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De cara al Ego1

Daniela Yazmín Martínez Martínez


danyazminmtz2@hotmail.com

El individualismo del siglo XXI ondea la bandera de la libertad que se


inserta como principio, no sólo en la vida moral, sino en a vida política y
económica. Hemos de reconocer que el panorama actual se esfuerza
por rescatar al individuo de la sociedad homogeneizada de masas, para
exalta su valor único. Esta era del individualismo exige la incesante
tarea de rehacerse, experimentarse y consumirse, posándose sobre la
libertad como principio y la felicidad como fin, cuyo camino está
construido a partir de la autodeterminación de las elecciones por la
voluntad. La esfera de la ética en este contexto, se ve dirigida por la
libertad y autonomía, con la eterna afirmación del ego, cuyo
reconocimiento del otro hombre está a la expectativa de los deseos
propios. ¿Cómo conciliar el desenvolvimiento de la libertad del yo con
la eterna contraposición de la responsabilidad por la libertad del otro?
Una pugna entre la libertad de ser para mí mismo y la responsabilidad
de ser para el otro hombre, es decir, definir la identidad a partir de ser
para el ego o ser para el otro. Responder a esta difícil problemática
exige replantearnos el propio papel de la ética en la vida humana y su
trascendencia. Si entendemos la ética como la reflexión sobre la moral,
sus fundamentos y la aplicación de principios prácticos, entonces
tenemos que admitir que la ética requiere de presupuestos para la
acción moral, tales como la condición social humana, la libertad de
acción para tomar decisiones que se consideren éticas y la
responsabilidad como inclinación por el bienestar del otro. La condición
primaria de socialidad o bien, condición natural de insuficiencia, de estar
y necesitar al otro, es límite y apertura de toda posibilidad de acción y
reflexión moral. Ninguna ética tendría sentido si el hombre estuviera
completamente solo, si no tuviera a quién dirigir su acción o por qué
meditar sobre las consecuencias de sus actos. La ética no es un hecho
aislado o restringido a la esfera individual, supone la explicación de la
constitución de los vínculos entre yo y otros, de la realidad social y el
autoconocimiento, exige reconocernos constituidos a partir de nuestras

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Los tres artículos que se presentan fueron publicados en el Diario de Xalapa el día 19 de
Agosto de 2018, en la sección de Concilio.
relaciones con los otros. Reivindicar la revaloración avocada al ámbito
de la alteridad (relación con el otro) sobre el ámbito de la individualidad,
es recobrar su sentido social y abandonar la idolatría y el privilegio del
yo, una tarea muy difícil para nuestro panorama actual ético que aún
parte de la autonomía como principio de las decisiones morales: las
constituciones y enmiendas así lo legislan, las instituciones lo protegen
y refuerzan, la mercadotecnia y la vida económica lo reafirman hasta en
las decisiones más triviales que no incumben propiamente a las
decisiones morales, y si aún queda duda, los libros y empresas de
autoayuda te develarán este camino. <<Se tú>>, <<sé feliz>>, a toda
costa y a todo costo, es un egoísmo disfrazado de libertad reforzado por
todos los flancos. Si la responsabilidad como determinación del
individuo se viera así reforzada la encontraríamos incómodamente
impuesta, peligrosamente atentando contra nuestros propios intereses.
Hemos de dar vuelta a esta visión absoluta de “libertad” para escapar
de este egoísmo que en su indiferencia deja en desamparo al prójimo,
hemos de voltear la mirada al rostro del otro. Replantear la ética en la
alteridad es poner sobre la mesa la existencia del prójimo, el encuentro
y la importancia de la comunicación, es pensar la vida moral como una
constante determinación de la identidad que exige siempre poner en
cuestión nuestros propios intereses y ponernos al servicio del otro.
Puede que nuestros recursos materiales y esfuerzos sean limitados
para saciar las necesidades ajenas, pero reconocer su existencia de
frente nos mueve a velar por su cuidado. Confrontar la ética del
individualismo es poner en cuestión los pilares de la visión no sólo ética,
sino antropológica contemporánea: <<Todos los hombres son libres, y
luego, como consecuencia del ejercicio de su libertad, son
responsables>>. La ética de la alteridad propone: <<Los hombres
deberían ser responsables del prójimo, y luego, como consecuencia de
esa responsabilidad, consecuencia del cuidado del otro, propiciarles
que sean libres>>.
¿Amor platónico?

Gerald Marlon Lucas Carmona


geraldcarmona@gmail.com

Regularmente escuchamos la expresión: “¡Ése es mi amor platónico!”,


al tiempo que un suspiro largo y profundo concluye con una escena
digna de Hollywood, y es que la cultura popular se ha encargado de
hacer creer que el amor platónico es, o bien aquel amor que se vuelve
completamente imposible de alcanzar y que sólo logramos atisbar, pero
nunca obtener, o bien aquel amor para el cual estamos destinados
desde que nacemos: la “media naranja”. Si bien Platón sí habla de esto
último, nada tienen que ver los amores inalcanzables con el dios Eros
al que el filósofo de Atenas dedica todo un texto.
¿Qué sabemos, pues, sobre el amor platónico?, ¿es que acaso la
filosofía tiene interés sobre estos temas? La respuesta es afirmativa,
uno de los filósofos más importantes de la Grecia antigua se empeñó
en escribir sobre el amor, sumándose a la gran lista de pensadores que
han llevado a cabo la misma empresa, cada cual bajo su muy particular
punto de vista y en virtud de sus propias teorías. Actualmente, este tipo
de temáticas que parecen ser sólo del campo de la literatura, son parte
importante del pensamiento y la reflexión filosófica. Desde Hegel hasta
Lipovetski, pasando por Heidegger, Nietzsche, Buber, Lévinas, Marcel,
entre otros, el amor, el afecto y las pasiones han sido parte importante
de su pensamiento.
Eros como ideal amoroso nace en la cultura griega en su periodo
clásico, cuando Platón escribe en forma de diálogo El banquete –o
Simposio–, en donde se narran las ideas que algunos personajes
destacados de aquella época tienen sobre Eros, de entre los cuales
desfilan un médico, dos poetas, un hombre maduro, un filósofo y un
estudiante de filosofía. Este diálogo se desarrolla al calor de un
banquete –de ahí el nombre–, en el cual se van relatando varios
alegatos sobre lo que cada comensal cree que es el amor. De entre
todos los discursos el más elocuente será el del filósofo Sócrates, quien
se encarga de describir lo que el amor es en su esencia última, es decir,
el platónico.
Para el filósofo de Atenas, el amor procura la inmortalidad, o lo que
es lo mismo, asegura la reproducción de la especie humana para que
ésta nunca se extinga, esto a través de la liturgia erótica de las pasiones
carnales. Decía, pues, que podemos dejarles a nuestros descendientes
un legado importante, como el apellido o el status social, para que así
la familia o el linaje nunca pereciera y fuese enriqueciéndose cada vez
más. Del mismo modo, se concibe a Eros como aquella conciencia o
daimón –como así lo llama– que nos ayuda a distinguir el bien del mal.
Eros es nacido del encuentro carnal entre Poros y Penia, siendo él un
dios rico, y ella una diosa desprovista de belleza y méndiga de amores,
de tal suerte que su vástago es el punto medio entre la belleza y la
fealdad, bondad y maldad, riqueza y pobreza, y es por esto por lo que
él representa la armonía y el perfecto equilibrio. Se le ve como amante
de la sabiduría –característica esencial de la figura del filósofo– y
buscador de la virtud, de modo que quien profese el amor estará en
constante búsqueda de la virtud, así como de lo bueno, lo bello y lo
justo. Él no se representa como un ente antropomórfico. Para Platón, el
sacrificio de negar las cosas materiales –o incluso sentimentales– con
tal de procurar a su amado es de preponderante importancia, pues en
esa renuncia es en donde se podrá notar que Eros navega en esos
mares, pues ahí está el amor puro: el platónico.
El mito de la “media naranja” se enuncia en el relato que brinda
Eriximaco, un médico griego de renombre, quien narra la historia en
donde los humanos poseían un cuerpo andrógino, es decir, que dos
cuerpos conformaban uno sólo, sin embargo, fue Zeus quien, al ver que
éstos no le rendían la pleitesía necesaria, decidió separarlos por mitad,
de modo que ahora anduviesen por la tierra con dos pies, dos manos,
una cabeza y un sexo. Así, los humanos pasarían la vida entera
buscando su otra mitad a la que estaban destinados pero que les había
sido arrebatada, y se cuenta que al encontrarse de nuevo se darían un
abrazo tan profundo, que lograsen fundirse en un sólo cuerpo, para
complementarse unos a otros.
La incógnita queda al aire para el lector: ¿realmente hemos
experimentado el “amor platónico”?

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