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Crítica del libro OUTSIDERS (Becker, febrero 2005)

LA DESVIACIÓN SOCIAL DESDE LA PERSPECTIVA DE LAS REDES


SOCIALES EN NUESTROS DÍAS.
UNA MIRADA A LO NORMAL, MORAL Y CRIMINAL

Después de leer el libro de Outsiders, donde el autor Howard Becker plantea una
perspectiva sobre como en toda estructura social se pueden llegar a presentar ciertas
desviaciones que alejan al individuo o a un colectivo de lo que podeos considerar como la
normalidad, saltó a mi mente la interrogante de si esta postura sería aplicable a nuestros
días, si en la actualidad, con la inmensa gama de grupos sociales, culturas y subculturas
podríamos hablar como lo hizo el autor motivo de mis líneas, de una normalidad y una
desviación.
Y justo analizando la lectura y cómo éste personaje va analizando diversos sectores de la
sociedad de su tiempo, me di a la tarea de observar y, por qué no, hasta analizar algunas de
las personas con las que interactúo diariamente y como éstas están en la actualidad
inmersas en lo que llamamos redes sociales, que nada tiene que ver con el concepto original
de una red social que establece la sociología.
“En sociología las “redes sociales” son las redes de relaciones que establecemos y por medio
de las cuales formamos nuestra personalidad, expresamos nuestra identidad y participamos
en interacciones sociales. Este es el sentido original del término. Las redes sociales existían
antes de Internet, como redes familiares, redes profesionales, redes de amigos, etc”. (Admin,
2005)
A partir del anterior concepto valdría la pena tomarnos un minuto de nuestro tiempo para
cuestionarnos hasta qué punto las redes sociales que conocemos, hablando de redes como
Facebook, twitter, Instagram y otras más, son o fungen como debiera ser una red social
desde la perspectiva sociología, pero sobre todo ¿qué tanto estas redes influyen en nuestra
personalidad, identidad y hasta poder de interacción con nuestros congéneres?
El presente ensayo tratará, quizá a forma de esbozo, de ir dilucidando éstas interrogantes
a fin de ver si con el libro de OUTSIDER, a diciembre del 2018 podemos considera que aún
existen “marginados” como en la época en que el autor realizó sus estudios con fumadores
de marihuana, músicos y profesores a fin de establecer sus argumentos teóricos.
Entrando en el tema me gustaría invitar a hacer un pequeño ejercicio memorístico para ver
¿Cuándo fue la última vez que entramos en una red social? Cualquiera que esta sea;
tratemos de recordar ¿qué fue lo que buscamos u observamos? ¿Cuánto tiempo le
dedicamos a esta mirada a la virtual estructura social que se ha vuelto prioritaria para
algunos? Pero sobre todo y creo que de ahí partiríamos es preguntarnos o más bien
recordarnos a nosotros mismos ¿qué es lo que nosotros proyectamos a través de esas redes
sociales, para considerarnos como personas normales y no “marginados”?
Si somos objetivos nos vamos a sorprender con lo que vamos a responder a estas simples
interrogantes, pero aún mayor va a ser nuestra sorpresa cuando descubramos que un
porcentaje considerable de lo que proyectamos a través de estas redes sociales, responde
u obedece a la necesidad inherente al ser humano de pertenecer a un colectivo, de formar
parte de algo, de ser y sentirse identificado con alguien más, a ese obsesivo impulso por
destacar a costa de lo que sea o en algunos casos de pasar totalmente desapercibido como
uno más dentro de lo que conocemos y preconcebimos como normalidad.
Todos en algún momento de nuestras vidas hemos perdido parte de la misma navegando
por lo que nos ofrece la internet y espacios destinados a la fisgonería, voyerismo,
fetichismo, estilo de vida, curiosidad; en fin a satisfacer esa parte de nosotros que nos obliga
a mirar por la ventana cuando oímos que el vecino discute, cuando escuchamos un
derrapón de llantas o cuando alguien pasa por nuestro frente. Y hoy en día las redes sociales
nos hace más fácil cómodo enterarnos de lo que ocurre a nuestro entorno, aún y cuando
mucho de lo que ahí podemos ver quizá no posea ni el más insignificante ápice de realidad.
En el libro OUTSIDERS, Becker señala que en toda sociedad existen reglas sociales que
definen lo que es y no apropiado, es decir la misma sociedad nos marca qué es lo que
podemos hacer y qué es lo que no podemos hacer.
“Esas reglas sociales definen las situaciones y comportamientos considerados apropiados,
diferenciando las acciones correctas de las equivocadas y prohibidas” (Becker, febrero 2005)
Usando otros términos, desde mi lectura, somos nosotros mismo quienes establecemos
cómo debemos conducirnos ante los demás; lo cual explica cómo a lo largo del tiempo hay
conductas o comportamientos, según la perspectiva de estudio, que han dejado de ser
vistas como algo malo y hay otras que para nuestros ancestros no era algo malo o
deleznable, pero para nosotros es totalmente aberrante e inapropiado. No creo que sea
muy bien visto que le arranquemos el corazón a nuestros enemigos o que sacrifiquemos en
tiempo de cosecha a las mujeres más hermosas.
Si tomamos como punto de partida la postura de Becker de que es la misma sociedad quien
establece las reglas, ineludiblemente nos vamos a encontrar con la misma paradoja que él
para saber realmente qué está bien y qué no y eso francamente es aterrador si observamos
el nivel de perversión y degradación que tienen algunos sectores sociales modernos.
Imaginemos por un momento cómo sería nuestra sociedad si gente como el Chapo Guzmán,
Daniel Arizmendi, Los Palafox o el Feminicida de Ecatepec dictaran las reglas morales
aceptables por nuestra sociedad. La normalidad para nosotros sería caos, destrucción,
perversidad, depredación…
Bueno si ese panorama resulta inconcebible, ¿por qué permitimos otros igual de perversos
e inaceptables a través de nuestras redes sociales? E incluso en muchos casos somos hasta
partícipes de esa perversión. Voy a usar como ejemplo lo siguiente y tratemos de ser lo más
objetivos y analistas que nos sea posible: todos en algún momento hemos recibido o abierto
videos donde alguien está pegándole a otro, o donde hay alguna escena de un linchamiento
u homicidio; por lo regular ¿qué hacemos? Algunos nos concretamos a morbosamente ver
cada uno de los 24 cuadros por segundo que posee el multimedia, otros más nos damos el
tiempo de darle click o tap al botón “me gusta”, pero hay un segmento social que no para
ahí y va más allá al sutilmente seleccionar de su lista de contactos a un grupo de conocidos
a los que les compartiremos dicho material.
Para ese pequeño o grande grupo de contactos a los que le compartimos el video de cómo
linchan o matan a alguien ¿debemos considerarlos como marginales o más bien como
normales? Porque seamos honestos hoy son más los que comparten este tipo de
contenidos que los que los borran y de acuerdo con la lectura de Becker al hablar de los
fumadores de marihuana, nosotros mismo nos estamos convirtiendo en normalidad
estadística para invertir nuestros roles con los inadaptados seres desviados y marginales
que ponen un alto a la crueldad y el morbo y se concretan a eliminar el material en cuanto
ven de lo que se trata, y sin querer evitan que más y más gente se vuelva “NORMAL”.
Con calma, no somos seres de mal, somos única y exclusivamente la respuesta o
consecuencia de la influencia de un medio en el que nos desenvolvemos, Becker hablaba
de los fumadores de marihuana y como para ellos el fumar y volarse era de lo más normal;
luego entonces, hoy en día hay sectores de nuestra sociedad que para ellos es de lo más
normal ver un linchamiento. Lo anterior también nos los explica Alexander Lacasaggne al
decir:
"El entorno social es el caldo de cultivo de la criminalidad. El germen es el criminal, un
elemento que no tiene ninguna importancia hasta el día donde encuentra el caldo que hace
fermentar. Para el fatalismo que sigue inevitablemente de la teoría antropológica, nos
oponemos a la iniciativa social. La justicia marchita, corrompe la prisión y la sociedad tiene
los delincuentes que se merece". (Lacassagne, 1913)
Así es, la misma sociedad que señala y acusa en algún momento es la que permite, fomenta,
solapa y apuntala ciertas conductas que podemos considerar, paradójicamente como
antisociales.
Ahora bien, no sólo es lo que compartimos o miramos a través de la redes sociales digitales,
sino que al parecer éstas se han convertido en el escaparate predilecto de la moda, el estilo,
la sociedad, el atlas estereotípico de cómo deben ser los hombres y mujeres modernos.
Aunque parezca mentira hay mucha gente que adquirió una vida al abrir una cuenta de
Facebook o de twitter o de Instagram por mencionar a algunas.
Hoy tenemos plagados nuestros dispositivos de historias, estados, publicaciones que con
toda vehemencia invaden la privacidad hasta del propio autor de la publicación para con
ella autosatisfacer la necesidad de aceptación, de que el mundo vea su normalidad, de
aparentar lo que no puede ser o incluso de proyectar aquello que de forma material sería
incapaz de llevar al plano de la realidad.
Tal como Becker clasificó a los fumadores de marihuana, hoy debiéramos clasificar a los
consumidores de redes sociales y estoy seguro que podríamos sin duda alguna catalogarlos
de alguna manera, ya sea marginados o normales. Y no es una broma pero veamos cómo
hay gente que su foto de perfil es una prioridad, no conciben el pasar una semana con la
misma imagen, como si su desarrollo personal dependiera de ello… O más bien me corrijo
a mí mismo y si, definitivamente si depende su desarrollo de ello, por eso hoy es más común
escuchar entre los jóvenes frases como “ya le dio me gusta”, “me dejó en visto”, “este tema
fue tendencia”; hoy vemos como la escala de prioridades para el desarrollo personal,
profesional e intelectual de algunos “normales” depende del usuario que se encuentra al
otro lado del dispositivo y cuál es la reacción que éste ofrece.
Cuando el libro OUTIDERS se escribió, el contexto político-económico-social era muy
distinto al de nuestros días, sin embargo seguimos viendo cómo las sociedades son muy
similares, por ejemplo cuando Becker nos habla de los músicos y el estudio que realiza a
este sector social, plantea que los músicos parecieran ser un grupo que:
Se ve a si mismo y a sus colegas como gente con un don especial que la hace diferente de
quienes no son músicos y la libera de su control, tanto de respecto de la interpretación de su
música como del comportamiento social del medio”. (Becker, febrero 2005)
Y a la fecha no estamos muy alejados de esta perspectiva y basta con ver a los jóvenes
denominados “influencers” quienes con ostentosa egolatría usan las diversas plataformas
digitales para establecer patrones conductuales o ideológicos y de ahí su nombre de
influencers, porque según ellos son generadores de influencia y definen a su poco entender
un nuevo segmento social mejorado, donde el que no pertenece a él simplemente es un ser
retrógrada, cuadrado, obsoleto y anticuado.
La ideología que plantea Howard Becker en la época del jazz la podemos ver a flor de piel
en nuestra era con gente que sin el mínimo conocimiento y cultura se siente seres
superiores, dotados de algo que la normalidad no tiene y nuevamente caemos en el
obstáculo epistemológico de ¿Quiénes son realmente los normales?
En OUTSIDERS se habla de cómo los sectores sociales objetos de estudio enfrentan su
realidad con reacciones muy diversas, pero curiosamente coincidentes en un aspecto
curioso y es que tanto los fumadores de marihuana como los músicos son sabedores que
no son parte de la sociedad, saben perfectamente que son una desviación social y hasta
rechazan a la sociedad, pero están conscientes que sin la sociedad no sería posible su
existencia y en consecuencia eso los pone en un plano donde deben adaptar su
comportamiento para poder ser socialmente aceptados; tal como lo hacen los influencers
y sus seguidores quienes a pesar de autoconsiderarse un segmento social superior y
mejorado, se mimetizan en la estructura social para poder llevar a cabo sus vidas
“mejoradas” con la mayor normalidad posible.
Aquí valdría la pena hablar de otro factor determinante para establecer la influencia que
tienen las redes sociales digitales con el establecimiento de nuestra personalidad y nivel
dentro de la sociedad y me refiero a la revisión que hace Becker de la Teoría del etiquetado
y la reacción social.
Aquí retomo el comentario que hacía al inicio del presente ensayo sobre la observación que
realicé a las personas con las que comparto mi día a día y es de resaltar cómo interactúan
éstas personas con sus redes sociales. Por ejemplo hay un segmento que en apariencia son
personas socialmente funcionales, tienen un empleo, familia, van los domingos a misa pero
pasan gran parte de tiempo consumiendo snuff, pornografía, material gore y cosas por el
estilo. Otro segmento son aparentemente muy sociables, ostentan viajes, comidas, cultura,
recreación y pudiente esparcimiento, cuando en la vida real son retraídos, su círculo de
amistades es ínfimo o prácticamente nulo, viven día a día sin lujos ni mucho menos excesos
e incluso un número considerable de ellos son jerárquicamente invisibles.
¿Qué pasa realmente con las redes sociales? ¿Acaso se han convertido en nuestro némesis,
nuestra parte contraria, aquello que anhelamos o deseamos ser pero sabemos no podemos
lograrlo? Lógicamente esto nos lleva a un gran sentimiento de frustración, retraimiento, ira,
envidia, baja autoestima y un sinfín de taras y complejos más que nos lleva a renegar de
una realidad, de una normalidad y por consiguiente de una sociedad, a nuestro parecer
injusta y cruel.
Nuestra moral hoy en día es un leve recuerdo y la hemos prostituido acorde a nuestros
interese y conveniencia al punto en que el mismo juez es el victimario y en muchos casos la
propia víctima. Hoy señalamos al de enfrente con la misma mano con la que apuñalamos y
limpiamos nuestras huellas con los pasos que hemos dado a la perdición para tratar de
justificar nuestros actos con injusticia y falta de oportunidad. ¿Nuestra sociedad es hoy
quien produce la delincuencia?
Becker nos dice en OUTSIDERS sobre la teoría del etiquetado lo siguiente:
Sería absurdo proponer que los asaltantes asaltan a la gente sólo porque alguien los ha
etiquetado de asaltantes, o que todo lo que hace un homosexual es resultado de que alguien
lo haya llamado homosexual. Sin embargo, una de las contribuciones más importantes de
este acercamiento ha sido enfocar la atención sobre la manera en que el etiquetado coloca
al actor en una situación que le dificulta llevar una rutina diaria normal y por lo tanto lo
conduce a realizar acciones anormales”. (Becker, febrero 2005)
Pareciera con este argumento que somos nosotros mismo los causantes de lo que nosotros
mismos aborrecemos y es que si nos apegamos al criterio expuesto por el autor, la misma
sociedad es la que establece las reglas del juego, de igual forma la propia sociedad establece
las penas para quienes rompen las reglas; pero es curiosamente, la misma sociedad quien
a criterio y conveniencia modifica, destruye o ignora sus propias reglas. Ah pero si de señalar
se trata cualquiera apunta a un pederasta, cuando en las soledad de sus computadores y
sus perfiles de redes sociales dejan ver sus más cruentos y obscuros instintos al publicar un
meme sobre la legalización de las de 16; o señalan al que es mujeriego y vividor, pero en
sus redes no encuentras más que fiestas, diversión y fotos con su “ganado”.
Enrico Ferri señalaba: “el hombre no es totalmente libre, porque al hombre se le han
impuesto un marco de normas, sólo, dentro el cual es libre.” (Enrico, 1856-1929) Y no sólo
son normas, nos hemos encargado de buscar calificativos y apelativos para todo aquello o
aquellos que no son bien vistos ante nuestra sociedad, y más si hablamos de las redes
sociales donde basta con un par de clicks para etiquetar, bloquear o bannear a quien no
comparte nuestros mismo pensamientos o intereses.
Gracias a las redes sociales hemos creado no individuos, más bien avatares que reflejan lo
que no podemos y queremos ser; pero de igual manera han servido para que quien posee
una desviación la alimente, encuentre en ellas material, contactos, más individuos como él
que poseen el mismo interés y afinidades, vamos hablan el mismo lenguaje.
Estamos en un momento de la historia moderna donde la sociedad se ha digitalizado y el
establecimiento de esas normas y reglas morales y de conducta hoy las dicta quien más
seguidores posee o quien más likes genera. Las mujeres desean ser una Kardashian y no una
Margarita Michelena, por mencionar a alguien, han cimentado su prototipo de mujer y éxito
en un cuerpo voluminoso, fotos provocativas y opulentos accesorios para embellecer aún
más sus estados e historias. Como hombres, hemos olvidado serlo, hoy estamos más
preocupados por seguir perfiles de mujeres atractivas que por seguir siendo atractivos para
las mujeres que tenemos a nuestro alcance y con atractivos no me refiero a belleza física
sino al estereotipo de hombre maduro, fuerte, centrado, capaz de brindar estabilidad a una
familia; hoy buscamos estatus, ganado, ligue y un sinfín de emociones más apegadas al
egocentrismo superfluo de una imagen cada vez más distante de la realidad.
A lo largo de estas líneas he tratado más que de criticar la postura de Becker, he tratado de
vincularla con un fenómeno social que hoy está representado con el uso de las “benditas
redes sociales”, creadoras de fama, inquisidoras y crueles como el peor de los verdugos,
pero eso si gigantes como el más grande de los atlantes.
La normalidad y la desviación de una sociedad está intrínsecamente ligada a su capacidad
de mantener a sus integrantes regulados, y uso esta palabra porque desde mi lectura no
concibo el hecho de mantener a una sociedad controlada, pues desde el momento que
buscamos el control perdemos nosotros mismo nuestra libertad e identidad; por ello
prefiero decir que debemos regular nuestras conductas, nuestro uso de las redes sociales
porque al igual que lo veíamos al inicio de este ensayo, la definición sociológica de una red
social nos va a determinar rasgos de personalidad, identidad y nos van a fijar un lugar dentro
de nuestro colectivo, de ahí que sea prioritario vigilar más de cerca estas plataformas para
que no sean como lo decía Lacassagne un caldo de cultivo para la criminalidad.
No debemos perder de vista que desde el momento en que comenzamos a observar nuestro
entorno con fines científicos o simplemente analíticos, también nos convertimos en parte
de ese objeto de estudio y por tanto no estamos exentos a ser parte del problema. Becker
lo decía en su capítulo de la REVISIÓN DE LA TEORÍA DEL ETIQUETADO:
La crítica más genera, el verdadero ataque al orden social es la insistencia en que todas las
partes involucradas son objetos dignos de estudio. La definición precedente del ámbito de
la desviación como estudio de las personas que supuestamente han violado las reglas
respeta ese orden, pero exime de análisis a sus creadores y agentes del cumplimiento de las
reglas. (Becker, febrero 2005)
A fin de tratar de ir aterrizando ideas, Becker deja muy en claro en su libro que todo aquello
que se aleje de la normalidad se convierte en una desviación, sin embargo hay que ser muy
cuidadosos y objetivos en nuestro escrutinio, ya que no debemos perder de vista quiénes
son los creadores de las reglas y normas que nos permiten mantener un relativo orden
social.
Las redes sociales son una herramienta con la que contamos en nuestros días, y de verdad
espero que en el futuro las podamos ver no sólo como un foro de expresión o un espacio
para proyectar lo que queremos o somos, sino que también podamos verlas desde una
perspectiva criminológica en la que gradualmente se van cultivando o cocinando futuros
actos delictivos y por consiguiente futuros delincuentes.
Cada día es más común observar delincuentes presumiendo su botín en redes, mujeres
vanagloriándose de los pocos y absurdos lujos que les dan sus parejas producto de la
actividad criminal que desempeñan, hoy cada vez más niños son víctimas de la prostitución
infantil, la trata indiscriminada de personas, es más fácil tener acceso a información,
material y hasta instructivos paso a paso de actividades antisociales.
Hemos dejado de lado la moral, el respeto, la educación, pero sobre todo el temor a una
consecuencia negativa, hoy nos preocupa más ser parte de un grupo que destacar como
individuo ante todos los grupos, para nosotros es más fácil etiquetar que volver al camino
y como bien lo exponía Becker, siempre que nos cuestionan sobre nuestro actuar marginal,
al igual que los fumadores de marihuana, buscaremos excusas y pretextos desde el campo
de la ciencia, hasta la irrisoria e hilarante respuesta visceral producto de nuestra necesidad
de una justificación razonable.
El delito o el infractor tienen para esta tendencia naturaleza social y definicional. Integran
una realidad social que se construye. Por lo tanto, no interesan tanto las “causas” de la
desviación cuanto los procesos de criminalización a través de los cuales, ciertos grupos
sociales que tienen poder para ello, definen como delito y como delincuente a determinadas
conductas y determinadas personas. Cuando este proceso de etiquetamiento se realiza con
éxito, se construye un delincuente. (Aguirre, 2001)
Así podemos entender con mayor facilidad el postulado de Becker sobre el etiquetamiento
que realizamos día a día con nuestros similares y con nosotros mismo, porque aún y cuando
parezca absurdo, somos nosotros mismo quienes nos etiquetamos en ese afán de encontrar
la justificación necesaria para explicar lo que ya hemos visto como una desviación.
No quiero dejar pasar la oportunidad de hace hincapié en la inaplazable necesidad de
aplicar políticas de prevención y detección de posibles conductas criminales a través de las
plataformas de redes sociales; y mientras tanto, nosotros como individuos constructores de
nuestra moralidad, hagamos lo que nos corresponde para que nuestra personalidad,
identidad y posición dentro de la estructura social sea lo más apegada a la realidad, aún a
pesar de ser una plataforma digital donde prácticamente todo es posible, establezcamos
límites saludables que enriquezcan nuestra sociedad y no sigamos como vamos degradando
cada vez más lo que nos distingue de otras especies animales.
Este ensayo dista mucho de ser un profundo y detallado estudio científico al respecto, pero
al menos espero que con estas líneas se pueda abrir paso a la investigación de esta
maravillosa área de oportunidad que representan las redes sociales y cómo interactuamos
con ellas y dentro de ellas con nuestros aparentemente semejantes. OUTSIDERS me deja
muy en claro que todo extremo es negativo y dañino para nuestra sociedad, pero también
me reveló la realidad sobre el establecimiento de nuestros controladores sociales y cómo
lo que para mi es normal, para miles o millones de personas a mi alrededor es una
repudiante desviación social.
Como franco opositor de las teorías deterministas criminológicas hoy veo con distintos ojos
la construcción de criminales como consecuencia directa del etiquetado, segregación,
señalamiento y marginación de los desviados sociales; y aunque no tenga aún los
argumentos suficientes para debatirlos, he aprendido con mi lectura que hay factores que
son determinantes para que un delincuente se convierta precisamente en delincuente.
La misma sociedad obliga que el delincuente esté determinado a delinquir para poder
sobrevivir dentro de la estructura social; lo cual me obliga a pensar en ¿Qué tan necesaria
o conveniente es la criminalidad para el desarrollo de la sociedad?
Éste seminario y en particular la lectura de OUTSIDERS me deja con un extraño sabor de
boca, pues por un lado está la satisfacción de haber podido abrir la mente y el
entendimiento a un nuevo cúmulo de conocimientos, pero por el otro está la paradójica
sensación de miles de interrogantes surgiendo en mi cabeza; y precisamente digo
paradójica porque hoy sé que gracias a esas interrogantes, es posible acrecentar y fortalecer
el conocimiento científico.
En definitiva y para concretar ésta exposición de ideas, las redes sociales digitales han
brindado al ser humano moderno la posibilidad de crear, establecer y ejecutar nuevas
normas morales, sociales y conductuales, interactuando con otros a través de las diversas
plataformas que se ofrecen y sentando un precedente histórico en la formación de lazos y
estructuras sociales, pero de igual forma muestran el poder y riesgo que ostentan ante el
uso malvado y perverso de las mismas con el objetivo claro de cometer una conducta
criminal.
Tal parece que las redes sociales seguirán por un tiempo siendo el refugio de mentes
desviadas, que saciarán sus instintos, necesidades y pasiones con el consumo de materiales
acordes a su desviación, agazapados, regulados, inhibidos, controlados…
Aparentemente las redes sociales sirven igual para evitar que ciertos individuos salgan a la
calle a satisfacer de manera criminal sus afecciones. Si ese es el caso me parece perfecto
que también sirvan para ese fin.
Gracias por el tiempo dedicado no sólo a mi lectura, sino también a darme la oportunidad
de expresarme y aprender que el único obstáculo epistemológico soy yo mismo.
Bibliografía

Admin. (October de 2005). http://sociologiayredessociales.com. Obtenido de


http://sociologiayredessociales.com/2010/10/redes-sociales-y-redes-sociales/

Aguirre, E. L. (Noviembre de 2001). Derecho a Réplica. Obtenido de


http://www.derechoareplica.org/index.php/233:teoria-del-etiquetamiento-labeling-13

Becker, H. (febrero 2005). Outsiders. San Francisco: siglo veintiuno.

Enrico, F. (1856-1929). San Benedetto, Polonia.

Lacassagne, A. (1913). Tésis principal. Francia.

MARIACA, M. (Abril de 2010). Apuntes Jurídicos en la Web. Obtenido de


https://jorgemachicado.blogspot.com/2010/04/efsc.html

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