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NTOLOGÍA
LA L OCURA
1
Kawel Kelun editores
(luego Creditos:)
Antología de la Locura
Autor: Miguel Edwards Rosas
Edición y coordinación:
René Acevedo y Fesal Chain
Diseño Interior y Portada: Jorge Pavéz
Diagramación: Liliana Quevedo R.
Ilustraciones: Ignacio Briceño Palma
2
Agradecimientos a los
enfermeros y médicos del
Hospital Salvador Psiquiátrico
de Valparaíso por su
colaboración en esta obra.
Repudio a la Corporación
Carlos Bresky de Salud
Mental por su nula
colaboración en esta obra, a
pesar de habérseles
solicitado ayida con tiempo.
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4
Dedicado a: los locos que saben
cuidar su libertad, a los locos
que no saben y están en prisión o
en los psiquiátricos.
5
6
Indice
Prólogo ................................................................... 9
Danilo Pantescu Zapata ........................................ 11
Ximena Rivera ...................................................... 15
Luis Alejandro Jamett ............................................ 23
Yuri González ........................................................ 31
René Martínez Araus ............................................. 35
Alejandro Pérez .................................................... 39
Manuel Carreño C. ................................................ 43
Oscar Dollenz Rivas .............................................. 49
Oscar Farías Assen............................................... 55
Luis Alberto Franke ............................................... 61
Freddy Zeballos .................................................... 71
Rodolfo Subiabre Jarpa ........................................ 79
Luis Coello Coello ................................................. 85
Eduardo Sanfurgo Lira .......................................... 91
Marcela León Ramírez .......................................... 97
Alex Rodrigo de la Sierra .................................... 103
Ignacio Briceño Palma .........................................111
7
8
PRÓLOGO DEL AUTOR
9
10
Danilo Pantescu Zapata.
Equizofrénico paranoico.
Recluido en el Instituto Herbitz de
Santiago y anteriormente una
estada en la cárcel de casi dos años.
11
me recibió, y ya basta, o vuelvo a matar, y usted es
responsable.
Yo soy la muerte.
A María Mónica Araya, esposa de Antonio Oneto
(PPD) entregué un cuaderno con una carta dirigida a
usted, con aspectos de mi vida, espero que la haya
recibido.
Yo soy ANTICRISTO O ANTECRISTO (el que
prepara el camino).
Solicito me venga a ver a la brevedad posible, o
me traslade a otro lugar.
Son los últimos tiempos, si no me hace caso...
¡Que Dios la Maldiga!
He dicho.
Zaratustra
----0000----
SOY AVATAR
Profecías
- Violencia racial en el mundo.
- Terrible guerra entre China y la India
La tercera guerra mundial, iniciada en 1947, no
ha finalizado.
Estamos en el Apocalipsis, Jesucristo viene
por segunda vez y se inicia la era del Aquario. El comu-
nismo chino debe caer, India triunfará a lo Pirro.
De la humanidad todos no sois más que
sepulcros ambulantes muertos en espíritu.
Soy el «criminal» más despiadado y peligroso de
esta cárcel y del mundo. YO SOY.
12
Solicito entrevista secreta con PINOCHET.
Ustedes no aman la justicia, aman el sucio dinero.
El Tigre sabe el momento de volver a matar, si
ustedes no me escuchan.
Yo Soy: - profeta
- guerrero
- juez y verdugo
- artista
- historiador
- jardinero y agricultor.
TODO MENOS
Ladrón u homosexual.
Yo Soy presencia de Dios en la tierra.
Dios no es tan sólo como Jesús, sino también
TAMERIAN O SHAKA
13
Ximena Rivera.
Esquizofrénica.
Vive en un hogar donde le
proporcionan los medicamentos y la
comida a sus horas.
Seudónimo: Noemí Vidal.
1
No basta el recuerdo de los 5 días que le
precedieron
no basta mi presencia ni la medianoche
ni la esperanza siempre
no basta, sabemos que no basta
que los hijos son otra cosa siempre
14
Fui con hojas resecas a visitarla
fui con hojas siempre
hojas heladas, hojas verde olivo
hojas, hojas llenas de códices
fui verdad solitaria
y sola.
15
2
Recuerdas, mi niña, la tarde de Santiago
ese momento, esa desdicha,
esos golpes que escuchamos como un plaf
en el cuerpo de la desconocida.
Mi recuerdo, Valeria, la convierte en
historia
en guión, en argumento
pues ese cuerpo persiste en mí
como la costra de cemento
que soporta la tierra que esparcimos
y que ahora dibujamos para representar
otras historias.
16
3
Valeria está dormida
sus pensamientos están dormidos
Valeria está dormida
sus piernas y sus pies están dormidos.
17
y él me ha dicho que tome lo que quiera
como ejemplo en mis escritos
y yo entonces he alargado mi brazo en la
butaca
y he tomado el obstáculo mayor que es su
mirada
del mismo modo que el obstáculo mayor
son mis escritos
los cuales no me han impedido
que yo tome como obstáculo mayor a su
mirada
pues el mal de mi cabeza
no puede impedir que tome el obstáculo
mayor
como son tu mirada y mis escritos.
18
yo no he retirado el mal
yo no lo he puesto fuera.
Yo no he separado el bien del mal
yo no te he separado de mí, Valeria
no me he separado de tu cabeza
de tu nariz
de tus ojos
de tus oídos
nada más mi mano fue alargada en la
butaca
nada más que la película de Coppla no
tiene fin.
19
4
Valeria llega a la rotonda
con la manía del zoológico en la cabeza
y la promesa que va y viene
de zapatones y dulces
dentro de su alma.
20
5
Dice, el especialista, que mis sueños de
dormida
al igual que mis sueños de despierta
no son míos verdaderamente
son algo agregado a mí
son tránsitos, dice
quizás pleitos que uno tiene con el pasado
y el monótono espectáculo
de bardos melodiosos
que hechizan a la multitud atenta.
21
Luis Alejandro
Castillo Janett.
20 años
Drogadicto (tomaba Ziprepol).
En tratamiento psiquiátrico
Especialmente irreal
22
Vulnerable a cualquier ataque
amaba la soledad llegando
a ser muy apartado,
pues su gran amor por sí mismo
lo llevó a ignorar a los demás.
23
Su gran imaginación, sus
condiciones poéticas y su gran
amor por la música, su sensibilidad
por la desgracia.
Pocos le conocieron,
él se encargó de apartar
a los seres que ponían
en peligro su forma de vida.
24
Dejen
25
Emociones profundas
En el fondo de la depresión y
la angustia brillaba la luna
hasta que la dulce sonrisa de la niña
llenó por completo la triste
existencia de aquel moribundo
Antes de marcharse alzó la vista
y poco a poco se fue marchando al infinito.
Al cesar el llanto
cobró vida una distante mirada
reflejo del abandono y miedo
que hacían presa de la niña.
26
No tuvo más que algunos sueños
a los cuales logró aferrarse.
No compartió mucho con los demás.
No hizo muchos amigos.
Sólo conoció la triste realidad
de un puñado de seres
que se autodestruían por sólo dinero.
27
El destino se encargó de mostrarle el
camino
duro de la vida
y buscó en las drogas todo lo que
la vida le negó.
Se volvió duro y frío como la nieve
llegando a ser malvado.
Su pasar iba en decadencia,
su autoconsumo lo destruyó.
Al final se marchó,
las drogas le quitaron la vida,
las sobredosis acabaron su existencia.
28
Yuri González.
Soldador/sin oficio estable
Esquizofrénico.
Hoy
29
dónde... dónde si ya todo estará allí.
Como en un refugio me quedaré a esperarte.
30
Mar
31
Y
32
René Martínez Araus.
Enfermero Universitario
Hospital Psiquiátrico Valparaíso.
«Iorana»
(Cuento breve de la vida real)
33
seguridad debe haber tenido aburrido a medio mundo
con su conducta, sumamente disruptiva. Al fin la comu-
nidad isleña logró, orden judicial mediante sacárselo de
encima y tal vez por ello descansar, ojalá para siempre,
de sus latrocinios.
Un poeta aficionado describió, en parte de unos
versos premiados una visión de su drama:...«Viejo y fla-
co / y tal vez un poco loco / se moría poco a poco / en el
«conti», Juan Tehave. / Expulsado de su isla / su TeHe
Pito Nua / por un juez asaz severo / que no supo perdo-
nar / sus traviesas tropelías / Haragán ladronzuelo / no
acababa de entender / el porqué de su destierro...»
En verdad este destierro, este exilio, a poco mi-
rar aparecía como cruelmente patético. Por más que
uno se pusiera del lado de la comunidad isleña y, bien o
mal, acatase la determinación judicial, no podía dejar
de conmoverse con este pascuense violentamente des-
arraigado de su entorno, como planta tropical en clima
frío. Así es como surgieron en la comunidad hospitala-
ria algunas voces, no muchas a decir verdad, que mani-
festaron su indignación por la situación y que por dife-
rentes considerandos, teóricos, humanitarios, psicoló-
gicos, etc., proclamaban que este desarraigo tan lesivo
para Juan Santísimo no podía ser eterno y menos aún
basado en la voluntad omnipotente de un juez que, has-
ta podía estar equivocado.
Así las cosas, mal que mal, Juan se iba adaptan-
do, haciendo amigos, ingeniándoselas para sobrevivir,
por ejemplo bailando y cantando «Sau-sau» para las
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visitas por unas moneda o cigarrillos o intercambiando
saludos en su idioma nativo con algún funcionario bien-
intencionado: «laorana», «maururu», «marenco paka»,
etc. Es más, llegó a establecer una platónica relación
con una paciente limitada. Fue ese tipo de atracción
bioquímica-magnética casi inexplicable y por lo mismo,
inevitable. Se buscaban frecuentemente para permane-
cer juntos unos minutos casi sin hablar. Las más de
las veces era ella quien lo buscaba no importaba
la hora ni la condición en que estuvieran ambos. No era
raro verlos juntos estando uno de ellos con una conten-
ción ambulatoria. Pero esta «felicidad» también fue efí-
mera para Juan. Su amiga fue dada de alta y nunca más
se le conoció pareja alguna. Deambulaba, limosneaba
pese a prohibiciones y multas por ello; sustraía comida,
en más de alguna oportunidad se fugó y regresó bebi-
do. Poco más o menos, llevaba a cabo las mismas con-
ductas que causaron su destierro y su eventual rehabili-
tación se veía realmente con tan mal pronóstico como
su destino futuro.
35
De un día para otro, apareció su familia y, a la luz da una
herencia, una sucesión y una partición de tierras, Juan
Santísimo Teave DEBlA VOLVER A SU ISLA ... condi-
ción «sine qua non» para que tal repartición tuviera lu-
gar. Debe haber sido un asunto muy importante puesto
que se saltó olímpicamente la resolución judicial, la pa-
labra sacrosanta del juez, y cualquier otra disposición y,
en un plazo sumamente breve, Juanito VOLVIO A SU
ISLA...
SUI GENERIS
36
Alejandro Pérez.
Escritor, sicólogo.
Siconeurólogo.
La silla vacía
Somos lo que somos y los sentimientos que encarna-
mos. Sin embargo, nos avergonzamos de ello. No nos
gusta vernos derrotados. No nos gusta mostrarnos en
bancarrota. Después de caer y volver a caer, de errar
sin sentido golpeando puertas, seguimos la tabla de
salvación, aunque el acierto sea esquivo, lo que alimen-
ta es la esperanza del hallazgo. Así somos. Ojos, oídos,
manos y piel mendicantes que reciben cualquier miga-
ja. El entorno se encarga de proporcionar todos los da-
tos con los que estructuramos nuestro weltanschaung.
Recibimos pasivamente. Nos entregan una idea de lo
que es amor, conducta cívica, valores, y según eso or-
denamos la existencia. Pasamos por normales. Por to-
das partes se nos exige que seamos normales. No te-
nemos elección. Desorientado, ha vagado por el desier-
to del insomnio reventando espejismos, alucinando un
enorme incendio que consume a Valparaíso, agobiado
por las interrogantes. ¿Qué culpa tiene el mundo si su-
fro estas alteraciones, el dolor síquico que me aleja del
mundo que quiero? No entiendo. Muchas veces me veo
atrapado por la ilusoria convicción de saber algunas
cosas. A veces estoy convencido de que nunca podre-
mos saber si alguna vez sabremos alguna cosa. Vérti-
go absurdo. He tocado fondo en la tormenta.
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Cuando el doctor me dijo que estaba de alta, que
podía irme, me di cuenta de que no sabía cuánto tiem-
po había estado internado en el manicomio. ¿Una se-
mana? ¿Dos? ¿Un mes? Transcurre. Sucede. Se des-
gasta. El facultativo, el sacerdote de rituales de la men-
te, agregó que había hecho bien en acudir, que había
sido un paso a mi favor. La tabla de salvación, tal vez.
El entorno de El Salvador se compone de pabello-
nes, las salas de los sueños, los electroshocks, patios
con vista al mar, una cancha de basquetbol, el mundo
que viste de riguroso blanco, y el de los que portamos
algún calvario síquico confinados ahí para que se sepa.
Los medicamentos diluyen el sentimiento del aban-
dono, te alejan del dolor. Te acercan a otras reglas. Acep-
tas jugar. Estás bajo el yugo de otro idioma: el reino in-
terior conquista la identidad íntima y la oculta. En El
Salvador, la tele es la única conexión con los demás.
Todas las ventanas tienen rejas de jaula. La bestia ace-
cha. No deja dormir. Despide ese olor. Las paredes res-
piran. En la noche, los pasos en la puerta, las llaves del
baño. Los ratones en el techo. En el día, dormirse mi-
rando el mar, sentado en una piedra. Llevaba una niña
en brazos. La Puchita jamás dejaría de pedir un cigarri-
llo, pero nunca interrumpía el sueño de otro paciente.
Comunión de ángeles insomnes, caídos en desgracia.
Hay otra vida cuando cerramos los ojos. Voy a la deriva.
La trayectoria del naufragio parece multiplicarse en el
horizonte. ¿Qué profundidad tiene la desesperación?
Un hijo en el más allá. La Puchita se acerca a su muerte
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con fruición: ella quema su vida tragando aire cálido.
Veo un rostro a orillas de Las Torpederas. Hago el amor
en Las Torpederas. Estoy suspendido hundiendo visio-
nes, la danza en la playa, en el techo, en el aire. Está en
alguna parte. Yo soy él. Ven, estoy adormecido, no mo-
lesto, ni lloro. Mami traspasa pesadillas vía láctea-alco-
hólica, ella no siente el dolor “sólo sangra”, fue apenas
un pinchacito a la vena. Tú eres él, no te asustes, sólo la
muerte acecha. Yo soy un fantasma, sólo asusto a la
gente: no hago daño. Nosotros, tú y yo, ebrios en reali-
dad, tropezamos en el mismo crimen. Confesiones, in-
yecciones, apariciones, sensaciones, contradicciones,
incriminaciones, traiciones, acusaciones, sanciones.
Babel eterna entre tú y yo, que no nos distinguimos del
origen, encerrados. El laberinto es real. Lo soñé. Otro
que sueña ahora. Las olas me arrastran. Navegaciones.
Habitaciones. Tentaciones. Inmersiones, emociones,
agresiones, maldiciones, intoxicaciones, defunciones.
Entre tú y yo: saldremos de esas tumbas y sembrare-
mos nuevamente la vida. Aspiraciones, negociaciones,
invenciones, negaciones. Entre todos podríamos aca-
bar con el mundo. Cuando era niño, vi correr la sangre.
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40
Manuel Carreño.
Internado en el Hospital Psiquiátrico
El Salvador.
Esquizofrénico paranoico.
Procesado por homicidio.
La cárcel y su mundo
no quiero agraviar
ni hacer pasar un mal momento
sólo quiero pedir perdón
al que nos mira en el cielo
algunos dirán
son sólo palabras
pues se consumió el momento
el dolor de una familia
que ha perdido un ser querido
no se paga ni se olvida
la muerte es como el cielo sin estrellas
la muerte son lágrimas
de quien nos despide en la tumba
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pues se ha ido de este mundo
un ser que no pidió venir
ni ha querido irse de él.
42
Quiero
43
Oportunidad
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y tener una oportunidad que da la vida
como el juego de azar llamado ruleta
y no vivir por el resto de mi vida
con agonía y pena.
45
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Oscar Dollenz Rivas.
Caletero en el barrio Puerto.
Esquizofrénico.
Profesión de fe
47
Límite
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Re-tirado
Se va a retiro el payaso
es general complacencia
al firmar deja de ser
títere azul del sensato
que nos trajo patria nueva.
Arma da reluciente
arma da la señera
estrella brilla sensata
la sobriedad por enseña.
49
Que se nos olvide pronto
tuvimos vergüenza ajena
rumbo exacto sin cejar
al chute con las botellas
fuera lastre manda otro
dignidad a toda vela.
50
Busquemos
No le duele la barriga
eso muy bien lo sé yo
su mamadera hervidita
limpiecita la tomó.
Y sonriendo felices
al sol vamos a jugar
que el soldado y mi muñeca
por fin se van a casar.
51
Tepsícore
De verdad no sé si la música
se posesiona de Mónica
quizá Mónica posea la música
entre sus jóvenes caderas
sus pechos que audaces
dibujan melopeas en la noche
ella se transforma entonces
en una vibración que enerva
por sutiles mundos su periplo
avanza incontenible renovando
su adoración por Tepsicore
cierra con fuerza los ojos
no sea que se esfume
alguna deliciosa nota
en distracciones visuales
Mónica es otra cuando el ritmo
la va llevando de la mano
no seré yo quien le pregunte
dónde estuvo en este lapso
quizá si me responde
busque yo también los otros continentes
en el bagaje de amor por los parlantes.
52
Oscar Farías Assen.
Vendedor de libros en la Plaza
O`Higgins.
Esqizofrénico.
La visita
53
hacía las veces de inspector de las personas que for-
maban pacientemente la fila. Cuando llegó mi turno le
extendí el documento que como estaba vencido, pensé
que no me dejaría entrar al recinto. Con sorpresa mira
el documento, como siempre lo hace la policía miró la
fotografía, con más de diez años de antigüedad, para
comprobar que la persona que lo exhibía era la misma
que aparecía en la foto, con gran sorpresa mía recibí un
papelito amarillo...(Debía ser la contraseña para ingre-
sar al recinto penal). Mi amigo entretanto no tuvo mis
problemas y se acercó frotándose los lentes con un pa-
ñuelo en gesto característico suyo.
Al ingresar a la sala de espera, después de otra
cola (Chile es un país de «colas» o filas), los gendarmes
acomodaban las cosas que llevaba la gente a sus se-
res queridos, encima de un mesón donde eran riguro-
samente revisados, noté que el limón y la uva no eran
permitidos, supe después que con esas frutas se pre-
paraba el temido «pájaro verde», bebida que ha cau-
sado innumerables problemas en todas las cárceles
del mundo y ésta no era una excepción.
Después de un corto trayecto por el interior del
penal pudimos por fin reunirnos con nuestros amigos
que esperaba allí, cuyo feroz delito había sido intentar
robar una céntrica farmacia en una locura de noche de
Año Nuevo, con muchos grados de alcohol en el cuerpo
(con lo cual la valentía aumenta). No justificaba su deli-
to, pero tampoco podía pensar que por tan poca cosa
54
dos muchachos jóvenes pudieran estar privados de su
libertad.
Al vernos se acercaron Ricardo, al que más co-
nozco, me dijo: “¡Viejo, cómo fuiste a molestarte!”,
“¡Hombre, no es nada, ninguna molestia!” contesté y noté
que sus ojos parpadeaban de felicidad con nuestra vi-
sita. Procedimos a entregar nuestros pequeños paque-
tes y noté que Mario, el otro amigo detenido, estaba
acompañado de su polola, era una niña de mirada dul-
ce y ojos tiernos, su tez morena era enmarcada por un
cabello de color azabache; noté también que en la im-
provisada banca, donde nos ofrecieron asiento, estaba
también una mujer de pelo canoso pero mantenía aún
rasgos de juventud, era la dueña de la pensión donde
se alojaban los muchachos, pues éstos no tenían pa-
rientes en Valparaíso.
Los demás presos tampoco escapaban al calor
reinante y conversaban reunidos en grupos con sus pa-
rientes y amigos, se notaba que casi todos eran de ex-
tracción popular, muchos pululaban entre los grupos re-
colectando monedas que decían era para comprar pa-
rafina, a lo mejor en sus celdas les permitían hacer onces
y desayunos pues supe que les daban almuerzo y comi-
da, eso sí que con piedra lumbre para bajarles la poten-
cia sexual, ya que habiendo muchos hombres en haci-
namiento inhumano no tiene desahogo sexual.
El agua era transportada al patio, donde se desa-
rrollaba el día de visitas, por hacendosos niños, los cua-
55
les la traían de una llave ubicada entre el patio y la re-
cepción por así decirlo.
Notaba a Ricardo ensimismado como cavilando
cómo salir de su situación de pronto alzó los ojos ne-
gros y me dijo: “¡Lucho, quiero pedirte un favor!”, “¡Te lo
hago siempre que pueda!”, contesté, alegre y cautamen-
te; en seguida nos pusimos de pie y nos alejamos del
pequeño grupo a conversar confidencialmente. “Quiero
que me saques fotocopia a estos documentos”, al mis-
mo tiempo que metía su mano al interior de su parka
azul y me los entregaba no dándome lugar a una nega-
tiva mía (astuto el hombre, pensé) los recibí y los guardé
en mi chaqueta. “¿Cuándo quieres que te los traiga?”
consulté tímidamente; “El Martes, el próximo día que hay
entrada”, contestó al mismo tiempo que bajando la mi-
rada arguyó a modo de explicación: “¡No tengo dinero
para pedirle este favor!” “No te preocupes, tengo algu-
nas monedas y sabré cumplir, en todo caso no es tan
caro”, dije para consolarlo al verlo un poco deprimido.
Me acordaba cuando lo veía en las calles porteñas con
su inseparable guitarra después de haber cantado en
los buses de locomoción colectiva; entonces su carác-
ter en libertad era alegre y despreocupado, hoy en pri-
sión era nervioso e inquieto pero no hosco.
Volvimos al grupo donde estaba el resto de los
amigos, charlaban Mario y su polola y Alejandro, mi
acompañante, con un poeta joven que había llegado re-
cién. Como era Domingo los gendarmes habían sido
un poco más compasivos, ya era la hora del término de
56
la visita y aún permanecíamos dentro del penal para ale-
gría de los presos. Pero no hay plazo que no se cumpla
y fatalmente un fornido gendarme con un pito anunciaba
el término de otra visita…
“¡Señora no se pierda!” imploraban Mario y Ricar-
do a la dueña de la pensión. Uno a uno fuimos saliendo
a la calle adyacente. “¿Bajamos a pie?”, le dije a mi
amigo de los infaltables lentes. “Sí, es mejor caminar
después de estar tanto rato sentado”.
Transcurrieron los días y en un lugar cercano a mi
casa saqué las fotocopias pedidas por mi amigo en-
carcelado. La próxima vez que tenía que ir era el Jue-
ves y tuve los documentos para ese día.
Otra vez en la cárcel, pero la escena no era la mis-
ma en el patio, unos evangélicos predicaban a esas al-
mas caídas en pecado. “¡Alma que escucháis, arrepen-
tíos antes del juicio final!” Estas y otras parecidas fra-
ses llenaban la tarde, mi amigo al verme me dijo “¡Lu-
cho!” y me abrazó emocionado. Le entregué los docu-
mentos, su señora aún no había llegado de Mendoza, la
ciudad argentina donde había ido a buscar trabajo.
“¿Y la negra sabe tu situación?”, consulté. “¡Debe
venir viajando!” me dijo con pena e impotencia... Char-
lamos un rato, ya más calmadome confidenció que él
no tenía antecedentes penales. Así su pena sería firmar
un tiempo y después quedaría libre.
Yo era la única visita que tenía aquel día, los ami-
gos se alejaban de la cárcel, nadie soportaba la fila ni
las preguntas de los gendarmes. De nuevo sonó el pitazo
57
y comprendí que había que marcharse. El muchacho
comprendió que tenía que dejarlo en medio de aquel
medio ambiente hostil.
Bajé a pie hasta la Plazuela Aníbal Pinto, una her-
mosa Lola parada en una esquina me hizo gozar de las
delicias de la libertad.
Antes de subir al bus le di la última mirada...
58
Luis Alberto Franke G.
Pintor.
Enfermo bipolar, problemas
Emocionales.
“El colgado”
59
un rectángulo rojo y combinado con otra superficie blan-
ca.
Tenía varias razones para ser más pequeña que
las demás.
Veamos, su “patente” estaba al día, lucía impeca-
ble porque estaba plastificada, no la había comprado
en su país de origen porque aún no conocía parte del
lenguaje internacional de estos jóvenes viajeros. Pen-
saba que al portar una más grande sería muy llamativa,
y el régimen de ese entonces no le merecía para él una
de mayor tamaño y aún más, no quería un compromiso.
Si inventaba la propia, nadie la reconocería, y se senti-
ría un apátrida y el cálculo más justo era para comuni-
carse con los demás, pues ante el prejuicio que pudie-
se merecer el portar por otros rumbos aquélla, y al ser
identificada, de una distancia en que el diálogo no se
oye, no valía la pena. Entonces quien se acercara a él
tendría que enrostrarlo para identificar plenamente aquel
tricolor.
Además ya marchaba sólo. Los dramáticos colo-
res negro, rojo y amarillo, lo habían abandonado. Esa
bandera era su aliada y amada.
Y por último, era de ese tímido tamaño, porque
no había otra en un lejano país donde la había compra-
do.
Desde esos momentos que permaneció en una
casi absoluta soledad; su viaje ya no era de recorridos
aéreos o terrestres o marítimos; era mental.
60
El recuerdo de aquella isla, y su ya virtual aleja-
miento, lentamente le estaba infiltrando la cuestión del
tiempo.
Esa raza casi extinguida, se había erguido luego
de 100 años, eran ya unos gigantes inofensivos, de son-
risa y mirada pura, con atuendos primitivos hechos por
ellos mismos. Una organización del tiempo para ellos
posible, para nosotros imposible. Semana de 7 días,
organizados con 3 trabajos y el resto de descanso, de
ocio o quizás de ser unos amos duros y crueles, a lati-
gazos con el tiempo.
Quizás el trueque que hizo con una mochila de
material sintético por rudimentario bolso, fuese su láti-
go o en compensación para su soledad, ese podría ser
su tesoro. Las polillas no se lo permitieron nunca saber.
El lanchón comenzaba a moverse, el oleaje era ya
más fuerte. Acomodó su equipaje de modo de sentirse
más seguro.
Se sentó para observar si ya se veía algo de cos-
ta. Se sintió inquieto. La placidez de sus pensamientos
habían sido ahora cortados por una sorpresiva lluvia, un
viento desordenado y un ya más inquietante oleaje. Se
aferró a la manilla. Una enorme ola lo angustió y se apo-
deró de él. Ya no era cuestión de tiempo propio, era de
realidad, y la suya era triste. El paso del abandono de la
isla, que ya se había perdido en el horizonte, hacia la
borda de la lancha, era definitivo sin retorno, ya que si
bien él consideraba una luna de miel su estadía, bastó
una discusión para quedar solo en aquella cama cons-
61
truida de barro. No era tanto por el gran esfuerzo eco-
nómico que le significó llegar a tal encuentro. Quizás
era por la gran contradicción de ese momento. Mien-
tras la lancha se dirigía a alguna orilla, él desde ese
momento no tendría idea para dónde continuar ni qué
hacer.
Pensaba que si por lo menos se hundiese la lan-
cha, tendría que hacer un gran esfuerzo para no ahogar-
se. ¿Sobrevivir, para qué? Sus ideales ya se los habían
aniquilado, comprendió que tendría que inventar el res-
to de su vida con alguna idea nueva que no tuviesen la
torpeza de las ya nuestras, porque si las circunstancias
del pasado no le hubiesen, lentamente, hecho sucumbir
en su ideal, en sus ideas, en su pensamiento y en su
alma, este conjunto mal tramado, lo habrían aniquilado
a él.
De pronto se acercó una embarcación menor, su-
bieron 2 pasajeros más y algunas mercaderías. Le die-
ron ganas de subirse al bote. Pidió permiso y lo hizo.
Desde ese momento estaba iniciando su nueva idea:
El primer rayo dibujado por una débil y lenta estela. Se
sentía más cómodo en aquel bote, más bien era una
larga canoa con motor fuera de borda; metió una mano
en el agua, la aflojó luego de haberle puesto resistencia
al agua. Acercó la mano mojada a su boca, la olfateó y
luego la saboreó. Observó detenidamente la palma de
su mano, la imaginó ser su carta de navegación. Se
quedó dormido.
62
Tuvo un sueño: Iba navegando por turbulentos ríos
con aguas café en una gigantescas balsas. Eran mu-
chas. Cada una equivalía a una casa, a una familia. Las
vidas se desarrollaban en aquella eterna y entretenida
navegación. Cuando despertó viendo que aquello no era
un sueño, sino su realidad dura y palpable, casi sin emo-
ción. Se había incorporado al bote una pareja, le daba
la espalda. Era rubia. Por un instante pensó que era ella.
El pelo era del mismo largo, pero de un color más claro.
Cuando la vio de perfil, se dio cuenta que era nórdica.
Siguió durmiendo.
Había que distinguir entre una nueva idea y entre
una emoción. Para tal efecto sólo el tiempo borraría los
vestigios de aquel idilio en la ya lejana isla y así entrela-
zarse nuevamente con otras gentes, que de algún modo
contribuirían a rehacer su amistad por la vida. La nórdi-
ca iba bebiendo de su cantimplora, le ofreció de beber
al botero, quien aceptó gustosamente. Se puso más
contento al percatarse que era algún licor. Le iba a ofre-
cer a él pero prefirió no despertarlo. Quien no tomaba
alcohol.
La navegación era lenta, ya anochecía, las estrella
titileaban ondulantes en la despedida al sol. Bajarme
de la larga canoa. El interrumpió su placidez que le ha-
bía otorgado el sueño. Notó que la nórdica de algún
modo quería acercarse a él. De momento no era posi-
ble un saludo algo así: Ella, sin embargo, le dio el salu-
do al cual accedió inmediatamente. Nunca antes, o
mejor dicho, hace mucho tiempo que él no recibía tal
63
emoción inigualable. Caminaron lentamente para ir a
cierta parte del bosque selvático, inverosímil e
inafectable. Allí, luego del saludo recibido por el dulce
sonido de la selva, apagado sí por la novedad de ver a
dos seres inmensamente desnudos. Ella cogió un man-
go, él lo peló, para luego saborearlo en conjunto. La
estela luminosa los esperaba. Allí se sumergieron. La-
mentablemente nunca antes ella había bebido de aquel
néctar sabroso de su boca. Habiendo saboreado nave-
gó profundamente por las aguas, ya desconocidas.
De ahí en adelante, melancólicamente él siguió su
camino. Realmente no comprendía su realidad. Eran ya
demasiado los traumas inaguantables.
Aún así, había en él una extraña sensación de que
más allá alguien o algo lo esperaba. Así fue.
En aquel instante remordió la conciencia del pa-
sado. Su olvido fue y no pudo imaginar lo que aquel lo-
gro le significaría. De allí en adelante jamás aguantó la
simulación de algún encuentro cercano, pasado o re-
ciente.
Entonces nunca más dio vuelta atrás, su mirada
casi inconciente. Las razones para haber amado tanto
y no haber sido correspondido. Su expresión era eleva-
da y nítida. Aquella burla insolente y reprochable. La
mentira - la mentira.
Ya había descendido de aquellas nubes vaporo-
sas para luego encontrarse en una nueva (ajena) triste
realidad.
De lo que tanto le habían hablado, no existía.
64
Sin embargo, cedió el paso a aquella desnutrición
que había causado una muerte incesante a tantos. Or-
denó los cadáveres uno a uno, para luego numerarlos y
meditar qué había ocurrido en aquel lugar.
La nostalgia le permitía hacer tales asuntos.
Desenvolvió su saco de dormir para luego allí per-
noctar.
Continuó navegando en su sueño: Los apilados
troncos nauseabundos irrumpieron la soledad maldita.
Nunca antes se había permitido rescatar un solo pelda-
ño del sueño; sueño inundado por la ebria soledad de
su corazón, empobrecido por la no creencia incompren-
sible de tantos muros inobsecados de su suficiente es-
peranza. Esperó 5 minutos antes de emprender el aban-
dono entre una bruma inopulente que acariciaban sua-
vemente los cadáveres.
Observó las nubes, cogió el machete e introdujo
su arma en la cartuchera.
Más tarde pensó en escribir una carta al pasado.
A su retoño familiar.
Cuando de repente estuvo en absoluto estado de
melancolía decidió no hacerlo, porque llovía intensamen-
te.
La polis ciudadana la envolvió en el recuerdo. Aque-
lla comodidad aromática de la chimenea familiar, cuan-
do la abuelita tejía laboriosamente entregada a la espe-
ranza de hilvanar a la familia. El punto roto era él.
La polis ciudadana lo engañaba en su quehacer
merecedor de otros rumbos.
65
La polis ciudadana lo enmendía en la añoranza que
nunca había advertido, pues se decía que aquella por-
quería había nacido de puros imbéciles que pretendie-
ron acorralar a los hombres, mujeres, niños, animales,
seres y cementerios. Aún así, la polis ciudadana lo en-
gañó. Le cedieron la esperanza de nacer, del procrear,
el irrumpir, en fin, del vivir cómodamente en los sitios
inolvidables.
No comprendía, sin embargo, la vagancia e
inefectividad de aquéllos que tanto prometían. Prome-
tían sólo para exigir. Exigir vaguedades tales como co-
mer plátanos todos los días, a un costo inopulento e…
Y allí los tenía a la mano. Pernoctó tantos días como
los plátanos le siguieron gustando.
Los preparó de diversas formas. El más exquisito
fue uno que habiéndolo descascarado lo introdujo sua-
vemente en la tierra. Tomó dos hojas y cortó el plátano
en varios trocitos, aún en su mochila le quedaba “una
tonelada” de chocolate así es que juntó tres plátanos
más para revolverlos. Porque en realidad la locura lo
tenía absorbido en la negación de lo cotidiano y puro.
Lo chupeteó e ignoró algunos sabores. Su estó-
mago lo recibió muy bien. El largo proceso de la degus-
tación esperó su momento. A tal porquería fue la alqui-
mia quien le dio a su paladar un buen sabor.
Mascaba fatigosamente su anterior pasado, has-
ta para el final ingerido en potestad, maldita y absoluta
de su dominio absoluto en su propia soledad.
66
Detuvo ya su a veces lento andar, para tomar su
decisión fatal.
De allí le era muy difícil realizarla. En realidad supo
que el despido era eterno.
¡Mierda! - pensó. Colgó su mochila despidió al
mundo, sonrió lentamente ante ya tal decisión. Se dio la
vuelta en el aire. Para colgarse de la rama, ahorcándo-
se.
Se incorporó a la tierra de los cadáveres, el de él,
por un tiempo permaneció en posición vertical, para lue-
go desplomarse y yacer horizontalmente junto a los otros.
67
68
Fredy Zeballos.
Dibujante del diario “El Mercurio” de Valparaíso.
Sicótico y alcohólico
Q.E.P.D.
69
- El “Hijo del Infinito” llega a la existencia después de el
origen y antes del principio como una prolongación o
proyección del ente original en el Cosmos. Es el supe-
rior entre las formas superiores de vida inteligente.
- Jesús de Nazaret fue un ser híbrido –el hombre-, es
decir nace producto de dos naturalezas distintas, terres-
tre y extraterrestre. Ya adulto son abiertas las puertas
de su conciencia al conocimiento - “Los cielos abier-
tos”- y recuerda su existencia prehumana supraterrestre.
- La grandeza del nazareno radica en su naturaleza so-
brehumana y perfecta. Su jerarquía en la esferas supe-
riores de vida inteligente lo proyectó como “El Hijo del
Infinito”, la estrella blanca que resplandecía con la luz de
la verdad.
- La luz de la estrella blanca proyectará una sombra ne-
gra que asolará a la humanidad corrupta y fallida.
- Los humanos sometidos a un reacondicionamiento
psico-espiritual serán la nueva generación en un mundo
nuevo.
- El Hijo del infinito será con ellos en la eternidad.
70
Hijo del Infinito (TextoII)
71
Caminará sobre el polvo de la tierra
y será revelado poco antes del Dos Mil,
Aquel día el Sol vestirá de negro
y la tierra estremecida desde sus cimientos
vomitará sangre.
72
Hijo del Infinito (Los Altísimos)
73
sobre el polvo de la tierra
y esta fue maldecida
Hasta el fin de los tiempos.
74
Hijo del Infinito (Génesis)
Génesis el origen
Génesis el principio
Génesis la vida
Fluido palpitantes
Paisaje orgánico
Embrión eterno
Respiros del ente.
75
76
Rodolfo Subiabre Jarpa.
Sin oficio/Karateca.
Sicótico.
77
mir y conciliar el sueño. Me duché con agua helada para
purificarme y me fui a la playa a meditar. Logré meditar,
lo conseguí y me tranquilicé, mi yo interior. De allí me fui
a la iglesia y hable con un cura, el padre Aldo y me con-
fesé. El me dijo si yo le hacía a las drogas y yo le dije
que no. Que no le hacía a ninguna droga. De allí el pa-
dre me santificó después de haber orado con él y me
dijo que me fuera en paz. Llegué a mi casa que era de
mi ex polola, me acosté en la cama con ella y ella se
transformó en satánico con sus ojos transparentes, bri-
llantes, la ví transformada en algo negativo. De ahí aga-
rré la Biblia y empecé a orar y apreté cueva a mi casa.
Llegué a la casa y me dio miedo dormir en mi pieza así
que dormí con mi madre en su pieza y sentí ruidos
paranormales. Sentí crujidos en el baño. Recé toda la
noche, los portones como si les estuvieran pegándoles
y gente que caminaba y corría por fuera. Al rezar toda la
noche lo vencí por medio de la oración y por medio de
Jesucristo. De allí me llevaron a un psiquiatra y me inter-
naron rápidamente en una clínica psiquiátrica y estuve
en la clínica 14 días con inyecciones, pastillas y la cura
de sueño me hicieron. Dormí dos días para recuperar-
me bien. De allí conocí a la gente que estaba en la clíni-
ca y les pregunté de qué estaban enfermos. Los casos
similares a los míos. Intercambiamos palabras y llega-
mos a la conclusión que habían sido similares nuestras
vivencias.
Salí de la clínica después de 14 días. No quería
irme porque el ambiente era muy cálido. De allí empezó
78
un tratamiento con pastillas como Meleril, Litio, Tonaril,
Artane y aldol. Me vino un estado de persecución que
no me dejaba salir a la calle porque tenía miedo de en-
frentar la realidad, el mal. Se me quitaron las ganas de
ducharme y afeitarme. Higiene personal se me quitaron
las ganas de todo eso, y estuve en ese estado crítico 4
meses. Y por medio de la fe de Jesucristo me sané y
empecé una vida normal. A vivir de nuevo.
Tercera crisis
Psicosis mística oriental Japonesa. Todo empieza así:
Voy a la piscina del Club Arabe acompañado de una
mujer y cuatro niños. Nada bastante, lo pasé super bien,
un éxtasis. Luego nos dirigimos al departamento de ella,
caminamos, bebimos leche, jugos y empecé a meditar
en la casa de ella. Pero como no conocía el campo de
la meditación, medité y no supe canalizar mi energía.
De allí me dirigí al centro de Viña del Mar, calle
Valparaíso muy acelerado, lleno de fulgor, ira, fuerza. Me
fui donde los artesanos Felipe y Natalia y se me acer-
caron varias personas que querían mi energía vital, pero
el estado en que yo andaba era de mucha fuerza y mu-
cha fe y cada vez querían más de mí. Luego me dirigí al
Samoledo a ver como andaba la energía y estaba flu-
yendo negativamente. De ahí me dirigí mi casa muy
nervioso pero lleno de fuerza y energía llegué a mi casa
y me dio una especie de insomnio. Todo esto radica en
semana de cuaresma. Me llené de energía vital y empe-
zó la batalla. El Yin y el Yan. Todo sucede así. Empecé a
79
ir a la Iglesia a orar, a rezarle a Dios para que no me
abandonara y el recubrió con su sangre. Sangre de la
nueva alianza y eterna que será derramada por los si-
glos de los siglos amén. Y puso en mí un escudo de
gladiador romano y empezó la lucha contra Satanás.
Sentía la energía vital de Satanás. Quería poseerme y
no podía porque yo estaba sobreiluminado. De allí mi
perro entraba a la iglesia conmigo y el padre se enoja-
ba hasta que lo levanté en brazos y lo saqué. Luego lo-
gré encerrarlo y pude efectuar la misa. Pude ser cre-
yente y escuchar los proverbios de la Biblia que me de-
jaban en éxtasis místico. De allí empezó mi agresividad
y empecé a luchar contra lo maligno. Luché con la fuer-
za de Jesucristo y con la fuerza oriental Japonesa de mi
estilo Karate Goyoryu, lo apliqué al máximo. Gritaba en
las noches fuera de mi casa con el grito Japonés “Kiay”
que significa energía para expulsar todo lo negativo y lo
lograba y a raíz de eso se me juntaron las dos fuerzas;
el Yin y el Yan. Cual era más fuerte psicológicamente,
era más fuerte la satánica, pero corporalmente y espiri-
tualmente estaba la fuerza de Jesucristo. Le pegaba a
los portones de las casas alrededor de la mía con pata-
das de Karate. Pura energía y lo vencía. Le demostraba
a Satanás que yo era más fuerte que él. Pasaron dos
semanas de cuaresma y estuve cinco días sin comer.
Se cortó el apetito definitivamente. Lo único que podía
beber era agua de la llave.
Pasaron los días.
Tercera semana de cuaresma “Vi a Jesucristo en
el cielo, en el sol. Lo veía con luces parpadeantes blan-
80
cas y una cruz roja al medio con varias luces transpa-
rentes, vibrantes de energía, me irradiaban. Energía
para combatir lo negativo. De allí adoptaba una posi-
ción en mi pieza; pirámide para recibir energía positiva
y me daba mucha energía para combatir con toda una
manada de gente negativa, satánica. Luchaba incluso
hasta contra los animales y los protegí y los iluminé por
medio del poder de Jesucristo. Mi familia estaba sobre
protegida, iluminada. Pasada la tercera semana insis-
tía en poder de Satanás, quería mi alma, mi cuerpo y mi
mente hasta que mi cabeza explotó y usé toda mi fuerza
oriental japonesa para destruirlo. Un día en la mañana
me enloquecí, fuera de mi mismo con una fuerza sobre
natural, paranormal y destrocé seis autos con puras
patadas de Karate. Mi conciencia y mi expresión cor-
poral fue tranquila hasta que llegaron los carabineros
con subametralladoras, me querían esposar y no pudie-
ron porque yo era más fuerte que ellos. De ahí me fui a
la casa, me acosté en posición pirámide y tocaron la
puerta. Mi madre les abrió y les preguntó que querían y
ellos dijeron que querían conversar conmigo y entraron
a mi casa cuatro carabineros y dos enfermeros de la
USI y me llevaron con camisa de fuerza al Hospital Gus-
tavo Fricke. Me inyectaron y me tranquilicé. Me estaba
muriendo porque ya el agua no me hacía efecto para
beberla. Ahora la inyección me tranquilizó pero no cal-
mó mi fuerza y me desaté la camisa de fuerza. De allí
pasaron largas horas hasta que me dieron el pase para
trasladarme a una clínica psiquiátrica privada que se
81
llama Clínica Betania en la cual me hicieron la cura del
sueño, inyecciones y pastillas. Pasé 14 días en esa clí-
nica. El personal de la clínica, las enfermeras, el enfer-
mero, todo el personal fuera de serie, muy buenas per-
sona a quienes agradezco su acogida y su cariño hacia
mí.
Salí de la clínica y sigo luchando con lo negativo
hasta el punto de vencerlo totalmente. A eso lo llamo, lo
determino por medio de Jesucristo, luchamos los dos
contra lo negativo.
82
Luis Coello Coello.
Trabajos esporádicos como tendero.
Drogadicto, esquizofrénico.
La chica de la sonrisa
Mirando hacia el
principio, de adelante
del fondo, de la
gran noche gigante…!
El veía el sonido
de la oscuridad
reflejada en los
vaivenes variados que
producían esas olas
en arenas de eternidad.
Quería, en toda esa belleza,
ver también a la chica
de la sonrisa inmensa...
A ella, en la sociedad,
el la veía, en los
sonidos de la comunidad,
reflejada en los vaivenes variados
que producían la cotidiana vida
muy familiar y ya sufrida…
¡Claro, el mar era lo real!
y volvió de su mente
no inconciente al presente
Oyendo ahora al frío
83
y mirando el color vivido
de pupila en mar llovido…
¡Pues sus pestañas, eran blancas!
alrededor de la playa, sin mancha....
Y no sabía, si el mar
derramaba su lágrima
o era sólo de él
sin poder saber...!
84
Camino…
85
Magno, sería mostrar
el Camino a quienes
lo han de necesitar…!
Pero, me pregunto,
Acaso me escapo
como un vulgar adulto…!
O soy el único que saltó
esas vallas de espanto
en engaños y encantos
e insomnios no aptos…
Dímelo, dígamelo o explíquemelo.
estoy acaso equivocado
mi amigo observado
y que le he preguntado...?
Saben cuál es su Camino,
ustedes mis amigos.
O es su preocupación,
sólo una mera ilusión
sin una mayor visión…?
86
Llueve
87
Luego ellos llorarán
y lágrimas le rodarán
de recuerdos muy atrás…
De momentos vividos
y sufrimientos sentidos.
La noche llega, a los
hogares del hombre
de ese triste día
del cielo que
ahora no luce nombre.
La oscuridad parece calmar
por momentos al cielo
que ahora en balance
pasa ese trance..
Pero, un sueño a todos vence,
y parecen deshacerse
de su tristeza que les acontece
en que los hace envolverse…!
Se duerme el Cielo?
Se duerme la tierra?
Se duerme el pensamiento
y junto a ellos un
hombre que yo no despierto…!
Todos están en un sueño
profundo y quizás nuevo
para un amanecer alegre
con el futuro en juego…
88
Eduardo Sanfurgo Lira.
Vagabundo.
Pérdida de masa encefálica.
Q.E.P.D.
89
a la casa y estaban los catorce brujos en la casa de
Carlos Renato y le dijeron que había ganado ese pre-
mio gracias a ellos. Estaban hablando de la muerte de
Arigo, un médico reencarnado en un médico alemán y
que operaba de cataratas con cualquier cuchillo de co-
cina. Eduardo empezó a tomar cachasa con limón con
ellos. Entonces cuando ellos le dijeron que había gana-
do el premio gracias a ellos, él no les creía. El tenía una
villa que tenía muros de adobe de más de dos metros
de alto y era del tamaño de una cuadra y tenía su atelier
adentro, estaba pintando un cuadro que se llamaba “La
cerámica del beso”. Era un cuadro al óleo de un metro
ochenta por uno veinte. El fondo era rojo espátula ber-
mellón jazmín y había un negro con una blanca que se
estaban besando, por las manos se distinguía quién
era el hombre y quién la mujer. De los labios salía una
víscera y un corazón en el centro. El corazón salía de la
boca y era rojo pero el borde que da hacía el negro era
blanco y el borde queda hacia la blanca era negro.
Cuando dejó el cuadro para que se secara, cuando se
secó el corazón se puso rosado. Todo el resto siguió
con sus colores normales. El raspó lo rosado y le puso
rojo bermellón y le aplicó el secador de pelo pero al día
siguiente el corazón volvió a ponerse rosado.
Estos brujos le dijeron que el corazón se ponía ro-
sado porque estaba vivo. El les hizo una apuesta, ir a
buscar el cuadro en bicicleta y secarlo delante de ellos.
Ellos le dijeron que no lo fuera a buscar porque no lo iba
a poder traer. El andaba con un pañuelo en la camisa y
90
bermudas. Cuando quiso partir en la bicicleta tenía los
neumáticos desinflados. Carlos Renato le prestó su bi-
cicleta.
La noche estaba como boca de lobo, eran como
las 11,30 PM. De la casa de Carlos Renato a la villa de
Eduardo había como cuatro a seis kilómetros. Como a
dos o tres cuadras se le apagaron las luces de la bici-
cleta. Se paró y vio que se había salido la cadena, pero
lo extraño que la bicicleta tenía tapabarros. Detrás del
asiento traía un estuche de herramientas y con ellos él
aflojó los pernos del tapabarros y botó el tapabarros y
puso la cadena y partió de nuevo en bicicleta. Cuando
estaba haciendo esto sientió un aliento caliente en su
cara con olor como a mirra e incienso. Llegó a su villa y
a la verja habían como veinte perros. Le empezaron a
gruñir, arrancó y un doberman le mordió la pierna dere-
cha, le cortó las venas y tuvo una hemorragia muy gran-
de. Se hizo un torniquete con el pañuelo y partió al hos-
pital. El médico Rodrigo Cristiano de Brito (Brujo) le dijo
que tenía que intervenir pero como Eduardo estaba con
trago sería sin anestesia. Lo cosió, lo suturó, le dolió
mucho. La operación duró una media hora. Le dijo el
doctor ahora te vamos a mandar en ambulancia a tu
casa. –No, le dijo él, yo vuelvo en bicicleta. El se fue en
bicicleta y usó el pie herido en el volante y con el otro
pedaleaba. El médico se enojó, por la locura y le dijo
que no volviera. El volvió a la casa de los brujos. Habían
pasado cuatro o cinco horas. Al llegar se prendieron las
luces, salió Carlos Renato el brujo con dos vasos de
91
Whisky con soda. Eduardo llegó todo cochino, ensan-
grentado, embarrado y a él le pareció lo más natural.
Eduardo estando afuera sentía que se movían las sillas
dentro de la casa. Entró a la casa y todos los brujos
parecían ignorar lo que había pasado. Como a las cin-
co o seis de la mañana se fue con Gisselot Gesel una
niña que estaba allí (ella estaba iniciada de bruja). Cuan-
do salieron él le preguntó qué habían hecho cuando él
no había estado. Le dijo que ella era recién iniciada,
que había puesto las sillas en un círculo y se habían to-
mado de las manos. Y que en eso habían sentido un
olor caliente como mirra o incienso cinco veces. El la
llevó a su villa y pasaron la noche y el Domingo también,
por allá por el mes de Agosto de 1964.
Cuando volvió a la Embajada de Chile en Río de
Janeiro el Lunes, el embajador que era su tío Héctor
Correa Letelier le dijo que lo habían declarado persona
non grata en Brasil y tenía veinticuatro horas para dejar
el país. Él no lo aceptó y le dijo que a él lo había nombra-
do Gabriel Valdés de agregado cultural de Chile en Bra-
sil. Pero ese embajador, Héctor Correa dijo que Valdés
estaba en la ONU y que l embajador era Enrique
Berstein. Se tuvo que venir para Chile ese día Lunes.
92
Relato de una experiencia con L.S.D.
93
Relato de un Retrato
94
Marcela León Ramírez.
Secretaria
Esquizofrénica
…
Enmarañados cabellos, todo enmarañado
en un remolino de tiempo
en la bomba del espacio
en el sinfín del fondo de la tierra.
95
Encantada hada mensajera
de los aires celestes casi blancos
ven y acógeme
llévame a tu país de ensueño
donde la tierra es rosada y las palomas
son brillantes
donde los carros de la vida para viajar
son las alas de cada uno y de cada cual
montado en su caballo alado.
96
¿O es que aún queda la misma luz
el mismo firmamento?
97
que se entrelazaron entregándose motivos.
Una unión de fuerzas reflejadas
con el amor de dos seres que se buscan
que se necesitan
y que también quizás se aman.
Hoy abro mi libro
la puerta de mi libro y
entrego esto la vivencia llana
y pura que es la vida.
Y en un segundo se va.
respiramos
el aire dejado a destajos
por unas manos bondadosas
98
suspirando la muerte y disfrutando la vida
ésta que se va
se va lenta o rápidamente
plácida o trágicamente
pero que al fin se va
quedamos nosotros
cargando nuestros
cuerpos.
99
100
Alex Rodrigo de la Sierra.
Campesino y poeta.
Esquizofrénico.
Plenitud
En el mismo infierno
a la vera del camino
simplemente rememoro ese recorrido…
esa vez que clavé no clavos sino mis ojos
y corrí por un martillo
y clavos de agua
en el inmenso madero
que se crucificaron
…nuestras propias faltas
eran todos los espacios universales
y…crucificado
dolor agonía miasma desolación
y resucito simplemente con poder
honor y gloria
y espera nuestra respuesta
de ahí nació perdonar al que nos ofende
y se añadió que el que ríe al último
ríe mejor
y clavé el iris en esa estrella
llamada esperanza
101
austera y liberada
e hice las paces con mi lado oscuro
solucioné problemas
inconcientes y pasionales
los deterioro: del cerebro y del corazón
emociones y raciocinios en paz
y en el mismo infierno…
caen pedazos de cielo.
102
Karma versus Darma
Un siniestro silencio
entre los cómplices de un crimen social
trazadas avenidas
césped cortado calles limpias
y pocos caminando rápidos autos
rituales de austero egoísmo
son más… sin embargo son menos
inmensos relojes controlan el tiempo
distribuyen las horas
y restringen el proporcional beneficio
es la hora de la bestia…
encandilados sus seguidores por un mundo
que a costa de cualquier crimen legalizado
prosperan asegurándose
en el cual no cabe la solidaridad…
Y en altoparlantes visuales sus limosnas
y es un grito en el silencio
en el cual de súbito
no estando ni ahí
irrumpe el trueno
ha llegado el tiempo
del exorcismo social
en donde Dios nos libre de los expertos
nosotros de los que ignoran la verdad,
nos libramos
a todos poetizamos
cuando un congreso representativo…
103
exigimos
y así creer en la democracia
que en vuelo se alza
los que realmente son más se alegran
los menos se alertan
un siniestro silencio…
104
Trinar y Gorrionadas
…Va la cruz
sobre cada sombra
ay sobre cada espalda
horada
al hierro inquisidor
mirlo
trinar
las palabras que no se rompan
y alcancen el verbo que mueve a descifrar
que van de dos en dos
en la dura jornada de existir
entre los seres… humanos.
En un universo
el único verso es la multitud
que en el fondo busca
un oasis.
La raza mental que sigue la caravana
que por el desierto que pasan
oasis van dejando
y danzo por esa sangre que danza
entre mis venas
y arterias y ata mis nervios
a la arquitectura de mis huesos
para que no se derrumbe el sino
que trazado está
en la palma de mi mano izquierda …
cale calando,
105
que seguimos avanzando
y poco a poco vamos llegando
a esos horizontes que por llegar
vamos suspirando verticalmente.
…va la cruz.
106
Al poeta herido
107
imparcialmente
ay, Jesús,
un día dejé el mundo y lo seguí.
108
Ignacio Briceño Palma.
Dibujante y pintor.
Director del Taller de Arte del
Hospital Psiquiátrico de “El
Salvador”, Valparaíso.
Esquizofrénico.
El trapecista
Da la vuelta sentimiento
una vuelta entera
hasta entrar en tu propio girar.
Ha caído el trapecista
y en la arena quedó su cabeza sin vida
ha muerto el acróbata
el circo está de duelo
…”la función debe continuar”…
109
por eso el mago apareció desnudo en su
función.
¡su mejor acto!
mas el público no entendió… ni un aplauso
y éste se fue corriendo llorando a mares
110
La nada
Mi mundo es la nada
smis ojos ya sin vida
mi vida corroída
mis ilusiones y esperanzas quemadas
y el mundo quedó atrás hecho cenizas
111
angustia y soledad
y al quedarme ciego vi el mundo que es
mío ahora.
La nada…
Recuerdo siempre que tú me dijiste…
tú me dijiste...
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115
Impreso en Chile
Printed in Chile
116