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Lreacion
y evolución
UN ENCUENTRO CON EL PAPA
BENEDICTO XVI
EN CASTEL GANDOLFO
3. En H.J. SCHULZ (DIR.), Wer ist das eigentlich - Gott?, Munich, 1969, pág.
240-241. También en: BENEDIKTXVI / JOSEPH RATZINGER,Dogma und Verkündi-
gung, Donauworth, 2005, 4a edición, pág. 152-156.
y se desarrolla en sí mismo. Según esto el ser se entiende en
un sentido dinámico, como ser en movimiento y, bien en-
tendido, no da siempre vueltas sobre sí mismo, sino que avan-
za. Es verdad que se discute que sea correcto eso de aplicar
el concepto progreso a la cadena evolutiva, pues no se dis-
pone de medida alguna neutral que permita poder decir que
algo se pueda tener por mejor o por no tan bueno y, en con-
secuencia, que permita decir cuándo se puede hablar con
razón de progreso.
La relación especial que adopta el hombre con el resto de
la realidad ya le habilita de-todos modos para ver la pregun-
ta dirigida hacia sí mismo como punto de referencia: en tan-
to se trata de él, sin duda tiene derecho a ello. Y si el hom-
bre toma medidas en este sentido, entonces el sentido de la
evolución y su carácter de progreso es en definitiva indiscu-
tible, aunque a nadie se le escapa que la evolución puede des-
embocar en callejones sin salida y que su camino no irá siem-
pre en línea recta. Ir por rodeos es también camino, también
por rodeos se puede llegar a una meta; así lo muestra la evo-
lución misma. Naturalmente queda todavía abierta la cues-
tión de si entendiendo de esta manera el ser como camino
ya se da un sentido a la evolución en su totalidad y esta
cuestión tampoco no puede decidirse desde la teoría de la
evolución; esto es para ella una cuestión metódicamente
ajena; para el hombre viviente, en cambio, es la cuestión fun-
damental de todo. Las ciencias naturales, reconociendo co-
rrectamente sus propios límites, declaran hoy que esta cues-
tión indispensable para el hombre no puede responderse
desde las ciencias naturales, sino únicamente desde el mar-
co de un sistema defe. La opinión de muchos, que dicen que
el sistema de fe cristiano no es adecuado para ello, y que se-
ría necesario hallar otro nuevo, podemos pasarla por alto,
pues con ello afirman algo dentro de su propia decisión de fe
y fuera de su ciencia.
Con ello estamos ahora en condiciones de decir con pre-
cisión qué significa la fe en la creación con vistas a una com-
prensión evolutiva del mundo. Como la teoría misma de la
evolución no puede responder a la cuestión fundamental de
si se trata aquí de algo absurdo o algo con sentido, ello ya ex-
presa el convencimiento de que el mundo en su totalidad,
como dice la Biblia, procede del logos, esto es, de un sentido
creador y de que representa la forma temporal de su autorre-
alización. Desde nuestra comprensión del mundo, la creación
no es un comienzo lejano ni tampoco un comienzo repartido
en varios estadios temporalles, sino que afecta el ser como algo
temporal que va cambiando: el ser temporal en su totalidad
es abarcado por el único acto creador de Dios, lo que da uni-
dad a su división, en la que al mismo tiempo consiste su sen-
tido, que no podemos verificar, porque no vemos su totalidad,
pues nosotros mismos no somos más que partes suyas.
La fe en la creación no nos dice cuál es el sentido de la
creación, sino únicamente qué es: la suma de alzas y bajas del
ser en un estado de devenir son una consumación -que está
bajo el riesgo de la libertad- del pensamiento creador, a par-
tir del cual la consumación tiene su ser. Quizás así hoy pue-
da entenderse mejor lo que siempre dijo la doctrina cristia-
na de la creación, pero que bajo la luz de los modelos de la
antigüedad no podía destacar debidamente: no hay que pen-
sar en la creación según el modelo del artesano que produ-
ce toda una serie de objetos, sino en el sentido creador del
pensamiento. Asimismo se hace de este modo patente que
la totalidad del movimiento del ser (no sólo su comienzo) es
creación, y que igualmente la totalidad (no sólo lo que llega-
rá más tarde) es realidad propia y movimiento propio. Resu-
miendo podemos decir: creer en la creación quiere decir en-
tender, en el marco de la fe, la evolución del mundo (explo-
rado por la ciencia) como un mundo lleno de sentido que
proviene del sentido creador.
Con ello también se perfila la respuesta a la cuestión so-
bre la creación del hombre, porque ya queda determinada la
decisión fundamental sobre la posición que toman el espíri-
tu y el sentido en el mundo: reconocer que el devenir del
mundo es el autoproceso de un pensamiento creador supo-
ne su referencia al espíritu creador, al Creator Spiritus. So-
bre esta cuestión se puede leer en Teilhard de Chardin esta
aguda observación: «Lo que distingue un materialista de un
espiritualista ya no es en absoluto (como en una filosofía es-
tancada) el hecho de que el materialista no admita en los se-
res una transición entre una infraestructura física y una
superestructura psíquica, sino únicamente, porque pone,
erróneamente, el punto definitivo de equilibrio del movi-
miento cósmico del lado de la infraestructura, esto es, de la
casualidad». Quizás haya en esta formulación detalles dis-
cutibles, pero me parece que da en el clavo: la alternativa en-
tre materialismo o una concepción del mundo determinada
por lo espiritual, entre casualidad o sentido, se nos presenta
hoy en forma de pregunta: ¿hay que mirar el espíritu y la vida
en sus formas ascendentes como una especie de moho que
se ha formado casualmente sobre la superficie de lo material
(esto es, de un ser que no puede comprenderse a sí mismo)
o, por el contrario, hay que ver el espíritu como meta de un
proceso en el que la materia es la prehistoria del espíritu? Si
se escoge esta segunda opción, entonces queda claro que el
espíritu no puede ser un producto casual de un desarrollo
material, sino, al contrario, que la materia representa más
bien un momento en la historia del espíritu. Y esto no es más
que afirmar con otras palabras que el espíritu es algo creado
y no puro producto de un desarrollo, aun cuando aparezca
en la manera del desarrollo.
Con esto llegamos al punto de poder responder la pre-
gunta sobre cómo puede coexistir la afirmación teológica de
una creación especial del hombre con una imagen evolutiva
del mundo. Tratar ahora esto en detalle excedería natural-
mente el marco de esta reflexión. Un par de indicaciones bas-
tarán sin duda. Para empezar habría que recordar que, in-
cluso respecto a la creación del hombre, la creación no
significa un comienzo lejano en el tiempo: con Adán se
quiere significar cada uno de nosotros, cada hombre en re-
lación directa con Dios. La fe no afirma del primer hombre
más que lo que afirma de cada uno de nosotros y, al revés,
no se afirma de nosotros menos que lo que se afirma del pri-
mer hombre.
Cada hombre es algo más que el simple producto de un
factor hereditario y del medio ambiente; nadie es puro re-
sultado de unos factores intramundanos calculables: el mis-
terio de la creación es superior a cada uno de nosotros. En-
tonces habría que recoger la idea de que el espíritu no puede
considerarse como algo extraño, como una segunda sustan-
cia distinta añadida a la materia. Según lo que ya hemos di-
cho, la presentación del espíritu significa que se pone en mar-
cha un movimiento hacia la meta que le ha sido asignada.
En definitiva habría que decir que precisamente la creación
del espíritu es lo que menos puede representarse como tra-
bajo manual de Dios que de repente hubiese puesto manos
a la obra en este mundo.
Si creación quiere decir dependencia del ser, habrá que
afirmar que una creación especial es también una dependen-
cia especial. La afirmación de que el hombre es criatura de
Dios de un modo más específico, más directo, dicho de un
modo no tan gráfico, significa sencillamente que el hombre
ha sido querido por Dios también de un modo específico: no
simplemente como ser que está ahí, existe, sino como un ser
que le conoce; no sólo como figura que Dios ha pensado,
sino como existencia capaz de pensar en Dios. Este ser espe-
cífico del hombre como querido y conocido por Dios es lo que
aquí llamamos creación especial. A partir de aquí deberá ser
posible establecer un diagnóstico sobre la forma de la huma-
nización: el lodo se convirtió en hombre en el momento en
que por primera vez un ser fue capaz, aunque fuera de un
modo confuso, de hacerse una idea de Dios. El primer tú di-
cho a Dios por boca humana, por balbuciente que fuera, se-
ñala el momento en que surgió el espíritu en el mundo. En
este momento se dio el paso decisivo de la humanización.
No es pues la capacidad de manejar armas o el fuego, no son
los nuevos métodos de crueldad o de explotación de la tierra
en provecho propio lo que hace que un hombre sea hombre,
sino su capacidad de relacionarse directamente con Dios. Esto
es lo que define la doctrina de la creación especial del hom-
bre; aquí está el núcleo de la fe en la creación. Y también aquí
está la razón por la que le es imposible a la paleontología po-
der fijar el momento de la humanización: humanización es el
surgimiento del espíritu que no es posible excavar con la pala.
La teoría de la evolución no excluye la fe. No la confirma tam-
poco. Pero requiere que la fe se entienda con más profundi-
dad y que de este modo sea una ayuda para que el hombre se
entienda mejor a sí mismo y que así llegue a ser más y más lo
que ya es: el ser que eternamente ha de decir tú a Dios».
4. Im Anfang schuf Gott. Vier Predigten iiber Schophng und Fall, Einsiedeln,
1996,2" edición, pág. 9. [Enel principio creó Dios: cuatro sermones de Cuaresma
sobre creación y el pecado, Valencia, Comercial Editora de Publicaciones, 2001,
Traducción de Salvador Casteliote Cubells].
5. Ibid.
6. JOSEPH KARDINALRATZINGER, Die Krise der Katechese und ihre Uberwindung.
Rede in Frankreich, Einsiedeln, 1983.
bien claro (ver no 283-285). Tampoco era cometido del catecismo
entrar en la discusión sobre la fe en la creación y la teoría de la
evolución. Para ello ya hay otras tribunas idóneas.
El 27 de noviembre de 1999, el cardenal Ratzinger pronunció
en una tribuna especialmente eminente -la Sorbona de París- un
discurso que, en mi opinión, es la exposición más detallada que sa-
lido de su pluma en relación con el tema que nos ocupa. Por este
motivo, sigue a continuación una larga cita de este texto?
EVOLUCIÓNY DISEÑO.
ENSAYO DE INVENTARIO DE LA TEORÍA
DE LA EVOLUCIÓN
1.Notas preliminares
Este ensayo trata exclusivamente del aspecto científico de la evolu-
ción biológica y, en este sentido, no pretende hacer afirmación al-
guna sobre implicaciones filosóficas o teológicas del pensamiento de
la evolución. Como en cualquier otra disciplina particular de la in-
vestigación de la naturaleza, los conceptos de la biología se deducen
de la interpretación de los resultados empíricos, y la teoría actual de
la evolución es un sistema de conceptos que no está en contradic-
ción con observaciones que puedan ser interpretadas. El mecanis-
mo más importante de la evolución biológica es el principio de
Darwin de la optimización por variación y selección. Pero también
se dan otros procesos evolutivos en la naturaleza de los seres vivos
que exigen otros mecanismos de descripción.
La biología actual es una disciplina que se encuentra en un es-
tadio de desarrollo rápido. Al igual que las teorías de otras espe-
cialidades de las ciencias naturales, los mecanismos de la evolución
biológica tampoco pueden ser explicados en detalle de un modo fe-
haciente. Las ciencias de la vida molecular ofrecen constantemen-
te nuevos puntos de vista de los procesos del mundo submicros-
cópico. La inclusión de resultados nuevos en la teoría obliga a una
ampliación dinámica de las observaciones científicas acerca del
acontecer en los sistemas vivos.
El funcionamiento del mecanismo darwiniano de la optimiza-
ción por variación y selección se experimentó en el laboratorio
mediante pruebas que dieron por resultado que en la probeta se pue-
den conseguir sintonizaciones exactas del reconocimiento molecu-
lar, que hasta ahora sólo se conocía en moléculas naturales. De aquí
que la teoría de la evolución se pueda presentar como teoría empí-
ricamente fundada y comprobada que, dentro de las ciencias natu-
rales, ocupa un rango semejante a otras teorías distintas de la físi-
ca, por ejemplo, la mecánica, la electrodinámica o la física cuántica.
A través de la genética poblaciones, también dispone de una for-
malización matemática.
La investigación científica de la evolución biológica se ocupa de
dos modos distintos de plantear el problema que conviene contem-
plar por separado: a) la investigación de los mecanismos de la evo-
lución que, en principio, pueden hacerse accesibles directamente de
un modo experimental, busca las causas físicas y químicas de los
cambios observados que posiblemente se reducen a procesos ya
conocidos; y b) la reconstrucción científica del origen y desarrollo
de nuestra biosfera representa una ciencia histórica, que tradicio-
nalmente se basa en la paleontología y que en los últimos cincuen-
ta años pudo aprovechar de forma creciente interpretaciones de re-
sultados adicionales de las investigaciones moleculares.
2. Darwin y Mendel
El principio de Darwin parte de tres observaciones: a) en la repro-
ducción de los seres vivos las propiedades de los padres se transmi-
ten a los hijos, b) los organismos dentro de una población no son to-
dos iguales o, dicho de otro modo, se da una variación natural de
propiedades, y c) en cada sistema ecológico se producen muchos más
descendientes de los que en comparación con los recursos disponi-
bles podrían sobrevivir. La causa de la variabilidad son pequeños
cambios constantes que no se pueden medir y que pueden ser con-
secuencia de un proceso de propagación no perfecto del todo. De es-
tas tres observaciones se sigue una consecuencia muy simple: todas
las propiedades que repercuten positivamente en el número de los
descendientes1 tienen un efecto de retroalimentación. Es decir, más
descendientes en la primera generación tienen todavía más descen-
dientes en la generación siguiente y en consecuencia más en la ter-
cera y así sucesivamente. Pero como sólo puede ser alimentado un
número determinado de descendientes,la variante más fructífera eli-
mina en último término todas las demás. En la figura 1 se muestra
un ejemplo impresionante: a pesar de que las dos variantes en su
fertilidad sólo se distingan en un 10%-once frente a diez descen-
dientes-, al cabo de unas 97 generaciones se invierte la composición
de la población, que pasa de una relación inicial de 99:l en perjuicio
de la variante más fructífera, a convertirse en un valor de 1:99.
Es interesante observar que las ideas de Charles Darwin a pro-
pósito de la transmisión hereditaria eran totalmente falsas.' Él cre-
ía en la transmisión hereditaria de las propiedades adquiridas,
pero no hacía distinciones entre la línea germina1 y las células so-
máticas. Esta distinción la hizo August Weismann por primera vez
~
l
4. ¿En qué se distingue la biología
de la física y química?
El desarrollo de la biología molecular empezó en los años cincuen-
ta del siglo pasado con la aclaración de las estructuras moleculares
de las dos clases más importantes, la proteína y los ácidos nucleicos.
10. Fagos, llamados más exactamente bacteriófagos, son virus que atacan a las
bacterias como si fuesen huéspedes. Por su relativa sencillez, los fagos fueron en
los primeros años de la biología molecular el método más importante para inves-
tigaciones sistemáticas.
za, tiene un final imprevisible, si no se da el caso de que uno de los
dos aliados pierda su capacidad de adaptación.
Ya en los años 60 del siglo pasado se llevaron a cabo experi-
mentos sobre la evolución con moléculas de ARN, a cargo de Sol
Spiegelman. Éste, puso el ARN procedente del fago Q en un me-
dio apto para la replicación y dejó que se reprodujera allí. Este me-
dio contiene todos los elementos necesarios para la síntesis del fago
ARN y una enzima que cataliza la replicación. Al cabo de un cier-
to tiempo en que el medio ya se había agotado por el uso, sobrein-
yectó una prueba pequeña en una probeta con un medio puro de
replicación y repitió unas cien veces este procedimiento. La forma
de proceder, que tiene un cierto parecido con la ejecución de los
experimentos con bacterias, se conoce con el nombre de «método
de transferencia en serie». El resultado de la serie de experimentos
fueron las moléculas de ARN que se propagan con mucha más ra-
pidez que las moléculas iniciales. Por medio de una concurrencia
dentro de la población de moléculas, se seleccionaron las varian-
tes en el sentido de la figura 1 que, bajo estas condiciones dadas,
fueron las que se propagaron con mayor rapidez. Los experimen-
tos de Siegelman fueron analizados por Manfred Eigen y Christof
Biebricher en el Intituto Max Plank para química biofísica de Go-
tinga con los métodos de la cinética de la reacción química y se in-
vestigaron con detalle, con el resultado de que el conocimiento que
tenemos hoy sobre la evolución en la probeta es equiparable al que
tenemos de cualquier otro proceso químico corriente. La evolución
en el sentido darwiniano es un fenómeno universal y no está vin-
culado a la existencia de vida celular. Esto se demostró con un ejem-
plo de reacción bioquímica.ll La evolución de moléculas de ARN
Códigogenético, Ribosoma
ARN como gen y enzima -+ ADN y proteína
16. Orgánulos celulares de las células animales son los mitocondrios que efec-
túan la obtención de energía química mediante oxidación con el oxígeno del aire.
En las células de las plantas existen además los cloroplastas que llevan a cabo la
fotosíntesis.
17. Para más información sobre la teoría endosimbiótica del nacimiento de la
célula eucariótica, cf. KUTSCHERA, Evolutionbiologie,pág. 149 y SS.
enfermedad cancerosa, así como los elementos criminales de una
sociedad humana tienen que ir a la prisión y puestos en cuarente-
na para evitar la ruina de la sociedad. En este sentido, la agrupa-
ción de los individuos en una asociación jerárquicamente superior
y más compleja ocasiona costos para poder mantener la coopera-
ción. Pero tanto las ventajas obtenidas por las sinergias como las
nuevas posibilidades creadas tienen que ser superiores a estos cos-
tos, para que la nueva unidad funcional no se arruine.
18. FRANCOIS JACOB, The Actual and the Possible, Pantheon Books, Nueva York,
1982. La palabra Tinkering corresponde a lo que actualmente llamamos bricolaje
que, con frecuencia, se entiende como trabajo poco importante o hecho con ma-
teriales menos valiosos. Últimamente la palabra Bricolage equivale más bien al
Do it Yourself (DIY). Un compendio especializado sobre la evolución como bri-
colaje se encuentra en: DUBOULE & WILKINS, «The evolution of "bricolage"»,en
Trends in Genetics , núm.14, pág. 54-59, 1998.
Ahora bien, como, en general, no hay ninguna necesidad de hacer
una segunda copia de un gen, con el tiempo se perdió una copia de
la mayoría de los genes duplicados. Algunas segundas copias de ge-
nes asumieron nuevas funciones aumentando así el repertorio de
las propiedades genético-metabólicas del organismo. Argumenta-
ciones parecidas se hicieron a partir de dos duplicaciones de ge-
noma en los vertebrados hace 200 millones de anos. Se ha dado
cuenta de otras duplicaciones más recientes a propósito de ranas y
peces. Asimismo, son especialmente frecuentes los indicios con-
tundentes de duplicaciones genómicas en algunas líneas filogené-
ticas vegetales.
Condicionadas por las duplicaciones de genes o del genoma,
las moléculas idénticas o muy parecidas asumen dos o más fun-
ciones en el organismo. Una consecuencia de ello es la necesidad
de unos mecanismos de regulación más sutiles para impedir fun-
ciones erróneas. Es fácil imaginar que mediante procesos continuos
de esta clase, las funciones de regulación y de control se hacen
progresivamente más complejas. Hay biólogos que ven en la com-
plejidad progresiva de los organismos en el transcurso de la evolu-
ción una consecuencia del principio del bricolaje. Hay que supo-
ner que el aumento en complejidad tiene varias causas; el principio
de la apertura de nuevas posibilidades por medio de duplicación
del material genético y la variación de los duplicados no necesarios,
son ciertamente algunas de estas causas.
Desde otro punto de vista, la complejidad de las formas supe-
riores de vida ha de llevarnos a la siguiente conclusión: presentamos
aquí el desarrollo evolutivo del ojo como ejemplo de evolución de
un órgano complejo que puede seguirse y analizarse sobre base
molecular. Tienen ojos, entre otros, los vertebrados, los cefalópodos
y los insectos. En la biología convencional se consideraban estos tres
órganos de visión -junto con otros ojos más primitivos- como tres
formas independientes de evolución. Unas investigaciones más re-
cientes de Walter Gehring,lgno obstante, han mostrado que todos
los ojos conocidos tienen un origen evolutivo común: genes idénti-
cos o muy afines controlan el desarrollo del ojo en organismos muy
distintos. Además, parece que hay que buscar una única molécula
sensible a la luz, que apareció por primera vez ya hace mucho tiem-
po y que se ha de fechar en las formas primitivas de vida del Pre-
cámbrico temprano o quizás ya antes. Un detalle interesante refe-
rente a las tres especies de ojo que antes hemos mencionado se
refiere a la manera como las células fotosensibles se ponen en con-
tacto con las neuronas. En dos casos, esto es, en los cefalópodos y
en los insectos, la evolución ha producido una construcción técni-
camente correcta: las neuronas abandonan las células fotosensibles
por el lado de la retina contrario a la incidencia de la luz. Y en un
caso -como ya hemos dicho- las fibras nerviosas abandonan la re-
tina por el lado equivocado, por el lado de la incidencia de la luz, y
como el fascículo nervioso tiene que ir al cerebro a través de la re-
tina, ello condiciona la mancha ciega de nuestro ojo. Ahora bien, si,
como en el caso de nuestro ojo altamente complejo, hay un camino
evolutivo que, a partir de una célula con un pigmento sensible a la
luz, conduce al ojo perfecto, entonces no es difícil imaginar que este
camino se fue señalando por medio de repetidas mejoras. En defi-
nitiva, poseer una célula fotosensible es sin duda una ventaja frente
al organismo incapaz de saber de dónde viene la luz.
El bricolaje evolutivo bien merece respeto y admiración. El prin-
cipio Do-It-Yourself(D1Y) de la autoorganización biológica ha pro-
20. Se llama así el principio de economía que dice que «no hay que multipli-
car entes sin razón suficiente» (N. del T.).
55
misión de la biología de la evolución sea también inevitable, de ma-
nera que una intervención tal, tanto si se da como si ya se ha dado,
no pueda ser objeto de reflexión científica. De nuestros colegas de
los campos de la astrofísica y la cosmología sabemos que dan ex-
plicaciones semejantes sobre el desarrollo del cosmos hasta la for-
mación de nuestra Tierra. El desarrollo a partir del Big Bang hasta
el hombre y posiblemente más allá del hombre, aparece como un
proceso cósmico unitario.
Para acabar quisiera cometer una cierta infidelidad respecto a
mi propósito de hablar solamente sobre ciencias naturales y añadi-
ré una observación personal. Lo que a mi me fascina y conmueve
es el corredor relativamente estrecho que hay en la diversidad de
todos los mundos posibles, por el que pasa el camino iniciado con
la idea de un Big Bang hasta los conocimientos actuales del uni-
verso. Mis colegas del campo de la cosmología me explican que un
pequeño cambio en las constantes naturales daría lugar a mundos
completamente distintos. Para hacer posible la evolución prebióti-
ca o química que ha tenido lugar en la Tierra, fue necesario un mar-
gen bastante estrecho de temperatura, y el desarrollo de la biosfe-
ra, entendido como evolución biológica desde las formas de vida
primitivas hasta el ser humano, tuvo lugar a través de un número
pequeño de ojos de aguja determinados por las condiciones climá-
ticas y por otras condiciones ambientales adversas. La interacción
coronada por el éxito de esta gran cantidad de condiciones me pa-
rece extremadamente interesante y diría que es en este punto que,
sin aducir a intervenciones en el transcurso de la evolución bioló-
gica, hay un espacio para trazar un puente entre la teología y las
ciencias naturales.
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Figura 2: Las leyes de Mendel de la herencia: Todos los organismos poseen dos
ejemplares de (casi) todos los genes. El genoma se divide en genes individuales
antes de que se formen los descencientes, y las variantes (alelos) se combinan ar-
bitrariamente a partir del patrimonio genético. A nivel molecular, estos procesos
se describen mediante la división reductiva (la meiosis) en la que tiene lugar la re-
combinación de los genes. Según las leyes de Mendel, se dan unas relaciones en-
tre variantes que hoy se entienden como aproximaciones, de una manera pareci-
da en los casos límite. Se distinguen dos características diversas de genes: a ) la
manifestación intermedia que se da en los genotipos mixtos o heterozigotos que
traen cada uno de los dos alelos diferenciados (en la figura esto se expresa con el
color rosa que es un color intermedio entre el blanco y el rojo), y b) la caracterís-
tica dominante/recesiva, en la que los heterozigotos muestran el mismo fenotipo
que los homozigotos del alelo dominante.
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Figura 2: Las leyes de Mendel de la herencia: Todos los organismos poseen dos
ejemplares de (casi) todos los genes. El genoma se divide en genes individuales
antes de que se formen los descencientes, y las variantes (alelos) se combinan ar-
bitrariamente a partir del patrimonio genético. A nivel molecular, estos procesos
se describen mediante la división reductiva (la meiosis) en la que tiene lugar la re-
combinación de los genes. Según las leyes de Mendel, se dan unas relaciones en-
tre variantes que hoy se entienden como aproximaciones, de una manera pareci-
da en los casos límite. Se distinguen dos características diversas de genes: a ) la
manifestación intermedia que se da en los genotipos mixtos o heterozigotos que
traen cada uno de los dos alelos diferenciados (en la figura esto se expresa con el
color rosa que es un color intermedio entre el blanco y el rojo), y b) la caracterís-
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Parásito
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Replicadores enlazados
funcionalmente
Parásito
Nivell IV:
Nueva unidad de la selección
-
Parásito
Nivell V:
Unidades independientes
en competencia
Nivell II:
Catálisis y competencia
en la replicación Parásito
Nivell III:
Replicadores enlazados
funcionalmente
Parásito
Nivell IV:
Nueva unidad de la selección
Parásito
Nivell V:
Unidades independientes
en competencia
APUNTES AL PROBLEMA
«CREACI~N Y EVOLUCION>>
111
Si uno quiere describir brevemente y con claridad objetos técni-
cos, entonces indica para qué sirven. Esta finalidad se puede leer
con comprensión técnica en las estructuras mismas, sin necesidad
de preguntar al constructor qué objetivos había perseguido. Con
razón las estructuras técnicas se llaman útiles.
Ahora bien, llama la atención que las estructuras útiles sólo se
encuentren en el reino de los seres vivos, en la biosfera. Toda la téc-
nica humana también se sitúa en este ámbito. Fuera e indepen-
dientemente de la vida no se encuentran rastros de utilidad, a lo
sumo se puede hablar de idoneidad para fines de la biosfera.
Antiguamente se creyó que la densidad mínima del agua a más
de 4" C en vez de a O" C era una propiedad útil del agua para evi-
tar que el agua de los océanos y de los lagos se helase hasta el fon-
do, lo que haría imposible la vida superior. Hoy sabemos que esta
propiedad es una consecuencia inevitable de la fuerte polarización
de la molécula del agua. Nadie afirma que dos orbitales diferentes
(2s y 2p) en la corteza exterior de los electrones de un átomo de
carbono, se hayan convertido, contra todo pronóstico, en cuatro or-
bitales q iguales en los ángulos de un tetraedro, con la finalidad de
hacer que el carbono se enlace por cuatro lados. No son más que
consecuencias de las leyes de la mecánica cuántica. Nadie se atre-
verá a decir que el sol tiene tanta masa a@ de que en su interior
puedan generarse temperaturas de 20 millones de grados y sea po-
sible así la fusión de núcleos atomares. La masa real del sol depen-
de únicamente de la masa de polvo y gases que hay en su proximi-
dad y que así puede atraer e incorporar. Si por casualidad esta masa
hubiese sido esencialmente más pequeña, se habría formado una
enana marrón; y si hubiese sido esencialmente más grande, se ha-
bría convertido en una gigante azul. En el primer caso, hoy ya ha-
ría tiempo que el sol se habría apagado; en el segundo, habría ex-
plotado antes de haber podido formar los planetas. Entre una y otra
posibilidad hay muchos estados intermedios.
La diferencia que hay entre un ámbito con estructuras técnicas
útiles y otra sin tales estructuras es uno de los contrastes más mar-
cados de nuestro cosmos. Aquí hay un salto que debería inquietar
a todo teórico de la evolución. Parece que por definición habría que
creer que la evolución es como una curva lisa ascendente, descen-
dente, oscilante o como sea, parecida a la órbita de un satélite que
se precipita sobre la Tierra, en una espiral que se estrecha progre-
sivamente. O quizás hay que imaginar que la curva de la evolución
no es lisa sino formada por unas transiciones discretas, transicio-
nes lo más pequeñas posible, evitar grandes saltos.. .
¿Qué pasa ahora? Cambio de lenguaje: ahora ya no se habla de
utilidad, sino de complejidad. Pero la complejidad se da en todas
partes, también en el campo de los seres no vivos. El sistema cli-
mático de la Tierra, por ejemplo, es enormemente complejo; tam-
bién lo son los modelos de clima. Los ordenadores gigantes que
intentan simular 100 años de clima a nivel planetario rechinan du-
rante semanas enteras para solucionar el problema. Que los seres
vivos, una bacteria, por ejemplo, sean complicados, no es necesa-
rio decirlo. Pero la complejidad tiene grados; el salto desaparece.
La utilidad, en cambio, no admite grados, tan pocos como el em-
barazo. Naturalmente dentro de la esfera de lo útil hay grados. Hay
estructuras útiles altamente complejas y otras simples y sencillas.
En consecuencia, si sólo se habla de complejidad, entonces des-
aparece el salto fatal, y los teóricos de la evolución pueden respirar
otra vez aliviados.
El cambio de lenguaje tiene la ventaja de que entonces se pue-
de evitar la palabra útil, pues huele a teleología, si bien se trataría
de una teleología estática, por tanto, inofensiva. Las cosas útiles en
sí no aspiran a nada para sí, no tienen intereses ni necesidades. La
utilidad del ojo no es un objetivo que el ojo mismo tenga que per-
seguir: no hay ninguna teleología dinámica. En último término, la
utilidad del ojo es la finalidad de aquel que con el ojo quiera ver. En
este punto, hablar de Dios como diseñador, si existe, es algo toda-
vía completamente oculto. Es posible que la afirmación de la exis-
tencia de una finalidad ya implique que alguien ha determinado esta
finalidad, pero no lo presupone. Así, la comprobación de estructu-
ras útiles permite que aquello que estas estructuras han causado o
generado quede totalmente abierto.
Si, en cambio, uno no admite que el mencionado salto se eva-
pore por arte de magia, entonces se sigue que en el reino de lo or-
gánico tiene que haber unas causas activas que en el mundo de lo
inorgánico no hay, causas no físico-químicas, de manera que un re-
duccionismo consecuente tendría que parecer absurdo.
En el campo de lo inorgánico, de lo no vivo, todo aspira -si es
que aspiran a algo-, ya sea átomo o galaxia, al punto muerto del
equilibrio termodinámico que las circunstancias dadas permitan
conseguir (pueden darse obstáculos en el camino, por ejemplo, lu-
gares de potencial acumulado o flujos energéticos). Para los distin-
tos cuerpos inorgánicos los puntos muertos son distintos en el tiem-
po y en el espacio, pero, cada uno es su tipología, son iguales, esto
es, puntos muertos que ya no es posible abandonar, salvo que esto
venga impuesto desde fuera.
En el campo de lo orgánico, en cambio, la cosa es muy distinta.
Los seres vivos aspiran a unos objetivos específicos lejos del punto
muerto, y estos objetivos específicos son incalculablemente nume-
rosos y distintos. Lo hacen con un arsenal gigantesco de estructu-
ras y procesos útiles y técnicos que han recibido, en menor medi-
da, por herencia de sus predecesores, y que, en mayor medida han
conseguido ellos mismos a lo largo de la vida, con la finalidad de
oponerse al envite de la entropía y conseguir el objetivo específico
de un organismo capaz de reproducirse.
i
ello habría que añadir: si se demostrase científicamente que es in-
1 sostenible afirmar que el mundo dé testimonio de un plan y de un
I
i objetivo impuesto por Dios, entonces la fe en un Creador y en su
i
providencia sería también insensata. Luego la fe en una creación,
a lo sumo, podría basarse en un credo quia absurdum. Pero, en-
1
l tonces, una fe basada en un absurdo ya no sería ninguna fe, sino
1
una ilusión. ¿Acaso la fe en un Creador es una ilusión son posibi-
lidad de futuro, tal como intentó demostrar Sigmund Freud?
El Scholium Generale de Newton es parte de este debate. Según
él, la proporción justa de las órbitas de los planetas es un fenóme-
no que no tiene explicación a partir «de unas causas mecánicas».
Esta estructura <<elegantísima»únicamente puede haber surgido
de la decisión y del dominio de una inteligencia suprema. A partir
de los fenómenos de la naturaleza se llega con certeza al Creador.
¿Hay pues una demostración cosmológica de la existencia de
Dios? ¿NOhablan, sobre todo fenómenos especialmente complejos,
claramente a favor de un diseño inteligente en la naturaleza? New-
ton va todavía más lejos: de un juego ciego de casualidad y necesi-
dad no puede haber salido la variedad de seres. Pero la actual teo-
ría de la evolución afirma precisamente lo contrario: toda la
diversidad de especies ha salido de un juego sin plan de las fuerzas
de mutación y selección. Según Newton, la variedad de seres se
debe única y exclusivamente «a las ideas y a la voluntad» del Ser su-
premo. Y, según él, esta certeza se basa en sus investigaciones. LO
será que su fe en un Creador le hizo ver las cosas bajo esa luz? De-
jemos abierta esta cuestión
Primero recordemos la anécdota famosa que difundió Voltaire:
una tarde, estaba Newton sentado bajo un manzano en la finca de
1
sus padres. «Cayó una manzana. Newton lo vio, levantó la mirada
a la luna del cielo vespertino. Y en este momento formuló la pre-
gunta decisiva: «Si la manzana se cae al suelo, ¿por qué no se cae
también la Luna?» La fuerza de gravedad que hace que la Tierra
atraiga hacia sí la manzana, tendría que actuar también sobre la
Luna, a pesar de su mayor distancia de la ~ i e r r a »Pero
. ~ la Luna no
cae sobre la Tierra. Si estuviese quieta, lo haría. Pero como se
l
6. ST.JAKI, DarwinS Design, Port Huron, MI, USA, 2006, pág. 4.
7. A. WALKER, ~Schopfungund Evolution. Jenseits des Konkordismus*, en
Il'
Intern. Kath. Zeitschrz3 Communio, 2006, núm. 35, págs. 55-70, concretamen-
riante de la teoría de la evolución es conciliable con la fe en la crea-
ción.
1 Sobre esto escribe Adrian Walker (del John Paul 11 Institute,
1 Washington): «Un ejemplo clásico de la variante problemática de
l la teoría de la evolución es lo que yo llamo el darwinismo estricto:
la tesis según la cual la interacción entre mutación (genética) y se-
lección natural ya es una explicación suficiente del nacimiento de
nuevas formas de vida. Pues, si mutación y selección bastan para
explicar este nacimiento, propiamente no hay razón alguna que
diga por qué la materia ciega no pueda ser el origen primero de la
vida, tesis que no es conciliable con la doctrina cristiana de la crea-
~ión>>.~
Con frecuencia, se busca una solución diciendo que la biología
y las ciencias naturales, en general, son sólo metodológicamente ma-
terialistas, sin por esto acatar un materialismo ideológico. Pero
aun cuando esto fuera así, resulta evidente que esta opción meto-
dológica es también un acto espiritual que presupone razón, vo-
luntad, libertad. Esto ya bastaría para demostrar que la limitación
del método científico a unos procesos puramente materiales no
puede hacer justicia al conjunto de la realidad.
La frase de Newton, cuando sostiene que es tarea de la filosofía
natural hacer afirmaciones sobre Dios ex phaenomenis, a partir de
los fenómenos naturales, conserva toda su validez. La fe católica,
tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, afirma y man-
tiene que la razón puede reconocer con certeza, aunque no sin es-
fuerzo, la existencia del Creador a partir de los vestigios de la Crea-
ción.
¿Qué es, pues, lo que la razón puede reconocer? Primero, que
ella existe y que es algo más que sus condiciones materiales.
Permítanme que explique esto con un ejemplo anecdótico muy
plástico: el filósofo judío, germano-americano, Hans Jonas escribió
una obra tardía importante: «Ética de la responsabilidad». Para él es
obvio que no tiene sentido hablar de ética y de responsabilidad, si no
hay espíritu, alma, razón y libre albedrío. Los genes no asumen res-
ponsabilidad alguna. No son citados a comparecer en juicio, si pro-
ducen células cancerosas. Tampoco los animales se pueden hacer res-
ponsables de nada. Sólo los hombres tienen responsabilidad y tienen
(en última instancia, ante el Juicio Final) que dar cuenta de sus obras.
La vida diaria es una refutación continua del materialismo. En eco-
nomía, por ejemplo, tengo que cargar con mi responsabilidad. Las
abejas y las hormigas hacen trabajos increíbles, pero su conducta
está guiada por el instinto, por esto no son responsables de sus faltas.
Sólo los seres libres son responsables de sus faltas. Y aun cuando la
vida diaria refuta constantemente la visión materialista, siempre hay
personas inteligentes que caen este error. Por esto Hans Jonas deci-
dió que su «Ética de la responsabilidad» estuviera precedida por una
refutación del materialismo, en un librito titulado: Macht und Ohn-
macht der Subkektivitat [Poder e impotencia de la subjetividad]. Y
empieza con esta anécdota: tres jóvenes científicos, que con el tiem-
po llegarían a ser eruditos famosos, se reunieron en 1945 en Berlín y
«prestaron juramento ... para defender la verdad de que en el orga-
nismo no había otras fuerzas activas que las puramente físico-quí-
micas». Los tres guardaron fidelidad al juramento durante toda su
vida. Y sobre esto Hans Jonas hace el comentario: «En el caso del ju-
ramento se fiaron de algo que no era física en absoluto, su relación
con la verdad, es decir, el control sobre la conducta de sus cerebros,
que negaban en general en el contenido mismo de su compro mis^».^
10. A.N. WHITEHEAD, The Function ofReason, Princeton 1929, pág. 12.
11. F. DARWIN Y A.C. SEWARD, More letters of Charles Darwin, Nueva Cork,
1903, vol. 1, pág. 321.
La observación de la naturaleza, la investigación del Universo,
de la Tierra, de la vida, nos habla con una «overwhelmingeviden-
ce» [con una evidencia aplastante] de orden, plan, sintonía (fine-
tuning), intención y finalidad; así lo escribí en el New York Times.
La cuestión es sólo: ¿quién reconoce este diseño? Y ¿cómo puede
reconocerse? Darwin dice que en el detalle de la investigación de
la naturaleza no puede ver diseño alguno. Con el método estricta-
mente científico, cuantitativo, que toma medidas, esto no será nun-
ca posible. Sobre esto, dice Martin Rhonheimer: «Lo que realmen-
te podemos ver y observar en la naturaleza no son planes ni
intenciones, sino a lo sumo... el producto de todo ello. Vemos te-
leología, procesos orientados a un objetivo y un orden de la natu-
raleza útil y bello. Que el principio eficiente de estos procesos na-
turales sean de hecho "intenciones" y "planes inteligentes'; esto no
podemos observarlo. Lo que vemos en la naturaleza no es diseño,
sino algo que tiene que basarse en un diseño».12
En realidad, decimos constantemente que la naturaleza ha he-
cho esto o ha organizado aquello, como si la naturaleza fuese un
sujeto animado con un espíritu que se propone objetivos y que los
persigue. Incluso los darwinistas más estrictos y el mismo Darwin
hablan de la naturaleza de este modo antropomorfo, aun cuando
luego se corrigen y dicen como Julian Huxley: «Atfirst sight the bio-
logical sector seemsfull of purpose. Organisms ara built as ifpur-
posely designed... But as the genius of Darwin showed, the purpose
is only an apparent one» [A primera vista parece que el ámbito bio-
lógico está lleno de una finalidad. Los organismos están hechos
91
tura nihil est aliud quarn ratio cuiusdam artis, scilicet dinivae, in-
dita rebus, qua ipsae res rnoventur adfinern deterrninatum)». Y lo
ilustra otra vez con el ejemplo de la construcción de un barco: «es
como si el constructor de un barco pudiese dar a la madera la ca-
pacidad de moverse de manera que pudiese construir un barco))(In
Physic. lib. 2, 1. 14, n. 8).
Martin Rhonheimer comenta: «La naturaleza se comporta de
un modo adecuado (como si actuase de un modo inteligente y pla-
nificado); pero como en la naturaleza misma no pueden encontrarse
causas que actúen de un modo inteligente e intencional, luego esta
causa inteligente tiene que estar fuera de la naturaleza misma».
Así como un barco hace que preguntemos: ¿Quién lo ha cons-
truido?, igualmente la experiencia evidente de la orientación a un
propósito de orden y belleza en la naturaleza hace también que pre-
guntemos: ¿De dónde viene esto? La teoría de la evolución con su
método científico no está en condiciones de dar una respuesta a
esta pregunta, sólo puede investigar empíricamente en la naturale-
za las causas comprobadas y eficaces. «Por esto tampoco está en
condiciones de afirmar que la teoría de la evolución demuestre
que no exista ningún Dios planificador, cuyo Espíritu es causa de
la naturaleza y de su evolución».14
Unas palabras de George G. Simpson, que se citan con fre-
cuencia, dicen: «Mari is the result of a purposeless and rnaterialis-
tic process that does not have hirn in rnind. He was not planned~
[El hombre es el resultado de un proceso materialista y sin propó-
sito que no lo tiene en la mente. El hombre no ha sido planeado].15
Si Simpson hubiese dicho: con un método puramente cuantitativo
y mecánico la investigación científica no está en condiciones de des-
92
cubrir un plan del que podría proceder el hombre, su afirmación
tendría sentido. Pero esta manera de observar las cosas no es con-
forme a la naturaleza, es una opción intencionada, metódica y su-
mamente orientada a un objetivo.
Aquello que ha hecho posible los enormes éxitos conseguidos
por las ciencias naturales ha sido la limitación consciente de la ob-
servación hacia todo lo que es cuantificable, contable y mesurable,
a las condiciones y a las relaciones materiales. Pero sería sumamente
problemático después declarar que todo lo que por razones de mé-
todo se ha dejado al margen no existe, empezando por la razón y
el libre albedrío que hicieron posible esta elección metodológica.
Es cierto que el código genético del hombre se distingue muy
poco del de un chimpancé. Pero sólo el hombre es capaz de tener
la idea de investigar su propio código genético y también el del
chimpancé.
Permítanme que explique con un ejemplo en qué consiste la
cuestión de las fronteras del método científico. En el periódico Die
Zeit del 3 de agosto de 2006 se publicó un dossier extenso sobre la
cuestión médico ypaciente. El tenor de la consulta era que la ten-
dencia a convertir progresivamente la medicina en una técnica po-
nía en peligro el lado humano de la profesión médica, un viejo tema
que vuelve a estar de actualidad. Paul Tournier, el médico de Gi-
nebra fundador del movimiento de médicos «Médicine de la Per-
sonne», solía decir que el médico tiene dos manos y que necesita
las dos: la una representa sus conocimientos científicos del hom-
bre, del organismo y de su funcionamiento; la otra representa su
corazón, su intuición, su empatía. No puede prescindir de ningu-
na de estas dos manos, si quiere cumplir con sus deberes con el pa-
ciente. El hombre no es ninguna máquina, aun cuando su cuerpo,
por muchos motivos, conste de mecanismos complejos y grandio-
sos y de funciones materiales. Pero un buen médico no observará
al hombre sólo en este sentido. También tomará en serio su alma
como realidad. Sólo con la visión que George G. Simpson tiene del
hombre ningún médico cumplirá debidamente su cometido. Si esta
manera de ver se entiende como afirmación general sobre el hom-
bre, es una visión errónea.
La consecuencia decisiva que se saca de esta comparación con
el médico es: ambas manos -el instrumento cientljrico del médico
y su intuición adquirida en su experiencia, en la empatía y en el co-
nocimiento de los hombres- ambas forman parte de su ciencia mé-
dica. Sólo la conjunción de ambas hace un buen médico.
¿Podría este modelo ayudarnos a ver las cosas con mayor clari-
dad en el debate que aquí nos ocupa? Permítanme que explique esto
con tres ejemplos, que ponen sobre el tapete los típicos problemas
que debatimos en torno al evolucionismo.
1.El primer ejemplo es el concepto de especie. La famosa obra de
Darwin se titula The Origin of Species. Pero, ¿hay especies? ¿Puede
un método puramente cuantitativo abarcarlas? ¿Hay lugar para ellas
en la teoría de la evolución? ¿No es todo esto que llamamos especies
una instantánea en el ancho fluir de la evolución? ¿Son los concep-
tos de especie, género, reino (animal yvegetal) simples nomina nuda,
simples términos a los que no corresponde realidad alguna? En el
nivel de lo que puede contarse y medirse, especie y género son pala-
bras vacías. Pero el ojo del espíritu comprende muy bien que «ga-
tos» forman una especie (precisamente el Santo Padre, Benedicto
XVI, al que le gustan los gatos, puede confirmarlo).¿Querrá esto de-
cir que la distinción entre perros y gatos es algo no científico?
2. Se verá todavía más clara la necesidad de confiar en los ojos
del espíritu, si se trata del problema, que hoy se rechaza en general
como no cientljrico, por ser en último término metafísico, situán-
dose más allá de lo puramente material: el problema de la forma
esencial. «Mientras el sentido común cree que seres como árboles
o elefantes son cosas, esencias independientes que son más que la
suma de sus partes materiales que las componen, la teoría mate-
rialista de la evolución las reduce [...] a simples mutaciones epife-
nomenales de la materia, que de este modo se convierten en la
única realidad última esencial dentro del cosmos. En último tér-
mino, por tanto, no hay árboles ni elefantes: lo que hay son agre-
gados transitorios de propiedades materiales » a los que damos es-
tos nombres.16
Para superar, pues. la visión materialista del evolucionismo, hay
que recuperar urgentemente para la ciencia el concepto de forma
o figura (en el sentido de Aristóteles o de Goethe). El gran zoólo-
go suizo Adolf Pormann ha señalado especialmente este punto en
su crítica al darwinismo. Todo ser vivo se presenta como figura,
como expresión de una interioridad que es algo más que la suma
de sus componentes materiales. La investigación bioquímica pue-
de prescindir, desde el punto de vista metodológico, de la cuestión
de la forma, de la figura, pero a la larga, si no quiere convertirse en
ciencia ciega, no puede evitar preguntarse qué es lo que en defini-
tiva hace que la planta y el perro sean lo que son.
Medir y cuantificar presupone siempre que el ser vivo, este hom-
bre, este animal, esta planta, existe como totalidad propia que pue-
de ser comprendida por el espíritu humano.
Así como el médico no puede mirar el hígado, el corazón o al-
gún otro órgano aislado, sino a este hombre cuyo corazón está en-
fermo o sano, así también el biólogo que investiga el ser vivo ten-
drá que intentar verlo también como un todo, en el que cada uno
de sus detalles son elementos de un todo viviente. Por decirlo con
palabras de Hans Urs von Balthasar, tendrá que esforzarse por lle-
gar a «la contemplación de la figura», sin la que todo instrumento
de medición es ciego. La contemplación de lafigura es el camino
para llegar a descubrir las huellas del Creador.
96
¿Qué consecuencias prácticas se deducen de estas reflexiones
esbozadas? De las muchas reflexiones que nos darían ocasión de
avanzar un poco más, escojo sólo dos.
1.¿Por qué razón el evolucionismo, con su materialismo ideoló-
gico, se ha convertido en algo así como sucedáneo de la religión?
¿Por qué sus representantes son con frecuencia tan agresivos y emo-
cionales? Me atrevería a afirmar que actualmente no hay otra teo-
ría científica que tenga en contra suya objeciones tan graves y que,
sin embargo, muchos la defiendan como algo totalmente sacrosan-
to. Las objeciones de más peso ya se conocen y se han repetido
con frecuencia:
- Los missing links, la falta de numerosas formas de enlace en-
tre las especies que, también después de 150 años de investigación
intensa, sencillamente no se han podido encontrar.
- El hecho, con frecuencia confesado, de que hasta ahora no se
haya podido demostrar que haya habido nunca una evolución que
haya pasado de una especie a otra.
- La imposibilidad en el contexto de la teoría de los sistemas
de que un sistema vivo (por ejemplo, el de los reptiles) se transfor-
me por medio de numerosas mutaciones pequeñas en otro siste-
ma vivo (por ejemplo, el de los pájaros).
- La problemática del concepto de survival of thefittest [su-
pervivencia de los más aptos]. Marco Bersanelli ha mostrado con
ejemplos, que muchas veces la supervivencia es un «juego de azar»,
una casualidad, una contingencia, y ningún argumento a favor un
fitness [una aptitud] especial. Los dinosaurios -y muchas otras es-
pecies- desaparecieron a causa de catástrofes y no porque no se
hubiesen adaptado.
Estos no son más que algunos de los problemas graves que tie-
ne la teoría. ¿Por qué, a pesar de ello, se ha podido establecer como
teoría científica?Porque hasta ahora no ha salido otra mejor. Y por-
que en su condición de teoría científica es sencilla y estética.
¿Por qué, entonces, está ideológicamente tan cargada hasta el
punto de convertirla en contraseña del materialismo? Porque es la
alternativa a la fe en la creación. Quien dice creación, también dice
necesidad del Creador. Si hay un lenguaje legible del Creador,
quiere decir que hay una llamada, una reivindicación del Creador.
Y de este lenguaje se sigue un deber, un orden ético, por ejemplo,
referente a la relación entre los sexos o a la protección de la vida.
Con el materialismo y el relativismo en el ambiente, fácilmente de
aquí se deduce una visión materialista de la evolución. No en vano
el evolucionismo ideológico se convirtió en señal científica tanto
del comunismo como del nacionalsocialismo. Para el social-darwi-
nismo económico, el evolucionismo justifica hoy una lucha por la
existencia sin fronteras en la vida económica.
No deja de tener su gracia que Richard Dawkins, uno de los 1í-
deres del darwinismo ideológico, diga en una entrevista, que no le
gustaría vivir en una sociedad darwinista, porque sería demasiado
inhumana.
2. Hay todavía otra razón que explica que el darwinismo sea tan
plausible. La fe en un Creador bondadoso, en su «progetto intelli-
gente che 2 il cosmo» [proyecto inteligente que es el Cosmos] (Papa
Benedicto XVI, en la audiencia general del 9 de noviembre de 2005)
se pone en duda a la vista de inmensas crueldades: ¿Por qué este
camino fatigoso de la evolución con sus numerosos intentos y ca-
llejones sin salida, con miles de millones de años de expansión del
universo, las explosiones gigantescas de estrellas nuevas, el hervir
de los elementos en fusiones nucleares de astros, máquina incan-
sable de la evolución, con sus numerosos arranques y exterminios,
sus catástrofes y crueldades hasta las incomprensibles brutalida-
des del vivir y el sobrevivir? ¿No será más sensato tener todo esto
por un juego ciego de casualidades de una naturaleza sin objeti-
vos? ¿NOes esto más sincero que los intentos de teodicea de Leib-
niz que desembocan en grandes carencias argumentativas? ¿No es
más plausible decir simplemente: «efectivamente, el mundo es
cruel»?
Para acabar nuestra reflexión, es necesario decir que no preten-
demos demostrar en todo el diseño inteligente de manera precipi-
tada, apologética. Como Job. Tampoco nosotros sabemos la res-
puesta que hay que dar al sufrimiento. Sólo hemos recibido una; es
Dios mismo quien nos la ha dado. El Logos, por el que todo fue
creado, tomó carne y, de este modo, también ha asumido toda la
historia del universo, de la evolución, con sus aspectos grandiosos
y también con los crueles. Asumió toda la negatividad del sufri-
miento, de la destrucción y sobre todo de todo el mal moral. La cruz
es la clave del plan y del designio de Dios. Por muy importante e
imprescindible que sea esforzarse en el campo de lafilosofía natu-
ral, la palabra de la cruz es la última sabiduría de Dios, pues por su
santa cruz ha reconciliado el mundo. Y la cruz es la puerta de la
resurrección.
El Papa Benedicto dijo en su primera predicación pascual: «La
resurrección de Cristo [. ..] es -si se nos permite utilizar aquí el len-
guaje de la doctrina de la evolución- la mutación mayor, el salto
absoluto decisivo hacia algo totalmente nuevo que ha sucedido en
la larga historia de la vida y de sus desarrollos: el salto hacia un or-
den totalmente nuevo que nos importa y que afecta toda la histo-
ria [...l. Es una irrupción en la historia de la evolución y de la vida
en general hacia una nueva vida futura; hacia un mundo nuevo, que
desde Cristo penetra continuamente en este mundo nuestro, lo
transforma y lo atrae hacia él» (Sermón de la Vigilia pascual, 15 de
abril de 2006).
Si la resurrección de Cristo es -por decirlo así- «la mutación
mayor» o, como dice el Papa Benedicto en el mismo sermón, la «ex-
plosión del amor que ha disuelto el entramado hasta entonces in-
disoluble de moriry devenir, entonces podemos decir también: aquí
está el punto final de la evolución. Desde este final, desde su per-
fección última se ve también su sentido. Aunque puede que cada
paso particular parezca algo sin dirección ni objetivo, desde la Pas-
cua se revela que el largo camino ha tenido un sentido. No puede
decirse el camino es la meta, sino la resurrección es el sentido del
camino.
DEBATE
El debate que se transcribe aquí tuvo lugar a contin~aciónde las
ponencias pronunciadas el 1 de septiembre ante el círculo de anti-
guos alumnos del Papa Benedicto XVI y que se repitieron el día 2 de
septiembre en presencia del Papa. En el texto se indica a qué po-
nencias se hace referencia.
1DE SETIEMBRE, SESIÓND E L A MAÑANA
Paul Erbrich: Es del todo sorprendente que sea posible simular con
sistemas moleculares una evolución darwiniana y mostrar así que
este mecanismo sin duda es realmente un mecanismo. Pero luego,
según pienso, el problema se da cuando se pasa de los modelos de
simulación a los organismos reales. Tomemos, por ejemplo, el
paso evolutivo que se dio con la aparición del oxígeno. Como el oxí-
geno es muy tóxico para las células, en un entorno con oxígeno, los
seres vivos tienen que desarrollar unas enzimas que destruyan in-
mediatamente los radicales con oxígeno que pudieran surgir al pe-
netrar el oxígeno en el interior de las células. El caso se hace más
complicado si además los enzimas quieren usar el oxígeno como re-
ceptor de electrones, para conseguir así una energía barata. Pera
ello, se necesitan docenas de enzimas que, por su interdependen-
cia, todos tienen que ser capaces prácticamente de funcionar a la
vez, no con el nivel de perfección actual, pero lo bastante para po-
der competir con las bacterias anaeróbicas que hasta ahora han te-
nido éxito. Aquí surge la pregunta sobre si este desarrollo habría
podido realizarse únicamente a partir del mecanismo darwiniano
de la casualidad (intercambio casual de bases, recombinación ca-
sual, duplicación casual de genes) con la consiguiente selección del
más apropiado. No basta decir que la naturaleza lo ha conseguido
a su debido tiempo.
l
va de la realidad. ¿Se reflexiona hoy todavía en este sentido? ¿Es le-
gítimo incorporar un concepto como éste? O ¿hasta qué punto se
toma hoy en serio que alguien, como Icen Wilber, quiera incorpo-
l rar la capacidad del sujeto de conocer y entender el mundo en una
1
1
cosmovisión?
* Los siguientes tres párrafos han sido reconstruidos de memoria por el padre
Erbrich. Robert Spaemann dio su aprobación.
mente posible). Un punto muerto (propiamente una nada) no es
de por sí capaz ser objetivo conseguido.
Peter Schuster: Muchas gracias, santo Padre. Quisiera dar una res-
puesta a un par de temas que usted ha apuntado con mucha preci-
sión. La teoría de la evolución es una ciencia en movimiento, y
sólo puede estar en movimiento mientras haya preguntas abiertas.
Si se respondiera a todas las preguntas, entonces, por decirlo así, la
ciencia habría muerto y ya no podría desarrollarse más.
Pienso aquí que se exige más a la teoría de la evolución que a
otras teorías. Pongo como ejemplo la física cuántica que contiene
algunos problemas difícilmente imaginables, como el fenómeno de
EPR (Einstein-Podolsky-Rosen), que afirma que las partículas ele-
mentales con un origen común siempre saben unas de otras, aun
cuando estén muy distantes entre ellas. Einstein lo propuso como
paradoja, y no obstante la física cuántica la aceptó como teoría. Y
no fue hasta los años noventa, esto es, setenta años más tarde, que
alguien pudo demostrar experimentalmente que efectivamente es
así, aun cuando se oponga a nuestra imaginación.
Como usted ha dicho muy bien, no podemos hacer experimen-
tos que abarquen un espacio largo de tiempo, y en el futuro tam-
poco se podrá hacer. Yo intenté mostrar que también podemos uti-
lizar otra dimensión, que consiste en el hecho de que en nuestro
material genético transportamos un recuerdo de nuestro pasado. La
interpretación de este material nos abre esta segunda puerta.
Hay lagunas, y usted ha preguntado con razón por las grandes
transiciones de la evolución. La última de estas grandes transicio-
nes es la que se dio al pasar de una sociedad animal a una sociedad
humana. Las otras afectan a detalles de la biología, por ejemplo la
transición de los uniceIulares a los pluricelulares, o de animales so-
litarios a colonias de animales c o i estructuras complejas de castas,
como las que se dan en las hormigas y en las abejas. Entonces se da
también, por ejemplo, la transición de un mundo en el que el ma-
terial genético estaba concentrado únicamente en los ácidos nu-
cleicos, esto es, en la molécula de ARN, a nuestro mundo actual con
ADN y proteínas. En total se pueden distinguir ocho pasos como
estos.
En cuanto a la probabilidad, quisiera hacer todavía una obser-
vación breve: sobre estas probabilidades no sabemos nada. Natu-
ralmente, es trivial decir que esté entre cero y uno. Pero podemos
empezar con los organismos simples a investigar las mutaciones,
al menos desde un punto de vista local. Me alegro mucho, santo
Padre, de que haya abordado este punto que me dio la ocasión de
separarme de las ciencias naturales: el del corredor estrecho. Las
leyes naturales de los físicos contienen unas ciertas constantes na-
turales. Si estas leyes naturales se presentasen sólo en una forma
ligeramente cambiada, entonces el mundo se habría desarrollado
de un modo totalmente distinto. También en los planetas se dan
condiciones muy especiales, por ejemplo, que el agua tiene que ser
líquida para posibilitar la vida en la forma en que la conocemos.
Respecto a la vida, el terreno entre el orden y el caos es también un
corredor estrecho. Si ahora consideramos el proceso como un todo
-este corredor largo que va del BigBang, pasando por el nacimiento
de la vida, hasta el nacimiento del hombre- ello, según creo, pone
de manifiesto un plan que no encuentro en las ciencias naturales,
que sólo observa los procesos particulares. Este corredor puede
representar la obra de un Creador.
157
Llama la atención que todas las teorías de la evolución partan del
presupuesto -considerado evidente- de que todo lo material, por
constar de determinados elementos básicos (quantums de energía,
partículas elementales, átomos, moléculas), ha sido construido y
se ha de entender de acuerdo con el principio de la caja de cons-
trucciones. De acuerdo con las leyes propias de estos elementos se
desarrolla la multiplicidad de todo el mundo material por medio de
una autoorganización y bajo condiciones favorables de reacción. En
esta manera de ver las cosas no es posible que se dé nada real-
mente nuevo, sólo puede darse un aumento en la complejidad en
la relación mutua de las piezas. En este así llamado «desarrollo su-
perior» de los hechos materiales, únicamente aparece lo que ya está
preestablecido bajo formas cambiantes.
En cambio, según la opinión que se ha impuesto hoy en el cam-
po de las ciencias naturales, el mundo material no puede descri-
birse basándose en el principio de la caja de construcciones, sino
que, más bien, hay que decir que todos los compuestos materiales
son totalidades, no exclusivamente explicables a partir de la es-
tructura propia de sus piezas de construcción. Aun cuando sus.ele-
mentos hayan sido dispuestos para entrar en determinadas combi-
naciones complejas, su estructura propia no contiene el programa
en su totalidad y unidad para lo que de hecho ha salido. El cientí-
fico es menos consciente de esta conclusión, porque está acostum-
brado a comprender por medición las piezas elementales de la ma-
teria en su cooperación funcional, esto es, partiendo de las
totalidades, y, a partir de ello, deducir sus estructuras propias.
El camino del conocimiento parte, pues, de las relaciones fun-
cionales de cada sistema para descubrir posteriormente en la es-
tructura propia de estaspiezas elementales, que luego, a su vez, pue-
den servir para operaciones de síntesis química. Pero la concepción
de la formación de otros sistemas adquirida de este modo no tiene
que hacernos olvidar que así no disponemos todavía de ningún fun-
damento para sus propiedades como totalidad. En realidad, el
científico no está acostumbrado a preguntar ¿qué es?, sino a pre-
guntar ¿qué pasa? De todos modos, si queremos comprender el
mundo material, ¿podemos conformarnos con ello?
Según la opinión general de hoy, cada molécula se muestra como
un conjunto de estado de energía en el que cada átomo ya es por-
tador de toda la molécula en su totalidad y unidad y no únicamen-
te de una parte. Las molécula no son una yuxtaposición de áto-
mos, sino más bien una acción mutua en la que cada átomo coopera
en la formación del estado correspondiente de energía total, esto
es, en la formación de la molécula como totalidad auténtica.
Lo explicaré con un ejemplo: la molécula de benzol, que tiene
una estructura muy simple, es algo más que una simple yuxtaposi-
ción o combinación de seis átomos de carbono y seis átomos de
hidrógeno. Bien puede suponerse que por medio de su propia es-
tructura (construcción del núcleo y configuración de los electro-
nes), estos átomos están dispuestos para entrar en contacto con la
molécula del benzol y llegar así a un estado especial de pobreza
energética. Pero su estructura propia -la construcción del núcleo
y la configuración de los electrones- no contiene en sí misma nin-
guna clase de programación para la estructura propia de la molé-
cula del benzol como totalidad. Si nos mantenemos todavía en este
ejemplo de la molécula de benzol, una objeción podría ser: como
los átomos de hidrógeno y de carbono están dispuestos desde su
propia estructura para formar moléculas del benzol, esto explica
suficientemente su origen. Bajo determinadas condiciones de re-
acción y de medio ambiente, por tanto, algún día y en algún lugar
en el juego estadístico de la materia, se formará benzol. Por muy
discutible que sea esta tesis, sin embargo, no aporta nada a la cues-
tión que aquí se discute, pues así sólo se constata la formación y
aparición fáctica de benzol y no se dice nada, en cambio, de su es-
tructura de unidad y totalidad, que de eso se trataba. También la
indicación de que las moléculas como estados totales de energía ya
se pueden explicar y describir adecuadamente a partir de la física
cuántica, no es objeción alguna. Pues, si por medio de la teoría
cuántica de campos o de una mecánica cuántica de muchos ele-
mentos, las moléculas se pueden describir como estados totales de
energía en los que cada átomo es portador de toda la molécula y
no únicamente de una de sus partes, da todavía más fuerza al ar-
gumento formulado antes de que las moléculas como totalidades
son algo más que la suma de sus partes.
Haré un resumen: el mundo material, en su totalidad, no se ha
construido de acuerdo con un principio de caja de construcciones.
Cada unión material compleja se manifiesta como totalidad, que no
puede deducirse a partir de la estructura propia de los elementos
que la componen. Nace algo nuevo con entidad propia, cuando se
juntan unos elementos con entidad propia, con leyes propias que
reaccionan para formar una nueva unión química.
A mi entender, esta estructura total de todos los seres materia-
les tiene que ser estudiada en relación con el contexto de nuestro
debate, pues pone en duda el supuesto fundamental de la teoría de
la evolución. Aquí van unas pocas reflexiones que evidentemente
en este momento sólo puedo formular de manera sintética: el ca-
rácter autónomo del mundo material no está de ninguna manera
en contradicción con la fe cristiana en la creación, sino que, más
bien, ha de interpretarse como marca y signo de su origen divino.
Continuamente experimentamos en la técnica y en el arte que el
hombre puede disponer sistemáticamente de esta autonomía de la
naturaleza que él conoce y de su interacción por medio de causas
personales, es decir, por medio de la decisión y facultad espiritual
humanas, y que puede disponer sistemáticamente de ellas. La dis-
ponibilidad de las condiciones materiales, con sus leyes propias que
admiten así causas personales y creadoras, es la base de toda nues-
tra civilización. Como la autonomía de la materia se presenta abier-
ta a una disposición racional y creadora, ello hace suponer que tam-
bién tiene su origen en una disposición racional y creadora y que
además deja reconocer que la actuación constante de esta autono-
mía es lo que hace que se mantenga en su existencia. Es evidente
que una ((disposición creadora y racional» como ésta no daría ori-
gen a ningún caos, sino que más bien haría surgir un ser propio, a
una vida propia, hasta llegar a la autonomía de todos los seres ma-
teriales. De otro modo no sería posible su disponibilidad para una
acción libre espiritual y creadora. Con la pura casualidad nada se
puede construir ni ordenar.
Interpretar la autonomía de la materia como un proceso de au-
togeneración -con la consecuencia de que entonces la disponibili-
dad experimentada frente a una acción racional, esto es, espiritual,
tendría que explicarse como parte oculta de este proceso de auto-
generación- sería a mi entender una hipótesis difícilmente verifi-
cable, también científicamente. Si, en cambio, en el acaecer mate-
rial de nuestro mundo constantemente aparecen nuevos hechos con
entidad y leyes propias que reaccionan a partir de elementos pre-
cedentes autónomos, de forma que lo nuevo, como fenómeno to-
tal, no puede deducirse de la autonomía de lo precedente, enton-
ces, a mi entender, hay que reconocer en ello una acción creadora
e inteligente. Luego, no se da ninguna autoconstrucción de los se-
res materiales -como en una combinación de piezas prefabricadas-
ninguna autoorganización de la materia a partir de unas partículas
elementales o de energía cuántica; más bien, es que algo nuevo in-
deducible se construye a partir de lo ya dado y se ensambla con
otros para formar un nuevo conjunto lleno de sentido.
Las ciencias naturales, a partir de sus principios metódicos y a
causa de su autolimitación a la medición cuantitativa, ante lo fác-
ticamente dado, no pueden preguntarse por una causa personal de
nuestro mundo material, ni pueden verificar ninguna información
a propósito de ello. No están tampoco en condiciones de dar una
interpretación del hecho de la experiencia del ser propio y de las le-
yes de la materia. Únicamente son capaces de hacer uso de ello. Con
todo, creo que por medio de los resultados que presentan las cien-
cias naturales referentes a todo el mundo material -no únicamen-
te en referencia al mundo animado y al ser humano- se impone
preguntar por los rastros de un obrar divino, esto es, por la reali-
dad de creación de estos rastros.
LA FE EN LA CREACIÓNY LA TEORÍA
DELA EVOLUCIÓN.
DISTINCIÓN Y PUNTO DE INTERSECCIÓN
1.Nota preliminar
Determinar teológicamente la relación entre la fe en la creación y
la teoría de la evolución se enfrenta hoy a un doble problema. Por
una parte, la teología de la creación, a pesar de una gran cantidad
de aportaciones y de toda una serie de libros recopilatorios, se ha-
lla en una especie de transformación radical. Esto se debe también
al hecho de que la interpretación dogmática de la fe cristiana en la
creación se sitúa de una manera cada vez más decisiva y directa en
el contexto de la concepción científica del mundo. Por otra parte,
no se puede decir tampoco que se dé una unidad en la idea de mun-
do de las ciencias naturales, sino una multiplicidad de disciplinas,
conjeturas, teorías e hipótesis divergentes. Por último, hay que de-
cir que los conceptos e ideas filosóficos que se aplican como ins-
trumentos de mediación provienen también de escuelas muy dis-
tintas. De aquí que, para empezar, cada definición de esta relación
tiene que poner sobre la mesa sus premisas metodológicas.
En lo que respecta al método dogmático que me sirve de guía,
sigo aquí el principio del método clásico de la dogmática católi-
ca,' que en el fondo se deduce de la estructura de la profesión de
fe cristiana. De acuerdo con esto, puede decirse que un conteni-
do o un testimonio de la fe cristiana se ha entendido bien: pri-
mero, si se entiende en correspondencia con el sistema de la fe
cristiana; segundo, si se entiende en correspondencia con el ca-
mino de la fe; y, tercero, si se entiende en correspondencia con la
razón. Como por motivos de limitación del tiempo me veo muy
constreñido a tener que escoger, voy a aludir sin desarrollar los
dos primeros pasos, para concentrarme después en el tercero.
En cuanto al aspecto filosófico o teórico de la reflexión dogmá-
tica, mi presentación de la teología de la creación se basa sobre todo
en reflexiones de filosofía trascendental, en concreto, siguiendo
las formulaciones de Richard Schaeffler en su teoría trascendental
de la e ~ ~ e r i e n c i a . ~
2. La fe en la creación en correspondencia
con la estructura fundamental de la fe cristiana
La profesión de fe cristiana tiene como norma fundamental de la
fe que es confesión de un Dios trino. Los cristianos experimentan
al Dios uno en una diferencia tal que tienen que repetir tres veces
la confesión, como confesión de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo;
es decir, de Dios sobre nosotros, Dios con nosotros y Dios en nos-
otros.
Detrás de esta lógica fundamental de la fe cristiana no sólo se
encuentra la triple dimensión del hombre (ser natural, ser históri-
co y ser espiritual), sino también -y en relación con ello- la triple
forma de los medios y los lugares fundamentales de la experiencia
1996 y tam-
1. Cf. compendios sobre métodos dogmáticos en WIEDENHOFER
bién KASPER1977
2. SCHAEFFLER1995; 2004.
religiosa (cosmos, historia, psique). Además, los cristianos experi-
mentan y confiesan a Dios como creador, redentor y consumador
del mundo y de la historia. Aquí la fe aparece como camino entre
Dios y el hombre, como camino desde la creación hasta su consu-
mación, en cuyo centro está la confesión de Cristo, porque en Je-
sucristo se experimenta y conoce el signo final y, por tanto, defini-
tivo de la revelación y de la salvación. Finalmente, en la unidad de
Dios, así como en la unidad diferenciada de la creación, redención
y consumación está, en tercer lugar, el fundamento de la unidad de
la verdad, así como una unidad definitiva de fe y razón. Por esto, la
interpretación de la fe sobre la base de su racionalidad y compren-
sibilidad constituye otro paso en el método dogmático.
~
I
abordan el problema de la mediación de modos alternativos: en re-
ligiones cosmocéntricas, preferentemente sobre el cosmos; en reli-
giones psicocéntricas, preferentemente sobre el espíritu y la inte-
rioridad; y en religiones historiocéntricas, preferentemente sobre la
1
l
historia. Si el Cosmos, la historia y el espíritu son aspectos funda-
mentales de la existencia humana, entonces estos tres medios y lu-
gares de la experiencia religiosa no deben faltar en ningún tipo de
l religión.
En estos tres tipos fundamentales de experiencia religiosa apa-
rece primero el mundo de la propia existencia, pero luego también
el mundo como un todo (tan pronto como se aborda el tema de la
diferenciación religiosa fundamental), aunque esto sucede de ma-
neras distintas.
La peculiaridad de la estructura histórica de la fe yahvista de Is-
rael consiste en que aquí se fundieron dos experiencias religiosas
fundamentales: la trascendencia de un Dios supremo creador con
la proximidad de un Dios familiar salvador e histórico. Después
del destierro, se convierte en profesión de fe explícitamente mo-
noteísta: Yahvé, el Dios de la alianza histórica de Israel, es el Crea-
dor del mundo, y el Creador del mundo es el Dios de Israel. Como
enseña la variedad de mitos de la creación, el mundo y su proce-
dencia religiosa son objeto de una experiencia religiosa propia. Tam-
bién Israel participa de este modo de pensar. Por otra parte, en Is-
rael, esta fe en la creación empieza a ser relevante y consciente en
el siglo VI a.c., en tiempos del destierro, lo que coincide en el tiem-
po con una crisis radical de la fe yahvista dentro de la Historia de
la Salvación. Y sirve, por una parte, para poner un fundamento a la
Historia de la Salvación y, por otra, le da a la creación misma ca-
rácter histórico. Entonces aparece como comienzo de una historia
de la salvación y, también, en sus crisis, como restauración y, fi-
nalmente, como creación nueva al final de los tiempos.
A consecuencia de la separación clásica entre fe y pensamiento
surgieron distintas formas de reflexión a propósito de la fe en la cre-
ación. La intención de las declaraciones del magisterio referidas a
tales controversias tienen sobre todo un enunciado negativo, es de-
cir, son esencialmente declaraciones dirigidas contra dos falsas in-
terpretaciones de la fe en la creación: por una parte, contra el mo-
nismo (la doctrina neoplatónica de la emanación, la idea aristotélica
de la eternidad del mundo y el panteísmo) y, por otra, contra el dua-
lismo gnóstico (gnosis, maniqueísmo, etc.). Estas declaraciones, en
su intención negativa, son relevantes para cualquier otra reflexión
dogmática.
2.3. LA FE EN LA CREACIÓN
EN CORRESPONDENCIA CON LA RAZÓN
4. SCHOCKENHOFF 2005.
5. Cf. los resúmenes en LÜKE2001,109-148.
En cambio, la creatio continua, la conservación del mundo, pa-
rece coincidir temporalmente con la evolución, lo que significa
que automáticamente se da un punto de intersección entre la fe en
la creación y la teoría de la evolución, algo que luego es preciso ex-
plicar.
Estas distinciones teológicas tradicionales en el concepto de ac-
ción u obra divina no son absurdas desde la perspectiva de las
criaturas, del mismo modo que la distinción de diversos niveles en
el concepto de creación puede ser sumamente útil6 Pero aquí hay
que tener cuidado de no amenazar la unidad del obrar divino (cre-
ación original, más tarde servicio de reparaciones y averías, res-
ponsabilidad sobre el todo, garantía de innovaciones, etc.) y de no
infiltrar en el concepto de la creación también un aspecto tempo-
ral (dos o más acciones sucesivas de Dios) cosa que es inadmisible.
Por esto, hay que apuntar a un concepto unitario de la ~ r e a c i ó n . ~
Como ya he comentado, aquí me sirvo de la teoría de la expe-
riencia trascendental que ha desarrollado R. Schaeffler. Una de sus
grandes ventajas es que empieza decididamente en plural: que la
realidad se me presente como mundo de distintos objetos, conoci-
mientos y experiencias tiene que ver con las distintas maneras de
experiencia y de conocimiento que revelan distintas estructuras de
orden, y, por esto, constituyen un mundo de objetos distintos, el
mundo de objetos religiosos, de objetos científicos, de objetos es-
téticos, de objetos éticos y económicos. En este sentido, vale es-
trictamente lo siguiente: mientras experimento el mundo desde un
punto de vista científico, no lo experimento desde un punto de vis-
ta religioso, y a la inversa. Y también los objetos del mundo cientí-
fico son distintos de los objetos del mundo de la religión. En este
180
riencia (ya sean científicos, religiosos, éticos o estéticos) se garanti-
za precisamente en el diálogo entre los sujetos que están determi-
nados por diversos horizontes de experiencia o formas de razón.
En tales actos de una lograda comunicación y argumentación
intersubjetivas (ya se trate de criticar lo que es falso, como de apren-
der de lo desconocido o de entender a los otros) no obtenemos to-
davía ningún concepto del sujeto de una razón universal y de la uni-
dad del mundo, pero el concepto de sujeto y de razón, desde la
propia perspectiva, se confirma, como dice Schaeffler, como, pará-
bola y anticipación del acto universal del «yo pienso», un acto que
lo abarca todo, mientras que el concepto del mundo desde la pro-
pia perspectiva se garantiza como parábola y anticipación de la uni-
dad de la realidad. Lo mínimo necesario en la ejecución de este diá-
logo es que el modo y el mundo de experiencia del otro hallen un
lugar en el modo y el mundo de experiencia propios.
¿Hay, pues, en el concepto teológico de la creación y del obrar
de Dios un lugar en el que tenga relevancia el concepto científico del
mundo y la categoría de causalidad que implica? En este sentido,
queremos ahora desarrollar un concepto de la creación como con-
cepto categorial, pues aquí se trata de enunciados sobre el mundo
de la religión y sobre ella misma, es decir, sobre ideas, conceptos, te-
orías, pero también sobre signos y testimonios, escrituras sagradas,
tradiciones, instituciones, etc. Los enunciados: «el mundo es una
creación de Dios» y «Dios es creador del mundo» son ahora parte
de este mundo religioso, que construye la conciencia religiosa con
ayuda de su horizonte de conciencia ordenada. Es verdad que las
formas principales de contemplación y reflexión siguen siendo reli-
giosas (no científicas, éticas o estéticas), pero este mundo religioso
interfiere con otros mundos y no puede vivir solo. El mundo reli-
gioso de las ideas tiene que estar de alguna manera conectado con
el mundo de las ideas científicas, éticas, mundanas, etc. y, natural-
mente, al revés también. Por esto, el punto de intersección entre la
fe en la creación y la teoría de la evolución se ha de hallar sobre
todo en el marco de un concepto categorial de creación.
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