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BORON

Preocupación comprensible, decimos, porque sin duda Gramsci fue una de las más importantes cabezas
teóricas del marxismo en el siglo veinte, a la altura de las más encumbradas y comparable tan sólo con
Lenin, Trotsky y Rosa Luxemburgo y, tal vez, aunque esto sería motivo de arduas polémicas, con
algunas pocas más. Pero hay una calificación muy importante: los tres arriba mencionados pertenecían
a una zona marginal del capitalismo europeo: Rusia y Polonia. Gramsci, en cambio, pensaba al
marxismo y la revolución desde uno de los países que, en cierto modo al menos, se localizaba en el
núcleo esencial del sistema capitalista. Es cierto que tal como lo demostrara el propio Gramsci en
realidad no había una Italia sino al menos dos: el Norte próspero e industrial, con una influencia que
llegaba hasta Roma y luego el Mezzogiorno, el Sur arcaico y tradicional, esa “inmensa disgregación
social”, en palabras del propio Gramsci, que le otorgaba a Italia una fisonomía muy especial en el
concierto de los capitalismos de la época. Pese a ser un hombre del Sur a Gramsci, nacido en Cerdeña,
le tocó pensar y actuar al marxismo allí donde Marx había dicho que debía producirse la revolución
socialista: en aquellas naciones en donde el capitalismo hubiera alcanzado su mayor desarrollo.
Gramsci es, por lo tanto, el gran teórico marxista de la revolución en Occidente.
No sólo su locación geográfica en el corazón capitalista europeo diferencia a Gramsci de sus
predecesores “orientales”. Como lo subraya Perry Anderson en su Consideraciones sobre el marxismo
occidental, Gramsci es un teórico de otra generación y pertenece a otra época histórica. Lenin había
nacido en 1870, Rosa en 1871 y Trotsky en 1879. Gramsci, en cambio, es de 1891 y corresponde a una
cohorte en la cual se incluyen Lukács (1885), Korsch (1886) y Walter Benjamín, nacido en 1892,
fundadores, según el historiador británico, del “marxismo occidental.” El joven Gramsci se rebela
contra tamaña insensatez. Había llegado a Torino en 1911, a la edad de veinte años, para estudiar en la
Facultad de Letras de la Universidad de esa ciudad. Allí comienza a desplegar una intensa actividad
política en el marco del Partido Socialista y, tiempo después, una vez producida la Revolución Rusa, en
un grupo político denominado L’Ordine Nuevo (El nuevo orden) integrado, entre otros por Palmiro
Togliatti, quien luego sería el Secretario General del PCI, y otros jóvenes radicalizados como Angelo
Tasca y Umberto Terraccini. En 1921 Gramsci se encontraría entre los fundadores del PCI. De
inmediato asumiría un trabajo en el Secretariado de la Internacional Comunista que, entre 1921 y 1924
lo llevaría a vivir en Moscú y Viena. En 1924 regresa a Italia y es elegido Secretario General del PCI y,
al año siguiente diputado al Parlamento Italiano que ya funcionaba bajo las severas restricciones
impuestas por el régimen fascista desde sus primeros años. A fines de 1926 es encarcelado.
Las crisis políticas y la valorización de la función educativa y organizativa del
partido político de las clases subalternas, ese “príncipe colectivo”, es otro de los temas que motivaron
de su parte profundas reflexiones. Con razón algunos autores llaman a Gramsci el teórico de las super-
estructuras, por la concentración de su labor en el examen de estas cuestiones a las cuales el marxismo
de su tiempo, dominado por el economicismo, no le había asignado la importancia que efectivamente
tenían.

Intelectuales

Para Gramsci todos los hombres hacen y piensan, por eso son intelectuales, aunque no todos tengan en
la sociedad la función específica de intelectuales. Esa función específica es ideológica y consiste en
proporcionarle a cada clase social homogeneidad y conciencia de las condiciones estructurales, y de su
propia función. Los intelectuales orgánicos: cada clase social genera sus propios intelectuales. A estos
Gramsci los llama "intelectuales orgánicos". Pero cada clase social también recurre a intelectuales
preexistente de épocas anteriores. A estos se les llama intelectuales tradicionales. La clase obrera debe
tener a sus propios intelectuales y ganar a otros en sus filas. Las clases dominantes de la sociedad
capitalistas tienen sus propios intelectuales y sus propios órganos constructores de hegemonía. Los
trabajadores deben intentar disputar esa hegemonía creando sus órganos autónomos. Gramsci estudio
extensamente el papel de los intelectuales en la sociedad. Afirma por un lado que todos los hombres
son intelectuales, en tanto que todos tenemos facultades intelectuales y racionales, pero al mismo
tiempo consideraba que no todos los hombres juegan socialmente el papel de intelectuales. Según
Gramsci, los intelectuales modernos no son simplemente escritores, sino directores y organizadores
involucrados en las tarea practica de construir la sociedad. También distingue a entre la intelligentsia
tradicional, que se ve así misma (erróneamente) como una clase aparte de la sociedad, y los grupos de
pensadores que cada clase social produce 'orgánicamente' de sus propias filas. Dichos intelectuales
'orgánicos' no se limitan a describir la vida social de acuerdo a reglas científicas, sino mas bien
'expresan', mediante el lenguaje de la cultura, las experiencias y el sentir que las masas no pueden
articular por sí mismas.

Un grupo social que tiende a la hegemonía lucha por la asimilación y la conquista ideológica de los
intelectuales tradicionales... tanto más rápida y eficaz cuanto más el grupo dado elabora
simultáneamente los propios intelectuales orgánicos. El grupo social emergente, que lucha por
conquistar la hegemonía política, tiende a conquistar la propia ideología intelectual tradicional
mientras, al mismo tiempo, forma sus propios intelectuales orgánicos. La organicidad del intelectual se
mide con la mayor o menor conexión que mantiene con el grupo social al cual se refiere: ellos operan,
tanto en la sociedad civil el conjunto de los organismos privados en los cuales se debaten y se difunden
las ideologías necesarias para la adquisición del consenso que aparentemente surge espontáneamente de
las grandes masas de la población a las decisiones del grupo social dominante que en la sociedad
política o estado, donde se ejercita el dominio directo o de mando que se expresa en el Estado y en el
gobierno jurídico. Los intelectuales son algo así como los apostadores del grupo dominante para el
ejercicio de las funciones subalternas de la hegemonía social y del gobierno político. Como el Estado,
en la sociedad política, tiene a unificar a los intelectuales tradicionales, con aquellos orgánicos, así en
la sociedad civil y el partido político, todavía mas completa y orgánicamente que el Estado, elabora los
propios componentes, elementos de un grupo social nacido y desarrollado como económico, hasta
convertirlos en intelectuales políticos calificados, dirigentes, organizadores de todas las actividades y
las funciones inherentes al desarrollo orgánico de una sociedad integral, civil y política.

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