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Señor

JUEZ CIVIL MUNICIPAL DE CARTAGENA (REPARTO)


E.S.D.

EMERSON ISAAC MERCADO VILLALBA, mayor y vecino de esta ciudad, abogado en


ejercicio, identificado por medio de la C.C. No. 73.182.827 de Cartagena, portador de la
Tarjeta Profesional No. 197.830 expedida por el Consejo Superior de la Judicatura, en
ejercicio del poder conferido por mi cliente el señor CARLOS ARGEL OROZCO MARRIAGA
identificado con C.C. No. 1.193.588631 de Cartagena, acudo a su despacho para solicitarle el
amparo constitucional establecido en el Art. 86 de la Constitución Política denominado
ACCION DE TUTELA contra la ALCALDIA DSITRITAL DE CARTAGENA DE INDIAS – GERENCIA
DE ESPACIO PUBLICO Y MOVILIDAD GERENCIA DE ESPACIO PUBLICO Y MOVILIDAD,
representada por el señor ALCALDE CAMPO ELIAS TEHERAN DIX o quien haga sus veces al
momento de la notificación respectiva, por la violación flagrante de sus derechos humanos
fundamentales y constitucionales, entre otros, el DERECHO AL TRABAJO; DERECHO A LA
DIGNIDAD HUMANA, IGUALDAD y EQUIDAD; y al PRINCIPIO DE CONFIANZA LEGITIMA.

HECHOS

1- El señor CARLOS ARGEL OROZCO MARRIAGA es asociado de la ASOCIACION DE


LAVADORES Y CUIDADORES DE CARROS DE CARTAGENA “ASOLACAR”, asociación
creada desde 1996 como consta en el certificado expedido por la cámara de
comercio.

2- Mi apoderado presta sus servicios como lavador de vehículos y cuidador de los


mismos en el sector de la calle del arsenal desde hace más de 25 años, oficio que lo
hace parte de grupos marginados o discriminados por encontrarse en la
informalidad.

3- El año pasado a mediados de diciembre fueron desalojados mi representado y su


grupo de compañeros del sector de la calle de arsenal, por parte de la alcaldía y les
dijeron que ya no podían continuar ejerciendo su actividad, de la cual mantienen a
sus familias y es la única fuente de ingreso para ellos poder subsistir.

4- El 7 de febrero del presente año el presidente de la asociación a la cual pertenece


mi representado y un grupo de los afectados dirigieron un derecho de petición al
alcalde mayor de Cartagena el señor CAMPO ELÍAS TEHERÁN DIX el cual fue
respondido través de su gerente de espacio público y movilidad en fecha 14 de
febrero donde aducían que no podían acceder a los beneficios contenidos en el
programa de recuperación del espacio público y formalización de la economía
PREP-FE establecido en el acuerdo distrital por no estar registrados, ni inscritos en
la base de datos y por tal razón no se encuentran amparados por el principio de
confianza legitima.

5- De igual manera el presidente de ASOLACAR el señor ALIPIO BARRIOS SALCEDO


dirigió escrito a la personería distrital de Cartagena, el cual fue respondido en fecha
21 de febrero del presente año, donde requirieron al señor GERENTE DE ESPACIO
PUBLICO Y MOVILIDAD ADELFO DORIA FRANCO para que diera razón de la misma a
lo que respondió que se necesitaba encontrarse registrado en el RUV para poder
acceder a los programas de recuperación del espacio público y formalización de la
economía.

6- Es de anotar que en la actualidad mi representado el señor CARLOS ARGEL


OROZCO MARRIAGA y sus compañeros que realizaban sus oficios en la zona de la
calle del arsenal, no han podido continuar con dichas labores de manera pacífica ya
que constantemente son desalojados del sector por la policía, con el pretexto de
que ya no pueden realizar dichos oficios porque la zona se encuentra señalada
como área recuperada y ellos están realizando una ocupación del espacio público.

7- Cabe decir que dichas medidas son una clara violación a los derechos de mi
representado toda vez que se vulneran su derecho al trabajo, a la igualdad y las
condiciones dignas, ya que es claro que hace parte de una población vulnerable
que se encuentra en la informalidad por falta de oportunidades y que necesitan del
ejercicio de esos oficios para la subsistencia del mismo y de su familia.

8- Claramente el actuar de la administración de nota una falta de planificación, donde


antes de proceder a actuar en contra de mi representado desprendiéndolo de su
único medio de subsistencia, debieron incluirlo en de planes de beneficios y/o
reubicación, abrirle algún espacio a través de la capacitación en algún otro oficio
formal para que este pueda dedicarse a otra actividad y así poder continuar
subsistiendo en mejor condiciones para él y su familia.

9- No se entiende por qué a la negativa de la ALCALDIA DSITRITAL DE CARTAGENA DE


INDIAS – GERENCIA DE ESPACIO PUBLICO Y MOVILIDAD GERENCIA DE ESPACIO
PUBLICO Y MOVILIDAD, toda vez que en la ciudad ya se han presentado casos
similares al de mi representado y a los cuales le han concedido beneficios para que
ellos puedan iniciarse en otro oficio y así alejarse de la informalidad, ejemplo de
ellos lo encontramos en alguno de los compañeros que pertenecen a la misma
asociación “ASOLACAR” pero que ejercían sus oficios en la plazoleta de telecom y
en la plazoleta de la olímpica y los cuales se les dio una “compensación” en dinero
para que desalojaran dichas plazoletas y pudieran con esa “compensación”
dedicarse a otra actividad, otro caso que llamamos a colación fue el de los
lavadores de carros y cuidadores que se encontraban ubicados en la vía de la
cordialidad sector de santa lucia los cuales fueron ingresados al RUV y pudieron
acceder a los planes hechos por el distrito.

PETICION

1- Que se proteja el DERECHO AL TRABAJO; DERECHO A LA DIGNIDAD HUMANA,


IGUALDAD y EQUIDAD de mi representado por encontrarse en un grupo
discriminado y marginado.

2- Que se declare la CONFIANZA LEGITIMA de mi presentado y en base a dicha


declaratoria sea incluido en la base de datos del RUV en un tiempo no mayor de
cinco (5) días.

3- Que sea incluido dentro de los programas del Plan de Recuperación del Espacio
Público y Formalización de la Economía PREP-FE no mayor de cinco (5) días.

4- Que se le sea otorgado un permiso especial para continuar ejerciendo su oficio en


la calle del arsenal mientras, no se le presten las garantías por parte de la ALCALDIA
DISTRITAL DE CARTAGENA DE INDIAS, necesarias para poder ejercer otra actividad
diferente que le permita subsistir en mejores condiciones de vida para él y su
familia.

FUNDAMENTOS DE DERECHO

DERECHO A LA IGUALDAD-Alcance frente a grupos tradicionalmente discriminados o


marginados

La igualdad es uno de los pilares sobre los que se funda el Estado colombiano. La
Constitución reconoce la igualdad, como un principio, como un valor, y como un derecho
fundamental, que va más allá de la clásica formula de igualdad ante la ley, para erigirse en
un postulado que apunta a la realización de condiciones de igualdad material. Bajo esta
perspectiva, un propósito central de la cláusula de igualdad, es la protección de grupos
tradicionalmente discriminados o marginados; protección que en un Estado social de
derecho, se expresa en una doble dimensión: por un lado, como mandato de abstención o
interdicción de tratos discriminatorios (mandato de abstención) y, por el otro, como un
mandato de intervención, a través del cual el Estado está obligado a realizar acciones
tendentes a superar las condiciones de desigualdad material que enfrentan dichos grupos
(mandato de intervención). En relación con el primero, existe un deber de la administración
de abstenerse de adelantar, promover o ejecutar políticas, programas o medidas que
conduzcan a agravar o perpetuar la situación de exclusión, marginamiento o
discriminación de grupos tradicionalmente desventajados en la sociedad. Esto se deriva
principalmente de la cláusula de igualdad formal y del principio de no discriminación
establecido en el inciso primero del artículo 13.

DERECHO A LA IGUALDAD-Discriminaciones directas e indirectas de grupos


marginados o discriminados

Un punto que merece la pena resaltarse, por ser objeto de controversia en el caso que
ocupa a la Corte, es que el mandato de abstención que se deriva del primer inciso del
artículo 13 constitucional, no se dirige exclusivamente a evitar que la administración
adopte medidas, programas o políticas, abiertamente discriminatorias. También va
encaminado a evitar que medidas, programas o políticas, así éstas hayan sido adoptadas
bajo el marco de presupuestos generales y abstractos, impacten desproporcionadamente a
grupos marginados o discriminados o, en otras palabras, los coloque en una situación de
mayor adversidad. Es decir, que la Constitución prohíbe, tanto las llamadas
discriminaciones directas –actos que apelan a criterios sospechosos o potencialmente
prohibidos, para coartar o excluir a una persona o grupo de personas del ejercicio de un
derecho o del acceso a un determinado beneficio, como las discriminaciones indirectas –
las que se derivan de la aplicación de normas aparentemente neutras, pero que en la
práctica generan un impacto adverso y desproporcionado sobre un grupo
tradicionalmente marginado o discriminado.

POLITICA PUBLICA-Condiciones básicas a la luz de la Constitución Política

La jurisprudencia constitucional ha precisado tres condiciones básicas, a la luz de la


Constitución Política, que debe observar toda política pública orientada a garantizar un
derecho constitucional: (i) que la política efectivamente exista; (ii) que la finalidad de la
política pública debe tener como prioridad garantizar el goce efectivo del derecho; y (iii)
que los procesos de decisión, elaboración, implementación y evaluación de la política
pública permitan la participación democrática. En cuanto a la primera condición ha
señalado la Corte que “no se puede tratar de unas ideas o conjeturas respecto a qué hacer,
sino un programa de acción estructurado que le permita a la autoridad responsable
adoptar las medidas adecuadas y necesarias a que haya lugar.” Por eso, se viola una
obligación constitucional de carácter prestacional y programática, derivada de un derecho
fundamental, “cuando ni siquiera se cuenta con un plan para progresivamente cumplirla.
La relación con la segunda condición, la Corte ha reiterado que. “no puede tratarse de una
política pública tan sólo simbólica, que no esté acompañada de acciones reales y
concretas.” En esta medida, se viola la Constitución cuando existe un plan o un programa,
pero se constata que (i) “sólo está escrito y no ha sido iniciada su ejecución” o (ii) “que así
se esté implementando, sea evidentemente inane, bien sea porque no es sensible a los
verdaderos problemas y necesidades de los titulares del derecho en cuestión, o porque su
ejecución se ha diferido indefinidamente, o durante un período de tiempo irrazonable”. En
cuanto a la tercera condición, la jurisprudencia ha considerado inaceptable
constitucionalmente que exista un plan (i) ‘que no abra espacios de participación para las
diferentes etapas del plan’, o (ii) ‘que sí brinde espacios, pero éstos sean inocuos y sólo
prevean una participación intrascendente.’ El grado mínimo de participación que se debe
garantizar a las personas en cada caso concreto, depende de la situación específica de que
se trate, en atención al tipo de decisiones a tomar.

El principio de confianza legítima que, en determinas circunstancias, cobija a los


trabajadores informales que ocupan el espacio público

El artículo 83 de la Constitución Política, dispone que “Las actuaciones de los particulares


y de las autoridades públicas deberán ceñirse a los postulados de la buena fe, la cual se
presumirá en todas las gestiones que aquellos adelanten ante éstas.”

Con fundamento en este precepto, esta Corporación ha indicado que las relaciones entre
los sujetos deben estar gobernadas por el principio de buena fe, lo que significa, por una
parte, que tienen el deber de proceder con lealtad en su desarrollo, y, por otra, que les
asiste el derecho a esperar que los demás actúen de la misma forma. Este principio, que
orienta todas las relaciones jurídicas, adquiere especial importancia, en aquellas en las
que la administración pública interviene, en razón al poder público del que está investida.
El principio en cita, debe iluminar todas las actividades del Estado, y del mismo se derivan
otros, como el de confianza legítima[1].

La jurisprudencia constitucional ha señalado que por virtud del principio de confianza


legítima las autoridades públicas, están imposibilitadas para modificar de manera
inconsulta las reglas que gobiernan sus relaciones con los particulares[2].

La aplicación del principio comentado, supone la existencia previa de expectativas serias y


fundadas, cuyo nacimiento debe derivarse de actuaciones precedentes de la
administración, que generen la convicción en el particular, de estabilidad en el estado
anterior. Sin embargo, de este principio no se puede deducir que las relaciones jurídicas
que generan expectativas en los administrados sean intangibles o inmutables; por el
contrario, no puede perderse de vista que su utilización no implica el desconocimiento de
derechos adquiridos, y solamente se aplica a situaciones jurídicas susceptibles de

1 Ver Sentencias C-544 de diciembre 1 de 1994, M.P. Jorge Arango Mejía y T-048 de enero 30 de 2009, M.P. Rodrigo
Escobar Gil.
2 Ver Sentencias T-689 de junio 30 de 2005 y -048 de enero 30 de 2009, M.P. Rodrigo Escobar Gil
alterarse, de tal forma que la modificación de las mismas no puede acontecer de manera
abrupta o intempestiva, exigiéndose por esa razón de las autoridades, la adopción de las
medias necesarias para que el cambio de circunstancias transcurra de la forma menos
traumática posible para el afectado[3].

Ahora bien, el principio de confianza legítima se conjuga con el principio de respeto por el
acto propio, también derivado del de buena fe, según el cual, la administración pública
tiene el deber “de actuar en sus relaciones jurídicas con los particulares de manera
consecuente con sus conductas precedentes, de manera que los administrados no se vean
sorprendidos con conductas que, por ser contrarias, defrauden sus expectativas
legítimamente fundadas.”[4] Gracias a estos postulados, y al valor ético de la confianza que
ellos incorporan, un acto intempestivo del Estado, no puede sorprender a los particulares
sin tener en cuenta su situación concreta.

En ese orden de ideas, como se venía explicando, el principio de confianza legítima, se


cimienta, específicamente, sobre tres bases: “(i) la necesidad de preservar de manera
perentoria el interés público; (ii) una desestabilización cierta, razonable y evidente en
la relación entre la administración y los administrados; y (iii) la necesidad de adoptar
medidas por un período transitorio que adecuen la actual situación a la nueva
realidad.”[5] En esa medida, este postulado obliga a las autoridades y a los
particulares a guardar coherencia en sus actuaciones, a respetar los compromisos
adquiridos previamente, y garantiza la estabilidad y prolongación de la situación que,
objetivamente, “permita esperar el cumplimiento de las reglas propias del tráfico
jurídico”[6].

Lo anterior, no puede entenderse como una limitación para las autoridades estatales, que
les impida tomar decisiones encaminadas a proteger los bienes públicos. Lo que ello
significa, es que el Estado no puede aplicar intempestiva y sorpresivamente medidas que
vulneren expectativas legítimas, o derechos en algunos casos, fundamentados en la
convicción objetiva de juridicidad de la conducta desplegada.

El principio de confianza legítima, ha sido de trascendental importancia, en el tratamiento


que la jurisprudencia constitucional le ha dado al tema de la ocupación indebida del
espacio público, por parte de trabajadores informales.

En efecto, en aplicación de este principio, se ha procurado el respeto de los derechos de


las personas que irregularmente ocupan el espacio público en ejercicio de actividades
comerciales, en aquellos eventos en los que la administración, dando prevalencia al
interés general, ha adelantado planes o programas para su recuperación, lo cual se ha

3 Ver Sentencia C-130 de marzo 17 de 2004, M. P. Clara Inés Vargas Hernández.


4 Ver Sentencia T-048 de enero 30 de 2009, M. P. Rodrigo Escobar Gil.
5 Ibídem.
6 Ibídem.
materializado en el ofrecimiento de medidas alternativas de reubicación para aquellos que
resulten afectados por estas actuaciones[7].

Con esta línea interpretativa, la jurisprudencia ha dado respuesta a la problemática que


plantea la tensión, entre el deber del estado de recuperar el espacio público y los
derechos de múltiples vendedores informales que durante extensos períodos lo han
ocupan irregularmente, y que han visto desconocida su buena fe, por actuaciones
intempestivas e inconsultas de las autoridades públicas, en el sentido de ordenar su
desalojo. En este punto, es en el que se concilian, por una parte, el cumplimiento de los
deberes estatales en la materia y los derechos e intereses de los particulares afectados por
estas medidas.[8]

Sobre este particular la Corte ha manifestado que “La denominada confianza legítima
tiene su sustento en el principio general de la buena fe. Si unos ocupantes del espacio
público, creen, equivocadamente claro está, que tienen un derecho sobre aquél porque el
Estado no solamente les ha permitido sino facilitado que ejecuten actos de ocupación, y
han pasado muchos años en esta situación que la Nación y el Municipio contribuyeron a
crear, es justo que esos ocupantes no queden desamparados porque estamos en un Estado
social de derecho. Pero, es necesario aclarar, la medida de protección que se dé no
equivale a INDEMNIZACION ni a REPARACION, como tampoco es un desconocimiento del
principio de interés general.”[9]

Lo anterior, no implica que las autoridades públicas no puedan adelantar acciones dirigidas
a recuperar el espacio público, por el contrario, es su deber conforme con la Constitución y
la ley. De esta forma, descendiendo en la materia de los vendedores informales que
ocupan el espacio público, los planes que persigan su recuperación, deben prever la
posibilidad de reubicar a los comerciantes que demuestren estar cobijados por el principio
de confianza legítima, la cual se configura con actos expresos de los organismos públicos
“como la expedición de licencias o permisos, sino que se concreta incluso por la
tolerancia y permisividad de la administración en el ejercicio prolongado de las
actividades comerciales en el espacio público.[10]”

Concretamente, en la Sentencia T-729 de agosto 25 de 2006[11], la Corte fijó los criterios


que permiten la aplicación del principio de confianza legítima, al caso de vendedores
informales, que ante la imposibilidad estatal de garantizar una política de pleno empleo,
deben recurrir a la ocupación del espacio público, cobijados, frecuentemente, por una
apariencia de juridicidad en razón a las acciones u omisiones de las autoridades, como por
ejemplo, la expedición de licencias, o la simple tolerancia de su uso indiscriminado.

7 Ver Sentencia T-053 de enero 24 de 2008, M. P. Rodrigo Escobar Gil.


8 Ver Sentencias SU-360 de mayo 19 de 1999, M. P. Alejandro Martínez Caballero y T-053 de enero 24 de 2008, M. P.
Rodrigo Escobar Gil.
9 Ver Sentencia T-438 de septiembre 17 de 1996, M. P. Alejandro Martínez Caballero.
10 Ibídem.
11 M. P. Jaime Córdoba Triviño
En esa oportunidad la Corte señaló que para acreditar la condición de beneficiario del
principio de confianza legítima en las condiciones anotadas, debía probarse que “(i) exista
la necesidad de preservar de manera perentoria el interés público, lo que para el caso
propuesto se acredita a partir de la obligación estatal de proteger la integridad del
espacio público y los derechos constitucionales que son ajenos a su preservación; (ii) la
desestabilización cierta, razonable y evidente en la relación entre administración y los
ciudadanos, la cual es connatural a los procedimientos de restitución del espacio
público ocupado por vendedores informales; (iii) se trate de comerciantes informales
que hayan ejercido esa actividad con anterioridad a la decisión de la administración
de recuperar el espacio público por ellos ocupado y que dicha ocupación haya sido
consentida por las autoridades correspondientes[12] y [iv] la obligación de adoptar
medidas por un periodo transitorio que adecuen la actual situación a la nueva
realidad, deber que la jurisprudencia constitucional relaciona con el diseño e
implementación de políticas razonables, dirigidas al otorgamiento de alternativas
económicas que garanticen la subsistencia de los afectados con las medidas de
restitución del espacio público”[13].

Tales criterios fueron aplicados por esta Corporación, entre otras, en la Sentencia T- 053 de
enero 24 de 2008[14], en la que se estudió el caso de una vendedora informal, que durante
22 años ocupó el espacio público en el Municipio de Cali, Valle, y que, como consecuencia
de un programa adelantado por la administración para su recuperación, fue desalojado de
éste. En esa providencia, señaló esta Corporación “que la decisión adoptada por la
autoridad demandada desconoce abiertamente el principio de confianza legítima del que
es titular la accionante y, de contera, vulnera sus derechos fundamentales al trabajo y al
mínimo vital. En efecto, la señora Aida Pinto aduce estar ocupando el espacio público
objeto de la medida de recuperación desde hace más de 22 años, manifestación que no
obstante ser planteada dentro del trámite administrativo adelantado por la accionada y en
el presente proceso de tutela, no fue controvertida por la Subsecretaría de Convivencia y
Seguridad Ciudadana de Cali, por lo que la Sala la tiene por cierta.

A la misma conclusión arriba esta Corporación, al considerar que la autoridad


administrativa accionada prosiguió con la medida de desalojo por cuanto la actora carecía
del respectivo permiso que la acreditara para ocupar el espacio público, desconociendo la
jurisprudencia de esta Corte en el sentido de que el principio de confianza legítima se
configura no sólo por actos expresos de la administración sino también por actos omisivos
de permisión y tolerancia en el uso del espacio público.

De esta forma, la Sala encuentra probado el requisito de la preexistencia del comerciante


en la zona a recuperar por la administración, como quiera que esta última ha sido
permisiva con la ocupación del espacio público por parte de la señora Aida Pérez y su
esposo Jesús Quimbaya…”.

12 Para el caso específico de este requisito, Cfr. Corte Constitucional, sentencia T-160/96, M.P. Fabio Morón Díaz.
13 Corte Constitucional, Sentencia T-729 de 2006.
14 M.P. Rodrigo Escobar Gil.
En consecuencia, ordenó a la administración del Municipio de Cali, establecer “un plan
contentivo de medidas adecuadas, necesarias y suficientes para reubicar a la accionante,
de manera que pueda seguir ejerciendo su actividad comercial, con el cumplimiento de las
exigencias legales. En todo caso, se advertirá a la autoridad demandada que, en un
término no superior a ochenta (80) días hábiles, contados desde la notificación de este
fallo, deberá haber reubicado efectivamente a la actora en condiciones idóneas para que
pueda continuar trabajando.”

Finalmente, como corolario de todo lo expuesto, se puede afirmar que la tensión existente
entre la necesidad de proteger el espacio público como deber constitucional y legal del
Estado, y la realización del derecho al trabajo de quienes desarrollan irregularmente
actividades comerciales en este, con la convicción fundada, en las acciones u omisiones de
las autoridades públicas, de que su actuar es acorde con el ordenamiento, se concilia
gracias a la aplicación del principio de confianza legítima, el cual si bien, no confiere un
derecho adquirido para permanecer en él, sí obliga a la administración a ofrecer
programas de reubicación.

PRUEBAS

Téngase como pruebas su señoría las siguientes

1- Copia del derecho de petición impetrado a la ALCADIA DISTRITAL DE CARTAGENA


en fecha 7 de febrero de 2012.
2- Copia de la respuesta de la alcaldía al derecho de petición en fecha 14 de febrero
de 2012.

3- Copia de respuesta a la solicitud elevada a la personería distrital de fecha 21 de


febrero de 2012.

4- Copia del certificado de cámara de comercio de la ASOCIACION DE LAVADORES Y


CUIDADORES DE CARROS DE CARTAGENA “ASOLACAR”.

5- Copia del carnet de afiliado del señor CARLOS ARGEL OROZCO MARRIAGA a la
mencionada asociación.

6- Copia de los pagos recibidos de la ALCALDIA DISTRITAL DE CARTAGENA DE INDIAS


por los compañeros afiliados a “ASOLACAR” que laboraban en la plazoleta de la
olímpica.

7- Copia de la noticia emitida por periódico el universal de fecha 27 de octubre de


2010 donde por la vía de tutela les fue reconocido por parte del DISTRITO DE
CARTAGENA beneficios a los lavadores y cuidadores de automóviles situados
carretera de la cordialidad sector santa lucia.
ANEXO

Anexo el poder que me confirió mi poderdante CARLOS ARGEL OROZCO MARRIAGA y los
relacionados en acápite de pruebas.

JURAMENTO

Bajo la gravedad del juramento afirmo que no he presentado otra acción de tutela por los
mismos hechos y derechos que se relacionan en esta tutela.

NOTIFICACIONES

La alcaldía de Cartagena en el Centro, plaza de la aduana, Palacio distrital

Mi cliente y el suscrito en el centro Comercial Getsemaní Segundo piso Local 2 A -010 de


Cartagena

Del señor juez, atentamente,

EMERSON ISAAC MERCADO VILLALBA


C.C. Nº. 73.182.827 de Cartagena
T.P. Nº. 197.830 del C.SD. de J.

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