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El pasado,
instrucciones de uso
«prometeo
i l i b r o s
Enzo T raverso es un historia dor
¿ ita lia n o n a cid o en 1957 en el
; Piam onte. A ntiguo m ilitante del
au to n o m ism o m arxista italian o ,
vive y ejerce su actividad en Francia
:¡ desde hace m ás de veinte años. En
p a r t ic u la r , es d o ce n te de la
U n iv e rsid a d de P ic a rd ía Ju le s
- V erne, en A m iens, y en la E cole des
; H autes Etudes en Sciences Sociales
: (E H E S S ), en P a rís. E n tr e su s
im p o rta n te s o b ra s ya se h an
- publicado en castellano La historia
desgarrada (H erder), La violencia
'¡azi, una genealogía europea (Fondo
de Cultura E conóm ica Europea) y
A sangre y fu eg o : de la gu erra civil
europea (1914-1945) (Prom eteo). ■
Traverso, Enzo
El pasado, in stru ccion es de uso. - l a ed. - Buenos Aires : Pro
m eteo Libros, 2 0 1 1 .
112 p. ; 2 1 x 1 5 cm.
Antonio Gramsci
Quadenú del carcere
Introducción
La emergencia de la memoria
Hay pocas palabras tan mancilladas como “m em oria”. Su difusión ha
sido tan impresionante com o tardía su aparición en el campo de las Ciencias
Sociales. En el transcurso de los años sesenta y setenta estaba prácticam ente
ausente del debate intelectual. No figuraba ni en la edición de 1 9 6 8 de la
In tern ation al E n cy clo p ed ia o f the S ocial S cien ces, publicada en Nueva York
bajo la dirección de David L. Sills, ni en la obra colectiva titulada Faire de
l’histoire, publicada en 1974 bajo la dirección de Jacqu es Le Goff y Píerre
Nora, como tampoco entre las K eyw ords de Raymond W illiams, uno de los
pioneros de la historia cultural1. Algunos años más tarde, ya había penetrado
con fuerza en el debate historiográfico. “Memoria” a menudo se utiliza como
sinónimo de historia, y tiene una tendencia singular a absorberla convirtién
dose ella misma en una especie de categoría metahistórica. De esta manera,
la memoria aprehende el pasado en un tejido en el que los puntos de su
malla son más amplios que los de la disciplina tradicionalmente denom ina
da “historia”, depositando allí una dosis mucho mayor de subjetividad, de
lo “vivido”. En resumen, la memoria se presenta com o una historia menos
árida y más “hum ana”2. La memoria invade hoy el espacio público de las
sociedades occidentales: el pasado acompaña al presente y se instala en su
imaginario colectivo com o una “memoria” poderosamente amplificada por
parte de los medios de com unicación, a menudo dirigida por los poderes
públicos. Se transforma en una “obsesión conmemorativa” y la valorización,
incluso la sacralización de los “lugares de m emoria”, engendra una verdadera
1 David L. Sills (ed .), International Encyclopedia o f the Social Sciences, New York, M ac-
m illan, 1 9 6 8 , 7 vol.; J . Le Goff, R Nora (ed s.), Faire de l’histoire, París, G allim ard, 1 9 7 4 ;
Raym ond W illiam s, Keywords. A Vocabulary o j Culture a nd Soceity, Lond on, Fontana,
1976.
2 Véase K erw in Lee K lein, “O n the Em ergence o f M em ory in H istorical D iscourse”, Re-
presentations, 2 0 0 0 , n° 6 9 , p. 129.
13
Hnzo Traverso
14
F:1 pasado insi nu clones ele uso
¿De dónde proviene esta obsesión memorialista? Sus incum bencias son
múltiples, pero en primer lugar responde a una crisis de la tran sm isión
en el seno de las sociedades contem poráneas. En este sentido, podríamos
evocar la distinción que sugiere W alter Benjam in entre la “experiencia
transmitida” (E r/ahru n g ) y la “experiencia vivida” (E rleb n is). La primera se
perpetúa casi naturalm ente de una generación a la otra, forjando las iden
tidades de los grupos y de las sociedades en el largo plazo; la segunda es lo
vivido individualm ente, frágil, volátil, efímero. En su L ibro d e los p a s a je s ,
Benjam in considera esta “experiencia vivida” com o un trazo característico
de la m odernidad, con el ritmo y las m etam orfosis de la vida urbana, los
shocks electrizantes de la sociedad de masas, el caos caleidoscópico del
universo com ercial. La E rfah ru n g es típica de las sociedades tradicionales,
la E rleb n is pertenece a las sociedades m odernas, ya sea com o la marca
antropológica del liberalism o, del individualism o posesivo, ya sea com o
producto de las catástrofes del siglo XX, con su cortejo de traumas que
afectaron a generaciones enteras, sin poder convertirse en una herencia que
se inscribe en el curso natural de la vida. La m odernidad, según Benjam in,
se caracteriza precisam ente por el deterioro de la experiencia transmitida,
un deterioro cuyo advenimiento surgió sim bólicam ente durante la Primera
Guerra M undial. A partir de ese trauma mayor de Europa, varios m illones
de individuos, sobre todo jóvenes cam pesinos que habían aprendido de
sus antepasados a vivir según los ritm os de la naturaleza, dentro de los
códigos del m undo rural, fueron brutalm ente arrancados de su universo
social y m ental8. Se los sumergió súbitam ente “en un paisaje en el que ya
nada era reconocible, excepto las nubes y, en el centro, en un cam po de
fuerzas atravesado por tensiones y explosiones destructoras, el m inúsculo
y frágil cuerpo hum ano”9. Los miles de soldados que regresaron del frente
mudos y am nésicos, conm ocionados por los S h ell S h o ck s causados por
la artillería pesada que bombardeaba sin cesar las trincheras enem igas,
encarnan esa cesura en tre'd os épocas, la de la tradición forjada por la
experiencia heredada y la de los cataclism os que escapan a los m ecanism o
naturales de transm isión de la memoria. Las desventuras del sm em o ra to
d o C o lleg n o - un ex-com batiente am nésico con doble identidad, a la vez
15
finio Traverso
16
El p;isac.!ii. iiv-iruccioncs de liso
13 R einharl K oselleck, “Les m onum ents aux m orts, lieux de fondation de l’identité des
survivants”, L E x p é rie n c c d e 1‘h isto ire, "H autes É tu des”, G allim ard-Seuil, Paris, 1 9 9 7 ,
pp. 1 4 0 , 15 1 .
linio fi'.iwrso
14 Entre las incontables co n tribu cion es a este debate historiográfico, véase la síntesis de
Gérard N oiriel, S u r la «crisc» de l'histoire, Belin, Paris, 1 996.
15 A nnette W ieviorka, L'Ére du témoin, Plon, Paris, 1 9 9 8 .
16 T zvetan Todorov, Les Abus de la m ém oire, A rléa, Paris, 1 9 9 5 .
'' Véase especialm ente, a propósito de la prim era guerra del G olfo, Dan Diner, K rieg d er
E rin n en m g and die Ordnung d er W eh, R othbucb Verlag, Berlin, 1 9 9 6 .
18
El postulo. ínsi rueeioncs tic uso
Segev señala que Menahem Begin vivió la invasión israelí del Líbano, en 1982,
como un acto reparador, un sucedáneo fantasmático de un ejército judío que
hubiera expulsado a los nazis de Varsovia en 1 9 4 3 1B. Más recientemente,
en 2 0 0 2 , el Consistorio central de los israelíes de Francia declaraba que el
país estaba en vísperas de una ola de antisemitismo com parable con la que
estalló en la Alemania nazi la Noche de los cristales rotos en noviembre de
1 9 3 8 iy. Para el escritor portugués José Saramago, al contrario, la ocupación
israelí de los territorios palestinos sería comparable al Holocausto20. Durante
la guerra en la ex Yugoslavia, los nacionalistas serbios veían las depuraciones
étnicas contra los albaneses de Kosovo como una revancha contra la antigua
opresión otomana, mientras que en Francia, los profesionales del anticom u
nismo velan en los bombardeos sobre Belgrado una defensa de la libertad
contra el totalitarismo. La lista podría continuar. La dim ensión política de
la memoria colectiva (y los abusos que la acompañan) sólo puede afectar la
manera de escribir la historia.
Este libro se propone explorar las relaciones entre la historia y la memoria
y analizar ciertos aspectos del uso público del pasado. La materia que se
ofrece a sem ejante reflexión es inagotable. Me he basado en algunos temas
conocidos sobre los que trabajé a lo largo de estos últimos años. Otros,
igualmente importantes, se excluyen o apenas se evocan en este ensayo que
quisiera inscribirse en un debate mucho más vasto y siempre abierto.
19
I. Historia y memoria: ¿una pareja
antinómica?
Rememoración
21 Paul Ricoeur, LaM ém oíre, l’histoire, l'oubli, Seuil, Paris, 2 0 0 0 , p. 1 0 6 . [Hay traducción al
español: La m em oria, la h isto ria , el olvido, M adrid, Trotta^ 2 0 0 4 . (n. de t.)] Una posición
análoga ya había sido defendida con vehem encia por P alrick H. H utton, History as an
Art o f M em ory, U niversity Press o f New England, Hanover, N .H ., 1 9 9 3 .
22 M ichael O ak esh o tt, Rationalism in Politics and O ther Essays, M eu then, L ondon,
1 9 6 2 , p. 1 9 8 .
21
hnro Trnvcrso
25 W alter B enjam ín, “Zum Bilde Prousts”, lllu m in a tio n en , p. 3 3 6 (trad.fr. “Címage prous-
tienne”, ((E u v res II, G allim ard, París, p. 136). [Hay tradu cción al español: “Una imagen
de Proust", en Ilu m in a c io n e s I, Madrid, Taurus, 1 9 9 8 . (n. de t.)]
22
I I | ': i -a el. i . ¡n s m ic c io n c s de liso
23
l-.nzo Traverso
24
1:1 pnsado. ¡nslruccioncs de uso
tome contornos más claros, se vuelva más exigente, y tam bién a poner bajo
la luz lo que, en la remembranza, no es reductible a los elem entos fácticos30.
Si puede haber una singularidad ab so lu ta de la memoria, la de la historia
siempre será relativ a 3I. Para un ju d ío polaco, Auschwitz significa algo terri
blem ente único: la desaparición del universo humano, social y cultural en
el que nació. Un historiador que no llega a comprender eso no podrá jam ás
escribir un buen libro sobre la Shoah, pero el resultado de su investigación
no será m ejor si extrajera la conclusión -co m o lo hace por ejem plo el his
toriador estadounidense Steven Katz- de que el genocidio ju d ío es el único
de la historia32. Según Eric Hobsbawm, el historiador no debe sustraerse al
deber de universalismo: “Una historia destinada sólo a los jud íos (o a los
negros estadounidenses, a los griegos, a las mujeres, a los proletarios, a los
homosexuales, etcétera) no sería una buena historia, aunque reconfortara a
quienes la practican.”33 Muchas veces es muy difícil, para los historiadores
que trabajan con fuentes orales, encontrar el equilibrio ju sto entre empatia
y distanciamiento, entre reconocim iento de las singularidades y puesta en
perspectiva general.
Separaciones
Historia y memoria sólo forman una pareja antinóm ica a partir del co
mienzo del siglo XX, cuando tos paradigmas del historícismo clásico entraron
en crisis, cuestionados simultáneamente por la filosofía (Bergson), el psicoa
nálisis (Freud), y la sociología (Halbwachs). Hasta entonces, se consideraba
que la memoria era el sustrato subjetivo de la historia. Para Hegel, la historia
(G esch ich te) posee dos dimensiones que se com plem entan, una objetiva y
la otra subjetiva: por un lado están los acontecim ientos (res g estae), por
el otro, su narración (h istoria rerum gestarum ); dicho de otro modo, los
“hechos” y su “relato histórico”34. La memoria acompaña el acontecer de la
30 Véase D om in ick LaCapra, “H istory and M em ory: In the Shadow of the H olocau st’’,
History a n d M em ory a ft e r A u sch w itz, Ithaca, Cornell University Press, 1 9 9 8 , p. 2 0 .
31 Jea n -M ich el C haum ont, “C onnaissance ou reconnaissance? Les en jeu x du débat sur
la singularité de la Sh oah ”, L e D éb a t, 1 9 9 4 , n° 8 2 , p. 8 7 .
32 Steven Katz, “T h e U niqueness of the H olocaust: The H istorical D im en sió n ”, en Alan
S. Rosenbaum (ed ), Is th e H o lo ca u st U n iqu e? P ersp ectiv es on C o m p a r a tiv e C e n o c id e,
Boulder, W etview Press, 1 9 9 6 , pp. 1 9 -3 8 .
33 Eric J . H obsbaw m , “Identity History is no t Enough", On H istory, L ond on , W eidenfeld
& N icolson , 1 9 9 7 , p. 2 7 7 .
34 G.W F. Hegel, L a R a is o n dan s l'H istoire. In trodu ctíon a la p h ilo s o p h ie d e t'histoire, Paris,
Éditons 10/18, 1 9 6 5 , p. 1 9 3 .
25
linio Traverso
3’ Ibid ., pp. 1 9 3 -1 9 4 .
36 G.W F. Hegel, “Phánom enologie des G eistes”, G c s a m m d te W erhe, t. 9, H am burg, Félix
M einer Verlag, 1 9 8 0 , p. 4 3 3 . [Hay traducción al español: F e n o m e n o lo g ía d el espíritu ,
FCE; Madrid, 1 9 8 1 . (n. de t.)] Véanse a propósito de este tem a, los com entarios de
Ja cq u es d'H ondt, H eg el. P h ilo s o p h e d e l’h isto irc vivante, Paris, Presses universitaires de
France, 1 9 8 7 , pp. 3 4 9 -4 5 0 .
Jl G.VVE Hegel, L a R a ison d an s l’H istoire, op. cit., p. 195.
3S Véase Ranajit Guha, H istory at ti te L im it o fW o r ld -H is to iy , New York, Colum bia U ni-
versity Press, 2 0 0 2 , en especial el capitulo 111.
3I) W alter Benjam ín, "Ü ber den Begriff der G eschichce”, Illu m in a tio n en , p. 2 5 4 . [Hay
traducción al español: “Sobre el concep to de historia", Ilu m in a cio n e s, M adrid, Taurus,
1 9 8 7 . (n. de t.)[
26
1:1 pululo, inst iucc ioncs ele uso
‘l0 Francois Furet, “Pour u n e définition des classes inférieures á l’époque m od erne”, A n
u a les E S C , 1 9 6 3 , X V III, n° 3, p. 4 5 9 . El pasaje ha sido criticado por Cario G inzburg en
E l q u eso y los g u san os. El c o s m o s según un m o lin er o d el sig lo XVI, B arcelona, Península,
2 0 0 1 , p. 15.
41 E. P. T hom p son , L a fo r m a c ió n d e la c la s e o b r e r a en In g la terra, Barcelona, Crítica, 2 0 0 4 ;
M. Foucault, H isto r ia d é la lo cu ra en la ép o c a c lá s ic a , M éxico, FC É , 2 0 0 3 ; C. Ginzburg,
E l q u es o y los g u san os, op. cit.
42 M ichelle Perrot, L e s fe m m e s ou les silen ces de l ’h istoire, Paris, Flam m arion, 2 0 0 1 .
41 Ranajit G uha, “T h e Prose of C ounter-Insurgency”, S u b a lte rn S tu dies, n° 2, Delhi,
O xford U niversity Press, 1 9 8 3 , pp. 1 -4 2 , y tam bién, del m ism o autor, “The Sm all Voice
of History", S u b altern S tu dies, n° 9, Delhi, Oxford U niversity Press, 1 9 9 6 , pp. 1-12.
27
k n :o Traverso
28
I I pa*:uli\ insirucdones de uso
29
P.nzo Traverso
La historia, al igual que la m em oria, no sólo tiene sus vacíos, sino que
puede tam bién desarrollarse y encontrar su razón de ser en el borram iento
de otras historias, en la negación de otras m em orias. Como señala Edward
Said, la arqueología israelí que aspira a sacar a la luz las huellas m ilenarias
del pasado ju d ío en Palestina (algunos vieron allí una “arqueología-religión
nacional”), ha socavado el suelo con el mismo encarnizamiento de las topa
doras que destruyen las huellas m ateriales del pasado árabe-palestino52.
30 Pierre N ora, “Entre histoire et m ém oire. La problém atique des lieu x”, en R N ora,
L es lieu x d e m ém o ir e. I. L a R ép u b liq u e, Paris, Gallimavd, 1 9 8 4 , p. xix. Para un análisis
interesante de este acercam iento, que pone en paralelo co n la oposición de Lévi-Strauss
entre sociedades “calientes” y sociedades “frías", véase D om inick LaCapra, “H istory and
M em ory: in the Shadow of the H olocaust”, H istory a n d M em ory A fter A u sch w itz, op.
cit., pp. 1 8 -2 2 .
31 Perry A nderson, L a p e n s é e tiéde, Paris, Seuil, 2 0 0 5 , p. 53.
32 Edward Said, F reu d an d the N on -E u ro p ean , London, Verso, 2 0 0 3 . [Hay traducción
al español: F re u d y los n o eu ro p eo s, Barcelona, G lobal Rhythm Press, 2 0 0 5 . (n. de t.)]
La d efinición de la arqueología com o “religión n acio n al” es desarrollada por Neil A sher
30
I.l |usndn. instrucciones de uso
Por otro lado, habría que tener en cuenta la influencia de la historia sobre
la memoria, porque no hay memoria literal, originaria y no contaminada:
una memoria inscrita en el seno del espacio público elabora constantem ente
los recuerdos, sometidos a los modos de pensar colectivos pero también
influenciados por los paradigmas científicos de la representación del pasado.
Esto dio lugar a híbridos -ciertas autobiografías entran en esta categoría- que
permiten que la memoria revisite la historia subrayando sus puntos ciegos y
sus generalizaciones apresuradas, y que la historia corrija las trampas de la
memoria obligándola a transformarse en análisis autorreflexivo y en discurso
critico. Una obra como Los hundidos y los salvados, de Primo Levi53, articula
historia y memoria en un relato de un tipo nuevo, inclasificable, fundado
sobre un ir y venir permanente entre las dos. Pierre Vidal-Naquet, en su
autobiografía, relata sus recuerdos con el rigor del historiador que verifica
sus fuentes, y somete su memoria al test de la generación de las pruebas, al
tiempo que le otorga la forma de un balance retrospectivo, m uchas veces
crítico. No se trata solamente de su relato, precisa en el prólogo, porque
toma en cuenta la correspondencia de sus padres, el diario de su padre y el
que su hermana comenzó a escribir luego del arresto y de la deportación de
sus padres, pero también y sobre todo porque se apoya en su conocim iento
acerca de un período histórico completo. “En este sentido, escribe, es un
libro de historia tanto como un libro de memoria, un libro de historia del que
soy a la vez autor y o bjeto.”54 Estos dos ejemplos no entran en la dicotom ía
que establecen Halbwachs, Yerushalmi y Nora porque pertenecen al mismo
tiempo al registro de la memoria y al de la historia.
Empatia
Silberm an, “Structurer le passé. Les Israéliens, les Palestiniens et l’autorité sym bolique
des m onum ents archéologiques”, en Fragois Hartog, Jacqu es Revel (ed s.), Les usciges
p o litiq u e s du p a s sé , París, É ditions de l’E H E SS, 2 0 0 1 .
Prim o Levi, I so m m e r s i e i s a lv a ti, T orino, Einaudi, 1 9 8 6 . [Hay tradu cción al español:
Los h u n d id os y los sa lv a d o s, B arcelona, M u chnik, 1 9 8 9 . (n. de t.)]
^ Pierre Vidal-N aquet, Mém o ires, I. L a b risu re et l’atten tc 1 9 3 0 -1 9 5 5 , Paris, Seuil-La
Découverte, 1 9 9 5 , p. 12.
” M artin Broszat, Saúl Friedlander, “U m die ‘H istorisierung das N ationalsozialism u s’.
Ein Briefw echsel", V iertelja h re sh c jte f ü r Z citg esch iech tc, 1 9 8 8 , n° 3 6.
31
knüo Traverso
Este problema también podría abordarse desde otra perspectiva. ¿El re
chazo de los años negros en el seno de la Alemania de la posguerra -rech azo
de la S ch u ld frag e y de los crím enes nazis- no tuvo acaso entre Sus efectos el
de transformar en una suerte de tabú los bombardeos que destruyeron las
ciudades alemanas, tema que ha sido ignorado hasta una época reciente tanto
por la literatura, com o por el cine y la historiografía? Esta es la hipótesis que
sugiere W G. Sebald, para quien la ausencia de cualquier debate público y
de obras literarias sobre este traumatismo colectivo se debe al hecho de que
“un pueblo que había asesinado y explotado hasta la muerte a millones de
hom bres se encontraba im posibilitado para exigir que las fuerzas victoriosas
56 Ibid ., p. 4 8 .
Véase N icolás Berg, D er H olocciu st und d ie w esteu tsch en H isto rik ei: E ifo r s c h u n g und
E rin n eru n g , G óttingen, W allstein, 2 0 0 3 , pp. 4 2 0 - 4 2 4 , 6 1 3 -6 1 5 .
38 Véase U lrich Herbert, “D eutsche und jüd ische G eschichtsschreibung über den H olo
cau st”, en M ichael Brenner, David N. M yers (E d .), Jüd ische G esc h ic h tss c h re ib u n g hcu te.
T h em en , P osition en , K o n tro v ersen , M ü nch en, C .H .Beck, 2 0 0 3 , pp. 2 4 7 - 2 5 8 .
32
f:l pusatlo. instrucciones de uso
rindieran cuentas sobre la lógica de una política militar que había declarado
la erradicación de las ciudades alemanas”^.
Véase sobre este tema: W.G. Sebald, L u ftk rieg und Literatur, Frankfurt/M, Fischer, 2 0 0 1 ,
p. 2 1 . [Hay traducción al español: S o b re la h isto ria n atu ral d e la d estru cción , Barcelona,
Anagrama, 2 0 0 5 . (n. de t.)]
60 Amos F u n kenstein, “Collective M em ory and H istorical C o n scio u sn ess”, H istory &
M em ory, 1 9 8 9 , I, n° 1, p. 11. Véase tam bién, del m ism o autor, P ercep tio n s o f Jeiv ish
History, Berkeley, U niversity o f California Press, 1 9 9 3 , pp. 3, 6.
61 Saúl Friedlánder, “Traum a, Transference and ‘w orking through’ in W riting the History
of the Sh oah”, H istory & M em ory, 1 9 9 2 , n° 1, pp. 3 9 -5 9 . Y tam bién del m ism o autor,
33
F.nzo Traverso
34
1; 1 pasado, insiruccioncs de uso
las trampas del relato apologético. Para Andreas Hillgruber, joven soldado
de la W ehrm acht en 1945, al describir el último año de la Segunda Guerra
Mundial, el historiador “debe identificarse con el destino de la población
alemana del Este y con los esfuerzos desesperados y costosos del O sth eer
[...] que apuntaban a defender a esa población de la venganza del Ejército
Rojo, las violaciones colectivas, los asesinatos arbitrarios y las incontables
deportaciones, y a mantener abiertas las rutas terrestres y marítimas que
permitían que los alemanes de los territorios orientales huyeran hacia el
o e s te ...”65. Ahora bien, com o se lo recordó Habermas, durante este últim o
año de guerra, la resistencia encarnizada de la W ehrm acht era tam bién la
condición para que continuaran las deportaciones hacia los cam pos nazis,
donde las cámaras de gas continuaban funcionando.
35
fin io Traverso
36
I I i'iúsaJo. instrucciones ele uso
74 David N. M yers, "S e lb streflex io n im m od ernen E rinn eru n g sd isku rs”, en M ichael
Brenner, David N. Myers (E d .), J iid is c h e G cscliich tssch reílm n g h eu te, p. 66
75 George L. M osse, “Renzo De Felice e il revisionism o storico”, N u ov a A n to lo g ía , 1 9 9 8 ,
n° 2 2 0 6 , p. 1 8 1 .
76 George L. M osse, C on fron tín g History. A M cm oir, T h e U niversity of W isco n sin Press,
M adison, 2 0 0 0 , p. 10 9 .
P.nzo Traverso
Los historiadores del colonialism o fascista han sacado a la luz docum en
tos que las muy amplias investigaciones de archivos de De Felice habían
ignorado. El dictador italiano m uestra en ellos otro aspecto de su carácter, y
ofrecen un nuevo tono tanto a su sentido de la gratitud, como a su espíritu
de sacrificio. El 8 de ju lio de 1936, Mussolini envió un telegrama a Rodolfo
Graziani, uno de los principales responsables militares de la guerra de Etiopía,
una directiva en la que autorizaba “una vez más (...) a dirigir sistem ática
mente la política del terror y de la exterm inación contra los rebeldes y las
poblaciones cóm plices”79. Con una notable devoción patriótica, Graziani
no duda en utilizar las armas químicas para acabar con la resistencia etíope
y, co n gratitud, Mussolini reconoció sus méritos, nombrándolo m inistro de
Defensa de la República de Saló, en el otoño de 1943.
38
I-.I pasado, instrucciones tic uso
ao Estas fotos se reproducen en Angelo del Boca, I g as di M u ssolin i, op. cit., pp. 1 1 5 -
1 16.
81 Siegfried Kracauer, H istory. T h e L a st T hin gs B efo r e the L a st, O xford University Press,
New York, 1 9 6 9 , p. 1 57.
82 Ibid ., p. S 3 . Véase Georg Sim m el, “Exkursus über den F rem d en ”, S o z io lo g ic . U n tcrsu -
clu in g eii ü b er d ie F o rm e n d e r V ergesellschaftu n g, D unker & H um blot, Berlin, 1 9 S 3 , pp.
5 0 9 -5 1 2 (ir. fr. S o c io lo g ie, Presses universitaires de France, Paris, 2 0 0 0 ) . [Hay traducción
al español: S o c io lo g ía . E stu d io s s o b r e las fo r m a s d e s o c ia liz a c ió n , M adrid, Revista de
O ccid ente, 1 9 7 7 . (n. de t.)]
39
Unzo Traverso
a3 Q uien forjó esta fórm ula fue Jü rg en H aberm as, "Vom óffentlichen G ebrauch der H is
torie”, H isto rik erstreit, Piper, 1 9 8 7 , pp. 2 4 3 - 2 5 5 (tr. fr. “De l’usage p u blic de l’histoire”,
É c r it s p o lit iq u e s , Cerf, Paris, 1 9 9 0 , reed. Cham ps-Flam m arion, Paris, pp. 2 4 7 - 2 6 0 ). [Hay
traducción al español: E n sa y o s P o lític o s , Barcelona, Ediciones 6 2 , 1 9 8 8 . (n. de t.)]
84 Ludm ila da Silva Catela, N o h a b r á fl o r e s en la tu m b a d el p a s a d o . L a e x p e r ie n c ia de
reco n stru cció n d el m u n d o d e fa m ilia r e s d e desap ai'ecid os, Al Margen, La Plata, 2 0 0 1 .
40
\.\ ]\is;kIo. in.sirucdoncs de uso
85 W alter B enjam in, “Ü ber den Begriff der G esch ichte", Illu m in ation en , p. 2 5 9 (tr. fr. "Sur
le concep t d’histoire”, CEuvres III, op. cit., p. 4 4 0 ).
86 M ichael Lówy, W alter B en jam in : A v ertissem en t d ’in cen d ie. U n e lectu re des th és es “S u r
le con cep t d ’h istoire" , Presses universitaires de Fran ce, Paris, 2 0 0 1 , pp. 1 0 5 -1 0 8 .
87 W. B enjam in , “Ü ber den Begriff der G esch ichte”, p. 2 5 9 (trad. fr., p. 4 4 0 ).
43
Enzo Traverso
44
h! pasado, instrucciones de uso
45
linio Traverso
que, en los años cincuenta, los trabajos pioneros de Joseph W ulf y León
Poliakov eran rechazados por “no científicos”94. Pero esta correspondencia
no es lineal: las temporalidades histórica y memorial pueden también entrar
en colisión, en una especie de “no contem poraneidad” o de “discordancia
de los tiem pos” (la U n gleíchzeitígkeit teorizada por Em st Bloch95).
Véase N icolás Berg, Der H o lo ca u st und d ie w estd cu tsch en H istorik ei: E rfo rsch u n g und
E rín n eru n g , W allstein Verlag, G óttingen, 2 0 0 3 , pp. 2 1 5 - 2 1 9 .
,5 E m st B loch, E r b s c h a jt d ie s e r Z e it (1 9 3 5 ), Suhrkam p, Frankfurt/M, 1 9 8 5 , pp. 1 0 4 -1 2 5
(tr. Fr. H ér ita g c d e c e tem p s, Payot, Paris, 1 9 7 8 ). Véanse tam bién los ensayos de Daniel
Bensaíd reunidos en L a D ís c o id a n c e des tem p s, É ditions de la Passion, Paris, 1 9 9 5 .
% Véase Jéro m e Baschet, “Uhistoire face au présent perpétuel. Q uelques rem arques sur
la relation passé-fu tu r”, in F Hartog, J . Revel (ed s.), U sag es p o lítiq u e s du p a ssé, op. cit.,
p. 6 7 .
H annah A rendt, E ich m an n á J é r u s a le m , op. cit. Sobre este ju ic io , véase tam bién el film
de Rony Braum an y Eyal Sivan, Un sp é c ia liste.
46
til pns;ulo. ¡nslmcdiini-s tic uso
93 Raúl H ilberg, T he Politics o f M em ory, Ivan R. D ee, C hicago, 1 9 9 6 (tr. fr. Politique de
la m árioire, G allim ard, París, 1 9 9 6 ).
99 Véase Dan Diner, “H annah Arendt Reconsidered: Ü ber das Báñale und das Bóse in
ihrer H olocaust-Erzáhlung”, in Gary Sm ith (ed .), Hannah Arendt Revisited. “Eichm ann
in Je ru sa lem ” und die F.olgen, Suhrkam p, Frankfurt/M, 2 0 0 0 , pp. 1 2 0 -1 3 5 .
100 Véase Pierre Vidal-N aquet, “Et par le pouvoir d’un m o t.. .”, Les Ju ifs, la m ém oire et
le présent II, La D écouverte, Paris, 1 9 9 1 , pp. 2 6 7 - 2 7 5 .
47
F.nzo Traverso
101 V éanse Yves Ternon, L es A n n én ien s: h isto ir e d ’an g én o c id e , Seuil, París, 1 9 8 3 , y Va-
hakan N. D adrian, H isto ire du g é n o c id e a n n én ie n , Sto ck , París, 1 9 9 6 .
102 Véase María Ferretti, L a m e m o r ia m u tila ta . L a R u ssia ric o rd a , C o rbaccio , M ilano,
1993.
48
El p a a u ln . ¡nsnm x-iniics tío uso
49
F.n:;<> Traverso
106 C laudio Magris, “La m em oria é liberta d all’ossessione del pasatto”, II C o rriere della
S era , 1 0 de febrero de 2 0 0 5 .
107 V éanse D. Rodogno, ¡l mi ovo ordine m editerráneo. Le politiche d’occupazione dell’ltalia
fascista in Europa (1 9 4 0 - 1 9 4 3 ), Bollati Boringhieri, T orino, 2 0 0 3 , y C. D i Sante (ed .),
Italiant senza onore. 1 crim m i ¡n Jugoslavia e i processi negati (1 9 4 1 - 1 9 5 1 ), O m bre
C orle, Verona, 2 0 0 5 .
108 Véase Palom a Aguilar, M em o ria y olvido de la gu erra civil española, Alianza Editorial,
Madrid, 1 9 9 6 . Sobre este tema, véanse tam bién las contribu ciones reunidas en M atériaux
p o u r l’histoire de notre temps, 2 0 0 3 , n° 7 0 , dedicado a “Espagne : la m ém oire retrouvée
( 1 9 7 5 - 2 0 0 2 ) ”.
50
M p;is:ul<>. ¡nHlrucuoncs de uso
dio en África del Sur en los años noventa donde, gracias al trabajo de la
com isión “Verdad y Ju sticia”, la transición pacífica hacia la dem ocracia
postapartheid se vio acom pañada por un reconocim iento de la verdad
y por una elaboración del duelo, España eligió una transición am nésica,
cuyo resultado fue que se prolongara el rechazo oficial durante más de
una generación. Sólo a partir del fin de los años noventa el recuerdo de la
guerra civil recuperó el protagonismo. Mientras que la historiografía desvía
su atención hacia la violencia del régim en franquista al reestablecer una
contabilidad de las víctim as hasta entonces llena de lagunas109, o hacia
otros fenóm enos antes ignorados com o el exilio rep u b lican o 110, se inicia
en la sociedad civil un trabajo del duelo por las víctim as de la dictadura
que la amnistía y las formas políticas de la transición dem ocrática habían
vuelto im posible. Se exhum an los restos de varias centenas de m ilitantes
republicanos, anarquistas o com unistas que habían sido fusilados de forma
expeditiva, sin ju icio , sin certificado de defunción, y que habían queda
do entonces sin sepultura legal, por fuera de los cem enterios. El duelo
clandestino de las familias finalmente pudo volverse público, acarreando
consigo una anamnesis colectiva y suscitando un amplio debate sobre la
relación de la España contem poránea con su p a sa d o "1. En este contexto
surgió la tentación ilusoria y m istificadora de una m em oria reconciliada
su p er p a rtes, perfectam ente ilustrada por la decisión gubernam ental, en
octubre de 2 0 0 4 , de hacer desfilar en conju n to, en una fiesta nacional, a
u n viejo exiliado republicano y a un ex miembro de la D ivisión Azul que
Franco había enviado a Rusia en 1 9 4 1 , para com batir ju n to con los ejér
citos alemanes. Y surgió tam bién un inevitable debate sobre el destino de
los incontables m onum entos erigidos en honor del Caudillo que decoran
las ciudades y los pueblos españoles: ¿hay que conservarlos com o lugares
de m em oria (una memoria que, para una parte de la sociedad, se tiñe de
nostalgia)? ¿Hay que dem olerlos com o han hecho todos los países de Eu
ropa central en el m om ento de la caída de las dictaduras estalinistas, como
un gesto em ancipador esta vez muy (o incluso demasiado) tardío? Desde
109 Véase especialm ente Ju lián Casanova (ed.), M orir, m atar, so b rev iv ir. L a v io len c ia en
la d ic ta d u r a d e F ra n c o , C rítica, B arcelona, 2 0 0 2 .
1,0 M uy significativo, desde este punto de vista, es el im pacto de la exposición “E xilio”,
organizada en Madrid en sep tiem bre-octu bre de 2 0 0 2 por la F u n d ació n Pablo Iglesias,
en el M useo N acional Centro de Arte R eina-Sofía.
111 Véase especialm ente la obra citada de Palom a Aguilar, M e m o ria y o lv id o d e la g u er ra
civ il e s p a ñ o la , e Ismael Saz C am pos, “El pasado que aún no puede pasar", F a s c is m o y
fr a n q u is m o , PUV, Valencia, 2 0 0 4 , pp. 2 7 7 - 2 9 1 .
51
l:nzo Traverso
112 Bruno G roppo, “Traum atism os de la m em oria e im posibilidad del olvido en los paí
ses del C ono Su r”, m Bruno G roppo, Patricia Flier (eds.), L a im p o sib ilid a d d el o lv id o ,
Ediciones Al M argen, La Plata, 2 0 0 1 , pp. 1 9 -4 2 .
113 Dan Diner, “G estaute Zeit. M assenvernichtung und jü d isch e Erzáhlung”, K r eislá u je,
Berlín Verlag, Berlin, 1 9 9 3 , pp. 1 2 3 -1 4 0 .
52
H p:is:ic!o; in s iru c c io n c s ele uso
53
F.nzo Traverso
La memoria de la Shoah, cuyo estatus es hoy tan universal que cum ple
el rol de relig ión civil del m undo occidental, ilustra muy bien ese pasaje
de una memoria d éb il a una m e m o r ia fu erte. El historiador estadounidense
Peter Novick estudió esta m utación en el seno de la sociedad estadouni
d en se113. Logró establecer cuatro etapas fundamentales. En prim er lugar,
los años de guerra, cuando para los Estados Unidos el enem igo principal
era Japón. Roosevelt tiene entonces una preocupación m ayor: evitar que
la intervención estadounidense en Europa aparezca com o una “guerra a
favor de los ju d ío s”. Durante ese período, la exterm inación de los jud íos
no era objeto de atención particular, y el país no estaba de ningún modo
acosado por el rem ordim iento de no haber podido o querido im pedir se
m ejante crim en. Los ju d ío s no dan prueba, en ese m om ento, de una mayor
conciencia o sensibilidad en relación con los acontecim ientos trágicos del
viejo mundo con respecto a los demás ciudadanos estadounidenses; al final
del conflicto, están sobre todo orgullosos de su país que contribuyó a la
derrota el nazismo. Durante el segundo período los años cincuenta y la
prim era mitad de los años sesenta- la judeocidad está ausente del espacio
público. El recuerdo del H olocausto y las exigencias de la lucha contra el
113 Peier N ovick, T h e H o lo ca u st in A m er ica n L ife, H oughton M ifflin, New York, 1 9 9 9 .
54
1:1 p:\sndo, ¡nslintrcir>r.o:- ik u-
Véase Dan D iner, “C u m u lative Contingency. H isto ricizin g L egitim acy in Israelí
D iscourse”, B ey o n d th e C o n ce iv a b te . S tu dies on G erm an y, N a z is m , a n d th e H olocau st,
U niversity o f California Press, Berkeley, 2 0 0 0 , p. 2 1 5 .
55
F.nzo Trawrío
56
F.l pasado, insi ruccioncs de uso
57
Hnro Traverso
58
F.l [ijs;:Ju ¡n>isucciones de uso
nes desconcertantes” -la ciudad de Berlín alberga varias de entre ellas- que
“trasmiten algo del pasado en su ileg ib ilid a d , no en su in ex p licab ilid ad '21’.
Ese monum ento es el resultado de un intenso debate intelectual y político
que se llevó a cabo durante más de diez años en el seno de la sociedad ci
vil tanto com o en el Bunclestag. Provisto de un centro de docum entación,
este memorial único en su género cumple varias funciones: es a la vez un
monumento al recuerdo de los jud íos exterminados y un monumento de
amonestación hacia la nación alemana. Dicho de otro modo, es un acto
de piedad para las víctimas y un recuerdo del crimen dirigido a la nación
que engendró a sus responsables y'que recibió su herencia. Algunos, como
el escritor Martin Walser vieron allí un inaceptable “m onumento a la ver
güenza” (S ch a n d in a l)’, otros, como el filósofo Júrgen Habermas, la prueba
de que Alemania ha integrado a Auschwitz en su conciencia histórica. De
cierta manera, este memorial cumplió con su tarea incluso antes de nacer,
si se tienen en cuenta los debates apasionados que suscitó. Es testimonio
también de las mutaciones que hicieron de la Shoah una m emoria fu erte,
en los límites de una controversia que no excluía, en sus comienzos, otras
opciones. Entre la propuesta de Helmut Kohl, canciller en el m omento en
que la discusión se inició, que deseaba un monum ento a “todas las víctimas
de la guerra y de la tiranía”, y la elección final de un H olocau st D en hm al, un
cam ino considerable debió de recorrerse. La propuesta de Kohl apuntaba a
diluir los crím enes nazis en una conm em oración global de las víctimas de
guerra que incluía a los judíos, a civiles y soldados alemanes, a las víctimas
de un genocidio y a las de los bombardeos de los aliados, a los deportados y
sus perseguidores caídos en combate. Algunos años antes, el canciller Kohl se
había distinguido por su visita, en compañía del presidente estadounidense
Ronald Regan, al cementerio militar de Bitburg en donde están enterrados
muchos de los SS. Inmediatamente luego de la reunificación, consiguió que
el SPD se uniera a su posición al inaugurar en Berlín, en 1 993, un nuevo
memorial de la Alemania federal (Z en trale G ed en hstatte d er B u n desrepu blik
D eu tschlands). Amparado en la N eu e W ache, erigida en el corazón de Berlín
a principios del siglo XIX por el arquitecto Karl Friedrich Schinkel, este m o
numento fue, durante dos siglos, el fiel intérprete de las políticas memoriales
de los diferentes regímenes que se sucedieron en Alemania. Nacido como
lugar de recuerdo de los combates patrióticos, contra la opresión napoleó
nica, se transformó, durante la República de Weimar, en un monum ento a
los muertos de la Segunda Guerra Mundial, luego, durante la RDA, en un
memorial dedicado a las víctimas del fascismo. Con su p ietá esculpida por
l2(’ Régine R obin, B erlín c h a n lier s, Sto ck , París, 2 0 0 1 , p. 3 9 4 .
59
lünzo Traverso
l2. Sobre la Neue W ache, véase Peter R eichel, U A Ilem agnc ct s a m ém o ire, O d ile Ja c o b ,
París, 1 9 9 8 , pp. 2 1 2 -2 2 5 .
128 R einhart K oselleck, “Wer darf vergessen werden? Das H olocaust-M ahnm al hierarchi-
siert die O p fer”, D ie Z eit, 1 9 9 8 , n °1 3 .
I2“ Jü rg en H aberm as, “Der Zeigefinger. Die D eu lschen und ihr D en km al’’, D ic Z eit,
1 9 9 9 , n° 14.
60
I.:l pasadía in s ir u c u o n c s tic usn
61
En=o Traverso
del pasado colonial francés. Pero no cabe dudas que este reconocimiento
está ligado también a la emergencia de una memoria argelina -m á s precisa
mente b eu r133- que se expresa ahora en el interior de la sociedad francesa,
donde los descendientes de los ex colonizados constituyen una minoría
importante. El reconocim iento de la masacre del 17 de octubre de 1 961,
en el corazón de la capital, no ha sido negociado entre el gobierno francés y
las autoridades argelinas (contrariam ente al de la masacre de Sétif de mayo
de 1 9 4 5 134). Es esencialmente sim bólico, se reduce a algunas declaraciones
de los responsables políticos, a una decisión de la justicia y a una placa
conm emorativa puesta en presencia del alcalde de la capital, pero hizo su
recorrido en la sociedad francesa. Se trata sobre todo de la consecuencia
de un vasto movimiento en el cual las luchas de una generación b eu r para
la igualdad y para reapropiarse de su propio pasado se conjugaron con los
esfuerzos de una historiografía poscolonial susceptible de integrar la voz de
los colonizados en su relato del pasado. Y tam bién, se podría agregar, con
la resistencia de una pequeña minoría de archivistas que, enfrentados a la
jerarquía de su corporación desde siempre al servicio de la razón del Estado,
pusieron la verdad histórica por encima de sus carreras135. La emergencia de
esta memoria poscolonial ha revuelto a la memoria de la izquierda francesa
que siempre había ignorado la masacre de octubre de 1961, ocultándola con
la conm em oración de sus propios mártires: las nueve víctimas de la mani
festación de Charonne del 8 de febrero de 1 962. De ese modo se la devolvió
a los olvidos de memoria que revelan su sum isión a un imaginario colonial,
con sus jerarquías que otorgan más valor a la vida de los anticolonialistas
franceses que a la de los nacionalistas argelinos.
133 B eu r es una palabra del v erían -e sp e cie particular del arg ot francés, que consiste en
d ecir las palabras al revés teniendo en cuenta su p ronu nciación - creada por los árabes
nacid os en F rancia en los años noventa para designarse a sí m ism os, (n. de t.)
m Véase Floren ce Beaugé, “Paris reconnalt que le m assacre de Sétif en 1 9 4 5 étaiL ‘in ex
cusable'", L e M on d e del 9 de m arzo de 2 0 0 5 .
135 Véase Benjam ín Stora, L a C a n g rén e et l’ou bli. L a m ém o ire d e la g u erre d'A lgérie,
La D écouverte, Paris, 1 9 9 1 . Sobre la m asacre del 17 de octubre de 1 9 6 1 , véase Jean -L u c
Einaudi, O ctob re 1 9 6 1 , Fayard, Paris, 2 0 0 1 , y O livier Lecour G randm aison (ed .), L e 17
o c to b r e 1961. Un crin te d ’É ta l a P aris, La D ispute, Paris, 2 0 0 1 .
62
III. El historiador, entre juez y escritor
Memoria y escritura de la Historia
136 Para una buena presentación sintética del “giro lin güístico”, véase Frangois D osse, L a
M arch e des ¡dees. H istoire des in tellectu els, h isto ir e in te llectu elle. La D écouverte, París,
2 0 0 3 , pp. 2 0 7 - 2 2 6 . Sobre su im pacto en la historia social, véase G eoff Elev, “De l’hístoire
sociale, au ‘tournant linguistique’ dans rhistoriographie anglo-am éricaine des années
1 9 8 0 ”, G e n é se s, 1 9 9 2 , n° 7, pp. 1 6 3 -1 9 3 .
63
finio Trawrs*
lenguaje”137. Los partidarios más radicales del lin gu istic turn evacuaron
de ese modo la búsqueda de la verdad que rige la escritura de la historia,
olvidando que “el pasado que se da com o objeto es una realidad exterior
al discurso, y que su conocim iento puede ser controlado”138. Llevando al
extremo ciertas premisas de este movimiento, lograron defender una suerte
de “pantextualism o” que D om inick LaCapra califica com o “creacionism o
secularizado”l3a: la historia no sería más que una con strucción textual,
constantem ente reinventada según los códigos de la creación literaria. Pero
la historia no es asim ilable a la literatura, porque la puesta en historia del
pasado debe lim itarse a la realidad y su argum entación no puede omitir,
en caso de necesidad, la exhibición de pruebas. A ello se debe que la
afirm ación de Roland Barthes según la cual “el hecho sólo tiene una exis
tencia lingüística”140 no sea admisible. Como tam poco lo es el relativismo
radical de Hayden W hite que, considerando los hechos históricos como
artefactos retóricos reconducibles a un “protocolo lingü ístico”, identifica
la narración histórica con la invención literaria, que se fundan ambas,
según él, en las mismas modalidades de representación. Según W hite,
“las n arraciones h istó ricas [son] ficciones verbales cuyos con ten id os
pueden ser tanto inventados com o encontrados y cuyas formas están más
próxim as de la literatura que de la ciencia”1-" . Barthes y W hite evacúan
el problem a de la objetividad del contenido del discurso histórico. Si la
escritura de la historia toma siempre la forma de un rela to , este último
es cualitativam ente diferente de una fic c ió n novelesca142. No se trata de
l3' Roger Chartier, A u b o rd d e l a f a l a i s e . L íhistoire en tre certitu d es et in q u iétu d e, Albin
M ichel, Paris, 1 9 9 8 , p. 11.
138 Ib id ., p. 16.
139 D o m in ick LaCapra, “Tropism s of intellectual H istory”, 2 0 0 4 , vol. 8, n° 4 , p. 5 1 3 .
140 Roland Barthes, “Le d iscours de l’histoire” (1 9 6 7 ), in L e b ru issem en t d e la lan gu e.
E ssa is critiq u es IV, Seuil, Paris, 1 9 8 4 , p. 1 7 5 . [Hay traducción al español: E l su su rro del
len g u aje. M ás a llá d e la p a la b r a y la e s c ritu ra , C om u nicación , Paidós, 1 9 8 7 . (n. de t.)]
141 Hayden W hite, “T he H istorical Text as Literary A rtefact”, T ropics o JD isc o u r se. E ssa is ¡n
C u ltu ral Criticism , Jo h n H opkins U niversity Press, Baltim ore, 1 9 8 5 , p. 8 2 . Esta hipótesis
ya había sido form ulada en M e ta -h is to r y . T h e H isto rica l Im a g in a tio n in N in eteen th -
C en tu ry E u rop e, Jo h n H opkins University Press, Baltim ore, 1 9 7 3 , pp. x i-xii, 5 -7 , 4 2 7 .
Para una presentación critica de las hipótesis de W h ite, véase Roger Chartier, A u b ord
d e l a / a la i s e , op. cit., cap. iv, pp. 1 0 8 - 1 2 5 , y W ulf K antsteiner, “Hayden W h ite’s Critique
o f the W riting of H istory”, H istory a n d T h e o r y , 1 9 9 3 , n°3, pp. 2 7 3 - 2 9 5 .
142 Entre los num erosos análisis críticos de la concepción de la historia de W h ite, véase
Arnaldo M om igliano, “La retorica della storia e la storia della retorica: sui tropi di Hayden
W h ite”, Sui fo n d a m e n ti d e lla s to r ia , a n tic a , Einaudi, Torino, 1 9 8 4 , pp. 4 6 5 - 4 7 6 ; Roger
Chartier, “Figures rhétoriques et représentation historiqu e”, Au b o rd d e l a f a l a i s e , op.
cit., pp. 1 0 8 -1 2 8 ; Paul Ricoeur, L a M ém oire, l'histoire, l'oubli, op. cit., pp. 3 2 0 - 3 3 9 ; y
64
El p.'(S:H]O i11S11 Li'. '.. I■.111L. - lie USO
sobre todo Richard Evans, In D e je m e o f H istory, N orton, New York, 1 9 9 9 , cap. III, pp.
6 5 -8 8 .
R1 M ichel de Certeau, L É cr itu r e d e l ’h istoire, Gallim ard, Paris, 1 9 7 5 , p. 12.
1+4 Ibid ., p. 13.
14:1 Sobre la relación de los archivos co n la escritura de la historia, véase Sonia C om be,
A rch iv es in terdites. L h is to ir e co n fisq u ée , La D écouvene, Paris, 2 0 0 1 .
146 D om in ick LaCapra, W ritin g H istory, W riting T rau m a, op. cit., pp. 1 -4 2 . A partir de
consideraciones análogas, Paul Ricceur califica de “an tin ó m ico” el par “relato histórico /
relato de ficció n ” ( L a M ém oire, l’histoire, l’ou bli, op. cit., p. 3 3 9 ).
147 Reinhart Koselleck, “Histoire sociale et histoire des concep ts", L E x p érien ce d e l ’histoire,
op. cit., p. 11 0 .
I4B Régíne Robín, L a M ém o ire sa tu rée, op .cit., p. 2 9 9 .
149 Sobre este debate, véanse las contribuciones reunidas en Saúl Friedlánder (ed.), P robing
th e L im its o fR e p r e s e n ta tio n . N a z ism a n d the “F in al S olu tion ", Harvard U niversity Press,
Cam bridge, 1 9 9 2 (especialm ente el debate entre H. W h ite (“H istorical Em plotm ent and
the Problem o f Tru th”, pp. 3 7 - 5 3 , y Cario G inzburg, “Ju st O ne W itn ess”, pp. 8 2 -9 6 ).
G inzburg descubre en las hipótesis de W hite una nueva versión de la filosofía idealista
65
I.n io T raverso
noventa, sobre “un cierto desdén" que Los historiadores habían tendido a
m anifestar durante los decenios anteriores respecto de la noción de h ech o ,
“exhortándolos con fuerza a no rechazar al bebé-objetividad con el agua
del baño positivista”150. La puesta en duda del historicism o positivista con
su tiem po lineal, “hom ogéneo y vacío”, su causalidad determ inista y su
teleología que transform an la razón histórica en ideología del progreso,
no im plica sin embargo el rechazo de toda noción de objetividad fáctica
en la reconstru cción del pasado. Pierre Vidal-Naquet planteó el problem a
en térm inos muy claros, al escribir que “si el discurso no se relacionara,
por todos los interm ediarios que se quiera, a lo que llamarem os, a falta de
una palabra m ejor, lo real, estaríamos siempre dentro del discurso, pero
ese discurso dejaría de ser histórico”151.
El relativism o radical de Hayden W hite parece coincidir de m anera
bastante paradójica con el fetichism o del relato m em orial, opuesto a cual
quier archivo de lo real, que defiende incansablem ente Claude Lanzm ann,
el director de S h oah . Este film extraordinario fue un m om ento esencial,
en medio de los años ochenta, tanto por la integración del genocidio de
los ju d ío s a la conciencia histórica del m undo occidental como por la in
tegración del testim onio entre las fuentes del conocim iento histórico. Los
trabajos sobre la m em oria recibieron con ese film un impulso im portante
y sin duda no sería exagerado afirmar que el estatus del testim onio en la
investigación histórica no fue el mism o luego de esta obra. Pero este re
sultado no satisfizo a Lanzmann que llegó a considerar a su film com o un
acon tecim ien to, que sustituye de a poco al acontecim iento real hasta recusar
el valor de los “archivos”, es decir de las pruebas fácticas que quedan de
ese acontecim iento (por ejem plo las fotos del exterm inio llevado a cabo
por el S on d erh om in a n d o de Auschwitz en agosto de 1 9 4 4 )152. Defendió
66
1:1 p:iS;tclo. ¡nsiiuccioncs du uso
2 0 0 3 , com o tam bién el excelente ensayo de Usen A bout y Clém ent C héroux, T h isto ire
par la photographie”, in É tu des p lw to g ra p liiq u es , 2 0 0 1 , n° 10.
m Claude Lanzmann, “Paiier pour les m orís”, L e M on de des débats, mayo de 2 0 0 0 , p. 15.
I5'1Claude Lanzm ann, "H olocauste, la représentation ím possible”, Le M on de, 3 de marzo
de 1 9 9 4 , p. VIL
67
linio Traverso
155 Claude Lanzm ann, “H ier ist kein W aru m ”, Au su jet d e S h o a h . L e film d e C la u d e
L a n z m a n n , Belin, Paris, 1 9 9 0 , p. 2 7 9 .
156 Prim o Levi, “Se questo é un uom o", O p ere I, Einaudi, Torino, 1 9 9 7 , p. 2 3 . [Hay tra
ducción al español: S i es to es un h o m b re , Barcelona, M u chn ik, 1 9 8 7 . (n. de t.)]
137 D om inick LaCapra, “Lanzm ann’s Shoah: ‘Here There Is No W h y ”\ H istory an d M em ory
A fter A u sch w itz, op. cit., p. 1 0 0 .
I:>8 Prim o Levi, “La ricerca delle rad ici", O p ere II, Einaudi, T orino, 1 9 9 7 , p. 1 3 6 7 .
155 G iorgio A gam ben, Q uel c h e resta di A u sch w itz. L a r c h iv io e iI testim o n e, Bollati-
Boringhieri, T orino, 1 9 9 8 , p. 8 (tr. fr. C e qui reste d ’A u sch w itz, Rivages, Paris, 1 9 9 9 ).
[Hay traducción al español: L o q u e q u ed a d e A u schw itz- E l a r c h iv o y el testigo. H om o
s a c e r III, Valencia, P re-textos, 2 0 0 0 . (n. de t.)]
160 Prim o Levi, “1 som m ersi e i salvati”, O pere II, op. cit., p. 1 0 5 6 (tr. fr. L es N a u fra g és
et les R escap és, op . cit. p. 8 3 ). [Hay traducción al español: L o s h u n d id os y los sa lv a d o s,
68
I ! p a s a d n . i i i M n i c d o n e s tic u s o
69
Enzo Traverso
Verdad y justicia
164 Véase D o m in ick LaCapra, “A pproaching Lim it Events: Siting A gam ben”, H istory in
T ransit. E x p erie n c e, Identity, C r itic a l T heory, Cornell U niversity Press, Ithaca, 2 0 0 4 , p.
172.
165 P hilippe Mesnard y Claudine K ahn, G io r g io A g a m b en á l'épreuve d ’A u sch w itz, Kim é,
Paris, 2 0 0 1 , p. 1 2 5 .
166 Véase la In trod ucción de H enry Rousso a su com pilación Vichy. L É v én em en t, la m é
m oire, l ’h isto ire, G allim ard, Paris, 2 0 0 1 , p. 4 3.
I6T V éase Raúl Hilberg, Ex écu teu rs, v ictim es, tém oin s, G allim ard, Paris, 1 9 9 3 . Esta ten
dencia ha sido subrayada por Richard L. Evans, “History, Memory, and the Law. T h e
H istorian as Expert W itn ess”, H istory a n d T h eo ry , 2 0 0 2 , vol. 4 1 , n° 3 , p. 3 4 4 .
168 D aniel J. Goldhagen, L es B o u rre a u x v o lo n ta ires d e Hitler, Seuil, Paris, 1 9 9 7 .
70
1:1 pasado. insiruceioncs de uso
segundo llevó a la historia del com unism o al auge de una empresa criminal
para la que reclamó un nuevo ju icio de Nuremberg1^.
En el fondo, la relación entre ju sticia e historia es una cuestión antigua
(véase la intervención de los más em inentes historiadores franceses en el
ju icio contra Zola, en 1 8 9 8 170), puesta hoy nuevam ente al orden del día
por una serie de ju icio s en el transcurso de los cuales m uchos historiado
res fueron convocados en calidad de testigos. Sería difícil com prender los
ju icio s a Barbie, Touvier y Papón en Francia, el ju icio a Priebke en Italia
o incluso las tentativas de instru cción de un ju icio a Pinochet, tanto en
Europa com o en Chile, sin relacionarlos con el surgim iento, en el seno de
la sociedad civil de esos países y de la opinión pública m undial, de una
memoria colectiva del fascism o, de las dictaduras y de la Shoah. Estos
ju icio s fueron m om entos de rem em oración pública de la historia, en los
que el pasado fue reconstituido y juzgado en una sala de tribunal. En el
transcurso de las audiencias, se convocó a historiadores para que “testi
m oniaran", es decir, para que esclarecieran gracias a sus com petencias
el contexto histórico de los hechos que se juzgaban. Frente al estrado,
prestaron juram ento declarando, com o todo testigo: “Ju ro d ecirla verdad,
toda la verdad y nada más que la verdad.”171 Este “testim on io” sa i g en eris
suscitaba por supuesto cuestiones de orden ético, aunque renovaba también
interrogantes más antiguos de orden epistem ológico. Volvía a poner en
duda la relación de la ju sticia con la memoria de un país y la del ju e z con el
historiador, con sus respectivas modalidades de tratam iento de las pruebas
y el diferente estatus de la verdad según si se la produce por medio de la
investigación histórica o si se la enuncia por medio del veredicto de un
tribunal. Preocupado por distinguir los ámbitos respectivos de la justicia,
de la m em oria y de la historia, Henri Rousso se rehusó a dar testim onio
en el ju icio contra Papón, elección motivada por argum entos rigurosos y
en varios aspectos esclarecedores. “La justicia, afirma, se plantea la cues
tión de saber si un individuo es culpable o inocente; la m em oria nacional
es la resultante de una tensión que existe entre recuerdos m em orables y
169 Stéphane Courtois (ed .), L e L iv re n o ir du com m u n ism e. C rim es, teireu i; r é p r e s s io n ,
Laffont, Paris, 1 9 9 7 .
1T0 V éaseJean-N oélJeanneney, L e P a s s é d a n s lep r éto ire . L h istorien , l e j u g e e t le jo u m a l i s t e ,
Seuil, Paris, 1 9 9 8 , p. 2 4 , y O livier D um oulin, L e R dle s o c ia l d e lh is t o r ie n : d e la c h a ir e
a u p r é t o ir e , op. cit., pp. 1 6 3 -1 7 6 .
171 Véase Marc O livier Baruch, “Procés Papón: im pressions d’au d ien ce”, L e D éb at, 1 9 9 8 ,
n° 1 0 2 , pp. 1 1 -1 6 . Véase, sobre este tem a, O livier Dum oulin, L e R o le s o c ia l d e I h is to r ie n ,
op. cit., y N orbert Frei, Dirk van Laak, M ichael Stolleis (Hds ), C e s c h ic h t e v or G erich t.
H istoriker, R ic h ter und d ie S u elte n a ch G ere c h tig k e it, C.F1. B eck, M ü n ch en , 2 0 0 0 .
71
lEnzo T m w rs n
conm em orables y olvidos que perm iten que sobreviva la com unidad y
su proyección al futuro; la historia es una em presa de conocim iento y de
elucidación. Estos tres registros pueden superponerse, y es lo que sucedió
en los ju icio s por crím enes contra la hum anidad. Pero era investirlos de
entrada de una carga insoportable: no podían estar en condiciones de
igualdad en la misma medida de lo que está en ju ego respectivam ente en
la ju sticia, en la m em oria y en la h istoria.’’172
Esta mezcla de géneros parecía exhumar el antiguo aforismo de Schiller,
retomado por Hegel, sobre el tribunal de la Historia: D ie W eltgéschichte ist
das W eltgeñ cht, “La historia del mundo es el tribunal del m undo”, aforismo
que seculariza la moral y la idea de justicia, situándola en la temporalidad
del mundo profano y haciendo del historiador su guardián173. Podemos in
terrogarnos sobre la pertinencia de esta sentencia a propósito de ju icios que,
lejos de juzgar un pasado acabado y desde entonces clausurado, susceptible
de ser contem plado desde lejos, son sólo mom entos de elaboración de “un
pasado que no quiere pasar”. Sin embargo, han adoptado los rasgos de una
Némesis reparadora de la Historia para las víctimas constituidas en parte.
A este adagio hegeliano, era inevitable oponerle otro: el historiador no es
un juez, su tarea no consiste en juzgar sino en comprender. En su A p olog ía
d e la h istoria, Marc Bloch brinda una fórmula clásica: “Cuando el científico
ha observado y explicado, su tarea se da por terminada. Al ju ez todavía le
resta em itir su sentencia. Imponiendo silencio a toda afición personal, ¿la
pronuncia acaso según la ley? Se estimará a sí mismo imparcial. Lo será, en
efecto, en el sentido de los jueces. No en el sentido de los científicos. Por
que sería im posible condenar o absolver sin tomar partido por una escala
de valores que no provenga de una ciencia positiva.”174 Pero es necesario
tam bién recordar que, en U na ex trañ a derrota, Bloch no se abstenía de
juzgar y que, a riesgo de preconizar una visión gastada (e ilusoria) de la
historiografía com o ciencia “axiológicamente neutra”, estamos obligados a
reconocer que todo trabajo histórico también vehiculiza, implícitamente,
172 H enry R ousso, L a H a n tise du p a s s é , Textuel, París, 1 9 9 8 , p. 9 7 . Véase tam bién Éric
C onan, H enri Rousso, Vichy, un p a s s é qui n e p a s s e p a s , G allim ard, Paris, 1 9 9 6 , pp.
2 3 5 -2 5 5 .
m Friedrich Schiller, “R esignation", W erh e u n d B r ie fe , D eu tscher Klassiker Verlag, 1 9 9 2 ,
Tom o 1, p. 4 2 0 . Véase Reinhart K oselleck, “H istoria m agistra vitae”, in L e F u tu r p a s sé .
C on tribu tion á la sém a n tiq u e des tcm ps historiqu es, EH ESS, Paris, 1 9 9 0 , p. 5 0 ; y también,
para una actualización del problem a, Daniel Bensald, Qui est l e j u g e ? P o u r en fin ir av ec
le trib u n al d e l’H isto ire, Fayard, Paris, 1 9 9 9 .
1u Marc Bloch, “Uanalyse historique", A p o lo g ie p o u r l’h isto ire, Armand Colín, Paris, 1 9 7 4 ,
p. 1 1 8 . Edward H. Carr, W h at is H istory?, M acm illan, L ondon, 1 9 6 1 , cap. 1.
72
F.l pasado, insiruo:iiines di: uso
un ju icio sobre el pasado. Sería falso ver sólo arrogancia detrás del aforismo
hegeliano sobre la historia como “tribunal del m undo”. Pierre Vidal-Naquet
recuerda en sus memorias la impresión que le generó el fragmento sobreco-
gedor de Chateaubriand que atribuye al historiador “cuando, en el silencio
de la abyección, sólo se oye resonar la cadena de la esclavitud y la voz del
delator”, la noble tarea de “la venganza de los pueblos”. Antes de ser fuente
de una vocación, recuerda, ese deseo de redención y de justicia fue para él
“una razón para vivir”173.
La co n tribu ció n más lúcida sobre esta espinosa cuestión continúa
siendo la de Cario Ginzburg, en ocasión del ju icio a Sofri en Italia176. El
historiador, señala Ginzburg, no debe erigirse en ju ez, no puede em itir
sentencias. Su verdad -resu ltad o de su investigación- no tiene un carácter
norm ativo; sigue siendo parcial y provisoria, nunca definitiva. Únicam ente
los regímenes totalitarios, en los que se reduce a los historiadores al rango
de ideólogos y propagandistas, poseen una verdad oficial. La historiografía
no está nunca petrificada, porque en cada época nuestra mirada sobre
el pasado -interrogado a partir de nuevos cuestionam ientos, sondeado
a partir de la ayuda de categorías de análisis diferentes- se m odifica. El
historiador y el ju ez, sin em bargo, com p arten un m ism o objetivo: la
búsqueda de la verdad, y esta búsqueda de verdad necesita p ru eb a s. La
verdad y la prueba son dos nociones que se encuentran tanto en el centro
del trabajo del ju ez com o en el del historiador. La escritura de la historia,
agrega Ginzburg, im plica además un procedim iento argumentativo -u n a
selección de los hechos y una organización del relato- cuyo paradigma
sigue siendo la retórica de matriz ju d icial. La retórica es “un arte de la
persuasión nacido frente a los tribunales”177; es allí que, frente a un pú
b lico, se codificó la reconstrucción de un hecho en base a palabras. No
es un hecho despreciable, pero aquí term ina la afinidad. La verdad de la
ju sticia es norm ativa, definitiva y lim itante. Su objetivo no es com prender,
sino establecer responsabilidades, absolver a los inocentes y castigar a los
culpables. Comparada con la verdad ju d icial, la del historiador no es sólo
provisoria y precaria, es tam bién bastante más problem ática. Resultado de
una operación intelectual, la historia es analítica y reflexiva e intenta echar
175 Pierre Vidal-N aquet, M ém oires I. op. cit, pp. 1 1 3 - 1 1 4 (este fragmento ha sido extraído
de C hateaubriand, M ém oircs d ’ou trctom b e, La Pléíade-G allim ard, Paris, p. 6 3 0 ).
I7Í’ Cario G inzburg, II g iu d ice e lo sto r ico , Einaudi, T orino, 1 9 9 1 (tr. Fr. L e J u g e et I’H is
t o r ie n , Verdier, Paris, 1 9 9 7 , p. 2 3 ). [Hay traducción al español: E l j u e z y el h is to r ia d o r ,
M adrid, Anaya-M ario M u chn ik, 1 9 9 2 . (n. de t.)]
177 Cario G inzburg, L e J u g e et I'H istorien, op. cit., p. 16.
73
luz sobre las estructuras subyacentes de los acontecim ientos, las relaciones
sociales en las cuales están im plicados los hom bres y las m otivaciones de
sus a cto s178. En resum en, se trata de otra verdad, indisociable de la inter
pretación. No se limita a establecer los hechos, sino que intenta ubicarlos
en su contexto, explicarlos, a través de la form ulación de hipótesis y de la
indagación de sus causas. Si el historiador adopta, para retom ar una vez
más la definición de Ginzburg, un “paradigma in d ic ia r 1™, su interpreta
ción no posee la racionalidad im placable, mesurable e incontestable de
las dem ostraciones de Sherlock Holmes.
Los mismos hechos engendran verdades diferentes. Allí donde la justicia
cumple su misión designando y condenando al culpable de un crim en, la
historia comienza su trabajo de investigación y de interpretación, tratando
de explicar cómo es que se ha convertido en un criminal, su relación con la
víctima, el contexto en el que actúa, como también la actitud de los testigos
que presenciaron el crim en, que reaccionaron, que no pudieron impedirlo,
que lo toleraron o aprobaron. Estas consideraciones pueden reafirmar la
decisión de los historiadores que no aceptaron “testificar” durante el juicio
a Papón. Es admisible, a mismo título que las motivaciones de aquellos que
se rindieron a la convocatoria de los jueces. Lo hicieron para no sustraerse,
en tanto ciudadanos, a un deber cívico que su oficio hacía aún más im pe
rativo. Por un lado, su “testim onio” contribuyó a mezclar los géneros y a
conferir a un veredicto judicial el estatus de una verdad histórica oficial,
transformando una Corte en “tribunal de la Historia”. Por otro lado, pudo
esclarecer un contexto y recordar hechos que corrían el riesgo de permanecer
ausentes, tanto de las actas del ju icio com o de la reflexión que lo acompañó
en el seno de la opinión pública.
“Moralizar la historia”180: esta exigencia anticipada p o rjea n Améry en sus
oscuras meditaciones sobre el pasado nazi está en el origen de los ju icios aquí
evocados. Las víctimas y sus descendientes los vivieron com o actos simbó-
178 Lo que cond ucía a Georges Duby, quizás de m anera un poco prem atura, a escribir que
“la n o ció n de verdad histórica se ha m odificado [ ... ] porque la historia en lo sucesivo se
interesa m enos por los h echo s que por las relacion es” (L H isto ire con tin u é, O dile Ja co b ,
Paris, 1 9 9 1 , p. 7 8 ).
I7S Cario G inzburg, “Spie, radici di u n paradigm a indiziario", in M iti, em b le m i, spie.
M o r fo lo g ía e s t o r ia , Einaudi, Torino, 1 9 8 6 , pp. 1 5 8 -2 0 9 (tr. fr. M ythes, em b lé m e s, traces,
Flam m arion , Paris). (Hay tradu cción al español: M itos, e m b le m a s e in d icios: m o r fo lo g ía
e h is to r ia , B arcelona, G edisa, 1 9 8 9 . (n. de t.)]
180 Je a n Améry.J e n s e it s von S ch u ld und S ü h n e, K lett-C otta, Stuttgart, 1 9 7 7 (tr. Fr. F á r
d e lo le c r im e et le ch á tim en t, A ctes Sud, A rles, 1 9 9 5 ). (Hay traducción al español: M ás
a llá d e la cu lp a y la ex p ia c ió n . T en tativas d e su p e ra ció n d e una v íctim a d e la v io len cia ,
V alencia, Pre-textos, 2 0 0 1 . (n. de t.)]
74
licos de reparación. Además, luchan para que estos ju icios se lleven a cabo,
como lo hacen hoy, en Chile, los sobrevivientes de la dictadura de Pinochet
y sus descendientes. No se trata de identificar justicia con memoria, sino
que a menudo hacer justicia significa también hacer justicia a la memoria.
La justicia fue, a lo largo de todo el siglo XX - a l m enos luego de Nuremberg
o desde el caso Dreyfus- un momento importante en la formación de una
conciencia histórica colectiva. La imbricación de la historia, de la memoria
y de la justicia está en el centro de la vida colectiva. El historiador puede
operar las distinciones necesarias pero no puede negar esa imbricación; debe
asumirla, con las contradicciones que se derivan de ella. Charles Péguy tuvo la
intuición de ello durante el caso Dreyfus, cuando escribió que “el historiador
no pronuncia ju icios judiciales; no pronuncia ju icios jurídicos; se podría
decir: casi no pronuncia ju icios históricos; constantem ente elabora juicios
históricos; está en perpetuo trabajo"181. Podríamos ver aquí una profesión
de relativismo; en realidad, es el reconocim iento del carácter inestable y
provisorio de la verdad histórica que, más allá del establecim iento de los
hechos, contiene su parte de ju icio, indisociable de una interpretación del
pasado com o problema abierto antes que com o inventario clausurado y
definitivamente archivado.
181 Charles Péguy, “L eju g em en th isto riq u e”, (CEuvres, vol. I, “La Pléiade” G allim ard, Paris,
1 9 8 7 , p. 1 2 2 8 . Este texto está incluido en E Hartog, J . Revel (ed s), U sag es poli tiqu es du
p a s s é , op. cit., p. 18 4 .
75
IV. Usos políticos del pasado
La memoria de la Shoah como religión civil
causto funda así una especie de teodicea secular que consiste en rememorar
el mal absoluto para convencernos de que nuestro sistema encarna el bien
absoluto. En los días siguientes, durante una emisión de radio con mucha
audiencia de la mañana del domingo, un politólogo francés repitió varias
veces que “Auschwitz no era Guanlánamo”. Auschwitz no es Guantánamo:
esta insistencia en señalar un hecho evidente e incontestable provoca un inte
rrogante. Pareciera que, para algunos, la conm em oración de la liberación del
campo de Auschwitz sería una buena ocasión para mostrar que, en el fondo,
Guantánamo no es tan grave. No se trata de poner en igualdad Auschwitz y
Guantánamo, sino antes bien de preguntarse si, luego de Auschwitz, pode
m os tolerar Guantánamos y Abu Ghraibs, si no hay cierta indecencia en el
hecho de que sean precisamente los responsables de Guantánamo y de Abu
Ghraib quienes nos representan en una ceremonia dedicada a las víctimas
del nazismo. Por no hablar de Putin, el verdugo de los chechenos, que logró
la hazaña, en su alocución en Auschwitz, de no pronunciar jam ás la palabra
“ju d ío s”. El problema ya se había planteado, unos diez años atrás, durante
la guerra en la ex Yugoslavia. A quienes escandalizaba la com paración entre
Milosevic y Hitler, sin dudas excesiva, Marek Edelman, uno de los últimos
sobrevivientes de la insurrección del gueto de Varsovia, les replicaba que
Srebrenica era para él una “victoria postuma de H itler”182.
Sería sin dudas más fructífero tomar a las conm em oraciones del sexa
gésimo aniversario de la liberación de Auschwitz para iniciar una reflexión
crítica sobre el presente, intentando responder a los interrogantes que la
memoria de los campos nazis formula a nuestras sociedades. Horkheimer
y Adorno, los maestros de la Escuela de Frankfurt, habían intentado este
ejercicio, justo luego de la guerra. A contracorriente de la entonces visión
dominante que interpretaba al nazismo como la expresión de una recaída de
la civilización en la barbarie, veían allí el fin de una dialéctica negativa que
había trasformado a la razón de instrumento emancipador en instrumento
de dom inación y al progreso técnico e industrial en regresión hum ana y so
cial. Adorno definía el Holocausto como la expresión de “una barbarie que
se inscribe en el propio principio de la civilización”183. Contra la tendencia
tranquilizadora de ver al nazismo com o una legitimación en n egativo del
O ccidente liberal, estos filósofos lanzaron una advertencia severa. El totali
tarismo nació en el seno de la propia civilización, es su hijo. Esta civilización
78
F.l p:i5¡Jtlu. in s i r u c v i o n c s tic uso
IB4 Jü rg e n H aberm as, “C o n scien ce historiqu e et identité p o st-trad itio n n elle", É crits
p olitiq u es, op. cit., p. 2 9 4 . (Hay traducción al español: E n s a y o s P o lítico s , Barcelona,
Edicions 6 2 , 1 9 8 8 .
(n. de t.)]
79
Enzo T im v c im »
l8’ Zygm unt Baum an, M o d e m ity a n d th e H o lo ca u st, Polity Press, C am bridge, 1 9 8 9 , p.
1 1 4 (trad. fr. M o d e n ú lé et H o lo ca u s to , La Fabrique, Paris, 2 0 0 2 , pp. 1 9 1 -1 9 2 ). [Hay
trad u cción al español: M o d e rn id a d y H o lo c a u s to , Barcelona, Sequitur, 1.997. (n. de t.)]
186 G iorgio A gam ben, “Q u’est-ce qu ’un cam p?", in M oyen s s a n s fin , Rivages, Paris, 2 0 0 2 ,
p. 4 9 . [Hay tradu cción al español: M ed ios sin fin , Valencia, Pre-textos, 2 0 0 1 . (n. de t.)[
l!i' Federica Sossi, “Tém oigner de l’invisible”, in Catherine Coquio (ed .), L H isto ire trou ée.
N ég a tio n et tém o ig n a g e, LAtalante, N antes, 2 0 0 3 , p. 3 9 8 .
188 H annah Arendt, L es O rigin es du to ta lita r is m e, Q uarto-G allim ard, Paris, 2 0 0 2 , p.
598.
80
E l p a s a d o , i n s n i k c i o n i ~ ck us o
lflg Pierre Vidal-N aquet, M ém oires II. L e T rou ble et la lu m iére, La D écou v en e-Seu il, Paris,
1 9 9 8 , p. 10 7 .
81
Enzo Traverso
82
El pasado, insi rucdones de uso
193 D olf O ehler, L e S p leen con tre l’o u b li.Ju in 1 8 4 8 . B a u d ela ire , F la u b er t, H ein e, H erzen ,
Payot, Paris, 1 9 9 6 .
194 Véase Soph ie W ahn ich, L a L ib e r té ou la m ort. E ssa i su r la T errea r el te ter ro rism e,
La Fabrique, Paris, 2 0 0 3 .
83
Erizo Traverso
84
Hl pasado, instrucciones ele uso
1,7 Para una historia de este co n cep to, véase Enzo Traverso (ed .), L e T o ta lita rism e. L e X X
s ié c le en déb'at, Seuil, Paris, 2 0 0 1 .
198 Francis Fukuyam a, L a F in d e ¡'histoire et le d e m i e r h o m m e , Flam m arion , Pans,
1993.
I'w Frangois Furet, L e P a ss é d'une ¡Ilusión. E ssa i su r l’id é e d e c o m m a n is m c a u X X siécle,
Laffont-Calm m an-Lévy, Paris, 1 9 9 5 , p. 18. (Hay tradu cción al español: El p a s a d o d e una
ilu sión , M éxico, Fondo de Cultura Econ óm ica, 1 9 9 5 . (n. de t.)j
85
Enzo Traverso
86
El pasado, instruccioik\s de uso
87
V. Los dilemas de los historiadores
alemanes
La desaparición del fascismo
89
Enzo Traverso
205 E m st N olte, “Vergangenheit, die nich t vergehen w ill”, y Jü rg en H aberm as, “Ein Art
Schad ensabw icklu ng”, H ísto r ik er stre it, Piper, M ü nch en, 1 9 8 7 , pp. 3 9 - 4 7 y 6 2 -7 6 .
206 M artin Broszat, Saúl Friedlánder, “U m die ‘H istorisierung des N ational-sozialism us’.
E in B riefw echsel”, V ie r te lja h r e s h e fte f ü r Z eitg e sc h ic h te, 1 9 8 8 , n° 3 6 (tr. fr. “Sur l’histo-
risation du national-socialism e. É chan ge de lettres’’, B u llétin trim es tr iel d e la F o n d a tio n
A u sch w itz, 1 9 9 0 , n° 2 4 , pp, 4 3 - 8 6 ).
20/ K. M annheim , Id e o lo g ie , und U to p ie ( 1 9 2 9 ), Verlag Schu lte & Bulm ke, Frankfurt/M.
1 9 6 9 . pp. 1 3 0 -1 3 1 .
208 Véase U lrich H erbert, “D eu tsche und jü d isch e G esch ichtsschreibun g ü b er den H olo
caust”, in M. Brenner, David N. Myers (Ed .), J ü d is c h e G esch ich tssch reib u n g heu te. T hem en ,
90
1:1 pasado, instrucciones de uso
91
Enzo Tinvciáo
m odo inevitable que luego de haber sido uno de los vectores privilegiados
de la elaboración de una conciencia histórica y del surgimiento de un vasto
debate de sociedad sobre el uso público de la historia, la com unidad de
historiadores se viera obligada a dirigir su mirada hacia su propio recorrido
y a proceder, muy honesta y por ende dolorosamente, a su autocrítica. Ha
bía allí una com pleta identificación entre juez e historiador, en un proceso
en el que los historiadores se erigieron en jueces de sus ancestros y de su
propia historia.
Q uinto debate: la exposición sobre los crím enes de la W ehrm acht, or
ganizada por el Instituí für Sozialforschung de Hamburgo e inaugurada en
1 9 9 5 , tiene una larga y tormentosa historia cuya conclusión podríamos fijar
en 2 0 0 2 212. Resultado de un im portante trabajo de investigación, esta expo
sición quebró un lugar común anclado en la opinión pública alemana, según
la cual el ejército no habría estado im plicado en los crímenes del nazism o, y
para la cual la responsabilidad recaería de manera casi exclusiva sobre los SS
y la Gestapo. Apoyándose sobre un vasto material ilustrado de imágenes y
docum entos de la época, la exposición de Hamburgo mostraba, por el co n
trario, que el ejército había perpetrado numerosas masacres de poblaciones
civiles en la Unión soviética -especialmente en Ucrania y en Bielorrusia- y
en Serbia, y que había participado de la exterm inación de los jud íos. Había
estado en el centro de una guerra de conquista y de exterm inación contra
el com unism o, los pueblos eslavos, los jud íos y los gitanos, guerra que se
había radicalizado frente a la resistencia y que había rápidamente tomado
los rasgos de una guerra colonial y de una cruzada antisemita. Los millones
de jóvenes soldados que habían prestado servicio bajo el uniform e de la
W ehrm acht representaban al conjunto de la sociedad alemana, con la que
mantenían contactos e intercambiaban informaciones. Mostrar la implicancia
de la W ehrm acht en el genocidio de los jud íos significaba entonces demoler
el mito según el cual los alemanes “no sabían”.
Las feroces polémicas suscitadas por esta exposición alcanzaron su punto
culm inante en 1 999, cuando los detractores pudieron probar la presencia de
algunos docum entos falsos (cuatro fotos de crím enes del NKVD atribuidos
por error a la W ehrm acht) e im poner su clausura. Luego del trabajo de una
com isión de investigación independiente que rechazó cualquier alegato
de falsificación y de manipulación, la exposición fue finalmente reabierta
en 2 0 0 2 , expurgada de las fotos controversiales -una parte mínima dentro
213 In stituí für Sozialforschung (ed .), V erbrechen d e r W eh rm ach t. D ím en s io n e n des Ver-
n ic h tu n g h rieg es 1 9 4 1 - 1 9 4 4 , H am burger Edition, Ham burg, 2 0 0 2 .
2H Enzo Traverso, “La singularité d’Auschw itz. Problém es et dérives de la recherche
historiqu e", in C. C oqu io (ed ), P a r le r des cam p s, p e n s e r les g é n o c id e s, A lbin M ichel,
Paris, 1 9 9 9 , pp. 1 2 8 -1 4 0 .
215 Karl- D ietrich Bracher, Z eitg esch ich tlich e K on troversen . Um F asch ism u s, T otalitarism os,
D e m o k r a tie , Piper, M ü nchen, 1 9 7 6 .
216 Hans-Helm ut Knütter, D ie F asch ism u s-K eu le. D as letzte A u fg eb ot d e r d eu tsc h e n L in k en ,
U llstein, Frankíurt/M, 1 9 9 3 , p. 14.
93
F.nzo Traverso
217 W olfgang Kraushaar, “Die auf dem lin ken Auge blind e Linke. A ntifaschism us und
Totalitarism us”, L in k e G eisterja h rer. D e n k a n s tó s s e jiir ein e a n tito litá re L in k e, Verlag Neue
Kritik, Frankfurt/M, 2 0 0 1 , pp. 1 4 7 -1 5 5 .
218 Dan Diner, D as Ja h r h u n d e r t verstehen . E in u n iv er sa lh isto r isch e D eutung, Luchterhand,
M ü nchen, 1 9 9 9 . ,
219 R. K ühnl, D er F a s c h is m u s , Distel, Berlin, 1 9 9 8 .
220 W. W ipperm ann, F a sc h ism u s-th eo rien . D ie E n tw icklu n g d e r D isku ssion von den A n fan g
bis h eu te, Prim us Verlag, D arm stadt, 1 9 9 5 .
221 Jerz y W Borejsza, S c h u len d es H asses. F a s c h is tis c h e S y stem e in E u ro p a , Fischer,
Frankfurt/M, 1 9 9 9 .
222 E m st N olte, L e F a s c is m e d an s son ép o q u e, Ju lliard , Paris, 1 9 7 0 ; su interpretación
“h istó rico-g en ética” de totalitarism o se presenta en su correspondencia con Fran^ois
94
ni pasado, msi i acciones de uso
95
linio Traverso
223 Enzo Traverso. “Le totalitarism e. Jalo n s pour l’histoire d’un débat”, L e T ota lita rism e,
op. cit., p. 2 7 .
226 El historiador de Alem ania del O este, H erm ann W eber, estim a en 1 5 0 .0 0 0 el núm ero
de com unistas aprisionados bajo el régim en nazi, de los cuales 2 0 .0 0 0 habrían sido ejecu
tados (K o m m u n istisc h e rW id e rsta n d geg en d ie H itler-D ikta tu r, 1 9 3 3 .1 9 3 9 , G edenkstátte
d eu tsch er W íderstand, Berlín, 1 9 9 0 , p. 3).
22' S. .Friedlánder, “T he W ehrm acht and M ass Exterm ination of the Je w s”, en la obra
citada C rím es c f W a r , p. 23.
96
í:l p:is;ulo. instrucciones ele uso
228 M. Broszat, “Resistenz und W iderstand ”, N a c h H itler, C.H . B eck, M ü nch en, 1 9 8 6 ,
pp. 6 8 -9 1 . Para una presentación de este debate, véase lan Kershaw, Qu'est'-ce q u e le
iia z is m e? P ro b lém es et p e r s p e c tiv e s d'in terp rétation , Folio-G allim ard, Paris, 1 9 9 7 , cap.
8 . Para una critica del co n cep to de R esisten z, véase Saúl Friedlánder, M em ory, H istory
an d th e E x term in atio n o f th e J e w s o f E u rope, Indiana U niversity Press, Bloom ington,
1 9 8 3 , pp. 9 2 -9 5 .
2M T h eo d o r W A dorno, "Q ue signifie: repenser le passé?”, M o d e les critiq u es , Payot,
Paris, 1 9 8 4 , pp. 9 7 -9 8 .
97
Jíwzo Traverso
230 D an Diner, “A ntifaschitische W eltanschauung. Ein NachruP’, K r eisla u fe, Berlín Verlag,
B erlín, 1 9 9 5 , p. 9 1 . Para seguir la em ergencia del H olocausto en el centro del debate
de la historiografía de A lem ania del oeste, véase N icolás Berg, D er H o lo ca u s te u n d d ie
w estd eu tsch en H istorik er, op . cit., pp. 3 7 9 - 3 8 9 (acerca de la ausencia de focalización
sobre el H olocau sto po r las teorías del fascism o de los años sesenta).
231 É tienn e Frangois, “Révolution archivistique el réécriture de l’histoire: l’Allem agne
de l’E st”, in H enri Rousso (ed .), N a z is m e et sta lin ism e. H isto ire et m ém o ir e c o m p a r é e s ,
C om p lexe, Paris, 1 9 9 9 , p. 3 4 6 .
98
1:1 pasado, instrucciones de uso
232 Jü rg e n H aberm as, “C o n scien ce histo riq u e et id en tité p o st-trad itio n n elle", É crits
p o litiq u e s, op. cit., pp. 3 1 5 - 3 1 6 .
233 V éase la entrevista a Renzo De Felice in Ja d e r Jaco b elli (ed.), II fa s c is m o c gli sto r ici
oggi, Laterza, Bari-Rom a, 1 9 8 8 , p. 6. Para una puesta en paralelo del abord aje de Nolte
con el de De Felice, véase W olfgang Schieder, “Z eitgeschichtliche V ershránkungen über
E rnst N olte und Renzo De Felice”, A n n a li d e l l’Istitu to ita lo -g e r m a n ic o di T rento, 1 9 9 1 ,
X V II, pp. 3 5 9 -3 7 6 .
99
Enzo Traverso
234 George Steinm entz, “G erm án exceptionalism and the origins o f Nazism : the career
o f a co n ce p t”, in I. Kershaw, M. Lewin (ed s.), S ta lin ism a n d N a z ism . D icta to rsh ip s in
C o m p a riso n , Cam bridge U niversity Press, 1 9 9 7 , p. 2 5 7 .
100
VI. Revisión y revisionismo
Metamorfosis de un concepto
235 Entre las últim as obras im portantes dedicadas a este tem a, véase Valérie Igounet,
H istoire du rév isio n n ism e en F r a n c e , Seuil, Paris, 2 0 0 0 , Floren t Brayard, C o m m en t l ’id ée
vint á M. R a ssin ier, Fayard, Paris, 1 9 9 6 , y N adine Fresco, F a b r ic a t io n d ’un a n tisém ite,
Seuil, Paris, 1 9 9 9 .
236 Pierre V idal-N aquet, L es A ssassin s d e la m ém o ire, op . cit.
101
Rnz* •Traverso
102
1:1 |xis;ulo. ¡n>[m cdoiv¿ de uso
240 Sobre la proyección europea de este debate, véase Bruno Bongiovanni, "Revisionis
mo e totalitarism o. Storie e significanti”, T eo ría p o lític a , X III, 1 9 9 7 , n° 1, pp. 2 3 -5 4 .
U na parte de las piezas de este debate fueron reunidas por Henri W eber en Kautsky,
Luxem burg, P annekoek, S o c ia lism e , la v oie a c c id é n ta le , Presses universitaires de France,
Paris, 1 9 8 3 .
241 W alter Laqueur, H isto ire du sio n is m e, Calmann-Lévy, Paris, 1 9 7 3 (cap. V II, “Par le fer
et par le feu: Ja b o tin sk y et révisionnism e"), pp. 3 7 1 - 4 2 0 .
242 Sobre esta cu estión, véase, sobre todo, Edouard H usson, C o m p r en d r e H itle r et la
S h o a h , op . cit., (cap. III), pp. 6 9 -8 4 .
103
lim o Traverso
104
r.l pasudo, in iruedoncs do uso
La palabra y la cosa
3 3 - 6 1 ; C.G . C om ninel, R eth in kín g the F ren ch R evolu tion . M arxism a n d the R ev isíon íst
C h a lle n g e, Verso, L ondon, 1 9 8 7 .
248 Para una reconstrucción de co n ju n to de este debate, véase lian G reilsam m er, L a
N o íiv elle H is to ire d ’ls r a é l, Gallimard, Paris, 1 9 9 3 . En francés, véase Han Pappé, L a G u erre
d e 1 9 4 8 en P alestin e, op. cit.
2W N icolás W erth, “Goulag: les vrais chiffres", L H ístoire, 1 9 9 3 , n° 1 6 9 , p. 4 2.
105
Enzo Traverso
250 Jü rg en H aberm as, “Eine Art Schadensabw icklung. Die apologetischen Tendenzen in
der d eutschen Z eitgesch ichtsschreibun g”, H ísto rik erstreit, Piper, M ü nch en, 1 9 8 7 , pp.
6 2 - 7 6 (tr. fr. D evant l ’H istoire, Cerf, Paris, 1 9 9 0 ).
251 Frangois Furet, Ernst N olte, F a s c is m e et co m m u n ism e, op. cit., pp. 8 8 -8 9 .
252 Ernst N olte, “Vergangenheit, die nich t vergehen w ill”, H ísto r ik er stre it, op. cit., pp.
3 9 - 4 7 , y L a G u erre c iv íle eu r o p ée n n e 1 9 1 7 -1 9 4 5 , Editions des Syrtes, Paris, 2 0 0 0 .
106
F.l pasado, instrucciones de uso
107
'Unzo Traverso
23' Véase esp ecialm ente Robert J . Paxton, Leí F r a n c e d e Vichy, Editions du Seuil, París,
1 9 9 7 (ed. orig. 1 9 7 5 ).
23“ J . H aberm as, “De l'usage public de l’histoire", É crits p o litiq u es, op. cit., pp. 2 4 7 -
260.
239 Frangois Furet, L e P a ss é d'une ¡Ilusión, op. cit. Retom o esta critica de Daniel Bensaid,
Qui est le ju g e ? P ou r en fi n i r a v e c le Tribunal d e l ’H istoire, op. cit.
108
Cl pasado, ¡nsii iiccioncs de uso
109
Linio Traverso
262 K rzysztof Pom ian, “Storia ufficiale, storia revisionista, storia critica”, in M ap p e d el
N o v ec en to , Bruno M ond adori, M ilano, 2 0 0 2 , pp. 1 4 3 -1 5 0 .
110
Reseña bibliográfica y agradecimientos
París, ju n io de 2 0 0 5
111
Impreso por TREINTADIEZ S.A en diciembre de 2011
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Teléfonos: 4864-3297/4862-6294
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