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“El nuevo prelado tenía más de sesenta años, había nacido en Constantina
de Andalucía entre los años de 1488 y 1489 y estaba muy achacoso, de tal
manera que no pudo tomar posesión de la sede personalmente. Dos años esperó
para hacerlo, pero en 1563 se resolvió recibirla canónicamente, sin consagrarse,
por tres apoderados: su sobrino el canónigo Francisco Jiménez González, el
presbítero Agustín de Cisneros y fray Gil González de San Nicolás. Sólo gobernó
un año cuatro meses; murió, sin ser consagrado obispo, en Octubre de 1564” 1.
El autor, actualmente realiza estudios de Magíster en Teología en la PUC, en Santiago de Chile.
1
Fidel Araneda Bravo, Historia de la Iglesia en Chile, (ediciones paulinas, Santiago, 1986), 15 ss.
1
Una vez creado el obispado de Santiago el Rey Felipe II en 1561,
interesado en llevar el evangelio a los lugares más apartados, decide crear un
nuevo obispado en el sur de Chile con sede en La Imperial. El 25 de Enero de
1563 envió a Lima las cartas de ruego y encargo a fray Antonio de San Miguel, ex
provincial de los franciscanos del Perú, para que tomara a su cargo el nuevo
obispado mientras el Papa despachaba las Bulas respectivas. Pero el Obispo
electo no quiso asumir la nueva responsabilidad sin tener la autorización
respectiva; tan sólo en Abril de 1569 con las bulas en sus manos, tomó a su cargo
la nueva diócesis. El Obispo San Miguel desde el momento de su llegada
preconiza una decidida opción por los indios reconociéndolos como “hermanos en
Jesucristo”. Todo el gobierno episcopal de fray Antonio de San Miguel será una
férrea lucha por defender los intereses y la dignidad del indio en contra de los
abusos y excesos de los conquistadores españoles. Fuera de organizar material y
espiritualmente la nueva diócesis San Miguel pidió que se aboliera la tasa de
Santillán y amenazó con duras penas a los encomenderos que obligaban y
esclavizaban a los indígenas.
Los obispos, en este período, son elegidos por el propio Rey de España. El
Rey presentaba el candidato y en Papa enviaba las Bulas correspondientes. El
Concilio de Trento el obispo electo debía acudir al obispo más cercano para que
recibiera de él la consagración episcopal. Gran parte de los obispos nombrados
son españoles, aunque algunos pocos son nacidos en América, en Perú y algunos
en Chile como Pedro Felipe de Azúa, José de Toro y Zambrano, Manuel de Alday,
Tomás Roa y Alarcón y José Rodríguez Zorilla, todos ellos del clero secular.
2
evangelización exigía en su momento. En Santiago los Sínodos fueron en los años
de: 1586, 1612, 1626, 1670, 1688 y 1763. Mientras tanto, en Concepción fueron
en 1584, 1626, 1701, 1744, 1774.
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Mercedarios la de La Purísima Concepción en 1566, Los Dominicos de San
Lorenzo en 1588 y los Agustinos con San Agustín en 1610. Los Jesuitas, en
cambio, constituyen la Provincia de Paraguay en 1608 a la cual pertenecen
Paraguay, Tucumán y Chile para, finalmente, convertirse en provincia aparte de
Chile en 1683.
Hacia 1610 los órdenes que existían en la diócesis de Santiago eran los
dominicos, franciscanos, mercedarios, jesuitas y agustinos. El total de religiosos
era de 191; habían 156 en Santiago. Existían también 2 monasterios de religiosas
o monjas: Clarisas y Agustinas con un total de 104 religiosas. En total, en el país
existían 19 casas de religiosos y 2 de religiosas.
4
El primer Obispo del recién creado obispado de La Imperial, sufragáneo del
arzobispado de Lima fue fray Antonio de San Miguel (1563-1587), que en aquel
entonces era residente en el convento seráfico de Lima; este obispo fue
consagrado en la Ciudad de los Reyes el 9 de febrero de 1567 y arribó a su sede
al año siguiente convirtiéndose en el primer obispo consagrado en la historia
eclesiástica en Chile.
El obispo San Miguel, sin embargo, realizó obras significativas tales como la
fundación de un monasterio de monjas Contemplativas, el primero en Chile, el
que fue establecido en la ciudad de Osorno. También fundó el Seminario conciliar,
siguiendo las directrices de Trento y del Tercer Concilio Limense celebrado en
1583 al cual él había asistido junto con su homólogo el obispo fray Diego de
Medellín, obispo de Santiago.
Fran Antonio de San Miguel organizó, fiel a las directrices del Concilio
Limense III la visita pastoral a su diócesis, visitando Valdivia y Chiloé, de abrupta
geografía. El obispo San Miguel se preocupó muy especialmente de la suerte de
los indígenas y exhortó a los encomenderos a que su obligación era tratar con
humanidad a sus indios, a procurar que se les enseñase la doctrina cristiana y a
restituir aquello que se le habían robado a través de la explotación cruel y
despiadada en sus trabajos. Para ello, el obispo envió una carta al Rey en donde
le pedía que reformase la tasa de Santillán (1569) que se había hecho gravosa
para los indios. Cuenta don Carlos Silva Cotapos: “El 18 de mayo de 1571 dictó el
obispo el auto de erección de la iglesia catedral, casi en todo igual al de la
catedral de Cuzco. En Octubre del mismo años comunicaba al rey ese decreto, y
le decía que la visita de las encomiendas de Imperial y Valdivia, hechas por el
oídor Egas Venegas, había dado por resultado la condenación de los
encomenderos a restituir a los indios más de ciento cincuenta mil pesos, que
equivaldrán a millón y medio de nuestra moneda actual. Hubo de quejarse al rey
contra la real audiencia por haber apresado contra derecho al guardián de san
Francisco de Concepción y al cura de la misma ciudad; y pidió que se sustituyese
el gobierno de la real audiencia por el de un gobernador caballero ‘aunque no
tuviese letras ni tantos años como el de ahora’. Este era el viejo doctor don
Melchor Bravo de Saravia, presidente de la real audiencia, que se distinguía por
los desastres que sufría en la guerra con los araucanos, y por su avariento
nepotismo” 4.
Otro obispo que se destacó en el siglo XVI fue fray Diego de Medellín, quien
fue nombrado por el Papa Gregorio XIII el 18 de junio de 1574. Con él se organiza
la diócesis de Santiago al igual como lo hizo San Miguel en La Imperial. Medellín
4
Historia eclesiástica de Chile, Carlos Silva Cotapos, p. 15.
5
también participó en el Tercer Concilio Limense y, al igual que su homólogo de La
Imperial aplicó las ordenanzas del Concilio a su diócesis; en efecto, fundó un
seminario conciliar y se aplicó a visitar su diócesis para conocer la realidad de su
jurisdicción; también celebró el primer sínodo diocesano en 1596 en donde se
fijaron las bases del trabajo pastoral según las directrices de Trento y del Tercer
Concilio Limense.
“La ‘doctrina’ comprendía una gran extensión geográfica que estaba bajo la
jurisdicción del llamado ‘cura doctrinero’, quien debía atender espiritualmente no
sólo a los indios convertidos sino también a los españoles instalados en la
encomienda, además del trabajo de convertir a los indios que aún no habían
profesado la fe católica. Este culto divino ejercido por el ‘cura doctrinero’
ciertamente era bastante primitivo, pues normalmente se realizaba a través de
‘misiones temporales’ en donde se improvisaban capillas campestres a donde
acudían los aborígenes a escuchar las enseñanzas del sacerdote 7.
5
En Historia del pueblo de Dios en Chile, Maximiliano Salinas C., ( ediciones Rehue, Santiago, 1987), 57.
6
Ibid., p. 58
7
En Antecedentes para la historia del Departamento de Lontué y la Villa de Molina”, de Pbro. Nelson
Chávez Díaz, (Gutemberg, Talca, 2009), 66.
6
“La primera doctrina que surgió en esta región fue la de Peteroa, que data
del año de 1580 y estaba a cargo del Padre Juan de Oces. Al respecto, don
Ernesto Rivera escribió que ‘la doctrina de Peteroa no era tan extensa como la de
Vichuquén. Comenzó a extenderse poco más al Oriente de Lontué por la ribera
Sur del Mataquito hasta la desembocadura del río; en este punto desde las
Trincheras salía el límite hacia el Sur Este abarcando Curepto y después
Longocura; los lugares habitados eran: Tolemo de Lontué, Peteroa, Huaquén,
Curepto y Longocura’.
Hacia 1585 existían las siguientes Doctrinas con sus respectivos ‘curas
doctrineros’:
“La institución de la doctrina y del cura doctrinero si bien fue una respuesta
a las demandas de evangelización de los indios durante los tiempos de la
Conquista, poco a poco se hizo insuficiente hacia fines del siglo XVII debido
principalmente a la reducción y extinción –en algunos casos- de los pueblos de
indios y a la casi inexistencia de indios paganos que convertir. Agréguese a estos
factores la presencia creciente de población española y el surgimiento de nuevas
haciendas con sus respectivos “oratorios”, además del surgimiento de fundaciones
conventuales con el consiguiente levantamiento de pueblos alrededor de ellos. Si
a estos factores, por último, le agregamos la fusión de las razas que configura un
nuevo elemento étnico que se encuentra sediento de alimento espiritual y que no
podía satisfacer el ‘cura doctrinero’, entonces la Iglesia se verá en la obligación de
responder adecuadamente a esta nueva realidad y para ello lo hará con la
estructura parroquial. En efecto, la parroquia ‘comprende un área determinada
que pasa a ser jurisdicción religiosa de un cura párroco, el cual presta atención
espiritual a sus habitantes. A diferencia de la doctrina este nuevo sistema se
caracteriza porque tiene una iglesia o templo establecido en un lugar fijo’” 9.
8
Ibid, p. 69.
9
Ibid, p. 71.
7
Según don Raymundo Arancibia Salcedo 10, la primera parroquia que tuvo
párroco fue la de Vichuquén, hacia 1650 o 1679; por su parte, don René León
Echaiz asegura que “en las serranías de Vichuquén, en medio de la población
indígena dispersa y numerosa, nace la segunda iglesia permanente y organizada
de la zona curicana. La acción del cura doctrinero ya no fue suficiente para
atender la zona; y se creó entonces la parroquia definitiva de Vichuquén, se
edificó una iglesia y se nombró cura párroco. No hay constancia del año preciso
de la creación de esta parroquia; pero documentos de la época nos permiten
determinar el período en el cual ha debido ser fundada. En 1646, según un
informe de fray Gaspar de Villarroel, Vichuquén junto con otros pueblos de indios,
integraba la ‘doctrina de Lora’, atendida por un cura doctrinero; y en 1658, ya
aparece un cura párroco propio de Vichuquén. En consecuencia, la parroquia ha
debido necesariamente ser fundada entre los años de 1646 y 1658” 11.
De la parroquia de Curepto cuenta don Ernesto Rivera que “en 1585, Diego
de Lóvera, clérigo presbítero, sirve la doctrina de Huenchullamí, Vichuquén y
Lora…; en 1755, la sede principal de la parroquia, que había estado en Peteroa,
hasta esos días, se trasladó a Llongocura y el 28 de Septiembre de 1763, siendo
cura don Vicente Calderón, la Iglesia de Curepto pasó a ser parroquial” 13.
8
Echaiz, por su parte, afirma que la “parroquia de la villa de Curicó tiene un origen
mucho más moderno (…). En la carta que comunica al Rey la fundación de la villa,
don José Manso expresa, con fecha 2 de Noviembre de 1744, que sólo existe una
Vice Parroquia en la villa; pero en el informe hecho por los señores Manuel de
Opazo y Félix Donoso, con fecha 22 de Marzo de 1745, se da cuenta de haberse
creado ya el nuevo Curato. En consecuencia, la fecha de la creación de la
parroquia de Curicó debemos necesariamente encontrarla en el período
intermedio entre las dos fechas anotadas” 14.
7.1. La Capellanía.
9
las misas en la forma, tiempo y cantidad en que están dispuestas; la jurisdicción
directa le corresponde al Juez Real y la sucesión responde a la misma forma en
que se traspasaban los bienes como en el caso de los mayorazgos, de manera
que sólo basta acreditar parentesco con el último poseedor de la capellanía, sin
necesidad de probar relación consanguínea con el fundador. En el caso de
colativas o eclesiásticas, la autorización para su institución recaían en el Obispo,
quedando bajo su jurisdicción; siendo de carácter perpetuo. Por último, las
Gentilicias, que también son colativas, se diferencian en que el fundador asigna
específicamente a alguna persona, ya sea pariente o cercano para poder servirla”
17
.
El mismo Marcial Sánchez Gaete nos lo cuenta: “Para poder realizar una
institución era necesario contar con un estamento que expusiera, dentro de alguna
cláusula, la voluntad de fundar e instituir una capellanía, ya sea de carácter laical
o eclesial y de una propiedad para poder cargar el gravamen a modo de hipoteca.
Esta carga era representada como el principal, que correspondía al monto del
capital asignado a la fundación, el que debía rentar una cierta cantidad de dinero
al año. Podía ser de carácter perpetuo o redimible. En el inicial, el principal
quedaba sujeto a una propiedad específica, sin posibilidad de levantar la hipoteca
de capellanía; en cambio, en el segundo –redimible- no quedaba sujeto a una
propiedad en particular, podía ser impuesto en otras con el pasar del tiempo.
¿Qué son las Cofradías? “Son asociaciones laicales que se ponen bajo el
patrocinio del Señor, de su Madre, o de un santo y se reúnen con el objeto de
17
Ibid, p. 236 ss.
18
Ibid, p. 238.
10
ensalzar a su patrono con la celebración de su fiesta a través de una suntuosa
procesión, adornando carros alegóricos con los misterios de nuestra religión. Se
proponían, las unas ayudarse recíprocamente para la práctica de las virtudes
cristianas; otras aliviar a las almas del purgatorio, con indulgencias, oraciones,
limosnas y otras obras buenas; éstas socorrer a los pobres, consolar a los
afligidos, asistir a los enfermos, sepultar a los muertos, etc.. El principal motivo fue
la economía para la salvación eterna viviendo la fe en comunidad y asegurándose
un entierro cristiano acompañado por la oración de los cofrades y la celebración
de la santa misa para el eterno descanso. Los asociados toman en nombre de
cofrades que quiere decir co-hermanos 19.
Por lo común las Cofradías surgían al amparo de una Iglesia catedral, o una
parroquia o doctrina o al alero de un convento de religiosos. El padre capellán o el
párroco era el representante de la autoridad local. La sede de las reuniones de
una Cofradía era la parroquia o el convento, donde también allí se realizaban
celebraciones. A veces existía un altar propio o una capilla con el cual se
identificaba la Cofradía y donde se celebraban las misas por los cofrades muertos
o difuntos. Poseían un estatuto jurídico, ya que sus constituciones debían ser
aprobadas por el obispo diocesano quien tenía el derecho de visitarlas de acuerdo
a los cánones del Concilio de Trento; de esta forma, el Obispo podía ejercer un
cierto control sobre la asociación y sus bienes.
19
“La Cofradía en Chile en tiempos virreinales”, por Jorge Falch Frey, en Historia de la Iglesia en Chile
(Marcial Sánchez Gaete, Director, editorial Universitaria, Santiago, 2009), 323-344.
11
El Sínodo del año 1763 celebrado por el Obispo Alday y Aspée, considera
que en esos años las Cofradías se encontraban en decadencia por lo que creyó
conveniente exigirles que llevaran un libro: ‘donde por las letras del alfabeto, se
ponga la nómina de los hermanos correspondientes a cada una, citando la foja en
que está el apunte de cada hermano y en esta se explique el día de su entrada y
pensión anual que debe contribuir’.. Determinó a sí mismo que no se sino a
feligreses avecindados en la parroquia, que no se pongan mesas parea la
recepción de las limosnas sino fuera de las iglesias y cementerios, que las
procesiones se recojan a las 7 en el invierno y a las 9 en verano. Así mismo se
manda que en dichas procesiones, particularmente de Semana Santa, no se
permitan mujeres con traje de penitente disciplinándose o con cruces sobre los
hombros, ni las que llaman haspadas… Las haspadas eran demostraciones de
dolor expresadas en muecas y gestos muy exagerados, indudable herencia
indígena”. 20
21
7.5. Otras Cofradías existentes en la zona de Talca
20
Historia de la Diócesis de Talca, (obra inédita), p. 83 ss.
21
Véase “Cofradías en Chile Central. Un método de evangelización de la población indígena, mestiza y
criolla”, por Carlos Ruiz Rodríguez, en Anuario de Historia de la Iglesia en Chile ( volumen XVIII, 2000)
23-57.
12
Eran organizaciones que funcionaban adjuntas a las Cofradías cuyos fines
eran tributar honor a Jesús Sacramentado. Al igual que las Cofradías, también
poseían bienes y, por tanto, tenían un cierto capital que debían administrar. Por
ejemplo, la Esclavona del Santísimo Sacramento de la Catedral de Santiago
estaba administrada por un mayordomo que en 1716 era un miembro connotado
de la aristocracia, el Maestre de campo don Pedro Ignacio de Aguirre 22.
22
Ibid, p. 53.
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