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INTRODUCCIÓN
La tercera porte del Memorial contiene una serie de ejercicios o prácticas piadosas
para hacer santamente nuestras acciones ordinarios de cada dio. Encontramos
ahí las disposiciones debidas para la hora de despertar, de levantarse, de la
oración de la mañana, para hacer la lectura espiritual, para el estudio, para tomar
nuestros alimentos, para lo conversación, para los viajes y hasta para entregarnos
al sueño y al reposo nocturno. Ahí igualmente figuran las disposiciones especiales
para el desempeño de las diversas funciones del ministerio sacerdotal, tales como
el rezo del Oficio Divino, la celebración de la Santa Misa, la administración de los
sacramentos, la visita de los enfermos, la asistencia a los agonizantes y el
consuelo de los afligidos. Como se ve, San Juan Eudes no olvida un solo detalle
de la vida clerical.
Todos estos ejercicios han sido redactados con un plan uniforme y guardan entre
sí gran semejanza, lo que vuelve su lectura un poco monótona; no son, en suma,
sino la aplicación a los varios aspectos de la vida ordinario del sacerdote, de los
diversos métodos de unión con Nuestro Señor recomendados por San Juan Eudes
en su obro «Vida y Reino de Jesús». Conformarse al Divino Maestro, renunciar a
sí mismo y entregarse a su acción e influjo bienhechor, obrar en todo unido a
Cristo y o todos los miembros de su cuerpo místico, la Iglesia, ejecutarlo todo por
amor y sin miras interesadas, tales son los principios esenciales de una
espiritualidad que brillo a cada paso en los páginas del Memorial. Y esto es
natural, ya que si el bautismo nos une a Cristo como cristianos, el sacerdocio
estrecha aún más dicha unión, y He aquí por qué el Divino Maestro tiene que ser
el modelo, el principio, el complemento y el fin de la vida sacerdotal mucho más
aún que los de la vida del cristiano común y corriente.
Los capítulos de esta tercera porte son de ordinario bastante breves; en ellos
apenas se sugiere la indicación de los actos requeridos para determinado acción;
con todo, en ocasiones Son Juan Eudes se vale de tal oportunidad para exponer
sobriamente consideraciones e idea; personalísimas que en vano buscaríamos en
ningún otro autor. Así, por ejemplo, el Memorial encierra, acerca de los riesgos y
peligros del estudio y sobre el valor de las cruces y penas de la vida, ideas
maravillosas que sólo en tal libro podemos saborear.
Sucede a veces también que el autor, saliendo del terreno habitual del ascetismo
en que de ordinario se mantiene, señala las más variadas y novedosas industrias
para ganar las olmos para Dios. Esta es sobre todo notorio en el capítulo en que
trata de la visita a los enfermos y en los que se refieren a la asistencia de los
agonizantes y el consuelo de los que lloran. El Padre Eudes nos revela entonces
el talento Psicológico admirable que lo caracterizaba en el desempeño del santo
ministerio, la caridad tan ardiente y lo ternura tan ingeniosa y compasiva que
desplegaba en el trato con los infelices cuya dirección espiritual le estaba
encomendada, hasta el punto de que nos es imposible leer estas páginas sin
sentirnos hondamente conmovidos.
Del Directorio o reglamento de los retiros espirituales bien poco tenemos que
anotar. Es sumamente breve y conciso; en él encontramos el reglamento de los
ejercitantes de los seminarios de la Congregación de Jesús y María, y
observaciones por lo demás muy cortas acerca de los diversos ejercicios de¡
retiro. Lo más interesante de estos capítulos radica en los «exámenes
extraordinarios> que el autor inserta en esta parte de la obra y que contienen
preciosos enseñanzas sobre las virtudes cristianas en especial que no podían
faltar necesariamente en un memento o agenda de la vida eclesiástica como éste
y de las que hasta la fecha ni siquiera se había hecho mención en obras similares,
Carlos Lebrun.