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LECTURA 1
Nociones introductorias
Más allá de las múltiples razones que sostienen esta afirmación, existen dos
cuestiones que no pueden soslayarse en esta introducción. La primera tiene
que ver con el material de estudio que aquí se presenta. Como alumno
deberás considerar que estas lecturas son básicas y limitadas para la
compresión de la norma; toman como base las lecturas elaboradas con
anterioridad y no suplen la bibliografía obligatoria.
1
De allí que la remisión a la bibliografía obligatoria sea necesaria aun cuando esté referida al Código Civil
derogado, pues la nueva norma no se aparta de los parámetros que señala la doctrina, salvo en cuestiones
puntuales. Dicho en otras palabras, podrás, sin ningún inconveniente, estudiar la matera en base a la
bibliografía obligatoria, y consultar estas lecturas para la actualización y adecuación normativa.
2
Puedes ver el texto del anteproyecto presentado por la Comisión reformadora al Poder Ejecutivo en:
http://www.nuevocodigocivil.com/wp-content/uploads/2015/texto-proyecto-de-codigo-civil-y-comercial-de-la-
nacion.pdf
Nación, creada por resolución conjunta de ambas Cámaras con fecha 04 de julio de 2012 (OD 636/12 y 5312
/12).
3
Puedes ver las modificaciones en: http://www.nuevocodigocivil.com/wp-content/uploads/2015/02/7-
Fundamentos-de-los-cambios-introducidos-por-el-P.E.N.pdf.
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La Comisión Bicameral para la Reforma, Actualización y Unificación de los Códigos Civil y Comercial de la
Para tratar estos tópicos, la materia está dividida en dos grandes partes:
una general, que nos introduce al concepto de derecho de daños, su
evolución histórica, principios y funciones, los presupuestos o elementos de
la responsabilidad civil; una especial, que está orientada al estudio de las
responsabilidades en particular. Por último, se estudiarán las cuestiones
procesales vinculadas a la pretensión resarcitoria considerada en sí mismo y
en su relación con la pretensión penal. Estos tópicos están divididos en
cuatro lecturas.
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Art. 1709 – Ley N° 26.994 (2014). Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación 5
Argentina
Caracterización
En este primer punto trabajaremos qué aspectos comprende la asignatura y un
elemento novedoso introducido por el Código Civil y Comercial que tiene que ver
con la prelación normativa establecida para la responsabilidad civil.
El propio texto del nuevo código, en el Capítulo 1 del Título V del Libro III, se
refiere a la responsabilidad civil y no al derecho de daños. Por caso, el art. 1708 se
titula "Funciones de la responsabilidad"; debemos entender que el sentido
utilizado por el legislador es el expuesto en el párrafo que antecede. Sin perjuicio
del nomen juris (el hecho de que la ley adopte una cierta denominación), se
prefiere el uso en el sentido antes expuesto se entiende que el derecho de daños
no es solo el deber de resarcir.
Esta prelación normativa aporta pautas generales que facilitan y aclaran la tarea
interpretativa de jueces y abogados y despeja posibles colisiones, incoherencias o
inconsistencias normativas entre el Código Civil y Comercial y las leyes especiales.
Se trata una incorporación provechosa para el sistema normativo nacional ya que
nuestro sistema genera una frecuente superposición de normas de diversa
jerarquía y especialización. De allí que sea útil esta norma aclaratoria respecto a la
prelación normativa para solucionar los casos.
En este sentido, el art. 1709 del Código Civil y Comercial (en adelante, C.C.C.)
cierra la 1° Sección y reproduce casi textualmente el texto del art. 1583 del
proyecto de 1998, que establecía también un grado de prevalencia en la aplicación
de las normas. Como se ha dicho, el artículo es importante en casos de colisión
entre los preceptos del Código con los de la ley especial y podría presentarse, por
ejemplo, si debe determinarse cuál es el régimen aplicable en ciertos supuestos, si
el general de la responsabilidad objetiva prevista en el Código para la intervención
de cosas y de ciertas actividades (arts. 1719, 1720, 1721, 1722, 1723, 1726,
1730, 1731, 1733, 1757, 1758) o el especial de la responsabilidad agravada en
materia ambiental (art. 29, Ley N° 25.675) o de residuos industriales (art. 40, Ley
N° 25.612) o residuos peligrosos (art. 45, Ley N° 24.051), entre otros (Galdós,
2012).
7
Art. 1709 – Ley N° 26.994 (2014). Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación 5
Argentina
Funciones del derecho de daños. El Anteproyecto de
Código Civil y Comercial de 2012 y el Código Civil y
Comercial.
Al tratar, en el punto que antecede, qué aspectos implica la responsabilidad civil,
algo se dijo sobre las funciones del derecho de daños; veamos ahora el tema un
poco más en profundad.
8
Podrás ver el texto completo en: http://www.nuevocodigocivil.com/wp-content/uploads/2015/02/5-Fundamentos-del-
Proyecto.pdf
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Art. 1708 – Ley N° 26.994. Op. cit. 6
artículos 1714 y 1715 del Código vigente.
Por lo cual, la punición ha sido expresamente descartada como posible función del
sistema por el Código Civil y Comercial, pues el articulo 1708 expresamente
establece que las funciones de la responsabilidad son la prevención del daño y su
reparación; queda eliminada con ello toda referencia a la sanción pecuniaria
disuasiva representativa de la función punitiva del derecho de daños.
Más allá de lo discutible y las críticas de las que puede ser objeto esta eliminación,
lo cierto es que, en el actual Código, las funciones del derecho de daño son solo
dos: la preventiva y la resarcitoria; la función punitiva queda reservada para el
derecho de consumo y los daños ambientales. Veamos esta primera función
preventiva.
Enseña Vázquez Ferreyra (2015) que no toda la doctrina está de acuerdo con la
función de prevención de la responsabilidad civil y que hay quienes prefieren
hablar de esta función dentro del más amplio derecho de daños, que, como su
propia denominación lo indica, va mucho más allá de la mera función resarcitoria.
De idéntica manera, la sociedad no está dispuesta a evitar absolutamente todo
daño a cualquier costo. Así, por ejemplo, la mejor manera de evitar accidentes
viales sería prohibir la circulación de vehículos, lo que resulta tan absurdo que
hacer perder toda razonabilidad a tal ejemplo falaz. Por lo cual, como primera
medida debemos decir que la prevención es deseada, pero en su justa y razonable
medida (Vázquez Ferreyra, 2015)
Por otro lado, si bien es cierto que se puede “reparar” el perjuicio en términos
jurídicos (vgr., por el pago de una suma de dinero a la víctima de un siniestro que
le causó la pérdida de una de sus piernas), lo cierto es que en el mundo real o
material, ese bien (la integridad física de la víctima), ha perecido y no hay
verdadera posibilidad de recomposición, más que la reparación pecuniaria,
imaginemos que el mejor jugador de futbol del mundo en un accidente pierde una
pierna, la indemnización aunque millonaria nunca podría volver las cosas al estado
anterior. Por tal razón, la prevención es fundamental en ciertos y determinados
supuestos.
Hay que tener en cuenta que si en este tipo de daños la prevención es esencial,
mayor aún parece serlo en cuestiones como son los daños ambientales, dad a su
7
complejidad y la magnitud de afectados que pueden verse involucrados.
8
luego de haber resarcido el daño. En estos casos, toma protagonismo la función
sancionatoria o punitiva, que puede implicar una pena civil de carácter pecuniario
de una magnitud tal que desmantele el efecto del ilícito, anule el remanente de
enriquecimiento, o, por su fuerza sancionatoria, disuada el comportamiento
reprochable.
Luego de trabajar las primeras nociones sobre el concepto y funciones del derecho
de daños pasamos al análisis de los principios que lo informan.
Neminem laedere
Este viejo principio tiene orígenes en el derecho romano. Es una regla explícita y
universal e implica una presunción iuris tantum de que todo daño causado es
antijurídico, salvo que exista una causa de justificación. Este principio fue
reconocido por la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación en
causas como “Santa Coloma”, “Gunther” y “Aquino”10, entre otros, por lo cual se
lo considera de carácter constitucional. En este sentido, dijo la Corte que "el
principio del alterum non laedere, entrañablemente vinculado a la idea de
reparación, tiene raíz constitucional, y la reglamentación que hace el Código Civil
en cuanto a las personas y las responsabilidades consecuentes no las arraiga con
10
Se sentenció que el principio de alterum non laedere tiene raíz constitucional (art. 19 de la Constitución
Nacional) a partir del fallo CSJN, Isacio Aquino c/ Cargo Servicios Industriales S.A., sentencia del 21 de
septiembre de 2014, Fallos 308:1167.
9
carácter exclusivo y excluyente en el derecho privado” (CSJN, Fernando Raúl
Gunther c/ Estado Nacional, sentencia del 5 de agosto de 1986, Fallos 308:1139).
Los factores subjetivos son la culpa y el dolo, mientras que como ejemplo de factor
objetivo podemos nombrar al riesgo creado. El factor objetivo y el factor subjetivo
poseen igual jerarquía en el derecho argentino.
Principio de reserva
Principio de prevención
Relacionado con la función preventiva del derecho de daños se decía en la doctrina
que todo sujeto tiene el deber de tomar las medidas adecuadas a fin de evitar
daños no justificados, o aminorar la gravedad y magnitud de un daño ya causado.
Con la sanción del nuevo Código, este principio se establece como un deber
concreto: el deber de prevención.
En efecto, en forma específica se refieren al mentado deber los arts. 1710 a 1715
del C.C.C. En ellos se dispone de manera genérica que toda persona tiene el
deber de prevenir un daño.
Cabe agregar que el art. 1710 refiere que el principio es de aplicación para la
persona “en cuanto de ella dependa”13. Esta afirmación implica la exigibilidad de
acciones preventivas que se encuentren al alcance o dentro de la esfera de control
de la persona, excluyéndose aquellos comportamientos que resulten de
cumplimiento imposible o que impliquen conductas irrazonables, según las
circunstancias del caso.
Si bien se trata una adecuada sistematización sobre los aspectos nodales del
derecho de daños, existen diversas normas específicas relativas a la
responsabilidad civil dispersas en el ordenamiento, tal como se expuso en los
ejemplos al inicio de la presente lectura.
Por otro lado, existen diversos cuerpos normativos, que regulan aspectos también
esenciales del derecho de daños, que se mantienen en pleno vigor aun con la
entrada en vigencia del nuevo Código, como por ejemplo el estatuto consumeril,
la ley general de ambiente, etc., sin perjuicio de la lógica aplicación de las normas
de carácter constitucional (arts. 17, 41, 75 inc. 22 de la Constitución Nacional).
Luego, el art. 1717 expresamente establece que cualquier acción u omisión que
causa un daño a otro es antijurídica si no está justificada. Se advierte en este
punto que se avanza desde un esquema de antijuridicidad típica o restringida a
uno más amplio, que ya era receptado por la jurisprudencia de nuestro país. Ya no
resulta relevante si la conducta que causa el daño se encuentra expresamente
reñida con el ordenamiento jurídico considerado en su conjunto o no, sino que
basta con que la conducta que causa el perjuicio no esté justificada por el
ordenamiento jurídico. A partir de allí se configura el primer presupuesto de la
responsabilidad civil.
El art. 1749 determina que “Es responsable directo quien incumple una obligación u
ocasiona un daño injustificado por acción u omisión”16. Nótese cómo también en esta
norma se pone el acento en el "daño injustificado" y se acentúa la idea de antijuridicidad
material.
El art. 1722 preceptúa que “El factor de atribución es objetivo cuando la culpa del
agente es irrelevante a los efectos de atribuir responsabilidad. En tales casos, el
responsable se liberará de responsabilidad demostrando la causa ajena, excepto
disposición legal en contrario”17
El art. 1724 establece que los factores subjetivos de atribución son la culpa y el
dolo:
En términos generales, esta disposición reproduce el art. 909 del Código de Vélez.
El art. 1726 regula otro de los presupuestos de la responsabilidad civil, a saber, la
relación de causalidad. La norma establece que “Son reparables las consecuencias
dañosas que tienen nexo adecuado de causalidad con el hecho productor del
daño”20. El Código recepta la teoría de la causalidad adecuada en concordancia
con el régimen legal derogado (art. 906 del Código de Vélez).
Diferencias entre la
responsabilidad por daños y otras
instituciones
Podemos establecer diferencias entre la responsabilidad por daños y otras
instituciones tales como:
a) Derecho romano.
b) Edad Media: derecho español antiguo y derecho francés.
c) Revolución Francesa y Código de Napoleón (la responsabilidad
basada en la culpa).
d) La crisis de la responsabilidad basada en la sola idea de culpa. El
advenimiento de la responsabilidad objetiva.
e) La responsabilidad en la era tecnológica.
Es por eso que la responsabilidad civil, desde la óptica actual, no pone el acento
en el autor, a fin de castigarlo, sino en la víctima, a fin de reparar el daño causado.
Por esta misma razón, se repiensan instrumentos que tienden a socializar, de
algún modo, la responsabilidad civil.
Por otro lado, la preocupación del derecho no solo se centra en la reparación del
daño mediante la sanción resarcitoria, intenta además regresar el estado de las
cosas a como se hallaban antes del hecho dañoso y también a la prevención y
punición del daño (Bustamante Alsina, 1993).
Tal como nos enseñan Pizarro y Vallespinos (2014), la víctima ha pasado a primer
plano. Muchos autores consideran que la socialización de riesgos ha estimulado
el desarrollo y la transformación del derecho de daños de una responsabilidad
más individualista a otra más socializada.
En el actual C.C.C vemos reflejadas esas ideas. Así por ejemplo, además de
plasmarse en preceptos normativos los principios más relevantes del derecho de
daños, se recepta la responsabilidad colectiva y anónima y por el accionar de
grupos; es una responsabilidad objetiva basada en el riesgo creado e importa una
forma de socialización del daño en base a principios solidaristas asociados con la
equidad. Actualmente se afirma que debe prevalecer la víctima sobre el victimario
y que el propósito de la ley no es castigar sino reparar, entre el daño cierto
causado a la víctima y la posibilidad de imponer el resarcimiento a quien no fue
causante directo, pero ciertamente produjo hechos que lo desencadenaron, la
opción por la víctima es clara en la norma tal como manifiesta la doctrina (Tanzi y
Casazza, 2015)
Cabe señalar una ventaja –si se quiere, pragmática (Stiglitz, 2014)- en esta
nueva legislación, para el estudiante: la inclusión de la alusión de la protección del
consumidor en el Código Civil y Comercial obliga a su lectura y por lo tanto asegura
un completo conocimiento del estudiante, pues se advierte en los exámenes que,
lamentablemente, el régimen de la ley especial (Ley N° 24.240) aún no ha sido
íntegramente reconocido, e incluso, a veces, es ignorado, a pesar de contar con
casi 20 años de vigencia.
38
Este cambio operado en la realidad actual permite colegir que no solamente el
damnificado tiene derecho a la indemnización o el resarcimiento, sino que se hace
lugar al daño colectivo y lo que la moderna doctrina llama “daños de incidencia
colectiva”. Hoy se admite en la doctrina la categoría de los "daños colectivos o
difusos” y se consagra una apertura legitimatoria en favor de grupos o sujetos
representativos para el ejercicio de la acción indemnizatoria con proyección hacia
la totalidad del perjuicio producido a la sociedad representada. Ello, sin menoscabo
de la opción que cabe a cada miembro del grupo para reclamar individualmente el
daño proporcional a la propia fracción del interés lesionado. Cabe también
mencionar los intereses individuales homogéneos, reconocidos por la Corte
Suprema de Justicia: el daño que "un individuo causa al ambiente se lo está
causando a sí mismo" y "la mejora o degradación del ambiente beneficia o
perjudica a toda la población” (CSJN, Mendoza Beatriz Silvia y otros c/ Estado
Nacional y otros, Fallos 329:2317)
Al quedar eliminada esta sección, podemos decir que si bien el C.C.C reconoce la
diferencia entre los derechos individuales y colectivos, como también los daños
derivados de la afectación de un derecho individual de otro de incidencia colectiva,
no hay efectos para la categoría de "daño de incidencia colectiva", al menos en el
texto de la norma. Esto no quiere decir que los daños colectivos queden impunes.
Por vía jurisprudencial y doctrinaria, con una interpretación integral del sistema
normativo estos daños pueden ser objeto de prevención, sanción o
resarcimiento.
En los precedentes Gunther (Fallos: 308: 1118) y Luján (Fallos 307:1921), la Corte
reconoció en forma expresa la jerarquía constitucional del derecho a la reparación,
con fundamento en el art. 19 de la Constitución Nacional. En concreto, la Corte
declaró:
40
Los artículos 1109 y 1113 del Cód. Civil consagran al principio
general establecido en el art. 19 C.N. que prohíbe a los
hombres perjudicar los derechos de un tercero. El principio
alterum non laedere, entrañablemente vinculado a la idea de
reparación tiene raíz constitucional y la reglamentación que
hace el Código Civil en cuanto a las personas y las
responsabilidades consecuentes no las arraiga con carácter
exclusivo y excluyente en el Derecho Privado, sino que
expresa un principio general que regula cualquier disciplina
jurídica.
Esta tesis se reitera a través de los años, proclamando en “P., F.F., c/ Ferrocarriles
Argentinos” (LL, 1995-E-17) y “Peón” (LL del 9.8.200 p.8 y JA, 2000-IV-17) que dicha
reparación de carácter constitucional debe ser plena e integral.
Por medio de este proceso, y con fundamento en dicho artículo, la Corte Suprema
de Justicia establece las bases jurídicas del principio alterum non laedere y de la
reparación plena e integral.
Otro acápite para analizar surge de la causa "Gorosito" (Fallos 325:11), en la cual
la Corte intentó limitar nuevamente su posición con un pronunciamiento a favor
de la constitucionalidad del art. 29 de la Ley de Riesgo de Trabajo. Sin perjuicio de
ello, en la causa "Aquino" sostiene nuevamente una posición coherente con el
principio de reparación plena e integral.
En un caso más reciente (CSJN, Rodríguez Pereyra, Jorge Luis y otra c/ Ejército
Argentino s/ daños y perjuicios, sentencia del 27 de noviembre de 2012), pero
anterior a la vigencia del Código Civil y Comercial, la Suprema Corte de Justicia de
la Nación tuvo oportunidad de expedirse sobre la extensión de un reclamo
indemnizatorio, para lo cual no solo apeló a las normas constitucionales, sino
también a los tratados internacionales, a tenor de lo dispuesto por el art. 75 inc.
22, como así también al control de convencionalidad; esto es, el deber de la
Judicatura de tener en cuenta que las normas internas no le resten eficacia a las
normas convencionales (v.g., tratado o convención internacional), y que en dicha
tarea los jueces y órganos vinculados con la administración de justicia contemplen
no solamente el tratado, sino también la interpretación que del mismo ha hecho la
Corte Interamericana. En el precedente, el alto tribunal aborda las temática del
daño y recuerda que el principio general que establece el artículo 19 de la
Constitución, según el cual se prohíbe a los hombres perjudicar los derechos de un
tercero, se encuentra "entrañablemente vinculado a la idea de reparación" que
establece el Código Civil, y que dicha reglamentación no tiene carácter exclusivo
y excluyente en el derecho privado, sino que expresa un principio general que
regula cualquier disciplina jurídica, y que la integridad física tiene en sí misma
41
un valor indemnizable; la adecuada protección del derecho a la vida y la
integridad psicofísica de las personas exige que se confiera al principio alterum
non laedere toda la amplitud que éste amerita, así como que se evite la fijación de
limitaciones en la medida en que impliquen "alterar" los derechos reconocidos
por la Constitución Nacional (art.28).
Respecto de la medida del contenido del daño, ella se debe vincular con la idea de
equivalencia, que genera dificultades porque se puede transitar desde una
económica y rigurosa a otra más flexible. Determinan cuatro reglas fundamentales:
"el daño debe ser fijado al momento de la decisión, la indemnización no debe ser
inferior al perjuicio, la apreciación debe formularse en concreto y la reparación no
debe ser superior al daño sufrido" (Pizarro y Vallespinos, 2013, p. 181).
En efecto, esta posición asumida por la Corte, en los últimos años, ha tenido
efectos relevantes en el derecho de daños legislado en el nuevo cuerpo normativo.
Esto implica tomar muy en cuenta los tratados, en particular los de derechos
humanos, y los derechos reconocidos en todo el bloque de constitucionalidad.
Esta decisión se ve claramente reflejada en casi todos los campos, en especial, en
la protección de la persona humana a través de los derechos fundamentales.
Así, podemos decir que existe una reconstrucción de la coherencia del sistema de
derechos humanos con el derecho privado.
27
Art. 1740- Ley N° 26.994. Op. cit.
28
Art. 1716- Ley N° 26.994. Op. cit. 29
enajenante conoció o debió conocer la existencia de vicios o el peligro de evicción, o si
el enajenante actúa profesionalmente, a menos que el adquirente también se
desempeñe profesionalmente (art. 1038). También se prevén supuestos en los que el
gestor es responsable frente al dueño del negocio, aun cuando el daño resulte por
caso fortuito (art. 1787).
Sistemas de
responsabilidad civil-
LECTURA 2
Responsabilidad contractual
(obligacional) y extracontractual
(aquiliana). Unificación en el Código
Civil y Comercial
El Código Civil de Vélez, al igual que otros de su época, consagró un doble régimen
de responsabilidad: el correspondiente al incumplimiento obligacional
(contractual) y el de la responsabilidad aquiliana (extracontractual).
La responsabilidad obligacional
Por ejemplo, imaginemos que María y Juan se están por casar, contratan un
servicio de catering y la empresa no cumple con la obligación de servir la bebida y
la comida el día del casamiento. En este caso, se configurará un incumplimiento
definitivo y podrán solicitar el resarcimiento correspondiente al daño y perjuicio
sufrido. De ese modo, el objeto de la prestación originaria (el servicio de catering)
será sustituido por la suma de dinero que la empresa de catering deberá pagar a
los damnificados. Sin embargo, también podría suceder que el incumplimiento no
sea definitivo y que pueda ser realizado tardíamente con interés del acreedor. En
tal caso, al objeto de la prestación se le puede adherir una suma dineraria
correspondiente al resarcimiento por los daños causados por el incumplimiento
defectuoso. Profundizaremos todos estos conceptos más adelante.
La responsabilidad extracontractual
Conforme la norma citada, cualquiera sea la fuente del deber de reparar el daño,
sea la violación del deber general de no dañar como fuente de la responsabilidad
"contractual" o el incumplimiento de una obligación como fuente de la
responsabilidad “extracontractual”, se tornan de aplicación las mismas reglas. La
unificación que opera el nuevo código se basa en la identidad de finalidad y de
presupuestos entre ambas esferas de responsabilidad y tiende a lograr también,
en principio, una unidad de efectos. “Con algunas excepciones la responsabilidad
surgida de la violación del deber general de no dañar a otro o la surgida del
incumplimiento obligacional se rige por idénticas reglas” (Picasso, 2015, pag.345).
Las normas que integran el Capítulo I del Título V del Libro Tercero del C.C.C.
de la Nación, consagradas a la responsabilidad civil (arts. 1708 a 1780), se aplican
indistintamente a la responsabilidad contractual y la extracontractual, salvo las
excepciones que se expondrán más abajo.
Consecuencias de la unificación
El nuevo art. 2561 in fine establece un plazo común de tres años para la
prescripción del "reclamo de la indemnización de daños derivados de la
responsabilidad civil"2.
1
Art. 1716- Ley N° 26.994 82014). Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación
Argentina.
2
Art. 2561- Ley N° 26.994. Op. cit.
Si bien existen otros plazos, estos son supuestos especiales o de excepción y cuya
fijación no pasa por el carácter contractual o extracontractual de la responsabilidad
en cuestión, sino con la especialidad del caso regulado. Así, por ejemplo, el plazo
de diez años para la acción por daños derivados de agresiones sexuales a personas
incapaces y dos años para la acción de derecho común derivada de accidentes o
enfermedades del trabajo, o para el reclamo de los daños derivados del
contrato de transporte (art. 2562 incs. "b" y "d” del C.C.C.) son especiales y nada
tienen que ver con el carácter contractual o extracontractual (Picasso, 2015, p.
350).
Dice la norma: “Relación causal. Son reparables las consecuencias dañosas que
tienen nexo adecuado de causalidad con el hecho productor del daño. Excepto
disposición legal en contrario, se indemnizan las consecuencias inmediatas y las
mediatas previsibles”3.
Establece que "El curso de los intereses comienza desde que se produce cada
perjuicio"4, con lo cual, en la responsabilidad contractual y en la aquiliana, el
curso de intereses se unifica.
3
Art. 1726- Ley N° 26.994. Op. cit.
4
Art. 1478- Ley N° 26.994. Op. cit.
Esas diferencias –apuntamos nosotros- son irreductibles, y
derivan de la distinta naturaleza del hecho generador de
responsabilidad en cada una de esas hipótesis.
Como en el punto que antecede, las pautas son tomadas del trabajo elaborado por
Sebastián Picasso (2015).
Al respecto el autor trabaja varios supuestos entre los que podemos destacar la
antijuridicidad, la configuración del factor de atribución, el caso fortuito, la
previsibilidad de las consecuencias en materia contractual, la ejecución de la
obligación por un tercero, la edad a la que se adquiere el discernimiento y los
casos con elemento internacional. Vemos cada uno de estos aspectos:
5
Art. 2657- Ley N° 26.994. Op. cit.
legislación especial tuitiva de los consumidores y usuarios; por el otro,
porque la unificación de la responsabilidad civil torna aplicables al
ámbito del contrato las disposiciones referidas a la responsabilidad
objetiva por riesgo (arts. 1757 y 1758), con lo que no es necesario
recurrir a la obligación de seguridad de resultado para objetivar la
responsabilidad del deudor. Por ese motivo no se ha incorporado en el
flamante código ninguna alusión a la obligación tácita de seguridad.
También por eso se dice en los fundamentos del anteproyecto que se
unifican los supuestos que habían generado dificultades serias, como
ocurre con los daños a la persona en el ámbito de la responsabilidad
contractual. En tales situaciones, la reparación del daño se regirá, según
los casos, por los arts. 1749 (responsabilidad por culpa o dolo) o 1757
y 1758 (riesgo), según se hayan empleado o no cosas viciosas o
riesgosas para ejecutar la obligación, o bien que la actividad desplegada
por el deudor pueda o no calificarse en sí misma como peligrosa en los
términos del art. 1757. Si los daños a la persona fueron ocasionados
por un dependiente del deudor, se aplicará el art. 1753. Sobre el
mantenimiento o la eliminación de la obligación de seguridad,
volveremos en la lectura 3.
Responsabilidad precontractual y
poscontractual
Dos cuestiones más han sido profundamente analizadas por los juristas y son las
que respectan a los daños generados a uno de los contratantes, sea en un período
precontractual o poscontractual. Históricamente se ha discutido su naturaleza y
procedencia. En la vigencia del Código de Vélez, fue objeto de distintas teorías y
opciones doctrinarias. Veremos aquí las principales características de ambos
supuestos.
Definición
6
Para más información de este tema puedes visitar el sitio web: http://www.nuevocodigocivil.com
Fundamento
Existen diversas doctrinas que intentan encontrar una justificación a la
responsabilidad civil en un período anterior a la formación del consentimiento.
En el siguiente cuadro –tal como constaba en el anterior SAM- se expresan las
mismas.
Distintos supuestos
Requisitos. Principios
7
Art. 991- Ley N° 26.994. Op. cit.
Deber de confidencialidad. Si durante las negociaciones, una
de las partes facilita a la otra una información con carácter
confidencial, el que la recibió tiene el deber de no revelarla y
de no usarla inapropiadamente en su propio interés. La parte
que incumple este deber queda obligada a reparar el daño
sufrido por la otra y, si ha obtenido una ventaja indebida de
la información confidencial, queda obligada a indemnizar a la
otra parte en la medida de su propio enriquecimiento8.
Legitimación activa
Tal como se regula en la norma, las futuras partes contratantes son quienes se
encuentran legitimadas para reclamar indemnización en caso de violación de la
buena fe. Tal como dijéramos, esta exige un comportamiento vigilante y atento
que impone a cada negociante abstenerse de conductas lesivas de los intereses
del otro; requiere adecuada comunicación, advertencia. Debe sumarse también la
violación a la confidencialidad que vimos en el párrafo que antecede.
8
Art. 992- Ley N° 26.994. Op. cit.
9
Art. 991- Ley N° 26.994. Op. cit.
La llamada responsabilidad post-contractual. Nociones
Trigo Represas y Lopez Mesa citan a Otra doctrina ha sostenido (Alterini) que el
autores como Le Tourneau y Cadiet, carácter de poscontractual denota
quienes explican que, debido a que el simplemente la cuestión temporal, o en
contrato se encuentra extinguido, la otras palabras, lo que es ulterior al
responsabilidad poscontractual tiene cumplimiento de las obligaciones
que ser extracontractual, con principales de un contrato. Eso no quiere
fundamento en el deber genérico de no decir que tales obligaciones secundarias o
dañar (art. 1109 C.C.C.). accesorias sean extrañas al contrato.
Sin embargo, ello no parece razonable, De allí se infiere que dicha responsabilidad
ya que la teoría extracontractualista se es netamente contractual.
funda en el caso de un contrato que no De acuerdo con la postura señalada, tanto
ha existido. En este caso, el contrato ha esté pactado dentro del contrato como
existido, ha sido válido y alguna de sus cuando no, la responsabilidad por lo dicho
obligaciones perdura, de tal forma que anteriormente, tanto cuando se haya
se genera una responsabilidad pactado especialmente una cláusula de
poscontractual. estas como cuando no, sería contractual.
Esto se debe a que la obligación de
ajustarse a la buena fe continúa aún luego
de estar extinguido el contrato.
Fuente: elaboración propia.
Como ejemplos de este tipo de responsabilidad, podemos pensar en
aquellos contractos que suponen el mantenimiento de un secreto
profesional o técnico, aún luego de la conclusión del contrato (vgr.,
contrato de franquicia, asistencia médica, contrato de trabajo, etc.).
El daño resarcible
LECTURA 3
Comenzamos este tema con el estudio del primer presupuesto o elemento de la
responsabilidad civil.
El daño
En este sentido, la doctrina señala que uno de los grandes vacíos que presentaba
el Código Civil de Vélez era una definición de daño resarcible. Dice Calvo Costa
(2015) que, si bien el Código de Vélez marcaba la necesidad de que se causara un
daño para que existiera un acto ilícito punible (art. 1067), no se lo definía,
limitándose el codificador a señalar cuándo habría un perjuicio reparable y qué
comprendería la indemnización (arts. 1068 y 1069).
El Código Civil y Comercial de la Nación (en adelante C.C.C.) suple tal omisión y
brinda, en el art. 1737, el concepto de daño resarcible, establece que "hay daño
cuando se lesiona un derecho o un interés no reprobado por el ordenamiento
jurídico, que tenga por objeto la persona, el patrimonio, o un derecho de
incidencia colectiva"1.
“La claridad del concepto hace que el mismo se transforme en un norte a seguir o
piedra angular del sistema, en el eje en derredor del cual gira todo el sistema
resarcitorio” (Calvo Costa, 2015, p. 83).
Esta definición es propia del contexto actual del derecho de daños, ya que en él
encontraremos las razones de la misma. En efecto, tal como trabajamos en las
unidades anteriores, la responsabilidad civil busca repartir justa y equitativamente
los daños mediante el reconocimiento del alterum non laedere como norma
primaria y cláusula general del sistema con jerarquía constitucional. Este es el
camino que fue emprendido por la Corte, plasmado en el nuevo Código Civil y
Comercial y que se puede advertir en la consagración de un concepto material
y objetivo de la antijuridicidad (Calvo Costa, 2015), como el que se observa en el
art. 1717: "Cualquier acción u omisión que causa un daño a otro es antijurídica si
no está justificada”2.
Todos estos conceptos son los que otorgan el contexto actual de la definición de
daño resarcible receptado por el nuevo Código Civil y Comercial.
Es elogiable que el nuevo ordenamiento jurídico haya destinado una sección entera
al tratamiento del daño resarcible (Sección 4ta. del Libro Tercero, Título V, Capítulo
I). Además, en líneas generales, ha logrado plasmar en el concepto de daño todas
estas tendencias modernas a las que hemos hecho referencia precedentemente y
que se condicen con la razón de ser del actual Derecho de Daños (Calvo Costa,
2015).
3
Art. 1737- Ley N° 26.994. Op. cit.
4
Art. 1738- Ley N° 26.994. Op. cit.
respecto de los derechos de incidencia colectiva. La indemnización comprende la
pérdida o disminución del patrimonio de la víctima, el lucro cesante en el
beneficio económico esperado de acuerdo a la probabilidad objetiva de su
obtención y la pérdida de chances. Incluye especialmente las consecuencias de la
violación de los derechos personalísimos de la víctima, de su integridad personal,
su salud psicofísica, sus afecciones espirituales legítimas, y las que resulten de la
interferencia en su proyecto de vida.
El daño, para que sea susceptible de resarcimiento, debe cumplir con ciertos
requisitos que ya se encontraban presentes antes de la reforma.
5
Art. 1739- - Ley N° 26.994. Op. cit.
El daño debe ser personal
Este requisito exige que la lesión recaiga sobre un interés propio (ya sea
patrimonial o moral); es decir, solamente podrá reclamar la reparación la persona
que ha sufrido el perjuicio. Ello, sin embargo, no es óbice para destacar que el
daño –aun si es personal- puede ser a su vez directo o indirecto, tal como vimos en
el párrafo anterior, donde definimos qué es el daño directo. Por otro lado es
indirecto cuando el perjuicio propio invocado por el demandante deriva de una
lesión a bienes patrimoniales o extrapatrimoniales de un tercero; aquí, el daño se
produce de manera refleja o "de rebote", tal como sucede, por ejemplo, en el
supuesto de homicidio en el cual la viuda y los hijos del muerto –damnificados
indirectos- pueden reclamar iure proprio la reparación del perjuicio material y
moral derivado de la muerte de un tercero (víctima)
Es de hacer notar que, en sus requisitos de reparabilidad del daño, el C.C.C refiere
que "para la procedencia de la indemnización debe existir un perjuicio directo o
indirecto, actual o futuro, cierto y subsistente"6, aunque omite hacer referencia al
recaudo de la personalidad.
La omisión no se justifica, dado que, para que exista legitimación, es necesario que
se lesione un interés propio del reclamante, y dicha exigencia no solo se encuentra
presente en los casos de daño directo (concepto receptado también por la norma),
esto es, cuando el titular del interés lesionado es la víctima del acto ilícito, sino
también cuando se trata de un daño indirecto (mismo art. 1739), o sea, cuando el
interés lesionado se aposenta en bienes jurídicos ajenos (v. g., supuesto de
homicidio). Lo mismo cuando se reclama indemnización por afectación de bienes
de goce colectivo, pues ello supone necesariamente la lesión a un interés personal.
Para que el daño sea resarcible, este deberá provenir de la afectación a un interés
no ilegítimo del damnificado. Antes de la vigencia del C.C.C y a la luz del Código de
Vélez, este tópico ha generado diversas posturas, como se ve en el siguiente
cuadro, que fuera extraído del anterior SAM. Al referirse a cuestiones dogmáticas
es útil trabajarlo.
Este requisito exige que el daño debe subsistir al tiempo del resarcimiento; es
decir, cuando se menciona la subsistencia del daño, se hace referencia a que el
mismo no debe haber sido aún resarcido, por lo cual –si bien se trata de un
perjuicio pasado en los hechos- aún permanece jurídicamente en la víctima del
perjuicio. Sin embargo, para algunos autores, la subsistencia como requisito del
daño resarcible se presta a confusiones, puesto que ella no es otra cosa que el
efecto jurídico del daño y no un presupuesto de este último. No debemos soslayar
que el requisito de la subsistencia del daño exige que el perjuicio no haya sido
reparado por el obligado a resarcir, y que ella está referida al momento de la
reclamación.
Prueba
Conforme pudimos ver en los puntos que anteceden, el art. 1716 establece el
deber de reparar ante: i) la violación del deber de no dañar a otro, o ii) el
incumplimiento de una obligación.
Esto implica que, cualquiera sea el origen de la infracción, se debe reparar, con lo
cual se unifican las responsabilidades aquiliana y obligacional en sus presupuestos
y efectos generales. En este sentido, la obligación de resarcir surge por violación
de la palabra empeñada o al violar el deber genérico de no dañar. Solo debemos
tener cuidado en distinguir lo siguiente: al incumplirse una obligación, ello no
siempre da lugar a la reparación, sino solo cuando existe daño para el acreedor. En
este caso existen dos obligaciones: la preexistente y la indemnización nacida por el
incumplimiento. Este distingo se mantiene aun cuando el régimen se haya
unificado.
Cuando existe una confianza especial, se debe tener en cuenta la naturaleza del
acto y las condiciones particulares de las partes.
Otra norma que permite distinguir los ámbitos es el art. 1728 del C.C.C. de la
Nación, en cuanto establece que en los contratos se responde por las
consecuencias que las partes previeron o pudieron haber previsto al momento de
su celebración. Esta primera norma es clara, pues limita su aplicación al ámbito
contractual.
Tal como expresábamos supra, en un mismo hecho dañoso –como puede ser la
mutilación de ambas piernas en un joven con motivo de un accidente laboral- va a
generar daño patrimonial consistente en el daño emergente (gastos hospitalarios,
prótesis, atención médica, etc.), lucro cesante (el salario que deje de percibir), y el
daño moral, consistente en la minoración subjetiva sufrida, el detrimento en su
forma de sentir y pensar.
En cambio, cuando la norma citada se refiere a los daños que tengan por objeto a
la persona, es decir, a las consecuencias de la violación de los derechos
personalísimos de la víctima, de su integridad personal, su salud psicofísica, sus
afecciones espirituales legítimas y las que resultan de la interferencia en su
proyecto de vida, estimamos que puede derivarse de la lesión a ellas, tanto daño
el patrimonial como el extrapatrimonial (Calvo Costa, 2015). No podemos olvidar
que la integridad psicofísica, la salud, el proyecto de vida, etc., son simplemente
bienes jurídicos. Nuestro derecho ya no acepta un concepto de daño que consista
en la lesión a bienes jurídicos, puesto que –como vimos- dicha acepción ha sido
ampliamente superada. Y la salud, al igual que la estética, el proyecto de vida, la
vida de relación, etc., representan bienes de carácter personalísimo que resultan
ser asientos de derechos subjetivos, pero que no pueden ni deben ser resarcidos
autónomamente y per se. Un daño será tal en sentido jurídico, en la medida que,
sin estar justificado, afecte algún interés y, además, provoque consecuencias; caso
contrario, nos encontraremos ante menoscabos, pero no frente a un verdadero
daño en sentido jurídico (Calvo Costa, 2015). En tal sentido, un daño será
patrimonial o no patrimonial (moral), según sea la índole del interés lesionado. Por
ello, cuando nos referimos al daño a la salud, debemos determinar si el mismo
solo afecta un interés extrapatrimonial de quien lo padece o si, por el contrario,
también afecta un interés de carácter patrimonial de este (v. g., gastos de
medicamentos, atención médica, tratamientos de rehabilitación, lucro cesante).
Tal catalogación del daño a la salud no implica, en absoluto, dejar fuera de la
órbita de reparación a los perjuicios que se ocasionen contra ella, y mucho menos
a todas aquellas nuevas manifestaciones del daño a la persona, como ser el daño
sexual, el daño al proyecto de vida, el daño a la intimidad, el daño a la vida de
relación, el daño estético, etc.
Actual y futuro
En síntesis, para esta categoría corresponde analizar los requisitos del daño
resarcible que vimos con anterioridad: el requisito de ser “ciertos” para atribuir al
daño la calidad de indemnizable, aun cuando este daño ya hayan ocurrido al
momento de dictarse la sentencia o no. Lo importante es que no se trata de daños
hipotéticos.
Dicho de otro modo, el daño inmediato resulta del curso natural y ordinario de las
cosas; el daño mediato resulta de la conexión de un hecho con un acontecimiento
distinto.
Previsible e imprevisible
Daño al interés positivo puede traducirse como el interés que el contratante tiene
en la ejecución de un contrato, interés que, en el caso de inejecución de este,
debe ser satisfecho indemnizándose el daño emergente y el lucro cesante. El daño
al interés negativo está relacionado con el interés que se tiene en la no conclusión
del contrato. Comprende la indemnización de este todo lo que el damnificado
tendría si no se hubiera concertado el contrato nulo y que pueda abarcar también
el daño emergente y el lucro cesante. En otras palabras, el daño al interés negativo
es aquel que se compone por todos los daños sufridos por el acreedor a causa de
haber confiado en la vigencia de un contrato que no se concretó, que se extinguió
o que resultó inválido.
Otra postura sostiene que tanto la primera acción, que reclama cumplimiento por
equivalente, como la segunda, que reclama los otros daños derivados, obedecen a
una ilicitud única, pero la ejecución de los daños obedece a una nueva obligación
que no surge de la modificación del objeto, sino de la conducta del deudor.
El daño directo e indirecto puede ser visto desde dos aserciones. La primera tiene
que ver con los daños patrimoniales padecidos directamente en el patrimonio de
la víctima y el indirecto es aquel que afecta bienes jurídicos extra patrimoniales
vinculados con el derecho a la personalidad (art. 1740). Ambos daños (directo e
indirecto) pueden generar daños patrimoniales o extra patrimoniales. En su
segunda aserción, los daños directos son los que sufre la víctima del ilícito, y los
indirectos, los que reclama una persona distinta de la víctima por derecho propio
derivado de aquel (por ejemplo, la viuda que reclama el daño moral causado por la
muerte del esposo o conviviente). El art. 1739 del C.C.C. de la Nación reconoce la
existencia del daño directo y del indirecto. Dice la norma:
Daño moral
Definición
El daño moral es la minoración en la subjetividad de la persona, que la afecta
dañosamente en el espíritu, en su desarrollo y en su capacidad de entender,
querer o sentir, con motivo de una lesión a un interés no patrimonial. En
consecuencia, podemos decir que la persona padece un modo de estar diferente y
“anímicamente perjudicial” (Pizarro y Vallespinos, 2014). Distintas doctrinas han
interpretado el sentido y alcance del daño moral. Puedes leer respecto a esto en
Pizarro y Vallespino (2014) a partir de la página105.
Niega el resarcimiento del daño moral Esta tesis parte de la cosmovisión de países
porque considera que ello sería comunistas.
violatorio de principios jurídicos y La mayoría de los ordenamientos jurídicos
éticos. Tuvo cierto predicamento en el en aquellos países regularon de modo
siglo XIX y principios del siglo XX. mínimo el daño moral. La concepción
Desde el punto de vista jurídico, se dominante en aquella cultura era
considera que la reparación del daño considerar el resarcimiento del daño moral
moral implicaría indemnizar un perjuicio como otra manifestación del capitalismo,
inexistente. Sumado a ello, los que a todo le pone precio y lo cuantifica.
parámetros para determinarlo serían Luego del derrumbe del comunismo,
arbitrarios. algunos códigos comenzaron a admitir en
En este sentido, produciría un forma moderada la posibilidad de reclamar
enriquecimiento indebido de la víctima. el daño moral.
Desde un punto de vista ético, se ha
dicho que “es inmoral y escandaloso”
ponerle precio al dolor.
Desde un punto de vista, religioso
implicaría negar el orden sobrenatural y
considerar la felicidad del hombre
solamente respecto de los valores
terrenales.
Críticas
Tesis de la pena o sanción ejemplar Tesis del “resarcimiento” del daño moral
Postulado Postulado
Admite el resarcimiento del daño moral. Postura dominante del derecho moderno,
Sin embargo, encuentra fundamento en considera el daño moral resarcible y con
una pena civil que, en última instancia, carácter netamente resarcitorio.
asume una finalidad preventiva Es una solución justa y equitativa, ya que
abstracta, dirigida a la comunidad y al atiende a la situación de la víctima en razón
ofensor para que se abstengan de de su daño. El daño debe medirse de modo
comportamientos similares en el futuro. objetivo en razón de su entidad cualitativa
y cuantitativa y no en razón de los móviles
del dañador.
Crítica
Supera las insuficiencias de las demás
Lo que se le critica es que la mirada está teorías:
puesta sobre el ofensor y la gravedad de - Distingue correctamente la función que
su conducta y no sobre la víctima y el cumple el dinero, que es lograr un rol de
daño sufrido. Esta doctrina fue equivalencia o satisfacción para la víctima
descalificada por la Corte Suprema de (imperfecta, pero la única posible).
Justicia de la Nación en “Santa Coloma”.
66
- Considera injusto que las dificultades de
orden material, en cuanto a la
cuantificación, puedan ser una excusa
válida para negar el resarcimiento.
- Afirma que, de ser la reparación de
carácter punitorio, no se justificaría que la
beneficiaria sea la víctima.
- Si fuese la reparación una pena, se
encontraría presente el principio de
personalidad de la pena, con imposibilidad
de hacer extensiva la misma a los
herederos. En ese caso, tampoco se
debería configurar el daño moral causado
por el hecho del dependiente. Esto no
sucede en el resarcimiento por daño
moral.
En el Código Civil derogado el art. 522 expresa “En los casos de indemnizaciones
por responsabilidad contractual el juez podrá condenar al responsable a la
reparación del agravio moral que hubiere causado, de acuerdo con la índole del
hecho generador de la responsabilidad y circunstancias del caso” 13. Dicho artículo
fue introducido para todos aquellos casos de reparación por incumplimiento
contractual –obligacional-, es decir que, en este supuesto, cabe la preexistencia de
una convención entre partes, y de ella deviene el nacimiento de obligación
concreta, cualquiera sea su naturaleza.
15
Art. 1737- Ley N° 26.994. Op. cit.
16
Art. 1738- Ley N° 26.994. Op. cit.
En este sentido, en el art. 1741 del C.C.C. de la Nación queda claramente
establecida una ampliación en la legitimación para reclamar la reparación de las
consecuencias no patrimoniales, lo que marca una clara diferencia con el sistema
anterior. Señala, en primer lugar, al damnificado directo (víctima del daño) como
regla en cuanto hace a la legitimación, pero incluye, en caso de muerte o
padecimiento de una grave discapacidad, según las circunstancias y a título
personal, a los ascendientes, descendientes, cónyuge y quienes convivían y
recibían trato familiar ostensible.
En efecto, el art. 1078 del Código Civil derogado, en materia de legitimación activa
17
Una palabra es vaga en la medida en que hay casos (reales) en los que su aplicabilidad es dudosa. En términos
lógicos, no es decidible sobre la base de los datos preexistentes, y solo puede resolverse a partir de una decisión
lingüística adicional.
18
Ocurre cuando podemos delimitar los casos claramente incluidos y excluidos en un caso (núcleo de certeza),
pero entre ambas esferas se mantendrá también una zona de penumbra donde es dudoso si resulta o no
predicable. Todas las expresiones lingüísticas, al menos las del lenguaje natural, presentan algún grado de
indeterminación. A esto es a lo que se hace referencia cuando se habla de la “textura abierta” del lenguaje.
del daño no patrimonial, conducía a soluciones inequitativas que el ordenamiento
jurídico no debe convalidar. Así por ejemplo, en el Código derogado, los
convivientes no tenían legitimación para reclamar daño moral en caso de
fallecimiento, lo que conduce a situaciones injustas.
El C.C.C, en su art. 1741, pone punto final a las diferentes interpretaciones que se
formulan en el ámbito doctrinario y jurisprudencial, no solo en cuanto al término
"herederos forzosos", sino también respecto de la posibilidad de aplicar el art.
1079 del actual código en determinados casos particulares. Se ha sostenido, y con
adecuada razón, que no es justo excluir el resarcimiento del daño no patrimonial a
quienes no revisten la calidad de herederos forzosos.
Esto no podría ser de otra manera, pues la etiología del daño no debería tener
incidencia en la cuestión probatoria. En ambas órbitas, el daño moral actúa de
igual manera y debe ser valorado y tratado de igual manera.
No puede ser tratado de diferente modo el peatón que se ve lesionado por el ómnibus que lo
atropella, que tendría origen ilícito, que el pasajero que sufre el daño dentro del ómnibus,
que tendría basamento en el contrato de transporte. Si ambas víctimas sufren daños que
puedan compararse fácticamente, nada indica que el tratamiento deba ser diferenciado.
No parece lógico.
En todos los casos, por la aplicación de los principios de prueba, el daño moral debe
probarse, en principio, por quien lo alega, sin más consideraciones respecto de su origen.
Dada la dificultad de producir una prueba directa sobre el perjuicio padecido, que es
interno y que no implica necesariamente las lágrimas o una exteriorización estereotipada, se
considera que la prueba es indirecta y que surge de los indicios y las presunciones hominis y
se tiene en cuenta el evento dañoso y las características del caso. De tal modo puede
determinarse la existencia del daño moral, la magnitud o, en su caso, la inexistencia del
mismo.
En cuanto a la carga de la prueba del daño moral, en el nuevo Código, conforme el art. 1744,
se impone que todo daño deba ser acreditado por quien lo invoca, excepto imputación o
presunción legal o notoriedad (son ejemplo de esta presunción los gastos médicos del art.
1746 del C.C.C.).
Con base en ello, la carga probatoria del daño moral recae invariablemente sobre el actor,
quien deberá acreditarlo mediante demostración activa cuando se afecte un bien de
naturaleza patrimonial. Opuestamente, cuando la afectación recaiga en un bien de entidad
extrapatrimonial (art. 1740, segundo supuesto del C.C.C. de la Nación), estará asistido por
una presunción hominis, que deberá ser desvirtuada por el accionado si pretende
contrarrestar la pretensión ejercida.
Para lograr arribar a la determinación de la entidad del daño moral, se debe tener en cuenta
la gravedad objetiva del daño sufrido por la víctima. Esto se logra al considerar la
modificación disvaliosa del espíritu, en el desenvolvimiento de sus capacidades de sentir,
querer y entender, y de su estado anímico. Todos estos elementos deben ser ponderados
prudencialmente por el magistrado.
La antijuridicidad
LECTURA 4
Nociones generales
Definición. Denominación
La acción a la cual nos referimos es una conducta, ya sea comisiva u omisiva, que
provoca un resultado. Para ello no se requiere la voluntariedad de la persona.
Dentro de este concepto quedan incluidos los actos habituales e instintivos, y
excluidos los actos reflejos o que provengan de estados de inconsciencia o fuerza
irresistible.
A diferencia de su antecesor art. 1066 del Código de Vélez, el nuevo art. 1717 se
inclina de manera manifiesta por la llamada antijuridicidad material, según la cual
la simple violación del neminen laedere implica ilicitud, salvo que la conducta o el
perjuicio se encuentren justificados. La nueva norma se inscribe en los postulados
que sostiene la Corte Suprema de Justicia de la Nación (C.S.J.N.) en diversos
pronunciamientos, según los cuales el alterum non laedere tiene jerarquía
constitucional.
En este sentido, el C.C.C se aparta de lo dispuesto por el art. 1066 del Código de
Vélez, pues se inclina de manera manifiesta por la llamada antijuridicidad material,
según la cual la simple violación del neminen laedere implica ilicitud, salvo que la
conducta o el perjuicio se encuentren justificados.
Esta posición del Código Civil y Comercial implica receptar los postulados que
sostiene la C.S.J.N. en diversos pronunciamientos, según los cuales el alterum non
laedere tiene jerarquía constitucional. Remitimos a lo expuesto en la unidad 1
respecto de la importancia y vigencia del reconocimiento legislativo que hace el
nuevo Código sobre la materia.
Esta posición respecto del daño injusto es reconocida por el C.C.C en toda su
regulación, lo que le otorga coherencia al sistema. Al respecto, Picasso (2013) nos
dice que en el código actual "el deber general de no dañar aparece expresamente
previsto en el art. 1710 inc. a) y es mencionado, asimismo, en el art. 1716”.
También el art. 1749 establece la responsabilidad de quien causa un daño no
justificado por acción u omisión. Es de señalar que, si bien se ha unificado la
responsabilidad contractual con la extracontractual, el Código distingue la
antijuridicidad en uno u otro campo. Es así que los arts. 1716 y 1749 mencionan
separadamente la violación del deber general de no dañar a otro y el
incumplimiento de una obligación.
Superación de la necesidad de
antijuridicidad en ciertos ámbitos del
derecho de daños
La falta de antijuridicidad no siempre obsta la posibilidad de resarcimiento. A
veces, por distintos motivos, el ordenamiento jurídico no deja a la víctima librada
a su suerte y descarga las consecuencias dañosas en un tercero, pese a no poder
formularle juicio de antijuridicidad7. Así por ejemplo, se entiende que la
antijuridicidad es recaudo necesario en los supuestos de responsabilidad objetiva.
Esto, por cuanto la introducción en la sociedad de cosas y actividades
potencialmente riesgosas es admitida, y ellas no pueden ser suprimidas o limitadas
sin traer aparejado un retroceso importante desde el punto de vista económico y
social; por ello, la obligación de reparar el daño que surja de esta conducta o
actividad lícita no resultaría suficiente para transformarla en ilícita. Esta postura
no es compartida por la totalidad de la doctrina.
Antijuricidad en el
cumplimiento
obligacional
LECTURA 5
El incumplimiento obligacional
Definición
El incumplimiento obligacional está relacionado íntimamente con lo enseñado
en la materia obligaciones. Por ello, conviene repasar algunos aspectos y
conceptos de esa materia.
Vale aquí recordar que, una vez nacida la obligación, el deudor tendrá la
necesidad de cumplir espontánea y voluntariamente con la prestación que
haya comprometido, satisfaciendo el interés del acreedor. Sin embargo, puede
suceder que el deudor incumpla con la obligación comprometida, debiendo, en
consecuencia, soportar las consecuencias económicas negativas que ello
implicará.
El incumplimiento lesiona la defensa de la seguridad jurídica y la celeridad del
tráfico jurídico. Es más, a mayor objetivación de las bases de la responsabilidad
civil por incumplimiento obligacional, mayor es la protección que se le otorga a
los valores señalados.
Conforme los arts. 724 y 730 del C.C.C., la obligación impone al deudor el deber
jurídico de cumplir con la prestación a su cargo, satisfaciendo el interés del
acreedor; de lo contrario, ante incumplimiento, este tendrá todas las
herramientas que le brinda el ordenamiento jurídico. El cumplimiento supone
la ejecución de la prestación fiel, exacta y puntual por parte del deudor, el
desinterés del acreedor y la extinción de la obligación; de lo contrario, se
ingresa a la esfera del incumplimiento obligacional.
El cumplimiento defectuoso
2
Art. 10 bis - Ley N° 24.240. (1993). Ley de Defensa del Consumidor. Honorable Congreso de la Nación
Argentina.
3
Art. 17 – Ley N° 24.240. Op. cit.
absoluto por el deudor, realizada incompletamente o en forma defectuosa, o
realizada fuera del tiempo originariamente acordado. Conforme lo expuesto, el
incumplimiento será total, parcial o inoportuno.
La obligación de seguridad en el
Código Civil y Comercial
Orígenes y fundamento
Los primeros precedentes de esta figura tienen conexión con el derecho francés
de comienzos del siglo XX, en el cual imperaba la existencia de un doble régimen
de responsabilidad (obligacional y aquiliano), tal como en nuestro
ordenamiento jurídico.
Definición
La relación de
causalidad
LECTURA 6
Relación de causalidad
Causalidad y culpabilidad
Causalidad Culpabilidad
- Se orienta a determinar si las - Tiende a dilucidar si se puede formular un
consecuencias dañosas de un hecho reproche subjetivo en el comportamiento
pueden ser atribuidas materialmente a antijurídico del autor material del hecho.
la conducta de un sujeto, lo cual
determina la autoría del daño. -Se asienta en la noción de previsibilidad,
valorada en concreto desde el punto de
-Se determina previamente al juicio de vista interior del sujeto y atendiendo al
culpabilidad. comportamiento exteriorizado frente al
hecho producido.
-Se asienta en la noción de
previsibilidad, valorada en abstracto, -La previsibilidad agravada es extraña a la
con prescindencia de lo sucedido en el culpabilidad.
caso concreto, ex post facto, y de
acuerdo a lo que sucede conforme el
curso normal y ordinario de las cosas.
Reza el art. 1726: "Relación causal. Son reparables las consecuencias dañosas
que tienen nexo adecuado de causalidad con el hecho productor del daño.
Excepto disposición legal en contrario, se indemnizan las consecuencias
inmediatas y las mediatas previsibles”2.
Y el art. 17273:
2
Art. 1726- Ley N° 26.994. Op. cit.
3
Dicen los fundamentos del anteproyecto elaborado por la comisión redactora: “En cuanto a la relación causal
se ha seguido el Art. 1557 del Proyecto de 1992, que ha mantenido la clasificación de las consecuencias que
existía en el Código Civil según la reforma de la ley Nº 17.711. Tanto en el ámbito contractual como
extracontractual es necesario hacer precisiones sobre la causalidad a nivel de autoría, así como en la extensión
del daño resarcible, para lo cual este sistema ha demostrado su eficacia en el derecho argentino” (Lorenzetti,
Highton de Nolasco y Kemelmajer de Carlucci, 2012, http://www.nuevocodigocivil.com/wp-
content/uploads/2015/02/5-Fundamentos-del-Proyecto.pdf).
4
Art. 1727 – Ley N° 26.994. Op. cit.
paciente muere en un hospital y se intenta determinar la causa de su muerte.
Una de ellas podría ser que el médico anestesista realizó una mala praxis (por
ejemplo, que suministró una dosis excesiva de anestesia), y otra, que en el
nosocomio adquirió una infección intrahospitalaria. Si bien ambas causas
concurren, quizás una sola es la causante de la muerte del paciente, excluyendo
la relevancia causal de la otra.
La recepción de la teoría de la
causalidad adecuada en el Código Civil y
Comercial
La doctrina y jurisprudencia de nuestro país expresan que la teoría que mejor se
adaptaba al Código Civil derogado era la teoría de la causalidad adecuada,
inspirado en esta materia en el Código de Prusia de 1794.
Así lo dispone el art. 1726. "Relación causal. Son reparables las consecuencias
dañosas que tienen nexo adecuado de causalidad con el hecho productor del
daño. Excepto disposición legal en contrario, se indemnizan las consecuencias
inmediatas y las mediatas previsibles"7.
Nuestro Código Civil y Comercial –en forma similar al Código derogado- clasifica
las consecuencias de los hechos en inmediatas, mediatas y causales.
Consecuencias inmediatas
Consecuencias mediatas
Consecuencias casuales
Consecuencias indemnizables en la
responsabilidad extracontractual
Tal como se comentó en las unidades anteriores, en el C.C.C. se unificó la
extensión del resarcimiento. En virtud del art. 1726 se declaran resarcibles las
consecuencias inmediatas y las mediatas previsibles, lo cual es aplicable
tanto a la responsabilidad extracontractual como a la derivada del
incumplimiento de obligaciones.
Se puede decir que el art. 1726 del C.C.C. declara resarcibles las consecuencias
inmediatas y las mediatas previsibles, lo cual es aplicable tanto a la
responsabilidad extracontractual como a la derivada del incumplimiento de
obligaciones.
Sin perjuicio de lo expuesto, el art. 1736 debe ser interpretado a la luz del art.
1735, que establece una atribución a favor de los jueces, quienes pueden
efectuar una modificación en las reglas de la carga de la prueba.
Remisión
Conforme el análisis realizado, el daño, cuya reparación se pretende, debe
estar en relación causal adecuada con el hecho de la persona o de la cosa a las
cuales se atribuye su producción. Es necesaria la existencia de ese nexo de
causalidad, pues de otro modo se estaría atribuyendo a una persona el daño
causado por otro o por la cosa de otro; la "conexión causal" apunta al enlace
material entre un hecho antecedente y un hecho consecuente, la falta de ese
nexo puede provenir de la conducta de la propia víctima, de terceros, o bien
del caso fortuito. En este entendimiento aparecen las llamadas eximentes de
responsabilidad civil, que pueden identificarse como aquellas circunstancias
que operan enervando la relación de causalidad y que pueden aminorar o
eximir la responsabilidad por daño al sindicado como responsable.
11
Art. 1729 – Ley N° 26.994. Op. cit.
Se considera caso fortuito o fuerza mayor al hecho que no ha podido ser
previsto o que, habiendo sido previsto, no ha podido ser evitado. El caso
fortuito o fuerza mayor exime de responsabilidad, excepto disposición en
contrario. Este Código emplea los términos “caso fortuito” y “fuerza
mayor” como sinónimos.12
También regula, en el art. 1731, el hecho de un tercero, diciendo que “Para eximir de
responsabilidad, total o parcialmente, el hecho de un tercero por quien no se debe
responder debe reunir los caracteres del caso fortuito”13. Las normas descriptas serán
analizadas en detalle y comparativamente con el Código de Vélez en la unidad 8.
Factor de atribución
LECTURA 7
El factor de atribución
Definición e importancia
El factor de atribución constituye el elemento valorativo (axiológico) en virtud del cual el ordenamiento jurídico dispone
la imputación de las consecuencias dañosas del incumplimiento obligacional, o de un hecho ilícito stricto sensu, a una
determinada persona (Pizarro y Vallespinos, 2014).
Clasificación
Los factores de atribución pueden ser clasificados en subjetivos u objetivos. Entre los primeros están la culpa y
el dolo, mientras que los más relevantes de la segunda categoría son el riesgo creado, la garantía, el deber
calificado de seguridad y la equidad.
Evolución histórica
Se remite a lo analizado más abajo respecto de la evolución de los factores de atribución subjetivos y
objetivos.
Una primera posición sostiene que la culpa es la regla en la responsabilidad civil, sin perjuicio que pueda
coexistir con otros factores de atribución objetivos. En tal concepción, la culpa sería una especie de piedra de
toque y sería aplicable residualmente a todo supuesto de responsabilidad civil, al que no le corresponda otro
factor subjetivo u objetivo. Lo expresado llevaría a limitar los alcances de la responsabilidad objetiva,
reduciendo la extensión y los límites del resarcimiento.
Otra doctrina, que se comparte ampliamente, considera que de ningún modo nos encontramos ante la
presencia de una responsabilidad subsidiaria, sino que, por el contrario, los factores objetivos de atribución
poseen igual jerarquía que la culpa, coexistiendo con similar amplitud.
En tan sentido, una interpretación amplia y flexible de las normas que consagran responsabilidades objetivas,
que permita amparar a la víctima mediante soluciones equitativas y justas, permitirá brindar a los juzgadores la
normativa adecuada que sea dable a otorgar interpretaciones extensivas.
En el Código Civil y Comercial (en adelante C.C.C.) los factores de atribución son dos: subjetivos y objetivos (art.
1721), tal como establecía la norma derogada.
En relación a los subjetivos, los enumera diciendo que son la culpa y el dolo, y luego explica:
La culpa consiste en la omisión de la diligencia debida según la naturaleza de la obligación y las circunstancias
de las personas, el tiempo y el lugar. Comprende la imprudencia, la negligencia y la impericia en el arte o
profesión. El dolo se configura por la producción de un daño de manera intencional o con manifiesta
indiferencia por los intereses ajenos.1
El artículo alude a la “diligencia” debida o exigible en singular, siguiendo la observación crítica que efectuaba la
doctrina a la fórmula de Vélez Sarsfield en el art. 512 y, especialmente, en su nota, pues allí se aludía a
“diligencias”. También incluye las conductas que pueden considerarse culposas: la imprudencia, la negligencia
y la impericia en el arte o profesión.
Según la nueva norma, el dolo comprende "la producción de un daño de manera intencional" (dolo
obligacional) o "con manifiesta indiferencia por los intereses ajenos"2.
En relación al factor objetivo se lo define en el art. 1722, donde se establece el supuesto de aplicación de
factores objetivos para la responsabilidad contractual en el caso que el deudor haya comprometido un
resultado (art.1723). “Factor objetivo. El factor de atribución es objetivo cuando la culpa del agente es
irrelevante a los efectos de atribuir responsabilidad. En tales casos, el responsable se libera demostrando la
causa ajena, excepto disposición legal en contrario”3; “Responsabilidad objetiva. Cuando de las circunstancias
de la obligación, o de lo convenido por las partes, surge que el deudor debe obtener un resultado
determinado, su responsabilidad es objetiva”4.
En efecto, si bien el C.C.C. no enumera los factores objetivos, como sí lo hace para los subjetivos, el
legislador tipifica la responsabilidad objetiva extracontractual en el citado art. 1722. La responsabilidad
obligacional es objetiva, como dispone el citado art. 1723, en sentido concordante con el profesional liberal
que comprometió un resultado (art. 1768).
Conforme el C.C.C., los factores objetivos –y los numerosos supuestos fácticos que abarcan- quedan
comprendidos en la ley en una fórmula amplia, por lo que la culpa, residualmente, es el factor último de
atribución y opera solo en caso de ausencia de norma expresa y si no rige la analogía por la existencia de
laguna normativa. Es decir que ambos factores tienen la misma jerarquía y la culpa reviste el carácter de
norma implícita solo en caso de silencio y de laguna acerca del factor de atribución. Ese es el sentido de la
frase: "En ausencia de normativa, el factor de atribución es la culpa"5.
En efecto, el art. 1721 refiere que la atribución de un daño al responsable puede basarse en factores objetivos
y subjetivos. En ausencia de normativa, el factor de atribución es la culpa.
En los fundamentos del Anteproyecto, elaborado por la comisión redactora, se expresa que no hay relación de
jerarquía entre los factores objetivos y subjetivos. En efecto, existe paridad desde el punto de vista cualitativo
entre los diversos criterios de imputación. Además, en los fundamentos del Proyecto, se agrega que los
factores objetivos son mencionados en primer lugar por ser mayoritarios en cantidad. Con estos contenidos,
parece que el Código ha suprimido la regla y la excepción en la materia. Los factores objetivos surgen de la ley
con amplitud, vale decir, no son específicos y restrictivos. Según alguna doctrina: todo es responsabilidad
objetiva salvo cuando haya una laguna que resulte imposible de suplir, en cuyo caso surge la culpa de manera
residual, que no es lo mismo que esta venga a ser la norma de cierre del sistema (Gesualdi, 2015)
Respecto de la prueba del factor de atribución, dice el art. 1734: “Prueba de los factores de atribución y de las
eximentes. Excepto disposición legal, la carga de la prueba de los factores de atribución y de las circunstancias
eximentes corresponde a quien los alega”6.
Conforme el texto de la norma, la prueba del factor de atribución se encuentra a cargo de la víctima, y el demandado
deberá probar la eximente, es decir, la ruptura del nexo causal.
Sin perjuicio de lo expuesto, el art. 1734 debe ser interpretado a la luz del art. 1735, que, como ya se ha dicho,
establece una atribución a favor de los jueces, quienes pueden efectuar una modificación en las reglas de la
carga de la prueba.
Derecho comparado
Se remite a las consideraciones específicas del derecho comparado respecto de los factores subjetivos y
objetivos de atribución.
Definición
En el Código Civil derogado, los factores de atribución subjetivos son el dolo (art. 521, 1067, 1072 y concs.) y la
culpa (art. 512, 1067, 1109 y concs.). Ambos suponen que el agente sea autor material del ilícito
extracontractual (aquiliano) o del incumplimiento obligacional, y la causa inteligente y libre de ese
comportamiento.
Como establecimos supra, en el C.C.C., también los factores de atribución son subjetivos u objetivos (art.
1721); siendo los subjetivos la culpa y el dolo (art. 1724).
La culpa consiste en la omisión de la diligencia debida según la naturaleza de la obligación y las circunstancias
de las personas, el tiempo y el lugar. Comprende la imprudencia, la negligencia y la impericia en el arte o
profesión. El dolo se configura por la producción de un daño de manera intencional o con manifiesta
indiferencia por los intereses ajenos.7
Como ya se ha dicho, el artículo alude a la diligencia debida o exigible, en singular, siguiendo la observación de
la doctrina a la fórmula de Vélez Sarsfield.
Jorge Mario Galdós (2012) elabora una enunciación no taxativa, pero sí ilustrativa de aplicación de los factores
de atribución.
Jorge Galdós (2012) trabaja también la responsabilidad subjetiva agravada; el dolo o culpa grave opera en la
acusación calumniosa tal como puede verse en art. 1771. El franquiciante responde por los defectos de diseño
del sistema que causen daños probados al franquiciado, no ocasionados por la negligencia grave o dolo del
franquiciado conforme regula el art. 1521. En el contrato de donación (art. 1558) el donante solo responde por
los vicios ocultos de la cosa donada si hubo dolo de su parte, caso en el cual debe reparar al donatario los
daños ocasionados.
Otros supuestos en los que rige la responsabilidad subjetiva, también en enumeración ejemplificativa, que no
pretende ser exhaustiva, son los siguientes:
En la responsabilidad de los administradores de las
personas jurídicas (art. 160)
En la responsabilidad solidaria de los fundadores y
administradores de la fundación frente a terceros en la etapa de
gestación (art. 200);
En caso de infracción de los administradores, y otros
miembros de la persona jurídica, en el pago de los gastos
y de las obligaciones fiscales en la etapa de liquidación
(art. 167);
En la responsabilidad de los integrantes del consejo de
administración de las fundaciones (art. 211);
Para el autor del dolo esencial o incidental en la
celebración de actos jurídicos
(arts. 271, 272, 273, 274, 275);
Para el autor de los daños en los actos de fuerza o
intimidación en los actos jurídicos (art. 278);
En caso de simulación
(art. 337);
Para la responsabilidad de los directivos de las
asociaciones civiles (art. 177);
En el mandato, en caso de responsabilidad por inexistencia
o exceso en la representación (art. 376) y en la elección
del sustituto (art. 377);
En la indemnización de daños del codeudor solidario,
salvo dolo (art. 838);
El tutor por los daños causado al tutelado
(art. 118);
El tutor frente al tutelado por culpa o dolo en la
administración (art. 129)
Por la falta de rendición de cuentas (art. 134);
La falta de culpa libera al depositario de la pérdida de la cosa depositada (art. 1364); habilita el resarcimiento
contractual de la parte que, sin culpa, confió en la otra en las tratativas preliminares.
En algún supuesto la culpa solo produce efectos si se le adiciona la buena o la mala fe: por ejemplo, el
poseedor de mala fe que actuó con culpa pierde el derecho a reclamar las mejoras necesarias (art. 1938). A
veces la buena fe excluye la procedencia del daño: el poseedor de buena fe solo responde por la destrucción
total o parcial de la cosa y hasta el provecho subsistente (art. 1936).
Finalmente, y aunque es sobreabundante puntualizarlo, la culpa está presente en materia de actos jurídicos
(por ejemplo arts. 279, 282, 332, 957, 961, 1084, 1086; arts. 2515, 2517 para
las disposiciones testamentarias). (Galdós, 2012, pág. 5).
El discernimiento es una aptitud de la inteligencia que permite distinguir lo verdadero de lo falso, lo justo de lo
injusto, lo conveniente de lo inconveniente de las acciones humanas. Son causas obstativas la inmadurez de la
persona en razón de su edad o de la alteración de las facultades mentales.
Por otra parte, el error o ignorancia de hecho que recae sobre el hecho principal que constituye el acto ilícito
(art. 265 y subsiguientes) y el error provocado (dolo) no permiten la configuración de la intención del agente,
con lo cual también obstaculizan la imputabilidad de primer grado (art. 271 y ss.). La intención supone la
aptitud para comprender el acto concreto que se realiza.
La fuerza irresistible y el temor fundado de sufrir un mal grave e inminente en la persona, libertad, honra o
bienes, o de su cónyuge, descendientes o ascendientes, legítimos o ilegítimos, derivado de amenazas injustas
impiden la libertad de acción del agente y configuran el vicio de violencia (art. 276 y ss.). Aquí se afecta la
libertad, entendida como la facultad de elegir entre distintas alternativas, sin coacciones o intimidaciones.
Una vez que se configura la imputabilidad de primer grado, es dable formular la imputabilidad de segundo
grado, que pone acento en la reprochabilidad de la conducta y que se puede presentar como dolo o culpa.
Mientras que el deber general de no dañar liga entre sí a todas las personas (extracontractual), la obligación es
un vínculo específico que constriñe a uno o algunos sujetos a cumplir cierta conducta en relación a otro u
otros, en todos los casos determinados o determinables (contractual). En este último tipo de deberes
calificados, la responsabilidad no deriva entonces de la calidad de dañador, sino de la de deudor de la
obligación. Asimismo, contrariamente a lo que acontece en la esfera extracontractual, donde el factor de
atribución viene ligado a las circunstancias en que el daño fue producido (por el hecho del hombre —con o sin
intención de dañar-, con cosas, por el riesgo o vicio de la cosa, por el hecho de un dependiente, etc.), en el
ámbito contractual aquél depende simplemente del alcance de lo debido en cada caso por el solvens. (Picasso,
2014, p. 154).
Si bien en ambos casos (obligacional y aquiliana) es necesario que exista un factor de atribución para que
nazca el deber de reparar en cabeza del deudor:
A diferencia de lo que sucede en la esfera aquiliana –donde el criterio legal de imputación se relaciona con la
forma en que se configura el hecho dañoso-, en el campo obligacional aquel depende del alcance del deber de
conducta asumido por el obligado (solo conducta diligente o un resultado concreto), y no de la forma en que,
de hecho, se incumple. Por eso dice Castronovo que, en la responsabilidad contractual, la culpa, lejos de ser un
criterio de imputación de responsabilidad, integra per se el incumplimiento que, en cuanto tal, es el
fundamento único y unitario de tal tipo de responsabilidad. No sucede lo mismo en la esfera aquiliana, donde
"lo debido" es, en todos los casos, no dañar, y son las circunstancias que rodean al hecho dañoso (intervención
o no de cosas, características de estas, existencia o no de una relación de dependencia, etc.) las que
determinan el factor de atribución aplicable.
El nuevo código recoge claramente esa particularidad, pues, a fin de establecer el factor de atribución en
materia contractual, consagra el distingo entre las obligaciones de medios y de resultado. En efecto, el artículo
1723 establece claramente: "Responsabilidad objetiva. Cuando de las circunstancias de la obligación, o de lo
convenido por las partes, surge que el deudor debe obtener un resultado determinado, su responsabilidad es
objetiva"(Art. 1724 C.C.C.). Por lo demás, dicha clasificación se encuentra implícita en el art. 774, que en
materia de obligaciones de hacer distingue los casos en los cuales se ha prometido realizar cierta actividad con
la diligencia apropiada, independientemente de su éxito, de aquellos otros en los que se debe procurar al
acreedor un resultado concreto (que puede variar en su extensión). También, para distinguir la locación de
obra de la de servicios, se vuelve sobre esa idea, cuando se establece que, en la duda, debe entenderse que
hay un contrato de servicios cuando la obligación de hacer consiste en realizar cierta actividad independiente
de su eficacia, y de obra cuando se promete un resultado eficaz (art. 1252). Finalmente, el mismo distingo
reaparece en el art. 1768, que dispone que la responsabilidad del profesional liberal es subjetiva, salvo que se
haya comprometido un resultado concreto.
En otras palabras, cuando lo debido sea un resultado se aplica el art. 1723, razón por la cual el incumplimiento
—y la consiguiente responsabilidad del deudor- se configuran por su sola falta de obtención. Cuando, en
13
Art. 1725 – Ley N° 26.994. Op. cit.
cambio, el plan prestacional consista en una conducta diligente jugará el art. 1724 y la configuración del
incumplimiento —y de la responsabilidad del obligado- requerirá de la presencia de culpa del solvens. (Picasso,
2014, p. 154).
Dependerá entonces de la obligación asumida por el deudor para aplicar el factor subjetivo (diligencias) u
objetivo (resultado).
Bueno es aclarar que la configuración del factor de atribución en la responsabilidad extracontractual requiere,
en cambio, examinar de qué forma se dañó: si se lo hizo con culpa o dolo (arts. 1724 y 1749), por un acto
involuntario (art. 1750), mediante el empleo de una cosa riesgosa o viciosa, o por el ejercicio de una actividad
peligrosa (arts. 1757 a 1759); o si el perjuicio fue ocasionado por una persona no identificada dentro de un
grupo determinado (art. 1761), por un grupo de riesgo (art. 1762), por un dependiente que ejecutaba una
tarea para el principal (art. 1753), o por un menor que habita con sus padres (arts. 1754 y 1755).
Dependerá del ilícito realizado por el agente, para determinar la aplicación de un factor subjetivo u objetivo en
la responsabilidad aquiliana, conforme sea la elección que al respecto hizo el legislador. Si, por ejemplo, el
ilícito tiene que ver con responsabilidad directa (art. 1749), como quien propina un golpe de puño a otro,
podrá ser subjetivo8pero si el daño es efectuado mediante la utilización de una cosa riesgosa, como por
ejemplo un automóvil, el factor de atribución será objetivo (arts. 1769 y 1757).
La culpa
Definición. Requisitos
Pasamos ahora al estudio de uno de los factores de atribución subjetivos.
La culpa era considerada el factor de atribución subjetivo más importante, conforme el Código Civil derogado.
Allí se la definía, en el art. 512, como “la omisión de aquellas diligencias que exigiere la naturaleza de la
obligación, y que correspondiesen a las circunstancias de las personas, del tiempo y del lugar”9.
Factores subjetivos. Son factores subjetivos de atribución la culpa y el dolo. La culpa consiste en la omisión de
la diligencia debida según la naturaleza de la obligación y las circunstancias de las personas, el tiempo y el
lugar. Comprende la imprudencia, la negligencia y la impericia en el arte o profesión.10
Se advierte que la definición de culpa es casi reproducida por la nueva norma, pero agrega las conductas que la
configuran, pues dice “Comprende la imprudencia, la negligencia y la impericia en el arte o profesión”.
También se modificó la expresión “diligencias” utilizada por Vélez, pues era equívoca (en cuanto significaría
“trámites”); ahora dice expresamente “diligencia” (cuidado).
En ese sentido, corresponde definir a la culpa como la omisión de la diligencia que exija la naturaleza de la
obligación y que corresponda a las circunstancias de las personas, del tiempo y del lugar.
La culpa es un concepto unitario que es idéntico en el derecho civil y en el Derecho Penal (Pizarro y
Vallespinos, 2014). Respecto de la culpa contractual o extracontractual, actualmente, no es discutible que
constituya una noción idéntica. Si durante la vigencia del Código Civil derogado esta afirmación se sostenía en
la única definición de culpa, en el art. 512 la actual unificación de los sistemas de responsabilidad civil desecha
15
Art. 1725 – Ley N° 26.994. Op. cit.
cualquier tipo de discusión al respecto, concluyendo que no existe diferencia entre ambas. 11.
Los glosadores, más tarde, incorporan la culpa levísima, tomando a un muy buen padre de familia o a un
diligentísimo hombre.
Estas categorías importaban una suerte de cartabón abstracto, que era cotejado con el caso concreto a fin de
juzgar si había existido culpa o no del agente.
El sistema de gradación de culpas en abstracto fue seguido por diversos ordenamientos jurídicos, como el
español antiguo, y códigos, como los de Chile, Colombia, Ecuador y Panamá. Los códigos de Alemania, Italia,
Suiza y Uruguay distinguen entre culpa grave y culpa leve. Otros abandonaron dicha clasificación (Francia y
España).
Lo mismo ocurre con la actual norma, pues el art. 1724 no recepta tal teoría.
Cabe agregar que el nuevo Código sigue el concepto de culpa del Código de Vélez, prescindiendo de la división
de las culpas. No obstante, se mantiene la referencia a la culpa grave respecto de la acusación calumniosa, art.
1771, y en los arts. 1819 y 1867 sobre títulos valores.
Asimismo, la culpa grave está contemplada en la Ley General de Sociedades (art. 274 de la Ley Nº 19.550),
sobre responsabilidad de los directores de las sociedades anónimas. Esta ley forma parte del nuevo Código
Civil y Comercial.
Se trata de juzgar si para el sujeto era previsible la dañosidad de la conducta. Los criterios de apreciación de
culpa difieren según cuál sea el sujeto que se tiene en miras para realizar el juicio de previsibilidad: si un
modelo abstracto o el propio sujeto actuante. (Pizarro y Vallespinos, 2014, p. 161).
El criterio de apreciación de la culpa in abstracto toma como cartabón a un módulo-tipo que varía de acuerdo a
las legislaciones. La culpa en concreto se valora comparando la conducta desplegada por el sujeto con el
módulo ideal de referencia antes indicado. La determinación de la culpa en concreto prescinde de parámetros
abstractos y está librada a la valoración judicial, teniendo en cuenta al agente, las virtudes y defectos, y lo
que era exigible conforme a la naturaleza de la obligación y a las circunstancias concretas de persona,
tiempo y lugar.
De acuerdo a Pizarro y Vallespinos (2014), en concordancia con la opinión de Orgaz, la separación entre ambos
sistemas es puramente verbal, y nuestro sistema es a la vez abstracto y concreto. Esto se debe a que el juez
debe evaluar en el caso concreto, ponderando los antecedentes del caso, y luego contraponerlos con la
diligencia que hubiera observado un hombre prudente.
En algunos casos, los deberes de exigencia serán mayores en razón de los conocimientos o de la situación
especial del agente, tal como lo indicaba el art. 902 del sistema derogado: “Cuanto mayor sea el deber de
obrar con prudencia y pleno conocimiento de las cosas, mayor será la obligación que resulte de las
consecuencias posibles de los hechos”12
Valoración de la conducta. Cuanto mayor sea el deber de obrar con prudencia y pleno conocimiento de las
cosas, mayor es la diligencia exigible al agente y la valoración de la previsibilidad de las consecuencias.
Cuando existe una confianza especial, se debe tener en cuenta la naturaleza del acto y las condiciones
particulares de las partes. Para valorar la conducta no se toma en cuenta la condición especial, o la facultad
intelectual de una persona determinada, a no ser en los contratos que suponen una confianza especial entre
las partes. En estos casos se estima el grado de responsabilidad
por la condición especial del agente. 13
12
Art. 902 – Ley N° 340 (1869). Op. cit.
17
Art. 1725 – Ley N° 26.994. Op. cit.
Culpa de los representantes, dependientes y auxiliares. Remisión
El deudor responde por la culpa de los dependientes y auxiliares que introduzca para ejecutar la prestación por
él debida.
Bajo el rótulo “Actuación de Auxiliares. Principio de Equiparación”, el nuevo Código incorpora en forma
expresa el principio general de la responsabilidad obligacional por el hecho ajeno, cuestión no tratada en el
texto de Vélez e incluida en todos los proyectos de reforma elaborados en el último cuarto de siglo. El deber de
responder aparece, por un lado, como consecuencia de la inejecución –o ejecución defectuosa- de las
obligaciones asumidas, o bien por el perjuicio originado a otro durante el desarrollo de las prestaciones.
Versa el 732: “Actuación de auxiliares. Principio de equiparación. El incumplimiento de las personas, de las que
el deudor se sirve para la ejecución de la obligación, se equipara al derivado del propio hecho del obligado”14.
Equiparar significa "considerar a alguien o algo igual o equivalente a otra persona o cosa"
(Real Academia Española, 2005,
http://lema.rae.es/dpd/srv/search?key=equiparar). Esto quiere decir que la responsabilidad contractual del
deudor por el hecho ajeno involucra la actividad de toda persona introducida por el deudor, para ejecutar el
plan prestacional que comprende el vínculo obligatorio, sea que el ejecutor pueda o no ser considerado como
dependiente del deudor, sin importar si este posee algún poder de dirección o control sobre las acciones del
interpuesto. El auxiliar autónomo que ha integrado la actividad destinada al cumplimiento de una prestación
comprometida por el comitente.
De tal modo, la culpa no se presume y debe ser probada por quien la alega, salvo disposición en contrario. Para
ello debe probarse la existencia de los elementos de la responsabilidad civil. En ese sentido, no basta la
antijuridicidad de la conducta para demostrar la culpa. La antijuridicidad y la culpabilidad se encuentran en
planos distintos, de modo tal que no autorizan a inferir sin más la culpa. Sin perjuicio de ello, hay supuestos en
los cuales la prueba de la antijuridicidad y del daño permite que los jueces presuman la existencia de culpa
invirtiendo la carga de la prueba. De tal modo, quien deberá demostrar la ausencia de culpa será el agente. En
otros supuestos, la ley dispone la inversión de la prueba, estableciendo una presunción normativa iuris tantum
de culpabilidad y la consiguiente inversión de la carga probatoria.
Presunciones de culpabilidad
En principio, si se trabaja la culpa desde el ilícito o la responsabilidad aquiliana, quien alega la culpa debe
probarla. No obstante, la prueba de la antijuridicidad y el daño hacen presumir la culpa. Ello ocurre por vía
jurisprudencial y son los jueces quienes, al tener por acreditado el daño y la antijuridicidad de la conducta,
invierten la carga de la prueba de la culpa imponiéndosela al dañador, tal como sucedía en el anterior Código
en el daño causado con las cosas, según el segundo párrafo del derogado art. 1113 (Pizarro y Vallespinos,
2013). Existen situaciones en las cuales, si bien el factor de atribución es subjetivo, la culpa aparece presumida
legal o jurisprudencialmente. Esto sucede, por ejemplo, en cuanto a la mora subjetiva del deudor, en donde
el art. 886 C.C.C. regula que es el deudor quien debe aportar la prueba para eximirse de las consecuencias
de la mora, acreditando que no le es imputable. En las obligaciones de resultado, en cambio, se presume la
responsabilidad del deudor a partir de la no obtención del resultado, debiendo este acreditar la ruptura del
nexo causal (art. 1723); no es presunción de culpa, sino que el factor de atribución es objetivo.
En los casos en que se aplica un factor objetivo de atribución, la culpa queda fuera de lado, pues la
responsabilidad es objetiva. De ahí que el eventual responsable deberá probar la ruptura del nexo causal,
siendo insuficiente la prueba de la ausencia de culpa. La prueba de la ruptura del nexo causal se logra a través
de la acreditación de una causa ajena, caso fortuito, hecho de un tercero por quien no debe responder o el
hecho de la propia víctima.
Se exponía que –conforme el Código de Vélez- las aserciones del dolo eran:
Resulta importarte conocer estas aserciones de dolo a fin de apreciar las innovaciones introducidas por el
C.C.C., en forma especial, las referidas al incumplimiento obligacional y al dolo delictual.
15
Art. 931 – Ley N° 340. Op. cit.
Existen importantes modificaciones, a lo largo del nuevo Código, de suma trascendencia respecto del dolo, que
influyen sobre su concepto y consecuencias. Según la nueva norma, el dolo se configura por la producción de
un daño de manera intencional o con manifiesta indiferencia por los intereses ajenos.
La doctrina (Niel Puig, 2015) señala algunas modificaciones que debemos considerar en la nueva norma:
a) La influencia derivada del art. 9º respecto del principio de buena fe, que
es elevado a principio general del derecho. El citado principio se introduce
metodológicamente en la parte introductoria del Código, dentro del
ejercicio de los derechos, con lo cual cobra relevancia, dado que
constituye una cláusula general aplicable al ejercicio de cualquier derecho
o situación jurídica. La norma expresa que "Los derechos deben ser
ejercidos de buena fe"16; cuando ello se conculca o ignora, el ejercicio es
de mala fe. El dolo es contrario a la buena fe. Reiterando, ello alcanza a
todo derecho o situación jurídica, a los deberes jurídicos que impongan
una actuación determinada u omisión. Acorde a ello es la norma del art.
729 del C.C.C. (Niel Puig, 2015).
f) La acción preventiva del daño puede aplicarse al dolo, arts. 1710 y 1711
del C.C.C.
Conforme la actual redacción normativa podemos entender que al equipararse el dolo contractual con el
extracontractual se pone el acento en “la situación del acreedor insatisfecho (Picasso 2015, pág. 411). El dolo
se configura cuando el daño es producido en forma intencional y cuando se actúa con manifiesta indiferencia
por los intereses ajenos. Aquí existe una diferencia con el régimen anterior que requería actuar “a sabiendas”,
es decir que según el código derogado hace falta un resultado para configurar el dolo. Con la actual redacción
basta con actuar de manera intencional, “el agente se representa el resultado e igual actúa” (Picasso 2014,
pág. 412). Actualmente, entonces, alcanza con que el resultado dañoso se haya previsto y buscado aun cuando
no se haya logrado.
El dolo y el principio de buena fe en los arts. 9 y 729 del Código Civil y
Comercial
Como ya se ha mencionado en el punto anterior, existe una gran influencia derivada del art. 9 del C.C.C, que
afirma al principio de buena fe como principio general del derecho. La norma expresa que: "Los derechos
deben ser ejercidos de buena fe"; cuando ello se conculca o ignora, el ejercicio es de mala fe. El dolo es
contrario a la buena fe. Reiterando, ello alcanza a todo derecho o situación jurídica, a los deberes jurídicos que
impongan una actuación determinada u omisión. Acorde a ello es la norma del art. 729, establecida para el
cumplimiento de las obligaciones.
Reza el artículo 9°: “Principio de buena fe. Los derechos deben ser ejercidos de buena fe” 17. Y el artículo 729:
“Buena fe. Deudor y acreedor deben obrar con cuidado, previsión y según las exigencias de la buena fe” 18. Con
lo cual ambas normas vienen a completar la idea de “buena fe” e implican una pauta integradora para la
interpretación del dolo en la responsabilidad civil.
La parte final del art. 1724 dice: "El dolo se configura por la producción de un daño de manera intencional o
con manifiesta indiferencia por los intereses ajenos"19
La unificación de los ámbitos de responsabilidad lleva a que en un mismo párrafo se reúnan los conceptos
antes diferenciados: a) la intencionalidad del daño y b) la indiferencia por los intereses ajenos. El dolo aparece
en un doble aspecto, por una parte, como intención de dañar, y, por otra, como la actuación (u omisión) con
indiferencia del daño que se cauce a los intereses ajenos.
La unificación de la responsabilidad civil reunió en un mismo artículo (el 1724), las dos acepciones comentadas.
Para indemnizar el daño, se deberá demostrar que se conculque, por medio del dolo, el derecho, acto o
situación jurídica, por acción u omisión, y acreditar el resultado dañoso. Para ambas acepciones, las
consecuencias son las mismas, ya que responderán por las inmediatas y mediatas previsibles.
Clásicamente, el llamado "dolo obligacional" se consideraba aquel en que el sujeto no quería directamente el
perjuicio, pero era consciente del incumplir.
Con la nueva norma, el actuar con “indiferencia” significa aquel comportamiento que "no importa que se haga
de una u otra forma". Aparentemente –dice Compagnucci de Caso- y según el sentido semántico, el concepto
no se iguala al dolo obligacional anterior, sino más bien al "dolo eventual" del derecho penal (Compagnucci de
Caso, 2015).
La fórmula actual es más certera, al aludir a la “producción de un daño de manera intencional”, y también más
severa, porque incluye dentro del dolo a “la manifiesta indiferencia por los intereses ajenos” 20.
Como explica Mazzinghi: “Es que, cuando una persona exhibe un descuido gravísimo y evidente, que revela un
desinterés absoluto por la situación del otro, es razonable que se califique su conducta como
dolosa”(Mazzinghi, 2012 http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/repositorio/contribuciones/factores- atribucion-
mazzinghi.pdf).
El dolo es definido como “la intención de causar el daño” con “manifiesta indiferencia por los intereses
ajenos”. De allí que sostenga Vázquez Ferreyra, (2015) que, en el Código de Vélez, el dolo eventual era
asimilable a la culpa, mientras que, en el nuevo ordenamiento, el dolo eventual es equiparable lisa y
llanamente al dolo.
Esta última apreciación implica una visión polémica sobre la modificación introducida por el Código Civil y
Comercial vigente, la que seguramente será tratada por la doctrina especializada.
Efectos
Existen supuestos en los cuales el daño solo resulta jurídicamente resarcible en tanto y en cuanto el autor del
evento haya actuado con dolo. En estos casos el dolo funciona como criterio de expansión del área resarcible,
como sucede en arts. 521 y 905 del Código de Vélez; o cuando, lisa y llanamente, el dolo se convierte en un
verdadero criterio de selección del daño, abriendo la puerta a la tutela en casos en que, de no haber mediado
dolo, no hubiera sido viable tal protección (art. 1728).
Sin perjuicio de las consideraciones precedentes, el dolo genera efectos propios en numerosas situaciones:
Asimismo, permitir la dispensa anticipada es tolerar la mala fe y someter el acto a la sola voluntad del deudor,
el no cumplir.
No debe confundirse la dispensa anticipada con la renuncia del derecho de reclamar daños y perjuicios por
parte del acreedor, una vez operado el incumplimiento doloso.
El art. 1726 del nuevo Código establece que “son reparables las consecuencias dañosas que tienen nexo
adecuado de causalidad con el hecho productor del daño. Excepto disposición legal en contrario, se
indemnizan las consecuencias inmediatas y las mediatas previsibles”21. Se introduce así el factor previsibilidad
para estas últimas, que no estaba en el texto del art. 901 del Código de Vélez, respecto de las consecuencias
mediatas.22
Introduce el nuevo Código otra novedad en materia de consecuencias derivadas de los contratos, al establecer
la previsibilidad, donde, de acuerdo al art. 1728, se responde por las consecuencias que las partes previeron o
pudieron haber previsto al momento de su celebración. Aquí, la relevancia está en la previsibilidad de las
partes al momento de la celebración del acto contractual o la posibilidad de haberlas previsto.
Pero, si existe dolo del deudor, la responsabilidad se fija tomando en cuenta estas consecuencias al momento
del incumplimiento. Es decir, además de las consecuencias previstas al momento de la celebración, se le
agregan las consecuencias dañosas al producirse el incumplimiento, lo que cobra importancia en los contratos
de duración. Cuando se cualifica a la conducta del deudor como "culposa", este debe las consecuencias
previsibles al tiempo de celebración o nacimiento del contrato; en tanto, cuando existe dolo del deudor, se
extiende la reparación hasta las consecuencias previsibles al tiempo del incumplimiento.
Si bien la norma refiere al dolo del deudor, resulta aplicable al dolo del acreedor, de acuerdo a lo convenido
contractualmente, con respaldo en el art. 1716.
Prueba
El dolo no se presume; por el contrario, el mismo debe ser alegado y probado. Dicha tarea corresponde a
quien invoca su existencia. Se aplican en esta temática los principios generales, admitiéndose inclusive la
prueba indiciaria o de presunciones, lo cual es cosa distinta a decir que el dolo se presume.
Conforme se analizará en detenimiento cuando abordemos el tema de las causales de exoneración, pueden
existir supuestos en los cuales el daño derive de la culpa del demandado y de la víctima. En estos casos se
distribuirán entre ambos las consecuencias dañosas y cada uno soportará una carga proporcional a la
incidencia causal que hubieran aportado en la producción del daño.
Dolo concurrente
En cuanto concurren, en el evento dañoso, ambas conductas, por parte de víctima y victimario, deben ser
analizadas en el caso concreto a los fines de la eximente de responsabilidad civil. En caso de concurrencia de
culpa, la víctima con el dolo del demandado, este último absorbe el hecho culpable o no de la víctima. De ese
modo se considera que el sindicado como responsable ha sido el único causante del daño. En la concurrencia
del dolo de la víctima y del demandado, procede la reparación del daño causado teniendo en cuenta la
incidencia de cada conducta dolosa en la producción del resultado.
Dispensa del dolo. Remisión
Son nulas las cláusulas que anticipadamente dispensen al deudor de la responsabilidad por el incumplimiento
de la obligación (art. 1743 del C.C.C.), ya que esto atenta contra la naturaleza misma del concepto de
obligación. Asimismo, ello estaría reñido con el principio de buena fe, con la moral y las buenas
costumbres.
Dispensa anticipada de la responsabilidad. Son inválidas las cláusulas que eximen o limitan la obligación de
indemnizar cuando afectan derechos indisponibles, atentan contra la buena fe, las buenas costumbres o leyes
imperativas, o son abusivas. Son también inválidas si liberan anticipadamente, en forma total o parcial, del
daño sufrido por dolo del deudor o de las personas por las cuales debe responder.23
Sin embargo, nada obstaría a que, una vez producido el incumplimiento doloso, el acreedor pueda renunciar a
los derechos resarcitorios que derivan del mismo. Podrás leer más de este tema en Pizarro y Vallespino (2014)
p. 159.
Caracterización. Importancia
En efecto, la responsabilidad objetiva es mucho más que una responsabilidad sin culpa, ya que tiene un
elemento positivo, axiológico, que justifica dicha responsabilidad y determina su procedencia (Pizarro y
Vallespinos 2014).
Clasificación
23
Art. 1743 – Ley N° 26.994. Op. cit.
El riesgo y el vicio (designaciones, estas, que son las más difundidas en la
doctrina y jurisprudencia) de las cosas y de las actividades riesgosas o
peligrosas por su naturaleza, por los medios empleados o por las
circunstancias de su realización (arts. 1757, 1758, 1733 inc. “e”);
Pero a lo largo del Código se observa también la aplicación de factores de responsabilidad objetiva, en
enumeración no exhaustiva la doctrina (Galdós 2012) señala algunos de estos otros supuestos:
en el transporte de personas por los daños causados a las personas (art. 1286);
en el transporte de cosas, el transportista se exime probando la causa
ajena en caso de pérdida o deterioro de las cosas transportadas y del
equipaje del pasajero, salvo los objetos de valor extraordinarios y los
efectos que el pasajero lleva consigo (arts. 1286 y 1293);
La teoría del riesgo tiene origen en el derecho francés de fines del siglo XIX, y adquirió gran reconocimiento a
partir de la primera mitad del siglo XX. Esta doctrina intenta proveer una explicación a la responsabilidad civil
basada en el riesgo; sin embargo, se advierten diferentes líneas de pensamiento:
Este es el criterio que sostienen Pizarro y Vallespinos (2014) consagrado en los arts. 1757 y 1758 del C.C.C. En
efecto, la persona que introduce en la sociedad un factor de riesgo responde objetivamente por el daño
causado, se beneficie o no con el mismo.
De tal modo, también quedan incluidos dentro de la obligación de garantía los daños que el
deudor pueda causar al acreedor por medio de los terceros que introduzca a fin de ejecutar la
prestación.
Este factor de atribución sigue el camino marcado en el Código Civil derogado, que tenía
aplicación en materia de daño involuntario, art. 921. Conforme la norma derogada, los daños
involuntarios, en principio, no generan responsabilidad civil. Sin embargo, existen dos
excepciones:
El Código Civil y Comercial recepta esta línea de pensamiento, en tanto, por regla, los daños involuntarios
no
generan responsabilidad civil, salvo lo dispuesto por los arts. 1750 y 1742 del C.C.C.
Según en el art. 1750 del C.C.C, se determina que el agente dañoso responde por "equidad" si
el daño fue causado por un "acto involuntario" (confr. con art. 260 del C.C.C.) y se reenvía al
art. 1742, que establece las características a tener en cuenta por el juzgador para fijar la
indemnización.
El art. 1750 del C.C.C., por reenvío al art. 1742, prevé, en forma similar a lo preceptuado en el
art. 907 del Código Civil derogado, para los daños causados por actos involuntarios, en el que
se faculta al juez a disponer un resarcimiento a favor del damnificado, fundado en razones de
equidad; la indemnización debe tener como base, para su fijación, el patrimonio del autor del
hecho, la situación personal de la víctima y las circunstancias del hecho, es decir que el
juzgador deberá balancear ambos patrimonios, el del agente dañoso y el del damnificado, y, al
sopesar ambos, si el del deudor del daño causado involuntariamente lo amerita, podrá
trasladar a la víctima una parte para cubrir al menos parcialmente el perjuicio sufrido,
cumpliendo así con la meta equitativa de la norma en los arts. 1742 y 1750 del C.C.C.
Como señaláramos antes, el C.C.C, en su art. 261, preceptúa qué se considera "acto
involuntario", disponiendo que es: 1) el acto de quien al momento de realizarlo está privado de
razón, 2) el acto ilícito de la persona menor de edad que no cumplió 10 años y 3) el acto lícito
de la persona menor de edad que no cumplió 13 años de edad. Como observáramos, este
último supuesto difiere del actual régimen, que exige como mínimo los 14 años de edad
cumplidos para ser responsable directo por actos lícitos (arts. 921 y 1076).
Versa el artículo 1750: “Daños causados por actos involuntarios. El autor de un daño causado
por un acto involuntario responde por razones de equidad. Se aplica lo dispuesto en el artículo
1742”26.
Inmisiones. Las molestias que ocasionan el humo, calor, olores, luminosidad, ruidos,
vibraciones o inmisiones similares por el ejercicio de actividades en inmuebles vecinos, no
deben exceder la normal tolerancia, teniendo en cuenta las condiciones del lugar y aunque
medie autorización administrativa para aquellas.
Según las circunstancias del caso, los jueces pueden disponer la remoción de la causa de la
molestia o su cesación y la indemnización de los daños. Para disponer el cese de la inmisión, el
juez debe ponderar especialmente el respeto debido al uso regular de la propiedad, la
prioridad en el uso, el interés general y las exigencias de la producción.29
Algunos autores sostienen que se trata de una responsabilidad objetiva, propter rem, que
opera como una carga sobre la propiedad y que va pasando de dueño en dueño.
Al respecto, podemos decir que las conclusiones vertidas en materia de abuso del derecho
pueden ser igualmente aplicadas en esta materia. En concreto, el exceso de la normal
tolerancia entre vecinos no constituye un factor de atribución objetivo autónomo, sino que es
una modalidad de antijuridicidad. Aún más, podemos decir que normalmente la
responsabilidad derivada de estos supuestos será objetiva, siempre que el daño sea causado
por el riesgo o vicio de la cosa (Pizarro y Vallespinos, 2014)
Conforme venimos analizando, el daño cuya reparación se pretende debe estar fundado en un
factor de atribución, sea objetivo o subjetivo. Sin embargo, pueden existir obstáculos a la
configuración de este presupuesto. Aquí aparecen las llamadas eximentes de responsabilidad
civil, que pueden identificarse como aquellas circunstancias que operan enervando el factor de
atribución y que pueden aminorar o eximir la responsabilidad por daño al sindicado como
responsable. En la unidad 8 analizaremos con detenimiento cada uno de los supuestos de las
eximentes en el caso de la responsabilidad fundada en un factor objetivo de atribución.
Con la unificación del régimen de responsabilidad civil, no corresponde hacer esta distinción,
por lo cual el factor de atribución será subjetivo u objetivo, sin importar el origen del daño.
Al respecto, señala el art. 1721 del C.C.C.: “Factores de atribución. La atribución de un daño al
responsable puede basarse en factores objetivos o subjetivos. Sin efectuar distinción alguna” 30.
Ahora bien, quedando claro que ante el incumplimiento contractual se puede aplicar un factor
objetivo o subjetivo, se impone preguntarnos ¿cómo podemos saber cuándo el factor es
objetivo y cuándo es subjetivo?
La respuesta la otorga el art. 1723 del C.C.C.: “Responsabilidad objetiva. Cuando de las
circunstancias de la obligación, o de lo convenido por las partes, surge que el deudor debe
obtener un resultado determinado, su responsabilidad es objetiva” 31.
Las diferencias entre la imputación objetiva y subjetiva son claras: en la primera, el deudor se
exime demostrando el caso fortuito, el hecho de un tercero, o el hecho de la víctima, o sea solo
puede invocar la ruptura del nexo causal. En cambio, en la segunda, aun en los supuestos en los
que la ley presuma la culpa, el deudor se exime mediante la demostración de su falta de culpa.
(Lorenzetti, Highton de Nolasco y Kemelmajer de Carlucci, 2012,
http://www.nuevocodigocivil.com/wp- content/uploads/2015/02/5-Fundamentos-del-
Proyecto.pdf).
Esta construcción doctrinaria es atribuida a René Demogue; sin embargo, no fue este jurista de
origen francés su iniciador, ya que existen antecedentes de ella en el derecho romano y en el
antiguo derecho francés.
Esta teoría se fue enraizando en Francia, España e Italia y llegó a Argentina con fuerte
predicamento. Sin perjuicio de ello, hay quienes dudan de sus fortalezas.
Pizarro y Vallespinos (2014) consideran que la distinción es útil y relevante, ya que proyecta al
plano del factor de atribución de la responsabilidad civil, marcando la línea divisoria de las
aguas: la responsabilidad subjetiva (obligaciones de medios) y la responsabilidad objetiva
(obligaciones de resultados).
Cabe preguntarnos qué efecto producen la falta de obtención del resultado y la presunción de
incumplimiento que deriva de ello. El deudor deberá probar la ruptura del nexo causal, ya sea
por el casus, el hecho de un tercero por quien no deba responder o el hecho de la víctima.
Eximentes
LECTURA 8
De las eximentes en general
Definición e importancia
Las eximentes son circunstancias que operan enervando la antijuridicidad, la
relación de causalidad o los factores de atribución. Las mismas poseen gran
importancia, ya que pueden aminorar o eximir la responsabilidad por daño al
sindicado como responsable.
Clasificación
Según el efecto que producen, hay eximentes vinculadas con la antijuridicidad,
con el factor de atribución y con la relación de causalidad. A continuación, se
analiza quién carga con la prueba de cada categoría y sus particularidades.
Así como existe una regla, debemos decir que el legislador estableció las
facultades judiciales como excepción. En efecto, establece el art. 1735 del
Código que, no obstante la regla expuesta, el juez puede distribuir la carga de la
prueba de la culpa o de haber actuado con la diligencia debida, al ponderar cuál
de las partes se halla en mejor situación para aportarla. Si el juez lo considera
pertinente, durante el proceso debe comunicar a las partes que aplicará este
criterio, de modo de permitir a los litigantes ofrecer y producir los elementos de
convicción que hagan a su defensa.
Esta regla puede resultar rígida en algunos casos en los que existen dificultades
para el acceso a los medios de prueba o para la presentación de la misma, y es
por eso que se habilita una corrección para mitigar estos efectos. En particular,
con relación a la prueba de la culpa o de haber actuado con la diligencia debida,
el juez puede ponderar cuál de las partes se halla en mejor situación para
aportarla. Existe entonces una regla general legal que adjudica la carga
probatoria a quien invoca el factor de atribución o la eximente.
Definición
Las causas de justificación enervan la antijuridicidad (art. 1717) de la conducta
y, bajo ciertas circunstancias, pueden actuar como eximentes de la
responsabilidad (v. g., legítima defensa) o justificar una reparación de equidad
no plena o integral (v. g., estado de necesidad). Entre ellas se encuentran el
ejercicio regular de un derecho, el cumplimiento de una obligación legal, el
estado de necesidad, la legítima defensa y el consentimiento del damnificado.
a) Legítima defensa.
b) Estado de necesidad.
Clasificación
Ejercicio regular de un derecho
El primer párrafo del artículo 10 del CCC establece que “El ejercicio regular de
un derecho propio o el cumplimiento de una obligación legal no puede
constituir como ilícito ningún acto”4. Idéntico es el texto del art. 1071 del
Código derogado.
La norma implica que el ejercicio regular de un derecho, dentro de los límites
reconocidos por el ordenamiento jurídico, se considera un obrar lícito. En
consecuencia, en principio, la causación de un daño a un tercero, en esas
circunstancias, no sería indemnizable.
Estado de necesidad
En el inc. “c” del art. 1718 se hace referencia al estado de necesidad que se
configura cuando se causa un mal menor para evitar un mal mayor, según la
clásica definición. El inciso contempla la posibilidad de que el juez conceda una
indemnización de equidad.
Asunción de riesgo
Si bien está incluida en este punto, referido a las causales de justificación que
obstan la antijuridicidad, la asunción de riesgos no es causal de justificación, y
el legislador se encargó de dejarlo claro.
Efectos
La necesaria relación causal que debe existir entre la conducta y el daño puede
verse suprimida o aminorada en sus efectos por la presencia de factores
externos. En el primer caso hablamos de interrupción del nexo causal, mientras
que en el segundo nos encontramos frente a una concausa. En el caso de
interrupción del nexo de causalidad, el sindicado como responsable se verá
eximido de responsabilidad civil, ya que él no habrá sido el autor del mismo. En
el supuesto de la concausalidad, esta aminorará la responsabilidad civil del
sindicado como responsable, ya que el daño no será causado solamente por el
actuar del mismo, sino por la concurrencia de su actuar con otro factor
(concausa). En efecto, la ausencia total o parcial de relación de causalidad
generará la ausencia total o parcial de responsabilidad civil.
Los requisitos para que opere esta eximente son los siguientes: a) incidencia
causal; b) el hecho y no la culpa de la víctima; c) hecho no imputable al agente.
13
Art. 1729 – Ley N° 26.994. Op. cit.
Como ya se dijo, se mantienen los otros dos recaudos identificados como el
hecho no imputable al agente y, por cierto, la incidencia causal de la conducta.
Así, por ejemplo, si un automotor en movimiento impacta con un peatón y lo
lesiona, pero el peatón cruza la calle con el semáforo en rojo (es decir hace un
cruce antirreglamentario), implica un hecho que interrumpe total o
parcialmente el nexo de causalidad, es decir el hecho del damnificado que
exime de responsabilidad al conductor del automotor; en este caso existe un
aporte causal de la víctima que puede destruir completamente la relación de
causalidad, o bien concurrir con la conducta del victimario.
15
Art. 1719 – Ley N° 26.994. Op. cit.
1. Hecho exclusivo de la víctima. Cuando el daño es fruto del hecho
exclusivo de la víctima, el sindicado como responsable queda eximido
de responsabilidad civil.
Conforme la norma, el hecho de tercero constituye una causa ajena por la cual
el agente no debe responder.
El tercero por quien no se debe responder debe ser una persona distinta del
responsable presunto (demandado) y de la víctima. Puede ser una persona física
o jurídica, de carácter público o privado. Sin embargo, no cualquier hecho de un
tercero es apto para eximir al sindicado como responsable. El tercero debe
ser un tercero por el cual no se deba responder. Esto es importante aclararlo,
ya que la ley, en diversos supuestos, impone a una persona responder por el
hecho de un tercero (v. g., responsabilidad por el hecho del dependiente).
b) Los daños producidos por ciertas personas que, sin llegar a ser
dependientes, tienen contacto con la cosa por voluntad expresa o
presunta del dueño o guardián.
15
Art. 1731 – Ley N° 26.994. Op. cit.
c) El fabricante de un producto elaborado no es tercero, por quien el dueño
o guardián no deban responder cuando el daño se produce por un vicio
de fabricación (art. 40 de la Ley Nº 24.240).
e) Aquellas personas por las que legalmente se debe responder (v. g., los
menores de edad respecto de los padres).
16
Art. 1731 – Ley N° 26.994. Op. cit.
17
Art. 514- Ley Nº 340 (1966). Código Civil de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
Al respecto dice la norma:
a) Imprevisible.
b) Inevitable.
c) Actual.
e) Sobrevenido.
La imposibilidad de cumplimiento
Los contratos, al igual que las obligaciones que emergen de ellos, nacen para
ser cumplidos. Sin embargo, puede ocurrir que la obligación sea imposible.
19
Art. 1733 – Ley N° 26.994. Op. cit.
En estos supuestos previstos por la norma transcripta se advierte configurado el caso fortuito o
imposibilidad de cumplimiento, pero no producen la libración del deudor. Es una aplicación restrictiva a
los casos expresamente establecidos en la norma.
20
Art. 1733 – Ley N° 26.994. Op. cit.