propósito teológico del discurso de Josué es poner de manifiesto la actitud
divina reiterada hacia el pueblo de Israel: Dios ha manifestado su lealtad al pueblo desde el período patriarcal hasta la llegada a Canaán. El Señor, según la teología del libro de Josué que se reitera en esta sección final, ha sido siempre fiel, pero el pueblo no ha actuado con el mismo sentido de lealtad al pacto. Y esa actitud de rebeldía e infidelidad, que son características del pueblo desde sus mismos comienzos históricos, deben superarse para poder vivir en paz y mantenerse en la Tierra Prometida. De acuerdo con el pacto, Dios está firmemente comprometido a proteger y bendecir al pueblo, a la medida que los israelitas manifiesten compromiso y fidelidad al pacto.
Una palabra teológica adicional
Las lecturas en torno al período de conquista de la Tierra Prometida deben ser estudiadas con suma cautela y mucho cuidado hoy en día. Referente a estas narraciones es menester entender que se escribieron desde una perspectiva teológica, para destacar el cumplimiento de las promesas divinas que se habían hecho a los patriarcas y matriarcas de Israel. La interpretación adecuada de estas narrativas debe tomar en consideración la naturaleza simbólica del lenguaje religioso y su propósito teológico. Entender literalmente los relatos de la conquista de la Tierra Prometida nos presenta un desafío formidable, pues los cananeos que vivían esas tierras, según los relatos escriturales, fueron destruidos y aniquilados; en efecto, fueron ofrecidos ante Dios en sacrificio, como una ofrenda, fueron el herem, el anatema. Y una comprensión literal de estas hazañas riñe seriamente con el mensaje de Jesucristo, que se fundamente en el perdón y la misericordia, y destaca el diálogo, el respeto y la dignidad humana. El estudio cuidadoso de estos pasajes de violencia en los libros de Josué y Jueces, y también en otras porciones de las Escrituras, debe comprender que la revelación bíblica llega a su punto culminante en la figura de Jesús de Nazaret. De acuerdo con los Evangelios, Jesús revisó seriamente las antiguas tradiciones del pueblo de Israel y las reinterpretó a la luz del mensaje del amor y el perdón. Para Jesús, la violencia no era el camino para la solución de los problemas. La conquista de la Tierra Prometida es una narración que tiene el propósito de enfatizar que Dios es fiel a sus promesas, no es una especie de permiso para que la gente responda con violencia y hostilidad ante quienes se interponen en el camino del pueblo de Dios. Ni mucho menos debe servir de justificación para irrespetar los derechos humanos de personas y comunidades. Estas narraciones son de vital importancia en diversas partes del mundo donde se utiliza la Biblia para justificar la violencia, particularmente en el Oriente Medio, donde en la actualidad se libran diversas batallas políticas y militares. En medio del conflicto palestino-israelí, en ocasiones, utilizan las Sagradas Escrituras para justificar agresiones y justificar políticas de opresión, hostilidad, discrimen y ocupación. Referente a este tema, que es uno teológico, pero que a la vez tiene muy serias implicaciones políticas y sociales, es importante afirmar: no es la voluntad del Dios bíblico, que se caracteriza por la santidad y la justicia, discriminar diversos sectores de la sociedad. No fue, además, la intención de los escritores de las Sagradas Escrituras que se utilizaran sus libros para destruir comunidades y oprimir pueblos. No es adecuado ni pertinente, tanto desde la perspectiva exegética como desde la teológica, utilizar los textos bíblicos de la conquista de las tierras de Canaán para avanzar causas que manifiestan prejuicios, odios, discrímenes y resentimientos contra sectores minoritarios de la sociedad. Ni es espiritualmente sano usar las narraciones de la conquista para quitarle, en nombre de Dios o de la religión, las propiedades y tierras a ninguna comunidad del mundo.