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TENEMOS MÁS LEYES, QUE VERGÜENZA.

He tenido la fortuna de crecer en una familia matriarcal, he crecido bajo sus


temores, fortalezas, tristezas y alegrías. He visto como socialmente han sido
vilipendiadas, y he sido testigo de su gran capacidad de resiliencia ante la
fragmentación de su ser, pues han sufrido todas y cada una de ellas, en cada uno
de sus ciclos de vida, todo tipo de violencia sexual. Desde el maltrato intra-familiar,
pasando por la violación, hasta la discriminación laboral.

También he visto, la disonancia del estado frente a estos hechos de barbarie, con
una ley que se ve muy bonita en el papel pero que se queda sin piso en la
realidad, con una sociedad corrupta, enferma y ávida de poder, que nos lleva a un
abismo donde la dignidad del ser se ve opacada, donde los principios no son más
que un documento colocado en el anaquel.

Considero fehacientemente que debe existir una ley más estricta con penas más
idóneas a los hechos, sin embargo creo que el problema va más allá de una ley,
creo firmemente que la causa, parte del núcleo social llamado familia, donde me
atañe evocar una frase de la filosofía social clásica, donde Platón, Aristóteles, S.
Agustín y S. Tomás de Aquino, sostienen que la tarea de educar es inacabable,
porque educar es propiciar el desarrollo moral. Es decir, ayudar a ser buena
persona. En tal sentido, sostengo que el problema de fondo está en la perdida de
los valores morales, el respeto por el otro y la dignidad. (1) Pues vivimos en un
país donde todo se encubre, donde tenemos más leyes, que vergüenza. Donde
vale más el dinero y el poder que la verdad

La ley trata de desvirtuar el hecho, convirtiendo a las violentadas en acusadas lo


cual podemos evidenciar el documento “el exorcismo de la culpa”, donde existe un
imaginario según el cual las mujeres, si verdaderamente se lo proponen, pueden
evitar ser violentadas sexualmente, de manera que cuando el hecho ocurre se
sospecha que algo hizo la mujer para provocar su violación. Aún se interroga a las
víctimas por su vida sexual, cómo iban vestidas en el momento de la agresión o si
conocían a los agresores. Es por esto que la culpa está siempre presente en las
víctimas. (2)

La violencia sexual es la llaga sobre la que tenemos que poner el dedo que
resarce. Y como profesionales, sabemos que son las víctimas quienes tienen las
pautas, quienes pueden leer en la brújula el norte que se debe seguir en cada
caso. Ojos bien abiertos, oídos bien despiertos que nos permitan atender al
corazón, para promover el atrevimiento y dejar que surja la esperanza. Abrirle la
puerta a la fuerza de las mujeres y disfrutar, por tener el privilegio de compartir sus
abrazos. (3)
Para concluir, desearía que hubieran soluciones inmediatas, de fondo, pero creo
que vamos a necesitar más de un cambio generacional, para llegar a ello. Trato de
proteger y ayudar día a día a las mujeres, empezando por mi primer núcleo social,
o sea mi familia, donde enseño a mis hijas y esposa a cuidarse y protegerse, a no
callar ni ocultar, a ser transparentes, a luchar, a no dejarse pisotear por nada ni
nadie, les enseño libertad, y trato que sean mejores que yo, desde el respeto, el
amor y la educación, porque según la OMS una mujer sin educación está
condenada a la pobreza.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

(1) LA FAMILIA SEGÚN J.-J. ROUSSEAU. Agosto 11, 2015. Escrito por José J.
Escandell. Publicado en BLOG - Pensamientos para vivir bien
https://www.infofamilialibre.com/index.php/blogs/item/710-la-familia-segun-j-j-
rousseau

(2) Ivonne Wilches, "Lo que hemos aprendido sobre la atención a mujeres víctimas
de violencia sexual en el conflicto armado colombiano", Revista de Estudios
Sociales, 36 (August 2010): 86-94. https://doi.org/10.7440/res36.2010.08

(3) Weil, Simone. 2004. La Ilíada o el Poema de la Fuerza. Bogotá: Señal que
Cabalgamos - Universidad Nacional de Colombia.
https://www.culturamas.es/blog/2016/07/18/simone-weil-la-iliada-o-el-poema-de-la-
fuerza/

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