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I. INTRODUCCIÓN
A través de la Historia del Derecho es posible comprender no sólo los logros
que esa disciplina ha puesto al servicio de la sociedad, sino también la
evolución de la sociedad misma.
Y es que, el sistema de administración de justicia y las leyes mismas son un
reflejo del grado de adelanto y democracia que ha logrado un pueblo y que
están condensados en lo que constituye la meta del Derecho: que la justicia
sea igual para todos los ciudadanos.
Este breve resumen de La Historia del Derecho Peruano , presenta un recuento
que abarca desde la época en que los pueblos de la antigüedad se regían por
normas no escritas, pero igualmente respetadas, hasta el momento presente
en que la potestad de administrar justicia la ejerce el Poder Judicial, a través de
sus órganos jerárquicos, de acuerdo a lo que establecen la Constitución y las
leyes.
II. El Derecho
2.1.- Etimología.- La palabra "derecho", viene del latín "directium", que quiere
decir dirección, lo dirigido, lo que va hacia un fin, lo recto. Los romanos
designaban al Derecho con el término "iu" que significaba ligar, unir, vincular,
constreñir. Se afirma también que ius proviene de las palabras latinas luvare
(ayudar) y iungere (uncir) o iungum (yugo), nombre de una madera que se usa
para unir por la cabeza a los bueyes que tiran de un arado, a fin de que camine
en forma recta o en curva, pero al unisono. En este sentido, la voz latina ius es
el antecedente de la expresión Derecho. Este término no ha dado origen a
ningún sustantivo en los idiomas modernos derivados del latín. En castellano,
la palabra Derecho significa lo mismo que "ius", aun cuando etimológicamente,
la palabra no viene de "ius", sino de "directium". En cambio "jus", ha dado
origen a adjetivos que se refieren al Derecho, tales como jurídico, justicia,
jurista, juez, jurisprudencia. Etc. lo curioso es que la palabra derecho, en todos
los idiomas modernos derivados del latín, proviene etimológicamente de
"directium" y nó de "ius". Así, Droit en francés, Direito en portugués, Diritto en
italiano, Rechts en alemán, Right en ingles. PECES BARBA nos dice que
también el verbo iubeo iubere, que significaba mandar, ordenar.
Para entender correctamente que es el derecho es necesario tener
previamente una idea de la relación entre sociedad y Derecho, puesto que las
relaciones humanas constituyen el contenido material del derecho.
Introducción
Poco sabemos de las culturas que habitaron los territorios de lo que después
fue el Imperio del Tahuantinsuyo, pero los historiadores concluyen que, aún sin
leyes escritas, existe una evidencia de la existencia de normas en las culturas
preincaicas, dado que sólo un sistema organizativo rígido pudo permitir el
desarrollo de majestuosas construcciones, técnicas agrícolas especializadas y
construcción de caminos. El respeto de las costumbres terrenas, que
estuvieron íntimamente unidas a creencias religiosas, fue una característica de
la vida de las culturas preincaicas.
Las primeras épocas de la humanidad están reflejadas en lo que fueron sus
relaciones con la naturaleza. En la primera etapa, afirman los estudiosos, el
hombre fue nómada y sólo se aprovechaba de la naturaleza en el aspecto más
elemental como era el de cazar animales que le proveyeran alimento o para
reunir cada día los frutos que la tierra espontáneamente producía. Se cree que
ellos no tenían aún noción de autoridad, ni justicia y que su relación con los
dioses era a través de las manifestaciones de la naturaleza.
Sistema de clases
La Familia
Además de la instrucción para la vida laboral, los niños y las niñas recibían
también educación musical y sobre diversas actividades artísticas. Desde
temprana edad se estudiaba la vocación, especialmente de los niños varones
para que cuando ellos fueran adultos se dedicaran al oficio que mejor pudieran
desempeñar, puesto que el trabajo especializado era una característica en la
sociedad incaica.
Los maestros de coro y de escuela del Imperio de los Incas
( dibujo: Guamán Poma de Ayala )
El Trabajo
Proceso Judicial
Los testigos eran admitidos en los juicios y ellos, antes de dar su testimonio
prestaban juramento por el inca y por sus dioses y eran severamente
castigados si incurrían en perjurio.
Había inspectores que comprobaban la correcta administración de justicia y
"lo hacían muy bien, sin sobornos, porque quien daba o recibía algo era muy
castigado por el Inca", según afirma el legista español Vaca de Castro en una
de sus crónicas.
En la aplicación de las sentencias se daba mucha importancia a la condición
social de los reos. Así, para castigar los delitos más graves, aquellos que
merecían la pena de muerte, mientras quienes formaban parte del pueblo eran
condenados a la hoguera o al despeñamiento, castigo que se llevaba a cabo en
actos públicos, los miembros de la nobleza eran decapitados en un acto
privado.
Según el historiador Jorge Basadre, el Derecho Penal en el tiempo de los incas
era draconiano y había frecuente desproporción entre el delito cometido y la
pena aplicada.
Pero, ¿de qué manera se llevaba a cabo en el imperio incaico el control de las
actividades de las autoridades y de los súbditos, para el cumplimento de las
cuáles había disposiciones precisas? ¿Bajo que condiciones se aplicaban los
castigos, dosificados, según la falta, estrictos en su cumplimiento y dictados por
autoridades que, según los testimonios, debían ser incorruptibles?
Algunos historiadores dicen que eran los "quipu" los instrumentos con los que
este sistema de control y contabilidad se realizaba, pero tienen reparos en dar
opiniones muy precisas sobre las características de un sistema judicial, que, sin
embargo, según los testimonios, existía y funcionaba.
Sin una legislación específica y amplia ¿hubiera sido posible organizar y
mantener el funcionamiento del imperio? ¿Hubiera sido posible mantener a una
población distribuída en un inmenso territorio cultivando la tierra, abriendo
caminos o levantando grandes construcciones en forma ordenada y colectiva?
¿Mantener una organización en los aspectos civil, militar y religioso implicaba
que existía una separación de poderes?
Los estudiosos de la Historia del Derecho no tienen respuestas precisas para
estas interrogantes, pero Jorge Basadre Ayulo dice que la defensa del orden
público, como el monopolio de los caminos; el manejo de las estadísticas que
hacían los quipucamayoc; la estricta seguridad militar y un extremo rigor penal
para cualquier intento de rebelión o subversión fueron normas o leyes de gran
ayuda para el gobierno del imperio incaico.
Añade Basadre que cabe hablar de normas jurídicas en el incanato, aunque
dado que éstas se mezclaban con elementos de tipo consuetudinario, religioso,
moral, económico y de jerarquías y que la autoridad del inca era absoluta, no
debe sobreestimarse el contenido del llamado Derecho Incaico.
Introducción
El nacimiento del Derecho Peruano debió ser simultáneo a la Declaración de la
Independencia, pero no fue así. Por razones diversas, entre ellas la
continuación de la lucha por la independencia, hasta muy avanzada la
República, la legislación, la enseñanza forense y la práctica jurídica y
contractual del Virreinato seguían rigiendo en el país.
Esto se debió también, a la accidentada etapa por la que atravesó el país
durante las primeras décadas de la República y a "la cascada de
constituciones", como llamó el historiador Jorge Basadre a las sucesivas
constituciones que iban dictando los gobernantes de turno.
"No fue con el último disparo de fusil en el campo de batalla de Ayacucho, que
desapareció todo vestigio de la vida colonial en el Perú", dijo el escritor Ricardo
Palma en una de sus tradiciones.
Y en efecto, los historiadores coinciden en afirmar que la sociedad peruana
que siguió a la ruptura con España, a pesar de haberse legislado prontamente
para dotar a la nueva república de un sistema judicial propio, no se distinguió
mayormente de la sociedad de la colonia, porque la estructura económica, las
jerarquías estamentales, las costumbres, creencias, convicciones y hasta las
leyes eran las mismas que antes de declararse la independencia.
Más aún, dice la historia que muchos echaban de menos las épocas pasadas
y que la intelectualidad republicana osciló durante largo tiempo entre la
añoranza del pasado y el anhelo de un futuro diferente.
Consecuentemente, luego de la independencia del Perú, en los primeros años
de la República, el Poder Judicial siguió aplicando las leyes heredadas de la
época de la colonia. Situación que, por otro lado, fue coincidente con la que
atravesaban los otros países de América que recientemente se habían
emancipado.
Muchos historiadores afirman que los países hispanoamericanos, luego de
casi cuatro siglos de haber sido colonia de España, recién comenzaron a
formular leyes con características propias hacia finales del siglo XIX.
Contradiciendo esos postulados, otros historiadores recuerdan que desde su
llegada al Perú, en Setiembre de 1820, hasta la instalación del primer
Congreso Constituyente en Setiembre de 1822, el Libertador General José de
San Martín, realizó una importante obra legislativa.
En lo referente al Derecho Público, los documentos más importantes con los
que se inicia la época republicana en el Perú, datan de un tiempo anterior a la
proclamación de la Independencia.
Sin embargo, el Reglamento Provisional de Huaura, del 12 de febrero de
1821, meses antes de proclamarse la independencia del Perú, fijó las primeras
reglas para la organización judicial del país y declaró como su objetivo "no
dejar en la incertidumbre y sin sistema judicial a las autoridades y expuestos
los derechos particulares a los riesgos de una jurisdicción indefinida".
Hay que recordar también que fue Bolívar, con la ayuda del insigne patriota
don José Faustino Sánchez Carrión, quien apenas apagados los ecos del
fragor de la Batalla de Ayacucho, con la que se consolidó definitivamente la
independencia del Perú, creó, el 22 de diciembre de 1824 la primera Corte
Suprema de la República, como la más alta instancia del Poder Judicial en el
país.
Anteriormente, el Libertador, siempre con el apoyo de Sánchez Carrión, el 26
de marzo de ese año, había creado la Corte Superior de Trujillo, ciudad a la
que distinguió y eligió como capital del Perú para efectos de su gobierno,
itinerante a causa de la guerra.
Actualmente, la administración de justicia en el Perú, goza de autonomía e
independencia y su gestión, regida por la Constitución y las leyes, está
encuadrada en el marco de la Ley Orgánica del Poder Judicial, dictada en
1993.
Uno de los más notorios cambios en las leyes vigentes hasta antes de la
proclamación de la República, fue la de eliminar el tributo personal que
pagaban los indios al Estado. Sin embargo, en la Constitución de 1826, se
restableció ese tributo, que solo fue abolido en 1854 durante el gobierno del
Mariscal Ramón Castilla, el mismo que también abolió la esclavitud a la que
estaban sometidos los negros traídos del Africa y sus descendientes.
Entre otras importantes disposiciones para el manejo legal y judicial del Perú, el
Reglamento Provisorio estableció la Cámara de Apelaciones de Trujillo,
instancia que fue abolida al convertirse Lima, en la capital del Perú y al crearse,
el 4 de Agosto de 1821, la Alta Cámara de Justicia que estaba compuesta por
un Presidente, ocho Vocales y dos Fiscales, uno para lo civil y otro para lo
criminal.
Además de las atribuciones que tenía la Alta Cámara de conocer de las
causas civiles y criminales, reasumía también las funciones judiciales del
Tribunal de Minería, que durante el régimen colonial tenía jurisdicción, tanto
administrativa como contenciosa, para todos los asuntos del ramo.
Prueba de la trascendencia de la Alta Cámara de Justicia, a la que sucedió
luego la Corte Suprema, fue el decreto dictado durante la Junta Militar presidida
por el General del Ejército, Juan Velazco Alvarado que, en agosto de 1971,
instituyó como "Día del Juez", el 4 de agosto, rememorando la fecha en que fue
creada por San Martín. Esa celebración se inició el año siguiente.
Al asumir, mediante el Estatuto Provisorio, las facultades legislativas y
ejecutivas para gobernar el país, San Martín prometió, en una muestra de
respeto hacia el Poder Judicial, que se abstendría de mezclarse "en el solemne
ejercicio de las funciones judiciarias, porque su independencia es la única y
verdadera salvaguardia de la libertad del pueblo".
En Abril de 1822 fue dictado el Reglamento Provisional para el régimen de los
Tribunales de Justicia en los departamentos libres, en cuya parte introductoria
decía que "la administración imparcial de justicia es el cumplimiento de los
principales pactos que los hombres firman al entrar en sociedad". Agregaba
ese documento que "los gobiernos despóticos no existirían sobre la tierra, por
más depravados que fueran los que dirigen la fuerza pública, si pudiesen
preservarse del contagio, los que administran justicia".
La Primera Constitución
Dr. Manuel Pérez de Tudela
r. Nicolás de Aranivar
Estaba también entre los constituyentes, don José Faustino Sánchez Carrión
quien, posteriormente, fue nombrado por Bolívar como Vocal de la Corte
Suprema, cargo que, por razones de salud, nunca llegó a ejercer.
La Constitución, que realmente no llegó a regir a plenitud, debido a la
continuación de la lucha entre patriotas y realistas y luego por los poderes
otorgados a Bolívar, establecía que las principales funciones del Estado,
estaban divididas entre el Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo y el Poder
Judicial, ninguno de los cuales podría ejercer, jamás, ninguna de las
atribuciones de los otros dos.
Especificaba ese documento que, el Poder Judiciario, como lo llamaba, debía
ser ejercido exclusivamente en los tribunales de justicia y juzgados subalternos,
"en el orden que designasen las leyes" y establecía una Corte Suprema de
Justicia en la capital de la República.
Consolidada en forma definitiva la independencia del Perú, el Libertador Simón
Bolívar dictó el Decreto Supremo del 19 de Diciembre de 1824, que declaraba
establecida la Suprema Corte de Justicia.
La primera Suprema Corte de Justicia, como la denominó el decreto que la
creara, se instaló el 8 de Febrero de 1825.
Cascada de Constituciones
La Corte Central
La Reincorporación de Tacna
La Constitución de 1933
Introducción
Múltiple fue el origen de las leyes que rigieron las sociedades de la Colonia, en
las que, inicialmente, poco o ningún derecho asistía a los habitantes de las
tierras conquistadas. Esta situación fue evolucionando muy lentamente, a lo
largo de los más de tres siglos que duró la Colonia y de ello queda constancia
en innumerables documentos que recogen tanto los testimonios e influencia de
quienes defendían los derechos de los indígenas, por considerarlos "seres
humanos", como los de aquellos que afirmaban lo contrario.
Las leyes, muchas veces contradictorias y abusivas en lo referente a los
derechos de los indígenas , venían de un reino convulso, fracturado también
por las sucesivas invasiones a sus territorios , por lo que al juzgar esa época y
los excesos cometidos por los conquistadores, bien podría tenerse en cuenta lo
que dijo algún historiador: "Culpa fue del tiempo, no de España".
Dicen los estudiosos de la Historia del Derecho en el mundo, que las primeras
leyes del nuevo sistema legal que regiría en las Indias fueron las concesiones
que se hicieron a Cristóbal Colón, aún antes de que él llegara a las tierras de
América.
Esos dispositivos estaban contenidos en la Capitulación de Santa Fe de la
Vega de Granada, que era un documento, suscrito en Abril de 1492, en el que,
en cinco capítulos diferentes, se habla de la futura soberanía de Colón en las
tierras conquistadas y a través de leyes, provisiones reales, cédulas reales,
ordenanzas reales, instrucciones, decretos, autos y mandamientos de
gobierno, se le dio títulos, mercedes y franquicias patrimoniales.
Al regreso de Colón a España, en 1493, a la Capitulación de Santa Fé se le
añadieron instrucciones sobre las normas a las que se debía sujetar su
segundo viaje y sobre la forma de gobernar, fijar la administración, el sistema
judicial y el régimen económico al que debían estar sujetos los indígenas.
Aunque a Colón se le recortaron algunos de los privilegios que inicialmente le
fueron otorgados, muchos de ellos fueron conservados por su hijo Diego,
quien, para algunos historiadores, por el gran poder del que gozaba, fue el
primer Virrey que tuvo la Corona Española en tierras de América, aún sin
habérsele dado oficialmente ese título.
Fue ese mismo año, 1493, que el Papa Alejandro VI, a través de las Bulas
papales, otorgaba los nuevos territorios a España, a cambio de que se
procediera a la evangelización de los indígenas, lo que convertía a las tierras
del Nuevo Mundo en un pago por el servicio específico de evangelizar a los
“infieles” .
Quizá por eso, fue el problema de la evangelización, el más grave e surgido en
los primeros años de la Colonia, pues mientras había disposiciones que
ordenaban proteger la vida y los derechos de los pobladores de los territorios
conquistados y que castigaban los excesos cometidos contra ellos por los
conquistadores, eran las mismas autoridades las que ejercían violencia contra
los aborígenes cuando se negaban a adoptar las creencias religiosas que les
predicaban los españoles o cuando eran sorprendidos en las prácticas de su
antiguo culto, que los nuevos gobernantes consideraban idolatrías. Mientras
tanto, la conquista y colonización de los nuevos territorios se había convertido
en un negocio privado. Ya no era la Corona Española la que financiaba los
viajes sino que era, simplemente, la que otorgaba los permisos de viaje a los
grupos de personas que acreditaran que podían solventar los gastos y llegar a
América para seguir expandiendo las nuevas tierras del reino.
Eso trajo consigo nuevos y mayores abusos que eran cometidos por los
nuevos conquistadores contra los indios, a los que se les imponía grandes
tributos, se les obligaba a cultivar la tierra y a realizar trabajos de toda índole,
sin recibir pago ninguno y en condiciones casi de esclavitud. Eso sucedía
porque, quienes habían invertido sus propios bienes en la aventura de cruzar
los mares para llegar a tierras desconocidas y, en otros casos habían contraído
deudas para lograrlo, no tenían otro afán que el de ser ricos, para ascender en
la escala social y para tener poder.
Llamado por los historiadores “el apóstol de los indios”, Bartolomé de las Casas
era hijo de don Pedro de las Casas, español que ya se encontraba en América
y era dueño de tierras cuando su hijo llegó, en 1502.
Se dice que Fray Bartolomé de las Casas fue el primer sacerdote que dijo su
primera misa en el nuevo mundo, porque poco antes de viajar se había
ordenado de presbítero.
En los primeros tiempos de su permanencia en América, desempeñó el doble y
contradictorio rol de sacerdote y colono, pues tenía una “encomienda”
heredada de su padre.
En su calidad de miembro de la orden religiosa de los frailes dominicos, De
las Casas estuvo entre los españoles que por orden de Diego Colón, habían
ido a poblar Cuba y en esa ocasión, recibió de manos de Diego Velásquez, el
jefe de la expedición, un buen “repartimiento de indios” o sea un gran número
de indios que trabajaban para él.
Sin embargo, él insistía en que no había ninguna contradicción entre ambas
posiciones, pues si bien los nativos trabajaban para él, recibían un salario y un
buen trato.
Criticando esa actitud, sus detractores decían que fue un sentimiento de culpa,
el que, años más tarde, en 1515, devueltas ya las “encomiendas”, lo que lo
llevó a defender tan ardorosamente a los pobladores nativos de América.
Sus alegatos, para difundir los cuales usó muchas veces “la prensa” o sea
panfletos impresos en la recién inventada imprenta, dieron origen a la causa y
a la doctrina “Lascasista”, en las que se enrolaron todos los que defendían los
derechos de los indígenas, los cuales, a pesar de las prédicas y las leyes
dictadas a su favor, seguían siendo materia de explotación y de malos tratos.
De las Casas no había seguido estudios universitarios, como muchos de los
otros sacerdotes y juristas que se encontraban en América al mismo tiempo
que él. Era audodidacta, pero sus continuas lecturas, sus viajes y el conocer de
cerca la realidad de los indígenas le daban conocimientos suficientes como
para defender firmemente su verdad.
Por sus ideas libertarias y por su tenacidad en defenderlas, De las Casas ha
sido comparado con Jean Jacques Rousseau, literato y filosófo suizo que,
siglos más tarde pregonó que el primer derecho del hombre era el de ser libre.
En su “Discurso sobre el origen de la desigualdad”, Rousseau, preconizaba,
como lo hizo De las Casas, en la América colonial, que era la sociedad la que
corrompía a los hombres.
De las Casas ejercía la defensa de los indígenas en dos frentes: en el aspecto
de la evangelización, que él consideraba necesaria para la superación
espiritual de los nativos y en el de la asistencia en el plano material, que él
consideraba que debía realizarse con la intervención de los poderes públicos.
En uno de sus pronunciamientos a favor de los indios, dijo: “Toda intervención
de un pueblo desarrollado en los asuntos de uno menos desarrollado, ya sea
con fines de ayuda material, para hacerle cambiar de religión o de ideologías
que se consideren erróneas, debe estar condicionada al absoluto respeto de
las creencias ancestrales de dicho pueblo”.
Aún sin tener conocimientos especializados, guiándose solamente por el
principio que regía su vida que era una oposición resuelta a todo tipo de
violencia, De las Casas fue uno de los precursores del Derecho Indiano en el
aspecto del respeto a los derechos humanos de los más desvalidos.
El gran debate
El debate sobre los derechos de los indígenas llegó a su punto mayor entre los
años de 1550 y 1551, cuando el jurista Juan Ginés de Sepúlveda y Fray
Bartolomé de las Casas se involucraron en una larga y ardorosa discusión
pública acerca de la condición de los indígenas y de los derechos que les
correspondían.
En España, a través de diferentes foros, Ginés de Sepúlveda manifestó en ese
entonces que los indígenas eran seres “intermedios” entre los hombres y las
bestias y que debía doblegárseles por la fuerza, puesto que al ser una raza
inferior, habían nacido para ser dominados.
Al sostener sus postulados, el jurista español se refirió, inclusive, a la teoría
de Aristóteles, que, a finales del siglo III a. C, basándose en los estudios que
había hecho sobre anatomía comparada y sobre la clasificación de diversas
especies animales, proclamaba la servidumbre natural de algunas personas y
manifestaba la necesidad de emplear los métodos más violentos para doblegar
a los indígenas, si ellos oponían resistencia a las leyes que les imponían los
conquistadores.
En cambio De las Casas, quien por ser un antiguo “encomendero, conocía
muy de cerca la realidad indígena a diferencia de Sepúlveda quien nunca llegó
a América, resaltaba la vigencia plena de los derechos civiles de los
aborígenes, así como sus virtudes inherentes a todo ser humano y que eran
mayores aún por no estar ellos contaminados con los adelantos de la
civilización.
Resaltó también Fray Bartolomé de las Casas, la organización del imperio y la
notoria prosperidad material que los españoles habían encontrado en esas
tierras cuando llegaron, lo que, según él, evidenciaba la inteligencia y habilidad
de los nativos.
Este áspero debate, nuevamente, llegó a la Corte Española y los teólogos
estudiaron ambas posiciones y también, luego de largos debates y
disquisiciones, dictaminaron que los indígenas eran seres libres, que debían
ser instruídos en la fe cristiana y que, a pesar de que podían ser obligados a
trabajar, se les tenía que dejar tiempo libre para su instrucción. Decían además
los teólogos, que los indios tenían derecho a tener casa y tierra propia y que se
les debía dar un pago por su trabajo.
Estas conclusiones fueron plasmadas en leyes que, según algunos, daban
privilegios a los indios, pero De las Casas fue uno de sus más ardorosos
opositores por considerarlas injustas y discriminatorias.
Años antes, entre 1542 y 1543, en España se habían dado las Leyes Nuevas
para el gobierno de las Indias, las mismas que suprimían el otorgamiento de
nuevas “encomiendas” y la prórroga de las ya existentes y castigaba con penas
severas a quien injuriara, hiriera o matara a un indio.
La medida que trajo como consecuencia una rebelión de los encomenderos,
no mejoró la condición de los indios que vivían en situación deplorable y no
contaban con instancias judiciales ante las cuales pudieran hacer valer los
derechos que les daban las leyes españolas, pero que en la realidad eran
inexistentes.
Los principales reclamos de los indios estaban referidos a la posesión de sus
tierras y al trabajo obligatorio al que estaban sometidos, pero la justicia
existente en ningún caso les dio la razón.
Con el incremento de la población, con los problemas que a medida que
transcurría el tiempo se iban suscitando y que requerían de estudio y de
solución, en la sociedad hispano americana aparecieron, claramente
diferenciados del clero, ocupando un lugar importante en la jerarquía social, los
letrados. Escribanos, juristas, oidores, consejeros de la Cancillería y jueces,
llegaban procedentes de importantes universidades europeas, en busca de
poder y fortuna.
Fueron los hermanos Illán y Benito Suárez de Carvajal, quienes junto a
Antonio de la Gama, llegaron al Perú poco después de la llegada de Pizarro,
los primeros legistas que ayudaron al conquistador a gobernar en las tierras
bajo su mando.
A la muerte de Pizarro, otra delegación de legistas llegó al Perú. Entre ellos
estaban Cristóbal Vaca de Castro y Pedro de la Gasca, quienes venían de
España provistos de una sólida formación universitaria y decididos a asumir
funciones políticas y a sentar las bases de la jurisprudencia en las tierras
españolas de ultramar.
En 1543, luego de que la rebelión de Diego de Almagro contra Francisco
Pizarro tuviera como consecuencia la muerte de éste, por decisión real se
instaló en el Perú, el Virreinato, instancia real encargada de ejercer el gobierno
y de administrar justicia.