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Alberto Filippi, De Mariátegui a Bobbio: ensayos sobre socialismo y democra-

cia, Lima, Minerva, 2008, 265 págs.

En el último libro de Alberto Filippi, De Mariátegui a Bobbio: ensayos


sobre socialismo y democracia, se analizan algunas de las ideas filosóficas y
políticas que caracterizaron al siglo XX, a través de insignes protagonistas italia-
nos y latinoamericanos que han fungido como sus catalizadores.
Filippi nos pone nada menos que frente al socialismo y la democracia, pero
también ante un valor primordial que pondrá en tensión a ese binomio: el de la
libertad. Es que socialismo y democracia son, en principio, especies de distinto
género. De ahí quizás lo infructuoso hasta ahora de los intentos por hacerlas
confluir. De eso también trata este libro.
Con una erudición que no disimula complicidad, Filippi describe a varios de
los pensadores que a partir de sus preguntas, búsquedas y, en general, frustra-
ciones, han marcado especialmente la política latinoamericana del siglo XX. Sin
pretensiones de biógrafo, al desvelar ciertos rasgos personales el autor favore-
ce la comprensión de las circunstancias que permitieron la evolución o recrea-
ción de dichas ideas.
Lo que une a estos pensadores, que van de José Carlos Mariátegui a Norberto
Bobbio, es que no sólo han sido grandes intelectuales, sino que han dado mues-
tras —aun llegando al sacrificio personal— de ser hombres de acción, compro-
metidos con su tiempo.
A instancias de Sandro Mariátegui Chiappe (el primero de los hijos de José
Carlos Mariátegui, nacido en Roma durante la estancia italiana del padre), Filippi
ha reunido en este volumen varios ensayos publicados en los últimos años en
Italia y en América. Sin embargo, el libro posee una gran unidad y coherencia
interna, reflejo del interés por la historia política latinoamericana y sus influen-
cias, a las que el autor ha dedicado toda su vida académica.
Quizás sea sobreabundante decir que Filippi posee una reconocida voca-
ción hacia los claustros universitarios, tanto americanos como europeos, por los
que viene transitando desde hace más de cuarenta años. Ha publicado numero-
sas obras, entre las que se destacan: Bolívar y Europa en las crónicas, el pen-
samiento político y la historiografía, Ideologías e instituciones en la Inde-
pendencia hispanoamericana, El pensamiento de Bobbio en la cultura ibero-
americana (junto con Celso Lafer) e Il mito del Che: storia e ideologia
dell’utopia guevariana, entre muchas otras.
Sin embargo, lejos ha estado de dejarse atrapar por la asepsia de la campana
de cristal y desde su juventud ha elegido la incomodidad de una militancia
muchas veces incomprendida y, frecuentemente, perseguida. Desde la Funda-
ción italiana Lelio Basso ha liderado iniciativas en defensa de los derechos
humanos, siempre con su mirada puesta en América Latina. En México fue desde
siempre colaborador asiduo del maestro Leopoldo Zea y del entonces Centro Coor-
dinador y Difusor de Estudios Latinoamericano, de la Universidad Nacional Autó-
noma de México, así como colaborador de la revista Cuadernos Americanos.
En este libro, el derrotero de personalidades por el que nos lleva Filippi va
de sudamericanos a europeos. O mejor dicho, de sudamericanos a italianos.
Entre los primeros, el propio Mariátegui y los argentinos Juan B. Justo, José
Aricó y Juan Carlos Portantiero. De la Península, nada menos que Piero Gobetti,
Antonio Gramsci y Norberto Bobbio.
Para enlazarlos, el autor describe las influencias, debates y diferencias de
éstos con quienes aparecen como “actores secundarios” en el libro: desde Lenin,
Georges Sorel, Carlo Rosselli, Gaetano Mosca y Vilfredo Pareto hasta Domingo
Faustino Sarmiento, Emilio de Ípola, Rodolfo Mondolfo, Benedetto Croce, Renato
Treves, por supuesto Carlos Marx y muchos otros.
El fundador de este puente será el gran pensador peruano, quien, testigo
perspicaz de los sucesos que desencadenarán el fascismo mussoliniano, rescata
minuciosamente para la reflexión sudamericana el pensamiento vital del joven
liberal socialista Piero Gobetti.
Filippi advierte a sus lectores sobre la relevancia del pensamiento de
Mariátegui para esta América Latina del siglo XXI, lo que contrasta con la super-
ficialidad con que muchos otros artículos intentan explicar los fenómenos polí-
ticos sudamericanos, en especial, los de Bolivia y Ecuador, sin haber atravesado
por ese pensador liminar.
Para este análisis es preciso tener en cuenta que se trata de un subcontinente
que por primera vez en su historia supera las dos décadas de gobiernos demo-
cráticos prácticamente sin interrupciones, y en el que al mismo tiempo se escu-
chan voces tales como “socialismo del siglo XXI” o ganan elecciones partidos
políticos que en sus nombres llevan la palabra socialismo.1
La vigencia del Estado de derecho y de la democracia ha sido precisamente
lo que ha permitido a los sectores postergados de la sociedad acceder al gobier-
no, tal el caso de Evo Morales en Bolivia, o instalar una agenda de prioridades
con reivindicaciones sociales hasta ahora nunca satisfechas. Lo cierto es que
estos “socialismos” no han accedido al poder por medio de la revolución, sino
por medio del voto, lo que presume una aceptación del sistema que, por ejemplo,
no requiere ni acepta el régimen del partido único o la exclusión de la oposición.
Y aquí es donde encajan y se vuelven indispensables para la democracia las
seis reglas que nos lega Bobbio y que aparecen reseñadas en De Mariátegui a
Bobbio, así como es impropio de una democracia que una minoría (política,
étnica, religiosa etc.) someta a la mayoría, a partir de sus decisiones la mayoría
tampoco puede limitar los derechos de las minorías. Precisamente, Filippi obser-
va que no cumplir esta última regla es quizás el mayor riesgo para América Latina
y ya lo ha sido para Europa: el exceso de poder y la omnipotencia de quien
circunstancialmente posee esa mayoría puede ser la nueva forma en que peli-

1
En Latinoamérica varía la connotación de este concepto entre aquel que alude a un
socialismo más emparentado con la antigua URSS o Cuba, y otro más al estilo euro-
peo socialdemócrata, como en los casos de los partidos socialistas chileno o argentino.
Esta aclaración más allá de los enfrentamientos similares a los sucedidos en Europa entre
los partidos comunistas y los socialistas.

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gren nuestras jóvenes democracias. Contra esta patología es que aparece la
libertad como condición del sistema.
Con metáforas menos connotativas que la del propio socialismo, tales como
“justicia social” o la aún más lavada “equidad”, es que se busca el difícil equili-
brio para alcanzar la democracia real (o integral, como diría Bobbio), que brinda
las condiciones para que todos los ciudadanos puedan ejercer los derechos que
la teoría constitucional les otorga.
La falsa puja que hasta ahora viene soportando Latinoamérica entre libertad
y justicia social, es vista con anticipación por José Carlos Mariátegui en sus
Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. Resulta por demás es-
clarecedora la descripción de la incomprensión y hostigamiento que sufre el
peruano por parte de la estructura prosoviética de los partidos comunistas euro-
peos y en especial del argentino, con el oscuro Vittorio Codovila a la cabeza. Eso
es debido a que la interpretación peruana del socialismo es una de las libertades
que el Comintern no estará dispuesto a permitir.
Precisamente, el respeto por las identidades, la historia y la cultura propias,
son derechos que si bien Mariátegui no fue el primer americano en defender,
desde hace quinientos años se vienen reclamando. Un ejemplo reciente de este
tipo de frustración ha sido la adopción acrítica de las recetas neoliberales en
varios países sudamericanos durante la década de los noventa.
El capítulo dedicado a Mariátegui analiza sus diferentes afinidades con
Piero Gobetti y el socialista argentino Juan B. Justo, así como sus diferencias
con Sorel y con el mandato de la Tercera Internacional y sus erradas imposicio-
nes ideológicas sobre la realidad latinoamericana de los años treinta del siglo
pasado. En él se tratan temas emblemáticos para el peruano como las “formas
históricas” en las que se ha dado la Revolución; la relación entre liberalismo y
socialismo (“liberalismo revolucionario”); la teoría del mito y su función de “co-
nocimiento de la realidad”; y su percepción sobre el presente y el futuro de la
revolución socialista.
Ferozmente acallado durante el siglo XX ya por el comunismo prosoviético,
aún en vida de él, o por el reflejo de la Guerra Fría con las dictaduras sangrientas
hasta bien entrada la década de los ochenta, este Mariátegui siempre invita a
una nueva lectura. Así lo hizo, por ejemplo, el Club de Cultura Socialista fundado
por los argentinos José Aricó, Juan Carlos Portantiero y Jorge Tula y la revista
La ciudad futura en la que también colaboró Filippi. Ellos retoman con fuerza la
variable libertaria sin la cual no parece posible plantear socialismo y democracia
en América Latina.
Pero, ¿qué entienden Mariátegui y Gobetti por liberalismo revolucionario?
Se trata de un liberalismo no reaccionario que es a lo que pretende llegar la lucha
del proletariado. Un eslabón en el camino del socialismo, según Mariátegui
“como principio de civilización y progreso”. Sin embargo, el liberalismo del
primer cuarto del siglo XX, lejos de desembocar en el socialismo lo hará en el
fascismo europeo y sus remedos latinoamericanos.

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Entonces, pensar hoy en el socialismo, partiendo de la idea cosmopolita,
implica el reconocimiento de las propias realidades históricas, incluido el deve-
nir del siglo que, luego de la muerte de Mariátegui, atraviesa el momento culmi-
nante del fascismo, la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría, la creación de la
Comunidad Europea, la caída del Muro de Berlín y la globalización.
Luego de pasarlos minuciosamente por semejante tamiz, los ensayos de
Filippi permiten recuperar lo esencial del pensamiento del Amauta en cuanto
de actualidad tiene —y no sólo para los países andinos—, y como corresponde,
lejos de cualquier dogmatismo. Dice Filippi:

Se trata de sostener y aplicar, en sintonía con aquellas indicaciones precursoras de


Mariátegui, formas de democracia capa[ces] de luchar contra la exclusión étnica y
económica de los grupos subalternos y desarrollar políticas de inclusión intercultural
teniendo como principio constitucional la unidad en la diversidad [y agrega más
adelante] El caso más grotesco de vejación ideológica del pensamiento de Mariátegui
lo representaron los “maoístas senderistas en el Perú de los años ochenta”.

La conexión entre socialismo e indigenismo como aspecto central del pensa-


miento de Mariátegui (“he llegado al entendimiento de lo indígena por la vía del
socialismo”) es uno de los puntos más complejos de estudiar, por lo difícil
del tratamiento de la variable “étnica”, que había sido manipulada en su reduc-
ción ideológica —teorizada por el positivismo— a los elementos biológico-
raciales. Sin embargo, a pesar de esto y de estar presente en la memoria el
desastre del experimento nazi, subsisten en la opinión pública las referencias
expresas o más veladas a lo “racial”. Por ejemplo, el énfasis por el triunfo de un
norteamericano de origen africano como presidente de su país, la reivindicación
indigenista de Evo Morales o la xenofobia y la violencia más salvaje en las calles
europeas. Es decir que a pesar del reconocimiento constitucional y del Derecho
Internacional acerca de la igualdad de las personas, ya sea para su opresión o
para su reivindicación, la cuestión racial sigue siendo una variable política,
sociológica y económica presente.
En el otro extremo del “puente” de Filippi encontramos a Norberto Bobbio.
Este turinés, nacido en 1909, se convertirá en un testigo perspicaz y protagonis-
ta comprometido de su siglo. A partir de Gobetti y de Carlo Rosselli, analiza el
socialismo en clave liberal, según palabras de José Aricó. Filippi describe con
detalle la repercusión que la obra de Bobbio tendrá en Latinoamérica y especial-
mente en la Argentina, desde que en 1946 se publica en Buenos Aires la Filoso-
fía del derecho privado de su maestro Gioele Solari y gracias a la obra de
difusión de su amigo Renato Treves exiliado en Argentina después de 1938 por
ser judío italiano. Este último también promotor de las ideas de Gobetti y Rosselli
en Argentina, Chile y Uruguay.
El capítulo dedicado a Bobbio, “Liberalismo y socialismo en la democracia
integral”, corresponde a la introducción realizada por Alberto Filippi a una serie
de ponencias presentadas en el seminario internacional de estudios sobre Bobbio,

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realizado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, y publi-
cadas en el 2006. El nudo teórico-político que había enfrentado Mariátegui, y
que Bobbio desarrolla, se refiere a la necesaria conjugación de las instancias de
la democracia liberal y del socialismo reformista concebida por Bobbio como un
“compromiso” entre fuerzas que elaboran un programa de acción política que
implica el reconocimiento de los derechos sociales (reivindicados por la tradi-
ción socialista), así como de los derechos de libertad (reivindicados por la
tradición liberal).
El estudio sobre el pensamiento de Bobbio y su recepción en América
Latina permite a Filippi introducir a otro gran italiano indispensable en el debate
sobre libertad y socialismo: Antonio Gramsci. Lo hace a partir de dos vías:
mediante la transcripción de una conferencia del propio Filippi pronunciada en
Roma, en el año 2007 en el marco de unas jornadas sobre Gramsci y la cultura
latinoamericana; y a partir de las interpretaciones de sus “promotores” en la
Argentina, los ya mencionados miembros del Club de Cultura Socialista, Aricó y
Portantiero.
Alberto Filippi describe la evolución que estos intelectuales argentinos
mostrarán a lo largo de su producción, diferenciando sus etapas de exilio en
México durante los años setenta y su participación en la transición democrática
durante los ochenta. A la primera, de tono más latinoamericanista, corresponde-
rá Aricó en 1972 con “La sociedad civil en Gramsci” y Portantiero en 1977 con
“Los usos de Gramsci”.
En la segunda etapa, con el contexto del fin de la dictadura argentina y ante
la incertidumbre de la hasta entonces nunca alcanzada estabilidad institucional,
el debate de los socialistas gramscianos va haciendo cada vez más eje en la
cuestión de la democracia y las libertades que le sirven de “precondición”
bobbiana. Esto se explicita en la Declaración de Principios del Club de Cultura
Socialista que en parte transcribe Filippi y en el que puede leerse que “sólo en un
contexto democrático puede expandirse un movimiento social de izquierda”.
Filippi va más allá al decir que la democracia no es una simple vía para transitar
al socialismo sino una de sus garantías fundamentales de realización. Esta frase
es quizás la más mariateguiana de todas si tenemos en cuenta el siglo transcurri-
do y la realidad sudamericana.
Esta síntesis le ofrece la excusa perfecta a Alberto Filippi para plantear la
cuestión del “hiperpresidencialismo”, demostrando su profundo conocimiento
histórico de las instituciones y de la idiosincrasia iberoamericana además de la
marca que en la dramática experiencia italiana ha dejado la huella del pasado
fascista.
Con la humildad de quien reconoce en primer término que ha sido Europa la
que ha caído en la peor experiencia de concentración de poder, y lejos de quie-
nes señalan con el dedo algunas de las características negativas en las que
suelen caer los gobiernos latinoamericanos, Filippi advierte sobre la propensión
a la autocracia y al cesarismo que acechan a nuestras democracias.

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Han sido largamente debatidos los posibles orígenes de esta idiosincrasia
política y son muy conocidos sus efectos sobre las instituciones de la república.
De hecho, aún con gobiernos surgidos a partir de las reglas del juego democrá-
tico, el desequilibrio entre los poderes a favor del Ejecutivo en más o menos
tiempo lleva a una crisis de gobernabilidad democrática, ya sea por la evolución
del sistema hacia una lisa y llana autocracia o por la caída del gobierno.
La pregunta que continúa sin responderse es: ¿en sociedades tan desigua-
les como las latinoamericanas, pueden los gobiernos populares lograr la justicia
social que incluye modificar la distribución del ingreso en desmedro de los
intereses de las minorías poseedoras de los recursos económicos, sin acudir a
poderes excepcionales? ¿Es posible, como algunos especialistas proponen, con-
tener la inclinación al hiperpresidencialismo modificando el sistema de gobierno,
por ejemplo hacia un semipresidencialismo con tendencia a un parlamentarismo
menguado? ¿Será que para América Latina la nueva utopía es la “democracia
integral”?
Para terminar, es de destacar que Filippi, además de basar su análisis en el
estudio de las decenas de obras legadas “desde Mariátegui a Bobbio”, ha man-
tenido a lo largo de los años un frecuente contacto personal con la familia
Mariátegui, una cercanía académica y de camaradería con sus amigos José Aricó
y Juan Carlos Portantiero, y por supuesto, una vivencia directa de la política
italiana del último medio siglo.
Muestras contundentes de esta relación con los intelectuales argentinos
son el prólogo que José Aricó escribió para el ensayo de Filippi Instituciones e
ideologías en la independencia hispanoamericana (1988), y el homenaje que el
filósofo ítalo-latinoamericano le brindó a Juan Carlos Portantiero en ocasión del
encuentro “El intelectual en la política”, realizado en el 2007 en Buenos Aires en
la sede de la Biblioteca Nacional. En este texto, publicado como un acápite de
estos Ensayos sobre socialismo y democracia, Filippi rescata la contribución
decisiva de Portantiero en el grupo de intelectuales que dieron apoyo al gobier-
no de Raúl Alfonsín para lograr sortear con éxito la incierta etapa de la transición
democrática.
Filippi completa su libro con un pormenorizado capítulo sobre los partidos
comunistas en América Latina y un anexo documental que rescata para el lector
textos esenciales de José Carlos Mariátegui.
Las competentes referencias bibliográficas y el exhaustivo índice onomástico
dan prueba de la reconocida seriedad académica del autor, al tiempo que facilitan
e invitan a nuevas investigaciones y análisis. En la ductilidad con que el autor
nos conduce por este siglo de intelectuales y de ideas que van de Mariátegui a
Bobbio, es reconocible la mano del consumado profesor de Historia e Institucio-
nes de las Américas e Instituciones europeas de la antigua Universidad italiana
de Camerino, pero sobre todo, al decir de Aricó, la singular experiencia cultural y
política de “un italiano en América y un americano en Italia”.

Cecilia Mendoza Ferrero

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