Sei sulla pagina 1di 18

Aquel día

Te he estado orillando hasta aquí desde que el sol se diluyó en el horizonte, hace ya unas
horas. He planeado todo para traerte hasta este punto. Bueno, al menos esa es la historia
que te contarás cuando sea mañana. No fue sencillo, pero por fin te tengo donde quería:
verte al borde la desesperación. Fue un camino largo, pero finalmente estamos aquí.

No puedes recordar exactamente el camino que seguiste hasta este momento. Quizá, si de
casualidad no estuvieras en semejante estado etílico, podrías hacer memoria. Yo te
recomendaría no intentarlo porque en cada ocasión que lo has intentado durante el pasado,
estando en estado de sobriedad o no, las cosas se han puesto turbias. No necesitas más
problemas: has sido un desastre desde aquel día en que irrumpí en tu vida. Sabes la
explicación de tu decadencia actual: son las memorias de todo lo sucedido, los templos
derruidos de lo que fuiste alguna vez. Aquel día, te viene una nebulosa de reminiscencias
entre el olor a vodka que despide tu boca, llegué mucho antes de lo previsto. De un modo u
otro tenías la certeza de que yo llegaría. Es un ciclo inevitable, para que me entiendas de
una buena vez, honey. No te vas a liberar de mí.

Dejemos aquel día en paz. Ahora, hoy, en tu corporeidad embriagada, no hay nadie a tu
alrededor. Cada uno de los árboles que te rodean exhalan soledad, que sale en forma de
vapor por el suelo húmedo que ha dejado la lluvia vespertina. A veces pareciera que alguien
o álguienes te hacen compañía, que te observan en la lejanía. Pero son apenas efectos
visuales que tu mente, tomada por el pánico, te coloca enfrente. Si te fijas bien, son nada
más que algunos objetos, carros de los vecinos que viven cerca del lugar, otros árboles,
bancas, fuentes, postes: el escenario típico de la alameda de la ciudad sin sol. Y los ruidos
que escuchas no son más que residuos de las fiestas que te llegan como resoplidos de la
luna. No debería haber nada de qué preocuparte, intentas concluir para tranquilizarte;
excepto que yo estoy a tu lado, que pronto terminaré de cubrirte y, lo peor, estaré en tu
mente, te corroeré hasta la médula de los huesos, te voy a poseer, te voy a embargar con
una tristeza inimaginable, te voy a devolver al lugar a donde perteneces, te voy a arrancar
de las garras del efecto del alcohol. Porque soy celosa, y lo sabes de sobra. No soporto que
alguien o algo que no sea yo te haga exhibir los diamantes que llevas en la boca. Porque
soy una ladrona, y mi ontología me indica que debo celar mis tesoros incluso de mis más
cercanos compinches. Yo no estoy jugando, quiero que lo sepas de una buena vez. Si somos
dos entes en convivencia, que así sea. No pienso compartirte con nadie: hasta que el
amanecer nos separe.

Intento abrazarte pero me rechazas con la poca voluntad (y lucidez) que te queda. Da igual,
pronto caerás en toda mi amplitud. No hay modo de evitarme. Podría hasta exclamar que
sería omnipresente, si no tuviera mis limitaciones inscritas en el tiempo. No obstante mis
evidentes obstáculos, no dejas de temerme durante los ocasos. Se hace patente el miedo
latente que llevas metido hasta en el resquicio de las uñas. Lo sientes como algo gélido,

1
como la falta de algo. Lo sientes tal como dices sentir la muerte. Porque te enorgulleces de
eso. Las veces que algunos de tus familiares han estado al borde de morir, y que
eventualmente son levantados por la huesuda, has presentido, con cada una de tus células,
que el deceso está cerca. En esos momentos, te ha cruzado una sensación inconfundible:
frío de muerte (como lo has denominado). Y ahora mismo lo percibes. Es inequívoco el
sentimiento. Si durante los últimos días, desde aquel día, habías tenido pequeños haces de
la gélida certeza en tu cuerpo, ahora lo sientes intensamente. El hielo metafísico te acaricia
hasta el alma.

Solo estamos tú y yo en esta inmensidad. No hay nadie más existiendo a nuestro alrededor.
El alcohol recorriendo tu cuerpo. Yo llena de sobriedad y maldad.

En medio de la alameda de Bellas Artes te pones a recordar, tiritando, que fue aquel día el
que te fue conduciendo hasta la trampa que te tendí hoy. O eso es lo que quieres creer, es la
explicación que te estás dando para consolarte, mientras te encuentras en posición casi
fetal, abrazando tu cuerpo, sobre las losetas mojadas de este pequeño rincón de la Ciudad
de México. Intentas recordar lo que pasó aquel día, pero te convulsionas en un gemido que
anuncia sollozos. Sabes que eventualmente te vas a tirar a llorar, basura. Así te quería tener,
totalmente disponible para mí. Débil. Protegiéndote del frío. Mírate, piltrafa. Eres un
remedo de lo que solías ser durante las horas de luz solar. Ponte de pie y defiéndete. Anda,
haz el intento. Yo te voy a observar durante todo este periodo., de aquí pa’l real (o hasta
que salga el sol). Pero, piensas, ¿contra qué te vas a defender? Y yo te sigo en la idea:
contra mí, es imposible; es casi un hecho que ya estoy aquí y no me voy a ir. De lo que hay
que preocuparse, pues, es de otros depredadores, de mis secuaces: ladrones, secuestradores,
violadores…

¿Dónde quedaron tus amigos ahora? Te acuerdas que estabas en aquel lugar: la música a un
volumen intolerable para alguien en estado de sobriedad (el cual no es tu caso), el calor y
sudor de la gente que raspaba la pista de baile con sus zapatos, el monótono beat del
reguetón, las luces de tonalidades púrpura chocando contra tus pupilas de almíbar. Y le
diste tu celular a… ¿a quién? ¿Con quiénes ibas? Todo con la intención de no perderlo en la
algarabía. Y mírate ahora, a la deriva de lo que te depare el destino, sin tener cómo volver a
casa, sin saber muy bien dónde está tu cartera o tu celular o cualquier medio que te ayude a
salir de este espacio al aire libre. Eres un ente en medio de la soledad, del frío, la humedad,
el azul oscuro del cielo chocando con el de tu corazón. Pero todo era para olvidar aquel día.
¿A quién se le ocurrió que saliendo de fiesta podrías olvidar esos momentos? ¿Es que acaso
es estúpido, insensible, quién propuso la idea de salir? ¿No sabe lo que la noche le hace a tu
corazón?

Ésa soy yo: la Noche. Y si no es mucho pedir, me presento como Noche, sin el la. Qué
naco y de mal gusto es anteponer un artículo a los nombres propios.

2
Quieres hacer el intento de huir. Pero ¿huir a dónde, o de qué, o de quién? Son tus
vagabundeos mentales los que te tienen así. A causa de aquel día te pusiste a beber, según
tu lógica y la de tus amigos, para superar la situación. Malísima idea, porque ahora estás
peor. Si ya sabes que cada que arribo a tu habitación te pones en tal estado de zozobra,
¿pensaste que introduciendo alcohol a tu sistema ibas a rodearme, darme la vuelta? Ay, los
pobres humanos. Siempre queriendo tener el control de todo, queriendo racionalizar hasta
la situación más indomable. No contabas, honey, con que yo, Noche, no soy más que la
expresión de tu subjetividad, siendo proyectada hacia fuera. Porque necesitabas crearte una
enemiga, alguien a quien echarle la culpa de cuando llegan tus crisis de ansiedad. No soy
yo la culpable de todo lo que pasó. No soy yo quien llegó antes aquel día, eres tú quien me
percibió irrumpir a destiempo. Yo no rompí el atardecer de aquel día, no anocheció antes.
Solo fue tu vida la que se llenó de nocturno. Pero, finalmente, te entiendo. Si yo fuera tú,
actuaría de la misma manera. Buscaría con desesperación la manera de salir del hoyo en
que estuviera. Necesitas certezas, necesitas no sentirte vulnerable. Pero, honey, qué bajo
has caído como para crearte una amiga imaginaria y luego volverla tu enemiga, culparla de
todo lo que te sucede. ¿Qué eres, acaso creyente de la iglesia católica, como para aplicar
esa estrategia? Qué bajo, qué bajo has caído.

Tienes la fuerza suficiente para levantarte del suelo y buscar tu cajetilla de cigarros, el
único objeto que te dejaron tus amigos antes de que los perdieras de vista, todo por haberte
ido con… ¿cómo los perdiste de vista? No importa recordar eso ahora. No tiene relevancia.
Sacas el encendedor y lo accionas. Pareciera que la flama apacigua un poco la gelidez que
se hace patente en tus manos entumidas y tu corazón frígido. Acercas el fuego a la punta
del cigarro que sostienes entre tus labios, aspiras y… el placer del humo inundando tus
pulmones, llevando, aunque tóxico, un poco de calor a tu cuerpo. Y crees estar cantando
victoria, my dear, pero no te dejo disfrutar por demasiado tiempo: mando a una de mis
compinches para hacerte compañía aunque sea un ratito con su manto (sí soy celosa, pero
no tanto, tanto). Se anuncia con unas cuantas gotas, y en cuestión de cinco minutos está
cayendo un diluvio digno de cuento bíblico.

El diluvio limpia las aceras de la ciudad del caos, tapa, junto con toneladas de basura, sus
coladeras. “¿Será que me están tirando baldes de agua en la cara?” te preguntas. “¿Serán
piedras?” insistes. Es culpa de tu incompetencia para arreglar los cables desenchufados de
tu materia gris. Tu autocompasión, te aleja de la paz y te acerca más a la decadencia. Esa
que te ha atraído justo hasta este lugar, donde yo, con una crueldad sobreactuada, te miro
retorcer.

En estos tiempos, a fin de cuentas ¿qué carajos es la paz?, ni aclarándole a los que leen
estas letras qué pasó aquel día, ni dejando de lado las ambigüedades, podría lograr generar
un discurso lo suficiente convincente, lo suficientemente objetivo, para definirla. Pero
digamos, entonces, que aquel día la perdiste.

3
“Afirmación obvia”, pero, a fin de cuentas, el núcleo de este reclamo despechado. ¿Cómo
un hombre le da la espalda y culpa de sus problemas a la noche?, ese mismo espacio donde
los amantes son amantes, donde muere la inocencia de la luz y nace nuestro primer miedo,
el de la oscuridad, que pone a prueba uno de las habilidades más dignificantes de la
humanidad, la supervivencia. Tú cobarde que culpas a la noche de tu propia incompetencia,
ten la dignidad de levantar tu cuerpo intoxicado, sobrevive.

Te levantas entonces, justo cuando se me estaba empezando a acabar la paciencia para


describir tu lecho de muerte. No ves, sólo sombras. Recuerdas el típico cuento de Sófocles,
sobre el hombre, el ser de los mil recursos, aquel a quien sólo el mundo de los muertos
puede detener su carrera. Entonces corres, uno, dos, tres, cuatro, cinco metros y tropiezas,
el agua te hiela el vientre, te duele todo. Cariño, campeón, levántate, corre a tu salvación.
Todo el mundo sabe que es ahora o nunca, que el tiempo se mueve siempre más rápido que
tú. No queda más para ti.

Con tu decrépita manera de levantarte, y con el sonido seco de tu aparatosa caída, atraes la
atención, por lástima disfrazada de empatía, de una mujer que parece reconocerte de lejos.
“¿Francisco?”, pregunta gritando entre la lluvia. El desecho orgánico viviente en el que te
has convertido, apenas puede emitir una voz débil, “Angélica”, y parece que de entre los
mil recursos que Sófocles te acarreó, uno funcionó. Tu alguna vez seductora manera de ser,
cultivó los sentimientos que esa mujer hace tiempo vez tuvo por ti. Ella se acerca
preocupada por su examante, Francisco. Y mi plan de verte morir a la luz de la luna, se
esfuma… Posiblemente.

- Fran, ¿qué tienes?, ¿qué te pasó?


- Otra vez el alcohol, las pastillas, y todo Mariana
- No soy Mariana, soy Angélica. ¿Qué tomaste?
- No sé si fue el Tramadol, el alcohol barato, o las bebidas adulteradas de ese lugar de
mierda, con esa música de mierda.
- Si no te gusta la música y el lugar para ¿qué vas ahí?, ¿por qué tomas opiáceos y
alcohol barato?
- Te necesito
Pocos hombres saben por qué hacen o dicen las cosas, pero tú, hipócrita, manipulador,
tratas de abusar de la compasión de esta mujer para que te ayude a sobrevivir, reviviendo
viejos tiempos donde decía amarte, pero te terminó dejando por patán, con justa razón.

- Por favor, Mayra, ayúdame.


- No te debo nada, a ti Francisco, yo te dejé por algo y te voy a ayudar porque soy
buena persona. Pero si sales de esta, igual olvídate de mí, como estábamos antes.
¿Está claro?

4
Sabes que tu devaluada persona no merece ni las migajas que esta mujer te acaba de
ofrecer, pero asientas con la cabeza porque a fin de cuentas eres más adicto a la vida que a
las drogas. Maldito bastardo enfermo.

Y es que naciste marcado, tu padre era un desgraciado abusador y tu madre una neurótica
ama de casa que siempre permitió que la autoridad paterna les apretara el cuello, y les
dejara respirar cada que se le daba la gana.

El poder despótico que tu padre ejerció en tu conciencia, físico, y sentimientos, te dejó


tocado. Noche se volvió tu única amiga. Cuando papi y mami no estaban, brillaban las
estrellas, la luna te contemplaba enamorada, pues a pesar de todo naciste también con la
belleza de Narciso. Pero tantas malas cosas, y tantas frustraciones, te transformaron en una
versión adulta de tus padres. La cobardía de tu madre para enfrentar sus problemas, el
machismo, e hipocresía de tu padre, los tienes.

No hay justificación para un hombre, que ya adulto, nunca pudo terminar de asimilar los
traumas que sus padres le dejaron, y superarlos. Mucho menos cuando deja que esos
traumas impregnen a sus semejantes. Yo era tu amiga en esos malos momentos, sobrevivías
en mi oscuridad.

A fin de cuentas, Angélica gritó los policías por ayuda, y extrañamente, en México, una
ambulancia llegó en cuestión de minutos (quizá esto le reste verosimilitud al discurso,
perdonadme). El hombre de la ambulancia le pide a Angélica que te acompañe, a la sala de
urgencias. Angélica acepta. Te suben en la camilla al vehículo. Arrancan. La velocidad de
la ambulancia y su grito son ferozmente inverosímiles, y ahora con tus últimos alientos
empiezas a cantar esa canción tranquila, pero oscura, que tanto me gustaba que me cantaras
con tu guitarra a la luz de la luna: “Noche no te vayas, quédate con nosotros para siempre.
Tú que sabes que somos dos amantes que vivimos dos vidas diferentes. Noche no te vayas,
míranos que felices nos sentimos. En un mundo de amor incomparable. En un mundo que
nunca conocimos.” Angélica, te mira, y comienza a querer llorar, el paramédico te trata de
estabilizar, el que maneja, pisa más el acelerador, y yo, caigo rendida ante la melancólica
puesta en escena que acabas de realizar. Tú continuas: ”Noche no te vayas, déjanos en tu
manto eternizarnos. No queremos vivir, el nuevo día, preferimos morir, que separarnos.”

Todas las personas hasta la más desgraciada, sufren su muerte de alguna manera. Esta
relación humano-vida, es excepcionalmente adictiva y dañina, como todas las drogas. No
me sorprende que me cantes así, no me sorprende que me remitas a tus épocas en donde
aún no me culpabas de todo y nuestra relación no estaba muerta. Aun así, no puedo
interceder, entre la muerte y tú, es algo de lo que tendrás que salir.

La maratónica carrera de la ambulancia al hospital casi llega a su fin, empiezas a oír los
lloros de tus familiares el día de tu funeral, el corazón roto de tu madre, la indiferencia de tu
padre. Tus amigos que te valoraban a pesar de tu horrible personalidad, empiezas a conocer

5
qué es la compasión. Quieres rezar, pero todos los dedos apuntan a un Dios ciego, sordo, y
mudo. Un ente superior que no se preocupa por hormigas como tú. Luego entonces, Dios
no existe para ti. Te dices, “Ni muerto le rezo a nada”. Y te preparas para caer al suelo con
dignidad.

Es respetable que no pidas piedad, es renunciar a tu ego, ese ego gigantesco que la
humanidad tiene como para pensar que un ser superior a ella se preocupa por sus problemas
o vidas. Yo, Noche, he estado toda la eternidad y jamás un ser superior se preocupó por
basura espacial, como ya lo dijo un hombre sabio “Todo orden (como el planeta Tierra y
sus seres humanos) no importa que tan “bello” sea, tan solo es como basura esparcida por el
caos (la pintura misma del universo)”.

Habiendo alabado tu decisión de no rezar en un momento tan crítico de tu vida, continúo


narrando tu historia.

Señoras y señores, bienvenidos a este circo funesto. Francisco Barrales está a punto de
morir en el cuarto de urgencias del hospital de Xoco, el muy imbécil no tenía seguro.
Noche no lo puede ayudar, Angélica ya les llamó a sus familiares y se largó quitada de la
pena del hospital. La sala de espera es un mar de lágrimas, angustia y desesperanza, es la
“crónica de una muerte anunciada”. Perdóname por plagiar tu nombre Gabo.

El doctor sale, y da su veredicto, el paciente ha caído casi en coma por intoxicación etílica.
Tal vez se pueda salvar con una hemodiálisis. El reloj va lento. La madre da la noticia a los
pocos familiares que están en la sala y todos se sientan a esperar en la sala con caras de
preocupación. Parece que se viene un funeral lleno de anécdotas sobre Francisco y la
excelente persona que fue. La típica hipocresía de los seres humanos frente a la caja. Dama,
caballero, ¡pase a ver!

Después de unos minutos una enfermera se acerca a decirles que ya empezó el


procedimiento, milagrosamente en Xoco sí tienen los materiales para tratar eso. Una señora
chismosa se acerca a la madre de Francisco a preguntarle qué le pasó a su paciente,
“Intoxicación etílica”, y empieza el chisme, “Fíjese, que al sobrino de una amiga también le
pasó eso, y no aguantó, acaba de tener muertito la semana pasada, dios la bendiga. Ojalá
salga bien”. Contesta: “gracias, señora”.

La madre de Francisco se culpa por lo que está pasando, por el padre y la mala vida que le
dio a su cría. Pero no, el verdadero culpable es su hijo, que ya adulto nunca superó sus
traumas. Y vaya que tuvo sus chances.

Regresando al tema central. ¿Qué pasará con Francisco?, la hemodiálisis es un proceso muy
agresivo. La cantidad de alcohol está muy por encima de los límites que su cuerpo tolera.
Yo lo iba a ver morir a la luz de la luna y en la calle, pero Angélica le dio su última
oportunidad. Parece que el doctor ya salió a dar el veredicto final y ¿qué creen?

6
Franciso, al parecer, no quiere morir esta noche. Me parece absurdo. Tanto alcohol, tantas
drogas corriendo por tu sangre, llegando a tu cerebro… qué desperdicio. Te estuve
observando durante mucho tiempo, ¿sabes? Tantas veces me culpaste por todo lo que salía
mal en tu vida que ahora, en tu lecho de muerte, no puedo hacer más que disfrutar el
espectáculo. Ya puedo saborear tu alma, qué asco.

“Mariana, ¿dónde estás?”. “Perdóname, Mayra”. “Angélica, vuelve por favor”, sigues
repitiendo nombres de personas que ya no están aquí, estás sudando frío en esa cama de
hospital, aferrándote a esa vida de mierda que has llevado hasta hoy. A Mariana la mataste,
Mayra sigue internada en el hospital psiquiátrico y Angélica, bueno, Angélica se fue.
¿Sabes algo? Me gusta sentir que te asfixias, así como asfixiaste a Mariana. Algo en tu
cerebro se está quemando, está ardiendo, y probablemente no vuelva a funcionar igual.
Ojalá pudiera creer en Dios para llamarle castigo divino.

¿Recuerdas esa noche? Era temprano, quizás las 8, apenas había llegado yo a observar
cómo mandabas tu miserable vida al carajo, poquito a poquito. Le mandaste un mensaje a
Jhonny: “¿Cuál es el menú de hoy?”, él te contestó a secas “De todo”. Tardaste veinte
minutos en revisar tu cartera, el presupuesto de esa noche eran $2,300. Te sentías bien.
Pediste cocaína, éxtasis y mota. Pénsaste “vámonos parejo” y ordenaste 1 gr. de cada dulce.
Entraste en confianza demasiado rápido, ese siempre fue tu error, honey. Johnny llegó en
45 minutos a tu casa, ya se sabía de memoria la dirección. Mariana llegaría dos horas más
tarde.

Probaste la cocaína primero, sabías que por su efecto casi inmediato lo saborarías más que
cualquier orgasmo. Cerraste los ojos y como si te hubieran lanzado un balazo directo en la
frente, sentiste tu corazón acelerarse. Qué rico. Ay, darling, cómo me hubiera gustado
detener ese corazón maldito, apretarlo hasta enterrar mis uñas largas, una por una, y
chuparle toda la sangre, toda la vida. Pero me divertía verte hasta la madre, tengo que
admitirlo, esperaba con ansias el momento en que te mataras así, rapidito de un pasón.
Recuerdo tus pupilas dilatadas a punto de explotar, como un globo que ya no soporta más
aire. Te metiste unas tres líneas y qué comience la fiesta. Un trago, dos tragos, tres tragos,
otra línea, la música que se coordina con los latidos, otra línea. Espera, no es lo único que
tienes. ¿Dónde dejaste lo demás? Ah, están en el bolsillo de tu pantalón.

El éxtasis te hace sentir bien. No, el éxtasis te hace sentir, te emociona, sientes que estás
volando en un cielo azul clarito, que el aire te pega en la cara y te limpia los pulmones. Te
sientes con ganas de acostarte con alguien, de tener uno, dos, tres orgasmos, hasta que el
cuerpo aguante. No, tienes ganas de acostarte con Mariana. Volteas a ver el reloj que traes
en la muñeca pero no distingues los números, te das por vencido fácilmente. Escuchas a lo
lejos unas llaves tratando de abrir la puerta de tu asqueroso departamento. Era Mariana.
Ella te aguantaba tus borracheras, que te drogaras a punto de sobredosis… pero Francisco,
por dios, deja de insistir en tener sexo con Mariana.

7
Qué ridícula y humillante debe ser tu vida, honey, para forzar a alguien a acostarse contigo.
Me das asco. Tomaste a Mariana del cuello y la obligaste a quitarse la ropa, ella siente que
las piernas le tiemblan, necesitará tiempo antes de poder caminar. Se siente sucia, ridícula,
perdida, pero sobre todo expuesta. Está asustada pero te obedece porque te tiene miedo. Si
no te mueres, te prometo que te mato, darling. En la cama te sientes como incendio, todo lo
que tocas lo quemas, estás ardiendo, sudando y lo quieres todo. Mariana se queda tumbada
encima de las sábanas, no sabes qué dice, qué siente, qué quiere. Solo importas tú. Tú
quieres la cima, abarcarlo todo. No dejas de ver el techo del cuarto imaginando que estás en
el edificio más alto de México, la Torre Reforma. No, en el edificio más alto del mundo y
te sientes el más cabrón.

Es el orgasmo más rico que has sentido, benditas drogas, bendito Johnny. En un abrir y
cerrar de ojos, el edificio se acaba, las luces de la ciudad se apagan. Sientes que las manos
te duelen, has apretado algo por tanto tiempo que la tensión se te ha ido a la cabeza, te
duele. Volteas a todos lados y descubres tu crimen: Mariana dejó de respirar hace un buen
rato, probablemente mientras tú gritabas a los cuatro vientos tu nombre. Es imposible que la
hagas respirar, intentas de todo: respiración de boca a boca, RCP, estás a punto de llamar a
la ambulancia pero recuerdas las drogas, el alcohol. Eres un maldito criminal, un cobarde.
Huíste del departamento quién sabe con qué intenciones y desapareciste entre tanta ciudad.

Yo nunca dejé de observarte, de juzgarte. ¿Creíste que te olvidaría así de fácil? Por favor,
honey, deja de ser tan iluso. Hay tantas cosas que podría hacerte para que pagaras por ese y
tus consecuentes crímenes, pero no. Prefiero ver cómo tratas de luchar por despertar de ese
coma, disfruto ver cómo le duele a tu cuerpo hacer tantos esfuerzos por volver a la vida.
Pero ¿para qué? ¿Para qué quieres regresar? Aquí voy a estar esperándote para atormentarte
en cada respiro, en cada parpadeo, en cada intento por hablar y pedir ayuda. Vas a volver al
alcohol, a las drogas, a ser el criminal que eres y ahí voy a estar yo. Como una voz en off te
voy a repetir lo miserable que eres, lo patético que resulta estar hablando de ti. Vas a ver
cómo de ese coma no vuelves jamás, aunque despiertes. Pero la culpa no es mía sino
enteramente tuya. Por adicto, por macho, por misógino, por violador, por asesino. Honey,
nunca me vas a olvidar, te lo prometo.

No podías con el relámpago de recuerdos en el que te encontrabas situado. Al escapar de


aquel sucio lugar aún estabas ahogado en los efectos de los narcóticos. Cuando saliste
corriendo ni siquiera reconocías las calles por las que tanta vida habías pasado, Palma,
Católica, Motolinía y ahora ¿hacia dónde? La respuesta no la encontraste y seguiste
andando hasta refugiarte en las callejuelas donde se encontraba la vecindad de aquel viejo
amigo de la secundaria. Sabías por los tiempos en que salían juntos que de noche el portón
se encontraba abierto, pero como el secreto sólo lo sabían los habitantes y conocidos, se te
hizo fácil entrar y dormir al fondo lejos de donde vivía Alberto, si es que aún se encontraba
allí. ¿Por qué ahí? ¿Qué buscabas en ese viejo lugar? Antes de responder caíste.

8
Fue hasta salido el sol que los vecinos te echaron del lugar. Tu sola vestimenta daba asco
pues supurabas hedor a alcohol, vómito y sudor. ¿En qué momento sucedió? Y como si
fuera casi un reflejo, al oler la mancha depositada al borde de tu camisa recuerdas la escena,
o al menos eso te parece. Una pesadilla terrible, sí, sólo fue eso. Recuerdas su mirada
dirigida hacia la cabecera escapando de tu rostro regocijado, recuerdas la pérdida de calor y
lo tenso que se encontraba ahora el cuerpo, recuerdas el asco que sentiste en ese momento
aún enganchado con tus manos a Mariana y en el fondo aún te deleitabas de lo que acababa
de suceder.

¿Qué ibas a hacer? Es tu departamento. Bueno, también ella estaba ahí por lo que era suyo.
Era. Tenías meses de conocerla y habías escuchado la emoción que le causaba salir por fin
de casa de sus padres, sabías lo inocente que era su vida en aquel departamento de mala
muerte, pese a ello resistía tu presencia en aras de continuar su sueño de vivir en el centro
de la ciudad, del país también. Ella venía de Hidalgo y no puedes ni acordarte del estúpido
nombre del pueblo del que era su familia. Mientras caminas de regreso a aquel podrido
lugar te mata la crisis de ansiedad. Miras en los bolsillos de tu pantalón y no encuentras
nada. Ni siquiera un cigarro ni la grapa, ni si quiera un toque, ningún dinero para una lata.

Quebrado por el terrible sabor ferroso que invade tu boca y tu garganta, empiezas a tomarte
en serio el asunto. ¿Qué harás cuando el sábado Mariana no esté en la estación de
autobuses? ¿Qué harás para explicarles? ¿Y a quiénes lo harás? Sigues caminando y la
desesperación aumenta, tan sólo si tuvieras algo de feria te pelarías lejos de aquí, total ¿qué
van a hacer sus familiares? Pero te baten de nuevo las remembranzas de algunos meses.
Recuerdas haber visto en tu muro las publicaciones en protesta por aquella chica ahorcada,
o de la desaparecida que encontraron calcinada, recuerdas los comentarios llenos de coraje,
indignación y tristeza, recuerdas los desmadres que hacían en las calles y que tú veías con
repugnancia desde la ventana de tu departamento. Dime, honey, ¿qué sigue ahora?

Te encontrabas a tan sólo una cuadra. Los ojos te pesaban terriblemente, cada que
parpadeabas veías ese rostro y esa mueca desagradable parecía suplicarte, parecía
maldecirte. Pese a que aún no llegaba el mediodía, la lluvia se anunciaba opacando los
edificios de las calles aledañas, así es al menos en esta época del año. Entras. Subes cada
escalón como si fueran cumbres. Miras cómo la vecina del departamento de abajo mete
rápido a su pequeño hijo que juega en las escaleras, te mira con sumo desprecio, aún
después de todo el ruido inmoral que sueles hacer en las noches te atreves a presentarte al
edificio hediendo a mierda. Ahora estás al frente del 4B. Abres los ojos, pasas saliva, tus
piernas tambalean y sientes como del pecho un doloso asco se esparce por tu cuerpo.

Cuando abres la puerta encuentras una turbada tranquilidad. La ventana abierta, el piso algo
sucio, tus platos de hace unos días y el sillón desacomodado, justo donde Johnny y tú se
habían sentado y habían inhalado juntos, claro, antes de que este partiera (porque partió,
¿verdad?). Te acercas al cuarto que te pertenece y el asco vuelve a invadirte. Antes de eso

9
decides buscar en la alacena el frasco de café en el que guardas la mota. Eres tan inmundo
que no eres capaz de asimilar tus actos sin un respiro. Cuando por fin te has logrado
tranquilizar, o al menos es lo que cree tu mente al engañar a tu cuerpo, pones tu mano en la
chapa. No da vuelta, parece estar atascada y eso sólo te vuelve a irritar hasta la
desesperación de comenzar a golpearla. Parece no haber otra opción, das dos pasos hacia
atrás y de una recta patada tumbas la cerradura.

Vaya que es curioso que de todas las borracheras que te has puesto, al día siguiente no te
haya importado el no acordarte de nada, el olvidar y el sentirte liberado de cualquier
atadura con las acciones del pasado. Esta vez no es así, Darling, pues no puedes dar crédito
a lo que ahora te acontece. No hay nada o nadie. La cama está manchada, hay un olor
inmundo a sexo en el cuarto y las sábanas al tocarlas parecieran estar congeladas. Empieza
a llover y las gruesas gotas parecen estar tocando y llamándote desde fuera.

Después de una pausa un sudor frío te recorre la nuca, la escena no podría ser menos
impresionante. No hay rastro de Mariana y empiezas a dudar de ti mismo, juras que todo el
placer y el asco que sentiste por primera vez como un mismo umbral fueron de verdad.
Sales corriendo y abres cada puerta del departamento, ni en el baño, ni en el cuarto de
Mariana, ni en la cocina ni en la sala. Abres los clósets empolvados, la repugnante ducha, el
inservible horno de la estufa. Por un momento se ha esfumado ella con todo indicio de lo
que sucedió anoche, porque sucedió… ¿verdad? Sólo tú lo sabes o quizás sólo yo lo sé.
Mientras te tumbas en el sillón empiezas a idear qué es lo que viene. No tienes una idea del
cuánto me gusta verte así, rasguñándote, jalándote el cabello, con las manos crispadas
sujetándote por encima de los temporales. Entretanto la desesperación te llena, afuera el día
corre, en las calles llueve y el péndulo oscila. Era el momento de llamarle.

Buscas tu celular, ¿en dónde está? ¿Cuándo fue la última vez que lo tuviste en tus manos?
No lo encuentras y empiezas a desesperarte, necesitas hablar con ella. Avientas todo, no
recuerdas cuándo limpiaste tu departamento, pero a juzgar por cómo se encuentra hoy, fue
hace mucho. Te maldices. Esperas encontrar el celular en el desorden, fallas. Quizá sea
mejor un mensaje, internet es la opción.

La ansiedad y el bajón están llegando otra vez, siempre lo olvidas: las drogas no se van sin
tomar lo suyo. Decides sentarte y continuar después con lo que estabas haciendo, te
preguntas qué es lo que hacías y el incremento del malestar te interrumpe.

Primero taquicardia, te cuesta trabajo respirar, luego la tristeza que hoy es más fuerte que
otras veces, ese sentimiento negro que te envuelve y te hace llorar como un niño pequeño.
La soledad, como si no fuera ya vieja compañera tuya al igual que yo. Te levantas, caminas
de un lado a otro y te vuelves a sentar mientras te repites a ti mismo que va a pasar, que no
es nada. Me fascina verte sufrir así. Lo mejor de un drogadicto como tú es verlo indefenso,

10
asustado, comiéndose las uñas, volteando a todos lados, tratando de resistir frente a sí
mismo.

¿Qué ibas a hacer? Mariana. Buscar tu computadora para enviarle un mensaje a Mariana.
Es increíble que hasta ahora recuerdes que en una urgencia (en ocasiones escapar de la
realidad también puede ser urgente) empeñaste tu laptop para conseguir dinero y esa cosa
deliciosa que te puso así.

Por un momento piensas que fue el éxtasis, la coca y el alcohol de anoche. Quizá sólo haya
sido un mal viaje, quieres pensar que fue un mal viaje, pero dudas: no puedes recordar lo
que pasó, ni ayer ni durante tiempo atrás. ¿De dónde conoces a Mariana?, ¿cuándo fue la
última vez que la viste?, ¿cómo adquiriste el sillón en el que estás sentado? No pudo haber
sido sólo eso, tuvo que haber algo más. Te desespera no entender qué sucede. Esta es mi
versión preferida de ti, después del caos: intentando poner orden.

Cada vez te sientes más en el hoyo, no sabes si eres tú, las drogas o ambos. ¿Recuerdas qué
te metiste? ¿Por qué lo hiciste? Por simples ganas de fiesta no, ya no. Hace mucho que se te
habían ido y caíste en este espiral que te impide alejarte de todas las drogas que ingieres
con más y más frecuencia desde aquel día, desde lo que pasó con Mariana.

Te sobresaltas, no recuerdas lo que pasó, ¿o sí? Piensas en si todo lo de hace un rato es


verdad o no. ¿Fue hace un rato? Por primera vez desde que se te fue el efecto de la droga
(¿drogas?) te preocupas por el tiempo, sin embargo esa preocupación se esfuma
rápidamente, hay cosas más importantes, al menos por ahora.

Ya olvidaste cuándo fue la última vez que comiste, tu estómago pide alimento y buscas
algo en la cocina, hay un poco de fruta a punto de echarse a perder. Estás asqueado y llega
de nuevo la ansiedad, te sirves un poco de leche para intentar calmarte y, sin tomarle, te la
llevas a la sala.

No puedes dejar de preguntarte en dónde está el cuerpo si es que de verdad saliste de tu


departamento porque la mataste. Me da risa tu ingenuidad, te sientes incapaz de haber
hecho algo así. Según tu lógica, sólo un monstruo o un loco podría haber hecho algo tan
horrible como eso, pero, honey, ¿acaso tú no eres ambos?

Ni todas las drogas que habías probado hasta antes de ayer te habían hecho sentir como
ahora después de experimentar sus efectos, aún combinadas. Es una sensación nueva, estás
nervioso, te sientes vacío y con una tristeza profunda, un vacío y tristeza nuevos, sintéticos,
los experimentas tú pero no te parecen tuyos del todo. A mí me encanta cómo estás, ahora
en el piso, sufriendo entre el bajón, tu conciencia y tu confusión, con los ojos perdidos y
abrazando tus rodillas, pensando... ¿En qué pensabas?

En qué le hiciste a esa mujer, a quien ni siquiera recuerdas bien, ni a ella ni a lo que pasaron
juntos. No estás seguro de que hayas pasado algo de relevancia con ella, pero te acuerdas de
11
que vivía contigo, eso pare importante. Empiezas a recordar las cosas, aunque a medias; así
es mas divertido para mí, ver cómo el sufrimiento, junto con la memoria, te llegan de a
poco.

Te percatas de que algo huele tan mal que te da náuseas, buscas qué es: puede ser la leche
que trajiste de la cocina para intentar tranquilizarte pero nunca tomaste, tu departamento
que está hecho un asco y que no sabes cuándo fue la última vez que limpiaste, o puedes ser
tú que cargas con un olor horrible a alcohol, sudor y vómito. Probablemente sea todo.

Te preguntas cuánto tiempo llevas ahí intentando recordar, luchando contra el bajón más
fuerte y las emociones y sentimientos negativos más duros que te has inducido. ¿Han sido
horas? ¿Días? Te asomas por la ventana y todo es oscuro, piensas que quizá sea
medianoche. Yo estoy contigo, quiero ver tu reacción cuando te des cuenta del tiempo que
has estado aquí, así.

La mujer, el cuerpo de la mujer inerte de nuevo en tu mente. Intentas acordarte de su


nombre: Angélica. No, Mayra. No. ¿Cómo era? Mariana.

Tanta locura, tanto estrés, tanto malviaje, todo desatado por no saber ni siquiera el nombre
de la mujer que mataste –¿o no?–. La resaca aun te tiene mal; te tiene atrapado. ¿Qué vas a
hacer?

Algunas personas buscan evadir los problemas antes de confrontarlos por muy graves que
sean. ¿Qué tipo de persona serás? ¿Evadir? ¿Afrontar? ¿Es momento de ser alguien más?
Aun cuando me molesta lo que eres y lo que haces, honey, estoy intrigado contigo. Puedo
enfocar mis ganas en alguien más; sin embargo, ¿por qué me intriga lo que hagas? ¿Eres la
única persona que no pude lidiar con la irresponsabilidad de sus padres? ¡Ja! No. ¿Eres la
única persona que se droga hasta casi morir cada que puede? ¡Ja! No. ¿Eres la única
persona que violó y asesinó –o no– a una mujer? ¡No! Entonces, ¿qué tienes tú que no
tengan los demás? ¿O sólo será que hay tantas personas como tú que viendo lo que haces
puedo saber lo que el mundo es?

Entonces, ¿qué harás? ¿Afrontas o evades? Recuerdas (me asombra que puedas después de
tanta intoxicación): tienes municiones en caso de escasez. Ahora estás escaso de armas.
Increíble que hayas pensado en eso, ¿no? Pastillas y marihuana. Recuerdas que no sabes
qué pasó la noche anterior: ¿qué hice?, ¿lo hice?, ¿fueron las drogas?, ¿fui yo?, pero
también recuerdas que la única posibilidad de poder verificarlo se ha esfumado. No sabes
qué hacer. ¿Qué harás? Me gusta verte dudar tanto que estás al borde de colapsar. ¿Seguirás
perdiéndote en tus recuerdos, no sabiendo si mataste a una mujer? ¿Regresarás a tu
presente, que no parece diferente a tu pasado? Yo preguntando tanto y tú congelado del
miedo. ¿Es miedo? ¿Es indiferencia? ¿Qué es…? ¿Qué es…? Después de todo, tu madre
está al lado tuyo en el hospital culpándose por la mala educación que te dio, porque es su
culpa, ¿no? Tú eres lo que eres porque ella fui contigo cómo fue. ¡No!

12
¡No te importa lo que hiciste hace unas horas! ¿Será por qué no recuerdas? ¿O por qué eres
lo que eres? Después de todo, parece que no le importas a nadie (¿será que a tu madre sí?) y
parece que a ti no te importa nadie. No sabes el nombre de la persona que mataste –¿la
mataste?–. ¿Soy yo la que está jugando contigo –ya sabemos que soy celosa y que no
puedes escapar de mí– o eres tú el que juega contigo mismo? ¿Sigues drogado o está
pasando lo que está pasando? ¿Por qué no recuerdas lo que hiciste anoche y por qué no está
Mariana –porque ese es su nombre–? ¿En serio es por las drogas o simplemente no quieres
recordar? Es más fácil no recordar, ¿no? Pero ¿por qué no que quieres recordar? Porque
¿bien sabes lo que hiciste? Yo sé lo que hiciste, ¿tú lo sabes?

¡Reacciona! ¡Haz algo! Quiero saber qué persona eres aunque ya lo sé: quiero ver que tú te
enteres quién eres. ¿Fiesta o averiguar qué hiciste? Ya sabes que hay una fiesta en la cual
puedes ser quien siempre eres, no obstante, te estremeció volver a tu casa y no ver a
Mariana, a quien viste tirada, sin moverse, sin respirar, estrangulada por ti hasta la muerte
horas antes. Tienes tanto miedo de lo que pasó que no quieres saber. Decides no saberlo…
por ahora; prefieres evadirte… por ahora.

Prefieres volver a drogarte después de recordar que tenías pastillas y marihuana guardadas.
Es de noche otra vez. Puedo seguir tus pasos otra vez. ¿Otra vez te perderás en la inmensa
felicidad que te dan las pastillas y las risas interminables de la marihuana mientras de fondo
aparece la imagen de Mariana y la incertidumbre de no saber qué pasó con ella? Para ti es
normal estar bien volado todo el tiempo. ¿Qué puede salir mal esta vez? Pero ¿es normal no
saber si mataste a una mujer horas antes? ¿Y es normal regresar y no encontrarla? Te
desconcierta tanto no saber si las drogas te hicieron hacer eso o si las drogas te hicieron
pensar que hiciste eso. Porque, de otro modo ¿cómo te explicas que ella ya no haya estado
donde la dejaste, donde la mataste?

¿No disfrutas la fiesta? Yo disfruto saber que no disfrutas la fiesta, porque te carcome el
hecho de no saber lo que hiciste. Entonces, dinos, pues, ¿qué hiciste? Porque matar a una
mujer, aun cuando en este país se haya convertido en algo que pasa todos los días, no es
matar sólo a una mujer sino a un ser humano; es quitarle la vida a alguien a quien le
importabas —¿le importabas? Según tú a nadie le importas—; es seguir reproduciendo el
asesinato ad infinitum; ¿es normal que sea así? En los hechos sí, pero ¿deber ser así? Matar
te convierte en un monstruo. Y mira que yo sé todos los compinches que tiene: violadores,
secuestradores… Matarla sólo porque estabas drogado y no te enteraste de lo que hiciste;
¿en serio no te enteraste o fingiste no enterarte? ¡Ja! ¿No te enteraste? Sí que lo sabes, por
eso estás al borde de la destrucción, de la muerte, de no ser nada nunca más, de finalmente
dejar este mundo, y así olvidar todo.

Te encuentras en la fiesta con unos amigos que no supieron de ti cuando te fuiste de la


última fiesta a la que fuiste, la que acabó contigo ahorcando a una mujer. Te preguntan por
lo que pasó ese día, y por qué te fuiste sin decir nada. Saben que la droga tiene efectos a

13
veces impredecibles, pero de igual manera se sorprendieron de que te fueras sin que ellos se
dieran cuenta.

¿Cómo estás?, pregunta uno de ellos. Tembloroso, porque ya no la estás pasando bien y con
el miedo de lo que pueda ocasionar la respuesta que puedas dar, no dices nada durante
varios segundos. Ellos empiezan a notar que algo está mal, incluso para alguien que en las
fiestas siempre está drogado. Porque una cosa es drogarte cuando no tienes preocupaciones,
no hay malviajes; otra cosa es hacerlo cuando algo te preocupa y vaya que lo que tú tienes
en mente es monstruoso. Así que ¿cuál es tu respuesta?

Tú dices que a nadie le importas, pero mientras tú estás perdido en tus recuerdos, tu madre
está al lado tuyo, y aunque cerca de la muerte, parece que la esquivas. Dices que a nadie le
importas pero tus amigos están preguntando por ti. Así que… ¿a nadie le importas? ¿O a ti
no te importa nadie? ¿Tú eres el egoísta que asesina mujeres? ¿Quién serás? ¿Alguien a
quien le importa un carajo todo? ¿Alguien a quien le empieza a importar lo que sea?

Pero, yo que te conozco desde que empezaste a fiestear y drogarte cada que podías, ya que
desde ese momento fijé mi vista en ti; he visto que nunca te ha importado nada, ¿por qué
ahora te importaría algo? Después de todo, asesinaste a una mujer horas antes y ya estás de
fiesta otra vez; ya estás drogado otra vez; ya olvidaste lo que hiciste —¿o no?—. Yo que te
conozco desde hace años, sé quién eres y lo que eres capaz de hacer. Y te digo algo: estoy
segura que la mataste, ¿por qué tú no lo estás?

¿Es posible que no lo estés porque eres ese tipo de persona o por qué en realidad no lo
hiciste y fue un efecto asqueroso del bufete de drogas que cada fiesta te metes? En fin, ya
me cansé de esperar a que hagas algo y por fin recuerdes que hiciste con esa chica.

El ir y venir, ese momento en el que tratas de jalar recuerdos mientras el reloj biológico -
con un poco de ayuda de la muerte- te presionan por abandonar este circo llamado vida;
tambores que anuncian el fin, si tan sólo pudieras tener una oportunidad y redimirte, si tan
sólo pudieras pedir perdón por última vez…callas todo, las lagrimas hablan un dialecto que
ni yo misma percibo bien.

¿Qué darías por un paseo más por el parque cuando niño?

¿Qué darías por disfrutar de la sopa de mamá una vez más?

¿Qué darías por darle un beso más a esa niña que tanto te gustaba de la primaria y nunca la
volviste a ver nunca?

¿Qué darías por escuchar a tu padre llamarte mediocre?

¿Qué darías por revivir el momento de tu primer robo?

¿Qué darías por sentir el frío amenazante de la calle noche tras noche?

14
¿Qué darías por adormecer tus manos y labios despues de aspirar esa porquería?

¿Qué darías por ver a tu madre golpeada por tu padre otra vez?

No pinta nada mal lo que viene. Lo he reiterado y mereces sufrir, aunque sea un poco -a
comparación de todas las personas a las que les hiciste daño- y estar, aunque sea unos
momentos en sus zapatos.

Tantas aspiraciones, tantas emociones, cuando agarrabas aquella guitarra que te regaló el
tío Demian y comenzabas con el imponente riff de Love me two times, el último suspiro de
los orgasmos en tu juventud, la risa y cerveza que se podían consumir en la banqueta, en la
casa, patio o en cualquier concierto que nos llamara por la noche, las novelas que leíste
cuando jóven y abrireron tus ojos, me sigo preguntando…¿Qué te paso?

Yo, testigo de tus vivencias, de tus triunfos y derrotas, de tus gritos y de tus llantos, todas
esas veces en las que me pareciabas y en las que me maldecias, me agarrabas de la mano o
yo te cobijaba con mi manto -a veces frío, a veces cálido- no puedo ser tan cruel y
quedarme quieta viendte mientras partes.

¿Cómo intercedo por ti? Si me dieras una pista…pero esque sigo entre la espada y la pared.
No me puedes culpar, no, no soy yo la de la culpa, sin embargo creo que fui complice.
¿Dios? ¿Qué si lo veo más cerca por estar aca arriba? Lo único que veo son estas formas
irregulares blancas que alegran mi velada (a veces) y pájaros, aviones y de vez en cuanto
una que otra ilusión que no llega a nadie.

¿A que te aferras? Las cosas a veces salen mejor cuando las dejas fluir…espero que me
escuches. No es necesario estar colgando de memorias, ni gastes tus ultimas fuerzas en
intentos inútiles de recuperarte, dime…¿a caso no quieres morir un poco tranquilo?
Recuestate en la plancha y trata de poner la mente en blanco, ignorando la luz del
quirófano, los ruidos de las personas que esperar por el regreso de una vida y la voz de los
médicos dando todo de sí para salvarte.

¿Listo? Ya no tiene caso que te estes lamentando ahí mismo, se egoísta y piensa en una
bena salida y que logres llegar al más allá…¿acaso hay un lugar al cual ir? ¿y si te va peor
que aquí? No tienes ni la certeza de que alguien, donde quiera que vayas despues de a
muerte, te este esperando para un castigo de años.

Y así te verás convertido en Sisífo, cargando una y otra y otra y otra vez la misma piedra, la
piedra de tus errores, de tus excesos, de los abusos, de los crímenes, de las decepciones, de
los corazones rotos, de todo aquel que dejaste en el camino; esfuerzos inutiles que nunca te
dejaran llegar al perdón máximo.

15
Si algo te ha caracterizado siempre es la enorme suerte con la que corres, pues lo qu estoy a
punto de decirte podría ser la luz al final del camino. En este hospital vacío, en este espacio
donde las vidas viencn y van, donde se celebra y donde se llora…retumban tacones por los
pasillos, ¿Quién será? ¿esque alguien no aprendió la lección contigo? Estamos en la
delgada linea entre la dependencia amorosa o la piedad, la compasión.

Angélica se mete al cuarto donde descansas despues de la estabilización médica que te dio
el personal del hospital, pero como entra como si cuidara de no despertar a un niño de su
sueño profundo. Con fino cuidado giró la perilla de la puerta, teniendo como objetivo hacer
el menor ruido posible; tú, inmóvil en la antesala del infierno, solo lo ojos puedes mover.ç

Te preguntas ¿vienen por mi? ¿es que acaso me ha perdonado? Pero asi como todo en tu
cabeza se empezaba a aclarar, ella, con toda la sutileza del mundo cerró las cortinas y se
sneto justo al lado tuyo. ¡Háblame! ¡Sácame de aquí, por a dios! La mirada fija, estando
conciente de lo que va a suceder, y de nuevo esa línea, esa maldita linea entre lo bueno y lo
malo, no muestra arrepentimiento pero también sabe lo que esta a punto de hacer.

De su bolsa dio a luz a un arma de calibre pequeño, pero que sin embargo era mortífero,
mortífero como todas esas palabras que dijiste, como la cocaína, la marihuana, y toda esa
porquería que era para ti un escaparate en ese entonces…¿Qué hacer con ella?

Una, dos, tres balas colocó Angélica en el cañon, y giró, giró y giró hasta que la detuvo con
su dedo índice. Vamos a jugar Francisco, la vida es un 50/50 y, para que veas lo compasiva
que soy contigo, tambien va mi vida en juego. Todo por el todo.

Una, dos, tres lágrimas se deslizan por tu rostro, ya ni siquiera eres capaz de expresarte o,
ya en este caso, gritar por tu vida. Estás dentro del juego; siempre lo estuviste y no hay
vuelta atrás.

¡Toc, toc, toc!

Tocan la puerta, tienes suerte, honey, parece ser que es la doctora…. mira, lo es y viene
acompañada de un enfermero. ¡Uy! ¿Viste la discreción con que Angélica guardo el arma?
Me agrada, tiene agallas. ¿Qué te gusto de ella?

-Usted no puede estar aquí señorita, disculpe ¿no es usted quién pidió la ambulancia y se
retiro en la madrugada?

-Sí, soy yo. Perdone mi atrevimiento pero no podía estar tranquila estando en el hospital y
durante esta mañana, sin saber cómo se encontraba Francisco.

-Ya veo, no se preocupe. Por cierto, que bueno que regreso, hace unos momentos entraron
unas personas del ministerio público y quieren hacerle unas preguntas. ¿Conoce a la mamá
del muchacho? Ya está con ellos.

16
Te has salvado Paquito pero ya viste, no por mucho tiempo. Déjame decirte que Angélica
decidió regresar esta mañana después de haber meditado la ayuda que te brindo, y te
preguntaras por qué razón pondría su vida en riesgo e incluso su libertad con ese juego.
Pues bien, cualquiera la pondría al enterarse que salvo de la muerte a un asesino y
drogadicto como tú. ¡Sí! Mira, ya viste, la doctora trae el recorte de un periódico y si miras
bien, se lee que en el encabezado dice algo como “Mujer…muerta en una bodega de la
CDMX”, y también se alcanza a ver en la fotografía la figura de algunas bolsas con partes
de cuerpos pixelados para salvaguardar la integridad de los imbéciles. ¿No crees que es el
de Mariana?

-¿Cómo te encuentras muchacho? Muchos no sobreviven lo que tú…. El enfermero te va a


tomar la temperatura y te pondremos una inyección. Sabemos del estilo de vida que llevas y
para tu suerte te administraremos una dosis de morfina, muy pequeña pero que los de tu
clase disfrutan por más mínima que sea.

Vaya, hasta la doctora se da el gusto de burlarse de ti. Y qué maravilla, la sociedad, el


hospital, la doctora y el enfermero, no te van a dejar sin droga el día de hoy, felicidades
muchacho. Hoy no vas a tener que preocuparte por andar puesto, y qué delicioso ¿no,
bastardo? desde temprano.

-Te seré claro muchacho, la policía viene por ti, dicen que mataste a una jovencita y las
cosas indican que era tu novia ¿No sabes cómo no quisiera ser yo quien esté procurando la
salud de una escoria cómo tú? Mira, en el periódico salió hoy la noticia de un cuerpo
hallado dentro de una bodega a unos metros de donde te recogió la ambulancia. Uno de los
camilleros se percató de un olor que le pareció al de un cuerpo en estado de
descomposición y dio avisó a las autoridades, de inmediato se realizo la investigación,
encontraron una puerta abierta, y la llave de la puerta, en el sitio en el que fuiste atendido.

¡Ay Francisco! Qué alegría siento, hasta la abstinencia que comenzabas a sentir se
desvaneció por la noticia y el enfermero ni la morfina te ha inyectado.

-Enfermero, administre la dosis y tome nota de la temperatura en el registro del paciente.

No te preguntes ya por Angélica, ella estará satisfecha con la declaración y por el hecho de
saber que te vas a pudrir en la cárcel. Sabes, también, me apena la situación de tu madre, la
culpa la va a perseguir el resto de sus días…. El enfermero a tomado tu brazo ¿Qué tal?
¿Mejor que el Tramadol? Vaya que sí, hasta yo lo siento, hay de opiáceos a opiáceos….

¡Oye, honey! No creas que voy a dejarte un solo, no lo haré ni un momento, no puedes
escapar de mí, he estado desde siempre sólo que tome más fuerza sobre ti desde aquel día.

Me diste todo, hiciste de mí una mirada minuciosa y severa que envolvió cada una de tus
acciones pasadas, presentes y futuras. Me diste toda la legitimidad para convertirme en tu
jueza primera y única, piénsalo, tú accediste a mi juicio y a mis críticas. Dicho esto debo
17
aceptar que al final, no fui yo quien te acorralo la noche pasada, fuiste tú mismo ¿Acaso
buscas el perdón de alguien? Mariana ya no está viva para hacerlo y todos aquí en el
hospital y allá afuera te desprecian.

Siempre le habías hecho caso a la otra voz, ¿Cuál voz? Ni siquiera eso es, pero vaya que
supo comunicarse muy bien contigo para que aceptaras todos sus deseos, siguiendo todo al
pie de la letra. ¿Qué sucede? oh, darlin, no estás disfrutando esta dosis de morfina. Qué
pena. ¿Pero qué haces? ¿Tratas de recordar cómo fue que Johnny te ayudo con el cuerpo de
Mariana? Si, así es, yo lo sé todo. ¿Cómo no lo iba a saber si yo estuve allí, junto a ti,
tratando de detenerte todo este tiempo? Pero te lo digo una vez más, y te lo repito con
mucho gusto, preferías obedecer a los deseos de aquel chantajista que te seducía por un
poco de placer….

Llamaste nuevamente a Johnny, le dijiste que había olvidado unos paquetes de coca para
que el idiota regresara y en el lugar lo amenazaste con denunciarlo si no te ayudaba con el
cadáver. La metieron en una maleta y subieron al auto del hermano de Johnny que llego al
poco tiempo. Que mentira le dijeron al hermano: “Son x kilos de cocaína, por eso pesa
tanto y los vamos a dejar en una bodega que renta mi jefe en el centro de la ciudad”. El
hermano de Johnny no sabía que su hermanito pensaba moverse solo y que la bodega con
algunos paquetes con droga le pertenecían a él. Dejaron la maleta, Johnny te dio las llaves y
se fueron a drogar y tomar por allí. Regresaste pero no encontraste a Mariana, no sabías que
había sucedido con ella y no quisiste saber en realidad que había sucedido…. Así que me
visibilizaste, me volteaste a ver, me pediste ayuda, me diste fuerza desde aquel día y aquí
estoy…. Fue así como fuiste a dar a ese lugar, no esperaba el encuentro con Angélica, que
lindas son las casualidades.

Así es querido, bienvenido al juego ¿No crees que es mejor este viaje que el que te daban
las drogas? Claro que lo es. No hay viaje más volado que la propia existencia.

Escuchas eso, vienen por ti y por mí, por nosotros.

18

Potrebbero piacerti anche