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La familia ¿es necesariamente Edípica?

La familia en los “Complejos familiares” (1038) fue pensada por Lacan como
un lugar de transmisión de una estructura significante que se manifiesta por
alianzas y filiaciones de parentesco. Hoy decimos que es una invención
simbólica y que representa a la moral tradicional.

¿Se podría llamar Edipo a la estructura que permanece durante los siglos
llamada Familia, más allá de todos los modelos tradicionales, de las religiones
y sociedades?

Para esta argumentación tomé el curso de Miller El ser y el UNO.

Si bien el Edipo freudiano se extrae de la mitología griega es la puesta en


forma del modelo judío cristiano

Me interrogo: El mito del Edipo, ¿es para el psicoanálisis un mero recurso


explicativo para comprender el conflicto del sujeto?

Este mito se presenta como un enunciado de lo imposible y esta


imposibilidad nos remite a la imposibilidad de domesticar el goce mediante
el discurso1. La opinión de Lacan sería que el analista se aparte del mito para
no quedar adormecido junto con el neurótico

Lacan predijo muy tempranamente la declinación del Edipo en nuestras


sociedades. La definición misma de las neurosis es la imposibilidad en la que
se encuentra el sujeto. Esto lo lleva a la invención singular de una relación
con lo simbólico y lo real. Tal es así que Lacan en el seminario V dice que el
padre es una metáfora, una función.

En el texto hay una afirmación: Lacan se ocupó desde el comienzo hasta el


final de su enseñanza de la relación de la palabra y el goce.

1 Ruiz, Graciela; Más allá del Edipo; Del Edipo a la Sexuación; Paidós

1
Miller dice en el Ser y el Uno que lo real emerge del lenguaje. Entonces lo
que siempre se llamó estructura era lo real.

Tanto en Freud como en Lacan el goce, el estilo de goce de cada sujeto está
siempre ligado a un primer acontecimiento de goce que tiene valor
traumático y este valor traumático depende en lo que respecta a la
sensibilidad de cómo el sujeto inscribió al Otro o lo que viene del Otro.

Podríamos pensar entonces que ¿hay una especie de estructura


transhistórica en la inscripción de un acontecimiento traumático? O esta
receptividad es estrictamente singular? Y esta singularidad: ¿no es acaso
como vive el sujeto la castración y cómo la obtura?

Lacan reduce el goce al complejo de castración, llega a decir que la falta en el


Otro es la ausencia de un significante del goce. En un primer momento Lacan
aborda el goce a partir de la interdicción remitiéndolo a una problemática
edípica: “No debes gozar de tu madre”

Ahí Miller se interroga qué es la castración y se responde tomando


Subversión del sujeto: que ésta quiere decir que el goce debe ser rechazado
para ser alcanzado. Es la Aufhebung hegeliana. La Aufhebung significa
suprimir y a la vez superar. De ahí lo que expresa Miller que debe ser
rechazado para luego ser alcanzado.

Y Lacan indica donde había de ser reencontrado el goce: “En la escala


invertida de la ley del deseo”. Y se explica así: si el pecado nace con la ley, la
ley es el lenguaje y la interdicción es lo que hace deseable al objeto. Si el
goce es rechazado es para poder alcanzarlo. Y esto es de origen edípico.

Ahora más allá de esta problemática, Lacan pensó el goce positivizado, como
aquel de un cuerpo que goza; un goce más allá de la interdicción edípica: se
trata de un goce que se sostiene en el cuerpo.

El valor del estatuto de acontecimiento del cuerpo, es por un lado el de


oponerse a la interdicción, por otro corresponde al traumatismo del puro
azar. Se supone que ese cuerpo está marcado por el significante. Es decir es
objeto de una fijación. La repetición del UNO que conmemora una irrupción
de goce inolvidable.

Señala Miller que el sujeto se encuentra ligado a un ciclo de repeticiones.


Esta repetición de goce se hace fuera de sentido.

Y en esta perspectiva, es el goce no edípico, es el goce concebido en tanto


sustraído de la maquinaria del Edipo. Es el goce reducido al acontecimiento
del cuerpo. Es el cuerpo en tanto que en ese cuerpo donde eso habla se goza.

La última enseñanza de Lacan nos abre a la concepción del goce femenino


como principio del régimen del goce como tal, por fuera del Edipo, un goce
mudo, no simbolizable, indecible y es el goce reducido al acontecimiento del
cuerpo.

Por eso Lacan tuvo que diferenciar el sinthome donde el goce es opaco al
sentido del síntoma freudiano que tenía un sentido revelable. Lo real del
sinthome a alcanzar es la percusión del significante en el cuerpo, por eso
Lacan define a las pulsiones cómo el eco en el cuerpo de un decir.

Dice Miller “el análisis ortodoxo procura responder al enigma sexual


apelando a un efecto de la verdad, una suerte de hágase la luz, cuando por el
contrario se trata de alcanzar aquello que el goce conlleva de opacidad
imposible de reducir”2. La herejía lacaniana apunta a hacer vibrar ese goce.

Retomando la pregunta inicial: ¿Qué resta entonces del matrimonio y de la


familia si ella no está comandada por el significante amo?3

2 Miller, J-A; El ser y el Uno; inédito; clase XIV

3 Deffieux jean-Pierre, La famille et ses embrouilles, Collection “L’Impensé contemporain”

3
Hay familias que no responden al discurso del Amo, no son familias
convencionales, a la escritura de la metáfora paterna, que no ponen en juego
el deseo y la ley a partir de la prohibición del goce.4

Pero más allá de cómo sea la familia, pensamos que las relaciones de pareja
se basan en el encuentro de dos modos de gozar que pueden ser llevados a la
dignidad del amor y que se convierten en familia cuando tienen hijos. Es
decir ponemos el énfasis en los modos de goce.

4 Deffieux jean-Pierre, La famille et ses embrouilles, Collection “L’Impensé contemporain”


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