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UNIVERISIDAD CATOLICA DEL CIBAO

Participantes:

Leidy María Alberto Jiménez


Matriculas:

2019-0460
Asignatura:

Teología
Tema:

LOS PROFETAS

Facilitador:

Tomas Serrano

Febrero, 2019
La Vega, Rep. Dom.
Introducción

Al dar inicio a la presente unidad la cual trata sobre Los profetas, tendré la
oportunidad de desglosar varios temas en relación así como son: Los profetas
mayores y menores, defensores de la alianza, profetas en el reino del sur y reino
del norte, los profetas contemporáneos latinoamericanos y dominicanos. Cada uno
de estos temas se mostrara de manera específica y precisa.
 Profetas mayores y menores, defensores de la alianza.

 Profetas en el reino del sur y el reino del norte.

EL SIGLO VIII EN EL NORTE. En el Reino del norte, o Israel, profetizaron en esta época
Amós y Oseas.
a) La datación del ministerio de Amós se sitúa en torno a los años 760/750 a.C., y su
actividad probablemente haya que reducirla a algunos meses, o incluso a algunas semanas,
actuando en diversos lugares: Betel, Samaría y Guilgal. Aunque predicó en el Norte, su
origen estaba en el Sur: nació en Técoa, y era, como ya se ha dicho, boyero y descortezador
de sicómoros. Su lenguaje es duro, enérgico y conciso; son frecuentes las referencias a la
vida rural. Su anuncio se centra en la advertencia del inminente castigo divino sobre Israel,
porque ha abandonado a su Dios y los poderosos del pueblo oprimen a los más débiles.
La situación económica y política para Israel era en esta época muy prometedora. La
riqueza aumentaba en el escaparate, pero en la trastienda la pobreza de los débiles era
cada vez mayor. La teología oficial, la que se producía en los santuarios reales y en la corte,
veía en esta recuperación económica la mano benefactora de Dios. Amós declarará que
esta euforia era ilusoria; Israel debía despertar de la fantasía en la que vivía, pues su
riqueza era fruto de la opresión y la injusticia. Los pecados más graves que Amós denuncia
podemos resumirlos en cuatro categorías: 1) la insolidaridad, el lujo en que vivían los
poderosos sin dolerse de la suerte de los débiles (6,1-7); 2) la injusticia, fuente verdadera
de las riquezas conseguidas por la opresión de los pobres (5,7.10-17); 3) la falsa
seguridad religiosa: el pueblo se siente privilegiado por la elección divina y cree que no
debe temer ninguna desgracia (6,1-9); y 4) el culto falso: injusticia y vida religiosa son
absolutamente incompatibles (4,1-5; 5,18-26). Mediante cinco visiones, el profeta anuncia
el final de un pueblo que construye de este modo su historia: Dios mismo lo derrumbará,
aunque se trate de su pueblo elegido (7,1—9,4). Sólo una cosa podrá salvarlo: la
conversión, la búsqueda sincera de Dios (5,4-6), que se traduce en la práctica de la justicia
y el derecho, en la defensa de los débiles (5,14s). Amós ha pasado a la tradición, y con
justicia, como el profeta defensor de los pobres.
b) Oseas incrementará aún más, si cabe, la denuncia de la injusticia y la idolatría. Como
una esposa infiel, Israel se ha alejado de Dios, sólo vive para sí mismo y para sus amantes.
Injusticias y corrupción no son tolerables por el Dios justo, pues él prefiere el amor a los
sacrificios (6,6). Pero los sentimientos de Dios son demasiado fuertes como para abandonar
a su adúltera esposa; intentará enamorarla de nuevo y se compadecerá de ella (2,16-25).
Pero todo el esfuerzo de Dios resultará inútil: Israel no quiere convertirse; aunque Dios
tiende la mano, su pueblo no la coge (conversión), y así camina hacia su ruina.
EL SIGLO VIII EN EL SUR: La situación social, política y religiosa en Judá no es muy distinta
de la de Israel. Las críticas proféticas contra las injusticias son muy similares; el peligro de
la idolatría no es tan acusado, pero sí en cambio la tentación de convertir a Dios en un ídolo
del que servirse. So capa de una auténtica piedad, expresada en aparatosas liturgias en el
templo de Jerusalén, los israelitas del sur buscaban tranquilizar unas conciencias que Dios
espoleaba por boca de sus profetas. Isaías, que recibe su vocación en el propio templo
(6,1-13), es quizá el más sensible a este fraude pseudorreligioso (1,10-20).
a) Se conoce como Proto-Isaías al profeta que predicó en Jerusalén en el siglo VIII. Salvo
algunas excepciones (pues también hay textos tardíos), su mensaje se recoge en los
primeros 39 capítulos de su libro. Sus orígenes parecen estar vinculados a la aristocracia
de la capital; no obstante esta es la clase social que recibe los más duros ataques del
profeta. En su teología ocupan un papel central dos ideas con fuerte arraigo en las
tradiciones de Judá: una doble elección, la de Jerusalén y su templo, como morada de Dios,
y la de la dinastía davídica como vehículo privilegiado para regir a su pueblo. Ambas
elecciones privilegian a los judaítas, pero no los exime de una conducta recta; al contrario,
les exige una mayor coherencia con la alianza. Las ideas fundamentales de su ministerio
las encontramos sintetizadas en el relato de su vocación. Serían: 1) la santidad de Dios; 2)
la conciencia de pecado personal y colectivo; 3) la necesidad de un castigo, y 4) la
esperanza de la salvación. Estos elementos, conjugados con la elección de Sión y de la
dinastía davídica, nos dan las claves de su profecía.
En síntesis, podemos decir que su predicación abarca dos grandes temas: 1) La
problemática social, donde destaca su crítica a la clase dirigente por su lujo y orgullo, su
codicia desmedida, sus injusticias; todo esto no se puede conjugar con una vida
auténticamente religiosa (5,1-7). 2) La política. La seguridad de Judá se asienta en las
promesas de Dios a su pueblo. El Señor es el garante de la paz y la prosperidad. Pero estas
promesas no son incondicionadas: requieren una respuesta fiel por parte del pueblo, en
especial de sus gobernantes. Lo contrario es buscar la tranquilidad en la seguridad de los
medios humanos. A la fe se opone el temor, la duda. Frente a la desconfianza del rey en
Dios, Isaías asegura su trono anunciándole la llegada inminente de un sucesor, de un
nuevo mesías que traerá la paz y la justicia y consolidará el trono de David; durante su
reinado no habrá ni temor (rebeldía a Dios) ni opresión a los débiles (7,1-17; 11,1-16). El
hombre cree tener la historia en sus manos, pero está en las de Dios, a quien debe
convertirse.
b) El otro gran profeta de este momento es Miqueas, gran defensor de la justicia social. En
su denuncia subraya la cólera de Dios, pero sin excluir la misericordia. Condena
enérgicamente los ritos litúrgicos que no van acompañados de la integridad moral de
quienes los celebran (6,1-8). Aletargada por los oráculos de los falsos profetas, Judá se
precipita hacia la catástrofe (2,6-11; 3,5-8). Pero Dios no dejará morir a su pueblo, lo
salvará; pero eso sí, no se servirá de grandes mediaciones, elegirá medios humildes: la
salvación no vendrá de Jerusalén, sino de la pequeña ciudad de Belén (5,1-3); no será
inmediata, llegará tras un período de purificación en el que un resto sobrevivirá; ahora es
tiempo de dolor (4,1-14); cuando Dios salve, los enemigos de su pueblo serán
exterminados, pero estos no son las otras naciones (interpretación tradicional), sino los
ídolos que su propio pueblo se ha fabricado confiando en ellos: el ejército, las fortalezas,
los adivinos, los falsos dioses (5,9-14).

 Los profetas contemporáneos latinoamericanos y dominicanos.

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