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Capítulo cinco
Doña Julia
-La recuerdo con botas de montar y una bombacha argentina, más angosta que la uruguaya. Nunca la vi
de pollera. Con machete en la cintura y un revólver al cinto. Sombrero y, normalmente, una camisa blanca con
pañuelo al cuello.
Ramón sirvió los vasos de whisky mientras yo intentaba ver a la mujer. La pausa no era injusta y aguardé
que los hielos tintinearan.
-Vivía en un rancho de palo a pique. Se clavaban palos de madera dura. Aquel tendría como veinte. Se
dejaban cuatro o cinco metros hacia arriba para superar las crecientes, sobre eso se hacía un piso y sobre el
piso se levantaba un rancho de madera. Había también otra casa, a la cual nunca entré, en una parte más alta,
y creo que no era de palo a pique. Pero sólo la pude entrever. En el rancho estuve varias veces con doña Julia,
porque no íbamos clandestinos. Nos daba de comer, conversaba. Era callada, pero hacía preguntas y le gustaba
escuchar. Lo primero que nos preguntaba era si habíamos comido. Le decíamos que sí, y lo habíamos hecho
antes de salir, pero ya la travesía producía un desgaste grande, entonces nos hacía llegar la comida. Quien iba
con nosotros era Osiris Rodríguez Castillos, que también era toro nadando.
-¿Qué edad tenían?
-Éramos chiquilines, de no más de diez años. Normalmente, en verano, nos tirábamos al río a nadar
encima de camalotes; salíamos a las cinco de la mañana y llegábamos como a las nueve, según la corriente.
Nos guiábamos por el sol. Si veíamos que las condiciones ni estaban dadas, nos tirábamos. Comíamos algo en
la Juncal y regresábamos a la costa con la corriente de la tarde.
“Nadie que no fuera bien recibido podía pisar la isla. Pero a nosotros nos dejaba merodear. La isla era
igual que otras, con ese olorcito del humus en putrefacción, ese olor tan lindo y particular para un campesino,
que para otro puede ser nauseabundo. Como si fuera el aliento de la tierra.
“Había algunos frutales, medio salvajes. Daba la sensación de que habían sido plantados en lugares sin
monte, como si alguien hubiese cultivado una quinta y quedaran los restos. Nunca vi hombres en la isla. Vi
mujeres, en distintas oportunidades, pero no se integraban con nosotros, como si fueran visitas, o gente
supeditada a ella. No tenían vestimenta de isleñas, más bien ropa de ciudad.
-¿Cómo era ella? -insistí.
-Tenía una mirada escudriñadora, típica de las personas inteligentes, que mirar de frente y miden su
maldad. De uno setenta de estatura, ni delgada ni gorda, ni tetuda ni culona. Con unas tetas normales, tirando
a grandecitas, a las que podías echarles una ojeada, pero nunca vérselas. Tenía tendencia a ser llenita. De
rasgos agradables, morocha clara, con alguna que se le ve vislumbraba en la frente. No la famosa pata de gallo,
sino de otro tipo. Y tampoco las que deja el sol, porque en la isla no hay mucho sol. En la isla hay grandes
frondas. Árboles de altura. Yo vi cañas tacuara en la isla de Doña Julia que no bajaban de los veinte metros y no
tenían menos de cuarenta centímetros de diámetro. Esas cañas no necesitaban más de seis años para alcanzar
ese tamaño.
“El rostro era cetrino, pero de un cetrino claro. Tenía un mirar lindo: unos ojos del color del tiempo, a
veces verdes, a veces castaño oscuro. Fácilmente recordaría tres colores en los ojos de doña Julia. No era una
belleza, pero el rostro era agraciado, aunque tenía más pinta de macho que de hembra. La cara femenina,
mostraba rasgos de personalidad sin dureza. Decisión sí, con esa firmeza que suele aumentar la edad y el
concepto de la persona. Mostraba una fortísima personalidad cuando te daba una sonrisa o te hacía una
caricia.
Carlos Maríía Domíínguez, Escritos en el agua (Relatos), Ed. De la Banda Oriental, Montevideo, 2011, pp. 65-66.
1. Clasificar las siguientes palabras por su acento prosódico e indicar por qué llevan tilde:
Gómez, río, quién, veintiún, ejército
2. Analizar sintácticamente las oraciones que siguen; si en alguna de ellas hay más de una oración
explicar sus relaciones:
c) El General los observó con extrañeza y pensó que probablemente estaban […] borrachos…
e) Leandro Gómez palideció, se transformó en un instante, le faltó el aire, pero nadie lo percibió.
3. Teniendo en cuenta su uso en texto, indicar modo, tiempo, número y persona de los siguientes verbos:
molestara, pasaron, enciénda(me), había esperado, reían, moriremos.
4. Ubicar las palabras del siguiente enunciado en las categorías propuestas. Si a juicio del estudiante
alguna de las palabras a clasificar posee caracteres gramaticales propios de más de una clase,
repetirla en cada uno de los ítems que corresponda.
Pero, ¿quién no lo estaba ya, luego de esperar hora tras hora durante días la llegada inminente del
fantasmal ejército salvador?
sustantivo
adjetivo
artículo
pronombre
verbo
adverbio
preposición
conjunción
Parte B (Puntaje máximo obtenible 50 puntos)
9. Comentar en un breve texto el párrafo final del fragmento dictado. Justificar la respuesta con
expresiones de este mismo pasaje.