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Testamento
Una comprensión correcta de la historia de la Biblia y de la colección de sus
libros no sólo es de gran interés para el lector de la Palabra de Dios sino que
es necesaria para refutar las falsas denuncias de los que están influidos en su
pensamiento por la alta crítica. Puesto que a veces se ha afirmado que la
colección de los libros del Antiguo Testamento fue hecha poco antes del
ministerio de Jesucristo, o en el concilio judío de Jamnia, después de la
destrucción de Jerusalén por los romanos en el año 70 DC, es necesario
conocer los hechos para ver la falacia de tales afirmaciones.
El canon.-
La palabra canon fue usada por los griegos para designar una regla investida
de autoridad. El apóstol Pablo usa la palabra en ese sentido en Gál. 6:
16. Desde el siglo II en adelante, continuamente se recurrió a la regla de las
enseñanzas cristianas con frases como "canon de la iglesia", el "canon de la
verdad", o el "canon de la fe" (ver Brooke Foss Westcott, History of the
Canon, 7ª ed., pág. 514).
Orígenes (185?-254?), uno de los padres de la iglesia, usó por primera vez la
palabra canon para designar la colección de los libros de la Biblia reconocida
como una regla de fe y práctica. Dijo que "nadie debiera usar para probar la
doctrina libros no incluidos entre las Escrituras canonizadas" (Commentary on
Matt., sec. 28). Atanasio (293?-373 DC) luego llamó "canon" a toda la
colección de libros sancionados por la iglesia, y éste es el significado con el
cual se introdujo la palabra en el lenguaje de la iglesia (Westcott, History of
the Canon, págs. 518, 519).
División antigua y moderna del Antiguo Testamento.-
La expresión "canon del Antiguo Testamento" sencillamente significa los 39
libros del Antiguo Testamento aceptados por los protestantes que fueron
escritos por profetas, historiadores y poetas inspirados en tiempos
precristianos. La división actual en tres secciones -históricos, poéticos y
proféticos- que contiene 39 libros, se ha originado en las traducciones griegas
y latinas de la Biblia donde se halla tal división. El Antiguo Testamento
hebreo consistía en 24 libros, que eran divididos en las siguientes tres
divisiones principales:
1. La ley (torah) que contiene los cinco libros de Moisés, o Pentateuco.
2. Los profetas (nebi'im) subdivididos en:
(a) Cuatro "anteriores", Josué, Jueces, (1 y 2) Samuel y (1 y 2)
Reyes, y
(b) Cuatro "posteriores", Isaías, Jeremías, Ezequiel y los doce
profetas menores en un solo libro.
3. Los escritos (ketubim), constituidos por los once libros restantes, de
los cuales Esdras, Nehemías y 1 y 2 de Crónicas forman cada uno un solo
libro.
La triple división del Antiguo Testamento hebreo en el tiempo de Cristo es
confirmada por sus propias palabras: "Era necesario que se cumpliese todo lo
que está escrito de mí en [1] la ley de Moisés, en [2] los profetas y en [3] los
salmos [el primer libro de la tercera división]" (Luc. 24: 44).
Antes del exilio en Babilonia.-
El origen de muchos de los libros del Antiguo Testamento, tomados por
separado, puede rastrearse yendo hacia sus autores. (La paternidad literaria se
trata en la Introducción que aparece al comienzo de cada libro, en este
comentario.) Sin embargo, no hay información disponible en cuanto a
colecciones más grandes de los libros del Antiguo Testamento antes del exilio
en Babilonia. Las referencias preexílicas a los libros bíblicos aluden al
Pentateuco.
Dios advirtió a Josué que "nunca se apartará de tu boca este libro de la ley"
(Jos. 1: 8), y Josué, el sucesor de Moisés, animó al pueblo a "hacer todo lo que
está escrito en el libro de la ley de Moisés" (cap. 23: 6). También celebró una
gran reunión donde públicamente se leyeron instrucciones del "libro de la ley"
(cap. 8: 34).
David también conocía el Pentateuco y trató de vivir de acuerdo con sus
preceptos, como se puede deducir por el consejo que dio a su hijo Salomón, de
que guardara los estatutos, mandamientos, decretos y testimonios del Señor
"de la manera que está escrito en la ley de Moisés" (1 Rey. 2: 3). También el
rey Amasías de Judá recibió alabanza por seguir ciertos requisitos como
estaban escritos "en el libro de la ley de Moisés" (2 Rey. 14: 6). Estos
aislados testimonios de la Biblia muestran que el Pentateuco era conocido
desde el tiempo de Moisés hasta el período de los reyes de Judá. Sin
embargo, hubo tiempos, especialmente durante el reinado de reyes impíos,
cuando apenas si eran conocidas las Escrituras y, por así decirlo, tuvieron que
ser redescubiertas.
Por ejemplo, esto sucedió en el tiempo del rey Josías, cuando durante la
reparación del templo, fue encontrado "el libro de la ley" y leído, y sus
requisitos fueron puestos en práctica una vez más (2 Rey. 22: 8 a 23: 24).
En el tiempo de Esdras-Nehemías.-
En los libros del Antiguo Testamento que fueron escritos después del exilio,
tales como los de Esdras y Nehemías, se hace referencia, ya sea por nombre o
por alguna cita, a varios de los libros más antiguos de la Biblia. También se
habla de ciertos libros que han sido incorporados parcialmente a los libros de
las Escrituras posteriores al exilio, o se han perdido. Los 5 libros de Moisés -
bajo los nombres de "libros de Moisés", "ley de Jehová", "libro de la ley de
Jehová", etc.- aparecen mencionados 7 veces en 1 y 2 de Crónicas; 17 veces
en Esdras y Nehemías y una vez en Malaquías. Que el libro de la ley (torah)
era considerado como inspirado y "canónico" en el siglo V AC, se ve por la
gran reverencia que mostraba el pueblo cuando era abierto el libro (Neh. 8: 5,
6). Parecería que la expresión "libro de la ley" (torah) abarcara más que el
"Pentateuco", pues el mismo término es usado una vez por Jesús al referirse a
los Salmos, cuando introduce citas de Sal. 35: 19 y 69: 4 con las palabras:
"escrita en su ley" (Juan 15: 25).
Muchos libros de origen anterior al exilio sobrevivieron a la destrucción de
Jerusalén y al cautiverio de Babilonia. Esto se ve porque Daniel usó el libro de
Jeremías durante el exilio de Babilonia (Dan. 9: 2) y porque unos 20 libros
diferentes se mencionan en los libros de Crónicas ya sea como habiendo
proporcionado el material original para el contenido de esa obra, o como
libros donde podía conseguirse información adicional acerca de muchos
puntos que sólo fueron tocados superficialmente en las Crónicas. El cronista
posterior al exilio (ver 2 Crón. 36: 22) se refirió a muchos libros, tales como
"el libro de las crónicas de Samuel vidente" (1 Crón. 29: 29) las "crónicas" o
"libros del profeta Natán" (1 Crón. 29: 29; 2 Crón. 9: 29) y "la historia de lado
profeta" (2 Crón. 13: 22).
La tradición judía indica que Esdras y Nehemías tuvieron una parte evidente
en la colección de los libros sagrados. El apócrifo segundo libro de los
Macabeos, escrito durante los comienzos del siglo I AC, contiene una carta
supuestamente escrita por los judíos palestinos y Judas Macabeo al filósofo,
judío Aristóbulo y a otros judíos de Egipto (2 Mac. 1:10). Esta carta se refiere
a "los archivos y... Memorias del tiempo de Nehemías" y declara también que
Nehemías fundó "una biblioteca" y "reunió los libros referentes a los reyes y a
los profetas, los de David" (2 Mac. 2: 13, traducción de la BJ).
El historiador judío Josefo es otro escritor que coloca la terminación del canon
del Antiguo Testamento en el tiempo de Esdras y Nehemías. Poco después de
la caída de Jerusalén, en 70 DC, Josefo hizo la siguiente declaración
importante:
"Desde el imperio de Artajerjes hasta nuestra época, todos los sucesos se han
puesto por escrito; pero no merecen tanta autoridad y fe como los libros
mencionados anteriormente, pues ya no hubo una sucesión exacta de
profetas. Esto evidencia por qué tenemos en tanta veneración a nuestros
libros. A pesar de los siglos transcurridos, nadie se ha atrevido a agregarles
nada, o quitarles o cambiarles" (Josefo, Contra Apión, i. 8 [en Obras
Completas de Flavio Josefo, ed. Acervo Cultural, Buenos Aires, 1961, tomo
V, pág. 15]).
Esta declaración muestra que los judíos en el tiempo de Cristo estaban
convencidos de que el canon había sido fijado en el tiempo de Esdras y
Nehemías, que trabajaron bajo Artajerjes I. Los judíos estaban mal dispuestos
a anular esa decisión, o a añadir a las Escrituras tales como habían sido fijadas
500 años antes, especialmente porque nadie claramente reconocido como
profeta se había levantado desde los días de Malaquías.
La importante declaración de Josefo concuerda bien con las observaciones que
puede hacer el lector cuidadoso en el mismo Antiguo Testamento. Los últimos
libros históricos -Crónicas, Esdras, Nehemías y Ester-, por ejemplo, consignan
la historia de Israel hasta el período que sigue al exilio. Las Crónicas y su
continuación, Esdras-Nehemías, registran acontecimientos que sucedieron
durante los siglos VI y V, pero no después. Por lo tanto, la redacción del
Antiguo Testamento, tal como lo conocemos ahora, se debe haber completado
hacia el fin del siglo V AC, pues la continuación posterior de la historia no fue
añadida al registro anterior. Ni aun se preservó junto con las Escrituras
canónicas. Por consiguiente, debe haber estado cerrado el canon. Si se desea
examinar una declaración más en cuanto a la relación de Esdras con la
colección de los libros sagrados, ver Profetas y Reyes, pág. 448.
Entre Nehemías y los Macabeos.-
Apenas si hay registros existentes de la historia de los judíos durante los siglos
IV y III AC. Sólo se conocen dos registros de este período que tengan alguna
relación con la historia de la Biblia: (1) La tradición de la visita de Alejandro
a Jerusalén y (2) la preparación de la traducción griega del Antiguo
Testamento hecha en Egipto y llamada la Septuaginta (generalmente se
abrevia LXX).
De acuerdo con Josefo, la visita de Alejandro a Jerusalén se efectuó después
de la caída de Gaza, en noviembre del año 332 AC. Según el relato, cuando
fue a castigar a los judíos por haber rehusado ayudarle con tropas en su guerra
contra los persas, fuera de las murallas de Jerusalén vino a su encuentro una
procesión de sacerdotes presididos por el sumo sacerdote Jadúa. Se dice que
entonces el rey fue llevado al templo, donde se le dio la oportunidad de
ofrecer sacrificios y se le mostró, en el libro de Daniel, que uno de los griegos
-presumiblemente Alejandro- estaba designado por las profecías divinas para
destruir el imperio persa. Esto complació tanto a Alejandro que confirió
favores a los judíos (Josefo, Antigüedades, xi. 8. 4, 5). El relato, tal como lo
presenta Josefo, ha sido considerado como ficticio por la mayoría de los
eruditos. Su aceptación requeriría la existencia del libro de Daniel en el
tiempo de Alejandro Magno, al paso que ellos sostienen que el libro no fue
escrito antes del período de los Macabeos, en el siglo II AC. Sin embargo,
hay abundantes evidencias internas a favor de la verdad de este relato. (Ver la
Introducción al libro de Daniel.) Si es verdadero, el relato proporciona una
prueba más de que los judíos no sólo poseían el libro de Daniel sino que
también estudiaban las profecías que contenía.
La traducción de la Septuaginta fue preparada por los judíos de habla griega
de Egipto, pero pronto alcanzó una circulación considerable entre los judíos
que estaban ampliamente dispersos. Las fuentes para conocer su origen están
en la reputada Carta de Aristeas, escrita posiblemente entre 96 y 63 AC; una
declaración de Filón, filósofo judío alejandrino del tiempo de Cristo (Filón,
Vida de Moisés II. 5-7), y los libros de Josefo, escritos poco después
(Antigüedades xii. 2; Contra Apión II. 4). En estas obras se narra un relato
legendario en cuanto a la traducción del Pentateuco por 72 eruditos judíos, en
72 días, durante el reinado del rey Tolomeo II de Egipto (285-247 AC). El
relato nos dice que esos hombres trabajaron independientemente, pero
produjeron 72 ejemplares de una traducción en la cual concordaba cada
palabra, lo que mostraba que su traducción había sido realizada bajo la
inspiración del Espíritu Santo. Aunque este relato fue urdido con el propósito
de conseguir una pronta aceptación de la traducción griega entre los judíos y
de colocarla en pie de igualdad con el texto hebreo, fuera de duda contiene
algunos hechos históricos. Uno de ellos es que la traducción comenzó con el
Pentateuco y que se llevó a cabo bajo Tolomeo II. No se sabe cuándo se
completó la traducción de todo el Antiguo Testamento. Esto puede haber
sucedido en el siglo III AC o a comienzos del siglo II. Sin embargo, la
Septuaginta completa es mencionada por el traductor del Eclesiástico de Jesús
Ben Sirá, en el prólogo que añadió a este libro apócrifo. El prólogo fue
escrito por el año 132 AC, y se refiere a la Biblia griega como algo que ya
existía.
Al hacer referencia al libro del Eclesiástico, o Sabiduría de Jesús Ben Sirá,
que fue compuesto en hebreo por el año 180 AC, vale la pena señalar de paso
que su autor tenía acceso a la mayoría de los libros del Antiguo
Testamento. Esto se advierte porque cita, o se refiere, a 19 de los 24 libros de
la Biblia hebrea.
Desde los Macabeos hasta Cristo.-
En el siglo II AC, el rey seléucida Antíoco Epífanes procuró helenizar a los
judíos y aplastar su espíritu nacionalista. Eliminó sus ritos religiosos, cambió
sus formas de vida y trató de destruir su literatura sagrada. Después de una
descripción de los esfuerzos hechos en ese tiempo para introducir ritos
paganos, 1 Mac. 1: 56, 57 dice lo siguiente acerca de este punto:
"Rompían y echaban al fuego los libros de la Ley que podían hallar. Al que
encontraban con un ejemplar de la Alianza en su poder, o bien descubrían que
observaba los preceptos de la Ley, le condenaban a muerte en virtud del
decreto real" (traducción de la BJ).
Fue probablemente durante este período, mientras estaba prohibida la lectura
de los libros del Pentateuco, cuando comenzó la práctica de leer en los
servicios religiosos pasajes de los profetas en lugar de pasajes de la ley. Estos
pasajes de los libros proféticos fueron llamados más tarde haftarot, y se leían
en relación con secciones de la ley tan pronto como se levantaron las
restricciones (cf. Luc. 4: 16, 17; Hech. 13: 15, 27).
Muchos libros se salvaron de la destrucción durante ese período de desgracia
nacional, cuando toda la vida religiosa de los judíos estuvo en peligro. La
tradición judía sostiene que la preservación de muchos libros se debió al valor
y a los esfuerzos de Judas Macabeo. En el segundo libro de los Macabeos,
escrito en los comienzos del siglo I AC, se declara que Judas Macabeo "reunió
todos los libros dispersos a causa de la guerra que sufrimos, los cuales están
en nuestras manos" (2 Mac. 2: 14).
Por el año 132 AC, el nieto de Jesús Ben Sirá tradujo al griego la obra hebrea
de su abuelo, llamada Eclesiástico. Le añadió un prólogo histórico en el cual
se menciona tres veces la triple división del canon del Antiguo Testamento.
Por este tiempo también se escribió el libro apócrifo primero de los
Macabeos. En él se cita el libro de los Salmos (1 Mac. 7: 17). Daniel es
mencionado (1 Mac. 2: 60), así como sus tres amigos, junto con Abrahán,
José, Josué, David, Elías y otros antiguos varones de Dios. Aquí se tiene la
impresión clara de que el autor de 1 Macabeos consideraba el libro de donde
recibió la información acerca de Daniel como una de las obras antiguas, y no
como una nueva adición del siglo de los Macabeos, como lo pretende la alta
crítica.
El primer testimonio de la expresión "Escritura" usada para designar ciertas
partes de la Biblia es la Carta de Aristeas. (Ver las secciones 155 y 168 de
Apocrypha and Pseudepigrapha, de Charles, t. 2.) Esa carta fue escrita
posiblemente entre 96 y 63 AC. Ese término, usado regularmente por los
últimos escritores del Nuevo Testamento al referirse a los libros del Antiguo
Testamento, es empleado por Aristeas para designar el Pentateuco.