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1 CORINTIOS 13:8-13: LA CARIDAD NUNCA DEJA DE SER

8La caridad nunca deja de ser: mas las profecías se han de acabar, y cesarán las
lenguas, y la ciencia ha de ser quitada; 9Porque en parte conocemos, y en parte
profetizamos; 10Mas cuando venga lo que es perfecto (griego: teleios), entonces
lo que es en parte será quitado. 11Cuando yo era niño, hablaba como niño,
pensaba como niño, juzgaba como niño, mas cuando ya fui hombre hecho, dejé lo
que era de niño. 12Ahora vemos por espejo (griego: esoptron), en obscuridad;
mas entonces veremos cara á cara: ahora conozco en parte; mas entonces
conoceré como soy conocido. 13Y ahora permanecen (griego: menei – de meno)
la fe, la esperanza, y la caridad, estas tres: empero la mayor de ellas es la caridad.

“La caridad nunca deja de ser” (v. 8a). Ahora Pablo contrasta el amor (la
caridad) con tres dones espirituales – profecía, hablar en lenguas, y la ciencia (o la
sabiduría). El amor nunca termina, pero la necesidad por dones espirituales es
temporal. Aquí Pablo está pensando de manera escatológica (del fin del tiempo –
la Segunda Venida de Jesús). En este versículo, contrasta lo que experimentamos
en este mundo con lo que podemos esperar una vez realizado completamente el
reino de Dios.

Yahvé modela la naturaleza interminable del amor agape en su relación pactada


con el pueblo de Israel. Una y otra vez el pueblo israelita falló en ser fiel, y una y
otra vez Yahvé les castigó. Esos castigos, sin embargo, estaban diseñados para
redimir en lugar de destruir. Yahvé dejó que los israelitas sufrieran por sus
pecados, pero siempre les proveyó el camino para dejar atrás su sufrimiento,
redimiéndoles una y otra vez. Eso nos debe servir de ejemplo. Necesitamos
mantener un espíritu cariñoso, actuando para redimir a los que nos fallan.

También, el amor es interminable ya que continúa hasta la eternidad. Cuando el


reino de Dios se realice plenamente, el amor será la característica principal de
todas las relaciones.

“mas las profecías se han de acabar, y cesarán las lenguas, y la ciencia ha


de ser quitada” (v. 8b). No como el amor, profecía, hablar en lenguas, y sabiduría
terminarán cuando el reino de Dios venga por completo. No es que no sean
buenos dones, sino que solo son útiles en este mundo. No serán necesarios una
vez que el reino de Dios esté completamente realizado.

En el próximo capítulo Pablo deja claro que la profecía es un don más grande que
el don de hablar en lenguas (14:1-5). No obstante, cuando llegue el reino de Dios
no hará falta la profecía. En este mundo los profetas revelan la voluntad de Dios a
los seres humanos. En el reino de Dios, conoceremos la voluntad de Dios sin la
ayuda de los profetas.
Lo mismo será verdad del hablar en lenguas y, particularmente, de la ciencia
revelada. Estos dones se relacionan con el revelar y establecer la voluntad de
Dios. Son importantes en este mundo pero irrelevantes en el próximo, donde
conoceremos la voluntad de Dios por completo.

“Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos” (v. 9). A pesar de que


la sabiduría y la profecía son dones entregados por Dios, siguen siendo
incompletos. Dios revela la necesidad de saber como cumplir los propósitos de
Dios, pero eso está limitado.

“Mas cuando venga lo que es perfecto (teleios), entonces lo que es en parte


será quitado” (v. 10). La palabra teleios se puede traducir como “completo,”
“entero,” “sin mancha,” o “sin dividir.” De nuevo Pablo piensa escatológicamente.
Contrasta el teleios (que experimentaremos en el porvenir) con lo “parcial” (que
experimentamos ahora). Cuando Cristo venga de nuevo para traernos plenamente
el reino de Dios, no necesitaremos cosas como la profecía, que en este momento
proporciona una revelación parcial. Entonces, las revelaciones parciales
terminarán.

“Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como
niño, mas cuando ya fui hombre hecho, dejé lo que era de niño” (v. 11). Sería
posible leer este versículo como un regaño hacia los cristianos corintios que no
han dejado “lo que era de niño.” Pero Pablo no pretende castigarlos. En vez,
contrasta el mundo que conocemos ahora (que experimentamos como criaturas
espirituales) con el mundo que está por venir (que experimentaremos como gente
espiritualmente madura). Una vez que llegue esa Nueva Era las cosas que ahora
nos parecen importantes (como la profecía y la ciencia) perderán completamente
su importancia.

“Ahora vemos por espejo (esoptron), en obscuridad; mas entonces veremos


cara á cara” (v. 12a). De nuevo, Pablo contrasta lo que experimentamos en esta
edad con lo que viviremos en el porvenir. La palabra esoptron puede significar
“cristal” o “espejo.” Es importante recordar que la gente de la época de Pablo no
tenía los espejos de alta calidad que tenemos hoy. Estamos acostumbrados a
mirarnos en el espejo y ver un reflejo exacto que nos revela como nos vemos.

En los días de Pablo, sin embargo, los espejos generalmente estaban hechos de
metal, y los reflejos que la gente veía no estaban tan claros. Se pueden encontrar
espejos así en los servicios públicos de los lugares de descanso en las carreteras.
Agencias estatales instalan este tipo de espejo, no porque provee un reflejo de
alta calidad, sino porque resisten mejor el vandalismo que los espejos de cristal. Al
menos se puede ver si uno está despeinado. Ciertamente no proveen el reflejo
exacto al que estamos acostumbrados a ver en nuestras casas. La próxima vez
que vea un espejo así, piense en este versículo.

Cuando Pablo dice que vemos “por espejo en obscuridad,” quiere decir que el
entendimiento espiritual que tenemos ahora es solo un reflejo inexacto de lo que
experimentaremos en la edad que está por venir. En esa nueva era no veremos en
obscuridad, como en los espejos de baja calidad, sino cara a cara.

Esto puede entristecernos – pensar que ahora estamos tan limitados en nuestra
visión espiritual. Sin embargo, nos ayudaría pensar de otra manera. En los
momentos cuando la luz de repente nos ilumina espiritualmente, nos sentimos
maravillados y alegres. Recordamos esos momentos, y tratamos de compartirlos
con los demás. Queremos que otros disfruten de lo que hemos visto. Imagine,
entonces, como será la edad que está por venir cuando Dios nos permita ver todo
claramente. Seremos como las personas cuya vista queda de repente restaurada
después de una operación de cataratas. Nuestra visión espiritual pasará de una
imagen borrosa una perfectamente clara.

“ahora conozco en parte; mas entonces conoceré como soy conocido” (v.
12b). De nuevo, Pablo contrasta lo que experimentamos ahora con lo que
viviremos en la Nueva Era. Ahora conocemos imperfectamente, pero en el
porvenir Dios revelará plenamente los misterios espirituales. De la misma manera
que Dios nos conoce completamente ahora, en el porvenir, nosotros también
conoceremos a Dios plenamente.

“Y ahora permanecen (menei – de meno – permanecer) la fe, la esperanza, y la


caridad, estas tres: empero la mayor de ellas es la caridad” (v. 13). Los
cristianos corintios, con su herencia griega, premian la filosofía, la sabiduría, y los
misterios. Sin embargo, Pablo les dirige su atención a valores más altos – fe,
esperanza, y amor.

Parece sorprendente que Pablo espere hasta el final de este capítulo de amor
para presentarles la fe y la esperanza. Su única mención de la fe hasta el
momento ha sido anotar que “si tuviese toda la fe, de tal manera que traspasase
los montes, y no tengo caridad, nada soy” (v. 2). No ha mencionado la esperanza
en ningún momento.

Fe y esperanza son importantes para el presente, pero no serán necesarias en el


porvenir. Ahora conocemos a Dios por medio de la fe y tenemos esperanza hacia
el futuro. Cuando el reino de Dios llegue por completo, conoceremos a Dios cara a
cara y abrazaremos el futuro.
El amor está en otra categoría. Será tan importante en la Nueva Era como lo es en
la nuestra. La diferencia principal es que ahora amamos imperfectamente, pero
cuando llegue la Nueva Era amaremos perfectamente – como Dios nos ha amado
a nosotros. Es el sine qua non (lo que sin ello nada) de la fe cristiana.

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