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Imaginemos que estamms en una feria, en esta feria hay una casa, pero ésta es diferente a

las que conocemos, pues está llena de espejos. Unos son grandes, otros pequeños,
también los hay redondos y cuadrados, además, cada espejo refleja de manera particular.
El primero hace regordete, el segundo delgado, el tercero deforma el rostro, y así, el resto
reflejan de maneras picaras, siniestras e incluso tristes. Así, como cada espejo es un
cuento. Unos dan miedo, otros risa, algunos melancolia, entre otras cosas. Como en la
feria cada uno hace ver algo propio de sí. Tal vez es la forma, o bien el contenido, sin
embargo, todos te hacen sentir algo.

Recuerdo el primer espejo que vi, no era realmente como los de las señoritas, no tenía
mango ni tocador que lo sostenga, simplemente agua, ese fue mi primer espejo. También
recuerdo mi primer cuento, tampoco era el típico relato de: "Erase una vez", no,
sencillamente mi madre nos contaba su día. No obstante ambas cosas siempre me
sorprendían.

Más adelante aprendí que ni los ríos, ni los vidrios o cualquier cosa que refleje son
espejos, también que los chismes, noticias ni todo lo que se narre son cuentos. Pasó
mucho tiempo para saberlo, pero bien dicen que mientras más se conoce, más preguntas
surgen y conmigo no fue la excepsión.

Comencé buscando espejos grandes, esos que dejan ver todo, desde los pies hasta la
cabeza. En cuanto a cuentos también empecé con los que te enseñan todo, el lugar, los
protagonistas, entre otras cosas: "Había una vez en un pueblo muy lejano una niña
llamada...", y bla bla bla, te enterabas incluso que le encantaba el rojo. Después me seguí
con los de bolsillo, los que apenas y te muestran el rostro. En los cuentos también
cambié, leía relatos donde unicamente se sabía algo de los personajes, ni más ni menos.

Con el tiempo aprendí mucho sobre los espejos. Si pones uno frente a otro se crea un
laberinto, asimismo, supe que los cuentos también pueden enredarse unos con otros, hasta
formar una especie de historia larguísima como las de Boccaccio o Chaucer.

Descubri que hay espejos con diferente funciones y también cuentos. Y por eso hablaré
de estos últimos, pero para seguir con esto de la espejeada empezaremos con "Cordelias"
de la investigadora y narradora mexicana Adela Fernández.
Contado en primera persona, con narrador testigo, "Cordelias" cuenta la historia de una
niña llevada clandestinamente a una aldea, dentro de una caja de fruta. Desamparada por
el arabe, el encargado de llevar las cajas, la pequeña de tres años, queda al cuidado de una
mujer, quien a la vez es la madre del narrador de la historia, éste es quien relata todo lo
que ve, ni más ni menos que lo que presencia.

La historia continúa con la miesteriosa forma de duplicarse que la pequeña Cordelia


poseía. Bastaba reflejarse en algo para copiarse y tomar vida. Sin embargo, todo terminó
una vez con el pueblo en contra. La trama es rápido, pero no por ello, sencilla ni
apresurada, mejor dicho es una narración sintética, donde en tan pocas líneas ocurren
demasiadas acciones, una trás otra hasta llegar al desenlace.

Debido a su forma narrativa, las descripciones son precisas. No hay metáforas largas ni
juicios de valor. El narrador es directo y breve tanto con los adjetivos, como con las
acciones.

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