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En México, como en muchos otros países, existen bienes y servicios a los que ciertos
estratos de la población, por sus características socioeconómicas, no pueden acceder o
donde el sector privado no tiene participación.
Así, los gobiernos federal, estatal y municipal deben brindar el acceso a estos bienes y
servicios, por lo que una parte del gasto público es destinada a gasto social. Este último se
entiende como la erogación destinada al conjunto de políticas y programas públicos
orientados principalmente a personas con menores ingresos, regiones con menos recursos
y segmentos sociales desprotegidos.
La expresión gasto social sugiere que todo recurso que se destina a ello debe considerarse
a fondo perdido. No se justifica en rentabilidades de carácter económico o productivo, sino
en valores de solidaridad o la necesidad de cohesión social. Estas consideraciones
adquieren más relevancia cuando se trata de atender a las personas más necesitadas, por
sus dificultades de autonomía personal, de convivencia familiar o de integración social.
Aunque en situaciones de crisis tan acusada como la actual, la solidaridad con los más
necesitados o la apuesta por la cohesión social tienen un límite, pues como todo el mundo
sabe, la capacidad de gasto de una sociedad tiene que estar acorde con su capacidad para
generar riqueza. Es, ni más ni menos, la cuestión de la sostenibilidad del gasto social. Por
eso, a la hora de asignar recursos a gasto social, hay que ser cautos para no superar el
límite que lo haga insostenible.
Pues bien, en época de crisis también es necesario revisar paradigmas que se fraguaron
en el modelo económico y social afectado. Uno de ellos es el concepto de gasto social, que
debe ser sustituido por el de inversión social. Porque sólo así podrán aflorar nuevas
oportunidades de desarrollo, tan necesarias para superar la crisis con un nuevo modelo
productivo.
Las nuevas formas de producción han hecho saltar por los aires los antiguos modelos de
vida familiar, trasladando a la responsabilidad pública responsabilidades y cuidados que
antes se satisfacían en la familia. Servicios para el cuidado de los menores, de las personas
mayores y en situación de dependencia, resultan imprescindibles actualmente para que la
sociedad desarrolle todo su potencial productivo, especialmente para la incorporación plena
de las mujeres, superando su tradicional vinculación a los cuidados de esas personas en el
ámbito familiar.
Pero la capacidad de los servicios sociales para incidir en el desarrollo económico también
puede medirse en términos de sector productivo, con incidencia directa en la generación de
empleo y riqueza.
Podríamos recordar el efecto que desde los años 80 tiene sobre el sector turístico los viajes
de la Tercera Edad que, junto a la eclosión de actividades para personas mayores, ha hecho
aflorar un importantísimo sector de consumo cada vez más potente.
Otra forma de ahorro en el gasto sanitario, sería gestionar el consumo de fármacos en las
residencias para mayores, desde la provisión directa por parte del servicio de farmacia de
hospitales públicos de referencia.
Como todo sector productivo, los servicios sociales necesitan gestionar sus estructuras con
racionalidad y adaptarse a las nuevas condiciones. Se impone una profunda reconversión,
uno de cuyos principales retos es conjugar la responsabilidad pública, como garante del
nuevo escenario de derechos subjetivos, con la necesaria inversión privada para crear y
gestionar dispositivos que los hagan posible.
No va a ser fácil esta reconversión de los servicios sociales. Pero es imprescindible. De ello
depende su supervivencia y el desarrollo de todo su potencial. Es tiempo de crisis. Tiempo
de oportunidades.
Se puede concluir que el gasto social constituye actualmente una gran oportunidad
inversora siendo un soporte imprescindible para el desarrollo económico, proporcionando
protección social adecuada a las nuevas formas de vida y convivencia personal y familiar,
y para prevenir la marginación y favorecer la cohesión social, sin la cual no puede existir un
desarrollo sostenible.
Saudos.