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La obra fue escrita respondiendo a la obligación en la que se consideraba el autor de “transmitir a

otros bondadosamente todo aquello a cuanto tendemos y nos ha sido donado aprender”. Está
estructurada en dos grandes partes: una introducción general en los primeros tres capítulos y un
tratamiento de los nombres en particular en los subsiguientes.
Ahora bien, trataremos de explicar en lineas muy generales la temática de la obra. Para ello
debemos en primer lugar entender que el autor era un místico, y por lo tanto todos sus escritos
parten de una experiencia mística antes que de una simple disquisición científica. Esto se ve
claramente reflejado en la doctrina fundante en esta obra, que es la de las uniones y discreciones.
Así, basándose en la experiencia de unión con Dios, llamó uniones a las potencias y virtudes
presentes de un modo jerárquicamente participado en las cosas y que en Dios se encuentran de un
modo total y unido; en cambio, apoyado en la experiencia de la trascendencia Divina formuló la
noción de discreción, es decir de separación. A partir de estas nociones explica tanto la Trinidad
como la creación: Dios es la Unidad misma, mas en Él se producen discreciones que dan lugar a las
tres Personas Divinas; a su vez Dios produjo la discreción de lo creado, en la cual sin embargo hay
uniones según participen de la Divinidad. Todo lo creado, de este modo, sale de Dios y busca volver
a unirse con Él. Para ello el hombre contempla a Dios, no directamente pues nos es incognoscible,
sino a través de sus uniones inteligibles dadas a conocer en la Escritura a las cuales llama nombres.
De esta forma el hombre puede cantar alabanzas a su creador para a través del eros volver a unirse
con Él.

Historia del Corpus Dionysiacum


Autor
Poco sabemos sobre el autor del Corpus excepto que escribió su obra entre finales del siglo V y
principios del VI; lo cual es conocido debido a indicios en sus obras que nos indican que fueron
escritas por un lado después del neoplatónico Proclo (411-485) y de la introducción del credo en la
liturgia (476), y por otra parte antes de su primera mención por Severo de Antioquia según algunos
autores hacia el 513 aunque de un modo inequívoco en el 533. Habría pertenecido al ambiente sirio
lo que se manifiesta principalmente en la Jerarquía Celeste donde describe un ritual sirio de
ordenación. Si damos crédito a lo que dicen sus escritos seria un pagano convertido, algunos autores
se atreven incluso a afirmar que llego a ser discípulo de Proclo. Sea o no así, claramente recibió una
gran influencia de este llegando incluso a transliterar en el capitulo sobre el mal de los nombres
Divinos algunos pasajes de su obra “De malorum subsistentia”. También es notable la influencia de
otros neoplatónicos y de autores cristianos como San Ignacio de Antioquia, San Cirilo de
Alejandria, y San Gregorio de Nisa.
Su contexto histórico fue de mucha agitación. En el año 451 el Concilio de Calcedonia declaro
herético el monofisismo, lo cual implico una condena para muchos cristianos sirios y coptos. En el
año 476 cayó el imperio Romano de occidente. En el 482 el emperador Zenon para evitar problemas
con Siria y Egipto que se negaban a aceptar Calcedonia promulga el Henotikon, una ley que
pretendía establecer un compromiso aceptable por todos, y que de algún modo afirmaba un
monofisismo moderado, lo cual provoco una ruptura con Roma provocando un cisma que duró
hasta que en el 519 se restauro la unión al asumir el poder el emperador Justino I que era católico.
Primera recepción de la obra y aceptación de su autenticidad
Los escritos del Corpus aparecieron muy ligados a posiciones heréticas, especialmente a los
monofisitas, y posteriormente fueron ampliamente usados por los monotelitas lo cual provocó que
algunos católicos dudaran de su autenticidad. Como ya habíamos mencionado el primero en
utilizarlo fue Severo de Antioquia, en el mismo periodo lo citan también otros autores monofistas
como Andreas de Capadocio y Resaina que realiza una traducción al siriaco; sin embargo hay casos
como los de Jobio de Monaco, Efrain de Antioquia, y Leoncio de Bizancio que realizan una
interpretación ortodoxa de sus escritos. Mas el testimonio más seguro es el informe dado por
Inocencio de Maronia de un debate organizado en Constantinopla en el año 533 entre siete
ortodoxos y siete severianos, en el los severianos pretendieron utilizar a Dionisio como argumento
pero sus citas fueron rechazadas por el lider de los ortodoxos (Hipacio de Efeso) que negó la
autenticidad del Corpus. Esto no impidió que en lo sucedáneo su autenticidad fuera defendida por
varios católicos, el más destacado entre ellos fue Máximo el Confesor que les mostró especial
reverencia y realizo una interpretación ortodoxa de todos sus escritos aclarando a través de glosas
todos sus pasajes dudosos. Esto quito a los monotelitas (la herejía del momento) su principal
argumento y posibilito su condena en el concilio Lateranense del 649, con citas del mismo
Areopagita lo que consagró su reconocimiento de aquí en adelante hasta la edad moderna.

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