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Clase 2: Encuentros con Dios

Partiendo de la verdad de que a Cristo no se lo estudia sino que se lo conoce


podremos exponer brevemente cuáles son las diferencias entre intimidad y
comunión; alabanza y adoración. Y por consiguiente definir cuál es el
propósito del hombre al ser creado. Por ultimo detallar algunos conceptos
sobre la búsqueda de Dios y la limitación que el hombre sufre por no buscarlo
como se lo merece.
En primer lugar es importante apuntar que la Biblia no habla exclusivamente
de la adoración como acto musicalizado, de hecho este solo es una parte,
poderosa, pero no completa. El acto de adoración requiere más que una
expresión artística:
«Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanza;
alabadle, bendecid su nombre.» Salmos 100: 4.
El agradecimiento: se podría definir como el reconocimiento de los hechos Commented [a1]:

de Dios. Le agradecemos a Dios por lo que Él hizo y hace en nosotros y en la


humanidad.
La alabanza: es entonces el reconocimiento del carácter de Dios. Exaltamos
y glorificamos los atributos de Dios: Santo, Sublime, Amoroso, Fiel, etc. La
música cumple aquí un rol sobremanera, pero no exclusivo.
La adoración: por último es el reconocimiento de la voluntad de Dios sobre
la nuestra. Adoramos a Dios cuando le obedecemos por sobre nuestros
deseos. La máxima expresión de adoración se vio en el Getsemaní cuando
Cristo puso la voluntad del Padre por encima de la suya.
No obstante el hombre fue creado súbitamente para esto, para relacionarse
íntimamente con Dios en un acto de adoración sujeto a su voluntad. No hay
otro propósito ni llamado fuera de este.
Por otro lado, leemos en Hechos 15: 16-17 que Dios promete la restauración
del tabernáculo de David, la pregunta es: ¿Por qué el de David y no el de
Moisés, que fue construido detalladamente como Dios lo mandó, ni el de
Salomón en todo su esplendor?
La clave está en que Dios no busca templos lujosos sino corazones
apasionados. La Biblia nos enseña que el tabernáculo de David era
simplemente una tienda de tela que cubría el arca del pacto, sin embargo él
había colocado más de 200 hombres que lo adoraren día y noche durante 24 hs
en todo lo que duró su reinado (1 Crónicas 25).
El tabernáculo de David era entonces menos edificio y más “evento”. Era solo
una simple lona pero la gloria de Dios era continuamente exaltada. En este
tabernáculo no existía el velo divisorio que tanto odiaba Dios. La gloria
shekina, la llama azul estaba expuesta a todos.
¿Qué diferencia encontramos al estilo de adoración de este tabernáculo con el
de la iglesia posmoderna?
La posmodernidad se encuentra sumergida en lo que denomina la era del
consumo. La gente vive consumiendo productos que fueron creados para ser
usados, descartados y reemplazados. Es tan común esta práctica que hemos
trasladado este hábito a todo nuestro contexto y actividades. Se encuentra
implantando en nuestro psique.
El hombre trata a todas las cosas y a todas las personas como un bien de
consumo en donde el poder de la elección, de lo que parecería nuestra
soberana elección por encima de la de los demás, bajo la presión de la infinita
variedad de productos.
Consumimos y descartamos todo lo que nos rodea. Pero ¿Qué problema se le
presenta al cristiano, especialmente el occidental? Bueno, es que la iglesia de
hoy parece haberse convertido en un supermercado eclesiástico, el creyente
llega a la iglesia con las expectativas de recibir un producto nuevo nunca
visto.
Si lo que se le ofrece es de su agrado, lo consume, aunque por corto periodo,
aquello es rápidamente reemplazado por algo nuevo y fresco, algo que
satisfaga su deseo de consumo: música, luces, palabras motivacionales, shows,
etc. Si lo que recibe no es de su satisfacción puede hasta incluso abandonar la
iglesia, célula, lo que sea y buscar en otro lado.
Sin embargo la idea de congregación no es solamente poder recibir
(entiéndase “recibir” como de algo duradero y no superficial y de corto plazo),
sino de ir a ofrecer algo, de compromiso hacia los demás y de entrega total, o
como Juan lo expresa: «…nosotros debemos poner la vida por los hermanos.»
David iba a la presencia de Dios para poder entregar algo y no para recibir
simplemente. Él buscaba su rostro antes que su mano (Salmo 27:8).
Es necesario entonces para alcanzar la gloria de Dios despojarnos de nuestros
deseos humanos y anhelar insaciablemente el rostro del Padre. Sin embargo
para poder alcanzar su rostro es necesario algo fundamental, algo que David
supo descifrar y es relatado en 2 Samuel 6: 2 al 23.
En algún momento en que se transportaba el arca David comenzó a valorar las
cosas que Dios valora ¿pero qué fue? El tabernáculo solo debía ser tocado por
los levitas, era un precepto de Dios, sin embargo David pretendía que lo
llevasen los bueyes. Los bueyes tambalearon, Uza intento sostener el arca y
murió.
Aquí hay un mensaje muy claro, Uza intentaba estabilizar lo que Dios había
sucumbido. Él no quiere que a su presencia la lleven los bueyes, quiere que la
lleven los hombres y mujeres, los débiles, los que sudan. Es muy fácil
depender de otro para que la gloria sea desatada en nuestra casa, iglesia o
nación, pero ese no es el plan de Dios, Él quiere que cada uno se
responsabilice en hacerlo.
No esperemos que sean los músicos o ministros quienes busquen intensamente
a Dios y carguen con el peso de su gloria, cada uno debemos cargarla en el
hombro para que sea desatada. Esto implica una búsqueda intensa y
sacrificada. Se calcula que el pueblo caminó unos 16 kms hasta su destino, era
un viaje que requería un esfuerzo intenso.
No podemos buscar a Dios solo con una mera alabanza, es necesario buscarlo
hasta el agotamiento, hasta alcanzarlo. Esto no es simplemente arrodillarnos
ante Él y buscarlo hasta que tengamos sueño y entonces marcharnos, se debe
ir más allá de nuestros límites.
David danzaba cuando llegaron porque la gloria de Dios había entrado a su
pueblo. Qué importancia es notar como a Mical le interesaba más la apariencia
de David que el hecho de que el arca había sido recuperada. A Mical le
importaba más la dignidad que la Deidad y su resultado fue la esterilidad.
Muchas veces cuando busquemos a Dios pasaremos el ridículo, pero solo lo
hallan aquellos que están dispuestos a humillarse, los demás seguirán es su
esterilidad espiritual sin poder experimentar la gloria de Dios.
Si queremos ver la presencia manifiesta de Dios en donde nos movamos
necesitamos despojarnos de nuestros propios deseos e iniciar una búsqueda
que supere nuestra comodidad y humanidad.

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