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La poesía popular

VICTOR AGRAMUNT OLIVER

Madrid, 2015
© Universidad de Mayores de Experiencia Recíproca
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28013 Madrid
Depósito Legal: M-17567-2015
Maquetación: A.D.I. C/ Martín de los Heros, 66. 28008 Madrid. Telf.: 91542 82 82
LA POESÍA POPULAR

(Recital poético ofrecido por el autor en la universidad de


mayores experiencia recíproca el 9 de abril de 2015)

Algunos tenemos el convencimiento de que, como poesía popular, también podrían


ser consideradas las jarchas y los cantares de gesta, que nacen al tiempo que las lenguas
romances y que el pueblo, en cuanto las oye, se identifica con ellos y los hace suyos. O,
ya en el siglo XIX, los poemas del romanticismo, que rebasan su fin primero de embelle-
cer y ennoblecer el idioma para calar profundamente en la sociedad. Hasta el punto de
que el término “poético” se convierte en adjetivo para cualquier manifestación artística.
Sin embargo, pese a lo expuesto, a partir del siglo XX la única poesía que es conside-
rada genuinamente popular es la que nace de la pluma de Duyos, Rafael de León o los
hermanos Álvarez Quintero, entre otros. Y esto se debe, principalmente, a que muchos
de sus versos, junto a otras letras escritas ex profeso, pasan a formar parte de la copla,
género musical del pueblo llano.
Es a esta arraigada poesía popular a la que dedico el presente recital, y he creído con-
veniente, o al menos interesante, ofrecerles también al principio y al final del mismo
algunos textos escritos por autores consagrados a través de la llamada “poesía culta”, y
que podríamos considerar “antecedentes” o “fuente de inspiración” para los poetas po-
pulares.
Nadie más adecuado para encabezar esta pequeña muestra que Federico García Lorca
y su romance “La casada infiel”.

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Victor Agramunt Oliver

Y que yo me la llevé al río tienen el cutis tan fino,


creyendo que era mozuela, ni los cristales con luna
pero tenía marido. relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban
Fue la noche de Santiago como peces sorprendidos,
y casi por compromiso. la mitad llenos de lumbre,
Se apagaron los faroles la mitad llenos de frío.
y se encendieron los grillos. Aquella noche corrí
En las últimas esquinas el mejor de los caminos,
toqué sus pechos dormidos, montado en potra de nácar
y se me abrieron de pronto sin bridas y sin estribos.
como ramos de jacintos. No quiero decir, por hombre,
El almidón de su enagua las cosas que ella me dijo.
me sonaba en el oído, La luz del entendimiento
como una pieza de seda me hace ser muy comedido.
rasgada por diez cuchillos. Sucia de besos y arena
Sin luz de plata en sus copas yo me la llevé del río.
los árboles han crecido, Con el aire se batían
y un horizonte de perros las espadas de los lirios.
ladra muy lejos del río.
Pasadas las zarzamoras, Me porté como quien soy.
los juncos y los espinos, Como un gitano legítimo.
bajo su mata de pelo Le regalé un costurero
hice un hoyo sobre el limo. grande de raso pajizo,
Yo me quité la corbata. y no quise enamorarme
Ella se quitó el vestido. porque teniendo marido
Yo el cinturón con revólver. me dijo que era mozuela
Ella sus cuatro corpiños. cuando la llevaba al río.
Ni nardos ni caracolas
Antonio Machado, nuestro gran poeta lírico, muestra su aportación a la poesía popu-
lar al inicio de su obra con “Soledades”, y en su último libro Nuevas canciones.
Las letrillas, los refranes glosados, el sentir del pueblo, en suma, se manifiestan de
un modo muy peculiar y emotivo a través de sus versos. Sirva de ejemplo “La saeta”.

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La poesía popular

¿Quién me presta una escalera anda pidiendo escaleras


para subir al madero, para subir a la cruz!
para quitarle los clavos
a Jesús el Nazareno?
¡Cantar de la tierra mía,
Saeta popular que echa flores
al Jesús de la agonía,
¡Oh, la saeta, el cantar y es la fe de mis mayores!
al Cristo de los gitanos,
siempre con sangre en las manos, ¡Oh, no eres tú mi cantar!
siempre por desenclavar! ¡No puedo cantar, ni quiero,
¡Cantar del pueblo andaluz, a ese Jesús del madero,
que todas las primaveras sino al que anduvo en el mar!

Antes de entrar de lleno en la poesía popular, me van a permitir que les lea unos
versos que Manuel Machado dedica a la copla. Ya queda dicho que muchos versos
de los autores populares se convirtieron en letras de coplas famosísimas. Pues bien,
el hermano mayor de los Machado define poéticamente cómo se adueña la copla del
sentir popular.

Hasta que el pueblo las canta, Procura tú que tus coplas


las coplas, coplas no son, vayan al pueblo a parar,
y cuando las canta el pueblo, aunque dejen de ser tuyas
ya nadie sabe el autor. para ser de los demás.
Tal es la gloria, Guillén, Que, al fundir el corazón
de los que escriben cantares: en el alma popular,
oír decir a la gente lo que se pierde de nombre
que no los ha escrito nadie. se gana de eternidad

Y después de esta breve y castiza definición de la copla, demos paso a una figura señera
de la poesía popular. Noble, no sólo por su condición de Marqués del Valle de la Reina
y Conde de Gomara, sino también por su nobleza de estilo, armonioso y bello en cada
uno de sus versos. Les estoy hablando, naturalmente, de Rafael de León, del que, con
todo merecimiento, he incluido varios poemas en este recital.

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Victor Agramunt Oliver

Oigamos ahora su “Romance del hombre maduro”.


Yo me acerqué hasta tu vera el viento sobre los álamos!
con miedo, ¿por qué negarlo? ¡Qué luna grande y redonda
iluminó nuestro abrazo,
En las sienes me latían y qué olor el de tu cuerpo
cincuenta y dos desengaños; a trigo recién cortado!
gris de paisaje en los ojos,
risas sin sol en los labios, El pueblo, a las dos semanas
y el corazón jadeante hizo lengua en los colmados,
como un pájaro cansado. en las barandas del río,
en la azotea, en los patios,
Yo me acerqué hasta tu vera en las mesas del casino
con miedo, ¿por qué negarlo? y en los surcos del arado:
«Un hombre que peina canas
Te reventaba en la boca y que le dobla los años».
un clavel de veinte años
y en la mejilla un suave Es cierto que peino canas
melocotón sonrosado. pero en cambio, cuando abrazo
Cuando dijiste: «Te quiero» soy lo mismo que un olivo,
fue tu voz igual que un caño igual que un ciprés sonámbulo,
de agua fresca en una tarde Cristobalón de aguas puras
calurosa de verano. que atraviesa el río a nado
si ve en la orilla unos ojos
Se me echó encima el cariño o una boca hecha de nardos
lo mismo que un toro bravo para cortarle el suspiro
y quedé sobre la arena con el calor de mis labios.
muerto de amor y sangrando
por cuatro besos lentísimos Que me escupan en la frente,
que me brindaron tus labios. que me pregonen en bandos,
que vayan diciendo y digan.
De la sien a la cintura, Tú conmigo; yo a tu lado
de la garganta al costado. respirando de tu aliento,
¡Qué boda sin requilorios yendo al compás de tus pasos,
sobre la hierba del campo! refrescándome las sienes
¡Qué marcha nupcial cantaba en la palma de tu mano.

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La poesía popular

¿En qué código de amores,


Centinela de tus sueños, en qué partida de cargos,
hombro para tu descanso, hay leyes que determinen
Cirineo de tus penas. la edad del enamorado?
Y San Juan de tu calvario En cariños no hay fronteras,
para quererte y tenerte ni senderos, ni vallados,
en la noche de mis brazos. que el cariño es como un monte
con un letrero en lo alto
¡¿Qué importa que haya cumplido que dice sólo: «Te quiero»
cincuenta y pico de años?! ¡Y colorín colorado!

A Rafael Duyos, eminente cardiólogo y tardío sacerdote (recibió los hábitos a los 66
años) lo conocemos principalmente como escritor. De su variada y extensa producción,
he seleccionado un original poema popular en el que proclama su amor por la mar.

Yo no sé lo que es ‘el mar’... y mil veces la crucé,


‘La mar’ sí que sé lo que es... niño almirante de sueños
No digáis ‘el mar’, amigos, en mi barco de papel
porque ‘la mar’ es mujer... y, hombre ya, sobre los buques
gigantes, de ella a través...
Amante del pescador, Yo, que respiro su brisa
amiga del timonel, y esclavo soy de su ley,
esposa que siempre aguarda, y he crecido entre sus velas
novia y hermana a la vez..., y morir quiero a sus pies...
hembra de espuma que tienta Si voy a bordo del verso,
con sus olas en vaivén..., con mi nombre -Rafael-
sirena de blanco nácar en el mascarón de proa
-mitad niña, mitad pez- de mi mañana y mi ayer...
que a los hombres de la orilla Si el coral mediterráneo
les tiende su verde red... de sus labios mío fue
y amo sus besos de brea
Quienes la llaman ‘el mar’ en el oro de mi piel...
de tierra adentro han de ser, Si he bebido su salitre bajo el sol de los
hombres sin brújula, ciegos Roger
de su gracia, que no ven... -de Lauria y de Flor, marinos
Yo, que he nacido a su vera en la estela de la Fe...

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Victor Agramunt Oliver

Si es castigo a sus espaldas


vivir, para mí, y no ver Yo no sé lo que es ‘el mar’...
los cambiantes con que juega ‘La mar’ sí que sé lo que es...
la esmeralda de su tez. No digáis ‘el mar’, amigos,
Si esto que siento por ella ¡porque ‘la mar’...es mujer!
como entraña de mi ser
es amor y yo soy hombre,
¿cómo -¡oh, mar!- la nombraré?

José María Pemán es uno de los autores más polifacéticos que ha tenido la literatura
en nuestro país. En su obra encontramos desde la poesía hasta la filosofía, pasando por
la novela, el teatro, la traducción de clásicos y artículos de prensa. Sin olvidar su condi-
ción de académico.
De pluma fluida e incansable, la mayoría de sus poemas populares, como “Feria de
Abril en Jerez”, ocuparían por sí solos todo un recital. Esto me obliga a recurrir en esta
ocasión a su texto más breve, aunque igualmente representativo, “Soledad”.

Soledad sabe una copla ¿Qué ventolera de polvo


que tiene su mismo nombre: se te llevó la veleta,
Soledad. Soledad?

Tres renglones nada más: ¿O es que, por llegar más pronto


tres arroyos de agua amarga, te viniste sin sombrero,
que van, cantando, a la mar. Soledad?

Copla tronchada, tu verso Y total:


primero, ¿dónde estará? ¿qué más da?
Tres versos: ¿para qué más?
¿Qué jardinero loco,
con sus tijeras de plata Si con tres sílabas basta
le cortó al ciprés la punta, para decir el vacío
Soledad? del alma que está sin alma:
¡Soledad!

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La poesía popular

El binomio creativo que formaron Rafael de León y Antonio Quintero, dio como
resultado algunos de los títulos más representativos de la poesía popular. ¿Recuerdan
“Profecía” o “Trigo limpio”? Pues “¿Me da usté candela?”, poema que recitaré a conti-
nuación, no les va a la zaga.
Perdone usté, caballero. Si Sevilla es un pañuelo...
¿Quiere usté darme candela? ya ve usté qué grasia tiene...
Mil gracias... er farolero Yo, ar pronto, dije —¡un mochuelo!
que enciende esta callejuela Y resurta que es... er nene.
parese que s’ha dormío... Con su buen sigarro puro,
no es sitio muy de mi gusto... su tirilla armidoná
tan solo... tan escondío... y metiéndose en lo oscuro
como pa llevarse un susto. como un hombre de verdá.
Claro que, pa dos valientes Y es que, por esta calleja,
que sargan desafiaos, se corta pa Puerta Osario,
éste es un sitio imponente... pero allí no está la reja
y pa los enamoraos, de esa muchacha, Rosario.
cuando la luz se retira Allí hay unos ojos verdes
y viene ya anocheciendo de bicho de mal agüero,
y él va disiendo mentiras que el que los mira, se pierde...
y ella se las va creyendo. ¡No vaya usté, compañero!
¡Qué casualidá, señores!
a usté lo conozco yo. Esa Marijuana Sánchez
¿Usté no se llama Flores que le espera en el zaguán,
y vive en Amor de Dio? tiene ya cuatro reenganches
¿Dónde le he visto yo a usté? y sabe más que Briján.
Tal vez en la barbería Con esto, yo no le quito
o en la Puerta de Jeré, que vaya usté donde quiera...
o en una fotografía, tó pué sé que... Rosarito,
sobre un marco mu bonito cuando se entere, se muera.
de peluche carmesí... Pero, claro, usté es un nene
y escrito: “a mi Rosarito, grasioso y enamorao,
de su nene Pedro Luí”. con buen tipo y muchos bienes
Es una condisión rara y novias por toos los laos.
que tienen los de mi quinta, Rosario... una menudencia;
que en contemplando una cara bonitilla... y sin parné;
ya nunca se nos despinta. pero tiene más desensia
que toa su casta de usté.

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Victor Agramunt Oliver

Y da la casualidá
que, desde que ella ha nasío, Porque es la viva pintura
cuando tiene que firmá de una santa que murió
firma con mis apellíos. dejándome esa criatura
pa que la criara yo.
Der coló de la senisa Y he sembrao er mundo entero
se le pone a usté er semblante de pares de banderillas
y es que er corazón le avisa para ponerle en enero
de lo que tiene delante. los Reyes a mi chiquilla.
Sí señó... un banderillero ¡Pa que ahora venga un tunante,
que estaba ayé en Venesuela le jure y ella lo crea!
y hoy es er duende primero ¡y asín que s’acabe er cante:
de esta oscura callejuela. “buenas noches y ahí te queas”!
Y se tropieza a un tal Flores, Al que quiera intentar eso
tan siego y tan temerario, con la fló de mis entrañas,
que le está mintiendo amores le pongo er pie en er pescuezo
a esa muchacha... Rosario. lo mismo que a una alimaña.

Y er duende, con voz muy baja, Si se casa usté argún día


se acerca y le dice ar tá: y er sielo le da un chavá
—“encárgate la mortaja dirá: “¡qué rasón tenía
si vuervo a verla llorá.” er que me quiso matá!”
que a eso na más he venío,
¿Por qué te callas? ¿qué piensas? ¿a qué andarse con pamplinas?
creí que eras más valiente. en justicia yo he debío
¿O es que ya te da vergüenza clavarlo a usté en una esquina.
burlarte de una inocente?
A Dios der sielo le pío Pero, en fin, de usté depende.
que te pongas en rasón, Lo conozco... y usté a mí.
porque tengo desidío Y aquel que a mi niña ofende
buscarme la perdisión. que se ponga a bien morí.
Porque ese nardo, ese lirio ¿Se va usté pa Puerta Osario?
que a ti tanto te divierte, ¡No se meta usté en belenes!
la quiero yo con delirio, ¡Yo me voy con mi Rosario!
con fatiguitas de muerte. ¡Mi Rosario...! ¡Condiós, nene!

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La poesía popular

El alcarreño José Antonio Ochaíta nació para la poesía; para escribirla y para recitarla.
Así lo certifican los jurados que le premiaron en los numerosos certámenes poéticos a los
que se presentó. Y, paradójicamente, murió sobre un escenario, a los 68 años, recitando
sus emotivos versos. Tal vez los de su “Romance del acabose”.
Aquello puede acabarse como amigos que se encuentran.
del modo que te convenga.
Que tú digas: “¡Aquel tiempo!”,
Yo te prometo colgarme que yo diga: “¡Aquella fecha!”,
en el pescuezo una piedra y que los besos sorbidos
y echarme de noche al río boca a boca, vena a vena,
sin que tú misma lo sepas. no se nos pongan de pie
como claras bayonetas
Yo estoy dispuesto a cargar y nos claven por cobardes
con la pólvora más negra sobre la cruz de las piedras.
un cachorrillo de hierro
y que las sienes me muerda. Amantes fuimos los dos,
que amarse no da vergüenza;
Yo buscaré un escorpión comimos el mismo pan,
de uña retorcida y negra pisamos la misma hierba,
y dejaré que en mi pecho y las paredes calladas
toda su ponzoña vierta. huelen, al que oler sepa,
a vida que hicimos juntos
Esto se puede acabar llevando la misma senda.
del modo que te convenga,
esta tarde o esta noche Amantes fuimos los dos:
o después, cuando amanezca. el fuego, tú; yo, la yesca;
tú, la soga; yo, el caldero;
Sólo con que tú me digas: tú, el aire; yo, la veleta;
“Se acabó la historia aquella.” Años enteros unidos
Pero lo que no podrás en una misma cadena
es que acabemos a medias. de sobresaltos y besos,
de conciencia y de inconciencia,
Que en amistad trastoquemos de quietud y de inquietud.
lo que fue pasión deshecha; ¡Ay, Dios, que si lo barruntan!
que tú vayas por la calle, ¡Ay, Dios, que si lo comentan!
y yo por la calle venga, ¡Ay, que si me ven contigo!
y nos digamos “¡Adiós!” ¡Ay, que contigo me vean!

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Victor Agramunt Oliver

Besos entre sobresaltos; ¿Que vamos a acabar? Bueno;


entre amarguras, promesas. como mejor te convenga.
Saber engañar a todos Y estoy dispuesto a colgarme
y tener la verdad nuestra: en el pescuezo una piedra
de estar por dentro casados y echarme de noche al río
en una alianza secreta. sin que tú misma lo sepas.
Casado estuve contigo,
arras fueron las estrellas, ¿Tú qué harás? ¿Entrarte a monja?
y en el libro de la vida ¿Beber solimán a ciegas?
quedó por siempre una fecha: ¿Ponerte un ascua en las sienes
que era junio y era un día porque derritan su cera?
que olía a cosas eternas. Sólo así podrá acabar
Amantes fuimos los dos, pasión que fue tan entera.
que amantes no da vergüenza. ¿Pues otra cosa creías?
Amantes fuimos de llanto, ¿Pues otra cosa alimentas?
amantes de complacencia, ¿Qué amor se puede cambiar
amantes porque te di en amistad sin ojeras?
todo lo que tú me dieras. ¿Qué amantes y amigos son
La vida tuya fue mía; como dos varas gemelas,
la mía, tú te la llevas. y que se corta la una
cuando la otra se seca?
Hasta ayer. Ayer me dices
claramente, por las buenas, ¿Que quien te tuvo en sus brazos
que nos conviene acabar y saboreó tu lengua,
con aquella historia. ¡Aquélla! y hundió contigo la almohada,
Eso no nace de nuevo, junto a tu misma cabeza,
no la improvisas a ciegas, puede ser el amigo ese
eso, razón razonada, que, cuando se le tropieza,
“agua que viene de alberca se le dice: “¡Adiós, amigo!”,
no se detiene ante nada”. y se sigue la vereda?

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La poesía popular

Pero ¿quién te ha trastornado, me estoy deseando muerto,


quién te ha dado esa ceguera? pero sin amor a medias.
El amor, cuando es amor,
sólo tiene dos certezas: Si tú quieres, llámame;
el odio, verdad de sangre; yo te llamaré si esperas.
la muerte, certeza negra. ¡Hazme el nudo corredizo;
¿Que vamos a acabar? Bueno; eche yo el nudo a tu cuerpo,
como mejor te convenga. acabemos esta vida
Pero ¿amigos? ¡Nunca! ¡Nunca! que por tanto amor te pesa!
Te estoy deseando muerta,

Regresamos a Andalucía, a la Sevilla añorada por Rafael Montesinos. Nos sentamos


con él en la escalera de la vida, del porvenir y de los sueños…

Sentaíto en la escalera, Ahora que me tengo, sé


esperando el porvenir, lo que pude haber perdido
pero el porvenir no llega.
Copla popular andaluza
sentado en esa escalera
que sube y baja al olvido.
Escalera de la copla,
donde soñé cuando niño, Ya no espero a la esperanza,
donde esperé el porvenir, aunque esperar es lo mío,
sin pensar que era yo mismo porque la esperanza lleva
mi porvenir, mi esperanza, mi nombre y dos apellidos.
mi pasado y mi destino.
He vivido cuatro días,
tres no fueron sevillanos.
Llevadme a la tierra mía.

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Victor Agramunt Oliver

Apenas les voy a hablar del autor que he seleccionado a continuación. Resultaría
reiterativo puesto que ya ha sido presentado y comentado varias veces. Sólo aña-
diré que es, sin duda, el más lorquiano de los poetas populares, y que el siguiente
poema nos recuerda, en cada uno de sus versos, al malogrado autor granadino. El
“Romance de los ojos verdes”, de Rafael de León.
-¿De dónde vienes tan tarde? brazos delgados y ardientes
¡Dime, di! ¿De dónde vienes? que, como ríos morenos
-Vengo de ver unos ojos iluminados de fiebre,
verdes como el trigo verde. se precipitan sin pulso
El sueño juega y se esconde por la llanura del vientre
en la plaza de mi frente; en una lucha romana
cabalgo por las ojeras de mirtos y de laureles.
de unos ojos en relieve. -¿Dónde naciste? -En Tarifa,
El cuarto se va llenando ¿Y tú? -En Sevilla.
de mar, de barcos y peces, Mis sienes
acuarium improvisado están preñadas de olivos
sobre el barniz de los muebles, como tus ojos de verdes.
mientras que la media luna El silencio apuñalado
de junio roja y solemne vuelve a sembrar las paredes
se suicida sobre el filo y un sueño de torres altas
de la mañana que viene.
y de relojes ausentes
sobre la cama cansada
-¿De dónde vienes cantando?
echa su capa de nieve.
¡Dime, di! ¿De dónde vienes?
-Vengo de ver unos ojos
-¿De dónde vienes borracho?
verdes como el limón verde.
Por el río de la siesta ¡Dime, di! ¿De dónde vienes?
pasa un pregón hecho nieve -Vengo... vengo de la viña
persianas atravesando: y el olivarito verde.
Chumbos frescos, ¿quién los quiere? -¿Qué mala hierba pisaste,
La sábana de la cama quién te atravesó las sienes
en silencio se defiende con ese mal fario...? ¡Dime!
amortajando suspiros -Son las cosas de la suerte,
bajo la cal de sus pliegues unos la encuentran de espaldas,
contra dos cuerpos desnudos otros la encuentran de frente,
que su blancura oscurece; y yo me encontré a sus ojos
muslos de trigo en mis muslos verdes como el trigo verde.

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La poesía popular

-¿Quieres que te haga una taza


de hierbabuena caliente? -Entonces... mi corazón,
-Quiero su voz, luna y plata dime, ¡por Dios! lo que quieres.
diciéndome que me quiere. -Quiero sus ojos. Sus ojos
-¿Quieres que te ate un pañuelo verdes como el trigo verde,
y te lo anude a la frente? como el limón y la albahaca,
-Quiero sus brazos de trigo como el mar y los cipreses,
y su cintura de aceite. como las almendras nuevas,
-¿Quieres que cante una nana el romero y los laureles...
para ver si así te duermes? Si no me traes sus ojos,
-Quiero sentirme en el cuello ¡dile que venga la muerte!
su aliento de flauta breve.

Uno podría pensar que la poesía popular es privativa de Andalucía, pero no… o casi.
Hay excepciones: el valenciano Duyos, el alcarreño Ochaíta o el madrileño Agustín de
Foxá. La condición de conde de Foxá y marqués de Armendáriz de este último propicia
que en su obra, sobre todo en la novela, aparezcan títulos referidos a la corte y la noble-
za en general. Sin embargo, como poeta popular tardío, Foxá nos acerca al paisaje y a
las gentes que conoció en su niñez. Por ejemplo, a través del poema sobre el parque del
Retiro.

Niñez del Retiro triste, los morros fuera del agua


arena y pilones de agua, buscando pan desmigado
amas gallegas con trenzas o cáscaras de naranja.
y con monedas de plata. Y el más tosco jardinero
Geometría del asfalto hacía un iris de nácar
y estanque en vaivén de barca, con una manga de riego.
estudiantes robinsones Mi bicicleta mojada
con modistillas bogaban. volaba en sendas de pinos,
Los remos de Julio Verne triángulos y goma hinchada,
en rumbo de isla de plata, freno y bocina en mi mano.
los albañiles con yeso Temblando a heridas vendadas
remando en tardes lejanas. mis pantorrillas con yodo
Y peces rojos subían al aire de las distancias,
de un turbio incienso de plantas, granos de arena en la sangre
cráteres de gelatina, pulsaba un pedal de plata.

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Victor Agramunt Oliver

Vestido de marinero, Y en un coche de caballos


sobre la cinta morada trotando, espuma en la lanza,
el nombre de un submarino mi madre, con su sombrilla,
escrito en letras doradas, mi padre, con hongo y barba.
mis primeras comuniones Puestos de combas y de aros,
por los árboles volaban. de cacahuetes y naranjas,
Y la tragedia de un globo con molinillos de viento
que en una tarde empolvada y con banderas pintadas.
se me escapó de las manos Yo, entre barquillos y mirlos,
desnudas y abandonadas. en el pescante, iba a casa
Frente a la Casa de Fieras, con ilusión de vidrieras,
sueño de Historia Sagrada, linterna, colegio y hadas.
el rugido de los tigres Volvían los picadores
junto al banco de las armas con sangre de novilladas,
y mi pelota de goma y se cerraba el Retiro,
entre violetas regadas. triste de cubos y palas.
Llenos de ocaso y silencio Por las verjas, los entierros,
ya se marchaban los guardas cajas con galón de plata,
con multas de bicicleta y, bajo las flores, niños,
o nombre escrito a navaja. niños que ya no jugaban

A continuación, voy a ofrecerles “Profecía”, el título más difundido y aplaudido de


todos cuantos figuran en el extenso y variado catálogo de la poesía popular. Sus autores
son, ¡cómo no!, Rafael de León y Antonio Quintero.

Dice una copla: que te casaste hase un mé


“No te mando más castigo, y me quedé tan tranquilo.
Que estés durmiendo con otro,
Y estés soñando conmigo”.
Otro cualquiera en mi caso,
se hubiera echao a llorá,
¿A dónde vas tan deprisa yo, crusándome de brasos,
sin desirme ni ¡con Dió!? dije que me daba iguá.
Me puedes mirá de frente, Y ná de pegarme un tiro
que estoy enterao de tó. ni liarme a mardisiones
Me lo contaron ayer ni apedrear con suspiros
las lenguas de doble filo, los vidrios de tus barcones.

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La poesía popular

¿Que t’has casao? ¡Buena suerte! José Migué, no le riñas,


Vive sien años contenta que está empesando a queré.
y a la hora de la muerte Mi pare ensendió un pitillo,
Dió no te lo tenga en cuenta. se enteró bien de tu nombre,
Que si ar pie de los artares te regaló unos sarsillos
mi nombre se te borró, y a mí un pantalón de hombre.
por la gloria de mi mare
que no te guardo rencor. Yo no te dije «te adoro»
Porque sin sé tu marío, pero amarré en tu barcón
ni tu novio, ni tu amante, mi laso de seda y oro
yo fui quien más t’ha querío, de primera comunión.
con eso tengo bastante. Y tú, fina y orgullosa,
me ofresiste en recompensa
—¿Qué tiene er niño, Malena? dos sintas color de rosa
Anda como trastornao, que engalanaban tus trensas.
tié la carilla de pena —Voy a misa con mis primos.
y el colorsillo quebrao. —Bueno, te veré en la ermita.
Y ya no juega a la tropa, Y qué serios nos pusimos
ni tira piedras al río, al darte el agua bendita.
ni se destrosa la ropa Mas luego en el campanario,
subiéndose a coger níos. cuando rompimos a hablar:
¿No te parese a ti extraño, —Dise mi tita Rosario
no ves una cosa rara que la sigüeña es sagrá,
que un chaval de dose años y el colorín, y la fuente,
lleve tan triste la cara? y las flores, y el rosío,
Mira que soy perro viejo y aquel torito valiente
y estás demasiao tranquila. que está bebiendo en el río;
¿Quieres que te dé un consejo? y el bronse de esta campana,
Vigilia, mujé, ¡vigila! y el romero de los montes,
y aquella línea lejana
Y fueron dos sentinela que la llaman... ¡horisonte!
los ojitos de mi mare. ¡Todo es sagrao: tierra y sielo
—Cuando sale de la escuela porque así lo quiso Dió!
se va pa los olivare. ¿Qué te gusta más? —Tu pelo.
—Y ¿qué busca allí? —Una niña, ¡Qué bonito me salió!
tendrá el mismo tiempo que él. —Pues, ¿y tu boca, y tus brasos,

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Victor Agramunt Oliver

y tus manos reonditas, ¡Pamplinas! ¡Figurasiones


y tus pies fingiendo el paso que se inventan los chavales!
de las palomas suritas? Después la vida se impone:
Con la puresa de un copo tanto tienes, tanto vales;
de nieve te comparé; por eso, yo al enterarme
te revestí de piropos que llevas un mes casá,
de la cabesa a los pié. no dije que iba a matarme,
A la vuerta te hise un ramo sino que me daba iguá.
de pitiminí, presioso, Mas como es rico tu dueño,
y aluego nos retratamos te vendo esta profesía:
en las agüitas de un poso. tú, por la noche, entre sueños
Y hablando de estas pamplinas soñarás que me querías,
que inventan las criaturas, y recordarás la tarde
llegamos hasta tu esquina que mi boca te besó,
cogíos por la sintura. y te llamarás «¡cobarde!»
Yo te pregunté: —¿En qué piensas? como te lo llamo yo.
Tú dijiste: —En darte un beso. Y verás, sueña que sueña,
Y yo sentí una vergüensa que me morí siendo chico
que me caló hasta los huesos. y se llevó la sigüeña
De noche, muertos de luna, mi corasón en su pico.
nos vimos por la ventana. Pensarás: «no es sierto ná,
—¡Chssss! Mi hermaniyo está en la yo sé que lo estoy soñando»;
cuna, pero allá en la madrugá
le estoy cantando la nana. te despertarás llorando,
por el que no es tu marío,
«Quítate de la esquina, ni tu novio, ni tu amante,
chiquillo loco, sino el que más t’ha querío.
que mi mare no quiere
ni yo tampoco». Con eso tengo bastante.
Por lo demás, tó se orvía.
Y mientras que tú cantabas Verás cómo Dios te manda
yo, inosente me pensé un hijo como una estrella;
que nos casaba la luna avísame de seguía,
como a marío y mujé. me servirá de alegría
cantarle la nana aquella:

18
La poesía popular

«Quítate de la esquina, Porque sin sé tu marío,


chiquillo loco, ni tu novio, ni tu amante,
que mi mare no quiere
ni yo tampoco».
yo soy... quien más t’ha querío...
¡Con eso tengo bastante!
Pensarás: «no es sierto ná,
yo sé que lo estoy soñando».
Pero allá en la madrugá
te despertarás llorando.

Y para poner punto final a este recital he incluido, como ya les anuncié al principio,
otro de esos textos que inspiraron, tal vez sin pretenderlo, los versos de los poetas popu-
lares que acaban de escuchar. “El romance sonámbulo”, de Federico García Lorca.

Verde que te quiero verde. ¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde...?


Verde viento. Verdes ramas. Ella sigue en su baranda,
El barco sobre la mar verde carne, pelo verde,
y el caballo en la montaña. soñando en la mar amarga.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda, Compadre, quiero cambiar
verde carne, pelo verde, mi caballo por su casa,
con ojos de fría plata. mi montura por su espejo,
Verde que te quiero verde. mi cuchillo por su manta.
Bajo la luna gitana, Compadre, vengo sangrando,
las cosas la están mirando desde los puertos de Cabra.
y ella no puede mirarlas. Si yo pudiera, mocito,
ese trato se cerraba.
Verde que te quiero verde. Pero yo ya no soy yo,
Grandes estrellas de escarcha, ni mi casa es ya mi casa.
vienen con el pez de sombra Compadre, quiero morir
que abre el camino del alba. decentemente en mi cama.
La higuera frota su viento De acero, si puede ser, con
con la lija de sus ramas, las sábanas de holanda.
y el monte, gato garduño, ¿No ves la herida que tengo
eriza sus pitas agrias. desde el pecho a la garganta?

19
Victor Agramunt Oliver

Trescientas rosas morenas El largo viento, dejaba


lleva tu pechera blanca. en la boca un raro gusto
Tu sangre rezuma y huele de hiel, de menta y de albahaca.
alrededor de tu faja. ¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
Pero yo ya no soy yo, ¿Dónde está tu niña amarga?
ni mi casa es ya mi casa. ¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara
Dejadme subir al menos cara fresca, negro pelo,
hasta las altas barandas, en esta verde baranda!
¡dejadme subir!, dejadme
hasta las verdes barandas. Sobre el rostro del aljibe
Barandales de la luna por se mecía la gitana.
donde retumba el agua. Verde cama, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Ya suben los dos compadres Un carámbano de luna
hacia las altas barandas. la sostiene sobre el agua.
Dejando un rastro de sangre. La noche se puso íntima
Dejando un rastro de lágrimas. como una pequeña plaza.
Temblaban en los tejados Guardias civiles borrachos
farolillos de hojalata. en la puerta golpeaban.
Mil panderos de cristal,
herían la madrugada. Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
Verde que te quiero verde, El barco sobre la mar.
verde viento, verdes ramas. Y el caballo en la montaña.
Los dos compadres subieron.

  Y esto ha sido todo. Gracias. Muchas gracias.             

20
La poesía popular

Nota biográfica

Víctor Agramunt, uno de los grandes actores de doblaje de nuestro país, ha pulsado
–y continúa pulsando– todos los registros de la interpretación: locutor, actor y director
de radio; presentador de televisión; actor de teatro en España y en festivales internacio-
nales; profesor de Comunicación radiofónica; adaptador de diálogos, actor y director de
doblaje para cine y televisión.
Ha prestado su voz a primeros actores como Henry Fonda, Fred Astaire, Warren
Beatty, James Dean, Michael Caine, Robert de Niro, Al Pacino, Dustin Hoffman, Sidney
Poitier, Nino Manfredi, Klaus Mª Brandauer, Robert Duvall, Christopher Plumber,
Chad Everett, Richard Chamberlain, James Caan, Dick van Dyke y Tyrone Power.
Es conferenciante regular de la UMER y autor del Cuaderno UMER nº 77 “Machado,
Lorca y Hernández. Los poetas de la guerra”.

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CUADERNOS DE U.M.E.R.
Nos. 1 al 60 agotados. Pueden consultarse en la página web www.umer.es
Nº 61: “Barrio de Maravillas, de Rosa Chacel”. Carmen Mejías Bonilla.
Nº 62: “Breve historia de la Estadística y el Azar”. Benita Compostela Muñiz.
Nº 63: “Miguel Hernández (1910-1942), en el sabor del tiempo”. Feliciano Páez-Camino Arias.
Nº 64: “Los retos de la educación para la ciudadanía”. Luis María Cifuentes.
Nº 65: “Las mujeres en la Ciencia”. Antonio C. Colino.
Nº 66: “Miguel Hernández. Con tres heridas: la de la muerte, la del amor, la de la vida”. Maria Jesús Garrido.
Nº 67: “El Banco de España: funciones e historia”. Enrique Ortiz Alvarado.
Nº 68: “Carmen de Burgos: La voz de los sin voz”. Carmen Mejias.
Nº 69: “Del Cantar del Cid a Cernuda: El destierro en la poesía española”. Feliciano Páez-Camino.
Nº 70: “El conflicto árabe-israelita: génesis y nudo”. Francisco Acebes del Río.
Nº 71: “Filosofía de la risa”. Augusto Klappenbach.
Nº 72: “Hipoteca inversa”. Antonio Martínez Maroto.
Nº 73: “Muchachas que trabajan”. Carmen Mejias Bonilla.
Nº 74: “Antonio Machado: Soñando caminos”. María Jesús Garrido Calvillo.
Nº 75: “Sobre la historia del teatro musical español: la zarzuela y sus alrededores”. Juan Carlos Talavera.
Nº 76: “La historia en la obra de Manuel Azaña”. Feliciano Páez-Camino Arias.
Nº 77: “Machado, Lorca y Hernández. Los poetas de la guerra”. Victor Agramunt Oliver.
Nº 78: “Envejecimiento activo y participación”. Loles Díaz Aledo.
Nº 79: “La Constante: mina de leyenda en Hiendelaencina”. Ana Parra y Gloria Viejo
Nº 80: “Españoles en Argelia: conquistas, migraciones, exilios”. Feliciano Páez-Camino
Nº 81: “Vejez y sabiduría”. José Segovia Pérez
Nº 82: “Medios de comunicación en España. El reto de contarlo en una hora”. Joaquín Sotelo
Nº 83: “1914. Significación Histórica de la Gran Guerra”. Feliciano Páez-Camino
Nº 84: “Escritoras pioneras del Siglo XX en España. Cuando la literatura era cosa de hombres”. Julián Moreiro
Nº 85: “Memoria de la Universidad de Mayores Experiencia Recíproca (Umer) 2009-2014”. Umer
Nº 86: “La ciencia descubre, la industria aplica, el hombre se somete”. José Segovia
Nº 87: “España ante la Primera Guerra Mundial”. Feliciano Páez-Camino
Nº 88: “Los mayores del siglo XXI: Nuevas imágenes y nuevas perspectivas”. Loles Díaz Aledo
Nº 89: “El envejecimiento: alimentación y estilo de vida saludable”. Isabel Calvo Viñuela
Nº 90: “La poesía popular”. Víctor Agramunt Oliver

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