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PRIMERA PARTE

El MEMORIAL DE LA VIDA ECLESIÁSTICA


QUE CONTIENE UN RESUMEN
DE LO QUE ES NECESARIO Y ÚTIL A LOS ECLESIÁSTICOS
PARA SU SALVACIÓN Y SANTIFICACIÓN.

INTRODUCCIÓN

El Memorial de la vida eclesiástica estaba ya en prensa en 1668, pero San Juan


Eudes no lo terminó sino algunos días antes de su muerte. Fue el Padre Blouet de
Camilly quien lo publicó en 1681, en Lisieux en la editorial de Remy Le Boullenger,
fue reeditado en 1830 por el Padre Louis de La Morinière.

El Memorial no es un tratado completo de los deberes sacerdotales, tema de


muchos autores del siglo XVII y que nos han legado verdaderas maravillas al
respecto. El libro más conocido o
indudablemente el mejor es el Tratado sobre las sagrados Ordenes de M. Olier
que vio la luz en 1675; San Juan Eudes debió leerlo y apreciarlo grandemente ya
que sus ideas sobre el Sacerdocio como sobre la vida cristiana coinciden
plenamente con las de¡ venerable fundador de San Sulpicio. Sin embargo, a juicio
del Santo, por excelentes que sean, libros de esta clase no son suficientes al
clero. Es preciso poner en sus manos obras más breves y prácticas que estén
habitualmente a su alcance y que les recuerden sumariamente sus deberes y los
medios que deben emplear para cumplirlos a cabalidad, «Es muy importante, dice,
considerar a menudo y seriamente ante Dios la dignidad y excelencia del
sacerdocio, los obligaciones y deberes que de 61 se derivan y la manera de
llenarlos dignamente. Para ello, serio bueno tener a la mano una agenda,
memorial o compendio de todo esto, en que podamos leerlo y releerlo a menudo
para grabarlo profundamente en nuestro corazón y reproducirlo con
fidelidad en nuestra vida y en nuestras costumbres».

Y cabalmente para responder a esta necesidad escribió San Juan Eudes el


Memorial, dedicándolo ante todo a los sacerdotes santos de la Iglesia Triunfante,
por ser ellos con Jesucristo los modelos del clero, como lo canto en el maravilloso
Oficio que compuso para la fiesta que instituyó en honor del Sacerdocio. Lo dedicó
luego a todos lo sacerdote de la Iglesia Militante, y en la dedicatoria que los hace
de su obra hace un bello elogio de las funciones sacerdotales, terminando con
estas palabras: «Después de consagrar este opúsculo a los sacerdotes santos de
la Iglesia Triunfante, quiero consagrarlo igualmente a todos los buenos pastores y
a todos los santos sacerdotes de la Iglesia Militante, como testimonio del respeto
que profeso el real sacerdocio de Jesús, mi Señor, a quien pretendo honrar en la
persona de mis carísimos hermanos; es mi deseo poner en vuestras manos este
librito, para que os sirva de memorial acerca de cuanto se relacione con las
cualidades, excelencias, obligaciones y deberes de nuestra profesión y os
recuerde constantemente la manera de desempeñar cumplidamente todas las
funciones del Santo Ministerio sacerdotal>. Este es el fin del Memorial: es un
manual destinado a ayudar a los sacerdotes a corresponder a su vocación y a
cumplir fielmente tus deberes clericales.

Un libro de tal naturaleza se compone evidentemente de muchos y variados


elementos: para ser realmente práctico, debe encerrar simultáneamente
enseñanzas y métodos; esto es lo que encontramos en el Memorial.
El autor mismo nos lo declara en el prólogo: «esta obra contiene cinco cosas
principales, a saber: consideraciones sobre la excelencia del sacerdocio, un
compendio de los deberes del sacerdote, ejercicios varios de piedad para las
acciones de la vida diaria, un directorio o reglamento de retiro espiritual, y una
serie de meditaciones para uso de los eclesiásticos; en suma, cinco partes de
extensión muy desigual y de asuntos enteramente distintos entre sí. Digamos una
palabra acerca de cada una.

I. Consideraciones sobre la excelencia del Sacerdocio

Mientras el sacerdote no tengo de su estado y funciones sino ideas comunes y


vulgares semejantes a las que ha habitualmente de ello tienen los fieles ordinarios,
nada podrá comprender de los ardores santos y generosos del celo apostólico. S
Padre Eudes lo sabía mejor que nadie, y por lo mismo comienza el Memorial
recordando a los sacerdotes la sublimada de su vocación. Ya lo hemos dicho: ese
es el tema del extenso prólogo en que presento a tus hermanos de sacerdocio su
obra maravillosa. Sin importarlo las repeticiones, vuelve sobre el mismo asunto en
el capítulo en que trata de «los cualidades y excelencias del buen pastor>. En
ambos pasajes el estilo del Santo cobra animación y porte oratorio, quizás no sean
uno y ¿ira, sobre todo el primero, sino extractos de los conferencias que hacía al
clero. En todo caso son de ellos el eco más fiel y nos permite forjarnos una idea
cabal de la elocuencia desbordante, pleno de color y unción asombroso que
impresionaba tan hondamente a tus oyentes y les comunicaba no poca de su celo
apostólico. No podemos leerlos sin sentirnos profundamente maravilados de la
veneración sincera con que el Siervo de Dios ravise dirigía a sus hermanos
sacerdotes al mismo tiempo que de la admiración que llenaba su alma ante la
sublimidad el sacerdocio y de la complacencia y entusiasmo con que siempre se
dirige al clero. Francamente no creemos poder hallar fuera de este libro ideas más
bellas, elevados y exactas acerca del sacerdocio.

II. Compendio de los deberes del sacerdote

La segundo parte del Memorial es un resumen de los deberes inherentes al


sacerdocio. Fue redactado para uso lo los sacerdotes seculares dedicados al
sagrado ministerio, y por tanto, contiene numerosos detalles que sólo a ellos
podrían aplicarse. Este compendio es lo que Son Juan Eudes denomina
propiamente: «memorial», esto es, agenda o memento de la vida eclesiástica
nombre que dio luego a todo su libra. Creemos nosotros que sea ésta la porte más
antigua de la obra y como su núcleo principal y primitivo. En todo caso, es una
abra maestro, que una vez más nos atestigua la habilidad admirable del Padre
Eudes para sintetizar en algunas páginas todo un programa de vida perfecto. Los
treinta y cuatro artículos que encierra, contienen la esencia de la vida sacerdotal:
necesidad de aspirar a la perfección, leyes fundamentales de la vida eclesiástica,
los vicios más frecuentes que hemos de evitar, cuidados y desvelos que impone la
cura de almas, ejercicios de piedad y devociones especialmente apropiados al
clero; nada olvidó Son Juan Eudes. Y en estas breves páginas, en balde
buscaríamos la menor exageración, o siquiera una de esas hipérboles tan
familiares a los oradores. La exactitud y la moderación de doctrina se armonizan
admirablemente y se unen a la limpieza y. precisión de estilo para colocar el
Memorial en un sitio de honor entre las obras similares. El Padre Louis así lo
comprendió, y, al reeditar la obra de San Juan Eudes, tuvo la feliz idea de publicar
aparte, en folleto separado, el compendio o resumen de los deberes de ¡os
sacerdotes con el fin de difundirlo profusamente entre los miembros del clero.

III. Ejercicios de piedad para las diversas acciones del día

La tercera porte del Memorial contiene una serie de ejercicios o prácticas piadosas
para hacer santamente nuestras acciones ordinarios de cada dio. Encontramos
ahí las disposiciones debidas para la hora de despertar, de levantarse, de la
oración de la mañana, para hacer la lectura espiritual, para el estudio, para tomar
nuestros alimentos, para lo conversación, para los viajes y hasta para entregarnos
al sueño y al reposo nocturno. Ahí igualmente figuran las disposiciones especiales
para el desempeño de las diversas funciones del ministerio sacerdotal, tales como
el rezo del Oficio Divino, la celebración de la Santa Misa, la administración de los
sacramentos, la visita de los enfermos, la asistencia a los agonizantes y el
consuelo de los afligidos. Como se ve, San Juan Eudes no olvida un solo detalle
de la vida clerical.

Todos estos ejercicios han sido redactados con un plan uniforme y guardan entre
sí gran semejanza, lo que vuelve su lectura un poco monótona; no son, en suma,
sino la aplicación a los varios aspectos de la vida ordinario del sacerdote, de los
diversos métodos de unión con Nuestro Señor recomendados por San Juan Eudes
en su obro «Vida y Reino de Jesús». Conformarse al Divino Maestro, renunciar a
sí mismo y entregarse a su acción e influjo bienhechor, obrar en todo unido a
Cristo y o todos los miembros de su cuerpo místico, la Iglesia, ejecutarlo todo por
amor y sin miras interesadas, tales son los principios esenciales de una
espiritualidad que brillo a cada paso en los páginas del Memorial. Y esto es
natural, ya que si el bautismo nos une a Cristo como cristianos, el sacerdocio
estrecha aún más dicha unión, y He aquí por qué el Divino Maestro tiene que ser
el modelo, el principio, el complemento y el fin de la vida sacerdotal mucho más
aún que los de la vida del cristiano común y corriente.

Los capítulos de esta tercera porte son de ordinario bastante breves; en ellos
apenas se sugiere la indicación de los actos requeridos para determinado acción;
con todo, en ocasiones Son Juan Eudes se vale de tal oportunidad para exponer
sobriamente consideraciones e idea; personalísimas que en vano buscaríamos en
ningún otro autor. Así, por ejemplo, el Memorial encierra, acerca de los riesgos y
peligros del estudio y sobre el valor de las cruces y penas de la vida, ideas
maravillosas que sólo en tal libro podemos saborear.

Sucede a veces también que el autor, saliendo del terreno habitual del ascetismo
en que de ordinario se mantiene, señala las más variadas y novedosas industrias
para ganar las olmos para Dios. Esta es sobre todo notorio en el capítulo en que
trata de la visita a los enfermos y en los que se refieren a la asistencia de los
agonizantes y el consuelo de los que lloran. El Padre Eudes nos revela entonces
el talento Psicológico admirable que lo caracterizaba en el desempeño del santo
ministerio, la caridad tan ardiente y lo ternura tan ingeniosa y compasiva que
desplegaba en el trato con los infelices cuya dirección espiritual le estaba
encomendada, hasta el punto de que nos es imposible leer estas páginas sin
sentirnos hondamente conmovidos.

IV. El directorio o reglamento de retiros espirituales

Del Directorio o reglamento de los retiros espirituales bien poco tenemos que
anotar. Es sumamente breve y conciso; en él encontramos el reglamento de los
ejercitantes de los seminarios de la Congregación de Jesús y María, y
observaciones por lo demás muy cortas acerca de los diversos ejercicios de¡
retiro. Lo más interesante de estos capítulos radica en los «exámenes
extraordinarios> que el autor inserta en esta parte de la obra y que contienen
preciosos enseñanzas sobre las virtudes cristianas en especial que no podían
faltar necesariamente en un memento o agenda de la vida eclesiástica como éste
y de las que hasta la fecha ni siquiera se había hecho mención en obras similares,

Carlos Lebrun.

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