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Tras escuchar la historia de Rut*, les supliqué a las hermanas alemanas que no se callaran y les pedí

permiso para involucrarme. Ambas consintieron. Había dos cosas que me carcomían por dentro: la
primera era por qué tras tomarle declaración, la policía no llevó a Rut a un centro médico para un
reconocimiento y análisis. La segunda era aún peor… ¿seguiría el violador en la habitación compartida
del hostal de enfrente?

Una nunca sabe muy bien cómo va a reaccionar ante estas situaciones. Yo reaccioné saliendo a buscar al
violador. Las chicas alemanas se quedaron en la habitación y yo me fui hasta la recepción de mi hotel y
pregunté si conocían al dueño o dueña del hostal Coconut. La recepcionista me dijo que no, pero que la
chica que justo estaba saliendo de nuestro hostal trabjaba allí. La paré en seco y le pregunté si conocía a
Diego, el venezolano que se hospedaba en el Coconut.

La chica me dijo que si, pero rápidamente aclaró que a ella no le caía bien, que ese chico no era “buena
persona”. Le dije que anoche había violado a una chica alemana… ¡y no se sorprendió! Le pregunté si
sabía dónde estaba Diego y ella me dijo que estaba pintando (es un artista urbano) una pared de un
local a unas pocas calles de ahí.

Entré corriendo a la habitación y le pedí a Rut el teléfono de Antonio*, el policía que le había tomado
declaración esa mañana. Lo llamé desde la recepción del hotel: “Hola, Antonio. Mi nombre es Verónica,
conozco a Rut y puedo decirle dónde se encuentra el violador en este momento. Manden una patrulla”.

El policía en cuestión me volvió a preguntar quién era yo. Se lo repetí. Me dijo que no me metiera. Le
dije que me metería hasta ver a ese cabrón en la cárcel. Él me dijo que fuera a verlo a la estación de
policía para charlar. Le dije que eso no tenía sentido y que lo que tenían que hacer era detener al
violador antes de que se escapara. Me cortó la línea.

En la comisaría había un solo policía y un hombre de civil sentado en un banco. Pregunté por Antonio y
me dijo que no estaba. Decidí, entonces, contarle al policía el caso de la violación de Rut. Le conté que
habían realizado la denuncia ese mismo día con Antonio y que yo sabía dónde estaba el violador. El
policía, con una mueca me preguntó que por qué no habíamos denunciado. Le dije que, como acababa
de explicarle, ya habían denunciado. Me contestó que él no podía hacer nada.

Le pedí que llamara a Antonio y dijo que no podía hacer llamadas. Le pedí que llamara a la policía
turística e insistió en que no podía hacer llamadas. Le dije que me facilitara al menos el número de
teléfono de la policía turística y me dijo que no lo tenía. Le pedí que me dejara usar el teléfono y se
negó. Le pregunté si él tenía una madre, una mujer, una hermana o una hija… no entendió a dónde
quería llegar y lo hice explícito: “hay un violador en las calles y ayer fue la turista alemana, mañana
puede ser alguna mujer de tu familia”. Se río. Miró al hombre sentado en el banco de madera y se rieron
juntos. Le pregunté su nombre y se negó a contestar. Insistí en que llamara a la policía turística y él
llamó a… ¡Antonio! Le dijo que “una chica muy alterada está en la comisaría por el tema de una
violación reportada esa mañana”… hablaron un rato, se rieron, y al colgar me dijo: “Antonio dice que no
sabe nada de ninguna violación”.

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