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LA TRONKAL: Diálogos sobre la colonialidad del ver

LA TRONKAL
Grupo de Trabajo Geopolíticas y Prácticas Simbólicas

La Tronkal Quiénes somos Entradas Comentarios Contacto

sábado, 1 de mayo de 2010 La Tronkal

Grupo de trabajo interdisciplinario que


Diálogos sobre la colonialidad del ver
reúne cineastas, artistas, investigadores,
Entrevista con Joaquín Barriendos* teóricos y críticos que trabajan desde
distintas áreas del arte y la cultura. La
finalidad del grupo es la reflexión crítica y
la intervención política en el campo
En noviembre del 2009, La Tronkal. Grupo de Trabajo Geopolíticas y Prácticas Simbólicas
cultural local y translocal. Su producción
organizó el seminario “La colonialidad del ver. La invención del canibalismo de Indias y los dialoga con las teorías poscoloniales, el
imaginarios visuales trasatlánticos de la modernidad/colonialidad” dictado por Joaquín pensamiento decolonial y la crítica
Barriendos. La Tronkal conversó con el historiador mexicano sobre las relaciones entre las latinoamericanista desde el campo
instituciones y saberes artísticos con la colonialidad. específico del acontecimiento simbólico.
Su objetivo central es la intervención
pública en los campos del saber, las artes,
las prácticas culturales y la
Christian León: Relátanos brevemente tu recorrido intelectual y cómo fue que tu institucionalidad de la cultura
formación te lleva a las lecturas del grupo modernidad-decolonialidad. ecuatoriana.

Durante los últimos diez años he participado intensamente en el mundo académico pero con
una cierta incomodidad. Esta incomodidad me ha obligado a entrar y salir constantemente de Archives
los estudios visuales, los estudios poscoloniales, los estudios transnacionales y globales. Estas ▼ 2010 (3)
derivas interdepartamentales han sido sin duda importantes en mi implicación con el giro ► octubre (1)
decolonial. Ahora bien, más allá de lo meramente académico, lo verdaderamente determinante
▼ mayo (1)
fue mi desplazamiento de México hacia España; el hecho de haberme ido en 2002 a radicar a
Diálogos sobre la colonialidad del
Barcelona fue sin ninguna duda lo que me obligó a profundizar en el siguiente fenómeno: la
ver
incapacidad que tenemos las clases criollas blancas mexicanas de reflexionar seria y
políticamente en torno al papel que históricamente hemos jugado en el proceso de producción ► enero (1)

y reproducción de la colonialidad del poder, del colonialismo interno y de las políticas culturales ► 2009 (6)
en América Latina. El poder mirar desde fuera ciertas genealogías y ciertos ecos de prácticas
sociales muy arraigadas a partir de las cuales opera la colonialidad del poder en una sociedad
como la mexicana fue, sin lugar a dudas, lo que radicalizó mi necesidad de encarar la manera
en la que se expresa el occidentalismo latinoamericano en su dimensión política y afectiva;
esto es, en el nivel de la construcción de la subjetividad. Fue más este desplazamiento
corporal y este trasladar mis incomodidades como mexicano de clase media criolla y ‘blanca’ a
Europa lo que me orilló a tejer fino en torno al asunto de la actualidad de la colonialidad global.

CL: En qué momento se cruza tu itinerario académico con la producción teórica de la


crítica decolonial que viene más de las ciencias sociales.

Mi formación es como historiador; así, historiador a secas. Sólo posteriormente estudié teoría,
crítica e historia del arte y me involucré con el análisis de la política cultural, con la gestión
cultural, con los estudios de museos, con la curaduría y con otros temas afines. Mi punto de
vista, por lo tanto, no es el del historiador del arte tradicional o el humanista, lo cual entiendo
como una condición que ha jugado a mi favor. En México estudié en la Facultad de Filosofía y
Letras de la UNAM en donde me acerqué por primera vez a los textos de teóricos como
Roberto Fernández Retamar o Enrique Dussel. Después, viviendo ya en Barcelona, comencé a
involucrarme más directamente con varios de los autores que dieron forma al pensamiento
decolonial y establecí contacto con muchos de ellos. En 2007, junto con otros colegas
latinoamericanos y con el colectivo Tristestópicos organicé una serie de seminarios bajo el
título "El giro gecolonial y los universalismos occidentales". Debates en torno al pensamiento
fronterizo, en los cuales participaron Ramón Grosfoguel, Santiago Castro-Gómez y Walter
Mignolo. Estos seminarios, llevados a cabo en la Universidad Autónoma de Barcelona, en el
CIDOB y, parcialmente en la Universidad Autónoma de Madrid, supusieron para mi toda una
agenda de trabajo y reflexión en torno a los diferentes ejes que participan del pensamiento

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decolonial. Este encuentro me permitió también intercambiar perspectivas, poner en discusión


intereses propios y yuxtaponer apuestas teóricas que parecían, sólo en apariencia,
tangenciales o periféricas a los ejes centrales del grupo decolonial; intereses sobre los que
hacía tiempo que yo había venido trabajando en solitario. Fue a partir de entonces que trabé
una mayor interacción entre la visualidad, el pensamiento estético o las culturales visuales por
un lado y el giro decolonial por el otro. Como he intentado apuntar en algunos de mis textos,
estos elementos atraviesan de cabo a rabo a los tres grandes ejes sobre los que trabajaba el
grupo: la colonialidad del poder, la colonialidad del saber y la colonialidad del ser. En un amplio
sentido, dicho encuentro fue un verdadero disparador para que yo avanzara mis
investigaciones en torno a la colonialidad el ver en particular y a las jerarquías estéticas que
subyacen a todo comportamiento artístico y a toda institución cultural en general.

Alex Schlenker: Cuéntanos cómo surge, cómo se articula y cómo trabaja el colectivo
Tristestópicos.

Tristestópicos es una plataforma que nació hacia el año 2005 en Barcelona. La iniciamos
Cristián Gómez, Paulina Varas (ambos chilenos) y yo. El colectivo surgió básicamente con la
idea de ayudarnos a pensar y proponer una serie de ejercicios críticos en torno a los
imaginarios de lo latinoamericano en Europa, esto es, en torno a cómo desde Europa se
construyen, se ponen en circulación, se renuevan y se implementan imaginarios culturales
sobre lo latinoamericano. Los temas que abordamos van y vienen entre las políticas culturales
y los imaginarios económicos globales: la consolidación de las democracias periféricas, la
nueva izquierda, los flujos humanos y de capitales, el transnacionalismo, los acuerdos
comerciales, económicos, diplomáticos y artísticos, la cultura expositiva, etcétera. Trabajamos
críticamente lo que se ha dado a llamar la agenda del espacio cultural euro-latinoamericano. El
colectivo lo coordinamos desde hace tres años Cristián Gómez y yo pues Paulina Varas se
dedica desde hace tiempo a la promoción de la movilidad de artistas por medio de residencias
en América Latina. Tristestópicos se ha centrado desde entonces más en la crítica cultural y la
curaduría alternativa en colaboración con universidades, museos y centros de arte. En estos
momentos estamos preparando varias publicaciones y reconfigurando el Stand Latinoamérica,
una exposición itinerante hiperversátil que arrancó en 2007 en Barcelona.

CL: Volviendo al tema de la colonialidad del ver, hay dos instituciones tremendamente
importantes que reactualizan la modernidad-colonialidad con nuevas funciones: el
museo y la estética moderna. ¿Cómo se refuncionalizan estas instituciones a partir de la
matriz de la colonialidad del ver?

Bueno, yo pensaría el museo y la estética como dos grandes mundos cada uno con sus
propias características y agencias. No son, si se les quiere definir así, dos instituciones del
mismo tipo. Desde mi punto de vista son más bien los patrones de poder y las jerarquías
estéticas las que se incorporan, toman cuerpo (en el sentido estricto de la palabra) en
instituciones como podrían serlo el museo o el centro de arte, pero también en la universidad o
en el archivo. En gran medida, las investigaciones que he venido desarrollando recientemente
intentan entender justamente cómo es que ciertas jerarquías estéticas atraviesan y ponen en
operación la matriz colonial del poder, del saber, del ser y del ver en estos tres espacios: en la
universidad (esto es, en los saberes académicos y en las relaciones geo-epistemológicas), en
el archivo (es decir, en el orden de los discursos, en cómo las políticas de archivo y la
acumulación de documentos comportan formas de invisibilidad, inferiorización y racialización
de la diferencia) y en el museo (en concreto, en los dispositivos de exhibición y en las políticas
de representación, en la gestión de la diversidad cultural y en las políticas de adquisición,
conservación y catalogación de obras de arte). En suma, lo que intento es pensar de qué
manera las jerarquías estéticas de la modernidad-colonialidad se manifiestan y recombinan en
el actual sistema del arte y cómo se inscriben y mutan en el interior de estas tres instituciones.

CL: De acuerdo, tenemos esas tres instituciones concretas y, por otro lado, tenemos el
saber de la filosofía occidental que legitima esas instituciones; en otras palabras,
tenemos la estética, ¿qué vinculación encuentras entre la matriz colonial de la

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modernidad y la estética?

En la actualidad asistimos a una especie de resurgimiento de la estética. Más allá de la mera


necesidad de la estética, ésta nos demanda en la actualidad, en tanto que rama de la filosofía,
una profunda reflexión después de haber caído en un absoluto descrédito. Por qué regresa hoy
la estética es, sin lugar a dudas, una pregunta que rebasa el campo propiamente filosófico del
arte. A mí, más que la estética en tanto que disciplina, me interesa el pensamiento estético en
tanto que episteme, esto es, en tato que discurso geopistemológica e historiográficamente
situado. Mi interés es el de trabajar con el pensamiento estético en su interacción con otro
concepto que también cayó en descrédito y que hoy reaparece muy vinculada a los estudios
postcoloniales: la geopolítica. Debido a su identificación en el periodo de entreguerras con el
fascismo y con la alemana nazi, la geopolítica resultaba una herramienta incómoda que
requiere igualmente de una cierta reformulación; no se trata aquí de deshistorizarla sino todo
lo contrario, de repensarla en la larga duración de la modernidad/colonialidad. Desde mi punto
de vista estos dos elementos reinventados, el pensamiento estético y la geopolítica, están
llamados a servir como herramientas para pensar las relaciones entre capitalismo cognitivo y
colonialidad global. Es por ello que he dedicado algunas investigaciones recientes a estudiar la
relación entre la manera en la que se ha difundido el pensamiento estético eurocentrado desde
ciertas localizaciones epistémicas hacia el resto del mundo y la manera en la que se ha
consolidado la imaginación geopolítica de la modernidad/colonialidad. Desde este punto de
vista he analizado los nuevos regionalismos culturales y la manera en la que éstos articulan
nuevos diseños geoéstéticos del mundo y nuevas jerarquías simbólicas, fenómenos que son,
para mí, consecuencias inmediatas de la matriz de colonialidad del ver; la cartografía ha
jugado aquí un papel importante. Un ejemplo concreto de estas investigaciones sería lo que yo
llamo el revisionismo geopolítico de los museos occidentales de arte, es decir, la tendencia de
ciertos museos progresistas de a revisar el mapa (simbólico, económico, político, etc.) del que
hablan sus colecciones y sus proyectos curatoriales. Una vez que estos museos han
‘descubierto’ (o, mejor dicho, se han visto obligados a develar) que el diseño geoestético de
sus colecciones es absolutamente occidentalista y colonizante, se han dado a la tarea de
corregirlo por medio de unas políticas más incluyentes y abarcadoras. Este revisionismo, a
pesar de sus buenas intenciones, genera, desde mi punto de vista, una serie de impulsos por
dar voz, lugar y representación visual a aquellos espacios geográficos otros que la modernidad
eurocentrada había dejado fuera. Y este ‘dar visibilidad’ a la alteridad para que se exprese me
resulta profundamente problemático. Mi idea es valorar hasta qué punto lo consiguen y por
qué devienen ineficientes a la hora de descolonizar los imaginarios geopolíticos; en otras
palabras, me interesa saber qué mueve a estos museos a emprender esta tarea revisionista y
hasta qué punto la matriz de colonialidad de poder está también inserta en este tipo de nuevas
políticas museográficas progresistas. Este tipo de investigaciones en torno a los imaginarios
museográficos guiados por lo global/postcolonial se inscriben en lo que yo llamo los estudios
geoestéticos.

AS: Pensando en la idea de desaprender y volver a aprender las formas y modos en los
que se articula la mirada, es importante ir hacía atrás en la cadena educativa, bajando al
colegio secundario o a la escuela primaria. Ya en el colegio nos van dando unos textos
ilustrados de una manera específica que llevan una intención clara que siembra una
mirada desde la colonialidad. Tienes alguna reflexión en torno a como se podría ya
pensar la colonialidad del ver no como una cosa para adultos sino incluso desde la
construcción de la mirada en los niños que son los primeros que empiezan a trabajar
con imágenes y mas hoy en día.

Cierto, más que simplemente aprender o desaprender, lo que necesitamos es aprender a


desaprender las formas en las que miramos; necesitamos reinventar la manera en que nos
implicamos con el conocimiento y concebimos las pedagogías de la mirada y la formación
estética. La colonialidad del ver tiene una clara relación con los procesos de escolarización y
educación primaria por lo que participa sin lugar a dudas en la transmisión y reproducción de la
colonialidad del saber. En muchos países de América Latina el reconocimiento del
plurilinguismo y de la diversidad cultural no se ha terminado de entender como la condición
sine qua non para la consecución de verdaderos estados nacionales pluriculturales. Lo mismo
sucede con el reconocimiento de la diversidad visual de las culturas. Las culturas visuales son

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siempre diversas, nos deberíamos referir a ellas siempre en plural. Yo creo que vivimos una
suerte de analfabetismo visual en plena era de la iconofilia electrónica. Este analfabetismo
visual es inseminado por patrones de colonialidad inscritos de alguna forma en las prácticas
educativas. La forma en la que se enseña la historia del arte no es sino la comprobación de
que dicha inseminación es constitutiva de la construcción estética de la subjetividad: la historia
del arte asume acríticamente la colonialidad de la mirada reproduciendo los universales de
belleza, excepcionalidad, maestría y genialidad sin preguntarse si dichos conceptos son válidos
o no para todas las culturales visuales. Por otra parte, creo que deberíamos preguntarnos por
el futuro del diálogo entre culturas visuales diferenciales, es decir, deberíamos intentar
aprender otras formas de ver e intentar desaprender la manera en la que miramos valiéndonos
del encuentro y del reconocimiento de la alteridad. El diálogo inter-epistémico al que se refiere
la teoría decolonial debe ser, desde mi punto de vista, también un diálogo visual inter-
epistémico, ya que no todas las culturas le dan el mismo valor a lo que se ve, a lo que no
puede verse, a lo que se ofrece a la vista, a lo que se oculta o a lo que pasa desapercibido;
hay pues diferentes ontologías de la presencia y de la ausencia, diferentes fenomenologías del
ser, diferentes metafísicas y diferentes formas de lidiar con la metafísica occidental que no
tienen por qué considerarse metafísicas vernáculas. De ello nos habla con todo rigor la
propuesta de la transmodernidad del filósofo Enrique Dussel. Todo esto requiere del complejo
aprendizaje de desaprender ciertas inercias ancladas, como bien lo has señalado, en la
colonialidad de la mirada. Lo cierto es que si bien existe todo un nivel estrictamente educativo
en el cual es necesario avanzar, lo importante es rebasar la escolarización oficial para pasar a
plantearnos formas alternativas, colectivas y no regladas de aprendizaje y desaprendizaje;
necesitamos desnaturalizar las formas en las que opera la mirada; necesitamos poner en
evidencia la racialización, la inferiorización y la discriminación visual de la diferencia;
necesitamos replantearnos cómo operan los referentes visuales cotidianos como la señalética
en las calles, la iconografía de Estado, la cultura visual mediática, la moda, etcétera, pero
también cómo participamos todos activamente en su reproducción permanente, ya sea como
consumidores, mediadores o como productores; necesitamos situar también el nivel
estrictamente corporal y preformativo de la visualidad y de las prácticas visuales intersubjetivas
(la construcción simbólica, política y afectiva de los sujetos); necesitamos trabajar también la
forma en la que se construyen los discursos visuales y la forma en que de ellos devienen
estrategias de agenciamiento social; esto es, necesitamos pensar corpo-políticamente la
visualidad. Esto rebasa obviamente el reducido campo de escolarización (más si pensamos en
países con una alta deserción escolar temprana como ocurre en América Latina) rastreando la
matriz de colonialidad del ver en todos los niveles de la vida pública y privada.

CL: Pensando en los estudios más institucionalizados, y especialmente a nivel


universitario, has señalado una serie de tareas para los Estudios Visuales en América
Latina que vienen del diálogo con la decolonialidad. Me gustaría que brevemente
retomes estos principios.

Me sentiría incapaz de proponer algo así como un programa de trabajo homogéneo para
América Latina. La dimensión regional de los Estudios Visuales en América Latina deber partir
justamente del reconocimiento de las diferentes densidades y peculiaridades del
occidentalismo y el colonialismo internos. Lo cierto es que a nivel institucional a lo que
asistimos es a la eclosión de programas sobre estudios visuales en las universidades de
América Latina, justamente ahora que en otros países la tendencia es a su fusión con otros
programas o departamentos aún más ‘mediáticos’, como pueden serlo las nuevas tecnologías
o los estudios curatoriales. Lo que para mí debería ser un punto de partida insoslayable es el
no incorporar el discurso y el no trasladar las batallas interdepartamentales de otros escenarios
europeos o anglosajones al contexto latinoamericano. En otras palabras, necesitamos pensar
cuáles son las coyunturas del estudio de la visualidad relevantes para América Latina en lugar
de incorporar las problemáticas interdepartamentales entre la historia del arte, la filosofía, la
sociología de las imágenes, la iconología, la antropología de la imagen, etcétera, ya que estas
diatribas no se corresponden con la realidad local del mundo académico latinoamericano. La
peculiar manera en la que se entienden los estudios culturales en la región y la ausencia de
estudios postcoloniales tal y como éstos se desarrollan en Inglaterra, la India, Singapur o
Sudáfrica son el tipo de particularidades que nos obligan a pensar en programas de estudios
de cultura visual adecuados a las problemáticas de América Latina. Es en este reconocimiento

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en donde creo que problemas como el de la racialización de los sujetos subalternos y su


conexión con las jerarquías estéticas de la modernidad/colonialidad deberían ser constitutivas
de cualquier programa de estudios visuales pensado desde América Latina. La construcción de
alteridades epistémicamente inferiorizadas y geográficamente ‘descentradas’ es un problema
que atraviesa toda la visualidad trasatlántica desde el siglo XVI hasta el siglo XXI; prueba de
ello es la anegación de la humanidad de los indios del Nuevo Mundo, la naturalización de los
esclavos negros en el territorio americano, las exposiciones universales, los movimientos de
criollos liberales, las revoluciones raciales como la de Haití de 1804, la deportación de
trabajadores indocumentados en la Europa fortaleza actual, etcétera. Todos estos fenómenos
se conectan de una manera u otra con los patrones de invisibilización del sujeto político y, por
lo tanto, creo que deberían figurar en los programas sobre visualidad en/desde América Latina.

AS: ¿Cómo ha sido desde tu experiencia personal y académica, como alguien que viene
del sur pero actualmente se inserta académicamente en el norte, la relación sur-norte,
pienso en propuestas como Tristestópicos?

Es una pregunta interesante porque una de las conclusiones de pensar la imaginación


geopolítica de la modernidad desde el radio de acción de la colonialidad es que tanto el sur
como el norte, el centro y la periferia, lo hegemónico y lo subalterno son lugares epistémicos
trazados por las matrices de la colonialidad del saber, del poder, del ser y del ver. Esto es, son
lugares geográficos y también lugares simbólcios móviles ya que lo que uno cree desde cierto
lugar que es el norte o el sur, deja de serlo si se le piensa desde otro sitio o momento; el lugar
de la enunciación es fundamental. Esto es muy interesante para el caso de España como
punto epistémico de referencia ya que, desde ciertas localizaciones, España puede percibirse
como el norte mientras que España se piensa a sí misma como el sur del norte, esto es, como
el sur de Europa, situación a partir de la cual emprende todo un ambiguo discurso de
pertenencia al primer mundo por un lado y de exclusión del programa cultural y político del
hemisferio norte por el otro; justificada en esta ambigüedad geo-epistemológica, España ha
reclamado siempre su derecho a comandar las gestiones de vinculación entre Europa y
América Latina, argumentando sus lazos filiales y culturales con el ‘nuevo’ mundo. Si
transportamos estos imaginarios al terreno del desarrollismo económico y cultural, reaparecen
una y otra vez los diseños geoestéticos de la modernidad/colonialidad. Desde mi punto de
vista, pensarse desde el sur quiere decir pensarse desde un sur táctico, un sur móvil, un sur
determinado por patrones geo-culturales, geopolíticos, geo-identitarios no constreñidos a la
geografía física. El sur es siempre un posicionamiento político más que geográfico.
Tristestópicos surgió de (y para pensar desde) estas coyunturas. Desde el colectivo nos
hemos posicionado siempre en contra de todo latinoamericanismo y automarginalización; lo
que nos interesan son más bien las fluctuaciones de capitales simbólicos en el espacio euro-
latinoamericano. Estos mismos planteamientos me acompañan en otros colectivos en los que
también colaboro, por ejemplo en la Red de Conceptualismos del Sur, en donde asumimos que
el sur es un sur descentrado. La idea de no convertir el sur en una escencialización o
sustancialización geo-identitaria resulta para mi la clave a la hora de pensarme como parte del
proceso de desoccidentalización de los imaginarios estéticos.

(*) Profesor visitante de la Universidad de Barcelona. Investigador visitante de la New York University. Integra
el equipo de coordinación del Grupo de Investigación en Arte, Globalización e Interculturalidad. Co-fundador
del colectivo Tristestópicos y fundador de la plataforma Culturas Visuales Globales. Autor del libro Geoestética
y transculturaldiad. La internacionalización del arte contemporáneo.

Publicado por Christian León en 14:09

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