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TRABAJO: EXAMEN DE SÍNTESIS DE TEOLOGÍA BÍBLICA DEL N.T.

David Salazar Pantoja (4° de Teología)

I. Ex 24, 8:

“Entonces tomó Moisés la sangre, roció con ella al pueblo y dijo: “Esta es la sangre de la
Alianza que Yahveh ha hecho con vosotros, según todas estas palabras”.

El texto que nos presenta el libro de Éxodo es la simbología que viene de Dios como
iniciativa para con su pueblo, sobre todo en ratificación de la alianza, donde la sangre
cumple un medio que sirve para unir, crear un vínculo de consanguinidad donde presenta
una teofanía primero en el altar, el pueblo y con Dios mismo.

Descripción sinóptica

Mt 26, 28: porque ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para
perdón de los pecados.

También se destaca que es “derramada” por “muchos”. Parecía que se estaba derramando
ya ahora, por lo que se probaría, por ello, que la Eucaristía era un sacrificio.

Mc 14, 24: Y les dijo: “Esta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos”.

La sangre es el precio de rescate que tiene que pagarse por todos. La sangre “de la
alianza”, está destinada a los discípulos, reciben una participación en su sangre y en la
alianza con Dios que esa sangre sella.

Lc 22, 20: De igual modo, después de cenar, la copa, diciendo: Esta copa es la Nueva
Alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros.

La sangre de Cristo establece la “Nueva Alianza”. Por eso la idea de “alianza” está puesta
en relación con la sangre y no con la fórmula de la consagración del cuerpo. Pero la nueva
alianza en el fondo es la última y no puede abolirse, porque en ella se perdona el pecado,
que ya había sido anunciada por primera vez por el profeta Jeremías.

1Co 11, 25: Asimismo también la copa después de cenar diciendo: “Esta copa es la Nueva
Alianza en mi sangre. Cuantas veces la bebiereis, hacedlo en memoria mía”.

Pablo resalta el carácter perpetuo de esta alianza, el carácter de ‘memorial’ (Zikkarón):


“hacedlo en ‘memoria’ mía”. Está testificada por la práctica de la Iglesia desde los tiempos
más antiguos

Hb 9, 20: diciendo: Esta es la sangre de la Alianza que Dios ha ordenado para vosotros.

Esta imagen se mezcla con la del sacrificio de alianza ofrecido por Moisés en el Sinaí: la
sangre de Jesús, sangre de la nueva alianza, se ofrece para la remisión de los pecados de los
hombres.

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Hb 10, 29: ¿Cuánto más grave castigo pensáis que merecerá el que pisoteó al Hijo de Dios,
y tuvo como profana la sangre de la Alianza que le santificó, y ultrajó al Espíritu de la
gracia?

La apostasía es el mayor desprecio que se puede hacer al Hijo de Dios, que con el sacrificio
de sí mismo fue causa de salvación. Pues equivale a desconocer el valor único de la sangre
del nueva alianza.

Hb 13, 20: Y el Dios de la paz que levantó de entre los muertos a nuestro Señor Jesús, el
gran Pastor de las ovejas en virtud de la sangre de una Alianza eterna.

La entrada del sumo sacerdote en el santo de los santos con la sangre expiatoria es
considerada que se ofreció a Dios mismo como sacrificio sin mancha, purificará nuestra
conciencia de las obras muertas, Jesús padeció con su propia sangre para consagrar a su
pueblo, gracias a la resurrección, la sangre de la Alianza es ahora eternamente eficaz, de
una vez para siempre, consiguiendo eterna redención. Cristo que entra en el cielo con su
propia sangre para obtener nuestra redención.

Textos bíblicos en los leccionarios:

Corpus Christi, ciclo B

1° Lectura: Ex 24, 3-8 “Esta es la sangre de la Alianza que Yahvé ha hecho con vosotros,
según todas estas palabras”.
Salmo: Sal 115 Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre del Señor.
2° lectura: Hb 9, 11-15 “Por eso es mediador de una nueva Alianza; para que, interviniendo
su muerte para remisión de las transgresiones de la primera Alianza”.
Evangelio: Mc 14, 12 -16. 22-26 Esta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por
muchos.
La alianza o pacto es el punto de referencia, de los textos litúrgicos. La alianza sellada con
la sangre de Cristo es el corazón del culto y de la vida de la Iglesia. Esta alianza está
prefigurada y otorga carácter definitivo a la antigua alianza, sellada con sangre de novillos.
La alianza en la sangre de Cristo perpetúa la presencia de Dios entre nosotros y purifica a la
humanidad de todos sus pecados “para poder dar culto al Dios vivo”.

II. Lv 19, 18

“No te vengarás ni guardarás rencor contra los hijos de tu pueblo. Amarás a tu prójimo
como a ti mismo. Yo, Yahveh”.
En el texto nos presenta una visión conjunta sobre el decálogo y se manifiesta el lazo del
precepto y el valor moral. Pues se da un mandato “amar al prójimo”. Son prescripciones de
la vida cotidiana para no cargar con los pecados posibles, la acción de Dios le lleva al
hombre a tener la gratitud sobre su prójimo.

Descripción sinóptica

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Mt 5, 43: “Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo”. (Sermón
de la Montaña)

Amar a los que no nos aman es imitar a Dios. Hacer el bien a los que nos hacen mal, es
“divino”: esto requiere una madurez extraordinaria. Es necesario que el hombre se alce al
nivel de Dios, que hace el bien a todos, sin depender de ningún límite, de ninguna
decepción, de ningún interés, sin límite.

Mt 19, 19: “honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo.” (Joven
rico)

El evangelio de Mateo nos presenta a Jesús que nombra algunos de los diez mandamientos,
que tienen más importancia, y así se hace resaltar el mandamiento del amor al prójimo.
Como complemento no se añade el mandamiento de amar a Dios, sino el de amar al
prójimo. Así se indica la dirección de la respuesta de Jesús, importa hacer lo bueno en favor
del hombre si se quiere alcanzar la vida eterna

Mt 22,39: “El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

Jesucristo lo anuncia con las palabras del Levítico: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”
Pero en su mismo contexto se ve que este prójimo de un judío es sólo otro judío, y a lo más
el “peregrino” que morase con ellos. Los samaritanos, los publícanos y las gentes de mala
vida no eran para ellos prójimo; los samaritanos y los publícanos eran positivamente
odiados.

Mc 12, 31-33: “El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro
mandamiento mayor que éstos. Le dijo el escriba: «Muy bien, Maestro; tienes razón al decir
que Él es único y que no hay otro fuera de Él, y amarle con todo el corazón, con toda la
inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo vale más que todos
los holocaustos y sacrificios.” (Pregunta del escriba al haber respondido bien a los
saduceos)

La enseñanza de Jesús no es completamente nueva, pues se refiere al texto que nos presenta
en el AT, por lo que va a enseñar al pueblo a amar a los miembros del propio grupo, no
excluir a los pecadores, en el texto de Marcos dice amarle de todo corazón, por lo que todos
son receptores del amor de Dios.

Lc 10, 27: Respondió: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con
todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo”.

Jesús responde uniendo dos pasajes del pentateuco, una especie de profesión de fe con la
que todo israelita abría y cerraba la jornada. El amor es la respuesta del pueblo a la
intervención de elección y de revelación de Dios y es por tanto la ley fundamental de este
pueblo único, que se expresa con todas las facultades del hombre: corazón, alma, mente y
fuerza.

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Rm 12, 19: “no tomando la justicia por cuenta vuestra, queridos míos, dejad lugar a la
Cólera, pues dice la Escritura: Mía es la venganza: yo daré el pago merecido, dice el
Señor”.

La justicia de Dios es, pues, la gracia divina, y dirá que la justicia de Dios desciende del
cielo y viene a transformar a la humanidad; es un bien que pertenece por esencia a Dios y
que se hace nuestro sin dejar de ser una cosa del cielo. Se funda en la fidelidad de Dios a su
alianza, es decir, en definitiva en su misericordia.

Rm 13, 9: “En efecto, lo de: No adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás y todos


los demás preceptos, se resumen en esta fórmula: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.”

El lay perfecto que declara San Pablo es el cumplimiento de demostrar el amor siempre con
el deseo bien del otro, esto supone que se ha derribado en el corazón toda barrera, tanto que
el amor puede alcanzar al mismo enemigo.

Ga 5, 14: “Pues toda la ley alcanza su plenitud en este solo precepto: Amarás a tu prójimo
como a ti mismo”.

Pablo que resume toda la ley en este solo precepto del amor al enemigo que es la muestra
radical de este amor al prójimo aunque esto no excluya el amor a Dios.

St 2, 8: “Si cumplís plenamente la Ley regia según la Escritura: Amarás a tu prójimo como
a ti mismo, obráis bien”.

Santiago nos muestra ahora la conducta que hay que observar con el prójimo, el amor que
hay que tenerle, un amor que se equipara al amor que uno se tiene a sí mismo. Se trata de
un amor desinteresado, tal como Dios lo exigía ya en el Antiguo Testamento.

Textos bíblicos en los leccionarios:

Tiempo Ordinario VII, Ciclo A

1° Lectura: Lv 19, 1-2, 17-19 “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.


Salmo 102: El Señor es compasivo y misericordioso.
2° Lectura: 1Cor 3,16-23 y vosotros, de Cristo y Cristo de Dios.
Evangelio Mt 5,38-48 Habéis oído que se dijo: = Amarás a tu prójimo = y odiarás a tu
enemigo.
Los textos litúrgicos que nos presenta, este precepto compromete al hombre en sus obras y
en sus sentimientos y nunca podrá decir que lo ha cumplido cabalmente; su incumplimiento
le estará denunciando siempre. Jesús estimó este precepto del Lv como la esencia de toda la
Ley y lo hizo centro de su mensaje, en su palabra y en su obra. El hombre no está nunca tan
cerca de la santidad de Dios como cuando ama a su prójimo.

III. Dt 18, 15

“Yahveh tu Dios suscitará, de en medio de ti, entre tus hermanos, un profeta como yo, a
quien escucharéis.”

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En el AT es importante fijarnos en el rol del profeta porque Dios suscita para revelar su
palabra y su voluntad para con su pueblo. El Deuteronomio es el único libro de la ley que le
da este nombre, presentando la institución profética como único medio de conocer el futuro
revelado por el mismo Dios. También debemos decir que en Israel surgió un profeta que
había anunciado Moisés.

Descripción sinóptica

Mt 17,5: “Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y
de la nube salía una voz que decía: “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco;
escuchadle”.

En los relatos que tenemos en el NT, nos presentan una manifestación de Dios, la
transfiguración se utiliza muchas alusiones al AT para presentar a Jesús como el Hijo del
hombre que va revelar su condición de Hijo de Dios, que sustituye a Moisés y Elías.

Mc 9, 4.7: “Se les aparecieron Elías y Moisés, y conversaban con Jesús […].Entonces se
formó una nube que les cubrió con su sombra, y vino una voz desde la nube: “Este es mi
Hijo amado, escuchadle”.

Marcos coloca estos elementos después de mencionar también a Elías y Moisés, que
simbolizan la síntesis entre los profetas y la Ley. Jesús es el cumplimiento de la Ley y los
Profetas.

Lc 7, 39: “Al verlo el fariseo que le había invitado, se decía para sí: «Si éste fuera profeta,
sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, pues es una pecadora.»

Jesús posee el conocimiento de los corazones propio de los profetas, pues conoció los
pensamientos de Simón. El que mantenga relaciones con los pecadores no se opone a su
proximidad con Dios. El tiempo de salvación es tiempo de la buena nueva para los
pecadores, tiempo de perdón y de misericordia.

Lc 9, 35: “Y vino una voz desde la nube, que decía: “Este es mi Hijo, mi Elegido;
escuchadle”.

La nube es señal de la presencia de Dios, en él se posa la gloria de Dios. La nube que en el


monte de la transfiguración envuelve a Moisés y a Elías manifiesta la presencia de Dios, la
gloria divina de Jesús, la anticipación del tiempo final.

Lc 24, 25: “Él les dijo: ‘¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron
los profetas!’”

Jesús les reprocha sus corazones que es demasiado tardo para comprender con fe todo lo
que los profetas anunciaron acerca del Mesías, no sólo su liberación o redención de Israel
en general y su gloria, sino también su pasión.

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Jn 1, 21: “Y le preguntaron: « ¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías?» Él dijo: «No lo soy.» - « ¿Eres
tú el profeta?» Respondió: «No.»

Juan el Bautista capta bien el sentido de la pregunta y responde, que él no es el Mesías,


indica bien que el Mesías es otro. Pero el pueblo no se da por satisfecho con la respuesta,
Juan rechaza la identificación con un rotundo no lo soy; la personalidad de Jesús desborda
en todos los sentidos la tradición profética: él es el Mesías, el Siervo de Dios, el Hijo del
hombre.

Jn 5, 46: “Porque, si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque él escribió de mí.”

La fe en la escritura de Moisés lleva consigo la fe en la palabra de Jesús. Si los judíos no


creen en Jesús es porque tampoco creen en Moisés, Jesús termina muy duramente diciendo
a los judíos que no creen ni en Moisés ni en las Escrituras.

Hch 7, 37: “Este es el Moisés que dijo a los israelitas: Dios os suscitará un profeta como yo
de entre vuestros hermanos”.

Moisés había anunciado que un día Dios suscitaría un profeta como él a quien debían
escuchar, este profeta será uno como nosotros, de la misma naturaleza humana. Que no
sería otra cosa que Jesús el profeta, con principal característica que sería la predicación.

Textos bíblicos en los leccionarios:

Tiempo Ordinario IV, Ciclo B

1° Lectura: Dt 18,15-20 Yahveh tu Dios suscitará, de en medio de ti, entre tus hermanos, un
profeta como yo, a quien escucharéis.
Salmo 94 Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: “No endurezcáis vuestro corazón”.
2° Lectura: 1Cor 7,32-35 Yo os quisiera libres de preocupaciones. El no casado se
preocupa de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor.
Evangelio: Mc 1,21-28 Y quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como
quien tiene autoridad, y no como los escribas.
Jesús es presentado por san Marcos como el maestro “que enseña con autoridad”, “una
enseñanza nueva” (Evangelio). No es una enseñanza cualquiera, sino la de un profeta, al
estilo de Moisés, prototipo del profetismo en la mente de los israelitas, maestro y forjador
de su pueblo (primera lectura). San Pablo, como profeta del Nuevo Testamento, imparte a
los corintios su enseñanza sobre el matrimonio y el celibato, dos estados y dos caminos
para vivir la dedicación y entrega al apostolado en la Comunidad eclesial (segunda lectura).
Esta enseñanza profética, nueva y dada con autoridad, se dirige al hombre para que la acoja
y sea receptor activo de su eficacia.

IV. Dn 7, 13

“Yo seguía contemplando en las visiones de la noche: Y he aquí que en las nubes del cielo
venía como un Hijo de hombre. Se dirigió hacia el Anciano y fue llevado a su presencia”.

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El profeta ahora se presenta como profeta que recibe mensajes de Dios por intermedio de
sus ángeles. El profeta contempla a uno como hijo de hombre, es decir, algo parecido a un
hombre. La expresión hijo de hombre significa en la Biblia, como vemos en el libro de
Ezequiel, simplemente uno que pertenece a la especie humana

Descripción sinóptica

Mt 11, 3: “¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?”

Juan Bautista se extraña viéndole plasmar un tipo de Mesías tan distinto del que él
esperaba, sin dudar absolutamente de Jesús. Pues aquí está la perspectiva que deben ser los
milagros y las enseñanzas, Cristo dice a sus discípulos de Juan decid “lo que habéis oído y
visto”

Mt 26, 64: “Dícele Jesús: «Sí, tú lo has dicho. Y yo os declaro que a partir de ahora veréis
al hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir sobre las nubes del cielo”.

En casi todos los textos aparece también la nube como elemento que manifiesta la gloria de
Dios. El Hijo del hombre estará sentado a la diestra del Poder. Así sucederá cuando
aparezca como Mesías del fin de los tiempos en el nombre de Dios. Vendrá como juez
sobre las nubes del cielo, como se decía del Hijo del hombre en el libro de Daniel.

Mc 14, 62: “Y dijo Jesús: «Sí, yo soy, y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del
Poder y venir entre las nubes del cielo”.

La diestra de Dios es el lugar donde sus amigos gustarán de las delicias eternas, el lugar
donde el Mesías se sentará como Señor junto a él. Jesús confirma y realiza estas promesas
de la antigua alianza.

Lc 22, 69: “De ahora en adelante, el Hijo del hombre estará sentado a la diestra del poder
de Dios.

Jesús inició su ministerio en el poder del Espíritu, y su poder se puso de manifiesto en los
milagros de curación y en sus muchas obras buenas. Donde vuelve la mirada hacia la
resurrección como la prueba principal del poder de Dios.

Ap 1, 7.13: “Mirad, viene acompañado de nubes: todo ojo le verá, hasta los que le
traspasaron, y por él harán duelo todas las razas de la tierra. Sí. Amén. […] y en medio de
los candeleros como a un Hijo de hombre, vestido de una túnica talar, ceñido al talle con un
ceñidor de oro”.

El nuevo pueblo de Dios ya no es el que se reúne en el templo de Jerusalén, sino la Iglesia,


que tiene en su centro “una figura humana”, es decir, Jesucristo. La imagen, sacada de
Daniel, hace referencia al juez escatológico que actúa con el poder de Dios. La túnica hasta
los pies y el cinturón de oro eran distintivos propios de los reyes y los sacerdotes.

Ap 14, 14: “Y seguí viendo. Había una nube blanca, y sobre la nube sentado uno como Hijo
de hombre, que llevaba en la cabeza una corona de oro y en la mano una hoz afilada”.

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Textos bíblicos en los leccionarios:

Tiempo Ordinario XXXIV, Ciclo B

1° Lectura: Dn 7, 13-14 Su dominio es eterno y no pasa.


Salmo 92 El Señor reina, vestido de majestad.
2° Lectura: Ap 1, 5-8 El príncipe de los reyes de la tierra nos ha convertido en un reino y
hecho sacerdotes de Dios
Evangelio: Jn 18, 33b-37 Tú lo dices: soy rey

En la solemnidad de Jesucristo rey del universo, la Iglesia nos presenta el tema dominante
en este día que la realeza de Jesucristo. Esta realeza está prefigurada en el texto del profeta
Daniel (primera lectura). En el evangelio la realeza de Jesús viene afirmada en términos
categóricos:“Pilatos le dijo: ¿Luego tú eres rey?. Jesús respondió: Sí, como dices, soy
rey”. La segunda lectura, tomada del Apocalipsis, confirma y canta la realeza de Jesús. Al
mismo tiempo los cristianos son hechos partícipes de la realeza de Cristo.

V. Is 61, 1

“El espíritu del Señor Yahveh está sobre mí, por cuanto que me ha ungido Yahveh. Me ha
enviado a anunciar la buena nueva a los pobres, a vendar los corazones rotos, a pregonar a
los cautivos la liberación, y a los reclusos la libertad”.
El texto de Isaías comienza presentando al profeta movido por el espíritu del Señor, como
jueces y como los antiguos profetas. Pues el profeta describe su misión que es anunciar la
buena noticia, el que cura, consuela y alegra a los afligidos habitantes de Sión, el que
proclama la liberación de los prisioneros.

Descripción sinóptica

Mt 5, 13: “Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará?
Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres.”

Jesús fue enviado “a llevar la buena nueva a los pobres” (Is 61,1). En el Antiguo
Testamento no se tenía ninguna estima de los pobres, antes bien las propiedades y las
riquezas eran consideradas como signo de la bendición de Dios. Para el evangelista Mateo
la misión de Jesús estaba anunciada por el profeta Isaías quien hablaba en su tiempo de su
misión para anunciar la consolación a Israel.

Mt 11, 5: “los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen,
los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva”.

San Mateo la explica por el hecho de que Juan en la prisión y aislado del ambiente. Ha oído
hablar de las obras, pero no puede interpretarlas. Jesús responde a los discípulos de Juan
también citando un acontecimiento anunciado por Isaías respecto al tiempo mesiánico.

Lc 6, 20: “Y él, alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: «Bienaventurados los pobres,
porque vuestro es el Reino de Dios.”

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Los pobres, los hambrientos y los que lloran, de quienes habla Jesús, no poseen bienes
materiales y sufren miseria, pero esperan en Dios, confían a Dios su miseria y la reciben
como la suerte que les es asignada por Dios. Jesús les levanta los ánimos y les da su palabra
de consuelo, ellos ponen en él su esperanza.

Lc 7, 22: “Y les respondió: «Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: Los ciegos ven,
los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, se
anuncia a los pobres la Buena Nueva”

Jesús aporta la transformación de las cosas: libra de la enfermedad y de la miseria, trae


reconciliación con Dios y quebranta el dominio de los malos espíritus.

Hch 4, 27: “Porque verdaderamente en esta ciudad se han aliado Herodes y Poncio Pilato
con las naciones y los pueblos de Israel contra tu santo siervo Jesús, a quien has ungido”.

Este pensamiento, que siempre encontramos en el mensaje de los Hechos de los apóstoles,
que se patentiza también en esta oración el deseo especial de la proclamación de la Iglesia
primitiva cuando se hace resaltar, a propósito, que los enemigos confabulados nada
pudieron hacer contra la intención de Dios, sino que en su manera de proceder contra Jesús
contribuyeron a la realización de la divina voluntad de salvar a los hombres.

Hch 10, 38: “cómo Dios a Jesús de Nazaret le ungió con el Espíritu Santo y con poder, y
cómo él pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo, porque Dios
estaba con él”.

Desde el bautismo Dios ha revelado que con Jesús estaba el poder de Dios para obrar
milagros, Isaías anuncia que el Mesías posee la plenitud del Espíritu de Dios.

Ap 5, 10: “y has hecho de ellos para nuestro Dios un Reino de Sacerdotes, y reinan sobre la
tierra.”

El autor destaca lo real, el triunfo, porque “reina sobre la tierra”, asocia el sacerdocio y
realeza. El servicio de los hombres haciendo triunfar la vida y el reino de Cristo, ese es su
servicio sacerdotal.

Textos bíblicos en los leccionarios:

Domingo III de Adviento, Ciclo B

1° Lectura: Isaías 61,1-2a.10-11 Desbordo de gozo con el Señor


Salmo: De Lucas 1,46-54: Me alegro con mi Dios.
2° Lectura: 1Ts 5,16-24 Que vuestro espíritu, alma y cuerpo, sea custodiado hasta la venida
del Señor
Evangelio: Jn 1,6-8.19-28 En medio de vosotros hay uno que no conocéis.
“El espíritu del Señor me ha enviado para dar la buena nueva...me ha enviado para
anunciar...” (Is 61, 1-2). La Iglesia nos presenta en la liturgia el salmo un pasaje del
evangelista San Lucas, me alegro con mi Dios. Por lo tanto aparece un personaje, figura de
Cristo, se siente investido de una misión liberadora y salvífica. También Juan Bautista, que
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reconoce honestamente su función en el plan de Dios, se sabe enviado no como
suplantador, sino como testigo de la luz, del mesías por todos esperado (Evangelio).
Finalmente, Pablo, apóstol enviado de Cristo, lleva a cabo su misión mediante la
predicación y mediante cartas. En esta su primera carta a los tesalonicenses les exhorta a
vivir en conformidad con la salvación que Cristo, el enviado de Dios, nos ha conferido
(segunda lectura).

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