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Memoria divina impulsadora | Jesús

La energía inquieta y repentina que impulsa el alma en la búsqueda de


la Verdad, es motivada por esas memorias de Maestría Divina y
dignidad, en las cuales nació cada conciencia individual, y a las cuales
algún día cada conciencia tendrá que regresar.

Esa conciencia se impulsó a su mundo mediante la confianza y fe en el


poder de Dios.

Esa confianza que viene a través de la contemplación, de la


Aplicación y de la dedicación de sus energías vitales, hasta que sus
sentimientos ya no juren más fidelidad a las sombras, hasta que las
energías de sus auras no sean ya mas puestas en movimiento
turbulento por esas apariencias aterradoras (en verdad, estas
apariencias no tienen más poder que el que ustedes le dan); hasta que
cada uno de ustedes llegue a la plena madurez de su propia Conciencia
Crística.

El hombre de este tipo, anclado emocionalmente en el Todo Poder de


Dios, es suficiente en cualquier era para transformar las energías de las
masas. Es suficiente para educar y desarrollar dentro de sus
sentimientos esa seguridad, esa convicción que el Poder de Dios
invocado actúa sin falla.

Sensato será todo aquel que ponga su conciencia adentro, y que


presione sus cuerpos contra la Presencia viviente de los Maestros
Ascendidos de Sabiduría y, mediante el contagio, absorba en las
energías del ser esa confianza y fe en el poder del Todopoderoso.

Tomado del libro: Diario del Puente a la Libertad – Jesús – pag 53


Señor, haz de mi un instrumento de tu paz.
Que allá donde hay odio, yo ponga el amor.
Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón.
Que allá donde hay discordia, yo ponga la
unión.
Que allá donde hay error, yo ponga la verdad.
Que allá donde hay duda, yo ponga la Fe.
Que allá donde desesperación, yo ponga la
esperanza.
Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz.
Que allá donde hay tristeza, yo ponga la
alegría.

Oh Señor, que yo no busque tanto ser


consolado, cuanto consolar,
ser comprendido, cuanto comprender,
ser amado, cuanto amar.

Porque es dándose como se recibe,


es olvidándose de sí mismo como uno se
encuentra a sí mismo,
es perdonando, como se es perdonado,
es muriendo como se resucita a la vida eterna.

(San Francisco de Asís)

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