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detonó
nuestra
democracia?
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6 ¿El FMI detonó nuestra democracia?
¿El FMI detonó nuestra democracia?
Dr. Juan Abelardo Hernández Franco
Mtro. Alfredo Llamas Carrasco
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Ciertamente, la idea de conformar un partido dominante se gestó ante la observación
y la reflexión de lo que ocurría en otros países del mundo. La influencia de los
partidos totalitarios europeos fue determinante. El partido fascista italiano, el
partido comunista en la URSS y, posteriormente en Alemania, el partido nacional
socialista, fueron sin duda, ejemplos de la naturaleza que debía tener un partido
para anular las fuerzas de los caudillos nacionales y para servir de catalizador de
las fuerzas vivas. No parece extraño descubrir el por qué esta nueva estructura
tomó el nombre de Partido Nacional Revolucionario. Nombre con el que recuerda
a los partidos europeos y que, al mismo tiempo, encierra los itinerarios de las
diversas posturas. Por un lado, el espíritu revolucionario socialista; por otro, el
espíritu nacionalista al modo alemán e italiano. Y además, todos estos partidos
eran corporativistas.
Sin embargo, aunque hay un gran parecido, también existen las diferencias
fundamentales que la historia puede confirmar. Los partidos totalitarios, como el
comunista de la URSS, terminaron por asimilar a los grupos obreros y populares,
de tal modo que los nulificó en sus operaciones. Es decir, las organizaciones
obreras se convirtieron en meras células administrativas del partido en el poder.
Por su parte, el PRI, nunca anuló el poder de los sindicatos.
Existe un par de datos fundamentales que debemos considerar para comprender la
naturaleza de este nuevo proyecto. En primer lugar, a diferencia del partido fascista
italiano y del partido comunista –que tomaron el poder por asalto–, el Partido
Nacional Revolucionario fue creado desde el poder mismo. En segundo lugar,
mientras los otros partidos revolucionarios que tomaron el poder consolidaron
una ideología dominante, el PRI, lejos de fundarse en un programa ideológico,
operó como una proyección del gobierno. Nunca expropió a la sociedad civil, como
lo hicieron los partidos que dominaban gobiernos totalitarios. Por ejemplo, en la
Unión Soviética la sociedad civil desapareció. Si bien es cierto que en el caso de
México se llegaban a dar casos de censura, éstos nunca eran plenos. Si un medio
desaparecía, siempre surgían uno o varios que ocupaban su lugar.
Estas diferencias son importantes, pues en ellas se manifiesta el plan original del
partido: la transformación de México en una verdadera democracia. Si el partido
hubiera tenido como fin el control absoluto del poder, entonces habría operado
con una plataforma ideológica radical, como lo hicieron en su momento el Partido
Comunista o el Partido Fascista italiano. El PRI nunca la tuvo. Por esta razón,
jamás existieron por parte del programa del partido, persecuciones por causas
ideológicas. En México siempre se permitió la manifestación contra el gobierno,
dentro de los márgenes que el mismo sistema permitía; nunca por la lucha armada.
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eran intermediarios entre aquellas estructuras feudales y los grandes Estados y
constituyeron espacios privilegiados para la experimentación estatal. Y ese aspecto
de laboratorio se vio forzado, sin duda, por el siguiente hecho: al salir justamente
de una estructura feudal, Alemania no tenía modo alguno lo que ya había en
Francia, a saber, un personal administrativo establecido. Es decir, que para hacer
esa experimentación fue preciso contar con un nuevo personal ¿de dónde se lo
iba a buscar?... En Alemania las universidades se convirtieron a la vez en lugares
de formación de esos administradores que debían ocuparse del desarrollo de las
fuerzas del Estado y de reflexión sobre técnicas idóneas”.4
Para llevar a cabo en México una verdadera transformación política hacia la
democracia, debía eliminarse el control de los caudillos. El primer paso para pasar
de un sistema semejante al feudal hacia la modernidad, implicaba la eliminación
de los liderazgos personales y el establecimiento de un control administrativo
que pudiera localizar las necesidades de los grupos sociales y satisfacerlos
directamente.
Plutarco Elías Calles, al crear el Partido Nacional Revolucionario, dio el primer paso.
Fundó un partido político que, en principio, reuniría a los caudillos sobrevivientes
de la primera etapa de la revolución mexicana. Sin embargo, fue el presidente
Lázaro Cárdenas, en la segunda manifestación del naciente PRI, el Partido de
la Revolución Mexicana, quien conformaría las estructuras administrativas para
localizar directamente los intereses de los grupos sociales y cubrir sus necesidades.
Fue así que se crearon dos burocracias que operaron de forma distinta pero
paralela. La primera, constituyó al cuerpo gubernamental y estuvo conformada por
tecnócratas y administradores. Esta burocracia fue la heredera de la cameralística
del siglo XVII. En México, coincide con la burocracia novohispana y porfirista. La
segunda burocracia, la contemporánea, estuvo conformada por profesionales de la
política que también serían los que dirigirán al PRI.
Por otra parte, el Estado promovió y favoreció a las organizaciones obreras
y campesinas, las cuales, a su vez, conformaron a los cuerpos sociales
organizados que vivirían y se desarrollarían a la sombra del Partido hegemónico.
Las organizaciones sindicales y populares se constituyeron como la fuente
legitimadora del poder estatal. Además, las uniones populares, entre las cuales
se encontraban las obreras, no estaban limitadas al partido. Todas ellas poseían
cierto margen de maniobra política. Tal simbiosis entre sindicatos y gobierno será
la que delineará el fenómeno del corporativismo mexicano. Pues, efectivamente,
el factor determinante de la organización social y de la consolidación del partido,
fue el corporativismo.
4 Foucault, Michel, Seguridad, Territorio Población, Akal, Madrid, 2008, p. 302.
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Para 1910, la revolución mexicana terminó con la llamada “dictadura porfirista”,
pero en lugar de aparecer una verdadera democracia, se presentó un cuadro de
luchas entre nuevos caudillos. Durante cerca de veinte años México siguió viviendo
en una inestabilidad política provocada por asesinatos y traiciones entre caudillos.
Sólo hasta la muerte de Álvaro Obregón el país entró en una nueva etapa.
El último caudillo en turno, después de Obregón, fue Plutarco Elías Calles, quien
para lograr terminar de una vez por todas con el sistema de caudillaje, conformó
un sistema de partidos políticos en el que uno de ellos tendría sin duda un poder
hegemónico. Sólo así México se transformaría. Pasaría de vivir regímenes en donde
el control de los caudillos funcionaba de forma caprichosa e imprevisible, a un
control de instituciones políticas con legítimos y estables programas de gobierno.
Programas que no beneficiaran exclusivamente los intereses de un grupo en el
poder, sino a la sociedad en general. De este modo, se conformaría un verdadero
Estado de Derecho que funcionaría con una burocracia impersonal. ¿Cómo habría de
funcionar este partido hegemónico? ¿Qué clase de mecanismos debían articularse
para transitar a una verdadera democracia? Pasemos a analizar estos aspectos.
1.2. Las clases urbanas y el corporativismo mexicano
La fundación del Partido Revolucionario Institucional constituyó el vehículo a partir
del cual se desarrollaron las dos nuevas clases urbanas que nacieron a principios
del siglo veinte: el proletariado industrial y la clase media. Aunque en un principio el
presidente Calles quería mantener el control –aún a modo de caudillo–, Lázaro
Cárdenas llevó a cabo la anulación de toda forma de caudillaje político. Decidió
que el partido, en lugar de ser la plataforma de un líder carismático, se convirtiera
en un dispositivo político disciplinario para llevar a México al legítimo ejercicio
democrático. Cárdenas consiguió que, mediante una serie de redes para reunir
en forma de corporaciones a los campesinos y a los obreros, éstos pudieran
incorporarse a la actividad política. Así, lograría incluirlos en el proceso de toma
de decisiones. En otras palabras, gracias a las corporaciones, el PRI –en su
manifestación del Partido de la Revolución Mexicana (PRM)– reforzaría el final
del caudillismo y establecería las condiciones para compartir el poder con los
diferentes sectores sociales.
Para una eficaz articulación vinculada con los programas de gobierno del partido,
se implementó un sofisticado complejo de engranajes sociales que instituyeron el
corporativismo mexicano. Es decir, ante el grado de desarrollo social que estaba
experimentando México en ese momento, y ante las nacientes sociedades de
los obreros, campesinos y sectores populares, el PRM conformó organizaciones
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En el caso del PRI, el corporativismo funcionó según el modo en que Peter Williamson
lo describe en su obra Varieties of corporatism. Es decir, lo emplea teniendo como
objetivo el establecimiento y mantenimiento de un orden económico definido,
el cual, por lo menos en su primera época, nunca fue el de libre mercado. El
corporativismo del Partido Revolucionario Institucional tenía, en su origen, la plena
intención de regular e influir directamente sobre el comportamiento económico
de los individuos, de tal manera, que sus acciones fueran compatibles con los
objetivos de éste.
El partido fue el gran canal de la movilidad social. Por medio de las corporaciones
el poder se compartía y, de algún modo, comenzó de facto un genuino ejercicio
democrático. Claro está que no fue perfecto, tal y como se hubiera deseado, pues
esta figura corporativa vinculada al partido hegemónico, evidentemente conformaba
una democracia, pero “dirigida”; propia de un Estado Policía. No obstante, sin duda
fue la primera forma democrática que experimentó México en el siglo veinte, lejos
del caudillismo que lo había mantenido rezagado durante el siglo diez y nueve.
1.3. Período del Presidente Lázaro Cárdenas 1934-1940
Lázaro Cárdenas inició su sexenio con una severa crisis político-económica,
derivada de la crisis de 1929, aunada a las reformas del artículo 3° Constitucional,
el cual planteaba que la educación impartida por el estado debía ser socialista.
El Partido Nacional Revolucionario formuló el primer Plan sexenal, mismo que
orientaba la acción del gobierno, poniendo énfasis al impulso y desarrollo de todas
las actividades, especialmente, a la creación de empleos y al incremento de la
obra social.
De igual modo, inició la conformación de bases sociales sólidas para fortalecer
su gobierno, estableciendo alianzas con los campesinos, obreros y trabajadores, y
creando los sectores del partido dentro del gobierno.
En 1936, Cárdenas, ante la problemática que representaba para su ejercicio de
gobierno la intervención del “Jefe Máximo” Plutarco Elías Calles, decide expulsarlo
del país en el mes de abril, dado que éste se oponía a su política social, cada vez
más fortalecida.
En 1938, decreta la expropiación de la industria petrolera a manos de empresas
extranjeras, debido a que éstas se negaban a pagar el aumento salarial que
demandaban los trabajadores. Asimismo, expropió los bienes de la industria de
los ferrocarriles, lo cual, a final de su período sexenal, provocó una crisis en la
economía del país.
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Hacia finales de los años 1960, la contribución del sector agrícola en el PNB
(Producto Nacional Bruto) se redujo de 10.8%, durante el período inflacionario, a
un 9.1%. En cambio, el sector industrial manifestó un aumento del 25.9% a un
30.9%. Con ello, pudo constatarse que el sector manufacturero creció a una tasa
promedio de 8.6% durante el período de estabilización; aumentó su participación
en el PNB del 17.1%, que tenía en 1950, a un 22.8% para 1970.
Mientras el sector agrícola padecía el abandono gradual del gobierno mexicano, las
políticas fiscales y comerciales estaban orientadas a impulsar a los industriales
mexicanos. Tal como se ha señalado, el gasto público se orientó a la promoción
del crecimiento industrial, mostrando al gobierno mexicano, como un verdadero
abastecedor de servicios y materias primas a precios subsidiados. Igualmente,
inició el desarrollo de comunicaciones y energéticos a gran escala; al mismo
tiempo que, las cargas fiscales, se mantuvieron a niveles extremadamente bajos.
Estructura de producción: 1945-1970
(Participación media)8
1945-1957 1958-1970
Agricultura 18.08 14.57
Industria 26.53 30.84
Servicios 55.39 54.59
100.0 100.00
Durante el sexenio de Ávila Camacho, se llevó a cabo la instrumentación del
modelo “Sustitución de importaciones”, derivado de la II Guerra Mundial, en el
cual nuestro país participó.
Para este período, la demanda de los bienes nacionales aumentó con un importante
crecimiento en el empleo, dado que países como Estados Unidos y sus aliados, se
dedicaron a orientar sus economías hacia la guerra, generando, de este modo,
la demanda de bienes. Esto le permitió a nuestro país, un crecimiento en la
producción.
Por otra parte, la política del Presidente Ávila Camacho se había comprometido a
pagar a las empresas a las que les fueron expropiados sus bienes de la industria
petrolera, con lo cual reconfirma la confianza hacia México que, en este momento,
empieza a atraer inversiones extranjeras para la manufactura y el comercio.
8 Córdoba, José y Ortiz, Guillermo, Aspectos Deflacionarios de la devaluación del peso mexicano de 1976, México,
1979, p. 4.
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Dicho modelo no estuvo exento de graves problemas político-laborales, pues,
justamente durante los años de este sexenio, de 1958 a 1964, se dieron movimientos
por parte de trabajadores, médicos y maestros, mismos que fueron reprimidos y
controlados por el gobierno federal.
Por otra parte, para este período sexenal, el Presidente López Mateos designó a
grandes hombres para ejercer cargos dentro de la Administración Pública Federal.
Así, sobresale el Lic. Antonio Ortiz Mena, destacado economista que ocupó la
Secretaría de Hacienda y Crédito Público; el Lic. Eduardo Bustamante Vasconcelos,
como Secretario del Patrimonio Nacional; Don Raúl Salinas Lozano, como
Secretario de Industria y Comercio; el Lic. Gustavo Díaz Ordaz, en la Secretaría de
Gobernación; el Lic. Salomón González Blanco, en la del Trabajo y Previsión Social;
entre otros distinguidos mexicanos.
¿Cómo surge el modelo de desarrollo estabilizador? Para ello, debemos considerar
la fuerza e influencia que el Secretario de Hacienda y Crédito Público tenía sobre
el Presidente de la República. Basta con analizar los siguientes pasajes de nuestra
historia político-administrativa, relatados por dos grandes especialistas, el Dr.
Alejandro Carrillo Castro y el afamado economista Don Carlos Tello:
“Al inicio del sexenio, el Presidente de la República se hizo asesorar por
el Lic. Gabino Fraga, quien le sugirió transformar la Ley de Secretarías y
Departamentos de Estado en una Ley Orgánica de la Administración Pública
Federal, así como convertir la Comisión de Inversiones (que operaba desde
1954 directamente del Presidente de la República) en un Departamento
de Planeación y Presupuesto, a efecto de que la programación de las
inversiones públicas, la planeación y el control del presupuesto de gasto
corriente, quitándolo de la esfera de la Secretaría de Hacienda y crédito
Público.”
Esta propuesta fue enriquecida por el Lic. Eduardo Bustamante, quien en su libro
La Reforma Administrativa para la Planeación en 1965, señala:
“Mi responsabilidad consiste en haber sugerido la creación de una
entidad que se encargara básicamente de las funciones de planeación y
del presupuesto” … “que se necesita que la planeación se atribuya como
función administrativa a una Secretaría de Estado… que habría de concebir
una disposición constitucional que autorice la planeación; una disposición
legislativa que contenga las bases concretas para llevarla a cabo, una
atribución concreta de las funciones administrativas relacionadas con ella
a una Secretaría de Estado”.
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El “Desarrollo Estabilizador”, como lo señala el economista Carlos Tello, tuvo en
su diseño y ejecución la colaboración de dos secretarios de estado; por una parte,
al Lic. Ortiz Mena, de Hacienda; por otra, al Lic. Salinas Lozano, de Industria y
Comercio. Su éxito se logró gracias a que ambos trabajaron coordinadamente.
Uno de los principales postulados de ese innovador modelo económico fue el gran
apoyo que se dio a la industria privada, obteniendo resultados benéficos para
nuestro país, con crecimiento del 6% anual en el período 1958-1964. Prueba de
ello, es lo que en un comunicado conjunto declararon:
“Con frecuencia la iniciativa privada ha solicitado ayuda del Gobierno para
el mejor desenvolvimiento de sus negocios y siempre ha encontrado una
franca y amistosa acogida. Muchas empresas están consolidadas debido
a la amplia y oportuna intervención del Estado a su favor; pero también
en algunos casos cuando el éxito no ha correspondido a su esfuerzo, las
instituciones oficiales –a solicitud de los propietarios privados– han tomado
a su cargo el riesgo de hacer prósperos esos negocios sin reparar en el
costo que vaya a originarse ni el tiempo que trascurra en su consolidación,
evitando la desaparición de fuentes de trabajo y de renglones generadores
de riqueza nacional. Tal es el caso del grupo Altos Hornos de México, la
Compañía Industrial de Atenquique, Toyota de México, Ayotla Textil, Textil
Laneras, varios ingenios y muchas otras empresas […] Además […] está en
proceso de realización la transferencia de las acciones de Operadora de
Teatros y de la Cadena de Oro, grupo que representa la casi totalidad de las
salas importantes de exhibición cinematográfica en el país…”.
A partir de 1959, como consecuencia de dicho modelo económico, se inició no
sólo el apoyo y rescate de las empresas privadas, sino que también, las empresas
que presentaban graves problemas económicos, se incorporaron al ámbito público.
Esto no ocurrió a partir del período 1970-1982, como muchos teóricos sostienen.
Asimismo, el “Desarrollo Estabilizador” tuvo en cuenta algunas consideraciones
para evitar ciertos factores desestabilizadores –de origen externo o interno–, como
las devaluaciones, inflaciones, etc., para fomentar la industria en un desarrollo
no accidentado y sin conflicto, que sea permanente, estable y estabilizador del
orden social. En otras palabras, consiste en una continuación de diversas políticas
económicas industrialistas, como son, principalmente, las siguientes:
1. El crecimiento industrial se financió por las exportaciones agrícolas,
mineras y el turismo.
2. A nivel interno, los productos agrícolas, así como la mano de obra,
mantuvieron el precio bajo; lo cual facilitó la capitalización de la industria.
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universitarios –como el aumento del bachillerato a 3 años y el pase reglamentado
a la universidad–. Esto generó desacuerdos y enojos, al igual que un clima de
adversidad entre el estudiantado, provocando la renuncia del destacado científico.
Asimismo, hubo huelgas estudiantiles que desafiaron el estilo autoritario del
gobierno de Díaz Ordaz, mismas que trataron de ser contrarrestadas por “acarreos”
a favor del gobierno, encabezados por Fidel Velázquez, uno de los máximos
dirigentes obreros del país y afiliado al partido en el gobierno.
No obstante que el país seguía creciendo a tasas del 6% anual, desde el inicio del
sexenio, la clase media –que no pertenecía a ningún partido político– empezó a ser
afectada por las políticas de austeridad del gobierno, lo cual ocasionó crecientes
reclamos.
Efectivamente, en el período comprendido entre las décadas de 1960 y 1970,
que abarcó la estrecha dirección de políticas económicas, se decidió reducir la
competencia de las empresas extranjeras en México. Para ello, se establecieron
medidas proteccionistas en tarifas y derechos aduanales. Del mismo modo, se
pusieron en práctica una gran cantidad de políticas de sustitución de importaciones,
semejantes a las que se llevaban a cabo en varios países del mundo. La proporción
del total de las importaciones que requirieron permiso, aumentó de un 34% a un
68%.
Uno de los resultados esperados por la implementación de tales medidas, era el
generar un patrón de crecimiento orientado hacia dentro, así como una menor
participación por parte del sector externo. Por esta razón, los gobiernos de estas
décadas asignaron una gran cantidad de gasto público a fin de industrializar a todo
el país e incentivar la producción nacional.
El resultado final, producto de dichas políticas económicas, mostró el inicio de un
horizonte complicado para México. Los gastos del sector público se incrementaron
a un ritmo muy acelerado y sin control, generando importantes déficits. El gobierno
mexicano, para evitar suspender sus políticas, decidió financiar tales pérdidas,
provocando para el Estado, un significativo endeudamiento tanto interno como
externo.
El escenario empezaba a complicarse, a pesar de no haberse visto tan mal en
un principio. Durante la década de 1960, el mercado internacional de capitales
también creció a un alto ritmo de aceleración, lo cual le permitió a México acceder
a varios fondos extranjeros. Entre 1960 y 1970, los créditos que llegaron a México
provenientes del extranjero, aumentaron en un promedio del 15.2%. Esto reflejó un
incremento del 6.7% al 9.8%, de su participación en el ingreso nacional.
El panorama cambió durante el transcurso de los siguientes meses. Gracias a su
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Cuando estalló el conflicto estudiantil –en 1968–, la figura del Presidente, en su
control represivo unos días antes de la inauguración de los XIX Juegos Olímpicos,
se vio marcada por un serio deterioro en su imagen, lo cual, le costó la legitimidad
política de su gobierno y afectó delicadamente la economía nacional.
Ahora bien, en gran parte, la demanda juvenil era genuina. Junto a ella, empezaron
a correrse las voces para la “democratización” del país, factor de vital importancia
para la modernización del mismo. Precisamente, con el movimiento de 1968, inició
el proceso de análisis crítico de la democracia dirigida, así como el atisbar la
conversión del país, hacia una democracia participativa. Aunque los estudiantes se
manifestaban mediante un vocabulario marxista y revolucionario de izquierda, el
factor que detonó la simpatía del pueblo mexicano hacia su causa, fue, justamente,
ese deseo también manifiesto de “democracia”. El momento es clave en la historia
del PRI y de su proyecto democrático. En realidad, la demanda del movimiento
estudiantil de 1968 logró percibir la necesidad de finalizar la democracia dirigida.
La estabilidad de la economía mexicana fue deteriorándose cada vez más. Incluso,
la inversión industrial derivada del “desarrollo estabilizador” empezó a caer,
confirmando la tesis de que las crisis políticas siempre afectan la estabilidad
económica.
Díaz Ordaz cerró su período sexenal con el evento del Campeonato Mundial de
Fútbol, en 1970, el cual le permitió una leve recuperación política y un mínimo
repunte económico, sin mayor consideración que no revierte el deterioro de nuestra
economía.
2.6. Período del Presidente Luis Echeverría Álvarez 1970-1976
El movimiento juvenil de 1968 fue brutalmente censurado, por el gobierno
mexicano, el miércoles 2 de octubre en la plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco.
Cerca de mil quinientos soldados rodearon la plaza y dispararon contra la multitud.
Por la noche sitiaron la zona, llevando a cabo cateos en varios edificios. Fue un día
de desaparecidos, muertos y detenidos. El aparente responsable que dio la orden
de abrir fuego contra los estudiantes, fue el entonces secretario de gobernación,
Luis Echeverría Álvarez.
Ciertamente, al resultar ganador de las elecciones para la presidencia de la
República durante el período 1970-1976, se generó una gran desconfianza por
parte del sector estudiantil. El nuevo presidente intentó cambiar su imagen,
reformando la Secretaría de Educación Pública e impulsando, mediante subsidios
millonarios, a las instituciones educativas tecnológicas y universitarias. Luis
Echeverría pensó que con el apoyo a los estudiantes, tanto en sus estudios como
en sus oportunidades laborales, lograría una reconciliación efectiva.
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siempre y cuando, éstas no afectaran los intereses financieros de las empresas
establecidas. Sin embargo, dicho modelo no funcionó, pues tuvo como eje un
populismo exacerbado.
Así pues, durante el sexenio de Echeverría la crisis económica fue haciéndose cada
vez más notoria, debido a los déficits económicos que se venían arrastrando de
administraciones pasadas. Los altos niveles de gasto público, la excesiva oferta
monetaria, el endeudamiento externo y las balanzas negativas de pago, crearon
una de las peores crisis en la historia de México. Ahora, el crecimiento era de un
–6% en promedio anual.
Entre 1970 y 1976, la inflación creció desfavorablemente debido a los elevados
precios del petróleo –que para ese entonces se importaba–; las industrias se
paralizaron al no recibir apoyos; el desempleo aumentó; el peso se devaluó; se
hicieron aumentos salariales y se adquirieron empresas en quiebra; todo esto, vía
deuda externa. En el comercio internacional las importaciones superaron a las
exportaciones, sobre todo, en el abasto de alimentos, el cual se había originado
por el mal desarrollo del sector agropecuario y la creciente población. De la misma
manera, había fuga de capitales y se exageró en la emisión monetaria.
Para evitar una fuerte recesión económica, la administración de Echeverría tomó
la decisión de incrementar de forma rápida el gasto público, así como promover
las inversiones privadas. El resultado de sus acciones consistió en una fuerte
reacción, tanto en la producción como en los precios. Todo tendió a elevarse. En
enero de 1973 se reportó un índice de precios al mayoreo, de un 7.3%. Ya para
diciembre de ese mismo año, era de 25.5%.
Este rápido crecimiento (en el ingreso nominal) generó por un lado, una acelerada
inflación y, por otro, un notable incremento en el déficit de la balanza de pagos.
Ante tal panorama se reportó que los capitales a corto plazo, fueron retirados del
país.
Para mediados de la década de 1970, la economía mundial había dejado de
demandar productos mexicanos. El incremento en los precios del petróleo y dos
adversos años de agricultura nacional, empeoraron la economía mexicana. El
déficit comercial que en 1973 estaba en 1,700 millones de dólares, para 1974
se encontraba en 3,100 millones de dólares. Finalmente en 1976, hacia el final
del sexenio de Luis Echeverría, el déficit comercial alcanzó los 3,600 millones de
dólares. El total de la deuda externa del sector público se había incrementado
brutalmente de los 3,300 millones de dólares –en 1970–, a los 16,000 millones de
dólares, al final de 1976.
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Para evitar una situación similar, cuando finalizó la Segunda Guerra Mundial,
algunos de los analistas económicos de todo el mundo advirtieron la necesidad
de prever un caos monetario como el vivido en 1918. Por tal razón, en Nueva
Hampshire, Estados Unidos, se llevó a cabo una reunión con los representantes de
44 países, los cuales serían los encargados de tomar las precauciones debidas. El
Secretario del Tesoro de Estados Unidos, Henry Morgenthau, organizó la reunión
en Bretton Woods.
En el Hotel Mount Washington, desde el día 1 de julio de 1944, los participantes de
la entonces llamada Conferencia Monetaria y Financiera de las Naciones Unidas, se
dieron cita. Los coordinadores del evento fueron Harry Dexter White –funcionario
del Tesoro de Estados Unidos– y el economista británico John Maynard Keynes
–célebre autor de la Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero (1936)–.
Haciendo un paréntesis, en su obra Keynes señala que si el consumo aumenta
dentro de un sistema social, puede haber un descenso en los tipos de interés y un
aumento en la inversión del sector público, mismo que garantizaría el trabajo de
la población.
Volviendo al punto, en dicha reunión Keynes propuso que los países con mejor
situación económica debían garantizar el crédito a los países que se encontraran
más devastados por la guerra y no desarrollados. De igual forma, los países ricos
debían asumir su parte de la garantía a los prestamistas contra las pérdidas.
A partir de las medidas pactadas durante la reunión de Bretton Woods, el mundo
entero entró en un sistema a través del cual todo quedaría unido económicamente.
Se llevaría a cabo la creación de un fondo común de crédito, mismo que asumiría
los riesgos que los inversionistas privados no estaban dispuestos a correr.
Por su parte, Dexter White pensaba que el crecimiento económico podría lograrse
gracias a una estabilidad financiera y al fomento del comercio internacional. Para
conseguirlo, era necesario que las contribuciones de los países miembros fueran
en oro y en monedas nacionales. De igual modo, debía fomentarse la estabilidad
de las monedas, generando un aumento en el comercio mundial y el empleo.
Los delegados empezaron a trabajar por comisiones. La encabezada por Keynes
se ocupó de crear y organizar el Banco Mundial, el cual tendría como finalidad
primordial operar como un banco de reconstrucción y fomento. Mediante éste, las
Naciones Unidas suministrarían los fondos necesarios para la rehabilitación de los
países afectados por la guerra. Por otro lado, la comisión dirigida por Dexter White
estaría a cargo de lo que sería el Fondo Monetario Internacional (FMI), cuya misión
radicaría en prestar ayuda a los países para superar períodos difíciles y, con ello,
evitar la aplicación de medidas que sólo deteriorarían el comercio internacional.
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3.1. LA CRISIS DEL DESARROLLO COMPARTIDO
Período del Presidente José López Portillo 1976-1982
Para el sexenio de 1976 a 1982, el candidato a la Presidencia de la República
postulado por el Partido Revolucionario Institucional, fue el licenciado López
Portillo. Durante su candidatura no tuvo contendientes por parte de otros partidos
políticos, por lo que “su lucha era contra el viento”, como él mismo lo señaló en
su momento. Este fue el punto más bajo al que había llegado el desarrollo de
la democracia en México; razón por la cual, al lado de una crisis económica, se
presentó también una terrible crisis democrática.
La entonces consolidada democracia dirigida se colapsó totalmente con el triunfo
de López Portillo en la presidencia de la República. El candidato del PRI llegó
al gobierno legitimado y sin mayores contratiempos. No obstante, junto con su
candidatura se venía arrastrando la crisis populista de su antecesor, cuya economía
traía consigo graves problemas y una fuga de capitales importante.
Al inicio de la nueva administración, la devaluación se calculó con una magnitud
del 45%. Sin embargo, el peso logró estabilizarse en un precio fijo: 22.75 pesos
por dólar. Igualmente, con la suspensión de las importaciones hasta en un 98%,
comenzó a experimentarse una cierta mejoría. La balanza de pagos mostró una
notable recuperación después de la devaluación.
Por otra parte, la producción real a inicios del gobierno de López Portillo se redujo
severamente; únicamente aumentó 2.8%, para 1977. La devaluación de 1976 había
traído como consecuencia una fuerte caída en la inversión. Esto es, de 1976 a
1977, la producción de bienes de inversión se redujo en un 6.6%. Para mejorar
la condición económica de los trabajadores mexicanos, el gobierno autorizó un
aumento de emergencia de un 23% en los sueldos.
La incertidumbre ante el cambio del dólar por pesos mexicanos fue grande.
Durante el primer semestre de 1976 se reportaron salidas masivas de capital, las
cuales continuaron después de la devaluación. De septiembre a diciembre de ese
mismo año, en las instituciones financieras privadas, las obligaciones totales no
monetarias denominadas en pesos mexicanos se redujeron en un 10%, equivalente
a 21 millones de pesos. Por otra parte, las obligaciones en dólares aumentaron en
un 38%, equivalentes a 18 millones de pesos.
A pesar de que el sexenio había iniciado en un escenario de austeridad, en poco
tiempo las condiciones cambiaron “favorablemente”. Se presentó un “boom”
mundial en el petróleo, debido a un alza de precios establecidos por la OPEP,
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Para ese momento, las políticas proteccionistas que se estaban llevando a cabo,
originaron más déficit en la balanza comercial, por lo que urgía la creación de un
nuevo modelo económico que contrarrestara los efectos generados. De 1976 a
1977, hubo un crecimiento del 3.4%; de 1978 a 1981, de un 7% y, de 1981 a 1982,
de un 0.5%.
Además de estos altibajos en el crecimiento económico del país, continuó la
compra de empresas que, por lo menos, ya se encontraban sectorizadas, pues
ya se había presentado anteriormente, la publicación de la Ley Orgánica de la
Administración Pública Federal y el Acuerdo de sectorización de las entidades
paraestatales, por temas técnico-económicos.
En el sexenio de 1976 a 1982, con la nueva Ley Orgánica de la Administración
Pública Federal, se creó la Secretaría de Programación y Presupuesto, la cual
retomó el viejo anhelo propuesto desde 1958: ser un contrapeso para la poderosa
Secretaría de Hacienda y Crédito Público, separándole la responsabilidad del
control y ejercicio del gasto público. Al tiempo, dos secretarios de Programación y
Presupuesto fueron candidatos del PRI a la Presidencia de la República, resultando
ganadores.
El 23 de julio de 1982, el secretario de Hacienda Jesús Silva Herzog, acudió a una
reunión en la Tesorería de los Estados Unidos. A partir de ese momento México
fue declarado en bancarrota. El viernes 20 de agosto, México sólo contaba con
180 millones de dólares en reservas líquidas; debía pagar al resto del mundo para
el lunes siguiente, 300 millones de dólares, sólo como un adelanto de la deuda
total. Entonces, se llevó a cabo una reunión de banqueros en Norteamérica para
comenzar las reestructuras de la deuda mexicana, por un total de 80 billones de
dólares.
Al final de su último año de gobierno, López Portillo nacionalizó la banca privada,
como medida para evitar la fuga de capitales y también como la última acción
de legitimación del desastre económico provocado por la caída del precio del
petróleo; con ello, causó una creciente solicitud de deuda externa, aunada a la
interna, para financiar el gasto público. Además, provocó un tipo de cambio de
hasta 25 pesos por dólar e inflaciones galopantes.
Desde el sexenio de López Portillo, el contrapeso que representó la Secretaría
de Programación y Presupuesto fue sufriendo avances que, de alguna manera,
fueron sentando –a futuro mediato– bases de solidez económica. Esto permitió
que la Secretaría de Hacienda y Crédito Público pudiera dedicarse a temas de
reestructuración de la creciente deuda pública externa que, durante el propio
sexenio de López Portillo –y el siguiente, de Miguel de la Madrid–, llegó a niveles
exorbitantes y de descontrol.
33
grupo en el gobierno era el más competente para operar las negociaciones con este
organismo internacional. A partir de entonces, también se inició el cambio hacia
la democracia participativa bajo la dirección, obviamente, del FMI. Al respecto, el
economista y filósofo Jacques Attali, recuerda en su Verbatim:
“El 21 de octubre de 1981 almorzamos en la Ciudad de México con Miguel
de la Madrid, el Presidente electo. Se vio el nacimiento de un México muy
diferente, más joven, más racional. Detrás de él, Carlos Salinas de Gortari,
asistido por un antiguo alumno mío; un politécnico que se convirtió en
Secretario de Estado, José Córdoba. Se decidió que pronto voy a hablar con
ellos sobre la deuda mexicana”.10
La democratización del país requirió acabar con la excesiva participación del
Estado en las actividades productivas y, por consiguiente, el cambio de estructura
económica. Si el Estado continuaba controlando la gran diversidad de fuentes
económicas, lo único que generaba, era una burocracia ineficiente y una negativa
competitividad de la economía. Así, durante el período de Miguel de la Madrid,
México formó parte de un proyecto, semejante al que algunos países de Europa
vivieron durante finales del siglo XVII. Esto es, el país inició un proceso en el que las
políticas económicas ya no quedarían en manos de políticos, sino de economistas.
“La razón económica no comenzaba a sustituir la razón de Estado, pero sí
le daba un nuevo contenido y, por consiguiente, asignaba nuevas formas
a la racionalidad estatal. Nueva gubernamentalidad que nace con los
economistas más de un siglo después de que la otra gubernamentalidad
apareciera en el siglo XVII. Gubernamentalidad de los políticos que va
a darnos la policía, gubernamentalidad de los economistas que, creo,
va a servir de introducción a algunas de las líneas fundamentales de la
gubernamentalidad moderna y contemporánea”.11
El objetivo principal del nuevo equipo de los llamados tecnócratas, fue el simplificar
la administración de la regulación económica; para lo cual, se encaminó a un
proceso de desburocratización de la economía. De igual manera, llevó a cabo la
supresión de los procedimientos administrativos que, al parecer, eran innecesarios
y, también eliminó una gran cantidad de regulaciones que, a partir de ese momento,
fueron consideradas obsoletas. Avocar
La sociedad mexicana consideró que la mayoría de tales procedimientos
administrativos eran innecesarios y, por tanto, fuentes de corrupción. Como
respuesta ante la demanda de la sociedad civil naciente –como la contracara del
Estado Policía en decadencia–, el gobierno decidió acabar con todos los factores
10 Attali, Jacques, Verbatim I 1981-1983, Fayard, París, 1993, pp. 178-179.
11 Foucault, Michel, Seguridad, Territorio Población, Akal, Madrid, 2008, pp. 331-332.
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En el equipo de transformación predominaba el siguiente razonamiento: Si los
empresarios hubieran comenzado a ver cambios graduales, su actuación habría
sido siempre de forma reservada y conservadora, hasta no ver que las reformas
llegaran a un punto de irreversibilidad. Para evitar este letargo empresarial, la
decisión del gobierno fue llevar a cabo los cambios inmediatos de modo tal, que,
los empresarios se percataran que los cambios eran serios y contundentes. En la
opinión de Córdoba Montoya: “Negociar las medidas previamente es tanto como
cancelar la apertura”.
“Se ha señalado que una liberalización comercial acelerada hace que los
empresarios organicen coaliciones en contra del gobierno en forma más
radical que si se tratara de un programa gradual. Este no fue el caso en
México. A ello contribuyeron la firme posición del gobierno y la actitud en
favor de la apertura comercial adoptada por los exportadores que requerían
de un acceso sin trabas a los insumos de importación, indispensables
para elevar su competitividad. De hecho, el crecimiento sostenido de
las exportaciones no petroleras se consolidó en forma posterior a que el
programa de liberalización comercial acelerara su marcha: de 1983 a 1986
las exportaciones no petroleras se incrementaron de 6.6 a 9.7 millones de
dólares, alcanzando la cifra de 14.9 mil millones de dólares en 1989”.12
Para poder observar con mayor claridad este cambio, hemos llegado al momento
oportuno para atender la siguiente cuestión: ¿Quiénes fueron los principales
actores de este cambio económico? Tan sólo nos centraremos en algunos de ellos,
los cuales consideramos, como los principales artífices de la transformación.
3.2.1. Carlos Salinas de Gortari
Nació en la Ciudad de México el 3 de abril de 1948. Fue uno de los cinco hijos del
matrimonio de Raúl Salinas Lozano y Margarita de Gortari Carvajal.
Su padre, Raúl Salinas Lozano, fue un estudiante sin precedentes que tuvo la
oportunidad de estudiar en la Universidad de Harvard de 1944 a 1945. Antes de
cumplir los treinta años obtuvo los grados de maestro en Administración Pública
y en Economía. Durante el sexenio de Adolfo López Mateos (1958-1964), Salinas
Lozano fue nombrado secretario de Economía Nacional y, posteriormente, titular
de la Secretaría de Industria y Comercio. Fue considerado, sin duda alguna, como
uno de los posibles sucesores del entonces presidente Adolfo López Mateos. Sin
embargo, no lo fue.
12 Córdoba Montoya, José, “Diez lecciones de la reforma económica en México”, Nexos, febrero 1990.
37
cambio del sistema político y económico del país. Sin la presencia de Córdoba
Montoya, tal vez el proceso de cambio en México habría sido mucho más difícil
y complejo. Por esta razón, en esta investigación, se presenta el perfil de este
personaje con mucho más detalle.
3.2.2.1. Hombre nacido en el exilio
Al sudeste de Francia, en la Costa Azul, entre Marsella y Toulon, aparece en el
mapa un pequeño pueblo rural llamado La Ciotat. A la entrada del poblado, en un
barrio cuyos residentes son principalmente obreros, se ubica una gran cantidad de
construcciones uniformes. Se trata de unos multifamiliares de varios pisos que,
en su origen, fueron destinados a los trabajadores de los astilleros; de entre los
cuales, en uno de cuatro plantas, se ubicó el hogar de la familia Córdoba Montoya.
José Córdoba Montoya nació en el verano de 1950 y fue bautizado con el nombre
de Joseph-Marie Córdoba Montoya. Fue el segundo hijo de José Córdoba Caparrós
y doña Dolores Montoya; ambos de origen español. Su padre, conocido en La Ciotat
como un carpintero que se ganaba la vida trabajando a destajo en los astilleros,
fue un hombre destacado y carismático, el cual reservaba para sí –como un gran
secreto– su vida antes de llegar a Francia.
Córdoba Caparrós se ganó el respeto por parte de sus compañeros de trabajo pues,
a diferencia de la mayoría de ellos, sabía leer y escribir como todo un profesionista;
no obstante, nadie sabía nada sobre su educación y formación. Para ellos, era un
trabajador más, con modestos ingresos económicos; pero su notable activismo
y combatividad lo llevaron a colocarse como uno de los líderes sindicales más
respetados del área.
En realidad, José Córdoba Caparrós no fue ningún improvisado. En su juventud
estudió derecho y formó parte del entonces proscrito Partido Comunista en España.
También trabajó como oficinista del ayuntamiento de Almería –su ciudad natal–,
en la región de Andalucía. Su participación en las actividades del partido y sus
reclamos sobre el derecho a la libertad individual, lo llevaron a ser detenido en
1939, por las fuerzas franquistas, cuando sólo tenía 28 años de edad. Permaneció
encarcelado durante seis años hasta tuvo la oportunidad de perpetrar una fuga
espectacular que llevó a cabo en 1945.
Córdoba Caparrós presentó un cuadro de conjuntivitis que no pudo serle tratado
en la prisión donde se encontraba. Por ello lo trasladaron, junto con otros seis
reos, a otra prisión para que ahí se le diera el tratamiento adecuado. Durante el
trayecto, los guardias descuidaron la vigilancia y José Córdoba Caparrós dirigió
39
No obstante, la inteligencia de José María no quedó satisfecha con la sola carrera de
Ingeniería, por lo que, al mismo tiempo que cursaba sus estudios en el Politécnico,
asistía a la Sorbona para tomar cursos de Filosofía. Una gran cantidad de ellos
que, sin reparo alguno, incluyó en una extensa lista dentro de su currículo oficial.
Así fue como Córdoba Montoya leyó y estudió a los filósofos existencialistas Jean-
Paul Sartre y Camus.
En la Sorbona, su misma inteligencia atrajo la atención de varios de sus
profesores; a tal grado, que uno de ellos lo recomendó especialmente para trabajar
como ayudante del entonces diputado –por el territorio de Belfort–, Jean-Pierre
Chevènemant (1939), uno de los fundadores y dirigentes del Partido Socialista
Francés.13
Chevènemant fue un hombre clave en la vida de Córdoba Montoya, ya que
fue él quien lo introdujo y puso en contacto con el equipo de campaña de F.
Mitterrand, candidato socialista a la presidencia de Francia, en la elecciones de
1974. La agilidad mental de Córdoba, junto con su profunda capacidad de análisis,
impresionaron al equipo, pero sobre todo, al jefe de asesores de Mitterrand, un
ingeniero argelino llamado Jacques Attali (1943), quien inmediatamente lo integró
al equipo de trabajo de la campaña.
Córdoba consiguió vincularse a uno de los más importantes intelectuales de su
tiempo,14 lo cual le permitió el acceso a varias claves del conocimiento político
real. Probablemente, entre ambos surgió cierta simpatía. Al igual que él, Attali
había estudiado en la Escuela Politécnica; había obtenido el primer lugar entre los
graduados de la clase de 1963 y, después de estudiar en la Escuela de Minas y en la
Escuela Nacional de Administración, se doctoró en Economía. Durante esta época,
Attali ya era autor de dos libros: Los modelos políticos (1972) y Análisis económico de la
vida política (1972); ambos, con cierta idea del empleo del razonamiento cibernético
en la vida política.
Pese al gran trabajo del equipo de campaña, el esfuerzo no fue suficiente.
Mitterrand perdió las elecciones de 1974. Sin embargo, la experiencia les concedió
una importante revisión y retroalimentación, misma que les permitió corregir varios
errores. El resultado se dará unos años más tarde, con el triunfo de Mitterrand en
las elecciones de 1981.
Ante la derrota, Attali se dedicó a explorar otros proyectos. Junto con Córdoba
Montoya viajó a China para explorar las condiciones en las que tal país se
encontraba. Muy probablemente, con miras a buscar vías alternas de desarrollo
Posteriormente, Córdoba se refugió en Argelia donde, gracias a las recomendaciones
13 Jean Pierre Chevènemant fundará en 1993 el partido Movimiento Republicano y Ciudadano (Mouvement
Républicain et Citoyen).
14 De acuerdo a the Foreign Policy Magazine (Mayo - Junio de 2008). Attali formó parte del grupo que creó el Euro.
41
demanda global, como resultado de la reducción en la inversión privada. Córdoba y
Ortiz habían concluido que, este aspecto deflacionario, constituía la característica
más notable de la experiencia mexicana.
El documento se dividía en cuatro secciones:
a) Un resumen histórico de los eventos que llevaron al abandono de la paridad fija
del peso en relación con el dólar.
b) Revisión de toda la bibliografía que existía sobre devaluación. En este apartado
se descubrió que no se presentaba ningún modelo satisfactorio que pudiera
aplicarse al caso de México.
c) Presentación de estimaciones empíricas del modelo desarrollado en el inciso
anterior.
d) Resumen de conclusiones y propuestas para investigaciones en el futuro.
Entre las conclusiones de su investigación destacó la observación que hicieron
sobre la nula bibliografía de la devaluación y los aspectos deflacionarios. Sin
embargo, derivado del estudio del desarrollo económico en México, el gran
descubrimiento de Ortiz y Córdoba consistió en detectar que la riqueza, la liquidez
y la sustitución de obligaciones, son los principales canales a través de los cuales
una devaluación ejerce influencia deflacionaria sobre la inversión.
“Históricamente, la mayoría de las devaluaciones importantes han ocurrido
en países en desarrollo en los cuales las empresas privadas no habían
contraído deudas de tamaño significativo en moneda extranjera. Por otra
parte, la flexibilidad en los tipos de cambio entre las economías industriales
integradas financieramente evitó que los efectos deflacionarios en la
inversión que se analizan, alcanzaran una magnitud apreciable en términos
empíricos. Esta es quizá la razón por la cual la literatura sobre devaluación
no ha reconocido la posibilidad teórica de estos efectos ni su creciente
importancia para los países en desarrollo que poco a poco se integran a los
mercados financieros internacionales”.16
El período académico de Córdoba en el Colegio de México, aunque sólo fue durante
el ciclo 1979, coincidió con el del Dr. Ernesto Zedillo Ponce de León. Ahí, ambos se
conocieron y establecieron una gran amistad.
La primera aparición en México de José Córdoba Montoya se llevó a cabo durante el
Coloquio sobre Perspectivas de la Economía Mexicana. El público asistente estuvo
integrado por jóvenes funcionarios de la Secretaría de Programación y Presupuesto y la
Secretaría de Hacienda. Muchos de ellos ocuparon importantes posiciones los años
siguientes, como son, Jaime Serra Puche, Pedro Aspe Armella, Francisco Gil Díaz y
16 Córdoba, José y Ortiz, Guillermo, Aspectos Deflacionarios de la devaluación del peso mexicano de 1976, México,
1979, p. 55.
43
banca comercial (el 20 por ciento del total), la deuda del gobierno con
instituciones financieras oficiales, tanto multilaterales como bilaterales
(el 30 por ciento), y la deuda gubernamental con la banca comercial (el 50
por ciento). La deuda privada nunca estuvo garantizada, ni tampoco contó
con subsidios del gobierno para su servicio; fue prácticamente cancelada
en 1988, a través de pagos anticipados y descuentos significativos. El
gobierno creó, a través del Fideicomiso de Cobertura de Riesgos Cambiarios
(FICORCA), los incentivos para que este comportamiento resultara atractivo
tanto para las empresas mexicanas como para los bancos extranjeros. La
deuda oficial no se ha podido reducir hasta la fecha, dado que el marco
institucional existente no lo permite. Con todo, durante la primera mitad de
la década de los noventa, las transferencias netas a instituciones oficiales
serán prácticamente nulas, toda vez que el financiamiento previsto a través
de programas de ajuste estructural por parte del Banco Mundial y el Banco
Interamericano de Desarrollo compensarán los pagos por concepto de
intereses y del principal”.17
Después del triunfo de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari y José
Córdoba Montoya regresaron a la Secretaría de Programación y Presupuesto. El
primero, como secretario; el segundo, como director general de Política Económica y
Social, cargo que había ocupado Salinas a finales del sexenio anterior.
La cercanía de Córdoba Montoya con Salinas provocó ciertas envidias y recelos;
sobre todo las del subsecretario de Desarrollo Regional, Manuel Camacho Solís,
quien se consideraba el mejor amigo del secretario y su principal consejero.18 Para
Camacho, José Córdoba era un hombre peligroso por sus ideas y debía tomársele
con mucha reserva y distancia. Sin embargo, pese a las advertencias, Salinas de
Gortari consideraba que “el francés” era un verdadero gigante intelectual y lo
debía tener cerca. El resentimiento aumentó cuando, en 1983, Salinas lo nombró
su jefe de asesores. Y fue a partir de ese momento que, José Córdoba Montoya,
se convirtió en el filtro obligado para tratar cualquier asunto con el Secretario de
Programación y Presupuesto.
Las condiciones en las que se encontraba José Córdoba requirieron de su presencia
tanto en el partido como en el gobierno, de modo regular. Por esta razón, en
17 Córdoba Montoya, José, “Diez lecciones de la reforma económica en México”, Nexos, febrero 1990.
18 Manuel Camacho Solís nació en el Distrito Federal el 30 de marzo de 1946. Hijo del militar Manuel Camacho
López y de Luz Solís Echeverri. Estudió toda su educación elemental y media superior en el Instituto Cumbres
(1954-1965). Ingresó a la UNAM a estudiar la carrera de Economía, donde entró en contacto con los hermanos Raúl
y Carlos Salinas de Gortari, así como también conoció a José Francisco Ruiz Massieu. Ingresó al PRI en 1965 y su
carrera política fue impulsada tanto por su amigo Carlos Salinas de Gortari, como por su suegro, Manuel Velasco
Suárez, quien sería gobernador del estado de Chiapas. En 1982, el Secretario de Programación y Presupuesto,
Carlos Salinas de Gortari le asignó la Subsecretaría.
45
este modo, se empezó a frenar algunos de los varios factores que generaban la
inestabilidad económica del país.
A partir de 1983, las rígidas políticas económicas gubernamentales nacionalistas
–caracterizadas por la nula manipulación de variables financieras, la forzosa
conversión de depósitos a pesos y el congelamiento de cuentas, entre otras
cosas–, generaron una gran desconfianza por la crisis surgida en 1982. Esto, a
pesar del aumento que hubo en el rendimiento promedio de los instrumentos
denominados en pesos mexicanos, frente a su equivalente en dólares.
En México, desde 1982 las importaciones estaban sometidas a duras limitaciones.
El arancel promedio establecido se encontraba entre el 50% y el 100%. Con
la adhesión de México –entre 1983 y 1985– al Acuerdo General de Aranceles
Aduaneros y Comercio (GATT), se inició la liberalización comercial, dando fin a la
estructura proteccionista con precios controlados. El arancel promedio se redujo
a menos del 10%. Con estas medidas se procuró que las empresas iniciaran los
cambios requeridos para que ellas mismas incrementaran su productividad.
El equipo de rescate advirtió que la causa principal de las desviaciones fiscales
no se encontraba, por lo general, en el gobierno central, sino en las empresas
estatales. Durante la época del boom petrolero, López Portillo evitó los controles
presupuestarios y dirigió todas sus fuerzas económicas en apoyo al petróleo. Lo
mismo había hecho el presidente Luis Echeverría Álvarez, al no controlar la banca
de desarrollo del Estado. Los subsidios proliferaron y, en lugar de alinearse el
costo del capital a los costos del mercado, los efectos fueron devastadores.
El programa estabilizador de México que buscó el rescate durante el período del
presidente Miguel de la Madrid, mostró con éxito la necesidad de mantener las
finanzas públicas bajo una estricta disciplina, vigilancia y autónoma de otros
intereses. Es decir, debía buscarse el fortalecimiento financiero de la economía, a
pesar de los costos a corto plazo que pudieran presentarse en otras áreas.
Esta es la razón por la que, en primer lugar, se realizaron recortes al presupuesto
y se redujeron, del mismo modo, los subsidios. También el gasto público “no
prioritario” se recortó. Es cierto que el continuo aumento de los precios por parte
del sector público desagradó a la población y representó un notable desgaste
político al gobierno. Sin embargo, no era conveniente echar marcha atrás; pues,
anteriormente habían visto que volver a implementar tales subsidios, después de
intentar reducirlos, podía llevar al fracaso los programas de estabilización.
No obstante, hubo que medir un problema más. Ante este riguroso control, también
debían evitarse los posibles aumentos desmedidos de productos que tuviesen
precios controlados. Una de las claves para resolver dicha situación consistió,
precisamente, en realizar privatizaciones. Pero mientras éstas se llevaban a cabo,
49
Desde el punto de vista del Fondo Monetario Internacional, México estaba
experimentando un notable efecto de los cambios en el sistema político. El país
estaba empezando a romper con aquel sector del PRI que pretendía mantener el
sistema político y económico de la posguerra. El 7 de julio de 1988, Carlos Salinas
de Gortari afirmó que había terminado la época del partido prácticamente único
y que gobernaría en pluralidad. El poeta Octavio Paz afirmó que con el triunfo
de Salinas, se daba inicio a una verdadera apertura democrática. El ya entonces
presidente Salinas, al día siguiente de tomar posesión, se reunió con la cúpula del
PAN y declaró que su gobierno sería de un verdadero tránsito a la generación de
espacios democráticos.
Por su parte, el 7 de diciembre de 1988, José-María Córdoba Montoya fue
nombrado Jefe de la Oficina de Coordinación de la Presidencia de la República.
Este puesto nunca había existido dentro de la estructura del Sistema Político
Mexicano. Pareció que fue creado especialmente para él. Córdoba Montoya ocupó
este cargo desde diciembre de 1988 hasta mayo de 1992. En junio de ese mismo
año, la coordinación se convirtió en la Oficina de la Presidencia. En este puesto,
se coordinarían los gabinetes especializados, especialmente, los de seguridad
nacional y los de política económica y exterior.
Salinas, junto con su equipo, continuó con el plan de rescate iniciado durante
el período de Miguel de la Madrid, siguiendo los lineamientos del FMI. Para
mantener el proyecto y la estabilidad económica, fue importante que en el proceso
de transición, se mantuviera la continuidad entre los diferentes tiempos de las
políticas. Había que conservar el marco general congruente entre las diversas
discusiones sobre las fases, la velocidad y la intensidad de los cambios requeridos.
En otras palabras, debía conservar la estrategia y, en todo caso adaptar, con el
paso del tiempo, las distintas tácticas para ajustarse a los cambios solicitados.
Por esta razón, entre otras acciones, a partir de abril de 1994, se le otorgó su
autonomía al Banco de México. Con ello, se consideró que inició plenamente, la
fase de modernización definitiva de México. Entre los argumentos sostenidos se
dice que “la finalidad de la autonomía es que la operación del banco central sea
conducente a la conservación del poder adquisitivo de la moneda nacional”.
Deben evitarse a toda costa los conflictos dentro del equipo económico. El
envío de señales inconsistentes y cambios drásticos en la política generan
incertidumbre, desconfianza e, incluso, frustración. Adicionalmente,
contribuyen a complicar esfuerzos posteriores de estabilización debido a
su impacto negativo sobre las expectativas y a los efectos de aprendizaje
que dan lugar a formas acumulativas de resistencia. La puesta en marcha
de estas políticas puede facilitarse mediante una adecuada homogeneidad
51
La única respuesta práctica consistió en realizar una renegociación exitosa de
la deuda externa para que, a partir de ello, se pudiera culminar un programa de
transición económica. En 1989, México, al lado de otros países latinoamericanos,
tuvo la oportunidad de renegociar su deuda, a través de las medidas establecidas
durante una reunión llamada “el consenso de Washington”. Los bancos más fuertes del
mundo, junto con el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el gobierno
de los Estados Unidos, acordaron –en Washington– adoptar una estrategia para
reestructurar la deuda contraída por varios países con bancos comerciales. Con
dicha propuesta se reduciría la deuda en condiciones de mercado, con la finalidad
de establecer un entorno atractivo de inversión.
Es decir, los bancos, al reconocer que la deuda de México –al igual que la de
otros países latinoamericanos– tenía un valor menor al real, la colocaron dentro
de los mercados financieros internacionales a un costo 30% más bajo. Con ello,
reducirían la deuda, esperando recuperar lo más pronto posible lo que se les debía.
En otras palabras, vendieron la deuda más barato a compradores de los mercados
financieros. Y así, efectivamente, la deuda fue convertida en acciones que se
vendieron en la bolsa de valores.
La idea de convertir la deuda en acciones, fue maquinada por el entonces secretario
del tesoro de los Estados Unidos, Nicholas Brady. Su plan consistió en convertir
en bonos, la deuda de los países latinoamericanos. De esa manera, cualquier
ahorrista del mundo podría comprar acciones para obtener una alta rentabilidad.
Por su parte, los países deudores continuarían con una gran deuda (30% reducida
de su valor original), sólo que ésta ya no estaría concentrada en manos de unos
pocos acreedores, sino que estaría pulverizada en varios acreedores menores. Esta
acción presentó resultados inmediatos.
En el caso de la deuda comercial, el Plan Brady proporciona el esquema
general de operación abierto a muchos países. De la renegociación de
México puede extraerse una lógica económica muy clara: la reducción del
servicio de la deuda (ya sea a través de una reducción en las tasas de interés
o de una cancelación parcial del principal) depende, en última instancia, de
dos variables: el monto de las garantías oficiales a que se tenga acceso
y la tasa de descuento que prevalezca en los mercados secundarios. Es
interesante notar que el valor de mercado de la deuda reestructurada
de México fue básicamente el mismo que el valor de mercado de dichos
pasivos con anterioridad a la renegociación. La reducción de la deuda y
su servicio fue equivalente a la que se hubiera obtenido mediante una
recompra en efectivo, usando las garantías disponibles a la tasa de
descuento fija prevaleciendo entonces en el mercado. México hizo, así,
53
y se ha abolido el sistema tradicional de créditos forzosos a través de
tasas preferenciales para actividades prioritarias. En el caso de México, la
liberalización de los mercados financieros ha probado ser una medida de
gran importancia para el manejo de las variables macroeconómicas y la
asignación de recursos. En virtud de que el déficit gubernamental es ahora
financiado a través del mercado, el costo del servicio de la deuda interna
se ha hecho transparente. La política monetaria se conduce a través de
operaciones de mercado abierto. Además, al eliminar el régimen especial
de inversión para los bancos y el financiamiento compulsivo al gobierno a
través de los requisitos de reserva, los fondos crediticios pueden asignarse
en forma más eficiente”.27
A partir de 1989, una vez lograda la liberación del mercado financiero en México,
se realizaron una gran cantidad de reformas, cuyo objetivo final fue modificar el
sistema financiero para hacerlo más abierto y competitivo. Una de las reformas
consistió en establecer el marco adecuado para agilizar el funcionamiento de los
intermediarios financieros. Además, durante los primeros meses de ese año se
aprobó la reforma constitucional, para iniciar la privatización del sistema de banca
comercial, el cual había sido nacionalizado en 1982, por el entonces presidente
José López Portillo.
Se expidió una nueva ley reglamentaria en la materia que incluyó las
decisiones estratégicas necesarias para conformar el sistema financiero
del futuro. La primera tuvo como objeto la separación patrimonial de los
bancos y otros intermediarios de empresas comerciales e industriales
(para evitar la práctica de créditos preferenciales o de complacencia); la
segunda fue la decisión de movilizarse en dirección de un sistema bancario
universal; y la tercera, la apertura del sector financiero a la inversión
extranjera, quedando ésta en minoría.28
Hacia el horizonte
Una semana después del asesinato de Luis Donaldo Colosio –entonces candidato
del PRI a la presidencia– y, un día antes de que Ernesto Zedillo quedara como el
relevo priista de la campaña presidencial, José Córdoba Montoya asumió un nuevo
cargo de orden internacional.
En abril de 1994 fue nombrado Director Ejecutivo encargado de la representación de
27 Córdoba Montoya, José, “Diez lecciones de la reforma económica en México”, Nexos, febrero 1990.
28 Córdoba Montoya, José, “Diez lecciones de la reforma económica en México”, Nexos, febrero 1990.
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transformación de México, de ser un Estado Policía –con democracia dirigida–
hacia un Estado Moderno –con democracia participativa–. El proceso fue lento.
Para el año 2000, el Partido Acción Nacional ganó las elecciones presidenciales a
la cabeza de Vicente Fox. Seis años después, Felipe Calderón Hinojosa mantendrá
al PAN en la presidencia de la República. En el año 2012, nuevamente el PRI ganó
las elecciones con una joven promesa: Enrique Peña Nieto. Durante todos estos
años, sin violar la soberanía nacional, el Fondo Monetario Internacional participó
brindando orientación de los procesos económicos a un grupo de mexicanos,
para que pudieran transitar hacia una verdadera democracia. El futuro del país
seguramente no deberá descuidar el aspecto social, ni polarizarse hacia un sector
liberal. El proceso de conciliación será la ruta que se tendrá que navegar en el
futuro, en las aguas del proceso democratizador de México.
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