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Sumario:
”Las diferentes formas actuales de disolución del matrimonio (...) son, por el
contrario, expresiones de una libertad anárquica que se presenta erróneamente
como auténtica liberación del hombre. Una pseudo-libertad así se basa en una
banalización del cuerpo, que inevitablemente incluye la banalización del hombre.
(...) El libertinaje, que se presenta como descubrimiento del cuerpo y de su valor,
es en realidad un dualismo que hace despreciable el cuerpo, dejándolo, por así
decir, fuera del auténtico ser y dignidad de la persona”1. Y no es menos cierto que
1
BENEDICTO XVI, “El fundamento antropológico de la familia”, discurso en la Basílica de San Juan
de Letrán, al presidir la apertura del Congreso eclesial de la Diócesis de Roma sobre “Familia y
comunidad cristiana: formación de la persona y transmisión de la fe”, Ciudad del Vaticano, 8 de
junio del 2005, en http://www.fluvium.org/textos/lectura/lectura749.htm, consultado el 21 de marzo
del 2006. Posición que también sostuvo el 9 de julio del 2006, en su Homilía en la misa conclusiva
del V Encuentro Mundial de las Familias, celebrado en Valencia, España, al expresar que “la
Iglesia nos enseña a respetar y promover la maravillosa realidad del matrimonio indisoluble entre
un hombre y una mujer, que es, además, el origen de la familia”, en
http://www.revistaecclesia.com/index.php?option=com_content&task=view&id=6615&Itemid=176,
consultado el 9 de julio del 2006. Con ello se da fuerza al dogma cristiano de la indisolubilidad del
matrimonio, al cual también hace referencia la Carta Encíclica Casti connubi del Papa Pío XI sobre
el matrimonio cristiano, cuando expresa: “Asimismo, todo lo que se suele aducir (...), para probar la
firmeza indisoluble del matrimonio, todo y con la misma fuerza lógica excluye, no ya sólo la
necesidad sino también la facultad de divorciarse, así como la falta de poder en cualquier
magistrado para concederla, de donde tantos cuantos son los beneficios que reporta la
indisolubilidad, otros tantos son los perjuicios que ocasiona el divorcio, perniciosísimos todos, así
para los individuos como para la sociedad.
“Y, valiéndonos una vez más de la doctrina de Nuestro Predecesor, apenas hay necesidad de decir
que tanta es la cosecha de males del divorcio cuanto inmenso el cúmulo de beneficios que en sí
contiene la firmeza indisoluble del matrimonio. De una parte, contemplamos los matrimonios
protegidos y salvaguardados por el vínculo inviolable; de otra parte, vemos que los mismos pactos
matrimoniales resultan inestables o están expuestos a inquietantes sospechas, ante la perspectiva
de la posible separación de los cónyuges o ante los peligros que se ofrecen de divorcio. De una
parte, el mutuo afecto y la comunión de bienes admirablemente consolidada; de la otra,
lamentablemente debilitada a causa de la misma facultad que se les concede para separarse. De
la una, la fidelidad casta de los esposos encuentra conveniente defensa; de la otra, se suministra a
el matrimonio se ha convertido en una institución en la que parece haber cobrado
sustantividad propia el término resolutorio, a tal extremo de formar parte de su
esencia. Cualquiera pudiera pensar que el matrimonio a término está de moda.
Las estadísticas en Cuba nos muestran una tasa de divorcialidad verdaderamente
preocupante, y si en los últimos años se refleja cierto descenso en ellas, no es
síntoma halagüeño, en lo absoluto, sino expresión del decrecimiento del número
de matrimonios formalizados, abriéndose paso un número cada vez mayor de
uniones consensuales, que por su propia naturaleza, no requieren acudir a la vía
del divorcio, judicial o notarial, para que sus miembros las den por finiquitadas 2.
Empero, negar el divorcio en la sociedad actual, es renunciar a una verdad, nos
guste o no, considerémosla lo más atinente para el bien de la familia o no, hay que
convivir con ella. Fatídicamente el número de familias ensambladas crece por
años, el número de hijos que tras la disolución del matrimonio de sus progenitores,
siente el efecto nocivo de una familia fracturada, se multiplica. Trastornos en la
adolescencia, retardo en la retención escolar, rebeldía sin causa, agresiones
morales y físicas. En fin, consecuencias, que como Cristo con la cruz, hay que
llevarlas a cuesta. Nada frena el deseo o la voluntad de los miembros de la pareja
de poner fin a una relación que ha perdido su sentido, a un matrimonio ya
inexistente en el terreno de los hechos, en el que se siente la lejanía estando aún
presentes ambos miembros de la pareja. Sin ser pesimista, si ya no hay razón
para que los cónyuges mantengan vivo el amor, la solidaridad conyugal, la
atracción física y espiritual; si lo mejor es seguir nuevos derroteros, con el deber
aprendido de educar en común, eso sí, a la prole, entonces el divorcio se impone,
por muchas cortapisas que quisiéramos poner. Ni el legislador, ni el juzgador,
pueden impedir la disolución del vínculo, la suerte está echada. No por medidas
restrictivas, por el reconocimiento de la separación de cuerpos, no así del vínculo
marital, se van a lograr los efectos reales que el divorcio conlleva. Lo contrario
3
En este sentido concluye FERNÁNDEZ DE BUJÁN, Antonio, La jurisdicción voluntaria, Civitas,
Madrid, 2001, p. 188, que: “Es necesario descargar a los jueces aquellas competencias que le han
sido atribuidas, por razones de mera tradición, de simple división del trabajo, de oportunidad no
justificable en el momento actual o de mero contenido administrativo (...). Se trataría no tanto de
evitar el colapso de la justicia contenciosa, sino de sistematizar y redistribuir competencias en
materias de jurisdicción, en aras de la racionalización del sistema”.
4
Desde el año 1986 (Recomendación de 16 de septiembre) el Comité de Ministros del Consejo de
Europa (hoy Unión Europea) se pronunció sobre la necesidad de revisar las competencias de los
jueces, a los efectos de transferir a otros profesionales del Derecho o a funcionarios públicos
aquellas que no tengan una naturaleza jurisdiccional en sentido técnico.
5
Que es lo que ha sucedido con algunos autores cubanos, los cuales han pretendido obviar la
propia esencia de la función notarial con criterios nada sostenibles en el orden técnico como los
esgrimidos por DE LA FUENTE LÓPEZ, Jorge, “Necesidad y posibilidad de un nuevo Código de
para sustentar una prevalencia de la función judicial sobre la notarial, en razón de
las garantías que para los hijos habidos de ese matrimonio que se va a disolver se
ofrece, tanto en una vía como en la otra, de modo que han de quedar protegidos
debidamente todos los intereses en juego, con especial atención los de los
menores, sometiéndose los acuerdos o convenciones de los cónyuges a un doble
control: uno de legalidad y otro de justicia o equidad.
Familia. Ideas en torno a esta polémica”, en Revista Cubana de Derecho, año XVIII, Nº 38, julio-
septiembre 1989, p. 94, quien con absoluta ingenuidad llega a afirmar que “El Notario sólo está
autorizado a dar fe pública de la voluntad de las partes, pero en modo alguno representa o vela por
los intereses de la sociedad en el grado en que sí pueden hacerlo y hacen los jueces en los
Tribunales, elegidos por el órgano de gobierno local, mientras que los Notarios son designados por
el Ministerio de Justicia y sus dependencias provinciales”.Y digo ingenuo porque de otra forma no
puede calificarse semejante argumentación para dar prevalencia a la función judicial, respecto de
la notarial, amén de algunas correcciones técnicas sobre la naturaleza de la función notarial y el
proceso de acceso al notariado en Cuba, que en este escenario no merece analizarse con
detenimiento, pero al parecer son obviadas por el autor. Postulado, además, que ha resultado
desmentido por la realidad jurídica notarial cubana en estos años de conocimiento del divorcio por
mutuo acuerdo.
6
Y en este orden coincido plenamente con la profesora Olga MESA CASTILLO, Profesora Principal y
Titular de Derecho de Familia en la Universidad de La Habana, quien en “El divorcio: otro ángulo
de análisis”, en Revista Cubana de Derecho, año XVIII, Nº 38, julio-septiembre, 1989, pp. 123-126,
se muestra muy preocupada por la necesidad de un control social del divorcio, sobre todo cuando
del matrimonio que se pretende disolver se han procreado hijos menores de edad o mayores de
edad, judicialmente incapacitados, en el cual ha de intervenir el Estado, en tanto “se trata de
decidir no un simple cambio de estado conyugal sino siempre un conflicto de intereses que no es
exclusivamente privado”, si bien discrepo en el sentido de querer ver en la institución del notariado,
un ente ajeno al control público, un profesional del Derecho con similar posición a la del abogado
litigante, despojado de su función fideifaciente, del carácter público que la función notarial reviste,
como si el notario no estuviere apto para ejercer ese control mesurado, atinado, equitativo, de las
convenciones propuestas por los cónyuges en el divorcio, bien respecto de sí mismos, o de los
menores hijos procreados en común.
nocivos para los hijos procreados. Cuanto más difícil y tortuoso se haga el sendero
para la obtención del divorcio, más heridas serán causadas, más reproches,
culpas, traiciones, serán rememoradas, e incluso narradas con sed de venganza
en escritos polémicos de un debate que se hace eterno, ante una relación que
agoniza, todo ello en presencia de hijos, cuyo rol secundario asumen con tristeza.
Como expresa CARRIÓN GARCÍA DE PARADA, “al judicializar esta materia se le está
dando un viso de litigiosidad y conflictividad que no siempre existe” 7, por qué
entonces no abrir nuevos cauces que permitan potenciar la autonomía de la
voluntad de los cónyuges, sin que se deje de fiscalizar la legalidad y la equidad de
los acuerdos a los que estos arriban, de modo que no exista desmedro alguno de
los derechos de cualquiera de ellos, y mucho menos de los hijos menores
procreados.
Son muchas las razones por las cuales hoy gana adeptos la idea de desjudicializar
el divorcio, en la cual Cuba ha sido pionera. El conocimiento por los jueces de los
actos de jurisdicción voluntaria, obedece a razones de naturaleza histórica, por
excelencia. El divorcio por mutuo acuerdo no supone la existencia de litis, no se
promueve cuestión alguna entre nolentes, no hay proceso, tan solo con él se
garantizan derechos, se cautelan derechos, justicia preventiva, atribuible al notario
público por antonomasia.
10
Por ello, como atinadamente arguye, PÉREZ DUARTE, Alicia, Derecho de Familia, 1ª edición,
Fondo de Cultura Económica, México, 1994, p. 134, “contrariamente a lo que muchos piensan (el
legislador mexicano) se colocó en la vanguardia dentro de la búsqueda de soluciones a los
conflictos familiares facilitando el proceso de reacomodo individual, una vez que el proyecto de
vida en común falló”.
11
Sobre el tema en la literatura jurídica mexicana vid. ROJINA VILLEGAS, Rafael, Compendio de
Derecho Civil, I – Introducción, personas y familia, 17ª edición, Porrúa, México, 1980, p. 351;
PALLARES PORTILLO, Eduardo, El divorcio en México, 6ª edición, Porrúa, México, 1988, pp. 39-44;
CHÁVEZ ASENCIO, Manuel F., La familia en el Derecho. Relaciones jurídicas conyugales, 4ª edición
actualizada, Porrúa, México, 1997, pp. 471-472; PACHECO E., Alberto, La familia en el Derecho Civil
mexicano, 2ª edición, Panorama Internacional, México, 1998, p. 161; PÉREZ DUARTE, A., Derecho
de..., cit., pp. 133-134.
12
Según el artículo 272.1 del mencionado código se exige una relación detallada de los bienes
comunes, previamente avaluados, certificación de sentencia judicial relativa a la regulación y
De no haber hijos menores o, habiéndolos, el ejercicio de la patria potestad ya
estuviere judicialmente regulado, el conservador ha de convocar a los cónyuges
para una comparecencia en que intentará conciliarlos, si lo consigue, o estos
desisten de su solicitud de divorciarse, hará consignar en acta el desistimiento y lo
homologará (cfr. artículos 1421.1 del Código de Procedimiento Civil y 14.8 del
Decreto-Ley Nº 272/2001). De no lograrlo y si los cónyuges mantuvieren firme su
propósito, verificará el cumplimiento de los presupuestos legales exigidos (vid.
artículos 12.5 y 14.3 del Decreto-Ley Nº 272/2001), debiendo apreciar los
acuerdos sobre pensión alimenticia al cónyuge que carezca (cfr. artículo 272.1 al
d) del Código del Registro Civil) y el destino de la vivienda familiar, para poder
determinar si resulta factible la práctica eventual de alguna prueba (cfr. artículo
12.5 del Decreto-Ley Nº 272/2001).
ejercicio de la patria potestad sobre los menores hijos si los hubiere, el acuerdo sobre la prestación
de alimentos al cónyuge que los necesite, una certificación de las convenciones previas al
matrimonio, si las hubiere, y el acuerdo sobre el destino de la vivienda familiar.
acuerdo no tutela lo suficientemente los intereses de los menores (solo los de
ellos) y que, por tanto, deben ser modificados, el proceso pasa a la conservaduría
y el conservador notifica a los cónyuges en un plazo de 10 días (cfr. artículo 19 del
Decreto-Ley Nº 272/2001 y 153 del Código de Procedimiento Civil), debiéndose
modificar el acuerdo o presentar otro para que sea del conocimiento del Ministerio
Público, quien ha de pronunciarse, igualmente en el plazo de 30 días (cfr. artículo
14.5 del Decreto-Ley Nº 272/2001). Si el Ministerio Público considera que el
acuerdo modificado en los términos iniciales o el nuevo acuerdo protege los
intereses de los menores, el conservador fija el día de la comparecencia e intenta
conciliar a los cónyuges (cfr. artículo 14.6 del Decreto-Ley Nº 272/2001), de no
lograrlo, previo cumplimiento de los presupuestos legales para el divorcio, lo
decreta y ordena su anotación en los asientos de inscripción ya referidos. En caso
contrario, o sea, si los cónyuges no modificaren el acuerdo en los términos
indicados por el Ministerio Público y mantuvieren su propósito de divorciarse, el
conservador deberá remitir el proceso al tribunal de la comarca a que pertenece la
conservaduría (cfr. artículo 14.7 del Decreto-Ley Nº 272/2001)13.
13
Sobre el tema vid. PEREIRA COELHO, Francisco y Guilherme DE OLIVEIRA, Curso de Direito da
Familia, volume I, 3º edição, Coimbra Editora, 2003, pp. 647-655.
14
Facultad que le viene atribuida al notario en virtud de lo dispuesto en el artículo 18.22 de la Ley Notarial,
añadida por el artículo 6 de la Ley 2006-62. RO406 de 28 de noviembre de 2006.
abogado, no representa intereses de partes, es por esencia imparcial e
independiente en sus actuaciones. Confidente por antonomasia de las intimidades
familiares. El notario latino, como ninguno otro, está apto para asumir este nuevo
reto competencial, del que el notario cubano puede dar fe. Como expresara
CARRIÓN GARCÍA DE PARADA, “el notario es la persona idónea para asumir las
competencias que examinamos, con absoluta garantía de legalidad y eficacia,
respetando la propia función notarial, y poniendo al servicio de la seguridad
jurídica y de la paz social sus facetas más definidoras de su figura como la
asesora, la controladora de la legalidad, la redactora del documento y
autenticadora, la de ejercicio independiente e imparcial, la mediadora y de
arbitraje”15. La atribución cada vez más creciente de competencias en sede de
jurisdicción voluntaria, en las que quedaría incluido el divorcio por mutuo acuerdo,
“implicaría una mayor colaboración y participación de estos profesionales en la
materia, en la que recuperarían un protagonismo que ya les había sido reconocido
por la historia, en atención al desempeño de una función de autenticación,
notificación, documentación y garantías de derechos, que se han visto reforzadas
con el paso de los siglos”16.
Tesis reafirmada por CAMPO GÜERI, para quien, tanto desde el punto de vista
sociológico, como dogmático, nada empece el que sea del conocimiento notarial el
divorcio, precisamente por la aceptación social de esta propuesta. La figura del
notario tiene la prestancia profesional y social requerida para solventar situaciones
de esta índole. En el ámbito del Derecho español, el autor arguye que “Con la
última reforma del Código civil en esta materia, Ley 15/2005, el legislador ha
reconocido la necesidad social de agilizar los amargos trámites que en estos
procesos deben soportar los cónyuges. Y si observamos el artículo 777 de la
L.E.C., que regula el proceso a seguir cuando hay mutuo acuerdo entre los
cónyuges, no veremos actuación alguna del juez que no pueda realizarse ante el
notario”17. Y para el caso de presencia de hijos menores, el mismo informe que
hoy con el Derecho vigente en España se rinde por el fiscal ante el juez, lo podría
hacer ante el notario, si el Derecho positivo lo permitiese, supuesto en el cual
propone el autor, al estilo -diría yo- de cómo procede el notario cubano, autorizaría
escritura pública de divorcio, pues: “Aceptada esta posibilidad, si el Fiscal
informase favorablemente sobre las cuestiones relativas a los menores ya no
15
CARRIÓN GARCÍA DE PARADA, P., “Aspectos jurídicos y fiscales...”, cit., p. 91.
16
FERNÁNDEZ DE BUJÁN, A., La jurisdicción..., cit., p. 158. Es dable señalar que en su obra el autor
ofrece, a modo de lege ferenda, una propuesta de legislación complementaria de la Ley de
Enjuiciamiento Civil española Nº 1/2000 de 7 de enero en sede de jurisdicción voluntaria, en la cual
sugiere a los fines de una racionalización y redistribución de las competencias en esta materia,
dentro del ámbito de atribución de competencias al notariado, el divorcio por mutuo acuerdo, salvo
en lo relativo a la aprobación del convenio regulador, al estilo de la legislación portuguesa,
respecto de la competencia del conservador del registro civil, convenio que propone sea aprobado
por el juez, previamente, en el caso de que existieran hijos menores de edad. En este sentido vid.
p. 54.
17
CAMPO GÜERI, Miguel Ángel, “Notariado y jurisdicción voluntaria”, conferencia pronunciada en el
Ilustre Colegio de Madrid, en la Academia Matritense del Notariado, el 16 de marzo del 2006
(inédita), p. 31.
habría motivo alguno para negar la libre capacidad de los cónyuges a la hora de
decidir y regular los efectos de su separación o divorcio”18.
18
Idem, p. 32.
19
CARBONELL BARBERÁN, Ramiro, Legislación notarial, Cultural, La Habana, 1939, pp. 11-12.
administración hacer declaraciones sobre la constitucionalidad e
inconstitucionalidad de una ley, pues ese pronunciamiento constituía una facultad
privativa del poder judicial y dentro de él, del Tribunal de Garantías
Constitucionales y Sociales, y, en mérito de lo expuesto, resolvió que mientras el
Tribunal Supremo de Justicia no declarare inconstitucional la Ley de 17 de
diciembre de 1937, el Ministerio de Justicia estimaría válidas y eficaces, a los
efectos meramente administrativos y que le incumbían, las resoluciones dictadas
por los notarios en los asuntos de que conociera con arreglo a dicha Ley.
Unos años después la Sala de Gobierno del Tribunal Supremo dictó la Resolución
Hipotecaria Nº 9 de 16 de junio de 1947, cuya cuestión primordial a resolver era si
los notarios, después de regir la Constitución de 1940, seguían teniendo
facultades de acuerdo con la Ley de 1937 para tramitar declaratorias de
herederos, que también a tenor de dicha ley habían pasado al conocimiento de los
notarios, si bien nunca hubo pronunciamiento judicial expreso respecto a idéntica
situación en sede notarial del divorcio por mutuo acuerdo según lo habilitaba el
inciso q) del artículo IV de la mencionada Ley. En los considerandos de dicha
Resolución, la referida Sala mantuvo una posición reticente en tal sentido, al
disponer “si el art. 170 de la Constitución de 1940 estatuye que sólo podrá
administrarse justicia por quienes pertenezcan permanentemente al Poder Judicial
(...) es claro, que los Notarios a partir de la Constitución, no tienen facultades para
resolver en estas cuestiones sometidas hoy expresamente a la jurisdicción del
Poder Judicial. Además por el art. 170 de la Const. quedó derogada la facultad
que a los Notarios dio la Ley de 17 Dic. 1937 para hacer declaratorias de
herederos abintestato”20.
20
Lo cual podría haber sido aplicable, mutatis mutandi, al divorcio por mutuo acuerdo.
21
Vid. SÁNCHEZ ROCA, Mariano, Leyes civiles de Cuba y su jurisprudencia, volumen III –
Legislación hipotecaria, notarial y sobre derechos reales, Lex, La Habana, 1954, p. 1035.
Durante la fase de gestación del Decreto-Ley Nº 154/1994 algunas voces de
nuestra doctrina científica, al menos admitían la posibilidad de una tramitación
notarial o registral del divorcio, sin que conformaran un frente común para
rechazar su desjudicialización en los supuestos de mutuo acuerdo. Ya en 1986
algunos autores no descartaban la posibilidad de un divorcio ante el registrador del
estado civil cuando se tratare de un matrimonio sin hijos menores, de modo que el
sistema judicial se ahorrara la sustanciación de procesos de esta naturaleza 22. En
1988 en un ya clásico artículo que le fuera publicado al Dr. Raúl GÓMEZ TRETO, el
entonces Presidente de la Sociedad Cubana de Derecho Civil y de Familia, deja
sentir su criterio sobre la posibilidad de simplificar los trámites de divorcio, solo en
el caso de que no se hubiere procreado, si bien parte de la tesis de atribuirle tal
competencia a los registradores del estado civil, y, supletoriamente, a los notarios,
“por la simple declaración conjunta de la voluntad de desvinculación e incluso en
una primera y única comparecencia”23. Posición no descartada por el profesor
MENDOZA DÍAZ, quien, si bien no se adentra en la esencia del fenómeno, deja
expresado, en 1991, que “el tratamiento procesal del divorcio está a la orden del
día de nuestra realidad doctrinal, con amplias posibilidades de una plasmación
legislativa cercana”24, de modo que en la fecha no descarta “que el divorcio salga
del imperio de los tribunales”25, como efectivamente aconteció unos años después
con el divorcio por mutuo acuerdo al atribuírsele su conocimiento a los notarios.
22
En efecto, sostienen HERNÁNDEZ LEÓN, Rigoberto y Arnaldo Miguel FERNÁNDEZ DÍAZ, “Crítica a la
regulación jurídica estatal del divorcio en Cuba”, en Revista Jurídica, Nº 12, año IV, julio-
septiembre 1986, p. 181, que: “La disolución de un matrimonio sin hijos menores debe sustraerse
de la esfera judicial, porque si al Estado y la sociedad le interesan conservar la estabilidad de las
familias y fomentar las uniones matrimoniales, no es menos cierto que le son indiferentes los
aspectos íntimos del amor y no pueden regularlos jurídicamente. Si el establecimiento del vínculo
conyugal entre personas con aptitud legal únicamente exige el consentimiento, ¿a qué viene
preocuparse por una justa causa o el mutuo acuerdo al disolverse un matrimonio sin descendencia
en minoría de edad? Debe corresponderle un trámite sencillo como la propia formalización del
matrimonio, ante los encargados del Registro del Estado Civil y sin otro requisito que la
manifestación libre y consciente de la voluntad, por cualquiera de los cónyuges, en romper el
ligamen: se ahorra el sistema judicial la sustanciación de una demanda baladí”.
23
GÓMEZ TRETO, Raúl, “¿Hacia un nuevo Código de Familia?”, en Revista Cubana de Derecho, Nº
34, año XVII, julio-septiembre 1988, p. 63. Similar posición también mantuvieron HURTADO PÉREZ,
Antonio Luis; María Elena COBAS COBIELLA y Nancy OJEDA RODRÍGUEZ, “La jurisdicción voluntaria”,
en Revista Jurídica, editada por el Ministerio de Justicia, Nº 19, año IV, abril-junio 1988, p. 246,
quienes también en la fecha eran partidarios como un acto más de jurisdicción voluntaria, que el
divorcio por mutuo acuerdo donde no existieran hijos “analizando su contenido carente de litis y
realizando los ajustes necesarios a la legislación vigente, así como a su procedimiento pudiera
estar dentro del trabajo notarial (...) lo que permitiría una agilización en (su) solución...”.
24
LLANES MACHADO Silvia y Juan MENDOZA DÍAZ, “Utilización de la computación en el proceso
especial de divorcio. Experiencias”, en Revista Cubana de Derecho, Nº 3, julio-septiembre 1992,
pp. 96-97. No puede perderse de vista que se trata de un estudio sobre la utilización de la
computación en la tramitación del proceso de divorcio, por ello, los pronunciamientos sobre la
posibilidad de sustracción del conocimiento del divorcio (en todo caso del divorcio por mutuo
acuerdo) de la esfera judicial, se hace por los autores a manera de obiter dicta.
25
Idem.
Otros estudios investigativos realizados en la Universidad de La Habana reflejaron también la
necesidad de ofrecer un cauce procesal distinto al previsto legalmente para el divorcio por mutuo
El Decreto-Ley Nº 154/1994, en efecto, transfirió el conocimiento del divorcio por
mutuo acuerdo a sede notarial, si bien deja expedita esta propia vía en sede
judicial, amén del divorcio por justa causa, el que en su integridad se mantiene del
conocimiento de los tribunales. Entre las razones que, según el autor de la norma,
fueron de suficiente entidad para tal transferencia de atribuciones, se incluyen:
1º La naturaleza alitigiosa del divorcio por mutuo acuerdo, lo que le sustrae del
conocimiento judicial.
2º El alto número de radicación de asuntos en sede judicial, entre ellos, algunos
de naturaleza no contradictoria, sin necesidad de requerir la composición de la
litis, dada la ausencia de ésta, lo cual entorpece la necesaria celeridad exigida en
la tramitación de expedientes judiciales en los que dada su entidad y naturaleza,
su resolución por vía judicial se impone.
3º La experiencia acumulada por los notarios en el conocimiento de actos de
jurisdicción voluntaria, desde hacía casi ya diez años, cuando en 1985, con la
promulgación de la Ley de las Notarías Estatales, le había sido atribuida la
tramitación de las actas de declaración de herederos y de actos de jurisdicción
voluntaria como la consignación, la administración de bienes del ausente y la
información ad perpetuam memoria, lo cual había, además, agilizado el trabajo
judicial, sobre todo en lo concerniente a la tramitación de las actas de declaración
de herederos que hasta 1985 tenía un valor significativo en las estadísticas
judiciales.
4º La necesidad de ofrecer celeridad a los trámites de divorcio, de por sí
indebidamente dilatados, cuando ambos cónyuges están plenamente contestes
con la disolución del vínculo matrimonial y el régimen de convenciones a adoptar
acuerdo. En uno de ellos, concluido en 1990, los autores reflejan su criterio sobre la posibilidad de
que el notario pueda conocer en una fase previa del proceso el consenso de ambos cónyuges para
el divorcio, a través de “acta notarial” en la cual se expresara su deseo de disolver el vínculo
matrimonial y las convenciones a las que hubieren arribado sobre los menores hijos si existieran.
Se trataría de un acta equiparable al escrito promocional, con la ventaja, según su parecer, de que
la comparecencia se tendría por efectuada, no requiriendo representación letrada, para lo cual
resultaría suficiente el que ambos interesados o uno solo de ellos la presentara al tribunal. Dicha
acta, por supuesto, no suponía la obtención del divorcio, sino un elemento de prueba más que
tendría el juez a los fines de dictar sentencia. Se intentaba ofrecer celeridad a los trámites del
divorcio, con una mínima intervención notarial, rescatando en lo posible la figura del divorcio por
mutuo acuerdo, hasta la fecha una figura jurídica, que desde hacía años era ya una reliquia
histórica, en tanto la realidad reflejaba que buena parte de los divorcios por justa causa tramitados
en los tribunales, con allanamiento simultáneo, no eran sino divorcios por mutuo acuerdo,
desnaturalizados, dada la dilatada sustanciación prevista en la Ley de Procedimiento Civil,
Administrativo y Laboral, para esta modalidad de divorcio, evadida a toda costa por los operadores
del Derecho. Si bien los autores rechazan la posibilidad notarial de disolver el vínculo matrimonial,
por razones, a mi juicio, nada convencibles, no descartan la posibilidad de que así sea en los
supuestos de matrimonio sin hijos. Vid. “Algunas consideraciones y reflexiones sobre la vía actual
de tramitación del divorcio por mutuo acuerdo”, de Pilar CUÉLLAR FONSECA e Ismael RODRÍGUEZ
BLANCO, contenido en “Relatorio de la Sociedad Cubana de Derecho Civil y de Familia”, en Revista
Cubana de Derecho, Nº 2, abril-junio 1991, pp. 44-48.
sobre los menores hijos procreados, sin que, a juicio del notario, derive perjuicio ni
para los cónyuges, ni para los hijos, de modo que se logre en sede notarial, lo que
a la postre se obtendría en sede judicial, después de un prolongado y agotador
proceso judicial.
5º La garantía que la fe pública notarial ofrece, dado el viso de legalidad y de
seguridad jurídica que el notario da a los actos en que interviene, máxime cuando
el divorcio por mutuo acuerdo, dada su naturaleza, clasifica entre los actos de
jurisdicción voluntaria, atribuibles al notario, sin que en modo alguno el
conocimiento notarial del divorcio por mutuo acuerdo signifique restarle
importancia a las instituciones del matrimonio y de la familia. Todo lo contrario,
supone dar el realce social que el divorcio tiene, sin agravar, ni agrietar aún más
los cimientos de la familia nuclear que se resiente con la disolución del vínculo
matrimonial. No puede olvidarse que el notario disuelve el matrimonio en una
situación de crisis, en la que al menos los cónyuges logran entenderse y prever las
coordenadas futuras de la familia creada, enfrentándola en una situación más
armónica, que distante26.
1º Debe estar firmado por ambos cónyuges, y por el representante del otro,
aunque cabría también la firma de uno solo (¿?) (cfr. artículo 2)28.
2º De estar representados ambos cónyuges a través de un mismo abogado
(¿?), este documento estará firmado por ambos (cfr. artículo 3.1)29.
3º Se trata de un formulario, preestablecido, sin otro requerimiento de
solemnidad marcado, en el que han de estar contenidos:
a) generales y datos de los cónyuges;
b) fecha del matrimonio y referencia al Registro del Estado Civil en que fue
inscrito, con expresión de tomo y folio;
c) nombres y apellidos de los hijos comunes menores y fechas de sus
respectivos nacimientos, con referencia al Registro del Estado Civil, tomo y
folio en que se encuentran inscritos;
d) convenciones de los cónyuges en cuanto a:
1. el ejercicio de la patria potestad sobre los hijos comunes menores;
2. la determinación de la guarda y cuidado sobre tales hijos;
3. régimen de comunicación de los hijos comunes menores con aquel de los
padres al que no se le confiera su guarda y cuidado;
27
Petición de divorcio se le llama en el artículo 2 del Decreto Nº 4436/2005 de 28 de noviembre
que regula en Colombia el divorcio ante Notario, o la cesación de los efectos civiles de los
matrimonios religiosos y petitorio en el artículo 18.22 de la Ley Notarial de Ecuador, en el cual,
entre otros extremos, los cónyuges expresarán bajo juramento que no tienen hijos menores de
edad o bajo su dependencia, requisito necesario para que el notario sea competente en materia de
divorcio, así como su voluntad definitiva de disolver el vínculo matrimonial.
28
Es cierto que el Reglamento prevé esta variante, pero se trata de un dislate jurídico, capaz de
quebrantar el principio de inmediación y con ello el de unidad de acto (vid. artículo 25 de la Ley de
las Notarías Estatales y el 35 de su Reglamento). En Derecho, resulta, sencillamente imposible que
un cónyuge no pueda concurrir y el otro aporte una declaración jurada del ausente, en la cual
manifieste su aquiescencia con las convenciones formuladas. Sobre este gazapo, sin parangón en
nuestro ordenamiento jurídico, vid. infra 5.3.
29
Improcedente también por las razones que apuntaré. Vid. infra 5.3.
4. nombres y apellidos del cónyuge que prestará la pensión que
corresponda a cada uno de los hijos mencionados y su cuantía;
5. nombres y apellidos del cónyuge que una vez disuelto el matrimonio
prestará la pensión al otro, si procediere, así como su cuantía;
6. las convenciones que hayan determinado los cónyuges sobre la vivienda,
si ésta constituyera un bien común del matrimonio;
7. el destino de los otros bienes que conforman la comunidad matrimonial de
bienes, si los cónyuges determinaran liquidarla en el propio acto, para lo
cual han de aportar relación concreta de cómo quedaría liquidada, a
partir de la adjudicación de bienes propuesta para cada ex cónyuge (cfr.
artículo 4)30.
30
La ya citada norma colombiana, igualmente establece (artículo 2) requisitos formales a ser
cumplimentados por la petición de divorcio, a saber:
“a.- Los nombres, apellidos, documento de identidad, edad y residencia de los cónyuges.
b.- El acuerdo suscrito por los cónyuges con la manifestación de voluntad de divorciarse o de que
cesen los efectos civiles del matrimonio religioso. Además contendrá disposiciones sobre el
cumplimiento de las obligaciones alimentarias entre ellos, si es el caso, y el estado en que se
encuentra la sociedad conyugal; y se informará sobre la existencia de hijos menores de edad.
c.- Si hubiere hijos menores de edad, el acuerdo también comprenderá los siguientes aspectos: la
forma en que contribuirán los padres a la crianza, educación, establecimiento de los mismos,
precisando la cuantía de la obligación alimentaria, conforme al artículo 133 del Código del Menor,
indicando lugar y forma de su cumplimiento y demás aspectos que se estimen necesarios; custodia
y cuidado personal de los menores; y régimen de visitas con la periodicidad de las mismas”.
31
En la jurisprudencia argentina se ha dicho que si bien “La expresión interés superior del menor
ha sido criticada por su imprecisión, (...) la mayoría de la doctrina se inclina en sostener que
cuando se presentan conflictos de interés entre un niño y otra persona, como en el caso de la
disolución de un matrimonio los intereses del niño priman por sobre los de otras personas o
instituciones, no pudiendo adoptarse soluciones a priori sino en función de la multiplicidad de
factores que rodean cada caso”. Por ello, “A los efectos de abordar cuál es el interés superior del
menor resulta fundamental la opinión que sobre el tema a decidir tiene el menor; (lo cual) no quiere
decir que la voluntad del niño debe ser determinante en la decisión, pero lo que no se puede es
desconocer u obviar tal opinión”. C. 4ª Civ. y Com. Mza. - 13/10/2005 – Causa Nº 1.632-
03/4F/29.008. Como efecto inmediato de la Convención de los derechos del niño, aparece también
este concepto en el Derecho mexicano. Según PÉREZ DUARTE, A., Derecho de..., cit., pp. 357-358,
implica que “las políticas, acciones y toma de decisiones relacionadas con este período de la vida
humana (la niñez) tendrán que realizarse de tal manera que, en primer término, se busque el
beneficio directo del niño o niña a quien van dirigidas”. En el informe de conclusiones del X
Congreso Internacional de Derecho de Familia, celebrado en Mendoza, Argentina, 1998, la
Comisión Nº 2 que estudió el niño como sujeto de derecho y el interés superior del niño en las
inexcusable del notario, al recibir el escrito de solicitud, determinar el alcance de
las convenciones propuestas y abstenerse de actuar ante el más mínimo resquicio
de lesividad a los intereses de los menores hijos, previa intervención fiscal, a quien
debe dar comunicación cuando el sentido común así se lo indique, lo cual forma
parte de la racionalidad y la experiencia personal del propio notario actuante. La
vía notarial no puede ser reservorio de actos inescrupulosos sobre los hijos. No se
olvide que el notario no representa intereses particulares, no es el alter ego de los
comparecientes, es depositario de la fe pública, actúa bajo el principio de
imparcialidad, con un sentido perenne de la integridad humana, es legionario de la
verdad y la justicia, y su dicho sólo puede desargüirse por querella de falsedad.
Decir lo contrario, es desconocer la esencia de la función notarial y dubitar de la
confianza que el mismo Estado ha depositado en él.
Deja claro el artículo 1 del decreto-ley que el divorcio por mutuo acuerdo ante
notario, se instrumenta por escritura pública. Otro particular no es posible. El
artículo 13 inciso a) de la Ley de las Notarías Estatales regula que los actos
jurídicos se corporifican por escritura pública y dada la naturaleza de este acto de
divorcio en el cual los cónyuges de común acuerdo pretenden poner fin al
matrimonio, entre ellos existente, la escritura es el instrumento avenido a ese
propósito.
distintas instituciones jurídicas, reconoció que el interés superior del menor es el reconocimiento
pleno de sus derechos y destacó su carácter de principio general de derecho, vid. KEMELMAJER
DE CARLUCCI, Aída (coordinadora), El Derecho de Familia y los nuevos paradigmas, X Congreso
Internacional de Derecho de Familia, tomo III, Rubinzal-Culzoni, editores, Buenos Aires, 2000, pp.
296-300.
32
Igual requerimiento exige en el artículo 2 inciso d) el Decreto colombiano Nº 4436/2005 de 28 de
noviembre, salvo lo relativo al título acreditativo del dominio sobre la vivienda adquirida en común,
constante matrimonio.
contenido en él es el divorcio, pues cabría también instrumentar la liquidación de
la comunidad matrimonial de bienes, la constitución de una copropiedad por
cuotas, o la donación de la vivienda común del matrimonio, por ambos cónyuges a
los hijos menores procreados en él, ex artículo 66 de la Ley General de la
Vivienda, o la cesión de participación, una vez constituida la copropiedad por
cuotas, de uno de los cotitulares a favor del otro, sin que en la praxis ello suceda
así, pues en aras de respetar el arancel notarial, y no gravar más a los
comparecientes33 o, incluso, evitar nuevas autorizaciones administrativas34,
habilitantes del acto mismo de enajenación a título gratuito del bien, se califica en
el instrumento un solo acto: el divorcio, y se omiten otros tantos, de importancia
capital como la donación a favor de los menores hijos o la cesión de participación
o cuota, preteridos en la calificación de los actos contenidos en el instrumento, con
la trascendencia en el orden registral que ello importa35. No obstante, a mi juicio,
tales actos, omitidos o no en la calificación notarial, han de ser del conocimiento
del fisco, para el pago del correspondiente impuesto sobre transmisión de bienes.
Pocos artículos del ordenamiento jurídico cubano han sido más criticados que el
artículo 2 del Decreto-Ley Nº 154/1994. Al llevar a sede notarial el divorcio por
mutuo acuerdo, el autor de la norma encontró atinada la posibilidad reconocida en
el artículo 380, segundo párrafo, de la Ley de Procedimiento Civil, Administrativo,
Laboral y Económico de que un solo abogado represente a ambos cónyuges en la
escritura de divorcio. En el ámbito procesal se habla de letrado director de los
cónyuges, en el notarial de representante de los comparecientes, como un
supuesto de representación voluntaria consagrado ex artículo 415.2 del Código
Civil, prescindiéndose del otorgamiento de una escritura de poder, a través del
cual se faculta al abogado para actuar a nombre y en representación de los
cónyuges. Y propiamente voluntaria, pues no se requiere ni postulación, ni
legitimación letrada, para concurrir ante notario. Los cónyuges, si les conviene,
33
Sin duda, fue un propósito de los autores del decreto-ley y del Reglamento, estimular la
tramitación del divorcio en sede notarial, para ello, fijaron un arancel fijo de $80.00, cualesquiera
sean los actos contenidos en la escritura, uno o varios, divorcio con o sin liquidación de la
comunidad matrimonial de bienes, exactamente el mismo arancel fijado al abogado, representante
de una de las partes en el divorcio por justa causa en vía judicial o letrado director de ambas
partes en el mutuo acuerdo por la misma vía. Así, se ganaba terreno, frente a la oposición
mantenida siempre por los abogados, al divorcio notarial, ante el temor de perder clientela. Quien
desee divorciarse ante notario, tiene en cambio gran celeridad, no ofrecida por la vía judicial, ni aun
con el divorcio por justa causa con allanamiento, y lo mejor, con la misma erogación. Propósito,
loable en el orden competitivo, pero criticable en el orden técnico.
34
En efecto, cuando los padres en la escritura de divorcio le donan la vivienda a sus hijos, o uno
de ellos cede su participación, constituida la copropiedad por cuotas, al otro, no resulta necesario
interesar autorización de la Dirección Municipal de la Vivienda.
35
Por supuesto, el registrador al calificar el instrumento se encontrará con una escritura de
divorcio, en la cual se contiene una donación de un inmueble, o una cesión de participación,
documento público que será acreditativo del dominio sobre el inmueble y que, en modo alguno, lo
ha calificado así el notario al denominar el instrumento.
pueden hacerlo per se, lo más común, pues rara vez se acude a un abogado para
interesar la tramitación del divorcio en sede notarial. Empero, lo que no tuvo en
cuenta el autor del decreto-ley fue la prohibición absoluta consagrada en el
artículo 63 del Código Civil a cuyo tenor: “El representante no puede realizar actos
jurídicos en los cuales concurra, simultáneamente, en nombre propio y de su
representado o de dos o más de las partes”, prohibición, que de incurrirse en ella, se
sancionaría el acto con nulidad absoluta, según lo dispuesto por el artículo 67 inciso
ch) del Código Civil. Ergo, tampoco cabría invocar el carácter especial de la norma,
ni su posterioridad en el tiempo, porque ello no le autoriza para contravenir un
postulado, erigido en principio en el Código Civil, compártase o no la posición del
legislador de tan importante cuerpo legal. Al fin y al cabo, dura lex, sed lex. Ni tan
siquiera podría aducirse que la prohibición existe ante el peligro de un inminente
conflicto de intereses. El precepto prohíbe, sin más, la posibilidad de realizar un acto
jurídico concurriendo simultáneamente en representación de las dos partes, con
independencia de que el conflicto de intereses se suscite o no, sin más cortapisas,
sin adjetivos, el legislador erige una barrera infranqueable a través de una norma
prohibitiva, en la cual las excepciones no tienen lugar.
36
Actas caracterizadas por contener las manifestaciones del declarante, advertido por el notario de
las consecuencias jurídicas que faltar a la verdad pudiera provocarle.
de facultades representativas, en tanto en sí misma la declaración jurada, como
toda acta, no implica la corporificación de un negocio jurídico, como lo es el
negocio unilateral de apoderamiento37. Nada se resuelve con lo previsto en el
último párrafo del artículo 2, de nada vale que uno de los cónyuges concurra con
la copia de la declaración jurada del otro, ante el notario elegido para autorizar la
escritura de divorcio. En el supuesto no habrá representación. La declaración
jurada no es fuente de representación. Nunca lo ha sido y ahora tampoco lo será,
por mucho que se esfuerce el legislador. Con ella se quebranta el principio de
inmediación, porque la parte ausente no comparece, ni per se, ni a través de un
representante, ya que es una falacia hablar de representante, porque tampoco
existe representado y mucho menos representación. De la misma manera que la
declaración jurada no es un allanamiento, como en ocasiones me parecer ver38,
con esa terquedad de traspolar los términos procesales al ámbito notarial, en un
afán competitivo, inadecuado e improcedente. Por ello, los males atribuidos al
divorcio notarial no son propiamente de la competencia del notario para conocer
del divorcio por mutuo acuerdo, ni de las garantías que pueda ofrecer, de lo cual
no me caben dudas, sino de los gazapos inconcebibles del autor de dichas
normas, quebrantadores de principios y postulados generales del Derecho y del
Notarial en particular.
37
Por fortuna el Decreto Nº 4436/2005 de 28 de noviembre, de Colombia, aun admitiendo la
posibilidad, con alcance general, de la actuación representativa en la tramitación del divorcio por
mutuo acuerdo ante notario, solo regula la posibilidad del otorgamiento de la escritura de poder,
ello motivado porque el divorcio ante notario en el país suramericano requiere la comparecencia
necesaria del abogado ante el fedatario (vid. artículo 2, párrafo inicial, e inciso d)). En Ecuador, el
artículo 18.22 de la Ley Notarial nada regula expresamente sobre el tema, si bien exige que el
petitorio deberá ser patrocinado por un abogado en libre ejercicio, en tanto que en la
comparecencia a que convoca el notario para la ratificación por ambos cónyuges de su voluntad
definitiva de disolver el vínculo matrimonial (fijada dentro de un plazo no menor de sesenta días,
contado a partir de la presentación del petitorio) pueden estos concurrir directamente o a través de
procuradores especiales.
38
Al decir de HERNÁNDEZ PÉREZ, Carmen, “El divorcio”, en Boletín de la Organización Nacional de
Bufetes Colectivos, Nº 7, mayo-agosto 2001, p. 32, el hecho de que el cónyuge no concurrente
aporte declaración jurada, la cual ha de ser exhibida por el concurrente al notario, “convierte -al
menos en apariencia- la declaración jurada del otro cónyuge, en el allanamiento típico del divorcio
por justa causa, pues el propio texto legal da margen a ello, al expresar que '(...) de no comparecer
juntos el que no pudiere podrá declarar bajo juramento su 'conformidad' (...)', y nada más cerca del
allanamiento y más lejos del mutuo acuerdo que la expresión conformidad mal concebida y
empleada por el precitado Decreto”.
de valores en los hijos procreados, cuyos progenitores solo se divorcian entre sí,
pero no respecto de ellos, vale la pena reflexionar entonces sobre la necesidad de
que los cónyuges comparezcan per se ante notario, encaren el divorcio, sin la
presencia de terceros, sin la frialdad que envuelve una copia de una escritura de
poder, cuando se aporta por el representante a fin de concluir válidamente el
negocio representativo. No son impedimentos técnicos los que se convierten en un
valladar inexpugnable de la prohibición del otorgamiento de la escritura de divorcio
por mutuo acuerdo a través de un representante, sino razones éticas, morales, de
sustrato axiológico, más allá del límite normativo, del hermetismo técnico en el
cual los juristas solemos refugiarnos, para dar una solución, legal, pero no justa.
No se trata de prohibir, al estilo del artículo 63 del Código Civil, toda actuación
representativa en sede de divorcio notarial, sino de limitarla, restringirla, dejándola
subsistente para esos casos excepcionales, en los cuales una causa justa amerite
la autorización del divorcio sin la presencia física de uno de los cónyuges.
Las convenciones en el divorcio ante notario, son los acuerdos a los cuales arriban
los cónyuges, que han de ser aprobados por este, en estricto control de la
legalidad, antes de autorizar la escritura en la cual quedaría contenido el divorcio
autorizado. Acuerdos que han de versar sobre el régimen de comunicación y
guarda y cuidado del progenitor que no tenga la tenencia del menor hijo, titularidad
y ejercicio de la patria potestad, pensión alimenticia para los cónyuges y los hijos
menores habidos del matrimonio, y liquidación de la comunidad matrimonial de
bienes constituida, con especial referencia a la vivienda de titularidad común.
Aquí radica uno de los aspectos medulares del divorcio, a tener en cuenta por el
notario autorizante. El notario ha de ser ponderado y racional en la valoración de
las convenciones propuestas en el escrito de solicitud por los cónyuges o sus
representantes. Para ello el artículo 4 del decreto-ley establece cánones o
parámetros que deben considerarse para que el notario ofrezca un juicio certero,
razonado, bien pensado, equilibrado, neutral, capaz de valorar en su justa medida
cada convención, sin lesionar intereses de terceros, esencialmente de los hijos
habidos en el matrimonio. El divorcio tiende a ser, aun en condiciones de mutuo
acuerdo, un tema peliagudo, por los efectos ulteriores que provoca. En todo caso,
debe garantizarse un adecuado balance entre los derechos y deberes de ambos
cónyuges, sin menoscabo, ni sacrificio, para todos los hijos, sin distinción, sin que
se vean favorecidos unos, en detrimento de otros, ni tampoco un progenitor más
que otro. Es necesario sembrar el sentido de la solidaridad paterna y materna para
con la prole, y de ésta para con aquellos. El notario ha de estar claro que el
divorcio no es la resolución de un contrato, no se trata de reajustar el equilibrio
económico entre partes contratantes, sino el equilibrio emocional, muchas veces
desajustado, tras la ruptura de una familia nuclear constituida, cuyo valor es
inestimable, pues la familia es el sostén de cualquier sociedad, “un camino común,
aunque particular, único e irrepetible, como irrepetible es todo hombre; un camino
del cual no puede alejarse el ser humano. En efecto, él viene al mundo en el seno
de una familia, por lo cual puede decirse que debe a ella el hecho mismo de existir
como hombre. Cuando falta la familia, se crea en la persona que viene al mundo
una carencia preocupante y dolorosa que pesará posteriormente durante toda la
vida”39. Por ello la ruptura del vínculo marital no puede suspender el diálogo
abierto y fraternal entre padres e hijos que se inicia con el nacimiento de estos
últimos y finaliza, por ley natural, con el fallecimiento de los primeros, aunque ya
los hijos hayan formado nuevas familias nucleares.
El notario está apto para sopesar las convenciones propuestas, siempre poniendo
a salvo los intereses de los menores, por esta razón, ha de indagar con cada
cónyuge el sentido de las convenciones, sobre todo lo concerniente a las
relaciones paterno-filiales (cfr. artículo 7 del Reglamento), la calificación del escrito
de solicitud es la espina dorsal de la escritura pública que autorizará, ante la más
mínima inquietud ha de abstenerse temporalmente de la autorización y solicitará
dictamen fiscal (cfr. artículo 8, segundo párrafo, del Reglamento), previo a ello ha
de agotar todos sus intentos por convencer a los cónyuges en la rectificación o
modificación de las convenciones en el sentido expresado en el escrito de
solicitud.
39
JUAN PABLO II, Carta del Papa a las Familias, con motivo del año internacional de la familia
(1994), en http://www.conferenciaepiscopal.es/documentos/magisteriojpii/cartas/familias.htm,
consultada el 3 de mayo del 2005.
40
Expresa CARRIÓN GARCÍA DE PARADA, P., “Aspectos jurídicos y fiscales...”, cit., p. 92 en su estudio
sobre la posibilidad de ampliar la competencia de los notarios, en el sentido de que pudieran
asumir el conocimiento del divorcio amistoso o por mutuo acuerdo, que: “Serían pactos
inadmisibles los que permitiesen renunciar a la patria potestad, o liberasen de rendir cuentas a
aquél que la ejerciese, o suprimiesen la fiscalización de su ejercicio por parte del juez o de la
autoridad competente, motu propio o a instancia de cualquiera de los cónyuges, del menor, de
cualquier pariente, del Ministerio Fiscal, del propio juez o autoridad competente; y en general los
que atentasen contra los principios esenciales que han de inspirar una concepción moderna de la
patria potestad (configuración de la misma como una función social –haz de derechos y
obligaciones- y no como un derecho de los padres sobre los hijos, titularidad compartida de los
progenitores, ejercicio de la misma siempre en beneficio de los hijos)”.
progenitores concurrir ante notario y de consuno, contraviniendo principios
enunciados en el Código de Familia, sustraerse a la naturaleza de ius cogens de
una buena parte de las normas del Derecho de Familia, de las que no escapan las
reguladoras de la patria potestad. Es cierto que en sede notarial no se priva a uno
de los progenitores de la patria potestad, ello me resulta muy claro, pero se
permite algo que el Derecho sustantivo no viabiliza: el deferimiento de la patria
potestad, o lo que es lo mismo, su atribución a uno solo de los progenitores (cfr.
artículo 93.2 del Código de Familia), incluso, con dictamen fiscal, pues de resultar
positivo éste, al amparo del artículo 10, tercer párrafo, del Reglamento del decreto-
ley, “el Notario continuará la tramitación del divorcio”, lo cual resultaría
inadmisible, en razón del interés superior del menor.
Es cierto que hoy día, de iure, es posible ese deferimiento de la patria potestad de
un progenitor hacia otro, por vía notarial. El artículo 5 del decreto-ley da luz verde
a esta posibilidad, aún nos cueste a los detractores, pero incluso así, en el peor de
los casos, no creo en la liviandad del notario, ni es su desatino al actuar, mucho
menos, como se ha esgrimido con cierto desdén y desmedro hacia la función
notarial, tras un balance sobre la concesión de estas “amplias facultades
fiscalizadoras y decisorias al Notario para apreciar qué casos debe remitir al
Fiscal, cuando a su juicio los acuerdos de los cónyuges atenten contra el normal
desarrollo de los menores, corriéndose el riesgo de que -al imperio de su criterio
personal- apruebe un divorcio con medidas contrarias a la ley...”41. En primer
orden, presumo un actuar honesto, próvido, de todo notario. Si por algo se
caracteriza el notario es por la pulcritud de todo documento que autoriza, inspirado
en el principio de legalidad. El notario que, a su juicio, no amerite un dictamen
fiscal el escrito de solicitud de divorcio en el cual, uno de los cónyuges, en su
condición de progenitor, pretende deferir la patria potestad al otro, incurre en
negligencia inexcusable, merecedora de cualquier medida administrativa que se
tome contra él. Cierto que con ello no se lograría el efecto nocivo de su actuar.
Pero aún quedaría la vía judicial para anular esa escritura pública. En la práctica
notarial, son contados los casos en que se suscita una situación de esta
naturaleza, y mucho más excepcionales que el notario no dé cuenta al fiscal para
su dictamen. Dudo también de la liviandad del fiscal. Ambos profesionales, no
actuarán a capricho, bajo conceptos personales, con pasión, más que mesura,
prudencia, racionalidad. No creo justo dubitar, ni de su imparcialidad, ni de su
apego no solo a la ley, sino también al más debido respeto al interés superior del
niño. Todo ello no quita el que ratifique mi posición de que un precepto como el 5
del decreto-ley no debió haberse incluido y de lege ferenda, debiera ser suprimido.
Situaciones de esta naturaleza han de ser resueltas por la vía judicial.
41
Así, HERNÁNDEZ PÉREZ, C., “El divorcio”, cit., p. 33. Con similar parecer, SANTANA CALDERÍN,
María Amparo, “El Divorcio Notarial. Análisis crítico del Decreto-Ley 154”, Ed. ONBC, La Habana,
1995, p. 5.
Dentro de las convenciones incluidas en la escritura pública de divorcio se incluye
la decisión tomada por los cónyuges sobre su destino, si la vivienda de residencia
permanente es común del matrimonio (vid. artículo 9 inciso e) del decreto-ley y
artículos 1; 4.1, apartado 4, y 4.2 del Reglamento). Solo para este supuesto cabría
pronunciamiento sobre el tema. De este modo, se lleva a sede notarial, lo
establecido para la judicial por el artículo 66 de la Ley General de la Vivienda, en
el sentido de que “Cuando la vivienda que ocupan los cónyuges pertenezca a
ambos y se promueve el divorcio, el tribunal determinará a quién se adjudicará su
propiedad definitiva, conforme a las reglas siguientes:
a) Se adjudicará a uno de los cónyuges o a los hijos, según acuerden las partes
en los escritos o en la comparecencia del proceso de divorcio;
b) a falta de acuerdo, la vivienda continuará como propiedad de ambos
cónyuges”42.
Esta situación, tan sencilla a simple vista, ha generado no pocos dislates técnicos
al momento de instrumentar el divorcio por escritura pública. Nuevamente la
Resolución Nº 130/1998, de 9 de diciembre, contentiva del arancel notarial, pone
una camisa de fuerza al notario al calificar el instrumento, dado que omite otros
actos jurídicos, distintos al divorcio, contenidos en la escritura. Detengámonos un
momento.
42
Años antes, el Consejo de Gobierno del Tribunal Supremo había indicado a través de la
Instrucción Nº 119 de 14 de mayo de 1985 que la sentencia dictada en proceso de divorcio debía
pronunciarse respecto de la vivienda, propiedad de ambos cónyuges.
uno o al resto de los cotitulares, y, en su defecto, a un tercero43. Constituida dicha
copropiedad, previa liquidación de la extinta comunidad matrimonial de bienes, se
hará realidad el acto de cesión de cuota o participación, y con ella quedaría
extinguida la efímera copropiedad por cuotas constituida. Téngase presente que
aunque la escritura pública se suele denominar, escritura pública de divorcio, lo
cierto es que estaríamos en presencia de una escritura pública de divorcio,
liquidación de la comunidad matrimonial de bienes44, constitución de copropiedad
por cuotas sobre la vivienda y cesión de participación45, a cuyo tenor devendría
único propietario el ex cónyuge beneficiado con el acto de liberalidad del otro.
Estos actos se suceden unos a otros, y serán calificados a la postre, por el
registrador de la propiedad, a los fines de que este título sea inscrito. De ahí
también que el notario cumplimente con todos los requisitos exigidos sobre
descripción del inmueble, medidas, linderos, avalúo, etc. (cfr. artículo 7 de la
Resolución Nº 249/2005 de 7 de octubre del Ministro de Justicia).
Si por el contrario, lo pretendido fuera donar la vivienda a uno o a todos los hijos
menores de edad, habidos constante matrimonio, entonces, luego de extinguido el
matrimonio, y con ello la comunidad matrimonial de bienes, tras su liquidación,
solo podría donarse la vivienda a partir de que quede constituida la copropiedad
por cuotas, pues si se hace antes de la disolución del matrimonio, habría que
acudir al mecanismo dispuesto por el artículo 70 de la Ley General de la Vivienda,
o sea, a través de una donación, previa autorización de la Dirección Municipal de
la Vivienda, al amparo del supuesto contenido en el inciso a). Si es en la propia
escritura de divorcio en la que los ex consortes, ya disuelto el vínculo matrimonial,
disponen animus donandi de la vivienda de residencia permanente,
necesariamente tendrán que constituir la copropiedad por cuotas sobre ella, para
desde la condición de condómines, fungir ambos como donantes. Se trataría
entonces de una escritura pública de divorcio, liquidación de la comunidad
matrimonial de bienes46, constitución de copropiedad por cuotas sobre la vivienda
y donación de vivienda.
43
Por supuesto, pues a favor de los condómines se conceden los derechos reales de adquisición
preferente de tanteo y de retracto.
44
Total o parcial, si solo se liquida sobre la vivienda.
45
Debiéndose cobrar un arancel por cada acto y no uno solo, in integrum, por el divorcio.
46
Idem nota (44).
5.4.3. Liquidación de la comunidad matrimonial de bienes
Tan solo tendrán que acreditarse las titularidades de los bienes comunitarios y de
tratarse de bienes sujetos a registro, las certificaciones acreditativas de su
inscripción y su debida descripción física (vid. artículo 71 del Reglamento
notarial).
Con esta posición, el autor del Decreto-Ley Nº 154/1994 se distancia del de la Ley
de Procedimiento Civil, Administrativo, Laboral y Económico, quien exige para la
tramitación de esta modalidad de divorcio que, entre los acuerdos a adoptar por
los cónyuges, esté la separación de los bienes, requisito sine qua non para la
sustanciación del proceso (cfr. artículo 380, primer párrafo). No puede obviarse,
desde luego, que en Cuba la improcedencia del divorcio por mutuo acuerdo en
sede notarial, no impide, en modo alguno, su sustanciación en sede judicial. Para
lo cual, según este propio artículo, será necesario aportar “certificación expedida
por notario, absteniéndose de actuar en el caso” (cfr. artículo 380, segundo
párrafo, in fine).
47
En este sentido el Consejo de Gobierno del Tribunal Supremo ha dispuesto por Dictamen Nº 375
de 29 de agosto de 1996 “... declinado por los cónyuges su derecho a realizar ante el Notario en la
propia acta (sic) en que acuerdan la disolución del vínculo que los une, es inequívoco que para su
logro necesariamente tendrán que acudir al correspondiente Tribunal Municipal, cuyo órgano al
carecer de actuaciones precedentes, vendrá obligado a registrar la promoción en el libro general
de radicación de asuntos contenciosos, y ventilarla conforme a las reglas de partición y
el artículo 40 del Código de Familia, o sea, de que “cada cónyuge quedará como
propietario único de los bienes muebles de propiedad común cuya posesión haya
mantenido a partir de dicha extinción”49.
adjudicación de la herencia intestada contenidas en los artículos 559 y siguientes de la citada Ley
de Trámites”.
48
A tenor del Apartado Tercero del Dictamen Nº 5/1995 de 6 de junio, la Dirección de Registros y
Notarías del Ministerio de Justicia ha dejado claro “Que el artículo 9 del referido Decreto Ley No.
154 establece los aspectos que debe contener la escritura notarial que declare el divorcio, y en su
inciso g) establece como uno de estos aspectos, las advertencias legales correspondientes en
cuanto a la liquidación de la comunidad matrimonial de bienes, en caso de que expresamente
declinaran su derecho a realizarla en el propio acto. Este artículo aclara que proceden las
advertencias si los cónyuges no han determinado en el propio acto liquidar la comunidad de
bienes; lo que le permite al notario, conforme siempre a la voluntad de las partes, autorizar solo la
escritura de divorcio y luego otra escritura de liquidación de la comunidad de bienes o ambas en un
mismo documento, si así lo acuerdan”, en PÉREZ GALLARDO, Leonardo B., Julliett ALMAGUER
MONTERO y Nancy C. OJEDA RODRÍGUEZ, Compilación de Derecho Notarial, Félix Varela, La
Habana, 2007, p. 46.
49
Sobre la instrumentación notarial de este particular, consúltese el Dictamen Nº 6/2003 de 2 de
octubre de la Dirección de Registros Civiles y Notarías del Ministerio de Justicia en el que se
expresa el criterio de la Dirección de “que el título de adquisición de los bienes muebles comunes
es una atribución ex lege, y dado que en la Ley no está previsto que sea el notario el funcionario
que posea esa facultad, no puede él crear titularidad; por lo que el Acta de Notoriedad solo
acreditará la concurrencia de los requisitos o condiciones para dicha adquisición, particular que
deberá ser advertido por el fedatario público en el cuerpo del documento notarial; el
supramencionado instrumento público resultará suficiente para acreditar, en el tráfico, la
adquisición del derecho en cuestión”, en PÉREZ GALLARDO, Leonardo B., Julliett ALMAGUER
MONTERO y Nancy C. OJEDA RODRÍGUEZ, Compilación de Derecho Notarial, Félix Varela, La
Habana, 2007, pp. 354-355.
compelido a ello, siempre que a su juicio considere las convenciones propuestas
ajustadas a los principios consagrados en el Código de Familia, y también diría de
la Convención de los Derechos del Niño, de la cual somos signatarios y de otras
de naturaleza afín, pero para ello hay una justa ponderación, un juicio racional,
equilibrado, analítico, razonado. El notario tendrá que acudir a su experiencia
profesional, a la pericia, a la lógica, al sentido común; otear las circunstancias
objetivas y personales, dadas en los progenitores y los hijos menores procreados
en el matrimonio, amén de los valores informantes de la familia, en la cual el
divorcio no puede contribuir a enfrentar tiránicamente las relaciones entre sus
miembros. La ruptura familiar a la que el divorcio conduce, no debe traducirse en
un hervidero de situaciones problémicas y sí, por el contrario, en el inicio de una
nueva etapa en la que cada ex cónyuge reconducirá su vida, e intentará formar
una nueva familia, a la cual han de pertenecer los hijos habidos de matrimonios o
uniones consensuales anteriores. El divorcio, cueste lo que nos cueste
reconocerlo, se ha convertido en un mal necesario. Punto y aparte en nuestra
vida. No, punto y final de ella.
Por esa razón, siguiendo los dictados de la lógica, todo notario con sentido común,
remitirá al fiscal, el escrito de solicitud cuyas convenciones se aparten de los
propios postulados enunciados en el artículo 4 del decreto-ley, a saber: el normal
desarrollo y educación de los hijos comunes menores, la adecuada interrelación y
comunicación entre padres e hijos, la satisfacción de las necesidades económicas
de los hijos comunes menores, la salvaguarda de los intereses de los hijos
comunes menores y el cumplimiento de los deberes que corresponden a los
padres. Pero sólo lo remitirá cuando haya fracasado toda su gestión, encauzada a
procurar una rectificación a tiempo de las convenciones propuestas. Por ello, el
artículo 8 del Reglamento del decreto-ley franquea la posibilidad de que el notario,
en razón de la función de asesoramiento técnico-jurídico de la que está investido
ex artículo 10 inciso ll) de la Ley de las Notarías Estatales, y como parte también
del principio de calificación, persuada a los cónyuges sobre la manera más certera
y armónica de dirigir los hilos conductores de las relaciones paterno-filiales, tras la
ruptura del vínculo marital, sin lesionar en lo absoluto los intereses de los menores
hijos, los cuales, v. gr., pudieran verse afectados con una pensión alimenticia a su
favor, inicua. Solo en el supuesto de que resulte infructuosa la función asesora, y
diría también de consejo, brindada por el notario, pues los cónyuges pueden
buscar en él no solo el hombre o la mujer de amplios conocimientos jurídicos, sino
el ser humano, de vasta experiencia en la vida, capaz de brindar el más oportuno
consejo, en ocasiones más propicio que la más docta consulta legal; entonces le
compete exponer razonadamente, a tenor del artículo 9, los motivos por los cuales
remite al fiscal el escrito de solicitud del divorcio.
Si, tras seguir un juicio racional del notario, llega la solicitud del divorcio al fiscal,
con el consiguiente escrito de remisión del notario, lo cual repito, no resulta muy
usual, como tampoco lo es el hecho de conocer impugnaciones, vía judicial, de
escrituras públicas de divorcio, acusándose la existencia de convenciones
inequitativas, poco ponderadas, injustas, o lesivas a los intereses de los menores,
le corresponderá entonces emitir un dictamen50. Parto del supuesto de que solo a
través del notario, puede llegar al conocimiento del fiscal una situación irregular en
las convenciones propuestas por los cónyuges en la solicitud de divorcio, con la
salvedad, ya hecha, de que en caso de deferir la patria potestad, el notario está
compelido a dar conocimiento del asunto al fiscal.
50
Criticado por DE LA FUENTE LÓPEZ, J., “Necesidad y posibilidad de un nuevo Código...”, cit., p. 95,
cuando aún el divorcio notarial era una mera utopía en Cuba, para lo cual aduce razones nada
técnicas, y sí basados en un empirismo inusitado, desde el cual se mira con desdén cualquier
garantía que la sola intervención fiscal ofrece en un proceso judicial o actuación notarial, con un
sentido gremial despojado de toda racionalidad.
formulaciones primigenias, entonces según las prescripciones del artículo 10,
primer párrafo, del Reglamento del decreto-ley “el Notario se abstendrá de
continuar la tramitación del divorcio, interrumpiendo el trámite, todo lo cual hará
constar en certificación que entregará a los cónyuges o sus representantes a
quienes devolverá los documentos aportados, y los instruirá sobre las vías para
presentar el divorcio ante el tribunal competente”. Corresponderá al notario anotar,
en el Libro Único de Asuntos Notariales, la constancia del dictamen en contrario,
justificante de la no autorización del instrumento.
Si bien, al igual que en Cuba, los cónyuges no están compelidos en sede notarial,
a incorporar las observaciones del fiscal, o del defensor de familia, en el caso
colombiano, aquellas referidas a la protección de los hijos menores de edad, de
ser aceptadas por los cónyuges, posibilitan la culminación de los trámites del
divorcio en esta sede. Lo contrario, conllevaría a un desistimiento tácito, del
otorgamiento de la escritura, en tanto el notario, no autorizaría la escritura cuando
los cónyuges se nieguen a incorporar las observaciones aducidas a sus acuerdos.
Desistido el divorcio, no le quedaría más remedio que devolver los documentos
aportados a los interesados (vid. artículo 3, segundo párrafo).
Variados son también los efectos en relación con los hijos menores procreados
dentro del matrimonio, únicos respecto de los cuales se pronuncia la escritura de
divorcio, por así tenerlo previsto las normas sustantivas contenidas en el Código
de Familia, que no reconocen la posibilidad de pronunciamiento alguno en el
divorcio, respecto de los hijos mayores de edad, declarados judicialmente
incapacitados o de los habidos antes del matrimonio, entre los mismos miembros
de la pareja, cuyo matrimonio disuelve55.
53
Artículo 56. “Si los cónyuges hubieren convivido por más de un año o procreado durante el
matrimonio, el tribunal, al fallar el divorcio, concederá pensión a favor de uno de ellos en los casos
siguientes:
1) al cónyuge que no tenga trabajo remunerado y carezca de otros medios de subsistencia. Esta
pensión tendrá carácter provisional y será pagada por el otro cónyuge por el término de seis
meses si no existieren hijos menores a su guarda y cuidado, o de un año, si los hubiere, a los
efectos de que el beneficiario pueda obtener trabajo remunerado;
2) al cónyuge que por causa de incapacidad, edad, enfermedad u otro impedimento insuperable
esté imposibilitado de trabajar y, además carezca de otros medios de subsistencia. En este
caso la pensión se mantendrá mientras persista el impedimento”.
54
El citado decreto colombiano en su artículo 5, igualmente dispone la protocolización de la copia
de la escritura de poder, pero a la par, también pasarán al protocolo “las copias o certificados de
los registros civiles y el concepto del Defensor de Familia”.
55
Para estos casos, en el supuesto de ruptura de la pareja, hay que acudir a la vía judicial
(Tribunal Municipal correspondiente, ex artículo 5, incisos 2) y 3) de la Ley de Procedimiento Civil,
Administrativo, Laboral y Económico) para, a través de un proceso sumario, determinar guarda y
cuidado, y régimen de comunicación (vid. artículos 358.2 y ss. de aplicación, de la propia ley), y de
un sumario en caso de alimentos, fijar pensión alimenticia a su favor (vid. artículos 358.4 y último
párrafo, y 368 al 371 de dicha Ley de Procedimiento).
El artículo 9 del decreto-ley establece a tales efectos que la escritura de divorcio
en relación con los hijos, contendrá los acuerdos de los cónyuges, por supuesto,
previo juicio notarial, y fiscal, si correspondiere, respecto de:
Una de las cuestiones que más ha suscitado interés en el ámbito del divorcio por
mutuo acuerdo en sede notarial lo es el de la eficacia extraterritorial de la escritura
pública de divorcio. Nuestro ordenamiento jurídico al reconocer la competencia
material de los notarios para el conocimiento de la disolución del vínculo
matrimonial, e incorporarlo como una de las funciones del notario en el artículo 10
inciso c) in fine, de la Ley de las Notarías Estatales, atribuye, por tanto, una
facultad hasta entonces exclusiva de los jueces, a autoridades, de naturaleza bien
disímil a la del juez, convirtiéndose en uno de los pocos ordenamientos jurídicos
que delegan esta importante función en los notarios. Máxime, cuando se trata de
un instituto como el divorcio, con incidencia notoria, entre otros aspectos, en el
estado civil de la persona, concretamente en el estado familiar, el documento que
lo contenga será acreditativo de este particular y de las convenciones que atañen
56
Prevé la norma el supuesto de suspensión o privación de la patria potestad, dispuesta
judicialmente a uno de los progenitores sobre sus hijos, antes de la disolución del vínculo
matrimonial.
a los menores hijos habidos en el matrimonio finiquitado. A lo cual se agrega el
que hoy día, son cada vez más frecuentes los matrimonios formalizados entre
personas de distintas nacionalidades, cuyo estado civil se suele regir según el
sistema de Derecho Internacional Privado de cada Estado, por regla general, por
la ley del país del cual son ciudadanos o nacionales, conforme con el punto de
conexión que se aplique. De ahí que los ciudadanos extranjeros que disuelven el
vínculo matrimonial contraído con ciudadana o ciudadano cubano, han de
acreditar en sus respectivos países el divorcio, aportando para ello copia de la
escritura pública en la cual se instrumenta, con su respectiva legalización
consular, de la misma manera que los súbditos cubanos, cuando pretenden
formalizar un nuevo matrimonio en el extranjero, o ejecutar algunas de las
convenciones instrumentadas en la escritura pública. En este sentido desempeñan
un papel importante los tratados de reciprocidad que Cuba pueda tener
concertado con otros Estados en torno al reconocimiento de resoluciones
judiciales y de otros actos provenientes de autoridades administrativas 57 (vid.
artículos 484 y 485 de la Ley de Procedimiento Civil, Administrativo, Laboral y
Económico).
58
CALVO CARAVACA, Alfonso Luis y Javier CARRASCOSA GONZÁLEZ, Derecho de Familia
Internacional, 2ª edición, Colex, Madrid, 2004, p. 247.
circunstancias posteriores a la disolución del vínculo matrimonial trajeran consigo
variaciones del régimen de convenciones instrumentado en la escritura pública, las
cuales pueden transitar por un pleno consenso, como el que informó la disolución
del matrimonio, o un disenso absoluto entre los ex cónyuges, que conduzca a un
viraje de una fase convencional, a una litigiosa. ¿Cómo proceder en tales
circunstancias?
Ante la más mínima controversia, es deber del notario abstenerse de actuar. Ergo,
si después de disuelto el vínculo matrimonial sobrevienen condiciones disímiles a
las tenidas en cuenta al momento de autorizar la escritura de divorcio, con
especial incidencia en el régimen de convenciones aprobado, resultaría necesario
modificarlo, para lo cual se les deja expedita a los ex cónyuges dos alternativas: o
acudir a la vía notarial, si persiste el consenso que ha primado entre ellos, o iniciar
la vía judicial, cuando hay disenso sobre las convenciones que se han de adoptar,
ante estas nuevas circunstancias.
Para ello el artículo 10, primer párrafo, del decreto-ley franquea en primer orden la
vía notarial, con las previsiones que el artículo 11 del propio cuerpo legal hace
respecto de la posible intervención fiscal. El notario a quien se solicita el servicio,
ha de ser ahora tan o más precavido para autorizar la escritura pública de
modificación del régimen de convenciones59, pues aún con pleno consenso de los
progenitores, habrá que hurgar en la licitud de las modificaciones pretendidas, las
cuales en modo alguno pueden ser atentatorias del interés superior del menor (cfr.
artículo 16 del Reglamento).
Si existe disenso entre los ex cónyuges, entonces no queda más remedio que
acudir a la vía judicial. En tal situación ¿por qué trámites se acude a ella? El tema,
no niego, es controvertido y ha llevado a los detractores del divorcio notarial a
59
Se trata de una escritura accesoria, en tanto tiene su razón de ser en la existencia de la escritura
de divorcio por mutuo acuerdo (escritura principal).
60
Supuestos no previstos expresamente por la norma, pero aplicable esta, ex analogía legis.
Pudieran incluirse aquí los casos en que incluso, en la propia sede notarial, el notario no tiene a su
cargo el protocolo, pues este ha pasado ya, anticipadamente, como suele suceder, al Archivo
Provincial de Protocolos Notariales.
atizar el fuego cuando se hace alusión al trámite de los incidentes en el artículo
11.1 del decreto-ley.
61
Algunos operadores del Derecho proponían la sustanciación de un proceso ordinario para
modificar las convenciones, en tanto supondría alterar el contenido de una escritura pública
notarial. Otros preferían los trámites del proceso sumario.
62
HERNÁNDEZ PÉREZ, C., “El divorcio”, cit., p. 35, al enjuiciar el Dictamen del Consejo de Gobierno
expresa: “Una vez más con este acuerdo el Tribunal Supremo, dispone que la vía para resolver las
incidencias ocurridas con posterioridad a la expedición de la escritura notarial, que disuelve el
divorcio por mutuo acuerdo de los cónyuges, son las reglas que establece el artículo 392 para el
proceso por justa causa, la Ley de Procedimiento Civil, Administrativo y Laboral, asimilando en la
práctica del derecho dos procesos que nada tienen que ver uno con el otro, y creando verdaderas
contradicciones con el verdadero divorcio por mutuo acuerdo, que regula la citada Ley de Trámites
Civiles, y que continúa vigente para el caso que se deje expedita la vía judicial, haciendo realmente
distantes estos procesos de idéntica naturaleza, con la única diferencia de que uno se tramita
notarialmente y el otro por la vía judicial, que apenas hoy día se hacen reconocibles”.
de divorcio por mutuo acuerdo. No es perfecta la solución more geométrico, pero
sí justa.
63
Hubiera preferido que la norma dispusiera remisión al notario, en trámite de ejecutoria, de la
copia de la sentencia.
64
Por supuesto, cabría la posibilidad de que la primera de las modificaciones ulteriores al régimen
de convenciones adoptado en la escritura de divorcio se haya instrumentado vía notarial, o la
segunda, o la tercera..., hasta que, llegado el disenso, sea necesario acudir a sede judicial.
Empero, el artículo 11.2 del decreto-ley omite esta segunda posibilidad, eso sí, salvada por los
artículos 19 y 20 del Reglamento.
genera ejecución conforme al inciso 1 del artículo 486 de la Ley Procesal, en
consecuencia se le daría esa tramitación, pues ello conlleva a una dilación y
trastorno para personas que simplemente interesan se decrete un embargo
salarial. Luego entonces, ¿pudiera equipararse la escritura notarial de divorcio a la
transacción aprobada judicialmente de que trata el artículo 473 de la Ley Procesal,
aplicándose las normas contenidas en el Título I del Libro II de la Ley de
Procedimiento Civil, Administrativo y Laboral?.” Motivo por el cual el Consejo de
Gobierno del Tribunal Supremo se pronunciara a través del Dictamen Nº 376,
contentivo del Acuerdo Nº 46 de 29 de agosto de 1976 conforme con el cual: “La
connotación jurídica que el párrafo primero del artículo 12 del Decreto Ley No. 154
le atribuye al incumplimiento por uno de los ex cónyuges de alguno de los
pronunciamientos contenidos en la escritura de divorcio, habida cuenta la remisión
que hace de su ventilación ante el Tribunal Municipal, evidencia, sin lugar a dudas,
que tal situación se compadece con los efectos que igualmente generan la
aprobación de la transacción judicial o la sentencia firme, conforme a lo previsto
en el párrafo primero del artículo 653 de la Ley de Procedimiento Civil,
Administrativo y Laboral, y consecuentemente su tramitación queda sujeta a las
específicas normas establecidas en los artículos 473 y siguientes de la citada ley
de trámites”. No comparto, en modo alguno, las tesis de quienes consideran que
con ello, se hizo más espinosa la tramitación del divorcio 65. Es evidente que no es
lo más cotidiano. Aun acaeciendo, si hay litis no cabe otra posibilidad que acudir a
la vía judicial y el proceso de ejecución me parece el más expedito, fuera de la
sede notarial. Lo que no queda claro es el tribunal municipal competente, ¿acaso
será el del municipio en que tiene su sede el notario, cuya escritura de divorcio se
pretende ejecutar o de aquel que tiene a su cargo la escritura de modificación de
convenciones o acaso el del territorio donde tiene su domicilio el demandado? Me
inclino por la última posición, según las previsiones del artículo 11 inciso 5) de la
Ley de Procedimiento Civil, Administrativo, Laboral y Económico, fuera de los
casos de sumisión expresa o tácita, reconocidos en los artículos 8, 9 y 10 de la
propia Ley ritual.
al considerar que ello “puede estimular acuerdos entre los cónyuges de endeble consistencia (...).
Esto devendría en un aumento de procesos incidentales, más aún si consideramos que ni el
Notario ni el Fiscal, entrarían en el análisis de la correspondencia objetiva entre las necesidades y
las posibilidades de cada miembro de la pareja (...)”. Y también los esgrimidos por MESA CASTILLO,
O., “El divorcio...”, cit., pp. 122-125, detractora acérrima del divorcio notarial, quien expresa
respecto de la disolución del vínculo matrimonial cuando se hubieren procreado en común hijos
menores de edad o mayores de edad, judicialmente incapacitados, que: “En ningún caso la
disolución de un matrimonio en esta situación puede sustraerse de la esfera judicial, porque el
Estado y la sociedad tienen un interés fundamental en el destino de esos ciudadanos”, intervención
estatal, que, a su juicio, “puede ser sólo garantizada por los tribunales, no únicamente porque se
trata de la decisión de más de una persona (no de un solo funcionario) pues actúan en forma
colegiada, sino por impartir la justicia a nombre del pueblo sólo subordinados jerárquicamente a la
Asamblea Nacional del Poder Popular, órgano supremo del poder del Estado (...)”. De este modo,
concluye defendiendo que “No se trata sólo de mantener la elevada función de los tribunales en los
divorcios litigiosos, sino de no sustraer de su esfera los divorcios por mutuo acuerdo, al menos con
hijos menores o incapacitados”.
Anexo). Si el divorcio notarial no brindara toda la seguridad jurídica necesaria para
los implicados en él, sería palpable su decrecimiento. No obstante, si las
estadísticas mostraran una disminución sensible del número de divorcios, y ello
fuera expresión de un menor quebrantamiento de la familia nuclear formada, de
una mayor estabilidad emocional y afectiva de los padres hacia los hijos, en plena
armonía familiar, entonces, me sentiría hondamente feliz, pero por fatalidad, no
sucede así. En todo caso, la disminución del número de divorcios no es un
síntoma halagüeño en este orden, y sí expresión de que las nupcias decrecen,
para abrir paso a la consensualidad, y como de uniones de hecho se trata, estas
no requieren del divorcio como remedio legal para su disolución. Hay ruptura sí,
pero no divorcio. En fin, si hay que acudir al divorcio, y este supone un trago
amargo de nuestras vidas, o quizás la mejor solución para darle un nuevo cauce,
pensando más en terceros (nuestros hijos) que en nosotros mismos, nadie mejor
entonces que el notario para lograr de una sola vez, seguridad y celeridad,
sellando el divorcio en un documento blindado, en el orden ético y jurídico. Estas
razones pesan per se para defender cualquier intento de volver a llevar, en todos
los casos, a sede judicial, lo que un día el Derecho cubano sabiamente supo
extraer de ella, para compartir atribuciones67. No marchemos ahora con los vientos
en contra, aprovechemos nuestra experiencia, y transmitámosla para darle más
fuerza a esos vientos.
Bibliografía
I. Fuentes doctrinales: