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CONSTITUCIONALISMO UNIVERSAL: LA

INTERNACIONALIZACIÓN Y ESTANDARIZACIÓN DE
LOS DERECHOS HUMANOS
CUAUHTÉMOC MANUEL DE DIENHEIM BARRIGUETE
EDITORIAL AD-HOC
ARGENTINA, 2009
CAPÍTULO IV, APARTADOS 3-5
PÁGINAS 82-124

El Nuevo Orden Jurídico Mundial

Los procesos de mundialización primero, internacionalización después, y de


globalización actualmente y sobre todo a partir de la caída del Muro de
Berlín a finales del siglo XX, han propiciado el que los acontecimientos,
procesos y acciones significativas que se dan en el mundo no queden
circunscritos únicamente al área geográfica en que hayan tenido su origen y
viceversa; es decir que los acontecimientos, procesos y acciones a nivel
global del sistema internacional han repercutido también en todos los
sistemas locales1. Por ello una cuestión tan importante como es la relativa a
los Derechos Humanos no ha quedado fuera de esta serie compleja de
procesos que llamamos globalización, y dentro de la cual se ha producido no
sólo la influencia recíproca de los distintos países entre sí, sino también la
influencia entre el Derecho Interno y Derecho Internacional.

Hoy en día, somos testigos de cómo la protección de los Derechos


Humanos, establecidos en leyes, constituciones e instrumentos
internacionales, se ha encomendado no sólo a los Parlamentos y Jueces de
los diversos países, sino también a las instituciones de carácter
internacional con lo cual, como señala Sergio García Ramírez, se ha creado
un indispensable circuito de defensa, en el que no se puede prescindir de
ninguno de sus segmentos ni asignar a uno de ellos, con exclusión de los
otros, la tarea de preservar el estatuto del ser humano, y sobre todo, la
eficacia del mismo2.

De esta manera en el ámbito de la tutela de los derechos de la persona se


ha venido manifestando una tendencia favorable a instaurar entre los
ordenamientos nacionales y supranacionales un círculo virtuoso, de

1
BRITO Melgarejo, Rodrigo, “Constitucionalismo Global”. Editorial Porrúa/Facultad de
Derecho UNAM, México, 2005, pp. 40, 41 y 42.
2
GARCÍA Ramírez, Sergio, “La Corte Interamericana de Derechos Humanos”. Ed. Porrúa,
México, 2007, p. 6.
recíproca influencia y de mutuo enriquecimiento, susceptible de producir
éxitos de gran relevancia tanto dogmática como práctica3.

Este proceso osmótico a permitido al derecho nacional especificar e


implementar los estándares de tutela definidos en el ámbito internacional y
ha dado la potestad al derecho internacional de ampliar las normas
directamente aplicables por los jueces nacionales vinculantes a su vez para
el legislador por su rango constitucional; y también dicho proceso ha
favorecido la creación de un derecho común utilizable tanto por los órganos
supranacionales como por los nacionales, derecho común que constituye la
base unitaria de la tutela de los derechos de la persona en un determinado
ámbito geográfico supranacional. Igualmente este proceso tendiente a la
formación de un ius commune en materia de Derechos Humanos, ha traído
por consecuencia la ampliación del catalogo de los derechos reconocidos en
el ámbito nacional, tanto por vía normativa como jurisprudencial4.

Tal situación ha dado origen a la llamada tendencia de progresividad de


los Derechos Humanos, misma que consiste en que la concepción y
protección nacional, regional e internacional de los Derechos Humanos se
ha venido ampliando irreversiblemente, tanto en lo que toca al número y
contenido de éstos, como en lo concerniente a la eficacia de su control
también5.

Dicha tendencia la podemos ver intensificada a partir del último cuarto del
siglo XX, periodo a partir del cual, podemos constatar también, como se ha
venido dando una mundialización de la justicia constitucional en virtud de
que a partir de entonces ésta se puso en estrecha sintonía con la
universalidad de la idea de libertad, y con la expansión sin fronteras de un
sentir que ve en el respeto de la dignidad de todo hombre y de los derechos
inviolables que le son inherentes, la regla rectora de todo gobierno
democrático y de cualquier convivencia social civilizada6.

Resulta evidente que en este proceso de internacionalización y de


estandarización de los Derechos Humanos los tratados, que se han venido
realizando, denotan ya claramente tener una naturaleza distinta a los
tratados tradicionales, pues ya se ve claramente que los Estados
contratantes no buscan satisfacer intereses propios, sino que más bien

3
ROLLA, Giancarlo, “Derechos Fundamentales, Estado Democrático y Justicia
Constitucional”. UNAM, México, 2002, p. 86.
4
Ibidem, pp. 87-92.
5
CARPIZO, Jorge, Op. Cit., p. 28.
6
FERNÁNDEZ Segado, Francisco, “La Justicia Constitucional ante el Siglo XXI: La
Progresiva Convergencia de los Sistemas Americano y Europep-Kelseniano”. UNAM,
México, 2004, pp. 5 y 6.
tienen un interés común el cual es el establecimiento de un “orden público
común”7.

Esta interacción, articulación e influencia recíproca entre los distintos


órdenes jurídicos ha producido una constitucionalización del derecho
internacional, y una internacionalización del derecho constitucional, ya
que como dice Ferrajoli: el futuro del constitucionalismo jurídico y con él el
de la democracia, sólo quedará garantizado con un constitucionalismo social
que complemente el constitucionalismo liberal; con un constitucionalismo de
derecho privado que complemente al constitucionalismo del derecho público,
y con un constitucionalismo internacional que complemente el
constitucionalismo estatal8.

Este proceso de interacción entre lo nacional y lo supranacional podemos


verlo claramente identificado en el proceso que se ha manifestado en la
Europa unida, con la creación de la Carta de los Derechos Fundamentales
de la Unión Europea, mejor conocida como Carta de Niza, la cual fue
aprobada precisamente en la Cumbre de Niza llevada a cabo en diciembre
del año 2000, la cual incluyó las visiones y aspiraciones de los diversos
Estados europeos en materia de Derechos Humanos. A su vez el contenido
de la Carta de Niza ha sido recogido casi literalmente por el proyecto de
Constitución Europea, es decir por el Tratado por el que se establece una
Constitución para Europa firmada en Roma el 29 de octubre de 2004 por los
Jefes de Estado y de Gobierno de los países de la Unión, dentro del cual se
incluyó en su parte II denominada “Carta de los Derechos Fundamentales de
la Unión”9.

De esta forma la creación de la Carta de Niza en el año 2000 y


posteriormente su incorporación en 2004 a la Constitución Europea a través
de un proceso de doble vía (nacional-internacional o mejor dicho nacional-
comunitario), representa un embrión de ese constitucionalismo mundial al
que hace referencia Ferrajoli, si bien no con un carácter realmente universal,
al menos sí con un carácter regional en el ámbito comunitario europeo. Así,
la Constitución Europea aunque aún no ha entrado en vigor por no haber
sido ratificada por todos los Estados, constituye sin lugar a dudas para

7
RODRÍGUEZ H., Gabriela, “Normas de Responsabilidad Internacional de los Estados” en
COURTIS, Cristian, HAUSER, Denise y RODRÍGUEZ Huerta, Gabriela (Comps.),
“Protección Internacional de Derechos Humanos. Nuevos Desafíos”. Ed. Porrúa/ITAM,
México, 2005, p. 241.
8
FERRAJOLI, Luigi; “La Democracia Constitucional” en COURTIS Christian (comp.),” Desde
otra Mirada, Textos de Teoría crítica del Derecho”. Ed. Eudeba, Buenos Aires 2001, pp.
258-259, 265-267.
9
NAVARRO Ruiz, José Carlos, “Constitución Europea”. Tirant lo Blanch, España, 2005, pp. 7-
14 y 52-67.
Europa, como ha dicho Häberle, un auténtico “ius commune
constitutionale”10.

A este respecto resulta interesante la tesis de Peter Häberle en el sentido de


que la Comunidad jurídica Internacional en virtud de la Carta de la ONU y
del compromiso con valores universales como son los Derechos Humanos
está fundada, en primero y en último término en valores constitucionales, y
también que el Estado constitucional tiene responsabilidades con relación al
mundo y a la humanidad teniendo como valores orientadores significativos
últimos a la dignidad humana, la democracia, los valores de la humanidad
así como la fe en el arte y la cultura11. Es por ello que quizás Häberle ha
afirmado que vivimos en una “hora mundial del Estado constitucional” y en
un mundo más pequeño y que se ha transformado en “uno” hoy en día 12.

Para Häberle este tipo de “Estado constitucional” (al menos el del modelo
europeo) en su conjunto, y en lo particular el tipo de sus elementos como
son los Derechos Humanos, la democracia, el federalismo y el regionalismo
se desarrolla en una comunidad mundial de producción y de recepción en la
que la comparación jurídica opera en parte de manera político-
constitucional, y en parte interpretativamente, y en la que la Comunidad
Internacional y la Comunidad Nacional de científicos juegan un rol no
pequeño en el marco de la sociedad abierta de los constituyentes y los
intérpretes constitucionales.

La expansión de los Derechos Humanos más allá de las fronteras


nacionales y la interacción entre el derecho comparado y el derecho
internacional, han venido a configurar de esta manera un nuevo “ius
Commune” de los Derechos Humanos13; el cual se ha venido construyendo
a partir de los distintos ordenamientos nacionales y de los convenios y
acuerdos internacionales, tanto de ámbito universal como regional, así como
de la doctrina y resoluciones de sus correspondientes órganos de tutela.

Así, el consenso sobre el contenido y alcance de los Derechos Humanos, se


proyecta más allá de cada ordenamiento jurídico en lo particular y por ello
con independencia de los problemas naturales que puedan llegar a
presentarse por la convivencia de órdenes jurídicos distintos, los tratados y
convenios internacionales y la jurisprudencia derivada de ellos, se han
convertido en auténticas guías internas para la actuación de los Estados,

10
PÉREZ Luño, Antonio-Enrique, “¿Ciberciudadanía o ciudadanía.com?”. Gedisa editorial,
España, 2004, p.110.
11
HÄBERLE, Peter, “El Estado Constitucional”. Instituto de Investigaciones Jurídicas de la
UNAM, México, 2003, pp. 307-311.
12
HÄBERLE, Peter, “El Federalismo y el Regionalismo como Forma Estructural del Estado
Constitucional”. Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, México, 2006, pp. 136-
139.
13
PEREZ Tremps, Pablo; Op. Cit.; p. 108
produciéndose de esta manera una globalización y una cierta
estandarización en cuanto a los Derechos Humanos se refiere.

De esta manera podemos apreciar como la universalidad de los Derechos


Humanos se ha venido respaldando normativamente en virtud de la común
asignación de los derechos para todos los seres humanos dentro de los
textos constitucionales de los Estados democráticos, superando con ello las
visiones restrictivas y discriminatorias que hacían de los derechos un estatus
de privilegio más que de protección de la igualdad de todos. Del mismo
modo han servido como base normativa para la universalidad de los
Derechos Humanos, los diversos pactos, tratados y convenciones
internacionales que existen sobre la materia y que han tenido como punto de
partida tanto a la Carta de la ONU como a la Declaración Universal de
Derechos Humanos de 194814.

Es por ello que como señala Bobbio, con la Declaración de 1948 se inició
una etapa sumamente importante en la evolución de los Derechos
Humanos: la de su universalización y positivación, haciéndolos pasar de ser
simples “derechos de los ciudadanos” a ser verdaderos derechos de todos
los seres humanos o al menos derechos del ciudadano de esa ciudad que
no conoce fronteras, porque comprende a toda la humanidad15.

Esta estandarización de los Derechos Humanos se ha logrado gracias a la


relación de interdependencia entre Derecho Interno e Internacional que se
ha dado últimamente, al existir una influencia y un flujo constante de
intercambio y retroalimentación entre ambos órdenes jurídicos en lo que ha
sido un camino de doble sentido, y de ida y vuelta, dando como producto un
gran sistema más o menos uniforme no sólo con más, sino con mejores
Derechos Humanos, homogeneizando de algún modo la interpretación y
configuración de los elementos de este nuevo Derecho Común, que aplicará
tanto en el ámbito doméstico de los Estados como en el internacional, dando
como resultado también la unificación de la doctrina sobre los derechos y las
libertades16.

Por esta razón en los últimos años las constituciones de los distintos
Estados más allá de las especificidades históricas propias de cada uno, de
la diversidad de las formas de gobierno y de Estado, han tendido a
homologarse en la lista de los derechos de la persona reconocidos como
fundamentales, y las nuevas constituciones tienen en común la voluntad de
reservar una amplia parte de su texto a la enumeración de una vasta gama
de derechos fundamentales y al establecimiento de instrumentos específicos

14
CARBONELL, Miguel, “La Constitución Pendiente. Agenda mínima de Reformas
Constitucionales”. Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, México, 2002, pp. 52 y
53.
15
Ibidem, p. 53.
16
PEREZ Tremps, Pablo; Op. Cit., pp. 119 y 120.
y órganos para su tutela. De esta manera podemos distinguir claramente
una tendencia a acercar realidades constitucionales diferentes como las de
los Estados de Europa Central y Oriental, y las recientes constituciones de
América Latina y África17.

1. Los Derechos Humanos en Tiempos de la Globalización. Retos y


Perspectivas

Aunque podemos percatarnos cómo se ha presentado una cierta


estandarización del “modelo” del régimen jurídico de protección a los
Derechos Humanos en diversas partes del mundo con obvios y notorios
beneficios en favor de la humanidad en su conjunto, es preciso mencionar
que este proceso no ha sido sencillo pues dicho “modelo” (basado sobre
todo en la concepción occidental de los derechos fundamentales de la
persona) no ha sido siempre aceptado cabalmente por todos los Estados,
debido a cuestiones de relativismo cultural. Esto ha originado, por ejemplo,
que algunos países africanos, asiáticos o de religión islámica se hayan
mostrado hostiles y renuentes a aceptar el referido “modelo occidental”18.

Frente a esta estandarización se ha dado por tanto, la preocupación por


parte de algunos Estados, de que los Derechos Humanos sirvan de pretexto
para un “imperialismo cultural” por parte de la comunidad de Estados
occidentales frente al resto de los países del mundo, situación que debe ser
tomada en serio. Aunque cabe mencionar también que muchas de las
objeciones que se han hecho en contra de la concepción “occidental” de los
Derechos Humanos en realidad han sido formuladas por los gobiernos de
regímenes autoritarios y no por sus pueblos ni por las víctimas o posibles
afectados, por tal situación19.

A este respecto Kymlicka ha manifestado que efectivamente, de algún modo


los Derechos Humanos han servido indirectamente como instrumento de
colonización, aunque precisa que esto no es únicamente un problema de
“imperialismo occidental” contra pueblos no europeos puesto que estos

17
ROLLA, Giancarlo, “Garantía de los Derechos Fundamentales y Justicia Constitucional”.
Ed. Porrúa/Instituto Mexicano de Derecho Procesal Constitucional, México, 2006, pp. 6 y 7.
18
Vale la pena resaltar a este respecto, que en la región asiática no se han instaurado
todavía mecanismos regionales de protección de los Derechos Humanos, aunque sí han
habido algunas iniciativas para su promoción. Tampoco existen Declaraciones solemnes
sobre los Derechos Humanos en dicho ámbito, aunque buena parte de los Estados asiáticos
sí se han adherido a la Carta de las Naciones Unidas y a la Declaración Universal de 1948.
En el año de 1998 se aprobó en Kwanglu, Corea del Sur, la llamada “Carta Asiática de los
Derechos Humanos”, la cual fue producto de un intenso trabajo de más de 200
organizaciones no gubernamentales de Asia y de distinguidas personalidades e intelectuales
de la región, y que representa un loable esfuerzo por promover los Derechos Humanos, y
que sin lugar a dudas debiera ser adoptada por los gobiernos de los Estados y servir de
inspiración para la creación de un convenio regional de Derechos Humanos en la región de
Asia y Oceanía.
19
HERDEGEN, Matthias, Op. Cit., p. 358.
procesos de sujeción injusta se han producido también entre los mismos
grupos europeos (por ejemplo el trato dado por la mayoría a las minorías
nacionales en Francia, España o Rusia), y entre grupos africanos o asiáticos
(por ejemplo en Malawi y en China), además de en el contexto de la
colonización occidental de pueblos no occidentales. De esta manera se
puede apreciar que estos procesos de imperialismo o imposición cultural se
han producido prácticamente en todos los Estados con minorías nacionales,
y como bien dice Kymlicka vincularlos al individualismo occidental es
subestimar seriamente el avance del problema20.

En tal virtud, aunque no es fácil, resulta urgente buscar lograr conciliar y


armonizar debidamente los derechos individuales y los derechos colectivos,
pues como se puede advertir, hoy en día existe una tensión entre los
derechos individuales, que tienden a la universalidad y los derechos
colectivos que tienden a la particularidad21.

Además es preciso apuntar que el temor por parte de un buen número de


países a ser occidentalizados, no es para nada infundado, pues hay que
aceptar que la globalización ha producido una instrumentalización de la
dimensión jurídica para satisfacer intereses económicos únicamente,
concretándose el derecho en muchos casos a servir solamente para
legitimar el alcanzar, por cualquier medio y a cualquier costo, la mayor
ganancia posible. Este temor por parte de algunos países tiene como base
también, la percepción de que el proceso de globalización y mundialización
es ante todo un proceso de expansión de lo occidental caracterizado por una
marcada “americanización”, que se identifica con el dominio y la explotación
económica de la superpotencia (EU) en perjuicio de muchos países22.

En este aspecto resulta obvio el hecho de que la cultura occidental ha


ejercido una influencia importante en el mundo a lo largo de la historia y que
a últimas fechas encabezada en buena parte por los Estados Unidos, ha
intentado mantener una posición de predominio y de preeminencia para sus
intereses, defendiéndolos como intereses de la comunidad mundial tratando
de dar legitimidad universal a medidas que responden realmente sólo a los
intereses de los Estados Unidos y de otras potencias occidentales. De esta
manera ha ocurrido que lo que para Occidente es universalismo para el
resto del mundo es imperialismo23.

Lo cierto es que, como dice Carbonell, luego del 11 de septiembre del 2001
parece ser que los Estados Unidos se han tomado muy en serio su papel de

20
KYMLICKA, Will, “La Política Vernácula”. Ed. Paidós, España, 2003, pp. 114-115.
21
BEUCHOT, Mauricio, “Interculturalidad y Derechos Humanos”. Siglo XXI editores/ UNAM,
México, 2005, p. 10.
22
GROSSI, Paolo, “Derecho, Sociedad, Estado”. El Colegio de Michoacán, Escuela Libre de
Derecho y Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, México, 2004, pp. 178-180.
23
HUNTINGTON, Samuel P., “Choque de Civilizaciones”. Ed. Paidós, México, 2001, pp. 217
y 218.
“imperio” en los tiempos de la globalización, razón por la cual es necesario y
urgente reivindicar el papel del sistema jurídico internacional y de la
cooperación entre las naciones para hacer frente a las amenazas globales a
las que se enfrenta toda la Comunidad Internacional y denunciar las
profundas injusticias que se esconden bajo el concepto de “guerra justa” que
el imperio quiere librar contra los bárbaros en el exterior y contra los
rebeldes en el interior de sus fronteras. Urge por tanto hoy en día,
repotenciar los diálogos multilaterales y generar una esfera pública global,
que pueda operar dentro y fuera de las instituciones formales, que
contribuya a nutrir un debate que actualmente es bastante pobre y que sirva
como marco de reflexión para generar nuevas pautas de acción política que
puedan contraponerse a la lógica del mercado y contrarrestar los efectos
nocivos de ésta24.

Por esta razón es fundamental que en la cuestión de los Derechos Humanos


se mantenga una visión multicultural25 y una actitud abierta y de diálogo
permanente entre los distintos países del mundo buscando ante todo los
consensos y evitando lo más posible las imposiciones, de tal suerte que no
se produzca lo que Samuel Huntington ha dado en llamar el “choque de
civilizaciones”.

Huntington señala que las relaciones entre grupos de diferentes


civilizaciones a menudo son antagónicas y que existe una mayor propensión
a los conflictos entre ciertas civilizaciones que entre otras. En el plano local,
señala que las líneas divisorias más violentas son las que separan al Islam
de sus vecinos ortodoxos, hinduistas, africanos y cristiano-occidentales. En
el plano universal, en cambio, dice que existe una división marcada entre
Occidente y el resto del mundo y por ello los conflictos más intensos tienen
lugar entre sociedades musulmanas y asiáticas, por una parte, y Occidente,
por otra. Por tanto, este autor considera que en el futuro es probable que los
choques más peligrosos surjan de la interacción de la arrogancia occidental,
la intolerancia islámica y la autoafirmación sínica (el término “sínico” se
aplica propiamente a la cultura común de China y a las colectividades chinas
del sudeste asiático y de otros lugares fuera de China, así como a las
culturas afines de Vietnam y Corea)26.

Es así que cada vez se impone más como necesaria, una reconciliación
entre las diversas culturas y civilizaciones, y una reconfiguración de las

24
CARBONELL, Miguel, “Globalización y Derecho: Siete Tesis” en DÍAZ Müller, Luis
(Coord.), “Globalización y Derechos Humanos”. Universidad Nacional Autónoma de México,
México, 2003.
25
A este respecto, es preciso mencionar que se debe avanzar del multiculturalismo hacia un
verdadero pluralismo cultural y hacia la interculturalidad. Para profundizar en las sutiles pero
trascendentes diferencias entre estos tres términos se recomienda ver la obra de BEUCHOT,
Mauricio, “Interculturalidad y Derechos Humanos”. Siglo XXI editores/ UNAM, México, 2005.
26
HUNTINGTON, Samuel P., “Choque de Civilizaciones”. Ed. Paidós, México, 2001, pp. 50,
51 y 217.
relaciones internacionales y de la relación entre Occidente y el Islam, así
como de las relaciones entre las tres religiones abrahánicas (Judaísmo,
Cristianismo e Islam). Es necesario pues, construir puentes y no levantar
diques de odio, venganza y enemistad, pues como bien dice Hans Küng las
opciones están claramente definidas: o prevalece el diálogo de culturas y
paz entre religiones como condición imprescindible para la paz entre las
naciones, o bien lo que subsistirá será la rivalidad entre religiones, el choque
de culturas y consecuentemente la guerra entre las naciones27.

Un ejemplo a seguir en este delicado tema del multiculturalismo es


precisamente el ideario de Pico Della Mirandola quien ya desde el siglo XV
postuló como tres pilares fundamentales de su humanismo: el derecho
inalienable a la discrepancia; el respeto por la diversidad cultural y religiosa;
y el crecimiento y enriquecimiento de la vida a partir de la diferencia 28. Sin
lugar a dudas, estos simples y bellos ideales plasmados desde hace ya
tanto tiempo, son totalmente aplicables hoy en día y constituyen una guía
segura, para evitar y solucionar gran parte de los conflictos que hoy en día
se padecen en todo el mundo.

Por otra parte también, evidentemente como dice Díaz Müller, podemos
percibir que el talón de Aquiles del proceso de la globalización está
constituido por los derechos económicos, sociales y culturales, ya que los
profundos desequilibrios que la globalización ha traído consigo, han influido
fuertemente de manera desfavorable en la aplicación de dichos derechos,
pues como bien sabemos, los indicadores de nutrición, salud, vivienda,
empleo, educación, cultura y bienestar en general, han retrocedido
considerablemente en el mundo en los últimos años29.

La realidad es que en lógica de la globalización económica, los derechos


económicos, sociales y culturales no parecen tener una perspectiva de
cumplimiento, ya que la búsqueda de una mayor rentabilidad en los
procesos de producción ha venido a afectarlos gravemente. Como parte de
la lógica de la globalización, por lo menos desde la experiencia empírica, se
ha planteado y propuesto a escala planetaria un estilo de vida único y
hegemónico, apegado a las dinámicas de consumo; lo cual ha generado que
todas aquellas expresiones comunitarias y culturales que se aparten de
dicho modelo, hayan sido criminalizadas o ridiculizadas y todo aquello que
no ha entrado en la burbuja global ha sido tachado de atrasado o
premoderno, vulnerándose con ello evidentemente los derechos culturales y
la posibilidad de diferencia. Del mismo modo la expresiones sociales de

27
KÜNG, Hans, “Ética mundial en América Latina”. Editorial Trotta, Madrid, 2008, pp. 36 y
37.
28
Para mayores datos ver: DELLA MIRANDOLA, Pico, “Discurso sobre la Dignidad del
Hombre”. Editorial Longseller, Argentina, 2003.
29
DÍAZ Müller, Luis T., “Globalización y Derechos Humanos: El Orden del Caos” en DÍAZ
Müller, Luis (Coord.), “Globalización y Derechos Humanos”. Universidad Nacional Autónoma
de México, México, 2003, pp. 40 y 45.
contestación o repudio al modelo global han sido objeto de violencia por
parte de los gobiernos, quienes a pesar de mantener discursos acordes con
los Derechos Humanos han preferido defender los derechos ligados al
capital30.

Es evidente también que la falta de cumplimiento de los Derechos Humanos,


en especial los económicos, sociales y culturales, en no pocas ocasiones se
debe no a una falta de voluntad sino a que los Estados no están
completamente listos para implementarlos debido a causas de incapacidad
material (falta de desarrollo, escasez de recursos económicos, deficiente
infraestructura, etc.), lo cual los pone en la posición de no poder
garantizarlos total y satisfactoriamente de acuerdo con los estándares
internacionales existentes. Lamentablemente para estos pueblos en
situación de subdesarrollo, el cumplimiento de los Derechos Humanos es
una cuestión de desarrollo progresivo anclada a sus posibilidades reales, y
cuya realización depende de un futuro incierto.

Como podemos apreciar la globalización económica desgraciadamente ha


traído como consecuencia el que los Derechos Humanos aparezcan como
un concepto y una práctica subordinada y acotada a los intereses del actual
modelo de desarrollo imperante. Se ha establecido una visión de los
derechos limitada casi exclusivamente a dar certidumbre jurídica al capital,
cancelándose con ello, una visión de integralidad de los Derechos Humanos.
Esta situación ha ocasionado que no sea posible hacer vigentes toda la
gama de los Derechos Humanos reconocidos y que solamente se garanticen
algunos de ellos, y sólo a ciertos sectores sociales31.

Precisamente la reciente crisis financiera de carácter internacional del año


2008, generada principalmente por los Estados Unidos, y que ha padecido el
mundo entero afectando a millones de personas en todo el planeta, pone en
entredicho el modelo económico globalizado y globalizador que ha
subsistido en los últimos tiempos y que ha generado graves desigualdades
económicas y sociales en la población mundial dejando en condiciones de
marginación, pobreza y desamparo a millones de seres humanos a lo largo y
ancho de todo el orbe, situación que evidentemente implica violación a los
Derechos Humanos más elementales y por supuesto un ataque a la
dignidad humana.

Hoy más que nunca por tanto, es indispensable cambiar dicho modelo y
encontrar uno alternativo que sea respetuoso de la condición humana y del
planeta entero, proporcionando una vida más digna y justa para todos los

30
ROCHA Quintero, Jorge E., “Los Derechos Humanos. Expresión Renovada en la
Búsqueda de la Fe y la Justicia”. Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de
Occidente. México, 2008, pp.36-38.
31
Ibidem, p. 38.
seres humanos de todos los pueblos del mundo, tanto en la dimensión
individual como en la colectiva.

A fin de poder hacer frente a los efectos perversos de la globalización,


resulta absolutamente necesario para tal efecto, consolidar un Estado al
servicio de una Constitución fuertemente anclada en el reconocimiento de
los derechos fundamentales, especialmente los económicos, sociales y
culturales. Hoy en día es indispensable transformar al Estado liberal clásico
y al Estado corporativista y burocrático, en un Estado social y democrático,
que de cuenta de un nuevo contrato social en el marco de un
constitucionalismo global tendiente al logro de la satisfacción de las
necesidades básicas de las personas, la consecución de la paz, la
tolerancia, y el diálogo entre culturas, que produzca un desarrollo
sostenible, y que fortalezca un nuevo régimen político internacional32.

Debemos admitir que a pesar de lo real que es la situación antes descrita y


los efectos nocivos de la globalización, sin embargo ésta también tiene
matices extraeconómicos y aspectos que por supuesto inciden en lo jurídico
y que producen efectos benéficos en favor de la humanidad entera, dentro
de los cuales encontramos precisamente a la internacionalización y
estandarización de los Derechos Humanos.

Esto significa que paralelamente al proceso de globalización económica que


estamos viviendo, al mismo tiempo somos también testigos de un proceso
de universalización de la teoría constitucional y del derecho constitucional
como derecho universal de la libertad33.

Es por ello que para disipar temores y desconfianzas resulta sumamente


importante dar un carácter auténticamente multicultural a los Derechos
Humanos, nutriéndolos con aportaciones no sólo provenientes de los
Estados Unidos y de Europa, sino también Oriente Medio y Extremo, de
África y por supuesto también de América Latina. Es necesario, por tanto
igualmente, buscar que los Estados nacionales se conviertan en verdaderos
Estados cosmopolitas y abiertos, que protejan realmente la dignidad de las
culturas y las diversas religiones del mundo.

Lo cierto es que también, actualmente, tomar en serio los Derechos


Humanos proclamados a nivel internacional exige la puesta en discusión de

32
VÁZQUEZ, Rodolfo, “Derecho, Moral y Poder”. Ed. Porrúa/ Instituto Tecnológico
Autónomo de México, México, 2005, p.75.
33
DE VEGA García, Pedro “Mundialización y Derecho Constitucional: La Crisis del Principio
Democrático en el Constitucionalismo Actual” en CARBONELL, Miguel y VÁZQUEZ,
Rodolfo (Comps.) “Estado Constitucional y Globalización”. Ed. Porrúa/ UNAM, México, 2001,
p. 214.
los niveles de vida que permiten a Occidente gozar de bienestar y
democracia a expensas del resto del mundo34.

Por supuesto que a este respecto debe quedar bien claro cual es el objetivo
de la estandarización de los Derechos Humanos, advirtiendo que no se
trata de imponer una universalización forzosa de la concepción occidental
de los Derechos Humanos, sino de crear a nivel mundial una conciencia
común civilizatoria y como dice Boaventura de Sousa, entablar diálogos
interculturales, pero sin renunciar a los estándares mínimos que rijan la
convivencia de todas las personas y defender el cosmopolitismo, es decir la
globalización de las preocupación morales y políticas, y las luchas contra la
opresión y el sufrimiento humano35.

El hecho mismo de haberse elaborado una “Declaración Universal de


Derechos Humanos” implicó de alguna manera la afirmación y el consenso
general en el sentido de que por encima de las determinaciones del derecho
positivo, por encima de lo que los Estados decidan, hay normas superiores a
las que se debe obedecer. Por lo que la aprobación de la Declaración
implicó por tanto el reconocimiento de que sí hay principios “universalmente
válidos”, al menos en un momento histórico y en los cuales se debe inspirar
la elaboración del derecho positivo. Estos principios se refieren
precisamente al reconocimiento, la efectividad y la garantía de los Derechos
Humanos36.

Aunque la cuestión del relativismo cultural no es sencilla, y por tanto no es


fácil de resolver, debemos recordar que los estándares y normas
internacionales de Derechos Humanos adoptados por conducto de las
Naciones Unidas, en realidad son la expresión de un consenso logrado a
base de mucho trabajo y no representan la hegemonía de una región o
tradición específicas. Los instrumentos internacionales de Derechos
Humanos establecen en realidad normas mínimas en lo que respecta a
derechos económicos, sociales, culturales, civiles y políticos y no buscan
imponer una norma cultural única, pues en realidad lo que buscan es
promover un estándar jurídico común de respeto a la dignidad humana, y
dentro de este marco internacional los Estados conservan el poder soberano
para adaptar los Derechos Humanos a su marco nacional, siempre y cuando
no contravengan las normas establecidas precisamente por esos tratados de
Derechos Humanos.

Esto significa que los derechos culturales específicos de un Estado en lo


particular no pueden invocarse para justificar actos que impliquen la

34
FERRAJOLI, Luigi, “Derechos y Garantías. La Ley del más Débil”. 2ª edición, Ed. Trotta;
Madrid, 2001, p. 65.
35
Citado por CARBONELL, Miguel en “La Constitución en Serio”. Editorial
Porrúa/Universidad Autónoma de México, México, 2005, pp. 16 y 17.
36
RECASENS Siches, Luis, Op. Cit., p. 556.
denegación o violación de otros Derechos Humanos y libertades
fundamentales, ni tampoco interpretarse de manera tal que ello se justifique.
Por esta razón es que los Derechos Humanos deben considerarse
colectivamente y abordarse bajo un enfoque amplio y equilibrado, y no se
puede dar preminencia a ningún grupo de derechos, como en este caso a
los culturales sin que ello implique tergiversar los principios de
interdependencia37.

No hay que olvidar que ir por el camino contrario y tomar la vía del
relativismo cultural a ultranza como justificación para no cumplir los
Derechos Humanos, implica la negación de su universalidad. Además de
que no debemos pasar por alto, las trágicas experiencias que históricamente
se han producido en el mundo, con motivo de los particularismos y sobre
todo de los nacionalismos que se han establecido en diversos países, y que
como bien sabemos han ocasionado funestas consecuencias y terribles
violaciones de Derechos Humanos, incluso en perjuicio de sus propios
ciudadanos.

Al respecto, la Declaración emanada de la Conferencia Mundial de


Derechos Humanos celebrada en Viena, Austria en el año de 1993
estableció que: “todos los Derechos Humanos son universales, indivisibles,
interdependientes y están relacionados entre sí. La Comunidad Internacional
debe tratar a los Derechos Humanos en general de manera justa y
equitativa, en pie de igualdad y dándoles a todos el mismo énfasis. Debe
tenerse en cuenta la importancia de las particularidades nacionales y
regionales, así como los diversos patrimonios históricos, culturales y
religiosos, pero los Estados tienen el deber, sean cuales fueren sus
sistemas políticos, económicos y culturales, de promover y proteger todos
los Derechos Humanos y las libertades fundamentales”38.

Es por ello, que resulta fundamental, buscar el universalismo de los


derechos, aunque lograrlo pueda parecer algo utópico, pues hoy más que
nunca, es necesario buscar la construcción de una “política interna del
mundo” anclada en los Derechos Humanos, capaz de regular y limitar las
desbordantes fuerzas del neoliberalismo económico y de la, así llamada,
globalización39.

Se trata quizás, como dice Rawls de que los Derechos Humanos fijen un
límite a la soberanía de los Estados precisamente por formar una categoría
especial de derechos referidos de manera central a un derecho razonable de
todos los pueblos, lo cual implica que estos derechos sean considerados

37
“Los Derechos Humanos hoy”. Departamento de Información Pública, Naciones Unidas,
Nueva York, E.U.A., 1998, p. 21.
38
Artículo 1 de la Declaración y Programa de Acción de Viena. Conferencia Mundial de
Derechos Humanos, A/CONF.157/23, 12 de julio de 1993. Art. 1.5
39
VITALE, Ermanno, “Derechos y Paz”. Distribuciones Fontamara, México, 2004, p. 110.
como aplicables a todos los pueblos, en la medida en que conformen
naciones que hagan parte, de buena fe de la Comunidad Internacional y sin
que ello implique la posibilidad de imponer sistemas políticos a aquellos que
se apartan de los regímenes liberales ordenados. Así, como se puede
apreciar, la idea es el asegurar un cierto número de “derechos mínimos”
comunes a todos los pueblos y sociedades, y que se consideren suficientes
como para estimar que existe en cada Estado un respeto por los derechos
fundamentales40.

La cuestión es como dice Dahrendorf, establecer unas reglas que todos


estén obligados a cumplir, unas normas jurídicas válidas tanto a escala
internacional como también en el plano nacional. En suma, se trata de que
todos los países asuman como régimen el Estado de Derecho (the rule of
law)41.

Incluso vale la pena recordar que la propia Declaración Universal de


Derechos Humanos en su Preámbulo consideró, que para asegurar el pleno
cumplimiento del compromiso de respeto universal y efectivo a los derechos
y libertades fundamentales del ser humano, es necesario y de la mayor
importancia, contar con una concepción común de dichos derechos y
libertades fundamentales.

Asimismo, en opinión de Kymlicka, para evitar que los Derechos Humanos


puedan convertirse en un instrumento de sujeción injusta, deben ser
completados por varios derechos de las minorías (derechos lingüísticos,
derechos de autogobierno, derechos de representación, federalismo, etc.),
pues cada vez se pone más de manifiesto que la lista de derechos
individuales comunes garantizada por las constituciones de las democracias
occidentales o por la propia Declaración de la ONU, no basta para garantizar
la justicia etnocultural, sobre todo en los Estados con minorías nacionales42.

Por esta razón el citado autor propone además de completar los Derechos
Humanos individuales con los derechos de las minorías, encontrar
mecanismos nuevos de rango regional o transnacional para pedir cuentas a
los gobiernos, tanto en relación con el respeto de los Derechos Humanos
como en relación con el respeto de los derechos de las minorías. Esto
significa que deben pedirse cuentas a la minoría en relación con el respeto a
los Derechos Humanos de sus miembros, pero también deben pedirse
cuentas a la mayoría en relación con el respeto a los derechos de las
minorías y encontrar mecanismos de control imparciales que puedan hacer
ambas cosas conjuntamente43.

40
VILLAR Borda, Luis, “Derechos Humanos: Responsabilidad y Multiculturalismo”.
Universidad Externado de Colombia, Argentina, 1998, pp. 21-23.
41
DAHRENDORF, Ralf, Op. Cit., p. 106.
42
KYMLICKA, Will, “La Política Vernácula”. Ed. Paidós, España, 2003, p. 103.
43
Ibidem, p. 125.
Es evidente que la internacionalización y estandarización de los Derechos
Humanos no debe ser un nuevo imperialismo, en el cual un Estado fuerte y
poderoso se inmiscuya en los asuntos internos de otro Estado y le quiera
imponer reglas y juzgarlo por presuntas violaciones de Derechos Humanos,
o que, con ese pretexto pretenda dictar las políticas nacionales. La
internacionalización de los Derechos Humanos es y debe ser
primordialmente la aceptación de órganos jurisdiccionales, internacionales y
regionales, integrados por jueces independientes y probos, que apliquen el
derecho internacional y que digan el derecho en el caso concreto sin
presiones de ningún Estado44.

Ciertamente la globalidad ha traído consigo múltiples aspectos conflictuales


como es el choque y lucha entre civilizaciones, pero sobre todo ha puesto de
manifiesto en todo el orbe, el choque entre una estructura obsoleta, caduca
e ineficiente frente a las nuevas circunstancias que reclaman soluciones
prontas, integrales e ingeniosas.

Por lo tanto, como bien dice Xavier Díez De Urdanivia Fernández, las
nuevas instituciones deben ser pensadas y creadas bajo la divisa de la
dignidad de todos los seres humanos y a partir de parámetros nuevos, sin
perder de vista que cualquier solución que sea miope frente a la realidad
compleja, sistémicamente interconectada y con alcance mundial de nuestros
días, no podrá cumplir con ese cometido. No se trata de reinventar la
realidad, sino de partir de ella para reconstruir todo el engranaje mundial de
los sistemas sociales, y hacerlo teniendo en cuenta que solamente una
legitimidad bien sustentada, democrática y jurídicamente basada en la
garantía de un genuino bien común que responda al interés general y
proteja por tanto las libertades y derechos individuales, será capaz de
encontrar las respuestas que hoy aparecen huidizas45.

Con respecto a la cuestión relativa a la propensión de imponer sistemas


políticos, vale la pena mencionar que ya desde junio de 1993 en la
Conferencia Mundial de Derechos Humanos llevada a cabo en Viena, y en la
cual se evaluó la cooperación internacional y los mecanismos y
procedimientos del sistema de las Naciones Unidas en materia de Derechos
Humanos, la delegación de México manifestó su preocupación por la
práctica de algunos países de hacer política de intereses con los Derechos
Humanos o de pretender abrir espacios para la intervención bajo pretextos
humanitarios, destacando que no debe confundirse la defensa de los

44
CARPIZO, Jorge, Op. Cit., p. 28.
45
DÍEZ De Urdanivia Fernández, Xavier, “El Estado en el Contexto Global”. Ed. Porrúa/
Universidad Anáhuac, México, 2008, pp. 240-241.
Derechos Humanos con la exportación de modelos de organización social o
política46.

Es así que es imprescindible que el modelo alterno de ordenación mundial


que se instrumente en el futuro sea efectivamente legítimo por su forma y
por su materia, frente al modelo propuesto por los partidarios de la
globalización económica que, fallidamente han pretendido basarla en un
mercado que no es en realidad libre, sino que está sometido a controles en
poder de las economías dominantes. Por ello un nuevo orden que de verdad
lo sea, requiere que los países que están ubicados fuera del mundo
desarrollado se sumen también a la corriente de oportunidades de desarrollo
que ofrece la era del conocimiento47.

La cuestión es precisamente, que este nuevo orden jurídico, este


constitucionalismo mundial sustentado en los Derechos Humanos venga a
poner un freno a todos los poderes despóticos, autoritarios y salvajes de
este “mundo desbocado”48, ayude a civilizar a la barbarie, y a ordenar y
regular el nuevo “desorden mundial” en que vivimos; sirviendo de brújula
para todos los ciudadanos del mundo y beneficiando genuinamente a toda la
humanidad en su conjunto.

2. La Universalidad de los Derechos Humanos y el


Cosmopolitismo

El cosmopolitismo y la búsqueda por lograr la consecución de una auténtica


ciudadanía mundial para todos los seres humanos, logrando que todos
tengan los mismos derechos sin importar las fronteras, no son ideas para
nada recientes sino que por el contrario, son ideas que han existido desde
hace mucho tiempo a lo largo de la historia de las diversas sociedades.

Un ejemplo de tal ideario cosmopolita podemos verlo notoriamente definido


en los discursos del propio Maximilien De Robespierre quien en las épocas
de la Revolución Francesa y con relación al hecho de que “la Declaración de
Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789) hubiese sido hecha sólo para
un grupo de criaturas humanas encerradas en un rincón del globo (Francia)
y no para la inmensa familia humana a la que la naturaleza ha dado la Tierra
por imperio y morada”, propuso cuatro artículos para remediar tal situación:

 “Art. I. Los hombres de todos los países son hermanos, y los


diferentes pueblos deben ayudarse entre sí según su poder, como los
ciudadanos de un mismo Estado;

46
DE ICAZA, Carlos A. y RIVERA Banuet, José, “El Orden Mundial Emergente”. Consejo
Nacional para la Cultura y las Artes, México, 1994, pp. 114 y 115.
47
DÍEZ De Urdanivia Fernández, Xavier, Op. Cit., p. 376.
48
“Runaway world”, según la expresión de Anthony Giddens.
 Art. II. Aquel que oprima a una nación será declarado enemigo de
todas;
 Art. III. Aquellos que hacen la guerra a un pueblo para frenar los
progresos de la libertad y aniquilar los derechos del hombre, deben
ser perseguidos por todos, no ya como enemigo comunes, sino como
asesinos y bandidos rebeldes;
 Art. IV. Los reyes, aristócratas y tiranos, sean cuales fueren, son
esclavos rebeldes contra el soberano de la tierra, que es el género
humano, y contra el legislador del universo, que es la naturaleza”49.

Como se puede apreciar en el discurso de Robespierre se manifiesta ya una


tendencia cosmopolita y una concepción bastante semejante a la
concepción moderna de los Derechos Humanos en su sentido de
universalidad, obligatoriedad y supremacía así como también, se ve
claramente el afán de perseguir y castigar a aquellos gobiernos o
autoridades que violen las libertades y derechos del hombre, justificando
igualmente la intervención en contra de los Estados opresores.

Actualmente la idea de este nuevo “ius Commune”, que ha ido surgiendo


en materia de Derechos Humanos, es lograr un cosmopolitismo en el cual
la preocupación por los individuos sea el eje rector no sólo para sus mismos
compatriotas o correligionarios sino para todos en general, y en donde se
reconozca que todos los individuos tienen derechos más o menos
equivalentes, en tanto que todo individuo por su mero carácter de ser
humano es ciudadano de una república universal50.

Se trata de lograr de esta manera el ideal planteado por Kant, ya desde el


año de 1784 en un escrito titulado “Idea de una Historia Universal en Sentido
Cosmopolita”, y en el cual propone la creación de una sociedad cosmopolita
a nivel mundial, que aplique universalmente el derecho y que establezca un
orden social conforme a derecho que frene a la libertad salvaje del estado
de naturaleza, evitando la guerra de todos contra todos y permitiendo la
mayor libertad posible51.

De esta forma como sostiene Habermas, en el trance de pasar de un orden


basado en los Estados a uno cosmopolita sólo se puede esperar una incierta
legitimidad, y es precisamente por ello que resulta ser primordial el papel de
los Derechos Humanos en este rubro; ya que en esta inestable situación los
Derechos Humanos representan el único fundamento reconocido para la
legitimidad política de la Comunidad Internacional, en virtud de que casi

49
DE ROBESPIERRE, Maximilien, “Libertad, Igualdad, Fraternidad”. Longseller, Argentina,
2005, pp. 153-155.
50
FARRELL D., Martín; Op. Cit.; p. 266.
51
DAHRENDORF, Ralf, Op. Cit., pp. 137-142.
todos los Estados han aceptado textualmente la Declaración Universal de
Derechos Humanos proclamada por las Naciones Unidas52.

Es por ello que como dice Ferrajoli no es posible hablar decentemente de


democracia, de igualdad, de garantías y de universalidad de los Derechos
Humanos si no tomamos finalmente en serio la Declaración Universal de
Derechos Humanos de 1948 y los Pactos sobre Derechos Humanos de
1966, y si continuamos disociando derechos del hombre y derechos del
ciudadano, preocupándonos sólo de éstos y no de aquellos, pues la
democracia no se realiza finalmente si no se realizan los Derechos
Humanos plenamente53.

Hoy por hoy, resulta inaceptable por tanto, que con base en la ciudadanía se
sigan manteniendo discriminaciones y desigualdades basadas en un
accidente tan coyuntural como puede ser el lugar de nacimiento. Es por eso
que Danilo Zolo ha afirmado acertadamente que “los derechos de
ciudadanía implican una presión hacia la desigualdad”. Lo mismo que T. H.
Marshall apuntó desde 1950 en su ensayo “Ciudadanía y Clase Social” que:
“la ciudadanía se ha convertido en ciertos aspectos, en el arquitecto de una
desigualdad social legitimada” 54.

Siguiendo esta misma línea, Luigi Ferrajoli ha señalado que “la ciudadanía,
se ha convertido en el último privilegio personal, el último factor de
discriminación y la última reliquia premoderna de las diferenciaciones por
status”, y que en tal virtud “se opone a la aclamada universalidad e igualdad
de los derechos fundamentales”55.

En tal sentido es que Pérez Luño ha afirmado que: “nunca como hoy se
había sentido tan intensamente la necesidad de concebir los valores y
derechos de la persona como garantías universales, independientes de las
contingencias de la raza, la lengua, el sexo, las religiones o las convicciones
ideológicas. Se siente hoy, con mayor intensidad que en cualquier etapa
histórica precedente, la exigencia de que los derechos y las libertades no se
ven comprometidos por el tránsito de las fronteras estatales”56.

Es así que el profesor Kymlicka con gran tino ha señalado que: “en un
mundo caracterizado por las masivas desigualdades sociales, la idea de que

52
Citado por DÍEZ De Urdanivia Fernández, Xavier, Op. Cit., p. 419.
53
FERRAJOLI, Luigi, “El Garantismo y la Filosofía del Derecho”. Universidad Externado de
Colombia, Argentina, 2000, pp. 182 y 183.
54
CARBONELL, Miguel, “La Constitución en Serio”. Editorial Porrúa/ Universidad Nacional
Autónoma de México, México, 2005, p. 24.
55
FERRAJOLI, Luigi, “Más Allá de la Soberanía y la Ciudadanía: Un Constitucionalismo
Global” en CARBONELL, Miguel y VÁZQUEZ, Rodolfo (Comps.) “Estado Constitucional y
Globalización”. Ed. Porrúa/ UNAM, México, 2001, p. 318.
56
PÉREZ Luño, Antonio-Enrique, “La Universalidad de los Derechos Humanos y el Estado
Constitucional”. Universidad Externado de Colombia, Bogotá, Colombia, 2002, p. 27.
las libertades y oportunidades que se tienen estén circunscritas al Estado en
que se nace significa que algunas personas nacen con un estatus legal que
les garantiza seguridad personal, amplias oportunidades y un nivel de vida
digno, mientras que otros (sin culpa alguna) nacen con un estatus jurídico
que les condena a la pobreza e inseguridad”57.

Es indudable que las profundas y marcadas desigualdades que imponen las


fronteras no deben seguir existiendo, pues el principio liberal de la igualdad
moral de las personas exige un bienestar igual para todas las personas,
independientemente de su lugar de nacimiento y de lo poco o mucho que
interactúen entre ellas. Resulta obvio que nadie desea vivir en la
marginación y en la pobreza más absoluta, y por tanto, tampoco es posible
justificar en modo alguno una distribución internacional de los recursos
mundiales que condene a las personas a la miseria sobre la única base
accidental de su nacimiento, tal y como ocurre hoy en día58.

Por todo lo anterior es que es absolutamente necesario consolidar un


verdadero cosmopolitismo. Es decir, lograr que todos los seres humanos
tengan el carácter de “ciudadanos del mundo” y en tal virtud, gocen
efectivamente en cualquier lugar en el que se encuentren de todos los
Derechos Humanos, sin importar su origen, ciudadanía o nacionalidad.

Definitivamente la universalidad es un rasgo decisivo para definir a los


Derechos Humanos. Sin este atributo podemos hablar de derechos de los
grupos, de las etnias, de los estamentos, pero no de Derechos Humanos. El
gran avance y el cambio de paradigma de la segunda mitad del siglo XX fue
el haber formulado la categoría de unos derechos inherentes al género
humano para evitar de esta manera cualquier tipo de limitación o
fragmentación en su titularidad. Es así que a partir de entonces y con la
Declaración de 1948, la titularidad de los derechos, enunciados como
Derechos Humanos no va a estar restringida a determinadas personas o
grupos privilegiados sino que va a ser reconocida como un atributo básico
inherente a todos los seres humanos por el mero hecho de su nacimiento.
De esta manera puede concluirse contundentemente que los Derechos
Humanos o son universales o simplemente no son Derechos Humanos
(serán en todo caso otro tipo de derechos pero no derechos que se
atribuyan a la humanidad en su conjunto)59.

Cabe mencionar que el proyecto de una sociedad cosmopolita no es un


mundo idílico y por tanto no implica que en él, no existan conflictos en
absoluto, sino que, de lo que se trata, es de lograr un mundo en el que los
conflictos sean reconocidos y resueltos conforme a unas reglas acordadas y

57
KYMLICKA, Will, “Fronteras Territoriales”. Ed. Trotta, Madrid, 2006, p. 37.
58
Ibidem, pp. 79 y 80.
59
PÉREZ Luño, Antonio-Enrique, “La Universalidad de los Derechos Humanos y el Estado
Constitucional”. Universidad Externado de Colombia, Bogotá, Colombia, 2002, pp. 47 y 48.
aseguradas institucionalmente. La idea es que las relaciones de poder sean
sustituidas por la apelación a valores comunes, y que los acuerdos
multilaterales frenen a tiempo a aquellos países que en el futuro quieran
abusar de su poder. Para ello es necesario el establecimiento de normas
jurídicas y de las correspondientes instituciones que las hagan efectivas y
que queden obligados al imperio de éste nuevo orden jurídico cosmopolita
todos los gobiernos del mundo, todas las organizaciones no
gubernamentales y también todos y cada uno de nosotros60.

La cuestión es como ha dicho Edgar Morin, lograr crear una conciencia


común en el mundo, civilizando a la civilización a través de una efectiva
intercomunicación entre las diversas sociedades y su asociación orgánica a
escala planetaria, dando origen a una auténtica “ciudadanía planetaria” para
todos los seres humanos, que nos dé y garantice a todos derechos
terrenales, de tal suerte que todos los seres humanos, podamos ser
considerados realmente como “ciudadanos del mundo” (cosmopolitas). Para
ello se hace absolutamente necesario, generar en todos y cada uno de
nosotros un sentido de identidad terrenal que nos haga ser conscientes, no
sólo de nuestros derechos sino también de nuestros deberes frente a
nosotros mismos y frente a los demás y a nuestro entorno, reconociendo al
mundo verdaderamente como nuestra patria terrestre común61.

En este orden de ideas resulta lógico el señalar que todos los seres
humanos del planeta deben tener un derecho a la vida buena. Siendo ésta la
vida humana con todas las ventajas, libertades, comodidades y seguridades
que el desarrollo de la humanidad ha puesto en el escaparate para que
todos las vean, aunque no todos las puedan conseguir62. Por ello resulta que
todas las instituciones, instrumentos jurídicos, técnicas sociales y
construcciones políticas debieran de estar orientadas a la consecución y
mantenimiento de esa vida buena.

Son precisamente los Derechos Humanos como principios y como normas,


el medio idóneo para lograrlo, pues como dice Dahrendorf “la libertad es un
concepto que resulta bastante útil para medir el bienestar y el grado de
desarrollo de los pueblos, pues la libertad es la idea rectora de todo
progreso humano”, ya que como ha dicho el premio Nobel de Economía
Amartya Sen: “El progreso es el proceso de ampliación de las libertades
humanas”, ya que el progreso depende del aumento de la libertad y sólo es
posible lograrlo a través del desarrollo de determinadas libertades63.

60
DAHRENDORF, Ralf, Op. Cit., pp.148-150.
61
En relación con estos conceptos se sugiere consultar la obra de: MORIN, Edgar y
BRIGITTE Kern, Anne, “Tierra Patria”. Editorial Kairós, Barcelona, 1993.
62
CORREAS, Óscar, “Acerca de los Derechos Humanos. Apuntes para un Ensayo”.
Ediciones Coyoacán, México, D.F., 2003, p. 9.
63
DAHRENDORF, Ralf; Op. Cit., pp. 17 y 18.
Como podemos apreciar, la evolución de los Derechos Humanos ha
generado una atmósfera política en la cual su protección se ha convertido en
uno de los temas de mayor relevancia en la agenda de las discusiones
políticas internacionales contemporáneas entre gobiernos, organismos
internacionales y la gran red de organismos no gubernamentales64.

Evidentemente no bastan los himnos y alabanzas a los Derechos Humanos


y es imperativo no quedarse únicamente en el “discurso político” de los
Derechos Humanos que muchos gobiernos y organizaciones esgrimen por
ser políticamente correcto y por los beneficios clientelares que puede
reportarles. Definitivamente es necesario pasar a la acción y tomar cartas en
el asunto y no dejar el cumplimiento de los Derechos Humanos a la buena
voluntad, ya que la generosidad es ante todo una virtud privada, y por tanto
no puede servir de base como principio de acción para una mejor
organización de la vida colectiva. Ya que como ha dicho Lipovetsky: “sin la
inteligencia de las condiciones concretas, la justa evaluación de los fines y
de los medios y la preocupación de eficacia, los más altos objetivos morales
se convierten rápidamente en su contrario, el infierno, y, eso ya lo sabemos,
su camino está empedrado de buenas intenciones”65.
En los últimos tiempos se ha dado un resurgir ético que ha tenido el mérito
de producir manifestaciones tales como el movimiento humanitario y el
derecho de injerencia, la primacía de los Derechos Humanos, la voluntad de
responsabilizar al hombre en el trabajo y la preocupación por el futuro del
planeta y la especie humana. Pero tales cuestiones no dejan de tener
contradicciones y callejones sin salida e incluso nos han llevado como dice
Lipovetsky a fundar nuestras esperanzas de salvación en una cierta “ilusión
ética”. Es por ello que es necesario mantener un espíritu crítico y volver a
decir esas verdades conocidas, demasiado conocidas pero también
demasiado rápidamente olvidadas en esta época de éxtasis ético66.

Lo que se necesita no es una exhortación a la virtud pura sino una


inteligencia responsable y un humanismo aplicado, pues sólo con ellos
seremos capaces de estar a la altura de los desafíos de la época. Se trata
de apelar con todas nuestras fuerzas, no al heroísmo moral, sino al
desarrollo social de una ética inteligente y prudente, orientada hacia la
búsqueda del justo medio en relación con las circunstancias históricas,
técnicas y sociales, y que contribuya a transformar en el buen sentido las
prácticas sociales, para construir un mundo no ideal pero menos ciego y tal
vez un poco más justo67.

64
BUERGENTHAL, Thomas, “Derechos Humanos Internacionales”. Segunda Edición,
Editorial Gernika, México, 2002, p. 45.
65
LIPOVETSKY, Gilles, “El Crepúsculo del Deber”. Segunda edición, Ed. Anagrama,
Barcelona, 2008, pp. 213 y 214.
66
Ibidem, pp. 211 y 212.
67
Ídem, pp. 213-215.
Estamos pues en presencia de una revolución de los Derechos Humanos en
plena marcha y aunque se ha avanzado bastante, aún queda mucho por
lograr. La tarea pendiente consiste en “afilar” la ley mediante el
fortalecimiento de los mecanismos internacionales de protección de los
Derechos Humanos, y la ampliación de su jurisdicción a todos los rincones
del mundo68.

Del mismo modo, es indispensable el diseño de otro modelo de Estado,


distinto del modelo de Estado-nación tradicional, que asuma un nuevo papel
en esta era de la globalización y que sea verdaderamente compatible con la
universalidad de los derechos, lo cual implica dejar de determinar la
titularidad de los mismos, con base en la vieja noción de ciudadanía69.

Es necesario como señala Ferrajoli tomar en serio los Derechos Humanos


proclamados solemnemente en las constituciones y en las declaraciones
internacionales, lo cual implica en primer lugar reconocer el carácter
supraestatal de los derechos fundamentales y disponer, por lo tanto, en
sede internacional, garantías idóneas para tutelarlos y satisfacerlos también
contra o sin sus Estados, y en segundo lugar, tomar a dichos derechos en
serio quiere decir también, tener el coraje de desanclarlos de la ciudadanía,
pues hoy por hoy la ciudadanía representa el último privilegio de estatus, el
último factor de exclusión y discriminación y la última contradicción irresuelta
con la universalidad de los derechos fundamentales proclamada tanto en las
constituciones estatales como en las convenciones internacionales70.

Hoy en día resulta indiscutible que la sociedad mundial contemporánea


reclama cada vez con más fuerza la existencia de una confluencia mundial
de voluntades por parte de todos los Estados que precise cada vez más las
líneas de los acuerdos básicos a favor de los Derechos Humanos en el
mundo globalizado, a través del ius cogens contenido en los instrumentos
internacionales sobre Derechos Humanos, para todas las personas sin
distinción, en el marco de idénticas oportunidades de acceso a los bienes en
su conjunto. En este sentido, universalidad de derechos e igualdad se
aprecian como términos equivalentes; los derechos para todos y cada uno,
respetando la propia identidad y las diferencias que, paradójicamente, a
todos nos igualan71.

Finalmente y en relación con la cuestión de la universalidad de los Derechos


Humanos, resultan pertinentes y dignas de ser tomadas en consideración

68
BUERGENTHAL, Thomas, “Derechos Humanos Internacionales”. Segunda edición
Editorial Gernika; México, 2002, pp. 45 y 46.
69
VÁZQUEZ, Rodolfo, Op. Cit., pp. 85 y 86.
70
FERRAJOLI, Luigi, “El Garantismo y la Filosofía del Derecho”. Universidad Externado de
Colombia, Argentina, 2000, pp. 183 y 184.
71
CABALLERO Ochoa, José Luis Juan, “La igualdad en Ciernes. La Prohibición de
Discriminar en Cartas Fundamentales Europeas”. Ed. Porrúa/Universidad Iberoamericana,
México, 2004, pp. XI y XII.
las palabras del ex Secretario General de las Naciones Unidas Kofi Annan
vertidas en su “Discurso sobre Ética Mundial” pronunciado en 2003 y que a
continuación se transcriben:

“¿Existen valores universales? Sí, sí que existen pero no podemos darlos por
evidentes. Deben ser ponderados cuidadosamente, deben ser defendidos y
fortalecidos. Y debemos cultivar en nosotros la voluntad de vivir conforme a los
valores que anunciamos: en nuestra vida privada, en nuestras comunidades locales
y nacionales, en el mundo”72.

Por otro lado, es evidente que hoy en día se ha vuelto necesario e


indispensable el conjurar los efectos perversos de la globalización que han
afectado gravemente en los últimos tiempos a la especie humana y al
planeta entero. Los cuatro jinetes del Apocalipsis han cabalgado y cabalgan
sembrando guerras, muerte, destrucción, hambre, pobreza y enfermedad, y
por desgracia parece no haber quien los detenga. La tentación del
autoritarismo, la intolerancia, la discriminación, la exclusión y la violencia
siguen siendo moneda de curso legal en esta nueva época caracterizada por
la mercantilización de casi todos los aspectos de la vida misma.

Las violaciones de Derechos Humanos y los abusos provenientes de los


gobiernos de un Estado, que cada vez se ve más “encogido” y disminuido en
su poder al grado de aparecer como incapaz e incompetente para atender y
resolver las necesidades de la sociedad, no sólo se repiten constante e
incesantemente sino que por si fuera poco, ahora se ven acompañados
también por abusos y violaciones de derechos provenientes de poderes
fácticos (“poderes salvajes”73), muchos de ellos de carácter económico y
comercial, y de naturaleza no sólo nacional sino transnacional que actúan
bajo la complacencia del propio Estado o incluso aún sin ella.

Todo este panorama desolador confirma que actualmente es una imperiosa


necesidad el lograr construir de manera sólida un auténtico nuevo orden
mundial basado en la universalidad de los Derechos Humanos, de tal suerte
que los graves males y el “nuevo desorden mundial” que se han ocasionado
como efectos indeseables e incluso imprevistos de la globalización
económica74, puedan ser revertidos y a través de este nuevo orden
universal se logre efectivamente cambiar y mejorar el mundo, extendiendo
de manera verdaderamente global los beneficios de una vida digna a toda la
especie humana y sin excepciones.

72
KÜNG, Hans, “Ética mundial en América Latina”. Editorial Trotta, Madrid, 2008, P. 39.
73
Con respecto a estos llamados “poderes salvajes”, sus características y tipología ver
FERRAJOLI, Luigi, “El Garantismo y la Filosofía del Derecho”. Universidad Externado de
Colombia, Argentina, 2000, obra en la que se aborda específicamente el tema.
74
Para mayor detalle en relación a estas consecuencias y efectos que ha traído el proceso
globalizador afectando al mundo en los últimos años resulta útil consultar la obra de
BAUMAN, Zygmunt, “La Globalización. Consecuencias Humanas”. Tercera reimpresión,
Fondo de Cultura Económica, México, 2006.
Este nuevo orden jurídico mundial, deberá sustentarse más que en la
soberanía de los Estados, en la autonomía de los pueblos y en los principios
de la paz, justicia y solidaridad de todos los miembros de la Comunidad
Internacional. Deberá ser un orden jurídico internacional producto de
auténticos consensos multiculturales, plurales y democráticos, y a la vez
obligatorio para todos los Estados sin excepción alguna, y en el que se
contemplen también los medios y las medidas necesarias para obligar a
aquellos que sean renuentes a acatarlo75.

Esto implica el surgimiento y consolidación de un verdadero


constitucionalismo mundial, capaz de lograr los más altos ideales y
principios que sirven de base al orden jurídico internacional, como son el
respeto a los Derechos Humanos y la afirmación de la paz y seguridad en el
mundo, y en el que las viejas concepciones de ciudadanía y nacionalidad,
propias de cada Estado, se vayan diluyendo; mientras que al mismo tiempo,
se vaya creando y fortaleciendo cada vez más, el concepto de una
“ciudadanía mundial”, que signifique un mínimo de derechos para todos
los seres humanos en cualquier parte del planeta. Sólo entonces al
considerarnos todos como iguales aunque diferentes, podremos aspirar a
una vida más libre, más justa y más digna con independencia del Estado en
el cual hayamos nacido o en el que nos encontremos76.

Sin lugar a dudas y a pesar de todas las dificultades y obstáculos que han
tenido que sortearse, y no obstante los múltiples y enormes retos que aún se
tienen por delante, es incuestionable que la construcción de este nuevo
orden globalizado en relación con los Derechos Humanos ha sido
notablemente benéfica para la humanidad entera; y pese a lo compleja y
escabrosa que ha resultado su configuración, podemos decir que, los
esfuerzos realizados, indiscutiblemente han rendido ya algunos frutos, pero
seguramente también, los más dulces y maduros aún están pendientes de
ser cosechados.

75
DE DIENHEIM Barriguete, Cuauhtémoc Manuel, “La Crisis de la Soberanía Frente al
Nuevo Orden Jurídico Internacional” en IUS UNLA Anuario 2005. Universidad Latina de
América, México, 2006, pp. 204 y 205.
76
Ibidem, p. 205.

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