Sei sulla pagina 1di 217

Stephan Otto Horn SDS y Siegfried

Wiedenhofer (dirs.) por encargo


del círculo de antiguos alumnos
del Papa Benedicto XVI

Lreacion
y evolución
UN ENCUENTRO CON EL PAPA
BENEDICTO XVI
EN CASTEL GANDOLFO

Con prólogo del Cardenal Christoph Schonborn


Título original: Schopfung und Evolution.
Eine Tagung mit Papst BENEDIKT XVI. in Castel Gandolfo.
O 2007 Libreria Editrice Vaticana
O 2007 Sankt Ulrich Verlag GmbH, Augsburg

Traducción castellana de Xavier Moll


O Editorial Claret, SAU
Roger de Llúria, 5 - 08010 Barcelona
Tel.: 933 010 062 - Fax: 933 174 830
www.claret.cat - editorial@claret.cat
ISBN: 978-84-9846-156-5
Depósito legal: B-16.022-2008
Fotocomposición: Grafime, SL - Barcelona
Impreso en Imprimeix, SL - Badalona
Abril de 2008
«No somos un producto casual y sin sentido de la evolución.
Cada uno de nosotros es fruto de un pensamiento de Dios.
Cada uno de nosotros ha sido querido y amado, cada uno es
necesario.» (De la homilía del Papa Benedicto XVI con oca-
sión de su investidura).

En el año 1985 tuvo lugar en Roma un simposio sobre el tema «evo-


lución y cristianismo». Fue organizado por el profesor Robert Spae-
mann con la colaboración de su seminario de filosofía de la Uni-
versidad de Munich. Anfitrión del acto era la Congregación para la
Doctrina de la Fe de la Santa Sede bajo la presidencia del cardenal
Joseph Ratzinger, entonces prefecto de dicha congregación. Lo que
escribió entonces e1 Papa actuaI como nota introductoria a la pu-
blicación de las actas de este simposio,' podrán servir también
perfectamente para introducir las actas del coloquio que siguiendo
una invitación del Papa organizó su Círculo de alumnos2y que tuvo
lugar en Castel Gandolfo del 1 al 3 de septiembre de 2006.

1. R. SPAEMANN, R. LOW Y P. KOSLOWSKI(DIRS.) Evolutionismus und Christen-


tum, Weinheim 1986, págs. VII-IX.
2. Se trata del círculo de antiguos alumnos, entonces doctorandos y oposito-
res a cátedra, que desde hace ya unos 25 años se reúnen anualmente con su di-
rector de tesis.
La cita para este encuentro de antiguos alumnos del Papa des-
pertó el interés de los medios de comunicación. El debate sobre cre-
ación y evolución, sobre fe y ciencia, sobre destino o casualidad en
el proceso de la formación de nuestro mundo ha ocasionado dis-
cusiones acaloradas en los últimos meses. El artículo que publiqué
el 7 de julio 2005 en New York Times tuvo un poco el efecto de ca-
talizador. La discusión ya hace tiempo que está en el aire, avivada
siempre de nuevo por muchos factores y, sin duda, no puede dar-
se por asunto concluido. Y es urgente que se debata sobre el tema.
El Papa Benedicto XVI ha intentado ya en muchas ocasiones ex-
poner la razones que confirman la urgencia del tema.
En los últimos meses corrieron voces de que posiblemente la
Iglesia tendría que revisar su posición respecto a la fe en la crea-
ción y a la doctrina de la evolución. Pero, ¿qué piensa exactamen-
te la Iglesia sobre este tema? Nadie mejor para dar una respuesta a
esta pregunta que el antiguo prefecto de la Congregación para la
Doctrina de la Fe, el eminente teólogo y maestro, el Papa Benedic-
to XVI. Por este motivo van a continuación algunas de sus decla-
raciones sobre la cuestión. Para empezar reproducimos una larga
cita de la mencionada nota introductoria a la publicación de las
actas del simposio publicadas en el año 1986:

«Pareció como si, a mediados del siglo xx,la controversia en-


tre fe y teoría de la evolución, que en el siglo XIX y principios
del xx se había debatido con mucha vehemencia, hubiese lo-
grado una cierta solución amistosa. La encíclica Humuni ge-
neris de Pío XII del 12 de agosto de 1950 había afirmado que
la cuestión sobre el origen de las distintas especies de seres
vivos era competencia de las ciencias naturales y mantenido
sólo la reserva antropológica de que el hombre no puede ex-
plicarse a partir de circunstancias meramente biológicas; cada
hombre, como ser dotado de alma espiritual, representa un
comienzo cada vez nuevo que no puede ser deducido a par-
tir de lo biológico. Con este acuerdo de paz no terminó por
cierto la disputa. Muy pronto, incluso entre teólogos, ya no
pareció tan claro el sentido del concepto alma y su creación
inmediata por Dios. El modelo antropológico clásico, en el que
estaba formulado lo irrenunciable de la fe, no fue tan fácil de
poner de acuerdo con la mentalidad totalmente distinta de la
teoría de la evolución y con su pretensión de dar una explica-
ción total sin querer excluir al hombre de su programa.
Por el mismo tiempo se dio a conocer la nueva visión de
Teilhard de Chardin que intentaba conciliar el pensamiento
científico con la totalidad de la visión teológica del hombre.
No hay duda de que de las intuiciones de Teilhard de Char-
din salieron muchas sugerencias que dieron su fruto en el dis-
curso interdisciplinario entre la filosofía y la teología. Pero
esto no podía ser la última respuesta, porque su base cientí-
fica se limitaba esencialmente al ámbito de lo anatómico y
morfológico (con exclusión de los procesos genéticos); ade-
más la formación de conceptos filosóficos y teológicos no re-
sultó nunca suficientemente satisfactoria.
Hoy el debate ha entrado en un nuevo estadio, porque el
concepto «evolución» se ha elevado por encima de su conte-
nido científico para construir un modelo mental que se pre-
senta con la pretensión de dar una explicación exhaustiva de
la realidad, como una especie de philosophia prima. Si en la
Edad Media se intentó «reducir tota la ciencia a la teología»
(Buenaventura), también debería ser posible hablar de una re-
ducción de toda la realidad a la evolución:poder deducir cre-
íblemente también el conocimiento, la ética, la religión a
partir de un esquema general de evolución. El hecho de que
esta filosofía se presente aparentemente como pura interpre-
tación de un conocimiento científico, esto ya le da una plau-
sibilidad casi irresistible, que, en medio de la crisis general
del pensamiento filosófico, adquiere una mayor eficiencia.
Si uno observa con atención el desarrollo del problema de
la evolución, resulta evidente que nos encontramos en una si-
tuación de diálogo totalmente distinta, que no puede medir-
se con los parámetros del debate entre las ciencias naturales y
la teología que tuvo lugar en el siglo XK. Es cierto que enton-
ces también se dieron exageraciones filosóficas que presenta-
ban indebidamente como modelos mentales ciertos conoci-
mientos científicos no demostrados. Hoy, en cambio, la
filosofía evolucionista, que, por decirlo así, parece contemplar
en conjunto únicamente la totalidad del conocimiento cientí-
fico y con ello a la vez pretende fijar la mirada en el tejido del
ser hasta su último fundamento, es ciertamente algo nuevo.
La frontera entre ciencias naturales y filosofíaes hoy, por una
parte, muy difícil de definir y, por otra, ello comporta cierta-
mente graves consecuencias, porque el acuerdo de la totalidad
excluye la posibilidad de cualquier otro principio de explica-
ción. La reducción de toda la realidad a la materia adquiere
así una totalidad que en el siglo xx habría sido impensable.
Si dejar tranquilamente que la hipótesis científica de la
evolución vaya desarrollándose según sus propios métodos
ya no presenta hoy problemas para la fe, la pretensión, en
cambio, de totalidad de su modelo filosófico de explicación
es mayormente una interpelación radical a la fe y a la teolo-
gía. Es evidente que responder entonces con nuevas inter-
pretaciones, "con cambios de función': es con frecuencia más
peligroso que una llana negación. Ello aumenta la urgencia
de hallar la base adecuada del diálogo. De ninguna manera
ha de parecer que se arma una nueva disputa entre ciencias
naturales y fe, pues en este coloquio de ninguna manera se
trata de ello. La base adecuada del diálogo es la del pensa-
miento filosófico: cuando las ciencias naturales se convier-
ten en filosofía, entonces es la filosofía que debe discutir
con ellas. Sólo de esta manera se establecen correctamente
los frentes del diálogo, sólo así aparece claro el asunto de
que se trata: de una disputa racional de filosofía, que apun-
ta a la objetividad de un conocimiento racional y no de una
objeción de fe contra razón...».

No fue en el famoso discurso de Ratisbona que el Santo Padre su-


brayase por primera vez la importancia de la razón como media-
dora entre las ciencias naturales y la fe. Hace casi cuarenta años que
el profesor Ratzinger ya tomó partido en esta cuestión, como tam-
bién confirma de manera convincente el texto del año 1986, que
acabamos de citar. En una serie transmitida por la radio del Sur de
Alemania en el año 1968 el entonces profesor de teología de Tu-
binga ya manifestó expresamente su posición en este tema «la fe
en la creación y la teoría de la evolución». A continuación citamos
una gran parte de este disc~rso:~

«Para poder seguir adelante, es preciso que investiguemos


con detalle tanto el relato de la creación como la idea de la
evolución; tanto una tarea como la otra ahora sólo puede
llevarse a cabo de un modo sumario. Preguntemos, pues, para
empezar, partiendo de esto último: ¿Qué idea se hace uno
propiamente del mundo, si lo entiende en un sentido evolu-
tivo? Para ello es sin duda esencial que ser y tiempo se en-
cuentren en dependencia constante: el ser es tiempo, no tie-
ne solamente tiempo. El ser se da únicamente evolucionando

3. En H.J. SCHULZ (DIR.), Wer ist das eigentlich - Gott?, Munich, 1969, pág.
240-241. También en: BENEDIKTXVI / JOSEPH RATZINGER,Dogma und Verkündi-
gung, Donauworth, 2005, 4a edición, pág. 152-156.
y se desarrolla en sí mismo. Según esto el ser se entiende en
un sentido dinámico, como ser en movimiento y, bien en-
tendido, no da siempre vueltas sobre sí mismo, sino que avan-
za. Es verdad que se discute que sea correcto eso de aplicar
el concepto progreso a la cadena evolutiva, pues no se dis-
pone de medida alguna neutral que permita poder decir que
algo se pueda tener por mejor o por no tan bueno y, en con-
secuencia, que permita decir cuándo se puede hablar con
razón de progreso.
La relación especial que adopta el hombre con el resto de
la realidad ya le habilita de-todos modos para ver la pregun-
ta dirigida hacia sí mismo como punto de referencia: en tan-
to se trata de él, sin duda tiene derecho a ello. Y si el hom-
bre toma medidas en este sentido, entonces el sentido de la
evolución y su carácter de progreso es en definitiva indiscu-
tible, aunque a nadie se le escapa que la evolución puede des-
embocar en callejones sin salida y que su camino no irá siem-
pre en línea recta. Ir por rodeos es también camino, también
por rodeos se puede llegar a una meta; así lo muestra la evo-
lución misma. Naturalmente queda todavía abierta la cues-
tión de si entendiendo de esta manera el ser como camino
ya se da un sentido a la evolución en su totalidad y esta
cuestión tampoco no puede decidirse desde la teoría de la
evolución; esto es para ella una cuestión metódicamente
ajena; para el hombre viviente, en cambio, es la cuestión fun-
damental de todo. Las ciencias naturales, reconociendo co-
rrectamente sus propios límites, declaran hoy que esta cues-
tión indispensable para el hombre no puede responderse
desde las ciencias naturales, sino únicamente desde el mar-
co de un sistema defe. La opinión de muchos, que dicen que
el sistema de fe cristiano no es adecuado para ello, y que se-
ría necesario hallar otro nuevo, podemos pasarla por alto,
pues con ello afirman algo dentro de su propia decisión de fe
y fuera de su ciencia.
Con ello estamos ahora en condiciones de decir con pre-
cisión qué significa la fe en la creación con vistas a una com-
prensión evolutiva del mundo. Como la teoría misma de la
evolución no puede responder a la cuestión fundamental de
si se trata aquí de algo absurdo o algo con sentido, ello ya ex-
presa el convencimiento de que el mundo en su totalidad,
como dice la Biblia, procede del logos, esto es, de un sentido
creador y de que representa la forma temporal de su autorre-
alización. Desde nuestra comprensión del mundo, la creación
no es un comienzo lejano ni tampoco un comienzo repartido
en varios estadios temporalles, sino que afecta el ser como algo
temporal que va cambiando: el ser temporal en su totalidad
es abarcado por el único acto creador de Dios, lo que da uni-
dad a su división, en la que al mismo tiempo consiste su sen-
tido, que no podemos verificar, porque no vemos su totalidad,
pues nosotros mismos no somos más que partes suyas.
La fe en la creación no nos dice cuál es el sentido de la
creación, sino únicamente qué es: la suma de alzas y bajas del
ser en un estado de devenir son una consumación -que está
bajo el riesgo de la libertad- del pensamiento creador, a par-
tir del cual la consumación tiene su ser. Quizás así hoy pue-
da entenderse mejor lo que siempre dijo la doctrina cristia-
na de la creación, pero que bajo la luz de los modelos de la
antigüedad no podía destacar debidamente: no hay que pen-
sar en la creación según el modelo del artesano que produ-
ce toda una serie de objetos, sino en el sentido creador del
pensamiento. Asimismo se hace de este modo patente que
la totalidad del movimiento del ser (no sólo su comienzo) es
creación, y que igualmente la totalidad (no sólo lo que llega-
rá más tarde) es realidad propia y movimiento propio. Resu-
miendo podemos decir: creer en la creación quiere decir en-
tender, en el marco de la fe, la evolución del mundo (explo-
rado por la ciencia) como un mundo lleno de sentido que
proviene del sentido creador.
Con ello también se perfila la respuesta a la cuestión so-
bre la creación del hombre, porque ya queda determinada la
decisión fundamental sobre la posición que toman el espíri-
tu y el sentido en el mundo: reconocer que el devenir del
mundo es el autoproceso de un pensamiento creador supo-
ne su referencia al espíritu creador, al Creator Spiritus. So-
bre esta cuestión se puede leer en Teilhard de Chardin esta
aguda observación: «Lo que distingue un materialista de un
espiritualista ya no es en absoluto (como en una filosofía es-
tancada) el hecho de que el materialista no admita en los se-
res una transición entre una infraestructura física y una
superestructura psíquica, sino únicamente, porque pone,
erróneamente, el punto definitivo de equilibrio del movi-
miento cósmico del lado de la infraestructura, esto es, de la
casualidad». Quizás haya en esta formulación detalles dis-
cutibles, pero me parece que da en el clavo: la alternativa en-
tre materialismo o una concepción del mundo determinada
por lo espiritual, entre casualidad o sentido, se nos presenta
hoy en forma de pregunta: ¿hay que mirar el espíritu y la vida
en sus formas ascendentes como una especie de moho que
se ha formado casualmente sobre la superficie de lo material
(esto es, de un ser que no puede comprenderse a sí mismo)
o, por el contrario, hay que ver el espíritu como meta de un
proceso en el que la materia es la prehistoria del espíritu? Si
se escoge esta segunda opción, entonces queda claro que el
espíritu no puede ser un producto casual de un desarrollo
material, sino, al contrario, que la materia representa más
bien un momento en la historia del espíritu. Y esto no es más
que afirmar con otras palabras que el espíritu es algo creado
y no puro producto de un desarrollo, aun cuando aparezca
en la manera del desarrollo.
Con esto llegamos al punto de poder responder la pre-
gunta sobre cómo puede coexistir la afirmación teológica de
una creación especial del hombre con una imagen evolutiva
del mundo. Tratar ahora esto en detalle excedería natural-
mente el marco de esta reflexión. Un par de indicaciones bas-
tarán sin duda. Para empezar habría que recordar que, in-
cluso respecto a la creación del hombre, la creación no
significa un comienzo lejano en el tiempo: con Adán se
quiere significar cada uno de nosotros, cada hombre en re-
lación directa con Dios. La fe no afirma del primer hombre
más que lo que afirma de cada uno de nosotros y, al revés,
no se afirma de nosotros menos que lo que se afirma del pri-
mer hombre.
Cada hombre es algo más que el simple producto de un
factor hereditario y del medio ambiente; nadie es puro re-
sultado de unos factores intramundanos calculables: el mis-
terio de la creación es superior a cada uno de nosotros. En-
tonces habría que recoger la idea de que el espíritu no puede
considerarse como algo extraño, como una segunda sustan-
cia distinta añadida a la materia. Según lo que ya hemos di-
cho, la presentación del espíritu significa que se pone en mar-
cha un movimiento hacia la meta que le ha sido asignada.
En definitiva habría que decir que precisamente la creación
del espíritu es lo que menos puede representarse como tra-
bajo manual de Dios que de repente hubiese puesto manos
a la obra en este mundo.
Si creación quiere decir dependencia del ser, habrá que
afirmar que una creación especial es también una dependen-
cia especial. La afirmación de que el hombre es criatura de
Dios de un modo más específico, más directo, dicho de un
modo no tan gráfico, significa sencillamente que el hombre
ha sido querido por Dios también de un modo específico: no
simplemente como ser que está ahí, existe, sino como un ser
que le conoce; no sólo como figura que Dios ha pensado,
sino como existencia capaz de pensar en Dios. Este ser espe-
cífico del hombre como querido y conocido por Dios es lo que
aquí llamamos creación especial. A partir de aquí deberá ser
posible establecer un diagnóstico sobre la forma de la huma-
nización: el lodo se convirtió en hombre en el momento en
que por primera vez un ser fue capaz, aunque fuera de un
modo confuso, de hacerse una idea de Dios. El primer tú di-
cho a Dios por boca humana, por balbuciente que fuera, se-
ñala el momento en que surgió el espíritu en el mundo. En
este momento se dio el paso decisivo de la humanización.
No es pues la capacidad de manejar armas o el fuego, no son
los nuevos métodos de crueldad o de explotación de la tierra
en provecho propio lo que hace que un hombre sea hombre,
sino su capacidad de relacionarse directamente con Dios. Esto
es lo que define la doctrina de la creación especial del hom-
bre; aquí está el núcleo de la fe en la creación. Y también aquí
está la razón por la que le es imposible a la paleontología po-
der fijar el momento de la humanización: humanización es el
surgimiento del espíritu que no es posible excavar con la pala.
La teoría de la evolución no excluye la fe. No la confirma tam-
poco. Pero requiere que la fe se entienda con más profundi-
dad y que de este modo sea una ayuda para que el hombre se
entienda mejor a sí mismo y que así llegue a ser más y más lo
que ya es: el ser que eternamente ha de decir tú a Dios».

El Santo Padre, como teólogo, y desde muy pronto, ha alertado


siempre contra la insuficiente presencia de la doctrina de la crea-
ción en amplios sectores de la nueva teología y ha advertido con-
tra las consecuencias de este «dejar prácticamente de lado la doc-
trina de la creación~.~ Y, en consecuencia, cuando fue elegido ar-
zobispo de Munich, el cardenal Ratzinger dio al tema de la creación
un lugar de preferencia en sus predicaciones. Los cuatro sermones
de cuaresma en la primavera del año 1981 son ejemplo de ello. Poco
después el Papa Juan Pablo 11le llamó a la curia romana. En 1983
escribía: «En los años siguientes, desde mi nueva función, vi toda-
vía más claro que la creación es un tema insuficientemente trata-
do en la predicación».5
En su famoso discurso sobre el estado de la catequesis que pro-
nunció en las catedrales de Lyon y de París: subraya expresamen-
te la necesidad de renovar la catequesis de la creación como base
de todo anuncio de la salvación. En el año 1985, los padres de la se-
sión extraordinaria del sínodo de obispos pidió al Papa Juan Pablo
11que se dignara ordenar la confección de un catecismo del Con-
cilio Vaticano 11. Al año siguiente, 1986, el Papa nombró al carde-
nal Ratzinger, su persona de confianza, como presidente responsa-
ble de la comisión que debía redactar el catecismo pedido.
Por ello, no es de extrañar que en este nuevo Catecismo de la
Iglesia Católica la doctrina de la fe referente a la creación ocupe
un espacio considerable (ver no 279-384). Se ha criticado que en
este nuevo catecismo no se tome expresamente partido frente al
tema de la evolución. Pero, aun cuando ni siquiera la misma pala-
bra no aparezca nunca, cierto es que la cuestión se trata de un modo

4. Im Anfang schuf Gott. Vier Predigten iiber Schophng und Fall, Einsiedeln,
1996,2" edición, pág. 9. [Enel principio creó Dios: cuatro sermones de Cuaresma
sobre creación y el pecado, Valencia, Comercial Editora de Publicaciones, 2001,
Traducción de Salvador Casteliote Cubells].
5. Ibid.
6. JOSEPH KARDINALRATZINGER, Die Krise der Katechese und ihre Uberwindung.
Rede in Frankreich, Einsiedeln, 1983.
bien claro (ver no 283-285). Tampoco era cometido del catecismo
entrar en la discusión sobre la fe en la creación y la teoría de la
evolución. Para ello ya hay otras tribunas idóneas.
El 27 de noviembre de 1999, el cardenal Ratzinger pronunció
en una tribuna especialmente eminente -la Sorbona de París- un
discurso que, en mi opinión, es la exposición más detallada que sa-
lido de su pluma en relación con el tema que nos ocupa. Por este
motivo, sigue a continuación una larga cita de este texto?

«La separación, realizada por el pensamiento cristiano, entre


la física y la metafísica, se va eliminando cada vez más. Todo
ha de llegar a ser de nuevof tsica. Cada vez más ha ido crista-
lizando la teoría de la evolución como el camino para hacer
que desparezca finalmente la metafísica, para hacer que la «hi-
pótesis de Dios» (Laplace) sea superflua, y para formular una
explicación rigurosamente cientíjka del mundo. Una teoría de
la evolución que, abarcando la totalidad, explica que todo lo
real se ha convertido en una especie dejlosof ía primera, que
constituye -por decirlo así- el genuino fundamento para la
comprensión ilustrada del mundo. Todo intento de poner en
juego otras causas que no sean las estudiadas en semejante te-
oríapositiva, todo intento por construir una metafísica, apa-
recerá como una recaída en la época anterior a la ilustración,
como el abandono de la pretensión universal de las ciencias.
Con ello, la idea cristiana acerca de Dios debe considerarse
como una idea no-científica. No le corresponde ya una theo-
logia physica: la única theologia naturalis, dentro de tal pers-

7. Publicado en: JOSEPH KARDINAL RATZINGER, Glaube, Wahrheit, Toleranz. Das


Christentum und die Weltreligionen, Friburgo, 2003, págs. 131-147. [Fe,verdad y
tolerancia. El cristianismo y las religiones del mundo, Salamanca, Ediciones Sí-
gueme, 2005, pág. 156-160. Traducción de Constantino Ruiz-Garrido Cortés].
pectiva, es la doctrina de la evolución, y esta no conoce pre-
cisamente a ningún Dios, ni a un Creador en el sentido del
cristianismo (del judaísmo y del islam), ni a un alma del mun-
do o a una fuerza impulsora interna en el sentido del estoi-
cismo. A lo sumo, como hace el budismo, se podría conside-
rar a todo este mundo como apariencia, y a la nada como lo
verdaderamente real y, en este sentido, se podrían justificar las
formas místicas de religión que, por lo menos desde la Ilus-
tración, no hacen ya competencia directa.
¿Se ha dicho con eso la última palabra? ¿Según esto la ra-
zón y el cristianismo se hallan definitivamente separados
entre sí? Desde luego, no hay ningún camino que pueda pres-
cindir de la discusión acerca del alcance de la teoría de la evo-
lución como filosofía primera y acerca de la exclusividad del
método positivo como única forma de ciencia y racionalidad.
Por eso, esta discusión debe ser emprendida por ambas par-
tes de manera objetiva y con disposición para escuchar a la
parte contraria, cosa que ha sucedido muy pocas veces. Na-
die podrá poner seriamente en duda las pruebas científicas
a favor de los procesos microevolutivos. R. Junker y S. Sche-
rer dicen a este propósito en su «antología critica)) sobre la
evolución: «Tales procesos son conocidos muchas veces por
procesos naturales de variación y de desarrollo. Su investi-
gación por la biología evolutiva proporcionó importantes ide-
as sobre la capacidad de adaptación, que parece ser genial, de
los sistemas vivos». En consecuencia, afirman que la inves-
tigación sobre los orígenes puede considerarse con razón
como la disciplina regia de la biología. Por tanto, no guarda
relación con ella la pregunta que un creyente formulará ante
la razón moderna, sino que estará relacionada con la am-
pliación que se hace de esa disciplina hasta convertirla en la
categoría de philiosophia universalis que quiera ser la expli-
cación total de lo real, y que no esté dispuesta a dejar libre
ya ningún otro plano para el pensamiento. Dentro de la doc-
trina de la evolución misma, el problema se anuncia en la
transición de la microevolución a la macroevolución, transi-
ción acerca de la cual declaran Azathmary y Maynard Smith,
ambos convencidos partidarios de una teoría global de la evo-
lución: «No hay ninguna razón teórica que permita esperar
que las líneas evolutivas, con el tiempo, vayan aumentando
en complejidad; no existen tampoco pruebas empíricas de
que tal cosa suceda».
La cuestión que hay que plantear aquí llega, desde luego, a
un nivel más profundo: se trata de saber si la doctrina de la
evolución puede presentarse como teoría universal acerca de
todo lo real, más allá de la cual no son admisibles ya, o no
sean necesarias, ulteriores preguntas acerca del origen y de la
esencia de las cosas, y se trata de saber también si tales cues-
tiones últimas no sobrepasan ya el ámbito de lo investigable
por las meras ciencias naturales. Yo desearía formular la pre-
gunta de manera más concreta todavía. ¿Se ha dicho todo con
un tipo de respuestas como el que encontramos, por ejemplo,
en Popper, con la siguiente formulación: «La vida, tal como
nosotros la conocemos, consta de cuerpos físicos (mejor di-
cho, de procesos y estructuras) que resuelven problemas. Eso
lo aprendieron las diversas especies por medio de la selección
natural, es decir, por el método de la reproducción más la va-
riación; un método que, por su parte, fue aprendido según el
mismo método. Se trata de una regresión, pero no de una re-
gresión hasta lo infinito...?))Yo no lo creo así. En último tér-
mino se trata de una alternativa que no puede resolverse sim-
plemente en el terreno de las ciencias naturales y que, en el
fondo, tampoco puede resolverse ya filosóficamente. Se trata
de saber si la razón o lo racional se halla o no al comienzo de
todas las cosas y como fundamento de las mismas. Se trata de
saber si lo real surgió en virtud de la casualidad y la necesidad
-o, para decirlo con Popper, que sigue en esto a Butler, se tra-
ta de saber si lo real surgió de luck y cunning [casualidadafor-
tunada y previsión]-, es decir, de lo irracional; se trata de sa-
ber si lo racional es un subproducto casual de lo irracional y
en el océano de lo irracional carece también de importancia,
o si sigue siendo verdad lo que constituye la convicción fun-
damental de la fe cristiana y de su filosofía: In principio erat
Verbum, al principio de todas las cosas se halla la fuerza cre-
adora de la razón. La fe cristiana es hoy día, lo mismo que en-
tonces, la opción a favor de la prioridad de la razón y de lo ra-
cional. La cuestión última, como ya se dijo, no puede decidirse
por medio de argumentos de las ciencias naturales, e incluso
el pensamiento filosófico tropieza aquí con sus límites. En este
sentido no existe una destacada posibilidad de probar la op-
ción fundamental cristiana. Pero jacaso la razón puede re-
nunciar propiamente a la prioridad de lo racional sobre lo irra-
cional, al carácter primordial del logos, sin suprimirse a sí
misma? El modelo de explicación presentado por Popper, que
con otras exposiciones de lafllosofía primera reaparece en di-
versas variaciones, muestra que la razón no puede menos de
concebir también a lo irracional según su propia medida, es
decir, de creer que lo irracional es capaz de pensar racional-
mente (¡de resolver problemas, de aprender métodos!), con lo
cual esa filosofía vuelve a asentar implícitamente la primacía
de la razón, algo que ella misma acababa de negar. Por medio
de su opción a favor de la primacía de la razón, el cristianis-
mo seguiría siendo también hoy día ilustración; y yo pienso
que cualquier ilustración que elimine esa opción, yendo en
contra de todas las apariencias, no significaría ya una evolu-
ción, sino realmente una involución de la ilustración.
Hemos visto que, según la mente del mundo cristiano pri-
mitivo, los conceptos de naturaleza, hombre, Dios, ethos, y
religión se hallaban indisolublemente entrelazados,y que esta
vinculación contribuyó precisamente a que se comprendiera
al cristianismo en medio de la crisis de los dioses y de la cri-
sis de la ilustración en el mundo antiguo. La orientación de la
religión hacia una visión razonable de la realidad en general,
el ethos como parte de esa visión y su aplicación concreta
bajo la primacía del amor se asociaban entre sí. La primacía
del logos y la primacía del amor de mostraron como idénticas.
El logos aparecía no sólo como razón matemática sobre el
fondo de todas las cosas, sino también como amor creador que
lelga hasta el punto de sufrir conjuntamente con la criatura.
El aspecto cósmico de la religión, que adora al Creador en el
poder del ser, y el aspecto existencia1de la religión, la cuestión
de la redención, se entreveraban y constituían una única cosa.
De hecho, seguirá siendo insuficiente toda explicación de lo
real que no sea capaz de fundamentar un ethos con sentido y
de manera clarividente. En realidad, la teoría de la evolución,
cuando quiere ampliarse hasta llegar a ser laphiliosophia uni-
versalis, trata también ahora de fundamentar de nuevo el ethos,
haciéndolo de manera evolutiva. Pero ese ethos evolutivo, que
encuentra ineludiblemente su concepto clave en el modelo de
la selección, es decir, en la lucha por la supervivencia, en la vic-
toria del más fuerte, en la adaptación exitosa, tiene pocas co-
sas consoladoras que ofrecer. Aunque de múltiples maneras se
trate de embellecerlo, sigue siendo en último término un ethos
cruel. El esfuerzo por destilar lo racional partiendo de lo que
es en sí irracional fracasa aquí de manera ostentosa. Todo ello
vale bien poco para una ética de la paz universal, del amor
práctico al prójimo, de la necesaria superación de lo propio,
que es algo que nosotros tanto necesitamos.
En medio de esta crisis de la humanidad, el intento por
volver a dar al cristianismo un sentido comprensible como
religio vera tiene que aplicarse por igual, como quien dice, a
la ortopraxis y a la ortodoxia. En lo más profundo, su conte-
nido tendrá que consistir hoy día, igual que entonces, en que
el amor y la razón se aúnen como los auténticos pilares de lo
real: la verdadera razón es el amor, y el amor es la verdadera
razón. En su unidad son el verdadero fundamento y la meta
de todo lo real».

En su entrevista con Peter Seewald resumía el cardenal Ratzinger


en pocas palabras lo esencial del tema de la discusión documenta-
da en este libro: «La imagen que el cristianismo tiene del mundo es
que el mundo en particular es el resultado de un proceso evoluti-
vo muy complicado, pero que en el fondo, de hecho, procede del
logos. En este sentido hay que decir que lleva consigo una razón».*
Seguir el rastro de este logos, ((progettointelligente che 6 il co~rno»~
y examinarlo a fondo, sólo es posible si la realidad misma ya es ra-
cional y, por tanto, idónea para que nuestra razón pueda investi-
garla. Está cuestión es tratada más ampliamente en las actas del
coloquio que este libro recoge.
Ahora hay que expresar algunos agradecimientos. En primer lu-
gar al Santo Padre mismo. Tras su elección como Papa, ha tenido
la generosidad de invitar ya en dos ocasiones a su círculo de anti-
guos alumnos a Castel Gandolfo y ha dedicado mucho tiempo a
participar en el diálogo. Mientras el primer día de nuestro encuen-
tro del año pasado el debate preparatorio tuvo lugar entre el círcu-
lo de antiguos alumnos, el segundo día tuvimos la gran alegría de

8. Gott und die Welt, Munich, 2000, pág. 119.


9. Audiencia general del 9 de noviembre, 2005.
ver que el Santo Padre participó en el encuentro personalmente un
día entero, el 2 de septiembre. Sus intervenciones a las distintas po-
nencias se reproducen en la transcripción que se hizo en el mo-
mento.
Por esta transcripción hay que dar la gracias a la señora Jutta
Lang; por el trabajo de redacción de las aportaciones al debate -que
cuentan con la aprobación de cada uno de los participantes- nues-
tro agradecimiento al profesor Siegfried Wiedenhofer y a su espo-
sa. También queremos expresar nuestro agradecimiento a la edito-
rial Sankt Ulrich, a su director Dr. Dirk Hermann VoB y al editor
Dr. Peter Paul Bornhausen que tan cuidadosamente realizaron el
proyecto. Finalmente hay que dar 19s gracias muy especialmente al
profesor Dr. Stephan Otto Horn SDS, quien desde hace muchos
años es el motor del círculo de antiguos alumnos, y que, con una
serenidad inalterable, preparó nuestro encuentro, concertó fechas
con el Santo Padre, cuidando y promoviendo la comunicación en-
tre unos y otros. También él ha llevado todo el peso de la edición
de estas actas, con el beneplácito del Santo Padre y en colabora-
ción con la Libreria Editrice Vaticana. Nuestro deseo es que este
trabajo nuestro constituya una contribución positiva a la discusión
sobre la creación y la evolución, ique ya hace 150 años que dura!
El círculo de antiguos alumnos se permite ofrecer este libro al
Santo Padre, en señal de agradecimiento, como pequeño obsequio
en ocasión de su 80 cumpleaños.

+ Cardenal Christoph Schonborn


PONENCIAS
Las ponencias que se publican aquí se pronunciaron el día 1 de
septiembre de 2006 ante el círculo de antiguos alumnos del Papa Be-
nedicto XVI y el 2 de septiembre se repitieron en su presencia. Fue-
ron reelaboradas para poder ser publicadas.
PETER SCHUSTER

EVOLUCIÓNY DISEÑO.
ENSAYO DE INVENTARIO DE LA TEORÍA
DE LA EVOLUCIÓN

1.Notas preliminares
Este ensayo trata exclusivamente del aspecto científico de la evolu-
ción biológica y, en este sentido, no pretende hacer afirmación al-
guna sobre implicaciones filosóficas o teológicas del pensamiento de
la evolución. Como en cualquier otra disciplina particular de la in-
vestigación de la naturaleza, los conceptos de la biología se deducen
de la interpretación de los resultados empíricos, y la teoría actual de
la evolución es un sistema de conceptos que no está en contradic-
ción con observaciones que puedan ser interpretadas. El mecanis-
mo más importante de la evolución biológica es el principio de
Darwin de la optimización por variación y selección. Pero también
se dan otros procesos evolutivos en la naturaleza de los seres vivos
que exigen otros mecanismos de descripción.
La biología actual es una disciplina que se encuentra en un es-
tadio de desarrollo rápido. Al igual que las teorías de otras espe-
cialidades de las ciencias naturales, los mecanismos de la evolución
biológica tampoco pueden ser explicados en detalle de un modo fe-
haciente. Las ciencias de la vida molecular ofrecen constantemen-
te nuevos puntos de vista de los procesos del mundo submicros-
cópico. La inclusión de resultados nuevos en la teoría obliga a una
ampliación dinámica de las observaciones científicas acerca del
acontecer en los sistemas vivos.
El funcionamiento del mecanismo darwiniano de la optimiza-
ción por variación y selección se experimentó en el laboratorio
mediante pruebas que dieron por resultado que en la probeta se pue-
den conseguir sintonizaciones exactas del reconocimiento molecu-
lar, que hasta ahora sólo se conocía en moléculas naturales. De aquí
que la teoría de la evolución se pueda presentar como teoría empí-
ricamente fundada y comprobada que, dentro de las ciencias natu-
rales, ocupa un rango semejante a otras teorías distintas de la físi-
ca, por ejemplo, la mecánica, la electrodinámica o la física cuántica.
A través de la genética poblaciones, también dispone de una for-
malización matemática.
La investigación científica de la evolución biológica se ocupa de
dos modos distintos de plantear el problema que conviene contem-
plar por separado: a) la investigación de los mecanismos de la evo-
lución que, en principio, pueden hacerse accesibles directamente de
un modo experimental, busca las causas físicas y químicas de los
cambios observados que posiblemente se reducen a procesos ya
conocidos; y b) la reconstrucción científica del origen y desarrollo
de nuestra biosfera representa una ciencia histórica, que tradicio-
nalmente se basa en la paleontología y que en los últimos cincuen-
ta años pudo aprovechar de forma creciente interpretaciones de re-
sultados adicionales de las investigaciones moleculares.

2. Darwin y Mendel
El principio de Darwin parte de tres observaciones: a) en la repro-
ducción de los seres vivos las propiedades de los padres se transmi-
ten a los hijos, b) los organismos dentro de una población no son to-
dos iguales o, dicho de otro modo, se da una variación natural de
propiedades, y c) en cada sistema ecológico se producen muchos más
descendientes de los que en comparación con los recursos disponi-
bles podrían sobrevivir. La causa de la variabilidad son pequeños
cambios constantes que no se pueden medir y que pueden ser con-
secuencia de un proceso de propagación no perfecto del todo. De es-
tas tres observaciones se sigue una consecuencia muy simple: todas
las propiedades que repercuten positivamente en el número de los
descendientes1 tienen un efecto de retroalimentación. Es decir, más
descendientes en la primera generación tienen todavía más descen-
dientes en la generación siguiente y en consecuencia más en la ter-
cera y así sucesivamente. Pero como sólo puede ser alimentado un
número determinado de descendientes,la variante más fructífera eli-
mina en último término todas las demás. En la figura 1 se muestra
un ejemplo impresionante: a pesar de que las dos variantes en su
fertilidad sólo se distingan en un 10%-once frente a diez descen-
dientes-, al cabo de unas 97 generaciones se invierte la composición
de la población, que pasa de una relación inicial de 99:l en perjuicio
de la variante más fructífera, a convertirse en un valor de 1:99.
Es interesante observar que las ideas de Charles Darwin a pro-
pósito de la transmisión hereditaria eran totalmente falsas.' Él cre-
ía en la transmisión hereditaria de las propiedades adquiridas,
pero no hacía distinciones entre la línea germina1 y las células so-
máticas. Esta distinción la hizo August Weismann por primera vez

1. Para simplificar usamos el concepto de «descendientes» para el porcentaje


medio de descendientes que, a su vez, engendran también descendientes para la
generación siguiente. Dicho de otro modo, no se toman en cuenta los descen-
dientes estériles y los que no alcanzan la edad de poder procrear. En biología para
esta medida de fertilidad se usa normalmente el término «aptitud».
2. Como referencia para los contenidos científicos del siglo XK, se consultaron
para este ensayo las siguientes obras: MICHAEL RUSE,The Danvianian Revolution,
The University of Chicago Press, Chicago, U., 1979. Los detalles a propósito de los
puntos de vista biológicos que se han señalado aquí se hallan en el libro: ULRICH
I~UTSCHERA, Evolutionsbiologie, segunda ed., Verlag Eugen Ulmer, Stuttgart, 2006.
hacia el año 1900. Las ideas de Darwin, que a menudo se califica-
ron de pangénesis, fueron repetidamente desmentidas y, en último
término, al descubrirse la biología molecular, se descartaron defi-
nitivamente. Acerca de las influencias de los progenitores, en las
ediciones posteriores de su obra Origin of Species, Darwin partió
del supuesto de que los factores hereditarios se mezclaban conti-
nuamente, lo que expresó con el término inglés blending. No co-
nocía el concepto de «factores hereditarios» en el sentido que se
da hoy al término gen. Habrían estado en contradicción con los
pasos pequeños (inconmensurables) que, en opinión de los defen-
sores de la doctrina darwiniana de la evolución, determinaban los
cambios. El que los biólogos de la evolución del siglo xrx se aferra-
sen obstinadamente a estas pequeñas transiciones, tiene probable-
mente una explicación histórica: por una parte, Charles Darwin es-
taba muy influido por el geólogo Charles Lyell que postulaba
procesos más lentos para la geología. Por otra parte le pareció ne-
cesario tomar una posición clara contra el investigador de la natu-
raleza y paleontólogo Georges Couvier y sus partidarios, que no ad-
mitían más que las catástrofes como explicación de la desaparición
de las especies fósiles halladas en excavaciones.
Fue el monje agustino Gregor Mendel quien dio con el meca-
nismo correcto a partir de sus experimentos con híbridos vegeta-
les. Mendel había recibido una sólida formación en matemáticas y
física y por esto no le eran extraños los razonamientos a partir de
estadísticas. Estaba en condiciones de valorar correctamente los re-
sultados de sus experimentos con vegetales. La quintaesencia de los
resultados de Mendel es muy simple: las propiedades no se here-
dan por «mezcla» del material hereditario de padre y madre, sino
en forma de «factores de herencia». Para un factor determinado se
da una variante paterna y otra materna y cada uno de ellos contie-
ne una de las dos variantes del padre y de la madre, Los trabajos de
Mendel apenas despertaron la atención de su tiempo.
Los cambios en la herencia genética se producen de dos modos
distintos: a) los «factores hereditarios» se recombinan de distintas
maneras y así surgen nuevas combinaciones con nuevas propieda-
des para el individuo portador, y b) se presentan cambios en cada
paquete y salen variantes auténticamente nuevas. Los factores he-
reditarios hoy se llaman genes, los cambios se llaman mutaciones
y para las variantes se ha introducido el término de alelo. Las mu-
taciones son veleidosas por naturaleza y pueden producir en el por-
tador cambios pequeños o grandes.

3. Teoría sintética de la evolución


Desde principios hasta mediados del siglo xx la teoría de la evolu-
ción y la genética no podían ponerse de acuerdo a propósito del sen-
tido de la selección continuada y de los pasos bruscos o veleidosos
de mutación en el desarrollo de la biosfera. Aunque los especialis-
tas en genética de la población Ronald Fisher, J.S.B. Haldane y Se-
wall Wright, ya en 1930, mostraron con métodos matemáticos que
la genética y la selección podían unirse sin dificultad, hubo que es-
perar hasta después de la segunda guerra mundial para tener una
síntesis de las ideas de Darwin y de Mendel en la teoría sintética de
la biología evolutiva. Dicha síntesis se asocia a los nombres de
Theodosius Dobzhansky, Ernst Mayr, Berhard Rensch y otros. La
teoría sintética3es por naturaleza una teoría macroscópica y no se
basa en estructuras moleculares y otras propiedades de la biomo-
lécula, que eran conceptos entonces desconocidos. Dos conceptos
forman la idea neodarwiniana de los procesos de la evolución: a)
las mutaciones y los sucesos de recombinación no persiguen fina-
lidad alguna y esto significa que no se presentan con más frecuen-

3. Hay biólogos de la evolución que también incluyen la biología molecular en


la ateoría sintética ampliada»,lo que aquí para mayor claridad debemos evitar.
cia, porque al portador le supongan ventaja alguna, y con menos
frecuencia, si le ha de ser perjudicial, y b) las ventajas de los cam-
bios y las adaptaciones aparecen sólo a posteriori como conse-
cuencia de la optimización por medio de la variación y la selección.
El concepto de teleología se substituye por el nuevo de teleonomía.
La orientación hacia un fin es sólo aparente, no es condición o fuer-
za motriz, sino resultado del proceso de la evolución.
El ejemplo clásico son las formas de pico del «pinzón darwinia-
no». El «pinzón darwiniano primitivo» por medio de mutación y
recombinación ha sido capaz de desarrollar una gran cantidad de
formas de pico. Por medio de un uso determinado -alimentación
a base de grano, de bayas o de insectos- la variante con una forma
de pico adaptado a este uso tiene una ventaja, puede tomar más ali-
mento y así criar más hijos. De hecho, las observaciones de los pá-
jaros en las islas Galápagos, donde los pinzones ocupan distintos
nichos ecológicos, fueron una contribución importante para Char-
les Darwin en su formulación del principio de optimización por
medio de la variación y de la selección. La distribución espacial de
una población en subpoblaciones, como se daba en las islas del ar-
chipiélago Galápagos, desempeña un papel importante en la for-
mación de las especies4

~
l
4. ¿En qué se distingue la biología
de la física y química?
El desarrollo de la biología molecular empezó en los años cincuen-
ta del siglo pasado con la aclaración de las estructuras moleculares
de las dos clases más importantes, la proteína y los ácidos nucleicos.

4. La definición de las especies biológicas se basa en el aislamiento en la pro-


creación sexual: individuos de especies distintas no tienen descendientes capaces
de procrear.
El funcionamiento de estas macromoléculas o biopolimeros pudo
deducirse a partir de su construcción espacial. Hay dos clases de bio-
moléculas que son especialmente importantes para describir la
evolución biológica: ácidos nucleicos y proteínas. Unos y otras son
moléculas de cadenas lineales con dos extremos químicamente di-
ferentes. La imagen que mejor ilustra su constitución es la de un co-
llar de perlas. Los ácidos nucleicos se componen de cuatro tipos di-
ferentes de perlas, mientras que las proteínas tienen veinte (figura
3). Las cuatro letras de los ácidos nucleicos se llaman nucleótidos,
los veinte elementos (piezas de construcción) de la proteína se Ila-
man aminoácidos. La estructura química se puede describir de for-
ma abreviada como serie de letras. Contiene la información sobre la
estructura espacial y sobre las propiedades de la molécula en forma
cifrada. La estructura espacial de una molécula se deduce de la ca-
dena de letras mediante un desenvolvimiento en el espacio.
Los ácidos nucleicos se presentan en dos formas muy pareci-
d a ~El: ~ácido desoxirribonucleico (ADN) y el ácido ribonucleico
(ARN). En todas las células la descodificación de la información co-
dificada en las series de letras se lleva a cabo en un solo sentido:

ADN + ARN + proteína

La única excepción es un tipo de virus, los llamados retrovirus,


en los que también se da el paso de ARN 4 ADN. En las células,
en fábricas químicas a escala molecular, se lleva a cabo una tra-
ducción de la cadena de letras del ARN en una serie de elementos

5. Las dos clases de ácidos nucleicos constan de un armazón básico o «back-


bone» con una serie de nucleótidos (monoméricos) distribuidos periódicamente.
En el ARN, que es una molécula algo más sencilla, el armazón básico consta de
forma alternada de ribosa y fosfato, mientras que las bases de purina y pirimidi-
na A, G, U, C determinan los aminoácidos. En el ADN en vez de ribosa hay 2'-
desoxirribosa, y se substituye U por T.
que forman una proteína, de manera que una palabra de tres letras
del ácido nucleico equivale a un elemento de la proteína (figura 4).
El código que determina esta traducción es redundante: hay 64 pa-
labras de tres letras frente a 20 aminoácidos y un signo de punto fi-
nal (stop). La información y su descodificación constituyen la base
molecular de la herencia genética y, por tanto, se habla de la infor-
mación genética y del código genético.
La reproducción de las células (figura 5) o de los organismos
es, desde el punto de vista de la cinética de las reacciones quími-
cas, un proceso autocatalítico o de retroalimentación. Si no hubiera
restricciones impuestas por la limitación de recursos, el número de
individuos de una población crecería exponencialmente. Estos pro-
cesos de retroalimentación se conocen también en el ámbito de la
quimica, donde dan lugar a toda una serie de fenómenos, como es
la formación de modelos, oscilaciones y también explosiones. En
biología, la autocatálisis se distingue del proceso correspondiente
en química en la transmisión de información. Antes de cada divi-
sión de una célula, la información genética en forma de ADN se
duplica, y cada una de estas células hijas recibe un ejemplar de
esta información. El bioquímico designa este proceso de duplica-
ción con el nombre de replicación: tanto las moléculas del ADN
como las del ARN pueden ser replicadas. En la naturaleza se pre-
senta la replicación del ARN en la reproducción de virus. En los
experimentos de laboratorio la replicación del ARN constituye el
elemento más importante de la evolución en probeta. En la molé-
cula del ADN se halla registrada una instrucción completa de mon-
taje para la duplicación de una célula. Este plan de montaje com-
prende no sólo las instrucciones para la producción de la proteína
mediante una traducción de la información que se almacena en
los ácidos nucleicos, sino también las instrucciones para la pro-
ducción del mecanismo de traducción. Dicho de una manera me-
tafórica: junto con las instrucciones para la construcción de un
automóvil, también se ofrece el plan para la construcción de una
fábrica de automóviles.
Ningún proceso de copia puede desarrollarse con una exacti-
tud total. Suceden necesariamente errores de copia o mutaciones
(figura 6) que constituyen una base para la variación de los orga-
nismos que postuló Charles ~ a r w i nEn . ~ consecuencia, las muta-
ciones son alteraciones en la serie de las letras del ADN. Éstas se
transmiten a los descendientes y por esto cada organismo lleva con-
sigo un registro de su historia. Y así, a partir de las diferencias en
las secuencias del ADN, con métodos matemáticos apropiados, se
puede calcular el árbol genealógico de un individuo o de una espe-
cie (figura 7).
Para completar esta información mencionemos que, además de
la herencia genética, también se da una transmisión epigenética de
propiedades, que hoy en gran parte ya han sido investigadas en sus
detalles moleculares. Los distintos mecanismos epigenéticos de-
terminan, entre otras cosas, qué genes serán activos en un orga-
nismo, esto es, según lo explicado anteriormente, cuáles se trans-
criben en ARN y se traducen en proteína. Un ejemplo de las
consecuencias de la epigenética es el hecho de que las enfermeda-
des hereditarias provoquen los daños en diverso grado según si el
gen defectuoso se heredó de la madre o del padre.

5. ¿De dónde viene y qué papel desempeña


la casualidad en la biología?
La palabra casualidad se usa para acontecimientos de naturaleza di-
ferente caracterizados por unas relaciones que no pueden ser com-

6. La otra base es la recombinación de la información genética en la repro-


ducción sexual; es aquí que, según Mendel, en la transmisión hereditaria, el pa-
trimonio de padre y madre se divide y se combina de nuevo (figura 2).
pletamente explicadas como dependencia causal. La falta de expli-
cación puede radicar en la misma naturaleza, como es el caso de in-
formación limitada por falta de exactitud de la mecánica cuántica,
o bien puede tratarse de una información insuficiente originada
por una información incompleta, pero que en principio podría com-
pletarse. Por motivos prácticos esta distinción con frecuencia es irre-
levante, ya que puede ser que completar el conocimiento sobre unas
circunstancias determinadas no sea posible por el hecho de que el
tiempo o la capacidad de almacenamiento disponibles sean insufi-
cientes. En el caso que nos ocupa nos limitaremos al papel de la ca-
sualidad en la evolución genética y empezaremos con el proceso de
la mutación.
Como ya se mencionó en el apartado anterior, los errores de co-
pia de información genética se llaman mutaciones. Puede ser que
se trate de errores que afecten una sola letra y se llaman mutacio-
nes puntuales. En las llamadas inserciones, partes de la secuencia
se copian dos o más veces; en las deleciones la copia es incompleta
y contiene una o más letras de menos (figura 6). Desde el punto de
vista de la cinética de las reacciones químicas, tanto las mutaciones
como las replicaciones correctas son reacciones que tienen lugar
en paralelo y que siguen unos mecanismos muy concretos. ¿Cómo
es posible entonces que la casualidad entre en la evolución biológi-
ca? La exactitud de los procesos de copia molecular es tan grande
que, por ejemplo, un error en bacterias sólo se da cada 100 millo-
nes de letras y esto quiere decir que, si hay 3.000 letras por página,
por término medio sólo aparece una letra equivocada cada 33.333
páginas, lo que correspondería a un solo error en un total de 100 li-
bros de más de 300 páginas cada uno. Esta exactitud elevada de la
replicación tiene como consecuencia que la aparición de una mu-
tación determinada constituya un acontecimiento muy raro.
Ilustraremos este estado de cosas con un ejemplo numérico a
base de mutaciones puntuales: el ADN de la bacteria Escherichia
l coli contiene unos 4 millones de letras; en el caso de una muta-
$ ción, cada nucleótido puede ser substituido por otros tres nucleó-
, tidos, de tal manera que para cada secuencia de ADN hay 12 mi-

1 llones de mutaciones posibles por causa de un error. Si todas las


mutaciones puntuales tuvieran lugar al mismo tiempo? entonces
habría por término medio una mutación cualquiera cada 25 repli-
caciones, pero una mutación determinada, en cambio, sólo una vez
1 cada 300 millones de replicaciones. En una población infinitamen-
te grande todos los procesos de mutación se presentarían de acuer-
do con su frecuencia. Pero de hecho, tanto en la naturaleza como
l en los experimentos de laboratorio, nos las habernos con un nú-
mero limitado de individuos, y esto da lugar a que en el espacio de
tiempo de la observación sólo aparecen unas pocas mutaciones ais-
I
ladas. No es posible predecir cuáles serán, porque las probabilida-
des son demasiando pequeñas para poder hacer una afirmación ra-
zonable. La imposibilidad de una descripción completa de todos los
1
procesos microscópicos y la falta de un número suficientemente
grande de acontecimientos individuales se expresa en una elevada
proporción de casualidad en la mutación. Con esto no hemos te-
nido en cuenta los fenómenos cuánticos que podrían aumentar to-
davía más el carácter casual del paso de cada una de las transicio-
nes mutacionales.
El astrónomo Fred Hoyle usó una vez esta metáfora pera ilus-
trar la imposibilidad de una evolución hacia formas complejas de
vida: sería igual que si en un vertedero se encontrasen todas las pie-
zas de un avión reactor de grandes dimensiones y después del paso
de un tornado que barriese todo este montón, luego tuviésemos el
avión correctamente construido. ¿Tiene razón Hoyle o ha dado con
una conclusión errónea? Es fácil demostrar que se trata de esto ú1-

7. En realidad las mutaciones puntuales tienen frecuencias distintas, pero este


hecho es irrelevante en la afirmación general que hacemos aquí.
timo: la metáfora es inexacta, porque en el caso de un avión sólo
una construcción es posible o sólo unas pocas combinaciones de
piezas que lo hagan apto para volar y, por tanto, que hacen que sea
ventajoso frente al montón de escombros.
En el caso de los sistemas biológicos -ya sean biomoléculas ais-
ladas o bien organismos enteros- hay innumerables pasos previos
que en sí ya son más funcionales que sus pasos precedentes. Este
estado de cosas se puede ilustrar mejor con otra metáfora: imagí-
nese un campo de golf de grandes dimensiones con un césped per-
fecto. La probabilidad de acertar el agujero del centro de un solo
golpe desde un extremo del campo es prácticamente nula, y esto
corresponde a la comparación de Hoyle. Pero el terreno del juego
puede estar dispuesto de otra manera muy distinta. Por ejemplo,
puede tener forma de embudo en el que la pelota fácilmente pue-
de ir dando vueltas hacia el centro y entonces cada golpe desde un
extremo del campo da con precisión con el agujero. Traducido el
ejemplo al campo de la biología, diríamos que los dos terrenos, cam-
po de golf o embudo, corresponden a dos situaciones extremas. En
el caso del campo de golf todas la variantes son igualmente buenas
y malas en vistas a la secuencia del objetivo que representa una ex-
cepción única que cumple óptimamente todos los requisitos dese-
ados. En el caso del terreno en forma de embudo toda mutación
que apunta a la secuencia del objetivo representa una mejora y se-
ría, por tanto, escogida mediante el proceso de selección darwi-
niano. Determinar la estructura de terrenos en los que tiene lugar
la evolución es difícil, pero ya hay toda una serie de resultados
para algunas biomoléculas. A partir de estos resultados podemos
deducir que los terrenos naturales no tienen forma ni de campo de
golf ni de embudo. En cambio, experimentos de laboratorio a pro-
pósito de la evolución han mostrado que de hecho es posible una
optimización gradual de la propiedades de las moléculas median-
te un proceso darwiniano.
Aun cuando la frecuencia de las mutaciones individuales no está
en relación alguna con su efecto, bien puede afirmarse que la se-
lección se orienta hacia un proceso evolutivo. Se escogen aquellas
variantes que tienen más descendientes. En este sentido, la evolu-
I
ción corresponde a la técnica de optimización de Monte Carlo apli-
1
cada con frecuencia: las transiciones producidas por un proceso ca-
sual sólo se aceptan en el caso de que sirvan para mejorar la
l
solución. La experiencia enseña que los procedimientos de opti-
mización, que se basan en casos casuales, en funciones de alta com-
plejidad superan los métodos deterministas convencionales.

6. Conducta compleja a partir de reglas simples


La naturaleza que nos rodea tiene una complejidad enorme que
abarca desde la química del acontecer molecular hasta las muchas
capas de la conducta de los hombres en la sociedad. El argumen-
to esgrimido con frecuencia de que la complejidad no puede sa-
lir de elementos simples, se desmiente con unas estructuras ma-
temáticas simples, que recuerdan los juegos de mesa, los llamados
autómatas celulares. Los autómatas celulares describen el des-
arrollo de unos modelos formados por campos ocupados y des-
ocupados. El aspecto esencial de un autómata celular son unas re-
glas que permiten calcular qué configuración tendrá el paso
siguiente a partir de la configuración actual. Comenzando en la
configuración de partida se dan unas estructuras dinámicas que,
a veces, simulan una conducta orientada hacia un objetivo. Un
ejemplo de gran efecto ilustrativo de ello es el Game ofLife de John
Horton Conways que se juega sobre un tablero de ajedrez de gran-
des dimensiones. Puesto que para el desarrollo de los autómatas
se dispone de dos direcciones independientes, se caracteriza por
ser un juego bidimensional. Entre los distintos modelos dinámi-
cos simples es muy impactante el desarrollo del Gosper Glider
G U ~a partir
: ~ de una configuración inicial se forma en unas 70 ju-
gadas un modelo dinámico que echa fuera en una dirección preci-
sa cinco pequeños elementos móviles que ocupan cinco campos,
los llamados Glider.
Hace unos años Steven Wolfram propuso una clasificación de los
autómatas celulares unidimensionales que es apropiada para definir
una conducta compleja. Hay autómatas celulares que después de
pocas transiciones ya pasan a un estado completamente ordenado, y
otros que simplemente oscilan entre dos o muy pocos modelos. Otra
clase de autómatas celulares unidimensionales no permite recono-
cer una periodicidad (apreciable) de modelos y, por esto, se llaman
caótico^.^ Tanto los sistemas caóticos como los ordenados tienen un
repertorio de conducta simple. Wolfram identificó todavía una cuar-
ta clase de autómatas celulares unidimensionales que, después de una
fase inicial no aparecen ni ordenados ni periódicos ni caóticos. De
hecho, fueron modelos complejos y también se les ha considerado
como una analogía de la complejidad de los sistemas vivos, tal como
se expresa mediante el concepto de life at the edge of chaos [la vida
en el umbral del orden y el caos]. Sin abusar demasiado de la metá-
fora, podemos retener que un comportamiento complejo puede sa-
lir de una múltiple aplicación de reglas muy simples. En este caso nos
hallamos ante un ejemplo de fenómeno de autoorganización.El com-
portamiento complejo no está completamente contenido ni en las
reglas ni en las configuraciones iniciales, pues la complejidad es en
este caso un producto de la dinámica del proceso.

8. Los ejemplos de Game of Life de Conways se pueden aprender fácilmente:


se puede descargar el programa necesario de un enlace de Internet
(http://www.bitstorm.org/gameoflife),y cualquier ordenador de la nueva genera-
ción puede proyectar los distintos modelos dinámicos
9. Todos los autómatas celulares con extensión limitada, después de un nú-
mero máximo calculable de transiciones, tienen que convertirse en periódicos o
tienen que llegar a una situación estática.
7. Árbol genealógico de la vida
Ya fue un postulado de Charles Darwin que todos los seres vivos
procedían de una forma primitiva de vida. El parentesco de los or-
ganismos se diagnosticó a partir de su aspecto, es decir, por medio
de la morfología. Hasta la segunda mitad del siglo xx, la recons-
trucción morfológica del árbol genealógico de los seres vivos era la
única información sobre la evolución de las especies. Las fuentes
para esta información son tanto las formas vivas existentes como
también las especies extinguidas conservadas en los fósiles. Darwin
era muy consciente de que la existencia de un árbol genealógico era
muy importante para su teoría de la evolución. La única figura que
pone en su revolucionario libro On the origin of species muestra un
árbol genealógico que crece a partir de una sola raíz.
La biología celular, nacida en la segunda mitad del siglo XIX y
que por medio del uso del microscopio óptico dio lugar a la biolo-
gía celular, reveló que todos los organismos estaban construidos a
base de células. Parecía, por tanto, claro que la forma primitiva te-
nía que buscarse en la célula. Los progresos decisivos en la bús-
queda de datos comunes en todos los organismos se consiguió pri-
meramente gracias a la biología molecular. La química de la vida
se expresa mediante el mecanismo molecular que actúa con ayuda
de varios miles de genes, decenas de miles en los organismos su-
periores y, en sus trazos fundamentales, este mecanismo funciona
igual en todos los seres vivos.
Comparando la información genética de los distintos organis-
mos que viven hoy se pueden sacar conclusiones sobre su grado de
parentesco, lo que permite la reconstrucción de su filogenia.
Nuestro ADN así como las moléculas ADN de todos los otros se-
res vivos son el resultado de un gran número de mutaciones parti-
culares que han modificado una secuencia primitiva del ADN. Se-
gún esto, todos los organismos vivos en su ADN traen en sí mismos
un recuerdo de su pasado que, según la distancia temporal, permi-
te hacer afirmaciones más o menos claras. Comparando estos re-
cuerdos se puede luego reconstruir el árbol genealógico de la vida
(figura 7). El resultado más convincente -quizás habría que decir,
el más convincente de todos- es el hecho de que el árbol genealó-
gico morfológico y el genético-molecular, dejando aparte unas po-
cas excepciones, coinciden hasta en sus detalles más pequeños.
Como los dos métodos de reconstrucción de la historia de la vida
son independientes el uno del otro constituyen las columnas de apo-
yo y columna vertebral de la biología actual de la evolución.

8. Experimentos en el campo de la evolución


y simulaciones por ordenador
En general, no es posible observar directamente la evolución, por-
que los tiempos que median entre generación y generación son de-
masiado largos. La excepción son las bacterias, los virus y las mo-
léculas de ARN. Éstas pueden reproducirse tan rápidamente que
los espacios de tiempo disponibles son suficientes para poder se-
guir de cerca la selección y las adaptaciones de una evolución. La
elección de unas condiciones simples y constantes de medio am-
biente hace posible una separación clara de la dinámica evolutiva
en la población e influencias del medio ambiente. En el experimento
de laboratorio es posible en todo momento sacar pruebas y así po-
demos obtener un registro sin interrupciones de la evolución. Men-
cionamos algunos ejemplos típicos.
Richard Lenski, de la Universidad de Michigan, en East Lansing,
empezó en 1988 un experimento, que hoy todavía dura, con bac-
terias del tipo Escherichia coli que hace que evolucionen bajo unas
condiciones constantes. Hasta hoy ya ha podido aislar y analizar
unas 40.000 generaciones. Los tres resultados más importantes de
esta experimento de evolución bajo condiciones constantes son: a)
las bacterias se desarrollan en clones que entre sí tienen un paren-
tesco más próximo que con el resto de la población y forman unas
líneas de evolución en forma de árbol genealógico; b) el número de
mutaciones en el ADN es proporcional al tiempo transcurrido y
puede ser muy diverso según las distintas clases de bacterias; y c)
a pesar de estos cambios continuados de las secuencias genéticas
se pueden observar también unas adaptaciones graduales a las con-
diciones del medio artificial del experimento de laboratorio.
De los numerosos estudios de evolución en virus y sobre todo
en fagosl0 mencionamos aquí únicamente los que llevó a cabo Ja-
mes Bull, de la Universidad de Texas, en Austin. El objeto de estu-
dio era el fago bacteriológicofX174 que ataca preferentemente
como huéspedes bacterias del tipo Escherichia coli. Su ADN sólo
tiene una longitud de 5386 nucleótidos y con esto contiene poco
menos que una milésima parte de la información genética de su
huésped. Puede sobrevivir gracias a que utiliza el mecanismo ge-
nético de la bacteria y adapta el programa de ésta a su propia re-
producción. En el experimento de laboratorio, James Bu11 y Holy
Wichman dejaron crecer una población de fagos en un cultivo de
bacterias durante 180 días. Este plazo de tiempo corresponde apro-
ximadamente a 13.000 generaciones de fagos. Además de un aná-
lisis esmerado de las mutaciones acaecidas y de sus efectos en la
virulencia de los fagos, los autores vieron evidencias de que las bac-
terias y sus parásitos se adaptaban entre sí progresivamente en una
especie de carrera armamentistica. Considerado sólo superficial-
mente, el medio ambiente de los fagos es una constante. De hecho,
se produce una coevolución y, como también pasa en la naturale-

10. Fagos, llamados más exactamente bacteriófagos, son virus que atacan a las
bacterias como si fuesen huéspedes. Por su relativa sencillez, los fagos fueron en
los primeros años de la biología molecular el método más importante para inves-
tigaciones sistemáticas.
za, tiene un final imprevisible, si no se da el caso de que uno de los
dos aliados pierda su capacidad de adaptación.
Ya en los años 60 del siglo pasado se llevaron a cabo experi-
mentos sobre la evolución con moléculas de ARN, a cargo de Sol
Spiegelman. Éste, puso el ARN procedente del fago Q en un me-
dio apto para la replicación y dejó que se reprodujera allí. Este me-
dio contiene todos los elementos necesarios para la síntesis del fago
ARN y una enzima que cataliza la replicación. Al cabo de un cier-
to tiempo en que el medio ya se había agotado por el uso, sobrein-
yectó una prueba pequeña en una probeta con un medio puro de
replicación y repitió unas cien veces este procedimiento. La forma
de proceder, que tiene un cierto parecido con la ejecución de los
experimentos con bacterias, se conoce con el nombre de «método
de transferencia en serie». El resultado de la serie de experimentos
fueron las moléculas de ARN que se propagan con mucha más ra-
pidez que las moléculas iniciales. Por medio de una concurrencia
dentro de la población de moléculas, se seleccionaron las varian-
tes en el sentido de la figura 1 que, bajo estas condiciones dadas,
fueron las que se propagaron con mayor rapidez. Los experimen-
tos de Siegelman fueron analizados por Manfred Eigen y Christof
Biebricher en el Intituto Max Plank para química biofísica de Go-
tinga con los métodos de la cinética de la reacción química y se in-
vestigaron con detalle, con el resultado de que el conocimiento que
tenemos hoy sobre la evolución en la probeta es equiparable al que
tenemos de cualquier otro proceso químico corriente. La evolución
en el sentido darwiniano es un fenómeno universal y no está vin-
culado a la existencia de vida celular. Esto se demostró con un ejem-
plo de reacción bioquímica.ll La evolución de moléculas de ARN

11.Los trabajos experimentales de Biebricher se basaron en modelos teóricos


y en sus análisis matemáticos (cf. entre otros las explicaciones divulgativas de EI-
GEN & WINKLER, Das Spiel,Munich, Pieper-Verlag, 1975, y EIGEN,GARDINER,
guos rivales se juntan en una unidad organizada. Un modelo de for-
mación de unidades funcionales por unificación de rivales ya se pro-
puso en los años setenta del siglo pasado. Un elemento esencial de
esta idea es la formación de cooperaciones entre los rivales. Sin
duda los rivales ya tienen que disponer en sí mismos de la capaci-
dad de cooperar. Por ejemplo, las moléculas de ARN, que han de
juntarse en una nueva unidad por medio de una catálisis mutua,
tienen que llevar consigo la capacidad de catalizar los procesos quí-
micos pertinentes. De hecho, las moléculas ARN pueden catalizar
una multitud de reacciones químicas distintas de un modo eficiente.
Sobre todo se han hallado las moléculas de ARN catalíticas, los lla-
mados ribocimos que aceleran la división o la unión de otras mo-
léculas ARN. Hay también otras formas de cooperación que se
manifiestan por medio de las simbiosis para la utilización recípro-
ca de las distintas moléculas o por medio de la cooperación entre
individuos en las sociedades animales o humanas.
En la figura 9 se ilustra el modelo mencionado de formación de
unidades jerárquicas superiores en cuatro transiciones: a ) los riva-
les se juntan por cooperación en una red de dependencias mutuas;
b) de esta red sale una unidad ordenada funcional, que incluye to-
dos los individuos participantes en la catálisis; c) la nueva unidad
desarrolla una frontera frente al mundo exterior: membrana, piel, re-
conocimiento específico de la asociación por medio de feromo-
nas,15rituales o lenguajes, para defenderse de los parásitos, y d) res-
tablecimiento del mecanismo darwiniano al nivel de unidades
jerárquicas superiores. A este modelo, que ha sido analizado mate-
máticamente y comprobado mediante simulación por ordenador, por

15. Feromonas son substancias químicas que pueden distinguirse incluso en


la dilución más extrema y que ocasionan reacciones altamente específicas. For-
mas de feromonas que se han investigado y se conocen bien son las hormonas de
atracción sexual.
número de las generaciones

número de las generaciones

número de las generaciones

Figura 1: La selección en el sentido del principio de Darwin. En una pobla-


ción hay dos variantes, que respecto al número de descendientes, se distinguen
en un 10%.Los valores de aptitud se han fijado en 10 y 11. La población inicial,
que se compone de 100 individuos, contiene las dos variantes en la proporción
99:l. Los tres gráficos sólo se distinguen en sus escalas temporales. La función ini-
cial escalonada, con un número suficientemente grande de generaciones, se con-
vierte en una curva lisa. Al cabo de unas 100 generaciones la variante fértil ha ex-
pulsado del todo a sus rivales menos afortunados.
en sistemas de laboratorio también se llevó a cabo siguiendo unos
criterios artificiales de selección en el sentido de cría de animales
o cultivo de vegetales. Y se consiguió cultivar unas moléculas he-
chas a medida para unas funciones determinadas de antemano. Uno
de los resultados más importantes de estos trabajos está en que con
los métodos sencillos, basados en el principio darwiniano, se pue-
den obtener moléculas que, en lo que se refiere a la selectividad
frente a los receptores y a la diversidad de funciones, no son infe-
riores a las moléculas naturales biopolimeros. Actualmente, tanto
la evolución natural como el diseño de evolución en experimentos
de laboratorio, están en condiciones de apuntar a resultados que
eclipsan cualquier diseño racional12de biomoléculas.
Para obtener experimentalmente informaciones sobre la evolu-
ción de sistemas simples -actualmente inasequibles-, se han lleva-
do a cabo también simulaciones por ordenador. Para ello se hizo una
reproducción de un modelo de la optimización en el ordenador de
moléculas de ARN de un cultivo de moléculas. Los pasos de so-
breinjerto de los «experimentos de transferencia serial» se substitu-
yeron por el sistema continuado de un reactor de flujo. El resultado
más importante de estos trabajos es la aclaración de la causa de la
aproximación gradual de las poblaciones a la meta (figura 8). Bre-
ves sectores de éxito son interrumpidos por largas planicies en las
que no tienen lugar mejoras visibles. No obstante, durante estas épo-
cas casi estacionarias se observan mutaciones constantes en las se-

SCHUSTER Y WINKLER-OSWATITSCH, Spektrurn der Wissenschaften,1981, núm. 6, pág.


37-56, así como la exposición algo más especializada de Eigen & Schuster, The
hypercycle - A principie of natural self-organization,, Berlín, Springer-Verlag, 1979).
12. Por diseño racional se entiende la construcción de biomoléculas sobre un
«tablero de dibujo» que se funda en los conocimientos actuales de biología es-
tructural y biofísica. El «tablero de dibujo» clásico del ingeniero naturalmente tam-
bién aquí ha sido substituido ya hace más de treinta años por la simulación con
ordenadores.
cuencias del ARN. Estas mutaciones no tienen influencia alguna so-
bre la aptitud o, en general, sobre el fenotipo que en este caso está
determinado por la estructura de las moléculas del ARN. Las mu-
taciones que no repercuten en la selección se llaman mutaciones
neutrales. Una evolución sin repercusión de diferencias de selección
sólo afecta a las secuencias y fueron designadas por el genetista de
la población Motoo Kimura como «evolución neutral*. Una esta-
dística típica de las mutaciones que se producen en poblaciones na-
turales de organismos superiores muestra pocas variantes de venta-
ja frente a grandes porciones de mutantes neutrales y desfavorables.
Un análisis de las simulaciones por ordenador muestra que las fases
de la optimización coronada por el éxito acaban cuando puede con-
seguirse una variante ventajosa por medio de una transición muta-
cional. Las poblaciones se propagan entonces sobre mutantes neu-
trales hasta que se halla una variante neutral que permita una
optimización a partir de eila. La estructura escalonada del proceso
de la optimización es causada por el hecho de que la optimización
motivada por la selección se consigue más rápidamente que la bús-
queda de las poblaciones hacia mutantes neutrales.

9. Escala temporal de la evolución


e influencias exteriores
Los experimentos de evolución con organismos simples o con mo-
léculas de ácidos nucleicos han mostrado que los procesos de evo-
lución de ninguna manera tienen que seguir un camino gradual. De
los datos se deduce, que, sin duda, se dan dos escalas temporales
de evolución: a) una rápida, determinada por la selección bajo va-
riantes de distinta aptitud, y: b) una lenta, caracterizada por una ap-
titud media constante de la población. La interpretación más sim-
ple de este estado de cosas está en el hecho de que las mutaciones
con ventaja representan acontecimientos escasos y de que, por esto,
después de una fase de selección, una población tiene que esperar
largo tiempo hasta que se presenta otra mutación ventajosa. La exis-
tencia de un gran número de mutaciones neutrales clarifica la in-
terpretación simple según la cual las dos escalas temporales se con-
figuran por fases de optimización, es decir, de procesos de selección
y de épocas en que tiene lugar un tránsito casual y sin objetivo, a
partir de variantes neutrales.
Todas las observaciones descritas y sus interpretaciones se li-
mitan a una evolución bajo condiciones exteriores constantes. Esto
no se da en la naturaleza por distintas razones: a) como ya men-
cionamos al hablar de los experimentos de evolución con bacte-
riófagos, existe una coevolución, y b) la naturaleza viva está some-
tida a las condiciones inestables del medio ambiente. Para cada una
de las especies las condiciones ambientales se ven constantemen-
te cambiadas por una coevolución. La adaptación de una especie
trae consigo un empeoramiento constante de las condiciones de
vida de todas las otras especies que sólo puede se salvado por me-
dio de una adaptación propia. Esto lleva a un proceso de adapta-
ción sin fin que corresponde aproximadamente a la carrera arma-
mentística de las sociedades humanas. Cuando una especie ha
conseguido el límite de sus adaptaciones posibles, se ve eliminada
por el desarrollo de otras especies, su nicho ecológico queda dis-
ponible y ocupado inmediatamente por otra especie mejor prepa-
rada para la lucha.
En tiempos de Darwin la teoría de la evolución y la idea de ca-
tástrofes causadas por el clima o por efectos extraterrestres eran
magnitudes irreconciliables y contrarias. Este escenario ya forma
parte de la historia: por una parte, la teoría de la evolución ya se ha
establecido como parte constitutiva de las ciencias naturales y no
necesita «luchar por su existencia» y, por otra, se acumulan los ha-
llazgos que confirman que tales catástrofes globales de hecho se
dieron. Se hallaron rastros evidentes de la caída de grandes mete-
oritos. El más popular de todos ellos es el que cayó en el límite cre-
tácico-terciario que se supone que aceleró mucho y quizás incluso
causó la extinción de los saurios. Otra catástrofe climática que se
discute afirma que la tierra fue una esfera de hielo.13 No hay duda
de que el desarrollo histórico de la vida sobre la tierra pasó por igual
a través de condiciones climáticas de vida favorables y de fases ex-
tremadamente desfavorables como, por ejemplo, heladas, períodos
de sequía o ini~ndaciones.

10. Las grandes transiciones


de la evolución biológica
El mecanismo de la evolución darwiniana puede explicar la opti-
mización, la adaptación a un medio ambiente y la coevolución en
el sentido de una «carrera armamentística~.Pero también hay fa-
ses de desarrollo de vida sobre la tierra en las que tuvieron que ser
regidos y activados por otros mecanismos. En el cuadro sinóptico
de la pagina 48 se señalan las ocho grandes transiciones más im-
portantes.14 Todas estas transiciones tienen en común que el paso
a un nivel de complejidad jerárquicamente superior fue posible
por medio de una nueva propiedad. En el nivel superior, los anti-

13. Por esfera de hielo o Snowball-Earth se entiende un largo período geoló-


gico en el neoproterozoico tardío durante el cual la tierra casi en su totalidad se
hallaba helada. A esta época se la hace responsable, entre otras cosas, de la larga
duración de un mundo de organismos unicelulares procarióticos que precedieron
al repentino y rápido al desarrollo de los eucariotas y más tarde de los organismos
pluricelulares. La bibliografía competente sobre el tema se halia en HOFFMAN &
SCHLAG, Terra Nova, 14: 129-155, 2002, y BODISELITSCH, KOEBERL, MASTER Y REI-
MOLD, Science, 308: 239-242.
14. John Maynard Smith y Eors Szathmáry describieron en una monografía
detalladísima las grandes transiciones, «major transitionsn, de la evolución bioló-
gica: MAYNARD SMITH & SZATHMARY, The major transitions in evolution, W.H. Fre-
emanlspektrum, Oxford, 1995.
guos rivales se juntan en una unidad organizada. Un modelo de for-
mación de unidades funcionales por unificación de rivales ya se pro-
puso en los años setenta del siglo pasado. Un elemento esencial de
esta idea es la formación de cooperaciones entre los rivales. Sin
duda los rivales ya tienen que disponer en sí mismos de la capaci-
dad de cooperar. Por ejemplo, las moléculas de ARN, que han de
juntarse en una nueva unidad por medio de una catálisis mutua,
tienen que llevar consigo la capacidad de catalizar los procesos quí-
micos pertinentes. De hecho, las moléculas ARN pueden catalizar
una multitud de reacciones químicas distintas de un modo eficiente.
Sobre todo se han hallado las moléculas de ARN catalíticas, los Ila-
mados ribocimos que aceleran la división o la unión de otras mo-
léculas ARN. Hay también otras formas de cooperación que se
manifiestan por medio de las simbiosis para la utilización recípro-
ca de las distintas moléculas o por medio de la cooperación entre
individuos en las sociedades animales o humanas.
En la figura 9 se ilustra el modelo mencionado de formación de
unidades jerárquicas superiores en cuatro transiciones: a) los riva-
les se juntan por cooperación en una red de dependencias mutuas;
b) de esta red sale una unidad ordenada funcional, que incluye to-
dos los individuos participantes en la catálisis; c) la nueva unidad
desarrolla una frontera frente al mundo exterior: membrana, piel, re-
conocimiento específico de la asociación por medio de feromo-
nas,15rituales o lenguajes, para defenderse de los parásitos, y d)res-
tablecimiento del mecanismo darwiniano al nivel de unidades
jerárquicas superiores. A este modelo, que ha sido analizado mate-
máticamente y comprobado mediante simulación por ordenador, por

15. Feromonas son substancias químicas que pueden distinguirse incluso en


la dilución más extrema y que ocasionan reacciones altamente específicas. For-
mas de feromonas que se han investigado y se conocen bien son las hormonas de
atracción sexual.
Membranas, división organizada
Moléculas replicantes -+ Moléculas en compartimentos

Encadenamiento molecular; replicación compartida


Replicadores independientes -+ Cromosomas

Códigogenético, Ribosoma
ARN como gen y enzima -+ ADN y proteína

Fusión por medio de endosimbiosis


Procariotas Eucariotas

Origen de la reproducción sexual


Clones de reproducción asexual Poblaciones de reproducción sexual

Diferenciación y desarrollo celular


Protistas -+ Vegetales, hongos y animales

Origen de castas no reproductivas


Individuos de vida solitaria -+ Colonias de animales

Lenguaje, escritura, cultura


Sociedades de primates + Sociedades humanas

Tabla: Las grandes transiciones de la evolución biológica. Las propiedades nue-


vas que posibilitaron la transición a una forma más compleja de vida se indican
en cursiva sobre la flecha.
el momento sólo le falta un sistema experimental sencillo y mane-
jable como el que ya conocemos a base de la replicación del ARN
para el sencillo mecanismo darwiniano.
Lo que actualmente mejor se conoce es el paso de la célula sim-
ple procariótica sin núcleo celular a la célula eucariótica con una
construcción celular altamente estructurada compuesta de núcleo
celular y de orgánulos celulares.16Hay muchos indicios que abogan
hoy en favor de la formación de la primera célula eucariótica por
endosimbiosis, un proceso de integración que unifica varios orga-
nismos independientes en una célula única.17
Es un hecho común a todas las cooperaciones de antiguos riva-
les el que siempre aparecen individuos que intentan escaparse de
la asociación en provecho propio. La comunidad entonces tiene que
desarrollar técnicas de control para evitarlo. En la figura 9 estos in-
dividuos no cooperadores son considerados como parásitos. Como
ya se sugiere allí, los parásitos no sólo tienen que ser excluidos de
la formación de la asociación cooperativa, sino que, además, en caso
de que se desarrollen en la asociación, hay que evitar que puedan
ser nocivos. Esta lucha contra individuos que han caído en un es-
tado parasitario, atraviesa la evolución biológica de un extremo a
otro: fragmentos de ADN que se propagan independientemente del
resto del ADN como los denominados genes egoístas, selfishgenes,
hay que someterlos a control. Las células transformadas que se sus-
traen al control y se reproducen de forma incontrolada como tu-
mores tienen que ser descubiertas y eliminadas por el sistema in-
munológico, para evitar la muerte del organismo por una

16. Orgánulos celulares de las células animales son los mitocondrios que efec-
túan la obtención de energía química mediante oxidación con el oxígeno del aire.
En las células de las plantas existen además los cloroplastas que llevan a cabo la
fotosíntesis.
17. Para más información sobre la teoría endosimbiótica del nacimiento de la
célula eucariótica, cf. KUTSCHERA, Evolutionbiologie,pág. 149 y SS.
enfermedad cancerosa, así como los elementos criminales de una
sociedad humana tienen que ir a la prisión y puestos en cuarente-
na para evitar la ruina de la sociedad. En este sentido, la agrupa-
ción de los individuos en una asociación jerárquicamente superior
y más compleja ocasiona costos para poder mantener la coopera-
ción. Pero tanto las ventajas obtenidas por las sinergias como las
nuevas posibilidades creadas tienen que ser superiores a estos cos-
tos, para que la nueva unidad funcional no se arruine.

11.Bricolaje evolutivo y complejidad


de los organismos
Una característica importante de la evolución de la biosfera es el
hecho de que todas las células -desde las formas más simples de
forma de vida bacteriana hasta los animales más evolucionados,
hombre incluido- utilizan casi exactamente el mismo mecanismo
bioquímico. Si no fuera así, no sería posible, por ejemplo, sinteti-
zar por ingeniería genética proteínas humanas como la insulina o
la eritropoietina en bacterias. Pero esto también quiere decir que,
una vez puesto en marcha el aparato metabólico de las células, sin
contar unas pocas modificacions marginales, hasta hoy ya no ha
cambiado más.
En una consideración retrospectiva hay muchos cambios de vía
en la evolución de la biosfera que, a pesar de la capacidad de su-
pervivencia en un momento determinado del pasado, resultaron un
obstáculo insalvable para un desarrollo posterior. Tres ejemplos to-
mados de la anatomía de los animales vertebrados servirán de ilus-
tración: a) en el ojo de los vertebrados, la derivación de las fibras
nerviosas se da por el lado orientado hacia la luz y, por esto, el fas-
cículo nervioso tiene que pasar por la retina y causar la llamada
mancha ciega de nuestro ojo, b) el cruce de la tráquea y del esófa-
go en la laringe de los vertebrados provoca una gran variedad de
complicaciones al respirar o hablar al mismo tiempo que se come
o se bebe, y c) la limitación a cuatro extremidades no permite que
los pájaros desarrollen alas y manos.
Franqois Jacob,en la recopilación de lecciones universitarias que
publicó en 1982, puso por título de un capítulo: Evolution and En-
keringlg, donde desarrolla sus argumentos sobre la cuestión, de-
mostrando que la evolución no trabaja como un ingeniero que cal-
cula una y otra vez las piezas de su aparato y proyecta sobre su
tablero de dibujo, sino más bien como un aficionado que constru-
ye algo con lo que tiene a mano. Los avances de la ciencia en bio-
logía molecular han confirmado del todo las ideas de Franqois Ja-
cob. Excedería ahora el marco de este ensayo tener que enumerar
todas las interpretaciones del material actual que señalan clara-
mente el carácter de trabajo sobre la marcha del proceso evoluti-
vo. Como ejemplo típico mencionemos las duplicaciones genómi-
cas: la reconstrucción de los árboles genealógicos de los organismos
actuales a partir de los datos de secuencias de ADN ha mostrado
que no sólo cada gen se duplica por las inserciones (figura 6);sino
que con frecuencia se han dado duplicaciones de genomas ente-
ros. El caso mejor investigado se refiere a la levadura de cerveza,
Saccharomyces cerevisiae, cuyo genoma se duplicó hace unos 100
millones de años. Una comparación de la secuencia de ADN de la
levadura con la del organismo que entonces le era muy parecido,
Kluyveromyces waltii, demostró dicha duplicación del genoma.

18. FRANCOIS JACOB, The Actual and the Possible, Pantheon Books, Nueva York,
1982. La palabra Tinkering corresponde a lo que actualmente llamamos bricolaje
que, con frecuencia, se entiende como trabajo poco importante o hecho con ma-
teriales menos valiosos. Últimamente la palabra Bricolage equivale más bien al
Do it Yourself (DIY). Un compendio especializado sobre la evolución como bri-
colaje se encuentra en: DUBOULE & WILKINS, «The evolution of "bricolage"»,en
Trends in Genetics , núm.14, pág. 54-59, 1998.
Ahora bien, como, en general, no hay ninguna necesidad de hacer
una segunda copia de un gen, con el tiempo se perdió una copia de
la mayoría de los genes duplicados. Algunas segundas copias de ge-
nes asumieron nuevas funciones aumentando así el repertorio de
las propiedades genético-metabólicas del organismo. Argumenta-
ciones parecidas se hicieron a partir de dos duplicaciones de ge-
noma en los vertebrados hace 200 millones de anos. Se ha dado
cuenta de otras duplicaciones más recientes a propósito de ranas y
peces. Asimismo, son especialmente frecuentes los indicios con-
tundentes de duplicaciones genómicas en algunas líneas filogené-
ticas vegetales.
Condicionadas por las duplicaciones de genes o del genoma,
las moléculas idénticas o muy parecidas asumen dos o más fun-
ciones en el organismo. Una consecuencia de ello es la necesidad
de unos mecanismos de regulación más sutiles para impedir fun-
ciones erróneas. Es fácil imaginar que mediante procesos continuos
de esta clase, las funciones de regulación y de control se hacen
progresivamente más complejas. Hay biólogos que ven en la com-
plejidad progresiva de los organismos en el transcurso de la evolu-
ción una consecuencia del principio del bricolaje. Hay que supo-
ner que el aumento en complejidad tiene varias causas; el principio
de la apertura de nuevas posibilidades por medio de duplicación
del material genético y la variación de los duplicados no necesarios,
son ciertamente algunas de estas causas.
Desde otro punto de vista, la complejidad de las formas supe-
riores de vida ha de llevarnos a la siguiente conclusión: presentamos
aquí el desarrollo evolutivo del ojo como ejemplo de evolución de
un órgano complejo que puede seguirse y analizarse sobre base
molecular. Tienen ojos, entre otros, los vertebrados, los cefalópodos
y los insectos. En la biología convencional se consideraban estos tres
órganos de visión -junto con otros ojos más primitivos- como tres
formas independientes de evolución. Unas investigaciones más re-
cientes de Walter Gehring,lgno obstante, han mostrado que todos
los ojos conocidos tienen un origen evolutivo común: genes idénti-
cos o muy afines controlan el desarrollo del ojo en organismos muy
distintos. Además, parece que hay que buscar una única molécula
sensible a la luz, que apareció por primera vez ya hace mucho tiem-
po y que se ha de fechar en las formas primitivas de vida del Pre-
cámbrico temprano o quizás ya antes. Un detalle interesante refe-
rente a las tres especies de ojo que antes hemos mencionado se
refiere a la manera como las células fotosensibles se ponen en con-
tacto con las neuronas. En dos casos, esto es, en los cefalópodos y
en los insectos, la evolución ha producido una construcción técni-
camente correcta: las neuronas abandonan las células fotosensibles
por el lado de la retina contrario a la incidencia de la luz. Y en un
caso -como ya hemos dicho- las fibras nerviosas abandonan la re-
tina por el lado equivocado, por el lado de la incidencia de la luz, y
como el fascículo nervioso tiene que ir al cerebro a través de la re-
tina, ello condiciona la mancha ciega de nuestro ojo. Ahora bien, si,
como en el caso de nuestro ojo altamente complejo, hay un camino
evolutivo que, a partir de una célula con un pigmento sensible a la
luz, conduce al ojo perfecto, entonces no es difícil imaginar que este
camino se fue señalando por medio de repetidas mejoras. En defi-
nitiva, poseer una célula fotosensible es sin duda una ventaja frente
al organismo incapaz de saber de dónde viene la luz.
El bricolaje evolutivo bien merece respeto y admiración. El prin-
cipio Do-It-Yourself(D1Y) de la autoorganización biológica ha pro-

19. Walter Gehring, del Centro Biológico de la Universidad de Basilea, ha in-


vestigado en muchos estudios originales la genética molecular del desarrollo del
ojo. Dos resúmenes de sus trabajos se han publicado en GEHRING, «The genetic
control of eye development and its implications for the evolutions of the various
eye-Types*, en Internat. J. Develop.Bio1 (2002), núm.46, pág.65-73, y en Zoology
(2002), núm.194, pág.171-183.
ducido efectivamente unos resultados admirables. Si bien algunas
soluciones parecen mejorables en algunos detalles, tenemos, sin em-
bargo, que admitir que no conocemos ningún sistema químico que
aproveche y administre mejor la luz y la energía que la célula; que,
de entre todos los robots y otros artefactos mecánicos construidos
por el hombre, no hay nada parecido que se mueva con tanta par-
simonia y elegancia, como los animales con sus extremidades; que
de entre todos los programas de ordenador no hay otro semejante
que pueda competir seriamente con la capacidad de reconocimien-
to del cerebro humano. Quizás la superioridad de la naturaleza ra-
dica en el hecho de que ella optimiza siempre que los costos no
sean demasiado elevados, pero, en cambio, prefiere soluciones mí-
nimamente funcionales allí donde los costos sobrepasan los benefi-
cios. En general, las proteínas y otras biomoléculas están optimiza-
das para cumplir sus funciones, mientras de los organismos
superiores no lo están: son simplemente capaces de sobrevivir.

12. Resumen final


Según el estado actual de la ciencia, la evolución prebiológica y la
biológica aparece como un todo que va desde la primera molécula
capaz de reproducción hasta el hombre. Reconocemos en ello un
proceso que funciona según las leyes naturales y que no necesita
que nadie intervenga desde fuera. Además, hoy en día los científi-
cos tampoco hacen ninguna observación que, por fuerza, pueda ex-
plicarse sólo aduciendo la intervención de un ser sobrenatural, ni
hace falta recurrir a ello para poder extrapolar al pasado los cono-
cimientos actuales sobre la interpretación de los procesos La ex-
plicación más simple y la «navaja de O ~ c a m » ?hacen
~ que la ad-

20. Se llama así el principio de economía que dice que «no hay que multipli-
car entes sin razón suficiente» (N. del T.).

55
misión de la biología de la evolución sea también inevitable, de ma-
nera que una intervención tal, tanto si se da como si ya se ha dado,
no pueda ser objeto de reflexión científica. De nuestros colegas de
los campos de la astrofísica y la cosmología sabemos que dan ex-
plicaciones semejantes sobre el desarrollo del cosmos hasta la for-
mación de nuestra Tierra. El desarrollo a partir del Big Bang hasta
el hombre y posiblemente más allá del hombre, aparece como un
proceso cósmico unitario.
Para acabar quisiera cometer una cierta infidelidad respecto a
mi propósito de hablar solamente sobre ciencias naturales y añadi-
ré una observación personal. Lo que a mi me fascina y conmueve
es el corredor relativamente estrecho que hay en la diversidad de
todos los mundos posibles, por el que pasa el camino iniciado con
la idea de un Big Bang hasta los conocimientos actuales del uni-
verso. Mis colegas del campo de la cosmología me explican que un
pequeño cambio en las constantes naturales daría lugar a mundos
completamente distintos. Para hacer posible la evolución prebióti-
ca o química que ha tenido lugar en la Tierra, fue necesario un mar-
gen bastante estrecho de temperatura, y el desarrollo de la biosfe-
ra, entendido como evolución biológica desde las formas de vida
primitivas hasta el ser humano, tuvo lugar a través de un número
pequeño de ojos de aguja determinados por las condiciones climá-
ticas y por otras condiciones ambientales adversas. La interacción
coronada por el éxito de esta gran cantidad de condiciones me pa-
rece extremadamente interesante y diría que es en este punto que,
sin aducir a intervenciones en el transcurso de la evolución bioló-
gica, hay un espacio para trazar un puente entre la teología y las
ciencias naturales.
o 0 0.o
,o .
4 - 5.-.--.-......,-..--4-?
;.
,
-,-.--
;
.'e
I
<..$-..-.-.... ...-4..?:.
, -.-:-:y<;:;:..,-'-
o 0 o. . o - a
o...
;-'--
I

Pareja de herencia Pareja de herencia


intermedia de alelos dominante/recesiva
de alelos

Figura 2: Las leyes de Mendel de la herencia: Todos los organismos poseen dos
ejemplares de (casi) todos los genes. El genoma se divide en genes individuales
antes de que se formen los descencientes, y las variantes (alelos) se combinan ar-
bitrariamente a partir del patrimonio genético. A nivel molecular, estos procesos
se describen mediante la división reductiva (la meiosis) en la que tiene lugar la re-
combinación de los genes. Según las leyes de Mendel, se dan unas relaciones en-
tre variantes que hoy se entienden como aproximaciones, de una manera pareci-
da en los casos límite. Se distinguen dos características diversas de genes: a ) la
manifestación intermedia que se da en los genotipos mixtos o heterozigotos que
traen cada uno de los dos alelos diferenciados (en la figura esto se expresa con el
color rosa que es un color intermedio entre el blanco y el rojo), y b) la caracterís-
tica dominante/recesiva, en la que los heterozigotos muestran el mismo fenotipo
que los homozigotos del alelo dominante.
bi. ..=.--==-.-: , m
z-::.2---;
'e.9t . 9
,
/..<----*:.,
ai-..-
o,.
. ....,
oo
m
~:5=~zfc::-:-.;.:~.-2---~
.:- ~

,*-o.
,--S-- ,

o... o...

2 x 0 + 2.*

Pareja de herencia Pareja de herencia


intermedia de alelos dominante/recesiva
de alelos

Figura 2: Las leyes de Mendel de la herencia: Todos los organismos poseen dos
ejemplares de (casi) todos los genes. El genoma se divide en genes individuales
antes de que se formen los descencientes, y las variantes (alelos) se combinan ar-
bitrariamente a partir del patrimonio genético. A nivel molecular, estos procesos
se describen mediante la división reductiva (la meiosis) en la que tiene lugar la re-
combinación de los genes. Según las leyes de Mendel, se dan unas relaciones en-
tre variantes que hoy se entienden como aproximaciones, de una manera pareci-
da en los casos límite. Se distinguen dos características diversas de genes: a ) la
manifestación intermedia que se da en los genotipos mixtos o heterozigotos que
traen cada uno de los dos alelos diferenciados (en la figura esto se expresa con el
color rosa que es un color intermedio entre el blanco y el rojo), y b) la caracterís-
tica dominantelrecesiva, en la que los heterozigotos muestran el mismo fenotipo
que los homozigotos del alelo dominante.
.g
m
.?
& 6
III UI

e@
. m
"
C c
'E
$ i=
111 1
1

Figura 3: Estructura esquemática y clases de componentes de los ácidos nu-


cleicos y de las proteínas. En los ácidos nucleicos el código de colores significa:
bases de purina, verde y naranja; bases de pirimidina, azul y fucsia; apareamiento
de bases: verde con azul y naranja con fucsia. En las proteínas: aminoácidos hi-
drofóbicos, amarillo; aminoácidos polares, azul; aminoácidos con carga positiva,
verde, y aminoácidos con carga negativa, fucsia.
Figura 4: El procesamiento de la información genética en las células. El ADN
celular se transcribe fragmento a fragmento en ARN. En este proceso, como tam-
bién en la replicación, se utiliza la complementariedad de los nucleóticos en las
bases de Watson-Cricl; A=U(T) y G°C, para mayor claridad; en el ARN, la base
nucleica Uracil tiene la misma función que la Timina en el ADN. En la traduc-
ción de una secuencia de nucleóticos en una secuencia de proteínas se aplica el
código genético siguiente: tres bases de nucleóticos corresponden a un aminoáci-
do. De la traducción se encargan unas enzimas de gran especificidad, las llama-
das polimerasas de ARN; para la traducción, la célula contiene unas pequeñas par-
tículas de sumamente complejas, los ribosomas, que, en general, se forman a partir
de tres moléculas de ARN y 55 moléculas de proteína.
Nucleótidos
Aminohcidos
Lipidos
Hidratos de cahc
Mol6culas peque1

Figura 5: El metabolismo celular desde el punto de vista biológicomolecu-


lar. Para poder reproducir el ADN hay que sintetizar todos los materiales nece-
sarios por medio de una red metabólica muy compleja de reacciones químicas. El
metabolismo se pone en marcha por medio de un flujo químico: alimentación +
residuos. Referente a la transcripción y a la traducción, véase la figura 4.
Mutación puntual

Inserción

m- *
.........

.........

Deleción

Figura 6: Tipos de mutaciones. En las mutaciones puntuales, se copia mal un


nucleótido.Ahí, las frecuencias de los doce errores posibles son diversas. En las in-
serciones, se copia un fragmento de ADN dos (o más) veces. En la deleción, se su-
prime un fragmento.
Figura 7: Reconstrucción de árboles genealógicos de la evolución biológica a
partir de datos moleculares. A partir de la comparación de las secuencias del ADN
de los organismos actuales se puede reconstruir un árbol genealógico de las espe-
cies, pues cada organismo trae consigo un registro de su pasado evolutivo en forma
de las mutaciones acumuladas a lo largo del tiempo y transmitidas por herencia.
Figura 8: Simulación por ordenador de una optimización según el meca-
nismo de Darwin. La curva azul describe la distancia media de una población
de 3.000 moléculas hasta la estructura del objetivo al que hay que llegar. Al lado
de las líneas punteadas de rojo se dan avances rápidos de optimización, mientras
que en los largos rellanos que hay de por medio no se da aparentemente mejora
alguna. No obstante, la población va entonces acumulando los llamados mutan-
tes neutrales que, a pesar de no aportar avance alguno de aproximación al obje-
tivo, conducen a unas variaciones que hacen posible luego conseguir una opti-
mización.
Nivell 1:
Replicadores independentes
en competencia

-
Nivell II:
Catálisis y competencia
en la replicación
Parásito

0
Nivell 111:

@
Replicadores enlazados
funcionalmente
Parásito

Nivell IV:
Nueva unidad de la selección
-
Parásito

Nivell V:
Unidades independientes
en competencia

Figura 9: Un modelo para explicar las grandes transiciones evolutivas. Hay


cuatro transiciones lógicas que conducen de un nivel de complejidad al inmedia-
tamente superior: a) eliminación de la competencia mediante un apoyo recípro-
co en forma de catálisis o de simbiosis, b) formación de una unidad funcional me-
diante la catálisis cíclica, c) delimitación frente al entorno para evitar que los
parásitos saquen provecho de la nueva unidad creada, y d) restablecimiento de la
optimización darwiniana mediante la mutación y la selección en el nivel jerárqui-
camente superior.
Nivell 1:
Replicadores independentes
en competencia

Nivell II:
Catálisis y competencia
en la replicación Parásito

Nivell III:
Replicadores enlazados
funcionalmente
Parásito

Nivell IV:
Nueva unidad de la selección
Parásito

Nivell V:
Unidades independientes
en competencia

Figura 9: Un modelo para explicar las grandes transiciones evolutivas. Hay


cuatro transiciones lógicas que conducen de un nivel de complejidad al inmedia-
tamente superior: a) eliminación de la competencia mediante un apoyo recípro-
co en forma de catálisis o de simbiosis, b) formación de una unidad funcional me-
diante la catálisis cíclica, c) delimitación frente al entorno para evitar que los
parásitos saquen provecho de la nueva unidad creada, y d) restablecimiento de la
optimización darwiniana mediante la mutación y la selección en el nivel jerárqui-
camente superior.
ROBERT SPAEMANN

DESCENDENCIA Y DISEÑO INTELIGENTE

El biólogo Rupert Riedl publicó un libro titulado Die Spaltung des


Weltbildes, [El cisma de la visión del mundo]. El autor se refiere con
esto a las dos maneras de ver, la de las ciencias naturales y la de las
ciencias del espíritu. Su libro tenía el objetivo de superar esta divi-
sión. Y se proponía superarla por medio de una integración del au-
toconocimiento del hombre en una visión biológica que fuera ca-
paz de conducirse frente a este autoconocimiento no de un modo
antitético, sino integrativo, explicarlo pues en un sentido biológi-
co, esto es, funcional. El cisma de la visión del mundo ya es anti-
guo. Leibniz fue el primero que reflexionó sobre él de un modo
sistemático. Como inventor del cálculo infinitesimal, observó en-
seguida que con la ayuda de este método por primera vez se po-
dría calcular matemáticamente el movimiento, esto es, fraccionan-
do el movimiento en una secuencia infinita de estados
estacionarios. Pero, como filósofo, vio también claro que de esta
forma se perdía precisamente el carácter de movimiento del movi-
miento. Por esto Leibniz introdujo también en su metafísica el con-
cepto de conatus, el concepto que más o menos quiere expresar una
tendencia o impulso y significa que cada cuerpo en movimiento es
definido en cada instante por la anticipación de un estado futuro.
El significado de esto ya lo conocemos por propia experiencia. Sa-
bemos qué quiere decir «ocuparse en algo» o «ir en busca de
algo». Sin partir de esta experiencia no podríamos entender qué es
movimiento y tendríamos que negarlo sencillamente, como hicie-
ron los eleatas. Leibniz no pretendía superar el cisma de la visión
del mundo, sino que lo vio como indispensable para los seres fini-
tos. En este contexto habló de los dos reinos, del regnum potentiae
y del regnum sapientiae. Leibniz no sólo era científico de la natu-
raleza y del espíritu, sino también filósofo. La filofofía no es una
ciencia del espíritu, sino el intento de comprender lo que hay en el
fondo de este dualismo. Todos los intentos de integración de am-
bas maneras de ver en una sola hasta hoy no han conseguido su ob-
jetivo. Fueron siempre reduccionistas. O bien las ciencias natura-
les no se sintieron tomadas en serio o bien los hombres creyeron
que sus experiencias elementales no eran expuestas, sino depues-
tas. Friedrich Schiller ya advirtió a los científicos y filósofos de su
tiempo: «Que haya enemistad entre vosotros, y no pactéis alianzas
antes de hora. / Sólo si os separáis en la búsqueda, reconoceréis la
verdad.» A mí me parece todavía demasiado pronto para una alian-
za, así como probablemente no será posible en ninguna época de-
terminar el emplazamiento y el impulso de una partícula elemen-
tal. Más ilusorio todavía es intentar tener en la mente la teoría del
hiperciclo y al mismo tiempo pensar en esta teoría como el estado
del propio cerebro. Pero es totalmente absurda la idea de que al-
gún día podamos deducir el contenido de teorías o de una ecuación
matemática a partir de la observación del estado de un cerebro, ya
que, a su vez, este estado tendría que ser descrito como un estado
del cerebro. La frase de David Hume «We never do one step beyond
ourselves» (no podemos dar un paso más allá de nosotros mismos)
sólo podría ser formulada por alguien que ya había dado este paso.
¿Qué significa esto para la búsqueda de una necesidad de com-
pletar el regnum potentiae de la teoría darwiniana con un regnum
sapientiae en el que se hable de algo así como diseño? ¿Acaso el fun-
cionamiento combinado de una mutación sin objetivo y de una se-
lección nos aclara qué somos y cómo nos hemos convertido en lo
que somos? ¿Qué quiere decir aquí la palabra aclara? ¿Cuándo pue-
de decirse que algo ha sido aclarado? ¿Cuándo lo hemos compren-
dido? También aquí nos encontramos ante dos caminos distintos.
¿Qué comprendemos mejor: la vida de las amebas y de las bacte-
rias o la vida compleja del hombre? Si comprender algo significa ato
know what we can do with it when we have ib>[saber qué podre-
mos hacer con algo, cuando lo tengamos], como dijo Thomas
Hobbes, esto es, poder reconstruir y simular algo, entonces la bac-
teria es más comprensible que el hombre. Pero normalmente pen-
samos que comprendemos mejor lo que somos nosotros mismos
que lo que es una bacteria. Pues nunca llegaremos a saber qué es
una bacteria o un murciélago. Si observo un murciélago mientras
come, supongo que tiene hambre. Pero, qué quiere decir tener ham-
bre para el murciélago, esto sólo puedo comprenderlo a partir de
una analogía lejana con mi propia hambre. Mi propia hambre es
hambre consciente de sí misma; lo que -así lo supongo- no es el
hambre del murciélago. Pero cuando soy consciente de mi propia
hambre, se trata de algo que no se origina en el momento de ser
consciente de ello. Y este hambre inconsciente no puede, en prin-
cipio, ser algo totalmente distinto del hambre de un perro que se di-
rige corriendo a su comedero. Si no se diese aquí un cierto paren-
tesco, entonces nadie tendría perros como animales domésticos.
La biología no niega este parentesco. Lo subraya. Pero, cuando
habla de vida, no parte del paradigma más alto que nos es directa-
mente accesible, esto es, de nuestra propia experiencia, sino de los
fenómenos de un cierto grado de complejidad que nos son más le-
janos. Y se dan por comprendidos, si se dejan reconstruir, es decir,
cuando somos capaces de simularlos.
La simulación perfecta será entonces la que sea idéntica al ori-
ginal, porque entonces el original mismo ya no será más que una
simulación. Pero la experiencia subjetiva de la vida como «ocupar-
se de algo» es algo accesorio que en su función dentro de un siste-
ma puede explicarse desde un punto de vista evolucionista. Pero lo
que aquí puede explicarse es sólo la ventaja selectiva de la subjeti-
vidad, no su origen. Expresiones como&Zguración, emergencia, etc.,
no son más que palabras que indican que ha salido algo nuevo que
no puede deducirse de lo antiguo. Esto nuevo podemos llamarlo in-
terioridad, esto es, una interioridad en primer lugar en forma de
impulso. Los sistemas no vivos no tienen impulsos, no se «ocupan
de nada». Hablar de tendencias de conservación y reproducción
en sistemas no vivos no es más que una interpretación que hace-
mos nosotros como observadores en analogía a nuestro propio
impulso de autoconservación. El verdadero impulso a ocuparse de
algo no es esencialmente objeto de observación, sino una primera
forma de subjetividad. Es una característica de los fenómenos au-
ténticamente teleológicos que en relación con ellos se den faltas y
errores. (En este punto me permito contradecir al cardenal Schon-
born que sólo admite faltas en los seres libres. Si nace un conejo
con una sola pata, se trata entonces, como bien dice Arístóteles, de
una hamartia tes physeos, de un error de la naturaleza.) En el
mundo de la física no hay más errores que los teóricos. Pero don-
de hay impulso, allí empieza la diferencia respecto de lo fáctico. Hay
dolor, frustración y error, y hay gusto, alegría, satisfacción.
Podemos decir de modo muy general, que hay negatividad. Pero
la negatividad no se puede contruir a partir de la positividad, a
partir de la facticidad. Podemos sin duda añadir el signo menos que,
exactamente igual que el signo más, en el mundo indica un hecho
positivo, pero no podemos deducir su significado a partir de lo
fáctico. Así como en matemáticas con la ayuda del signo menos po-
demos construir el más -menos por menos da más-, pero más
por más también da más. Tenemos que haber introducido el me-
nos para con su ayuda poder convertir el más en menos. Un misil
inteligente no persigue su objetivo, esto lo hace su constructor. La
categoría de la teleología no puede sacarse de una realidad ateleo-
lógica: es algo nuevo por principio. Pero decir que esto nuevo se
ha originado al surgir la conciencia humana, como hacen algunos
teóricos de las ciencias naturales, está en contradicción con nues-
tra intuición que limita con la evidencia. No hay duda de que los
animales tienen un impulso hacia algo, si bien nosotros mismos no
podamos ver ese impulso, porque esto pertenece a la subjetividad.
En consecuencia, los científicos cartesianos del siglo XVII negaron
que los animales sintiesen dolor, porque, según ellos, la interiori-
dad sólo pasaba por la autoconciencia. Las explicaciones teleológi-
cas no pueden competir con las causales. Sólo nos dejan entender
por qué las secuencias causales interfieren de manera que el resul-
tado de esta interferencia es una creación llena de sentido. Pero, na-
turalmente, esta interferencia también puede ser algo accidental.
Si arrojamos al suelo las letras contenidas en un saco y de ellas re-
sulta el prólogo del Evangelio de Juan, puede que haya sido una ca-
sualidad: toda combinación es posible y tan probable como otra.
Pero -con todo respeto por la navaja de Occam- nadie creería en
este caso que se haya tratado de casualidad, todos pensarían que
aquí hubo algún truco oculto. El truco en la evolución es la selec-
ción, que con la ayuda del hiperciclo reduce drásticamente la im-
probabilidad de ciertas figuraciones, esto es, en favor de las que más
sirven a la supervivencia y a la propagación. Pero la selección sólo
puede favorecer lo que de hecho se da. La selección no es ningún
principio creador que declare sencillamente el origen de algo cate-
gorialmente nuevo, de algo, pues, que, siguiendo a Hegel, designo
como negatividad. La configuración del prólogo del Evangelio de
Juan puede, de hecho, ser una casualidad; lo que quiere decir que
esta configuración puede ser indiferente a lo que el texto signifique.
Esta combinación de letras se convierte en texto sólo en la cabeza
del lector. Algo totalmente distinto es la aparición de este sentido,
aparición a partir de la cual leemos esa configuración como texto.
En este punto tiene lugar una emancipación de todas las condicio-
nes de origen. Es evidente que la manifestación de un sentido y de
un significado, esto es, de la vida, va ligada a un cierto tipo de
complejidad superior de la materia. Pero lo que aquí se presenta
no es complejidad, sino algo absolutamente simple: interioridad. La
vida no es un estado de la materia, sino el ser de un ser viviente.
Vivere viventibus est esse. Y esto vale en mayor medida allí donde
la negatividad surge en la idea de alteridad en tanto que otro, que
no sólo forma parte de mi mundo, sino que yo también formo par-
te del suyo, y además, de tal manera que tengo conciencia de ello.
Y es válido allí donde surge la idea de lo incondicional que por de-
finición no se define precisamente por su función en un contexto
de conservación, por tanto en un contexto estético, moral y reli-
gioso. Si el profesor Schuster califica de «bello» lo que pasa en la
naturaleza, entonces utiliza un predicado que pertenece a otro
mundo. El biólogo no estará satisfecho hasta que pueda descubrir
también la base biológica de este predicado. Y aun así, no habrá po-
dido explicar el predicado.
Permítanme que acabe con dos observaciones.
1.Si no estamos dispuestos a abandonar ni la ciencia ni nuestro
autoconocimiento humano, entonces tenemos que mantener for-
zosamente el dualismo de estas dos maneras de ver el mundo. Hay
condiciones para el nacimiento de la vida, de los impulsos, de la
conciencia y de la autoconciencia. Pero estas condiciones no bas-
tan como causas suficientes. No nos explican quiénes somos. Ser
uno mismo es emancipación de la condiciones de nacimiento. Todo
intento de superar el dualismo, en sentido idealista o materialista,
esto es, por reducción de una parte en la otra, dejará necesaria-
mente la otra, esto es, la parte integrada, insatisfecha. Quien quie-
ra mantener la unidad de la realidad sin renunciar a una de las dos
partes, sólo podrá conseguirlo si introduce la idea de la creación,
según la cual el proceso del nacimiento natural de la vida y de las
especies, incluida la humana, se basa en la misma voluntad de una
sabiduría divina que también quiere el resultado de este proceso, es
decir, un ser natural que descubra su origen natural y dé gracias al
Creador por la vida, por su existencia. La misma Biblia, que habla
de la comunión de todos los seres vivos con los cuales Dios hace
un pacto, afirma de Dios que también él vive y que su vida es luz
para los hombres; es decir, que la vida precede a la materia que vi-
vifica. El que no quiera o no pueda dar este paso no tiene otra po-
sibilidad que decir con Gottfried Benn: «A menudo me he pre-
guntado sin recibir respuesta, / de dónde vienen la ternura y la
bondad, / tampoco lo sé ahora / y ya debo irme.»
2. La segunda observación es ésta: las configuraciones materia-
les pueden ser portadoras de informaciones codificadas, informa-
ciones sobre seres que conciben algo como algo, es decir, que pue-
den experimentar significados. El hecho de que una información
sistemático-funciona1 baste para darnos a comprender el ser natu-
ral en su origen, no nos dice nada sobre si también hay otro códi-
go que contenga otro mensaje totalmente distinto. Si la objeción
de la «navaja de Occam» impide que supongamos algo así, pues
sería una aclaración superflua del ser, esta objeción tendría una
validez limitada. Un creador de potencia infinita no está sometido
a la navaja de Occam. Tampoco Johann Sebastian Bach lo estaba.
Hace algunos años se descubrió que su Sonata para violín en so1
menor estaba doblemente codificada: si se sigue un determinado
sistema cabalístico, que en tiempos del barroco se llamaba geo-
mancia, en el que notas, letras y valores tenían que colocarse en
un cierto orden, de aquí resulta que dicha sonata contiene en cifra
el siguiente texto: Ex Deo nascimur, in Christo morimur, per Spiri-
tum Sanctum reviviscimus. La música de esta sonata es maravillo-
sa: la musicalidad de su configuración de notas basta para enten-
der por qué Bach la escribió. Pero sólo quien crea, siguiendo la pista
de algunos rumores, que aquí podría encontrarse algo oculto y sea
bastante competente en latín, descubrirá otra dimensión en esta
música. Por suerte, la navaja de Occam no consiguió que la inves-
tigadora que hizo este descubrimiento desistiera de su propósito.
Pero volvamos a nuestro tema: quien disponga de las dimensio-
nes de lo incondicional, quien no se deja tranquilizar por la persis-
tencia del antiguo rumor que hablaba de un Dios Creador, éste no
se dejará intimidar, cuando las ciencias naturales esperan hallar -o
en parte ya han hallado- en la funcionalidad de la supervivencia la
causa suficiente para explicar el nacimiento de las especies natura-
les, incluido el hombre. Donde sea que encuentre algo bueno, bello
y sagrado, donde se encuentre con la aseveración de verdad de al-
guna teoría científica, allí, digo, será capaz de descubrir un mensa-
je cifrado totalmente distinto, irreductible a otra manera de ver, aun
cuando esta otra también pueda tener su propia belleza. Pero de
dónde viene la belleza y qué significa que algo sea bello, esto sólo
podrá comprenderlo con ayuda de este segundo mensaje.
P. PAUL ERBRICH SJ

APUNTES AL PROBLEMA
«CREACI~N Y EVOLUCION>>

En la discusión acerca de la creación y la evolución con mucha


frecuencia no se distingue, o no lo suficientemente, entre el hecho
de la evolución y la o las causas de la evolución que se da como
hecho.
Bajo el concepto de evolución se entiende una conexión de ori-
gen (descendencia) a partir de los primeros organismos hasta el
hombre inclusive. Si prescindimos del nacimiento de las especies
más recientes, nadie pudo observar e investigar directamente tal
conexión. Se ha deducido a partir de indicios. En los últimos 200
años, el número de tales indicios ha aumentado constantemente
(igualmente también los tipos de indicios). Simultáneamente se ha
elevado a más de 500 millones de años el espacio de tiempo en el
que los organismos superiores pluricelulares se pudieron desarro-
llar.
Por esto, la mayoría de biólogos están convencidos de que una
sola evolución abarca todos los seres vivos. Para ellos la evolución
ya es algo más que una simple hipótesis ni que sea por su fecundi-
dad en el campo de la investigación. A ojos de los biólogos, la in-
gente cantidad de hechos biológicos sólo resulta comprensible, ra-
zonable e integrable en una única visión de conjunto desde la
perspectiva de la evolución.
Pero la legitimidad de considerar la hipótesis de la evolución -o,
dicho de un modo menos minimalista, la idea de la evolución- como
una teoría de la que nadie, racionalmente, pueda dudar, depende de
si realmente se ha discernido y demostrado el conjunto suficiente
de causas que han dado lugar y continúan dando lugar a la evolución,
Un ejemplo de relación entre hecho y causa:
Entre 1912 y 1915, el meteorólogo y geofísico Alji-ed Wegener
desarrolló la idea de la corriente continental. Recogió indicios que
a sus ojos indicaban que los continentes se desplazaban sobre su le-
cho firme, la capa superior de la Tierra. Hace 200 millones de
años, no habría existido el Atlántico. Éste habría surgido más tar-
de, porque el doble continente americano empezó a desplazarse ha-
cia el oeste.
En aquel tiempo no hubo apenas geólogo alguno que se intere-
sase por esta idea. ¿Por qué? Porque no podía presentarse una cau-
sa plausible de un desplazamiento semejante. ¿Dónde está la fuer-
za capaz de mover la masa enorme de estos espacios gigantescos
de tierra y de salvar el fuerte frotamiento sobre el duro lecho? A fi-
nales de los años 60 del siglo pasado, bien podía afirmarse que no
había geólogo que no estuviese convencido del desplazamiento de
los continentes. ¿Por qué? Dos decenios antes se descubrieron poco
a poco las causas que podían explicar la separación y el acerca-
miento de los continentes sobre la superficie de la tierra. Así se so-
lucionaban muchos otros enigmas geológicos. Como en un rom-
pecabezas, los continentes se combinaban para formar la imagen
grandiosa de la tectónica de placas.
Pero volvamos al tema de la evolución.
1
La mayoría de los biólogos están hoy convencidos de que ya se ha
descubierto 'la causa decisiva para poder afirmar la evolución. El
mecanismo harwiniamo de casualidad y selección ha sido comple-
tado por los resultados de la genética de poblaciones. Es posible que
este mecanismo no sea la causa única, pero es la fundamental y
decisiva. A los sumo, tras el nacimiento del primer organismo o de
los primeros organismos se hizo efectiva y aún lo es todavía.
Muchos biólogos no pueden entender que uno se declare par-
tidario de la evolución y al mismo tiempo se pronuncie contrario
al mecanismo darwiniano de la evolución. Según ellos, este meca-
nismo de casualidad y selección va indisolublemente ligado al he-
cho de la evolución. Quien ha dicho sí a la evolución -lo supone
como algo plenamente evidente- también dice sí al mecanismo de
Darwin. Y quien pone en duda este mecanismo, también pone en
duda el hecho de la evolución y es, en consecuencia, un creacio-
nista que, al menos, supone que los primeros ejemplares represen-
tantes del proyecto fundamental de construcción, un buen día -ya
completos- se encontraron en un prado verde, se husmearon mu-
tuamente y empezaron a reproducirse.
Y, al revés, muchos críticos de la teoría de la evolución no en-
tienden que los biólogos puedan confiarlo todo a la casualidad,
aun cuando no tengan problemas con el hecho mismo de la evolu-
ción. Además no es raro que el mismo concepto de mecanismo les
moleste.
Si los críticos hacen esto, tendrían que declarar sin equívocos y
admitir que el mecanismo de Darwin es también eficaz a sus ojos,
pero entonces sólo como mecanismo de optirnización. Pero esto pre-
supone que hay algo por optimizar, que a su vez, y no puede ser úni-
camente el resultado de una optimización anterior, sino que repre-
senta una innovación que tiene que haber nacido de otro modo.
Los biólogos han investigado el factor de la selección con pre-
cisión extrema: hay bibliotecas enteras sobre ello. Lo raro es que
con frecuencia pasen por alto que la selección presupone que los
seres vivos que han de ser seleccionados tienen que querer algo. Si
no quieren nada, si no persiguen objetivo alguno (por ejemplo, au-
toconservación o reproducción), entonces tampoco hay competi-
ción, no hay lucha por unos recursos escasos.
Y si no hay competición ni rivalidad, tampoco hay selección del
más fuerte. Las masas de nieve de las laderas de las montañas, no
quieren nada, no tienen necesidades ni objetivos, si no es que qui-
zás quisieran yacer al fondo de barrancos potenciales. Les es indi-
ferente caer al valle en alud o permanecer en la ladera y derretirse
con el sol de primavera. Entre las distintas masas de nieve no hay
competencia ni selección. No inventan aparatos para reducir el ro-
zamiento con el suelo o para poder caer al valle antes de que lo haga
otra.
Sobre el concepto casual, «variaciones casuales» o simplemen-
te «casualidad» se ha investigado mucho menos, si es que se ha he-
cho. Lo más frecuente es que los biólogos hablan como si todo el
mundo supiera qué quiere decir casualidad. En definitiva parece
que casualidad para los biólogos significa causa arbitraria: ahora
ésta, luego aquélla, en todo caso ausencia de toda suerte de plan o
diseño, de persecución de una meta o de intención. Esto le da un
carácter casi axiomático. Es necesario que la biología quede limpia
de toda teleología; como un ordenador tiene que estar libre de vi-
rus.
Y cuando difícilmente se puede renunciar a lapersecución de un
objetivo, entonces se mecaniza esto como teleonomía en contra-
posición a una teleología. Es decir, los seres vivos persiguen cierta-
mente objetivos, pero lo hacen como los misiles de defensa antiaé-
rea que buscan el objetivo. Que los misiles de defensa antiaérea sólo
simulan perseguir un objetivo, esto ya lo sabemos, porque nosotros
los hemos construido. Que los seres vivos realmente persiguen sus
objetivos, también lo sabemos, porque nosotros somos seres vivos
y nos experimentamos como perseguidores de objetivos, y esto ya
antes de nos lo hayamos propuesto. Para el crítico, en cambio, ca-
sualidad significa un fenómeno del que se dan suficientes causas
eficaces, pero nunca causas finales.
Si el Dr. Dupont de Jacques Monod, que va por la calle a visitar
un paciente, de repente recibe el impacto mortal de un martillo que
cae de las manos de un obrero que trabaja en un tejado, esto es (hu-
manamente hablando) sin duda para todo el mundo, una casuali-
dad. Las causas eficaces son manifiestas: la inercia del martillo, la
gravitación de la Tierra, la solidez limitada del cráneo del Dr. Du-
pont, etc. Difícilmente, se podría hablar aquí de causa final. El mar-
tillo puede tender a un estado de energía libre mínima, como hace
toda clase de materia; pero no tiene ninguna tendencia específica
a herir cráneos, ni el obrero tenía intención alguna de matar pea-
tones.
No obstante, para el crítico de la teoría de la evolución es ma-
nifiesto que la evolución en su conjunto persigue su objetivo con
una tenacidad inaudita. Pues la filogénesis es una ortogénesis, un
desarrollo superior, no sólo constante, sino también cambio sin ob-
jetivo y sinuoso de lo que ha sido hasta ahora. No se trata de con-
seguir una mejor adaptación al medio ambiente. Se trata, al con-
trario, de una emancipación siempre mayor de las coacciones que
impone el medio ambiente. Naturalmente, esto no vale para todas
las especies de seres vivos, sino sólo para la cúspide de la evolu-
ción.
¿Qué aspecto tiene la emancipación?
Los peces se arrastran hacia la tierra firme y, convertidos en
anfibios, se emancipan del agua. Es una emancipación todavía in-
completa. Ranas y salamandras tienen que seguir en parte en el agua
y su tierra firme tiene que ser húmeda.
Pero los reptiles ya conquistan la tierra seca, e incluso el des-
ierto. Para ello equipan sus huevos con el mar donde vivieron sus
antepasados, dotándose de una protección contra la evaporación,
pero de forma que no se impida un intercambio de gases. Se ar-
man de unos pulmones capaces, porque ahora ya no pueden res-
pirar a través de una piel húmeda. Puras innovaciones de las que
antes no había modelos. Los reptiles ya se han emancipado en su
grado máximo del agua. Más todavía ya no podría ser, porque el
agua es imprescindible para la vida. No es posible emanciparse del
agua.
Luego los reptiles y mamíferos conquistan la tercera dimen-
sión. Para avanzar, ya no reman con las patas, con el vientre en el
suelo, como hacen los lagartos. Se ponen sobre las patas y apren-
den a andar como los elefantes, a correr como los guepardos, tre-
pan a los árboles como las iguanas, las ardillas y los monos, o se ele-
van por el aire como los pájaros, descendientes de los reptiles.
Ya han conquistado todas las tierras cálidas; las frías todavía
no. Para emanciparse de la temperatura del ambiente, mamíferos y
pájaros inventan una calefacción interior que produzca el calor ne-
cesario. Ahora pueden ser conquistados hasta los desiertos helados,
como lo hace el oso polar, y los mares helados, como lo hacen las
ballenas y las focas.
El punto culminante de la emancipación se consigue en el
hombre. El hombre tiene capacidad para la verdad, es decir, no sólo
reconoce lo que aparece, también puede reconocer (aun cuando
no siempre y en todo lugar), lo que es posible que sea. Esto ya es
insuperable, pues, ¿qué podría superar esta capacidad de conocer
lo real? Lo mismo puede decirse de la capacidad de poder decidir
lo que hace y lo que deja de hacer, no sólo de estar sometido -en
la acción y en la omisión- a las obligaciones impuestas por las cau-
sas, sino de ser persuadido por motivos que pueden ser afirmados
o rechazados. Es difícil imaginar una superación, aunque haya to-
davía espacios, tanto para la mejora (optimización) como para que
se deformen sus capacidades. Las dos cosas se dan desde que
existe el ser humano. Se mire como se mire, hay emancipación, hay
desarrollo superior y tendencia a conseguir un objetivo. Pero si
existe esta tendencia, no es necesario apelar constantemente a la
casualidad.

La casualidad fue la primera piedra angular de esta problemáti-


ca; el mecanismo es la segunda. Si uno lee los artículos especiali-
zados de las revistas Nature o Science, topa prácticamente en cada
artículo con la palabra «mecanismo», sobre todo en los artículos
de biología, pero también en los de geología y química y algo me-
nos en los de física. Lo que buscan biólogos, geólogos y químicos
son mecanismos, no leyes naturales. Las leyes naturales las pro-
porcionan los físicos. Las leyes naturales sólo sirven para asegu-
rarse de que un mecanismo, propuesto o supuesto, es posible. En
este sentido, por ejemplo, nadie propone seriamente un «meca-
nismo de perpetuum mobile para poder solucionar algún proble-
ma. Esto estaría en contradicción con los principios de la termo-
dinámica.
Pero, ¿qué es un mecanismo? Los que tendrían que informar so-
bre la cuestión son los teóricos de la ciencia. Pero, en general, ha-
blan de este concepto en un sentido histórico, como programa de
principio cosmológico para explicar causalmente los fenómenos na-
turales, tales como el movimiento corporal, sirviéndose de la me-
cánica clásica del siglo XVII (presión y empuje), y, más tarde, tam-
bién sirviéndose de las fuerzas de acción a distancia (la gravitación
de Newton, el electromagnetismo de Maxwell). Según ellos, fue sólo
con la aparición de la teoría de la relatividad y la mecánica cuánti-
ca que los mecanismos pasaron de moda. Según parece, los teóri-
cos de la ciencia no se han dado cuenta de que los mecanismos
son todavía sumamente actuales1entre los investigadores.
¿Qué es, pues, un mecanismo? Es un concepto, hoy precisa-
mente, muy frecuente para designar la causalidad sobre todo en
aquellas ramas de la ciencia que no se pueden calcular del todo
con métodos matemáticos. Un mundo en que la única causalidad
son mecanismos, es totalmente causal. Una causalidad total del
mundo se acepta, a su vez, como conocimiento científico seguro,
con la consecuencia de que entonces el problema del cuerpo y el
alma se convierte en problema sin solución. No queda espacio
para una causalidad mental.
Los mecanismos no conocen centros de espontaneidad de los
que pudieran surgir unas cadenas causales sin precursores, indis-
pensables según las leyes naturales, y otras que acaban sin tener
continuidad, una continuidad que cabría esperar en virtud de las
leyes naturales. Pero hay una excepción: la resistencia espontánea
de las cosas reales contra cualquier cambio de su impulso, esto es,
del estado que casualmente han tomado en un movimiento homo-
géneo y lineal o en un estado de reposo. Se trata de la inercia que
Newton llama vis insita. Y por ser insita es un tipo de espontanei-
dad. Esta resistencia sólo puede ser modificada por medio de fuer-
zas defiera (viribus impressis, según Newton). Según esto, los me-
canismos dicen siempre quién (o qué) actúa sobre ellos, de qué
manera y con qué consecuencias. La carga eléctrica de un electrón
no le ayuda mucho a moverse, ayuda en cambio a mover otro elec-
trón y a su vez a ser movido por él.

1. Cf. la entrada Mechanismus en la obra de consulta J. SPECK(DIR.), Hand-


buch wissenschaftetheoretischer BegriTe, vo1.2, Gotinga, Vandenhoeck & Ru-
precht 1980. O también en ].MITTELSTRASS (DIR.), Enzyklopadie Philosophie und
Wissenschaftstheorie,vol. 2, Mannheim, Bibliographisches Institut, 1984. Pero cf.
también S. SARKAR Y J. PFEIFER
(DIRS.), The Philosophy of Science. An Encyclopedia,
vol. 1, Nueva York / Londres, Routledge, 2006.
Lo que podría inducir al observador a hablar de mecanismos
en los seres vivos son las estructuras técnicas de los organismos y
las transformaciones vinculadas a estas estructuras. Los organis-
mos están llenos de tales estructuras, ya desde un nivel macroscó-
pico, pasando por el microscópico, hasta llegar al macromolecular.
Sugieren espontáneamente la comparación de la biología con la téc-
nica humana. No es nada extraordinario pues que ya se haya for-
mado un ciencia natural bajo el nombre de biónica, tomado de las
palabras biología y técnica. Esta ciencia intenta comprender las es-
tructuras y procesos de los seres vivos por medio de los principios
y métodos de la técnica; y al revés: a partir de las observaciones re-
cogidas, sacar sugerencias de mejora de la técnica humana.
Lo que la técnica biológica y la humana tienen en común es que
con ayuda de las leyes naturales uno puede esquivar estas mismas
leyes naturales. Así, por ejemplo, se consigue elevar un peso de
400 toneladas con 800 pasajeros dentro a una altitud de 10.000
metros y una velocidad de 800 kmlh sin que caiga al suelo como
una piedra. Se consigue que vegetales verdes por medio de la luz,
a una temperatura ambiental, reduzcan agua i el CO,, sin necesi-
dad de temperaturas de horno de unos 1.000" C o más, como pasa
en la técnica humana.

111
Si uno quiere describir brevemente y con claridad objetos técni-
cos, entonces indica para qué sirven. Esta finalidad se puede leer
con comprensión técnica en las estructuras mismas, sin necesidad
de preguntar al constructor qué objetivos había perseguido. Con
razón las estructuras técnicas se llaman útiles.
Ahora bien, llama la atención que las estructuras útiles sólo se
encuentren en el reino de los seres vivos, en la biosfera. Toda la téc-
nica humana también se sitúa en este ámbito. Fuera e indepen-
dientemente de la vida no se encuentran rastros de utilidad, a lo
sumo se puede hablar de idoneidad para fines de la biosfera.
Antiguamente se creyó que la densidad mínima del agua a más
de 4" C en vez de a O" C era una propiedad útil del agua para evi-
tar que el agua de los océanos y de los lagos se helase hasta el fon-
do, lo que haría imposible la vida superior. Hoy sabemos que esta
propiedad es una consecuencia inevitable de la fuerte polarización
de la molécula del agua. Nadie afirma que dos orbitales diferentes
(2s y 2p) en la corteza exterior de los electrones de un átomo de
carbono, se hayan convertido, contra todo pronóstico, en cuatro or-
bitales q iguales en los ángulos de un tetraedro, con la finalidad de
hacer que el carbono se enlace por cuatro lados. No son más que
consecuencias de las leyes de la mecánica cuántica. Nadie se atre-
verá a decir que el sol tiene tanta masa a@ de que en su interior
puedan generarse temperaturas de 20 millones de grados y sea po-
sible así la fusión de núcleos atomares. La masa real del sol depen-
de únicamente de la masa de polvo y gases que hay en su proximi-
dad y que así puede atraer e incorporar. Si por casualidad esta masa
hubiese sido esencialmente más pequeña, se habría formado una
enana marrón; y si hubiese sido esencialmente más grande, se ha-
bría convertido en una gigante azul. En el primer caso, hoy ya ha-
ría tiempo que el sol se habría apagado; en el segundo, habría ex-
plotado antes de haber podido formar los planetas. Entre una y otra
posibilidad hay muchos estados intermedios.
La diferencia que hay entre un ámbito con estructuras técnicas
útiles y otra sin tales estructuras es uno de los contrastes más mar-
cados de nuestro cosmos. Aquí hay un salto que debería inquietar
a todo teórico de la evolución. Parece que por definición habría que
creer que la evolución es como una curva lisa ascendente, descen-
dente, oscilante o como sea, parecida a la órbita de un satélite que
se precipita sobre la Tierra, en una espiral que se estrecha progre-
sivamente. O quizás hay que imaginar que la curva de la evolución
no es lisa sino formada por unas transiciones discretas, transicio-
nes lo más pequeñas posible, evitar grandes saltos.. .
¿Qué pasa ahora? Cambio de lenguaje: ahora ya no se habla de
utilidad, sino de complejidad. Pero la complejidad se da en todas
partes, también en el campo de los seres no vivos. El sistema cli-
mático de la Tierra, por ejemplo, es enormemente complejo; tam-
bién lo son los modelos de clima. Los ordenadores gigantes que
intentan simular 100 años de clima a nivel planetario rechinan du-
rante semanas enteras para solucionar el problema. Que los seres
vivos, una bacteria, por ejemplo, sean complicados, no es necesa-
rio decirlo. Pero la complejidad tiene grados; el salto desaparece.
La utilidad, en cambio, no admite grados, tan pocos como el em-
barazo. Naturalmente dentro de la esfera de lo útil hay grados. Hay
estructuras útiles altamente complejas y otras simples y sencillas.
En consecuencia, si sólo se habla de complejidad, entonces des-
aparece el salto fatal, y los teóricos de la evolución pueden respirar
otra vez aliviados.
El cambio de lenguaje tiene la ventaja de que entonces se pue-
de evitar la palabra útil, pues huele a teleología, si bien se trataría
de una teleología estática, por tanto, inofensiva. Las cosas útiles en
sí no aspiran a nada para sí, no tienen intereses ni necesidades. La
utilidad del ojo no es un objetivo que el ojo mismo tenga que per-
seguir: no hay ninguna teleología dinámica. En último término, la
utilidad del ojo es la finalidad de aquel que con el ojo quiera ver. En
este punto, hablar de Dios como diseñador, si existe, es algo toda-
vía completamente oculto. Es posible que la afirmación de la exis-
tencia de una finalidad ya implique que alguien ha determinado esta
finalidad, pero no lo presupone. Así, la comprobación de estructu-
ras útiles permite que aquello que estas estructuras han causado o
generado quede totalmente abierto.
Si, en cambio, uno no admite que el mencionado salto se eva-
pore por arte de magia, entonces se sigue que en el reino de lo or-
gánico tiene que haber unas causas activas que en el mundo de lo
inorgánico no hay, causas no físico-químicas, de manera que un re-
duccionismo consecuente tendría que parecer absurdo.
En el campo de lo inorgánico, de lo no vivo, todo aspira -si es
que aspiran a algo-, ya sea átomo o galaxia, al punto muerto del
equilibrio termodinámico que las circunstancias dadas permitan
conseguir (pueden darse obstáculos en el camino, por ejemplo, lu-
gares de potencial acumulado o flujos energéticos). Para los distin-
tos cuerpos inorgánicos los puntos muertos son distintos en el tiem-
po y en el espacio, pero, cada uno es su tipología, son iguales, esto
es, puntos muertos que ya no es posible abandonar, salvo que esto
venga impuesto desde fuera.
En el campo de lo orgánico, en cambio, la cosa es muy distinta.
Los seres vivos aspiran a unos objetivos específicos lejos del punto
muerto, y estos objetivos específicos son incalculablemente nume-
rosos y distintos. Lo hacen con un arsenal gigantesco de estructu-
ras y procesos útiles y técnicos que han recibido, en menor medi-
da, por herencia de sus predecesores, y que, en mayor medida han
conseguido ellos mismos a lo largo de la vida, con la finalidad de
oponerse al envite de la entropía y conseguir el objetivo específico
de un organismo capaz de reproducirse.

¿Cuál será ahora la nueva causa exigida?Muchos biólogos creen ha-


berla encontrado en lo que ellos llaman la capacidad de autoorga-
nización de los sistemas materiales complejo^.^ Pero, ¿esto qué es?

2. No hay que confundir este concepto con el de self-assembly, P.e., la unión


de moléculas de proteínas a estructuras cuaternarias a causa de la geometría co-
rrespondiente de las superficies de las subunidades. Ejemplo: cada 2 proteínas a
y !3 parecidas a la mioglobina se asocian a la molécula de hemoglobina.
Una carta al director de un lector de la revista Nature decía que
estaría muy bien y sería muy útil si ya supiéramos qué es el meca-
nismo de la autoorganización. Se trata de un concepto científico
clásico.
Si se introduce un concepto nuevo, es muy conveniente que se
explique el sentido de la palabra: organización del yo. El yo, sin duda,
se refiere a la totalidad del organismo considerado. Pero, ¿se trata
aquí de un genitivus objetivus o de un genitivus subjetivus?
En el primer caso, el yo, el todo es organizado. ¿Por quién? Por
las interacciones complejas de los elementos del sistema. El «yo»
es el resultado de estas interacciones al final de este proceso de au-
toorganización. Si puede decirse así, el todo es una totalidad pos-
terior.
En el segundo caso, el yo se organiza a sí mismo. Se trata de
un autodesarrollo (según la divisa llega a ser el que eres). Desde un
I principio, el todo es una potencia activa que dispone de todo un
instrumento, el zigoto (el óvulo fecundado), con cuya ayuda el
«yo» construye un cuerpo con toda la maquinaria molecular y fi-
siológica, que con madurez progresiva se van convirtiendo en un
ser autónomo. Por medio de este cuerpo, el yo se dota -tanto en la
configuración como en el comportamiento- de una expresión en
el espacio y entra en relación con el medio ambiente, principal-
mente con figuras semejantes a él mismo. En contraposición al
primer caso, el yo está al comienzo como totalidad originaria, y no
al final.
Si esta consideración fuera correcta, entonces esto tendría una
I consecuencia sorprendente: la fecundación, la fusión, del óvulo con
el esperma no sería origen y causa de un ser vivo, sino únicamen-
te algo así como conditio sine qua non. Y si no ocurriera esto por
fusión, ¿cuándo sucede entonces? Sucede por una nueva creación,
en un sentido radical. El nacimiento de una totalidad originaria con
sus potencias sería un momento de la creación del mundo a partir
de la nada, un momento en el acto de creación de Dios. Según
esto, la creación sería algo que ocurre ahora y siempre y que es
algo más que un simple acto de conservación del ser (concursusdi-
~inus).~

3. El famoso cosmólogo Stephen Hawking estuvo muy cerca de este acto de


creación de Dios, cuando afirmó que theory of everything (TOE),en el caso de
que fuese válida, nos permetiría deducir todas las propiedades de las partículas
elementales, las constantes físicas y las leyes naturales a partir de conocimientos
matemáticos apriorísticos, por decirlo así, sin tenerlo que comprobar. Pero en-
tonces seguiríamos sin saber, si aquello que nos hemos imaginado como único
mundo posible, realmente existe. Siguiendo ahora con la misma imagen: tendría-
mos que levantarnos y mirar por la ventana para ver si el mundo imaginado es
también real. Pero luego sería inevitable preguntarnos de dónde viene su existen-
cia .Cf. HAWKING, STEPHEN, Eine kurze Geschichteder Zeit, Reinbek, Rowohlt, 1988,
pág. 217 [Historia del Tiempo:Del big bang a los agujeros negros, Barcelona, Gri-
jalbo, 19881
CARDENAL CHRISTOPH SCHONBORN

FIDES, RATIO, SCIENTIA


EN TORNO A LA CONTROVERSIA
SOBRE EL EVOLUCIONISMO

En 1686 Isaac Newton acabó su Philosophiae Naturalis Principia


Mathematica, que al año siguiente se publicó en Londres. En la se-
gunda edición de 1713, Newton añadió un Scholium Generale. El
objetivo principal de Newton con sus Principia era refutar la teo-
ría del movimiento de los planetas de Descartes, que él rechazaba
como teoría materialista. La perfección y regularidad de estos mo-
vimientos, escribe Newton, «no pueden tener su origen en unas
causas mecánicas)) (originem non habent ex causis mechanicis))).
Más bien hay que decir: «Este sistema visible y elegante en so-
bremanera (elegantissima haecce... compages) del sol, planetas y
cometas sólo puede haber surgido por decisión y bajo dominio de
un ser realmente inteligente y poderoso (non nisi consilio et do-
minio entis intelligentis etpotentis oriripotuit). Y si las estrellas fi-
jas son puntos centrales de otros sistemas semejantes, todo ello,
por estar construido según un plan semejante (simili consilio cons-
tructa), debe estar bajo el dominio del Uno (suberunt Unius do-
minio)... Y para que los sistemas de las estrellas fijas no caigan
por efecto de la gravedad unas sobre otras, Él debió haberlas co-
locado a unas distancias enormes unas de otras. Él lo dirige todo,
no como alma del mundo, sino como Señor de todo (ut universo-
rum dominus)».
Pero a Dios, que «por su dominio suele Ilamársele Pantocrátor»,
ipodemos reconocerlo? No tenemos idea de su sustancia, de su
esencia, no podemos formarnos una representación de Él. «Sólo le
conocemos por sus propiedades y atributos» (per propietates eius
et attributa), así como por las sapientísimas y óptimas estructuras
y causas finales de las cosas @ersapientissimas et optimas structu-
ras et causasfivlales), y le admiramos por sus perfecciones (et ad-
miramur ob perfectiones)».
Y para rematar con mayor claridad todo esto, añade Newton una
condena enérgica contra el deísmo entonces reinante (esto es, la re-
ducción de la actividad divina a la de un relojero que sólo respon-
de del comienzo):
«Un Dios sin dominio, ni providencia ni causas finales (deussine
dominio, providentia et causisjnalibus) no es más que destino
ciego, pura naturaleza (nihil aliud est quan fatum et natura). De
una ciega necesidad metafísica (a caeca necessitate metaphysica),
que es siempre y en todo lugar igual, no habría posibilidad alguna
de cambio (nulla oritur rerum variatio). Toda la variedad de seres
ordenados por lugares y tiempos, únicamente podía salir de la idea
y de la voluntad de un ser verdadero que existe necesariamente (tota
rerum conditarum pro locis ac temporibus diversitas, ab ideis et
voluntate entis necessario exsitentis solummodo oriri potuit)~.
Y concluye lapidariamente este apartado de1 Scholium Generale:
«Todo esto sobre Dios. Hablar de Él a partir de los fenómenos
naturales forma parte necesaria de la filosofía natural (et haec de
deo, de quo utique ex phaenomenis disserere, a d philosophiam na-
turalem pertinet)».l

1.ISAAC NEWTON, Philosophiae naturalisprincipia mathematica, 3' ed., Lon-


dres, 1726, págs. 526-529 [Traducido al español por ANTONIO ESCOLLADO en Edi-
tora Nacional, Madrid, 1982, págs. 813-8171.
El famoso escolio de Newton contiene en sustancia la cuestión
esencial, hoy todavía debatida, cuando se trata sobre la relación
entre ciencia, razón y fe. La pasión que se pone en la discusión se
manifestó de nuevo con vehemencia cuando publiqué un artículo
sobre el tema, el 7 de julio de 2005, en el New York Times.
¿Por qué, ya desde Galileo y Newton, se discute esto con tanto
entusiasmo y tanta pasión? Entre eruditos siempre hubo y siempre
habrá controversias. La discusión sobre si un nuevo manuscrito
descubierto contiene o no contiene una obra auténtica de san
Agustín sólo afectará a un círculo reducido de iniciados. En cam-
bio, la cuestión sobre si el universo, y en él nuestra tierra y en ella
nosotros los hombres, es debido a una casualidad ciega o a unas
estructuras sapientísimas y óptimas, preocupa a muchos, pues se
trata de la cuestión que tarde o temprano todo hombre se plantea:
<(¿Dedónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿Qué sentido tiene la
vida?»
¿Pero no deberían plantearse estas preguntas en primer lugar a
la religión? ¿Tiene sentido esperar que las ciencias naturales nos
den la respuesta? ¿NOes esto exigir demasiado a la ciencia? ¿Y si
resulta que los científicos, como resultado de su investigación de la
naturaleza, declaran que todo no es más que un juego ciego y ne-
cesario? ¿NOresultará entonces que la respuesta de la religión a la
pregunta capital del hombre se torna sin sentido, sin fundamento,
como una guirnalda flotando en el aire que gratuitamente afirma
que hay un sentido, que en el fondo de todo hay un plan y que todo
1
tiene un objetivo querido por Dios y que Dios también realiza? A
I

i
ello habría que añadir: si se demostrase científicamente que es in-
1 sostenible afirmar que el mundo dé testimonio de un plan y de un
I
i objetivo impuesto por Dios, entonces la fe en un Creador y en su
i
providencia sería también insensata. Luego la fe en una creación,
a lo sumo, podría basarse en un credo quia absurdum. Pero, en-
1
l tonces, una fe basada en un absurdo ya no sería ninguna fe, sino

1
una ilusión. ¿Acaso la fe en un Creador es una ilusión son posibi-
lidad de futuro, tal como intentó demostrar Sigmund Freud?
El Scholium Generale de Newton es parte de este debate. Según
él, la proporción justa de las órbitas de los planetas es un fenóme-
no que no tiene explicación a partir «de unas causas mecánicas».
Esta estructura <<elegantísima»únicamente puede haber surgido
de la decisión y del dominio de una inteligencia suprema. A partir
de los fenómenos de la naturaleza se llega con certeza al Creador.
¿Hay pues una demostración cosmológica de la existencia de
Dios? ¿NOhablan, sobre todo fenómenos especialmente complejos,
claramente a favor de un diseño inteligente en la naturaleza? New-
ton va todavía más lejos: de un juego ciego de casualidad y necesi-
dad no puede haber salido la variedad de seres. Pero la actual teo-
ría de la evolución afirma precisamente lo contrario: toda la
diversidad de especies ha salido de un juego sin plan de las fuerzas
de mutación y selección. Según Newton, la variedad de seres se
debe única y exclusivamente «a las ideas y a la voluntad» del Ser su-
premo. Y, según él, esta certeza se basa en sus investigaciones. LO
será que su fe en un Creador le hizo ver las cosas bajo esa luz? De-
jemos abierta esta cuestión
Primero recordemos la anécdota famosa que difundió Voltaire:
una tarde, estaba Newton sentado bajo un manzano en la finca de
1
sus padres. «Cayó una manzana. Newton lo vio, levantó la mirada
a la luna del cielo vespertino. Y en este momento formuló la pre-
gunta decisiva: «Si la manzana se cae al suelo, ¿por qué no se cae
también la Luna?» La fuerza de gravedad que hace que la Tierra
atraiga hacia sí la manzana, tendría que actuar también sobre la
Luna, a pesar de su mayor distancia de la ~ i e r r a »Pero
. ~ la Luna no
cae sobre la Tierra. Si estuviese quieta, lo haría. Pero como se

~ 2. R. TASCHNER, Das Unendliche. Mathematiker ringen urn einen Begriz Ber-


lín-Heidelberg, 2006, pág. 52.
l
mueve homogéneamente, sin la fuerza de gravedad de la Tierra se
alejaría de ella. Las dos fuerzas actúan de forma conjunta: el movi-
miento de la Luna y la fuerza de gravedad de la Tierra.3 Aunque
Newton calculó esta acción conjunta, estaba convencido de que es-
tos movimientos regulares no podían proceder de unas causas me-
cánicas, sino «únicamente de la decisión» y del dominio de un ser
sumamente inteligente que llamamos Dios.
Newton suponía que la providencia de Dios intervenía siempre
de nuevo para asegurar la estabilidad de las órbitas de los planetas
y del sistema solar.4 Sin esta intervención especial del Creador se-
ría inexplicable el orden de las órbitas de los planetas.
Leibniz reprochó a Newton que, según su doctrina, «Dios tenía
que dar cuerda a su reloj de vez en cuando, pues de otro modo pa-
raría». La obra de Dios, en opinión de Newton, «era tan imperfec-
ta, que era necesario intervenir si alguna vez era necesario limpiarla
y hasta hacer en ella alguna que otra reparación, como hace un re-
lojero con su artefacto». En opinión de Leibniz, esto significaba una
rebaja de la omnipotencia de Dios y le contrapone su propia doc-
trina del «orden bello y preestablecido» y que sólo esto muestra la
sabiduría y poder de Dios.5La cuestión sigue siendo actual. ~Apa-
rece de alguna manera el Creador en su obra?
Cuando unos 100 años más tarde, Laplace pudo dar una expli-
cación «mecánica» de las órbitas planetarias, dijo a Napoleón, que
le preguntaba preocupado sobre qué lugar ocupaba entonces Dios,
la frase famosa: «/e nái pas besoin de cette hypothkse» [No necesi-
to esta hipótesis].

3. Cf. TASCHNER, loc.cit., pág. 53.


4. Cf. ST. JAKI, Intelligent Design?, Port Huron, MI, USA, 2005, pág. 12.
5. Cf. SAMUEL CLARKE, Briefwechsel mit G.W Leibniz von 1715/1716, ed. de E.
Dellian, Hamburgo 1990, págs. 10 y SS.;cf. E. DELLIAN, Die Rehabilitierung des Ga-
lileo Galilei oder Wie die Wahrheitzu messen ist, Berlín 2006, ed. privada, pág. 326.
Si Dios tiene que llenar las lagunas de la ciencia, con cada des-
cubrimiento que aclare lo que hasta entonces no se conocía, su lu-
gar será cada vez más pequeño. Estos rincones de supervivencia de
Dios disminuyen cada vez que se hace algún descubrimiento en
ciencias naturales, y la comunidad científica cada vez de convence
más de que un día la hipótesis de Dios llegará a ser superflua del
todo.
También Charles Darwin compartía esta idea. Como ha mos-
trado y documentado profusa y detalladamente el profesor Stanley
L. Jaki, Darwin estaba «obsesionado» por el deseo de dar una ex-
plicación científicamente plausible del origen de las especies que
pudiera prescindir del todo de un acto especial y propio de un
Dios creador. Su «teoría de la descendencia*, que luego se llamó te-
oría de la evolución, era un argumento extenso y único de explica-
ción puramente intrarnundana, puramente material y mecánica del
«origen de las especies)).Allí donde Newton todavía decía que de
una necesidad ciega no podía salir ningún cambio, porque esto es
sólo posible a partir de ideas divinas y voluntad divina, en Darwin
se ha convertido en lo contrario: toda la diversidad de las especies
tiene su origen en unas mutaciones casuales y en unas probabili-
dades de supervivencia. Para ello no hay ninguna necesidad de la
intervención de un Creador.
Después de las investigaciones minuciosas de Stanley Jaki no hay
I lugar a dudas de que Darwin con su teoría pudo ayudar a la victo-
ria científica del materialismo. Y Dios sabe que en el S. XIX no era
1
el único que lo deseaba. No fue casual que I<arl Marx y Friedrich
Engels se entusiasmasen con la teoría de Darwin y la recibieran
como base científica de su propia teoría.
Este componente ideológico de Darwin es también la causa prin-
~ cipal de que hasta hoy se siga discutiendo intensamente con la
misma pasión sobre la evolución y la creación. Los debates de los
últimos meses lo han mostrado claramente de nuevo. Por esto
creo que es una tarea prioritaria el aclarar el debate con los medios
que ofrece lafilosofía natural. Esto exige varios pasos:
1. Distinguir claramente en la teoría de Darwin (y en sus des-
arrollos posteriores) lo que es realmente científico de los elemen-
tos ideológicos ajenos a la ciencia. Hay que separar a Darwin del
darwinismo, hay que librarle de sus cadenas ideológicas. Hay bue-
nas razones que hacen suponer que esto es posible.
2. Debe permitirse criticar objetivamente los aspectos ideológi-
cos del darwinismo. No hay razón alguna para pensar que deba es-
tar prohibido (éste es el debate que tiene lugar en Estados Unidos)
plantear el problema de Dios en las clases de ciencias naturaIes de
las escuelas y no plantear nunca si propiamente el materialismo
(como ideología sumamente discutible) se puede enseñar junta-
mente con la teoría de Darwin. Esto no tiene que ocurrir, siempre
que las clases de biología no se ven sobrecargadas con elementos
ideológicos ajenos a la materia enseñada. Y es lo que sucede con
frecuencia, en perjuicio de la ciencia, la razón y la fe.
3. Esto exige además una gran libertad a la hora de debatir los
problemas abiertos de la teoría de la evolución. Con frecuencia, la
comunidad científica excluye de entrada toda cuestión que ponga
en duda los puntos flacos cientljCicos de la teoría. En este punto, se
practica una especie de censura, parecida a la que antiguamente se
le reprochaba a la Iglesia.
4. La cuestión decisiva no está en el nivel de las ciencias natu-
rales y tampoco en el de la teología, sino en un espacio entre am-
bas: en el de la filosofía natural. Cada vez me convenzo más de que
los progresos decisivos en el debate sobre la teoría de la evolución
se sitúan en el campo de la filosofía natural y, en último término,
en el campo de la metafísica. Será beneficioso para todos si abor-
damos con más detalle el contexto filosófico de nuestro debate.
5. Y es que en los últimos meses el debate me ha mostrado con
mucha claridad que es una simplificación, y hasta una caricatura,
reducir todo el caso a un conflicto entre evolucionistas y creacio-
nistas. Esto es simplificarlo todo demasiado. La postura creacionista
se basa en una comprensión de la Biblia que la Iglesia católica no
hace suya. La primera página de la Biblia no es un tratado cosmo-
lógico sobre la creación del mundo en seis días solares. La Biblia
no nos enseña, «how the heavens gol but how to go to heaven~[cómo
va el Cielo, sino cómo ir al C i e l ~ ] . ~
La fe católica puede aceptar la posibilidad de que el Creador se
haya servido del instrumento de la evolución. La pregunta es si el
evolucionismo (como concepto ideológico) puede conciliarse con
la fe en un Creador. Esta cuestión presupone que se hace una dis-
tinción entre la teoría científica de la evolución y sus interpreta-
ciones científicas o filosóficas. Y a su vez, esto presupone que se
trata de aclarar los presupuestos del pensamiento filosófico que hay
detrás de toda la teoría de la evolución.
¿Son compatibles la fe en la creación y la teoría de la evolución?
El concordismo, que hoy está muy extendido, dice «que la teología
y la teoría de la evolución nunca pueden entrar en conflicto, por-
que las dos disciplinas se mueven en terrenos totalmente distin-
. ~ principio de Stephen Gould, llamado principio NOMA
t o s ~Este
(Non-OverlappingMagisteria)[magisterios no superpuestos], a mi
entender, no es aceptable. Es necesario que entre teología y cien-
cias naturales, entre fe, pensamiento e investigación haya interfe-
rencia~.La fe en un Creador, en su plan, en su dominio del mundo,
en su conducción del mundo hacia un fin establecido por él, todo
esto no puede quedar sin puntos de contacto con la investigación
concreta del mundo. Por este motivo, hay que decir que no toda va-

l
6. ST.JAKI, DarwinS Design, Port Huron, MI, USA, 2006, pág. 4.
7. A. WALKER, ~Schopfungund Evolution. Jenseits des Konkordismus*, en
Il'
Intern. Kath. Zeitschrz3 Communio, 2006, núm. 35, págs. 55-70, concretamen-
riante de la teoría de la evolución es conciliable con la fe en la crea-
ción.
1 Sobre esto escribe Adrian Walker (del John Paul 11 Institute,
1 Washington): «Un ejemplo clásico de la variante problemática de
l la teoría de la evolución es lo que yo llamo el darwinismo estricto:
la tesis según la cual la interacción entre mutación (genética) y se-
lección natural ya es una explicación suficiente del nacimiento de
nuevas formas de vida. Pues, si mutación y selección bastan para
explicar este nacimiento, propiamente no hay razón alguna que
diga por qué la materia ciega no pueda ser el origen primero de la
vida, tesis que no es conciliable con la doctrina cristiana de la crea-
~ión>>.~
Con frecuencia, se busca una solución diciendo que la biología
y las ciencias naturales, en general, son sólo metodológicamente ma-
terialistas, sin por esto acatar un materialismo ideológico. Pero
aun cuando esto fuera así, resulta evidente que esta opción meto-
dológica es también un acto espiritual que presupone razón, vo-
luntad, libertad. Esto ya bastaría para demostrar que la limitación
del método científico a unos procesos puramente materiales no
puede hacer justicia al conjunto de la realidad.
La frase de Newton, cuando sostiene que es tarea de la filosofía
natural hacer afirmaciones sobre Dios ex phaenomenis, a partir de
los fenómenos naturales, conserva toda su validez. La fe católica,
tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, afirma y man-
tiene que la razón puede reconocer con certeza, aunque no sin es-
fuerzo, la existencia del Creador a partir de los vestigios de la Crea-
ción.
¿Qué es, pues, lo que la razón puede reconocer? Primero, que
ella existe y que es algo más que sus condiciones materiales.
Permítanme que explique esto con un ejemplo anecdótico muy
plástico: el filósofo judío, germano-americano, Hans Jonas escribió
una obra tardía importante: «Ética de la responsabilidad». Para él es
obvio que no tiene sentido hablar de ética y de responsabilidad, si no
hay espíritu, alma, razón y libre albedrío. Los genes no asumen res-
ponsabilidad alguna. No son citados a comparecer en juicio, si pro-
ducen células cancerosas. Tampoco los animales se pueden hacer res-
ponsables de nada. Sólo los hombres tienen responsabilidad y tienen
(en última instancia, ante el Juicio Final) que dar cuenta de sus obras.
La vida diaria es una refutación continua del materialismo. En eco-
nomía, por ejemplo, tengo que cargar con mi responsabilidad. Las
abejas y las hormigas hacen trabajos increíbles, pero su conducta
está guiada por el instinto, por esto no son responsables de sus faltas.
Sólo los seres libres son responsables de sus faltas. Y aun cuando la
vida diaria refuta constantemente la visión materialista, siempre hay
personas inteligentes que caen este error. Por esto Hans Jonas deci-
dió que su «Ética de la responsabilidad» estuviera precedida por una
refutación del materialismo, en un librito titulado: Macht und Ohn-
macht der Subkektivitat [Poder e impotencia de la subjetividad]. Y
empieza con esta anécdota: tres jóvenes científicos, que con el tiem-
po llegarían a ser eruditos famosos, se reunieron en 1945 en Berlín y
«prestaron juramento ... para defender la verdad de que en el orga-
nismo no había otras fuerzas activas que las puramente físico-quí-
micas». Los tres guardaron fidelidad al juramento durante toda su
vida. Y sobre esto Hans Jonas hace el comentario: «En el caso del ju-
ramento se fiaron de algo que no era física en absoluto, su relación
con la verdad, es decir, el control sobre la conducta de sus cerebros,
que negaban en general en el contenido mismo de su compro mis^».^

9. HANSJONAS, Macht und Ohnmacht der Subjektivitat, FrancfortJ981, págs.


13-14. [Traducidoal español por Illana Giner, en: Barcelona, Ediciones Paidós Ibé-
rica, 2005, pág. 75-76].
¿Qué fuerzas actúan aquí? Poder prometer algo, esforzarse, cum-
plir lo prometido, incluso con peligro de acarrearse algún mal: todo
esto no pueden ser efectos de unas fuerzas puramente materiales.
El desarrollo de una teoría científica es un proceso espiritual, aun
cuando esta teoría sea materialista. Es ya famosa la observación
irónica de Alfred N. Whitehead acerca de aquel darwinista que re-
chazaba toda clase de finalidad en la naturaleza: «Those who devo-
te themselves to the purpose of proving that here is no purpose cons-
titute an interesting subject for study» [Los que se dedican del todo
al objetivo de demostrar que no hay objetivo, son un objeto intere-
sante de estudio].1° El hombre se experimenta a sí mismo como
uno que propone objetivos y metas. Un obrar humano que no esté
orientado a una finalidad es impensable. Seguramente, no hay otro
ejemplo de un actuar más orientado a una finalidad que el trabajo
científico y especialmente el trabajo de las ciencias naturales.
¿Cuál es la situación en el mundo subhumano? ¿Cómo es en los
animales, en las plantas, en el mundo inorgánico, en el universo mis-
mo? ¿Hay finalidades?Y si las hay, ¿quién las pone? ¿Quién persi-
gue propósitos, si no hay una voluntad que se los haya propuesto?
Ésta es probablemente la cuestión clave en el debate sobre creación
y evolución. Aquí nos podrá ayudar una observación de Darwin que
aparece en una carta escrita en 1870 a J. Hooker: «I cannot look a
the universe as a result of blind chance. Et I can see no evidence of
beneficent design, or indeed any design of any kind, in the detail»
[No puedo ver el universo como resultado de una causa ciega.
Pero, cuando lo analizo con detalle, no encuentro tampoco ningu-
na prueba de un diseño caritativo ni ningún tipo de diseño].l1

10. A.N. WHITEHEAD, The Function ofReason, Princeton 1929, pág. 12.
11. F. DARWIN Y A.C. SEWARD, More letters of Charles Darwin, Nueva Cork,
1903, vol. 1, pág. 321.
La observación de la naturaleza, la investigación del Universo,
de la Tierra, de la vida, nos habla con una «overwhelmingeviden-
ce» [con una evidencia aplastante] de orden, plan, sintonía (fine-
tuning), intención y finalidad; así lo escribí en el New York Times.
La cuestión es sólo: ¿quién reconoce este diseño? Y ¿cómo puede
reconocerse? Darwin dice que en el detalle de la investigación de
la naturaleza no puede ver diseño alguno. Con el método estricta-
mente científico, cuantitativo, que toma medidas, esto no será nun-
ca posible. Sobre esto, dice Martin Rhonheimer: «Lo que realmen-
te podemos ver y observar en la naturaleza no son planes ni
intenciones, sino a lo sumo... el producto de todo ello. Vemos te-
leología, procesos orientados a un objetivo y un orden de la natu-
raleza útil y bello. Que el principio eficiente de estos procesos na-
turales sean de hecho "intenciones" y "planes inteligentes'; esto no
podemos observarlo. Lo que vemos en la naturaleza no es diseño,
sino algo que tiene que basarse en un diseño».12
En realidad, decimos constantemente que la naturaleza ha he-
cho esto o ha organizado aquello, como si la naturaleza fuese un
sujeto animado con un espíritu que se propone objetivos y que los
persigue. Incluso los darwinistas más estrictos y el mismo Darwin
hablan de la naturaleza de este modo antropomorfo, aun cuando
luego se corrigen y dicen como Julian Huxley: «Atfirst sight the bio-
logical sector seemsfull of purpose. Organisms ara built as ifpur-
posely designed... But as the genius of Darwin showed, the purpose
is only an apparent one» [A primera vista parece que el ámbito bio-
lógico está lleno de una finalidad. Los organismos están hechos

12. MARTIN RHONHEIMER,Pro Manuscripto, pág. 4. Posteriormente el texto se


publicó: ~NeodarwinistischeEvolutionstheorie,Intelligente Design und die Frage
nach dem Schopfer. Aus einem Schreiben an Kardinal Christoph Schonborn)),en
Irnago Hominis, vo1.14,2007, cuaderno 1.
como si estuviesen plenamente dotados de un objetivo... Pero como
demostró el genio de Darwin, este objetivo es sólo aparente].13
¿Actúa la naturaleza sólo como si tuviese unos objetivos? En su
quinta vía de sus demostraciones de la existencia de Dios, santo
Tomás de Aquino señaló un camino de reflexión que aquí ayuda a
avanzar en esta cuestión. Los seres corporales, dice, que no tienen
conocimiento, como podemos ver, actúan con el fin de conseguir
aquello que les ha de ser bueno. Consiguen su fin no por casuali-
dad, sino intencionadamente (non a casu, sed ex intentione). Pero
no lo consiguen por su intención propia, pues no tienen conoci-
miento, sino por medio de un conocedor que los guía hacia una
meta, como el arquero orienta su flecha. A este conocedor que
orienta todos los seres naturales hacia una meta, le llamamos Dios
(S.Th1, q. 2, a. 3).
Hay otro texto fascinante de santo Tomás que explica de mane-
ra muy plástica cómo puede uno imaginarse la actuación del Crea-
dor, de qué manera «injerta» la finalidad en la naturaleza (agradezco
al profesor M. Rhonheimer que me haya indicado este texto im-
portante). El texto ayuda mucho, porque en él se compara la natu-
raleza con el arte, esto es, con la técnica (éste es el sentido de la pa-
labra ars): «La naturaleza sólo se distingue del arte en el hecho de
que ella es un principio interno de acción, mientras que el arte re-
presenta un principio externo*. Y para explicar la naturaleza como
«principio interno)), santo Tomás utiliza esta comparación: «Si el
arte de construir barcos fuese inmanente a la madera, entonces la
naturaleza (de la madera) produciría barcos de la manera como se
hace por el arte». Y más adelante lo aclara más: «La naturaleza no
es más que un cierto arte, esto es, el arte de Dios que se ha infun-
I
dido en los seres mismos orientados hacia un fin determinado (na-

13. JULIAN HUXLEY,


Evolution in Action,Nueva York, 1953, pág. 7.

91
tura nihil est aliud quarn ratio cuiusdam artis, scilicet dinivae, in-
dita rebus, qua ipsae res rnoventur adfinern deterrninatum)». Y lo
ilustra otra vez con el ejemplo de la construcción de un barco: «es
como si el constructor de un barco pudiese dar a la madera la ca-
pacidad de moverse de manera que pudiese construir un barco))(In
Physic. lib. 2, 1. 14, n. 8).
Martin Rhonheimer comenta: «La naturaleza se comporta de
un modo adecuado (como si actuase de un modo inteligente y pla-
nificado); pero como en la naturaleza misma no pueden encontrarse
causas que actúen de un modo inteligente e intencional, luego esta
causa inteligente tiene que estar fuera de la naturaleza misma».
Así como un barco hace que preguntemos: ¿Quién lo ha cons-
truido?, igualmente la experiencia evidente de la orientación a un
propósito de orden y belleza en la naturaleza hace también que pre-
guntemos: ¿De dónde viene esto? La teoría de la evolución con su
método científico no está en condiciones de dar una respuesta a
esta pregunta, sólo puede investigar empíricamente en la naturale-
za las causas comprobadas y eficaces. «Por esto tampoco está en
condiciones de afirmar que la teoría de la evolución demuestre
que no exista ningún Dios planificador, cuyo Espíritu es causa de
la naturaleza y de su evolución».14
Unas palabras de George G. Simpson, que se citan con fre-
cuencia, dicen: «Mari is the result of a purposeless and rnaterialis-
tic process that does not have hirn in rnind. He was not planned~
[El hombre es el resultado de un proceso materialista y sin propó-
sito que no lo tiene en la mente. El hombre no ha sido planeado].15
Si Simpson hubiese dicho: con un método puramente cuantitativo
y mecánico la investigación científica no está en condiciones de des-

Pro Manuscripto, pág. 11.


14. RHONHEIMER,
The MeaningofEvolution, New Haven, 1949, pág. 344.
G. SIMPSON,
15. GEORGE

92
cubrir un plan del que podría proceder el hombre, su afirmación
tendría sentido. Pero esta manera de observar las cosas no es con-
forme a la naturaleza, es una opción intencionada, metódica y su-
mamente orientada a un objetivo.
Aquello que ha hecho posible los enormes éxitos conseguidos
por las ciencias naturales ha sido la limitación consciente de la ob-
servación hacia todo lo que es cuantificable, contable y mesurable,
a las condiciones y a las relaciones materiales. Pero sería sumamente
problemático después declarar que todo lo que por razones de mé-
todo se ha dejado al margen no existe, empezando por la razón y
el libre albedrío que hicieron posible esta elección metodológica.
Es cierto que el código genético del hombre se distingue muy
poco del de un chimpancé. Pero sólo el hombre es capaz de tener
la idea de investigar su propio código genético y también el del
chimpancé.
Permítanme que explique con un ejemplo en qué consiste la
cuestión de las fronteras del método científico. En el periódico Die
Zeit del 3 de agosto de 2006 se publicó un dossier extenso sobre la
cuestión médico ypaciente. El tenor de la consulta era que la ten-
dencia a convertir progresivamente la medicina en una técnica po-
nía en peligro el lado humano de la profesión médica, un viejo tema
que vuelve a estar de actualidad. Paul Tournier, el médico de Gi-
nebra fundador del movimiento de médicos «Médicine de la Per-
sonne», solía decir que el médico tiene dos manos y que necesita
las dos: la una representa sus conocimientos científicos del hom-
bre, del organismo y de su funcionamiento; la otra representa su
corazón, su intuición, su empatía. No puede prescindir de ningu-
na de estas dos manos, si quiere cumplir con sus deberes con el pa-
ciente. El hombre no es ninguna máquina, aun cuando su cuerpo,
por muchos motivos, conste de mecanismos complejos y grandio-
sos y de funciones materiales. Pero un buen médico no observará
al hombre sólo en este sentido. También tomará en serio su alma
como realidad. Sólo con la visión que George G. Simpson tiene del
hombre ningún médico cumplirá debidamente su cometido. Si esta
manera de ver se entiende como afirmación general sobre el hom-
bre, es una visión errónea.
La consecuencia decisiva que se saca de esta comparación con
el médico es: ambas manos -el instrumento cientljrico del médico
y su intuición adquirida en su experiencia, en la empatía y en el co-
nocimiento de los hombres- ambas forman parte de su ciencia mé-
dica. Sólo la conjunción de ambas hace un buen médico.
¿Podría este modelo ayudarnos a ver las cosas con mayor clari-
dad en el debate que aquí nos ocupa? Permítanme que explique esto
con tres ejemplos, que ponen sobre el tapete los típicos problemas
que debatimos en torno al evolucionismo.
1.El primer ejemplo es el concepto de especie. La famosa obra de
Darwin se titula The Origin of Species. Pero, ¿hay especies? ¿Puede
un método puramente cuantitativo abarcarlas? ¿Hay lugar para ellas
en la teoría de la evolución? ¿No es todo esto que llamamos especies
una instantánea en el ancho fluir de la evolución? ¿Son los concep-
tos de especie, género, reino (animal yvegetal) simples nomina nuda,
simples términos a los que no corresponde realidad alguna? En el
nivel de lo que puede contarse y medirse, especie y género son pala-
bras vacías. Pero el ojo del espíritu comprende muy bien que «ga-
tos» forman una especie (precisamente el Santo Padre, Benedicto
XVI, al que le gustan los gatos, puede confirmarlo).¿Querrá esto de-
cir que la distinción entre perros y gatos es algo no científico?
2. Se verá todavía más clara la necesidad de confiar en los ojos
del espíritu, si se trata del problema, que hoy se rechaza en general
como no cientljrico, por ser en último término metafísico, situán-
dose más allá de lo puramente material: el problema de la forma
esencial. «Mientras el sentido común cree que seres como árboles
o elefantes son cosas, esencias independientes que son más que la
suma de sus partes materiales que las componen, la teoría mate-
rialista de la evolución las reduce [...] a simples mutaciones epife-
nomenales de la materia, que de este modo se convierten en la
única realidad última esencial dentro del cosmos. En último tér-
mino, por tanto, no hay árboles ni elefantes: lo que hay son agre-
gados transitorios de propiedades materiales » a los que damos es-
tos nombres.16
Para superar, pues. la visión materialista del evolucionismo, hay
que recuperar urgentemente para la ciencia el concepto de forma
o figura (en el sentido de Aristóteles o de Goethe). El gran zoólo-
go suizo Adolf Pormann ha señalado especialmente este punto en
su crítica al darwinismo. Todo ser vivo se presenta como figura,
como expresión de una interioridad que es algo más que la suma
de sus componentes materiales. La investigación bioquímica pue-
de prescindir, desde el punto de vista metodológico, de la cuestión
de la forma, de la figura, pero a la larga, si no quiere convertirse en
ciencia ciega, no puede evitar preguntarse qué es lo que en defini-
tiva hace que la planta y el perro sean lo que son.
Medir y cuantificar presupone siempre que el ser vivo, este hom-
bre, este animal, esta planta, existe como totalidad propia que pue-
de ser comprendida por el espíritu humano.
Así como el médico no puede mirar el hígado, el corazón o al-
gún otro órgano aislado, sino a este hombre cuyo corazón está en-
fermo o sano, así también el biólogo que investiga el ser vivo ten-
drá que intentar verlo también como un todo, en el que cada uno
de sus detalles son elementos de un todo viviente. Por decirlo con
palabras de Hans Urs von Balthasar, tendrá que esforzarse por lle-
gar a «la contemplación de la figura», sin la que todo instrumento
de medición es ciego. La contemplación de lafigura es el camino
para llegar a descubrir las huellas del Creador.

op.cit. pág. 59.


16. A WALKER,
3. Esto ya me conduce al tercer ejemplo. Leer las huellas de
Dios en la creación: jes esto objeto de la ciencia? Los antiguos,
desde Copérnico hasta Newton, pasando por Galileo, estaban
convencidos de ello. Junto al libro de la Biblia, conocen el libro de
la creación, en el que el Creador nos habla con un lenguaje más le-
gible y comprensible.17
Lo que pasa por alto un concepto materialista de la ciencia es
la admiración ante el hecho de que la realidad sea legible. Una in-
vestigación científica de la naturaleza sólo es posible, porque ella
nos da una respuesta. Está construida de tal manera, que deja que
nuestro espíritu penetre hasta sus leyes de construcción. ¿Qué hay
más evidente que suponer que la posibilidad de investigar y con
ello (si bien con esfuerzo y paso a paso) de conocer la realidad,
viene del hecho de que ésta trae lafirma de su autor? Dios habla
en el lenguaje de su creación, y nuestro espíritu, que asimismo es
creación suya, puede sentirlo, oírlo, comprenderlo. LESesto, en ú1-
timo término, la razón que explica que la ciencia moderna haya
crecido precisamente en el seno de la fe judeocristiana en la crea-
ción? Una comprensión estrecha de la ciencia, en un sentido ma-
terialista, confunde la letra con el texto. La investigación de las le-
tras materiales, su análisis, es el primer paso para poder leer el texto.
Pero ellas mismas no son el texto, sino su soporte. Esto también
muestra, como en el ejemplo del médico, que una ciencia que se
limita sólo a las condiciones materiales, es manca y por ello unila-
teral. Le falta lo que hace que el hombre sea propiamente hombre:
su don de elevarse con inteligencia e intuición sobre las condicio-
nes materiales y así llegar al sentido, a la verdad, al mensaje del au-
tor del texto.

17. Cf. R. SCHAEFFLER,«Lesen im Buch der Welt. Ein Weg philosophischen


Sprechens von Gott?»,en Stimmen der Zeit, 2006, págs. 363-378.

96
¿Qué consecuencias prácticas se deducen de estas reflexiones
esbozadas? De las muchas reflexiones que nos darían ocasión de
avanzar un poco más, escojo sólo dos.
1.¿Por qué razón el evolucionismo, con su materialismo ideoló-
gico, se ha convertido en algo así como sucedáneo de la religión?
¿Por qué sus representantes son con frecuencia tan agresivos y emo-
cionales? Me atrevería a afirmar que actualmente no hay otra teo-
ría científica que tenga en contra suya objeciones tan graves y que,
sin embargo, muchos la defiendan como algo totalmente sacrosan-
to. Las objeciones de más peso ya se conocen y se han repetido
con frecuencia:
- Los missing links, la falta de numerosas formas de enlace en-
tre las especies que, también después de 150 años de investigación
intensa, sencillamente no se han podido encontrar.
- El hecho, con frecuencia confesado, de que hasta ahora no se
haya podido demostrar que haya habido nunca una evolución que
haya pasado de una especie a otra.
- La imposibilidad en el contexto de la teoría de los sistemas
de que un sistema vivo (por ejemplo, el de los reptiles) se transfor-
me por medio de numerosas mutaciones pequeñas en otro siste-
ma vivo (por ejemplo, el de los pájaros).
- La problemática del concepto de survival of thefittest [su-
pervivencia de los más aptos]. Marco Bersanelli ha mostrado con
ejemplos, que muchas veces la supervivencia es un «juego de azar»,
una casualidad, una contingencia, y ningún argumento a favor un
fitness [una aptitud] especial. Los dinosaurios -y muchas otras es-
pecies- desaparecieron a causa de catástrofes y no porque no se
hubiesen adaptado.
Estos no son más que algunos de los problemas graves que tie-
ne la teoría. ¿Por qué, a pesar de ello, se ha podido establecer como
teoría científica?Porque hasta ahora no ha salido otra mejor. Y por-
que en su condición de teoría científica es sencilla y estética.
¿Por qué, entonces, está ideológicamente tan cargada hasta el
punto de convertirla en contraseña del materialismo? Porque es la
alternativa a la fe en la creación. Quien dice creación, también dice
necesidad del Creador. Si hay un lenguaje legible del Creador,
quiere decir que hay una llamada, una reivindicación del Creador.
Y de este lenguaje se sigue un deber, un orden ético, por ejemplo,
referente a la relación entre los sexos o a la protección de la vida.
Con el materialismo y el relativismo en el ambiente, fácilmente de
aquí se deduce una visión materialista de la evolución. No en vano
el evolucionismo ideológico se convirtió en señal científica tanto
del comunismo como del nacionalsocialismo. Para el social-darwi-
nismo económico, el evolucionismo justifica hoy una lucha por la
existencia sin fronteras en la vida económica.
No deja de tener su gracia que Richard Dawkins, uno de los 1í-
deres del darwinismo ideológico, diga en una entrevista, que no le
gustaría vivir en una sociedad darwinista, porque sería demasiado
inhumana.
2. Hay todavía otra razón que explica que el darwinismo sea tan
plausible. La fe en un Creador bondadoso, en su «progetto intelli-
gente che 2 il cosmo» [proyecto inteligente que es el Cosmos] (Papa
Benedicto XVI, en la audiencia general del 9 de noviembre de 2005)
se pone en duda a la vista de inmensas crueldades: ¿Por qué este
camino fatigoso de la evolución con sus numerosos intentos y ca-
llejones sin salida, con miles de millones de años de expansión del
universo, las explosiones gigantescas de estrellas nuevas, el hervir
de los elementos en fusiones nucleares de astros, máquina incan-
sable de la evolución, con sus numerosos arranques y exterminios,
sus catástrofes y crueldades hasta las incomprensibles brutalida-
des del vivir y el sobrevivir? ¿No será más sensato tener todo esto
por un juego ciego de casualidades de una naturaleza sin objeti-
vos? ¿NOes esto más sincero que los intentos de teodicea de Leib-
niz que desembocan en grandes carencias argumentativas? ¿No es
más plausible decir simplemente: «efectivamente, el mundo es
cruel»?
Para acabar nuestra reflexión, es necesario decir que no preten-
demos demostrar en todo el diseño inteligente de manera precipi-
tada, apologética. Como Job. Tampoco nosotros sabemos la res-
puesta que hay que dar al sufrimiento. Sólo hemos recibido una; es
Dios mismo quien nos la ha dado. El Logos, por el que todo fue
creado, tomó carne y, de este modo, también ha asumido toda la
historia del universo, de la evolución, con sus aspectos grandiosos
y también con los crueles. Asumió toda la negatividad del sufri-
miento, de la destrucción y sobre todo de todo el mal moral. La cruz
es la clave del plan y del designio de Dios. Por muy importante e
imprescindible que sea esforzarse en el campo de lafilosofía natu-
ral, la palabra de la cruz es la última sabiduría de Dios, pues por su
santa cruz ha reconciliado el mundo. Y la cruz es la puerta de la
resurrección.
El Papa Benedicto dijo en su primera predicación pascual: «La
resurrección de Cristo [. ..] es -si se nos permite utilizar aquí el len-
guaje de la doctrina de la evolución- la mutación mayor, el salto
absoluto decisivo hacia algo totalmente nuevo que ha sucedido en
la larga historia de la vida y de sus desarrollos: el salto hacia un or-
den totalmente nuevo que nos importa y que afecta toda la histo-
ria [...l. Es una irrupción en la historia de la evolución y de la vida
en general hacia una nueva vida futura; hacia un mundo nuevo, que
desde Cristo penetra continuamente en este mundo nuestro, lo
transforma y lo atrae hacia él» (Sermón de la Vigilia pascual, 15 de
abril de 2006).
Si la resurrección de Cristo es -por decirlo así- «la mutación
mayor» o, como dice el Papa Benedicto en el mismo sermón, la «ex-
plosión del amor que ha disuelto el entramado hasta entonces in-
disoluble de moriry devenir, entonces podemos decir también: aquí
está el punto final de la evolución. Desde este final, desde su per-
fección última se ve también su sentido. Aunque puede que cada
paso particular parezca algo sin dirección ni objetivo, desde la Pas-
cua se revela que el largo camino ha tenido un sentido. No puede
decirse el camino es la meta, sino la resurrección es el sentido del
camino.
DEBATE
El debate que se transcribe aquí tuvo lugar a contin~aciónde las
ponencias pronunciadas el 1 de septiembre ante el círculo de anti-
guos alumnos del Papa Benedicto XVI y que se repitieron el día 2 de
septiembre en presencia del Papa. En el texto se indica a qué po-
nencias se hace referencia.
1DE SETIEMBRE, SESIÓND E L A MAÑANA

PONENCIA DE PETER SCHUSTER:


EVOLUCIÓN Y DISENO (TEXTO PÁGS. 25-56)

Theo Schafer: Mis dos preguntas se refieren a la casualidad. Pri-


mera: ¿Se ha aclarado suficientemente el concepto de casualidad
en la biología y en las ciencias naturales? Y segunda: ¿Es posible dis-
tinguir entre una casualidad subjetiva y otra objetiva?

Vincent Twomey:En su segundo apartado usted ha hablado de pro-


babilidad y de casualidad. ¿No hay que decir que hoy preferente-
mente ya no se habla de necesidad, sino de probabilidad?

Ludwig Weimer: ¿Es la evolución un simple camino graduado


-explicable- o se dan también saltos inexplicables? ¿Cómo se Ile-
gó, por ejemplo, a las células primitivas emprendiesen una división
del trabajo, una especialización y una cooperación? En los euca-
riotas, jesto tuvo lugar en un proceso compuesto por dos aconte-
cimientos inmediatamente consecutivos, o por el camino se die-
ron desvíos y fracasos? -

Peter Schuster: Quisiera empezar por la última pregunta. La dis-


tinción entre eucariotas y procariotas no es algo que entre dentro
de mi especialidad, pero, no obstante, creo que puede decirse lo si-
guiente: hay varias maneras de ver el desarrollo de los eucariotas
por medio de endosimbiosis. Lo que es cierto es que durante largo
tiempo en la atmósfera terrestre se dio un cambio climático global
vinculado a la aparición del oxígeno en el aire. Para todos los orga-
nismos que habían habitado en la Tierra antes de esta fase (esen-
cialmente distintas formas de bacterias), como también para nues-
tras células, el oxígeno es totalmente tóxico. Destruiría nuestras
células, pero sin duda se formó un tipo de bacterias capaz de en-
trar en contacto con el oxígeno, y que se introdujo en nuestras cé-
lulas en forma de mitocondrios. Ésta es una de las condiciones
más importantes para la vida de los organismos: si están libremen-
te expuestos al oxígeno, tienen que estar en condiciones de entrar
en contacto con él.
Actualmente, la hipótesis de los endosimbiontes se ha confir-
mado de forma contundente. Hay una evidencia que para mí es muy
convincente: los mitocondrios en nuestras células no sólo poseen
su propia membrana, sino también una segunda adicional. Esta do-
ble membrana se origina por el hecho de que las células, que ya
tienen una membrana, cuando entran dentro del huésped también
son envueltas por esta membrana celular. Efectivamente, los mito-
condrios tienen estas dos membranas que activan el metabolismo
del oxígeno de nuestras células. Junto al hecho de que los organis-
mos anaeróbicos precedentes no podían sobrevivir, esto tiene otro
efecto importante para el desarrollo posterior: el metabolismo pudo
transformarse del todo. En los mitocondrios tienen lugar procesos
oxidativos que proporcionan mucha más energía que los procesos
de fermentación, que antes habían sido realizados por los proca-
riotas. Con otras palabras, en esta fase, para los organismos que
tenían mitocondrios, la energía fue más barata. El oxígeno era pri-
mero un tóxico ambiental, luego se dio la oportunidad de adaptar-
lo mediante metabolismo y al final se convirtió en una fuente que
ofrecía mucha más energía.
Parece como si esta endosimbiosis ya hubiese tenido lugar va-
rias veces. También los vegetales han incorporado un segundo or-
ganismo, los llamados cloroplastos, cuyos antecedentes ya habían
existido en la naturaleza y que tienen la función de llevar a cabo la
fotosíntesis. Como ya he dicho, la hipótesis más probable actual-
mente para explicar el nacimiento de los eucariotas es esta con-
junción y cooperación en forma de división del trabajo.
A propósito de las preguntas referidas a la causalidad, empiezo
con la idea de la necesidad en el sentido que le da Jacques Monod
en su obra Le hasard et la nécessité [El azar y la necesidad]: Habla-
mos de necesidad cuando a un estado dado sigue necesariamente
otro estado claramente definido. En la naturaleza se dan secuencias
determinadas de proceso, pero en biología esto pasa raramente,
porque los sucesos típicos se presentan, no por necesidad, sino sólo
de acuerdo con determinadas probabilidades. Así, pues, puede de-
cirse que la probabilidad es la hermana matemática de la casuali-
dad. Una definición de casualidad es fácil y difícil al mismo tiem-
po. El transcurso de los procesos químicos en la biología responde
a unas redes gigantescas. A partir de un punto, hay un gran núme-
ro de procesos paralelos, por ejemplo, unos que sacan copias co-
rrectas de copias o mutaciones defectuosas. Ahora bien, ¿de dón-
de proviene la casualidad, puesto que todas estas reacciones
obedecen a un mecanismo determinado que se puede comprender
y analizar? Esto tanto vale para la replicación correcta como para
la mutación. A base de ejemplos se han hecho investigaciones muy
precisas de estos mecanismos. La casualidad entra, pues, a través
de la probabilidad. Supongamos que tuviésemos 1.000 posibilida-
des de reacción, que, naturalmente, no todas ellas son igualmente
probables, pero para simplificar el problema, supongámoslas igua-
les en probabilidad. El físico vienés Ludwig Boltzmann ha mostra-
do qué estadística hay que aplicar para sucesos en el ámbito nucle-
ar y molecular. Entre otras cosas, resulta que la oscilación media
del número de partículas para N resulta ser I T ~ (laN raíz cuadrada
de N). Para nuestro ejemplo esto quiere decir que de los 1.000 ca-
nales paralelos de reacciones, en una sucesión de 1.000 reacciones,
encontraríamos en cada canal lf 1 partículas (con una frecuencia
máxima de 0,l ó 2). En este caso, decimos que la entrada de una
reacción representa un suceso casual, es decir, un suceso que ha
sido determinado por la causalidad. Pero si ahora suponemos que
tenemos partículas, que corresponde aproximadamente a las
moléculas que entran en 3 g de agua, entonces observaríamos en
cada canal 1020~1010 moléculas. Las oscilaciones estadísticas no
serían mesurables y, de hecho, contaríamos en cada canal un mis-
mo número de partículas. En sucesos típicos de la química, vale la
situación para cantidades elevadas de partículas, pero para la bio-
logía, sobre todo para la biología de la reproducción y de la trans-
misión hereditaria, es válido el ejemplo que hemos descrito primero
de las cantidades pequeñas de partículas. Por esto, las leyes de trans-
misión hereditaria de Mendel tienen sólo una validez estadística,
esto es, cuando se cuenta con una cantidad suficiente de observa-
ciones individuales.
Esta especie de casualidad tiene un componente de información
incompleta. Con otras palabras podría decirse: si tuviésemos la in-
formación completa sobre todos los detalles de los procesos ocu-
rridos (algo que en la práctica nunca podríamos obtener), enton-
ces nuestra inseguridad estadística sería mucho menor, quizás
incluso se acercaría a cero y podría pronosticarse la aparición de
los acontecimientos.
Pero a esto hay que añadir otras dificultades. Por una parte, los
canales individuales de reacción se escogen con frecuencias distin-
tas. Por esto, los canales más frecuentes tienen más probabilidades
de ser elegidos y, en cambio, la aparición de los resultados de los
canales poco habituales tiene lugar de manera casual. En la natu-
raleza, este estado de cosas se da en la frecuencia de las copias y de
las mutaciones correctas. La frecuencia de todas las mutaciones to-
madas en conjunto es muy pequeña y se da además un gran nú-
mero de mutantes posibles. La probabilidad de que aparezca un
mutante determinado es tan pequeña, que en este caso hablamos
de casualidad.
En la biología, a esto se añade como nuevo elemento la retroa-
limentación de los procesos de copia. Por medio de los procesos
de copia, una molécula individual puede multiplicarse práctica-
mente indefinidamente, de un ejemplar a 10.000 y más todavía. La
cantidad de portadores de una mutación favorable crece, aun cuan-
do las probabilidades de crecimiento al principio hubiesen sido
pocas. Pero la casualidad aparece en la elección de una mutación
entre muchas otras equivalentes. No se trata de una casualidad per-
fecta en el sentido de echar los dados, donde todos los pasos serí-
an equivalentes; pero el hecho de que sólo puedo escoger una vez
produce una situación parecida a echar los dados. La casualidad es
una consecuencia de las pequeñas probabilidades que tenemos para
estos procesos y del hecho de que las podamos observar por me-
dio de la retroalimentación. Si no hubiese retroalimentación, una
probabilidad pequeña significaría que nunca podemos observar
procesos poco habituales. Pero de este modo, un suceso de proba-
bilidad escasa se manifiesta exclusivamente en su condición de no
pronosticable de una variante favorable específica que haya sido se-
leccionada.

Theo Schüfer: ¿Puede entenderse esta respuesta suya en el senti-


do de que, por ejemplo, en la biología y en la física cuántica se
pueden abordar las causas de los procesos, pero no su telos?

Peter Schuster: La búsqueda de un telos en el sentido de causa fi-


nal no es cometido inmediato de la investigación científica. El te-
los, en cambio, desempeña un papel en la cuestión sobre si las ob-
servaciones necesitan o no un telos para su explicación científica.
En mi respuesta no he tocado para nada esta cuestión, sino exclu-
sivamente el problema de la condición de pronosticable. Cuanto más
grande sea la proporción de la casualidad de un acontecimiento,
menor será la posibilidad de predecir su aparición de una manera
fiable.
En la física cuántica aparece otra forma de casualidad -la ca-
sualidad auténtica o fundamental- en los fenómenos biológicos. La
física cuántica actual afirma que se da esta casualidad auténtica,
cuando ya no son posibles más preguntas. Antes habíamos afir-
mado únicamente que no podíamos pronosticar, por motivosprác-
ticos, qué suceso se presentaría, porque no podemos saber todos y
cada una de las transiciones de cada una de las moléculas partici-
pantes. Si, en cambio, todos los sucesos se disolviesen en procesos
individuales, entonces continuaría valiendo la imprecisión de la fí-
sica cuántica. Así pues, yo tropezaría con fenómenos de física cuán-
tica, si, como hace todo químico, tratase con procesos biológicos,
como reacciones químicas, aun cuando hubiese empezado con una
descripción empírica que, por principio, no conoce la imprecisión
de la física cuántica. La casualidad por principio se añade a la ca-
sualidad por razones prácticas: si aspiramos a una mayor división
del átomo, iremos a parar algún día al problema de la física cuán-
tica de la imposibilidad de describir ciertos fenómenos.

Robert Spaemann: ¿Habría que decir que la casualidad es, luego,


un concepto de reflexión? Pues, en el fondo, niega algo. Si, por ejem-
plo, veo ante mi un objeto rosado y después tres o cuatro metros
más lejos un rosado parecido. Si alguien preguntase cómo ha po-
dido suceder esto, no se respondería que ha sido casualidad, sino,
como dijo en una ocasión el cómico Karl Valentin, que ha sido
«nada de nada». Es decir, las interferencias infinitas de los proce-
sos causales sólo nos interesan si de ello sale algo que tiene aspec-
to de intencionado. Si luego alguien dice que no hubo intención al-
guna, entonces se usaría la palabra casualidad.
Supongamos que encontramos sobre el banco de un parque
público dos colillas de cigarrillos, una botella de cerveza y dos la-
drillos, diremos: esto no es nada. Pero si hallamos lo mismo en
cinco bancos, pensaremos que ha sido una casualidad (aun cuan-
do sea muy improbable que se trate realmente de una casualidad).
Casualidad quiere decir sencillamente que no hay nada detrás
de las apariencias, que se trata de una interferencia que sólo pare-
ce ser algo intencionado. ¿Aprobaría usted esta explicación?

Peter Schuster: La aprobaría del todo y añadiría todavía un deta-


lle: la relación que tiene una mutación con su selección con fre-
cuencia se llama casual únicamente porque no es correlativa. El he-
cho de que siga una mutación determinada no tiene influencia
alguna sobre el proceso de selección. Y la ausencia de correlación
es la que ha sugerido el concepto de casualidad.
Su ejemplo del banco del parque con ladrillos, yo lo diría de for-
ma más dramática: es absolutamente casual que el albañil haga un
momento de pausa y que sin advertirlo le caiga un ladrillo del an-
damio. Cada día a la misma hora hace el albañil un momento de
pausa. También cada día entre las ocho y las diez pasa una perso-
na delante del edificio en la misma dirección. Esto es también ca-
sual, porque a esta hora va al trabajo o a comprar. Pero un día se da
la coincidencia temporal, y la persona resulta muerta por el impacto
del ladrillo. No fue correlativo, y luego diríamos: la persona pasó
casualmente por delante de la casa y así se produjo el suceso dra-
mático.

Cardenal Christoph Schonborn: Nunca había oído tan claramente


que la biología déla evolución se hubiese distanciado de la idea dar-
winista de las pequeñas transiciones. ¿Qué aspecto tienen enton-
ces las grandes transiciones? Quisiera combinar esta pregunta con
un problema crucial de la biología actual, esto es, el concepto de es-
pecie. ¿Tienen estas transiciones algo que ver con el origen de las
especies? Darwin tituló su libro The Or@n of Species. La pregunta
es: ¿Hay realmente especies? ¿Se ve actualmente alguna relación in-
terna entre los grados de evolución y las especies?

Antoine Saroyan: ¿Da la biología alguna respuesta a la pregunta


de por qué se dan saltos y mutaciones, o se considera simplemen-
te que es un hecho que luego se reconstruye experimentalmente?

Vincent Twomey: ¿Cómo es posible pasar de algo simple a algo


complicado? ¿Hay en ello algo así como una especie de preprogra-
mación?

Peter Schuster: Empezaré con el tema de las pequeñas transicio-


nes. Darwin insistió en ellas, y todos los biólogos de la selección del
siglo XIX estuvieron de acuerdo con él. En aquella época, había con-
senso sobre la idea de que estas pequeñas transiciones habrían te-
nido lugar en el marco de un desarrollo continuo. Hay casos en los
que efectivamente se ha dado un desarrollo con un ritmo aproxi-
madamente constante, pero hay también tantos otros casos, o qui-
zás todavía más, en los que no ha sido así. Que Darwin se hubiese
aferrado a la idea de las pequeñas transiciones no tiene ningún fun-
damento biológico o de biología molecular, sino una explicación
puramente histórica. Los biólogos de la selección de su tiempo es-.
taban convencidos de que es posible producir cualquier forma de
organismo con todas las características que se quisiesen.
La mutación en sí es una transición discreta. En un punto de-
terminado de la información genética, se puede tener una A o una
U (o una T, según se trate de ADN o de ARN). Así pues, si una A
se substituye por una G, una C o una T, entonces estamos ante tran-
siciones discretas que muestran unos efectos que no admiten in-
tervalos. En las mutaciones individuales no puede tener lugar nin-
gún continuum.La pregunta sobre si puede darse un desarrollo casi
continuado, en definitiva depende de si todas estas mutaciones pue-
den causar todas unas características tan cercanas unas de otras
que sólo muestran pequeñas diferencias. La respuesta es no. Hay
ciertos grados intermedios que no podemos conseguir con muta-
ciones y por esto también necesariamente hay grandes transicio-
nes. Insistir, pues, exclusivamente en las pequeñas transiciones es
falso.
Hoy sabemos que hay ciertos fenotipos, sin pasos intermedios.
Sólo hay ciertas formas que pueden ser realizadas. La biología de
la evolución actual se pregunta cuáles son estas formas y dónde,
por otra parte, se dan transiciones continuadas, como, por ejem-
plo, en el crecimiento corporal. En una población puede haber, por
ejemplo, individuos de todas las dimensiones, mientras que en otros
ámbitos, por ejemplo los órganos, sólo son posibles las transicio-
nes discretas.
Respecto a la cuestión sobre el concepto de especie, segura-
mente es el único concepto superior del que puede afirmarse que
en biología está bien definido: individuos de distintas especies no
pueden tener descendientes fértiles. En el espectro de la biología
hay algunas aberraciones, pero que no dañan para nada la defini-
ción de especie. En el fondo, seguramente el camino más impor-
tante de formación de las especies ya se ha descrito correctamen-
te en la biología sintética: se produce una separación geográfica de
una población en subpoblaciones. A causa de la separación las sub-
poblaciones se desarrollan de forma diversa y van en direcciones
distintas (por ejemplo, por medio de otra secuencia de mutacio-
nes, otro medio ambiente y otras adaptaciones). De este modo se
llega a una reducción de la fertilidad entre distintas subpoblacio-
nes.
En este punto llegamos a la definición de raza, que con fre-
cuencia se usa mal: por ejemplo, hablando con propiedad, en la
población humana no se dan razas, ya que la raza se define por el
hecho de que miembros de distintas razas son capaces de repro-
ducción, pero su fertilidad es menor que entre individuos de una
misma raza. En el supuesto de que el desarrollo de las razas sigue
un camino independiente, empiezan entonces las formaciones de
especies y se acaba en el aislamiento. El asno y el caballo son el
mejor ejemplo: pueden tener descendientes, el mulo y la mula, pero
éstos ya no son fértiles. En la siguiente transición se da entonces
un proceso de adaptación, ya que si se engendran descendientes
estériles, la copulación entre individuos de razas distintas supon-
drá un derroche de energía. En este caso será entonces ventajoso
si se ilega a un aislamiento adicional que pueda ser controlado, por
ejemplo, mediante la química, con ayuda de las distintas especies
de feromonas o también con ayuda de la fisiología pueden. En re-
sumen, así transcurre la formación de las especies en la teoría
sintética. Hoy sabemos que hay otras formas de formación de es-
pecies, para las que no es necesaria un aislamiento geográfico.
Pero, en el fondo, esto ya se conocía cuando se elaboró la teoría
sintética.
La dificultad está en los conceptos genéricos deducidos de la
morfología, por ejemplo, como los carnívoros felinos o caninos, que
distinguimos a partir de la morfología, pero que ya no tienen estas
características biológicas distintivas. En este punto, nos ha ayuda-
do una secuencia comparativa ADN. Vemos que estas estructuras
superiores están conectadas en la biosfera en ciertos puntos de la
ramificación en el árbol filogenético. Aun cuando hay muchas for-
mas, en el árbol filogenético pueden distinguirse los gatos de los
perros. Los árboles se encuentran muy cerca unos de otros, y por
esto los morfólogos tienen sus dificultades y no siempre pueden tra-
bajar sin fallos.
Cardenal Christoph Schonborn: Esto quiere decir que los saltos
y las especies no son lo mismo. Para mi hay todavía una pregunta
abierta: ¿por qué los saltos? Y la vieja pregunta que he leído con
frecuencia en la bibliografía: jse dan transiciones demostradas lege
artis entre las especies? The Origin of Species -una especie se ori-
gina de otra-, jcómo aparece esto en relación con los saltos, y hay
realmente una demostración de transiciones de evolución de una
especie a otra, no sólo en teoría, sino también de hecho?

Peter Schuster: Se han hecho observaciones sobre la correlación


con el medio en la formación de razas, por ejemplo, en unas mari-
posas inglesas que a causa de la polución atmosférica han cambia-
do de color. Hay salamandras, anfibios, que son un ejemplo actual
de haber llegado casi a un aislamiento capaz de reproducción.
Creo que también hay una prueba muy convincente de tipo
histórico: el árbol genealógico filogenético, que puede reconstruir-
se molecularmente comparando grandes fragmentos de genoma.
Se hallaron formas intermedias de distintas especies. La capacidad
de salto tiene que entenderse sobre todo en el hecho de que se tra-
ta de procesos que se dan en distintas escalas temporales. Por una
parte, hay una escala breve en la que hay mucha transformación y,
por otra, una escala dilatada en la que hay poca transformación. Si
se comparan ambos procesos, la escala temporal lenta con la rápi-
da, entonces parecerá ser un grado o un salto. Una gran parte, si
no todo lo que sabemos de la paleobiología, habla en favor de esta
especie de procesos. Naturalmente, no pueden ser ininterrumpi-
dos, porque una mutación es siempre un salto. Los saltos que ve-
mos en los experimentos y en las simulaciones por ordenador sólo
tienen en común con la formación de especies que son procesos
de adaptación. La formación de una especie, según la definición ac-
tual, se limita a poblaciones sexuales, pues, de otra manera, no se-
ría posible aplicar el argumento de la reproducción. También se dan
parentescos entre las bacterias que se pueden demostrar a un nivel
molecular, pero allí se dan otros mecanismos que no tienen nada
que ver con el aislamiento sexual. Los saltos que hemos podido ver
en las figuras se refieren a poblaciones asexuales, es decir, a bacte-
rias y moléculas en la probeta. La repercusión de las mutaciones es
parecida tanto en los organismos de dotación cromosómica di-
ploide, como en los organismos haploides, a pesar de que en los
organismos diploides hay un repertorio mayor de variantes que en
las bacterias, debido a la recombinación.

Cardenal Christoph Schonborn: La demostración histórica no


puede reconstruirse de modo experimental. Si lo he entendido bien,
la investigación genética ha hecho tomar conciencia del parentes-
co genético de todos los seres vivos de una manera aplastante,
pero la pregunta sobre el árbol genealógico no ha sido realmente
respondida. Desde el principio, los elementos de la vida son los mis-
mos, las letras son ininterrumpidamente las mismas, somos, por
tanto, parientes de todos los seres vivos, pero estas letras todavía
no integran de forma exclusiva todo lo que observamos en los se-
res vivos: la vida en toda su variedad. En este sentido, la pretensión
de Darwin -haber explicado «the origin of species»-sigue aún sin
cumplir.

Peter Schuster: Quisiera expresarme en términos más claros: hay


dos posibilidades, independientes la una de la otra, de observar la
historia. Una es la paleontología o paleobiología. Hasta mediados
del siglo pasado, sólo se disponía básicamente de esta posibilidad.
Aquí, a partir de semejanzas morfológicas -por ejemplo, a partir
de la formación de los huesos de los fósiles- se dedujeron árboles
genealógicos. A mediados de los años 60 se abrió otra posibilidad,
independiente de ésta, de investigar el pasado: si dos especies tie-
nen un antepasado común, tienen que manifestar diferencias de
este antepasado por medio de una secuencia de mutaciones (a lo
largo de las dos líneas distintas hasta el presente), que tienen un
componente histórico, pues en cada una de estas dos líneas hay una
secuencia histórica de mutaciones. Originariamente, las secuencias
disponibles eran muy limitadas. La brecha se abrió realmente en los
años 70, cuando la secuenciación del ADN se hizo más sencilla y
barata. Actualmente, disponemos de una gran cantidad de secuen-
cias que podemos comparar entre sí. Por decirlo así, no sólo tene-
mos modelos, sino también posibilidades de probarlos con distin-
tos ejemplos
Me fascina poder reconstruir este árbol genealógico a partir de
datos moleculares, esto es, averiguar los parentescos a través de la
historia de los sucesos de mutación. El resultado es el mismo que
se había conseguido por medio de la paleobiología. También me
fascina el hecho de que en la biología molecular haya algo pareci-
do a un reloj molecular. El número de mutaciones anuales parece
ser constante (curiosamente este hecho se da en los animales ver-
tebrados). Y como ahora estamos en condiciones de reconstruir
las mutaciones a partir de algunos sucesos paleobiológicos, pode-
mos también calibrar el reloj. Los resultados coinciden esencial-
mente con la datación geológica. Naturalmente, se dan ciertos
desvíos y la constancia de las mutaciones anuales es sólo aproxi-
mativa, poque hay diversas ocasiones de mutación, de las cuales
algunas dependen del tiempo de las generaciones. Pero es notable
que en los animales vertebrados, junto con la reconstrucción del ár-
bol genealógico, podamos también determinar la escala temporal.
Con los animales invertebrados tenemos todavía problemas.
Aquí no funcionan tan bien las dataciones de las ramificaciones del
árbol genealógico. Hoy sabemos que los relojes de los animales in-
vertebrados no corren sincrónicos. La reconstrucción del pasado
de un reloj biológico molecular sólo vale para los vertebrados; para
los otros organismos no puede aplicarse en la misma medida. Es
verdad que una reconstrucción comporta fallos, pero esto no tiene
nada que ver con la estructura de estos árboles. Para mí, el hecho
de que, por una parte la morfología, y por otra el parentesco a par-
tir del ADN, den un mismo resultado, es uno de los argumentos
más convincentes.
Algunos datos interesantes: antes, cuando se investigaban los ge-
nomas de las bacterias, se consideraba que las bacterias hacían un
intercambio intenso de información genética. A causa de esta trans-
ferencia horizontal de genes el árbol filogenético, en las fases anti-
guas de la evolución biológica, se vuelve más complejo, porque los
genes se transmiten de un organismo a otro. Experimentamos, tam-
bién hoy, transferencias horizontales de genes, por ejemplo, cuan-
do las bacterias intercambian sus informaciones sobre nuestros éxi-
tos farmacéuticos. Sobre todo en los hospitales, donde se
suministran muchos antibióticos, ocurre con frecuencia que se in-
tercambien factores de resistencia. Pero este intercambio acaba
generalmente en los eucariotas, o simplemente, allí es poco fre-
cuente. De otro modo, no podríamos reconstruir ningún árbol ge-
nealógico.

Siegfried Wiedenhofer: Usted ha mostrado que una teoría bio-


Iógico-molecular de la evolución ya no acepta que la evolución sea
un proceso constante de optimización necesaria. Mi pregunta es:
¿qué significa esto exactamente? ¿Es esto válido en todos los sen-
tidos: a corto, medio y largo plazo? Y otra pregunta todavía: iQuie-
re esto decir también que se pone en duda el dogma fundamen-
tal de la biología, es decir, que cada organismo intenta propagar
sus genes y que, por tanto, la evolución es una actividad compe-
titiva?

Paul Erbrich: Es del todo sorprendente que sea posible simular con
sistemas moleculares una evolución darwiniana y mostrar así que
este mecanismo sin duda es realmente un mecanismo. Pero luego,
según pienso, el problema se da cuando se pasa de los modelos de
simulación a los organismos reales. Tomemos, por ejemplo, el
paso evolutivo que se dio con la aparición del oxígeno. Como el oxí-
geno es muy tóxico para las células, en un entorno con oxígeno, los
seres vivos tienen que desarrollar unas enzimas que destruyan in-
mediatamente los radicales con oxígeno que pudieran surgir al pe-
netrar el oxígeno en el interior de las células. El caso se hace más
complicado si además los enzimas quieren usar el oxígeno como re-
ceptor de electrones, para conseguir así una energía barata. Pera
ello, se necesitan docenas de enzimas que, por su interdependen-
cia, todos tienen que ser capaces prácticamente de funcionar a la
vez, no con el nivel de perfección actual, pero lo bastante para po-
der competir con las bacterias anaeróbicas que hasta ahora han te-
nido éxito. Aquí surge la pregunta sobre si este desarrollo habría
podido realizarse únicamente a partir del mecanismo darwiniano
de la casualidad (intercambio casual de bases, recombinación ca-
sual, duplicación casual de genes) con la consiguiente selección del
más apropiado. No basta decir que la naturaleza lo ha conseguido
a su debido tiempo.

Peter Schuster: Sobre la pregunta que se refiere a la optimización


biológico-molecular, mi afirmación a propósito de la optimización
tiene dos motivos. Primero, hay varios procesos sobre una misma
escala de tiempo por la cual ya ha cambiado de nuevo el mundo
mientras tenía lugar la optimización. En una dinámica como ésta,
el desarrollo real no es nunca óptimo. Esto lo sabemos de otros ám-
bitos distintos. En el desarrollo biológico natural, en cada ecosiste-
ma tiene lugar una coevolución: si una especie se adapta a otra,
entonces también ésta ha experimentado una transformación. Si
una rana, por ejemplo, desarrolla una lengua pegajosa para cazar
moscas, luego las moscas no permanecen en su estado, sino que
desarrollan una secreción que disuelva esta sustancia y así poder li-
brarse de la lengua de la rana. Esto es un ejemplo de proceso diná-
mico que describe la competencia de las especies en un ecosiste-
ma. Una adaptación recíproca impide que se consiga una solución
óptima.
El otro punto se refiere al número de posibilidades entre las que
se intenta una solución óptima. Una optimización tal es totalmen-
te posible en una única proteína, tanto en la naturaleza, como
también en los experimentos de laboratorio. Pero entonces las
unidades se vuelven más grandes. En un organismo integral, como
ya les dije, se dan muchísimas posibilidades de las secuencias más
diversas, tanto de secuencias de gradación recíproca como de re-
gulación. Luego la naturaleza sigue desarrollándose de tal manera,
que realiza unidades funcionales, las modifica y las sigue cambian-
do, pero ya no las optimiza más. Esto tiene que ver con un proce-
so histórico que ya no podemos remontar, porque de por medio se
han producido demasiadas transiciones. Es el caso del número de
extremidades de los vertebrados: la opción se tomó en algún mo-
mento de la evolución entre los peces y los anfibios. Si nos fijamos
hoy en el esfuerzo que supone en los pájaros su trabajo con el pico,
seguramente les concederíamos más de dos extremidades. Lo mis-
mo pasa, por ejemplo, si al mismo tiempo que sostienes un vaso
quieres repartir tarjetas de visita. En esta situación, sería más ven-
tajoso tener más de dos manos. Lo que quiero decir es que cuanto
más complicadas se tornan las unidades, cuanto más arriba hemos
subido en el desarrollo, más difícil se hace la optimización. En ú1-
timo término, se trata de una yuxtaposición de organismos fun-
cionales, pues los no funcionales ya han desaparecido. Por tanto, la
adaptación únicamente puede tener lugar en el marco de lo que
existe en el presente y es posible. Variar correctamente a fin de con-
seguir lo óptimo ya no es posible.
1DE SEPTIEMBRE, SESIÓNDE LA TARDE

PONENCIA DE ROBERT SPAEMANN


DESCENDENCIA Y DISEÑO INTELIGENTE
(TEXTO PAGS. 57-64)

Cardenal Christoph Schonborn: Gracias, Profesor Spaemann por


su exposición complementaria tan admirable y bien hecha. Ahora
nos situamos ante una complementariedad que pienso deberíamos
considerar en el debate.
Hace poco tuve que dar una conferencia en Rímini sobre el tema
de la creación y la evolución e intenté ilustrar esta complementa-
riedad con un ejemplo que me parece muy útil. El difunto médico
suizo Paul Tournier, que fundó el movimiento de médicos Médici-
ne de la Personne [Medicina de la Persona], solía decir: «El médi-
co tiene dos manos. Ha de dominar bien las ciencias naturales. Pero
necesita la otra mano para ser un buen médico: la empatía, la in-
tuición, la percepción de la totalidad. En definitiva, el médico no
tiene que tratar un hígado o un corazón, sino con un hombre en-
fermo del hígado o que tiene problemas de corazón. Únicamente
cuando usa ambas manos puede decirse que es un buen médico.
Creo que en las ciencias naturales también siempre debemos vol-
ver la vista hacia el sujeto.
Esta mañana hemos recibido una visión panorámica fascinante
de los adelantos de las ciencias naturales, pero todos estos conoci-
mientos no se encuentran en el chimpancé, aun teniendo en cuen-
ta que posee el 99% del mismo genoma que nosotros, sino única-
mente en el hombre. Sólo el hombre se dedica a la ciencia. La re-
flexión sobre lo que quiere decir poderse dedicar a la ciencia, es el
presupuesto para que haya ciencia. Pues, si este «step b a c h [paso
atrás] no se hiciese, entonces tampoco habría teoría científica al-
guna. Alfred North Whitehead dijo una vez: «Scientists animated
by the purpose of proving that they are purposeless constitute an in-
teresting subjectfor study» [Los científicos animados por el propó-
sito de demostrar que no están movidos por un propósito son ob-
jeto de una investigación interesante]. Seguramente no hay otra
actividad más motivada por un propósito que la ciencia experi-
mental, que con una inteligencia fascinante desarrolla métodos para
descubrir los secretos de la naturaleza. Lo que echo de menos en
el debate sobre la evolución es la reflexión sobre el investigador de
la evolución. Como dijo irónicamente Egon Friedell una vez: «Y fi-
nalmente el hombre fue capaz de una teoría de la evolución des-
pués de una larga historia de la evolución.» Esto tiene que dar que
pensar, porque esto no puede explicarse sólo por las condiciones
materiales de su aparición. Es lo que más o menos ha dicho tam-
bién el profesor Spaemann. Yo daría un paso más adelante y diría
que esto no sólo se aplica a la relación entre las ciencias naturales
y las ciencias del espíritu, sino también en el interior mismo de las
ciencias naturales: son un proyecto sumamente humano que sólo
unos sujetos pueden llevar a cabo. Pero éstos, sin duda, han excluido
la reflexión sobre el sujeto que propone esta exclusión. Es cierto que
siempre ha habido grandes científicos que han hecho este «step
bach, una y otra vez y que han reflexionado sobre estos presu-
puestos. El presupuesto, como el profesor Spaemann también ha
dicho, es que la naturaleza es legible, que está escrita en un lenguaje
inteligente, que el libro de la creación puede ser descodificado.
Como dijo santo Tomás de Aquino: «Res inter duos intellectus cons-
tituta.~Los seres están constituidos entre dos inteligencias: la in-
teligencia divina, que los ha pensado, y la inteligencia humana, que
los ha sondeado.

Robert Spaemann: Por lo que se refiere a una representación le-


gible, hay una frase de Michel Foucault: «No podemos hacernos 1a
ilusión de que el mundo nos muestre una imagen legible.» Foucault
rechazaba todo lo que se basaba en una posibilidad de ser leído.
Según él, también los discursos eran luchas por el poder. Creía que
no puede darse un esfuerzo común por llegar a la verdad, porque
no conduce a nada. El mundo no nos enseña ninguna cara legible.
Ésta sería la otra cara.
Pero si usted dice que se trata de una diferencia en la ciencia
misma y que la ciencia tiene entonces que reflexionar sobre ello,
en este caso no estoy muy seguro de que pueda dar mi aprobación.
Al fin y al cabo, hay científicos eminentes que no hacen tales refle-
xiones o, si las hacen, no las hacen como científicos. La pregunta es
si esta reflexión sobre la ciencia puede tomarse como tal. Supongo
que no, aun cuando exista el peligro de que el científico que la ex-
cluye pueda sobrevalorar la capacidad de rendimiento de su propia
ciencia. Pero esto es un aspecto psicológico que afecta al científi-
co. Desde un punto de vista puramente metódico, no estoy nada
seguro de que tenga que ser así.

Cardenal Christoph Schonborn: Dejen que haga una aclaración:


el científico no tiene que hacerlo dentro de la metodología de su
trabajo, que consiste en excluir estas cuestiones metafísicas. Pue-
de ser que precisamente aquí resida el historial de éxitos de cada
método. Pero, cuando el científico niega tanto la subjetividad -que
es lo que le permite hacer ciencia- como la realidad metafísica co-
rrespondiente, traspasa la frontera.
Ludwig Weimer:He notado una leve contradicción entre dos pa-
sajes de su texto que seguramente llama más la atención de un te-
ólogo que la de un filósofo. Se trata de la posibilidad de que Dios
se revele en su creación, esto es, de la legibilidad del mundo, si la
reclamo desde la teología.
Por una parte, usted dice que sólo en una «analogía lejana»
puedo hacerme cargo del hambre de un murciélago. Y más tarde,
dice que toda la creación, incluido el hombre, «se basa en la mis-
ma voluntad de una sabiduría divina» (por tanto se trata de algo
más que de una pura analogía), y que Dios quiere que le descubra-
mos como creador de la vida y que le demos gracias por ello. Esto
así está expresado con mucha finura y cautela: ya haré bastante, si
le doy las gracias y le descubro como origen último. Pero, jen qué
le conozco más de cerca? Ahora no pienso en sucesos de la histo-
ria de la salvación, que no sólo nos manifiestan a Dios de una ma-
nera análoga, sino también en el lenguaje de Dios en el orden de la
naturaleza.
En este punto veo una pequeña contradicción. La criatura tiene
que descubrir a su Creador como origen, y esto quiere decir que
existe una sabiduría divina que tiene que estar incorporada en la
criatura, para que ésta pueda encontrar a este Dios. Pero si Dios se
revelase como mundo, entonces adoraríamos un trozo de mundo,
como un ídolo. Dios tiene que ser invisible, a fin de evitar que le
confundamos con un trozo del mundo. Cuanto menos se revela de
un modo material, tanto más reconocemos que está frente al mun-
do como Creador. ¿No será, pues, necesario que el hombre -em-
pezando, por ejemplo, con la historia de la religión o la mitología,
para llegar más tarde a una fe ilustrada- desarrolle la capacidad de
hacerse cargo en su espíritu de este otro? Y al ser Dios tan distinto
del hombre, ¿cómo podría revelarse como Creador, que no es más
que la interioridad del hombre o un ello panteísta, si el hombre no
pudiese ponerse de ningún modo en su lugar? Aquí veo una cierta
contradicción: o usted se refiere a una disgregación permanente de
la imagen del mundo, o cuando se ha referido a «la misma volun-
tad», sólo quería decir que se trataba de una analogía.

Robert Spaemann: En el fondo, el mundo es transparente para el


hombre que se ha marcado un camino. Pero los hombres tienden
más bien a ignorar este camino marcado. Usted dice que Dios no
se muestra visiblemente en el mundo, yo diría que sí. En la fe cris-
tiana el director mismo aparece en la película. Dum visibiliterDeum
cognoscimus, per hunc in invisibilium amorem rapiamur. En este
sentido hay que decir que Dios sí que se manifiesta, pero que esto
no es asunto de la filosofía, sino de la fe cristiana. La razón está en
la debilidad del hombre que en el pecado ha ofuscado su mirada
para ver a Dios. Por esto dice san Agustín que Dios mismo apare-
ce como una parte del mundo.

Udo Schifers: Me gustaría volver a la ponencia del profesor Schus-


ter. La ponencia me ha ayudado a superar la última tentación de in-
tentar introducir a Dios a consecuencia de algunas lagunas. Pero,
si he entendido bien al profesor Spaemann, hay un nivel paralelo,
un metanivel -donde ya muy temprano entran en juego las deci-
siones de la fe y donde unos estarán convencidos de una filosofía
de la casualidad y otros de un Dios creador- que, en uno y otro
caso, sobrepasa la metodología de la ciencia especializada.
Me gusta ver la filosofía -como al profesor Spaemann- en su
función crítica como ars quaerendi. Es el lugar del pensamiento,
donde, partiendo de la fe y de la ciencia, podemos intentar elabo-
rar un concepto integral de la cosmovisión.
En este contexto quisiera hacer una pregunta: por lo que sé, Teil-
hard de Chardin aportó una reflexión muy profunda del sujeto del
conocimiento y, mediante el concepto de la noosfera, intentó ha-
cer encajar una especie de espíritu colectivo en una visión evoluti-
1

l
va de la realidad. ¿Se reflexiona hoy todavía en este sentido? ¿Es le-
gítimo incorporar un concepto como éste? O ¿hasta qué punto se
toma hoy en serio que alguien, como Icen Wilber, quiera incorpo-
l rar la capacidad del sujeto de conocer y entender el mundo en una
1

1
cosmovisión?

Peter Schuster: Una observación preliminar: hoy ya se me ha cri-


ticado por haber usado la palabra bello, algo que propiamente no
es incumbencia nuestra. Un científico tiene problemas si quiere
renunciar del todo a su lenguaje ordinario. No podemos evitar el
uso de denominaciones antropomórficas, y entonces explicamos
con todos los pormenores -generalmente en las notas a pie de pá-
gina- que en el fondo no queremos decir aquello en estos térmi-
nos, pero que no podemos expresarlo de otro modo.
Y ahora respondo con gusto a su intervención, que me tranqui-
liza mucho, porque está en la misma dirección de mi manera de ver
el mundo. Algo que durante todo este tiempo me ha disgustado es
que se busquen lagunas en las ciencias naturales, para esconder en
ellas datos subjetivos no accesibles a las ciencias naturales. Esto em-
pieza con el argumento de que el libre albedrío tiene su origen en
el principio de incertidumbre de Heisenberg. Usted lo ha formula-
do con exactitud: el destino de Dios no puede ser interpretado en
el marco de estas lagunas, ni coartado por otros conocimientos de
las ciencias naturales.
Esta mañana se ha hecho una pregunta sobre una conducta
compleja a partir de reglas simples. Hay un trabajo ya antiguo,
muy bonito, de Stephen Wolfram en el que en cosas más simples
que las que yo les he enseñado observó una clasificación. Las re-
glas simples que luego dan lugar a modelos, observan esencialmente
dos tipos de conducta. Una es que después de un largo tiempo se
establezcan en un estado perfectamente ordenado. La otra es que
manifiesten una conducta caótica. Finalmente, hay todavía un gru-
po muy pequeño de autómatas celulares que son interesantes, en
la medida en que no manifiestan claramente ninguna de las dos for-
mas de conducta. Se pudo demostrar que estos autómatas se po-
dían usar como ordenadores. Tienen en sí una estructura abierta a
muchas posibilidades. Nuestros propios procesos de vida parece
que también se sitúan de un modo semejante entre el orden total
y el caos, lo que con frecuencia ha dado lugar a la expresión de
«l$e a t the edge of chaos» [la vida en el umbral del caos].
Cuando hablo con mis colegas del campo de la física, me dicen
que pueden imaginarse muchos universos, pero que el campo de
coincidencia con el desarrollo real tiene un margen muy limitado.
Esto tiene que ver, por ejemplo, con las cargas que se originan en
el universo. También es muy estrecho el margen que lleve a las con-
diciones que faciliten los desarrollos de nuestra Tierra, tal como los
postulamos y en parte podemos ver en los fósiles. El marco, que
contiene nuestras leyes naturales y en el que es posible un desarrollo
biológico, no es más que un pasillo estrecho. Si yo fuese teólogo,
intentaría precisamente aquí ver la acción de un Creador y no en
otros ámbitos que no se comprenden todavía.

Werner Neuer: Profesor Schuster: al principio de su ponencia, us-


ted ha acentuado que quería intentar reducir todos los procesos
biológicos a fenómenos químicos y físicos. Me parece que es una
hipótesis de trabajo completamente legítima, pero limitada por el
hecho de que no surja la prohibición de ninguna idea. En mi opi-
nión, también la biología debería estar abierta al concepto de una
teleología. El movimiento americano Intelligent-Design [Diseño In-
teligente] no tiene buena fama en Alemania, porque con frecuen-
cia se confunde con el creacionismo. Pero es necesario distinguir-
lo aquí claramente. En el movimiento Intelligent-Design hay
científicos notables que han introducido, por ejemplo, el concepto
de complejidad irreductible, y esto quiere decir que en el mundo
hay sistemas vivos que no pueden ser deducidos únicamente a
partir de procesos físicos. Debe poder hablarse abiertamente so-
bre esto. En astronomía, existe un proyecto científico que quiere
encontrar una inteligencia extraterrestre. Este proyecto parte de la
idea de que la información descodificable es fundamental. Por tan-
l
to, abogaría por conseguir que la cuestión de la teleología también
l obtuviese la legitimidad desde el punto de vista científico.

Peter Schuster: En primer lugar, con frecuencia se entiende mal lo


que quiero decir cuando afirmo que los procesos biológicos se pue-
den reducir a química y física. Yo mismo procedo de un tiempo en
que los físicos afirmaban que la química, en el fondo, no era otra
cosa que física. En principio, hay que decir que se ha confirmado
que los físicos tenían razón; pero, no obstante, la química se ha
mantenido, porque usa conceptos que la física no conocía como ta-
les. Uno de ellos es, por ejemplo, el concepto químico de sustan-
cia. También los diversos tipos de reacción química son algo pro-
pio de la química. Y si hoy se dice que el planteamiento de la
biología molecular reduce con éxito los procesos biológicos a quí-
mica y física; naturalmente esto no quiere decir que en biología no
haya propiedades que, tanto desde el punto de vista de la metodo-
logía como del contenido, la legitimen como disciplina. Estos con-
ceptos son, por ejemplo, el de información -que se utiliza en la re-
producción de organismos- el de complejidad de redes en los
procesos de reacción -algo que ni la química ni la física conocen-
o el concepto de la autopoiesis aplicado a una célula, que demues-
tra tener cierta estabilidad, aun cuando casi todas las moléculas fue-
ron intercambiadas. Se trata de estructuras dinámicas cuyos com-
ponentes químicos y físicos son sustituidos constantemente. Hay
moléculas que al cabo de 15 minutos ya se han renovado; molécu-
las más longevas se encuentran principalmente en el cerebro. La
autoconservación es una propiedad autónoma de la biología.
La concepción reduccionista no pretende explicar la biología ex-
clusivamente a partir de la física, sino que quiere mostrar que los
procesos que allí ocurren pueden ser explicados a partir de otras
ciencias. Con el término explicar, el científico quiere decir algo muy
simple: que cierto estado de cosas puede ser reducido a un sistema
conceptual más sencillo y, en parte, procesos complejos en la bio-
logía pueden precisamente ser reducidos a procesos químicos más
simples. Por esta razón, adrede, no uso la palabra reduccionismo,
sino que hablo de programa de trabajo reduccionista.
Y querría añadir todavía un comentario sobre la codificación do-
ble citada por el profesor Spaemann, que me fascina. Fue una mis-
ma persona quien introdujo las dos codificaciones. Y por esto creo
que una afirmación es tan buena como la otra: la música es tan bue-
na como la letra. Es un caso para la navaja de Occam. También en
la naturaleza se encuentran estos usos múltiples, por ejemplo, cuan-
do en los virus o en las bacterias el mismo fragmento de ADN co-
difica dos proteínas distintas. En este caso, la segunda codificación
ha sido un gran descubrimiento, pero no tiene nada que ver con la
navaja de Occam, que ante dos componentes equivalentes, exclui-
ría uno.

Siegfried Wiedenhofer:Profesor Spaemann: la unidad de la reali-


dad es una categoría central en el diálogo entre la filosofía y las cien-
cias naturales. Si se parte, como usted ha hecho, de un dualismo in-
superable de los modos de conocimiento (de un conocimiento de
las relaciones de las funciones materiales, por una parte, y del co-
nocimiento del pensamiento, por la otra), se plantea el problema de
la unidad y de las posibilidades de diálogo. Al menos indirecta-
mente, usted ha mencionado la posibilidad de ver en las relaciones
de las funciones materiales unas condiciones necesarias para la vida
humana, de manera que en el fondo aparece una comprensión je-
rárquica de la realidad. Luego se plantea la pregunta: ¿hasta qué
punto pueden ser útiles las ciencias naturales para la comprensión
del sentido en la filosofía y en la teología?
Propiamente, con el pensamiento de la creación, ha sugerido us-
ted una solución teológica, lo cual me ha sorprendido mucho. Sólo
en la idea de la creación, por tanto, puede fundarse la unidad de la
ciencia. Y entonces mi pregunta es si no es necesario, de hecho, un
fundamento filosófico, como mínimo en el sentido de que -res-
pecto a nuestro discernimiento científico, pero también en otros
aspectos, respecto a nuestro discernimiento religioso- siempre está
implicada la experiencia de no poder discernir toda la realidad. ¿NO
habría que decir que este discernimiento de la propia limitación es
ya un punto de partida para el diálogo?

Robert Spaemann: Lo que quería decir es que sólo con la idea de


un Creador (que no es únicamente una idea religiosa, sino también
filosófica: Whitehead es matemático y filósofo, pero no teólogo) hay
una convergencia de procesos que, finalmente, desembocan en el
resultado de la vida humana, caracterizada por la emancipación de
sus condiciones de nacimiento. Usted habló de pensamiento, que
no es reductible; yo empezaría hablando del sujeto. En este punto
me gustaría también saber la opinión del profesor Schuster. Los bió-
logos hablan de complejidad, pero lo que primero experimentamos
es algo muy simple, por ejemplo, el yo, una sensación, un impulso.
Experimentar un impulso no es nada complicado, tampoco lo es
un sujeto que piense en sí mismo cuando dice «yo». Según nuestra
experiencia, la complejidad es una condición para que todas estas
cosas puedan originarse. Pero lo que se origina es, sin duda, algo
distinto. Y esto algo distinto es luego el sujeto de la ciencia. El su-
jeto de la ciencia es, pues, algo distinto de lo que en la ciencia se des-
cubre.
Por lo que se refiere a la teología, hay que decir que, por prin-
cipio, no necesita los conocimientos de las ciencias naturales, sino
por una razón pragmática: la teología necesita saber qué saben los
hombres, cuando este saber se presenta con la pretensión de haber
comprendido de qué se trata, cuando sólo se han comprendido las
condiciones. En este punto, la teología tiene siempre que dejarse
informar sobre los conocimientos científicos, aunque, desde una
perspectiva temática, para la teología no sea necesario vivir estas
relaciones. Si no fuera así, en última instancia no habría ninguna
buena teología antes de que se dieran unas buenas ciencias natu-
rales y, sin embargo, éste fue el caso.

Peter Schuster: A propósito de la pregunta sobre si la complejidad


en la biología es únicamente consecuencia de la descripción cien-
tífica de los fenómenos biológicos, quisiera hacer la siguiente ob-
servación: un fenómeno se percibe como fenómeno complejo des-
de el punto de vista de la ciencias naturales cuando las predicciones
que quisiera hacer a propósito de su conducta ulterior resultan di-
fíciles de hacer por las razones que sean. En este sentido, podría de-
cirse que, por ejemplo, la meteorología es algo complejo, porque di-
fícilmente puede verificarse en todos sus detalles. De hecho, para
un físico es muy difícil reducir a un modelo la dinámica que des-
cribe la atmósfera de la tierra. Si bien los procesos individuales son
muy simples, nos encontramos aquí con un auténtico fenómeno de
complejidad. La atmósfera es aparentemente simple porque enten-
demos muy bien las leyes físicas, pero la dinámica que surge de todo
ello hace que el pronóstico sea difícil. Esto mismo es lo que tene-
mos en la biología en grado mayor y en distintos niveles. La com-
plejidad no es, pues, sólo un intento -quizás torpe- de describir
un fenómeno, sino una parte inherente del fenómeno mismo.
Por otra parte, la descripción de la complejidad en el marco de
las ciencias naturales es algo reciente. Estos desarrollos con fre-
cuencia son motivados por el hecho de que los conceptos cambian
de tal manera que no se dispone de la manera adecuada de carac-
terizar el fenómeno. Por todas partes surgen institutos que se ocu-
pan de la investigación de la complejidad y, según creo, esto ha de
conducir a una definición clara de los problemas.

Robert Spaemann: No nos es posible observar la simplicidad. Sin


antropomorfismos no podemos entender lo que es una subjetivi-
dad ajena o animal. Si se nos prohíbe el uso de antropomorfismos,
se nos corta un acceso esencial a la interpretación del mundo.

Peter Schuster: Estoy completamente de acuerdo con usted. Nues-


tras maneras normales de describir el mundo son muy distintas de
la imagen que nos hacemos de las ciencias naturales. Las pregun-
tas que hacemos nosotros son muy distintas. Si voy a ver a un
campesino para preguntarle qué hay que hacer para obtener cerdos
y si no es un proceso enormemente difícil, el campesino me res-
ponderá que no es nada difícil, basta sólo con ir a buscar un cerdo,
juntarlo con una cerda y al cabo de siete semanas ya tengo los le-
chones. El campesino no entendería el lenguaje que usa la biología
molecular para explicar este proceso. Muchos creen que para do-
minar nuestra vida diaria sería necesario usar fórmulas descripti-
vas sencillas. Estas fórmulas descriptivas nos conducen a buen puer-
to si están bien avaladas empíricamente y elaboradas sobre una base
filogenética,pero a veces nos extravían enormemente. Por ejemplo,
somos muy incapaces en la estimación de las probabilidades, mien-
tras que en otros campos hemos desarrollado una gran precisión,
como es el caso de valorar distancias y velocidades. Lo que en la
vida nos parece fácil o difícil está muy condicionado por las cir-
cunstancias filogenéticas, mientras que las ciencias naturales se li-
bran de este sistema.
Con frecuencia, discuto con un colega sobre las ideas de la físi-
ca cuántica. A propósito del problema de ondas y partículas, me
atrevo a afirmar que uno no puede hacerse idea de ello. Tenemos
que tomar nota simplemente de que nuestro mundo experimental
es el mundo en el que nosotros y nuestros antepasados hemos he-
cho nuestras experiencias y hemos dominado. La física cuántica no
forma parte de este mundo experimental. Otro ejemplo es la as-
trofísica. Nuestra mirada en el ámbito microscópico de la vida es
en cierta manera también un nuevo mundo. Y quizás en el futuro
veremos que la complejidad es igual que poner luz dentro de un
mundo que no es el mundo del que procede nuestra filogénesis y
que por tanto se regía por otras leyes.

Vincent Twomey: Tengo la impresión de que nuestro debate está


muy fijado en las ciencias naturales. Por decirlo así, han monopo-
lizado el debate. Apenas hemos dicho nada sobre teología y crea-
ción, hasta que el profesor Spaemann no ha puesto la cuestión so-
bre la mesa.
Me impresionó mucho el artículo del profesor Schuster From Be-
liefto Facts in Evolutionary Theory [De la fe a los hechos en la teo-
ría de la evolución], en el que comenta el choque que se produjo en-
tre ciencia e Iglesia en Inglaterra, cuando Darwin publicó sus ideas
y el obispo Wilberforce se levantó en contra. Según creo, el proble-
ma es que, ya desde un comienzo, probablemente, la ciencia tuvo
un concepto falso de creación, esto es, que Dios se entendía como
tapagujeros. ¿Hasta qué punto las ciencias naturales se han ocupa-
do de la idea de la creación, tal como hace, de hecho, la teología?
También tengo reticencias con la afirmación del profesor Spae-
mann de que la unidad de la realidad se da sin renunciar por nin-
guna de las dos partes, sólo cuando entra en juego la idea de la cre-
ación, según la cual el proceso del origen de la vida y de las especies
se basa en la única y misma voluntad de la sabiduría divina. Aquí
surgen muchas preguntas: ¿Qué quiere decir «voluntad de Dios»?
¿Qué significa sabiduría? ¿Cómo se originó el mundo? ¿Cómo hay
que entender la relación entre Dios y el mundo? La teología de
santo Tomás de Aquino partía de la contingencia del mundo y, den-
tro del mundo, distinguía entre aquellos seres que se dan por ne-
cesidad y aquellos cuya varianza se incluye en la creación misma.
Mis preguntas son, primero, si las ciencias naturales se intere-
san por lo que hoy dice la teología a propósito de la creación; y, se-
gundo, si de hecho hay que aceptar este dualismo del que hablaba
el profesor Spaemann. Naturalmente, hay maneras distintas de co-
nocimiento y la filosofía intenta establecer relaciones entre ellas,
pero creo que en este punto habría que ir más lejos.

Josef Zohrer: Mi pregunta arranca de aquí: siempre tengo la im-


presión de que si alguna vez se intenta relacionar la teología de la
creación con las ciencias naturales, primero se busca alguna lagu-
na en las ciencias naturales. Y ya se ha sugerido que éste no es el
buen camino. Uno se pregunta de qué manera se podría plantear
la fe en la creación, con el propósito de poder dar una respuesta al
problema. Como Siegfried Wiedenhofer ha sugerido en su ponen-
cia «La Fe en la creación y la teoría de la evolución», la presencia
de unpunto de intersección entre estas dos disciplinas es una cues-
? tión central: ¿están abiertas, la una y la otra? ¿Hay una puerta abier-
ta para la otra disciplina?
Mi pregunta al profesor Schuster es si las ciencias naturales cuen-
tan con el hecho de que haya también causas espirituales. Natural-
mente, entonces, hay que preguntar: ¿Qué es espíritu? Sobre esto qui-
siera poner un ejemplo del campo de la pedagogía: se puede educar
a los niños dándoles todo lo que necesitan para comer y fingiendo
amor, o también puedo amarles verdaderamente. Seguramente se
desarrollarán de forma muy distinta, aun cuando desde el punto de
vista de la biología molecular todo sucederá del mismo modo. ¿NO
podría decirse que este mundo superior del espíritu, que las ciencias
naturales no pueden examinar, es también causa de los procesos na-
turales, o hay que descartar de antemano esta posibilidad?
Peter Schuster: Usted hace una pregunta muy difícil de contestar
par el científico, porque el método de las ciencias naturales tiende
a desarrollar conceptos que de alguna manera puedan ser compro-
bable~.Popper defendía un punto de vista muy radical al decir que
una teoría no comprobable no podía tener la categoría de científi-
ca. Yo no estoy de acuerdo en todos los aspectos de las reflexiones
de Popper, porque él se refiere a la física, mientras que en otros ám-
bitos de las ciencias naturales, que trabajan con otros sistemas, no
podemos proceder de la misma manera.
Creo que si uno se dirige a un científico, tiene que distinguir si
le habla como científico o como hombre. Si le habla como científi-
co, entonces éste tiene que aferrarse a la comprobabilidad poten-
cial de sus reflexiones. En cuanto al problema del amor fingido o
verdadero, hay que ser cauteloso en extremo cuando uno quiere de-
terminar cuál es la contribución de la biología molecular. En los
últimos años, hemos aprendido que muchas cosas, que creíamos
que no tenían nada que ver con procesos materiales, también esta-
ban dirigidas por la química de nuestro cerebro. Por ejemplo, se han
descubierto sustancias que el cuerpo segrega para no sentir dolor
en ciertas circunstancias -como cuando sufrimos un accidente-,
algo que es necesario para prevenir peligros. Hablar sobre patro-
nes de conducta que se refieren a las relaciones sociales entre pa-
dres e hijos es muy difícil y las ciencias naturales no las pueden
tratar de manera exhaustiva. También entre los animales, la in-
fluencia de las hormonas en la conducta de las madres desempeña
un papel importante. Sin embargo, yo no respondería a su pregun-
ta como científico, sino como hombre con una suma de experien-
cias acumuladas en la vida.
Y todavía quisiera referirme a un equívoco: no es verdad que la
mayoría de biólogos se haya empeñado o se empeñe en buscar la
falta de un objetivo. En este punto, me gustaría también referirme
a algo que ha dicho el cardenal Schonborn. Creo que aquello que
en las investigaciones nos ha conducido a nuestra interpretación
actual ha sido el hecho de no haber encontrado tal objetivo. Esto
no quiere decir que dentro de 50 años no puedan darse otros re-
sultados.
Es cierto que la socialización y la cosmovisión de un científico
también influyen en la manera de abordar los problemas. Pero fal-
sear contenidos, como sucede con frecuencia, es empresa difícil,
porque uno aquí es observado con lupa. Se adquiere más fama por
haber refutado una teoría, que por haberla confirmado. Así, por
ejemplo, en mis años de estudio, muchos científicos intentaron re-
futar la teoría de la relatividad, empresa que hoy apenas se da. Ac-
tualmente, en el campo de la ciencias naturales, y por lo que se re-
fiere a la biología de la evolución, pasamos por una fase semejante:
en los últimos 50 años se han aclarado muchos problemas en bio-
logía, incluso campos que antes no entendíamos se han delimitado
con mucha mayor claridad. Si un científico llega a un resultado
que lo contradiga de plano, enseguida encontrará el eco corres-
pondiente. Yo no creo que pueda acusarse -en este sentido- a los
científicos por tener una ideología o una ceguera frente a ciertos
ámbitos. Es cierto que están atados a sus métodos y, como ha di-
cho el profesor Spaemann, esto no es más que una parte de la rea-
lidad.
Me ha decepcionado un poco que usted haya puesto de relieve,
con tanta vehemencia, la imposibilidad de un diálogo tenaz, pero
puedo entender su punto de vista.

Robert Spaemann: La distinción que hace usted entre una persona


«como científico» y una persona «como hombre» es precisamente
lo que yo quería decir con los dos puntos de vista. Pero yo no en-
frentaría la palabra hombre al científico, pues el científico como cien-
tífico es naturalmente también hombre, precisamente lo es en una
característica muy determinada de su ser humano. Pero, además de
esto, hay otro acceso, propio del mundo de la vida, que el científico
mirará preferentemente como algo provisional, que funciona sólo
hasta que la ciencia lo haya dilucidado. Por decirlo así, se trata de
los bajos fondos de la existencia, que algún día tendrán que sanear-
se. Según creo, esta manera de ver es falsa, porque el acceso propio
del mundo de la vida es un acceso legítimo que nos abre también la
puerta a la realidad. Mi ejemplo fue: el ser como unidad o la subje-
tividad como nueva unidad son cosas a las que el científico en tan-
to que científico no tiene acceso. Él sólo tiene acceso a la compleji-
dad. Pero como la realidad es que mi perro tiene hambre, no tengo
que esperar que el científico me aclare el fenómeno del hambre.
Y todavía un comentario sobre las causas espirituales: usted ha
escogido un ejemplo muy precario, porque la cuestión es hasta
qué punto se puede simular el amor. Tomemos otro ejemplo más
sencillo: las leyes matemáticas. Supongamos que alguien ha hecho
un descubrimiento matemático (4ue no puede reducirse a las cien-
cias naturales) y pone por escrito la fórmula correspondiente. Una
circunstancia matemática, como por ejemplo, si puede haber o no
un número primo máximo (es decir, un fenómeno puramente es-
piritual que es más exacto de lo que puedan llegar a ser las ciencias
naturales), conduce a un resultado físico, es decir, a la escritura de
una fórmula.

Cardenal Christoph Schonborn: Ya se han tratado muchas cues-


tiones; otras necesitan una mayor reflexión. Quisiera destacar dos:
Por una parte, la teología de la creación, que tenemos que tratar
más, sobre todo en el diálogo con el Santo Padre. El Santo Padre era
y es uno de los pocos y eminentes teólogos de la segunda mitad del
siglo xx que advirtió de la presencia insuficiente de la teología de
la creación, y muy pronto ya empezó a contrarrestarlo. Muchos de
los problemas que se han planteado en este debate nuestro, y que
ya podían verse claramente en Darwin, son consecuencia del he-
cho de que en estos círculos había grandes déficits en la teología
de la creación, contra la que se combatió férreamente.
¿Con qué reto se encuentra, pues, la teología hoy? Necesitamos
una teología de la creación genuina, que esté a la altura de las cien-
cias naturales en un nivel espiritual. Éste es el primer tema del que
es necesario que no nos desviemos. El segundo tema es la idea del
profesor Spaemann que dice que ser uno mismo es emanciparse
de las condiciones del origen. Richard Dawkins decía en una en-
trevista que no querría vivir en un mundo darwinista. Pero, si todo
es evolución, ¿cómo puede querer vivir en un mundo que es todo
lo contrario de lo que allí se describe? Esto sólo es posible porque
existe la emancipación de las condiciones del origen. Es lo que to-
dos deseamos y a ello apuntamos, por ejemplo, cuando sabemos
distinguir entre un amor auténtico y un amor simulado.

PONENCIA DEL P. PAUL ERBRICH S.I.


APUNTES AL PROBLEMA «CREACIONY EVOLUCIÓN»
(CF. PÁGS. 65-77)

Cardenal Christoph Schonborn: Gracias, padre Erbrich, por su


esta ponencia intensa e interesante. Pienso que los primeros que
desearán hacerle preguntas son los dos ponentes anteriores.

Peter Schuster: Primero quisiera tratar de algunos detalles y des-


pués pasar a temas más generales. En el concepto de mecanismo
usted ha dejado la química de lado, adrede o sin querer, si bien, se-
gún creo, este concepto fue por primera vez acuñado en la quími-
ca. Se trata de un concepto que define de qué manera las molécu-
las reaccionan mutuamente: si conozco el mecanismo, puedo
transformar el proceso en ecuaciones y calcular a partir de la ciné-
tica química. El concepto de mecanismo desde el punto de vista de
la biología molecular en la evolución se ha de entender como con-
cepto abstracto que describe cómo se relacionan recíprocamente
los individuos o las moléculas. En el fondo, el mecanismo es una
abstracción de unos sucesos dinámicos detallados, como son los
choques de las moléculas, los procesos de transferencia de energía
o la interacción entre materia y luz.
Así entiendo yo el concepto mecanismo en la evolución, con el
detalle de que allí se hace abstracción de los individuos. Ya se trate
de moléculas, de organismos -por mencionar un caso físico análo-
go-, o de modos de láser, la selección siempre entra en acción don-
de hay un mecanismo. El mecanismo no es, por tanto, una excusa
para cuestiones no entendidas, como he oído decir al señor Erbrich
en la ponencia, sino simplemente una formalización de las relacio-
nes recíprocas entre unidades que actúan en un conjunto dinámico.
Todavía quisiera decir algo más sobre la autoorganización. Este
concepto se aplica a cosas muy diversas. Si uno se lo propone, pue-
de prescindir de él, pero luego tiene que clasificar los procesos de
otro modo. Hay procesos que por su dinámica inherente, esto es,
por su mecanismo, conducen a un equilibrio, ya sea directamente,
ya sea por grados intermedios. Si se toma en serio el segundo teo-
rema de la termodinámica, esto se aplica a todos los procesos para
los que vale la termodinámica del equilibrio. A esta clase se opone
otro tipo de procesos que obedecen a otras leyes: mientras existe
un flujo de energía, los procesos no van hacia una entropía mayor,
sino que exportan entropía con la ayuda de un flujo de energía. En
el sistema global -incluido el entorno- vale igualmente el segundo
teorema, pero entonces se forman estructuras. Lo bonito del caso
es que detrás de todos estos procesos sólo hay un principio, esto es,
el principio de la retroalimentación.
Un ejemplo sacado de la química es la explosión: las reacciones
químicas son más rápidas en temperaturas elevadas. Así, pues, si
un proceso produce calor, se vuelve más caliente, más rápido, y se
llega a una retroalimentación, aun cuando en este caso sólo se
pueda reconocer poca autoorganización. Si se calienta un líquido
por debajo, se forma una estructuración, un modelo de convección,
porque por el mismo fenómeno de la retroalimentación se ha ale-
jado del estado de equilibrio desordenado.
Los sistemas biológicos también cumplen este principio funda-
mental de la retroalimentación. Cuando los organismos se repro-
ducen más rápidamente, en la siguiente generación se da un nú-
mero mayor de ellos y se llega a la retroalimentación. A mi entender,
la gran diferencia radica en el hecho de que los procesos químicos
o físicos no tienen memoria del pasado. Si un modelo, por ejem-
plo, ha tardado mucho tiempo en desarrollarse, no es capaz por sí
mismo de desarrollarlo otra vez, porque le falta la información del
pasado. En la biología, en cambio, hay memoria del pasado, por-
que la información, tanto sobre el objeto como sobre el mecanis-
mo por el que se realiza, se transmite a la generación siguiente.
Todavía un comentario sobre la tendencia a conseguir un obje-
tivo. Usted ha sugerido esta tendencia de los organismos a alcan-
zar una meta como explicación de la capacidad de adaptación. Yo
intenté describir un experimento con moléculas que, en un proce-
so de evolución semejante, se adaptan a un entorno dado. En nin-
gún caso diría de estas moléculas que tienen tendencia a conseguir
un objetivo, pero ellas consiguen las mismas formas de adaptación
que las que vemos en la naturaleza. Las adaptaciones en el ámbito
molecular no son, por tanto, ningún enigma, no necesitan ningún
mecanismo adicional para ser comprendidas.
A propósito de los saltos, que usted ha mencionado, quisiera
añadir algo: en el desarrollo de los seres vivos, sobre todo de los
superiores, hace poco se ha descubierto el fenómeno de la dupli-
cación de la información genética. Está claro que durante el des-
arrollo se produce una fuerte transformación. Precisamente estas
duplicaciones del genoma tienen como consecuencia que estas mo-
léculas en organismos superiores se pueden usar para finalidades
distintas, esto es, en el mecanismo se instalan en distintos lugares,
lo que finalmente, según cree la mayoría de los biólogos molecula-
res, lleva a la complejidad que hoy aparece claramente. Yo tengo
mis reservas sobre la tendencia a conseguir un objetivo cuando veo
que ciertas estructuras traen consigo un pasado que más tarde les
perjudicará. He puesto el ejemplo del ojo humano, pero hay mu-
chos otros ejemplos. Si puede verse el proceso que ha efectuado
este desarrollo superior tan admirable como un conjunto, enton-
ces no hace falta esta tendencia a conseguir un objetivo en los or-
ganismos individuales.

Paul Erbrich: Muchas gracias, señor Schuster. Empezaré con la du-


plicación del genoma. Aquí hay un problema: tengo dos veces lo
mismo. Esto sucede con frecuencia en las plantas (poliploidía),
mientras que en los animales (superiores) prácticamente nunca.
¿Cómo puede salir algo nuevo (no una simple mejora de lo que ya
se tenía) de una duplicación del genoma? Sin duda, porque uno de
los dos genomas empieza a cambiarse, mientras el otro de momento
se queda igual para poder conservar el éxito conseguido hasta
ahora. El problema está en obtener una idea concreta de lo que
implica esta transformación. Tomemos un ejemplo: en el transcur-
so de la evolución las bacterias anaeróbicas han aprendido a ab-
sorber la luz, a emplear la energía de la luz absorbida en distintos
pasos químicos, para reducir el dióxido de carbono y de aquí sacar
substancias endógenas con mayor eficiencia que hasta ahora.
¿Cuántos genes parados tienen que ser cambiados en el genoma
duplicado para poder llevar a cabo estas transiciones? ¿Cuántos de
ellos tienen que ser cambiados en paso simultáneo para estar dis-
ponibles, al menos de manera provisional (si bien no en la perfec-
ción actual)? Me parece que los mecanismos que se han encontra-
do con los experimentos in vitro son insuficientes.
O tomemos otro caso: el pseudogen. En el genoma de los orga-
nismos superiores hay muchos segmentos de ADN que muestran
características génicas, pero que nunca son traducidos en lo que
significan en la proteína correspondiente. Por esto se llaman pseu-
dogenes. Siguen sometiéndose a la variación casual como todos
los genes. Por esto pierden pronto su información y su funcionali-
dad originales, sin conseguir ninguna nueva. Se quedan al margen
de la selección, porque ya no se traducen más. Pero, entonces,
jcómo pueden surgir genes con nuevas funciones? Difícilmente por
medio del mecanismo de Darwin de casualidad y selección.
No entiendo por qué usted designa los mecanismos como algo
abstracto. Si pienso en cómo se investigan hoy reacciones las quí-
micas en femtosegundos, entonces estos mecanismos me parecen
algo muy concreto. Por esto me mantengo en mi descripción como
correcta. Los mecanismos nos dicen quién, cómo, sobre quién y
con qué resultado se actúa. Son una forma de causalidad eficiente
(causae eflicientes).En el terreno puramente inorgánico no hay la
espontaneidad que desde la perspectiva del mundo vivo atribuimos
a las plantas y a los animales como algo evidente. Los seres vivos,
entendidos como un todo, no sólo actúan orientados hacia un ob-
jetivo, algo que es evidente, sino que tienden también hacia los
objetivos. En tiempo de sequía las plantas se defienden con todos
los medios disponibles para no marchitarse. No lo hacen directa e
inmediatamente, por decirlo así por pura fuerza de voluntad. Lo
hacen indirectamente por medio de causas eficientes llamados me-
canismos. Causas eficientes son aquello con lo cual se realiza en el
espacio y tiempo la causa final, que quiere conseguir. Por esto el
cuerpo de una planta o de un animal es una máquina tan increí-
blemente complicada que las ciencias naturales pueden y deben es-
tudiar. A veces tengo la impresión de que los científicos tienen mie-
do de que los que hablan de teleología puedan quitarles el trabajo,
porque entonces los mecanismos se convierten en algo sin impor-
tancia. Pero no hay motivo para temer nada: hay una abundancia
tan increíble de mecanismos, que los químicos, los biólogos y los
geólogos tienen trabajo, para varias décadas, si no siglos. Me ha lla-
mado la atención que en artículos sobre física teórica (es decir, en
un terreno que siempre permite expresarse en términos matemá-
ticos, lo que no pasa en todas las otras disciplinas de la ciencias
naturales), prácticamente nunca he encontrado la palabra rneca-
nismo. Por qué esto es así, es una cuestión interesante y difícil.
Sobre la autoorganización: aun cuando los organismos aumen-
tan mucho en su estructura y organización, la ley de la entropía no
se rompe. También aquí se produce entropía, pero se exporta, esto
es, aumenta la entropía del entorno. En esto estamos de acuerdo.
También estamos de acuerdo en que mediante corrientes de ener-
gía se originan estructuras. Pero si se toma, por ejemplo, la reac-
ción de Bénard o de Zhabotinsky, se obtienen unos resultados
muy bonitos, pero que no tienen nada que ver con la utilidad, que
caracteriza las estructuras técnicas y de los organismos (y que hay
que diferenciar de la determinación por conseguir un objetivo). Si
al calentar una capa no muy gruesa de aceite espeso se producen
células hexagonales de convección, nadie afirmará que se hayan for-
mado con el objetivo de disipar la energía del calor del fogón; esto
puede pasar por conducción térmica, por convección ordenada o,
aún más frecuentemente, por convección desordenada. Pero en
los organismos hay numerosas estructuras de carácter técnico y útil,
también en el terreno macromolecular. La sintetasa ATP, por ejem-
plo, podría designarse como máquina que sirve para producir mo-
léculas de ATP. No veo cómo algo semejante pueda producirse sólo
por medio de mecanismos.
Mi explicación: los ATP son paquetes de energía que el orga-
nismo necesita, para poner en marcha reacciones químicas. Una
síntesis química necesita, en general, energía que se pone a dispo-
sición por medio de moléculas de ATP. El ATP se produce en los
mitocondrios por medio de energía, que el cuerpo consigue oxi-
dando por ejemplo azúcar en óxido carbónico y agua.

Peter Schuster: Quizás podría describirse mejor el ATP como la


moneda de la energía del cuerpo: como se deja conseguir tan rápi-
damente, también se puede aplicar a las finalidades más diversas.
Creo que la palabra formal, que utilicé al referirme al mecanismo,
se entendió mal: usted ha dicho muy correctamente, se pueden ana-
lizar las cosas en femtosegundos, pero lo que se mide es la cinéti-
ca. Tengo que inferir el mecanismo de la cinética, lo que es muy
fácil en química. Pero lo que me interesa en el mecanismo es qué
molécula reacciona con qué molécula, formalmente y sin necesi-
dad de conocer su estructura. Posiblemente ha habido un malen-
tendido en este punto.
La espontaneidad quiere decir que algo surge de repente de
otra cosa. El fenómeno de Bénard es, en este sentido, espontáneo,
porque primero tengo simplemente una conducción térmica y lue-
go, de repente, tengo una convección. Si se subraya que una reac-
ción de Zhabotinsky o un fenómeno de Bénard no cumplen obje-
tivo alguno, yo respondería que también en este caso no se
dispone de ningún portador de información que pueda generar el
fenómeno y que por esto tampoco puede adaptarse mediante va-
riaciones, sino que en cada caso tiene que surgir de nuevo.

Robert Spaemann: La ponencia del padre Erbrich me ha causado


muy buena impresión, como pasa siempre que aparecen aspectos
que coinciden con la propia opinión. Sólo quisiera referirme a un
punto: el problema del comienzo de la teleología. Hay teóricos de
la ciencia que defienden la tesis de que la teleología únicamente se
da donde hay una conciencia y fijación consciente de un fin. En el
punto inicial se da una idea algo peligrosa, ya presente en santo
Tomás de Aquino, y sobre todo después de él se llega a una con-
clusión curiosa. Tomás de Aquino deduce, a partir de la teleología,
la existencia de un Creador divino. Usted ha dicho con razón que
no es necesario presuponer la existencia de Dios para aceptar que
haya una teleología, sino, al contrario: si se ven fenómenos teleo-
lógicos, puede que uno piense que haya habido alguien que se ha
propuesto dicho objetivo. Santo Tomás pone el ejemplo de la fle-
cha y el arquero. Quiere decir que la teleología no está en la flecha,
sino en el arquero y convierte este hecho en una prueba de la exis-
tencia de Dios. Esto no es exactamente lo que dice Aristóteles, quien
cree que la teleología es más manifiesta allí donde se da sin una con-
ciencia. El flautista, que ya no necesita pensar en cada momento es
mejor flautista. Johannes Buridan añade que hay que entender el
mundo en un sentido puramente causal y mecánico. Hay un ar-
quitecto divino que se ha propuesto un fin, pero esto no es algo in-
manente en los seres.
Quisiera preguntar: ¿Dónde empieza la teleología? Según creo,
no puede empezar en los hombres. Nosotros ya descubrimos nues-
tras necesidades ante de proponernos objetivos. Dejamos que sean
las necesidades que nos den los objetivos, por ejemplo, cuando te-
nemos hambre. ¿Qué motivo tendríamos para suponer que no hay
teleología en organismos más primitivos o menos complejos? ¿Dón-
de empieza la determinación por conseguir un objetivo? ¿Cae de
repente del cielo? A fin de cuentas, no puede haber surgido de unas
estructuras no teleológicas.

Paul Erbrich: Me gustaría, señor Spaemann, que me mostrase que


una conducta teleológica no puede salir de una no teleológica. A
mí me parece obvio y creo que probablemente se puede demostrar
de distintas maneras. Quizás el problema esté en que haya que de-
cir que en el fondo toda realidad aspira a algo: omne agens agitprop-
terfinem. Si esto es correcto, entonces hay que aceptarlo para la
materia inanimada, y decir, por ejemplo, que aspira al equilibrio.
Peter Schuster: Si dotamos todos los procesos de objetivos, al
final tendremos que reducir el objetivo al resultado de la transición.
De este modo, disolvemos el concepto y deberemos especificarlo
de nuevo, algo que en parte ya hemos hecho aquí con la distinción
entre objetivos menos valiosos y otros de gran valor.

Paul Erbrich:* Los científicos hablan con frecuencia y sin va-


cilar de la tendencia de los sistemas materiales a unos estados de
energía interior menor y a una entropía mayor, esto es, a unos es-
tados de una probabilidad mayor. Se trata de la tendencia al punto
muerto en el que ya no pasa nada. A diferencia del reino animal, los
distintos sistemas materiales tienden todos ellos al mismo objeti-
vo, al punto muerto. Esto está en contraposición con el mundo or-
gánico en el que se dan muchos objetivos específicamente distin-
tos, así como también se dan distintas especies (los gorriones
persiguen unos objetivos distintos de las bacterias intestinales). Na-
turalmente, el punto muerto puede tener un aspecto muy distinto
en los distintos sistemas (el de la montaña Mattehorn es distinto
del de la estrella Sirio). Pero no se aspira a lo distinto por ser dis-
tinto, sino únicamente porque aquí y ahora éste es el punto muer-
to que puede conseguirse. Además, es el que se puede conseguir di-
rectamente y sin medios auxiliares. Los sistemas puramente
materiales no precisan de estructuras técnicas adecuadas (no ne-
cesitan, por ejemplo, enzimas o aparatos de locomoción) para lle-
gar al objetivo del punto muerto.

Robert Spaemann: Una aspiración real, un «estar abierto a algo»


sólo puede darse cuando este algo es también real (al menos real-

* Los siguientes tres párrafos han sido reconstruidos de memoria por el padre
Erbrich. Robert Spaemann dio su aprobación.
mente posible). Un punto muerto (propiamente una nada) no es
de por sí capaz ser objetivo conseguido.

Paul Erbrich: Punto muerto es de hecho una expresión demasia-


do dramática y por lo mismo equívoca. Objetivamente, habría que
decir: equilibrio estable. En un sistema en equilibrio pueden pasar
muchas y distintas cosas, pero siempre lo mismo y nada nuevo. Es
estable cuando únicamente puede ser modificado desde fuera. Es
más correcto llamarlo punto final que objetivo (como la muerte de
todos los seres vivos). Pero la precipitación de los sistemas inani-
mados hacia en este punto final tiene un sentido (y por esto pue-
de ser un objetivo): así como la caída del agua de un pantano al va-
lle, produce aquella energía que ayuda a que los seres vivos
puedan oponerse al impulso de la entropía, multiplicarse y subir
siempre más alto en la evolución hasta llegar al punto final (¿pro-
visional?) -al ser humano-, a un espíritu mundano y corpóreo.

Robert Spaemann: Los conocimientos tecnomorfos podrían lla-


marse también antropocéntricos. Existe la alternativa de pensar de
un modo antropocéntrico o de un modo antropomórfico. El pri-
mer modo quiere decir que ponemos todas la cosas en relación con
nosotros mismos y con nuestros objetivos, para lo que es impor-
tante dejar de lado los objetivos de la naturaleza. Francis Bacon dijo
en una ocasión que considerar los seres bajo el aspecto de su fina-
lidad es semejante a una virgen consagrada a Dios que no engen-
dra nada. La manera antropomórfica de pensar, en cambio, consi-
dera los seres fuera de nosotros mismos bajo el aspecto de su
semejanza con nosotros. La res cogitans y la res extensa se en-
cuentran ciertamente separadas por un abismo, pero es interesan-
te que Descartes, de la tríada clásica ser-vida-conciencia, elimine
la vida. Dice que la vida es una idea poco clara. Para tener ideas
claras uno tiene que limitarse a la conciencia y al ser objetivo. El
concepto de vida, aquí, estorba porque nos pone en relación con
todos los vivos. Esta manera de pensar puede llamarse antropo-
mórfica. Yo no consideraría el antropomorfismo como un repro-
che. Nietzsche reconoce muy acertadamente que incluso es antro-
pomorfo nuestro concepto de cosa como unidad. Dice que debemos
renunciar por antropomorfismo a la idea de la cosa como unidad,
pues lo que nosotros entendemos por unidad es una ilusión. Para
Nietzsche, en la realidad no hay unidades, sino sólo un flujo hera-
clítico en el que ya no es posible identificar nada.

Christoph Cardenal Schonborn: Cerramos este día de debates


dando gracias encarecidas a nuestros tres ponentes.
2 DE SEPTIEMBRE, SESIÓNDE LA MAÑANA

PONENCIA DE PETER SCHUSTER: EVOLUCIÓN Y DISEÑO


(REPETICION;CF. PÁGS. 25-56)

Papa Benedicto xvz: Muchas gracias, profesor Schuster. Usted ha


sido capaz con su canto de dar una idea del misterio grande y com-
plejo de la naturaleza, incluso a personas que en esta especialidad
son musicalmente legos. Le agradecemos sobre todo el haber dado
una visión desde la distancia, lo que pone en evidencia los límites
de nuestro conocimiento, pero también muestra, como usted ha
mencionado al final, que se puede reconocer que detrás de todo ello
hay algo mucho más grande.

PONENCIA DE ROBERT SPAEMANN:


DESCENDENCIA Y DISEÑO INTELIGENTE
(REPETICI~N;CF. PÁGS. 57-64)

Papa Benedicto xvz: Profesor Spaemann, usted nos ha hablado en


profundidad y al mismo tiempo con buen humor y concreción. Ha
desarmado nuestra posible polémica advirtiéndonos de las alianzas
prematuras, declarando que todavía no ha llegado la hora de la re-
conciliación entre los dos imperios. Aceptamos con gusto este men-
saje. Era y soy de la opinión de que las armonizaciones precipita-
das pocas veces son estables. Pero al final usted ha indicado, tam-
bién, que no podemos desistir de intentar conciliar los dos mun-
dos y de descubrir qué código rige la totalidad, aunque no poda-
mos conseguir una armonización.

Christoph Cardenal Schonborn: Quisiera hacer una pregunta crí-


tica al profesor Schuster. Me alegro mucho que hoy se tenga por
errónea la teoría de Darwin de las pequeñas transiciones y que,
por decirlo así, se haya metido en el osario de la historia de las te-
orías. Pero esto no es más que un ejemplo típico de algo que siem-
pre he criticado: durante decenios se castigaba severamente a todo
aquel que ponía en duda la teoría de las pequeñas transiciones. El
padre Erbrich investigó y publicó diversos trabajos sobre la mane-
ra cómo por lege artis con esta teoría va a parar a un callejón sin
salida. Soy de aquellos que, a partir de la reflexión filosófica, no la
consideran posible. No puedo argumentar desde el punto de vista
de las ciencias naturales, pero desde la filosofía hay que decir que
no puede ser que el desarrollo haya resultado mediante pequeñas
transiciones. Ahora nos confrontamos con el hecho de que los cien-
tíficos han rechazado esta teoría. Pero, por decirlo así, no se ha he-
cho una penitencia por los insultos que recibieron antes los que lo
ponían en duda. Perdone usted, si ahora me he expresado en tér-
minos algo polémicos, pero creo que la situación muestra qué di-
fícil es, tanto antes como ahora, precisamente en el campo del ori-
gen de la vida, poner objeciones contra la teoría reinante. Tanto más
satisfactorio es comprobar que hoy estas objeciones se tengan por
justificadas dentro del campo de las ciencias naturales.

Vincent Twomey: Al final de su ponencia, profesor Schuster, he


visto claro que quizás efectivamentehaya un rayo de esperanza para
una unidad entre las ciencias naturales y la filosofía o la teología.
Usted ha dicho que en la consideración de todo el universo desde
el Big Bang hasta el presente, entre el caos y el orden, se ha encon-
trado una línea que podría ser la señal de un Creador. ¿Podría us-
ted decir algo más preciso sobre esto? Me ha llamado la atención
el hecho de que, a pesar de la multiplicidad de ciencias, en el fon-
do sabemos muy poco y, segundo, que cuando se trata de seres vi-
vos, usted ha excluido la teleología y adopta la teleonomía. Pero, al
fin y al cabo, estos dos términos, ¿no quieren decir lo mismo? Si,
por ejemplo, tenemos un zigoto a partir de un espermatozoide y
de un óvulo, empieza un proceso que es mucho mayor que lo que
contienen los genes mismos. Tiene que haber, por tanto, algo más.
¿No se podría extrapolar esta reflexión al Cosmos mismo?

Peter Schuster: Empezaré contestando al cardenal Schonborn.


Darwin aceptó pequeñas transiciones porque quería oponerse así
conscientemente a los teóricos del catastrofismo de principios del
siglo XIX. Ya la combinación del principio de selección de Darwin
con el de la herencia de Mendel condicionó que se dijera que las
transiciones no podían ser infinitamente pequeñas. Pues, si hay ta-
les elementos de la herencia, un cambio en dichos elementos mo-
tivará alguna diferencia. La diferencia será, por naturaleza, siem-
pre discreta; únicamente su consecuencia para el proceso de
selección puede ser ínfima. La discreción de la genética de la he-
rencia es quizás una razón que explica por qué las ideas de Men-
del, en un principio no se aceptaron en el mundo de los biólogos.
No hay que olvidar que a fines del siglo XIX y principios del xx,
Boltzmann tuvo graves problemas para introducir el concepto de
átomo en la física. Por decirlo así, las ideas de Mendel condiciona-
ron que las pequeñas transiciones fuesen cuantificadas. Durante
mucho tiempo, se tuvo la idea de que, si en vez de fijarnos en los
genes, nos fijábamos en los fenotipos, podía darse un número
cualquiera de gradaciones pequeñas. Pero esta idea también se
abandonó. En el mundo hay fenotipos que son prácticamente con-
tinuados, como por ejemplo la magnitud del cuerpo, pero esto no
es así en muchos otros caracteres. Ha sido un progreso de la cien-
cia que estas pequeñas transiciones ya no se consideren como algo
necesario. Se pueden encontrar esporádicamente, pero, en princi-
pio, se da una cuantificación de las características.
Es probable que en un futuro próximo se pueda entender me-
jor el origen del organismo a partir del óvulo fecundado, desde el
punto de vista del funcionamiento genético; esto ya me introduce
en la segunda pregunta. Encontraremos otras discretizaciones ne-
cesarias.
El castigo a los científicos que se opusieron a las opiniones do-
minantes se extiende a todas las ciencias naturales, pero también se
da, no en menor grado, en la controversia entre ciencias naturales
y teología, o entre ciencias naturales y filosofía. Hay expresiones que
muestran en qué tono los partidarios de Mendel insultan a los se-
leccionistas y al revés. Poco antes de introducirse la teoría sintética,
cuando los genetistas de la población pudieron compatibilizar su te-
oría con una base matemática, un biólogo preguntó: «¿A dónde he-
mos ido a parar en la biología? Tenemos dos direcciones que desde
hace 25 años discuten sin reconciliación posible.)) Entonces se
planteó una solución desde dentro de las ciencias naturales.
Respecto a la pregunta sobre qué contienen ya los genes que
determine el desarrollo futuro, ya he hecho una afirmación que es
muy importante en este contexto: si tomamos la información ge-
nética únicamente como moléculas de ácidos nucleicos, entonces
hay que decir que no contiene nada, porque ante todas las posibi-
lidades disponibles, la información genética sólo puede obtenerse
de manera muy limitada. A pesar de que es posible transformar en
proteínas fragmentos individuales por medio de técnicas que hace
20 ó 30 años no existían, con todos los conocimientos actuales no
es posible crear células, ni tampoco es posible comprender la bio-
logía del desarrollo.
Posiblemente se preguntará usted ahora cómo puede ser que
esta pequeña porción de información lo contenga todo. En este
punto, es importante decir que también el óvulo contiene una par-
te esencial de la información necesaria para el desarrollo. Esto siem-
pre se denominó epigenética, que quiere decir lo que hay detrás de
la genética. Naturalmente, ya se sabía que no todo puede determi-
narse a partir de los genes. Pero realmente nuevo es que conozca-
mos cómo sucede esta otra determinación. Sin embargo, creo que
la pregunta era más bien cómo todo el desarrollo puede estar co-
dificado en un gene. Aquí puede ayudar la metáfora de un progra-
ma informático, si bien esto es también inexacto: lo que está codi-
ficado en el gen son las distintas órdenes de un programa que
empieza a funcionar con la acción conjunta del óvulo y de la infor-
mación genética. El óvulo es, por decirlo así, el mecanismo nece-
sario. En el ordenador, el programa que actúa también es muy pe-
queño en relación con las operaciones que efectúa. De un modo
parecido, puede representarse el desarrollo de un organismo: hay
unas señales genéticas codificadas que entran en los procesos de
desarrollo que se explican a partir de la totalidad de la célula.
2 DE SETIEMBRE, SESIÓND E LA TARDE

PONENCIA DEL P. PAUL ERBRICH SJ


APUNTES AL PROBLEMA «CREACIÓNY EVOLUCIÓN))
(REPETICIÓN;PÁGS. 65-77)

Papa Benedicto xvz: Padre Erbrich, usted nos ha explicado mu-


chas cosas y nos ha dado ocasión de reflexionar. Ahora es el turno
de la ponencia del cardenal Schonborn como colofón final. Es
todo un placer.

PONENCIA DE CARDENAL CHRISTOPH SCHONBRON


FIDES, RATIO, SCIENTIA
(PÁGS. 79-98)

Papa Benedicto xvz: Muchas gracias, eminencia, no sólo has ilu-


minado nuestro entendimiento, sino que también has conmovido
nuestro corazón.
Las cuatro ponencias que hemos oído ponen ante nosotros un
amplio espectro sobre el que podríamos discutir largamente. Por
desgracia, no tenemos tanto tiempo disponible. Después de la pau-
sa, podremos todavía someter a deliberación algunas cuestiones.
Creo que, sobre todo, los ponentes mismos querrán decirse algo
unos a otros aprobando o también disintiendo, pero siempre desde
la controversia productiva que tiene por objetivo llegar a conocer la
verdad y asumir la responsabilidad que la verdad nos impone.
Tenemos que reflexionar sobre qué queremos hacer con los va-
lores que nos han ofrecido las cuatro ponencias. Quizás contienen
también un telos. Me parece que fue la Providencia que te guió, emi-
nencia, a dar publicidad a este tema al escribir un artículo en el New
York Times, en el que se dice que no se trata de decidirse a favor de
un creacionismo, que las ciencias naturales rechazan fundamental-
mente, o a favor de una teoría de la evolución, que hace caso omiso
de sus propias lagunas y se niega a considerar la cuestiones que van
más allá de la posibilidades metódicas de las ciencias naturales. Se
trata más bien de esta interacción recíproca de distintas dimensio-
nes de la razón, en la que también se abre un camino hacia la fe.
Cuando tú, entre ratio yfides, acentúas la scientia o philosophia, en
el fondo, se trata de recuperar una dimensión de la razón que hemos
perdido. Sin ella, la fe se destierra en un ghetto y pierde su significa-
do para la totalidad de la realidad y de la condición humana.
Lo que ahora digo ya se ha destacado en cierta manera en las
ponencias, porque ha salido directamente de la ponencia del profe-
sor Schuster; a pesar de ello, quisiera decirlo. Usted, estimado pro-
fesor Schuster, ha mostrado, por una parte, la lógica impresionante
de la teoría de la evolución, que ha ido desarrollándose y poco a poco
ha conducido a un gran conjunto de ideas, corrigiendo de paso los
fallos internos hallados (sobre todo de Darwin). Por otra parte, us-
ted también ha destacado muy claramente las cuestiones que que-
dan abiertas. No intento ahora meter a Dios en uno de estos aguje-
ros: Él es demasiado grande para caber en tales agujeros; pero me
parece importante subrayar que la teoría de la evolución implica
cuestiones que tienen que enmarcarse en la filosofía y que, en sí con-
ducen más allá del terreno interno de las ciencias naturales.
En concreto, lo primero que me parece importante es que la te-
oría de la evolución en gran parte no es demostrable, porque no
podemos hacer entrar 10.000 generaciones en el laboratorio. Esto
significa que hay lagunas considerables de verificación experi-
mental a causa del espacio enorme de tiempo al que esta teoría se
refiere.
Lo segundo es que para mí es muy importante su afirmación de
que la probabilidad no es igual a cero, pero tampoco igual a uno.
Siendo esto así, hay que preguntar: ¿Hasta dónde llega entonces la
probabilidad? Esto es importante si interpretamos bien la frase del
papa Juan Pablo 11: «La teoría de la evolución es algo más que una
hipótesis.» Cuando el papa decía esto, tenía sus razones. Pero tam-
bién cabe decir que la doctrina de la evolución no es una teoría
completa, verificada científicamente.
Lo tercero que quisiera tratar son los saltos, problema al que el
cardenal Schonborn ya se ha referido. La suma de transiciones mi-
núsculas no basta; hay «saltos». La cuestión sobre qué hay detrás
de todo ello tiene que abordarse con mayor profundidad.
En cuarto lugar, es interesante que las mutaciones positivas sean
sólo unas pocas y que el corredor en el que tiene lugar la evolución
sea estrecho. Este corredor se abrió y ha sido un lugar de paso. Las
ciencias naturales mismas y la teoría de la evolución pueden ofre-
cer muchas respuestas impresionantes, pero en estos cuatro pun-
tos se ponen de manifiesto también grandes cuestiones que per-
manecen abiertas.
Antes de sacar mis conclusiones de todo esto, quisiera decir to-
davía algo que el cardenal Schonborn ya ha tratado: no sólo en tex-
tos de divulgación, sino también en textos científicos sobre la evo-
lución, se habla con frecuencia de que la naturaleza o la evolución
han hecho esto o aquello. Y aquí uno tiene que preguntar: ¿Qué
quiere decir propiamente la naturaleza o la evolución como suje-
to? NO existe! Cuando se dice que la naturaleza hace esto o aque-
llo, no puede ser más que el intento de reunir en un sujeto una se-
rie de procesos, en un sujeto que no existe. Me parece evidente
que este pretexto lingüístico, posiblemente inevitable, contiene pre-
guntas de mucho peso.
En resumen, diría que las ciencias naturales han abierto gran-
des dimensiones de la razón que hasta ahora permanecían cerra-
das y así nos han facilitado nuevos conocimientos. Pero en el gozo
por la grandeza de sus descubrimientos, tienden a robarnos di-
mensiones de la razón que todavía necesitamos. Sus resultados
apuntan a cuestiones que van más allá de su canon metódico,
cuestiones que en este canon no hallan respuesta. Y, sin embargo,
son cuestiones que la razón tiene que plantearse y que no puede
dejar simplemente en manos del sentimiento religioso; es necesa-
rio tomarlas como cuestiones razonables y hallar, para ello, la ma-
nera razonable de tratarlas.
Aquí encontramos ante nosotros, de nuevo, las grandes pre-
guntas de siempre de la filosofía: la pregunta sobre de dónde vie-
nen y a dónde van el hombre y el mundo. Hace poco me di cuenta
de dos detalles que también han sido aludidos en las tres ponen-
cias siguientes: por una parte, hay una racionalidad de la materia
misma. Se puede leer. Tiene en sí una matemática, es racional, aun
cuando en el largo camino de la evolución haya también elementos
irracionales, caóticos y destructivos; pero la materia como tal es le-
gible. Por otra parte, me parece que el proceso como totalidad tie-
ne una racionalidad. A pesar de sus extravíos y confusiones a lo
largo del corredor estrecho en su selección de las pocas mutacio-
nes positivas y en el aprovechamiento de la probabilidad escasa, hay
que decir que el proceso como tal es racional. Esta racionalidad
doble, que por su parte se corresponde con nuestra razón humana,
nos lleva necesariamente a una pregunta que va más allá de la
ciencia y que, sin embargo, es una pregunta racional: ¿De dónde vie-
ne esta racionalidad? ¿Hay una racionalidad generadora de un ori-
gen que se refleje en estas dos zonas y dimensiones de la raciona-
lidad? Las ciencias naturales ni pueden ni tienen permiso para
responder directamente, pero debemos reconocer que se trata de
una pregunta racional y osar creer en una razón creadora y confiar
en ella. Éste es el ramillete de preguntas que deseaba hacerle.

Peter Schuster: Muchas gracias, santo Padre. Quisiera dar una res-
puesta a un par de temas que usted ha apuntado con mucha preci-
sión. La teoría de la evolución es una ciencia en movimiento, y
sólo puede estar en movimiento mientras haya preguntas abiertas.
Si se respondiera a todas las preguntas, entonces, por decirlo así, la
ciencia habría muerto y ya no podría desarrollarse más.
Pienso aquí que se exige más a la teoría de la evolución que a
otras teorías. Pongo como ejemplo la física cuántica que contiene
algunos problemas difícilmente imaginables, como el fenómeno de
EPR (Einstein-Podolsky-Rosen), que afirma que las partículas ele-
mentales con un origen común siempre saben unas de otras, aun
cuando estén muy distantes entre ellas. Einstein lo propuso como
paradoja, y no obstante la física cuántica la aceptó como teoría. Y
no fue hasta los años noventa, esto es, setenta años más tarde, que
alguien pudo demostrar experimentalmente que efectivamente es
así, aun cuando se oponga a nuestra imaginación.
Como usted ha dicho muy bien, no podemos hacer experimen-
tos que abarquen un espacio largo de tiempo, y en el futuro tam-
poco se podrá hacer. Yo intenté mostrar que también podemos uti-
lizar otra dimensión, que consiste en el hecho de que en nuestro
material genético transportamos un recuerdo de nuestro pasado. La
interpretación de este material nos abre esta segunda puerta.
Hay lagunas, y usted ha preguntado con razón por las grandes
transiciones de la evolución. La última de estas grandes transicio-
nes es la que se dio al pasar de una sociedad animal a una sociedad
humana. Las otras afectan a detalles de la biología, por ejemplo la
transición de los uniceIulares a los pluricelulares, o de animales so-
litarios a colonias de animales c o i estructuras complejas de castas,
como las que se dan en las hormigas y en las abejas. Entonces se da
también, por ejemplo, la transición de un mundo en el que el ma-
terial genético estaba concentrado únicamente en los ácidos nu-
cleicos, esto es, en la molécula de ARN, a nuestro mundo actual con
ADN y proteínas. En total se pueden distinguir ocho pasos como
estos.
En cuanto a la probabilidad, quisiera hacer todavía una obser-
vación breve: sobre estas probabilidades no sabemos nada. Natu-
ralmente, es trivial decir que esté entre cero y uno. Pero podemos
empezar con los organismos simples a investigar las mutaciones,
al menos desde un punto de vista local. Me alegro mucho, santo
Padre, de que haya abordado este punto que me dio la ocasión de
separarme de las ciencias naturales: el del corredor estrecho. Las
leyes naturales de los físicos contienen unas ciertas constantes na-
turales. Si estas leyes naturales se presentasen sólo en una forma
ligeramente cambiada, entonces el mundo se habría desarrollado
de un modo totalmente distinto. También en los planetas se dan
condiciones muy especiales, por ejemplo, que el agua tiene que ser
líquida para posibilitar la vida en la forma en que la conocemos.
Respecto a la vida, el terreno entre el orden y el caos es también un
corredor estrecho. Si ahora consideramos el proceso como un todo
-este corredor largo que va del BigBang, pasando por el nacimiento
de la vida, hasta el nacimiento del hombre- ello, según creo, pone
de manifiesto un plan que no encuentro en las ciencias naturales,
que sólo observa los procesos particulares. Este corredor puede
representar la obra de un Creador.

Johannes Lehmann-Dronke: Quisiera añadir unas reflexiones a lo


que se ha dicho en las ponencias y en las aportaciones al debate*

*Ampliación posterior de la aportación original al debate.

157
Llama la atención que todas las teorías de la evolución partan del
presupuesto -considerado evidente- de que todo lo material, por
constar de determinados elementos básicos (quantums de energía,
partículas elementales, átomos, moléculas), ha sido construido y
se ha de entender de acuerdo con el principio de la caja de cons-
trucciones. De acuerdo con las leyes propias de estos elementos se
desarrolla la multiplicidad de todo el mundo material por medio de
una autoorganización y bajo condiciones favorables de reacción. En
esta manera de ver las cosas no es posible que se dé nada real-
mente nuevo, sólo puede darse un aumento en la complejidad en
la relación mutua de las piezas. En este así llamado «desarrollo su-
perior» de los hechos materiales, únicamente aparece lo que ya está
preestablecido bajo formas cambiantes.
En cambio, según la opinión que se ha impuesto hoy en el cam-
po de las ciencias naturales, el mundo material no puede descri-
birse basándose en el principio de la caja de construcciones, sino
que, más bien, hay que decir que todos los compuestos materiales
son totalidades, no exclusivamente explicables a partir de la es-
tructura propia de sus piezas de construcción. Aun cuando sus.ele-
mentos hayan sido dispuestos para entrar en determinadas combi-
naciones complejas, su estructura propia no contiene el programa
en su totalidad y unidad para lo que de hecho ha salido. El cientí-
fico es menos consciente de esta conclusión, porque está acostum-
brado a comprender por medición las piezas elementales de la ma-
teria en su cooperación funcional, esto es, partiendo de las
totalidades, y, a partir de ello, deducir sus estructuras propias.
El camino del conocimiento parte, pues, de las relaciones fun-
cionales de cada sistema para descubrir posteriormente en la es-
tructura propia de estaspiezas elementales, que luego, a su vez, pue-
den servir para operaciones de síntesis química. Pero la concepción
de la formación de otros sistemas adquirida de este modo no tiene
que hacernos olvidar que así no disponemos todavía de ningún fun-
damento para sus propiedades como totalidad. En realidad, el
científico no está acostumbrado a preguntar ¿qué es?, sino a pre-
guntar ¿qué pasa? De todos modos, si queremos comprender el
mundo material, ¿podemos conformarnos con ello?
Según la opinión general de hoy, cada molécula se muestra como
un conjunto de estado de energía en el que cada átomo ya es por-
tador de toda la molécula en su totalidad y unidad y no únicamen-
te de una parte. Las molécula no son una yuxtaposición de áto-
mos, sino más bien una acción mutua en la que cada átomo coopera
en la formación del estado correspondiente de energía total, esto
es, en la formación de la molécula como totalidad auténtica.
Lo explicaré con un ejemplo: la molécula de benzol, que tiene
una estructura muy simple, es algo más que una simple yuxtaposi-
ción o combinación de seis átomos de carbono y seis átomos de
hidrógeno. Bien puede suponerse que por medio de su propia es-
tructura (construcción del núcleo y configuración de los electro-
nes), estos átomos están dispuestos para entrar en contacto con la
molécula del benzol y llegar así a un estado especial de pobreza
energética. Pero su estructura propia -la construcción del núcleo
y la configuración de los electrones- no contiene en sí misma nin-
guna clase de programación para la estructura propia de la molé-
cula del benzol como totalidad. Si nos mantenemos todavía en este
ejemplo de la molécula de benzol, una objeción podría ser: como
los átomos de hidrógeno y de carbono están dispuestos desde su
propia estructura para formar moléculas del benzol, esto explica
suficientemente su origen. Bajo determinadas condiciones de re-
acción y de medio ambiente, por tanto, algún día y en algún lugar
en el juego estadístico de la materia, se formará benzol. Por muy
discutible que sea esta tesis, sin embargo, no aporta nada a la cues-
tión que aquí se discute, pues así sólo se constata la formación y
aparición fáctica de benzol y no se dice nada, en cambio, de su es-
tructura de unidad y totalidad, que de eso se trataba. También la
indicación de que las moléculas como estados totales de energía ya
se pueden explicar y describir adecuadamente a partir de la física
cuántica, no es objeción alguna. Pues, si por medio de la teoría
cuántica de campos o de una mecánica cuántica de muchos ele-
mentos, las moléculas se pueden describir como estados totales de
energía en los que cada átomo es portador de toda la molécula y
no únicamente de una de sus partes, da todavía más fuerza al ar-
gumento formulado antes de que las moléculas como totalidades
son algo más que la suma de sus partes.
Haré un resumen: el mundo material, en su totalidad, no se ha
construido de acuerdo con un principio de caja de construcciones.
Cada unión material compleja se manifiesta como totalidad, que no
puede deducirse a partir de la estructura propia de los elementos
que la componen. Nace algo nuevo con entidad propia, cuando se
juntan unos elementos con entidad propia, con leyes propias que
reaccionan para formar una nueva unión química.
A mi entender, esta estructura total de todos los seres materia-
les tiene que ser estudiada en relación con el contexto de nuestro
debate, pues pone en duda el supuesto fundamental de la teoría de
la evolución. Aquí van unas pocas reflexiones que evidentemente
en este momento sólo puedo formular de manera sintética: el ca-
rácter autónomo del mundo material no está de ninguna manera
en contradicción con la fe cristiana en la creación, sino que, más
bien, ha de interpretarse como marca y signo de su origen divino.
Continuamente experimentamos en la técnica y en el arte que el
hombre puede disponer sistemáticamente de esta autonomía de la
naturaleza que él conoce y de su interacción por medio de causas
personales, es decir, por medio de la decisión y facultad espiritual
humanas, y que puede disponer sistemáticamente de ellas. La dis-
ponibilidad de las condiciones materiales, con sus leyes propias que
admiten así causas personales y creadoras, es la base de toda nues-
tra civilización. Como la autonomía de la materia se presenta abier-
ta a una disposición racional y creadora, ello hace suponer que tam-
bién tiene su origen en una disposición racional y creadora y que
además deja reconocer que la actuación constante de esta autono-
mía es lo que hace que se mantenga en su existencia. Es evidente
que una ((disposición creadora y racional» como ésta no daría ori-
gen a ningún caos, sino que más bien haría surgir un ser propio, a
una vida propia, hasta llegar a la autonomía de todos los seres ma-
teriales. De otro modo no sería posible su disponibilidad para una
acción libre espiritual y creadora. Con la pura casualidad nada se
puede construir ni ordenar.
Interpretar la autonomía de la materia como un proceso de au-
togeneración -con la consecuencia de que entonces la disponibili-
dad experimentada frente a una acción racional, esto es, espiritual,
tendría que explicarse como parte oculta de este proceso de auto-
generación- sería a mi entender una hipótesis difícilmente verifi-
cable, también científicamente. Si, en cambio, en el acaecer mate-
rial de nuestro mundo constantemente aparecen nuevos hechos con
entidad y leyes propias que reaccionan a partir de elementos pre-
cedentes autónomos, de forma que lo nuevo, como fenómeno to-
tal, no puede deducirse de la autonomía de lo precedente, enton-
ces, a mi entender, hay que reconocer en ello una acción creadora
e inteligente. Luego, no se da ninguna autoconstrucción de los se-
res materiales -como en una combinación de piezas prefabricadas-
ninguna autoorganización de la materia a partir de unas partículas
elementales o de energía cuántica; más bien, es que algo nuevo in-
deducible se construye a partir de lo ya dado y se ensambla con
otros para formar un nuevo conjunto lleno de sentido.
Las ciencias naturales, a partir de sus principios metódicos y a
causa de su autolimitación a la medición cuantitativa, ante lo fác-
ticamente dado, no pueden preguntarse por una causa personal de
nuestro mundo material, ni pueden verificar ninguna información
a propósito de ello. No están tampoco en condiciones de dar una
interpretación del hecho de la experiencia del ser propio y de las le-
yes de la materia. Únicamente son capaces de hacer uso de ello. Con
todo, creo que por medio de los resultados que presentan las cien-
cias naturales referentes a todo el mundo material -no únicamen-
te en referencia al mundo animado y al ser humano- se impone
preguntar por los rastros de un obrar divino, esto es, por la reali-
dad de creación de estos rastros.

Siefi.ied Wiedenhofer: Tengo una pregunta referente a la ponen-


cia del cardenal Schonborn. Antes quiero decir que estoy comple-
tamente de acuerdo con su intención general: con su crítica a las
formas ideológicas de las ciencias naturales, con la necesidad de ha-
cer valer la racionalidad de la fe con la mediación de la filosofía.
Pero preferiría poner el acento en otra cuestión: si entendí bien su
argumento principal, de aquí se deduce que la racionalidad de la fe
se muestra en el hecho de que consigue hacer patente la realidad
del mundo en su estructura de orden, algo que no puede atribuir-
se exclusivamente a las razones postuladas por la teoría de la evo-
lución. Al fin y al cabo, hablamos del problema de la teodicea, que
necesariamente limita esta estrategia y al fin únicamente puede ser
resuelto a partir de la teología. Creo, sin embargo, que no hay que
ir a buscar la racionalidad de la fe en una estructura de orden po-
tencialmente intensiva o extensiva en el mundo, donde, por decir-
lo así, en el hecho de que todo funciona bien. Precisamente, por-
que de hecho no así, no habría que abusar del argumento del
orden de la creación. Es, sin duda, parte de la tradición cristiana,
pero no puede aislarse de las otras partes y, por esto, no tiene que
eximirse de su contexto soteriológico que mira la creación bajo el
poder del mal. Por esta razón, creo que la racionalidad de la fe no
puede derivar del hecho de que haya una estructura de orden tan
buena como sea posible, sino del hecho de que la fe sea capaz, pre-
cisamente, de comprender el mundo en sus contradicciones a par-
tir de sus condiciones de posibilidad. Así, la soteriología y el pro-
blema de la teodicea se enmarcan, desde un principio, en la fe en
la creación.

Theo Schayer: Me ha gustado mucho la manera como el profesor


Schuster ha subrayado el problema del corredor. Para mí, esto ilus-
tra la humildad de las ciencias naturales, y de aquí deduzco tam-
bién que el hombre no puede comprender el plan de conjunto, por-
que él es una parte integral del mismo. El hombre se me antoja
como una pulga que no es capaz de ver el conjunto.

Cardenal Christoph Schonborn: La respuesta a Siegfried Wie-


denhofer ya se encuentra en parte en la alusión a la contingencia,
que en el debate quizás se ha tratado demasiado escuetamente y
que sin duda es un tema de discusión dentro de la teoría de la evo-
lución: ¿Hasta qué punto se cuenta con la contingencia en la cues-
tión de la «Supervivencia» (Survival)? La catástrofe de los dino-
saurio~no es ciertamente parte de un plan. Que un asteroide cayese
sobre la tierra y posiblemente ocasionara la destrucción del 90%de
las especies, no es parte de un plan de evolución. En este proceso,
hay muchos elementos contingentes, y da que pensar si efectiva-
mente siempre se ha dado («Survival of the Fittesh) o si sencilla-
mente un ser determinado se encontraba en aquel momento en el
agujero adecuado y así se salvó. ¿Por qué yo he sobrevivido y mi
congénere ha muerto? Contingencia. No podemos explicar la his-
toria de la evolución, como se hace en la historia darwiniana, como
si fuera una historia coherente que se impone a los niños en la es-
cuela como alternativa frente a la historia bíblica, pues, de hecho,
el desarrollo que va del gusano al Horno sapiens no se desarrolló de
un modo tan fácil, sino que comprendió muchas contingencias.
No conocemos el plan total, pero -esto es una manera muy ra-
zonable de ver la cuestión- la fe -sobre todo la fe en la resurrección-
nos abre un horizonte de sentido, que naturalmente presupone la fe
en un Creador, que nos dice que sus planes no son nuestros planes
y sus pensamientos no son nuestros pensamientos. Pero podemos
conocer partículas de sus pensamientos y podemos poner nuestra
confianza en su proyecto conjunto: aquesto progetto intelligente che
2 il cosmo» [este proyecto inteligente que es el Cosmos], como ha
dicho el santo Padre. Más no podemos, pero tampoco debemos sa-
ber más.
La crítica no vale únicamente para la teología; también se diri-
ge a la historia de la evolución. Pues, si uno intenta mirar la histo-
ria como algo muy coherente, surge el mismo peligro que cuando
alguien cree haber penetrado en las intenciones del plan de Dios.

Papa Benedicto xvr: Así, el asteroide que mató tantas especies


correspondería aproximadamente al martillo que cayó por casua-
lidad y dio en la cabeza del Dr. Dupont.
Quisiera referirme todavía brevemente a su argumento, señor
Wiedenhofer. Yo no confiaría sólo en la capacidad de la fe para dar
una explicación de todo. Creo que ambas visiones forman un con-
junto: por una parte, se da la racionalidad de la materia, que tiene
una ventana abierta al Creator Spiritus. A ello no podemos renun-
ciar. Es la fe bíblica en la creación la que nos ha enseñado el cami-
no de una civilización de la razón, que, naturalmente, se puede au-
todestruir a partir de las posibilidades que ofrece esta fe. Esta es una
dimensión que tiene que permanecer, que es también una dimen-
sión de contacto entre el mundo griego y el mundo bíblico, que se
fundieron, ambos, con una legitimidad y una necesidad internas.
Pero, por otra parte, tenemos que ver también los límites. Na-
turalmente hay racionalidad en la naturaleza, pero ella no nos per-
mite obtener una comprensión total del plan de Dios. Queda pues
la contingencia y el enigma del horror en la naturaleza, como des-
cribió por ejemplo, Reinhold Schneider después de una visita al Mu-
seo de Historia Natural de Viena. (Yo también visité un día este mu-
seo con mi hermano, y quedamos consternados de tanto horror en
la naturaleza.) Sin menoscabo de la racionalidad, que existe, pode-
mos constatar un componente del horror, que ya no tiene una ex-
plicación filosófica, y la fe nos enseña el Logos, que es la razón cre-
adora y que increíblemente pudo hacerse carne, morir y resucitar.
De este modo, se muestra un aspecto del Logos totalmente distin-
to que hubiésemos podido sospechar o tantear a partir de una re-
construcción de los fundamentos de la naturaleza. Los dos lados
del alma griega también señalan en este sentido: por una parte, la
gran filosofía y por otra, la tragedia, que, en definitiva queda sin
respuesta. El cardenal Schonborn y el señor Wiedenhofer tienen,
pues, que unirse para hallar una visión de conjunto.
El texto de la conferencia de Sie.gfiried Wiedenhofer, que se había
pronunciado como ponencia el 12 de octubre de 2005 en la Sema-
na Filosófica de la Academia Católica de Baviera bajo el título de
{(Nuevadiscusión en torno a la evolución>>, se repartió entre lospar-
ticipantes en el encuentro de Castel Gandolfo,
SIEGFRIED WIEDENHOFER

LA FE EN LA CREACIÓNY LA TEORÍA
DELA EVOLUCIÓN.
DISTINCIÓN Y PUNTO DE INTERSECCIÓN

1.Nota preliminar
Determinar teológicamente la relación entre la fe en la creación y
la teoría de la evolución se enfrenta hoy a un doble problema. Por
una parte, la teología de la creación, a pesar de una gran cantidad
de aportaciones y de toda una serie de libros recopilatorios, se ha-
lla en una especie de transformación radical. Esto se debe también
al hecho de que la interpretación dogmática de la fe cristiana en la
creación se sitúa de una manera cada vez más decisiva y directa en
el contexto de la concepción científica del mundo. Por otra parte,
no se puede decir tampoco que se dé una unidad en la idea de mun-
do de las ciencias naturales, sino una multiplicidad de disciplinas,
conjeturas, teorías e hipótesis divergentes. Por último, hay que de-
cir que los conceptos e ideas filosóficos que se aplican como ins-
trumentos de mediación provienen también de escuelas muy dis-
tintas. De aquí que, para empezar, cada definición de esta relación
tiene que poner sobre la mesa sus premisas metodológicas.
En lo que respecta al método dogmático que me sirve de guía,
sigo aquí el principio del método clásico de la dogmática católi-
ca,' que en el fondo se deduce de la estructura de la profesión de
fe cristiana. De acuerdo con esto, puede decirse que un conteni-
do o un testimonio de la fe cristiana se ha entendido bien: pri-
mero, si se entiende en correspondencia con el sistema de la fe
cristiana; segundo, si se entiende en correspondencia con el ca-
mino de la fe; y, tercero, si se entiende en correspondencia con la
razón. Como por motivos de limitación del tiempo me veo muy
constreñido a tener que escoger, voy a aludir sin desarrollar los
dos primeros pasos, para concentrarme después en el tercero.
En cuanto al aspecto filosófico o teórico de la reflexión dogmá-
tica, mi presentación de la teología de la creación se basa sobre todo
en reflexiones de filosofía trascendental, en concreto, siguiendo
las formulaciones de Richard Schaeffler en su teoría trascendental
de la e ~ ~ e r i e n c i a . ~

2. La fe en la creación en correspondencia
con la estructura fundamental de la fe cristiana
La profesión de fe cristiana tiene como norma fundamental de la
fe que es confesión de un Dios trino. Los cristianos experimentan
al Dios uno en una diferencia tal que tienen que repetir tres veces
la confesión, como confesión de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo;
es decir, de Dios sobre nosotros, Dios con nosotros y Dios en nos-
otros.
Detrás de esta lógica fundamental de la fe cristiana no sólo se
encuentra la triple dimensión del hombre (ser natural, ser históri-
co y ser espiritual), sino también -y en relación con ello- la triple
forma de los medios y los lugares fundamentales de la experiencia

1996 y tam-
1. Cf. compendios sobre métodos dogmáticos en WIEDENHOFER
bién KASPER1977
2. SCHAEFFLER1995; 2004.
religiosa (cosmos, historia, psique). Además, los cristianos experi-
mentan y confiesan a Dios como creador, redentor y consumador
del mundo y de la historia. Aquí la fe aparece como camino entre
Dios y el hombre, como camino desde la creación hasta su consu-
mación, en cuyo centro está la confesión de Cristo, porque en Je-
sucristo se experimenta y conoce el signo final y, por tanto, defini-
tivo de la revelación y de la salvación. Finalmente, en la unidad de
Dios, así como en la unidad diferenciada de la creación, redención
y consumación está, en tercer lugar, el fundamento de la unidad de
la verdad, así como una unidad definitiva de fe y razón. Por esto, la
interpretación de la fe sobre la base de su racionalidad y compren-
sibilidad constituye otro paso en el método dogmático.

2.1. LA FE EN LA CREACIÓN EN CORRESPONDENCIA


CON EL «SISTEMA» DE LA FE CRISTIANA

En la dogmática cristiana de hoy hay amplia unidad de pareceres


en afirmar que la fe en la creación se ha de interpretar primera-
mente en un sentido de teología trinitaria, esto es, en el marco de
la confesión del Dios trino.3
Reduciéndolo a lo esencial, se muestra que la fe en la creación
es una dimensión central de la experiencia de la fe cristiana que, en
un aspecto (diferencia de las experiencias religiosas fundamenta-
les) se ha de distinguir de las otras dos dimensiones (redención y
consumación) y, en otro aspecto (unidad de Dios), interfiere en ellas,
en tanto y en cuanto las interpreta y es interpretada por ellas. Por
ejemplo, a partir del centro cristológico de la experiencia de Dios
se llega a otra personalización y soteriologización del Dios creador

3. Cf. MOLTMANN 1980; PANNENBERG1991,15-201;MOLTMANN 1993,85-115;


KESSLER 1996,200-211; GRESHAKE 1997,219-325; KRAUS1997, 181-216; GUNTON
1998; Kessler 2000,232-233; GRUBER
2001,175-233.
(Padre de Jesucristo), así como de la fuerza divina que nos llena in-
teriormente (el Espíritu Santo como persona y creador de una
nueva criatura). Por otra parte, la experiencia y confesión de Cris-
to se interpretan a partir de las otras dos dimensiones: Jesucristo
aparece como mediador en la creación y como Jesucristo en nos-
otros (o como Espíritu de Jesucristo)y ante nosotros (parusía y con-
sumación). Lo mismo es válido, de modo análogo, respecto a la ex-
periencia del Espíritu Santo: el Espíritu Santo aparece también como
Espíritu creador y como Espíritu redentor. Desde la confesión de
Dios Padre, Jesucristo es Hijo de Dios y el Espíritu Santo es Espíri-
tu de Dios. La fe en la creación no se puede interpretar y funda-
mentar únicamente en la fe histórica en la redención, sino también
en la esperanza de consumación: la esperanza de redención y la es-
peranza de consumación pueden derivar su certeza de la omnipo-
tencia del Dios Creador. Por otra parte, también la esperanza en
una consumación ya está presente en la creación (Paraíso) y en la
Historia de la Salvación (irrupción del tiempo escatológico). Final-
mente, la creación aparece no sólo «al principio)),sino también en
la historia de la redención como nueva creación (los cristianos
como «nueva creación* en Jesucristo y en el Espíritu Santo) y en la
consumación (nueva creación del Cielo y de la Tierra).
En este sentido, la creación primera hasta puede entenderse (por
ejemplo, en la interpretación que hace el Apocalipsis) como com-
pletamente fracasada, y el paso a la nueva creación como muerte
de la vieja. De esta manera, la fe en la creación es una parte central
de la experiencia cristiana fundamental. Al igual que esta expe-
riencia, la fe en la creación tiene una forma compleja y va unida ín-
timamente a las otras dimensiones de la fe. De ningún modo pue-
de decirse que tenga únicamente que ver con el principio del
mundo.
En el marco de esta interpretación trinitaria de la fe en la crea-
ción, también a la cuestión del motivo o razón de la creación (por
qué creó Dios el mundo) se responde hoy bastante unánimemen-
te: por puro amor bondadoso. Si la confesión del Dios trinitario,
en definitiva, es sólo expresión de la experiencia fundamental cris-
tiana de que Dios en sí mismo es vida, amor, comunidad, comuni-
cación, diálogo, intercambio, cooperación, donación mutua, luego
la creación es obra de este amor hacia fuera, libre comunicación y
entrega de sí mismo y don, libre exteriorización y desprendimien-
to del amor y bondad que se desbordan infinitamente y que cons-
tituyen la esencia misma de Dios. Así, la creación está determina-
da básicamente por la bondad, la salvación y la libertad. Es don y
participación en el amor, la bondad, la gloria y en la abundancia de
la vida y del ser de Dios.

2.2. LA FE EN LA CREACIÓN EN CORRESPONDENCIA


CON EL CAMINO DE LA FE CRISTIANA

Si cualquier testimonio de fe es signo de la revelación de Dios en


tanto y en cuanto esparte del camino global de la fe, estructurado
en un sentido cristológico y temporal, la capacidad de interpreta-
ción y de testimonio de la fe canónica se acredita sobre todo cuan-
do se logra una interpretación mutua entre el testimonio original
(y en forma derivada también entre la tradición llegada hasta nos-
otros) y la situación actual (e indirectamente también las expecta-
tivas de futuro), esto es, cuando se consigue descubrir e identificar
en medio de nuestro mundo de hoy la presencia creadora, reden-
tora y consumadora de Dios, interpretando el presente a la luz de
la experiencia de fe normativa de la comunidad de creyentes (so-
bre todo del Evangelio de Jesucristo) y descubriendo el sentido uni-
versal de las promesas históricas y de los testimonios de la fe, in-
terpretándolos siempre de nuevo a la luz de las experiencias actuales
mundanas y espirituales. Naturalmente aquí no podemos recorrer
este camino. Bastará con un par de indicaciones.
B

Desde el punto de vista de la estructura de la historia, el camino


de la fe representa un proceso de múltiple diferenciación. Por este
motivo, lo específico del pensamiento cristiano de la creación sólo
puede destacar por contraste con otras alternativas diferentes.
En primer lugar, el testimonio bíblico de la creación participa
de la matriz de la experiencia religiosa que se especificó en un tiem-
po determinado. Es propio de esta matriz de experiencia religiosa:
primero, que dicha experiencia se refiera al mismo tiempo a toda
la realidad y al destino personal; segundo, que presupone y afecta
una decisión fundamental (metafísica) entre la realidad pasajera y
deficiente -como es en realidad- y la realidad verdadera, redimida
y consumada de la que, bajo determinadas condiciones, ya se pue-
de participar en este mundo actual; y tercero, que tanto la capaci-
dad de diferenciación de los mundos como también del tránsito de
redención y consumación de un «mundo» antiguo a otro nuevo es
un acontecimiento, es decir, se experimenta como un don que, al
mismo tiempo, se convierte en un deber obrar con responsabilidad.
En el desarrollo temporal de la religión y la cultura (entre 800 y
200 a.c.), la religiosidad arcaica, todavía relativamente indiferen-
ciada, se substituye por unos tipos de religiosidad más diferencia-
dos, distintos y universales, más cosmocéntricos, historiocéntricos
y psicocéntricos que, a la vista de la separación de los dos mundos,
l

~
I
abordan el problema de la mediación de modos alternativos: en re-
ligiones cosmocéntricas, preferentemente sobre el cosmos; en reli-
giones psicocéntricas, preferentemente sobre el espíritu y la inte-
rioridad; y en religiones historiocéntricas, preferentemente sobre la
1
l
historia. Si el Cosmos, la historia y el espíritu son aspectos funda-
mentales de la existencia humana, entonces estos tres medios y lu-
gares de la experiencia religiosa no deben faltar en ningún tipo de
l religión.
En estos tres tipos fundamentales de experiencia religiosa apa-
rece primero el mundo de la propia existencia, pero luego también
el mundo como un todo (tan pronto como se aborda el tema de la
diferenciación religiosa fundamental), aunque esto sucede de ma-
neras distintas.
La peculiaridad de la estructura histórica de la fe yahvista de Is-
rael consiste en que aquí se fundieron dos experiencias religiosas
fundamentales: la trascendencia de un Dios supremo creador con
la proximidad de un Dios familiar salvador e histórico. Después
del destierro, se convierte en profesión de fe explícitamente mo-
noteísta: Yahvé, el Dios de la alianza histórica de Israel, es el Crea-
dor del mundo, y el Creador del mundo es el Dios de Israel. Como
enseña la variedad de mitos de la creación, el mundo y su proce-
dencia religiosa son objeto de una experiencia religiosa propia. Tam-
bién Israel participa de este modo de pensar. Por otra parte, en Is-
rael, esta fe en la creación empieza a ser relevante y consciente en
el siglo VI a.c., en tiempos del destierro, lo que coincide en el tiem-
po con una crisis radical de la fe yahvista dentro de la Historia de
la Salvación. Y sirve, por una parte, para poner un fundamento a la
Historia de la Salvación y, por otra, le da a la creación misma ca-
rácter histórico. Entonces aparece como comienzo de una historia
de la salvación y, también, en sus crisis, como restauración y, fi-
nalmente, como creación nueva al final de los tiempos.
A consecuencia de la separación clásica entre fe y pensamiento
surgieron distintas formas de reflexión a propósito de la fe en la cre-
ación. La intención de las declaraciones del magisterio referidas a
tales controversias tienen sobre todo un enunciado negativo, es de-
cir, son esencialmente declaraciones dirigidas contra dos falsas in-
terpretaciones de la fe en la creación: por una parte, contra el mo-
nismo (la doctrina neoplatónica de la emanación, la idea aristotélica
de la eternidad del mundo y el panteísmo) y, por otra, contra el dua-
lismo gnóstico (gnosis, maniqueísmo, etc.). Estas declaraciones, en
su intención negativa, son relevantes para cualquier otra reflexión
dogmática.
2.3. LA FE EN LA CREACIÓN
EN CORRESPONDENCIA CON LA RAZÓN

Para dar este tercer paso dogmático de la comprensibilidad y ra-


cionalidad de la fe en la creación se aplican hoy, de hecho, princi-
pios metafísicos, epistemológicos y de filosofía de la ciencia muy
diversos.
Como ya he dicho, para determinar la diferencia y el punto de
intersección entre la fe en la creación y la teoría de la evolución, me
apoyaré aquí en un principio de filosofía trascendental, y lo haré en
la forma desarrollada por Richard Schaeffler, en una combinación
de reflexión trascendental, histórico-empírica y semiótica.

2.3.1. Sobre la distinción entre creación y naturaleza, doctrina


de la creación y teoría de la evolución, fe religiosa y ciencia
Teológicamente, hay acuerdo en decir que es necesario distinguir
estos pares de conceptos, pero no lo hay en determinar dónde está
la diferencia. Sea como sea que se explique la diferencia entre fe en
la creación y teoría de la evolución (p.e., con frecuencia con el qué
y el cómo del origen del m ~ n d o ~con ) ~ frecuencia
, se usa la distin-
ción entre creatio originalis o creatio ex nihilo (la creación origi-
nal) y creatio continua (la conservación del mundo), a la que la te-
ología tradicional todavía añade la providentia (la providencia) y el
concursus divinus (el concurso de Dios con las criaturas). La dife-
rencia propiamente dicha se ve entonces, normalmente, en la cre-
atio ex nihilo o creatio originalis, que, a causa de su condición atem-
poral no puede mostrar punto alguno de intersección con la teoría
de la evolución.

4. SCHOCKENHOFF 2005.
5. Cf. los resúmenes en LÜKE2001,109-148.
En cambio, la creatio continua, la conservación del mundo, pa-
rece coincidir temporalmente con la evolución, lo que significa
que automáticamente se da un punto de intersección entre la fe en
la creación y la teoría de la evolución, algo que luego es preciso ex-
plicar.
Estas distinciones teológicas tradicionales en el concepto de ac-
ción u obra divina no son absurdas desde la perspectiva de las
criaturas, del mismo modo que la distinción de diversos niveles en
el concepto de creación puede ser sumamente útil6 Pero aquí hay
que tener cuidado de no amenazar la unidad del obrar divino (cre-
ación original, más tarde servicio de reparaciones y averías, res-
ponsabilidad sobre el todo, garantía de innovaciones, etc.) y de no
infiltrar en el concepto de la creación también un aspecto tempo-
ral (dos o más acciones sucesivas de Dios) cosa que es inadmisible.
Por esto, hay que apuntar a un concepto unitario de la ~ r e a c i ó n . ~
Como ya he comentado, aquí me sirvo de la teoría de la expe-
riencia trascendental que ha desarrollado R. Schaeffler. Una de sus
grandes ventajas es que empieza decididamente en plural: que la
realidad se me presente como mundo de distintos objetos, conoci-
mientos y experiencias tiene que ver con las distintas maneras de
experiencia y de conocimiento que revelan distintas estructuras de
orden, y, por esto, constituyen un mundo de objetos distintos, el
mundo de objetos religiosos, de objetos científicos, de objetos es-
téticos, de objetos éticos y económicos. En este sentido, vale es-
trictamente lo siguiente: mientras experimento el mundo desde un
punto de vista científico, no lo experimento desde un punto de vis-
ta religioso, y a la inversa. Y también los objetos del mundo cientí-
fico son distintos de los objetos del mundo de la religión. En este

6. Cf. especialmente KE~SLER


2000,233-235, que distingue tres niveles en el
concepto de creación.
7. Así también LUKE2001,150-153.
sentido, en el contexto de la relación entre creación y naturaleza,
doctrina de la creación y teoría de la evolución, fe religiosa y co-
nocimiento científico, se trata de claras alternativas y, por tanto,
no se pueden mezclar.
Por otra parte no se trata de cosas opuestas; sólo representan
distintas formas de experiencia y de conocimiento, en las que, de
distinto modo, se responde a la pretensión de realidad. Por tanto,
tienen sus propias razones de objetividad, es decir, las correspon-
dientes a la distinta estructura de orden de la conciencia, que
siempre se garantiza de nuevo en el aprendizaje de nuevas genera-
ciones en esta capacidad específica de experiencia y en la cons-
trucción continuada de contextos de acción comunicativa y de
mundos de experiencia.
Todo esto, aplicado al concepto de creación, quiere decir que hay
que empezar por desarrollar un concepto trascendental. Esto es, que
en primer lugar no se asume un objeto religioso -por ejemplo, una
acción creadora de Dios- o su resultado -naturaleza y hombre como
criaturas de Dios-, sino una característica estructural de la capaci-
dad de experiencia religiosa, la capacidad de la fe religiosa, para ex-
perimentar y reconocer el mundo como creación de Dios.
Esta capacidad se aprende, se practica y se realiza participando
en un mundo de signos religiosos de una comunidad de creyentes,
en el establecimiento y la comprensión religiosos de símbolos. En
cuanto a la fe en la creación, se trata por encima de todo de las na-
rraciones protológicas, las narraciones del principio y origen de
todo lo que existe, las historias de la creación, que estructuran la
conciencia de la fe y, de este modo, capacitan al hombre a «enten-
der el contexto global de su experiencia diaria a partir de sus prin-
cipios de p~sibilidad)).~En este sentido, no transmiten nuevos co-
nocimientos, ni empíricos ni superempíricos, y por esto tampoco
no tienen ninguna relación objetiva. Tienen más bien una función
trascendental y hermenéutica, pues a su luz el creyente que los oye
tiene que aprender a entender la identidad y totalidad de la reali-
dad en la multiplicidad de acontecimientos y cambios, así como en
la paradoja y contradicción de sus figuras.
En este concepto trascendental de la creación no tiene sentido
la distinción tradicional entre distintas formas de acción divina. La
creación es el a priori del mundo, sea lo que éste sea y sea como
sea. Este concepto de creación podría comprender también la dis-
tinción entre un comienzo temporal del mundo y una posible «eter-
nidad» del mundo. Probablemente, no sea necesario fijar la tras-
cendencia y libertad de Dios en un comienzo temporal de la
creación. Si esto es así, entonces no podría excluirse a priori nin-
gún modelo científico del mundo.9
Por otra parte, hay que conciliar este concepto trascendental de
la creación con el mundo, tal como lo entienden las ciencias natu-
rales. El hombre no puede vivir indefinidamente en mundos sepa-
rados nítidamente, ni en horizontes de conciencia completamente
aislados uno del otro. Lo que se cuenta del físico Faraday, que siem-
pre cerraba cuidadosamente con llave su laboratorio cuando salía
para ir al dormitorio, y al revés, no es ninguna solución definitiva.

2.3.2. Sobre el punto de intersección


entre la acción creadora de Dios y la experiencia
cient$ca de los sucesos en la naturaleza y en la historia
Que haya un punto de intersección entre la acción creadora de Dios
y la realidad perceptible del mundo, es algo que en la teología ac-

9. Cf. también SECKLER1998, 200-202.


tual en gran parte se acepta; no en cambio, el dónde se sitúa este
punto de intersección. Son muchos los que explican esta concilia-
ción con ayuda de un esquema ontológico: Dios actúa en el mun-
do como causa primera mediante causas segundas, esto es, me-
diante las fuerzas de la naturaleza y del hombre. Actualmente, se
mantiene en parte (sobre todo en los textos del magisterio) la afir-
mación de una intervención directa de Dios en el mundo -al me-
nos en algunos puntos-. En parte, se busca también un lugar en la
constitución del mundo comprobable por las ciencias naturales,
en el que podría localizarse la acción de ~ i o s . "
A pesar de que siempre se insista en afirmar el pluralismo de los
modos de conocimiento y de experiencia, la teoría trascendental de
la experiencia de Schaeffler ofrece también la posibilidad de identi-
ficar un punto de intersección entre estos modos de experiencia.
Dado que, en la diversidad de nuestras tentativas para dar respues-
ta a esto, continuamos refiriéndonos a la unidad de lo real y de sus
exigencias y a la identidad de nuestro ser como sujetos, no hay úni-
camente una interferencia de los mundo de experiencia, sino tam-
bién de los modos de experiencia, de las coincidenciasy de las inter-
acciones entre los diferentes ámbitos. Este estado de cosas significa
que los distintos modos de experiencia -o de formas de razón- son
ciertamente autónomos, pero no autárquicos, como lo expresa
Schaeffler. Por consiguiente, estas limitaciones y las contingencias
específicas de cada una de las perspectivas sólo pueden superarse
mediante un aprendizaje mutuo y un diálogo intersubjetivo. Y como
a causa del pluralismo de los modos de experiencia, el contexto glo-
bal que da sentido a cada modo particular de experiencia también
abarca algo que no corresponde al modo de experiencia propio, hay
que afirmar que la validez objetiva de los enunciados de la expe-

10. Cf. LUCKE2001, 109-148.

180
riencia (ya sean científicos, religiosos, éticos o estéticos) se garanti-
za precisamente en el diálogo entre los sujetos que están determi-
nados por diversos horizontes de experiencia o formas de razón.
En tales actos de una lograda comunicación y argumentación
intersubjetivas (ya se trate de criticar lo que es falso, como de apren-
der de lo desconocido o de entender a los otros) no obtenemos to-
davía ningún concepto del sujeto de una razón universal y de la uni-
dad del mundo, pero el concepto de sujeto y de razón, desde la
propia perspectiva, se confirma, como dice Schaeffler, como, pará-
bola y anticipación del acto universal del «yo pienso», un acto que
lo abarca todo, mientras que el concepto del mundo desde la pro-
pia perspectiva se garantiza como parábola y anticipación de la uni-
dad de la realidad. Lo mínimo necesario en la ejecución de este diá-
logo es que el modo y el mundo de experiencia del otro hallen un
lugar en el modo y el mundo de experiencia propios.
¿Hay, pues, en el concepto teológico de la creación y del obrar
de Dios un lugar en el que tenga relevancia el concepto científico del
mundo y la categoría de causalidad que implica? En este sentido,
queremos ahora desarrollar un concepto de la creación como con-
cepto categorial, pues aquí se trata de enunciados sobre el mundo
de la religión y sobre ella misma, es decir, sobre ideas, conceptos, te-
orías, pero también sobre signos y testimonios, escrituras sagradas,
tradiciones, instituciones, etc. Los enunciados: «el mundo es una
creación de Dios» y «Dios es creador del mundo» son ahora parte
de este mundo religioso, que construye la conciencia religiosa con
ayuda de su horizonte de conciencia ordenada. Es verdad que las
formas principales de contemplación y reflexión siguen siendo reli-
giosas (no científicas, éticas o estéticas), pero este mundo religioso
interfiere con otros mundos y no puede vivir solo. El mundo reli-
gioso de las ideas tiene que estar de alguna manera conectado con
el mundo de las ideas científicas, éticas, mundanas, etc. y, natural-
mente, al revés también. Por esto, el punto de intersección entre la
fe en la creación y la teoría de la evolución se ha de hallar sobre
todo en el marco de un concepto categorial de creación.

2.3.3.La particularidad del concepto teológico de causalidad


y efecto y su relación con la causalidad en la naturaleza
En la representación de un obrar y actuar de Dios fácilmente se in-
troducen muchos y variados elementos de representación de la vida
mundana y cultural. Tiene mucha influencia, por ejemplo, el mode-
lo de producción, esto es, una comprensión transitiva de la obra. A
partir de estos modelos de acción, parece luego como algo natural
separar el obrar y actuar de Dios en sentido temporal y objetivo:
Al principio, creó Dios el mundo de la nada, luego tiene que pre-
servar este mundo creado en su estabilidad (mantenimiento de la
creación), seguir interesándose por estas criaturas (providencia),
obrar con ellas (cooperación), pero luego también hacer algo nue-
vo (paso de la materia al espíritu, creación del alma humana, pun-
to central de la Historia de la Salvación) y algo extraordinario (los
milagros). Un principio causal de la teología entendido de esta ma-
nera tiene luego que afrontar el peligro de entrar en competencia
con las causas mundanas.
Antes de concretar y descomponer el concepto categorial de cre-
ación de esta manera, uno tiene que esforzarse por comprender su
estructura unitaria compleja.
Si se hace un resumen de la manera como el obrar y la acción
de Dios se relacionan con el mundo en los testimonios religiosos
(oraciones, narraciones, liturgia), la manera como Dios crea, obra
y actúa (me sirvo ahora sobre todo de los trabajos de R. Schaef-
-
fler)ll, entonces las características siguientes son decisivas:

11.Cf. sobre todo SCHAEFFLER


1974,22-57; 1977; 1989,97-162;1991.
1. El mundo creado es del todo dependiente del obrar divino.
Pero se trata de un modo especial de ser dependiente y causa-
do. Es una dependencia que libera y un ser causado que indepen-
diza. La causalidad y la acción creadoras significan emancipación
en una existencia propia, capacidad de autonomía: Dios es aquel
que hace que el mundo y el hombre puedan hacer. Ser y vida son
un don que al ser recibido se transforma en un obrar propio.
2. Crear y obrar de Dios son un acto de libertad personal.
Incluyen la cooperación libre de la criatura, del mundo y del hom-
bre. Dios actúa habiendo actuado ya y dejando ahora que la natura-
leza y el hombre también actúen. Y al revés, la eficacia de la acción
creyente en el servicio a Dios y en el servicio al mundo, así como la
eficacia de las fuerzas naturales y sociales, se basan en que forman la
figura en la que la acción fundadora divina adquiere presencia siem-
pre de nuevo. El ser real del mundo se basa en la manifestación siem-
pre nueva de la eficacia de Dios. La acción creadora de Dios se hace
efectiva mediante la forma simbólica de los actos de fe humanos (en
el servicio a Dios y en la práctica de la vida), así como también en los
acontecimientos del mundo en la naturaleza y en la sociedad. Sólo
en esta eficiencia creadora de Dios, que se transmite por medio de
signos, son posibles la libertad y la salvación de la criatura.
3. En este sentido, la acción creadora de Dios tiene una estruc-
tura dialéctica.
Esto se puede expresar por medio de metáforas de espacio y de
tiempo. Si Dios estuviese lejos, la criatura no podría ser ni vivir. Si
estuviese inmediatamente cerca, tampoco. El actuar creador de Dios
es a la vez proximidad y distancia, el don de un mundo seguro y el
espacio que garantiza la posibilidad de retirarse en sí mismo, com-
parable a la proximidad y distancia dialéctica de los padres frente
al hijo, lo que constituye una condición necesaria para lograr la so-
cialización y la individualización. O la versión temporal: el acto di-
vino de la fundación del mundo se sitúa «al principio» o en el ori-
gen. Para que hoy sea posible renovar eficazmente el ser y la vida
del mundo y del hombre, es preciso que esta renovación sea un pro-
ceso constante que se transmita simbólicamente sobre todo por
medio de la recitación litúrgica de las narraciones fundamentales
y por el culto, pero también por medio del servicio al mundo y a
su curso, los sucesos naturales.
4. Por esto el mundo, en cuanto creación, tiene una forma sa-
cramental como acción de Dios.
I Se trata de una eficacia sacramental. La acción sacramental es
una acción estrictamente simbólica. Sin la acción simbólica sacra-
mental y religiosa en la comunidad la acción de Dios no obtendría
i ni lugar, ni tiempo, ni forma, ni eficacia en medio del mundo y de
l la comunidad. Pero lo que la acción simbólica -realizada como es
debido- propiamente transmite no es la voluntad o la fuerza de este
mundo, sino la cercanía de Dios, sin la que el mundo no tiene con-
tinuidad y la vida carece de base y de objetivo.
5. El mundo como creación tiene también una forma dialógico-
temporal.
La relación de Dios con el mundo y del mundo con Dios tiene
i el carácter de un diálogo y, de este modo, de un camino que abar-
ca acción y reacción, llamada y respuesta, aversión y conversión,
pecado y perdón, ser amado y amar también. A este concepto ca-
tegorial de la acción creadora de Dios van unidos toda una serie de
problemas que, a mi entender, no se han resuelto todavía de un
modo satisfactorio. Aunque el concepto cristiano de creación ten-
ga un aspecto personalista irrenunciable que debe conservar, ello
no excluye la discusión con otras alternativas religiosas, por ejem-
plo, con las religiones indias y chinas.12 Si la categoría religiosa de
la causalidad se entiende esencialmente en sentido personal, la re-

12. Cf., por ejemplo, NEVILLE


1991; JULLIEN 1996.
lación con la naturaleza sólo puede afirmarse en un sentido análo-
go. Para que en la naturaleza también pueda darse una libertad aná-
loga, uno tiene que poder distinguir distintos grados de libertad.
Esto se excluye totalmente sólo en planteamientos estrictamente
materialistas o dualistas.
Otro problema es hasta dónde puede o debe llegar la asigna-
ción del espacio. Si uno reduce la cuestión del obrar y actuar de
Dios a la pregunta de cómo puede uno representarse el influjo de
Dios en el mundo, cómo es compatible la causalidad de Dios con
las causalidades del mundo, entonces parece que uno tiene que asig-
nar al obrar de Dios un lugar concreto dentro de la comprensión
científica del mundo. Esto se soluciona de distintas maneras, todas
ellas problemáticas. Se alude, por ejemplo: 1)a que los sistemas mi-
croscópicos y macroscópicos tienen un carácter no determinista;
2) a la posibilidad de sistemas complejos, que no sólo los sucesos
en niveles inferiores tengan influencia sobre la conducta de todo el
sistema (la causalidad bottom-up [de abajo arriba]), sino que tam-
bién todo el sistema tenga influencia sobre los niveles inferiores
(causalidad top-down [de arriba abajo]); 3) a que en una compren-
sión no dualista de cuerpo y espíritu o de materia y espíritu, la cau-
salidad puede entenderse como transmisión de información (no
como transmisión de energía).13

2.3.4. Las formas múltiples de la acción de Dios,


las múltiples formas de la relación de Dios con el mundo
y la discusión sobre el diseño inteligente
La discusión reciente sobre el «diseño inteligente))sin duda se ha
desarrollado de forma poco afortunada. El artículo del cardenal
Schonborn en el New York Times del 7 de julio 2005 propiamente
sólo quería defender la fe cristiana en la creación y su racionalidad,
junto con la posibilidad de un conocimiento natural de la existen-
cia de Dios contra una teoría de la evolución ideológicamente ce-
rrada que, con sólo indicar el carácter casual de la evolución da
por absurda e irracional toda afirmación de un Dios creador y de
su actuación en el mundo; para ello el Cardenal se sirvió del con-
cepto de orden y del pensamiento de finalidad (orden reconocible
en la creación, providencia).
De todos modos, como mostró el debate posterior, en este in-
tento, que parece afectar la autonomía de la investigación científi-
ca, se encuentran formulaciones que podrían entenderse como
acercamiento al creacionismo norteamericano.14Ahora bien, las te-
orías de un «intelligent design» [dieseño inteligente], en cuanto se
entienden como teorías de las ciencias naturales o de la biología y
reivindican el Dios creador como explicación de ciertos fenómenos
observables en ciencias naturales, no sólo son científicamente pro-
blemáticas, sino también filosófica y teológicamente.15 La distin-
ción entre fe y ciencia, y las distinciones de las diversas formas de
racionalidad, no sólo son una fatalidad desde el punto de vista de
la teología; por desgracia, también son practicadas y queridas por
la fe cristiana.16 En un sentido más amplio, se trata en esta discu-
sión no sólo de la pretensión de racionalidad de la fe en Dios y en
la creación, sino también de la posibilidad de reconocer el carácter
de creación del mundo. Desde la literatura sapiencia1 del Antiguo
Testamento hasta la apologética actual, ésta se ve sobre todo en el

14. SCHONBORN 2005. A continuación hubo un amplio debate en los medios


de comunicación.
15. Cf. PETERSON 2002; SHANKS 2004; ({Intelligentdesign», en Wikipedia, the
fiee encyclopedia 2005.
16. Cf. el resumen de WIEDENHOFER 1999.
carácter de orden y finalidad en el mundo, y en el discurso sobre el
plan de creación de Dios, sobre el orden de la creación.
No hay duda de que esta interpretación forma parte de la tradi-
ción de la fe cristiana. Defenderla y transmitirla es una tarea pri-
mordial de la teología y de la pastoral.
Pero si uno quiere hacerlo de manera convincente, es preciso
que se eviten las falacias. Al menos, es preciso tener en cuenta dog-
máticamente el carácter complejo de la acción de Dios en la es-
tructura básica de la fe cristiana. Si uno parte de la estructura tri-
nitaria básica de la fe cristiana y sobre esta base estructura la
tradición bíblica y teológica y el grupo de metáforas que se usan
para describir la acción de Dios, uno no sólo recibe referencias a
un orden de la creación, a un plan de Dios, etc., sino una respues-
ta mucho más compleja:17 la presencia de Dios en el mundo es la
confluencia de su presencia cósmica (la creación como un deter-
minado contexto de orden determinado por la sabiduría de Dios,
desde la cual nos habla la voz de Dios), de su presencia en la histo-
ria (la Historia de la Salvación como expresión del obrar de Dios
que juzga, salva, libera, perdona y cura, que culmina en Jesucristo)
y su presencia interna y espiritual (unión con Dios en la oración,
en el culto y en la mística).''
En el modelo actualista o de acción, que se expresa sobre todo
con metáforas de acción humana, ejercicio de dominio real y de au-
toridad judicial, Dios aparece preferentemente como instancia tras-
cendente y personal que actúa. Este modelo es problemático, por-
que incluye un concepto de acción antropomórfico, pues se trata
de intervenciones individuales de carácter causal y espontáneo, que
acarrean intencionadamente cambios concretos en los aconteci-

17. Cf. sobre esto BERTRAND 1993; VILLWOCK1996; BERNHARDT


1999.
18. Para lo que sigue cf. BERNHARDT 1999,440-442.
mientos del mundo, según el modelo de una relación del medio res-
pecto al fin. Este modelo, por tanto, debe ser ampliado, por ejem-
plo, mediante la distinción entre un obrar instrumental-producti-
vo y un obrar informativo-comunicativo, así como mediante la
admisión del factor expresivo y lúdico del concepto de obrar.
En el modelo sapiencia1 o modelo de orden, que se sirve de me-
táforas de la acción teológicamente ordenadora que forma estruc-
turas (por ejemplo, con imágenes de crecimiento, de planificación
racional de una serie de sucesos orientados a un fin o de la cons-
trucción de un instrumento mecánico perfecto), se pone en el cen-
tro el orden del ser configurado por Dios. Este modelo es proble-
mático, porque constriñe (temporal o trascendentalmente) el obrar
divino al nivel de la constitución de la creación, así como por su
tendencia al deísmo (Dios como constructor omnisciente de la má-
quina del mundo), o al panteísmo (Dios como alma del mundo,
mundo como cuerpo de Dios), o al determinismo.
En el modelo de la presencia operativa o del campo de fuerza
interno, que se sirve de metáforas de energía interpersonal y trans-
personal -como, por ejemplo, la fuerza del amor o la presencia con-
soladora, protectora o salvadora de una persona de referencia sig-
nificativa, de imágenes de un entorno de salvación-, la acción de
Dios aparece como la fuerza eficaz sobrenatural, sobremecánica y
suprapersonal en el sentido del panenteísmo. Lo problemático de
este modelo es que aquí se sugieren ideas de connotación personal
del obrar de Dios, así como por una relación emanativa entre Dios
y el mundo.
Si se tiene en cuenta que en estos tres modelos de acción o de
presencia de Dios se reflejan las tres experiencias fundamentales de
Dios según la profesión de la fe cristiana (Dios creador trascendente,
Dios redentor histórico y Dios interior consumador), entonces la
consecuencia hermenéutica de la profesión de fe significa que nin-
guno de estos modelos puede considerarse separado de los otros.
Como modelos, tienen únicamente sentido en combinación, com-
plemento y rectificación mutua.19 Todo intento de absolutización
y aislamiento de la idea de la creación es, por tanto, teológicamen-
te peligroso.
La misma fe bíblica en la creación está basada en experiencias
y motivaciones muy diversas. Aquí entra también la experiencia del
orden y la belleza del mundo. Sin embargo, el punto de partida do-
minante de la experiencia religiosa y de la interpretación del mun-
do como creación no es una experiencia de sobreabundancia, de
belleza y de orden («Bebe, ojo, lo que aguanta tu pestaña de la pro-
fusión dorada del mundo», dice el final del poema Himno a la no-
che de Gottfried Iceller), sino la experiencia fundamental universal
de la ambivalencia e inestabilidad del mundo, de la coexistencia
del nacer y del morir, de la amenaza constante de la nada sobre el
ser, del caos sobre el orden, de la muerte sobre la vida. Por esto, la
fe en la creación es, ya desde su origen, una parte de la soteriolo-
gía religiosa, una certeza contrafáctica que otorga esperanza y fir-
meza: a pesar de todas las apariencias, el mundo tiene un funda-
mento bueno y digno de confian~a.~'
Por tanto, desde el punto de vista de la teología, la idea de un
orden y un plan de la creación y con ello también el concepto de
un diseño inteligente se han de usar con mucha prudencia. Siem-
pre que la cuestión de la teodicea, la soteriología y la escatología se
vea ensombrecida, la fe en la creación también corre el peligro de
ser malinterpretada.

19. Bernhardt, en cambio, se decide como modelo básico por el de la presen-


cia operativa; BERNHARDT1999,441 y SS.
20. Cf. ELIADE1994; Wiedenhofer 2000.
3. Resumen
La interpretación dogmática de la fe cristiana en la creación ha con-
ducido al siguiente resultado:
En relación al sistema y camino de la fe (pasos 1y 2) se muestra
que el concepto de creación está situado de muchas maneras en la
experiencia cristiana fundamental y en una variedad de formas muy
variadas de testimonios a lo largo de la historia. Se trata de un con-
cepto extremadamente complejo y tenso. Y respecto a su racionali-
dad (paso 3), el concepto unitario de creación tiene que desarrollar-
se al mismo tiempo como concepto trascendental y categorial.
En el primer caso, la creación es una parte central de la estruc-
tura cristiana de la conciencia que, entre otras cosas, garantiza
que, a la vista de la ambivalencia del mundo, la pregunta por la sal-
vación obtenga una respuesta esperanzadora, incluso en las peores
crisis. En este sentido no hay interferencia alguna con el concepto
de mundo de las ciencias naturales y, por tanto, no hay conflicto
alguno.
En el segundo caso (el concepto categorial de la creación), la cre-
ación es una parte del mundo religioso, una parte de una visión re-
ligiosa del mundo. Aquí es inevitable la interferencia con el con-
cepto filosófico y científico del mundo. Si es necesario demostrar
la pretensión de racionalidad y verdad de la fe en la creación, en-
tonces es también necesario hallar una mediación entre el mundo
de la fe, por una parte, y el del pensar y el saber, por otra. Esta me-
diación debe incluir entonces la diferencia básica de los modos de
experiencia.

Bibliografía
AHN,GREGOR (1999): «Schopfer/Schopfung 1. Religionsgeschich-
tlicho, en Theologische Realenzyklopadie, vol. 30, págs. 250-258.
AHN,GREGOR; I<RATZ, REINHARD G.; SPIEKERMANN, HERMANN Y
OTROS (1999): «Schopfer/Schopfung», en Theologische Rea-
lenzyklopadie, vol. 30, págs. 250-355.
BAYER, OSWALD (1999): «Schopfer/Schopfung VIII. Systematisch-
theologisch», en Theologische Realenzyklopadie, vol. 30, págs.
326-348.
BERNHARDT, REINHOLD (1999): Was hei$t,,Handeln Gottes"? Eine Re-
konstruktion der Lehre von der Vorsehung, Gütersloh.
BERTRAND, GUY-MARIE (1993):La révélation cosmique dans la pen-
sée occidental, Montréal, Bellarmin.
ELIADE, MIRCEA (1994):I<osmos und Geschichte. Der Mythos der ewi-
gen Wiederkehr, Francfort. [El mito del eterno retorno: arqueti-
po y repetición, Barcelona, Ediciones Altaya, 1994.1
ELSAS,CHRISTOPH (1996~):«Schopfung 1. Religionsgeschichtlich»,
en Evangelisches Kirchenlexikon, vol. 4., Gotinga, págs. 92-97.
ELSAS, CHRISTOPH; CRENSHAW, JAMES L.; HORN,FRIEDRICH WILHELM,
Y OTROS (19963):«Schopfung»,EvangelischesI<irchenlexikon, vol.
4., Gotinga, págs. 92-109.
GANOCZY, A.; I<LIMKEIT, H.-J.; SCHREINER, P.; MALEIC, R. (1992):
«Welt/Schopfung»,en WALDENFELS, HANS(DIR.),
Lexikon der Re-
ligionen. Phanomene - Geschichte - Ideen. Friburgo, págs. 698-
707.
GRESHAICE, GISBERT (1997'): Der dreieine Gott. Eine trinitarische
Theologie, Friburgo [ElDios uno y trino: una teología de la Tri-
nidad. Barcelona, Editorial Herder, 20011.
GRUBER, FRANZ(2001): Im Haus des Lebens. Eine Theologie der
Schopfung, Ratisbona.
GUNTON,COLINE. (1998): The Triune Creator: A Historical and
Systematic Study, Grand Rapids [Michigan],Wm. B. Eerdmans.
«Intelligent design», de Wikipedia, la enciclopedia libre (2005).
International Theological Commission (2004): «Communion and
Stewardship: Human Persons Created in the Image of God»
(23 de julio de 2004): http://www.vatican.va/roman~curia/con-
gregations/cfaith/cti~documents/rc~con cfaith -doc-20040723-
commu- nion-stewardshipen.htrn1
JULLIEN, FRANCOIS (1996):Procds ou création. Une introduction a la
pensée chinoise. Essai de problématique interculturelle, París,
Seuil.
I<ASPER, WALTER (1977): ~Dogmatikals Wissenschaft. Versuch ei-
ner Neubegründung~,en Theol. Qu., 157, págs. 189-203.
KESSLER, HANS(1996): «Gott, der kosmische ProzeB und die Frei-
heit. Vorentwurf einer transzendentaldialogischen Schop-
fungstheologie», en Fuchs, Gotthard; I<essler, Hans (dirs.),
Gott, der Kosmos und die Freiheit. Biologie, Philosophie und The-
ologie im Gesprach, Würzburgo, págs. 189-232.
I<ESSLER, HANS(2000): «Schopfung V. Systematisch-theologisch»,
en LThIC? vol. 9. Friburgo, col. 230-236.
KRATZ,REINHARD G.; SPIEKERMANN, HERMANN (1999): «Schop-
ferlschopfung 11. Altes Testament», en Theologische Realenzy-
klopadie, vol. 30, págs. 258-283.
I<RAUS, GEORG (1997): Welt und Mensch. Lehrbuch zur Schopfungs-
lehre, Francfort
LUKE,ULRICH(20012):,Als Anfang schuf Gott ..."Bio-Theologie.
Zeit - Evolution - Hominisation, Paderborn.
MAIER,BERNHARD; ZENGER, ERICH;HOPPE,RUDOLF, Y OTROS (2000):
«Schopfung», en LThI(3, vol. 9, Friburgo, col. 216-239.
MOHN,JURGEN (2003): «Schopfungsvorstellungen (Anfang und
Ende)», en Figl, Johann [dir.]. Handbuch Religionswissenschaft.
Religionen und ihre zentralen Themen, Innsbruck; Viena, págs.
612-627.
MOLTMANN, JURGEN (1980): Trinitat und Reich Gottes. Zur Gottes-
lehre, Munich [Trinidad y reino de Dios, Salamanca, Ediciones
Sígueme, 1986.1
MOLTMANN, JURGEN (1993~):Gott in der Schopfung. Okologische
Schopfungslehre, Munich. [Dios en la creación, Salamanca, Edi-
ciones Sígueme, 1987.1
MUTSCHLER, HANS-DIETER (2005):Physik und Religion. Perspektiven
und Grenzen eines Dialogs, Darmstadt.
NEVILLE,ROBERT CUMMINGS (1991): Behind the Masks of God: An
Essay Toward Comparative Theology, Albany, Nueva York, Sta-
te University of New York Press.
PANNENBERG, WOLFHART (1991):Systematische Theologie, vol. 2. Go-
tinga. [Teología sistemhtica, Madrid, Universidad Pontificia de
Comillas de Madrid].
PEACOCK, ARTHUR (1998): Gottes Wirken in der Welt. Theologie im
Zeitalter der Naturwissenschaften, Francfort.
PETERSON, GREGORY R. (2002): «The intelligent-design movement»,
en Zygon 37, núm. 1, págs. 7-23.
POLKINGHORNE, JOHN (2000):An Gottglauben im Zeitalter der Na-
turwissenschaften. Die Theologie eines Physikers, Gütersloh.
POLKINGHORNE, JOHN (2001): Faith, Science and Understanding,
New Haven; Londres, Yale University Press.
RICOEUR, PAUL(1998): «Penser la Création», en LaCocque, André;
Ricoeur, Paul (dirs.), Penser la Bible, París, Seuil, págs. 57-102.
[Pensar la Biblia: estudios exegéticos y hermenéuticos, Barcelo-
na, Editorial Herder, 2001.1
SCHAEFFLER, RICHARD (1973): Religion und kritisches Bewujtsein,
Friburgo; Munich.
SCHAEFFLER, RICHARD (1974): «Der I<ultus als Weltauslegung», en
Fischer, Balthasar (dir.), I<ult in der sakularisierten Welt, Ratis-
bona, págs. 9-62.
SCHAEFFLER, RICHARD (1977): «I<ultischesHandeln. Die Frage nach
Proben seiner Bewahrung und nach Icriterien seiner Legitima-
tion», en Schaeffler, R.; Hünermann, P. (dirs.), Ankunft Gottes
und Handeln des Menschen. Thesen über I<ult und Sakrament,
Friburgo, págs. 9-50.
SCHAEFFLER, RICHARD (1989):Das Gebet und das Argument. Zwei
Weisen des Sprechens von Gott. Eine Einfuhrung in die Theorie
der religiosen Sprache, Düsseldorf.
SCHAEFFLER, RICHARD (1991): «Aussagen über das, was ,,Im Anfang"
geschah. Von der Moglichkeit, sie zu verstehen und auszulegen~,
en Internationale Katholische Zeitschrlft ,,Communio"20, núm.
4, págs. 340-351.
SCHAEFFLER, RICHARD (1995): Erfahrung als Dialog mit der Wir-
klichkeit. Eine Untersuchung zur Logik der Erfahrung, Friburgo;
Munich.
SCHAEFFLER, RICHARD (2004):PhilosophischeEinubung in die Theo-
logie, vol. 1-111, Friburgo; Munich.
SCHOCKENHOFF, EBERHARD (2005): «I<ann man glauben, um zu er-

l
l
kennen? Evolutionslehre und ,,Intelligent Design", gesehen im
Licht einer Theologie der Schopfung~,en Frankfurter Allge-
meine Zeitung (27 d'agost de 2005), núm. 199, pág. 44.
I SCHONBORN, CHRISTOPH (2005):«Finding Design in Nature», en The
I
New York Times (7 de julio1 de 2005), pág. 23.
SECKLER, MAX(1998): «Was heií3t eigentlich ,,Schopfung"?Zugleich
1 ein Beitrag zum Dialog zwischen Theologie und Naturwissens-

' chaft», en Dorschner, Johann [dir.]. Der I<osmos als Schopfung.


Zum Stand des Gesprachs zwischen Naturwissenschaft und The-
ologie, Ratisbona, págs. 174-214.
SHANKS, NIALL(2004): God, the devil, and Darwin: A critique of in-

~ telligent des@ theory Oxford, Oxford University Press.


VILLWOCK, JORG (1996): Die Sprache - Ein ,,Gesprach der Seele mit
Gott': Zur Geschichte der abendlandischen Gebets- und Olffen-
barungsrhetorik, Francfort.
~
1
WIEDENHOFER, SIEGFRIED (1996): «Hermeneutik 111. Systematisch-
theologisch», en LThK3, vol. 5. col. 6-7.
WIEDENHOFER, SIEGFRIED (1999): «Theologie als Wissenschaft. Eine
1 theologische Revisionn, en Franz, Albert [dir.], Bindung an die
Icirche oder Autonomie? Theologie im gesellschaftlichen Dis-
kurs, Friburgo, págs. 90-124.
WIEDENHOFER, SIEGFRIED (2000): azur religiosen Hermeneutik des
Bosen~,en Icessler, Hans (dir.), Leben durch Zerstorung? Über
das Leiden in der Schopfung. Ein Gesprach der Wissenschaften,
Würzburgo, págs. 181-204.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS*

l
i
JosephRatzinger - papa Benedicto XVI
«Schopfungsglaubeund Evolutionstheorie», en SCHULZ, H. J. [DIR.],
Wer ist das eigentlich - Gott?, Munich, 1969, págs. 232-245; tam-
bién en: Dogma und Verkündigung, Donauworth, 200S4, págs.
143-156.
Im Anfangschuf Gott. Vier Münchener Fastenpredigten über Schop-
l fing und Fall, Munich, 1986, reimpresión en: Im Anfang schuf
Gott. Vier Münchener Fastenpredigten über Schopfung und Fall.
- Konsequenzen des Schopfungsglaubens, 20052,Einsiedeln; Fri-
burgo, 1986 [En el principio creó Dios: cuatro sermones de Cua-
resma sobre creación y el pecado, Valencia, Comercial Editora
de Publicaciones, 20011.
Prólogo en: SPAEMANN, R.; I<OSLOWSKI, P.; LOw, R. [DIRS.],
Evolutio-
nismus und Christentum, Weinheim, 1986, págs. VII-IX.
«Das Christentum - die wahre Religion?», JOSEPH KARDINAL RAT-
ZINGER, Glaube, Wahrheit, Toleranz. Das Christentum und die
Weltreligionen, Friburgo, 20042,págs. 131-147. [Fe, verdad y to-
lerancia. El cristianismo y las religiones del mundo, Salamanca,
Ediciones Sígueme, 2005, págs. 156-1601.

* Muchos títulos de estas referencias bibliográficas estaban a disposición del


círculo de antiguos alumnos como material para preparar la sesión de estudios.
Peter Schuster, nacido el 1941, profesor de química teórica en la
Universidad de Viena, presidente de la Academia Austríaca de las
Ciencias
«From belief to facts in evolutionary theory», en LOFFLER, W.; WEIN-
GARTNER, P.[DIRS.],
I<nowledge and Belief: Wissen und Glauben, vol.
32 de ({WittgensteinAkten», Viena, obvahpt, 2004, págs. 353-363.
«Evolution and Design. The Darwinian view of evolution is a scien-
tific fact and not an ideology», en Complexity, vol. 11 (2006),
núm. 1, págs. 12-15.
«,,Genetic Load und andere Gründe, warum das Leben nicht op-
tima1 sein kannn, en Weingartner, P. [dir.], Das Problem des
Übels in der Welt, Francfort, Peter Lang, 2005, págs. 51-67.
«Was ist Leben?~,en MAGERL, G.; KOMAREK, K. L. [DIRS.],Virtuali-
tat und Realitat. Bild und Wirklichkeit in den Naturwissens-
chajten, Wissenschajt - Bildung - Politik, vol. 2. Viena, Bohlau
1 Osterreichische Forschungsgemeinschaft, 1998. págs.. 114-142.
Diskussionsbeitrag, págs. 265-269.
((MolekulareEvolution», en ACHAM, I<. [DIR.],Geschichte der oste-
rreichischen Humanwissenschajten, vol. 2: ((Lebensraumund Or-
ganismus des Menschen», Viena, Passagen Verlag, 2001, págs.
295-328.
«Darwin und Chemie? Die chemischen Grundlagen der biologis-
chen Evolution», en Wiener Vorlesungen im Rathaus, vol. 126,
Viena, Picus Verlag, 2006.

Robert Spaemann, nacido el 1927, profesor emérito de filosofía


en la Universidad Ludwig Maximilian de Munich
Die Frage Wozu? Geschichte und Wiederentdeckung des teleologis-
chen Denkens, Munich; Zurich, 1981.
«Sein und Gewordensein. Was erklart die Evolutionstheorie?»,en
SPAEMANN, R; KOSLOWSKI, P. [DIRS.],
Evolutionstheorie und mens-
chliches Selbstverstandnis,Weinheim, 1984, págs. 73-91.
Prólogo en: Spaemann, R.; Low, R.; ICoslowski, P. [dirs.], Evolutio-
nismus und Christentum, Weinheim, 1986, págs. 1-5.

Paul Erbrich S.I., nacido el 1928, profesor emérito de filosofía


natural en la Escuela Superior de Filosofía de Munich.
Zufall. Eine naturwissenschaftlich-philosophischeUntersuchung
Stuttgart, 1988.
Makrokosmos - Mikrokosmos. Urprung Entwicklung und Probleme
der Physik, Stuttgart, 1996.
«Wie weit tragt Darwins Mechanismus von Zufall und Selektion?»,
en WEINGARTNER, PAUL[DIR.],Evolution als Schopfung? Ein
Streitgesprach zwischen Philosophen, Theologen und Naturwis-
senschaflern, Stuttgart, 2001.

Cardenal Christoph Schonborn, nacido el 1945, arzobispo de


Viena, miembro de la Comisión Teológica Internacional
«Schopfungskatechese und Evolutionstheorie. Vom Burgfrieden
zum konstruktiven I<onflikt», en SPAEMANN, R.; LOW,R.; KOS-
LOWSKI, P. [DIRS.],
Evolutionismus und Christentum, Weinheim,
1986, págs. 91-116.
Ziel oder Zufall? Schopfung und Evolution aus der Sicht eines ver-
nünfigen Glaubens, Friburgo, 2007.

Siegfried Wiedenhofer, nacido el 1941, profesor de teología


fundamental y dogmática en la Universidad Johann Wolfgang
Goethe de Francfort

El círculo de antiguos alumnos del Papa Benedicto XVI surgió


de las reuniones de doctorandos del profesor Joseph Ratzinger en
las Universidades de Bonn, Münster, Tubinga y Ratisbona. Los doc-
torando~y opositores a cátedra universitaria se reunieron por pri-
mera vez en 1978 con su antiguo profesor después de su consagra-
ción como arzobispo de Munich y de su nombramiento como car-
denal. Muy pronto, decidieron reunirse anualmente. En estas reu-
niones, se debatían temas de actualidad de teología y filosofía que,
en parte, también tocaban cuestiones referentes al ecumenismo o
al diálogo con otras religiones. Generalmente se invitaron para ello
a ponentes externos, pero también a veces asumieron esta tarea
miembros del mismo círculo. Estos debates teológicos se inserían
dentro de un marco de espiritualidad y se completaban con fre-
cuencia con un intercambio de experiencias, tanto con el cardenal
Ratzinger, más tarde, papa Benedicto XVI,como entre los asisten-
tes. Este libro documenta por primera vez las ponencias y el deba-
te de uno de estos encuentros.

Publicaciones: BAIER, W.; HORN,S. O.; PFNUR, V.; SCHONBORN, C.;


WIEDENHOFER, S. [DIRS.], Weisheit Gottes - Weisheit der Welt. Fes-
tschrif für Joseph Icardinal Ratzinger zum 60. Geburtstag, St. Ot-
tilien, 1987, 2 vols.
Cardenal Joseph Ratzinger, Vom Wiederaufinden der Mitte. Grun-
dorientierungen. Texte aus vier Jahrzehnten, Friburgo, 1997.
[Publicado por el círculo de antiguos alumnos y redactado por
S. O. Horn, V. Pfnür, V. Twomey, S. Wiedenhofer y J. Zohrer].
CARDENAL JOSEPH RATZINGER, Weggemeinschafi des Glaubens. Icir-
che als Communio, Augsburgo, 2002. [Publicado por S. O. Horn
y V. Pfnür]. [vers. cast.: Convocados en el camino de lafe: la Igle-
sia como comunión, Madrid, Ediciones Cristiandad, 20041.
TWOMEY SVD, VINCENT; BENEDICTO XVI,Das Gewissen unserer Zeit.
Ein theologisches Portrait, Augsburgo, 2006.
VERWEYEN, HANSJURGEN, Ratzinger, JosephlBenedicto XVI. Die Ent-
wicklung seines Denkens, Darmstadt 2007.
Prólogo
Cardenal Christoph Schonborn. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5

PONENCIAS ........................................ 23
Evolución y diseño. Ensayo
de inventario de la teoría de la evolución
Peter Schuster ........................................ 25
Descendencia y diseño inteligente
Robert Spaemann . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57
Apuntes al problema «creación y evolución»
Paul Erbrich, SJ ....................................... 65
Fides, Ratio, Scientia. En torno a la controversia
sobre el evolucionismo
Cardenal Christoph Schonborn. ........................ 79

DEBATE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101

ANEXO ............................................. 167


La fe en la creación y la teoría de la evolución
Distinción y punto de intersección
Siegfried Wiedenhofer. ................................ 169

Referencias bibliográjcas. .............................. 196

Potrebbero piacerti anche