo que nos
dice el economista checo Tomás Sedlácek:

Fue Marx quien (paradójicamente) de facto creyó


que la economía y la teoría económica eran el
fundamento de todo, el fundamento de la socie­
dad, el cual entonces determina todo lo demás, y

Walter Benjamin, op. cit., p. 35.


40

Napoleón, aficionado al ajedrez, dijo sobre éste: “es un juego sin


41

par; regio e imperial”.

42

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Estado de excepción

que todo lo demás (incluyendo la moralidad y la


cultura) es una superestructura montada encima
de un fundamento económico.42

Resulta interesante cómo Sedlácek encuentra en los


dogmas o conceptos económicos su fundamento mítico, fi­
losófico, teológico y narrativo. El materialismo histórico se
ha pensado a sí mismo ahistóricamente, hemos olvidado que
la economía y la ciencia son también una creación histórica,
literaria, el filósofo de la ciencia y epistemólogo anárquico
Paul Feyerabend dice: “La separación entre historia de una
ciencia, su filosofía y la ciencia misma se desvanece en el
aire, y lo mismo sucede con la separación entre ciencia y no
ciencia; las diferencias entre lo científico y lo no científico
se evaporan”.43
La comunidad científica que construye la “verdad” en
ciencia es la misma que evalúa esta “verdad”, por ello el mar­
xismo (primordialmente el leninismo) durante algún tiem­
po pudo autoproclamarse como ciencia. Hegel escribió que
si uno observa racionalmente el mundo, éste contestará de­
jándose ver racionalmente, pensando a Hegel contra Hegel,
si queremos ver el mundo con los anteojos de la economía,
éste nos responderá en sintonía, nuestras metáforas, nues­
tros mitologemas nos ayudan a entender nuestra existen­
cia, sin embargo, también pueden aherrojarnos, ¿qué tanto
somos responsables de nuestras construcciones filosóficas y
literarias?
En su libro titulado Gog, el polémico y lúcido pensador
italiano Giovanni Papini narra su encuentro con un multi­

Tomás Sedlácek, Economía del bien y del mal. La búsqueda del


42

significado económico desde Gilgamesh hasta Wall Street, pp. 310-311.


43
Paul K. Feyerabend, Tratado contra el método, p. 32.

43

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Enrique Guerrero Aviña

millonario interesado en un manicomio particular.44 Gogg­


ins, alias Gog, es la expresión del hombre moderno al des­
nudo, la nuda modernidad. El texto logra colocarnos con la
oblicuidad del descaro o sinceridad en un umbral entre rea­
lidad e ilusión, las aporísticas ilusiones de la modernidad, en
uno de los escritos atribuidos a Gog se registra el encuentro
que tuvo con el antropólogo británico sir James George Fra­
zer, el autor de La rama dorada dijo en dicha reunión:

Son ingratos [los hombres modernos]. Faltan al re­


speto a la madre. Toda la vida la civilización mod­
erna –y por moderna entiendo la que comienza con
la Grecia de Sócrates y, después de una interrupción
de siglos, ha fructificado desde el Renacimiento
hasta nosotros – es hija legítima de la Magia.45

En esta ficción real Frazer expone que todas las artes,


leyes, tradiciones políticas y ciencias emanan de la Magua,
ésta resulta ser el vínculo entre animalidad y cultura (¿cuál
será el vínculo entre barbarie y cultura?). Es relevante que la
reunión transcurre en casa de un coleccionista de fetiches,
discreta insinuación, ¿pueden ser las artes, leyes, tradiciones
políticas y ciencias nuestros fetiches modernos?, tomando
en consideración que todas ellas suelen ser revestidas de la
forma mercancía; es decir que se transforman en expresión
de la contradicción entre valor y valor de uso,46 podemos

44
Toda narración es una creación, me parece importante man­
tener a Gog, como pretende Papini, en el umbral entre fictio y realidad.
45
Giovanni Papini, Gog. El libro negro, pp. 125-126.
46
Sobre este tema puede consultarse el famoso primer capítulo
de El capital de Karl Marx, primordialmente el parágrafo cuarto sobre el
fetichismo de la mercancía.

44

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Estado de excepción

aseverar su fetichización mercantil, el ocultamiento de las


relaciones sociales que las producen en la forma aparente­
mente autónoma del precio, pero, para comprender en ma­
yor amplitud su fetichización debemos considerar que todas
ellas encubren los arcana imperii de la modernidad, inclu­
yendo el que está pensando Agamben en la cita pasada: la
unidad entre poder y nuda vida, la politización de la vida,
pero sobre ello andaremos más adelante. Sobre el estrecho
vínculo entre ciencia y magia (como escribe Papini), Gog
registra la supuesta exposición de Frazer en los siguientes
términos.

La Magia, en efecto, supone que a ciertos fenó­


menos seguirán infaliblemente otros fenómenos
sin la intervención de una voluntad extraña. Se
funda, como la ciencia, sobre el determinismo, es
decir, sobre la fe implícita en una realidad orde­
nada y homogénea. El mago no pretendía violen­
tar los hechos, pero, conociendo las secretas afini­
dades y el orden en que se sucedían, se contentan
con imitar aquel fenómeno que era el antecedente
constante del fenómeno deseado. Sus errores y sus
fracasos procedían de no haber observado bien
aquella trabazón fija de sucesiones y fundarse en
relaciones aparentes más que substanciales, pero
el principio de que partía era el mismo sobre el
cual se halla edificada la ciencia moderna. Incluso
los muchachos saben que la química se deriva de
la alquimia, la astronomía de la astrología y la me­
dicina científica del hermetismo.47

47
Giovanni Papini, op. cit., p. 127.

45

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Enrique Guerrero Aviña

En esta lectura encontramos afinidad en el pensamiento


instrumental de la magia y la ciencia, la diferencia estriba en
la mesura de la primera frente a la desmesura de la segunda,
Freud se equivoca al atribuir a la magia una “imperturba­
ble confianza en la posibilidad de dominar el mundo”,48 la
desmesura del vuelo de Ícaro se ajusta mucho más a la cien­
cia moderna que trata de abarcar desde lo más minúsculo
e imperceptible hasta el cosmos y sus abstracciones como
tiempo y espacio.
Tratamos de mostrar que el autómata no puede jugar
partida alguna sin el enano, feo y jorobado, el marxismo no
lo entendió y su herencia perduró, la praxis política se ha
diluido (para “provecho” de algunos, desventura de otros),
ha perdido significado esperando que el autómata jugará
por sí solo, se ha pretendido cuestionar las circunstancias
desarrollándolas.
Pensemos en Odiseo, el astuto, pretendió desmitificar
el Mediterráneo (es decir el orbe) por medio de la razón, la
Eneida, por el contrario, resulta ser un testimonio de la otra
cara de la moneda, Eneas navegando también por aquellos
mares confirma la vitalidad del mito, Virgilio retrata a Es­
cila y Caribdis por ejemplo, pero, para muestra más clara
está el encuentro entre Eneas y Aqueménides, este último
fue olvidado, según cuenta él mismo en la mansión del cí­
clope cuando escapó Odiseo, el astuto ahora visto como
estafador, justo mientras Aqueménides narra su desventura
aparece Polifemo, el horrible monstruo, inmenso y ciego, a
modo de bastón porta un pino sin ramas, herido pero vivo,
el mito persiste a la razón. Es una alegoría profunda entre
razón y mito.

48
Sigmund Freud, “Tótem y tabú”, en Obras completas, p. 1802.

46

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Estado de excepción

Me gustaría cerrar este inciso volviendo a la imagen de


la tesis I, el autómata con su narguile y el enano escondido,
ahora bien, hace ya algunos años (finales de los noventa) el
ex campeón mundial de ajedrez, Gary Kímovich Kasparov,
disputó dos encuentros contra el autómata ibm, la compu­
tadora conocida como Deep Blue, en el primer match Kas­
parov ganó sin problemas, después de unas mejoras se inició
el segundo match, cuando Kasparov sufrió la primer derrota
del duelo la rueda de prensa se polarizó. El ogro de Bakú,
como apodan a Kasparov, denunciaba la trampa de ibm, el
argumento era que la computadora fue ayudada en la elec­
ción de una jugada crucial por algún jugador de buen nivel,
Kasparov razonó en su favor que la Deep Blue estaba en un
cuarto de acceso totalmente restringido, pidió por impreso
los análisis donde el autómata daba ventaja matemática a
la jugada que “eligió”, ibm negó todo, pero no aclaró nada,
inclusive después del match desarmó la Deep Blue, Kas­
parov conocía el truco del turco pero ingenuamente confió
en una empresa voraz, no tenía presente los engaños de la
tecnología, al ganar ibm, sus acciones se dispararon a la alza.
Cuenta el propio Kasparov que al terminar el encuentro
coincidió con un actor estadounidense en el ascensor de su
hotel, Kasparov le aseguró que ganaría la revancha al autó­
mata, el actor le contestó que no sería así, no habría revan­
cha y así fue. Hoy día, las computadoras no logran derrotar
a los mejores jugadores (incluyendo al hoy retirado Kaspa­
rov), ibm no podría aceptar su trampa, sostenía la imagen
del autómata invencible, la técnica que venció al hombre.
En ajedrez gana, escribió Savielly Tartakower, el que comete
el penúltimo error.

47

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Enrique Guerrero Aviña

Cultura-barbarie

Hasta aquí hemos considerado como primera aproximación


para entender lo que es el estado de excepción convertido en
regla, el binomio cultura-barbarie, pero nos falta por tratar
un punto importante, también presente en la tesis VII, tam­
poco está exento de barbarie el proceso de transmisión de
intercambio, por medio del cual se hereda de unos a otros.
Bejamin nos alerta sobre cómo la barbarie se propaga en
nuestra cultura, una preocupación análoga leemos en Ador­
no y Horkheimer en una reflexión sobre el proceso de trans­
misión cultural:

Si la opinión pública ha alcanzado un estadio en


el que inevitablemente el pensamiento degene­
ra en mercancía y el lenguaje en el elogio de la
misma, el intento de identificar semejante dep­
ravación debe negarse a obedecer las exigencias
lingüísticas e ideológicas vigentes, antes de que
sus consecuencias históricas universales lo hagan
del todo imposible.49

El pensamiento es asimilado por la voraz mercancía,


desde un punto de vista técnico-material debe cruzar los
senderos editoriales, televisivos, cibernéticos, entre otros.
Pero también subjetivamente debe entreverarse en las “exi­
gencias lingüísticas e ideológica vigentes” del remitente y
del destinatario. Adorno y Horkheimer escribieron lo an­
terior en 1914, tiempo ha pasado ya, podemos entonces pre­
guntarnos: ¿es aún posible desafiar estas exigencias vigen­

49
Theodor W. Adorno y Max Horkheimer, op. cit., p. 52.

48

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Estado de excepción

tes?, ¿es ya demasiado tarde?, ¿cómo intentarlo?, pensemos


por ejemplo: ¿qué tanto la opinión pública ha asimilado el
pensar de Benjamin y Agamben? La respuesta no es muy
alentadora. En torno a este problema de la transmisión del
pensamiento y la posibilidad de su significado, podemos en­
tender la deconstrucción tal como nos dice Agamben:

El prestigio de la deconstrucción en nuestro


tiempo consiste precisamente en haber con­
cebido el texto entero de la traducción como
una vigencia sin significado que vale esencial­
mente en su indecibilidad, y en haber mostra­
do que una vigencia así es, como la puerta de
la ley en la parábola kafkiana, absolutamente
insuperable.50

Hemos traído a escena tres posturas sobre un problema


similar, mientras que Benjamin plantea radicalmente la in­
diferenciación entre cultura y barbarie,51 incluyendo en ello
la transmisión inseparable de ambas, aquí pues el fracaso
de las posturas que maniqueamente apuestan por la edu­
cación contra la violencia, es nuestra sociedad moderna la
que ha tenido mayor difusión de la lectura, también el pro­
medio de escolaridad es el mayor de toda la historia, pero
es también nuestra sociedad la que no pasa un día sin bom­
bardeos, en nuestro país, por ejemplo, pueden desaparecer
doscientas cincuenta personas en el estado de Guerrero en
tan sólo un mes. La cultura tal como la hemos construido

Giorgio Agamben, Homo sacer. El poder soberano y la nuda


50

vida, p.74.
51
Pensamos aquí el término radical en correspondencia con su
origen latino radicalis, perteneciente a la raíz.

49

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Enrique Guerrero Aviña

se funde con la barbarie, ésta que era lo exterior se confun­


de con lo interior.
Por otro lado, Adorno y Horkheimer nos hablan de la
opinión pública transfigurada en mercancía, el lenguaje
convertido en un serafín que le canta loas, de manera implí­
cita hay una distinción entre opinión y pensamiento crítico,
éste último puede transgredir el círculo vicioso, sin embar­
go, al intentar socializarse corre el riesgo de su fetichización
mercantil, riesgo al parecer actualmente inevitable. Al final
de la deconstrucción plantea todo el discurso de la tradi­
ción como vigente sin significado, podemos plantear como
paradigma nuestra inmensa tradición jurídico-institucional
donde leyes vigentes no se aplican,52 carecen de la “fuerza”,
mientras que actos sistemáticos que carecen de legalidad se
aplican, tienen la fuerza-de-la-ley,53 para muestra la Cons-
titución de México, la cual establece, en conformidad al de­
recho convencional (internacional), la garantía de que todo
detenido sea puesto a disposición de la autoridad compe­
tente de manera inmediata54, sin embargo, prácticamente
todos los detenidos por corporaciones federales (Ejército,
Marina y Policía Federal) son desaparecidos antes de ser,
quizá, presentados ante la instancia designada en el texto

52
“Un paradigma (el término quiere decir en griego simplemente
“ejemplo”) es un fenómeno particular que, en cuanto tal, vale para todos
los casos del mismo género y adquiere así la capacidad de constituir un
conjunto problemático más vasto”, Giorgio Agamben, Estado de excep-
ción. Homo sacer, II, 1, p. 13.
53
Véase en la bibliografía la versión castellana de la conferencia de
Jacques Derrida: Force de loi. Le Fondement Mystique de l´Autorité, la cual
tuvo lugar en la Cardozo School of Law de Nueva York.
54
Véase el artículo 16 constitucional, el artículo 193 del Código
Federal de Procedimientos Penales y el 7.5 de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos.

50

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Estado de excepción

de ley, sirve como sustento de lo anterior los informes de


Human Right Warch y Amnistía Internacional, donde se
concluye la sistemática dilación en la puesta a disposición
de los detenidos, también lo afirmo mediante mi experiencia
personal y la de todos los presos que he conocido, sin em­
bargo ese tiempo en ninguna parte es considerado el tiempo
de la tortura. No es nada sencilla toda esta problemática,
Benjamin, fiel a su destello metodológico, nos plantea tomar
distancia en lo posible, un paréntesis de los pasajes, de la
ciudad y sus vitrinas, intentar entonces “cepillar la historia a
contrapelo”.55
La alegoría de Babel es significativa, los hombres con
una sola lengua se establecieron en una llanura de Sinar, “y
se dijeron unos a otros: vamos, hagamos ladrillo y cozámos­
lo con fuego. Y les sirvió el ladrillo en lugar de piedra, y el
asfalto en lugar de mezcla”,56 la técnica fundamento para la
edificación, cura el espacio abierto de la llanura, se crea un
interior, después se dijeron: “vamos, edifiquemos una ciudad
y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un
nombre, por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la
tierra”,57 la ambición en el nombre es vista como forma de
apropiación. La técnica y la desmesura son aquí los fun­
damentos de la ciudad, desvelados por un pueblo aún nó­
mada o errante, entonces Yahueh descendió proclamando:
“confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el
habla de su compañero”,58 así los hombres, según esta in­
terpretación, se dispersaron por la tierra y abandonaron la
construcción de la torre. Son pues los afanes desmedidos

55
Walter Benjamin, op.cit., p. 43.
56
Gn XI, 3.
57
Gn XI, 4.
58
Gn XI, 7.

51

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Enrique Guerrero Aviña

de alcanzar el cielo los que traen consigo la confusión de


la lengua, la sentencia es rotunda, ninguno entienda el ha­
bla del otro, se crea un vacío infranqueable entre el sujeto
y la otredad, ¿acaso si dejáramos de intentar tomar el cielo
por asalto lograríamos entendernos?, esto es una clara me­
táfora de lo inefable de la otredad.
Existe una pintura de 1563 realizada por Brugel el Vie­
jo, bautizada como La torre de Babel, en ella se observa una
gran torre cilíndrica rodeada por la inmensa llanura de Si­
nar, buscamos con la mirada hombres como nosotros y en­
contramos unos cuantos, pequeños, difusos, en la esquina
inferior izquierda, pretendemos saber más sobre ellos, sobre
otros, apenas vemos algunas manchas que intuimos, en su
conjunto es una imagen paradójica, se construye una ruina,
se edifica el derrumbe, la cilíndrica torre intenta poner lími­
tes al llano, crear un interior y un exterior, transgrede lige­
ramente el cielo, pero su lado derecho (desde el observador)
parece colapsar, es la representación de los hombres opa­
cados por la técnica convertidos en paisaje, la construcción
de una ruina es el retrato fiel de occidente. Así se observa
que, para el siglo cuarto antes de Cristo, los judíos dejaron
de pronunciar el nombre de Yahueh, lo conservaron escrito
como YHWH, acaso intentaban resguardarlo en lo impro­
nunciable frente a la pérdida de significado de todo discurso.

¿Metaexcepción?

Esta breve lectura de la tesis VIII nos obliga a tocar un pun­


to bastante oscuro, en la traducción de Bolívar Echeverría,
que citamos con anterioridad, reza: “promover el verdadero
estado de excepción se nos presentará entonces como tarea

52

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Estado de excepción

nuestra, lo que mejorará nuestra posición en la lucha contra


el fascismo”59, mientras que la versión de Jesús Aguirre nos
dice sobre la misma tesis:

La tradición de los oprimidos nos enseña que


el “estado de excepción” en el cual vivimos es la
regla. Debemos adherir a un concepto de historia
que corresponda a este hecho. Tendremos enton­
ces de frente, como nuestro deber, la producción
del estado de excepción efectivo [wirklich]; y esto
mejorará nuestra posición en la lucha contra el
fascismo.60

¿Qué quiere decirnos Benjamin con que nosotros


debemos producir el estado de excepción “efectivo” o “ver­
dadero”?, si queremos comprender la lectura que hace
Agamben sobre este hermético asunto, necesitamos re­
troceder un poco. Existen, nos dice Agamben, dos inter­
pretaciones contrarias sobre lo que es en esencia el estado
de excepción: a) la que lo considera vigente pero sin signi­
ficado, la ley como forma pura separada de toda materia o
contenido, en este sentido encontramos el imperativo cate­
górico de Kant y las observaciones de Scholem; b) segunda,
la que concibe el estado de excepción como apoteosis de la
ley, donde el hacer de ésta resulta indiferenciable de la vida61,
escribe el filósofo italiano:

Walter Benjamin, op.cit., p. 43.


59

Walter Benjamin, “Tesis de filosofía de la historia”, en Discursos


60

interrumpidos, p. 182.
61
Giorgio Agamben, Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida,
pp. 70-73.

53

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Enrique Guerrero Aviña

A un nihilismo imperfecto, que deja subsistir


indefinidamente la nada en la forma de una vi­
gencia sin significado, se opone el nihilismo
mesiánico de Benjamin, que nadifica hasta la pro­
pia nada y no deja valer la forma de la ley más allá
de su contenido.62

Agamben coloca a Benjamin en la segunda concepción


sobre la esencia del estado de excepción, después considera
que tanto el ensayo benjaminiano sobre Kafka y la ley, como,
la “enigmática” alusión a un estado de excepción “efectivo”
deben leerse en el sentido de “una Torá cuya llave se ha per­
dido y que tiende, por eso mismo, a hacerse indiscernible de
la vida”63, continúa Agamben:

Hemos visto en qué sentido la ley, convertida en


pura forma de ley, mera vigencia sin significado,
tiende a coincidir con la vida. No obstante, en
cuanto en el estado de excepción virtual, se man­
tiene todavía como pura forma, la ley deja sub­
sistir frente a sí la nuda vida (la vida de Josef k.
o la que se desarrolla en la aldea que está al pie
del castillo). En el estado de excepción efectivo,
la ley que pierde su delimitación frente a la ida
tiene, por el contrario, su correlación en una vida
que, con un gesto simétrico, pero inverso, se trans­
forma en ley.64

62
Ibidem, pp. 74-75.
63
Ibidem, p. 75.
64
Idem.

54

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Estado de excepción

Comparto la concepción de Agamben sobre el hecho de


que el estado de excepción suprime la disyuntiva entre nuda
vida y forma de ley, sin embargo, la lectura que realiza sobre
este enigmático punto de la tesis VIII, me parece, imprecisa,
Benjamin no está creando una distinción conceptual entre
estado de excepción “virtual” y “efectivo”. Si Benjamin puede
ser consecuente con su destello metodológico es, en buena
medida, porque tiene frente a sí mismo el régimen naciona­
lista como su perseguidor real, el estado de excepción ya se
ha instalado como regla, entonces volvemos a la pregunta:
¿qué quiere decirnos Benjamin con que debemos producir
el “efectivo” o “verdadero” estado de excepción? Tengamos
la vista en lo que decíamos arriba, las tesis eran, y siguen
siendo, un llamado urgente. Benjamin no puede considerar
como nuestro deber lograr que la vida se transforme en ley,
la indistinción entrambas ya se ha establecido en el mun­
do moderno, al contrario se trata de lograr una especie de
metaexcepción, “la pequeña puerta” por la que puede pasar
el Mesías65, la exceptio de la excepción vuelta regla, ruptu­
ra, nos dice la tesis XVIII: “La sociedad sin clases no es la
meta final del progreso en la historia, sino su interrupción,
tantas veces fallida y por fin llevada a efecto”66, nuestra posi­-
ción mejorará en tanto que asumimos la tarea de la inte­
rrupción, las tangentes, la metaexcepción.

Lumbral

La visión de los oprimidos nos desvela el binomio cultura-


barbarie, el estado de excepción como regla. Con la inten­

Vid. Walter Benjamin, Tesis sobre la historia y otros fragmentos,


65

apéndice, letra B.
66
Ibidem, p. 55.

55

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Enrique Guerrero Aviña

ción de ilustrarlo un poco mejor,67 pensémoslo desde la teo­


ría de conjuntos:

C= {x / x sea cultura, estado de derecho, interior, ley, nómos}

B = {y / y sea barbarie, estado de naturaleza, exterior, no ley,


exceptio}

Agamben presenta un esquema sobre el estado de naturaleza,


67

el Estado de derecho y el estado de excepción, inspirados en ello y con el


uso de teoría de conjuntos presentamos los siguientes diagramas. Giorgio
Agamben, Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida, p. 55.

56

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Estado de excepción

El estado de excepción es la intersección entrambos CB:

Pero cuando la excepción se vuelve la regla, el conjunto C y


el conjunto B se convierten en el único conjunto:

Este último diagrama, frío, tremebundo, es la representa­


ción de nuestro país. Actualmente, no vivimos fuera de la ley,

57

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Enrique Guerrero Aviña

ni en la barbarie, vivimos donde lo lícito y lo ilícito, barbarie


y cultura, violencia y derecho, se han vuelto indiferenciables.
Aquí estamos, en riesgo, arrastrando el dogma del pro­
greso, proponiendo la aplicación de la ley que ignoramos
por naturaleza, que se aplica desaplicándose, transmitien­
do nuestra cultura como salvación, sin saber del binomio
cultura-barbarie, consternados, apáticos, rabiosos, dolidos,
confusos, aquí estamos.

58

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SECUNDUS

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Estado de excepción

Los bombardeos no cesan, tenemos los aviones tripulados y


los no tripulados, los llamados “drones”, todo ser humano es
susceptible de ser asesinado por ellos, ningún general de la
otan y anexas es detenido por homicidio, los niños, las mu­
jeres y los hombres que han matado, que pueden matar, no
constituyen homicidio alguno, en los últimos bombardeos
de Israel sobre Palestina se habla de más de tres mil perso­
nas asesinadas, ninguna ha sido considerada homicidio. Los
mineros, en distintas partes del mundo incluyendo nuestro
país, trabajan condenados a una muerte lenta o rápida, sin
que esto sea un homicidio, en menos de dos años del actual
gobierno mexicano se calculan aproximadamente treinta y
dos mil muertos por la violencia,68 la inmensa mayoría no son
tomados como homicidios, los asesinados por corporaciones
del gobierno son catalogados como “abatimiento” mientras
que aquellos que han muerto, supuestamente, a manos de
civiles se catalogan como “ajuste de cuentas”, aunque ofi­
cialmente son homicidios, en la realidad no son tales. En la
gran mayoría nunca se buscará al responsable o se fabricará
alguno, qué tremebundos pueden ser los eufemismos, “bom­
bardeo”, “minero”, “abatimiento”, “ajuste de cuentas”, “bajas
colaterales”. En todos estos casos, tampoco se ha tratado de
sacrificio alguno, se trata de una violencia profana y banal.
Leamos los siguientes versos de Vallejo:

Crece la desdicha, hermanos hombres,


más pronto que la máquina, a diez máquinas,
[y crece

Debido a la prisión en que injustamente me encuentro, donde


68

están prohibidos los periódicos y revistas de noticias, mi fuente de infor­


mación en este rubro ha sido principalmente la radio de la Universidad
de Guadalajara.

61

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Enrique Guerrero Aviña

con la res de Rousseau, con nuestras barbas;


crece el mal por razones que ignoramos
y es una inundación con propios líquidos,
con propio barro y propia nube sólida!69

La poesía puede decir aquello que se nos atora en la


garganta, en el pecho, es terrible la catástrofe, y peor aún,
ignoramos las razones del diluvio que nosotros mismos,
con nuestros líquidos y nuestro barro, estamos causando, ya
leímos en la tesis VIII de Benjamin algo desgarrador: “El
asombro ante el hecho de que las cosas que vivimos sean
“aún” posibles en el siglo veinte no tiene nada de filosófico.
No está al comienzo de ningún conocimiento, a no ser el
de que la idea de la historia de la cual proviene ya no pueda
sostenerse”.70
¿Cómo podemos no asombrarnos ante la violencia sin
cesar? ¿Cómo no asombrarnos ante el dolor y sus plurales?
No lo sé, sin embargo, tenemos que convertir el asombro
y el dolor en conocimiento, para entonces proponer una
salida. En el presente apartado, primero intentaremos ex­
poner, siguiendo a Agamben, una breve genealogía jurídica
del estado de excepción, con ello reforzaremos la idea de
que la regla emana de la excepción. Segundo, buscaremos
mostrar que los recurrentes enfoques sobre el Estado no
logran explicarlo en su completud, y hemos dividido estos
enfoques en: a) economicista y b) jurídico-institucional. No
pretendemos negar la inmensa importancia de la economía
en nuestra época, ni del aparato jurídico-institucional, tra­
tamos más bien de retratar al titiritero como espectador de
su propia representación; sin el entendimiento de lo que ha

69
César Vallejo, Poesía completa, pp. 294-295.
70
Walter Benjamin, op. cit., p. 43.

62

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Estado de excepción

implicado la politización de la vida, nuestra comprensión


será incompleta. Tercero, el hecho de que todos podamos ser
asesinados en diversas circunstancias, sin que esto constitu­
ya homicidio, de forma banal y profana, sin sacrificio alguno,
es el paradigma de nuestra actual condición humana, lo que
Agamben llama: homo sacer (una antigua figura del derecho
romano); somos, pues, los que en cualquier momento pode­
mos convertirnos en homines sacri.

Homo sacer

Solsticio jurídico

El solsticio es cada uno de los dos puntos de la eclíptica que


se encuentran más alejados del gran círculo de nuestra esfe­
ra celeste, donde el sol se posa en su movimiento aparente,
los umbrales del sol. Solsticio proviene del latín solstitium, el
término es construido de forma idéntica que el de iustitium,
este último significa como tal: la suspensión del derecho,71
“quando ius stat- explican desde la etimología los gramáti­
cos- sicut solstitium se dice cuando el derecho está detenido,
como [el sol en] el solsticio)”.72
Tratemos de reconstruir el pensamiento de Agamben
respecto al iustitium, hablamos de una aproximación a la
genealogía jurídica del estado de excepción. En caso de que
considerase que la República corría peligro, el derecho ro­
mano contemplaba la emisión de un senatus consultum ul-
timum cuya base era un decreto donde se declaraba el tu-

71
Vid Giorgio Agamben, Estado de excepción. Homo sacer, II, 1, pp.
85-101.
72
Ibidem, p. 84.

63

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Enrique Guerrero Aviña

multus. El senatus consultum solicitaba a los cónsules, pretor,


tributos de la plebe e incluso (podía llegar al extremo) a cada
ciudadano, la adopción de toda medida necesaria para salvar
el Estado, la cosa pública, “rem publicam defendant, operan-
que dent ne quid republica detrimenti capitat”.73 La palabra tu-
multus tiene afinidad con “tumor”, en tanto que hinchazón,
el tumultus designa la circunstancia posterior a una guerra
externa o civil, de tal suerte que el senatus consultum ultimum
solía desemboca en un iustitium edicere. La obra del gramá­
tico latino Aulo Gelio es una referencia obligada sobre el
orbe romano, en sus palabras el iustitium puede entenderse
como “iuris quasi intersticio quedam et cessatio”, un espacio,
un paréntesis del derecho. La figura del iusfitium ha sido
poco tratada por los especialistas en derecho romano, resul­
ta un concepto incómodo, el problema se centra en: ¿cómo
puede el derecho apropiarse de la anomia?, entre los esfuer­
zos por resolver la aporía algunos han recurrido a la noción
de dictador, sin embargo, esto resulta un error, el dictador
en el derecho romano era un magistrado seleccionado por
los cónsules cuyo extenso poder emanaba de una lex curiata,
la cual definía los objetivos de esta extensión de poderes,
muy distinto es lo que ocurre en el iustitium donde la ili­
mitación del poder emana no de una lex curiata sino de la
suspensión de la ley, precisa Agamben: “Desde esta perspec­
tiva, el estado de excepción no se define, según el modelo
dictatorial, como una plenitud de poderes, en un estado ple­
romático del derecho, sino como un estado kenumático, un
vacío y una interrupción del derecho”.74
La intención de los juristas modernos, que pretenden la
totalidad de la praxis humana en el númos, les impide ob­

73
Ibidem, p. 85.
74
Ibidem, p. 95.

64

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Estado de excepción

servar con claridad el estado de excepción y su paradigma


genealógico, el iustitium, se trata de impedir a toda costa que
pueda existir una praxis más allá del derecho, al menos lograr
que en apariencia toda praxis humana se encuentre dentro
del campo del derecho. Para que nada escape a la norma
se han intentado acrobacias conceptuales, como el término
“cuasi dictadura” utilizado tanto por el historiador, filólogo y
premio nobel, Theodor Mommsen, como por Plaumann, el
“cuasi” es el reconocimiento implícito de la diferencia entre
dictadura y estado de excepción. En la teoría moderna del
derecho público suele darse una confusión análoga, la iden­
tificación entre dictadura y estados totalitarios sin mayor
análisis, Agamben nos dice:

Es así que tanto Hitler como Mussolini, tanto


Franco como Stalin son presentados indistin­
tamente como dictadores. Pero ni Mussolini ni
Hitler pueden ser definidos técnicamente como
dictadores. Mussolini era el jefe del gobierno,
investido legalmente con tal cargo por el rey, así
como Hitler era el canciller del Reich, nombrado
por el legítimo presidente del Reich. Aquello que
caracteriza tanto al régimen fascista como al régi­
men nazi, como bien se sabe, es que ambos permi­
tieron que subsistieran las constituciones vigentes
[...] poniendo junto a la Constitución legal una
segunda estructura, a menudo jurídicamente no
formalizada, que podía existir al lado de la otra
sólo gracias al estado de excepción.75

75
Ibidem, pp. 95-96.

65

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Enrique Guerrero Aviña

Eso que suele llamarse “Estado dual” y que realmen­


te se emplea para caracterizar el régimen de Mussolini o
el de Hitler, es una forma de expresar la coexistencia del
ordenamiento constitucional con su propia exclusión, en
otras palabras no suele entenderse que esto es el estado de
excepción. En este sentido es que resulta errado el sintag­
ma “la dictadura perfecta” con el que se ha intentado con­
ceptualizar el cúmulo de gobiernos priístas en México, la
expresión ha sido utilizada por Mario Vargas Llosa y José
Agustín. En recientes fechas se estrenó una película que la
tiene por título y es del dominio público, refleja, de algún
modo nuestra acostumbrada incomprensión, los gobier­
nos del PRI no han abolido el régimen constitucional que
data de 1917, el sin número de reformas constitucionales
no han tenido como orientación extender formalmente los
poderes del soberano, ni conferirle atribuciones extraordi­
narias, sin embargo, lo que sí ha ocurrido es que paralelo a
este ordenamiento legal han persistido, con carácter esen­
cial, prácticas que carentes de la forma-ley se aplican como
norma, este espacio donde la acción no-legal se utiliza para
conservar la ley es coincidente con el estado de excepción y
su precursor, el iustitium.
Hemos ya señalado la problemática que implica la praxis
durante el iustitium o el estado de excepción: ¿qué significa­
ción puede tener la praxis que ocurre en un no-lugar jurídi­
co?, buena parte del dilema esta en las condiciones de posi­
bilidad de lo que Benjamin llamó violencia “pura” o “divina”,
aquella que se encuentra más allá de la violencia que crea
derecho y la violencia que lo conserva. Nos dice Agamben:

Aquel que actúa durante el iustitium —se podría


decir si se quisiera dar a toda costa un nombre a

66

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Estado de excepción

una acción humana que se cumple en condiciones


de anomia— no ejecuta ni transgrede, sino que
inejecuta el derecho.76

La teoría jurídica ha intentado apropiarse de este es­


pacio anómico recurriendo a ficciones conceptuales, se ha
intentado decir que el estado de necesidad del cual nace el
iustitium es un estado del derecho. Si bien es cierto que di­
cho estado de necesidad no es ningún retorno al estado de
naturaleza, como bien nos muestra la llegada de Odiseo a
Ítaca, el retorno es imposible, siempre se arriba a un lugar
distinto, el presente es también el fantasma del pasado, pero
resulta igualmente acertado que este estado de necesidad es
un apóstrofe, un paréntesis un vacío del derecho.
Agamben obtiene cuatro conclusiones de esta genealo­
gía del estado de excepción: 1) la esencial diferencia entre
dictadura y estado de excepción, la falsedad de las teorías
que pretenden apropiarse de la exceptio por medio de la
necesidad como fundamento jurídico pues la necesidad es
un espacio ajeno al derecho; 2) por alguna razón resulta
determinante al derecho su vínculo con la anomia, la in­
clusión de lo que se excluye, de forma análoga, el estado
de excepción incluye la ley como lo excluido; 3) el punto
crítico es la significación de la praxis en este topos donde
se ha suspendido el derecho, donde cultura y barbarie se
vuelven indiferenciables; 4) por último, la imposibilidad de
la tradición para definir este no-lugar corresponde con lo
que Derrida llamó: el fundamento místico de la autoridad.

76
Ibidem, p. 99.

67

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Enrique Guerrero Aviña

Pareciera ser entonces que, tanto el poder constituido como


sus “opositores”,77 luchan por apropiarse de este fundamento.78

Estado, soberanía y aporía

Existen dos enfoques muy difundidos que intentan explicar


la naturaleza y sentido del Estado, el primero de ellos pode­
mos nombrarlo como de carácter economicista, el segundo,
jurídico-institucional, ambos implican un maremágnum de
libros, ensayos, decretos, leyes, tratados, convenciones y ane­
xos, también todo un andamiaje burocrático, nuestro barro­
co modo de la opresión, pero, aunado a esto, son parte inve­
terada de las opiniones que suelen tenerse sobre el Estado.
Hemos hablado anteriormente sobre la mistificación de
la ciencia, el mitologema que la establece como fundamento
de todo conocimiento posible, sobre esta idea (entre otras)
se edifican las concepciones economicistas del Estado. La
economía se asume como ciencia, se sube en hombros de
la matemática para predicar vida y milagros, ya nos alerta­
ba el agudo Kierkegaard “es posible crear un sistema lógico,
sin embargo, no es posible crear un sistema existencial”.79
Benjamin utilizó la analogía entre capitalismo y religión
para decir que el dinero y el capital se asumen como di­

77
Colocamos con reservas la palabra opositores, pues aquellos que
luchan contra el poder constituido revestidos de la forma del poder cons­
tituyente ejercen una oposición sumamente parcial o limitada; aquí pode­
mos englobar a la gran mayoría de los que se oponen al poder constituido,
pues todos ellos terminan con un papel en el estado de excepción, nunca
con la redención.
78
Vid. Giorgio Agamben, Estado de excepción. Homo sacer II, 1,
pp. 99-101.
79
Vid. Søren Kierkegard, Migajas filosóficas o un poco de filosofía.

68

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Estado de excepción

vinidades y los economicistas como los sacerdotes de esta


religión terrible que no permite redención alguna. Ingenua
o perversamente suele creerse o difundirse que no existe una
metafísica, ni una ética, ni una epistemología tras las bam­
balinas económicas, se ignora u oculta el cúmulo de mitos
que preceden a toda visión economicista.
Se encuentra sumamente difundida la idea de que todo
conflicto bélico, toda política, toda reforma, incluso toda
ideología, responden a una explicación económica, a un
mero interés mercantil, si bien es cierta la suma relevancia
en el mundo moderno de la economía, es necesario distin­
guir hasta qué punto el titiritero es espectador de su pro­
pia representación. Durante este tiempo en prisión me he
preguntado por el sentido de la violencia que nos rodea, he
tenido contacto con temas cercanos al narcotráfico, a casi
todo narcotraficante que haya tenido cierto mando o con­
trol, le queda claro que la guerra “no es un negocio”, existe
consenso en cuanto a que la ganancia económica reside en
el tráfico, quien se inmiscuye en pugnas obtiene problemas
y gastos, entonces porqué se encuentra tan generalizada la
violencia, podría argumentarse que la intención sigue sien­
do esencialmente económica, se trata de hacerse con el con­
trol de nuevas rutas o zonas de distribución (mercado), sin
embargo, esto contradice la experiencia, ningún cártel logra
exterminar a otro, y aunque logre despojar de una zona a
otro grupo, esta se convertirá, lo más seguro, en una zona
conflictiva, generando pérdidas y problemas políticos que se
pueden traducir en nuevos gastos o incluso en riesgos deter­
minantes para los dirigentes del cártel, si bien la economía
es relevante, no alcanza a explicarnos el sentido de nuestra
actual circunstancia, el intento de explicación economicista
de la violencia es insuficiente. Resulta significativo que el

69

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Enrique Guerrero Aviña

historiador de la economía Niall Ferguson sea quien nos


dice:

Cuando era un muchacho en la escuela, los libros


de texto de historia ofrecían una variedad de ex­
plicaciones de la violencia del siglo XX. A veces
la relacionaba con las crisis económicas, como si
las depresiones y las reacciones pudiesen explicar
el conflicto político. Un artilugio favorito con­
sistía en relacionar el aumento del desempleo en
la Alemania de Weimar con el aumento del voto
nazi y la “toma” del poder por Adolfo Hitler, lo
cual a su vez suponía que explicaba la segunda
Guerra Mundial.

[...]

Déjenme reformular ahora aquellos pensamien­


tos preliminares de un muchacho de escuela en
términos algo más rigurosos [...] algunas crisis
severas no condujeron a la guerra. Ciertamente,
es ahora imposible argumentar (aunque los marx­
istas trataron de hacerlo durante mucho tiempo)
que la primera Guerra Mundial fue resultado de
una crisis del capitalismo; por el contrario, puso
fin abruptamente a un periodo de extraordinaria
integración económica global con un crecimiento
relativamente alto y baja inflación.80

80
Niall Ferguson, La guerra del mundo, pp. XXXVII-XXXVIII.

70

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Estado de excepción

Sigamos poniendo en entredicho el economicismo, ha­


blemos del Euthanasie Program für unheilbaren kranken, este
programa implementado por el régimen de Hitler buscaba
“eliminar la vida indigna de ser vivida”, haciendo referencia
a los enfermos mentales sin “cura”81, uno de los principales
centros de este programa operaba en la pequeña ciudad de
Grafeneck, ahí se recibían un promedio de setenta personas
por día, en edades entre 6 y 93 años, los doctores respon­
sables realizaban una consulta a los internos y decidían si
reunían o no los lineamientos para la “muerte graciosa”,82 la
gran mayoría de los que ingresaban eran asesinados en las
primeras 24 horas después de su arribo, se calcula que en
este programa murieron 60 mil personas. El sentido del
Euthanasie Program no puede encontrarse en principios eu­
genésicos puesto que para ello no es relevante eliminar el
fenotipo, sino el patrimonio genético83, consideremos ade­
más que un gran número de los “enfermos incurables” no se
encontraban en posibilidades de reproducirse. Tampoco es
posible dar una explicación económica, nos dice Agamben
al analizar este programa:

La noción de salud-enfermedad ha sido cuestionada por Fou­


81

cault y todo el movimiento antipsiquátrico.


82
Gnadentod es el eufemismo que utilizaban los nazis para desig­
nar estas muertes como “muerte graciosa”. El poder tiene una vinculación
intrínseca con la apariencia, además de los eufemismos que ya hemos
mencionado pienso en el siguiente: “Centro Federal de Readaptación
Social”, en lugar de cárcel o prisión donde todo está extremadamente res­
tringido y se confina a la persona veintitantas horas a una celda minúscula
que quieren llamar “estancia”.
83
Más allá de los prejuicios difundidos, los nazis, al menos sus
científicos y dirigentes, no eran ignorantes, todo lo contrario.

71

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Enrique Guerrero Aviña

No consta en modo alguno que el programa


estuviera ligado a consideraciones de índole
económico: por el contrario, constituyó una carga
organizativa no desdeñable en un momento en
que la maquinaria pública se hallaba totalmente
empeñada en el esfuerzo de guerra: ¿por qué
entonces Hitler, a pesar de ser perfectamente con­
sciente de la impopularidad del programa, quiso
llevarlo a cabo a toda costa?84

Podemos construir un argumento similar para el cam­


po de concentración, el trabajo forzado es insuficiente para
lograr entender su transformación en campo de exterminio,
no parece racionalmente económico destinar tantos recur­
sos al exterminio de quienes no representaban una amenaza
militar. los comunistas y socialdemócratas ya habían sido
derrotados, lo mismo pasó con la resistencia judía en los
guetos, hubo judíos que rechazaron ser “contados como ove­
jas para el matadero”,85 y lucharon, por ejemplo, los miem­
bros de la zob (Zydowska Organizacja Bojowa, es decir,
Organización Judía de Combate), sin embargo, el enemigo
real del régimen nazi estaba en el frente de guerra, luego
entonces vuelve la pregunta: ¿por qué?
Existe una especie de compulsión por explicar todo
con el economicismo del que hemos hablado, pareciera ser
tan absurdo aquello que se escabulle a esta lógica, coinci­
de como anillo al dedo la propaganda oficial que conside­
ra el nacionalismo como una fractura en la modernidad o
como una locura inmensa y colectiva. El término “locura”

84
Giorgio Agamben, Homo sacer. El poder soberano y la nuda
vida, p. 179.
85
Sal XLIV, 22.

72

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Estado de excepción

en este tipo de explicaciones es el reconocimiento implícito


de nuestra incomprensión, este género de consideraciones
sobre el nazismo ha degenerado en propaganda: “mientras
mantengamos firmes las determinaciones de nuestro orbe
moderno, estamos a salvo”, al considerar el totalitarismo
como una fractura o locura, olvidamos que, fueron los ingle­
ses los primeros en bombardear las zonas donde vivían los
obreros alemanes para “mermar la producción”, que los Es­
tados Unidos lanzaron dos bombas nucleares contra Japón,
también pasamos por alto que algunos de los médicos que
realizaron experimentos durante el régimen nazi era reco­
nocidos investigadores de la comunidad científica,86 incluso
el hecho de que durante el juicio de Nuremberg se confir­
mó que los experimentos en seres humanos ya se habían
practicado muchas veces y a gran escala, particularmente en
los Estados Unidos, en específico en presos y condenados a
muerte, por los aprietos que esto implica, el tribunal acordó
que la diferencia estaba en la “necesidad de un explícito y
voluntario consentimiento por parte del sujeto que debía ser
sometido al experimento”87, sin embargo, resulta sospechoso
hablar de libre voluntad en el caso de un preso y peor aún
de un condenado a muerte. El sociólogo Zygmunt Bauman
afirma que, el exterminio emprendido por los nazis no fue
un error, ni un desliz de la modernidad, fue resultado88, por

Por ejemplo: Clauberg, Schröder, Becker-Fryting y Bergblöck,


86

entre otros.
87
Giorgio Agamben, Homo sacer. El poder soberano y la nuda
vida, p. 199.
88
Vid. Zygmunt Bauman, Modernidad y Holocausto. Es necesario
precisar un punto, Bauman utiliza el término “holocausto”, sin embargo,
me parece necesaria la refutación que realiza del término Giorgio Agam­
ben: “el haber pretendido restituir al exterminio de los judíos un aura
sacrificial mediante el término ‘holocausto’ es una irresponsable ceguera

73

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Enrique Guerrero Aviña

ello defendemos la tesis de que más allá de diferencias his­


toriográficas, existe, una íntima vinculación entre totalita­
rismo-modernidad-democracia, el controversial Heidegger
nos dice:

Los principales criminales planetarios son, según


su esencia, plenamente iguales a consecuencia
de su incondicional servidumbre con respecto a
la incondicional autorización del poder. Difer­
encias historiográficas condicionales e instalán­
dose en primer plano sólo sirven para disfrazar la
criminalidad en lo inocuo y hasta mostrar su rea­
lización como “moralmente” necesaria en “interés”
de la humanidad.89

Cuando Marcuse escribe a Heidegger, después de la


guerra, pidiéndole que se deslinde claramente del nazismo,
el ex rector de Friburgo le contesta que el Mal está en to­
das partes, Marcuse replica que no se pueden comparar los
desplazamientos con los campos de exterminio, Heidegger
ni siquiera responde, no queremos adentrarnos en tan com­
plejo y amplio tema,90 sólo queremos puntualizar que donde

historiográfica. El judío bajo el nazismo es el referente negativo privile­


giado de la nueva soberanía biopolítica y, como tal, un caso flagrante de
homo sacer, en el sentido de una vida a la que se puede dar muerte, pero
que es insacrificable. [...] La verdad difícil de aceptar para las propias víc­
timas, pero que, con todo, debemos tener el valor de no cubrir con velos
sacrificiales, es que los judíos no fueron exterminados en el transcurso de
un delirante y gigantesco holocausto, sino, literalmente, tal como Hitler
había anunciado, ‘como piojos’, es decir, como nuda vida”. Cit. pos Giorgio
Agamben, Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida, p. 147.
89
Martin Heidegger, La historia del ser, p. 101.
90
Resulta sumamente interesante la lectura de Agamben sobre la
relación entre Heidegger y el nazismo a la luz de la biopolítica. Vid. Gior­

74

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Estado de excepción

Marcuse percibe acontecimientos diversos, el genio de Hei­


degger clarifica una continua catástrofe, la diferenciación de
acaecimiento disfraza “la criminalidad”, la muestran como
necesaria para la humanidad, pensemos por ejemplo en la
brutalidad del ejército mexicano en nuestro días, ejecutando,
torturando y desapareciendo personas, todo revestido de la
“necesidad” de salvarnos de los “criminales”, la diferencia, en
primer plano, esconde la identidad, la indistinguibilidad en­
tre soldados y criminales. Nuestra incomprensión del nazis­
mo es nuestra misma incomprensión de la democracia, de la
violencia que hoy nos rodea, de las apariencias que seguimos
arrastrando a modo de explicación o excusa.
El Mamotreto de modelos,91 discusiones y burocracias,
que pretende dar sentido a la modernidad y sus arcanos en
el molde jurídico-institucional fracasa; como ya hemos alu­
dido en el iustitium, ante el imposible afán del nómos por
apropiarse de la anomia, el estado de excepción, es el topos
donde naufragan los barcos de la tradición jurídica. Carl
Schmitt fue consciente de la problemática, cual prestidigita­
dor de conceptos buscó darle cabida en el derecho al estado
de excepción, Schmitt cae en cuenta que la quintaesencia
del Estado no reside en su monopolio de la coacción, sino
en su monopolio sobre la decisión, en este sentido soberano
es aquel que decide sobre el estado de excepción, con estas
precisiones comienza a clarificarse la paradoja, dice Schmitt:
“[El soberano] ese, pues, fuera del orden jurídico normal­
mente vigente sin dejar por ello de pertenecer a él, puesto

gio Agamben, Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida, pp. 190-194.
91
El Mammothreptus es un extenso manual escolástico de gra­
mática.

75

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Enrique Guerrero Aviña

que tiene competencia para decidir si la Constitución puede


ser suspendida ‘in tuto”.92
Agamben plantea otro modo de la misma paradoja: “la
ley está fuera de sí misma”93, en nuestra primera aproxima­
ción al estado de excepción, habíamos leído en Benjamin la
indiferenciación entre cultura y barbarie, de tal suerte que
para volver aquí explícita la paradoja podemos escribir: la
cultura está fuera de la cultura, nos dice Agamben: “Lla­
mamos relación de excepción a esta forma extrema de la rela­
ción que sólo incluye algo a través de su exclusión”94, de este
modo, la cultura incluye la barbarie por medio de su exclu­
sión, inclusión exclusiva, la barbarie incluye la cultura en su
exclusión. El soberano demuestra, según Schmitt, que no
requiere del derecho para crear derecho, con ello deja aclara
la paradoja, de tal suerte que para el jurisconsulto alemán
el soberano no es la mera fijación de una normatividad, es,
primordialmente, aprehensión del afuera, de la excepción,
leemos en Agamben:

En la excepción soberana se trata, en efecto, no


tanto de neutralizar o controlar un exceso, sino,
sobre todo, de crear o definir el espacio mismo
en que el orden jurídico-político puede tener
valor. La excepción es, en este sentido, la locali­
zación (Ortung) fundamental, que no se limita a
distinguir lo que está dentro y lo que está fuera,
la situación normal y el caos, sino que establece
entre ellos un umbral (el estado de excepción)

Carl Schmitt, cit. pos Giorgio Agamben, Homo sacer. El poder


92

soberano y la nuda vida, p. 27.


93
Idem.
94
Ibidem, p. 31.

76

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Estado de excepción

a partir del cual lo interior y lo exterior entran


en esas complejas relaciones topológicas que
hacen posible la validez del ordenamiento.95

El estado de excepción es pues el umbral entre norma y


caos, interior y exterior, cultura y barbarie, derecho y no-de­
recho. El peligro para el ser humano en este topos de indis­
tinción es extremo, el propio Agamben señala un ejemplo
bíblico bastante crudo, hablamos del libro de Jueces, los sofe-
tim eran jefes y jueces. En la cosmovisión hebrea el término
“juzgar” se encuentra unido en su significación a gobernar,96
las tribus de Israel son guiadas en la guerra por sus sobe­
ranos Jueces, en concreto el filósofo italiano refiere a Jue­
ces XII, 6, sucede que previamente Jefté y los suyos habían
derrotado a los amonitas, entonces los efraimitas cruzaron
el Jordan y amenazaron a Jefté, “Nosotros quemaremos tu
casa contigo”,97 en el combate los galaaditas, dirigidos por
el sofetim de Jefté, vencieron a los efraimitas, se apoderaron
del río y a todos los fugitivos les preguntaban: “¿Eres tú efra­
teo? Si él respondía: No, entonces le decían: “Ahora, pues, di
Shibolet”. Y él decía sibolet porque no podía pronunciarlo
correctamente. Entonces le echaban mano, y le degollaban
junto a los vados del Jordán,98 mataron entonces cuarenta
y dos mil efrateos o efraimitas. En el “Shibolet” o “Sibbó­
let” se funden ejemplo y extorsión, la excepción ejemplar o
el ejemplo que es excepción, así los castigos ejemplares son

Ibidem, p. 32
95

“Y Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración, cuan­


96

do el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me


habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las
doce tribus de Israel”, Mt XIX, 28.
97
Jue XII, 1.
98
Jue XII, 5-6.

77

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Enrique Guerrero Aviña

recurrentes en el estado de excepción. No debe extrañarnos


que todo castigo en el estado de excepción suela ir junto
a su difusión, la excepción ejemplar, por ejemplo Quevedo
versa en un romance de la primera mitad del siglo xvii: “con
chilladores delante / y enveramiento detrás”, lo que signi­
fica que los chilladores iban gritando a los cuatro vientos
la culpa y la penitencia. Otro ejemplo más es el registro de
historias y cosmovisiones que El libro de las mil y una noches,
este texto de los hombres anónimos nos cuenta que un día
entre los días, el soberano: “dispuso que le dieran cien palos.
Y después lo subieron y ataron a un camello y le pasearon
por toda la ciudad, mientras el pregonero gritaba: “He aquí
el castigo de quien se mete en casa ajena con intenciones
criminales”,99 Marx escribió en su gran obra inconclusa,
El capital, que la diferencia entre una época y otra no es lo
que se hace, sino cómo se hace, hoy día nuestros chilladores
utilizan principalmente la televisión, radio y periódicos, la
difusión de la excepción ejemplar intenta, no sólo generali­
zar un temor o el viejo mito de la omnipotencia del poder,
sino también autojustificarse, es decir, pretende abarcar en
el terreno de la apariencia, la anomia con la norma. Nos dice
Heidegger:

El poder necesita la posibilidad, pero con la in­


tención de desconcertarla de parte a parte y sep­
ultar la posibilidad de una formación de opinión.
La consecuencia de este desconcierto es la plena
indiferencia con respecto a todo. [...] Tal indifer­
encia parece amenazar al poder y su capacidad de
obrar. Pero en verdad el poder deviene sólo más

99
Las mil y una noches, pp. 252-253.

78

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Estado de excepción

poderoso, pues la incondicional indiferencia per­


mite la admisión de todo.100

La relación entre poder y apariencia es determinante,


el estado de excepción necesita de la apariencia, las demo­
cracias occidentales entendieron a la perfección que debían
ocultar su naturaleza y mistificar sus fundamentos, logra­
ron que el oprimido deseara e incluso exigiera su opresión,
quien desea mayor seguridad no alcanza a vislumbrar como
el espacio público es convertido en cárcel, aquel que anhela
un nuevo vehículo, un celular más novedoso, cualquier cosa,
se vuelve preso de la deuda, se pide la aplicación de la ley, y
no se entiende que esta se aplica desaplicándose, no hemos
comprendido que el estado de excepción es realmente la re­
gla. Las democracias saturaron con publicidad el análisis del
totalitarismo, lograron con ello esconder la estrecha vincu­
lación entre democracia y totalitarismo, cuyo hilo conductor
es el estado de excepción.
Nos falta por hablar sobre el debate entre Benjamin y
Schmitt, tratemos de sintetizarlo con ayuda de Agamben.101
El núcleo de la discusión es el estado de excepción. En su
texto Para una crítica de la violencia, Benjamin pretende
fundar la posibilidad de una violencia “más allá” del dere­
cho, ruptura con la dialéctica entre violencia que instaura
derecho y violencia que conserva derecho, para Benjamin
se trata de una violencia “pura” o “divina”, “revolucionaria”,
Agamben señala que:

Martin Heidegger, op. cit., p. 107.


100

Vid. Giorgio Agamben, Estado de excepción. Homo sacer II, 1,


101

pp. 103-121.

79

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Enrique Guerrero Aviña

Aquello que el derecho no puede tolerar en


ningún caso, lo que éste siente como una amenaza
con la cual es imposible llegar a un acuerdo es la
existencia de una violencia por fuera del derecho;
y esto no porque los fines de una tal violencia sean
incompatibles por fuera del derecho.102

¿Si esta violencia no instaura, ni sostiene derecho, qué


hace?, lo depone, dando pie a una nueva época histórica, la
metaexcepción, la transgresión. Para Schmitt el objetivo es
el aprehender tal violencia “pura” en el derecho, el estado de
excepción será el argumento para ello, para el “iuspublicis­
ta fascista” (como llamó Benjamin a Schmitt) es imposible
una metaexcepción que pueda transgredir la relación de ex­
cepción, una supuesta violencia “pura” estaría incluida en la
norma por medio de su exclusión. La violencia soberana,
según Schmitt, se caracteriza por suspender el nómos (sobe­
rano es quien decide sobre el estado de excepción), así en su
intento por abarcar en la normatividad la noción benjami­
niana de violencia “pura”, Schmitt da cuenta de este topos,
que no resulta externo ni interno al derecho: la paradoja de
la soberanía. Escribe Schmitt: “En lo cual estriba precisa­
mente la esencia de la soberanía del Estado, que más que
monopolio de la coacción o del mando es monopolio de la
decisión”,103 con lo cual el jurisconsulto vincula soberanía y
estado de excepción, entonces Benjamin menciona:

Ibidem, p.105.
102

Carl Schmitt, cit. pos Giorgio Agamben, Homo sacer. El poder


103

soberano y la nuda vida, p. 28.

80

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Estado de excepción

La antítesis entre el poder soberano y la facultad


de ejercerlo ha conducido, para el drama barroco,
a un carácter peculiar, sólo aparentemente de gé­
nero, cuyo esclarecimiento es posible únicamente
sobre la base de la teoría de la soberanía. Se trata
de la capacidad de decidir que aqueja al tirano.
El príncipe, al cual corresponde la decisión so­
bre el estado de excepción, muestra en la primera
ocasión oportuna que la decisión es para él casi
imposible.104

Benjamin encuentra el punto débil, la desvinculación


entre derecho y aplicación del derecho, poder y ejercicio
del poder, existe un vacío infranqueable entre la norma y la
aplicación de la norma, de forma ligera suele pensarse que
el paso de la ley a la aplicación de la ley es un mero proce­
so lógico, sin embargo, la ley es un sistema ensimismado,
su aplicación en tanto que es una práctica es ya excepción.
Pensar que existe identidad entre ley y aplicación de la ley
es tan ingenuo como pensar que hay identidad entre lo lin­
güístico y lo no-lingüístico, si esto último fuera la poesía,
la metábola, la alusión, serían meras sobrecargos. La razón
práctica de Kant no es aplicación de la misma, de hecho
para ser tal excluye toda aplicación, cualquier acto ético no
es excepción de la razón práctica. El Estado de excepción
que en Schmitt aparecería como salvación105, en Benjamin
se observa como catástrofe: “Como antítesis al ideal históri­
co de la restauración, frente a él [al barroco] está la idea de

Walter Benjamin, “Tesis de filosofía de la historia”, en Discursos


104

interrumpidos, p. 56.
105
La propaganda oficial en nuestro país es seguirlo viendo como
salvación.

81

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catástrofe. Y sobre esta antítesis está acuñada la teoría del


estado de excepción”.106
Lo que Schmitt no puede conceder es que el estado de
excepción se convierta en regla, la fictio iuris por la cual el
derecho trata de aprehender la anomia, es desenmascarada
por Benjamin. Con toda claridad sintetiza Agamben:

El funcionamiento del orden jurídico se asienta


en última instancia según la perspectiva schmit­
tiana, sobre un dispositivo —el estado de excep­
ción— que tiene el objetivo de volver aplicable la
norma suspendiendo temporalmente su eficacia.
Cuando la excepción se convierte en la regla, la
máquina ya no puede funcionar. En este sentido,
la indecibilidad de norma y excepción formulada
en la octava tesis pone en jaque la teoría schmi­
ttiana. La decisión soberana no es ya capaz de de­
sarrollar el deber que la Teología política le asign­
aba: la regla, que coincide ahora con aquello de lo
que se vive, se devora así misma.107

A pesar de que los iuispublicistas vigentes se afanen en


demostrar la “necesidad” de suspender la ley para conservar­
la, y que esto es una práctica pasajera, nuestra circunstancia
da la razón a Benjamin. Otra de las estrategias que siguen los
iuspublicistas consiste en tapar el sol con un dedo, intentan
hacernos creer que hay diferencias, resaltan las diferencias
accidentales y así la información sepulta el conocimiento.

106
Walter Benjamin, op. cit., p. 51.
107
Giorgio Agamben, Estado de Excepción. Homo sacer II, 1, p. 112.

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Estado de excepción

Hemos tratado de mostrar, en este numeral, las habitua­


les incomprensiones que devienen de las posturas econó­
micas o jurídico-institucional sobre el Estado y la sobera­
nía, el núcleo que se mantiene oculto es la íntima y esencial
relación entre poder y nuda vida, a la par que el estado de
excepción se ha ido convirtiendo en la regla se ha ido politi­
zando la nuda vida, desde un punto de vista clásico la nuda
vida se encontraba en el exterior del ordenamiento jurídico,
el estado de excepción la hace coincidir en el espacio polí­
tico, se crea, lo que podemos llamar siguiendo a Foucault y
Agamben, el cuerpo biopolítico de la modernidad.

Homines sacri

El destello metodológico de Benjamin, la mirada del án­


gel de la historia, las visiones de los oprimidos, incluyendo
la de uno mismo entre ellas, nos permiten mirar la catástro­
fe, Agamben ha seguido en esto a Benjamin, ha encontrado
en el campo de concentración lo que considera el paradig­
ma topológico de la modernidad, apoyado por Foucault es
que puede clarificar cómo la vida natural del hombre se ha
convertido en centro de poder, hablamos pues del biopoder
y la biopolítica, Agamben explica (y vemos la influencia de
Foucault) cómo, durante miles de años, el hombre fue lo que
para Aristóteles, un animal viviente capaz de existir política­
mente, sin embargo el hombre moderno es un animal cuya
política pone en entredicho su vida de viviente: “La política
moderna, una vez que entra en simbiosis con la nuda vida,
pierde esa inteligibilidad que todavía nos parece caracterís­
tica del edificio jurídico-político de la política clásica”.108

Giorgio Agamben, Homo sacer. El poder soberano y la nuda


108

vida, p. 153.

83

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Enrique Guerrero Aviña

El parteaguas de la modernidad es la politización de la


nuda vida, es entonces que los esquemas clásicos terminan
desfasados y resultan insuficientes para comprender nues­
tros días, los arcanos que el siglo xx y xxi nos proponen
sólo pueden comprenderse a cabalidad en la esfera biopolí­
tica donde se han gestado. El punto de encuentro entre los
modelos jurídico-institucionales y la biopólitica es la muda
vida, la vida “uccidible e insacrificable”,109 la vida a la que
cualquiera puede dar muerte sin constituir homicidio y no
puede ser sacrificada, la genealogía de esta vida la encuentra
Agamben en el homo sacer, una oscura referencia del derecho
romano arcaico: “ Protagonista de este libro es la nuda vida,
es decir la vida a quien cualquiera pueda dar muerte pero
que es a la vez insacrificable del homo sacer”.110
La modernidad desmentida por Benjamin, nuestra or­
gullosa cultura que se indiferencia de la barbarie es el desa­
rrollo de la excepción que es regla, a la par de este desenvol­
vimiento de la indistinción, la nuda vida, que originalmente
se encontraba al margen del orden jurídico, se va fundiendo
con la política, entonces se muestra, en toda su magnitud,
la indiferenciación entre externo e interno, exclusión e in­
clusión, bios y zoe,111 cultura y barbarie. La política gira te­
niendo como centro la vida, se transforma en biopolítica,

109
Ibidem, p. 243.
110
Ibidem, p. 18.
111
Los griegos diferenciaban entre zoe, la vida de cualquier vivien­
te, y bios, la forma propia de vivir de un individuo o colectividad. En la
transmisión del llamado “Estado territorial” al “Estado de población”,
la vida biológica, la salud, la genética y la natalidad/mortalidad se con­
vierten en problemas del poder soberano; con ello ha crecido exponen­
cialmente la posibilidad de conservar la vida y aniquilarla. Véase la parte
final de Foucault y la “Introducción” de Giorgio Agamben en Homo sacer.
El poder soberano y la nuda vida.

84

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Estado de excepción

nuestro séptimo sello es que hoy, en nuestro actual estado


de excepción, todos los hombres podemos ser homines sa-
cri. Bajo el auspicio de todo lo que aquí hemos tratado de
desarrollar adquieren mayor significación la violencia que
aqueja nuestro país, Hiroshima y Nagasaki, la minería, la
transformación del campo de concentración en campo de
exterminio, este último ha sido el espacio de experimenta­
ción de nuestra modernidad y su progreso: “Lo que ahora
tenemos ante nuestros ojos es, en rigor, una vida que está
expuesta como tal a una violencia sin precedentes, pero que
se manifiesta en las formas más profanas y banales”.112
Imposible sería atribuirle un sentido sacrificial a las eje­
cuciones que realizan tanto militares y policías como sica­
rios en nuestro país. Entre los ocho relatos de Dormir en tie-
rra, José Revueltas escribió “El hombre en el pantano”, con
su característico estilo, nos aleja de la luz para clarificar la
existencia, trata de una escena en la Segunda Guerra Mun­
dial, los hombres sobrevivientes atrapados en un profundo
y pantanoso charco donde se disuelven las diferencias acci­
dentales, inmóviles, los sobrevivientes pasan los días espe­
rando escuchar algo, dicen las lucífugas letras de Revueltas:

Aquellos hombres habían reducido la guerra a sus


elementos más simples, reales y descarnados, al
de la guerra sin propósito, la de la guerra pura, sin
discursos patrióticos ni invocaciones a Dios; y la
guerra por su parte los había llevado al otro lado
de los límites del hombre, desde ya no eran seres
reales, donde habían dejado de ser hombres y
no podían encontrar otra manifestación de vida

Giorgio Agamben, Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida,


112

pp. 146-147.

85

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Enrique Guerrero Aviña

sino en la muerte, donde lo único humano y


viviente que les quedaba en la existencia era el
aullido de los que morían y donde la única acción
de vida que les estaba permitida era la acción de
matar.113

Este charco pantanoso es la imagen de los umbrales de


la modernidad, el estado de excepción acontece sin maqui­
llajes, sin publicidad, el hombre atrapado, aherrojado en este
umbral desvela a partir de su existencia límite la “guerra
pura”, pero en un gesto simétrico, sincrónico e inverso, este
umbral convierte al hombre en un ser viviente en tanto que
puede dar muerte.
Papini relata, en su libro Gog, la alegoría de un viajero
que encuentra en el Pacífico una isla “desconocida hasta en­
tonces por los marineros y los geógrafos”,114 lo relevante de
esta isla ignorada reside en que los soberanos de la misma
han reconocido que sólo puede alimentarse a setecientos
setenta seres humanos, los cálculos sobre la fertilidad de
la tierra y la pesca arrojan esta conclusión; cosa que nunca
se cuestiona en el relato, nada llega de fuera de la isla y
los descendientes de los primeros pobladores han olvidado
la técnica de la navegación. Es el espanto del hombre el
que ha respaldado la invención de un “sistema estadístico
muy burdo, pero preciso”,115 se pintarán los nacimientos y
los muertos para determinar el excedente, en un principio
se elegía entre los ancianos a los que debían morir, pero,
como varios de ellos constituían el cuerpo soberano de la

113
José Revueltas, cit. pos Beatriz Espejo, “José Revueltas. Entre la
cruz y la espada”, en Revista de la Universidad de México, pp. 8-9.
114
Giovanni Papini, Gog. El libro negro, p. 16.
115
Ibidem, p. 17.

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Estado de excepción

isla, “se las arreglaron de manera, recurriendo a no sé qué


astucias, que se confiase a la suerte la cuestión”,116 por medio
de un sorteo se define a los que morirán. Aquellos cuya vida
esté condenada a muerte tienen tres días para despedirse
de su familia y matarse como decidan, si al cabo del pla­
zo siguen vivos, son aprehendidos, metidos en un saco con
algunas piedras y lanzados al mar. En esta isla se encuen­
tra bastante difundido el asesinato, para intentar disminuir
las probabilidades de ser elegido. Algunos intentan eludir
el sorteo, sin embargo, todos han introyectado la “necesi­
dad” de la vigilancia, comparten la idea de que todos deben
estar presentes al sortearse la vida y la muerte pues nadie
quiere aumentar sus probabilidades de ser elegido. Este es
un ejemplo de cómo la fictio puede decir más que la histo­
riografía. Consideramos que este escrito de Papini data de
1931, la experiencia de la guerra ha permitido el desengaño,
se trata de una isla desconocida, como desconocida nos ha
resultado nuestra modernidad, la imagen es en apariencia
una isla lejana, bárbara, no desarrollada, sin embargo, como
reza el viejo adagio: “las apariencias engañan”, Papini nos
demuestra cuánto nos ignoramos, se trata de una fotografía
instantánea de nuestra época. La política decide sobre la
nuda vida y con un método aparentemente azaroso se con­
dena a muerte, otra vez la estratagema del ocultamiento, se
disfraza de necesidad el ejercicio del poder soberano, cuyo
resultado es aquel que morirá sin constituir homicidio y que
tampoco será sacrificado. El asesinato se generaliza en la
isla, matar es visto como una forma de salvar la propia vida,
nada más falso, el fatídico sorteo persistente, se “prefiere”
matar al otro que desarticular el núcleo de una maquinaria

116
Idem.

87

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Enrique Guerrero Aviña

ignorada o simplemente se intenta observar y padecer. Los


elegidos para morir tienen la “libertad” de darse muerte a sí
mismos, terrible analogía, con la apariencia de la necesidad
y del bien común, el poder los mata, los había convertido
en homine sacri, son muertos sin que su asesinato consti­
tuya homicidio, no hay sacrificio, al final no hay pira, no
hay ceremonia, el que debe morir “es capturado por cuatro
hombres elegidos entre los más robustos, encerrado en un
saco de piel junto con algunas piedras, y arrojado al mar”.117
El relato culmina con lo siguiente: “Al tercer día, siete con­
denados se habían dado ya muerte por sí mismos, en medio
de los gritos de los parientes y de los amigos, y al cuarto día
fueron arrojados dos sacos al mar, en presencia de todo el
pueblo taciturno. Pero ocurrió entonces que los que habían
escapado a la muerte comenzaron a tranquilizarse, las casas
eran más serenas: un año de vida segura estaba ante ellos”,118
cuánto dura la indignación. Ante una lectura ligera, la isla
parece bárbara, anómica, sin embargo, existe una ley intan­
gible; entonces, la isla comienza a verse como lo que repre­
senta: un umbral entre anomia y nómos.
La apropiación de la nuda vida en la esfera del poder so­
berano se muestra en las políticas de natalidad-mortalidad,
nos dice el escritor uruguayo Eduardo Galeano:

Robert McNamara, el presidente del Banco


Mundial que había sido presidente de la Ford y
secretario de Defensa, afirma que la explosión
demográfica constituye el mayor obstáculo para
el progreso de América Latina y anuncia que el
Banco Mundial otorgará prioridad, en sus prés­

117
Idem.
118
Ibidem, p. 18.

88

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Estado de excepción

tamos, a los países que apliquen planes para el


control de la natalidad. [...] Se ha hecho célebre
la frase de Lyndon Johnson: “Cinco dólares in­
vertidos contra el crecimiento de la población son
más eficaces que cien dólares invertidos en el cre­
cimiento económico”.119

El control de natalidad/mortalidad del que habla­


ba Papini pasa de ser una alegoría a toda una política
internacional,120 la politización de la vida ha dado al poder
una dimensión inmensa, tienen la capacidad de resguardar
o aniquilar la vida como nunca antes. Esta vida que puede
ser asesinada sin constituir homicidio pero que tampoco es
sacrificada, se encuentra presente también en ciertas formas
menos referidas, pero igualmente generalizadas.

Son secretas las matanzas de la miseria en Amé­


rica Latina; cada año estallan, silenciosamente,
sin estrépito alguno, tres bombas de Hiroshima
sobre estos pueblos que tienen la costumbre
de sufrir con los dientes apretados. Esta violencia
sistemática, no aparente pero real, va en aumento:

Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina, pp. 7-8.


119

El análisis de Galeano es amplio y adecuado, la imprecisión


120

en este rubro del control demográfico está cuando nos dice: “El sistema
no ha previsto esta pequeña molestia: lo que sobra es gente. Y la gente se
reproduce”. La estructura económica sí contempla el excedente de fuerza
de trabajo, Marx lo analiza bajo el concepto de ejército de reserva; resul­
ta necesario para la economía capitalista el excedente de trabajadores,
pues en tiempo de expansión de las fuerzas productivas los puede contra­
tar, en tiempo de contracción los despide, y el exceso de oferta disminuye
el precio. La biopolítica tiene poder sobre la vida biológica, pero, ¿qué
sería de un poder que no se ejerce? Eduardo Galeano, op.cit., p. 6.

89

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Enrique Guerrero Aviña

sus crímenes no se difunden en la crónica roja,


sino en las estadísticas de la fao.121

Volvamos con Agamben, el filósofo italiano define el


campo de concentración como una zona de indistinción, los
conceptos de derecho subjetivo y seguridad jurídica carecen
de significado ante él, se trata del espacio absoluto de la bio­
política:

Por esto, bien mirado, en el campo de concen­


tración la questio iuris capitales ya no es absolu­
tamente distinguible de la questio facti y, en este
sentido, cualquier pregunta sobre la legalidad o
ilegalidad de lo que ocurre en él carece sencilla­
mente de sentido. “El campo de concentración es
un híbrido de derecho, y de hecho, en el que los
dos términos se han hecho indiscernibles”.122

Es así como el campo resulta la estructura típica del es­


tado de excepción, en el campo la nuda vida y el derecho
se encuentran en un umbral de indiferenciación, el campo
lejos de acotarse a la segunda guerra del siglo xx es una
estructura generalizada, debemos, propone Agamben, reco­
nocerla donde se confunde el exterior e interior, lícito e ilí­
cito, cultura y barbarie, excepción y regla, derecho y anomia.
Leemos en el filósofo italiano: “El campo como localización
dislocante es la matriz oculta en la política en la que todavía
vivimos, la matriz que tenemos que aprender a reconocer a

Ibidem, p.7.
121

Giorgio Agamben, Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida,


122

pp. 216-217.

90

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Estado de excepción

través de todas sus metamorfosis”.123 Desocultar la locali­


zación dislocante del campo, incluso, en lugares aparente­
mente anodinos, el ejemplo que utiliza Agamben son las
zones d´attente en los aeropuertos internacionales franceses,
en ellas se retiene a los extranjeros que solicitan el estatus
de refugiado.
En esta localización dislocante se suspende el derecho,
y las atrocidades, que ocurran o no, dependen de la arbitra­
riedad de la policía que en ese espacio es soberana. Podemos
traer a la memoria los estadios de futbol argentino donde
los militares ejecutaron a tantas personas, las haciendas
de henequén en Yucatán, el tiempo posterior a toda de­
tención en nuestro país, de duración variable pero donde
se suspende todo derecho y el aprehensor es provisional (y
sistemáticamente) el soberano.
Agamben obtiene tres conclusiones provisionales de
suma relevancia: I) la relación política originaria es el esta­
do de excepción, el espacio de indistinción entre cultura y
barbarie, derecho y no-derecho, exclusión e inclusión; II) el
poder soberano produce la nula vida como elemento políti­
co originario, es esta nuda vida el umbral entre naturaleza y
cultura; III) el paradigma biopolítico moderno es el campo
de concentración y no la ciudad.124
La primera de estas conclusiones socava los funda­
mentos de las aproximaciones jurídico-institucionales al
Estado y el poder estatal, el Estado garantista, tan menta­
do en nuestras jurisprudencias, queda totalmente cuestio­
nado, resulta una ficitio iuris, un mitologema más. En este
orden de ideas, el economicismo tan difundido en el poder
es desocultado, aparece su cara política y en conexión con la

123
Ibidem, p. 222.
124
Ibidem, p. 230.

91

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segunda conclusión su sentido biopolítico. Sobre esto dice


Agamben: “La segunda implica que la política occidental es
desde el inicio una biopolítica y, de esta forma, hace vano
cualquier intento de fundar libertades políticas en el dere­
cho del ciudadano”.125
Esto no lo hemos terminado de entender, el reconoci­
miento de los derechos del ciudadano implica el recono­
cimiento del poder estatal sobre la vida misma, exigimos la
aplicación de ley, pero ignoramos que se aplica desaplicán­
dose, esa es su naturaleza. La tercera conclusión nos muestra
cómo la nuda vida se define como los grandes estados totali­
tarios, persiste la esencia del estado público de las democra­
cias capitalistas, si bien existen diferencias historiográficas
y de apariencia (que la publicidad intenta demostrar como
esenciales), comparten en la intimidad la nuda vida.

Lumbral

Mencionamos la intención de Schmitt por demostrar que


el derecho se apropia de toda praxis humana, su preocupa­
ción es lo que Benjamin llama reine Gewalt, violencia pura
o divina126, una praxis más allá del derecho, pero no hemos
tratado sobre las condiciones de posibilidad esta violencia
pura. Benjamin descarta la posibilidad para los seres finitos
de una pureza en sí mismos, la pureza de un ser finito nunca
puede residir en sí mismo, no existe por tanto una pureza
incondicional y absoluta de los seres finitos, se trata pues de
un concepto no sustancial de la pureza, sino condicional o
relacional, por tanto: ¿dónde reside la diferencia entre vio­

125
Ibidem, p. 231.
126
La palabra alemana gewalt significa tanto violencia como poder.

92

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Estado de excepción

lencia pura y violencia mítico-jurídica? La diferencia al no


localizarse en la violencia misma se encuentra en la relación
con algo distinto a ella en este sentido es que Benjamin ex­
presa la crítica de la violencia como un evidenciar su rela­
ción con el derecho y la justicia.127
La idea de Benjamin es que la violencia mítico-jurídica
es siempre instrumental, medio orientado a un fin, mientras
que la violencia pura nunca es un mero medio; legítimo o
no, orientado a un fin; justo o no. Pensándolo en términos
del lenguaje, el lenguaje es aquel que rompe la instrumen­
talidad de ser medio para la comunicación, de tal suerte que
el lenguaje puro comunica instantáneamente. Hablar de
un medio puro o de transgredir la instrumentalidad pue-
de resultarnos extraño, algo parece decirnos que hablamos de
una quimera, es la voz de la modernidad que llevamos den­
tro, acostumbrados a pensar, día a día, a los medios siempre
orientados a fines, resulta complejo ver más allá. ¿Cómo es
el modo de relacionarse con los fines de la violencia pura?
La violencia mítico-jurídica mantiene su relación con el de­
recho para darle poder, es el medio orientado al empodera­
miento del derecho, por otro lado, la violencia pura rompe
el vínculo entre derecho y violencia, se trata de desligar, des­
articular, es violencia que puramente actúa, se manifiesta.
Benjamin ejemplifica en la violencia de la total ira que no
es un medio sino manifestación, dice el libro de proverbios:
“No aprovecharán las riquezas en el día de ira”.128
Si observamos con detenimiento veremos la posibilidad
de identificar el estado de excepción y la violencia pura, el
punto central de la distinción reside en que el estado de ex­

Vid. Walter Benjamin, “Tesis de filosofía de la historia”, en Dis-


127

cursos interrumpidos.
128
Pr XI, 4.

93

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Enrique Guerrero Aviña

cepción recurre a la violencia suspendiendo el derecho pero


orientado a fin de conservarlo o instituirlo, por su parte la
violencia pura desliga violencia y derecho, no instaura ni
conserva derecho. Si se desarticula el vínculo entre derecho,
violencia y poder surge un antiguo problema: ¿qué sucede
con la ley después de su deposición? La genealogía de este
asunto nos lleva a Pablo de Tarso, ¿qué significado tiene la
ley, la Torah, si el Mesías ya ha llegado? En su carta a los
Galátas escribe Pablo: “Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue
añadida a causa de las transgresiones hasta que viniese la
simiente a quien fue hecha la promesa”,129 el significado de
la Torah después de cumplida la promesa es el punto en
cuestión: “pero cuando vino el cumplimiento del tiempo
Dios envió a su hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley,
para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que
recibiésemos la adopción de hijos. [...] Así que ya no eres
esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por
medio de Cristo”.130
Pablo se vale de una alegoría para reforzar su postura,
Abraham tuvo dos hijos, uno de la esclava el otro de la mu­
jer libre, el primero hijo de la carne, el segundo de la prome­
sa, “decidme los que queréis estar bajo la ley: ¿no habéis oído
la ley?”,131 la ley que paradójicamente contempla su deposi­
ción en el tiempo mesiánico: “Mas ¿qué dice la Escritura?
Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque no heredará el hijo
de la esclava con el hijo de la libre. De manera, hermanos,
que no somos hijos de la esclava, sino de la libre”,132 el judío
se aferra a la ley desesperado, pues su esperanza está puesta

129
Gá III, 19.
130
Gá IV, 4, 5, 7.
131
Gá IV, 21.
132
Gá IV, 30-31.

94

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Estado de excepción

en la promesa en el que ha de llegar, que ya viene, ya viene,


el Mesías. en España surgirá el término “marranus” para de­
signar a los judíos conversos, se trata de una distorsión de su
plegaria recurrente, Maranaza, Señor nuestro ven. El dile­
ma de una Torah después de la promesa es también la crisis
de posibilidad del judaísmo que espera cuando el tiempo de
espera ha finalizado, dice Pablo: “Pero antes que viniese la
fe, estábamos confirmados bajo la ley encerrados para aque­
lla fe que iba a ser revelada. De manera que la ley ha sido
nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos
justificados por la fe. Pero venida la fe ya no estamos bajo el
ayo, pues todos sois hijos de Dios por la fe en hijo Jesús”.133
Análoga discusión encontramos entre Andréi Vyshinsky y
Evgeny Pashukanis: ¿qué significado tiene el derecho en la
sociedad sin clases?

133
Gá III, 23-26.

95

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TERTIUS

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Estado de excepción

Una de las enseñanzas de la época de Hitler es


la de la estupidez de pretender saber demasiado.
Con sobradas razones competentes los judíos le
han negado toda posibilidad de éxito, cuando
éste ya era claro como el sol. [...] Además, siempre
según los listos, el fascismo habría sido imposible
en occidente. [...] Hitler estaba contra el espíri­-
tu y era antihumano. Pero existe también un es­
píritu antihumano: el que se caracteriza por una
superioridad bien orientada.134

Las palabras con que abrimos esta última parte perte­


necen a los primeros fundadores de la primera escuela de
Frankfurt, su pertenencia se encuentra en nuestra circuns­
tancia, tenemos qué hacer, mucho por hacer, pero debemos
reconocer que no hemos alcanzado a entender dónde esta­
mos y por tanto cómo hacerlo, he ahí la dificultad, es ne­
cesario hacer algo pero no sabemos qué. Esta tercera parte
trata de unas aproximaciones, primero, trataremos de ate­
rrizar sobre la forma completa en que se despliega el esta­
do de excepción vuelto regla en México, todos aquellos que
no decidimos sobre el estado de excepción somos los homi-
nes sacri, también hemos dejado algunas palabras que nos
inviten a reflexionar sobre la subjetivación ante el hecho de
que la muerte no sea una certeza, nos encontramos ante la
posibilidad de ser desaparecidos, de que el otro sea desa­
parecido, ¿qué implica ese ser por-desaparecer?; segundo,
hemos tratado de evidenciar la narrativa que da significado
al mitologema del mal que se convierte en bien, expresión
antigua de que el bien vive de su excepción, el mal; tercero,

Theodor W. Adorno y Max Horkheimer, Dialéctica de la Ilus-


134

tración. Fragmentos filosóficos, p. 251.

99

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Enrique Guerrero Aviña

cómo se diluye la responsabilidad de la acción en la burocra­


tización del mal; por último, discutimos las afirmaciones de
Agamben sobre la cárcel en su texto Homo Sacer, es natural
que un preso no pueda experimentar la prisión como un
medio espacio de reclusión, me parece inclusive que es posi­
ble discutir aún más si el paradigma del estado de excepción
actual es el campo o la cárcel,. Las democracias ha sabido
mistificarse, como la cárcel pareciera ser un espacio de re­
clusión digno y humanitario, desgraciadamente sólo hemos
podido dejar, por ahora, una breves ideas.

México. El estado de excepción es la regla

Nosotros, los homines sacri

Hemos ya señalado el error que acarrea considerar el priis­


mo como la “dictadura perfecta”,135 el llamado presiden­
cialismo, por ejemplo, la difuminación de la separación de
poderes, la confusión entre ejecutor y legislador y juzgador
es una de las formas en que se ha desplegado el estado de
excepción México. Cuando Felipe Calderón declaró la gue­
rra al enemigo interno, al supuesto narcotráfico, reconoció
explícitamente el estado de excepción, poco a poco fue mo­
derando su discurso, pero, en los hechos, el estado de excep­
ción ya era y sigue siendo la regla. Hubo cambio de partido
en las “elecciones”, sin embargo, existe un hilo conductor,
la seguridad y la violencia como técnicas de gobierno, éste
es nuestro actual estado de excepción convertido en regla,
el ejército, la marina, las policías y el gobierno violando la

135
Vid. el apartado “Solsticio jurídico”.

100

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Estado de excepción

ley de modo compulsivo y fundamental, gobierno y delin­


cuencia se vuelven indiferenciables. Descubramos algunas
acciones cotidianas que estando prohibidas por la ley ocu­
rren de manera sistemática y paradójicamente sostienen el
empoderamiento del derecho.
Existe de manera legal un amplio registro de cómo las
personas detenidas son llevadas a cuarteles o lugares in­
definidos, declaraciones y partes informativos de soldados
y policías lo atestiguan, con lo cual se viola el artículo 16
constitucional,136 el artículo 193 del Código Federal Proce­
dimientos Penales,137 y el 7.5 de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos,138 también hay casos donde se
disfrazan conversaciones inverosímiles. En mi experiencia,
la Policía Federal, con su inmensa creatividad, afirma que
me presenté voluntariamente a las puertas de la seido,139
para cobrar el choque que yo solo tuve con una banque­

136
“Cualquier persona puede detener al indiciado en el momento
en que esté cometiendo un delito o inmediatamente después de haberlo
cometido, poniéndolo sin demora a disposición de la autoridad más cer­
cana y ésta con la misma prontitud, a la del Ministerio Público”, artículo
16 constitucional.
137
“Las autoridades que realicen cualquier detención o aprehen­
sión deberán informar por cualquier medio de comunicación y sin dila­
ción alguna, a efecto de que se haga el registro administrativo correspon­
diente y que la persona sea presentada inmediatamente ante la autoridad
competente”, artículo 193 del Código Federal de Procedimientos Penales.
138
“Toda persona detenida o retenida debe ser llevada, sin demora,
ante un juez u otro funcionario autorizado por la ley para ejercer funcio­
nes judiciales”, artículo 7.5 de la Convencion Americana sobre Derechos
Humanos (Pacto de San José).
139
Johana Belén Sánchez Rojas, “El inevitable zugzwang de
Enrique Guerrero Aviña”, en Animal Político [en línea]. 15 de julio de
2014. <http://www.animalpolitico.com/blogueros-la-dignidad-en-nues­
tras-manos/2014/07/15/el-inevitable-zugzwang-de-enrique-guerrero-
avina/>. [Consulta: 4 de marzo, 2016.]

101

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Enrique Guerrero Aviña

ta, nunca se me explica por qué intentaría cobrar a policías


federales el choque automovilístico contra una banqueta,
siendo un peligrosísimo delincuente. Se realizan detencio­
nes arbitrarias justificadas en “denuncias anónimas” inexis­
tentes, cualquiera puede ser atacado por policías y militares
bajo el fantasma de la “denuncia anónima”, la apariencia de
legalidad para violar la ley.
El relator especial sobre tortura de la onu, Juan Mén­
dez declaró en reciente fechas que “la tortura es generali­
zada en México en el sentido de que hay denuncias contra
todas las corporaciones civiles o militares involucradas en
detenciones”,140 a pesar de encontrarse prohibida en el or­
denamiento nacional y convencional, todo ese tiempo reco­
nocido o no, en que los detenidos son llevados a cuarteles o
a un no-lugar es el tiempo de la tortura, asfixia con bolsas,
con agua, con toques, golpes, etcétera, se trata del modus ope-
randi de soldados, policías y ministerios públicos, en oca­
siones todo esto se le llama con el eufemismo de “trabajos
de inteligencia”. Para salvar la ley hay que considerarla letra
muerta. Por supuesto que los miembros de la llamada “de­
lincuencia organizada” también suelen recurrir a la tortura
pero, como ya hemos señalado (y es sumamente intuido) en
nuestro actual estado de excepción es indistinguible gobier­
no y delincuencia, todo intento de diferenciación corre el
riesgo de terminar poniendo en primer plano las distincio­
nes incidentales para ocultar la esencial identificación.
El caso Tlatlaya no es un hecho aislado, es uno de tan­
tos donde el ejército ejecuta civiles que no oponen ninguna
resistencia, un supuesto delincuente puede ser asesinado sin
que esto constituya un homicidio ni un sacrificio, pero cual­

140
Idem.

102

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Estado de excepción

quiera puede ser marcado como delincuente. La presunción


de inocencia que registra la ley en nuestros iuspublicistas en
la práctica no existe. Recordemos lo ocurrido hace algu­
nos años, cuando militares ejecutaron a dos estudiantes del
itesm en Monterrey. Los soldados pusieron armas a los ca­
dáveres, pero el problema de su escenificación habitual llegó
cuando salieron fotos previas: los cuerpos no tenían arma
alguna. Además, resultó que eran estudiantes de una uni­
versidad cercana al lugar donde fueron asesinados. Entonces
la versión dio un giro, de haber sido “abatidos” por milita­-
res pasaron a ser ejecutados por delincuentes que huían de
los soldados. Hace pocos días murió asesinado un estudian­
te universitario de Jalisco.141 Salió de viaje con sus compa­
ñeros rumbo a Guanajuato, fueron al Festival Cervantino,
y ahí fue detenido arbitrariamente por policías municipales
de Guanajuato. De esto existen muchos testimonios. Apa­
reció muerto en un lugar muy lejano al de su detención.
La Procuraduría de Guanajuato armó velozmente la ver­
sión oficial en la que dice que murió al caer de una barda,
mientras intentaba robar una casa. Hablamos de un joven
universitario sin antecedentes. Podemos volver a mi expe­
riencia, dos camionetas blancas me cerraron el paso y varios
sujetos (aparentemente policías federales) me dispararon en
repetidas ocasiones. Los impactos de bala quedaron en el

Cf. Carlos García y Juan Carlos G. Partida, “Ricardo Esparza


141

fue asesinado: estudiantes”, en La Jornada [en línea], 24 de octubre de


2014. <http://www.jornada.unam.mx/2014/10/24/estados/036n1est>.
[Consulta: 7 de mayo, 2016] y Raúl Torres, “Piden acceder a videos de
joven muerto en Guanajuato”, en El Universal [en línea], 25 de octu­
bre de 2014. <http://archivo.eluniversal.com.mx/estados/2014/piden-
acceder-videos-joven-muerto-guanajuato-1049097.html>. [Consulta: 7
de mayo, 2016.]

103

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Enrique Guerrero Aviña

motor y el asiento del copiloto, probablemente también en


las jardineras que me cubrieron de sus disparos. Para mi for­
tuna, sobreviví. En ese momento, me convertí en un homo
sacer. Si hubiera sido asesinado, no habría constituido homi­
cidio ni delito alguno. Así se ataca a una persona de la cual
no se tiene ninguna prueba en su contra, menos una orden
de aprehensión.
Una vieja historia caínita cuenta que un labrador de la
tierra, un agricultor, se enfrentó a su enemigo, un pastor de
ovejas, el labrador de la tierra venció en su batalla dándole
muerte a su rival. El mismo relato es visto con otros ojos en
el Génesis, Caín invita a su hermano Abel al campo, enton­
ces se levanta contra él y lo mata, la diferencia significativa:
¿Abel era su enemigo o su hermano? En la narrativa bíblica
Caín es condenado por Yavéh a vagar y ser extranjero en
toda la tierra, entonces el asesino cae en cuenta del peligro
en que se encuentra, se ha convertido en una especie de homo
sacer: “he aquí me echas hoy de la tierra, y de tu presencia me
esconderé, y seré errante y extranjero en la tierra; sucederá
que cualquiera que me hallare, me matará”142, Yavéh al oír
esto le pone una señal a Caín y promete castigar siete veces
a quien dé muerte a este labrador de la tierra.143El relato es
rico en alegorías, no es nueva la idea de justificar el asesinato
catalogado al otro de enemigo (delincuente), Caín se perca­
tó de que se encontraba en estado de excepción y podía ser
asesinado por cualquiera, por otro lado cabe preguntarnos:
¿qué significa la señal que pone Yavéh a Caín?, ¿es acaso
una metáfora de la ley?, si la señal de Caín es una represen­

Gn IV, 14.
142

“Y le respondió Jehová: Ciertamente cualquiera que matara a


143

Caín, siete veces será castigado. Entonces Jehová puso señal en Caín, para
que no lo matase cualquiera que le hallara”, Gn IV, 15.

104

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Estado de excepción

tación de la ley cuando esta pierde su significado y queda


sólo como seña, entonces, cualquiera puede dar muerte a
este hombre.
La muerte del “delincuente” es banal y profana, no hay
sacrificialidad posible para él, puede ser asesinado por cual­
quiera, pero podemos revestir la forma del enemigo, del
delincuente, el asunto se juega en el poder y su narrativa,
donde el hermano se vuelve enemigo. Sin duda alguna es
poco común que un presidente o empresario transnacional
adquiera la forma del homo sacer, cierto, sin embargo esto
suele evitarse con el uso de la fuerza, se trata de una falta de
poder de otros, pero, insisto, el asunto se disputa en la esfera
del poder y su narrativa, además en ocasiones ocurre lo poco
habitual: Mussolini, Kennedy, Allende, Colosio, Hussein o
Gadafi. Este punto nos hace reflexionar sobre lo siguiente:
¿puede el soberano convertirse en homo sacer?, a la luz del
destello metodológico benjaminiano diríamos que no, pero
un soberano puede dejar de serlo, por ejemplo cuando un
poder constituido es revocado por un poder constituyente,
sin embargo, todos los que no decidimos sobre el estado de
excepción estamos en vilo.
Otra práctica que tiene la fuerza-de-ley sin ser ley es
la desaparición de personas, uno de los íconos del rock ar­
gentino tiene razón, la persona que amas, los chicos del ba­
rrio, el vecino, cualquiera puede desaparecer. Se ha creado
el despiadado eufemismo de “cocinar” gente, quemarla has­
ta literalmente convertirla en cenizas. Ni siquiera sabemos
la cifra exacta de desaparecidos pero desde el gobierno de
Calderón a la fecha son más de treinta mil, quizá muchos
más, el actual caso de Ayotzinapa ha hecho evidente una

105

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Enrique Guerrero Aviña

desgarradora práctica,144 ya la conocíamos pero no hemos


tenido la capacidad de frenarla, de advertirla, de entender­
la. ¿Dónde rastrear la genealogía de la desaparición?, creo
que aún no entendemos la gravedad de todo esto, si bien
noticias como las generadas en Guerrero han podido sensi­
bilizar a mucha gente, existe otro sector de la población que,
por increíble que parezca no se conmueve, aquí en prisión
no ha sido un tema muy relevante, mucho menos conmove­
dor, el estado de excepción no los sorprende. Podemos pues
revestir la figura del homo sacer, pero, somos también sujetos
por-desaparecer, cosa distinta, porque el desaparecido se
desliga de su vida-muerte y se convierte en espacio, en um­
bral entre vida-muerte, tortura permanente para aquellas y
aquellos que lo querían, dolor incompleto, experiencia trun­
ca. Estamos pues aquí no sólo para-la-muerte, sino también,
por-desaparecer; potencia ligada al acto, y, por ser los homi-
nes sacri. ¿Nos pasará como en el texto de Gog, una vez arro­
jados los sacos al mar, nos resignamos a esperar un turno?
No hemos reflexionado lo suficiente en torno a la im­
plicación existencial que tiene el hecho de que la muerte no
se encuentre segura. En muchas zonas del país se vive sin la
certeza de la muerte, la posibilidad de ser desaparecido es
real, inminente, encontrarse por-desaparecer modifica radi­
calmente nuestro estar en el mundo, quizás el otro no mo­
rirá, desaparecerá. Jaspers pensaba que toda filosofía surge
de una crisis: ¿qué clase de crisis puede introyectar el sujeto
al que se le arrebata la solidez de su muerte?145

144
Cf. Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes
(giei), Informe Ayotzinapa. Investigación y primeras conclusiones de las des-
apariciones y homicidios de los normalistas de Ayotzinapa [en línea]. 2015.
<redtdt.org.mx/wp-content/uploads/2015/09/Informe-ayotzi.pdf>.
[Consulta: 3 de marzo, 2016.]
145
Si bien puede decirse que en ocasiones este tipo de actos no
106

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Estado de excepción

San Procopio

Existen muchos mitologemas que subyacen, se difunden, se


transforman pero persisten, parece imposible asumir la total
responsabilidad de las metáforas y alegorías a las que damos
vida, en su desenvolvimiento se van ocultando tras las imágenes
que simplifican la realidad, así, ocultan su repetitiva identidad.
Una antigua historia nos cuenta que san Procopio taló
un bosque y después labró la tierra, pero la gente observó al
diablo uncido a un arado, al parecer Procopio sabía cómo
transformar el mal en un bien, esta alegoría se encuentra
profundamente inveterada, desde el clásico Robin Hood
hasta nuestros corridos como el de “Heraclio Bernal”, hasta
el sintagma “mentiras piadosas”, etcétera. Una de las ideas
recurrentes en soldados y policías, mientras torturan, ase­
sinan o desaparecen, es que el mal “necesario” que realizan
desemboca en un bien, los políticos engañan y pueden pen­
sar que a pesar de los pesares traen el progreso, los jueces
no aplican la ley pero es por el bien de que un “delincuente”
no salga de prisión, los grandes empresarios se apropian del
trabajo de otros, de miles, de millones, sin embargo suelen
decirse: “peor estaría la gente sin un sueldo”, los narcotrafi­
cantes matan o desaparecen a otros, pero suelen considerar
al enemigo un ser moralmente peor. El bien viviendo de su
excepción; el mal. Curioso que se creó o difunda la creencia
en la que no se cree, de que algunos pueden aherrojar el
diablo en un arado.

ocurren (cosa cierta), no perdamos de vista que la regla vive de la ex­


cepción; no estamos en la barbarie, estamos en el lugar donde cultura y
barbarie se vuelven indiferenciables.

107

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Enrique Guerrero Aviña

La burocracia del mal

La estructura burocrática nos permite ocultarnos de la res­


ponsabilidad de la acción, resulta una forma adecuada para
generalizar determinadas formas de lo que Foucault llamó
microfísica del poder, la razón, la ética, la lógica todo puede
ser importante ante la burocracia. Quienes dan contenido
a este frío monstruo se deslindan del acto en su conjun­to,
el policía torturador afirma seguir una orden (fuerza-ley), él
no escogió (en ciertos casos) al otro, él no colocó al otro en
la circunstancia que lo convirtió en su enemigo, el psicólo­
go penitenciario que intenta manipular al preso para que
acepte su encarcelamiento, aunque hayan violado sus dere­
chos, aunque sea inocente, cumple con su trabajo, el cual
necesita para vivir, además él no lo arrestó, él no violó sus
derechos, él no elige su inocencia o no, el presidente del país
se desvincula de la atrocidad, él no mandó desaparecer a los
normalistas, él no mandó ejecutar civiles en Tlatlaya,146 así
ad infinitum, entonces nadie tiene responsabilidad alguna,
todos los que la tienen han sido vencidos o son perseguidos.
Las partes se desligan del todo, pero el único intento de
significación al que pueden recurrir es el todo. Existe por
supuesto una común relación entre san Procopio y la buro­
cratización del mal.

Cf. Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez


146

A. C., Tlatlaya a un año. La orden fue abatir [en línea]. <http://centropro­


dh.org.mx/index.php?option=com_docman&task=doc_details&gid=19
8&Itemid=21&lang=en>. [Consulta: 3 de marzo, 2016.]

108

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Estado de excepción

Cárcel y estado de excepción

En este último inciso me gustaría que discutiéramos un pun­


to a mi parecer un tanto impreciso en Agamben, la relación
entre estado de excepción y cárcel. Como bien escribieron
Adorno y Horkheimer “la cárcel es una enfermedad incura­
ble. Lo revelan incluso los rostros de los presos, su marcha
prudente, su forma minuciosa de pensar. Como los enfer­
mos, no saben hablar más que de la propia enfermedad.”147
Por lo tanto, no podía faltar la presente (aunque inconclusa)
reflexión desde estos muros que se miran entre sí, dice un
adagio alemán que “los árboles no dejan ver el bosque”, en
cierta forma las rejas no dejan mirar la cárcel, pero, por otro
lado, la experiencia viva puede abrir un doloroso camino de
conocimiento. En concreto quiero traer a la mesa la siguien­
te reflexión de Agamben:

Una de las tesis de la presente investigación es


precisamente que el estado de excepción, como
estructura política fundamental, ocupa cada vez
más el primer plano en nuestro tiempo y tiende
en último término, a convertirse en la regla. Cu­
ando nuestro tiempo ha tratado de dar una locali­
zación visible permanente a eso ilocalizable, el re­
sultado ha sido el campo de concentración. No la
cárcel sino el campo de concentración es, en rigor,
el espacio que corresponde a esta estructura origi­
naria del numus. Esto se pone de manifiesto, entre
otras cosas, en el hecho de que mientras el dere­
cho penitenciario no está fuera del ordenamiento

147
Theodor W. Adorno y Max Horkheimer, Dialéctica de la Ilus-
tración, p. 271.

109

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Enrique Guerrero Aviña

normal, sino que constituye sólo un ámbito par­


ticular del derecho penal, la constelación jurídica
que preside el campo de concentración es, como
veremos, la ley marcial o el estado de sitio. No es
posible, por esto, inscribir el análisis del campo de
concentración en la estela abierta por los trabajos
de Foucault, desde la Historia de la locura a Vigi-
lar y castigar. El campo, como espacio absoluto
de excepción, es topológicamente diverso de un
simple espacio de reclusión. Y es este espacio de
excepción, en el que el nexo entre localización y
orden jurídico se rompe definitivamente, el que
ha determinado la crisis del viejo “nomos de la
tierra”.148

Hemos tratado a lo largo del presente ensayo sobre cómo


el estado de excepción se ha convertido en la regla, pero
cuando Agamben quiere localizar ese topos nos dice que se
trata del “campo de concentración”, el argumento para des­
cartar la cárcel es que esta se encuentra comprendida en el
derecho penal y en este sentido, el filósofo italiano, afirma
la distinción topológica entre cárcel y campo. Pensemos a
Agamben contra Agamben:

Si la esencia del campo de concentración consiste


en la materialización del estado de excepción y en
la consiguiente creación de un espacio en el
que la nuda vida y la norma entran en un um­
bral de indistinción, tendremos que admitir en­
tonces que nos encontramos en presencia de un

Giorgio Agamben, Homo sacer. El poder soberano y la


148

nuda vida, pp. 32-33.

110

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Estado de excepción

campo cada vez que se crea una estructura de ese


tenor, independientemente de la entidad de los
crímenes que allí se cometan y cualesquiera que
sean su denominación o sus peculiares topográ­
ficas.149

Los ejemplos que utiliza Agamben, inmediatamente


después de la cita anterior son: a) el estadio de Bari, donde
a principios de los noventa la política italiana concentró a
los inmigrantes albaneses antes de regresarlos a su país; b) el
Velódromo de Invierno donde juntaron a los judíos las au­
toridades de la ciudad francesa de Vichy para entregárselos
a los alemanes; c) las zones d´attente, donde se retiene a
los extranjeros que solicitan el estatuto de refugiado.
Podría decirse que tanto lo que ocurrió en el estadio de
Bari como las zones d´attente, como aparentemente todo acto
policiaco-gubernamental está regido por el derecho conven­
cional (derechos humanos primordialmente), sin embargo,
lo que ocurre es, como ya hemos tratado a lo largo de este
trabajo, que la ley se suspende en favor de su conservación, el
ser humano en ese espacio donde la policía ejerce temporal
y arbitrariamente la soberanía. Pensar que la cárcel es “un
simple espacio de reclusión” que se encuentra circunscrito
en “un ámbito particular del derecho penal” es una simpli­
ficación que conduce a la incomprensión, consideremos la
cárcel de Guantánamo con los videos que se conocen de
la misma, la famosa “ley patriótica” con la que Estados Uni­
dos justifica la detención arbitraria y prolongada de cual­
quiera que ellos mismos marquen como “terrorista”,150 los

Ibidem, p. 221.
149

Esta medida fue aplicada, excepción ejemplar, contra indepen­


150

dentistas puertorriqueños. Considérese que, hasta hace muy pocos años,

111

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presos chinos donde la pena de muerte está inmensamen­


te difundida, en México podemos poner muchos ejemplos,
al llegar a una cárcel federal la recepción consiste en gol­
pes, gritos, torturas, humillaciones, acercar al preso un pe­
rro ladrando con tono amenazante sin que se le pueda ver,
mantener a la gente en posturas incómodas durante mucho
tiempo,151 en esta “recepción” han muerto algunas personas,
estos asesinatos no constituyen homicidio, esta tortura no es
un delito, ¿dónde está el derecho en ese momento?, ahora,
que el estado de excepción se ha vuelto la regla resulta im­
posible creer que la cárcel está comprendida en el derecho
penal, la cárcel es un espacio de excepción donde se vuel­
ven indistinguibles derechos y violencia, lícito e ilícito. Si
bien es cierto que en el campo de concentración resulta del
todo evidente el estado de excepción no olvidemos que las
democracias han sabido jugar donde realidad y apariencia
se confunden (después de todo las apariencias son parte de
ese constructo que llamamos realidad), parte de los grandes
peligros está en la mistificación que realizan las democracias
de la violencia y la barbarie, su propaganda se introyecta en
las necesidades y deseos, como pensaba Foucault en nues­
tros procesos de subjetivación nos sometemos a formas de
opresión.

Lumbral

En el medioevo el encarcelamiento estaba dirigido a los hi­


jos de los príncipes que podían representar problemas en

Nelson Mandela seguía en las listas de terroristas de los Estado Unidos.


151
Un ex preso político uruguayo reflexionaba que todo puede ser
una tortura si se prolonga el tiempo necesario.

112

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Estado de excepción

la sucesión, los delincuentes sufrían como castigo torturas,


mutilaciones o la muerte.152 En la sociedad prehispánica
mexica existían dos lugares para retener a los “delincuentes”,
dependiendo de sus faltas eran recluidos en el quauhcalco y el
teulpiloyan, en el primero estaban los condenados a muerte,
en el segundo, quienes cometían faltas civiles y los castigos
iban desde confiscación, destierro o esclavitud. Como puede
observarse, no existía la moderna noción de equipaarr deli­
to-tiempo, la sociedad capitalista genera un proceso de abs­
tracción de lo cualitativo que le permite pintipararlo todo,
en principio todo se reduce a la comparación del tiempo
socialmente necesario para producir cualquier cosa (valor),
sin embargo, el precio se desliga y no del valor, de tal suerte
que puede existir una contradicción cualitativa o cuantitati­
va entre el valor y el precio, el delito tiene un precio que se
paga en tiempo (igual que la presunción de culpabilidad),
así como el salario con que se paga la comida es expresión
del tiempo de vida que se entrega al patrón. Estas son las
tecnologías de la opresión.
Es notorio cómo los avances de la técnica transgreden
el llamado espacio público, acostumbrado al panóptico de
Foucault, la vigilancia se disfraza de bienestar común, “por
tu seguridad te vigilamos”, volvamos a Gog, durante su fic­
ticia entrevista con Lenin se expresa parte de los sueños del
poder, la ciudad convertida en cárcel:

La vieja mazmorra zarista es la última palabra de


la sabiduría política. Bien meditado, la vida del
presidiario es la más adaptada al promedio vul­

152
Vid. Theodor W. Adorno y Max Horkheimer, op. cit., p. 270.

113

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gar de los hombres. No siendo libres, están al fin,


exentos de los peligros y de las molestias de la
responsabilidad y se hallan en condiciones de no
poder realizar el mal. Apenas un hombre, entra en
la prisión, debe, por la fuerza, llevar la vida de un
inocente. Además, no tiene pensamiento ni preo­
cupaciones, pues ya están aquí los que piensan y
mandan por él: trabaja con el cuerpo, pero su es­
píritu descansa.153

En este 2014 se ha modificado la ley en México, ahora,


pueden geolocalizar en tiempo real cualquier celular (perso­
na) sin necesidad de la orden de un juez154, la policía como
ejecutora y juzgadora, basta que crean se trata de un número
de la “delincuencia organizada”, esto legaliza una práctica ya
inveterada, es necesario no sólo observarlo todo (panópti­
co), también escucharlo todo (panaudio), saber dónde están
todos (panubicatio) y poderlo todo (pantutus). El poder es
importante ante su autodelimitación.
En su “Discurso ante la academia” Kafka retrata clara­
mente como la nuda modernidad aprisiona al hombre, ya
no se trata de libertad, sólo de salidas, las salidas sirven de
placebo, espejismos de libertad, el opresor mundo reproduce
las salidas, siempre hay una puerta que tomar, aunque nos
conduzca siempre al mismo laberinto, nos acostumbran a
ese placebo, incluso lo defendemos con uñas y dientes, “que
nadie nos quite nuestras salidas que llamamos libertad”. Aún
así, en la cárcel es muy doloroso no tener esos espejismos.

Giovanni Papini, Gog. El libro negro, p. 65.


153

Cf. Mauricio Torres, “La Corte avala ley que permite a pgr ubi­
154

car celulares sin orden judicial”, en Expansión-CNN México [en línea]. 16


de enero de 2014. <http://mexico.cnn.com/nacional/2014/01/16/corte-
celulares-fallo-modificaciones-proyecto>. [Consulta: 3 de febrero, 2016].
114

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BIBLIOGRAFÍA

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Estado de excepción

Las citas de la Teología Política de Carl Schmitt están to­


madas del texto Homo sacer de Agamben, tal como se indica
en las notas, pero en esta bibliografía agregamos la referen­
cia en español. Las referencias ad litteram de La Biblia son
tomadas de la versión de Casiodoro de Reina, revisada por
Cipriano de Valera, aunque también cotejamos la edición
de la Editorial Verbo Divino. Son pocos los textos que no
citamos textualmente y se encuentran aquí referenciados,
sin embargo, al hablar sobre ellos, consideramos necesario
agregarlos.

Adorno, Theodor W. y Max Horkheimer, Dialéctica de la


Ilustración. Fragmentos filosóficos. Madrid, Trotta, 2005.
Agamben, Giorgio, Estado de excepción. Buenos Aires, Adri­
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Agamben, Giorgio, Estado de excepción. Homo sacer, II, 1.
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Trad. y pres. de Bolívar Echeverría. México, Contra­
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Bibliografía

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Homero, Odisea.156
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Madrid, Trotta, 1997.
La Biblia. Ed. rev. en 2005. Estella, Navarra, Verbo Divino,
2010.
155
N. del E. De entre las diversas ediciones que existen de la Ilíada,
vale la pena obtener la que publicó la unam en su Bibliotheca Scriptorum
Graecorum et Romanorum Mexicana, con la versión e introducción de
Rubén Bonifaz Nuño; así como la edición que Antonio López Eire reali­
zó para Cátedra, publicada en su colección Letras Universales.
156
N. del E. De la Odisea, se recomienda la edición que José
Luis Calvo realizó para Cátedra, publicada en su colección Letras Uni­
versales.

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Estado de excepción

La Santa Biblia. Antiguo y nuevo testamento. Antigua versión


de Casiodoro de Reina (1569), revisada por Cipriano de
Valera (1602), revisión de 1960. Nashville, Holman
Bible Publishers, 2011.
Las mil y una noches. 21a. ed. México, Porrúa, 2003. (Sepan
Cuantos…, 136)
Marx, Karl, El capital. Crítica de la economía política, t. I.
México, fce, 2014.
Nietzsche, Friedrich, Así habló Zaratustra. Madrid, M. E.,
1993. (Clásicos de Siempre)
Ortega y Gasset, José, “Meditaciones del Quijote”, en
Ortega y Gasset. Madrid, Gredos, 2012.
Papini, Giovanni, Gog. El libro negro. México, Porrúa, 2012.
(Sepan Cuantos…, 421)
Schmitt, Carl, “Teología política”, en Estudios Políticos.
Madrid, Cultura Española, 1941.
Sedlácek, Tomás, Economía del bien y del mal. La búsque-
da del significado económico desde Gilgamesh hasta Wall
Street. México, fce, 2014. (Economía)
Turner, John Kenneth, México bárbaro. 15a. ed. México,
Porrúa, 2004. (Sepan Cuantos…, 591)
Vallejo, César, Poesía completa. México, Coyoacán, 1997.
Virgilio, Eneida. Geórgicas. Bucólicas. México, Porrúa, 2000.
(Sepan Cuantos…, 147)
Wittgenstein, Ludwig, Tractatus logico-philosophicus. Ma­
drid, Alianza, 1999.

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Índice

Agradecimientos....................................................................7
Advertencia............................................................................9
Prólogo. Estado de excepción y biopolítica
del control social...................................................................11
Introducción.........................................................................25
Primus...................................................................................27
Estado de excepción.......................................................31
Tesis ocho.................................................................31
Destello metodológico................................................35
Destinatarios...........................................................37
Cultura-barbarie.....................................................48
¿Metaexcepción?......................................................52
Lumbral.......................................................................55
Secundus...............................................................................59
Homo sacer...................................................................63
Solsticio jurídico.......................................................63
Estado, soberanía y aporía.........................................68
Homines sacri..........................................................83
Lumbral.......................................................................92
Tertius...................................................................................97
México. El estado de excepción es la regla......................100
Nosotros, los homines sacri.......................................100
San Procopio..........................................................107
La burocracia del mal.............................................108
Cárcel y estado de excepción.....................................109
Lumbral.....................................................................112
Bibliografía.........................................................................115

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Estado de excepción
se terminó de imprimir en mayo de 2016
en los talleres de Ultra Digital Press, S. A. de C. V.,
Centeno 162, Col. Granjas Esmeralda, Del. Iztapalapa,
Ciudad de México, C. P. 09810.

El tiraje consta de 100 ejemplares.

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