Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
l libro que ahora tienen en sus manos, es el resultado del trabajo final de
varias personas que, sin ningún motivo de lucro, han dedicado su tiempo a
traducir y corregir los capítulos del libro.
El motivo por el cual hacemos esto es porqué queremos que todos tengan la
oportunidad de leer esta maravillosa saga lo más pronto posible, sin tener que
esperar tanto tiempo para leerlo por el idioma en que fue hecho.
También les invitamos que en cuanto esté el libro a la venta en sus países, lo
compren. Recuerden que esto ayuda a la escritora a que siga publicando más
libros de esta maravillosa saga.
Disfruten de su lectura.
CORRECTORES
Ella R.
Vaughan
WinterGirl
Reshi
Cotota
DISEÑO
Michell
CORRECCIÓN FINAL
Reshi
E
n un continente gobernado por tres imperios, algunos nacen con una "brujería",
una habilidad mágica que los diferencia de los demás.
En las Witchlands, hay casi tantos tipos de magia como maneras de meterse en
problemas -como dos chicas desesperadas saben muy bien.
Iseult, una Threadwitch, puede ver los lazos invisibles que se unen y enredan a las vidas
a su alrededor -pero ella no puede ver los vínculos que tocan su propio corazón. Su
improbable amistad con Safi la ha sacado de una vida como paria a una de aventura
temeraria, donde ella es un equilibrio frío y cuidadoso en la impulsividad impetuosa de
Safi.
Safi e Iseult sólo quieren ser libres de vivir su propia vida, pero la guerra está llegando a
las Witchlands. Con la ayuda del astuto Príncipe Merik (un Windwitch y el capitán de un
barco) y el obstáculo de un Bloodwitch movido por la venganza, los amigos deben
luchar contra emperadores, príncipes y mercenarios por igual, que no se detendrán
ante nada para tener en sus manos a una Truthwitch.
Para mi Threadsister, Sarah.
*El equipo de TI, ha creado este glosario con los términos más usados en la
historia, así podrán entender mejor la lectura*
Witchlands: Continente reinado por tres imperios diferentes, muy inestable políticamente. Allí
algunas personas nacen con habilidades mágicas que las diferencian de las demás. Estas personas se
dividen en “clanes” según el tipo de magia que poseen, por ej. Bloodwitches, Windwitches,
Truthwitches, etc…
Origin Wells: Pozos del Origen, o Pozos Originarios. De estos se desprenden las ramas principales
de los Poderes en las Witchlands.
Threadwitch(es): Pueden ver los hilos de emociones de las personas a su alrededor, al igual que los
hilos que conectan la vida de unas personas con otras; pero no puede ver las conexiones que tocan
su propio corazón. Es el tipo de magia que posee Iseult. Podría traducirse como Bruja/Brujo de Hilos.
Threads: Hilos. Con la explicación anterior sobre lo que es una Threadwitch, se refiere a los Hilos de
Vida de las personas.
Threadsister / Threadbrother: Personas cuyas vidas están conectadas a través de un hilo invisible
que solo puede ver una Threadwitch. Pueden traducirse como Hermana/o de Hilos, o simplemente
Hermana/o.
Threadstones: Son una especie de piedras preciosas hechas por las Threadwitches que sirven para
contactar con cualquier persona cuyas vidas estén conectadas. Se iluminan a medida que las personas
se van acercando. Podría traducirse como Piedras de Hilo.
Voidwitches: Personas cuyos poderes estarían relacionados con el elemento Vacío (Void).
Cusewitch(es): Pueden matar, borrar o drenar los poderes de cualquier persona, al igual que hacer
maldiciones de cualquier tipo.
Airwitch(es): Controlan el aire de los pulmones de los hombres, dominan el calor y las tormentas, y
los huracanes. Es el tipo de poder que posee Kullen. Podría traducirse como Bruja/Brujo de Aire.
Windwitch(es): Controlan los vientos y el aire. Pueden volar y hacer flotar personas y objetos, entre
otras habilidades. Es el tipo de magia que posee Merik. Podría traducirse como Bruja/Brujo de Viento.
Tidewitch(es): Con sus poderes controlan la marea. Podría traducirse como Bruja/Brujo de Marea.
Aetherwitch(es): Personas que tienen poderes relacionados con el elemento que proviene del Pozo
Originario Éter (Aether).
Glamourwitch(es): Pueden manipular lo que otras personas ven. Podría traducirse como
Bruja/Brujo de Glamour o del Encanto.
Voicewitch(es): Sus poderes les permiten comunicarse con sus iguales a miles de kilómetros de
distancia. Son el tipo más común de Aetherwitches. Podría traducirse como Bruja/Brujo de Voz.
Poisonwitch(es): Pueden crear todo tipo de venenos y hacerse inmunes al rastreo de las
Bloodwitches. Podría traducirse como Bruja/Brujo de Venenos.
Firewitch(es): Controlan el fuego y también se encargan de las curaciones de los músculos. Podría
traducirse como Bruja/Brujo de Fuego.
Soilwitch(es): Trabajan la tierra, hacen crecer plantas y flores, etc… Podría traducirse como
Bruja/Brujo del Campo.
Earthwitch(es): Sus poderes están relacionadas con la tierra y se extienden hasta los animales;
también se encargan de las curaciones de los huesos y la piel. Podría traducirse como Bruja/Brujo de
Tierra.
Waterwitch(es): Controlan el agua y se encargan de las curaciones que tienen que ver con los fluidos
del cuerpo. Podría traducirse como Bruja/Brujo de Agua.
Witchmark: Marca de Brujo/a. Consiste en una marca con una inicial que diferencia los poderes en
cada persona.
T
odo había ido terriblemente mal.
Ninguno de los planes trazados a toda prisa por Safiya fon Hasstrel para este
asalto estaba desarrollándose como ellas pensaban.
Primero, el carruaje negro con el brillante patrón de oro no era el objetivo que
Safi e Iseult estaban esperando. Peor, ese maldito carruaje estaba acompañado
por ocho filas de los guardias de la ciudad destellando el sol de mediodía en sus
ojos.
Segundo, no había absolutamente ningún lugar al que ir para Safi e Iseult. Arriba
en su floreciente piedra caliza, la polvorienta calle debajo era el único camino
a la ciudad de Veñaza. Y así como el avanzado camino de rocas grises daba a
la calle, la calle daba a nada más que un eterno mar turquesa. Estaba a setenta
pies del acantilado, siendo golpeado por brutales olas y por vientos incluso más
brutales.
—Por las puertas del infierno Iz.—Safi espetó debajo de sus anteojos.—Hay cuatro
guardias en cada fila. Ocho veces cuatro es…—su cara se arrugó. Quince,
dieciséis, diecisiete...
—Treinta y dos, tres veces, malditos guardias con treinta y dos tres veces, malditas
ballestas.
Iseult sólo asintió y echó hacía atrás la capucha de su capa marrón. El sol iluminó
su rostro. Era el perfecto contraste de Safi: cabello negro como la noche para el
cabello de color trigo de Safi, piel como la luna para la piel bronceada de Safi,
ojos avellana para los ojos azules de Safi.
Ojos avellana que ahora se estaban volviendo hacia Safi al tiempo que Iseult le
quitaba los anteojos.
—Entonces no lo hagas.
—Pero…—terminó Iseult,—Todo lo que él te dijo anoche era mentira.
Ciertamente él no estaba interesado en un simple juego de cartas. —Iseult
levanto dos dedos enguantados, enumerando. —No se estaba marchando del
pueblo esta mañana por la carretera norte. Y apuesto—desplegó un tercer
dedo—que su nombre ni siquiera era Caden.
Caden. Si… no, cuando Safi encontrará a ese Tramposo Estafador, ella iba a
romper cada hueso de su perfecta cara berreante.
Safi gimió y golpeo su cara contra la roca. Ella había perdido todo su dinero ante
él. No sólo algo, si no todo.
Anoche había sido de lejos la primera vez que Safi apostaba todos sus ahorros—
y los de Iseult— en un juego en cartas. No era como si ella perdiera, porque,
como el dicho decía, no puedes engañar a una Truthwitch1
Además, las ganancias de una sola partida desde la más alta apuesta del juego
taro en la ciudad de Veñaza podría comprarles un lugar para ellas mismas. No
más vivir en un ático para Iseult, no más una sofocante habitación para invitados
del maestro de gremio para Safi.
Pero como la Señora Destino lo quería, Iseult no había sido capaz de unirse al
juego con Safi—su herencia la había vetado de la posada donde el juego
1
Truthwitch(es)/bruja de la verdad: Personas que poseen habilidades mágicas que les permiten discernir la
verdad de la mentira. Es un tipo de magia muy poderoso y codiciado en las Witchlands. Es el tipo de magia que
posee Safiya.
tomaba lugar. Y sin su Threadsister 2 a su lado, Safi era propensa a… cometer
errores.
—Si vamos a ir a por ello,- dijo Iseult interrumpiendo los pensamientos de Safi,—
entonces tenemos que hacerlo antes de que los guardias alcancen nuestra
trampa.
—No me digas. —Safi fulminó a su Threadsister, quien observaba a los guardias
entrantes a través de los anteojos. El viento hacía revolotear el negro pelo de
Iseult, levantando los tenues cabellos que se habían soltado de su trenza. Una
gaviota lloraba en la distancia, con un desagradable ¡scree, scr-scree, scr-scree!
—Más guardias, —murmuró Iseult, las olas casi ahogaban sus palabras, pero con
voz más fuerte ella dijo, —otros veinte guardias vienen desde el norte.
Por medio momento, la respiración de Safi se sofocó. Ahora, incluso si Iseult y ella
podían de alguna forma enfrentar a los treinta y dos guardias que
acompañaban el carruaje, los otros veinte guardias estarían sobre ellas antes de
que pudieran escapar.
Los ligeros pulmones de Safi volvieron a la vida con venganza. Cada maldición
que alguna vez había aprendido salió de su lengua.
2
Threadsister/Threadbrother: Personas cuyas vidas están conectadas a través de un hilo invisible que solo
puede ver una Threadwitch.
—Nos hemos reducido a dos opciones, —Iseult la interrumpió, volviendo
rápidamente al lado de Safi. —O nos convertimos nosotras mismas en…
Además si Safi tenía que oír una vez más te lo dije, estrangularía a su Threadsister
y dejaría su cuerpo a los cangrejos ermitaños.
Los pies de Iseult golpearon la rasposa calle, y al tiempo que Safi descendía
ágilmente a su lado, el polvo se levantaba alrededor de sus botas y la inspiración
llegó.
—Espera Iz. —en un agitado movimiento, Safi retiró su capa. Luego con un rápido
acuchillar-rasgar-acuchillar de su cuchillo, cortó la capucha. —Falda y pañuelo.
Seremos menos amenazantes como campesinas.
—Pero también nuestros rostros serán más obvios. Frótate tanta mugre como
puedas. —mientras que Iseult restregaba su rostro, convirtiéndolo en barro
marrón, Safi enrolló la capucha sobre su pelo y envolvió la capa alrededor de su
cintura. Una vez que había metido la capa marrón en su cinturón, cuidadosa de
esconder sus sables debajo, también se untó mugre y barro en sus mejillas.
En menos de un minuto, ambas chicas estaban listas. Safi dio un rápido y
escrupuloso vistazo a Iseult… pero el disfraz era bueno. Suficientemente bueno.
Con Iseult justo atrás, Safi se lanzó en un rápido salto alrededor de la piedra
caliza, contuvo su aliento… luego exhaló bruscamente, su paso nunca
desaceleraba. Los guardias todavía estaban a treinta pasos de las enterradas
de los recipientes de fuego.
Safi dirigió un torpe saludo al bigotudo guardia de enfrente. Él alzó su mano, y los
demás guardias pararon abruptamente. Entonces, una a una, las ballestas de los
guardias se elevaron hacía las chicas.
—Alto.
Iseult tuvo otra tos, pero esta vez fue tan convincente, Safi de hecho retrocedió…
y luego cojeó hacía ella.
Era el líder del gremio dorado, un hombre llamado Yotiluzzi, quien Safi había visto
desde lejos, en el establecimiento de la pasada noche, ni más ni menos.
Aunque, el viejo maestro del gremio claramente no reconoció a Safi, y tras una
mirada superficial, él levanto su voz aguda.
—Arithuanas. —dijo el monje. Su voz era áspera, pero no por la edad, si no por el
sobre uso. —¿De qué villa? —Se acercó un solo paso hacia Safi.
Y no fueron sus palabras las que encendieron la magia de Safi. Era su presencia.
Este monje era joven, pero aun así había algo acerca de él. Algo demasiado
despiadado—demasiado peligroso—para que se fuera de confiar.
Bloodwitch3
Este monje era un bloodwitch. Una criatura de los mitos, un ser que podía oler la
sangre de las personas— podía oler su brujería—y rastrearla a través de
3
Bloodwitch(es)/brujos de sangre: Personas que poseen habilidades mágicas que les permiten controlar su
propia sangre y la de otros, así como rastrear personas por la esencia de su sangre a través del continente
entero. Se cree que este tipo de magia está relacionada con el elemento Vacío (Void).
continentes enteros. Si se enganchaba sobre la esencia de Safi o Iseult, entonces
estarían en muchos, muchos…
¡Pop-pop-pop!
Pólvora explotó dentro de las ollas de fuego. Los guardias habían dado con la
trampa.
A lo lejos, detrás de ellos, más explosiones tronaban. Los gritos se levantaban, los
caballos daban patadas y relinchaban.
Iseult apunto al pecho del monje. Él brincó hacía atrás y saltó hacía la rueda del
carruaje. Sin embargo donde Safi había esperado un momento de distracción,
sólo consiguió que el monje saltará hacía ella desde arriba.
Era bueno. Tal vez el mejor guerrero que había enfrentado nunca.
Safi se abalanzó fuera del alcance mientras Iseult rodaba hacía el camino del
monje. En un torbellino de acero girando, sus guadañas se deslizaron hacía los
brazos, el pecho y el intestino del monje y luego, como un tornado, ella ya había
pasado.
Y Safi esperaba. Observando lo que no podía ser real y aun así claramente lo
era: cada corte en el cuerpo del monje se estaba curando ante sus ojos.
No quedaba duda alguna ahora, este monje era un tres veces, un maldito
bloodwitch que venía directo de las pesadillas más oscuras de Safi. Así que ella
hizo lo único que se le podía ocurrir: lanzó su cuchillo directamente al pecho del
monje.
Y comenzó a sanar.
Pero Safi no tenía tiempo para otro golpe. Los guardias estaban volviendo sobre
sus pasos. El maestro del gremio estaba gritando desde el interior de su carruaje,
y los caballos estaban cargando en un frenético galope.
Iseult se lanzó en frente de Safi, sus guadañas volando rápido y golpeando dos
flechas desde el aire. Entonces, por un breve momento, el carruaje bloqueo a
las chicas de los guardias. Sólo el bloodwitch podía verlas, y aunque alcanzó sus
cuchillos, fue demasiado lento. Siendo bastante drenado por la magia de
curación.
Sin embargo estaba sonriendo—sonriendo —como si él supiera algo que Safi no.
—¡Vamos! —Iseult tiró del brazo de Safi, arrastrándola y corriendo hacia el lado
del acantilado.
Al menos eso era parte de su plan. Al menos esto lo habían practicado tan a
menudo que podrían hacerlo con los ojos cerrados.
Justo cuando la primera flecha de una ballesta golpeaba la calle detrás de ellas,
las chicas alcanzaron un punto alto de un peñasco del lado de la calle que daba
al océano.
Colocaron sus espadas de vuelta en sus vainas. Luego en dos saltos, Safi estaba
sobre la roca e Iseult también. En el otro lado, el acantilado se dirigió
directamente hacia abajo a las atronadoras olas blancas.
Y saltó.
Traducido por Lauriita Yepez
E
l aire pasó zumbando por los oídos y nariz de Safi mientras saltaba… hacia
las olas blancas de abajo… lejos del acantilado de setenta pies de alto.
Hasta que Safi alcanzó el final de la cuerda. Con un fuerte tirón que sacudió
todo su cuerpo y desgarró las manos con que se agarraba, voló al acantilado
cubierto de percebes.
Se golpeó con estrépito, sus dientes chocando contra su lengua. El dolor crepitó
a través de su cuerpo. La piedra caliza cortó sus brazos, su cara y sus piernas.
Clavó sus manos para agarrarse al acantilado, justo cuando Iseult se estrellaba
contra las rocas junto a ella.
Y se desintegraron. Una ceniza sutil se levantó con el viento. Unas pocas motas
se posaron sobre las pañoletas de las chicas, y en sus hombros.
Uno rasgó la falda de Safi. Entonces ella se las arregló para meter los dedos de
sus pies en las grietas, agarrándose de los asideros y trepó arrastrándose de
costado. Sus músculos se estremecieron y se tensaron, hasta que al fin, Iseult y
ella se ocultaron bajo una ligera saliente. Finalmente, pudieron detenerse y dejar
que las flechas cayeran alrededor de ellas sin causarles daño.
Las rocas estaban húmedas, los percebes ariscos, y el agua rozó los tobillos de
las chicas. Las gotas de agua salada fueron atacadas una y otra vez. Hasta que
finalmente, las flechas dejaron de caer.
—Vamos a tener que nadar, ¿no? —frotó su cara contra su hombro; no ayudó—
. ¿Crees que puedas llegar hasta el faro? —ambas chicas eran fuertes
nadadoras, pero la fuerza no importaba con olas que podrían aporrear a un
delfín.
—No tenemos elección —dijo Iseult. Miró a Safi con una fiereza que siempre
hacía que Safi se sintiera más fuerte—. Podemos arrojar nuestras faldas a la
izquierda, y mientras los guardias les disparan, buceamos por la derecha.
Safi asintió y, con una mueca, acomodó su cuerpo de forma que pudiera
quitarse la falda. Una vez que las dos chicas estuvieron libres de sus faldas cafés,
el brazo de Iseult se echó hacia atrás.
—¿Lista? —preguntó.
—Lista —Safi lanzó. La falda voló por debajo del asidero, la de Iseult justo detrás.
Mientras Iseult det Midenzi se zafaba de su túnica empapada por el mar, sus
botas, pantalones, y finalmente su ropa interior, todo le dolía. Cada capa de piel
desnuda revelaba diez nuevos trozos de caliza y percebes, y cada estallido de
rocío del mar la hacía consciente de diez más.
Este faro, viejo y a punto de desmoronarse, era perfecto para esconderse, pero
era imposible salir de él hasta que la marea bajase. Por ahora, el agua de afuera
estaba muy por encima del pecho de Iseult, y, manteniendo las esperanzas, esa
profundidad, así como las olas rompientes que se encontraban entre la casa y
la costa pantanosa, desalentaría a los Bloodwitch4 de seguirlas.
El interior del faro no era más grande que la habitación-ático que tenía Iseult
sobre la tienda de café de Mathew. La luz solar irradiaba a través de las ventanas
cubiertas de algas lodosas, y el viento arrastraba espuma de mar a través de la
puerta arqueada.
—No te disculpes —Iseult recogió su propia ropa—. Yo fui la que te habló del
juego de cartas en primer lugar.
—Es verdad —replicó Safi, su voz temblando mientras saltaba sobre un solo pie y
trataba de quitarse los pantalones, con las botas aún puestas. Ella siempre hacía
eso, y a la mente de Iseult siempre le asombraba que una chica de dieciocho
años todavía pudiera ser tan impaciente como para desvestirse
adecuadamente—. Pero —añadió Safi—, fui yo quien quiso habitaciones más
agradables. Si hubiéramos comprado ese sitio hace dos semanas…
4
Bloodwitch(es): Personas que poseen habilidades mágicas que les permiten controlar su propia sangre y la
de otros, así como rastrear personas por la esencia de su sangre a través del continente entero. Se cree que este
tipo de magia está relacionada con el elemento Vacío (Void).
Sangre. Bruja. Sangre. Bruja. Las palabras palpitaban a través de Iseult con el
mismo ritmo que su corazón. Con el mismo ritmo que su sangre.
Iseult nunca antes había visto un Bloodwitch… o a nadie con una conexión
mágica con los Void5. Los Voidwitches eran simples historias, después de todo,
no eran reales. Ellos no protegían a los Maestros de Alianza ni trataban de
destriparte con espadas.
Como esos dos aprendices que arruinaron el cargamento de seda del Maestro
de Alianza Alix y trataron de culpar a Safi.
Luego estaban esas cuatro ocasiones separadas entre sí en que los juegos de
cartas taro de Safi habían terminado en peleas y monedas perdidas. La justicia
había sido requerida, por supuesto, por no mencionar la recuperación de los
bienes robados.
El encuentro de hoy, sin embargo, había sido la primera vez que la bolsa de
emergencia había sido necesitada realmente.
5 Voidwitches: Personas cuyos poderes estarían relacionados con el elemento Vacío (Void). No está registrado
en las Witchlands la existencia del Pozo Originario relacionado con este elemento, sin embargo, las
Bloodwitches se desprenden de este Poder.
—Limpiemos las hojas de nuestras espadas y propongamos un plan. Tenemos
que regresar a la ciudad de alguna forma.
—No me fijé —murmuró Iseult—. Todo pasó muy rápido —frotó el acero con más
fuerza, protegiendo a sus hermosas hojas Marstoki, regalos de Habim, el Hilo de
Corazón de Matthew, del óxido.
Un silencio se extendió a través de las ruinas de piedra. Los únicos sonidos eran
los chirridos de los trapos contra el acero, los eternos choques de las olas Jadansi.
Sin embargo, Iseult era una Threadwitch6, lo que significaba que ella no podía
ver sus propios Hilos, o los de ningún otro Threadwitch.
Así que, de la misma manera en que todos los Threadwitches Nomatsi hicieron,
Iseult había aprendido a mantener su cuerpo frío cuando debía estar caliente.
A mantener tranquilos sus dedos cuando deberían estar temblando. A ignorar
esas emociones que desesperaban al resto.
6
Threadwitch(es): Personas que poseen habilidades mágicas que les permiten ver los hilos de emociones de
las personas a su alrededor, al igual que los hilos que conectan la vida de unas personas con otras; pero no
puede ver las conexiones que tocan su propio corazón.
—Creo —dijo Safi, dispersando los pensamientos de Iseult—, que los Bloodwitches
saben que soy una Truthwitch7.
—¿Por qué –—su voz era plana como el acero en sus manos— creerías eso?
—Lo que significa que podría estar rastreándonos justo ahora —un sentimiento
helado recorrió la columna de Iseult. Sacudió sus hombros. Frotó su hoja con más
fuerza.
Iniciado, completo.
Excepto que ninguna solución se le ocurrió ahora a Iseult. Safi y ella podrían
mentir y evitar a los guardias de la ciudad por unas pocas semanas, pero no
podían ocultarse de un Bloodwitch.
Especialmente si ese Bloodwitch sabía lo que era Safi, y podía venderla al postor
más grande.
Cuando una persona se paraba justo frente a Safi, ella podía distinguir la verdad
de la mentira, la realidad del engaño. Y, por lo que Iseult sabía por sus clases
particulares con Mathew, el último Truthwitch registrado había muerto hace un
siglo, decapitado por un emperador Marstoki al aliarse con una reina cartorrana.
Si la magia de Safi alguna vez se hacía conocimiento público, sería usada como
una herramienta política…
7
Truthwitch(es): Personas que poseen habilidades mágicas que les permiten discernir la verdad de la
mentira. Es un tipo de magia muy poderoso y codiciado en las Witchlands.
El poder de Safi era así de valioso y así de raro. Lo que era el motivo por el que,
a lo largo de toda la vida de Safi, ella había mantenido su magia en secreto. Al
igual que Iseult, ella era una hereje: una bruja sin registrar. La parte posterior de
la mano derecha de Safi no tenía adornos, y ningún tatuaje de marca de bruja
proclamaba sus poderes. Sin embargo, uno de estos días, alguien que no sea
amigo cercano de Safi se daría cuenta de lo que era, y cuando ese día llegara,
los soldados asaltarían el cuarto de invitados del Maestro de Alianza Silk y
arrastraría lejos a Safi, encadenada.
Pronto, las hojas de las chicas estaban limpias y envainadas, y Safi estaba
clavando sobre Iseult una de sus miradas más contemplativas y fuertes.
Safi soltó un resoplido cansado y se acomodó bajo un haz de luz solar. Hacía que
su piel brillara, su cabello luminiscente.
—Casi nos mata un monje carawen, así que ¿por qué no le rezamos a la Fuente
de Origen?
—Noden.
—Ese es —Safi pegó sus manos a su pecho y miró al techo—. Noden, dios de las
olas nubrevnianas…
—Dios de todas las olas y todo lo demás también, ¿podrías, por favor, asegurarte
de que nadie nos persiga? Especialmente… él. Sólo mantenlo a él muy lejos. Y si
pudieras mantener alejados a los guardias de Ciudad Veñaza también, eso sería
genial.
—Que las comadrejas te orinen, Iz. Aún no termino —Safi exhaló por la nariz y
luego resumió su oración—. Por favor, devuélvenos todo mi dinero antes de que
él o Habim regresen de su viaje. Y… eso es todo. Muchas gracias, oh sagrado
Noden —luego añadió precipitadamente—. Oh, y por favor asegúrate de que
el Tramposo Estafador tenga exactamente lo que se merece.
Iseult casi bufa ante la última petición, excepto que una ola se estrelló contra el
faro, repentina y ásperamente contra la roca. El agua salpicó la cara de Iseult.
Ella la retiró bruscamente, agitada. Caliente en lugar de fría.
L
legar a la cafetería de Mathew, donde Iseult vivía fue más difícil de lo que
Safi había esperado. Iseult y ella estaban exhaustas, hambrientas y
completamente amoratadas así que el simple hecho de moverse
provocaba a Safi ganas de gemir de dolor. O sentarse. O al menos aliviar sus
dolores con un baño caliente y pasteles.
Pero eso no iba a suceder pronto. Guardias circulaban por todos lados en la
Ciudad de Veñaza, y para el momento en que las chicas habían alcanzado el
Distrito del Muelle Norte, era casi el amanecer. Habían pasado media noche
incursionando apenas desde el faro hasta la capital, y luego la otra mitad
escabulléndose a través de las avenidas y trepándose por cocinas y jardines.
Cada destello de blanco, cada pieza de ropa, cada pedazo de lona o cortinas
harapientas empujaba el estómago de Safi hasta su boca. Pero nunca había
sido la Bruja de Sangre, gracias a los dioses, y justo cuando la noche comenzó a
convertirse en amanecer, el cartel de la cafetería de Mathew apareció. Se veía
desde una angosta calle que llevaba a la avenida principal del Muelle.
No era, de hecho, café Marstoki real; Mathew ni siquiera era del imperio de
Marstok. En cambio, el café estaba filtrado y desabrido, servido para, como
siempre decía Habim, “aburridos paladares del oeste.”
Era su Brujería de Palabras lo que hacía a Mathew la mejor opción para ser tutor
de Safi, ya que le permitía hablar todas las lenguas.
Por supuesto, eran estos mismos jefes de gremio electos los que pagaban
también por una extensa y posiblemente infinita colección de guardias de la
ciudad; unos de los cuales se detuvo justo en la boca de la avenida. Miró lejos,
escaneando los barcos amarrados del Distrito del Muelle Norte.
-¿Pero qué mierda? –siseó, girándose hacia Iseult- ¡Los guardias de por aquí nos
conocen!
-Exacto -replicó Iseult, cerrando la puerta y cargando los cerrojos– Pero desde
lejos, nos vemos como dos campesinas irrumpiendo en una cafetería cerrada.
Safi masculló un reticente “Buen punto” mientras que Iseult se acercaba y
susurraba– Encendido.
Con el suspiro de alguien que por fin puede respirar, Iseult dio una zancada hacia
la escalera de espiral que estaba en la esquina de atrás. Safi la siguió, arriba y
arriba subieron, primero al segundo piso donde Mathew y Habim vivían. Después
al ático que Iseult llamaba hogar, su angosto espacio amontonado con dos
camas y un armario.
Por seis años y medio hasta ahora, Iseult había vivido, estudiado y trabajado aquí.
Luego de haber dejado su tribu, Mathew había sido el único trabajador dispuesto
a contratar y alojar a una Nomatsi.
Hasta ahora… Safi había arruinado todos los planes de Iseult. Cada una de las
piestra ya no estaban, y todos los guardias de la ciudad de Veñaza estaban
activamente cazando a Safi e Iseult. Era literalmente el peor escenario posible, y
ningún bolso de emergencia o esconderse en un faro iba a sacarlas de este lío.
Era hermoso, sereno, y dioses…Safi amaba esa vista. Habiendo crecido en las
ventosas ruinas en medio de las montañas de Orhin, habiendo estado encerrada
en el ala este cada vez que su tío Eron estaba de mal humor; la vida de Safi en
el castillo de Hasstrel estuvo llena de ventanas rotas y nieve colándose por ellas.
Con congelados vientos y frío moho. Cualquier lugar al que mirara, sus ojos
aterrizaban en esculturas, pinturas o tapices del murciélago de las montañas de
Hasstrel. Una grotesca criatura parecida a un dragón que llevaba el lema “Amor
y Temor” deslizándose por sus garras.
Safi se aclaró la garganta. Su mano calló del pestillo, y se giró para encontrar a
Iseult cambiándose a una capa de color verde oliva.
-Eso revelaría esto -Safi se subió una manga endurecida por la sal para revelar
rasguños y moretones cubriendo su brazo; todos de los cuales será visibles en las
cortas angas de capas que estaban de moda ahora.
-Entonces tienes suerte de que aún tengo…-Iseult sacudió dos chaquetas negras
recortadas del armario- ¡Estas!
Los labios de Safi subieron. Las chaquetas eran el atuendo estándar para todos
los aprendices de gremio; y estas dos en particular eran trofeos del primer atraco
de las chicas.
-Todavía digo -Safi declaró– que deberíamos haber tomado más que solo las
chaquetas cuando las dejamos amarradas en el almacén.
-Bueno, la próxima vez que alguien arruine un envío de seda y te culpe a ti, Saf,
prometo que tomaré más que solo sus chaquetas -Iseult le entregó la lana negra
a Safi, quien la sacudió en el aire.
-Está bien -dijo Iseult, su expresión invariable-. Mi próximo plan implica Los Bardos
del Infierno. Están en la ciudad de Veñaza por la tregua de la cumbre, ¿No?,
¿Para proteger al Imperio Cartorran?, quizás tú podrías apelar a ellos por ayuda
ya que tu tío solía ser uno; y dudo que incluso los guardias de Dalmotti sean tan
estúpidos como para cruzar los Bardos del Infierno.
–Tío Eron era un Bardo del Infierno despedido y deshonorable, Iz. La brigada
entera de Bardos del Infierno lo odia ahora, y el emperador Henrick lo odia aún
más -resopló ella, un altivo sonido que se escabullía de las paredes y se agitaba
en su estómago- Y para hacerlo peor, el Emperador está buscando cualquier
excusa para entregar mi título a alguno de sus babosos psicópatas. Estoy segura
de que involucrar a un Jefe de Gremio es suficiente para hacerlo.
Era ese último problema, el pago de los exorbitantes impuestos de Cartorran, que
tenía a emperador Henrick preocupado. Con toda la nobleza envuelta
alrededor de sus dedos cubiertos de anillos, él quería asegurarse de que tenía a
Safi atrapada también. Pero los intentos de Henrick para conseguir otro dominio
leal se cayeron en pedazos, porque el tío Eron no envió a Safi a estudiar en Praga
con todos los otros jóvenes nobles. En cambio, Eron la había enviado hacia el sur,
hacia los Jefes de Gremios y tutores de la Ciudad de Veñaza.
Fue la primera y última vez que Safi sintió algo de gratitud hacia su tío.
-En ese caso -Iseult dijo, su tono fuerte y hombros hundidos-, creo que tenemos
que dejar la ciudad. Podemos arreglárnoslas… en algún lugar hasta que todo
esto se acabe.
Safi mordió su labio. Iseult hacía sonar tan fácil el “arreglárselas en algún lugar”,
pero la realidad era que la clara descendencia Nomatsi de Iseult la convertía en
un gran blanco a cualquier lugar al que fuera.
La única vez que las chicas habían tratado de dejar la Ciudad de Veñaza, para
visitar a un amigo cercano, apenas lograron llegar a casa. Claro que los tres
hombres en la taberna que habían decidido atacar a Iseult nunca llegaron a la
suya. Al menos no con sus fémures intactos.
Safi dio fuertes pisadas hacia el armario y lo abrió de golpe, pretendiendo que
la manilla era la nariz tallada del impostor. Si ella volviera a ver alguna vez a ese
bastardo, iba a romper cada hueso de su desgraciado cuerpo.
-Nuestra mejor opción –siguió Iseult-, sería el Distrito del Muelle Sur. Los barcos
comerciantes de Dalmotti embarcan ahí, y quizás podremos conseguir un pasaje
a cambio de trabajo. ¿Necesitas algo del Jefe de Gremio Alix?
Momentos más tarde, Safi e Iseult estaban de pie frente a la ventana, respirando
deprisa y escuchando como la puerta principal se hacía pedazos. Mientras que
la tienda completa se estremecía y el vidrio se rompía.
El arma de Iseult cabía en una vaina entre su blusa, pero Safi solo podía guardar
su cuchillo en su bota. Su espada, hermosa y fundada en acero, se quedaba
atrás.
-¿Hacia dónde? -Preguntó Safi, sabiendo que su Hermana tenía una ruta elegida
detrás de esos brillantes ojos.
-Iremos por dentro, como si fuéramos donde el Jefe Alix, luego iremos hacia el
sur.
-¿Tejados?
-Lo más que podamos. Tú lideras el camino.
Aterrizó. Palomas huyendo hacia arriba, alas batiéndose para salir del camino, y
luego Iseult aterrizó a su lado.
Iseult se escabulló a lo largo de la calle adoquinada, Safi dos pasos delante. Las
chicas se habían dirigido en dirección hacia el interior desde la cafetería,
cruzando canales y rodeando puentes para evitar a los guardias.
Afortunadamente, el tráfico de la mañana había comenzado, una pululante
masa de carros repletos de frutas, burros, cabras, y gente de todas las razas y
nacionalidades. Hilos de vida con colores tan variados como la piel de sus
dueños se arremolinaban perezosamente en el calor.
Safi saltó por en frente a una carretilla de cerdos, obligando a Iseult a seguirla.
Luego fue alrededor de un mendigo, pasando un grupo de Puristas gritando
sobre los pecados de la magia, y luego directamente por un rebaño de infelices
ovejas antes de que las chicas alcanzaran una maza congestionada de tráfico
estancado. Más adelante Hilos de vida se arremolinaban con rojos de molestia
ante el retraso.
Iseult imaginó que sus propios hilos eran igual de rojos. Las chicas estaban tan
cerca del Distrito del Muelle Sur que Iseult incluso podía ver cientos de barcos
blancos embarcados más adelante. Pero ella acogió a la frustración. Otras
emociones, unas que no quería nombrar y que ninguna decente Threadwitch se
permitiría mostrar jamás, temblaron en su pecho.
Inmóvil, se dijo a sí misma, al igual que su madre le había enseñado años atrás.
Inmovilidad en la punta de sus dedos y en sus pies. Pronto, los Hilos de vida del
tráfico parpadearon con un azul verdoso de comprensión. El color se movía
como una serpiente a través de un estanque, como si las multitudes estuvieran
aprendiendo, uno por uno, la razón de este tráfico.
Atrás y atrás el color se movió hasta alcanzar a una anciana que se encontraba
cerca de las chicas y musitó:
-¿Qué? ¿Un bloqueo hacia arriba?, ¡Pero perderé los cangrejos más frescos!
-Breve mi trasero -Safi murmuró, aunque aceptó el enorme libro. Luego Iseult
acarreó un rígido volumen titulado “Una Guía Ilustrada al Monasterio Carawen”.
-Oh, ahora veo por qué tienes estos -Safi levantó sus cejas, incitando a Iseult a
discutir-. No son para disfrazarse. Solamente no querías dejar atrás tu libro
favorito.
-¿Y? -Iseult resolló con desdén- ¿Significa eso que no quieres cargarlo?
-No, no. Me lo quedaré -Safi alzó la barbilla-. Solo prométeme que me dejarás
hacer toda la actuación una vez que alcancemos a los guardias.
-Actúa todo lo que quieras, Safi -Sonriendo para sí misma, Iseult bajó un poco su
bufanda. Estaba empapada en sudor, pero cubría toda su cara. Su piel. Luego
se ajustó los guantes hasta que ni un centímetro de sus muñecas fuera visible.
Toda la atención estaría en Safi y se quedaría en Safi.
Por lo que Mathew siempre decía: Con tu mano derecha dale a la persona lo
que espera, y con la mano izquierda corta su bolso. Safi siempre interpretaba a
la mano derecha, y era buena en ello, mientras que Iseult asechaba en las
sombras, lista para reclamar cualquier bolso que necesitara ser cortado.
Mientras que Iseult se situaba en una agónica espera, hizo chillar la cobertura
densa de su libro. Desde la vez en que un monje había ayudado a Iseult de
pequeña, Iseult había estado de alguna forma…bueno, obsesionada era la
palabra que Safi siempre utilizaba. Pero no era sólo gratitud lo que había dejado
a Iseult fascinada de los Carawens, era sus togas puras y sus brillantes aretes de
ópalo. Su entrenamiento mortal y sus votos sagrados.
La vida en el monasterio de Carawen parecía muy simple. Demasiado
contenida. No importaba tu herencia, uno se podía unir y tener aceptación
instantánea. Respeto instantáneo.
Era un sentimiento que Iseult apenas podía imaginar, aun así, su corazón
golpeaba hambriento cada vez que pensaba en ello.
Las páginas del libro crujieron y se abrieron en la página treinta y siete, en la cual
una piestra de bronce se presentó ante ella. Había utilizado la moneda para
marcar su última página, y su león alado parecía reírse de ella.
La primera piestra hacia nuestra nueva vida, pensó Iseult. Luego sus ojos se
dirigieron hacia el adornado texto Dalmotti de la página. Descripciones e
Imágenes de distintos monjes Carawen se encontraban desplazados a través de
ellas; la primera de las cuales era la imagen de un Monje Mercenario, su
ilustración toda cuchillos, espadas y cara seria.
El hielo se coló en el estómago de Iseult al recordar sus ojos rojos, sus dientes
descubiertos. Hielo… y algo más vacío. Más pesado.
Pero como varios los alimentados por la primavera, el Wells había estado muerto
por siglos, ningún Cahr Awen había nacido en casi quinientos años, y las fantasías
de Iseult habían terminado inevitablemente con pandillas de niños de la villa.
Ellos rodearían cualquier árbol que ella hubiera trepado, gritando maldiciones y
odio que habían aprendido de sus padres. ¡Una Threadwitch que no puede
hacer piedras de hilo, no pertenece aquí!
Tragando, Iseult puso a un lado esas memorias. Este día ya era lo suficientemente
malo; no había necesidad para excavar en sus antiguas miserias también.
Además, Ella y Safi ya estaban casi frente a los guardias, y la más antigua lección
de Habim susurrando en el fondo de su mente.
-¡Líneas de a uno! -gritaron los guardias– ¡Cualquier arma debe estar fuera donde
podamos verla!
Iseult hizo lo que le fue ordenado y se hundió en una posición detrás de Safi, la
cual marchaba imperiosa hacia el primer guardia con cara amargada.
-¿Qué significa esto? -Las palabras de Safi sonaron claras y entrecortadas por
encima del estrépito del tráfico.
-Ahora estamos tarde para nuestra cita con el Jefe de Gremio del Trigo. ¿Sabes
cómo es su temperamento?
La cara del guardia se convirtió en una mueca de aburrimiento, pero sus hilos de
vida brillaron con gran interés.
–Nombres.
-Estamos buscando por dos chicas -Murmuró él-. Están siendo buscadas por
asaltos. ¿Supongo yo que no cargan un arma?
Para el crédito de Safi, nada del miedo reflejado en sus hilos se mostró en su
semblante, y solo levantó su mentón aún más.
Los ojos de los guardias también se ensancharon, sus hilos ahora cambiando a
un vertiginoso rosado.
-¿Por qué? -Le gritó a Iseult y luego a los guardias- ¿Por qué siempre yo? Hay miles
de hombros para que una gaviota se cague en ellos, ¡Pero siempre me eligen!
Los guardias estaban doblados de la risa ahora, y el segundo levantó una floja
mano.
-Váyanse. Solo…Háganlo -Lágrimas salían de sus ojos, lo que solo sirvió para
hacer a Safi gruñir cuando pasó a su lado.
-¿Por qué no hacen algo valioso con su tiempo? En vez de estar riéndose de estas
chicas en apuros, ¡Vayan a combatir el crimen o algo!
L
os dedos de Merik Nihar se curvaron alrededor del cuchillo para
mantequilla. La domna Cartorran al otro lado de la larga mesa de pino tenía
una barbilla velluda con grasa de pollo regándose de ella.
Como si sintiera la mirada de Merik, la domna levantó una servilleta beige y limpió
sus arrugados labios y barbilla.
A través del largo comedor, las voces zumbaban en al menos diez lenguajes
diferentes. La Cumbre Continental de Tregua comenzaría mañana para discutir
la Gran Guerra y el cierre de los Doce Años de Paz. Había traído a miles de
diplomáticos desde todos lados de las Tierras Brujas hasta la Ciudad Veñaza.
Dalmotti podría ser el más pequeño de los tres imperios, pero era el más poderoso
en comercio. Y desde que estaba perfectamente situado entre el Imperio de
Marstok al este y el Imperio Cartorran al oeste, era el lugar perfecto para estas
negociaciones internacionales.
Merik estaba allí para representar Nubrevna, su tierra natal. En realidad, él había
llegado tres semanas antes, con esperanzas de abrir un nuevo comercio––o tal
vez restablecer viejas conexiones de Gremio. Pero había sido una completa
pérdida de tiempo.
—Toda una hazaña, en verdad —dijo Merik, aunque su tono sugería otra cosa—
. Aunque me pregunto, Maestro de Gremio Alix, si alguna vez consideró una
ocupación más útil para sus Brujas de Tierra.
—Nuestras brujas son individuos altamente especializados. ¿Por qué insistir que
una Bruja de Tierra que es buena con el sembrío trabaje solo en una granja?
—Pero existe una diferencia entre una Bruja de Sembrío que solo puede trabajar
con los sembríos y una Bruja de Tierra que escoge trabajar solo con sembríos. O
con derretir arena en vidrio —Merik se recostó en su silla–. Póngase de ejemplo,
Maestro de Gremio Alix. Usted es un Brujo de Tierra, supongo. Probablemente su
magia se extiende con animales, pero ciertamente no se limita solo a gusanos
de seda.
—Ah, pero yo para nada soy un Brujo de Tierra —Alix agitó su mano ligeramente,
revelando su Marca de Brujo: un círculo para el Éter y una discontinuada línea
que significaba que se especializaba en arte—. Soy un sastre por oficio. Mi magia
yace en traer a la vida el espíritu de una persona por medio de ropas.
—Claro —La respuesta de Merik fue monótona. El Maestro del Gremio de Seda
había probado el punto de Merik––no parecía que el hombre se diera cuenta.
¿Por qué desperdiciar habilidades mágicas con arte en moda? ¿En un solo tipo
de tela? El propio sastre de Merik había hecho un trabajo suficientemente bueno
con el traje de lino que vestía––sin necesidad de magia.
Un largo habito, plateado-gris que cubría una camisa crema, y aunque ambas
piezas tenían más botones de lo que debía ser legal, a Merik le gustaba el traje.
Sus pantalones negros a la medida estaba atorados en las rechinantes, nuevas
botas y el ancho cinturón en sus caderas era más que una mera decoración.
Cuando Merik regresara a su barco, se ajustaría el sable y las pistolas.
Ni un poco.
Había rumores que la Brigada Bardos del Infierno estaba obligando a las brujas
al servicio, pero ninguno de estos doms o domnas parecía encontrar estas
noticias alarmantes. Nuevamente, Merik suponía que no eran sus hijos o hijas
quienes serían forzados a enlistarse.
—Dom Phillip fon Grieg —se empastó con una sonrisa falsa—. Grieg es uno de las
propiedades más largas del Imperio Cartorran––debes saber de nosotros. O…
¿no sabe? Supongo que un Nubrevnan no tiene necesidad de geografía
Cartorran.
Merik apenas sonrió por eso. Claro que sabía donde se encontraban los territorios
Grieg, pero dejen que el dom lo creyera ignorante de los específicos de
Cartorran.
—Tengo tres hijos en la Brigada Bardos del Infierno —continuó el dom, sus dedos,
gruesos como salchichas, estirándose por una copa de vino—. El Emperador les
ha prometido tierras propias en un futuro cercano.
Después de todo, Merik era un brujo elemental, como casi todos los habitantes
de las Tierras Brujas por las que se preocupaba.
Mientras Dom fon Grieg sorbía de su copa, un chorro del caro vino Dalmotti
babeó a los lados de su boca. Era un despilfarro. Asqueroso. La furia de Merik
creció… y creció… y creció.
Viento golpeó al dom. Por medio segundo, Merik consideró lo que podría hacer
ahora. Una disculpa estaba claramente fuera de las posibilidades y una
amenaza parecía demasiado dramática. Entonces los ojos de Merik notaron el
plato sin limpiar del Maestro de Gremio Alix. Sin pensarlo dos veces, Merik se
arrastró de pie y pasó una tormentosa mirada sobre las caras de los nobles que
ahora lo miraban detenidamente. A los sorprendidos sirvientes revoloteando en
las puertas y las sombras.
—No te vas a comer eso, ¿verdad? —Merik no esperó una respuesta. A duras
penas murmuró—. Bien, bien––porque mi tripulación definitivamente lo hará.
Y comenzó a reunir los huesos, frijoles verdes e incluso los últimos pedazos de
repollo estofado. Después de envolver apretadamente la servilleta de seda, él la
embistió en el bolsillo de su chaleco junto con sus propios huesos.
Para la hora que Merik llegó a la parte meridional del Distrito Sureño del Muelle,
campanadas distantes resonaban en la hora quince y la marea estaba baja. El
calor del día se había enterrado en los adoquines, dejando una calidez
miserable con la que envolverse desde las calles.
Cuando Merik intentó saltar un charco de solo Noden sabía que, falló y sus botas
nuevas se encontraron con el borde de este. Agua oscurecida chispeó, llevando
con ella un fuerte hedor de pez viejo––y Merik combatió la urgencia de golpear
la ventana de la tienda más cercana. No era culpa de la cuidad que sus
Maestros de Gremio fueran unos bufones.
En los diecinueve años y cuatro meses desde que la Paz de los Veinte Años había
cesado cualquier guerra en las Tierras Brujas, los tres imperios––Cartorra, Marstok
y Dalmotti––habían aplastado exitosamente el hogar de Merik por medio de la
diplomacia. Cada año, una caravana de intercambio menos pasaba por su país
y un exporte Nubrevnan menos encontraba comprador.
De todas maneras, todo era material de las leyendas, y al pasar las décadas y
eventualmente los siglos, tres imperios crecieron del caos de la Gran Guerra––y
cada imperio quería la misma cosa: más. Más brujerías, más cultivos, más puertos.
Demasiado perfecto.
Lo que las personas como la madre de Merik no se daban cuenta era que habían
atrapado sus nombre en la Paz de los Veinte Años era que cuando el Emperador
Henrick había dicho ¡Paz!, en realidad estaba diciendo pausa. Y cuando dijo
renegociación, en realidad había dicho Asegurarnos que estas otras naciones
caigan bajo nuestro poder cuando los ejércitos reasuman su marcha.
Y ahora, mientras Merik observaba a los ejércitos Dalmotti entrar desde el este,
los Brujos del Fuego de Marstoki reunirse en el este y tres marinas imperiales flotar
lentamente hacia la costa de su tierra natal, se sentía como si Merik––y todo
Nubrevna––se estuvieran ahogando. Se estaban hundiendo bajo las olas,
contemplando la luz del sol desvanecerse hasta que hubiera nada además de
Peces Bruja de Noden y un último pulmón lleno de agua.
Pero los Nubrevnan todavía no estaban lisiados.
Merik tenía una reunión más––esta con el Gremio de Oro. Si Merik era capaz de
abrir una línea de comercio, entonces se sentiría seguro de que los otros Gremios
seguirían.
Cuando Merik al fin llegó a su barco de guerra, una fragata de tres mástiles con
un filoso, en forma de pico, arco distintivo de la marina Nubrevnan, la encontró
calmada sobre la marea baja. Sus velas estaban enrolladas, sus remos
guardados y la bandera de Nubrevnan, con su fondo negro y barbudo iris––un
vivido flash de azul en el centro de la bandera––volaba lánguidamente con la
briza de la tarde.
Esta fue la nave del padre de Merik; la mitad de los hombres eran parte de la
tripulación del Rey Serafin; y, a pesar de los tres meses con Merik al mando, estos
hombres no eran fans de tener a Merik alrededor.
Una figura imponente, de pelo grisáceo dio saltos por la cubierta principal hacia
Merik. Él esquivó varios marineros trapeando, estiró sus largas piernas sobre una
caja y dio una tensa reverencia ante su príncipe. Era el Hermano de Hilos de
Merik, Kullen Ikray––quien también era su primer oficial en el Jana.
Pero, no era la magia de Kullen lo que Merik valoraba. Era su mente, filosa como
uñas, y su constancia, firme como la marea en el mar.
—Fue una pérdida de tiempo —respondió Merik. Caminó hacia la cubierta, los
tacos de sus botas resonando en el roble. Marineros se detuvieron para saludar,
sus puños tocando sus corazones. Merik asintió ausentemente a cada uno.
Entonces recordó algo en su bolsillo. Él sacó las servilletas y se las pasó a Kullen.
— ¿Sobras?
—Estaba tratando de probar algo —murmulló Merik y sus pasos traquetearon más
fuerte—. Algo estúpido que perdió significado. ¿Has sabido algo de los Lovats?
—Sí, pero —alzando las manos, Kullen se apresuró a añadir—, no tenía nada que
ver con la salud del Rey. Todo lo que escuche fue que sigue postrado en su
cama.
Frustración se alzó en los hombros de Merik. Él no había escuchado ningún
específico sobre la enfermedad de su padre en semanas.
—Sí.
—Sí —reconoció Kullen, rascándose la parte de atrás del cuello. Sus ojos
relampaguearon hacia el masivo tambor de aire en el alcázar. Un nuevo recluta–
–cuyo nombre Merik nunca podría recordar––estaba limpiando las dos mazos del
tambor. El mazo mágico, para producir explosiones de viento como cañones. El
mazo estándar, para mensajes y sonidos chabolas.
Merik asfixio una maldición, y sus hombros se alzaron aun más. Desde que Serafin
había nombrado a Merik como el enviado Nubrevnan para el Tratado de Paz––
lo que quería decir que era también, temporalmente, Almirante de la Marina
Real––Vivia había intentado mil maneras diferentes de tomar el control desde
lejos.
Merik entró en su camarote, sus pasos haciendo eco en las blanqueadas vigas
del techo mientras se dirigía hacia la atornillada cama en la esquina derecha.
Kullen, mientras tanto, se movió hacia la larga mesa para mapas y registros en el
centro de la habitación. Estaba también atornillada, y un anillo de tres pulgadas
prevenía a los papeles de volar durante mares fuertes.
La luz del sol entraba por todas las ventanas, reflejándose de la colección de
espadas del Rey Serafin, que estaba meticulosamente mostrada en la pared de
atrás––el lugar perfecto para que Merik accidentalmente tocara una en su sueño
y dejara huellas permanentes.
En ese momento, este barco podría ser de Merik, pero él no tenia ilusiones de
que se quedaría de esa manera. Durante los tiempos de guerra, la Reina reinaba
la tierra y el Rey reinaba los mares. De este modo, el Jana era el barco del padre
de Merik, nombrado por la difunta Reina y sería la nave de Serafin nuevamente
cuando se curara.
Merik se arrodilló al lado del único ítem personal que tenía en la nave: un baúl,
amarrado firmemente contra la pared. Después de hurgar rápidamente, él
encontró una camisa limpia y su uniforme azul tormenta de almirante. Quería
sacarse su traje lo más rápido posible, pues no había algo que desinflara el ego
de un hombre de tal manera como un poco de adornos alrededor del cuello.
Mientras Merik deshacía los mil botones de su traje, se unió a Kullen en la mesa.
Kullen había abierto un mapa del Mar Jadansi––el pedazo de océano que
dividía el Imperio Dalmotti.
—Esto fue lo que llegó para Vivia —él dejó caer una nave en miniatura que se
veía idéntica a las naves del Gremio Dalmotti que estaban listadas fuera. Se
deslizó por el mapa, deteniéndose en su lugar sobre la Ciudad de Veñaza—.
Obviamente, esta Embrujado con Éter y se moverá cada que su correspondiente
nave zarpe —los ojos de Kullen encontraron los de Merik—. De acuerdo a la
basura que lo entregó, la correspondiente nave es del Gremio de Trigo.
—Y, ¿por qué —comenzó Merik, rindiéndose en sus botones y solo sacándose la
camisa sobre su cabeza—. Le importa a Vivia esta nave de comercio? —la lanzó
a su baúl y plantó sus manos en la mesa. Su desvanecida Marca de Brujo se estiró
en un diamante desbalanceado—. ¿Qué es lo que espera que hagamos con
ella?
—Sí —los pasos de las botas de Kullen se desvanecieron mientras Merik se ponía
la primera camiseta que sus dedos tocaron. Se le acomodó mientras la puerta
del camarote se abría de par en par… y luego se cerraba de golpe.
A ese sonido, Merik rechinó sus dientes y luchó para controlar su temperamento.
Cerrándolo con fuerza.
Esto era tan típico de Vivia entonces, ¿por qué Infierno debería Merik estar
sorprendido o enojado?
Hace mucho tiempo, los Zorros fueron piratas de Nubrevnan. Sus tácticas se
reforzaban en pequeñas medias-cocinas. Eran menos profundas que las del
Jana, con dos mástiles y remos que les permitían colarse entre barras de arena e
islas barreras con facilidad––y les permitían emboscar naves más grandes.
O magia.
Y había solo una razón por la que un brujo podría convocar olas a un puerto.
Por romperse.
— ¡Kullen! —gritó mientras sus pies llegaban a la cubierta principal. Las olas ya
estaban lamiendo más alto y Jana había comenzado a listarse.
Las olas se alzaron más altas, más fuertes––convocadas por el brujo roto. Aunque
varias personas notaron al hombre y gritaron su terror, muchos no podían ver las
olas, no podían escuchar los gritos.
Entonces Merik hizo la única cosa en la que podía pensar. Gritó una vez más por
Kullen, y entonces él se acumuló en su magia, para que pudiera elevarlo alto y
cargarlo lejos.
E
l temperamento de Safi estaba al borde de explotar, con el excremento de
gaviota en su hombro, el opresivo calor de la tarde, y el hecho de que ni
siquiera una de las seis naves que estaban en este puerto necesitaba
trabajadores (especialmente no los que estaban vestidos como aprendices del
Gremio).
Con las cejas altas, Safi dirigió su propia mirada a las salobres olas. Había una
carga en el aire. Picaba al cabello de sus brazos y mandaba un estremecimiento
que bajaba por su columna…
Un grito dividió las orejas de Safi como el trueno. Iseult. A mitad de camino y con
un grito hacía la gente de “¡Salgan del camino!”, Safi se zambullí hacia el frente,
curvó su barbilla a su pecho y rodó. Mientras su cuerpo se tumbaba contra la
8
Es la palabra del original en ingles.
madera, agarró la precavida daga en su bota. Era para defensa contra una
espada, pero todavía era afilada.
Mientras el momento del ruedo impulsaba a Safi en sus pies, ella arrastró el
cuchillo hacia abajo, y en un corte rápido, ella destrozó sus faldas. Luego estaba
corriendo otra vez, sus piernas libre de impulsarse tan alto como necesitaba––y
su cuchillo en mano.
Las olas se curvaron más alto. Más fuertes. Ráfagas de poder que raspaban
contra la piel de Safi como miles de mentiras dichas al mismo tiempo.
La magia rota del hombre debía estar conectada con el agua, y ahora los
barcos mercantes estaban pesando, pesando…rechinando, rechinando… y
luego el golpe contra el muelle.
Safi llegó a las piedras del muelle. En medio de una respiración, ella tomó la vista:
un Brujo de la Marea roto, su piel murmurando por el aceite de la infectada
magia y sangre tan negra como la brea brotando de un corte en su pecho.
Algunos pasos más cerca, Iseult estaba baja en su postura––sus faldas también
rotas. Esa es mi chica, pensó Safi.
Y a su derecha, volando en los aires con toda la gracia de un nuevo, con alas-
rotas murciélago, estaba algún tipo de Brujo del Aire. Sus manos estaban
expandidas mientras él llamaba al viento para que lo cargue.
Safi tuvo dos pensamientos: ¿Quién rayos es ese Nibrevnan Brujo del Viente?
Gritó lo más fuerte posible, pero todo lo que obtuvo fue una mirada alarmada
antes de que lanzara su cuchillo a un lado y chocara contra su cuerpo. Ellos
chocaron con el suelo––y el joven se la sacó de encima, gritando:
Se giró hacia el Brujo del Mar roto––justo cuando Iseult se acercó, un torbellino
de metal destinado a engatusar el ojo. Pero no tenía efecto. El Brujo de la Marea
no se quitó del camino. Las guadañas de Iseult golpearon en su estómago, y más
sangre negra borboteo.
Safi saltó en una patada voladora. Su talón golpeó sus costillas; se abrió paso
hacia al frente mientras Iseult se giraba en una patada de gancho. Su bota
aporreó la barbilla del hombre, cambiando el ángulo de su caída. Embarrando
la calle con su sangre.
Entonces sus brazos se movieron hacia atrás, y en un subidón de poder que brilló
en los pulmones de Safi, sus manos en forma de copa golpearon las orejas del
navegante destrozado. El aire explotó por el cerebro del hombre. Sus ojos oscuros
se pusieron en blanco.
Iseult se deslizó hacia un lado y guardó sus guadañas de luna de nuevo en sus
poco visibles fundas de cabra. Cerca, Dalmottis estaba haciendo una seña con
sus dos dedos sobre sus ojos. Era una señal para protegerse del mal––para
pedirles a sus dioses que protegieran sus almas. Algunos apuntaban sus
movimientos al Roto muerto, pero algunos apuntaban la seña hacia Iseult.
Ella tenía, sin embargo, un interés en no ser linchada o golpeada hoy, así que,
dándosela la vuelta hacia el Brujo de la Marea muerto, ella ajustó su velo––y le
agradeció a la Madre Luna que no se había removido en toda la batalla.
Ella también le agradeció a los dioses que nadie más se había roto. Una magia
tan poderosa podía mandar fácilmente a otros brujos al borde––un borde del
que no había retorno.
Aunque nadie sabía que ocasionada que unas personas se rompieran, Iseult
había leído teorías que conectaban la corrupción a los Cinco Orígenes
esparcidos por la Tierra de Brujas9. Cada Pozo estaba conectado a uno de los
cinco elementos: Éter, Tierra, Agua, Viento y Fuego. Aunque la gente hablaba
de un elemento Vacío––y de Brujos del Vacío como ese Brujo de Sangre––
aunque no había datos de un Pozo del Vacío.
9
La palabra original es Witchlands.
Tal vez un Pozo del Vacío estaba allí fuera, pero había sido olvidado hace mucho
tiempo. Las fuentes que lo alimentaban estaban secas. Los árboles que florecían
todo el año se habrían marchitado a una disecada cáscara. Tal estancamiento
había claramente pasado con los Pozos de Tierra, Viento y Agua, y tal vez ellos
también serían olvidados por la historia algún día.
Sin importar los destinos de los Pozos, sin embargo, los sabios no pensaban que
era una mera coincidencia que las brujerías que se rompían eran las conectadas
a la Tierra, Viento o Agua. Y si los monjes de Carawen estaban en lo correcto,
solo el regreso del Carh Awen podría algún día curar los Pozos muertos o a los
Rotos.
Bueno, Iseult no pensaba que eso llegaría a pasar pronto. No retorno del Cahr
Awen––y tampoco habría escape de todas esas miradas de odio.
Una vez que Iseult se sintió segura de que su cabello estaba lo suficientemente
cubierto, su rostros suficientemente obscurecido, y su mangas lo suficientemente
largas para esconder su piel pálida, ella alargó una mano hacia los Hilos de Safi
para poder encontrar a su Hermana de Hilos en la multitud.
Pero sus ojos y su magia atraparon algo fuera de lugar. Hilos como ella nunca
había visto antes. Directamente al lado de ella… en el cadáver.
Su mirada de deslizó al cuerpo del hombre roto. Sangre oscura…y tal vez algo
más salía de sus orejas, entre las baldosas. Las pústulas de su cuerpo habían
erupcionado––algo de ese aceitoso spray estaba en las faldas rotas y el corpiño
de Iseult.
Y aun así, cuando el hombre estaba indudablemente muerto, aún tenía tres Hilos
serpenteando sobre su pecho. Como gusanos, se envolvieron y se enrollaron
hacia dentro. Hilos Cortos. Los Hilos que podían romperse.
No debía ser posible––la madre de Iseult siempre le había dicho que los muertos
no tienen Hilos, y en todas las ceremonias de quema Nomatsi a las que Iseult
había atendido de niña, ella nunca había visto Hilos en un cadáver.
Entonces un furioso Hilo carmesí entró en su visión––y vino con un irritado gruñido.
— ¿Quién, por las llamas del infierno, se creen que son? Teníamos eso bajo
control.
—¿Es que estas Roto? —Gritó Safi––e Iseult hizo una mueca por la pobre elección
de palabras. Pero claro, Safi estaba ventilando su culpa. Su terror. Sus explosivos
Hilos. Ella siempre era así cuando algo malo––de verdad malo––ocurría. Ella bien
corría de sus emociones tan rápido como la llevaban sus piernas o las golpeaba
en la sumisión.
Cuando Iseult al fin apareció al lado de su Hermana de Hilos, fue justo a tiempo
para ver a Safi agarrar un puñado de la camiseta desabotonada del hombre.
— ¿Es así como se visten todos los Nubrevnans? —Safi agarró el otro lado de su
camiseta—. Estos van dentro de estos.
—Yo sé —dijo con dientes apretados—. Cómo funcionan los botones —él apartó
las muñecas de Safi—. Y no necesito consejos de una mujer con mierda de
pájaro en su hombro.
Dedos se cerraron en el brazo de Iseult. Antes de que pudiera dar vuelta su mano
y romper la muñeca del que la agarró, la persona le dio la vuelta a su muñeca y
la arrastró detrás de su espalda.
—Puedes dejarme ir —le dijo, su voz sin tonos. Ella apenas podía ver a Habim por
el rabillo del ojo. Vestía el ropaje gris y azul de la familia Hasstrel.
— ¡¿Bruja del Vacío?! ¡¿Me llamaste una Bruja del Vacío?! ¡Yo hablo Nubrevnan,
tu tonto del culo!
Iseult odiaba cuando los Hilos de Safi se volvían tan luminosos que resplandecían
sobre cualquier otra cosa. Cuando ellos se grabaron en los ojos de Iseult, en su
corazón. Pero Hamin no se detuvo mientras guiaba a Iseult alrededor de un
mendigo de una pierna que cantaba “El Lamento de Eridysi”.
Sus botas patearon por un invisible charco y el hedor de orina de gato quemaba
en su cráneo.
Ahora mismo, esos ojos de línea de costura estaban redondos con su cólera, y
sus Hilos brillaban con un iracundo rojo.
—Cualquier Roto es problema de los guardias de la ciudad––y los guardias de la
ciudad ahora son tú problema. ¿Robo de autopista, Iseult?
Su respiración se enganchó.
—¿Cómo lo supiste?
Iseult apretó los labios. Éxtasis. Éxtasis en las yemas de tus dedos y en tus pulgares.
Los orificios nasales de Habim se inflaron con una profunda inhalación, e Iseult
miró mientras él hacía a un lado las emociones. Mientras las líneas de su rostro se
suavizaban y sus Hilos se volvieron pacíficos.
—No puedes volver a Safi. De hecho, no vas a dejar este callejón por el camino
por el que llegaste. El maestro de gremio Yotiluzzi tiene un Brujo de Sangre en sus
empleados, y la creatura viene derecho del Vacío sin compasión o miedo.
Habim sacudió su cabeza, y las primeras pistas del gris miedo se mostraron en sus
Hilos.
Lo cual solo logró que la garganta de Iseult se atascara más apretada. Habim
nunca estaba asustado.
—El tío de Safi está en el pueblo —siguió Habim—. Por la Cumbre de Paz,
entonces.
Habim podría haber dicho mil cosas, pero ninguna la habría sorprendido tanto.
Ella había conocido al cicatrizado por batalla Eron dos veces en el pasado, y su
torpe ebriedad había instantáneamente verificado todas las historias y quejas de
Safi.
—Eso incluye a Safi. Lo que significa que ella actualmente tiene a su tío––y a una
corte entera de coroneles y mujeres––para protegerla del Brujo de Sangre de
Yotiluzzi. Pero tu…
Habim no tenía que decir el resto. Safi tenía su título para protegerla, e Iseult tenía
su herencia para condenarla.
Las manos de Iseult se alzaron. Se restregó las mejillas. Su sien. Pero sus dedos eran
una sensación distante de presión en su piel––justo cuando las multitudes eran un
palpitante murmullo, el ruido de los tambores de los guardias un siseo distante.
—Hay una taberna llamada El Canal del Espino a unas cuantas cuadras. He
pagado por una habitación y un caballo allí. Pasaras la noche, y mañana, al
atardecer, puedes viajar a la taberna hermana de El Canal del Espino al norte.
Mathew y yo vamos a estar esperándote. Mientras tanto, nos ocuparemos de la
Bruja de Sangre.
—¿Por qué solo una noche? ¿Qué po-podría pasar en una noche?
Por una larga respiración, Habim la escrutó tan intensamente como si él fuera
capaz de ver los Hilos de Iseult. Como si él fuera capaz de buscar sus verdades o
mentiras.
—Safi nació como una domna. Tienes que recordar eso, Iseult. Todo su
entrenamiento ha sido para hacer esa única cosa. Hoy noche, a ella se la
necesita en la Cumbre de Paz. Henrick ha demandado abiertamente su
presencia, lo que quiere decir que no puede negarse––y significa que tú no
puedes ponerte en su camino.
Pero esto…esto se sentía como el final. Safi iba a tener que ser una domna, plano
y simple, y allí no había espacio para Iseult en esa vida.
Perdida, ella pensó vagamente mientras trataba de identificar el sentimiento en
su pecho. Esto debe ser perdida.
—Te he dicho esto antes —dijo bruscamente Habim. Su mirada iba de arriba para
abajo, como la de un general inspeccionando un soldado—. Un millón de veces,
te lo dije, Iseult, aun así tú nunca me escuchas. Tú nunca crees. ¿Por qué Mathew
y yo animamos tu amistad con Safi? ¿Por qué decidimos entrenarte junto con
ella?
—Porque —ella recitó—. Nadie puede proteger a Safi como su familia de Hilo.
—Exacto. Los vínculos de familias de Hilo son irrompibles––. Y tú sabes esto mejor
que nadie más. El día que salvaste la vida de Safi hace seis años, tú y ella fueron
unidas para ser Hermanas de Hilos. Hasta hoy, tú morirías por Safi, así como ella
por ti. Así que haz esto por ella, Iseult. Escóndete por la noche, deja que Mathew
y yo lidiemos con la Bruja de Sangre, y luego regresa al lado de Safi mañana.
Una pausa. Entonces Iseult asintió gravemente. Deja de ser una fantástica idiota,
se reprendió a si misma––exactamente como su madre siempre lo hacía. Esto no
había terminado para nada, e Iseult debería haber sido lo suficientemente
inteligente para verlo.
—Bien.
Antes de sacarse sus preciadas armas. Casi infantilmente, se las lanzó a Habim.
Sus Hilos brillaron con un triste azul mientras él se movía más profundo en el
callejón y sacaba una bolsa de lienzo encerado de las sombras. Sacó una manta
negra.
Iseult asintió; la dura tela resistió el movimiento. Y que la salve la Madre Luna, era
calurosa.
Esto se sentía…mal.
¿Qué tipo de Hermana de Hilos sería Iseult si dejaba a Safi sin decirle adiós––o al
menos un plan de reserva para esos inevitables peores casos?
M
ientras los ruidosos tambores se acercaban, la ira de Safi crecía más y
más. La única razón por la que no corrió detrás de ese maldito
Nubrevnan mientras este caminaba hacia su nave (con su camisa aún
desabotonada) era porque el hombre más alto y pálido que ella alguna vez
había visto caminaba a su lado… y porque Safi había perdido de vista a Iseult.
Pero su frenética búsqueda por su Hermana de Hilos fue interrumpida cuando los
pasos y el redoble de tambores de la guardia que se acercaba se detuvieron.
Cuando las multitudes en el embarcadero se silenciaron.
Durante un largo momento los únicos sonidos fueron los pichones, la brisa y las
calmadas olas.
Una mano aterrizo en el bícep de Safi. Habim. —Por aquí, Safi. Hay un carruaje…
—Ella se ha ido a un lugar más seguro —La expresión de Habim era lúgubre, pero
eso no era algo inusual. —. Lo prometo —añadió, y la magia de Safi susurró
Verdad. Un cálido ronroneo en su pecho.
Así que, tiesa como el mástil de un barco, Safi siguió a Habim a un carruaje sin
emblema y cubierto. Una vez que estuvo sentada dentro, él cerró la puerta y jaló
una cortina negra sobre la ventana. Entonces, en bruscos tonos, Habim explico
cómo él y Mathew habían reconocido a las chicas por sus armas y poco tiempo
después habían encontrado la tienda destrozada de Mathew.
Habim la tuvo agarrada del cuello antes de que pudiera girar el pomo. —Si abres
esa puerta –gruñó–, el Brujo de Sangre te olerá. Si la mantienes cerrada, en
cambio, el monje no podrá rastrearte. Esta cortina está hecha de fibra de
salamandra, Safi, e Isuelt está usando una capa de la misma tela ahora mismo.
No tenía sentido, pero la magia de Safi gritó en su costillas que era verdad.
Así que asintió, Habim la soltó, y ella se rindió en su asiento. Habim siempre había
sido uno de los mentores más duramente acuñados que había tenido. Una
herida de campanada más rápida que el resto del mundo, que lo dejaba sin
paciencia para la impulsividad de Safi.
—Se que este retraso fue tú idea, Safi —La suave voz de Habim de alguna
manera llenaba todos los espacios del carruaje. —. Solo tú serías tan imprudente,
y luego Iseult te siguió como siempre lo hace.
No discutió eso, era una verdad innegable. El juego de cartas podría haber sido
la idea de Iseult, pero todas y cada una de las malas decisiones desde entonces,
caían en la puerta de Safi.
Safi necesitaba a Iseult ahora mismo. Ella dependía de Iseult para tener su mente
concentrada y transparente. Actuando, corriendo y peleando… esas eran las
únicas cosas que Safi hacía bien.
Sus dedos picaban para alcanzar la puerta. Los dedos de sus pies se curvaron en
anticipación mientras alargaba la mano con dolorosa lentitud hacía el pestillo.
—No toques eso —entonó Habim—. De todas maneras, ¿qué harías, Safi? ¿Huir?
—Encontrar a Iseult —dijo despacio, sus dedos aun revoloteando. —. Y luego huir.
Las palabras salieron antes de que Safi las pudiera detener. Pero mientras
esperaba una rápida represalia de Habim solo encontró silencio.
Luego un rocoso—: Los Bardos del Infierno protegen a sus familias, sí, pero el
imperio debe venir primero. En esas circunstancias, hace dieciocho años, el
imperio venía primero.
—Vas a casa, a la del Maestro del Gremio Alix —dijo Habim eventualmente,
moviendo un poco el borde de la cortina y mirando afuera de reojo. —. Deberías
haber ido con él desde el principio, él puede mantenerte a salvo del Brujo de
Sangre.
—¿Cómo se suponía que debía saber eso? —Safi al fin alejó sus dedos del
picaporte y se enderezo a toda su altura. —Pensé que estaba haciendo lo
correcto al no llevar problemas a la puerta de Alix.
—Que considerado de tu parte. La próxima vez, aún así, intenta confiar en los
hombres que están a cargo de tu seguridad.
—Iseult también me mantiene a salvo —dijo Safi—. Aún así, la has enviado lejos.
Era un juego que las chicas habían jugado al pasar de los años. Uno que Mathew
les había enseñado: Di una cosa, pero intenta decir otra, y había sido
salvajemente divertido durante las horas más aburridas de las lecciones de
historia de Mathew.
No cortes la garganta de Habim, eso significaba que debía esperar. Que hiciera
lo que Habim le decía. Bien. Safi obedecería por ahora. Pero el libro… Ella no
podía descifrar esa parte del mensaje.
—Las cosas de Iseult y las mías —dijo Safi despacio—, están en un saco en el
puerto.
—Ya las agarre. El conductor las tiene. —Otra mirada furtiva a la cortina antes de
que Habim golpeara el techo.
Con sus puños sintiéndose como ni nunca los hubieran apretado tan fuerte, Safi
entró a la cuidad. Pezuñas de caballo, ruedas de carruaje y elegantes tacos de
botas ahogaban su frustrado rechinar de dientes. La casa de Alix era una
mansión de muchas columnas rodeada por una jungla de rosas y jazmines.
Como todos los Maestros del Gremio Dalmotti, él vivía en el rincón más
acaudalado de la ciudad: el Distrito del Canal Este.
Safi tenía una habitación dentro, y Alix, el joven de cabello claro, siempre había
sido amable con ella. Pero este lujoso, laberíntico estado nunca se había sentido
como casa, no de la forma en la que el ático de Iseult siempre se había sentido.
Por los Dioses, todo se estaba cayendo a pedazos y era culpa de Safi. Safi había
caído en los encantos del Tramposo Cincelado. Luego había sugerido el asalto.
Siempre era de esa manera: Safi iniciaría algo sobre su cabeza, y alguien más
limpiaría el desastre. Ese alguien había sido Iseult durante seis años… pero,
¿cuántos desastres tendría que hacer Safi antes de que Iseult haya tenido
suficiente? Uno de estos días, Iseult perdería la fe en ella como todos los demás.
Safi solo rezaba, desesperadamente, violentamente, que no fuera hoy.
Así que chasqueando sus nudillos contra sus muslos, marchó hacia la puerta y
tocó el timbre.
Aún con las flores y las jarras de incienso en la casa del Maestro del Gremio de
Seda, el olor que flotaba cerca del canal siempre dominaba la nariz de Safi. No
había escape, y mientras Safi miraba desde la ventana de su habitación en el
segundo piso, ella golpeteó los dedos de sus pies sobre la alfombra azul cielo. Un
frenético compás contrario al de su corazón.
Finas ropas de seda estaban colocadas sobre la gran cama de cuatro postes en
la que raramente dormía. Esta no era la primera vez que el Maestro del Gremio
Alix hacía vestidos para Safi, aunque estos eran mucho más finos que cualquier
cosa que hubiese recibido antes.
Pisadas sonaron detrás de ella. Mathew. Safi conocía esas grandes zancadas, y
cuando se dio la vuelta hacia su tutor, se encontró con que su delgado y pecoso
rostro era una máscara de duras líneas, su cabello rojo brillante en la luz de la
tarde.
Mathew y Habim no podían ser más diferentes, en físico y en personalidad, y de
los dos, Safi siempre prefirió a Mathew. Tal vez porque sabía que Mathew la
consideraba más alto de lo que Habim alguna vez habría hecho. Eran almas
gemelas, ella y Mathew. Más inclinados a actuar que a pensar, a reír que a fruncir
el seño.
Como Habim, Mathew actualmente vestía el atuendo azul y gris de los Hasstrels,
pero a diferencia de Habim, Mathew no era un sirviente del tío de Safi.
—Tus cosas. —Mathew arrojó un bolso familiar sobre la cama, y Safi no hizo
movimiento para alcanzarlo, aunque si lo miró, buscando la forma de los libros
de Iseult…
—Mi tienda está destruida —La forma desgarbada de Mathew se cerró sobre
Safi, bloqueando su vista del libro, de nada que no fuesen sus verdes, brillantes
ojos. —. Una puerta rota, ventanas rotas. ¿Qué, por las llamas del infierno, te
poseyó para alzarte contra un Maestro del Gremio?
Safi mojó sus labios. —Fue… un accidente. La marca equivocada se topó con
nuestra trampa.
—Ah. —Los hombros de Mathew se relajaron. De pronto, dio un paso más cerca
y tomo la barbilla de Safi, como lo había hecho miles de veces en los últimos seis
años. Volteó su cabeza a la izquierda, derecha, buscando cortes o moretones o
cualquier señal de que ella podría comenzar a llorar. Pero no estaba herida y las
lagrimas estaban muy, muy lejos.
La mano de Mathew cayó. Se alejó solo un paso. —Me alegra que no estés
herida.
Con esa simple frase, el aire salió de Safi y lanzó sus brazos alrededor de su cuello.
—Lo siento —murmuró sobre su solapa, una solapa con el espantoso murciélago
de montaña de Hasstrel bordado en ella. —. Siento lo de tu tienda.
—Al menos estas viva y a salvo.
—Tu tío te necesita esta noche —continuó Mathew, caminando hacia la cama.
Él quitó uno de los trajes del cobertor, su seda color pistacho brillando en el sol
de la tarde.
Safi miro al vestido. Era, para su molestia, algo hermoso y exactamente el tipo de
cosa que ella escogería.
—Te necesita a ti —dijo Mathew—. Hay un baile esta noche, para inaugurar la
Cumbre de la Tregua. Henrick ha pedido específicamente tu asistencia.
—Pero, ¿por qué? No estoy lista para ser una domna completa o liderar las tierras
Hasstrel…
Verdad.
—La verdad es que no sabemos por qué Henrick te quiere aquí, pero Eron
difícilmente podía negarse.
Mathew mantuvo la mirada de Safi durante algunas respiraciones, por una vez
viéndose tan inquebrantable como su Hilo del Corazón. Entonces su postura se
relajó, y una disculpa se deslizó en la línea de sus hombros. Arrojó el vestido en
una pila.
—Hay grandes ruedas en movimiento, Safi. Ruedas que tu tío y muchos otros han
pasado veinte años rodando hasta acomodarlas en posición. La Tregua termina
en ocho meses, y la Gran Guerra continuará. Nosotros… no podemos dejar que
eso pase.
La cabeza de Safi se movió hacia arriba; esto no era lo que había esperado.
—Lo sabrás pronto —respondió Mathew—. Ahora lávate, y ponte este vestido
esta noche.
El más ligero roce de poder revistió las palabras de Mathew, y mientras sostenía
un vestido blanco plateado, la Marca de Brujo en la palma de su mano, un
círculo hueco de Éter y una letra P por Brujería de Palabras, casi pareció brillar.
Los orificios nasales de Safi se hincharon. Ella le quitó el vaporoso vestido, la tela
deslizándose por sus dedos como espuma de mar.
Pero todo lo que Mathew le dijo en respuesta fue “Hmmm”, como si él supiera
más de lo que ella podría imaginar. Luego, se dio la vuelta elegantemente hacia
la puerta.
—Una sirvienta llegara pronto para ayudarte con tu baño. No olvides detrás de
las orejas y bajo las uñas.
Safi lanzó el vestido en la cama, y sus ojos se posaron sobre la esquina del libro
Carawen. Ella arreglaría este desastre que había causado. Una vez que
entendiera el mensaje de Iseult, Safi escogería entre sus oponentes, su tío, el Brujo
de Sangre, los guardias de la ciudad, y estimaría su terreno, la Ciudad Veñaza,
el baile de la Cumbre de la Tregua…
I
seult se escabulló hacia la calle detrás del muelle como le ordenó Habim.
Encorvándose profundamente bajo la áspera capa, serpenteó su camino a
través de caballos y carretas, comerciantes y lacayos del Gremio, e Hilos de
todos colores y fuerza imaginables. Al fin, vio una señal estampada de madera
que declaraba El Canal Hawthron.
Iseult lo reconocía ahora, Safi había jugado al taro aquí hacía unos meses. Sin
embargo, a diferencia de anoche ella había ganado.
Era su falta de Hilos, no obstante, lo que mantenía a Iseult inmóvil. Había pensado
que simplemente había perdido los Hilos del Brujo de Sangre en lo salvaje de la
pelea de ayer, pero no, él continuaba sin producir ningún Hilo.
Hoy, Iseult no tenía ninguna de esas cosas, y a diferencia de Safi, quien habría
reaccionado de inmediato, quien habría corrido al primer vistazo del monje,
Iseult solo perdió más tiempo evaluando su terreno.
Iseult apenas necesitó de la segunda orden, ella al fin estaba haciendo lo que
Safi habría hecho desde el principio: huir.
O lo intentó, porque tráfico se estaba deteniendo para comérsela con los ojos.
Para asediarla. Cualquier lado donde giraba o se movía, encontraba ojos
clavados en su rostro, su piel, su cabello. Se sacudió alejándose de Hilos de miedo
gris y violencia plateada.
Entonces los labios del monje se extendieron hacia atrás. Él le mostró sus dientes,
y la pausa en el mundo se fracturó. El tiempo fluyó hacia adelante, volvió a su
velocidad normal.
E Iseult finalmente corrió, huyendo detrás de un caballo gris. Ella golpeo su codo
fuertemente en la parte baja de su grupa. Se encabritó. La joven mujer en su
lomo gritó, y con esa explosión de vocales de tono alto y la repentina violencia,
al relinchar el caballo, toda la calle se salió del camino.
Hilos naranjas frenéticos brillaban alrededor de Iseult, pero a duras penas los
registró. Ella ya estaba dando empujones y corriendo a toda velocidad hacia
una intersección una cuadra atrás. Había un puente sobre el canal más cercano
allí. Tal vez, si podía cruzar el canal, podría perder al Brujo de Sangre.
Iseult dejó de luchar con su caída. En vez de eso, se inclinó hacia ella.
Corrió a toda prisa a través el ferri en cuatro saltos, parecería que todos quisieran
a Iseult fuera del bote tanto como ella. Se topó con la barandilla, tomó una
respiración mientras otro coche pasaba costeando, este cubierto con la caballa
del día.
Ella saltó. Sus pies aplastaron algo esponjoso y de repente estaba estirándose
sobre escamas plateadas con la cara llena de ojos pegajosos. El pescador se
aulló hacia ella, más disgustado que sorprendido, e Iseult se levantó para
encontrar su barba negra apuntando hacia abajo.
Un duro salto después, Iseult se aferró a las escaleras de adoquín. Ninguno de los
pescadores ofreció ayuda, solo se estremecieron hacia atrás. Uno incluso la picó
con su caña de pescar, sus Hilos de un temeroso gris.
Iseult tomo el extremo de la caña. Los Hilos del hombre brillaron más fuerte y trató
de recuperarlo de un tirón, pero procedió a empujar a Iseult hacia arriba
también. Gracias, pensó Iseult, subiendo las escaleras. Se volteó a mirar una vez
y vio sangre manchando las rocas. Su palma estaba sangrando mucho más de
lo que el distante dolor garantizaba.
Llegó a la calle. El tráfico pasó pululando, y ella hurgó por alguna estrategia.
Todos sus planes estaban cayendo por las puertas del infierno, pero seguramente
Iseult podría tomarse un momento para pensar. Iseult era un desastre corriendo
con prisa y desorientada, ese era el por qué Safi era la líder en estas situaciones.
Sin tiempo para planear una estrategia, Iseult siempre corría hacia las esquinas.
Vía amplia, pensó. Una arteria principal del pueblo, probablemente sigue al
canal por todo el camino. Tráfico organizado en dos direcciones, y un hombre
liderando a una yegua de pelaje atigrado. No había sudor que oscureciera los
hombros de la yegua. Si me la llevo, puedo huir de la ciudad completamente y
esconderme por la noche con la tribu.
Aunque regresar a la casa que había pasado la mayoría de su vida evadiendo
era de lejos de solución ideal de Iseult, el asentamiento Midenzi era el único lugar
que conocía del que no la echarían apenas vieran su piel.
También era el único lugar en el que se sentía segura de que el Brujo de Sangre,
incluso si la cazaba por vista y por sangre, no la podría seguir. Las tierras alrededor
del asentamiento estaban llenas de trampas que ningún no-Midenzi podría
navegar.
Mientras la yegua se lanzaba en un rápido trote a través del tráfico, Iseult dirigió
su mirada al otro lado del canal. Y se encontró con el Brujo de Sangre mirándola.
Había espacios en los botes ahora; él no podría cruzar el agua como lo hizo ella.
Él sabía que su palma estaba sangrando y le estaba diciendo a ella que él podría
seguirla. Que iba a seguirla, y que posiblemente sonreiría de esa forma
aterradora durante todo el proceso.
El Brujo de Voz del Jana, Hermin, se sentó al otro extremo de la mesa. Aunque de
ninguna manera eran comunes, los Brujos de Voz eran los Brujos del Éter más
comunes, y desde que se podían encontrar y comunicar con compañeros Brujos
de Voz a través de vastas distancias, cada nave en la Marina Real de Nubrevna
tenía uno abordo, incluyendo Vivia, con quien Hermin estaba ahora conectado.
Los ojos de Hermin brillaron rosados, una señal de que estaba interviniendo en los
Hilos de los Brujos de Voz, y la luz de la tarde relampagueó en su arrugada cara.
Voces distantes, el traqueteo de carretas, y el ruido de pezuñas entraban a
través de las ventanas abiertas.
Merik sabía que tenía que cerrarlas, pero estaba demasiado pegajoso y
demasiado caliente sin la brisa. Además, el cebo de la linterna se quemó y se
hundió, un hedor incluso más repugnante que las aguas residuales de los canales
en la Cuidad de Veñaza.
Pero Merik pensó que valía la pena ahorrar dinero con la apestosa grasa de
animal a pagar montones por linternas sin humo de los Brujos de Fuego. Y claro,
ese era un punto en el que él y Vivia no acordaban.
Uno de muchas.
—No creo que lo entiendas, Merry —Aunque Hermin habló con su propia voz
áspera, lo hizo en el mismo estilo de Vivia: arrastrando las palabras y con un
énfasis condescendiente. —. Los Zorros causan un miedo instantáneo en las
marinas extranjeras. Izar esa bandera ahora nos dará una fuerte ventaja cuando
la Gran Guerra vuelva.
—Excepto —dijo Merik sin entonación—, que estamos aquí para negociar la paz.
Y aunque coincido en que las banderas de los Zorros fueron alguna vez efectivas
para intimidar, eso fue siglos atrás. Antes de que los imperios tuvieran navíos que
podrían aplastar los nuestros.
Parecía tan galante en la superficie, atacar las naves de comercio para
alimentar a los pobres, y los cuentos de la vieja marina de Zorros aún eran los
favoritos en casa. Pero Merlik tenía mejor criterio. Robar de los más afortunados
aún era robar, y prometer evadir la violencia era más fácil que contenerse.
—La cual fallará como todas tus otras reuniones. Pensé que querías alimentar a
tu gente, Merry.
—Tú afirmas que quieres hacerlo, sin embargo cuando te doy una manera de
reunir comida, una manera de enseñar a los imperios una lección, no saltas a la
oportunidad.
Toda la matanza, querrás decir. Tomo todos los pedazos del frágil autocontrol de
Merik no gritárselo a Vivia… pero no serviría de nada. No cuando dos Brujos de
Voz y cien millas se interponían entre ellos.
Él rodo sus hombros una vez. Dos veces. —¿Qué —Finalmente continuó— dice
Padre sobre esto?
—Nada —Hermin recorrió la palabra como lo hacía Vivia. —. Padre está al borde
de la muerte, y se mantiene en silencio al igual que cuando te fuiste. Por qué se
despertó para nombrarte a ti como su enviado y almirante, nunca lo
entenderé… aun así, parece funcionar a nuestro favor, pues tenemos una
oportunidad aquí, Merry.
Una pausa. —La justicia debe ser servida, hermanito —Un filo cubrió las palabras
de Vivia. —. ¿O has olvidado lo que los imperios le hicieron a nuestro hogar? La
Gran Guerra terminó para ellos, pero no para nosotros. Lo menos que podemos
hacer es devolverle amablemente el favor a los imperios, empezando con un
poco de noble piratería.
Cuando Merik era un niño, su padre había estado seguro de que él era un
poderoso brujo como su hermana, que las rabietas de Merik habían sido
manifestaciones del gran poder que llevaba dentro. Así que a los siete años, el
Rey Serafín había forzado a Merik a una Examinación de Poderes.
Pero las rabietas de Merik no habían sido para nada una manifestación de
poder. Merik apenas había sido juzgado lo suficientemente fuerte para una
Marca de Brujo, y el Rey Serafín apenas había sido capaz de esconder su disgusto
frente a la Junta de Examinación.
—Tú olvidas —dijo Hermin, aun articulando las palabras de Vivia—, quién va a
liderar cuando Padre muera. Tú tal vez tengas autoridad ahora, pero eres un
almirante temporal. Yo seré reina y almirante cuando el húmedo sueño al fin
reclame a Padre.
—Yo sé lo que tú serás —dijo Merik despacio, su ira cayendo hacia atrás sobre la
cara del miedo frío.
Vivia como reina. Vivia como almirante. Vivia enviando a los Nubrevnanos como
corderos al matadero. Los granjeros y los soldados, los comerciantes y los mineros,
los pastores y los panaderos, ellos morirían con espadas Cartorranas o entre las
llamas de los Matsoki. Todo mientras Vivia miraba.
Y la única solución de Merik, reconstruir el comercio y probarle a Vivia que había
maneras pacificas de mantener a los Nubrevnanos alimentados… ese plan
había fallado.
Lo peor de todo, incluso, era que si se rehusaba a ayudar a Vivia en esta tentativa
pirata, Merik sabía que ella encontraría otra manera. De alguna forma, izaría la
bandera de los Zorros, y condenaría a todo su hogar al Infierno de Noden.
El mismo Noden estaba interviniendo por Merik, y lo hizo justo cuando Merik más
lo necesitaba.
—Estoy escuchando.
10 El término “Hilo del Corazón” quiere decir que el corazón una persona está unido al de otra por medio de este
Hilo.
—Si puedo negociar una sola línea de intercambio con Nubrevna, entonces tú
detendrás la piratería. Inmediatamente.
Una pausa. Luego un lento—: Tal vez, Merry. Si tú de alguna manera estableces
el intercambio, yo… consideraré bajar la bandera de los Zorros. Ahora dime,
¿dónde está la miniatura Dalmotti en estos momentos?
Marik no podía dejar de sonreír, una cosa simple, mientras miraba el mapa. La
miniatura estaba justamente dejando el margen pantanoso de la bahía de la
Cuidad de Veñaza.
Después de lavarse, Safi siguió a una desconocida doncella con cabello color
café de vuelta hacia su habitación, donde la mujer la vistió con el vestido
plateado y blanco que Mathew había escogido. Luego la doncella acomodó el
cabello de Safi en una serie de rizos colgantes que cubrían, rebotaban y brillaban
en el atardecer.
Tío Eron pudo haber sido un desacreditado Bardo del Infierno, arrebatado de su
rango solo los dioses sabían por qué, y luego apuntado como dom temporal
hasta que Safi fuese considerada apta para reemplazarlo, pero él aún pagaba
sus diezmos exactamente como Henrick lo demandaba. Todos los años, Eron y
Safi iban a la capital de Cartorra para entregar sus escasos fondos y jurar lealtad
al Emperador Henrick.
Aun así, no era la vergüenza lo que hacia los viajes miserables. Era el miedo.
Miedo de los Bardos del Infierno. Miedo de que vieran a Safi como la hereje que
era, como la Bruja de la Verdad que era.
De hecho, de no haber sido por el Príncipe Leopold, o Polly, como Safi lo llamaba,
protegiéndola bajo sus alas cada vez que lo visitaba, estaba segura de que los
Bardos del Infierno ya la habrían atrapado. Era el trabajo de la Brigada de Bardos
del Infierno, después de todo, descubrir a los herejes sin marca.
Polly probablemente esté allí esta noche, pensó Safi mientras se escrudriñaba a
sí misma en el pequeño espejo al lado de la cama. Habían pasado ocho años
desde que se había escapado con él a explorar la extensa librería imperial. Ella
no podía imaginar cómo sus largas y pálidas pestañas y retorcidos rulos dorados
se trasladarían a un hombre de veintiún años.
Una vez que la doncella se hubo ido, después de exender una increíble capa
blanca sobre la cama, Safi se lanzó hacia su bolsa y saco el libro Carawen de
Iseult. Entonces se abrió paso hacia la ventana, donde los canales brillaban
como llamas bajo un sol poniente.
Una diáfana luz rosada se filtró sobre la portada azul del libro, y cuando Safi la
abrió con un chirrido, las páginas susurraron al abrirse en la número treinta y siete.
Un león alado de bronce le brillaba, marcando la última página que Iseult había
estado leyendo.
Safi rápidamente escaneo el texto: una lista de las divisiones de monjes Carawen.
La puerta de la habitación se abrió de golpe. Safi tuvo el tiempo justo para meter
el libro de nuevo en el bolso antes de que su tío marchara dentro de la
habitación.
El dom Eron fon Hasstrel era un hombre alto, musculoso y de huesos fuertes como
Safi. Pero a diferencia de ella, su cabello atigrado se mezclaba con un plateado
gris y llevaba bolsas purpuras bajo sus ojos inyectados de sangre. Porque todo
cuanto había sido de soldado, ahora no era más que un borracho.
Los labios de Eron se aflojaron en una sonrisa, una sorprendente sonrisa alerta. —
Ahí está la sobrina que recuerdo. —Cruzó hacia la ventana, fijó su vista en el
exterior, y comenzó a jugar con el delgado collar de oro que siempre llevaba.
Y cuando Eron estaba borracho, lo cual era más usual que cuando no lo estaba,
entonces la brujería de Safi no sentía nada. Ni verdad, ni mentira, ninguna
reacción, como si cualquier persona que él pudiera ser se lavara fuera de él ni
bien el vino comenzaba a fluir.
Siempre hubo, y siempre habrá, una pared de piedra y silencio entre ellos.
Nivelando sus hombros, Safi caminó hacia el lado de Eron. —Entonces, ¿por qué
estoy aquí, Tío? Mathew dijo que planeas intervenir en la Gran Guerra.
Exactamente, ¿cómo planeas hacer eso?
Una risa brusca salió de Eron. —Así que Mathew dejo escapar eso, ¿verdad?
—¿Necesitas que use mi brujería? —Presionó Safi— ¿De eso se trata todo? Una
táctica de borracho para reclamar tu honor de Bardo del Infierno…
Safi odiaba esas cicatrices. Había observado fijamente las marcas blancas miles
de veces mientras crecía. Envueltas alrededor de una jarra de vino o pellizcando
el trasero de una puta. Esas cicatrices eran todo lo que ella realmente sabia
sobre su tío, la única pista acerca de su pasado, y cada vez que las veía no podía
evitar temer que eso fuera el futuro que le esperaba; una insaciable sed de lo
que nunca podría ser.
—No tienes idea de lo que es la guerra —dijo Eron, su tono vago como si su mente
viajase a la deriva a través de viejas cicatrices. —. Ejércitos arrasando pueblos,
flotas hundiendo naves, brujos prendiéndote fuego con un solo pensamiento.
Todo lo que amas se lo llevan, Safiya… y lo masacran. Pero aprenderás pronto.
En vívido detalle, aprenderás, a menos que hagas lo que pido. Después de esta
noche, puedes irte para siempre.
Una pausa lleno la habitación, luego la mandíbula de Safi se aflojó. —Espera…
¿puedo irme?
—Sí. —Eron ofreció una sonrisa casi triste, volviendo a mover su collar. Cuando
habló de nuevo, las primeras chispas de verdad, de cálida felicidad, se
despertaron en el pecho de Safi. —Después de que juegues el papel de la
domna bailarina y alcohólica —él comenzó—, y lo hagas para que todos los
imperios lo vean… Bien, después de eso, eres libre de irte.
Libre de irte. Las palabras retumbaron en el aire como la nota final de una
explosiva sinfonía.
Safi se balanceó hacia atrás. Esto era más de lo que su mente podía procesar,
más de lo que sus poderes podían procesar. Las palabras de Eron vibraron y
quemaron con la verdad.
—¿Y tú lo estás? —Ella enfureció— ¿Por qué estudié toda mi vida, si este siempre
fue tu plan? Podría simplemente haberme ido…
—No fue mi plan —La cortó, sus hombros tensándose. —. Pero las cosas cambian
cuando la guerra está en el horizonte. Además, ¿te arrepientes de todas las
lecciones y el entrenamiento que has recibido? —Su cabeza se inclinó hacia un
lado. —. Tu encuentro con el Maestro del Gremio de Oro casi arruina todo lo que
he planeado, pero me las arregle para salvar la noche. Ahora todo lo que tienes
que hacer es actuar como una donma frívola por una sola noche, y entonces
tus obligaciones estarán cumplidas. Para siempre.
Safi farfulló una risa. —¿Eso es todo? ¿Eso es todo lo que quieres de mí? ¿Todo lo
que siempre has querido de mí? Perdóname si no te creo.
Los poderes de Safi vibraron con la verdad, caliente detrás de sus costillas. Aun
así encontraba imposible digerir esta historia. Todo lo que alguna vez quiso se lo
estaban dando. Parecía muy, muy bueno para ser verdad.
Eron alzó una pálida ceja, claramente divertido por el desconcierto de Safi. —
Cuando las campanas suenen a medianoche, Safiya, el Brujo de Sangre ya no
será un problema. Luego puedes hacer lo que quieras y vivir la misma vida sin
ambiciones que siempre has disfrutado. Aunque… —Hizo una pausa, su mirada
agudizándose. No había señales de alcoholismo ahora. —Si quisieras, Safiya,
podrías doblarte y darle forma al mundo. Tienes el entrenamiento para hacerlo,
he visto eso. Desafortunadamente —Separó sus manos surcadas con cicatrices,
estirando la cadena hasta que quedó tirante. —, parece que te hace falta
iniciativa.
—Si me hace falta iniciativa —susurró Safi, las palabras tropezando fuera antes
que pudiera detenerlas—, entonces es porque me hiciste de esta manera.
—Eso también es verdad. —Eron le sonrió, una triste cosa que escaldaba con
honestidad. —. Pero no me odies por ello, Safiya. Ámame… —Sus brazos se
abrieron ociosamente. —Y témeme. Es la manera de los Hasstrel, después de
todo. Ahora termina de vestirte. Nos vamos cuando suene la siguiente
campanada.
Sin más que decir, Eron se alejó de Safi y dejó la habitación. Safi lo miró irse. Se
obligó a si misma a mirar su energético andar y ancha espalda.
Pasó su dedo por los rangos y divisiones de los monjes. Monje Mercenario, Monje
Maestro, Monje Guardián, Monje Artesano… Sus dedos pausaron en el Monje
Sanador. Fue uno de esos monjes el que había encontrado a Iseult cuando esta
había huido de su tribu. Iseult se había perdido en una encrucijada al norte de
la Cuidad de Veñaza, y el amable Monje Sanador la había ayudado a encontrar
su camino.
Y aquella encrucijada estaba al lado del faro que ahora usaban las chicas. Iseult
debía estar planeado abandonar completamente la Cuidad de Veñaza y
regresar a su refugio usual.
Safi soltó el libro. Su cabeza cayó hacia atrás. Aún no podía ir allí… tenía que
pasar por esta noche primero. Tenía que sacar a este Brujo de Sangre fuera de
su camino y dejar a su tío al firme cuidado de alguien. Luego, sin nunca más
preocuparse de que la persiguieran, se podría ir hacia el norte de la cuidad y
encontrar a su Hermana.
Pero Safi ya no era esa chica, y los Bardos del Infierno no tenían poder en este
imperio. Así que Safi hinchó su pecho, satisfecha con el vestido que enfatizaba
sus hombros. Y con las mangas que terminaban lo suficientemente alto para
revelar sus palmas, marcadas con tantos callos como cualquier soldado.
Safi estaba orgullosa de sus manos, y no podía esperar a que los doms y domnas
los miraran repulsión. Para que la nobleza sintiera sus dedos, duros como piedra
de arena, mientras bailaba con ellos.
Por una noche, Safi podía ser la Domna de Cartorra. Diablos, incluso sería una
emperatriz en celo si eso la regresaba con Iseult, y la alejaba del Brujo de Sangre.
Después de esta noche, Safiya fon Hasstrel sería libre.
I
seult miró fijamente la melena oscura de su yegua tórrida, una mano en las
riendas y la otra la mantenía en alto en un pobre intento de detener el
sangrado de su herida.
El sangrado del corte en la palma de su mano no había parado, así que se había
arrancado el bajo de su falda y se había envuelto la mano. Cada vez que la
sangre lo empapaba, arrancaba más tela. Vendo la herida con más fuerza, y
sostuvo su mano más alto.
Sólo una noche, se dijo a sí misma una y otra vez, un estribillo retumbando al
tiempo que el sonido a cuatro tiempos del galope del caballo, luego, el sonido
a tres tiempos del medio galope. Finalmente, a dos leguas de los límites de la
cuidad, cuando la yegua estaba oscura de sudor, Iseult había caído a un trote
de dos tiempos. Una noche, una noche.
A pesar de que parecía que Iseult seguía nada más que un sendero de broma
serpenteante entre la hierba, ella lo conocía por lo que era: un camino Nomasti.
Se movía más despacio ahora, cuidando de leer las marcas Nomasti conforme
iban apareciendo. Una vara clavada en la suciedad que parecía casi
accidental, significaba una trampa de osos dentada en la siguiente curva del
camino. Un racimo de glorias “salvajes” en el lado izquierdo del camino
significaba una bifurcación más adelante, al este conduciría a una niebla
mágica envenenada, al oeste conduciría al asentamiento.
Sin embargo, al igual que los Midenzis pelearon para mantener a los forasteros
afuera, también lo hicieron para mantener a su gente adentro. Si dejabas el
asentamiento, serias juzgado en otro, y otro era la única cosa que un Nomasti
nunca quería ser, ni siquiera Iseult.
Cuando los enigmáticos robles que enmascaraban el borde de las murallas del
asentamiento aparecieron por fin, negros y amenazantes en la oscuridad de la
noche, Iseult se detuvo. Era su última oportunidad para correr. Podía dar la vuelta
y pasar el resto de su vida sin volver a ver a la tribu, aunque podría ser una vida
corta con el Bloodwitch cazandola.
La luna se levantaba al este de Iseult, iluminándola para que todos la vieran.
Había enrollado su trenza y la había escondido debajo del pañuelo. Las mujeres
Nomasti mantenían el largo de su cabello a la altura de su barbilla; el de Iseult le
llegaba a la mitad de su espalda. Necesitaba mantenerlo oculto.
-Nombre- gritó una voz en la gutural lengua Nomasti. Un Hilo de hostil acero
parpadeó a la izquierda de Iseult junto con la débil forma de arqueros en los
árboles.
Levantó las manos sumisamente, esperando que las bindings en sus manos no
fueran tan evidentes.
Entonces vino otro grito de una garganta que Iseult conocía, y se sintió caer.
Desplomándose desde el pico de alguna montaña, perdiendo su estómago
mientras la tierra se acercaba rápidamente.
Estasis, gritó hacia adentro. Estasis en las yemas de tus dedos y en tus pies.
Iseult tuvo tiempo suficiente para pensar en lo pequeña que se veía su madre, le
llegaba hasta la nariz, antes de que su madre la abrazara y la mente de Iseult se
llenara con un solo pensamiento. Una plegaria, en realidad, para que el
Bloodwitch se quedara muy, muy lejos.
Iseut encontró que caminar a través de la colina de Midenzi iluminada por la luna
era más fácil y más difícil de lo que esperaba.
Era más fácil porque, aunque había cambiado poco en los tres años desde su
última visita a la tribu, todo parecía más pequeño de lo que recordaba. Los
muros de madera que rodeaban el pueblo estaban tan grises como recordaba,
pero ahora no parecían tan insuperables. Sólo… altos. Si no fuera por el sendero
Nomasti y los arqueros en los árboles, el muro sería un mero inconveniente para
ese Bloodwitch.
Las casas redondas construidas con piedras tan marrones como el barro en el
que estaban asentadas hacían que parecieran miniaturas. Casas de juguete
estrechas, puertas bajas y ventanas con persianas.
Incluso los robles que crecían a medias a lo largo del asentamiento de quince
acres parecían más escasos de lo que Iseult recordaba. No lo suficientemente
grandes o fuertes para que pudiera escalar las ramas como lo hizo una vez.
Lo que hizo la caminata a través de la tribu más difícil de lo que Iseult esperaba
fue la gente, o más bien, sus hilos. Mientras seguía a su madre a su casa en el
centro de la tribu, las persianas se abrieron de par en par, revelando caras
curiosas. Sus Hilos estaban extrañamente húmedos, como arrancados de toallas
viejas.
Iseul se estremecía cada vez que una figura doblaba una esquina o una puerta
se abría. Sin embargo, cada vez, Iseult también descubría que no reconocía los
rostros iluminados por la luna que la escudriñaban.
La mesa de trabajo que una vez había llegado a la cintura de Iseult, ahora sólo
alcanzaba a la mitad de sus muslos, al igual que la mesa de comedor debajo de
la ventana en el lado oriental. Detrás de la estufa había una escotilla que
conducía a un sótano excavado. Parecía tan compacta que Iseult no estaba
segura de que pudiera encontrar la valentía de bajar ahí.
Las dos veces que había vuelto (sólo una noche cada visita), la bodega se había
sentido aterradora y cerrada en comparación con el ático abierto de Mathew.
Y, después de haber tenido una cama propia, la tarima que había compartido
con su madre parecía apretada. Ineludible.
En la luz de la linterna, sin embargo, Iseult podía al menos ver que el rostro de su
madre había cambiado muy poco en tres años. Tal vez un poco más delgada y
quizá unas cuantas líneas más alrededor de su boca frecuentemente fruncida,
pero eso era todo lo que era diferente.
Un ruido sordo resonó en las escaleras de la casa, y allí estaba él, viejo y flácido,
y con un galope centrado.
Iseult se deslizó del taburete. Sus rodillas golpearon la alfombra, una calidez feliz
riéndose a traces de ella. Abrió sus brazos y el anciano perro rojizo galopó hacia
ella… hasta que estuvo allí, meneando la cola y llevando su hocico gris hacia el
cabello de Iseult.
No tuvo tanta suerte. Alma se dirigió de la puerta hacia Iseult. Al igual que
Gretchya, llevaba el vestido negro de Truthwitch que se ajustaba en el pecho,
pero estaba suelto en los brazos, cintura y piernas. —¡Luna Madre sálvame, Iseult!
—Alma se quedó boquiabierta, sus largos ojos azules encendidos con sorpresa.
—¡Ahora luces como Gretchya!
Iseult no contestó. Su garganta estaba cerrada con… con algo. Enojo, supuso.
No quería parecerse a Gretchya, una verdadera Threadwitch como Iseult nunca
lo sería. Además, Iseult odió que Scuffs agitara su cola. Restregara su cabeza en
la rodilla de Alma. Y fuera hacia Alma, lejos de Iseult.
Alma era, como siempre había sido, la perfecta Threadwitch. La perfecta mujer
Nomasti. Excepto cuando la mirada de Iseult se fijó en las manos de Alma, vio
gruesos callos.
Alma lanzó una mirada furtiva a Gretchya, que asintió lentamente. —Un cutlass
—admitió Alma. —He estado practicando con uno durante los últimos años.
Iseult dejó caer la muñeca de Alma. Por supuesto que Alma había aprendido a
luchar. Por supuesto que sería perfecta en eso también. Nunca habría nada en
lo que Iseult fuera mejor, era como si la Luna Madre se hubiera asegurado de
que cualquier habilidad que Iseult tratara de afinar, Alma también la
adquiriera… y la perfeccionara.
Cuando quedó claro que Iseult nunca sería capaz de hacer Collares de Piedra
o mantener sus emociones lo suficientemente distantes, Alma había pasado de
ser una Threadwitch extra de paso en la tribu Nomasti a la Threadwitch aprendiz
del asentamiento Midenzi. Cuando Gretchya fuera demasiado vieja para guiar
a la tribu, Alma se haría cargo.
En las caravanas Nomasti, era el trabajo de las Threadwitch el unir a las familias
de Hilos, arreglar matrimonios y amistades, y desenredar los telares de la vida de
la gente. Un día, tal como lo hacía Gretchya ahora, Alma usaría la magia para
dirigir a los Midenzis.
La nariz de Iseult se estremeció. Aquí había dos mujeres cuyos Hilos no podía ver.
Sin embargo, antes de que Iseutl pudiera pedir un momento a solas para digerir
todo, volver a casa, el Bloodwitch cazandola, la perfección de Alma, un hombre
asomó su cabeza de cabello negro por la puerta. -Bienvenida a casa, Iseult.
Arañas bajaron por la columna vertebral de Iseult. Los dedos de alma apretaron
el cuello de scuffs y Gretchya palideció.
Corlant det Midenzi no había cambiado casi nada desde la última vez que Iseult
le había visto. Su cabello era quizá más delgado, y el gris se había expandido a
los lados, pero los pliegues por encima de sus cejas eran tan profundos como
Iseult recordaba, unas trincheras paralelas por la tendencia de mirar siempre
ligeramente sorprendido.
Parecía un poco sorprendido ahora, con las cejas fruncidas y los ojos brillantes
mientras examinaba el rostro de Iseult. Se acercó a ella, y Gretchya no hizo
ningún movimiento para detenerlo. En su lugar, alma se puso de pie y le siseó a
Iseult. —Levántate.
Iseult se paró, aunque no veía porqué tenía que hacerlo. Gretchya era la líder
de la tribu, no este puritano de lengua de miel que había sembrado discordia
durante la infancia de Iseult. Corlant debía ser el que se sentara.
Se detuvo ante ella, sus Hilos brillando con una curiosidad verde y una sospecha
bronce. — ¿Me recuerdas?
—Por supuesto —dijo Iseult, cruzando las manos encima de su falda y moviendo
la cabeza para encontrarse con su mirada. A diferencia del resto de la tribu, era
tan alto como lo recordaba, e incluso llevaba el mismo manto marrón y la misma
cadena de oro manchado en el cuello.
Era un mal intento de sacerdote Purista. A estas alturas, Iseult había visto
suficientes sacerdotes reales, entrenados en verdaderos recintos Puristas para
saber hace cuanto Corlant había perdido su marca.
Se pavoneó a su alrededor, su mirada perdida. Hizo que los bellos de sus brazos
se erizaran. —Tienes la mancha del exterior en ti, Iseult. ¿Por qué regresaste?
—No era seguro —dijo Alma, con una gloriosa sonrisa—. Sabes cómo Gretchya
odia engañar el tejido del asentamiento si no tiene que hacerlo.
El estómago de Iseult se cerró. Esta no era la dinámica que había dejado atrás.
Corlant había sido una molestia cuando era una niña, siempre gritando los
peligros y pecados de la brujería. Siempre afirmando que la verdadera devoción
a la Luna Madre estaba en la negación de la magia que se poseía. La
erradicación de la misma.
Pero Iseult lo había ignorado junto con el resto de la tribu. Si, Corlant acechado
su casa y rogado a Gretchya por atención. Incluso le había pedido que se
convirtiera en su esposa, aunque Gretchya no pudiera casarse. Solo los Heart-
Threads podían casarse en las tribus Nomasti, y las Threadwitches no tenían un
corazón hilado.
La última vez que Iseult había visitado la tribu, Corlant se había ido, e Iseult había
supuesto que el hombre se había ido para siempre. Claramente, sin embargo,
ese no era el caso, y claramente las cosas habían cambiado. De alguna forma
Corlant había conseguido la ventaja.
—Estaba tan distraída con el regreso de Iseult —continuó Gretchya—. Que había
olvidado por completo el Saludo. Tendremos que cambiarla…
—No —dijo Corlant. Se volvió hacia Iseult, ojos crueles e Hilos hostiles una vez
más—. Deja que la tribu la vea exactamente como esta, manchada por el
exterior. —Apretó la manga de la túnica de aprendiz de Iseult, y ella se obligó a
inclinar la cabeza.
Tal vez no era capaz de leer a su madre o a Alma, pero podía leer a Corlant. Él
quería el control; quería la sumisión de Iseult, así como sus rodillas crujieron en una
reverencia sin práctica, Iseult gimió. Lo arrancó de su estómago y se llevó las
manos a su estómago.
—¡Oh pobre de ti! —Gritó Alma—. Tengo tintura de hoja de frambuesa para eso.
Iseutl sacudió su cabeza, pero entonces Gretchya agarró su bíceps con fuerza.
—Tenemos que trabajar con rapidez —Susurró—. Alma, dale a Iseult uno de tus
vestidos y encuentra a la sanadora Earthwitch para su mano. Iseult, quítate el
pañuelo. Tenemos que lidiar con tu cabello.
— ¿Qué está pasando? —Iseult tuvo cuidado de mantener su voz plana a pesar
del golpe creciente bajo sus costillas—. ¿Por qué Corlant está a cargo? ¿Y por
qué lo llamaste sacerdote Corlant?
—Shhh —dijo Alma—. No debes dejas que nadie te escuche —Luego se dirigió a
la escotilla del sótano y descendió por debajo de las tablas del piso.
Entonces Iseult asintió, diciéndose que no importaba. Era sólo cabello y siempre
podía crecer de nuevo. No significaba nada. Su vida en Veñaza había
desaparecido; tenía que dejar ir ese pasado.
Iseult asintió con la cabeza, y hielo se deslizó por su cuello. Todos los Hilos
pagados de la tribu eran obra de Corlant. Ni siquiera sabía que tal cosa era
posible.
—Una vez que me di cuenta de lo que era —Continuó Gretchya—. Y una vez
que vi como su poder drenaba el mío, pensé que podría utilizarlo como algo en
su contra. Le amenacé con decirle a la tribu lo que realmente era… pero, en
cambio, él me amenazó con llevarse mi magia por completo. Termine poniendo
un lazo alrededor de mi cuello, Iseult, porque después de esa conversación,
Corlant amenazó con borrar mi magia cada que quisiera algo de mí.
Gretchya habló con tanta soltura, como si ese algo que Corlant quería fuera tan
simple como un tazón de Borgsha o tomar prestado a Scuffs por el día. Pero Iseult
lo sabía mejor. Ella recordaba la forma en la que Corlant se había quedado en
las sombras cerca del gallinero y observaba a Gretchya por la ventana. Cómo
sus palpitantes Hilos purpura habían hecho que Iseult aprendiera demasiado
joven lo que significaba “lujuria”.
La Diosa la salvara, ¿Qué le hubiera sucedido a Iseult si no hubiera salido del
asentamiento cuando lo hizo? ¿Qué tan cerca había estado de usar el mismo
lazo que su madre?
A pesar de los seis años y medio de odio que Iseult había afilado tan
cuidadosamente y de forma metódica, sintió como si un cuchillo estuviera
cavando en su esternón. Culpa, declaró su cerebro. Y lástima por tu madre.
Pensar que Corlant había sido un Cursewitch todo el tiempo. Capaz de matar la
magia de una persona tan fácilmente como Iseult veía los Hilos de la gente. Era
otra magia ligada al Vacío, y otro mito que demostraba ser demasiado real.
—Es una joven Threadwitch —Las tijeras raspando contra el cabello de Iseult, más
fuerte, más rápido. El cabello se esparció por el suelo como arena—. Cada
caravana Nomasti que ha pasado tiene una versión diferente, pero la historia en
general no cambia. No es capaz de hacer Collares de Piedra, no puede
controlar sus emociones, y… y abandonó su tribu.
—Dicen que a diferencia de nuestra conexión Arterial con los Hilos —Continuó
Gretchya—. El poder de ella viene del Vacío. Dicen que puede controlar el
Rompimiento. Que mantiene un gran número de ejércitos bajo su mando, y en
la versión más oscura de la historia, incluso vuelve a dar vida a los muertos.
—Los tres Hilos negros de los Corrompidos —Susurró Iseult, y el chasquido de las
tijeras se detuvo bruscamente. En el mismo momento, Alma se escabulló desde
el sótano, un traje negro en una mano y envoltorios blancos para sangre en la
otra. Corrió hacia la estufa y abrió la puerta de hierro.
Los ojos de Gretchya se abrieron, su rostro sin sangre. —No debes contarle a
nadie esto, Iseult. Nadie. Alma y yo pensamos que era una mentira. Una forma
de la Titiritera, y de Corlant, para asustar a la gente.
—Y-yo no puedo hacer Collares de Piedra —susurró Iseult—. ¿Por qué de-debería
ser yo quien vea estos Hilos Cortados?
Gretchya se quedó en silencio, pero luego tiró del cabello de Iseult y el corte de
las tijeras se reanudo. Momentos más tarde, el humo comenzó a salir de la estufa.
Alma volvió a la mesa de trabajo y le ofreció a Iseult el tradicional traje negro de
una Threadwitch. Negro era el color de todos los Hilos combinados, y a lo largo
del cuello, los puños ajustados en las muñecas, y el dobladillo de la falda, había
tres líneas de color: una línea recta magenta por los Hilos que atan. Una línea
serpenteante salvia por los Hilos que construyen. Una línea discontinua gris por los
Hilos que se rompen.
Extrañamente, cogió una tira de piedra roja sin cortar de la mesa de trabajo. Un
rubí, pensó Iseult, y a su alrededor había una hebra de hilo rosado de puesta de
sol, envuelta expertamente con bucles y nudos.
Solo en la casa de una Threadwitch podías encontrar tan valiosas joyas sin
protección. Pero una Threadwitch conocía sus propias piedras, podría seguirlas
incluso, y ningún Nomasti sería tan estúpido como para arriesgarse a robar a una
Threadwitch.
Por supuesto que lo hizo. Iseult nunca había podido conseguir piedras para
trabajar un Collar, y aquí estaba alma, con una pieza para eclipsar cualquier
otro.
—Lo hice —Dijo Alma, aunque las palabras casi salieron como una pregunta: ¿Lo
hice?
Iseult la miró. — ¿Por qué harías un Collar de piedras para mí? —Sintió que su
frente se fruncía, que sus labios se curvaban hacia atrás. Era un gesto tan
disgustado, una expresión tan descontrolada, para nada de una Threadwitch,
que instantáneamente deseó no haberla hecho.
—Es un regalo —Dijo Gretchya—. No seas tímida, Iseult frunció el ceño porque
esta confundida y no puede controlar sus expresiones.
Calor lamió el rostro de Iseult. Calor extraño. Tal vez calor de vergüenza. —Pero
¿cómo lo hiciste? Soy una Threadwitch, no puedes ver mis Hilos, así que no
puedes atarlos a una piedra.
—Le enseñé cómo —Terminó Gretchya. Dejó caer las tijeras en la mesa de
trabajo y caminó hacia la estufa—. Los paños acabaran de arder pronto y
Corlant estará de vuelta. Dense prisa.
—Vístete —Le ordenó Gretchya a Iseult—. Y que sea rápido, mientras Alma barre
el cabello cortado. Debemos decirle a Corlant y a la tribu que cambiaste de
opinión y deseas volver a la tribu como una Threadwitch.
Iseult abrió la boca, para señalarle a su madre que no podía tener dos
aprendices y que la tribu era consciente de las fallas mágicas de Iseult, pero
cerró sus labios. Alma estaba agarrando la escoba y siguiendo las órdenes como
debía hacer una Threadwitch. Porque una Threadwitch no discutía; seguía el
curso de la lógica a donde la llevara.
La lógica había traído a Iseult hasta aquí, así que ignoraría su dolor y miedo, y
seguiría a la lógica como había sido entrenada. Como lo había logrado durante
toda su vida en la cuidad de Veñaza, con Safi a su lado.
N
unca, ni es diez millones de vidas. Safi había esperado adentrarse dentro
de su papel de domna fácilmente. No con demasiadas personas a su
alrededor, su calor corporal llenando el salón de baile abovedado y sus
constantes mentiras raspando sobre su piel. Pero los niños de su pasado se
habían inclinado hacia la adultez mientras sus padres se habían cosido a la vejez.
Y con todo el vino espumoso, el brillo de los candelabros y con la pared de vidrio
resplandeciente que daba a la orilla pantanosa de Jadansi, era difícil para Safi
no disfrutar. De hecho, no lo encontró nada diferente de tirar un engaño con
Iseult. Jugaba la mano derecha mientras su tío cortaba de algún bolso
desconocido. Si esto era todo lo que el tío Eron quería, entonces ella podría, casi
felizmente, cumplir. Especialmente con el príncipe Leopold fon Cartorra a su
lado.
Aún ya con todos sus cambios externos, él era el mismo chico de lengua aguda
y juguetona que recordaba. Él inclinó un trago de vino, el conjunto de rizos se
hundió, y varias domnas estuvieron cercanas a suspirar.
—Pero yo llamaría a esto más que un marino aburrido, ¿o no? —Safi resopló—.
Me alegra ver que no has cambiado, Polly. Por todo tu ingenio, permaneces tan
enamorado de tu aspecto como siempre.
Se ruborizó por el nombre de Polly, como había hecho cada vez que ella lo había
pronunciado esa noche, lo cual sólo la había hecho querer decirlo más.
—Por supuesto que no he cambiado —Leopold se encogió de hombros con
gracia—. Mi perfecto rostro es todo lo que poseo, y estudiar duro sólo te
arrastrará muy lejos de Cantorra. —Él volteó su mano con marca de brujo en
ella—. Pero tú, Safiya. — Pausa—. Has cambiado un poco, ¿o no?, Fue una
entrada dramática la que hiciste.
Ella apartó la vista, sus propias mejillas calentándose, pero no con vergüenza,
con furia.
Había llegado al baile con una hora tarde. El crepúsculo ya se había derretido a
la luz de la luna porque el tío Eron había insistido en terminar una jarra completa
de vino antes de partir. Sin embargo, al llegar al palacio de Doge, Safi entendió
por qué: los antiguos hermanos Bardos de Infierno de Eron estaban en servicio.
Cada vez que Safi veía una de esas enormes hachas de los caballeros, su
estómago caía a sus pies. Sus puños se tensaron. Aún así, todo el tiempo mantuvo
su barbilla alta y los hombros atrás.
No es que alguno de los Bardos del Infierno fuera a notar a ella o a su tío. De
hecho, sólo uno mostró algún tipo de reacción a medida que pasaba por
delante, y hasta donde Safi pudo distinguir desde debajo del yelmo de acero
que usaban todos los Bardos del Infierno, era joven. Demasiado joven para haber
servido con el tío Eron.
Realmente, ahora que Safi lo consideraba, quizás el descarado giño del Bardo
del Infierno en los jardines no había sido dirigido al tío Eron, sino a ella. Lucía
hermosamente como caída del cielo esta noche.
Al mismo tiempo que Safi y el tío Eron llegaron al vestíbulo, los otros doms y
domnas se habían trasladado al salón de baile. El emperador, sin embargo,
había insistido en que el príncipe Leopold esperara hasta que el último dom
arribara.
Cuando Polly vio a Safi caminando hacia él. Se precipitó frente al trono de su tío,
como si la protegiera de las miradas de los Bardos del Infierno como siempre lo
había hecho en su infancia, y se precipitó en un encantador arco. Incluso
cuando Henrick tomó la mano de Safi un poco después de que ella se arrodillara
en lealtad. (Dioses debajo, había olvidado lo mucho que el emperador se
parecía a un sapo, y lo sudoroso que su agarre era).
¡La comida!
Ahora, los ojos de él se abrieron. —Por los doce, ¿Has oído las cosas que dices?
—Pero cedió el cuenco de fresas, y después de morder la primera, Safi gimió su
deleite.
Había estado a punto de decir que las fresas le recordaban a las de su casa.
¡Casa!, Como si las montañas y los valles que rodeaban la finca de Hasstrel
hubieran estado en casa, o las fresas siempre tan divinas.
Sin embargo, Leopold no pareció notar el repentino silencio de Safi. Sus ojos
corrían sobre los coloridos diplomáticos. La domnas en sus negras faldas
ajustadas y corpiños con volantes de cuello alto con mil ricos y terrosos tonos. Los
doms en sus chalecos negros y pantalones de terciopelo cortos que únicamente
servían para hacer sus piernas lucir nudosas y ridículas.
De hecho, Leopold parecía ser el único hombre capaz de hacer que los
pantalones cortos y las medias parecieran atractivos. Y él no lo sabía, a juzgar
por la forma en que se pavoneaba. Las medias revelaban sus fuertes piernas,
sorprendentemente bien musculadas, y el terciopelo azul emanaba tintes de la
misma sombra en sus ojos.
Safi se alegró de notar que su propio vestido atraía miradas envidiosas, y el único
vestido que Safi pensaba mejor que el propio era el de Vaness, la Emperatriz de
Marstoki. Tiras blancas de tela cubrían de mil maneras la piel bronceada de la
mujer, y su pelo oscuro caía sobre la atrevida exposición de su hombro derecho.
Dorados ornamentos fueron pegados a su marca de bruja. Un cuadrado para la
tierra y una sola línea vertical para el acero, mientras que dos brazaletes como
grilletes adornaban sus muñecas. (Dijo que representaban su servidumbre a su
pueblo). No vestía corona, y era, en la opinión de Safi, la absoluta simplicidad y
elegancia.
Aunque Safi sólo había visto a Vaness desde la distancia, había apreciado
inmediatamente la inmersión aburrida en el hombro de la joven mujer. La
expresión plana de una persona que tiene mejores lugares en donde estar y
cosas más significativas que hacer.
—¿De verdad?
—Por supuesto.
—Entonces sí, por favor —Le dio sus fresas sin terminar a un asistente que
esperaba mientras Leopold se acercaba cuidadosamente entre una multitud de
gente. Ella lo siguió hasta un escenario bajo en la esquina de atrás, donde una
pequeña orquesta sintonizaba con sus instrumentos. Pero era extraño, porque
mientras Safi y Leopold se movían entre la nobleza curiosa de todas las edades
y nacionalidades, había una sola resplandeciente pregunta en los labios de
todos. Safi no podía oír más de lo que ellos murmuraban de lo que podía leer en
sus pensamientos, pero cualquier cosa que ellos estuvieran considerando, su
pregunta ardía con la aguda luz de la verdad. La cual se deslizó por la parte
posterior del cuello de Safi y en su garganta, y eso la hizo enormemente curiosa
por saber de qué hablaban.
Pero el hombre se detuvo, bloqueando a Safi por completo, antes de mirar hacia
atrás.
Safi se sofocó. Era el Nubrevnan del muelle, limpio y prácticamente brillando bajo
la luz de las velas.
—¿Por qué tú? —Dijo ella en Nubrevnan, su voz demasiado dulce—. ¿Qué es lo
que estás haciendo aquí?
—Ya veo —Dijo ella—. Que has aprendido como funciona un botón.
Felicitaciones por esta hazaña que sin duda cambia la vida.
Sin embargo, el resultado fue extremo, porque el joven sonrió. Una sonrisa
verdadera y hermosa que hizo que todo en la habitación se desvaneciera. Todo
lo que Safi vio por un solo latido tartamudo, fue como sus oscuros ojos se cerraron
casi arrugados y su frente se suavizó. Cómo su barbilla se elevó ligeramente para
revelar los músculos en su cuello.
Y así, todos los escudos de Safi se desmoronaron. Se olvidó de cómo ser una
domna. Perdió el control de su caballería. Incluso la lengua Nubrevnan parecía
imposible de ejercer.
Este hombre parecía burlarse de ella. Igual que los doms y domnas de su infancia,
igual que el tío Eron. Tenía la intención de avergonzarla.
—No hay música —se apresuró a decir, pasando por delante del hombre.
—¿Le dirás a la orquesta que toque un cuatro pasos? —La mirada del Nubrevnan
nunca dejó el rostro de Safi, pero su sonrisa se facilitó a la travesura—. Si no
conoces un Nubrevnan a cuatro pasos, domna, entonces puedo elegir otra
cosa, por supuesto.
Safi sostuvo un silencio estratégico. Ella conocía los cuatro pasos, y, si este
hombre pensó en avergonzarla en la pista de baile, entonces estaba a punto de
estar muy sorprendido.
—El príncipe Merik Nihar está bailando con esa chica de Hasstrel.
Príncipe Merik. El nombre se arremolinó y lamió a través del piso y en los oídos de
Safi, brillando con la pureza que sólo una declaración verdadera podría.
Cada sello triple del talón y dedo del pie de Merik, ella lo repitió justo en el golpe.
Cada doble giro y viraje de su muñeca, ella logró retroceder también.
Y esto fue sólo el primer trimestre del Nubrevnan de cuatro pasos. Una vez que se
ellos realmente se movieron cuerpo a cuerpo, él no tenía ninguna duda de que
estaría sudando y jadeando por el aire.
Por supuesto, si Merik hubiera hecho una pausa para considerar esta oferta de
baile antes de hacerla, habría visto venir la humillación. Después de todo, había
visto cómo la chica luchaba y se había sentido impresionado por su uso de la
velocidad y de las artimañas para el mejor hombre, más grande y fuerte que
ella.
La joven domna avanzó. Ella guiñó un ojo a Merik, dos pasos y añadió un giro
casi sin esfuerzo antes de encontrarlo con una palma erguida sobre la propia. El
Vals del Río Fickle, de hecho.
El golpeteo de los dedos de Merik bajando por los brazos de la muchacha, sus
costillas, su cintura, como la lluvia contra la vela de un barco.
Una y otra vez, se movieron a la música hasta que ambos estaban sudando.
Hasta que alcanzaron el tercer movimiento.
Merik volvió a mirar a la chica para mirarla una vez más. Su pecho golpeó contra
el suyo, y por los pozos del origen, ella era alta. No se había dado cuenta de
cuán alta era hasta ese preciso momento cuando sus ojos miraban lisamente en
él y sus respiraciones jadeantes luchaban contra las suyas.
Luego la música se elevó una vez más, sus piernas se entrelazaron con las suyas,
y él olvidó quién era ella o quién fue o porqué la danza había comenzado, en
primer lugar.
Porque esos ojos suyos eran del color del cielo después de una tormenta.
Sin darse cuenta de lo que hizo, su brujo del viento brilló con una luz mortecina a
la vida. Algo en este momento despertó las partes más salvajes de su poder.
Cada uno de sus pulmones envió una brisa que se arremolinaba adentro, levantó
el pelo de la muchacha, golpeó en sus feroces faldas.
Ella no mostró ninguna reacción en absoluto. De hecho, ella no apartó su mirada
de Merik, había una ferocidad allí, un desafío que envió a Merik más profundo
en las olas del baile. De la música. De esos ojos.
Sus cuerpos estaban enrojecidos, sus corazones martillaban contra cada una de
las costillas del otro. Él deslizó los dedos por su espalda, sobre sus hombros y hacia
sus manos. Las últimas gotas de una fuerte lluvia.
Luego él retrocedió cuatro pasos y cruzó los brazos sobre su pecho. La música
llegó a su fin.
Y Merik regresó a su intelectualidad con una certeza enfermiza que Noden y sus
mixinos se rieron de él desde el fondo del mar.
Traducido por
Corregido por Ella R
Uno por uno, los colonos de la tribu Midenzi fueron a dar la bienvenida a Iseult.
Para escudriñar a la única chica que había abandonado la comuna y ahora
quería volver.
Los Hilos de los Nomatsi eran terriblemente débiles. Sólo los Hilos de Corlant,
latiendo detrás de Iseult mientras él se ponía de pie detrás de la cocina y
contemplaba el Saludo, quemaban con su total luminosidad. Tal vez
excesivamente brillantes, incluso.
Por el sexagésimo visitante, Iseult había acariciado a Scruffs tan fuertemente que
de verdad se veía incómodo. En el octogésimo visitante, se levantó y movió.
Inmovilidad. Inmovilidad en las puntas de tus dedos y en los dedos de tus pies.
—Ésos solamente fueron ciento noventa y uno —Corlant manifestó una vez que
el último visitante se hubo ido. —. ¿Dónde está el resto de la tribu, me pregunto?
—Nada en el tono de Corlant estaba demandando, y mientras se iba hacia la
puerta, sus Hilos eran rosas con entusiasmo. —. Me aseguraré de que toda la tribu
sepa sobre el Saludo. —Y en una voz hecha con flujo de barro, añadió—: No. Te.
Vayas.
Iseult no fue capaz de verlo, pero pudo sentirlo. Una inesperada sacudida en su
corazón que casi la noqueó a sus pies.
Alma empujó a Iseult hacia la puerta. —Corre —siseó ella—. Hacia la puerta.
¡Corre!
Algo sobre el pánico en los ojos verdes de Alma penetró en el cerebro de Iseult.
Ella se fue corriendo a través de la puerta... sólo para tropezar, sus brazos
agitándose cual molinos para mantenerse a sí misma erguida.
Lanzó una ojeada hacia atrás, pero la casa se encontraba vacía. Sólo
permanecía Scruffs, gruñendo con los pelos del pescuezo erizados.
Iseult esperó, retuvo su respiración, mientras Corlant la rastrillaba con una voraz
mirada que envió el color morado a través de sus Hilos. Después, con
intencionada lentitud, cruzó sus pulgares a Iseult. Era la señal para detener el mal.
—Otro —dijo él suavemente, casi inaudible por encima de los grillos de la tarde
y las respiraciones de la multitud. —. Cuelguen al otro. —Acto seguido, más alto.
—Otro, otro. Cuelguen al otro.
La gente se movió en manada hacia ella. Sus Hilos estallaron con vida, como si
de repente se liberaran, cien tonos blancos afligidos por el terror y un morado
sediento de sangre se cernieron sobre Iseult. Entonces sus manos se machacaron
contra ella. Sus dedos agarraban y empujaban. Su cabeza se lanzó hacia atrás
mientras jalaban de su cabello. Lágrimas saltaron de sus ojos.
Y debajo de ese ritmo de cuatro golpeteos, Otro, otro, cuelguen al otro, había
una veloz vibración de tres golpes. Marionetista. Marionetista. Un bajo asustado
debajo de un ya violento contratiempo.
Corlant había realmente convencido a la tribu de que Iseult era una Marionetista
y ahora ella moriría por ello.
Con tu mano derecha, da a una persona aquello que espera, y con tu mano
izquierda, corta su billetera.
Después otra vez más. —Córtalo, córtalo. Retuércelo y córtalo. —Era el mismo
ritmo que el de los Hilos que rozaban de la multitud, su rítmico miedo. Iseult se
prendió en los cuatro ritmos de la canción y los tres ritmos del bajo…
Acto seguido ella les dio lo que ellos querían ver. Ella les dio una Marionetista.
—Córtalo, córtalo. Retuércelo y córtalo. Hilos que se rompen. Hilos que mueren.
—Las palabras que gritaba eran tonterías. Iseult no podía tocar los Hilos de esas
personas y desde luego no los podía controlar. Pero los Nomatsis no lo sabían,
por lo que en lo que ella cantó—: Córtalo, córtalo. Retuércelo y córtalo. Hilos que
se rompen. Hilos que mueren.
Más alto, Iseult chilló hasta que hubo suficiente espacio para que ella se
enderezase. Para que inspirara y gritara. Hasta que el último Hilo sanguinario
empezó a ahogarse por debajo de los blancos Hilos cegadores de miedo.
Corlant no estaba en ningún lado para ser visto.
Acto seguido, una nueva distracción llegó: un pote de fuego voló a través del
viento y la voz de Gretchya se descargó—: ¡Enciéndanlo!
El pote explotó. Iseult se dejó caer hacia el suelo mientras flameantes esquirlas
silbaban. Su madre no la había abandonado.
La gente corrió, Iseult también se echó a correr. Hacia la voz de su madre, hacia
la casa de su madre. Sin embargo, mientras sus pies golpeaban la tierra y los
potes estallaban y destellaban en otras casas, los techos de paja se
incendiaban, y enviaban a los Nomatsi a un vuelo que daba pánico, Iseult sintió
que los Hilos a su alrededor se movían de nuevo.
Eso siempre sucedía, ese momento cuando una marca se daba cuenta que
había sido engañada, y estaba pasado ahora. La gente estaba dándose cuenta
de que ellos habían perdido a su Marionetista, y su gusto por la sangre no había
sido saciado; sólo había crecido.
—¡Iseult!
Su mirada voló hacia su izquierda. Alma se echó a correr hacia ella en una yegua
desensillada. Su pelaje marrón y negras piernas eran ya invisibles en la oscuridad,
al igual que el traje negro de Alma.
Alma tiró las riendas del caballo para que parase y empujó a Iseult hacia la bahía
delante de ella. Un escudo tradicional Nomatsi estaba amarrado con una correa
en la espalda de Alma, un cuadrado de madera que tenía el propósito de
proteger a los Nomatsi en la carrera.
Por lo que las piedras empezaran a pasar volando hacia las chicas, el peculiar
¡thang! de los arcos sueltos rellenaron el viento junto con los rugidos de Corlant,
—¡Deténgalas! ¡Mátenlas!
Pero Iseult y Alma estaban en el robledal cerca de la pared ahora. Las piedras
golpearon contra troncos de árbol; flechas repiqueteando a través de las ramas
y en el escudo de Alma.
La fuerza de aquello chocó contra su lateral, en los brazos de Alma. Ella no sabía
qué la había golpeado, una piedra quizás… Pero el dolor latió. Bajó la vista,
alarmada, y divisó la punta de una aguja, una punta de una flecha clavándose
por su piel por encima de su codo. Un gran cedro con plumas de gallos negros y
blancos apareció en el otro final.
Ella lanzó una única mirada hacia atrás y vio a Corlant, bajando un arco y
llevando una satisfecha sonrisa en su rostro bañado por la luz de la luna. Acto
seguido la voz de Alma chilló en su oído, —¡Resiste!
Así que Iseult se dio la vuelta y resistió mientras galopaban por el campo bañado
por la luz de la luna, los gritos de los aldeanos fueron bloqueados durante poco
tiempo por la puerta. Las piernas de Iseult apretaron ajustadamente y los dedos
de sus pies apuntaron hacia arriba como su madre le había enseñado.
Su madre.
Iseult entrecerró los ojos, y creyó haber visto una silueta a caballo brincando en
el césped con una figura más pequeña detrás. Scruffs... Gretchya tenía que
haber abierto la puerta e hizo una carrera para ello, confiando en Alma para
que sacara fuera a Iseult.
Corlant casi había tenido éxito, aunque, si su flecha hubiese pasado tres
pulgadas hacia la izquierda, el pecho de Iseult habría sido perforado. Una única
pulgada hacia la derecha hubiese rasgado una arteria vital.
Así que Iseult envió un silencioso gracias a la luna debajo de la cual ellas ahora
cabalgaban, acompañado de una plegaria para que Safi todavía estuviera allí
fuera esperando por ella…
E
l Brujo de Sangre llamado Aeduan estaba aburrido. Tan solo podía rotar sus
muñecas, flexionar sus dedos y mover sus tobillos para mantener sus
músculos preparados para la lucha, o para mantener su temperamento a
raya.
Cuatro campanadas habían pasado desde la primera vez que se había estirado
sobre esta viga en el techo del palacio del Doge, y hacía tiempo que se había
retirado la parte de atrás de su capucha, e incluso desabrochado las hebillas de
la parte superior de su capa. Dado que las únicas personas que lo veían eran los
otros dieciséis guardias contratados en las vigas del techo, y una familia de
palomas que no habían dejado de arrullar desde que Aeduan se había tendido
al lado de su nido, él no estaba particularmente preocupado acerca de esta
infracción en el protocolo Carawen llegando al Monasterio.
Incluso si lo hiciera, los viejos monjes se preocupaban más por las misiones
mercenarias de lo que lo hacían por respetar a la Cahr Awen. Después de todo,
la Cahr Awen era sólo un mito, pero las piestras de bronce eran bastante reales.
Poco después, por pura suerte, se había encontrado con esa chica Nomatsi a lo
largo de los canales, excepto que ella también lo había eludido. Aun peor,
Aeduan no había sido capaz de seguirla, ya que ella no poseía ningún aroma
en su sangre.
Nunca en los veinte años de vida que Aeduan tenía se había encontrado a
alguien cuya sangre no pudiera oler.
Nunca.
Esta sorpresa lo había... desconcertado. Había hecho triturar sus molares incluso
más que la pérdida de la valiosa Truthwitch. Ahora allí estaba Aeduan, atrapado
en un techo en lugar de estar cazando a esas dos chicas.
Cuando Aeduan golpeó el borde del techo, un agujero se abrió, más espacio
de espionaje detrás de la pared del salón. Una escalera de cuerda de
absolutamente ninguna calidad o uso defensivo abarcó los cincuenta pies al
suelo. Era sólo otro ejemplo de cuán descuidados los Dalmottis (y todos los
demás) se habían convertido. Si hubiera alguna necesidad real de los guardias
en el techo, les tomaría demasiado tiempo descender.
11Catalejo. Instrumento óptico para ver alarga distancia que consiste en un tubo, generalmente extensible, con
una lente en cada extremo, una colectora de la luz y otra amplificadora de la imagen formada por la primera.
12Cuatro-pasos. Tipo de baile ficticio que se realiza en pareja y consta de 4 movimientos como el nombre lo
indica; en este caso, es una danza proveniente de Nubrevna.
Apenas el cuatro-pasos cambió a su segundo movimiento, las botas de Aeduan
golpearon el suelo. Los violines cantaron en el espacio de sombras de la pared,
sacudiendo el polvo y la madera con su vibrato. Por encima de ellos estaba el
liviano golpeteo de tacones que Aeduan reconoció como un baile de la vid.
Eran sólo dos bailarines, sus talones y dedos de los pies golpeando contra el
mármol a una velocidad que Aeduan nunca había visto, y, aún más
impresionante, un viento había comenzado a girar alrededor de ellos. Uno de los
bailarines claramente poseía algún tipo de magia de aire.
Los observadores se alejaban como la marea mientras los bailarines giraban, sus
pies en movimiento hacia adelante de forma tormentosa, aun cuando sus caras
permanecían inmóviles, sus ojos determinados y concentrados. El viento seguía
curvándose, girando al compás de la música. Al tiempo de los pasos. Volaba las
faldas de la muchacha, su cabello, y jalaba a los espectadores boquiabiertos
cuando la pareja pasaba bailando a su lado.
Una que le recordaba a las cordilleras y los riscos; a prados mezclados con
dientes de león y a una verdad oculta bajo la nieve.
Las fuertes notas finales del cuatro-pasos resonaron, atrayendo los ojos de
Aeduan de vuelta a los bailarines. El viento fue amainando; ellos estaban
marchando aparte para la pose final del baile. El hombre Nubrevnano era
alguien de clara importancia, a juzgar por la forma en que la gente lo observaba
con temor o respeto. Pero él tenía poco interés para Aeduan, ya que el olor de
su sangre era desconocido.
Sin embargo, mientras se preguntaba quién podría ser tal mujer (Aeduan
seguramente habría oído hablar de una domna Bruja de la Verdad), un sonoro
aplauso se hizo cargo del salón. Provenía de una sola fuente, y aunque todos los
demás espectadores se unieron al aplauso, este aplauso siguió siendo el más
alto.
—No hay necesidad de disculparse. —Leopold habló con una voz mucho más
fuerte de la que su proximidad requería y extendió sus brazos—. ¡Otro baile!
Hagamos de este un vals Pragano. —Luego le otorgó a la Bruja de la Verdad una
majestuosa inclinación y entrelazó sus brazos.
Los dedos de Aeduan golpetearon su daga con un ritmo excitado. Esta noche
acababa de ponerse muy interesante. La Bruja de la Verdad que había
intentado robar al Maestro del Gremio Yotiluzzi ahora estaba bailando no con
uno, sino con dos príncipes.
Safi estaba hastiada de bailar. Literalmente, se sentía enferma debido todos los
giros, y su respiración, no había tenido ni un solo momento para atraparla
desde... Merik.
Principe Merik.
Por las llamas del infierno, Safi necesitaba a Iseult ahora. Necesitaba a su
Hermana para que la ayudara a descifrar aquel salvajismo en su pecho.
Mientras la habitación y los rostros giraban delante de ella en otro vals revolvedor
de estómago, mientras mentiras y verdades chocaban sobre Safi desde todas
las direcciones, ella supo que tenía que parar. Irse.
Sin embargo, al igual que algo había cambiado dentro de Safi después del baile,
después de Merik, algo había cambiado dentro de la habitación. Una tensión
retorciéndose hacia adentro como una serpiente en espera.
Y el baile, nunca se detenía. Seis veces, Safi fue arrastrada por el suelo en los
brazos de Leopold. Luego, seis veces más el Emperador en persona insistió en ser
su pareja. Tenía las manos húmedas y agarraba las suyas con demasiada fuerza.
El sudor parecía reunirse en su piel dentada, y Safi deseó que Leopold volviera a
ser su compañero.
Hasta que Henrick pidió silencio en la habitación y le hizo señas a Safi para que
se uniera a él en una tarima baja.
Hasta que una oración, pesada e imposible, salió de la boca de Henrick: —He
aquí Safiya fon Hasstrel. Mi prometida y la futura Emperatriz de Cartorra.
Las rodillas de Safi cedieron. Ella cayó contra Leopold, quien, gracias a los dioses,
estaba cerca. De alguna manera él se las arregló para devolverla a su posición
vertical y voltearla hacia una habitación llena de aplausos poco naturales, como
si todos estuvieran tan sorprendidos por el anuncio como ella.
—Polly —graznó ella, la mirada fija en su rostro—. Polly, por favor... dime... Polly…
Leopold no la liberaría, sin embargo. Sus ojos verde mar se habían convertido en
acero. La suave pendiente de su mandíbula se había tensado con una
inesperada determinación.
Safi se quedó sin aliento. —Tu sabías que esto iba a pasar. ¿Por qué no me lo
dijiste?
Su única respuesta fue empujarla, con fuerza aunque no sin amabilidad, hacia
su tío. El Emperador. El futuro marido de Safi.
—¡Por muchos felices años juntos! —gritó Leopold, empujando hacia adelante a
Safi. Ella se tambaleó hacia el agarre de Henrick. Sus manos sudorosas se
cerraron sobre ella.
Safi casi se echó hacia atrás ante su toque y su sonrisa de dientes torcidos. Casi
gritó que esta no era la libertad que se le había sido prometida. Casarse con un
emperador estaba tan lejos de la libertad como Safi podía imaginar, así que
¿qué había sido esa mierda de historia con la que su tío la había alimentado?
Por lo que Safi podía ver, esto era. Este era el final de todo.
Pero nadie en la multitud era familiar. Ella incluso buscó al Príncipe Merik, en su
abrigo gris plata, pero él, al igual que el resto de los Nubrevnanos también habían
desaparecido del baile.
Safi estaba sola con sus rodillas temblorosas. Con el malestar en su garganta. Con
las palmas sudorosas de Henrick aplastando sus dedos.
Entonces la mirada desesperada de Safi aterrizó sobre una cara arrugada y un
cuerpo robusto que recordaba vagamente de su infancia: Domna fon Brusk. La
barbilla peluda de la mujer se movía como una vaca mascando rumia, y ella le
dio un brusco, tranquilizador asentimiento a Safi.
Tuvo el tiempo suficiente para pensar, Magia, y luego sintió su poder especifico,
Brujo de Fuego, antes de que cada llama se desvaneciera.
Al igual que el de una segunda persona con el olor acre a campos de batalla y
cuerpos quemados. Y una tercera persona que olía a picos de montaña... y
venganza.
Aeduan se dirigió hacia la más cercana de las dos salidas de las paredes cuando
las lámparas llamearon de vuelta a la vida en una segunda oleada de magia
que erizaba los pelos. Gemidos y suspiros aliviados flotaron a través de las
paredes y pinchazos de luz amarilla se dispararon a través de las mirillas.
Aeduan corrió hacia la más cercana, y su mirada voló hacia donde sus Poderes
le dijeron que estaría la chica...
Aeduan escaneó el limitado campo de personas que podía ver, que podía oler.
Pero no había ninguna señal de alguien operando con magia poderosa. No
obstante, Aeduan no tenía ninguna duda de que un Brujo del Encanto estaba
en esa habitación, manipulando lo que las personas veían.
Aeduan tampoco tenía ninguna duda de que era la única persona en cualquier
parte de este edificio, posiblemente de todas las Witchlands, que podía ver a
través de lo que estaba sucediendo. No era arrogancia lo que lo hacía pensar
eso sino una simple verdad.
Una verdad que lo mantenía bien pagado, y que podría, después de esta
noche, atraer a empleadores de mayor riqueza que el Maestro del Gremio
Yotiluzzi. Esta chica era una Bruja de la Verdad y la futura esposa del emperador
Cartorrano. Alguien querría saber quien la había tomado, y ese alguien sin duda
pagaría muy bien.
Aeduan se lanzó a un paso rápido, ligero de pies una vez más. La chica estaba
llegando al límite de su rango. A pesar de que podría seguir su rastro a través de
largas distancias, era un trabajo más fácil si él la mantenía dentro de unos cien
pasos.
Sin embargo mientras corría, la persona con la sangre acre del campo de batalla
se interpuso en su camino, y con el hombre llegó el hedor a humo de las llamas
reales.
El Brujo de Fuego estaba quemando todo, desde la entrada hasta las paredes.
Aeduan permitió tan sólo el más mínimo temor esparcirse a través de él. Las
llamas... le molestaban.
Aeduan tiró hacia abajo su solapa anti fuego, y el olor de la sangre se precipitó
sobre él. Su primer cuchillo debía haber golpeado al Brujo de Fuego. Bien.
Aeduan lanzó su mirada por el pasillo. No vio nada, pero sintió que la chica
estaba llegando a las puertas grandes del final.
Aeduan nunca había visto algo así, nunca conoció a un Brujo de Fuego que
pudiera poseer tal poder.
Pero no. A medida que estas formas oscuras corrían hacia Aeduan, él se dio
cuenta de que no olía nada. No había aroma, tampoco sangre.
El Brujo del Encanto todavía estaba trabajando allí, así que Aeduan se lanzó
nuevamente a la carrera alimentada por la sangre. Sus pies apenas rozaban el
mármol; las sombras se acercaron; llamas estallaron, calientes y desesperadas
detrás de él.
Pero Aeduan nunca peleaba contra los indefensos. Apenas tuvo tiempo para
redirigir su objetivo; su espada batió más allá del hombro del hombre, aligerada
por encima de su toga de seda.
El Maestro del Gremio tan solo extendió los brazos como si quisiera decir,
Llévame, y sus ojos nunca se abrieron, lo que significaba que el pliegue en medio
de la frente del hombre era uno que requería atención. De una magia centrada
en otro lugar.
Este hombre era el Brujo del Encanto. Un hombre con el que el propio maestro
de Aeduan, Yotiluzzi, había cenado un millar de ocasiones. El hombre que dirigía
el Gremio de la Seda no estaba mágicamente ligado a la seda en absoluto.
No era nada que Aeduan no pudiera manejar. De hecho, era casi cómico.
Veinte hombres no podían detenerlo. Todo lo que podían hacer era ralentizarlo,
en el mejor de los casos. Aun así mientras la espada de Aeduan se arqueaba
hacia arriba y su magia alcanzaba al soldado más cercano, y mientras cuatro
flechas de ballesta se hundían en el pecho de Aeduan, se dio cuenta de que
estos hombres se movían con el riguroso esfuerzo de un ejército. Para el momento
en el que Aeduan se abriera paso entre todas estas espadas, flechas y cuchillos,
podría llegar a estar demasiado drenado para seguir a la chica Safiya.
Así que hizo algo que raramente hacía, aunque fuese sólo porque odiaba
adquirir deudas de vida. Apretó el ópalo azul perforado en su oreja izquierda y
susurró—: Ven.
Lo que significaba que todos los monjes Carawen de la zona acudirían en ayuda
de Aeduan.
Traducido por
Corregido por Ella R
M
ientras Safi se precipitaba a través de la entrada de mármol del Doge,
Tío Eron arrastrándola con él a una velocidad en la que ella nunca lo
había visto correr, no tenía absolutamente ninguna idea de lo que
estaba ocurriendo.
Pero las luces habían estallado a la vida antes de que ella, Habim o Tío Eron
salieran del salón de baile. La mayoría de las miradas estaban clavadas en
donde Safi acababa de estar, y las pocas miradas que escanearon en su
dirección, simplemente la rozaron.
Entonces Habim arrastró a Safi dentro del oscuro pasillo, y lo único que pudo
hacer fue tratar de mantener sus faldas plateadas fuera del camino mientras ella
y Eron se precipitaban a través del pasillo. Habim se quedó atrás.
—Más rápido —siseó Eron entre dientes, nunca mirando a su sobrina. Nunca
ofreciendo una explicación sobre qué demonios estaba pasando. Tío Eron había
escondido cosas y doblado la verdad, pero no había mentido completamente.
Era medianoche; Safi se estaba yendo.
Los talones de Safi y de Eron hicieron eco a través del pasillo como los tambores
de los guardias de la ciudad, hasta que una explosión sucedió. Llamas.
Sin embargo, Safi mantuvo su mirada fija en la canosa cabeza de Eron y su mente
enfocada en el bombear hasta la última gota de velocidad a sus piernas. No
miraría hacia atrás. Ella tropezaría si lo hacía.
Estaban casi en las puertas exteriores cuando Safi vio al Maestro del Gremio Alix,
sudando y concentrado. Sin embargo, lo que estaba haciendo o por qué, Safi
no tenía tiempo para especular. Ella simplemente saltó por encima del umbral…
y hacia un ejército.
Safi nunca, nunca había visto a la gente darle respeto a su tío. Ella casi perdió el
control de sus pies, de sus pulmones. Pero entonces Eron miró hacia atrás y la
agudeza en su mirada, el precursor a un temperamento que ella reconocía y
entendía, la enviaron en una carrera frenética, una vez más.
Sobre los caminos de piedra, debajo del jazmín colgante, los pies de Safi no
redujeron su velocidad. Ella finalmente había alcanzado ese extraño
distanciamiento al que Iseult se aferraba tan fácilmente, el lugar que Habim
había tratado de enseñarle a Safi desde hace años.
Mientras Eron la guiaba a través de un camino angosto hacia una insulsa puerta
de trabajadores en la valla de hierro alrededor del palacio, Safi se dio cuenta de
que el Tío Eron nunca había tenido la intención de que ella fuera una domna.
Eron llegó a la puerta; ésta se abrió ampliamente y Mathew apareció. Pero Eron
no frenó, de hecho, ahora en plena calle, repuntó su ritmo. Lo mismo hicieron
Safi y Mathew.
Tres series de ásperas respiraciones pronto llenaron todos los espacios en los oídos
de Safi. Más fuerte que el viento de la noche o el aumento del choque del acero
contra el acero, una batalla que ahora bramaba dentro de los muros del
palacio.
Llegaron a una intersección, y Eron se lanzó a la sombra de un alero. Safi lo siguió,
parpadeando ante la repentina pérdida de la luz de la luna. Entonces, mientras
sus ojos se adaptaban, una carreta y un burro se fusionaron ante ella. Un nervioso
campesino se sentó desinteresadamente en la parte delantera del carro, tallos
de girasol como su carga.
Eron arrebató un grupo de girasoles y los volcó hacia atrás. Estaban unidos a una
manta de fibras de salamandra.
—¿Qué está pasando? —Sus palabras salieron separadas por los jadeos. —¿A
dónde voy?
—Tienes que escapar —dijo—. No sólo de la ciudad, sino de toda Dalmotti. Si nos
atrapan, vamos a ser colgados como traidores. —Eron dejó caer el borde de la
manta y sacó un frasco de su chaleco. Un trago, un chasquido, y lo escupió a los
adoquines. Tres veces más hizo esto mientras Safi miraba boquiabierta.
Luego, Eron se despeinó el cabello y le disparó a Safi una mirada rígida. —No nos
falles —dijo en voz baja antes de tambalearse alrededor y arrastrar los pies.
Era como ver al verano convertirse en invierno. Eron fon Hasstrel se transformó
ante los ojos de Safi. El frío tío que había visto segundos antes se convirtió en un
sonriente, borracho con cara de descuidado y nada en la magia de Safi
reaccionó. Era como si las dos versiones de su tío fueran verdaderas.
En ese momento, un horror enfermizo hizo su camino a través de ella. Su tío nunca
había sido un borracho. Tan inconcebible como lo era, tan difícil de manejar y
de una forma tan extraña que su mente no podía hacerse a la idea, no había
forma de negar lo que Safi pudo ver claramente. Tío Eron había convencido a
Safi, la magia de Safi, y toda Cartorra que él no era más que un viejo tonto y
perdido.
Y entonces él había usado esa mentira para ayudarla a escapar esta noche.
Antes de que Safi pudiera llamarlo y rogarle por respuestas, su figura brilló una
vez y luego se desvaneció. Hacia donde había caminado, Safi ahora sólo veía
adoquines y rayos de luna.
Ella se sacudió hacia Mathew. —¿A dónde fue? ¿El Brujo del Encanto hizo eso?
Mathew asintió. —Te dije que el plan de tu tío era grande. Tememos... no,
sabemos que la Tregua se disolverá en cualquier momento y sin esperanza de
una continuación.
—¿Pero por qué —tartamudeó Safi— Henrick quiere casarse conmigo en primer
lugar? Las tierras Hasstrel no tienen valor alguno. ¡Yo no tengo valor alguno!
Mathew vaciló, sus ojos parpadeando lejos antes de que finalmente dijera—:
Creemos que el Emperador podría haber aprendido acerca de tus poderes.
—Un matrimonio con Henrick —Mathew continuó—, habría sido lo mismo que la
esclavitud para ti, Safi. No habría habido ningún escape. Sin embargo, ya que ni
Eron ni tú pueden oponerse abiertamente a tal unión, estamos fingiendo este
secuestro. Por eso es que Eron no te dio ninguna advertencia. Si hubieras sabido
lo que estaba por venir, entonces no hubieras mostrado ni de cerca la suficiente
sorpresa. Henrick y su Bardos del Infierno habrían sospechado de inmediato.
—No —Safi se soltó de su agarre, sin preocuparse por la columna de humo que
ahora cubría los tejados. Por el estruendo de una batalla cercana que se hacía
más fuerte a cada segundo que ella se mantenía firme. —. No me voy a ir sin
Iseult. Dime adónde se supone que debo ir, y llegaré allí por mi cuenta.
—No confió en Tío Eron —dijo Safi—. No después de lo que he visto esta noche.
—Deberías confiar en él. Construyó una vida de sombras y mentiras, sin embargo,
nunca te arrastró a ella. ¿Sabes cuánto le costó eso? ¿Cuánto nos costó a todos
nosotros? —Mathew hizo un gesto vago hacia el carro. —Créeme cuando digo
que el Dom Eron no quiere nada más que mantenerte a salvo. Eso es lo que todos
queremos. Ahora ven. Nos estamos quedando sin tiempo.
Mathew agarró el codo de Safi, y sus ojos sombreados se clavaron en los de ella.
—Vas a viajar en esta carreta hacia el norte, Safi, para encontrarte con un barco.
No te vas a mover hasta llegar allí. El barco te llevará a través del mar a una
ciudad llamada Lejna en las Cien Islas, en donde esperarás en una tienda de
café, una de mis tiendas. Alguien vendrá por ti en cuatro días y te conducirá el
resto del camino. A la libertad, Safi, para que así no tengas que casarte con
Henrick. Y te prometo, por mi vida y la de Habim, que traeré a Iseult con nosotros.
Las palabras vibraban sobre Safi. Zumbaban a través de su brazo donde la piel
de Mathew la tocaba. La estaba hechizando. Ella sabía que lo estaba haciendo,
su propia magia de la verdad le gritaba que se trataba de un engaño. Sin
embargo, la magia de Mathew era más fuerte que la de Safi. No podía luchar
más contra él que contra la contracorriente.
Pero cuando él se inclinó para colocar un beso sobre su frente, ella no tuvo
ninguna duda de que la emoción era una de amor. De familia.
Entonces dejó caer la manta sobre su cabeza, el mundo se volvió negro, y el
carro se sacudió hasta ponerse en marcha debajo de ella.
Se sintieron como años el tiempo que Safi estuvo debajo de la horrible manta de
salamandra con hojas de girasol rascando su cabeza. Oía poco además de los
cascos del burro y las ruedas chirriantes; no olía nada más que su propia
respiración caliente; y sólo veía negro.
Sin embargo la magia de Mathew mantuvo su poder, las palabras tan profundas
en su cerebro que tenía que obedecer, que tenía que yacer allí, inmóvil y en
silencio, mientras la carreta rodaba hacia el norte.
Nunca, nunca Mathew le había hecho esto a ella. Tal vez una frase restrictiva o
dos, pero sus Poderes siempre las habían cancelado. Este era tanto poder que
ella todavía estaba atada a él, un repique de campanadas después.
Un grito silencioso hirvió a fuego lento en el pecho de Safi. Eron la había usado.
Él había mantenido lejos de este enorme secreto para que ella estuviera
"verdaderamente sorprendida" en la fiesta, y eso era mierda de cabra. Safi no
era un títere para ser volteada alrededor en un escenario o una carta del tarot
para ser arrojada al capricho de su tío.
¿Y cómo Safi sabía siquiera que Tío Eron la estaba realmente enviándo a la
libertad? Claramente su magia le falló cuando se enfrentó con sus mentiras y
promesas. Si Eron había torcido con tan poco esfuerzo la verdad sobre los
acontecimientos de esta noche, entonces podía hacerlo de nuevo.
Sin embargo, ¿por cuánto tiempo Iseult podría esperar en el faro? Y si vamos al
caso, si Iseult estaba en el faro ahora, ¿eso no quería decir que Mathew y Habim
no sabrían dónde encontrarla? ¿Cómo podían llevar a Iseult con ellos si ella no
estaba donde se suponía que debía estar?
No podían, lo que significaba que era hora de que Safi tomara el control de sus
propias cadenas. Para jugar sus propias cartas una vez más.
El aire fresco se apoderó de ella, al igual que la luna. Ella tragó, parpadeando y
entornando los ojos, muy agradecida de estar nuevamente en movimiento.
Posadas de techo de paja y tabernas pasaban rebotando. Establos también.
Aún mejor, había una horqueta13 junto a la entrada del patio. No era una espada
y sin duda era más pesado que lo que Safi usualmente empleaba, pero no tenía
ninguna duda de que podría utilizarlo contra cualquiera que se interpusiera en
su camino.
A pesar de que no reconocía el barrio, Safi podía adivinar que el faro estaba
cerca, un par de millas al norte como mucho.
13Horqueta. Herramienta en forma de tenedor grande con dos o más púas, que se utiliza para aventar,
amontonar la paja y otras tareas agrícolas.
Ella corrió hacia el patio de la posada tan rápido como sus pies pudieron llevarla.
Una mirada a la carreta la mostró deambulando hacia adelante, y luego una
mirada al caballo lo mostró casi en la puerta del establo.
Safi desaceleró sólo una vez, debajo de la puerta arqueada de la posada, para
sopesar la horqueta. Sin duda era más pesada que su espada, pero el hierro no
estaba corroído y sus puntas eran filosas.
—Gracias por hacerlo tan fácil —declaró Safi, agarrando las riendas. El caballo
la miró con curiosidad, pero no hizo ningún movimiento para correr.
Sin embargo, antes de que Safi pudiera meter su pie en el estribo, sus ojos
aterrizaron sobre una pequeña vaina de cuero en la cintura del mozo de cuadra.
Con una fuerte pisada, puso su pie abajo y empujó la horqueta nuevamente
hacia arriba. —Dame tu cuchillo.
—¿Te parece que me importa? Si me das ese cuchillo, te daré la suficiente seda
como para comprar veinticinco cuchillos iguales a ese.
Ella lo tomó, clavó la horqueta en el barro, y agarró sus faldas. Pero el cuchillo
estaba desafilado y la seda era fuerte. Tomó demasiados latidos hacer que la
hoja la atravesara...
Un grito de alarma subió en la posada. A quien fuera el dueño de este gris, había
decidido que quería quedárselo.
Safi arrojó los trozos de seda en la cara del chico. Luego con mucha menos
gracia de la que normalmente exhibía al montar un caballo, se subió a la silla,
agarró fuerte su nuevo cuchillo, puso la horqueta sobre la montura, y de una
patada el caballo se lanzó a medio galope.
El dueño del caballo llegó a la puerta justo a tiempo para ver a Safi decir adiós,
y escucharla gritar ¡Gracias! Ella le dio al hombre una de sus más brillantes
sonrisas. Luego giró el caballo hacia el sur y lejos de la carreta en dirección norte.
Ella giraría en torno a una calle diferente más adelante.
Pero no llegó muy lejos. De hecho, el gris apenas había galopado hasta la
siguiente posada cuando se dio cuenta de que algo estaba mal.
Había cinco hombres en la calle delante de ella. Corrieron en una fila perfecta,
sus capas blancas ondeando tras ellos y sus vainas y armas haciendo un ruido
metálico.
Monjes Carawen, y el del medio estaba cubierto de sangre. Incluso tenía puntas
de flechas sobresaliendo de su pecho, sus piernas, sus brazos.
Brujo de Sangre.
Safi no miró atrás; sabía que los monjes la seguirían. La última posada pasó
borrosa y un mundo de costas pantanosas se propagó delante de ella. A lo lejos,
el camino se inclinaba en riscos y piedra caliza.
Safi solo tuvo tiempo para gritarle—: ¡El Brujo de Sangre me está cazando! ¡Dile a
mi tío! —Antes de dispararse por delante de él hacia la carretera vacía,
iluminada por la luna.
Traducido por
Corregido por Ella R
I
seult y Alma alcanzaron a Gretchya en instantes.
Los gritos persistieron por un momento, como lo hicieron los grises y retorcidos
Hilos de violencia, pero solo dos flechas más se estamparon contra el escudo
de Alma. Y de alguna forma, aunque Alma no persiguió los rastros Nomatsi,
las pisadas de su yegua eran seguras.
Después de lo que se sintió como una hora, Alma guio a los caballos hacia un
amplio pastizal cerca de un lago. Gretchya desmontó primero con un brasero
en la mano y Scruffs a su lado. Rodeó el árbol antes de percatarse que todo
estaba despejado.
Iseult se bajó del caballo y casi cayó sobre su madre. Sus piernas eran de hule y
su brazo...
—Tú planeaste esto —Iseult dijo con voz ronca, siguiendo a su madre hacia un
tronco de árbol bañado con la luz de la luna.
—Sí, pero no para esta noche. —Gretchya levantó un palo largo que estaba
contra el árbol y señaló hacia arriba, dos bultos estaban sostenidos entre las
ramas, fuera de su alcance y fuera de su visión. Gretchya golpeó ambos sacos.
¡Thump, thump! ambas bolsas golpearon el suelo levantando el polvo que había
en él. Una manzana verde salió de uno de esos sacos.
Iseult se arrastró hacia las raíces del sauce, la espalda apoyada en lo ancho de
su tronco. Scruffs se posicionó a su lado, y con la mano izquierda, rascó sus orejas,
mientras que Alma seguía tratando de persuadir al potro para que vaya debajo
de las ramas, el escudo Nomatsi ahora lleno de flechas todavía estaba pegado
a su espalda. Aunque Iseult no podía ver la sangre en la manga derecha, no con
aquella oscuridad, no podía evadir el dolor. Al menos, pensó vagamente, el
corte de la mano derecha no me duele.
Iseult lo tomó, pero apenas lo llevó a la boca antes de que su madre le ofreciera
un colgante. Un pequeño cuarzo rosa colgado del extremo de una cuerda
trenzada. —Úsalo —Gretchya ordenó, arrodillándose en el suelo junto a Iseult.
Pero Iseult no hizo ningún movimiento para tomar el collar. Una manzana era una
cosa, pero las Piedras de Dolor eran raras y costaban cientos de piestras.
La mirada de Iseult se posó en Alma una vez más, quien ahora se situaba al borde
de las ramas colgantes con su espalda hacia Iseult y Gretchya. Ella vigilaba
mientras que los caballos masticaban pequeños parches de hierba. —Corlant…
—Iseult comenzó mientras Gretchya se deslizaba a su lado, una lanceta en una
de sus manos y ropa en la otra —me quería matar. ¿Por qué?
—No lo sé —vaciló Gretchya—. Yo... solo puedo suponer que él pensaba que tu
llegada era una señal de que Alma y yo nos iríamos. Imaginó nuestros planes,
supongo, y esperaba que nos mantuviéramos en el asentamiento mediante la
horca y… —Se interrumpió, se humedeció los labios, y no terminó la frase.
Antes que Iseult pudiera señalar que las medidas de Corlant parecían
demasiado extremas si lo único que quería era mantener a Gretchya en la tribu,
Gretchya estaba cortando el eje de la flecha que atravesaba el bíceps de Iseult.
Luego agarró la punta de flecha en el lado izquierdo... y tiró hasta que
atravesara su brazo.
La sangre se derramó. Pulsaba al mismo tiempo que lo hacían los latidos del
corazón de Iseult y no era como si pudiera sentirlo. De hecho, ella simplemente
masticaba su manzana, de vez en cuando acariciaba la cabeza de Scruff, y
veía a su madre trabajar.
Luego vinieron ungüentos sanadores de brujas, para evitar infecciones y cremas
para acelerar la curación.
Eran todos artículos caros, sin embargo, antes de que Iseult pudiera protestar,
Gretchya comenzó a hablar, e Iseult se encontró cayendo con el sonido de la
voz familiar e inflexiva de su infancia. —Alma y yo comenzamos a hacer los
preparativos para huir poco antes de que te fueras hace seis años y medio —
explicó Gretchya—. Reunimos piestras y piedras preciosas, una por una. Luego,
una por una las cosimos en nuestros vestidos. Fue un trabajo lento. Corlant estaba
a menudo allí, forzando su presencia en la casa. Sin embargo, también se iba a
menudo, desapareciendo totalmente por días.
—En esas ocasiones, Alma tomaba la yegua hasta aquí y dejaba los suministros.
Trajo la última de nuestras cosas solo ayer. Nuestro plan era huir cuatro días a
partir de ahora. Le debo a la Madre Luna un millar de agradecimientos por no
haber partido antes de tu llegada.
De alguna manera, entre todas esas palabras, las que brillaban más para Iseult
eran las que no se habían dicho. —¿Planeaste todo esto...incluso antes de que
yo hubiera partido de la tribu? ¿Por qué me enviaste lejos entonces? ¿Por qué
no sólo viniste conmigo? O por lo menos habérmelo dicho c-cuando te v-visité.
—Me metí en problemas…. —Iseult sintió el tartamudeo, listo para saltar, por lo
que mordió su manzana para ocultarlo. —La pensión era el único lugar que se
me ocurrió para ocultarme…
El vendaje de su madre se volvía más áspero y tenso. Pero no había dolor… y por
suerte, no hubo más referencia a su tartamudeo.
—Vamos a ir a Saldonica ahora —dijo Gretchya al fin—. Puedes venir con
nosotras.
Y el dolor en la garganta de Iseult se hizo más grande. Ella apenas podía tragar
la manzana.
Ni idea de qué colores brillaban en sus Hilos o qué emociones las dominaban.
No importaba de todos modos, aunque, Iseult tenía sus propios planes. Una vida
propia que construir con Safi.
—Si no estarás con nosotros, ¿entonces, con quién? —Gretchya se puso de pie,
como si pronunciara un hecho… y casi aliviada. Esto era lo que había deseado
desde el principio: una hija como Alma. Una verdadera Bruja de Hilos.
—Pero no lo está —soltó Alma, y con su mano extendida, corrió hacia Iseult. En
su palma había un rubí brillante. La segunda Piedra de Hilos.
Iseult se ahogó y dejó caer la manzana. Ella sacó su propia Piedra de Hilos, que
también brillaba con una luz roja. Safi estaba en problemas.
Primero fue el dolor, en una gran corriente que iba hacia abajo. Luego, el
agotamiento que dejó su cuerpo como si fuera paja. Se tambaleó hacia
adelante, hacia los brazos de Gretchya. Sin embargo, antes de que pudiera caer
demasiado lejos, antes de que pudiera desplomarse sobre el hombro de su
madre y desmayarse, Alma sacó el collar de la tierra y lo puso sobre el cuello de
Iseult.
Alma asintió, agarrando la piedra y haciéndola girar tan fuertemente que sus
nudillos se tornaron blancos. Luego señaló al sureste. —Por este camino. Pero se
está moviendo hacia el norte rápidamente. Debe estar en gran peligro.
—No —Iseult se enderezó tanto como pudo. Una brisa surgió en el sauce,
sacudiendo las ramas y moviendo su pelo corto. De alguna manera, con esa
ráfaga de viento frío y fresco, Iseult finalmente recuperó el control de su lengua.
De su corazón. —Por favor, haz lo que habías planeado y viaja a Saldonica. —
Los dedos de Iseult envueltos alrededor de la Piedra de Dolor, listo para
devolverla.
—¿Cómo lo sabré? —Gretchya rodeó por la espalda a Iseult, sus ojos llenos de
fuerza. —No sabía si iba a verte de nuevo. ¿Crees que fue fácil para mí dejarte
ir? ¿Crees que es muy fácil ahora? Te amaba demasiado como para que dejarte
dentro de esas paredes. —Su madre se acercó más, sus palabras urgentes y
rápidas. —Te llevarás a Alichi, e irás al rescate de Safiya como lo haces siempre.
Tú me dejarás de nuevo porque estás destinada a cosas más grandes de las que
yo te puedo dar. Y como siempre, voy a rezar a la Madre Luna por tu seguridad.
Ella empujó las riendas en la mano izquierda de Iseult, pero Iseult encontró que
sus dedos habían dejado de funcionar. Su voz también, porque había un
agujero, en el fondo y expuesto, donde su corazón había estado.
—Ten. —Alma apareció junto a Iseult y le ofreció un sable, del tipo usado para
cortar hierba y maleza en una simple funda sobre una correa desgastada.
—Encuéntrame otra vez —dijo Gretchya—. Por favor, Iseult. Hay tanto que no te
he dicho sobre… todo. Encuéntrame otra vez, algún día.
—Lo haré —murmuró Iseult. Luego, sin decir una palabra o dar otra mirada, clavó
sus talones en los costados del Alichi, y ella y la yegua partieron en busca de Safi.
Iseult y Alichi encontraron el camino con bastante facilidad. Como había
prometido Alma, Alichi conocía la ruta y su galope era seguro. Scruffs la persiguió
durante varios minutos, pero pronto se dio por vencido.
El corazón de Iseult dolía con cada paso que el perro daba, y ella no pudo evitar
agitar su mano cuando finalmente arrastrando los pies se detuvo.
Sin embargo, en lugar de patear la yegua para que ésta galopara a toda
velocidad, Iseult jaló del caballo para que se detuviera. Estaba justo al norte de
la intersección cubierta de malezas, en donde había conocido a la monje de
cabellos plateados, una mujer tan diferente del Brujo de Sangre, como lo era el
Eter del Vacío.
¿En qué rayos se había metido Safi? ¿Y cómo rayos podrá Iseult sacarlos de ahí?
Iseult cerró los ojos, tomó tres inhalaciones para encontrar ese lugar al cual nunca
podía aferrarse cuando su madre o Alma estaban alrededor. Alichi se removió
inquieta, claramente dispuesta a alejarse de lo que se venía e Iseult estaba de
acuerdo. Los caballos no podrían galopar para siempre, e Iseult estaba bastante
segura de que cuatro monjes Carawen serían difíciles de parar y más aún sin
algún tipo de defensa.
Iseult sólo se volvió una vez para gritar—: ¡Soy yo, Safi! —Entonces le dio una
patada a la yegua y esta comenzó a galopar, justo cuando Safi tomó posición
al lado de ella.
Galoparon lado a lado.
No podía oír a los monjes que las perseguían, pero podía sentir sus Hilos, tranquilos
y preparados.
—¡Debería estarlo!
Los Hilos blancos de Safi parpadearon con un alivio azul. Ella cambió su mirada
brevemente hacia Iseult y luego de vuelta a la carretera. —¿Dónde está tu pelo?
—gritó—. ¿Y qué te pasó en el brazo?
—¡Por los Dioses, Iseult! ¡Unas cuantas horas lejos y toda tu vida da tumbos hacia
las puertas del infierno!
—Yo podría decir lo mismo de ti —Iseult gritó, aunque se estaba haciendo difícil
gritar y cabalgar. —¡Cuatro oponentes detrás de ti y un vestido arruinado!
—¡Sí!
—Debería haber un quinto miembro. —Los Hilos de Safi resplandecieron aún más
brillantemente. —Y es él. El Brujo de Sangre.
Pero, al menos, el faro estaba empezando a tomar forma ahora, sus paredes
gruesas separadas de la carretera por una larga franja de playa y la marea que
se alejaba. Los caballos golpearon fuera de la costa y hacia las olas. Agua
salada salpicó hacia arriba. La antigua torre con sus percebes y mierda de
gaviotas estaba a treinta pasos de distancia... veinte... cinco...
—¡Desmonta! —gritó Iseult, tirando de las riendas con mucha más fuerza de la
que era necesaria. Se revolvió hasta bajarse del caballo y con las manos que
estaban casi temblando, liberó el sable. A su lado, Safi se metió entre las olas
hasta los tobillos, agarrando su horqueta con gran fuerza.
Luego, sin decir nada más, las chicas tomaron posturas defensivas, de espalda a
la torre, y esperaron a que los cuatro monjes atravesaran la playa y fueran hacia
ellas.
Traducido por
Corregido por Ella R
L
a Jana se deslizó a través de las aguas costeras con apenas el sonido
habitual de la madera crujiente. Merik se situó en el timón desgastado por
la intemperie, agarrándolo con fuerza y dirigiendo el buque de guerra,
mientras que a su lado en el puesto de mando estaban Kullen y tres oficiales
Brujos de Marea.
Como si fueran uno, Kullen y los oficiales canturreaban por debajo de sus
respiraciones, sus ojos bien abiertos detrás de las gafas para viento. Los lentes los
protegían del aire embrujado mientras que la salolma14 en sus lenguas los
mantenía enfocados. Normalmente Ryber tocaba el tambor de viento con el
mazo deshechizado para darles a los hombres un ritmo al cual cantar. Y
normalmente, toda la tripulación rugía una saloma.
Pero esta noche, estaban obligados a ser sigilosos y callados, por lo que los
cuatro hombres cantaron solos mientras que el viento y las mareas que
convocaron arrastraban el barco hacia adelante. El resto de la tripulación de
Merik estaba sentado al otro lado de la cubierta principal, sin nada que hacer
mientras la magia hacía todo el trabajo por ellos.
Merik echaba un vistazo a Kullen a cada momento, a pesar de que sabía que su
Hermano odiaba que hiciera eso. Sin embargo, Merik odiaba ver como los
pulmones de Kullen se acalambraban y su boca se inflaba como la de un pez, y
los ataques siempre parecían suceder cuando Kullen convocaba más magia
que la que debería.
14Saloma. Tipo de canto de marineros usado para aumentar la productividad en los trabajos realizados en la
mar.
Merik y sus hombres habían dejado el palacio del Doge antes de lo previsto.
Después del desastroso cuatro-pasos Nubrevnano, Merik había querido estar en
cualquier lugar excepto en esa fiesta. Su magia había estado fuera de control,
su temperamento explotando en sus venas y todo era debido a esa Cartorrana
de ojos tormentosos.
El Dom Eron era un soldado, todo en su porte y voz ronca lo indicaba, y a Merik
le había gustado eso instantáneamente.
Lo que Eron no era, era un hombre de negocios entusiasta, y por todo lo que
Merik podría haberse percatado de aquel hombre, apenas podría señalar que
la propuesta del Dom Eron estaba fuertemente a favor suyo.
Todo lo que Merik tenía que hacer era llevar a un solo pasajero, la sobrina o hija
o algo por el estilo del Dom Eron, a una ciudad portuaria abandonada en la
punta más occidental de las Cien Islas. Siempre y cuando la mujer llegara a Lejna
ilesa (habían sido especialmente enfáticos en la parte de "ilesa"), entonces el
documento embrujado ahora resguardado en la mesa de Merik se consideraría
cumplido. Las negociaciones para el comercio podrían comenzar con los
agricultores de Hasstrel.
Así que Merik había firmado el contrato junto con Dom Eron, y luego en el instante
en que el hombre se hubo ido, Merik había convocado a Hermin de nuevo a su
camarote. —Informa a Vivia que el acto de piratería no será llevado a cabo, y
también menciona que la nave comercial Dalmotti recién está saliendo del
puerto de Veñaza. Por si acaso ella decide que no va a dar marcha atrás.
Como se había anticipado Merik, Vivia no estaba dispuesta a renunciar a su
régimen, pero eso estaba bien. Merik podía seguir mintiendo. Muy pronto tendría
negocios con alguien, y eso era todo lo que importaba.
—No se detengan —murmuró Merik a Kullen, sus dedos jugueteando con los
pliegues de su camisa, marchó alrededor del timón y fuera del puesto de mando.
Los marineros miraban boquiabiertos mientras él pisoteaba al pasar. Varios
hombres miraron hacia arriba al mirador, donde Ryber estaba agitando los
brazos frenéticamente, como si Merik no supiera exactamente donde estaba
estacionada la nave de la chica.
Oh, sin duda alguna Merik ataría a Ryber en los grilletes mañana. No le importaba
si ella y Kullen compartían el Hilo del Corazón, siempre que Ryber se mantuviera
como un marinero fiable. Esto, sin embargo, era desobediencia directa, y le
ganaría seis horas encadenada a los hierros, sin agua, alimentos, ni sombra.
—¡Almirante! —Una nueva voz sacudió sobre la cubierta. Era un sonido arruinado
por la sal… Hermin. —¡Almirante! —gritó de nuevo.
Y Merik estuvo a punto de perder el control de su propia voz. ¿Dos de sus mejores
marineros rompen las reglas? Diez horas con las cadenas en sus pies. Para cada
uno de ellos.
Los pies descalzos de Ryber golpearon la cubierta. —¡Hay una batalla en curso,
señor! En un viejo faro cercano. —A Merik no le importaban los viejos faros.
Cualquiera que fuese la batalla que Ryber había visto, no era su problema.
—Señor —Hermin resopló mientras cojeaba hacia Merik. La pierna mala del Brujo
de Voz apenas podía seguir el ritmo de la buena, sin embargo, se esforzó para
caminar tan rápido como podía. —Señor, recibimos un mensaje del Brujo de Voz
de Eron fon Hasstrel. —Tragó saliva en busca de aire. —Nuestro pasajero está en
fuga. Vista por última vez sobre su caballo al norte de la ciudad y con el objetivo
de llegar a un viejo faro. Los hombres del Hasstrel no pudieron llegar a la Domna
a tiempo. Por lo tanto, depende de nosotros.
—¿Monjes Carawen? —Ryber le preguntó a Hermin. Luego se volvió de nuevo a
Merik. —. Porque eso es lo que he visto a través del catalejo, Almirante. Dos
personas de pie fuera del faro contra cuatro monjes.
—Si, son los Carawens —Hermin admitió con una inclinación de cabeza. —. Y si
no traemos a este pasajero, entonces cualquier acuerdo que tienes será
considerado nulo.
Por casi lo que dura un aliento, Merik simplemente se quedó mirando a Hermin.
Y a Ryber. A continuación, la rabia de Nihar sacó lo mejor de él. Él inclinó hacia
atrás la cabeza y lanzó un rugido apretando sus puños.
Bramando para que sus remeros tomaran sus posiciones, Merik giró sobre sus
talones y se dirigió de nuevo hacia sus oficiales y su segundo a bordo. No habían
detenido su magia, aunque sí habían cambiado el curso. La Jana ahora
navegaba hacia el oeste, hacia la orilla. Hacia el faro.
Cuatro bocas pusieron fin a una saloma que iba por la mitad. El viento sopló
hacia abajo... y desapareció. La Jana continuaba moviéndose hacia adelante,
pero su ritmo se desaceleró al instante.
Merik observó a Kullen. El sudor brillaba por encima del labio de su primer oficial,
pero él no mostró signos de agotamiento. —Me voy hacia la orilla —le dijo Merik—
. La nave estará bajo tu mando. Quiero que lleves a la Jana tan cerca del faro
como las profundidades lo permitan.
Merik despegó.
Sus ojos se llenaron de lágrimas. El viento salado entró por la fuerza a través de
su nariz y garganta. Su corazón se disparó directamente hacia su cráneo.
Por ese breve segundo, cuando todos sus Poderes se centraron en un mismo
objetivo por debajo de él, cuando se disparó a través del aire tan fácilmente
como un petrel en una onda, en esos instantes era invencible. Una criatura llena
de alegría, de fuerza y poder.
El faro se veía cada vez más cerca. Y más cerca. El agua se volvió poco
profunda, las olas blancas chocaban contra la orilla de la playa.
Entonces estuvo lo suficientemente cerca de la torre como para ver a dos chicas
impactarse hacia un lado. Ellas subieron por unas escaleras que Merik no había
visto que se encontraran allí.
Una de las chicas tenía pelo negro y llevaba una cuchilla corta.
Una chica que Merik reconoció al instante, incluso desde aquella distancia.
Incluso con la mitad de su vestido destrozado. Tuvo el tiempo justo para maldecir
a Noden y su trono de coral antes de que toda su atención se enfocara en
aminorar su descenso...
Y decidido a aplastar a cualquier monje que se atreviera a acercase a su
acompañante.
Traducido por
Corregido por Ella R
T
al y como El Destino lo quiso, Aeduan era el único Carawen que no pudo
encontrar un caballo. Su magia les había llevado a él y a los otros Carawens
a las afueras de la ciudad de Veñaza. Entonces, en un conjunto de tabernas,
la Bruja de la Verdad había cabalgado a lo largo de la calle. Con una simple
señal del dedo de Aeduan, los cuatro monjes se pusieron en formación y
comenzó la gran persecución, o al menos para los otros Carawens que habían
encontrado fácilmente corceles “prestados” en las dos primeras tabernas.
Para cuando Aeduan encontró por fin una yegua moteada fuera de una
taberna, estaba al menos cinco minutos por detrás de los demás.
Afortunadamente, Aeduan era un buen jinete, y la yegua confiaba en él. Los
caballos siempre lo hacían.
Pronto, estuvo galopando a lo largo del litoral, las flechas en su pecho rebotaban
incómodamente. Estaban astilladas, y si se las quitaba, sólo se desgarraría la piel
aún más, y luego su cuerpo se curaría automáticamente. Un desperdicio de
energía que sería más útil para esta persecución.
Aeduan alcanzó una carretilla que se dirigía al norte a toda velocidad. Olía
débilmente a la Bruja de la Verdad y Aeduan percibió una manta debajo de los
tallos de los girasoles.
Una sonrisa de satisfacción se formó en sus labios. Era una manta hecha de fibra
de salamandra, y si la chica se hubiera quedado bajo la manta, Aeduan no
podría haber cogido su rastro de nuevo.
Su error.
A continuación apareció una torre, una mancha oscura contra el cielo nocturno.
Aeduan se la habría perdido si no fuera por las cuatro figuras blancas que
estaban junto a las ruinas de piedra, o por los caballos sin jinetes galopando
hacia él.
Justo cuando Aeduan se dirigía hacia las olas, su yegua decidió que los otros
caballos tenían razón. Aeduan se rindió. Con una salpicadura, sus botas tocaron
el agua y comenzó a correr.
Aun así, sólo llegó a mitad de camino de la torre cuando los cuatro Carawens la
rodearon y desaparecieron de vista. Momentos más tarde, una figura se
desplomó del cielo. Brujo de Viento.
Cuando el viento amainó, girando sobre las olas poco profundas, Aeduan se
volvió a poner de pie y corrió hacia los escalones. El rastro de la Bruja de la
Verdad había ascendido, así que Aeduan también lo haría. Pero sólo había
recorrido un tramo de escaleras llenas de percebes cuando dos monjes se
interpusieron en su camino. Aeduan agarró la capa del primer hombre. —¿Qué
sucede?
La chica Nomatsi estaba ahí, vestida de negro y con una postura hundida.
Sujetaba un sable, arqueado en un hilo de acero plateado, mientras su traje
negro de Bruja de Hilos ondulaba en la misma dirección… Y a su lado, totalmente
recta, estaba Safiya con su traje blanco y una horqueta girando en un borrón de
acero oscuro, sus blancas y desgarradas faldas, ondulando hacia abajo.
Era el círculo del movimiento perfecto. El que trae la luz y el que trae la oscuridad,
el que comenzó el mundo y el que acabó con las sombras. De inicio y de fin.
Cahr Awen.
En ese décimo de latido congelado, justo cuando todas las imágenes luchaban
por entrar en el cerebro de Aeduan, él se permitió preguntarse si era posible, si
estas dos chicas de luz de luna y rayo de sol podían ser la mítica pareja que su
Monasterio protegió alguna vez.
Aeduan se maldijo. Por supuesto que estas chicas lucirían iguales que el Cahr
Awen con corrientes de aire moviéndose a su alrededor.
—Buena suerte con eso. —Dio un paso hacia adelante, y Safiya se abalanzó
contra él, apuntándolo con su horqueta. —Aléjate de nosotras…
Esa era su arma secreta. La manipulación de la sangre, que sólo usaba en las
situaciones más extremas. Tenía que aislar los componentes de la sangre de
Safiya… las cordilleras de las montañas y los dientes de león, los acantilados y las
ventiscas, y a continuación tenía que retenerlos. Era un trabajo arduo, y tomaba
incluso más energía y atención que la carrera a toda velocidad. Aeduan no
podría mantener el control por mucho más tiempo.
El cuerpo de Safiya estaba tenso, su horqueta extendida como una lanza.
Parecía que estaba atrapada en el tiempo. Ni siquiera sus ojos se movían.
En un movimiento brusco, Aeduan se lanzó hacia Safiya. Pero justo cuando iba
a alcanzarla, justo cuando se agachó para lanzársela al hombro, el Brujo de
Viento entró en acción.
Los brazos del hombre se lanzaron hacia arriba y ambos, él y Safiya, se lanzaron
fuera de la torre en un rugido del viento.
Él comenzó a correr. Safiya estaba a tres metros de altura y volando hacia atrás,
su cuerpo era un giro frenético de miembros y faldas. Ella estaba gritando por
encima del viento—: ¡Iseult! ¡Iseult!
Aun así, Aeduán ya estaba girando, sus dedos buscando alguna muñeca o codo
que romper, sus Poderes buscando alguna sangre a la que aferrarse.
Pero justo cuando los dedos de Aeduan agarraron aire vacío, su Brujería de
Sangre no encontró nada, la chica ya estaba zafándose de él y arrastrándolo
hacia el borde de la torre.
Y ambos cayeron. Juntos. Tan cerca que Aeduan podía agarrarla si quisiera.
Pero era como si ella lo supiera. Como si ella lo hubiera planeado de esa manera.
A mitad de una caída que duraría apenas un segundo, ella giró. Sus piernas se
entrelazaron con las suyas y giró sus cuerpos…
Su espalda golpeó la arena. Tan fuerte que el mundo se volvió negro. En la
distancia, el sintió a la chica chocar contra él.
Las puntas de las flechas se clavaron aún más profundo. Destrozaron sus costillas,
sus pulmones. Había dolor por todas partes. Sus órganos… todos estaban
destrozados.
Y estaba bastante seguro de que su columna vertebral también estaba rota. Eso
era algo nuevo.
Entonces las olas alcanzaron su piel. Una respiración pasó. Aeduan pensó que
podría salir vivo… Hasta que sintió una explosión oscura en su pecho.
Se abrió paso a través de los demás dolores, y sus ojos se abrieron de golpe. La
empuñadura de su estilete salía de su corazón. Su capa y túnica estaban
demasiado manchadas para mostrar la sangre que emanaba, pero él sabía que
estaba ahí. Saliendo más rápido de lo que su poder podía controlar.
Pero aun así no podía retirar el cuchillo. No podía hacer nada porque no se podía
mover. Su columna estaba definitivamente rota.
Una cara de sombras y luz de luna a tan solo centímetros de él. Los labios de la
chica temblaban con cada respiración. Su pelo volaba con la brisa, una brisa
natural, según Aeduan… y los muslos de ella temblaban contra sus costillas rotas.
No vio a nadie más, no oyó a nadie más. Por todo lo que sabía, ellos dos eran las
únicas personas que quedaban con vida en esta batalla.
En el mundo entero.
Un gruñido escapó de sus labios. Casi se cayó hacia delante… y Aeduan divisó
la herida en su bíceps derecho. Linos manchados de sangre. Sangre que el
debería de poder oler.
—Tú… no tienes…olor —gruñó él. Él podía sentir como su propia sangre caliente
cubría sus dientes y caía por las comisuras de su boca. —. No puedo oler…tu
sangre.
Ella retiró el cuchillo de su cuello. No con cuidado, cortó la piel y lo arrastró hacia
un lado, como si estuviera demasiado cansada para levantarlo.
—No. —Sus ojos se entrecerraron; se levantó un poco más y la luna brilló sobre
ella. —No c-cr-c… —Tosió. Y luego se limpió la boca. —No creo que lo hagas.
Parecía que tomó toda su concentración el decir esas palabras, y fue con un
matiz de frustración con la cual sus dedos se cerraron en torno al estilete una vez
más.
Contra su más desesperado y frenético deseo, contra todos sus instintos que le
gritaban que se mantuviera alerta, sus párpados se cerraron durante la mitad de
un agonizante respiro. Un gemido escapó de su lengua.
E
l viento rugía en los oídos de Safi mientras volaba. Sus ojos lagrimeaban, su
falda se agitaba y rápidamente dejo de gritarle al Príncipe Merik que
regresara… Él no podía escucharla.
Pero ella no lo disfrutaba. Todo lo que le preocupaba era Iseult, a quien habían
dejado atrás. Con el Brujo de Sangre.
Los remos giraban, los marineros de azul corrían de un lado a otro y un fuerte
golpe de tambor golpeaba las orejas de Safi. Justo cuando pensaba que se
estrellaría contra la cubierta principal y rompería todos sus huesos, su velocidad
disminuyó. Se deslizó suavemente hacia abajo.
—¡Llévame de vuelta!
Él no se resistió, sino que apuntó hacia la orilla. —Mi primer oficial tiene a tu amiga.
Iseult.
Pero la Hermana de Safi estaba débil. Mientras Safi corría hacia el primer oficial,
rugió pidiendo un sanador o un cirujano… o alguien que ayudara.
El primer oficial hizo descender a Iseult en el alcázar con su magia, y Safi fue
inmediatamente a su lado. Ella posicionó la cabeza de Iseult sobre su regazo y
presionó los dedos contra su garganta, rezando por encontrar su pulso... Sí, sí.
Débil, pero ahí estaba.
Safi se dio la vuelta para encontrar a una monje Carawen que caminaba hacia
ella desde la escalera que salía debajo de la cubierta. —Aléjate de esa chica—
ordenó la mujer.
Pero Safi no se movió. Después de ser cazada por Carawens, no estaba dispuesta
a dejar que otra se acercara. Si esos cuatro monjes habían estado trabajando
con el Brujo de Sangre, probablemente ésta también lo estaba haciendo.
La mujer tenía el pelo blanco plateado, pero por la forma en que la luna se
deslizaba sobre su piel, no podía ser más vieja que Mathew o Habim, y ella liberó
su espada con el porte de alguien igualmente hábil. —Retrocede, chica.
—¿Para qué así puedas terminar lo que empezaron los otros monjes? No, gracias.
—En un rápido movimiento, Safi sacó el cuchillo de la vaina del primer oficial y la
giró hacia la monje Carawen... quien esquivó hábilmente el siguiente ataque de
Safi. Y luego golpeó la parte plana de su hoja contra la rodilla de Safi
Con un golpe fácil, la monja derribó la hoja de Safi. El cuchillo chocó contra la
madera, y Safi se agarró la garganta. Las estrellas parpadeaban a través de su
visión. El primer oficial era un Brujo de Aire completo... y estaba colapsando los
pulmones de Safi.
Fue en ese momento, cuando las rodillas de Safi se doblaron y el mundo giró en
la oscuridad, que Merik pasó sobre ella, con su expresión dura, pero no cruel. —
Evrane no le hará ningún daño a tu amiga. Ella es una monje curandera, Domna.
Una Bruja de Agua sanadora.
Safi se puso en pie de un salto, tropezando con un segundo jergón y casi cae
desmadejada por la sangre que rugía a través de su visión.
—¿Iseult? —Se dejó caer al suelo junto a su Hermana. El sudor caía por el rostro
de Iseult, su piel aún más pálida que de costumbre, y cuando Safi apretó una
suave mano en su frente, estaba hirviendo.
Safi solo había visto a Iseult tan gravemente herida una vez, después de que le
había roto la espinilla, pero esta lesión era peor. No estaba Mathew ni Habim
para ayudarlas ahora. Safi e Iseult estaban solas. Completamente solas en una
nave extranjera sin nadie a su lado.
Y con nada de esto teniendo sentido. Iseult había mencionado que le habían
disparado, pero el cómo, el dónde y el por qué… Safi no tenía ninguna idea en
absoluto.
Sin embargo, Safi no podía confiar plenamente en... ¿Cómo le había llamado el
Príncipe? Evrane.
Safi se puso de pie y se alejó de Iseult con las manos en alto sumisamente. —No
voy a interferir. Sólo asegúrate de curarla.
—Lo hará lo mejor que pueda —dijo una nueva voz. Merik apareció en la puerta
cuando la monje camino suavemente hacia Iseult.
—En Jadansi occidental. Has estado a bordo durante cuatro horas. —Se acercó
cautelosamente al centro de la habitación, como si no fuera lo suficientemente
estúpido como para confiar en el comportamiento de Safi. Llevaba un simple
abrigo de marinero sobre una camisa fresca con un par de pantalones. Safi de
repente fue golpeada por su propia suciedad. Su vestido estaba manchado y
destrozado, y demasiado de sus pantorrillas y muslos, manchados de suciedad,
estaban expuestos.
Entonces, más rápido, y con más tranquilidad, de lo que Safi podría haber
esperado, Merik se abalanzó acercándose a ella, enganchó los brazos de Safi a
su espalda y apretó algo frío contra su garganta. Un olor a sándalo y limones le
perforó la nariz.
—¿Y te das cuenta de que todavía puedo matarte con ella? —El aliento de Merik
le hizo cosquillas en la oreja. —Ahora dime Domna, ¿te están buscando las
autoridades? ¿Cualquier autoridad de cualquier nación?
Sus ojos se estrecharon. Merik había estado en el baile. Había oído el anuncio del
compromiso... ¿O no? Safi no lo había visto en la multitud, así que tal vez había
abandonado el baile antes de la declaración de Henrick.
Safi no podía arriesgarse. Sin embargo, antes de que pudiera hablar, Merik
presionó la daga con más fuerza contra su piel.
—Tengo una tripulación que proteger, así como una nación entera. Tu vida no
es nada comparado con eso. Así que no me mientas. ¿Te buscan?
—Ella no lo sabe —La voz de Merik era brusca, impacientada. —. Y harías bien
en dirigirte a ella adecuadamente. Ella es la monje Evrane, hermana del rey
Serafin de Nubrevna.
—Así que si la monje Evrane es la hermana del rey… —reflexionó Safi— y el rey es
tu padre... Entonces… ¡La monje Evrane debe ser tu tía! Que agradable.
—Me sorprende —dijo Merik— que te tomara tanto tiempo descubrir eso. Incluso
una Domna de Cartorra debería estar bien educada.
—Ahora, ese fue un empate muy divertido. ¿Lo haremos de nuevo mañana?
Merik la ignoró, y con una mano libre sacó un paño de su abrigo y limpio su vaina
grabada. —En esta nave, mi palabra es ley, Domna. ¿Lo entiendes? Tu título no
significa nada aquí.
—Pero Príncipe... —Bajó los párpados con un parpadeo perezoso. —Mi título no
significa nada aquí.
—Si voy a ser cualquier cosa feroz, será un gato. —Safi mostró sus dientes. —Un
león de montaña, de la variedad Nubrevnana que come pescado.
—Hmm… —Merik se tocó la barbilla. —No puedo decir que haya oído hablar de
semejante bestia.
Pero Evrane alzó la mano. —Estás demasiado sucia para estar aquí, Domna. —
Su voz era ronca, pero no cruel. —Si realmente quieres ayudar a tu amiga,
entonces te limpiarán. Merik, ¿verás que se hagan cargo de ella? —Miró a su
sobrino, quien ya estaba en camino hacia la puerta.
—¿En serio? —preguntó la monje con calma. —En ese caso, es Monje Evrane. Al
menos mientras estamos en el mar.
Safi tuvo el tiempo suficiente para ver que la expresión de Merik se volvía agria
antes de que saliera por la puerta, y Safi lo siguió rápidamente.
Subir por la escalera de la parte superior resultó más difícil de lo previsto para Safi,
con su cuerpo adolorido y la incesante embestida de un sol temprano en la
mañana. Silbando y frotándose los ojos, tropezó con la cubierta de piedra. Sus
piernas estaban entumecidas por el desuso, y tan pronto como consiguió un
sólido agarre en la madera, el buque gimió y se inclinó en la otra dirección.
Pronto estaba trastabillado en la popa del barco (contó treinta pasos) y entró en
la acogedora sombra del alcázar. Merik abrió una puerta, murmurando algo a
Kullen. Entonces el primer oficial hizo un saludo y se fue por el camino por el cual
había llegado. Su voz se elevó con una sorprendente ferocidad. —¿Dije que
podías tomar una cabeceada, Leeri? ¡Nada de siestas hasta que estés muerto!
Con los oídos resonando debido al rugido de Kullen y su visión amortiguada por
la pérdida de luz solar, Safi se detuvo en la puerta hasta que la habitación tomó
forma.
Era una cabina elegante y no del todo el espacio que ella habría imaginado
para un hombre robusto como Merik. De hecho, parecía rígido e incómodo
mientras esperaba junto a una mesa tallada con sillas de respaldo alto.
—Cierra la puerta —ordenó- Safi lo hizo, pero tensó sus músculos. Podría haber
bailado y peleado con este hombre, pero eso no significaba que confiaba en él
estando solos en una habitación.
Safi se relajó… pero sólo un poco. Tal vez no quería hacerle ningún daño físico,
pero aún no sabía si era aliado u oponente.
Safi siguió su dedo hacia una colección de espadas brillantes en la pared trasera.
Debajo de las espadas había un pequeño barril y algunas toallas blancas sobre
una cama baja.
No le importaba el agua o las toallas, eran las espadas las que encontraba
intrigantes. Estaban atadas, pero claramente fáciles de liberar. Aunque sólo si
ella se encontrara en la necesidad de una, por supuesto.
Los labios de Merik cayeron abiertos, con sorpresa. Con repulsión. —Si odiara a
los Nomatsis, Domna, entonces la habría matado la primera vez que la vi.
Pero a Safi no le gustó cómo sus poderes se estremecieron ante esa declaración.
Como si no fuera totalmente cierto. Su pie comenzó a dar golpecitos. Su pie
descalzo. —¿Tendré zapatos nuevos?
—Sí. —Habim había insistido en que Safi endureciera sus pies contra los
elementos. Nunca sabrás en qué condición te encontrarás, decía siempre. Los
zapatos deben ser un lujo, no un requisito. Al menos una vez al mes había insistido
en que Safi e Iseult anduvieran descalzas un día entero, y ambas chicas tenían
callos suficientes para caminar sobre brasas. O... al menos sobre arena muy
caliente.
Merik gruñó, casi con gratitud, e hizo un gesto para que Safi se uniera a él en la
mesa. Lo hizo, aunque se aseguró de quedarse en el lado opuesto. A una corta
distancia de las espadas, por si acaso el mundo se dirigía repentinamente a las
tetas de la cabra (como había estado inclinado a hacer últimamente) y Safi
tuviera que luchar para poder atravesar el barco entero.
—El Jana está aquí. —Merik colocó en el mapa una réplica del tamaño de una
moneda del Jana. Como si fueran imanes, el barco se deslizó sobre el papel y se
colocó en su lugar cerca de la costa oriental del estrecho mar Jadansi.
—Iremos hacia aquí. —Merik giró los dedos, eran elegantes a pesar de su
aspereza, y una suave brisa infló las pequeñas velas de Jana. Se deslizó sobre el
mapa, pasando junto a otra embarcación minúscula antes de detenerse junto
a una serie de islas. —Hay una ciudad en las Cien Islas llamada Lejna, y me han
ordenado dejarte allí. Deberíamos llegar mañana.
—Cien islas —repitió Safi suavemente—.v¿Y qué esperas que haga una vez que
esté allí?
Safi arqueó las cejas. —Sí te das cuenta de que nuestra finca es prácticamente
propiedad de la Corona, nuestros agricultores están medio muertos de hambre,
y no tenemos dinero.
Safi asintió distraídamente, sin escuchar. Cuando Merik había dicho contrato, sus
ojos se habían deslizado hacia un rollo enrollado en el borde de la mesa. Sin
embargo, antes de que Safi pudiera preguntar, su estómago gruñó.
Pero Safi no pudo sonreír. El baile y el cuatro-pasos Nubrevnano fueron hace una
vida.
Más importante aún, Merik nunca habría aceptado llevar a Safi en absoluto si
hubiera sabido a quién acabaría prometida.
Aunque sabía que Merik debía de tener la misma edad que Leopold, parecía
mucho más viejo. Sus hombros eran anchos y altos, los músculos utilizados a
menudo, mientras que su piel era oscura y áspera por el sol. En ese momento, un
pliegue triangular se clavó entre sus cejas, como si frunciera el ceño a menudo.
Merik ajustó su collar y miró hacia la puerta. —La comida está en camino,
Domna, así que límpiate. Y por la salud de ambos, por favor, refriégate bien. —
De nuevo, ofreció una leve sonrisa antes de marcharse rápidamente. Safi lo vio
ir, esperando a que estuviera definitivamente fuera de la cabina...
Este acuerdo es entre Eron fon Hasstrel y Merik Nihar de Nubrevna. Merik Nihar
proporcionará el viaje para Safiya fon Hasstrel, desde la ciudad de Veñaza en el
Imperio de Dalmotti hacia Lejna en Nubrevna. Tras la entrega segura de la
pasajera al séptimo muelle de Lejna, comenzarán las negociaciones para un
acuerdo comercial.
Todas las negociaciones en la página dos de este contrato terminarán si Merik
Nihar falla en traer a la pasajera a Lejna, si la pasajera derrama sangre, o si la
pasajera muere.
Era el mismo tipo de documento que la Tregua de Veinte Años. Una vez que se
cumpliera el acuerdo, Merik y el tío Eron podían alterar el lenguaje del contrato
y negociar a grandes distancias. Safi fue al final del documento. Tenía el lenguaje
habitual, idéntico, de hecho, a la última página de la Tregua.
Si todas las partes están de acuerdo, entonces deben firmar abajo. Si alguna de
las partes no cumple con los términos acordados, su nombre desaparecerá de
este documento.
Safi saltó. Luego volvió a juntar las páginas del contrato. —¡Sólo un momento!
Kullen. El brutal primer oficial. Ella tiró el contrato sobre la mesa antes de
dispararse a la parte posterior de la habitación. Después de meter un paño en el
barril, ella llamó. —¡Adelante!
Entonces Safi endureció su rostro. Ella cooperaría con sus nuevos aliados, pero
ante cualquier signo de problemas, ante cualquier indicio de que Kullen pudiera
robar su aliento de nuevo, Safi reclamaria el control. Había espadas al alcance
de la mano y un contrato diciendo que ella no podía derramar nada de sangre.
Traducido por
Corregido por Vaughan
M
erik caminó a través de la cubierta de El Jana, frunciendo el ceño por
el calor del sol. Llevar a Safiya fon Hasstrel a Lejna sin algún incidente
había probado ser más difícil que lo planeado. Se comportaba como
peleaba, como si bailara––llevando a las personas al límite y poniéndolos a
prueba.
A duras penas ayudaba que las piernas de Safiya habían estado expuestas
desde que la había rescatado, llamativamente más pálidas que sus brazos y
rostro. Era esa palidez la que inquietaba a Merik. El innegable hecho de que
estaba viendo piel que era solo para los ojos de un amante.
Merik dejó salir una respiración áspera. Pensar en Safiya fon Hasstrel en una
situación íntima no era sabio. Cada vez que la consideraba––o estaba cerca de
ella––su rabia Nihar se avivaba. Hervía caliente y rápida.
Desde que el temperamento de Merik había explotado en el comedor del
Duque, había una carga en sus venas que hacía su respiración fuerte.
Lo hacía querer convocar vientos vastos y furiosos. Era la misma ira salvaje que
había liberado con facilidad cuando niño. No podía dejarse llevar por ello ahora,
si no fuera por ninguna otra razón de que era demasiado parecido a Vivia.
Desenfrenada y violenta.
Por eso, Merik tendría que evitar a Safiya tanto como pudiera––sin importar lo
fácil que ella le sacaba carcajadas y sonrisas. Y sin importar lo distractoras que
pudieran ser sus piernas desnudas.
El más cercano de los marinos de Merik––hombres de su anterior nave––pausó su
fregadera para saludar. Frescos, formales movimientos de los marineros que
Merik podía confiar hasta sus acuosas tumbas.
Por ahora.
Merik corrió su mirada por el mástil, a través del aparejo, sobre las velas. Todo
parecía estar en orden, por lo que se dirigió a las escaleras que bajaban a los
camarotes.
Una vez que estaba debajo y firmemente cómodo dentro de la cabina de los
pasajeros, encontró a su tía inquieta con su arete de opal.
–Acabo de hablar con el Voicewitch Hermin –le dijo con suavidad–. Se las ha
arreglado para contactar al Voicewitch en el Monasterio Carawen. Resulta que
a los monjes en el faro se les ordenó capturar a la dama viva, pero una vez que
la vieron, la mayoría de ellos retrocedió.
–¿Por qué? –pregunto Merik, mirando a una durmiente Iseult. Cómo alguien
podría temerle estaba más allá de su entendimiento. Ahora, había visto varias
caravanas Nomatsi cuando niño, entonces estaba acostumbrado a su palidez
mortal y el cabello negro como la brea.
–Todo lo que sé a ciencia cierta es que aún hay un monje Carawen cazando a
la dama. Su nombre es Aeduan y que trabaja para el mejor postor –con una
fuerte exhalación, Evrane se movió a la ventana y frunció el ceño hacia el sol–.
Mientras él viva, estas niñas están en peligro––ya que Aeduan es un Bloodwitch,
Merik.
Merik levantó la cabeza.
–No sin pérdidas y no puedo arriesgar a mis marineros por dos muchachas, sin
importar que tanto necesitamos ese contrato. Una vez que dejemos a la dama,
ella y su amiga dejarán de ser mi problema.
–¿Tanto tiempo ha pasado desde la última vez que te vi? –las mejillas de Evrane
se pusieron coloradas– Si crees que tu padre te respetará más por actuar como
Vivia––porque abandonas a niñas indefensas––, entonces tal vez tu no quieres el
respeto de tu padre.
Por un largo momento, los únicos sonidos fueron los crujidos de la madera de la
nave y el romper de las olas.
–No tienes derecho –saltó Merik al fin– de compararme con Vivia. Ella trata a su
tripulación como un forraje de peces; los veos como familia. Ella recurre a la
piratería para alimentar Nubrevna; yo busco soluciones permanentes –la voz de
Merik se alzó a medida que seguía hablando, su rabia quemando más fuerte.
Más caliente–. La Dama fon Hasstrel ofrece una de esas soluciones, y ella es todo
menos incapaz. Así que protegeré a mis hombres––diente y garra––y dejaré a la
dama para que se defienda sola.
–Por favor –le dijo Merik bruscamente–, recuerda que la marina Nubrevnan
normalmente no transportan monjes––o nobleza buscada––por el océano y si
Padre se entera que estás abordo… bueno, puedes imaginar su reacción. No me
hagas arrepentirme de mi decisión de llevarte. Yo protegeré a la Dama Safiya
tanto tiempo como el contrato Hasstrel se mantenga incompleto, y la llevaré a
Lejna por cualquier medio que tenga. Pero a la primera señal del Bloodwitch, mis
hombres vienen primero.
Por varios momentos, Evrane se quedó quieta y en silencio, sus ojos en Merik. Pero
luego dejó salir una filosa respiración y se dio la vuelta.
Pero Evrane se había decidido sobre la familia Nihar hace mucho tiempo. Su
relación con el Rey Serafín no era mejor que la de Merik con Vivia. Peor, incluso.
Iseult se removió en su sueño. Estaba estancada en ese horrible lugar entre los
sueños y despertar––ese hueco donde sabias que sólo si abrías tus ojos, estarías
vivo. Este medio-sueño siempre la atacaba durante enfermedad. Cuando ella
no deseaba nada más que despertar y rogar por una tintura que ayudara a su
inflamada garganta o a la picante viruela.
Pero lo peor era que estos medios-sueños agarraban a Iseult en medio de una
pesadilla. Cuando ella sabía que podía huir del agarre de las sombras si tan solo
pudiera…
Despierta.
Ahora.
Un sonoro crujido se sintió sobre ella, y con mucho esfuerzo, abrió sus párpados.
Las sombras retrocedieron… solo para ser reemplazadas con dolor. Cada
pulgada de ella se estaba ahogando en agonía.
–Te estoy sanando –le dijo con calma la monja, sus hilos brillando, concentrado
verde–. Tienes una herida de flecha en tu brazo––
–No –Iseult busco la preciosa capa blanca del monje–. Quiero decir… tú.
Sus palabras giraron… no, la habitación giraba y las palabras de Iseult con ella.
Ni siquiera estabas segura de haber hablado en Dalmotti. Podría haber sido
Nomatsi cayendo desde su lengua.
–Tú –trato de nuevo, casi segura de que ella estaba, en efecto, usando el
Dalmotti para tú– me rescataste.
Mientras apretaba las palabras a través del dolor y el mareo, ella notó puntos de
suciedad en la capa de la monja. Trató de soltar su agarre, avergonzada.
Entonces tragó una pequeña respiración. Tanto dolor. Hirviendo como un tarro
caliente. Estasis. Estasis en las puntas de los dedos de tus manos y pies.
Aire siseó entre los dientes de la mujer. Retrocedió, sus Hilos brillando con un
confuso bronceado. Entonces su cabeza negó con ferocidad, sus Hilos ahora
turquesa con incredulidad…
–¿Y… Safi?–el jalón del sueño se deslizó por la columna de Iseult– ¿Está aquí?
–Ella está aquí –le confirmo la monja–. Debería regresar en cualquier momento.
Ahora duerme, Iseult, y sana.
Así que Iseult hizo lo que se le pedía––no podía resistirlo incluso si quería––y se
hundió bajo la marea de un sueño de sanación.
Traducido por
Corregido por Ella R
L
ejos al norte del Jana y aún en las mismas aguas, Aeduan el Brujo de Sangre
despertó. Debido a la irritante sensación de unos dedos tocando sus
costillas.
—Por supuesto que está muerto —dijo un segundo niño, quien Aeduan
sospechaba era el que le tocaba su tahalí. —. Las olas lo arrastraron a tierra
anoche y no se mueve desde entonces. ¿Por cuánto crees que se venderán sus
cuchillos?
Las últimas gotas de sueño se desvanecieron. Sus ojos se abrieron de par en par,
agarró la muñeca del niño, y el escuálido chico que buscaba en sus bolsillos gritó.
A pocos pasos de distancia, un segundo chico se dio cuenta. Luego ambos
empezaron a gritar y los tímpanos de Aeduan casi se rompieron.
Soltó al primer chico, que se escabulló en una ráfaga de arena. Ésta salpicó a
Aeduan, y un gemido sacudió su lengua. Con sus puños golpeó la playa, estos
se hundieron en la húmeda arena y se empujó hasta sentarse en posición
vertical.
El mundo se hizo borroso y tembló: playa de arena blanca, cielo azul, ciénagas
marrones, niños corriendo, y un zarapito precipitándose a varios pies de
distancia. Aeduan dejó de intentar resolver dónde estaba: este paisaje podría
haber estado en cualquier parte de la ciudad de Veñaza. En cambio, trajo su
atención hacia su cuerpo.
Aunque tensó los músculos, se inclinó para empezar con los dedos de los pies.
Sus botas estaban intactas, aunque completamente empapadas; el cuero se
encogería en cuanto se secaran, pero no había nada roto en sus pies.
Por lo menos nada nuevo sangraba, nada estaba roto, y no faltaba nada que
no se pudiera reemplazar.
Sin embargo, pensar en la niña Nomatsi sin olor a sangre hizo que Aeduan
quisiera destripar algo. Su mano se movió hacia su tahalí, y cuando el zarapto se
acercó, sus dedos se movieron sobre un cuchillo para lanzar.
Pero no. Asustar al pájaro no haría nada para saciar su furia. Sólo encontrar a la
Bruja de Hilos lo haría.
No es como si supiera lo que le haría a la Bruja de Hilos una vez que la encontrara.
Matarla definitivamente no, ahora le debía una deuda de vida. Ella lo había
perdonado (algo así) y él tendría que pagárselo.
Sin embargo, si había algo que Aeduan odiaba, era salvar vidas que no se
suponía que le importaran.
Sólo había otra persona a la que debía ese tipo de deuda, y al menos ella la
merecía plenamente.
Los dedos de Aeduan cayeron del cuchillo. Con un último gruñido ante el sol del
este, se puso de pie. Su visión giró aún más y sus músculos temblaron, diciéndole
que necesitaba agua y comida.
Se escuchó un distante sonido. Nueve campanadas, lo que significaba que el
día aún era joven.
Aeduan volvió la cabeza hacia el sonido. Lejos al sur, sólo pudo percibir un
pueblo.
El campaneo del cuarto para las doce estaba sonando cuando Aeduan
finalmente llegó a la casa del maestro Yotiluzzi. El guardia le dio una sola mirada,
negó con la cabeza, y luego abrió la puerta.
Decir que Aeduan lucía como si lo habían arrastrado hasta las puertas del
infierno y de regreso era un eufemismo. Se había visto en una ventana en el
camino a través del pueblo, y se veía aún peor de lo que se sentía. Tenía costras
de sangre en su pelo corto, la piel y la ropa cubiertas de arena, y a pesar de
haber caminado tres horas, sus botas y capa todavía no se habían secado.
En cada calle y cada puente, cada jardín o callejón, la gente había salido de su
camino... y habían retrocedido como el guardia de Yotiluzzi hacía ahora.
Aunque por lo menos la gente de la ciudad de Veñaza no había pronunciado
"Brujo de Vacío", o pasado dos dedos sobre sus ojos para pedir la protección del
Éter como lo hizo ahora este guardia.
Una sirvienta vio a Aeduan caminando por el camino. Ella gritó; el vaso en sus
manos cayó y se rompió.
—Sí —gruñó, sus botas húmedas golpeando el patio. Él retuvo su mirada y ella
tembló. —. Soy un demonio, y si gritas de nuevo, me aseguraré de que el Vacío
reclame tu alma.
Ella llevó sus manos a la boca, temblando, y Aeduan sonrió. Dejala que cuente
esa historia a todos los que conozca.
—¿Dónde has estado? —La voz melodiosa de Yotiluzzi salió de las puertas
abiertas de la biblioteca. Se agarró la túnica y salió pisando fuerte, con las
arrugas de su mandíbula temblando. A la luz del sol, no faltaba la furia en los ojos
del Maestro de Gremio. —¿Y qué te ha pasado?
—Sé muy bien que estabas fuera. —Yotiluzzi agitó un dedo en la cara de Aeduan.
Aeduan odiaba cuando el viejo hacía eso. Le hacía querer romperle el dedo por
la mitad.
—Lo que quiero saber es adónde y por qué. —El dedo de Yotiluzzi seguía
agitándose. —¿Has estado bebiendo? Porque te ves como una porquería, y
nadie te ha visto desde anoche. Si sigues así, tendré que rescindir tu contrato.
Aeduan no respondió. Dejó que sus labios se apretaran en una línea, y esperó a
que el Maestro de la Gremio llegara al punto. Al fondo, los sirvientes seguían
recogiendo los platos de desayuno, pero se movían lentamente, con los ojos
enganchados en Aeduan y los platos restallando en sus manos.
—Ya no. —Aeduan dejó caer el dedo del anciano, que todavía tenía grasa del
desayuno.
Aeduan no estaba precisamente limpio en ese momento, pero ese viscoso poco
de mantequilla le hizo sentir realmente sucio.
Aeduan entró en la casa. Yotiluzzi gritó detrás de él, pero Aeduan estaba fuera
del alcance del oído, corriendo por los opulentos pasillos, subiendo los dos tramos
de escaleras, para luego finalmente llegar a su pequeña habitación de sirviente.
Todas sus pertenencias estaban en una sola bolsa, pues era un monje Carawen,
preparado para todo y siempre listo para partir.
Se lanzó hacía el bolso, buscando dos cosas: un estilete extra y un papel con una
larga lista de nombres. Después de guardar el estilete en su todavía húmedo y
chirriante tahalí, Aeduan examinó la lista.
Cuando Aeduan llegó al palacio del Doge, media campanada después de salir
de la casa de Yotiluzzi y de bañarse en un baño público (gracias a los Pozos que
sus viejas cicatrices habían dejado de sangrar), se sorprendió al ver que los
jardines en los que había enfrentado al batallón inesperado no eran más que
plantas carbonizadas y cenizas transportadas por el viento.
Claramente este hombre reconoció Aeduan. Bien. Sería más fácil de asustar.
Aeduan olfateó el aire, sabiendo que sus ojos se arremolinaban de un color rojo
mientras lo hacía, y se enganchó al olor de sangre del hombre. Cocinas con sal
y aliento de bebé. Un hombre de familia, que mal. Eso lo ponía fuera de los límites
en cuanto a usar violencia con él.
—Me dejarás entrar. —Aeduan levantó una sola ceja. —Luego me acompañará
al despacho del Doge.
—Oh, ¿de verdad? —Se burló el hombre, pero hubo un indudable temblor en su
garganta.
—Sí, porque yo soy la única persona en este continente que puede encontrar a
la chica llamada Safiya. Y porque sé quién la secuestró. Ahora, muévete. —
Aeduan sacudió la barbilla hacia el vestíbulo. —Dile a tus superiores que estoy
aquí.
Leopold fon Cartorra saltó con gracia fuera de una sombra, dejando a Aeduan
darse cuenta que había fallado al sentir al príncipe rubio, vestido de verde y que
estaba fisgoneando junto a la librería.
O, para el caso, que no había sentido el olor del príncipe. Aeduan había
registrado el olor de sangre del heredero imperial en el baile: cuero nuevo y
chimeneas humeantes. Aeduan debería haberlo sentido aquí.
Su confusión fue rápidamente absorbida por una segunda voz y una segunda
figura que se materializó en las sombras. De alguna manera, Aeduan también
había fallado al sentir a este hombre, lo que sólo lo irritaba más.
Especialmente porque este segundo hombre era por lo menos una mano más
alta que cualquier otra persona en la habitación.
La nariz de Aeduan se arrugó. El hombre olía más fuerte que el vino. Incluso
superaba al olor de su sangre.
Lo estaba, el rubio rojizo era casi gris, pero Aeduan no pronunció ni una palabra
al respecto. —El Emperador —le recordó tersamente.
Así que este es el emperador de Cartorra, pensó Aeduan. Había visto al hombre
desde lejos la noche anterior, pero nunca se había mantenido lo suficientemente
cerca como para distinguir todas las manchas en las mejillas de Henrick. Ni ver el
único diente que empujaba más lejos que el resto. Salía sobre su labio superior
cuando su boca estaba cerrada, como un perro.
—¿Quién tiene a la domna? —preguntó Henrick. A pesar de ser por lo menos seis
pulgadas más bajo que Aeduan, la voz del Emperador era vasta y profunda. Era
el tipo de voz para gritar sobre los cañones, y Aeduan olía una insinuación a
campos de batalla en la sangre del Emperador. —Díganos lo que sabe —
prosiguió Henrick—. ¿Fue el tres veces maldito Marstok?
—¿Ves? —respiró el Doge—. ¡Te dije que no era Vaness! —Él golpeó
frenéticamente algo en su escritorio. ¡La firma de la Emperatriz habría
desaparecido si fueran ellos los que cometieron esto!
Aeduan apretó los labios mientras se daba cuenta de que estaba mirando la
Tregua de Veinte Años. O más bien, la página final de la misma, donde todos los
líderes del continente habían firmado. Encontró el garabato con la letra infantil
de Vaness, sólo había sido una niña cuando había plasmado su firma, que
estaba firmemente escrita en el fondo de la página. O la magia de la Tregua
estaba rota, o los Nubrevnanos no habían tomado a la domna en contra de su
voluntad.
—Sí —dijo el Doge con un gesto nervioso de sus manos—, pero también lo
hicieron los Nubrevnanos. Se fueron justo después del primer baile entre...
—Entre el Príncipe y mi sobrina —terminó Eron, de pie un poco más derecho que
antes. —¡JMalditos Nubrevnanos! Los aplastaré...
—No habrá aplastamiento —gruñó Henrick con una mirada de asco. Se inclinó
hacia Aeduan. —. Díganos lo que vio, Monje. Absolutamente todo.
Aeduan no hizo nada de eso. De hecho, pasó por alto casi todos los detalles y
se adelantó a lo único que importaba: la pelea entre un Brujo de Viento
Nubrevnano y los monjes Carawen en el faro. —Llevó a la domna hacia el mar
con sus vientos —terminó Aeduan—. No pude seguirlos.
—Sí.
Henrick gruñó y una pequeña sonrisa dejó a la vista su colmillo. —¿Y puedes
utilizar tu poder otra vez? ¿Incluso a través del Jadansi?
—Sí. —Aeduan le dio una perezosa mirada al mango de su espada. —La seguiré
por un precio.
Con otra risa, Henrick se volvió hacia Aeduan. —Vamos a cubrir tus honorarios,
Brujo de Vacío, pero vendrá de las arcas de quien haya secuestrado a la Domna
Safiya. Si los Nubrevnanos son quienes la tienen, entonces los Nubrevnanos son
los que pagarán.
—No. —Los dedos de Aeduan golpetearon más rápido. —Necesito cinco mil
piestras por adelantado.
Aeduan no se estremeció.
—Sí.
—Bien —Leopold sonrió con una sonrisa vacía. —. Ahora, creo que todos
podemos estar de acuerdo —miró a su tío—, en que hemos perdido suficiente
tiempo aquí. Si me da permiso, Majestad, me uniré al monje en la búsqueda de
su prometida. Conozco a Safiya, y creo que mi intuición podría ayudar al monje.
Cualquier estima que Aeduan había sentido huyó instantáneamente tras esas
palabras. El Príncipe lo retrasaría. Sería una distracción. Sin embargo, antes de
que pudiera protestar, Henrick asintió bruscamente. —Sí, únete al Brujo de Vacío.
Y mantén la correa apretada. —El Emperador se burló de Aeduan, claramente
esperando obtener una respuesta ilícita.
Al menos nadie había mencionado que Safiya era una Bruja de la Verdad. Una
vez que Aeduan estuviera bien compensado por toda la molestia de cazar a la
niña, podría entregarla a su padre.
Pues aunque estos Cartorranos pagaban a Aeduan para encontrar a Safiya fon
Hasstrel, nadie había dicho nada acerca de devolverla.
Traducido por
Corregido por Ella R
E
n las dos horas desde que Merik había enviado a Safi a su habitación y le
ordeno permanecer debajo de cubierta por motivos de seguridad, Safi
había corrido a través de los mismos pensamientos uno y otra vez.
Safi optó por irse, especialmente ahora que tenía el permiso de alguien para
hacerlo. Allí estaba su oportunidad para examinar las principales bodegas. Para
resolver cómo conseguiría que Iseult tuviera su libertad tan duramente ganada.
Podía escuchar las lecciones de Habim tan claramente como si estuviera a su
lado, insistiendo sobre estrategia y campos de batalla.
Aunque la mayoría de los marineros parecían estar de más, Safi contó veintisiete
hombres acurrucados contra cajas o anidados junto a barriles. Parecía que no
había suficientes habitaciones para la tripulación, y Safi puso aquello a un lado
para considerarlo más tarde.
De los veintisiete marineros delante de los cuales Safi pasó, diecinueve mordieron
sus dedos pulgares o le silbaron “Basura amante de Matsi”. Ella fingió no entender
e incluso fue tan lejos como para ofrecer un gesto amable. Sin embargo en la
tenue luz, memorizó sus rostros embutidos de sol. Sus viles voces.
Cuando un desgarbado muchacho de piel negra con trenzas hasta el largo del
hombro bajó por la escalera que subía a cubierta, la magia de Safi ronroneó que
él era seguro. Por lo que Safi lo agarró por el hombro mientras él tropezaba. —
¿La tripulación alguna vez será amable con un Nomatsi?
—¿Nosotros?
Verdad. Safi clavó sus nudillos en sus ojos. Sobre ella, los pies se arrastraban, las
espadas chocaban, y voces ladraban. Cualquiera que fuese la tarea que
estaba ejecutando, Safi deseaba que se detuviera.
—No deberías caminar tanto —dijo la joven, siguiendo los pasos de Safi. —. La
tripulación se quejará, y luego el Almirante podría encerrarte.
Aquello hizo que Safi se pausara. Estar encerrada limitaría gravemente sus
posibilidades de defensa o escapar, en caso de que fuera necesario.
Las fosas nasales del Safi se crisparon. Ella marchó hacia los peldaños inferiores y
lanzó una mirada asesina hacia la brillante luz solar. Merik estaba allí. Y Kullen
también, quien podía incapacitar a Safi, incluso a la menor desobediencia.
Pero al ir hacia arriba Safi obtendría un mejor manejo de la nave, la tripulación y
el diseño. Tal vez podría armar una estrategia si conocía más.
—Lo juro.
—Entonces muéstrame.
Lo que significaba que ella no se quedaría allí por mucho tiempo. Obtendrá la
información que necesitaba y volvería con Iseult.
Safi estiró el cuello hasta que vislumbró a Merik, Kullen, y otros tres hombres junto
a la caña del timón. Todos llevaban gafas de viento y sus bocas se movían al
unísono.
—Es cebo. Guardamos nuestras vísceras —La chica extrajo una reluciente
escama del barril más cercano, y ahora que Safi pudo examinar los tablones a
su alrededor, encontró muchas escamas. Fugándose de los barriles, aferrándose
a los lados. —. Son para los zorros de mar —agregó la chica—. Tenemos que
alimentarlos cuando pasamos cerca o nos atacan.
—Los… zorros de mar —Safi repitió rotundamente—. ¿Cómo las míticas serpientes
que se alimentan de carne humana?
—Pero seguramente tú no crees en ellos. Son sólo cuentos para asustar a los
niños, como los murciélagos montañeses. O los Doce Paladines.
—Que también son reales —sostuvo la chica. Como para probar su punto,
fisgoneó en su bolsillo hasta extraer un pilón gastado de cartas de taro con la
parte trasera dorada, y volteó la carta de arriba.
Era el Paladín de los Zorros y una serpiente con piel verde-azulada enrollada
alrededor de una espada. Su rostro de zorro miraba a Safi.
—Buen truco —Safi murmuró, sus dedos picando por tocar el mazo. Había visto
muchas cartas de taro en su vida, pero nunca había visto unas con zorros de
mar, en lugar de los normales zorros rojos. Le hizo preguntarse qué estaba pintado
en los otros cinco trajes.
A lo largo de su infancia, Safi había recorrido los bosques alpinos alrededor del
estado de Hasstrel en busca de cualquier signo del murciélago-dragón. Había
rastreado las cuevas cercanas, donde los murciélagos supuestamente vivían, y
había pasado horas junto al Pozo Originario de la Tierra muerto, a la espera de
que apareciera una bella mujer de repente.
Pero después de diez años sin ningún atisbo, Safi finalmente había aceptado que
los murciélagos montañeses, si alguna vez existieron, ahora estaban tan muertos
como el Pozo al lado del cual vivían.
—Mi nombre es Ryber, por cierto. —La muchacha movió su cabeza. —. Ryber
Fortsa.
Ryber se mordió el labio como si intentara reprimir una sonrisa. Pero luego se
rindió. —Eres un domna, ¿verdad? —Ella volteó otra carta de taro.
La Bruja. Mostraba una mujer con la cara oculta, mirando a un Pozo de Origen,
el Pozo Originario de la Tierra, en realidad. Salvo que, a diferencia del Pozo que
Safi había crecido explorando, la versión ilustrada todavía estaba viva. Las seis
hayas16 a su alrededor estaban iban en aumento, la losa pasarela intacto, y las
aguas arremolinadas.
Al igual que con el Paladín de los Zorros, la imagen no era nada como ninguna
carta de Brujos que Safi hubiese visto.
Algo acerca de la manera defensiva en la que Ryber habló, hizo que Safi
inspeccionase la chica más de cerca. A pesar de su figura masculina y sus
decididamente desfavorables trenzas, Ryber no era una chica hogareña. De
hecho, ahora que Safi la miraba atentamente, comprendió que sus ojos eran de
un brillante color plata. No gris, sino que en verdad un reluciente plata.
El Primer Oficial tendría que estar ciego para no enamorarse de esos ojos. —Así
que están juntos —la incitó Safi.
—No —dijo rápido Ryber, demasiado rápido. —. Él es un buen primer oficial, eso
es todo. Justo e inteligente.
La mentira corroyó la frente de Safi, y ella tuvo que retener una sonrisa mientras
su atención se deslizaba a Kullen. Todo lo que vio fue un gran hombre con una
magia poderosa, un hombre que podría fácilmente derribar a Safi. Pero quizás
había más detrás de su helado exterior.
Ryber lanzó un largo suspiro y extrajo otra carta del pilón. El Paladín de los
Sabuesos. Ella miró fijamente a la serpiente-sabueso, también envuelta alrededor
de una espada, y había un vacío en sus ojos que hablaba de cosas que era
mejor olvidar. Pero entonces su mirada se posó sobre Kullen; las líneas de su rostro
relajadas.
Ryber y el primer oficial estaban juntos, y era algo más que un simple flirteo. Era
serio y corría profundamente.
Verdad.
Los labios de Safi se fruncieron. Ella y Ryber parecían tener alrededor de la misma
edad, pero allí había algo de lo que Safi sabía poco. Había tenido romances en
la Ciudad de Veñaza. Coqueteos con hombres jóvenes como el Tramposo
Cincelado, pero esos encuentros siempre habían terminado en rápidos besos y
despedidas aún más rápidas.
—No con los demás —respondió Ryber—. Además, estamos fuera del suelo
Nubrevnano, Domna. Eso hace al príncipe Almirante Nihar.
—No. —Safi mordió su labio mientras una ráfaga de viento fresco salado azotaba
detrás de los barriles. En lugar refrescarla, pareció quemarla, haciendo que su
frente comenzara a sudar. Pero este era un calor diferente al de antes. Un calor
de rabia. Un calor de miedo.
Y ella se calentó aún más mientras Ryber continuó describiendo cómo la idea de
Merik de racionar las comidas había molestado a un montón de hombres y sólo
había ensanchado la brecha entre quienes apoyaban a Merik y aquellos que
estaban a favor de la Princesa Vivia. Qué tan sucia y abarrotada de gente la
capital se había vuelto desde la Gran Guerra.
La potente verdad detrás de estas historias hizo que sus tobillos rebotaran y sus
dedos se enrollaran. El mundo que Ryber habría descrito no era nada como el
que Safi había dejado atrás. Había pobreza en el Imperio Dalmotti, por supuesto
que la había, pero no había hambruna.
Quizá… quizá Merik sí necesitaba del comercio, incluso con un maldito estado
como el de Hasstrel.
Justo cuando Safi desdobló sus piernas para ponerse de pie, para volver a la
cabina y comprobar a Iseult, la voz de Evrane golpeó sus oídos.
—¿Entonces dejarás que la chica muera? —los gritos del Evrane se arrastraron
desde la escalera cercana. Más fuertes que el sonido de los marineros
entrenando. Más fuerte que los golpes del tambor. —. ¡Debes llevarnos a la orilla!
Merik caminó varios pasos hacia adelante, girando la cabeza como si buscara
a alguien, y los marineros se abrieron paso.
Los dedos de Safi se flexionaron. Los dedos de sus pies, sus pantorrillas, sus
intestinos, todo se tensó para la acción. Si Merik no estaba dispuesto a salvar la
vida de Iseult, simplemente confirmaba que no era un aliado de Safi. Así que,
con contrato o no, con marineros enemigos o no, el Almirante Nihar ahora era el
oponente de Safi y este barco era su campo de batalla.
Traducido por Ella R
M
erik había bajado a cubierta para revisar a la Dama. No le gustaba la
forma en que la había dejado en el camarote. Su Threadsister17 estaba
enferma, y Merik entendía cómo eso podía arrugar la disposición de
una persona.
Además, aquella era básicamente la única arruga que por el momento podía
arreglar. La Voicewitch18 de Vivia estaba acosando a Hermin, demandando que
Merik le dijera dónde se encontraba el buque de comercio Dalmotti, y
negándose a ceder hasta que hubiera visto el nuevo contrato de Hasstrel para
ella.
Merik había mentido, otra vez, y declarado que el barco estaba sólo a mitad de
distancia de donde realmente estaba, pero tenía la sospecha que Vivia ya
estaba comenzando a captarlo.
Antes de que pudiera llegar a los camarotes de los pasajeros, su tía lo interceptó
al pie de las escaleras.
17Threadsister. Hermana conectada por un hilo invisible que amarra la vida de unas personas a otras.
18Voicewitch. Personas que poseen un tipo de magia relacionado con la voz. Es tipo de magia más común entre
las Aetherwitches (Brujas del Éter).
—Necesitamos detenernos —declaró; su rostro estaba oscuro en las sombras,
pero su cabello plateado brillaba-. Iseult está muy enferma para sobrevivir
durante mucho más tiempo. ¿Qué puertos son los más cercanos?
Y así fue como aquella presión familiar quemó debajo de la piel de Merik.
Saltó hacia las escaleras, las palabras de su tía resonando detrás de él.
Merik ladró a sus hombres para que se hicieran a un lado, mientras apuntaba al
cuarto de mando. Su magia quería liberarse y por más que lo intentara, era
incapaz de detenerla.
—¡Almirante!
—Nos llevarás a la costa —Su tono era frío y exacto-. Y lo harás ahora.
—Tú desobedeciste órdenes —dijo Merik, maldiciendo por dentro. ¿Qué sucedió
con lo de una explicación gentil?—. Te dije que mi palabra es la ley, al igual que
te dije que te mantuvieras debajo de cubierta.
—Si Iseult necesita una curandera Firewitch19, entonces iremos hacia la costa.
Remotamente, Merik se dio cuenta que el golpeteo del viento había cesado.
Que el barco había comenzado a mecerse sin que las Tidewitches20 lo
mantuvieran en calma.
Aquello hizo que Safiya sonriera, una viciosa mueca, y que se plantara
calmadamente frente al filo del cuchillo de Merik. Luego, echó sus hombros
hacia atrás y empujó su pecho contra la punta.
Merik apenas tuvo tiempo suficiente para lanzarse hacia atrás, dentro de su
camarote, antes que su espada cortara el aire donde momentos antes había
estado su cabeza.
Entonces, Merik entendió el porqué: los marineros de su padre solo habían visto
a una mujer, una Cartorran, quien había llamado a su almirante “cobarde”. Si
Vivia o Serafin estuviesen a cargo de este barco, entonces la justicia llegaría
raudamente, rigurosa y violenta. Estos hombres esperaban aquello. Lo
demandaban.
Y no era como si supieran sobre el contrato Hasstrel.
Lo que significaba que Merik iba a tener que luchar contra Safiya fon Hasstrel, y
lo tendría que hacer sin derramar su sangre.
Al cabo de un momento, Safiya estaba ante él, su alfanje arqueándose hacia él.
Merik lo golpeó con el suyo. Chispas resplandecieron a lo largo del acero; la
joven era fuerte. Necesitaba dejar a las espadas fuera del combate lo antes
posible. Hasta el más mínimo rasguño podría ser demasiado para el contrato.
Otro golpe provino de la joven. Merik lo esquivó, pero su espalda quedó contra
la pared de su camarote. Peor, el mundo se estaba inclinando agudamente
hacia la izquierda, y el barco estaba en la quietud pausada entre medio del
vaivén.
La joven utilizó aquella inercia, y por los Pozos21 que era rápida. Una cuchillada
se convirtió en dos. Tres. Cuatro…
Pero en ese momento, el barco se sacudió hacia el otro lado, y sus rodillas
tambalearon. Ella tenía que ampliar su posición respecto a él, antes de lanzar su
próximo ataque.
21Pozos del Origen. Son cinco en total, distribuidos alrededor de las Witchlands. Cada Pozo se encuentra
conectado a un elemento (Éter, Tierra, Agua, Aire o Viento).
Merik estaba listo. Cuando su espada se balanceó hacia arriba, él se agachó.
La espada de ella se clavó en la pared y él la derribó. Sin embargo, en un instante
ella estaba encima de su hombro, sus puños golpeando sus riñones. Su columna.
Entonces, él acudió a sus Poderes del Viento. El viento sopló en ráfagas debajo
de la muchacha, lanzando su pecho hacia arriba y devolviéndole el equilibrio a
Merik… hasta que ella luchó por erguirse completamente sobre su hombro, y
propinarle un rodillazo en las costillas.
Merik trató de controlar el poder que latía bajo su piel. En sus pulmones. Pero no
había forma de negar que la muchacha despertaba aquella rabia en él. Sus
poderes ya no le respondían a él, sino a ella.
Lanzó su puño hacia el rostro de Merik. Él apenas tuvo tiempo suficiente para
bloquearlo, antes que enganchara su pie detrás de su tobillo. Ella lo arrojó hacia
atrás, su cuerpo girando con el suyo hasta que estuvieron patas arriba. Hasta
que todo lo que él vio fueron lonas y cordajes22 y los puños de Safiya arrasando
contra él.
22Cordaje. Conjunto de cabos de una embarcación, generalmente utilizados para amarras las lonas de las velas
a los postes.
Merik intentó contrarrestarlos, pero presionó demasiado fuerte, o tal vez sus
poderes lo hicieron. De cualquier manera, ella se alejó de las velas girando.
Luego dejó que los vientos de Merik cayeran de golpe, precipitada y totalmente,
hacia un centenar de marineros boquiabiertos.
Merik apenas tuvo tiempo suficiente para acomodar su cuerpo debajo del de
ella y pensar “Esto dolerá”, cuando su espalda golpeó el suelo de la cubierta.
No… eso no era la cubierta. Esto era un remolino de viento. Kullen estaba
reduciendo la velocidad de su caída, antes que…
Merik golpeó contra la madera con un estruendoso crack. La joven aterrizó sobre
él, aplastando sus pulmones y costillas.
—¿Terminaste?
Su pecho se elevó. Sus mejillas estaban teñidas de un tono rojo como el
atardecer, pero sus ojos brillaban afilados.
—Tú no…peleas limpio —Sus costillas bajaban con cada jadeante respiración-.
Lucha conmigo… de vuelta. Sin magia esta vez.
—¿Acaso herí tu orgullo? —Él soltó una risita áspera y llevó su boca al lado de su
oreja. Su nariz rozando su mejilla-. Aún sin mis vientos —le susurró— tú perderías.
Antes que ella pudiera responder, Merik rodó lejos de ella y se levantó.
A
Aeduan le tomó solo algunos minutos conseguir que el Emperador
Henrick lo contratara, pero cualquier tiempo que hubiese ganado lo
perdió sacando a sus nuevos compañeros, el fatuo23 Príncipe Leopold y
sus ocho escoltas, fuera del palacio.
Dos horas después de haber dejado la oficina personal del Doge, Aeduan
finalmente se encontró a si mismo trotando a un lado del carruaje de Leopold,
dirigiéndose al Distrito de Muelles Sureño. El tráfico era denso. Las personas
habían acudido desde todos los rincones de la Ciudad de Veñaza para ver “el
incendiado palacio del Doge”. O para ver, como la mayoría de la gente lo
llamaba “lo que los tres veces malditos traga fuegos Marstoks habían hecho”.
También hizo a un lado el hecho que, de las ocho escoltas empleadas por
Leopold, sólo el comandante estaba respirando normalmente dentro de su
casco después de haber trotado dos cuadras.
Oh, Aeduan no podía esperar para exigir venganza, de alguna manera, cuando
volviera a ver a aquella Threadwitch24.
Pero el dinero era dinero, y la nueva caja fuerte de Aeduan con táleros 26 de
plata dentro del carruaje fácilmente valía cocinarse bajo el sol y escuchar la
oleada sin fin de quejas de ese presumido príncipe.
—¿Qué —llamó el príncipe, una mano enguantada sobre su boca- es ese hedor?
Más cuando ninguno de sus escoltas dio un paso adelante para responder, sino
en realidad, todos dieron un paso atrás fuera del alcance del oído, como si
intencionalmente evitaran conversar con su príncipe, el deber de la respuesta
recayó en Aeduan.
—Y las heces de los sucios Dalmottis —vociferó un hombre barbudo, que daba
zancadas para alejarse del muelle. Vestía la capa verde esmeralda de la marina
Cartorran y, a juzgar por su mentón elevado y los tres hombres que se
24Threadwitch. Persona que posee un tipo de magia que le permite ver los nudos invisibles que amarran y
enredan la vida de las personas a su alrededor.
25Florete. Espada que se utiliza en esgrima, formada por una hoja delgada y sin filo.
Los cuatro oficiales formaron una línea ante Leopold e hicieron bruscas
reverencias junto con cuatro rondas de “Su Alteza Imperial”.
—Aborden sus barcos, hombres. La flota zarpará con la marea y, según este
monje, es un Nubrevnan lo que cazaremos.
Así que con una brusca exhalación, Aeduan habló una vez más. Después de
todo, él no tenía ningún almirantazgo que perder.
—Los navíos existen para las batallas en el mar, Su Alteza Imperial. Libradas en el
mar. Sin embargo, no nos dirigimos hacia Nubrevna para luchar, porque la dama
probablemente esté en Lovats para el momento en que sus buques de guerra
puedan siquiera acercarse a la costa Nubrevnana. Si yo fuera esta Windwitch28
Nubrevnana, allí es donde la llevaría.
Las mejillas de Leopold se volvieron a teñir, y esta vez cuando habló lo hizo en
Dalmottiano y se dirigió a Aeduan.
—La Tregua de Veinte Años -dijo Aeduan— no permite que navíos extranjeros se
acerquen a la tierra de una nación sin permiso…
—Sé lo que la maldita Tregua dice. Pero vuelvo a repetir, ellos tienen a la
prometida de mi tío. Eso ya es una violación a la Tregua.
Excepto que no lo es, Aeduan pensó. Pero no tenía ganas de discutir, por lo que
solo asintió rápidamente.
—La única forma de acceder a Lovats en navegando hasta pasar los Centinelas
de Noden, y aquellos monumentos de piedra están muy custodiados por
soldados Nubrevnanos. Asumiendo que su flota pueda acercarse, cosa que no
28Windwitch. Persona que posee un tipo de magia relacionada con los vientos.
podrá, todavía tendrían que lidiar con los embrujados Puentes de Agua de Stefin-
Ekart.
Sin embargo, esta era una oportunidad para Aeduan. Una buena, de un tipo
que nunca volvería a presentarse. Era la oportunidad de ganarse la confianza
de un príncipe.
—Un solo barco —dijo Aeduan lentamente, retorciendo sus muñecas hacia
adentro tres veces, y luego hacia a fuera otras tres veces más-. Necesitamos la
fragata más rápida de la flota, al igual que cada Tide29 o Windwitch disponible.
Si podemos interceptar a los Nubrevnanos antes de que lleguen a sus tierras,
podremos reclamar a la dama sin afectar la Tregua… Su Alteza Imperial.
Leopold miró a Aeduan, la brisa Veñazana moviendo sus pálidos rizos en todas
direcciones. Luego, como si hubiese tomado una decisión interna, tocó la
empuñadura de su florete y asintió hacia Aeduan.
Así que, dejando a un lado el olor, Aeduan ajustó su capucha hacia abajo. Las
diecisiete campanadas que marcaban la hora estaban tocando, lo que
significaba que Aeduan tenía apenas el tiempo suficiente para encontrar la
Calle Ridensa 14, y para finalmente informar a su padre acerca de este último y
más lucrativo empleador.
30Cúter. Tipo de embarcación que posee velas al tercio, una cangreja y varios foques.
Traducido por Ella R
Corregido por Vaughan
L
as esposas se restregaban contra las muñecas de Safi, mientras ella
observaba el rostro dormido de Iseult.
Había una inconfundible línea de baba constante en los labios de Iseult, pero
Evrane se había ido y Safi estaba encadenada muy lejos como para poder hacer
algo.
Parecía que no podía hacer nada importante. Ella había actuado como una
niña al dejar que su temperamento explotara contra Merik, y le traía sin cuidado.
Lo que le importaba era que su ataque había fallado. Que al final solo había
empeorado las cosas.
La habitación era sombría, las nubes pasaban por encima del sol vespertino, y el
agua chapoteaba detrás de ella. El barco estaba ganando velocidad, se
balanceaba de un lado a otro y luego se detenía, y el gigante tambor
retumbaba una vez más. Las fuertes pisadas de los marinos también se
reanudaron.
Safi llevó sus rodillas a su pecho. Sus cadenas resonaron, burlándose de ella.
Safi se lanzó hacia arriba y encontró a Evrane en el umbral. Pálido como un ratón,
el monje cruzó la habitación hasta llegar donde estaba Iseult.
—No puedes hacer nada encadenada —Evrane se sentó en el suelo y paso una
mano sobre el brazo de Iseult-. Ella está estable. Por ahora.
—Dime lo que está mal con Iseult. ¿Por qué necesita una curandera Firewitch31?
—Porque hay algo mal con su músculo, y ese es el terreno de las curanderas
Firewitch —Evrane sacó una jarra de vidrio desde dentro de su capa-. Yo soy un
curandera Waterwitch32, por lo que me especializo en los fluidos del cuerpo, Mis
bálsamos —Ella alcanzó la jarra a Safi- provienen de las curanderas Earthwitch33,
ya que ellas solo pueden curar la piel y los huesos —Evrane puso el bálsamo sobre
el palet34-. Hay inflamación en el músculo de Iseult que está hechizado. O el corte
en su mano, o la flecha que hirió su brazo, una de las dos estaba hechizada. Yo…
no puedo saber cuál, pero indudablemente es obra de una Cursewitch35.
33Earthwitch. Persona que posee un tipo de magia relacionado con la tierra y todo lo que proviene de ella.
34Palet. Plataforma de madera sobre la que se apila mercancía pesada y que puede elevarse o moverse
utilizando un toro o carretilla elevadora.
35Cursewitch. Persona que posee un tipo de magia que le permite crear maldiciones.
—He visto hechizos como este antes —continuó Evrane—. Puedo mantener la
maldición lejos de su sangre, pero temo que todavía se expanda a través de su
músculo. Mientras hablamos, se mueve por su hombro. Si se acerca mucho,
tendremos que amputarlo, pero eso es demasiado riesgoso para hacerlo yo sola.
Se hace mejor cuando hay una curandera Earthwitch y una Firewitch para
ayudar. Por supuesto, aunque tuviéramos curanderas así disponibles… la mayoría
de las Earthwitch son Cartorranas. Y la mayoría de las Firewitch son de Marstoki.
Merik nunca permitiría a tales enemigos a bordo.
—Dile eso a los hombres que han luchado en ella —Evrane hizo un gesto hacia
la bodega principal-. Diles eso a los marineros que han perdido sus familias a
manos del fuego Marstokiano.
—Pero las curanderas no pueden lastimar —Safi presionó sus dedos contra la
madera hasta que sus nudillos resonaron con un chasquido- ¿No es eso parte de
tu magia?
Safi no dijo nada. No había nada que decir. Con cada respiración, ella se hundía
cada vez más profundo en el infierno e Iseult tenía menos probabilidades de
sobrevivir.
—Así que eres una noble mujer —dijo Evrane—, sin embargo, sabes claramente
como empuñar una espada. Me pregunto cómo habrá sucedido eso -Ella agarró
cuidadosamente su juego de instrumentos para curar al pie del pallet. Luego,
con movimientos precisos, ella desató las vendas en el brazo de Iseult. El tambor
golpeteaba, golpeteaba y golpeteaba.
—En Nubrevna —continuó Evrane— llamamos “vizers” a nuestros caballeros y
damas, y la tierra de mi familia, la propiedad Nihar, estaba al sudeste de la
capital. Una mierda de propiedad, a decir verdad.
Evrane le lanzó a Safi una irónica sonrisa, mientras cuidadosamente quitaba los
vendajes.
—Me quedé algunos años después que la familia se mudara a Lovats —Evrane
continuó—, pero eventualmente me rendí. Quería ayudar a la gente y no podía
hacerlo en la capital —Evrane reemplazó el envase en su juego y luego hizo una
seña a su Witchmark36 en la dirección que se encontraba Safi-. Es parte de ser
bendecido con los poderes curativos de una Waterwitch, supongo. Necesito
ayudar, y cuando estoy desocupada no me siento feliz. Así que años antes de
que comenzara la Tregua, desistí de mi título y viajé hacia las Montañas
36Witchmark. Persona de menor estrato social que supone una especie de ayudante, en este caso a una
Waterwitch.
Sirmayanas para tomar mis votos Carawen. Los Pozos37 siempre me han llamado,
y sabía que podía ayudar a otros con una bata blanca en mi espalda. ¿De
dónde vienes tú, Dama?
—¿E Iseult proviene del asentamiento Midenzi? —Evrane apoyó las nuevas
vendas de lino sobre el brazo de Iseult y con una lentitud casi dolorosa las
envolvió alrededor de sus bíceps.
—Ahora lo recuerdo.
—Sí —respondió Evrane—, y eso es una cosa muy importante -Evrane le lanzó una
adusta mirada-. ¿Tú sabes por qué lo es?
37Pozos del Origen. Son cinco en total, distribuidos alrededor de las Witchlands. Cada Pozo se encuentra
conectado a un elemento (Éter, Tierra, Agua, Aire o Viento).
—Ese mismo, aunque en efecto es una parte de un poema mucho más largo.
Una epopeya, en realidad, que los monjes Carawen creían que era… —Ella hizo
una pausa, su mirada desenfocándose como si estuviera buscando la palabra
correcta- una profecía —dijo finalmente con un asentimiento—, porque Eridysi
era una Sightwitch39, verás, y muchas de sus visiones eventualmente se hacían
realidad. Desde que me uní al Monasterio, he sentido, Dama, que era parte de
aquel Lamento.
Safi volvió un ojo escéptico hacia Evrane. Por lo que conocía de la letra de la
canción, trataba sobre traición, muerte y pérdida eterna. Difícilmente el tipo de
cosas que uno querría que fuesen reales, mucho menos profecías en el camino
personal de uno.
Sin embargo, cuando Evrane volvió a hablar, no lo hizo sobre Lady Fate o
profecías, y su atención había vuelto al delicado rostro de Iseult.
—Iseult está muy enferma —murmuró—, pero juro por los Pozos Originarios que
ella no morirá. Moriré yo antes de permitir que algo así suceda.
Aquellas palabras atravesaron a Safi, resonando con una intensa verdad que lo
único que ella pudo hacer fue asentir en respuesta. Porque ella haría lo mismo
por Iseult, al igual que sabía que Iseult lo haría siempre por ella.
39Sightwitch. Personas que poseen un tipo de magia que les permite tener visiones de lo que sucederá en un
futuro.
reducido la velocidad notablemente, y pronto llegaría al lugar exacto donde
Merik le había dicho a Vivia que sería, lo haría en el momento exacto que él le
había dicho.
Supuso que podía tratar de detener a su hermana con alguna mentira nueva
acerca del barco de comercio cambiando abruptamente su curso… Pero
dudaba que ella le creyera. Con toda probabilidad, ella ya estaba en posición,
esperando que su desprevenida presa se le adelantara.
—Nos he enterrado en una profunda tumba —dijo Merik, con la voz áspera.
—Pero nos sacarás de allí nuevamente —Kullen separó sus manos-. Siempre lo
haces.
—Fui negligente. Cegado por mi emoción sobre un tres veces maldito contrato,
y ahora… —Exhaló afiladamente y se volvió hacia Kullen- Ahora necesito saber
si tú puedes hacer lo que se necesita hacer.
—Gracias.
Merik inhaló con poca energía y observó su camisa, todavía metida dentro.
—Al igual que yo —dijo Merik—. Ahora, reúne a la tripulación y convoca a las
Tidewitches. Es hora de acarrear el viento.
Traducido por
Y
a casi atardecía, y Evrane se había ido a buscar comida, dejando a Safi
para que contemplara a Iseult y a Lady Fate por sí misma. Seguramente
las probabilidades de que Iseult se encontrara con el mismo monje que la
había ayudado eran altas, después de todo, ¿Cuántos monjes Carawen podían
estar en el continente?
Y de seguro esta reunión era más afín al azar y a las probabilidades, como Ryber
dibujando el Paladín de Zorros del mazo de tarot, que a un poema antiguo en la
vida del monje.
Con el sonido de los pasos, los pensamientos de Safi se dispersaron. La puerta del
camarote rechinó al abrirse para revelar a Merik, con un tazón de madera en la
mano.
—¿Vienes a pelear conmigo otra vez? -Era un comentario grosero, pero Safi no
podía lograr que le importara.
—¿Debería? —El entró a la cabina y cerró la puerta con el pie-. No pareces estar
comportándote mal.
—No lo estoy -Rezongó ella, y era verdad. A pesar de querer gruñir y gritar y
hacerlo arrepentirse por haber puesto hierro contra su piel, ella no era tan
estúpida como para desperdiciar su energía. Ahora, más que nunca, necesitaba
un plan.
Las cadenas sonaron, y Safi miro a hurtadillas el tazón. Sopa pálida con un rollo
seco flotando en el centro
—¿Qué es esto?
—lo que siempre tenemos-. Merik se hundió en el sillón. Sus ojos se encontraron.
Los de él eran de un rico café oscuro. Aunque él estaba distraído, el triángulo en
su frente se hundía en un ceño-. En su mayoría es caldo de hueso, y lo que sea
que encontremos para la olla.
—Suena… delicioso.
—No lo es -se encogió-. Pero mira, te ayudaré a cortar el pan -Él sacó el rollo del
tazón y con una casi una sonrisa de disculpa, lo rompió y dejó caer cada pedazo
en el caldo.
—¿Es esto una case de truco? ¿Por qué estas siendo amable conmigo?
—No es un truco -Más pan cayó en el tazón-. Quiero que sepas que entiendo por
qué tú… me atacaste -Lentamente, volvió a mirar a Safi, su mirada era más
oscura ahora. Sombría incluso-. Yo hubiera hecho lo mismo si estuviera en tu
posición.
—¿Entonces por qué no paras?, si entiendes, ¿Por qué no llevas a Iseult a tierra?
La única respuesta de Merik fue un gruñido sin compromiso y la caída del último
pedazo de pan en el tazón. Safi lo observó, se meneaba en el caldo, y frustración
hervía en sus hombros.
—Si -Dijo ella suavemente- esperas que yo este agradecida por sopa…
—Lo espero -La interrumpió-. Nosotros no tenemos mucha comida en este barco,
Dama, y tú te estas comiendo mi ración para la cena. Así que sí, un poco de
gratitud se sentiría bien.
Safi no tenía ninguna respuesta para esto. En realidad, ella no tenía palabras, y
su recelo se dobló un poco. ¿Qué quería Merik con ella? Su magia no detectaba
ningún engaño.
—Y tú sabes -Replicó ella- ¿Cuántos hombres yo puedo matar con una cuchara?
Eso le ganó una sonrisa perezosa, pero cuando quiso agarrar la cuchara, Merik
no la soltó. Sus dedos se tocaron.
Con el ceño fruncido, ella bebió la sopa. Era asquerosa, incluso hambrienta
como estaba. Blanda hasta el punto donde no tenía sabor y fría hasta el punto
de congelación.
—Gracias a Noden -Sus labios se curvaron hacia arriba-. Estaba preocupado por
la tripulación entera -Una pausa, entonces meneo su cabeza, como si estuviera
sacudiendo alguna nube negra que lo plagaba.
Cuando Merik se encontró con la mirada de Safi, sus ojos eran afilados, más
afilados que nunca, y ella tenía la incómoda sensación de que él la veía. No sólo
superficialmente pero sus secretos también.
—Con toda honestidad -Dijo al fin-, tú eres una amenaza, Dama. Por eso te tengo
que mantener encadenada. Tú harías cualquier cosa por tus Threadsister, y yo
haría lo mismo por Kullen.
Verdad.
Cuando Safi se quedó en silencio excepto por los sonidos de sorber la sopa, Merik
continuó.
—Kullen y yo nos conocemos desde que éramos niños, desde que fui a la finca
de Nihar, donde trabaja su madre. ¿Cuándo conociste a Iseult?
Safi se tragó lo que tenía en la boca, casia se atragantó con el pan, y entonces
graznó.
Merik suspiró
Verdad.
—Nos conocimos hace seis años -Contestó ella finalmente-. Ella trabaja… o
trabajó, yo supongo, para mi tutor en la ciudad de Veñaza. Siempre que lo
visitaba por una lección, Iseult estaba allí. A mí… no me agradaba al inicio.
Merik asintió
—Todavía lo es.
Merik se rió, un rico y lleno sonido que envió calor a través del estómago de Safi.
Con sus ojos arrugados y su cara relajada, Merik era guapo. Francamente guapo,
y en contra de su mejor juicio y deseos, Safi se encontraba relajándose.
—Pensé que Iseult era tensa también -Dijo ella lentamente-. Yo no entendía a las
Threadwitches en ese entonces o Nomatsis. Yo sólo pensaba que Iseult era
extraña. Y fría.
—¿Qué cambió?
—Ella salvó mi vida de una grieta en el suelo -Safi miró a Iseult, rígida contra el
palé. Y demasiado pálida-. Solo teníamos doce años, e Iseult me salvó sin
preocuparse por ella misma.
Ese fue el primer día que Habim había empezado a entrenar a Iseult para que se
defendiera a sí misma junto a Safi. Más importante, ese había sido el día en el
cual Safi vio a Iseult como una amiga.
—Es una historia similar -Merik mojó sus labios, con demasiado descuido dijo-.
Kullen tiene malos pulmones. No sé si te diste cuenta. Es irónico en realidad, él es
un Airwitch y puede controlar los pulmones de los demás, pero no los suyos -Merik
se rio secamente-. Kullen tuvo su primer mal ataque cuando tenía ocho, y yo usé
mis vientos para revivirlo. Es muy directo -Merik asintió hacia la sopa-. ¿Cómo está
la cena?
Él inclino su cabeza
—Tomaré eso como un cumplido. Hacemos lo que podemos aquí, con lo poco
que tenemos -Impulsó sus cejas como si quisiera darle doble sentido.
Safi no comprendió.
—¿Cuál es tu punto?
—Que creo que tú haces lo mismo, haces lo que puedes con lo que tienes.
Ayudaré a Iseult cuando pueda.
—No tienes otra opción, sin embargo. Tú eres la que esta encadenada.
Safi se encogió como si la hubiera golpeado. Ella soltó la cuchara y aparto el
tazón. El caldo se derramó por los lados.
—Es correcto -Merik asintió afirmativamente, lo que la indignó aún más-. Pero al
menos tengo algo de cenar ahora -Tomó el tazón y salió del cuarto tan
suavemente como entro.
No eran las personas en la cabina del barco, los cuales Iseult podía oír
vagamente. Esta presencia tenía una sombra diferente, alguien que se retorcía
y se retorcía en el fondo de su mente.
—Permanece dormida -Murmuró la sombra. Tenía una voz que ella reconocía: la
misma voz de Iseult-. Permanece dormida pero abre tus ojos.
La voz era más fuerte que Iseult. Nublaba su mente con un pegajoso e ineludible
jarabe, y aunque Iseult se gritaba a sí misma para despertarse, todo lo que podía
hacer era exactamente lo que la voz quería.
—¿Quien? -Comenzó Iseult, aunque tuvo que pelear para que ninguna palabra
saliera de sus labios. Su voz sonaba lejana, y ella se preguntaba si realmente
habló en el mundo real, si eso era por lo que su garganta ardía por el esfuerzo-.
¿Quién eres tú?
—¡Tú eres la primera persona que me siente! Nadie nunca había escuchado lo
que digo o demando. Ellos simplemente siguen órdenes, ¿Cómo es que tú sabes
que estoy aquí?
Iseult no contestó. Sólo diciendo esa pregunta había enviado dolor puro a través
de su cuerpo.
Pero ella era muy lenta. La sombra sintió su miedo y se acercó a ella.
—¡Viajas con ella! ¡Viajas con ella! Tú debes tener una respuesta tan salvaje. Oh
Lady Fate está de mi lado este día, ¡Esto fue más fácil de lo que esperaba! —
Felicidad ondulaba a través de la sombra. Iseult se la imaginaba aplaudiendo
con deleite-. Ahora, tú debes permanecer viva, pequeña Threadwitch, ¿Si?
¿Puedes manejar eso?, te necesitare de nuevo cuando el tiempo lo requiera.
Los siguientes minutos fueron mezclas borrosas de la monja que intentaba sentar
a Iseult, de los hilos de Safi resplandeciendo desde el otro lado del cuarto, del
mundo girando y balanceándose.
—¿Safi?
Tú en verdad estás muy enferma, eso era lo que la sombra había dicho y viendo
los hilos grises asustados que se movían sobre la monja y Safi, Iseult no dudaba
que la voz tuviera razón.
—¿Moriré?
—Tú… podrías morir. El musculo está maldito, pero estoy haciendo todo lo que
puedo para mantener la sangre limpia.
Iseult casi se rió con esto. Corlant debió de haber maldecido su flecha. No es de
extrañar que pareciera tan satisfecho después de dispararme. Él sabía que la
herida la mataría al final.
Aunque… ¿Por qué?, la razón por la cual Corlant quería a Iseult muerta no la
comprendía, si él de verdad quería vengarse de Gretchya y Alma, entonces él
no había apuntado descaradamente su flecha hacia Iseult.
—Agua ayudará –La monja sumergió su cabeza en la bolsa de agua-. Por favor
intenta beber mientras encuentro comida -Ella giró sobre sus pies y se deslizó por
el cuarto.
Iseult giro su cabeza hacia Safi. Por un pequeño momento, Iseult casi deseo
poder llorar, que pudiera sacar un poco de lágrimas tan fácilmente como el resto
del mundo. Sólo para que Safi supiera el alivio que suponía tenerla allí
—Estás encadenada.
—No es divertido -Safi se hundió contra la pared, sus hilos pulsando entre los
mismos grises y preocupados verdes-. Las cosas están mal, Iz, pero las arreglaré,
¿De acuerdo? Lo prometo, las arreglaré. Evrane ha prometido ayudarnos.
Evrane. Así que ese era el nombre de la monja. Evrane. Tan plano y sin
pretensiones.
—Más tarde -Murmuró ella-. Te explicaré… más tarde. Dime cómo llegamos aquí.
Mientras Safi describía lo que había sucedido. Iseult encontró más y más difícil
quedarse en el mundo real, e intentar mantener los detalles que importaban.
—¡No! —Soltó Safi. Entonces continuó más calmadamente-. El tío Eron dijo que
no tendría que casarme con Henrick.
—Pero si Henrick sabe sobre tu magia, ¿entonces qué significa? ¿Quién más
sabe?
—No lo sé -La frente de Safi se arrugó. Entonces, en una ráfaga más rápida de
palabras, terminó su cuento.
Pero en la segunda mitad la historia se volvió más confusa que la primera, pero
Iseult no podía avanzar desde la parte de la prometida. Si Safi se convertía en
emperatriz, entonces Iseult no tendría a dónde ir.
La puerta se abrió. Evrane entró con un tazón.
—¿Por qué -Siseó Evrane a Safi- mi paciente luce igual de pálida como cuando
la dejé? ¡La has agotado, Dama!
—Yo siempre estoy pálida como la muerte -Dijo Iseult, ganándose una sonrisa
tensa de Safi.
—Encontraré a una Firewitch que pueda sanarte, Iz, ¿está bien?, te juro que lo
haré, y te juro que te pondrás bien.
—Juramento aceptado -Respiró Iseult. Sus ojos eran demasiado pesados para
mantenerlos abiertos, así que ella dejó que se cerraran-. Si no encuentras a una
sanadora, Safi, y yo muero, prometo atormentarte por el resto… de tu
miserable… vida.
La risa de Safi salió, fuerte, y los parpados de Iseult se abrieron un poco. Los hilos
de Safi estaban histéricamente blancos.
Pero, ah, Evrane estaba sonriendo. Eso era bueno. Calentó el corazón de Iseult
un poco.
C
uando Merik subió a la cubierta principal para enviar a Kullen después
de Vivia, y para enviar El Jana por detrás, encontró una neblina púrpura
agresiva en el cielo de la tarde.
La lluvia vendría con el tiempo, pero por ahora, el aire era espeso y silencioso. El
tipo de calma sin viento que dejó a los buques de las brujas encallados.
Como la tripulación del Merik había hecho la noche anterior, se organizaron los
marineros de El Jana en filas a través de la cubierta, todos menos Ryber, que
estaba de pie al lado del tambor, su mirada anclada sobre Kullen en la proa del
barco.
Merik contuvo un suspiro al ver a Ryber así. Tendría que recordarle a mantener
dicha relación abierta enmascarada. Él sabía lo que ella y Kullen compartieron,
pero el resto de los hombres no, y no podían. No si Ryber quería conservar la
posición en este barco y en la tripulación del Merik.
Danos una canción para navegar —Clamó— ¿Qué tal el Ol’ Ailen para
empezar?
El ‘Ol’ Ailen’40 era uno de las favoritas, y varios de los marineros igualaron la sonrisa
de Merik mientras se dirigía al tambor y aceptó el mazo no mágico de Ryber. Ni
ella ni ninguno de la tripulación sabía hacia a lo que navegaban, y por más que
a Merik le gustara pensar que se podía oponer a la piratería de Vivia, él no estaba
del todo seguro.
40
Saloma- Canción de marinero
Merik martilló el tambor cuatro veces y, en el quinto golpe, los hombres de El
Jana comenzaron a cantar.
Así como las voces de la tripulación oxidadas por la sal se mezclaron en el tercer
verso, Merik entregó el mazo a Ryber y se colocó en posición junto a los tres
Tidewitches. Kullen eligió ese momento para lanzarse fuera de la cubierta, el
viento rugiendo a su paso. Pronto no fue nada más que un punto en el horizonte.
El más joven de los Tidewitches ofreció a Merik unas gafas, y una vez Merik los
tuvo atados, y una vez que el mundo se había vuelto un lugar burbujeante y
encerrado; clamó
Como uno, los pechos de los Tidewitches se expandieron. Merik también, y con
su inhalación llegó el poder familiar. Ninguna ira chispeó por debajo. Merik se
sintió tan tranquilo como una marisma. Entonces Merik y los Tidewitches
exhalaron. El viento se arremolinaba alrededor de las piernas de Merik. Las olas
ondularon hacia el interior del barco.
—¡Abran paso!
Merik cayó dentro del ritmo de la saloma y el golpeteo del tambor. El poder
pulsando a través de él, extrañamente suave, extraordinariamente amplio. Por
una vez en su vida, se sentía como si tuviera más magia y que él sabía qué hacer
con ella, y como los Tidewitches cantaban en voz baja, los vientos de Merik
llenaban las velas de El Jana. Pronto, él elevó su voz en la canción.
Hasta que Kullen ya no era pequeño, hasta que él se fue acercando tan rápido
que Merik pensó que iban a colisionar.
Safi comenzó a mirar por la ventana un cielo lavanda y mares pacíficos. Desde
que Evrane había irrumpido en la cabina, gruñendo sobre -Vivia, esa perra -Safi
había estirado sus cadenas y anclado su atención en la ventana. El terreno
estaba cambiando la forma ante sus ojos, posiblemente sus oponentes también.
Merik había mencionado la lucha, y Safi, sólo podía asumir que navegaban
directamente a ella.
Al mismo tiempo, Evrane tocaba, desatando su preocupación a nadie en
particular, más aun así haciéndolo a la par del retumbar del tambor. Iseult
simplemente durmiendo.
Por fin, la vigilia de Safi fue recompensada: una mancha de formas oscuras
formadas en el horizonte, con el tiempo se solidificaron en un buque de guerra
Nubrevnan como el de Merik y un segundo buque con un casco tan oscuro que
era casi negro.
Safi tiró contra sus cadenas, sus brazos de doblaron hacia atrás hasta que estuvo
lo suficientemente cerca de la ventana para inspeccionar el barco totalmente
negro. Tres mástiles rotos por la mitad. Una bandera, cayendo sobre el bastión.
—¿Cree Vivia —Evrane dijo a nadie en particular- que no habrá represalias por
parte de Dalmotti? La piratería no se ignora, especialmente no por un imperio
naval.
—No creo que Dalmotti tome represalias —dijo Safi. Evrane paró a la mitad de
un paso, y Safi señaló a la ventana, repiqueteando las cadenas—. El barco que
ella atacó es de la marina Marstoki.
Safi apretó la cara contra el cristal al lado de Evrane. Los marineros Nubrevnan
marcharon en el verde Marstoki a través de una pasarela. Las muñecas de
Marstoks estaban atadas, y estaban lo suficientemente cerca de Safi para ver
los triángulos sólidos en más de unas pocas manos.
—¿Por qué ninguno de los Firewitches está luchando? -Safi jamás haría magia
para salvarse a sí misma a sus amigos. Su pierna empezó a rebotar, más
preguntas volaban a través de su mente- ¿Y por qué están los Marstoks siendo
llevados fuera de su nave?-
—Asumo —dijo Evrane, retomando su ritmo frenético- que Vivia tiene intención
de reclamar el navío Marstoki y todo su contenido, así abandonan su propia
nave. Debido a la tregua, ella no puede matar a los Marstoks descaradamente.
Asintiendo lentamente, Safi pensó en su Tío Eron y su enorme plan para detener
la Gran Guerra. ¿Era este el tipo de acto que disolvería la tregua antes de
tiempo? ¿Era esto lo que había esperado para prevenir?
Safi no tenía idea y no tenía manera de saber, así que ella cambió su atención
de nuevo a los Marstoks arrastrándose hacia la nave de Vivia. No había muchos
Firewitches, pero sí los suficientes para luchar fácilmente contra la tripulación de
la princesa.
De hecho, un hombre de barba parecía lo bastante salvaje como para salvar a
todo su barco. Él gruñía y chasqueaba a cada Nubrevnan empujando sobre la
pasarela. Entonces Safi divisó en su marca de bruja triangular, que tenía un
círculo hueco en el centro.
—Tienen un Firewitch sanador —dijo ella, con voz ronca por la impresión.
—No es tal vez -insistió Safi— Veo la marca en la mano. Él acaba de cruzar la
pasarela sobre el otro barco.
Así, con aliento reforzado, Safi tomó la llave de la mano de Evrane. Entonces, así
como la monja se precipitaba desde la cabina, Safi insertó la llave en su primer
grillete. Y éste abrió con satisfactorio clic.
Merik voló a la galería de guerra Marstoki, moviéndose tan rápido que dejó su
estómago atrás. Kullen se elevó a su lado, casi invisible en la naturaleza salvaje
de sus vientos. Sin embargo, a pesar de todo, Merik se las arregló para escoger
a Vivia.
Fornida y de pelo oscuro como Merik, ella rugía órdenes al lado de una pasarela
que conectaba al galeón Marstoki a su nave. Los marineros Nubrevnan
condujeron a los sumisos Marstoks y entonces los organizaron en filas sentados a
través de la cubierta principal.
Los pies de Merik tocaron tierra, pero él no arrastró su magia. En su lugar, giró
antes y atacó al otro lado de la cubierta.
Vagamente, Merik estaba al tanto de los marineros huyendo, como si una ola
gigante pudiera hacer espirales hacia él. Pero la magia de Vivia era lenta y la
rabia de Merik lo consumía todo. Sacó su pistola y la presionó en la cabeza de
ella.
—No te atreverías —gruñó. El agua salpicó mientras Vivia abandonaba su ola-
Soy tu hermana y tu futura reina.
—No— La palabra casi se perdió al aire, a las voces- Nubrevna necesita armas,
Merry.
Vivia se limitó a reír, ese sonido que hacía cuando se burlaba de Merik como
toda su vida lo había hecho
—Una guerra se avecina. Deja de ser tan ingenuo y empieza a preocuparte por
tu propio país —Sus palabras se interrumpieron cuando Merik ladeó la pistola,
preparando el hechizo Firewitch.
—Excepto que no la viola —Vivia chilló, los labios se curvaron—, así que no te
pongas formal contra mí, Merry. Nadie está herido. Mi equipo los ha escoltado
con toda tranquilidad a mi barco, con lo cual garantizo que la tregua se
mantiene intacta.
—¿Así que qué le dirás a Padre, entonces? —Gritó Vivia— ¿Podrías decirle que
has perdido el barco que buscabas?
Los pies de Merik se detuvieron, e inclinándose hacia su hermana. Sus ojos oscuros
e idénticos a los de Merik ardieron
—¿Qué dijiste?
Ella mostró sus dientes en una sonrisa completa
—¿Quién crees que ordenó la miniatura, Merry? Esta idea y las órdenes fueron
todas de Padre…
Kullen daba vueltas dentro del camino de Merik, ojos enormes y la cara roja
Merik corrió tras él, todos los pensamientos de Vivia o su padre desaparecieron,
tragados por una nueva ola de miedo.
—Pensé que... es extraño —gritó Kullen entre bocanadas de aire—, que sólo
había una tripulación mínima aquí. No hay manera... de que esta nave se
hubiera podido cruzar con la Jadansi... con tan pocos hombres. Así que he
comprobado las cubiertas inferiores —Rodeó la escalera, apuntando a su paso-
Había más hombres.
—No entiendo —Merik gritó sobre sus pies golpeando— Tú piensas, ¿qué? ¿Qué
parte de la tripulación se marchó?
Dos ejes.
—Cortaron el mástil ellos mismos. Mierda. Mierda. Vivia fue emboscada, Kullen.
Merik intercambió una sola mirada con Kullen. Luego se puso en marcha de
nuevo a la cubierta principal, de vuelta con su hermana, quien continuaba
llevando a Marstoks a su nave.
Pero Merik no tenía tiempo para la furia o nuevas órdenes, ya que en ese
momento, Hermin llegó al borde de El Jana y rugió a través de las manos
ahuecadas
Sin embargo, Merik no podía envolver su mente alrededor de ello. Si ella estaba
comprometida con Henrick, entonces eso la convertía en la futura emperatriz de
Cartorra. La hacia propiedad de Henrick también.
¿Y por qué sus pulmones estaban cayendo al fondo ante ese pensamiento?
Pasos golpearon sobre la madera. Apareció Kullen, con las mejillas encendidas,
el ataque de asma tuvo que ser inminente. Con esa realización aterradora, el
mundo regresó a su velocidad habitual. Merik agarró el brazo de Kullen
—¿Estás bien?
—Entregar a la dama —Merik dijo finalmente. No le gustaba, pero era una vida
contra muchas- Escolta a Safiya a la superficie y entrégala a los Marstoks.
Vivia se burló
—Habrá consecuencias —dijo, con voz baja pero con palabras desesperadas.
Rogando, incluso—. Alguien, en algún lugar demandará sangre por lo que estás
haciendo.
—Tal vez —Ella se encogió de hombros, un movimiento tan casual que mostró sus
verdaderos sentimientos más de lo que las palabras podrían— Al menos, yo he
protegido a nuestra gente, así como yo seré la encargada de poner a los
imperios en sus rodillas -Vivia le dio la espalda a Merik- ¡Prepararen las Mareas,
hombres! ¡Navegaremos a los Centinelas of Noden para entregar nuestras
nuevas armas!
Un auge distante resonó. Merik se sacudió hacia el horizonte, donde los cuatro
galeones de guerra Marstoki ahora navegaban. Y donde las balas de cañón
corrían hacia El Jana. Merik tuvo el tiempo justo para empujar frenéticamente los
vientos.
Merik saltó de la nave Marstoki y voló a la cubierta principal de El Jana. Sus rodillas
crujieron; él transfirió el poder en un rollo, y entonces se puso en pie gritándole a
Hermin— ¡Dile a la Marstoks que nos rendimos! ¡Diles que cesen el fuego y
entregaremos a la dama!
El Voicewitch brincó a la cubierta principal, con los ojos brillantes de color rosa y
moviendo los labios con furia.
—¿Por qué no se detienen los Marstoks? —Rugió en Hermin— ¡Diles que pueden
tener a la chica!
A pesar de los mástiles rotos, estaba navegaba hacia Nubrevna sobre olas
Tidewitch, y sin brujas de su lado, era Merik quien podría ser excluido para pagar
el precio.
Traducido por Idrys
Corregido por Vaughan
I
seult volvió torpemente a consciencia, preguntándose por qué el mundo
apestaba a pescado muerto, por qué el techo se había convertido en un
cuelo púrpura y nublado, y por qué su brazo estaba en llamas.
Un gemido se arrastró de su garganta. Ella abrió los ojos, y al instante gritó.
Un hombre se inclinó sobre ella, su barba rizada tan masiva que cayó sobre su
estómago. Sus manos se posaron en su brazo herido, y todo lo que hacía dolía
como las puertas del infierno.
Iseult gritó de nuevo y trató de zafarse.
—El músculo está reparándose —murmuró Evrane desde el otro lado de Iseult—
.Y sólo va a empeorar antes de mejorar.
Con una trago apretado —su garganta se encontraba muy seca— Iseult volvió
a mirar al sanador con barba. Sus Hilos eran de un verde concentrado, a pesar
de que se estremecían con tonos de un irritado rojo.
Fue entonces cuando Iseult se dio cuenta de las cuerdas alrededor de sus
muñecas, que estaban casi ocultas bajo sus voluminosas mangas. Era una
prisionera. Y sí, ahora que se centraba más allá del sanador, vio otros hilos
girando con molestia y el ocasional carmesí furioso. Por debajo de los hilos había
hombres en filas, sus uniformes iguales que los del sanador.
El hombre se burló.
—Sólo puedo trabajar así de rápido. Esta desgraciada Nomatsi tiene la carne de
un engendro del demonio.
—¿Pero no va a morir?
Del mismo modo que la visión de Iseult comenzó a afinarse y volverse clara, Safi
empujó al sanador hacia los otros marineros.
En el instante en que Iseult se puso de pie, sin embargo, una fuerte luz llenó sus
ojos.
Hilos, Iseult se dio cuenta, el miedo y el temor mezclados juntos. Los mayores Hilos
que jamás había visto, al menos la mitad de la longitud de la embarcación.
Y lo más curioso de todo es que parecía venir de debajo del casco.
—No. —La plata y el negro eran tan brillantes, tan rápidos—. ¿Pero qué más
estaría bajo el barco?
—Que Noden nos salve —respiró Evrane—. Los zorros del mar son…
La última de las palabras de Evrane se perdió en una explosión de agua y sonido.
El buque de guerra se inclinó hacia atrás mientras algo muy grande —algo
monstruoso— chocó desde el mar.
Pero Iseult apenas notó a los marineros, todo lo que vio fue la criatura delante de
ella. Una serpiente tan ancha como el mástil de la nave se deslizó de las olas
hacia la proa de estribor. En lugar de escamas, llevaba piel gruesa de plata, y su
cabeza tenía la forma de una de Zorro, aunque diez veces... veinte veces más
grande que cualquier zorro normal.
Pero lo que más asustó a Iseult cómo la criatura se encendía con los Hilos
sanguinarios, y cómo su boca se abría ampliamente…
La criatura gritó.
Cuando Ryber había descrito un zorro mar, esto no era lo que había imaginado
Safi.
Y ella definitivamente no había imaginado que gritaría como las almas de los
condenados. Un millar de capas chirriaron de la boca del monstruo y luego
chillaban desde un segundo monstruo ahora elevándose sobre Jana.
Había encontrado un objetivo: uno de los Marstoks más cercanos a la borda del
buque. Las manos del hombre chispearon y chisporroteaban mientras
alcanzaba su embrujo, pero con las muñecas atadas era demasiado torpe para
contraatacar.
—¡Déjalo en paz!
Mierda. Safi tuvo el tiempo justo para admirar el azul helado de los ojos del
monstruo —enfocándola rápidamente— antes de que ella lanzara su cuchillo.
Se le clavó en una pupila oscura, y el zorro de mar se derrumbó hacia abajo,
gritando, salpicando debajo del agua. El barco se inclinó peligrosamente, pero
el zorro mar no resurgió.
Safi lanzó una mirada desesperada a El Jana y encontró que el segundo zorro
mar se había ido también.
—Buen trabajo —dijo Iseult en voz alta. Dio un paso cuidadosamente a través de
la cubierta principal, claramente no en posesión de sus piernas marinas. Un
cuchillo brillaba en su mano izquierda.
—Lo es —gruñó Evrane, yendo hacia las chicas, las piernas marinas fuertes contra
el temblor de la embarcación—. Y tu Dama —Fulminó con la mirada a Safi—,
acabas de desperdiciar ese acero en enfadar más al monstruo.
—Me deshice de él. — Safi hizo un gesto hacia las ahora olas vacías.
—Sí. —Le dio el cuchillo a Safi—. ¡Así que toma este cuchillo y pónganse en
posición, tontos!
—¡Aquí vienen!
Safi e Iseult se miraron a los ojos y Safi sabía que su Threadsister pensaba lo mismo.
Como si fueran uno, dejaron de luchar contra el aumento de la nave, y en vez
de eso, cayeron dentro.
Iseult llegó al otro lado primero, y con un rugido, agarró una túnica verde justo
antes de que su propietario cayera por la borda. Era el barbudo sanador
Firewitch.
—Te… te tengo. —Iseult apretó los dientes, abrazando la barandilla con su brazo
malo—. Aunque no por mucho tiempo, oh mierda.
El zorro se echó al mar de olas, demasiado cerca de donde Iseult estaba jalando
hacia atrás.
Safi arrojó su cuchillo. Le dio en el ojo del zorro, a centímetros de distancia del
primer cuchillo. El monstruo chilló y se lanzó una vez más. Agua salada llovía, el
barco lanzándose aún más violentamente. Safi puso de pie a Iseult. El brazo
derecho de Iseult colgaba inerte, con la cara arrugada por el dolor, aunque se
las arregló para gritar
—Buena puntería.
—¡Para de hacer eso! —Gritó Evrane a varios pasos de distancia y con el joven
Marstok a su lado—. ¡Estás gastando mis cuchillos! —Su espada trazó un arco
hacia fuera. Ella cortó las ataduras del chico—. ¡Y deja de estar de pie allí! Hay
que liberar a estos hombres mientras podamos.
—Sí, sí —Safi lo agarró y lo uso en el marinero más cercano. Con tres cortes
rápidos, le había desatado. Se trasladó al siguiente hombre, luego al siguiente.
Uno tras otro, los liberó de sus cuerdas. Los hombres no atados fueron a ayudar a
sus compañeros, mientras que un puñado de Firewitches libres se trasladó a una
formación cuadrada defensiva en el centro de la cubierta. Safi echó un vistazo
hacia el agua vacía aun y hacia El Jana.
Por un momento, Safi pensó que tal vez los monstruos habían renunciado a la
caza... pero luego Iseult chilló
El zorro de mar surgió de las olas, lanzando su cabeza sobre la barandilla. Los
dientes se precipitaron —dientes y arremolinados ojos y un grito para aplastar su
cráneo.
Se la iba a comer. Partiría su cuerpo por la mitad y se la tragaría…
Safi golpeó la cubierta, al igual que él. Encima de ella. Entonces, cuando el bote
fue al otro lado, se deslizó y tronó
—¡No hagas eso! —exclamó Iseult, tropezando hacia Safi con Evrane sobre sus
talones. Su respiración era irregular, con la cara contraída—. El zorro va a la parte
trasera. Tenemos que llegar a los hombres en el frente.
Sin decir una palabra, todos corrieron hacia la proa del barco. Safi e Iseult
arrancaron a un hombre tras otro desde la barandilla y los empujaron a Evrane y
Merik, quienes cortaron cuerda tras cuerda. Los Firewitches se situaban en su
formación cerrada, listos para luchar.
Pero el zorro era demasiado rápido para las Firewitches, o para cualquier otra
persona. Se estrelló contra la popa del barco. La madera se agrietó y mientras el
barco se inclinaba violentamente, Safi trató de evitar que se cayeran al mar.
Agua explotó desde la parte delantera de la nave. El segundo zorro de mar se
alzó, chillando y precipitándose cerca, listo para arrancar un hombre tras otro de
la cubierta, ardiendo la carne o no.
Safi miraba a Iseult. Su Threadsister asintió. Al igual que antes, las chicas dejaron
de pelear contra el ascenso vertical, y juntas salieron disparadas hacia la
cubierta. Directamente a la boca del zorro del mar.
Safi golpeó la barandilla, estaba casi paralela a las olas ahora, y se enderezó en
su plena altura. Su cuchillo cortó a través de la mandíbula peluda. Sangre llovió.
Entonces Iseult estaba allí, dando vueltas por el baluarte. Su cuchilla mordió
profundamente en el cuello del monstruo. El zorro del mar se sacudió, dejando
caer la cabeza.
Más sangre brotó como Iseult alzó el cuchillo, mientras Safi giró, empujando todas
sus fuerzas en un empuje perfecto de su cuchillo.
La boca de la criatura cayó ampliamente. Safi lanzó el cuchillo. Voló recto y
centrado en la garganta del zorro.
El zorro del mar gritó —un sonido final, crudo— antes de hundirse bajo las olas.
El primer zorro del mar dio a conocer su posición en el buque. Safi e Iseult tuvieron
el tiempo justo para agarrarse a la barandilla y no ser catapultadas en el mar
cuando el buque de guerra cayó. Se rociaron olas, los hombres rodaron y
cayeron, pero Safi e Iseult se aferraban con fuerza.
Hasta que al final del levantamiento la nave se fijó. Hasta que por fin Safi pudo
agarrar a Iseult y poner de pie a arrastras a su Threadsister.
—Por no hablar del segundo zorro del mar. —Iseult agarró a Safi por la manga y
tiró de ella hacia fuera del rail—. Está viniendo, rápido. Y esta vez por el frente.
El zorro del mar golpeó. El barco se disparó hacia el cielo, y mientras los pies de
Safi abandonaban la cubierta —mientras el mundo se convirtió en brillantes
nubes y en una neblina purpura de confusión— Merik los envolvió. En un revolcón
de aire, Merik los voló a los cuatro a El Jana. Se estrellaron en el castillo de proa
sin gracia y con un copioso dolor. Pero Safi no tuvo tiempo para comprobar si
había lesiones. Cuando buscó a Iseult —y la encontró agarrándose el brazo a
varios pasos de distancia —Safi también vio un incendio.
No, cuatro incendios. Los barriles de cebo estaban en lo alto y en llamas. El calor
salía de ellos, al igual que el hedor de pescado asado y cerca se encontraba
Kullen. Su respiración era puntualmente entrecortada y sus ojos sobresalían de su
cabeza. Pero mantenía sus manos fuera, los barriles en alto, y su magia centrada.
—Kullen —gritó Merik, ya de pie y corriendo por el barril—. ¡Pon el primer barril en
posición! —Él tiró de un mazo y luego esperó a que el barril ardiendo más
cercano se lanzara y flotara ante el barril.
Merik golpeó el mazo. El aire golpeó y se agarró al barril. Se expandió sobre el
agua, ardiendo aun brillante. Luego se echó hacia abajo, ante el galeón
Marstoki más cercano.
—Se está yendo —dijo Iseult. Su mirada siguió bajo el barco y luego más allá,
hacia el cebo hundido—. Está persiguiendo los barriles.
—Son criaturas de carnicería —dijo Evrane, y Safi saltó. Se había olvidado
completamente de ella, quien se encorvaba con cansancio en las
inmediaciones—. A ellos les gusta el sabor de la carne quemada.
Safi mantuvo sus ojos en el agua, viendo como dos sombras negras se alejaban
de la embarcación, y luego, surgieron de las olas en la distancia. Atacaron a los
barriles en llamas; enredados y luchado por la carnada.
Al mismo tiempo, los galeones Marstoki navegaban cerca-, directos hacia los
zorros del mar. Por un breve instante, Safi casi se compadecía de los Marstoks,
quien dudaba que tuvieran cebos para lanzarlos para distraerlos.
Pero el momento pasó cuando ella vio a Iseult, sudando y haciendo una mueca.
Mientras Safi volvió su atención para ayudar a Iseult, un viento—un viento mágico
—pasó sobre El Jana y se arrastró en sus velas.
A
pesar de la pequeña Painstone y el trabajo de curación de la Firewitch,
el brazo de Iseult latía con un sordo e insistente dolor, y le resultó difícil
mantenerse estoica mientras el gris Jadansi y la costa distante pasaban
derritiéndose. Un viento mágico, impulsado por el almirante y su primer oficial,
prácticamente elevaron a El Jana sobre el mar en una carrera para alejarse de
los Marstoks.
La Evrane de su memoria había sido tan angelical. Y más alta. Pero la Evrane
real estaba surcada por cicatrices, curtida y texturizada, sin mencionar la media
cabeza que le llevaba Iseult en estatura.
Sin embargo, el cabello de la monja era tan brillante y radiante como Iseult lo
recordaba. Una aureola hecha para la Madre Luna.
Iseult puso fin a su curiosa inspección, era difícil observar durante mucho
tiempo Evrane, Safi y todos los demás vestían Hilos de miles de tonos brillantes.
Ellos se presionaban sobre Iseult sin importar dónde posara sus ojos. En marineros
aterrorizados o triunfantes, en quienes estaban atolondrados con tanta violencia
o listos para colapsar debido al cansancio.
Y luego unos pocos Hilos cercanos tiritaban con repugnancia. Sus dueños
habían divisado la piel y los ojos de Iseult. Ninguno parecía hostil, sin embargo,
por lo que Iseult no les prestó atención.
—Aquellos no son peñascos, ¿no? —Se volvió hacia Evrane—. Son troncos de
árboles.
—Toda esta costa fue arrasada durante la Gran Guerra. Las Earthwitches de
Cartorran envenenaron las tierras desde la frontera oeste hasta la
desembocadura del Río Timetz.
El frio se posó en los pulmones de Iseult. Miró a Safi, cuyos espantados Hilos se
hundían hacia adentro.
—¿Por qué… —Safi le preguntó a Evrane— nunca antes oímos sobre eso?
Hemos estudiado acerca de Nubrevna, pero… nuestros libros de historia siempre
describían esta tierra como vibrante y viva.
—Porque —respondió Evrane— aquellos que ganan las guerras son los que
escriben la historia.
—Sin embargo —dijo Safi, su voz elevándose, sus Hilos esparciéndose hacia
afuera—, si todo fue una mentira, yo debería haberlo sabido –Se agarró
fuertemente a la mano de Iseult, apretando tanto que el dolor atravesaba la
Painstone. Latiendo en su herida.
Pero el dolor era refrescante. Iseult lo abrazó, contenta de que hiciera que su
columna se enderezara y su garganta se abriera. Su mirada se posó sobre el
piadoso y concentrado rostro de Evrane, mientras la monja limpiaba su cuchillo,
el mismo que Iseult había usado. La sangre del zorro marino aún estaba
incrustada sobre el acero.
—Todo comenzó con los Cartorrans —dijo simplemente Evrane, sus palabras
danzando lejos en la brisa –. Sus Earthwitches echaron a perder la tierra. Una
semana más tarde, el Imperio Dalmotti envió a sus Waterwitches a que
envenenaran la costa y los ríos. Por último, y difícilmente lo menos importante, las
Firewitches Marstoki incendiaron por completo nuestra frontera este.
—Los campesinos y los granjeros se vieron obligados a irse al interior. Tan cerca
de Lovats como podían llegar. Pero la ciudad ya estaba bastante poblada.
Muchos murieron, y muchos más lo han hecho desde entonces. Nuestra gente
está muriendo de hambre, chicas, y los imperios están muy cerca de destruirnos
de una vez por todas.
Una pausa colgó en el aire. El viento y los gritos de los marineros se atenuaron.
Luego, de repente, todo avanzó de golpe… muy rápido. Muy brillante.
Safi se alejó del bastión, sus Hilos abalanzándose hacia afuera con más colores
que los que Iseult podía seguir. Culpa roja, pánico naranja, miedo gris y
arrepentimiento azul. No eran los Hilos raídos que se rompían, sino que los
resistentes, de gran alcance que construían. Cada emoción, sin importar el color,
explotaba fuera de ella, llegando a través del escritorio como si intentaran
conectar con alguien, con cualquiera, que se sintiera tan salvaje como ella lo
hacía.
Luego Safi se volvió hacia Iseult y dijo en una voz hecha de piedra e invierno:
—Lo siento tanto, Iseult –Su mirada se deslizó hacia Merik y dijo nuevamente:
Lamento mucho haberte arrastrado a esto.
Antes de que Iseult pudiera apaciguar, argumentar que nada de aquello era
la culpa de Safi, un Hilo blanco resplandeció en la esquina de sus ojos. Terror. Ella
se sacudió alrededor justo cuando Kullen, plantado en cubierta principal,
comenzó a toser. Luego se dobló del dolor.
Luego cayó.
Iseult corrió hacia él, Safi y Evrane pisándole los talones. Lo alcanzaron al mismo
tiempo que una muchacha con trenzas lo hizo, su piel un severo contraste ante
la letal palidez de Kullen. Pero Merik ya estaba allí. Ya estaba empujando su
cuerpo para sentarlo y masajeando la espalda del hombre.
Masajeando sus pulmones, notó Iseult mientras se deslizaba hasta detenerse a
unos cuantos pasos de distancia. Safi se detuvo a su lado. Evrane, aun así, se
abrió camino hacia donde se encontraba Kullen y se agachó.
—Estoy aquí, Kullen —dijo Merik con voz irregular. Sus Hilos quemaban con el
mismo terror blanco que los de Kullen—. Estoy aquí. Relaja tus pulmones y el aire
vendrá.
La boca del primer oficial funcionaba como la de un pez, boqueando a la
nada. Por más que el aire pareciera fluir de a poco, él no podía inhalarlo. Y cada
tos que lo atravesaba era más débil que la última.
Luego, con los ojos enormes y las mejillas pálidas, Kullen se volvió a Merik y
sacudió su cabeza.
Pero el primer oficial solo pudo mover su cabeza hacia Safi antes que sus ojos
se dieran vuelta y cayera hacia adelante a los brazos de Merik.
Inmediatamente, Merik y la muchacha lo dieron vuelta sobre su espalda, y
Merik abrió la boca de Kullen. Bajó sus labios hacia los de Kullen y comenzó a
exhalar ráfagas de viento mágico a la garganta de su Hermano.
Merik miró boquiabierto las costillas de Kullen durante varios segundos largos
antes de doblarse de alivio. Sus Hilos brillaron con la luz rosada de los Hermanos,
pura y resplandeciente.
—Necesitábamos una curandera Firewitch para Iseult. Ella habría muerto sin
una.
Los Hilos de Safi ardieron con una furia defensiva. Saltó a sus pies.
No importa, se dijo a sí misma, mientras doblaba sus rodillas para tomar aire
para Safi. Para protegerla… hasta que los Hilos de ésta ardieron con
incertidumbre color beige, como si quisiera esconder aquella verdad de Merik.
Entonces Iseult educó sus facciones en una calma absoluta. No traicionaría el
secreto de Safi.
—¿Dónde has escuchado ese rumor? —Finalmente preguntó Safi, sus palabras
cuidadosas e igualadas en tono.
Sin embargo, mientras los Hilos de Safi se fundían de un miedo gris a una
abundante determinación verde, Iseult exhaló con derrota.
—¿Y qué? —Safi cuadró sus hombros– ¿Qué si soy una Truthwitch, Almirante?
¿Hace alguna diferencia?
Las facciones del rostro de Safi se tensionaron, pero cuando Iseult dio un paso
adelante para defenderla, para pelear por su Hermana, Safi sacudió su cabeza
en advertencia.
Cuando Safi volvió a hablar, su tono, al igual que sus Hilos, asombrosamente
estaban controlados.
—Pero Iseult…
—Habría estado bien –Merik la llevó un paso hacia atrás y la postura de Safi
languideció –. Tenía planeado conseguirle a tu amiga una curandera Firewitch
tan pronto como alcanzáramos tierra Nubrevnana. Sabes que esto es verdad,
¿no? Tus Poderes deben de decírtelo.
Safi se encontró con la mirada de Merik. Entonces sus Hilos ardieron con
arrepentimiento azul y culpa roja, ella asintió.
—Ya veo.
—Muévete.
Para la sorpresa total de Iseult, Safi así lo hizo, sus Hilos fundiéndose en los de
Merik y centelleando con pizcas de un rojo más brillante.
Los labios de Iseult se separaron, sus pies levantándose para irse encima de
Safi. Para detener a Merik antes de que hiciera lo que fuese que tuviera
planeado.
—No.
—No interfieras —dijo en una fingida voz—. Unas pocas horas en los hierros no
la matarán.
Nuevamente Iseult se lanzó hacia adelante, pero esta vez un marinero mayor
le bloqueó el paso.
—Déjelos, niña. O estarás encerrada en ellos tú también.
—¡No puedes hacerle esto, Merik! ¡Ella es una Dama de Cartorra! ¡No una
Nubrevnana!
Merik se tensó y les hizo una seña ligeramente a sus marineros, aunque sus ojos
se mantuvieron sobre su tía.
—No era mi intención hacerlo —dijo Safi, con la mirada puesta en Merik—.
Nunca quise lastimarte, ni a Kullen, o… o a Nubrevna. No sabía acerca de los
Marstoks… lo juro, Almirante. ¡Mi tío me dijo que nadie nos seguiría!
—Si no fuese por la magia de Kullen, todos estaríamos muertos ahora mismo, y
fue tu impulsiva desobediencia la que casi nos mata. Eso no puede quedar sin
castigo. Aún hay un contrato con tu familia, y de una forma u otra, te llevaré a
Lejna. Luego, alimentaré a mi país.
Durante un latido… y luego otro, el espacio entre Merik y Safi y los Hilos que
ardían entre ellos, se encendieron en un llameante Hilo color escarlata.
Pero Iseult no tuvo tiempo para distinguir el tono exacto… si estaba creciendo
un Hilo de amor, o uno de odio imperdonable, antes que el color desapareciera
nuevamente y la dejara preguntándose si no se había imaginado todo.
Fue casi divertido lo rápido que Safi pasó de estar de pie a estar encerrada
como un perro maltrecho, en los hierros. Atascada. Atrapada. Inmóvil.
Pero Iseult viviría. Su herida estaba curada y ella viviría. Eso hacía que todo
valiera la pena, ¿no?
Safi miró a su Hermana, quién estaba peleando con Merik a través del
escritorio, rogándole, con su rostro en blanco a pesar de los marineros que la
apartaban de su camino. Merik la ignoró y trepó hacia el puesto de mando.
Tomó su lugar en el timón y ordenó que el golpeteo del viento se reanudara.
La lluvia comenzó a caer. Un susurro gentil en la piel de Safi que debió haberla
tranquilizado, pero en cambio se sintió como ácido. Safi se estaba encerrado en
sí misma. El mundo le estaba latiendo. No podía mover sus piernas. Estaba
41 Malanga. Planta comestible que se cultiva en terrenos bajos, a orillas de lagunas o ríos.
atrapada allí, dentro de ella misma. Para siempre, ella sería esta persona.
Atrapada dentro de este cuerpo y esta mente. Maniatada por sus propios errores
y sus promesas rotas.
Esto es porque todos te abandonan. Tus padres. Tu tío. Habim y Mathew. Merik.
El nombre del príncipe palpitó en sus oídos. Rugía junto con su sangre, al mismo
tiempo que la lluvia. Al mismo tiempo que el golpeteo.
Iseult se tropezó con el escritorio que estaba enfrente a Safi, su cara contraída
y pálida. Ella era la única persona que Safi había dejado, la única pieza de su
antigua vida. ¿Pero cuánto más faltaba antes que Iseult se rindiera también?
—Él no me escuchará.
Con aquel pensamiento, las palabras del Tío Eron en la Ciudad de Veñaza se
instalaron en su corazón.
—Pero tú… —Iseult se acercó aún más, con la piel de gallina en sus brazos
mojados por la lluvia –. No puedo dejarte así.
—Por favor, Iz. Si no sanas, entonces todo esto habrá sido por nada –Safi forzó
una risa–. Estaré bien. Esto no es nada comparado con los golpes en los
entrenamientos de Habim.
—Vendré a verte la próxima vez que suenen las campanas –Miró a Evrane y
levantó su muñeca– ¿Quieres que te regrese la Painstone?
—Gracias –Iseult miró una vez más a Safi, miró profundamente sus ojos –Todo
estará bien —dijo simplemente—. Haremos que todo vuelva a estar bien. Lo
prometo –Luego, se abrazó a sí misma y se marchó, dejando a Safi con la marea
creciente de sus poderes de Truthwitch.
Porque de alguna manera ellas harían que todo volviera a estar bien.
Traducido por
Corregido por Vaughan
E
n las siete horas desde que el bote Cartorran había zarpado desde la
ciudad de Veñaza, el sol se puso, la luna se había alzo, y Aeduan no había
parado de vomitar. Su única consolación era que esta miseria había
encendido una historia entre los valientes marineros a bordo: Las Bloodwitches
no pueden cruzar el agua.
Era justo como si Aeduan se había movido hacia tierras amigas cuando el
barco se encontró con cuatro buques de guerra, tres de ellos Marstoki y uno
Nubrevnan. A pesar de las protestas de Aeduan de que Safiya fon Hasstrel no
estaba en esos barcos, el príncipe Leopold insistió en parar de todos modos.
Los Adders no hicieron ningún movimiento para reclamar sus armas, antes de
llevarlos a visitar la cabina de la emperatriz. Claramente ellos estaban confiando
en que ni Leopold o Aeduan tenían posibilidades en contra de los dardos
Poisonwitch.
Ella era más baja de lo que Aeduan había creído, habiéndola visto de lejos
sólo desde lejos, a pesar de sus huesos delicados, el olor de sus sangre era
implacable. Salvia del desierto y paredes de piedra. El yunque y tinta de hierro
del herrero. Era el aroma de una Ironwitch, una poderosa, también de una mujer
educada. Y a pesar de que la flota de Vaness estaba en caos, usaba un vestido
blanco limpio y su expresión era fríamente serena.
Aeduan se situó detrás del segundo banco, calculando las mejores salidas de
la cabina, y mientras lo hacia la emperatriz sonrió. Apareció en sus labios como
si ella y Leopold se estuvieran encontrando en la pista de baile.
La emperatriz debía de saber quién y qué era Aeduan, sin embargo ella no
hizo ningún comentario sobre su presencia. No dio indicación de encontrar
extraño que a Leopold le faltara un guardia Hell-Bard.
Claramente ella era una experta en apariencias, cada expresión una máscara
diseñada para mantener el poder en el cuarto en sus manos.
¿Pero por qué molestarse? Se preguntó Aeduan. Si ella era tan poderosa
como las historias de las Ironwitch clamaban, entonces ella no necesitaba de
trucos para salirse con la suya. Los más viejos monjes Carawen todavía hablaban
del día en el que ella había destruido el paso Kendura, el día en el que ella
explotó en una magia tan vasta y tan audaz, que destruyó una montaña entera.
Sin embargo, la máscara que Leopold lucía era torpe y excesiva. Era como si
el príncipe jugara a ser de la realeza y la emperatriz sólo lo era.
Vaness hizo señas hacia la banca, el hierro de sus brazaletes haciendo ruido.
—Gracias, su Santa de los Santos —Leopold le dio una brillante sonrisa, y con
el suspiro de alguien que ha trabajado todo el largo y duro día, él se hundió en
la banca. La madera oscura crujió.
Si lo que buscaba Leopold era venir a ofrecer insultos patéticos, entonces este
desvío era una pérdida de tiempo aún más grande de lo que Aeduan había
temido. Con este ritmo, Safiya fon Hasstrel alanzaría a los centinelas de Noden
antes de que Leopold terminara con sus caramelos.
Aeduan pasó su lengua sobre sus dientes, no sabiendo cómo interpretar esta
conducta. Leopold claramente deseaba enfadar a Vaness, sin embargo ella
hábilmente evitaba tomar su carnada. Lo que suponía que cualquier cosa que
ella quisiera era importante, y lo que fuera que quisiera, lo obtenía. ¿Así que para
qué alargar esto? ¿Por qué mantener una capa de serenidad con un poder
como el de ella? Aeduan nunca se había molestado.
—Zorros del mar —Dijo ella simplemente, lo que ganó una risa del príncipe.
—Zorros del mar—Repitió el, sus cejas alzándose— ¿Esperas que me crea eso?
¿Los dragones sombra y los halcones flama también vinieron por ustedes?
Déjame adivinar: Los Doce regresaron con sus espadas malvadas y golpearon
hasta hacer un hoyo en el casco del barco.
—Me necesitan en Amir, su alteza. Pero temo que les tomará a mis hombres
demasiado reparar el daño ocasionado a la flota. Lo que le pido son algunas
Tidewitches de su tripulación. Dado que no nos queda ninguna.
—Así está la situación como yo la veo. Su Alteza de las Altezas. Primero, creo
que usted está siguiendo a la prometida de mi tío, ¿Por qué otra razón
abandonaría una cumbre de tregua en la que se supone que estás?
—Segundo —El desplegó otro dedo—. Creo que te has encontrado con los
secuestradores de Safiya y se metieron en una pelea en la que de alguna
manera cayó entre las grietas de la tregua —Leopold flexionó otro dedo,
frunciendo ahora—. Yo no puedo resolver este tercer dedo, que es la razón de
todo. Safiya no podría tener ningún valor para usted, Su más Adorada.
La mirada de Aeduan vagó por el cuarto, su mente luchando por buscar una
ruta de escape. Él podía controlar a Vaness, pero de cualquier forma terminaría
con el pecho lleno de veneno o acero, y aunque Aeduan sobreviviría Leopold
no lo haría.
El príncipe levanto una mano, sin ningún signo de temor en su voz o para la
sorpresa de Aeduan, en su sangre.
Aunque los labios del príncipe se curvaron hacia arriba, no había asombro en
su sonrisa.
—Yo he conocido a Safiya toda mi vida, Su Real Perfección. Ella será una líder
increíble cuando el tiempo llegue. El tipo de líder que pone a su nación antes
que sí mismo —Sus ojos se movieron significantemente a los brazaletes de
Vaness—. Así que recuerda mis palabras, Hija Elegida del Fuego, si tú no me das
a la futura emperatriz, entonces iré a Marstok a reclamarla yo mismo. Ahora baja
tus armas antes de que yo accidentalmente pise una. Eso borrará tu nombre de
la Tregua de Veinte años, te lo pudo asegurar.
Aeduan tomo la más cercana del aire, pero las otras dos golpearon la mesa.
La banca. Mientras el las agarraba, Leopold se agachó y agarró otra fruta dulce.
—Gracias por los buenos tratos, Gran Destructora —Él sonrió de manera
insulsa—. Siempre es un placer verla.
Una vez que se asentaron en el bote nuevamente, y con Leopold gritando por
el Comandante Fitz Grieg para que buscara bancas limpias, Aeduan observó al
príncipe a través de rendijas con ojos recelosos.
—Te tengo a ti, Monje Aeduan, y confía en mí cuando digo que eso tiene a la
Emperatriz navegando asustada.
Traducido por
—¡M
antén la luz quieta! —Bramó Merik desde el timón. Dos
marineros apuntaban los reflectores de El Jana en dirección a
las olas. La luz de la luna daba algo de luz cuando las nubes se
molestaban en abrirse, pero esto no era suficiente, especialmente con la lluvia
persistente.
Sin Kullen para llenar las velas de El Jana o las brujas de Merik para llevar su casco,
Merik tenía que presionar a su escasa tripulación duro, y presionase a si mismo
también.
Si El Jana llegara a perder la ola, Merik se vería forzado a esperar hasta la tarde
de mañana, permitiéndole a los Marstok o a los zorros del mar (sea foxes) pillarlos.
Merik se agradecía por ello. Cada vez que Iseult había pedido que liberara a
Safi, los músculos de su cuello se habían endurecido. Sus hombros se tensaban
hacia sus orejas, y él había dado golpecitos hacia su bolsillo, revisando que el
acuerdo Hasstrel siguiera metido dentro. Esas páginas se habían vuelto su última
esperanza de salvación, así que él las mantenía cerca.
El revisaba el documento por la centésima vez ahora, las paginas planas y con
manchas de lluvia…
Las firmas estaban intactas, así que Merik dejaría a Safiya en sus cadenas un
poco más. El quizás no era tan duro en cuanto a la disciplina, pero había
consecuencia por desobedecer. La tripulación de Merik sabía, esperaba incluso,
así que Merik no podría de repente volverse suave. Incluso si había repercusiones
a largo plazo por atar a una persona que podría llegar a ser un día la emperatriz
de Cartorra… incluso si Safiya y su prometido, Henrick, podrían hacer que Merik
pagara este tipo de tratos… a Merik no le importaba. El prefería mantener el
respeto de su tripulación a preocuparse por lo que un tonto emperador podía
hacerle a una nación que ya estaba lisiada.
Henrick. A Merik nunca le agrado ese viejo tonto. Pensar que Safiya era su
prometida. Pensar que ella se casaría, y compartiría su cama con un hombre
que le triplicaba la edad…
Merik no podía conciliar ese pensamiento. El creía que Safiya era diferente de la
nobleza. Impulsiva, sí, pero leal también. Y quizás tan sola como Merik en un
mundo de juegos degolladores políticos.
Pero resulto que Safiya era como el resto de los Caballeros y Damas Cartorranos.
Ella vivía con antifaz, y escuchaba solo a los que creía dignos.
Sin embargo mientras Merik curaba su furia, incluso cuando él se dijo a si mismo
que el aborrecía a Safiya, él no podía dejar los “peros” de agitar su estómago.
Pero tú habrías hecho lo mismo por Kullen. Tú habrías puesto vidas en peligro para
salvarlo.
Pero quizás ella no quiere casarse con Henrick o ser Emperatriz. Quizás ella está
huyendo para evitarlo
Merik descarto esos argumentos. El simple hecho que permanecía era que si
Safiya le hubiera dicho a Merik lo de su compromiso, él la habría regresado de
inmediato. El nunca habría estado de este lado del Jadansi en el que él había
sido obligado a luchar contra un zorro de mar, y entrar en una batalla en contra
de los Marstok y ultimadamente presionar demasiado a Kullen.
—Puede ser —reflexionó Hermin, alzando su voz sobre las olas y la lluvia, el chillido
de las cuerdas y los gruñidos de los marineros— que todos los Voicewitch estén
ocupados.
Él le dio una mirada a las piernas de hierro, a Safiya, solo para encontrar a Ryber
en cuclillas junto a ella.
La chica del barco se sacudió con la atención, sin embargo Safiya mantuvo su
cabeza inclinada mientras Merik daba entraba a la cubierta principal
avanzando rápidamente en dirección a Ryber.
—Alguien necesita revisar a Iseult —se metió Evrane, su voz ronca—. La chica
todavía esta sanando.
Ryber saludó, y una vez que estuvo fuera de vista, Merik caminó hacia la Dama,
listo para gritar que dejara a sus marineros solos.
Pero su cabeza estaba inclinada hacia atrás, sus ojos cerrados y boca abierta.
Incluso con sólo una linterna para alumbrar su piel no se podía negar el temblor
en su garganta. El movimiento de su lengua.
Por supuesto que están allí, pensó el, molesto consigo mismo por importarle.
Safiya no está sangrando. Sin embargo sus dedos estaban temblando, y él
vagamente se preguntaba por qué era eso. Quizás este miedo no tenía nada
que ver con el contrato.
—¿Soy libre?
Merik la atrapoó.
—Iz —Murmuró Safiya, moviéndose en los brazos de Merik queriendo estar cerca
de su Threadsister. Merik la llevó hasta el camastro, se dobló un poco y la dejó
caer. Ella cayó al lado de Iseult, quien se despertó repentinamente.
Mientras Iseult se revolvía para ayudar a Safiya, Merik giro y salió del cuarto,
diciéndose asimismo que a Safiya la estaban cuidando. Que él no pensaría en
ella ahora. Que él no pensaría en ella nunca jamás.
Antes de que Safi regresara, Iseult había estado atrapada en sus pesadillas
nuevamente…
Una y otra vez la sombra parloteaba, o quizás ella parloteaba, por si la sombra
era una mujer. Otra Threadwitch, convencida de que Iseult y ella eran de algún
modo parecidas.
Era eso lo que aterraba a Iseult más. La posibilidad de que esta extraña voz fuera
como ella. De que quizás la sombra entendiera los dolores privados aún más que
cualquier otro.
O quizás Iseult estaba finalmente torciéndose debajo de los Hilos del mundo, su
corazón ordinario golpeando el polvo.
La curiosidad en la voz de la sombra tenía doble filo. Iseult sabía que no debía
contestar, sin embargo no pudo evitarlo cuando la sombra preguntó
nuevamente.
—Es tonto que esperen que no sintamos nada —continuó la sombra, su tono
dulce nuevamente—. Yo no creo las historias, las que dicen que no tenemos hilos
de corazón (Heart-Threads) y familias de hilos (Thread-families). ¡Por supuesto que
tenemos!, sólo no podemos verlos. Por qué la madre luna le daría a todos sus hijos
vínculos tan poderosos, ¿Pero luego nos excluyen?
—Porque, ¡Mira! Hablar de las Thread-families te molesta, Iseult. ¿Por qué? ¿Por
qué?
—Oh, ¡Es tu madre! Y su aprendiz. Ellos te dejaron herida y rota. Dios, Iseult, eres
demasiado fácil de leer. Todos tus miedos se agrupan en la superficie, y puedo
pelarlos como la grasa de una borgsha en una olla. Mira, puedo ver que tú no
eras capaz de hacer Threadstones, así que tu madre te envió lejos. Y, oh, ¿Qué
es esto? —La sombra era exultante ahora, y sin importar que tan salvajemente
peleara Iseult, ella no podía mantener sus pensamientos encerrados.
—Recuerda mis palabras, Iseult: Tu madre nunca te amará. ¿Y esa monja que
admiras mucho? Ella nunca te entenderá. Y Safiya, ¡oh, Safiya! Ella te dejara un
día. Un día pronto, creo yo. Pero tú puedes cambiar eso —la sombra pausó un
momento, e Iseult se la imaginó sonriendo mientras lo hacía—. Tú puedes
cambiar cada telar en el mundo. Agarra bien los hilos de Safi, Iseult. Rómpelos
antes de que te hieran…
—No —siseó Iseult—. He tenido suficiente de ti. He tenido… suficiente —con cada
onza de poder en sus músculos y en su mente, Iseult abrió su boca en el mundo
real, y dijo—Nueve por ocho son setenta y dos.
Safi temblaba por la lluvia, y por mucho que lo intentara, ella no podía analizar
su terreno, evaluar a sus oponentes, y había algo sobre la estrategia que ella se
suponía debía considerar también.
—Estoy bien —Safi forzó una sonrisa—. De verdad. Solo tengo el ego herido y algo
de lluvia. ¿Pero tu estas bien? ¿Cómo está tu brazo?
—Mejor —La expresión de Iseult no se movió, un buen signo—. Duele ahora que
Painstone está muerto —Ella sacudió su muñeca para mostrarle a Safi el
apagado cuarzo—. Pero no es tan malo como antes.
—¿Y cómo te sientes aquí? —A ella le dio vuelta el pecho— Estabas hablando
en tus sueños. ¿Era… era la maldición?
—Nada tan terrible —Iseult se puso a su lado—. Era solo una pesadilla.
Porque esto era su culpa. Como todo lo demás que había ido mal en los últimos
dos días, la casi muerte de Iseult era culpa de Safi.
Y de alguna manera la falta de inflexión, el hecho de que Safi sabía que Iseult
no la culpaba, lo hacía peor.
Antes de que los labios de Safi se abrieran y disculpas se derramaran, una sonrisa
cubrió el rostro de Safi, era tan rara con el relato que contó, tan sobresaltada
también.
—Casi se me olvida, tengo un regalo para ti —Iseult sacó un cordón de piel de
su blusa y lo arrastró por su cabeza.
—Esa piedra —Dijo ella— salvó tu vida. Así fue como te encontré al norte de la
ciudad de Veñaza.
El norte de la ciudad de Veñaza. Donde Iseult había sido herida con una flecha,
por su propia gente. No era de extrañar que no quisiera hablar de ello.
—Lo siento —dijo silenciosamente—, tú nunca tendrás que volver a los Midenzis.
Nunca.
—Lo sé, pero… ¿A dónde iremos Safi? No creo que podamos regresar a la ciudad
de Veñaza ahora.
—Iremos con el príncipe. A Lejna, para que pueda cumplir con el contrato.
Dioses malditos sean. Por supuesto que Safi elegiría un lugar donde Gretchya
estaría. Antes de que pudiera ofrecer otras opciones, unas que garantizaba
harían a Iseult sonreír, la puerta del camarote se abrió.
Evrane se tambaleo dentro, con dos marineros dándole codazos desde atrás. La
monja cerró la puerta en sus caras antes de tambalearse hacia las chicas, y a
Safi no le pasó desapercibido como la espalda de Iseult se puso recta. Como su
postura cambió a una propia de una dama.
—Los moretones quizás no duelan, pero esto ya no es sobre ti. —Evrane observó
la ventana, una costa iluminada por la luna apareció—, un moretón es sangre
acumulada bajo la piel. No deberíamos burlarnos de las demandas del contrato.
Safi dejó salir una larga respiración, su mente inclinándose de vuelta a Merik. El
príncipe. El almirante. Él nunca estaba lejos de sus pensamientos, y ella casi
nunca pensaba en otra cosa en todas esas horas en los hierros, ella apenas
miraba a otra cosa que no fuera su cabello en la lluvia y en su dura mirada
mientras él dirigía a El Jana hacia su casa.
Había pocas cosas que Safi podía ver. Paredes de rocas y espuma nublando el
vidrio, si ella estiraba su cuello, podía solo ver fugazmente el pálido amanecer
—¿Dónde estamos? —Le preguntó a Evrane.
—La caleta es inaccesible por tierra —Continuó Evrane—. Dado que los
acantilados la rodean y sólo hay espacio suficiente para un solo barco. Pero…
—Ella amarró el lino limpio con un asentimiento satisfecho— creo que lo verán
por ustedes mismas lo suficientemente pronto. El almirante tiene planea llevarnos
a tierra. Desde allí, continuamos a Lejna a pie.
Traducido por
Corregido por Vaughan
M
erik estaba de pie en la cabaña de Kullen, mirando hacia abajo a su
Threadbrother. La cara de Kullen era gris, sus nudillos masajeaban su
esternón mientras miraba a Merik desde un catre bajo.
Ryber había llenado un saco de harina tras la espalda de Kullen para apoyar su
cabeza y pulmones, así que ahora polvo blanco se atascaba en su cabello y
mejillas. Con solo el pálido amanecer para iluminar su rostro, él se veía como un
cadáver.
Solo el torso de Kullen bajo la ventana se desbordó con su usual caos organizado,
y no había falta de la clara huella de camisas y pantalones que conducían a la
cama.
—Ah, me atrapaste —Kullen cerró un libro con cubierta de cuero rojo dando un
estruendo. La Verdadera Historia de los Doce Campeones—No puedo resistir
releer las epopeyas. Si soy forzado a quedarme en cama, debería estar
entretenido —Dirigió una mirada hacia las ropas en el suelo. Luego se
avergonzó—. Supongo que hice un desastre.
—No debería irme más que la mitad de una semana —dijo Merik.
—Bueno, si Yoris te da algún problema, dile —Kullen giró una mano, y una
corriente de aire frío hizo cosquillas sobre Merik— que lo aplastaré con un
huracán.
—Yo iré una vez que esté mejor. Si eso está bien contigo.
Merik gruñó y eligió la uña de su pulgar. Éste era otro largo punto de
desacuerdo… Kullen creía que la naturaleza de Vivia era instimulada por Serafin.
Que el rey quería a sus niños por siempre en desacuerdo.
Pero Merik consideraba esa teoría completa mierda. A pesar de las fallas del Rey
Serafin, el no desperdiciaría su energía en revolver problemas —particularmente
cuando Vivia los instigaba plenamente por su cuenta.
—Lo que sé, Kullen, es que esta tumba es profunda, y todavía no he cavado
para sacarnos de ella.
—Puedes, sin embargo —Kullen se inclinó hacia adelante, la harina formó una
nube desde la cima del saco. Si fuera alguna situación diferente, eso haría a
Merik (y a Kullen) reír—. Si llegas a Lejna y obtienes tu acuerdo comercial,
entonces todo funcionará. Estás destinado a la grandeza, Merik. Sigo creyendo
eso.
—No mucha grandeza. El comercio será sólo con una finca Cartorrana fuera de
cientos. Y la tierra aquí… —Merik hizo un ademan hacia la ventana, una risa de
auto-desprecio se atascó en su garganta— No es mejor que hace un año atrás.
No sé por qué mantengo la esperanza, pero lo hago. Cada maldito tiempo que
regresamos, espero que esté viva otra vez.
—Cualquier cosa.
—Y aquí estaba yo esperando algo serio. Tengo suficientes razones para estar
tenso, lo sabes.
—La Dama.
—No estoy revolcándome con una Dama. Especialmente con una quien está
comprometida al Emperador de Cartorra. Además, ella hace estallar mi
temperamento fuera de control. Cada vez que pienso que es una navegación
calmada, ella dirá algo ofensivo y el llanto regresará.
Kullen enmudeció, pero cuando los ojos de Merik se precipitaron hacia el con
alarma, encontró que Kullen estaba simplemente riendo; dificultosamente no
obstante.
—Bien, bien —La carcajada de Kullen disminuyó, aunque una sonrisa torcida se
quedó en sus labios.
—Hye —El puño de Kullen regreso a su esternón, y asintió con aire cansado—.
Puertos seguros, Merik.
Iseult seguía a Safi —quien seguía a Evrane quien seguía a Ryber— a través de
la oscuridad sujeta a la escalera. Dos marineros fulminaron con la mirada a
Iseult apenas montó el primer peldaño. Murmuraban para ellos mismos, sus
Threads temblando con disgusto.
Safi —a la manera típica de Safi— fijó una mirada de muerte sobre los marineros
y arrastró un lento pulgar a través de su cuello.
Iseult apretó sus dientes, mirando de refilón a Evrane para ver si ella lo había
notado. La religiosa no lo hizo, pero todavía —Iseult tendría que recordarle a Safi
(por milésima vez) no mostrar ese tipo de agresión. Safi tenía buenas intenciones,
pero sus amenazas sólo traían más atención a la alteridad de Iseult —sólo hacían
a Iseult mas consiente de las miradas y las maldiciones y los grises, grises Threads.
Usualmente Safi sabía que no debía levantar sus pelos de punta tan
descaradamente, pero las cosas eran diferentes ahora. Nunca desde su tiempo
en las piernas de hierro, los Threads de Safi no habían parado de latir con culpa
oxidada. Vergüenza dorada. Arrepentimiento azul.
Iseult nunca había visto algo como eso desde su Threadsister. Nunca había
sabido que Safi podría preocuparse tan profundamente sobre causarle dolor a
alguien —alguien que no fuese Iseult, al menos.
Los pájaros estaban allí, pero no estaban en ningún estado para cantar o volar.
Cadáveres doblados y vacíos esqueletos cubrían la playa o flotaban en la suave
marea baja. Había cientos de peces muertos también—lavados hacia la orilla y
tostados por el sol. ¿Cuántos miles de cadáveres habían sido reunidos a lo largo
de los años? ¿Cuántos más lavados cada día?
—Pensé que era el agua la que estaba envenenada, Monja Evrane. No los
peces.
—Pero los peces —respondió Evrane, moviéndose al otro lado de Iseult– viajan a
través del agua envenenada y mueren. Luego los pájaros los comen y mueren
también.
Los Threads entre Merik y Safi eran más fuertes ahora, y un confuso encuentro de
contradicciones.
Los hilos más lejanos, como las patas de una estrella de mar, llegaron y se
agarraron con hambre purpura. Pasión borgoña.
Este lazo podría ponerse explosivo, pensó Iseult, frotando furiosamente el puente
de su nariz.
Iseult se encogió. Había estado tan atrapada en los Threads, no había notado a
Safi girando hacia ella.
Las fosas nasales de Merik se ensancharon, y sin embargo los labios de Safi se
separaron —gustosamente para argumentar que ella estaba bien sin zapatos.
Merik bramó.
—¿Quieres venir?
—Me quedaré —Si ella se unía a Safi, entonces Safi podría bombardearla con
preguntas. Preguntas que podían dirigirse a los Threads vinculantes…
—¿Estás segura?
—¿Es así, querida Threadsister? ¿Has olvidado ya que era a mí a quien llamaban
La Gran Destripadora en la Ciudad de Veñaza? —Safi lanzó una dramática
mano alta mientras se giraba hacia Ryber. Ahora Iseult no tuvo que fingir una
sonrisa
—¿Eso fue lo que pensaste que dijeron? —Llamó ella— En realidad era La Gran
Vociferadora, Safi, porque esa boca tuya es muy grande.
Pero nada llegó, y un incómodo silencio se arrastró con la brisa. Iseult empezó a
masajear su codo derecho, solo para tener algo que hacer.
Eso causó que los Threads de Evrane destallaran verde con preocupación.
—Tu brazo duele, y tonta de mí, he dejado mis ungüentos bajo cubierta —se
apresuró hacia afuera, dejando a Iseult con Merik.
Sin llegar a darse cuenta de lo que hizo, una pregunta emergió de la boca de
Iseult.
—¿Estás casado?
Los dedos de Merik se apretaron sobre el catalejo; sus Threads destellaron con
sorpresa.
—Uh…no.
Merik tiro violentamente hacia abajo el vidrio, sus Threads ahora pulsando con
repulsión.
—No estoy interesada en usted, Su Alteza, así que no hay necesidad del desdén.
Simplemente estoy intentando decidir si deberíamos seguirte a Lejna o no.
–No te agrado —dijo ella — Y no tengo que agradarte. Sólo recuerda que si
alguna vez lastimas a Safiya fon Hasstrel, te cortaré en pedazos y te daré de
comer a las ratas.
Lo cual era bueno, porque ella había querido decir cada palabra.
Safi se agachó bajo en la lancha, agua salpicando sobre los costados mientras
Ryber llevaba remando a Safi, Iseult, Evrane, y Merik hacia la orilla.
Cuando Ryber había llevado a Safi bajo cubierta, Safi se había disculpado por
meter a la chica en problemas, pero Ryber se había encogido de hombros.
Eso era todo cierto. Merik apenas había mirado a Safi desde que alcanzaron la
caleta, y cada vez que Safi intentaba una pregunta —¿Estamos viajando a pie?
¿Tenemos suplementos?— él sólo le había dado la espalda simplemente.
Lo cual por supuesto hacía a Safi más determinada a ilicitar alguna respuesta.
Ella habría preferido sentir su gruñido o su mordida que tenerlo pretendiendo que
ella no existía.
—Esto es algo que Habim y Mathew fallaron en enseñarnos —dijo Iseult, usando
las manos de Safi y Ryber para descender—. Deberíamos informarles que salir de
una lancha es una valiosa habilidad de vida.
—Oh —Ryber rió por lo bajo—. Lo siento. Solo he conocido a una Threadwitch
antes, y ella era anciana. ¿Adivino que puedes ver mis Threads ahora mismo?
La nariz de Iseult se contoneó, y ella disparó una rápida, casi nerviosa mirada
hacia Safi antes de decir
—Oh —respiró Safi. La idea de tristeza compartida entre Ryber y Kullen hizo a su
garganta ponerse tensa.
Ciertamente, se veía como que ellos estaban dirigiéndose hacia dos altos
acantilados que se encontraban en una baja saliente empapada con
estalactitas.
—Una cueva se esconde allí —respondió Evrane una vez que estuvo claro que
Merik no tenía intención de hablar (aunque Safi estaba impresionada con Iseult
por tratar) —Esta pretende ser una cueva secreta, aunque, sólo como esta
entrada pretenda ser un secreto.
Safi se hundió después de él. Agujeritos del amanecer brillaban a través de los
huecos en el techo escarpado. El camino delante de Safi —claramente labrado
por manos de hombres— era muy angosto, ella tenía que volverse de costado.
Varios pasos después, Merik se enderezó, así que Safi se arriesgó a levantarse
también. Ninguna roca puntiaguda apuñalo su cabeza —aunque goteó agua.
—No al tacto —respondió Evrane, su voz amortiguada por Iseult frente a ella—.
La mayoría del agua fresca en esta área es peligrosa para beber, pero hay
alguna que permanece pura no importa qué.
—Solía hacerlo. Todos los Pozos podían curar cuando seguían vivos… Merik —
espetó Evrane— disminuye la velocidad. No todos nosotros estamos
familiarizados con este camino y no todos nosotros estamos en perfecta salud.
Pronto, los muslos de Safi ardieron, sus tobillos estirándose mientras se levantaba
el camino.
—Había un Pozo de Origen en las tierras de mi familia —comentó una vez que
sintió la certeza de que Iseult no estaba teniendo dificultad con la inclinación.
—No —dijo Evrane—. No lo habría estado, sólo hay aquí dos Pozos del Origen
intactos. De cinco, sólo el Pozo Aether en el Monasterio de Carawen y el Pozo de
Fuego en Azmir siguen vivos. Sus manantiales fluyen, los arboles florecen todo el
año, y las aguas pueden curarte. Aunque ellos dicen…
—…que si el Cahr Awen regresara, los otros Pozos recuperarían sus poderes y los
manantiales volverían a fluir una vez más.
Mientras Safi entornaba los ojos para ver los hábiles pasos que Merik ahora
saltaba, ella intentaba recordar las historias de su niñez.
—¿Cuántos Cahr Awen eran antes de que el último par muriese?
—Al menos que esos Registros de Memoria fueran falsificados, Tía Evrane. Ahora,
si has hecho lectura, debemos ser silenciosos de aquí en adelante.
—Pero no hay otro lugar a donde ir —dijo Safi. Treinta pasos adelante, iluminado
por un débil rayo de luz solar no había nada más que pared llana—. Buen
trabajo, Príncipe.
Él no se alzó a su burla, así que Safi anduvo sigilosamente detrás hasta que ella y
Merik hubieron ambos alcanzado la pared —hasta que Merik estuvo finalmente
dirigiéndose a ella, el sol mostrando solo las líneas más débiles de su rostro.
Safi empujó. Merik empujó. Luego ellos empujaron más fuerte. Y luego más fuerte
otra vez y Safi siseo.
—¡No está sucediendo nada! —Por supuesto, tan pronto las no-muy-silenciosas
palabras dejaron su boca, la pared se tambaleo hacia adelante en una
avalancha de aire y sonido.
Calor se encendió a través de ella. Había estado cerca de Merik ayer —durante
su pelea— pero esto se sentía…diferente. Ella estaba toda consiente de la forma
de Merik. Del ángulo del hueso de sus caderas y los músculos de su espalda —
músculos que sus dedos insistían en excavar. Por accidente. Completamente por
accidente.
Pero antes de que Safi pudiese ordenarles ayudar, Merik rodó su cabeza, y su
estómago se contrajo contra el de ella.
Veinte puntas de flecha se asomaron por detrás de los pinos blanqueados por el
sol mientras Iseult murmuraba
Eran sus ojos los que siempre lo hacían, lo que sacaban la furia a la superficie.
Pero él no dejaría su magia suelta, sin importar cuanto dolía por salir. Sin importar
cuanto quería voltear a Safiya y…
Safiya malinterpretó su angustia por risa. —¿Crees que esto es divertido? Porque
no me estoy riendo, Príncipe.
—No, tú me dijiste que empujara. Lo que hice, excepto que tú te caíste. ¿Dónde
estaba su maravillosa Brujería de viento entonces?
—La debí haber dejado a bordo del Jana—Su abdomen se endureció, el levantó
su cara hacia la de ella—. Al lado de mi paciencia por tu constante insistencia—
Mientras se mantuviera enojado, él no tendría que pensar en la forma de su
boca. El peso de sus caderas presionándose juntas.
Los ojos de Safiya se entrecerraron. —Si tú piensas que esto es insistente, tú estás
en una amenaza.
—¿Su alteza?—resonó una voz—. ¿Es ese el hijo real de Nubrevna que veo
acurrucándose junto a una dama? Bajen sus armas muchachos, chicos— como
uno, las flechas en el bosque bajaron. Merik inmediatamente movió a Safiya de
él y se paró.
Yoris era un hombre delgado con solo tres dedos en su mano izquierda,
supuestamente él había perdido los otros con un zorro marino.
—Basura Matsi— Yoris chupó sus dientes en dirección a Iseult. Entonces escupió
a sus pies—. Regresa al vacío.
Iseult apenas pudo agarrar el brazo de Safiya antes de que diera un paso al
frente—Te mostrare el Vacío— gruño Safya—. Bastardo del infierno.
Seis de los soldados movieron sus arcos a Safiya, y más puntas de flechas se
asomaron entre los pinos.
Las manos de Merik se alzaron—.Baja las flechas, Yoris—. Esta no era la reunión
feliz que él esperaba con uno de sus ídolos de la niñez.
Safiya movió su mano hacia su boca para callarse, aunque de todos modos se
movió frente a Iseult.
—Bajen sus arcos —Ordenó Merik, más fuerte ahora. Más enojada—. Soy el
príncipe de Nubrevna, Yoris, no solo algún asaltante.
—Si tu difamas a alguien mas de mi lado, Maestro Yoris, Yo te traspasaré con esto
—Merik procedió a mover la espada más cerca de Yoris hasta que su camisa
comenzó a arrugarse. Él había tenido suficiente, y Yoris sabía condenadamente
bien como la furia Nihar podía incrementar rápidamente—. EVrane es una vizer
de Nubrevna y una hermana para el Rey, así que deberías mostrarle el respeto
que ella merece.
Pero risa solo salió de Yoris, un sonido como de piedras golpeándose. Su cabeza
se levantó —Ahora allí está el príncipe que conozco. Solo tenía que revisar que
no estuvieras encantado con la chica Matsi, eso es todo, eso es todo— otra risa,
y el Maestro Cazador estuvo de nuevo en pie.
Una sonrisa sabelotodo se esparció sobre la cara de Yoris —Noden nos sonrió este
año, Su alteza, y solo un tonto ignora sus regalos.
Si Safiya decidía correr, los hombres de Yoris estarían sobre ella en minutos.
Yoris no tenía tal impulso. El entretenía a Merik con actualizaciones sobre los
hombres y mujeres con los cuales Merik había crecido. Hombres y mujeres que
una vez habían vivido y trabajado en Nihar. Parecía que todos se habían ido a
la nueva casa con Yoris y sus soldados.
A pesar de toda la evidencia, Merik esperaba encontrar algo vivo. Una hoja de
pino, un matorral de musgo, lo que sea mientras fuera verde. A pesar de todo
justo como él le dijo a Kullen: nada había cambiado. Moviéndose de este a oeste
no hacia la diferencia en un mundo de muerte y veneno.
—Carril sigue en la otra propiedad —dijo Yoris—. Así Kullen puede encontrarla
exactamente donde la dejó. Ella es la única que no se nos ha unido. De nuevo,
esta nunca ha sido su casa. Ella sigue siendo una Arithuanian de corazón— El
desenganchó el termo de sus cinturón, mientras caminaba por el camino de la
izquierda.
—Por favor —Los labios de Merik parecían papel. Su lengua pegamento. Era
como si la sequedad del mundo chupara la humedad de sus poros.
—Claro —dijo Yoris dijo con una sonrisa de lado—. Pero no te diré nada más que
eso. Quiero que veas el regalo de Noden tú mismo. La primera vez que mis ojos
lo presenciaron, lloré como un bebé.
—Él está estable— fue todo lo que él dijo de regreso. Él está estable e ignorando
las llamadas de Hermin y posiblemente recompensando a Vivia por piratería.
El en calor del momento, Merik se quitó su abrigo y quitó el sudor de sus ojos. El
estaba ardiendo. Sofocado. El esperaba que hubiera dejado la chaqueta
maldita en el Jana. Solo era una broma cruel. Cada rayo de sol re reflejaba en
sus botones dorados, botones que el mantenía meticulosamente pulidos y que
denotaban su rango como líder de la marina real, eran como un flash de la
sonrisa de Vivia.
Yoris y Merik rodeaban una curva en el camino, y el bosque muerto dio paso a
una ladera estéril. Los muslos de Merik ardieron dentro de los primeros diez
escalones, y sus botas se deslizaron con demasiada facilidad. Él se detuvo a
mitad de camino para parpadear lejos el sudor de sus ojos y comprobar a las
mujeres detrás de él.
Safiya se encontró con los ojos de Merik. Sus labios se separaron y ella levantó
una mano sus dedos moviéndose como una onda.
La atención de Merik pasó por ultimo a Evrane. Como Merik, ella se había
quitado su capa y la sostenía en un brazo. El estaba bastante seguro de que eso
estaba en contra del protocolo del Monasterio, pero él no la podía culpar.
En cuanto la boca de Merik se abría para pedir por una breve pausa, los pasos
de Evrane disminuyeron. Ella dijo algo inaudible y apuntó al este. Safiya e Iseult
pararon también, siguiendo el dedo de Evrane. Entonces sus caras se relajaron
en sonrisas.
Merik siguió hacia la derecha, solo para ver sus labios relajarse. Él había estado
tan enfocado en seguir adelante que no se había molestado en mirar al este,
para ver la silueta de la negra montaña contra la naranja mañana. Con dos
crestas a los lados, lucia como una cabeza de zorro.
Era el pozo de las Witchlands, el origen del Nubrevna. Siglos atrás, había sido el
orgullo de esta nación, y las más poderosas Brujas de Agua habían nacido en
Nubrevna. Pero la gente se había desplazado y el pozo había muerto. Ahora si
alguna de las Brujas de Agua seguía en el continente, ellas seguramente no
estaban en Nubrevna.
Los ojos de Merik se movieron hacia los pastorales con una oveja graznaste.
Oveja.
El rio no está contaminado —señalo Yoris al rio fluyendo por el bosque, donde
pájaros, reales pájaros, se precipitaron—. No va más allá de nuestro
asentamiento allí. ¿Puedes verlo? Es esa brecha en los arboles”.
Merik entrecerró los ojos hasta que vio la abertura de los bosques, justo al sur del
ganado pastando. En el claro había techos planos y… un bote.
Un bote volteado
La boca de Merik se secó. La brisa, el sonido de las ramas, el crujido de las pisadas
de Iseult y Evran, todo palideció, un sonido distante.
Safiya apartó la mirada, y su voz no era más que un susurro, casi como si hablara
con sí misma en vez de a Merik —No puedo creerlo pero allí esta. Tu Dios en
realidad escuchó.
Merik dio un respingo, él había olvidado que Yoris estaba allí. Había olvidado que
Evrane e Iseult estaban subiendo. Todo dentro de él se había perdido en la
sonrisa de Safiya. En la verdad de sus palabras. Noden había escuchado.
—Ese barco —continuó Yoris—. Cayó del cielo hace casi un año como si alguien
lo cargara en una tormenta. Golpe la tierra con un temblor que tú no creerías.
Boca abajo, justo como lo ves, y con comida saliendo de las ventanas.
Merik sacudió su cabeza, forzando su mente al presente —. ¿Y qué pasó con los
marineros del barco?.
—No había nadie abordo —Contestó Yoris—. Había signos de actividad. Unas
cuantas manchas habían sido lavadas, y algo del daño en el casco
probablemente zorro —Pero eso era todo.
Llanto sonó detrás de Merik, él se volteó. Evrane había subido la colina y había
visto los bosques y la vida.
Ella se tiró en la tierra, sus palmas golpeando el suelo polvoriento antes de que
Merik la alcanzara. Ella solo lo despidió con la mano, una oración saliendo de sus
labios y lágrimas brotando de sus ojos. Moviéndose a través de sus mejillas sucias.
Los ojos de Merik también había empezado a quemar porque esto era por lo que
él había trabajado, lo que él, Evrane, Kullen, Yoris y todos los presentes en la
infancia de Merik habían trabajado, sudado y peleado.
—El rio está limpio —Dijo Yoris, la voz dura pero gentil al mismo tiempo—. No
sabemos por qué, solo hemos descubierto esto y el inicio de este nuevo bosque
alrededor de él cuándo encontramos el barco. No nos llevó mucho adentrarnos
y tenemos más familias viniendo cada semana.
Los dedos de Merik se movieron a su abrigo, al acuerdo que allí residía. EL miro a
Safiya. Ella se encontró con su mirada y sonrió aún más ampliamente.
Entonces Sai se movió para ayudar a Iseult a subir el resto de la colina, y los
pulmones de Merik volvieron a funcionar. Su mente se aclaró de nuevo, y
después de un fuerte tirón de su cuello, le ofreció una mano a Evrane.
—Ven tía, Casi estamos allí.
Evrane se secó sus mejillas, esparciendo la suciedad y las lágrimas más que
secarlas. Entonces ella le dio una sonrisa tentativa, como si se le hubiera olvidado
como sonreír.
Merik no podía recordar la última vez que había visto a su tía sonreír.
—No estamos simplemente casi allí, Merik— Ella tomo su mano y se levantó—. Mi
querido, querido sobrino, casi estamos en casa.
Traducido por
Corregido por Vaughan
N
oden’s Gift era fácilmente la aldea más feliz que Safi alguna vez había
visto. Ella e Iseult siguieron a Yoris, Merik y Evrane por encima de un
tosco puente, el río por debajo de una agitada rebanada en la tierra
amarilla. Conducía a un grupo periférico de chozas de madera con
redondeados techos cubiertos de paja y paredes de tabla, tan desteñidas como
los arboles de los cuales fueron tallados. Los hogares parecían terriblemente
precarios para Safi —como si la primera tormenta pudiera soplarlos a todos ellos
dentro del rápido río.
—Ese bebé está llorando también —Iseult saludó con la mano a una mujer de
anchas caderas que sostenía a un niño en la misma.
—Ja, ja —dijo Safi secamente—. Estoy hablando en serio, Iseult. ¿Alguna vez viste
a las personas reaccionar así con los Guildmasters en Dalmotti? Porque yo no. Y
la gente en Praga ciertamente nunca fue aduladora con sus caballeros y damas
Catorrianos — Ella agitó su cabeza, empujando a un lado pensamientos de su
propio estado, donde nadie había nunca –nunca- mirado a su Tío Eron de esa
forma.
O a Safi. Toda su vida, ella se había dicho a si misma que no le importaba. Que
ella no quería gustarles a los aldeanos o a los granjeros -o incluso que le prestaran
atención. Y qué si culpaban a Safi por su tío borracho, como si se supusiera que
ella debía detener su libertinaje de algún modo.
Sin embargo viendo como las personas de las tierras de Nihar se sentían acerca
de Merik -viendo una devoción como la que ella nunca había tenido… Quizás
había algo qué decir al entregarte a tu gente.
Por supuesto, Safi ya no tenía gente. Regresar a Cartorra seria suicidio -o al menos
esclavitud garantizada como el personal Truthwitch de Henrick.
Iseult resoplo un cansado, agradecido suspiro junto a ella e inclinada hacia el río.
—Ellos se ven más como los hombres de Yoris —dijo Safi, talón tamborileando en
la suciedad—. Parece como un montón de ellos, ¿no? Eran al menos veinte para
arrinconarnos esta mañana -y esos eran solo los posicionados cerca de la caleta.
Hay incluso más aquí —Hizo un gesto hacia dos soldados ahora pisoteando
cruzando el puente.
—No pueden ser todos hombres en armas del estado de Nihar. Incluso cuando
mis padres estaban vivos y las tierras Hasstrel estaban en plena forma, Habim dijo
que nunca hubo más de cincuenta hombres.
—¿Pero por qué tener la Cumbre de la Tregua si nadie planea negociar la paz?
—No estoy segura -aunque sé que Henrick quería usar la Cumbre como un
escenario para anunciar mi…compromiso —Safi apenas podía calzar esa
palabra—. Y que ese anuncio lanzó un obstáculo en el plan de Tío Eron.
—Hmm —la capa de Iseult crujió como cambio su peso—. Bueno, desde que los
Marstoks saben que estas con el Príncipe Merik, entonces el Emperador Henrick
debería saberlo también. Pensaría que eso significa que ambos imperios podrían
aparecerse por aquí en cualquier momento.
—Buen punto —murmuro ella, y no pasó por alto la arenisca abrasiva de miedo
a lo largo de su espina -ni la certeza en su intestino de que Cartorra y Marstok se
mostrarían aquí.
—Tenemos que darnos prisa —le dijo Safi a Merik mientras él se inclinaba sobre
un mapa de las Cien Islas. Ellos estaban de pie a varios pasos de distancia en una
cabina con ventanas similar a la de Merik en Jana -excepto que todo estaba al
revés. Las paredes curvadas hacia adentro en vez de hacia afuera, y la puerta
colgaba a un pie del suelo, requiriendo un paso de piernas largas para subir a
través.
Después de que Safi había instado a Merik y a Yoris para moverse más rápido a
través del Don de Noden -Merik podía saludar a su gente luego-, Yoris había
guiado a todos al galeón, donde incluso Iseult había exhibido una sonrisa a la
vista.
Ahora no había cristal en las ventanas, pero los listones abiertos de los postigos
dejaban el sonido polisón de todo el día deslizarse a través –también como una
brisa bienvenida. La nave era de paredes gruesas, el calor del medio mañana
opresivo, y Safi se encontró enjuagando más sudor adentro que afuera. Incluso
quisquilloso Merik tenía su chaqueta fuera y las mangas de su camisa
arremangadas.
—No tenemos opción, Dama. Yoris solo puede escatimar dos caballos, lo cual
significa que si Iseult se nos une…
—Y Evrane se nos une también, lo cual estoy convencido que ella hará, entonces
tendremos que cabalgar con dos personas por caballo. Y eso significa que
necesitaremos detenernos en la noche, así nuestros corceles puedan descansar.
A demás, nadie más puede encontrar la caleta de Nihar, así que nadie podrá
ser capaz de ir hacia la orilla en ninguna parte cerca de nosotros.
Merik enganchó su chaqueta en un banquillo cercano y rebusco dentro antes
de tirar fuera un documento familiar –ahora aplanado y arrugado.
Safi se enfureció.
La única respuesta de Merik fue masticar más rápido y mirar fijamente el mapa y
el contrato más fuerte.
—Lo merezco —agregó ella, arrastrándose un paso más cerca y empujando lejos
el deseo de su temperamento de encenderse. Ahora era su oportunidad para
hablar con Merik a solas –para finalmente disculparse por…por todo. Él no podía
huir y no había nadie para interrumpir—. Cometí un error —añadió ella,
esperando que su expresión se viera tan sincera como se sentía.
Merik tragó una copa de agua y limpió su boca de la más no-como-Merik forma.
Entonces finalmente arrastró su mirada hacia Safi.
—Un “error” lo hace sonar como si hubiese sido un accidente, Dama. Lo que le
hiciste a mi tripulación y a mi primero al mando fue deliberada malevolencia.
Eso lo silenció –aunque sus fosas nasales seguían ensanchadas y Safi pensó que
él podría ahogarse si tragaba su agua más rápido.
—¿En serio? —chilló ella—. ¿Soy tan horrible como para estar alrededor?
—Lo eres.
—¡Solo quiero mirar al acuerdo! —Ella lanzó sus manos hacia arriba—. ¿No
debería saber que espera mi tío de ti? ¿Lo que espera de mí?
—Miren eso —replicó Merik—, está tratando de cambiar el tema —clavó un dedo
punzante en el acuerdo—. Lee el maldito contrato, Dama, y lárgate.
Excepto que esta vez era una lectura previa diferente. El lenguaje del contrato
estaba inalterado, aunque la manera en la que Safi se sentía acerca de eso, la
forma en la que carcomía su estómago…
Pero lo que Safi realmente odiaba –lo que la hacía ansiar desenvainar cuchillos
y destripar algo– era que Tío Eron puso este requerimiento en el contrato en lo
más mínimo.
—No creo que te estés disculpando por tu tío justo ahora. Al menos no
completamente.
Safi mordió su labio y sostuvo su mirada. Ella quería que él viera lo que sentía.
Necesitaba que viera el arrepentimiento en sus ojos.
Su sonrisa se torció más alta y con un asentimiento que casi podía ser
interpretado como una aceptación de su disculpa, él se giró de vuelta hacia el
contrato.
—Tu tío simplemente te quiere ilesa. Él fue bastante empático sobre ese punto, y
es sólo natural que haya sido prioritario sobre la salud de su sobrina.
—No vamos a tratar, ¿está bien? —Con un suspiro, él se inclinó hacia el interior
hasta que su brazo izquierdo descansó casi contra el de Safi. Hasta que su olor
se expandió en su nariz. Agua salada, sudor, y sándalo.
Cuando al menos intentó hablar, su voz estaba tensa como una cuerda de arco.
Ella sacudió su cabeza, evitando los ojos de Merik —aunque ella los sintió arder
en los suyos.
—No sabía que mi tío montaría este salvaje escape tampoco. Él había
mencionado grandes planes, pero nunca en un millón de años habría adivinado
que sería robada de Ciudad Veñaza, cazada por una Bloodwitch, y forzada en
un barco. Ha sido una enorme, interminable cascada de sorpresas. Al menos, sin
embargo, me mantiene lejos del agarre de Henrick.
Dio otra tensa carcajada y trató de seguir adelante, para pretender examinar el
mapa. Pero los segundos se deslizaron pasando sin ella absorbiendo un solo río o
ruta. Era como si el poder en el cuarto estuviera en movimiento –cayendo fuera
de sus manos y en las de Merik.
Entonces Merik llegó hasta en frente del mapa para golpetear una serpenteante
línea azul. Su brazo cepilló el de ella.
—Instalaremos el campamento aquí —dijo él—. Yoris dijo que este arroyo está
limpio.
Finalmente, ella se arriesgó girando rápido su mirada hacia arriba –y encontró los
ojos de Merik errando sobre su cara. A sus labios. A su cuello.
—No —entonaron Safi y Merik, alejándose dos pasos. Luego un tercero, para
buena medida.
Iseult se tambaleó dentro de la habitación detrás de Evrane, su rostro pálido y la
capucha del Carawen retirada hacia atrás. Se veía como si fuera a vomitar o a
desmayarse –o ambos.
Safi se movió a trompicones por Iseult y la agarró del brazo, guiándola hasta un
banquillo. Luego Safi desabrochó la capa Carawen del cuello de Iseult y la
empujó hacia Evrane.
—¿Curación Firewitch?
—No está lejos —dijo una nueva voz. Yoris. Pasó por encima del umbral a la altura
de la rodilla y se limpió su frente con su manga—. Hay un camino junto al río. No
debería tomar más de diez minutos llegar.
Una pausa. Luego, Merik asintió, y su expresión se derritió en algo casi calmado.
—Tía —dijo él, inclinándose hacia Evrane— puedes llevar a Iseult al Pozo. Cúrala,
si eres capaz, y vendré por ti a la siguiente campanada.
—Gracias, Merik —Ella deslizó una mano detrás de la espalda de Iseult—. Ven.
Iremos lentamente —Iseult se alzó, y Safi se movió para seguirlas… pero luego se
detuvo.
—Me gustaría unirme —dijo—. Pero no iría si crees que es un riesgo para el
contrato.
—El contrato debería estar bien. Aunque… —Dio un paso estrecho y con
dolorosa lentitud, él se acercó para deslizar sus dedos alrededor de la muñeca
izquierda de Safi. Cuando no se resistió, le levantó la mano con la palma hacia
arriba.
—Si huyes, Dama —su voz era un bajo tamborileo que tembló en el pecho de
Safi—te cazaré.
—¿Oh? —Ella arqueo una ceja, pretendiendo que Merik no estaba tocándola.
Que su voz no estaba haciendo a su abdomen miserable y chisporrotear—. ¿Es
una promesa, Príncipe?
—Safi —dijo ella, complacida de notar que su voz estaba estable –y que Merik
estaba de verdad sonriendo ahora—. Puedes llamarme Safi.
Luego inclino su cabeza una vez y dejó el cuarto para seguir a Iseult y Evrane al
Pozo Del Origen de Nubrevna.
El camino al Pozo de Agua no era una caminata fácil, e Iseult era huesos –
cansados antes de que siquiera Noden’s Gift estuviera fuera de la vista. De
hecho, ni siquiera estaba convencida de que Evrane siguiese un camino real. Era
empinado, descuidado por hirientes ortigas (que Safi pisó y procedió a aullar), y
los insectos y pájaros cotorreaban muy fuerte, Iseult pensó que sus costillas
podrían destrozarse por la vibración de todo eso.
A su modo de ver ella estaba en el Pozo del Origen. El Pozo de Agua de las
Witchlands. Había una ilustración de eso es su libro Carawen, aunque esto, la
realidad…
Era mucho más en persona. Ninguna pintura podría alguna vez capturar todos
los ángulos y sombras y movimiento del lugar.
La angosta ensenada, con sus seis arboles de ciprés (aunque esqueléticos y sin
hojas) espaciados uniformemente alrededor de los lados, retenían agua lo
suficientemente clara para revelar un nítido, fondo rocoso. El camino de
adoquines rodeando el Pozo siempre se había visto gris en el libro, pero ahora
que Iseult lo veía era en realidad de un millón de sombras de blanco antiguo.
Más allá de la cresta de piedra del Pozo estaba el Jadansi, azul e infinito –aunque
extrañamente calmado. Sólo la tenue brisa salada se arremolinó para formar
ondas tiernamente en la superficie.
—No se ve para nada como el Pozo de la Tierra —dijo Safi, su expresión y Threads
tan reverentes como Iseult sabía que deberían ser los suyos.
—Está debajo de una saliente —La mirada de Safi se volvió distante mientras
hurgaba a través de su pasado—. Habían seis arboles de haya, y había una
cascada que alimentaba el Pozo. Pero solo lo fluía cuando llovía.
Evrane asintió a sabiendas.
—¿Podemos ver? —preguntó Iseult, curiosa por cómo se veía el cañón. No había
habido mención de ello en el libro.
—Necesitas limpiar más que solo tu herida —Insistió Evrane, moviendo Iseult hacia
adentro—. Además, y ahí hay magia para ser obtenida de ese Pozo, necesitas
tanta piel expuesta como puedas —Luego, casi como una ocurrencia tardía,
añadió—. Puedes mantener tu ropa interior, si eso ayudará.
—Me desnudare contigo —ofreció Safi, agarrando a sus faldones—. Si alguien
aparece —la camisa se deslizó sobre su cara, amortiguando sus palabras—
bailaré alrededor y los distraeré.
Por el tiempo que Safi había lanzado su camisa a los adoquines, Iseult empezó a
deshacer sus propios botones. Pronto, ambas niñas estuvieron desnudas en sus
ropas pequeñas, sus Threadstones reluciendo en sus cuellos. Mientras Safi
ayudaba a Iseult a sentarse en una rampa —oh, era agua escandalosamente
fría—, Evrane también se desvistió.
La monja de deslizó dentro del Pozo, apenas una ola alrededor de la fresca
protuberancia de su piel.
—Las propiedades curativas son más fuertes en el centro del Pozo. Si puede tocar
la fuente del manantial, la curaría completamente.
—Te ayudaré a alcanzar el fondo. No luché con zorros marinos solo para que un
simple nado me detenga.
Iseult rodó su hombro. Enderezó su brazo. Entonces ella dejó escapar un suspiro
demasiado triste.
—Si sólo hicieran piedras que pudiesen aliviar el dolor así de fácil.
La frente de Evrane se arrugó.
—Lo hacen. Usaste una en el…oh. Oh. Esa fue una broma.
—No me importa. Solo porque no puedes sentir dolor no significa que no esté allí.
Ahora contén la respiración.
Iseult no estaba segura de como ella o Safi sabían dónde estaba la fuente del
manantial. El mundo del Pozo era roca, roca, y más roca. Aunque algo se
revolvió dentro de ella. Una cuerda serpenteando más ajustada y más ajustada
—pero sólo tanto como ella nadó en esta única, verdadera dirección.
Presión se construyó en los oídos de Iseult, latiendo detrás de sus ojos. Cada
brazada cepillaba agua más fría y más fría contra su carne, haciendo más difícil
aferrarse rápido a Safi. Antes de que ellas estuvieran la mitad de camino hacia
abajo, los pulmones de Iseult comenzaron a arder.
Luego estaban el fondo, y Safi estaba alcanzando las rocas. Iseult llego
también… Sus dedos golpearon algo. Algo que no podía ver pero que envió
poder –estática– corriendo sobre su cuerpo.
Una luz roja destelló. Luego destelló otra vez –más brillante. Las Threadstones de
Safi e Iseult estaban parpadeando.
Ahí fue cuando sucedió. Un tronido que se estrelló contra Iseult. Tiro sus costados,
retorciendo el aire de sus pulmones. Pero ella no soltó a Safi, y Safi no la soltó a
ella mientras se agitaban hacia la superficie, empujadas por el agua. Por el
rugido del ataque que todavía se estremecía contra ellos.
—Terremoto —llamó Evrane, sus brazadas seguras. Entonces el pie de Iseult arañó
piedra, y se empujó a sus pies. Evrane y Safi hicieron lo mismo, y todo a su
alrededor. Las aguas del Pozo continuaron extendiéndose y espumeando,
girando y temblando.
—Sí. Se siente mejor —Todo su cuerpo se sentía mejor, de hecho. Como si pudiera
correr por millas o aguantar el peor de los ejercicios de Habim.
Y ahora que ella estaba centrada en ello, encontró una extraña, alegría
desbordante corriendo a través de ella –casi al tiempo de las olas contra sus
pantorrillas. Las ráfagas de viento sobre el Pozo. Los giros de felicidad en los
Threads de Evrane.
—Creo —dijo Iseult, mirando los ojos brillantes de Safi y sonriendo—, que todo
está mejor ahora.
Traducido por
Corregido por Vaughan
—E
lla se fue a la costa —dijo Aeduan. Se levantó cerca de la puerta
hacia la cabina de Leopold, la que era, sorpresivamente, no más
larga que su propietario. Estaba hecha más pequeña, sin
embargo, por los troncos del príncipe contra las paredes y por las docenas de
épicos colores vivos esparcidos y amarrados por todos lados.
—Adelante —Aeduan apuntó hacia una sola roca puntiaguda que se alzaba
des de las olas—. Los Nubrevnan fueron atrás de eso, así que tenemos que
seguir…
Ella había ido a esa entrada y acto seguido puso un pie en tierra –se movió al
este. Todavía no estaba muy lejos. Su aroma era fuerte hacia adelante.
El capitán se puso rígido, sus ojos cayendo. Pero después una voz surgió desde
detrás diciendo
—No Hell-Bards, Monje —Leopold pasó sus manos por su cabello y miró
fijamente hacia las colinas Nubrevnan—. Safiya es la prometida de mi tío, así que
yo te acompañaré. Solo.
Pero Leopold simplemente miró hacia él con una sonrisa que no precisamente
alcanzaba sus ojos.
Aeduan perdió varias horas de maravilloso tiempo a causa del príncipe. Para
empezar, a Leopold le tomó para siempre el empaquetar una única mochila y
para atar con una correa su inútil florete. Luego, Leopold y el Comandante Hell-
Bard se escabulleron para hablar en susurros, enfáticas voces hablando sobre lo
que los Pozos supieran qué.
Al mismo tiempo, Aeduan estaba de pie en el alcázar, estirándose sus
muñecas y dedos, enojándose por la tardanza del príncipe.
Una vez que las Brujas de Viento finalmente despegaron a todo el mundo del
guardacostas, Aeduan pensó que seguramente el ritmo remontaría. No lo hizo.
Tan pronto como tomaron tierra en el acantilado más cercano, Aeduan gastó
todavía más tiempo en informar a las Brujas de Viento de todas las mismas
órdenes que él había acabado de dar al capitán. Algo sobre un pergamino de
las Brujas de Palabras que alertaría a los Hell-Bards acerca de cuándo y dónde
Leopold y la novia de su tío necesitarían rescate.
Así que, Aeduan abandonó al príncipe por varios minutos y partió hacia un
mundo de troncos de pinos desteñidos. El peso de los táleros de plata y su
estuche de hierro era demasiado para Aeduan para cargarlo a máxima
velocidad, por lo que podría también utilizar este tiempo perdido para esconder
la caja.
Allí no había aromas ni sonidos. Era como estando en el mar, solo, con sólo sal
para rellenar la nariz y una brisa para hacer cosquillas en las orejas. Allá había
aromas. Como si los humanos hubiesen pasado, pero nadie estaba cerca ahora
mismo.
De alguna manera este silencioso desierto era peor que las ardientes casas. Al
menos con la tierra carbonizada y las ruinas del poblado, aquí había una señal
de mano humana en el trabajo. Nubrevna, no obstante, se miraba como los
dioses que simplemente la habían dejado. La tierra terminante no valía su tiempo
y la abandonaron.
Por lo menos en un mundo sin dios no había nadie para ver a Aeduan
esconder sus táleros.
Encontró un tocón hueco de árbol y puso su caja de hierro dentro. A no ser
que ocurriese que alguien pasara lo suficientemente cerca para mirar adentro
del tronco, la caja sería invisible.
El viento explotó. Las Brujas de Viento dispararon por encima de los árboles.
En medio respiro, una rabia caótica barrió desde los dedos de los pies de
Aeduan. Quemado en sus venas. Eso era el imperio de Leopold que había
desamparado este lugar. Quien había terminado con las vidas de no solamente
la gente sino también de su tierra. Y ahora el príncipe la pisoteaba alrededor sin
respeto, sin remordimiento alguno.
Por un tiempo, ellos cubrieron una tierra decente. Entre más viajaban, más
paisaje cobraba vida. Los insectos tarareaban, los pájaros cantaban, y
pequeñas áreas de follaje verde crujían con la brisa de Jadansi. Los acantilados
costeros crecieron más altos y eventualmente el aroma de Safiya se movió tierra
adentro –hacia la pendiente en el terreno.
Los soldados patrullaban, pero Aeduan no tuvo ningún problema para
esquivarlos. Fue capaz de descubrirlos pronto antes de que él y Leopold los
alcanzaran. Los rodeos redujeron la velocidad en su progreso, no obstante, y el
sol estaba descendiendo en la media tarde antes de que las señales de las
civilizaciones crecieran frecuentemente.
Pero una vez el príncipe fue invisible, Aeduan empujó a un lado pensamientos
sobre Leopold. Safiya era todo lo que importaba ahora.
Ellos tendrían que encontrar otra ruta e intentar recuperar el rastro de Safiya
más tarde en otro punto.
Se arrodilló junto al tronco caído, listo para ofrecer una mano al príncipe.
Inmediatamente, Aeduan olió la sangre del príncipe –luchando por una nueva
piel y humeantes hogares.
Pero no estaban cualquiera de los dos. No había nada pero el más vago y
persistente aroma de Leopold. Aeduan cayó en cuatro y escarbó debajo del
roble caído, sólo en caso de que una Bruja de Vista lo hubiese engañado o allí
hubiese algún tipo de escape por debajo.
Lo que suponía que alguien lo había seguido hasta Nubrevna –y ahora ese
alguien había secuestrado al Príncipe Leopold fon Cartorra.
Traducido por
Corregido por Ella R
M
erik nunca supo que cabalgar un caballo podía ser una contradictoria
experiencia de miseria y placer. El sol de la tarde atravesaba las ramas
muertas del roble y el polvo salpicaba el sendero en un lazo de
sombras.
Yoris le había dado a Merik las mejores monturas de las que pudo disponer, y
había equipado la partida de Merik con comida, agua, sacos de dormir y una
piedra de alerta, un trozo de cristal con Brujería de Éter que estallaría si el peligro
acechaba al campamento. Los dejaría dormir esa noche sin necesidad de
vigilancia.
Merik le dio la bienvenida al sueño. Había pasado un largo tiempo desde que
tuvo algo de aquello.
El olor a sal llenó la nariz de Merik, llevado por una fresca ráfaga de viento.
Aunque el Jadansi estaba escondido detrás del bosque descolorido por el sol, el
camino nunca se desvió muy lejos de su brisa.
No que la brisa hiciera algo por enfriar a Merik. No con Safiya fon Hasstrel
compartiendo su montura.
Aunque Merik tuviera siempre una excusa para estar pegado a las curvas de su
cuerpo, para tener sus brazos alrededor de ella y sostener las riendas, también
quería decir que sus rodillas se frotaban aún más y sus piernas seguían sintiéndose
como alfileres y agujas. Tenía la sensación de que cuando se detuvieran para
acampar, estaría cojeando como Hermin.
Aun así, sus músculos eran lo más alejado de su mente cuando su yegua
deambuló por un sendero fácilmente estéril. Cada uno de los pasos del caballo
empujaba sus muslos, su cadera, su abdomen pegado a la espalda baja de Safi
y aunque trató de pensar en el Regalo de Noden, volver a reproducir la
bienvenida que le dieron y aferrarse a ese orgullo embriagador, el cerebro de
Merik tenía otros temas en mente.
Merik contestó cada pregunta que le hacía. Alrededor de 150 000 personas
están en Lovats, sin embargo ese número puede cuadriplicarse durante la
guerra; Él es el Dios de todo; hablo mal el Catorrano, decente Marstoki, y
excelente Dalmotti. Eventualmente, tuvo una pregunta propia.
—¿Están los Cartorranos o los Marstokis cerca? ¿Puede decirme tu poder eso?
Ella hizo un minúsculo movimiento de cabeza. —Sé cuándo las personas dicen la
verdad o mentiras. Y si veo a un hombre, puedo ver su verdadero corazón, sus
intenciones. Pero no puedo verificar hechos o pretensiones
Ella se puso rígida en sus brazos, y el más ligero zumbido de estática vibró en su
pecho. Luego se relajó, riéndose. —Confundes mis Poderes —Ella le devolvió la
bolsa de agua. —. Dice que ahora puedo confiar en ti.
Él gruñó ligeramente y echo atrás el agua. Estaba caliente por el sol. Dos tragos
y paró.
—Es un peligroso poder el que tienes —él dijo, una vez que ella se volvió hacia
adelante una vez más. —. Veo porque los hombres podrían matar por ello.
—Ah —Merik respiró, incapaz de ignorar el pesar en la voz de Safi, o cómo eso
hacía que sus Poderes se deslizaran bajo su esternón. Apretó su agarre a las
riendas. Su Marca de Brujo ondulaba a través de los tendones de su mano.
Por medio de un latido del corazón, Merik se contuvo pretendiendo que Safi no
era una domna y que él no era un Príncipe. Que ellos eran simplemente dos
viajeros en un camino desierto, donde el único sonido era el suave golpeteo de
los cascos de los caballos, la brisa correteando y el murmullo de Evrane e Iseult
atrás.
Pero la desolación del lugar pronto quedó atrapada entre los pensamientos de
Merik, junto con la misma rotación de pensamientos que no pudo controlar.
Kullen. Vivia. El Rey Serafin.
—Sin embargo, de eso se trata. ¿No es así? —El desafío estremeció su columna
vertebral. —. Lo que necesitas es sentir amor. Eso te da un propósito.
—Quizas —murmuró él, distraído por su cercanía. Por la forma en que su
respiración y en viento giraban a través de las rebeldes hebras de su cabello. —
Hablas Nubrevnano como una nativa —dijo finalmente, forzando a su cerebro a
cambiar de tema. Para concentrarse en las palabras de Safi en lugar de en su
proximidad. —. Tu acento es casi imperceptible.
Pero chispeaban en el aire entre ellos, y cuando Safi se dirigió a él, sus cejas se
juntaron. Entonces su mirada se ajustó en el lugar, una pulgada por debajo de la
de Merik y demasiada azul.
De repente, el espacio entre ellos se hizo demasiado pequeño. Este rio estaba
fuera del control de Merik, inclinándose a lo largo de los bancos, y el no pudo
pensar en nada más que parar la yegua, bajar a Safi, y…
No. Merik no podía dejar a su cerebro ir ahí. No lo haría. Coquetear era una cosa,
pero tocar… no podía arriesgarse a lo que podría conllevar. En lo que podrían
terminar. No con una Domna de Cartorra. No con la prometida del Emperador.
Entonces Merik elevó una desesperada plegaria a Noden para que ese día
pudiera terminar pronto, antes de que él, o su magia, perdiera el control por
completo.
Traducido por
P
ara el momento en que Iseult y el grupo llegaron al lugar elegido para
acampar, el sol rosado caía detrás del Jadansi, e Iseult estaba convencida
de que sus muslos internos estaban deformados permanentemente.
Como Yoris había prometido, el lago tenía una corriente limpia, y como tal, una
jungla en miniatura había brotado. El lago había crecido demasiado, y si una
lluvia venía, la corriente se desbordaría. Así que, después de dejar que los
caballos bebieran, Merik ordenó que colocaran el campamento en una colina
cercana a la sombra de robles y rocas.
Por supuesto, a Merik le tomó mucho tiempo dar realmente esa orden. Evrane y
él pasaron al menos un cuarto de hora simplemente observando detenidamente
los helechos y escuchando a las ranas nocturnas cantar. Sus Hilos estaban tan
eufóricos, demasiado triunfantes, que Iseult le dijo a Safi que tan solo los dejara
ser.
Los vencejos chirriaron por encima suyo, pareciendo tan contentos por la
compañía como Iseult con su canto.
Ella se alegraba por cualquier cosa que la distrajera de los Hilos palpables entre
Safi y Merik; mientras ellos compartieron un caballo, sus Hilos habían sido
demasiado brillantes, tanto como para causar a Iseult un dolor de cabeza.
—¡Estas aquí! Y estás curada por completo. —La sombra veía con genuino placer
ello, e Iseult imaginó que le daba una palmadita en el mundo real, un mundo
real que Iseult estaba segura existía. Esta voz no era solo una loca extensión de
sus más profundos miedos.
—Estas en lo correcto —canturreó la sombra—. Soy tan real como lo eres tú. Pero
mira, te dejaré ver a través de mis ojos por un momento, solo para convencerte.
Fue como subir desde una inmersión profunda. Luces nadaron a través de la
visión de Iseult seguido por colores, gris y verde, y formas distorsionadas… hasta
que finalmente se cerraron en negro, como si la sombra parpadeara larga y
lentamente, y el mundo se materializara. Piedras grises, desgastadas y
desmoronándose, se reunieron ante los ojos de Iseult. No, ante los ojos de la
sombra, por medio de los cuales ahora Iseult veía.
Iseult se quedó sin aliento. Los hombres y mujeres estaban de pie en filas, e incluso
a la puesta de sol color ámbar, no había desaparecido el color de su piel
carbonizada. La negrura pura de sus ojos.
O los tres Hilos Cortados pendientes sobre sus cabezas. —Marionetista —respiró
Iseult.
Cada fila tenía diez a lo largo. Hombres, mujeres… incluso alguna figura pequeña
de vez en cuando, como un niño mayor. Pero la mirada de la Marionetista no se
detuvo en los individuos, e Iseult estaba demasiado ocupada estimando el
tamaño del ejército como para centrarse en algunos detalles que pudo
absorber.
Iseult había contado hasta cincuenta filas, y ni siquiera había llegado a la mitad
de la avenida, cuando las palabras de la Marionetista cortaron a través su
conciencia—: Eres una Bruja Hiladora también, Iseult, y una vez que aprendas
acerca de tu armadura, podríamos cambiar nuestro título juntas.
—¿Ju… juntas?
—No eres como las otras Brujas de Hilos —dijo la Marionetista—. Tienes necesidad
de cambiar las cosas, y el odio para hacerlo. La rabia para romper el mundo.
Pronto, lo verás. Aceptarás lo que realmente eres, y cuando lo hagas, vendrás a
mí. En Poznin.
Una náusea caliente subió por el pecho de Iseult, vil y casi imposible de ocultar.
Así que soltó la mejor mentira que pudo crear. —Te ves cansada. Lo siento tanto.
¿Tejer te agota?
—Estaré fuera por algunos de los días siguientes, Iseult. Mi Rey me ha dado una
tarea que drenará mi poder. Me imagino que estaré demasiado cansada para
encontrarte después de eso, Pero —dijo ella con un prometedor énfasis—,
cuando esté totalmente restaurada, vendré contigo de nuevo.
Se detuvo y su mandíbula se abrió en un crack por un bostezo. —Debo
agradecerte antes de irme. Todos esos planes y lugares escondidos en tu mente
harán al Rey Raider muy feliz. Ese es por qué me dio esta gran misión para
mañana. Así que gracias, hiciste todo eso posible. Ahora, necesito descansar si
he de atravesar a todos esos hombres según lo ordenado.
No tenía ningún sentido, y para el momento que Aeduan perdió el aroma por
enésima vez, él tenía todo pero había renunciado al Príncipe. Se suponía que
debía traicionar al hombre de todos modos y mantener a la Bruja de la Verdad
para el uso de su padre. Sin embargo, cada vez que Aeduan consideraba dejar
al Príncipe con algún enemigo invisible, una extraña molestia se clavaba en sus
hombros. Raspando a lo largo de su cuello. Como si fuera…
Como fuera, justo cuando Aeduan dio media vuelta para reanudar la única
caza que realmente le importaba, una briza sopló desde los acantilados y llevó
un olor a la nariz de Aeduan, a su sangre.
Leopold.
Aeduan se lanzó por las escaleras desgastadas. Dos, luego tres al mismo tiempo,
voló sobre las escaleras hasta que al fin alcanzó la cima. Un sol rosado brillaba
sobre el agua ondulante. El viento agitaba las ramas verdes de seis árboles de
ciprés, y una tormenta retumbó en la distancia.
Aeduan estaba en Pozo del Origen. El Pozo del Agua de las Witchlands. Debería
haber sabido que estaba ahí, debería haber adivinado lo que esto era. Su viejo
mentor le había hablado de ello sin cesar cuando Aeduan era un niño.
Sin embargo este lugar no se parecía en nada a lo que había descrito su mentor.
No había vida aquí. Verde en los árboles, una ondulación en el agua. Era como
si el Pozo estuviera vivo, excepto que eso era imposible.
Con la nariz en alto, se fue a la derecha del Pozo. Lo hizo doce pasos antes de
que el olor de la sangre lo hiciera volver a ajustarse al enemigo, y un aplauso
lento estalló.
Leopold salió detrás del ciprés más cercano, aplaudiendo. —Me encontraste,
Monje. —El Príncipe ofreció una sonrisa sin sentido del humor. —Más rápido de lo
que esperaba.
Leopold se limitó a sonreír de nuevo. Esa estúpida, insulsa sonrisa que Aeduan
odiaba. Entonces Aeduan levantó la mano derecha…
Y tomó el control de la sangre de Leopold.
Una briza salada se extendió por el cabello de Leopold, mientras que un rayo
brilló en el horizonte, viéndose desde ese ángulo como una corona encima de
la cabeza del príncipe congelado.
Fue entonces cuando Aeduan se dio cuenta, él quería esto. Leopold quería que
lo torturara para sacarle la verdad…
El Príncipe había intencionalmente perdido gran parte del día como era posible.
Su objetivo desde la ciudad de Veñaza había sido aplastar a Aeduan.
—Lo has descubierto —dijo Leopold—. Puedo verlo en tus ojos, Monje.
—Llámame demonio como todos los demás. —Aeduan apretó la sangre del
Príncipe aun con más fuerza, la suficiente para que doliera.
Pero Leopold se limitó a mirarlo fijamente antes de decir con la voz ronca—: No
puedo… dejarte encontrar a Safiya antes de que llegue a Lejna. Está casi allí
ahora, y pronto estará fuera de tu alcance completamente.
—¿Cómo sabes eso? ¿Quién te manda? —Tan pronto como la pregunta salió de
la garganta de Aeduan, sabía la respuesta, y por los Pozos, había sido un idiota
por no haberlo visto antes. Leopold era parte del plan para secuestrar a Safiya.
Aunque no parecía haber ninguna lógica en ello, estaba claro ahora que el
Príncipe estaba trabajando con los Nubrevnanos, los Brujos de Fuego Marstokis,
los Brujos del Encanto… y ¿quiénes más? Esta red para robar a la Bruja de la
Verdad fue expandida, y Aeduan estaba medio tentado a torturar para obtener
las respuestas que necesitaba.
Pero si Safiya estaba de hecho casi en Lejna, y si como Leopold había dicho,
alejada completamente de su alcance, entonces Aeduan no podía perder más
tiempo.
Soltó los pulmones y lengua de Leopold, pero nada más. Aeduan sostendría al
Príncipe hasta que estuviera demasiado lejos para que Leopold lo alcanzara.
Sin embargo, tan pronto como Aeduan se dio la vuelta para lanzarse en una
carrera a toda velocidad donde la magia era el combustible, Leopold susurró—
: No eres el demonio que tu padre quiere que seas.
Eso detuvo a Aeduan en su camino. Con metódica lentitud, se torció hacia atrás.
—¿Qué es lo que dijiste?
—Yo —susurró Aeduan—, soy el demonio que ellos piensan que soy. Y usted, Su
Alteza, debió matarme cuando tuvo la oportunidad.
Apretó con más fuerza. Más apretado, más apretado… hasta que sintió la sangre
en el cerebro de Leopold subir, demasiado débil para sostener el pensamiento.
Para sostener la conciencia.
Aeduan liberó al Príncipe. Leopold se derrumbó sobre las losas, quieto como una
piedra. Como si hubiera muerto. Incluso la briza de la tormenta no lo alcanzaba
ahora.
Aeduan debía matar al Príncipe. Su padre le diría que lo matara. Sin embargo, si
Aeduan lo hacía, entonces nunca aprendería porque su sangre olía como lagos
limpios y vientos congelados. Nunca sabría quien le había ordenado a Leopold
matarlo, o por qué.
Aeduan suponía que siempre podría mentirle a su padre y luego investigar por
su cuenta.
Aeduan asintió, satisfecho con eso. Dejaría vivir a Leopold y daría caza al
Príncipe de nuevo más tarde. Por respuestas.
Así que sin una segunda mirada, Aeduan dejó atrás al Príncipe Imperial de
Cartorra y al Pozo Originario, y mientras corría, la puesta de sol calentó su espalda
y el viento detrás de él aumentó su velocidad.
Traducido por
Corregido por Ella R
M
erik se despertó con el sonido de un trueno distante, y el toque de unos
dedos contra su clavícula. Si no estuviese tan profundamente dormido,
podría haber adivinado las tres únicas personas que podrían haber
puesto sus manos tan cerca.
Arrebató los dedos de su pecho, balanceó una sola pierna, y se volcó sobre el
perpetrador... Sus párpados se abrieron de golpe, su respiración entrecortada
pero cada fragmento de suyo estaba alerta.
Su mirada se encontró con unos ojos azules, casi negros a la luz de la luna en un
cielo nublado. —Domna. —Una de sus manos golpeó el suelo junto a su cabeza.
Con la otra le apretó la muñeca.
Sus dedos se plegaron, haciendo que flexionara más la muñeca bajo el agarre
de Merik y creyó sentir los latidos de su corazón contra su pecho. Lo escuchó bajo
la brisa que llevaba la tormenta y la canción sin fin de la selva, aunque pudo
haber sido su propio latido del corazón.
—Estabas roncando.
Merik deslizó su mano libre detrás de su cabeza y bajó la propia hasta que
bloqueó toda la luna de su cara. Hasta que todo lo que veía eran un par de ojos
relucientes.
—Dime —dijo lentamente— la verdad, Domna. ¿Qué estabas haciendo con la
mano en mi camisa? ¿Tomando ventaja de mí sueño?
Su espalda se arqueó.
Merik se congeló.
Sus ojos se extendían a lo largo de ella. Era muy diferente a las mujeres de su tierra
natal. Su pelo era del color de la arena, con los ojos del color del mar. Merik
exhaló con fuerza. No importaba cuánto los dedos y los labios le dolieran por ella,
no podía rendirse a este... hambre.
Se alejó de ella y sobre su espalda, cubrió con una mano sus los ojos para
bloquear el cielo. Para bloquear la caliente conciencia de Safi junto a él. Cada
gota de su magia y cada pulgada de su carne respondían ante ella.
—No puedo hacer esto —le admitió finalmente a ella. A él mismo. Luego se puso
de pie, tirando de la chaqueta fuera de la bolsa de dormir y caminando hacia
el bosque. Hacia el mar.
—¿Por qué estás aquí? —preguntó, una vez que hubo rodeado el voladizo hacia
un ventoso bosque. Ella caminó varios pasos por detrás.
—No puedo volver a dormir.
—No lo necesito.
Merik suspiró. ¿Por qué discutir con eso? Tenía bastantes arrugas sin añadir a Safi
en esa mezcla. Asi que Merik continuó caminando, sus dedos flotando sobre las
hojas de helechos o pasando a través de agujas de pino. Muy interesante para
el toque. Tan vivo.
Cuando llegó al mar, cuando la distante, brillante tormenta y las olas coronadas
de blanco le golpearon los ojos, algo dentro de él se desplegó. Relajado. Safi
avanzó arrastrando los pies a la izquierda, hacia un gran afloramiento de piedra
caliza, y Merik la siguió, aunque mantuvo dos pasos largos de distancia entre
ellos. Luego, ambos se apoyaron en la roca, y por un tiempo, se quedaron
mirando en silencio al mar, la luna, los relámpagos.
—Mirar, ¿cómo?
Merik rió, un sonido cálido y genuino. Y aun así, su mirada fue atrapada por Safi.
Por su garganta en particular. La curva se recortaba contra la piedra caliza, y no
podía recordar haber visto nunca un cuello con forma tan elegante. —Mis
disculpas —dijo al fin—. Atacarte es lo más alejado de mi mente.
Ella se sonrojó como una rosa iluminada por la luna, pero luego, como si estuviera
molesta consigo misma, estalló con la barbilla alta. —Si estás imaginando un...
tipo de ataque más íntimo, Príncipe, entonces yo debería informarle que no soy
ese tipo de chica. —Miró y sonó con cada pulgada como una domna.
—Nunca pensé que lo fueras —Era el turno de Merik de sonrojarse ahora, no con
vergüenza. Con molestia. Un indicio de furia. —. Y no debes suponer que incluso
te deseo, Domna. Si yo fuera en busca de un desliz casual, entonces fácilmente
serías la última persona que elegiría.
Y Merik dio un paso más cerca. Luego otro, hasta que estuvo justo al lado de ella.
—Si fueras ese tipo de chica, entonces... —Merik llevó una mano a su mandíbula,
tentativo al principio, luego con más confianza cuando ella no se alejó. —
Entonces me gustaría empezar aquí y pasar por tu garganta. —Sus dedos
susurraban sobre su cuello, su clavícula y Merik se mostró satisfecho por la forma
puntual en la que su respiración creció. En lo mucho que le temblaban los labios.
—Detente —respiró.
Pero entonces un giro del cuerpo de Safi, y repentinamente sus labios estuvieron
sobre los de Merik. No, tenía los labios por encima de los de él. Pausando.
Esperando, como si se hubiera sorprendido a sí misma y ahora no supiera qué
hacer.
Una respiración agitada salió del pecho de Merik, enganchada allí junto con sus
pensamientos. Sin embargo, las pulgadas entre sus cuerpos podrían haber sido
millas y la distancia entre sus labios se sentiría infranqueable.
La respiración de Safi raspaba por su barbilla. O tal vez esa fue la brisa. O tal vez
era su propia respiración. No pudo decir más. Se estaba haciendo difícil hacer
algo más que mirarla a los ojos, brillantes y cercanos.
Su mirada se movió hacia abajo, ella frunciendo el ceño, como si quisiera hacer
algo más. Luego sus manos se levantaron para descansar sobre los huesos de las
caderas de Merik. Sus dedos se cerraron a su alrededor.
El hambre del día quemó a través de él y, para su gran placer, Safi la tomó. La
agarró de Merik con sus dedos clavándose en él y un ritmo en las caderas que
iba más allá de cualquier cuatro-pasos.
Fresco calor cortó a través de él. Sus rodillas casi se doblaron, y sus vientos se
arrancaron hacia el exterior. Hacia arriba. Él levantó a Safi sobre un afloramiento
bajo, sus dedos tirando del dobladillo de su camisa. Su boca degustando en
todos los lugares que había prometido. Su oreja, donde ella gemía. Su cuello,
donde se retorcía. Su clavícula...
Merik se tambaleó hacia atrás, con la boca abierta. Perdido. El pecho de Safi se
infló, y sus ojos eran enormes, pero Merik no pudo ver por qué se había detenido
esta tormenta entre ellos. ¿Había cruzado alguna línea?
Merik se tambaleó.
El tambor de viento del Jana.
En un instante, se precipitó hacia el camino por donde habían venido, Safi justo
detrás de él. Maleza y grava torcida bajo los pies, pero Merik apenas se dio
cuenta. El tambor de viento sonaba cada vez más fuerte. El Jana navegaría a la
vista en cualquier momento, y Merik tenía que saber por qué, tenía que ver qué
tan lejos su barco estaba de la orilla. Él podía volar hacia sus hombres, pero sólo
si tenía una vista...
Safi agarró el hombro de Merik, y tiró de él hasta que se detuvo. —Ahí. —Ella
apuntaba hacia el sur, hacia donde Merik apenas podía distinguir las olas grises
de las nubes del mismo color.
Estiró su telescopio, escaneando el agua... hasta que vio las luces. Podría
pensarse que ellos eran parte de la tormenta, pero no. La imagen afilada de un
buque de guerra Nubrevnano. El Jana, con sus linternas y espejos que iluminaban
el agua por delante. Las velas blancas se inflaron, gracias a la Brujería de Viento
de Kullen.
El tambor de viento golpeó una y otra vez, demasiado alto para una distancia
tan grande, lo que significaba que Ryber estaba utilizando el mazo mágico y
tenía el tambor dirigido hacia la orilla. Hacia Merik.
Así que Merik inhaló profundamente y se armó de viento. Cargó hasta su piel,
quemó en su cuerpo. —Apártate —le advirtió a Safi. Tendría que apuntar este
viento florecido perfectamente, tenía que llegar a ese punto minúsculo en el
horizonte para que su tripulación supiera dónde estaba.
Echó hacia atrás los dos brazos... Luego desató su aire. Un gran embudo de
viento entró en erupción hacia afuera, a través de las olas.
Y Merik esperó. Esperó y observó con Safi a su lado. Estaba agradecido de que
ella estuviera allí. Sus hombros rectos y su mirada sin miedo le impedían pensar
demasiado. Le impedían saltar del acantilado y volar de inmediato hacia su
Hermano...
—El Brujo de Sangre nos sigue —le dijo con voz ronca.
—Excepto que nos sigue por detrás. Y los Marstokis navegan hacia Lejna, por
delante de nosotros. —En esas palabras, la rabia de Merik flameó hasta
convertirse en ira real, que lo envió a acechar a dos pasos de distancia.
Tenía que mantener esta furia contenida, sin embargo, porque no era con Safi
con quien él estaba enojado. Eran estas tres-veces-malditas circunstancias las
que estaban fuera de su tres-veces-maldito control. ¿Cómo lo hicieron los
Marstokis incluso para saber a dónde se dirigía Merik?
—Voy a volar hacia el Jana —dijo al fin, su pecho hirviendo. —. Tú, Iseult, y Evrane
puede montar hacia el este. Hacia Lejna. Tan rápido como los caballos puedan
ir.
—La piedra de alerta. Evrane puede encenderla, y voy a ver su luz desde el mar.
—En dos pasos largos, Merik estuvo al lado Safi. —Cabalga al este, y yo te
encontraré. Pronto.
—Por favor —dijo Merik—. Por favor, no discutas. Este es el mejor plan.
—No es cierto —interrumpió ella—. Yo sólo... Tengo la sensación de que nunca te
volveré a ver.
El pecho de Merik se abrió, y por medio segundo, perdió hasta su última palabra.
Entonces Merik la tomó del rostro y la besó. Suave. Corto. Simple.
—¿No?
—No. —Ella sonrió, un destello travieso de dientes. —Eres es la penúltima. Tal vez
la tercera.
Hacían que el vello de los brazos se le erizara. Que enviara dedos caminando
por su espalda. Safi tejió a través del bosque, acelerando… acelerando hasta
que trotó, hasta que corrió. Zarcillos de helecho le ataron los brazos, las esporas
se desplomaron. Y pensar que ella y Merik apenas se habían precipitado a través
esta misma selva.
—Hemos oído los tambores —explicó Iseult, tintineo pegajoso mientras tiraba de
la cintuón más estrecho. —. Evrane me dijo lo que decía el mensaje.
Iseult dio el más mínimo gesto. —¿No estamos cabalgando al norte, entonces?
¿No vamos a huir?
Con un movimiento rápido de cabeza, Safi arrastró los pies a la fogata. —Todavía
podemos llegar a Lejna antes que los Marstokis. —Ella pateó el polvo y la ceniza
sobre las brasas que quedaban. —. Entonces podemos huir hacia el norte.
Una pausa tensa. Luego Iseult dijo—: Por favor, no hagas eso, Monje Evrane.
Safi tragó. Ese pequeño intento de broma había tambaleado su espalda hasta
el momento, de nuevo a la pesada verdad que muchas personas estaban
arriesgando sus vidas para asegurar que Safi llegara a Lejna y que Merik
consiguiera su acuerdo comercial.
Iseult encontró la mirada de Safi, sus ojos color avellana de un verde vívido en el
brote de la piedra de alerta. La ferocidad estaba allí, lo que siempre hizo a Safi
sentirse fuerte, al tiempo que levantaba la barbilla y le decía—: Muéstrame el
camino, Safi. Sabes que siempre voy a seguirte.
En esas palabras, los labios de Evrane se torcieron. —No tienes ni idea de cuánto
tiempo he esperado oír esas palabras. Verlas a ustedes dos, a horcajadas. Vivas
—Hubo un brillo extraño en sus ojos. —. Sé que mis palabras no significan nada
para ustedes ahora, pero pronto lo harán.
—Que la Madre Luna nos proteja —susurró Iseult—. "¿Qu-Qu... Qué fue eso?
Safi giró su mirada hacia Iseult, que había recuperado su máscara de Bruja de
Hilos, aunque no el completo control de la lengua. —No sé, Iz. ¿Acaso ella piensa
que somos el...
—Por los dioses, no puedo soportar más sorpresas por hoy. —Safi tiró de las riendas
del caballo hacia la puesta de sol, alejando su confusión y duda, profunda,
profundamente, fuera de su alcance.
L
a Jana era un alboroto cuando Merik finalmente aterrizó en la cubierta
principal. Navegaban hacia el oeste ahora, el sol naciente, una cosa
enfadada detrás del barco.
Merik la saludó con la mano. —Hermin —él jadeó, intentando trotar, hablar, y
respirar. Si él ya estaba cansado, podría sólo imaginar el agotamiento de Kullen.
—¿Qué está ocurriendo?'
Los pasos de Merik tropezaron. ¿Leopold estaba aquí ahora también? ¿Qué
demonios él haría con el desgraciado Príncipe?
—No ahora. —Merik saltó los escalones hacia el alcázar, donde el viento azotaba
más ruidoso, más fuerte. Mientras se aproximaba hacia Kullen, desplomado sobre
la cubierta, se preguntó por qué Ryber le había permitido a su Hilo del Corazón
presionarse a sí mismo tanto.
Por media respiración, Merik pudo únicamente mirar fijamente a Ryber. Viento
embrujado aguijoneó sus ojos, chillando en sus orejas. Después él se echó a correr
hacia el baluarte y tiró su catalejo libremente.
—Más al este. —Ryber gentilmente apuntó el catalejo derecho, hasta que Merik
lo vio; un solitario borrón blanco saliendo a raudales bajo la carretera costera.
Merik deslizó el vidrio más lejos hacia el este hasta que… Allí. Dos figuras, una en
blanco y otra en negro, a caballo. Ellas atravesaban la misma carretera, y el Brujo
de Sangre no estaba más que a una legua detrás de ellas. Él podría estar sobre
Safi e Iseult incluso antes que Merik volara de regreso a la costa.
Éso no ayudaba. —¿Cómo demonios este monstruo llegó aquí tan rápido?
—Sus poderes son directos del Vacío —Ryber dijo profundamente. Después ella
gritó—: ¡Kullen! —y se tambaleó desde el baluarte.
Merik se echó a correr después, y con la ayuda de Ryber, quitó los nudillos
blancos de Kullen de la cubierta. Luego, deslizó su brazo por debajo del de su
Hermano.
Kullen estaba demasiado frío al tacto, sus ropas demasiado húmedas con sudor.
—¡Tienes que parar ésto! —Gritó Merik—. ¡Detén tus vientos, Kullen!
—Si me detengo —respondió Kullen con sorprendente fuerza—, entonces
perderemos el contrato.
—Tu vida es más valiosa que un contrato —Merik dijo, pero Kullen empezó a reír
después, un sonido seco que engullía y levantó un brazo débil para señalar hacia
el sur.
Merik siguió el dedo de Kullen, pero todo lo que vio allí fueron cielos oscuros y los
parpadeos de un rayo distante.
—No. —Volteó a Kullen alrededor para encararlo. El cabello del primer oficial
estaba demasiado agarrado por el sudor, no se movería con el viento. —Ésa no
es una opción, Kullen. Nunca.
—No necesito estar de pie —Kullen dijo—, si estoy manejando una tormenta.
—¿Has olvidado qué pasó la última vez que tú convocaste una tormenta? —
Merik miró hacia Ryber para que le apoyara, pero ella estaba chillando ahora, y
Merik se dio cuenta con una certeza enfermiza, que ya se había resignado a sí
misma hacia este rumbo.
¿Cómo, sin embargo? ¿Cómo era capaz de rendirse tan fácil y rápidamente?
—No necesitamos el acuerdo comercial —Merik insistió—. Las tierras Nihar están
creciendo otra vez. Creciendo, Kullen. Así que como tu Almirante y tu Príncipe,
yo te ordeno que no hagas ésto.
La tos de Kullen disminuyó. Él sorbió una larga, rabiosa respiración que sonó como
cuchillos y fuego.
En ese momento el hombre sonrió. Una completa, aterradora sonrisa. —Y como
tu Hermano, yo escojo no escuchar. —En una palmada de calor y poder, la
magia crepitó hacia la vida y los ojos de Kullen tiritaron. Crispados. Sus pupilas se
estaban encogiendo… desapareciendo…
Un viento rasgó por encima de la cubierta, chocando entre Merik y Ryber, casi
golpeándoles totalmente. Éso dejó a Merik sin opción alguna.
Él se arrancó el abrigo, y Ryber se movió para sacárselo. El viento los golpeó, pero
ambos se doblaron ante él, ella se dirigió hacia abajo de las cubiertas con la
chaqueta y él se tambaleó hacia la caña del timón.
Porque la tormenta estaba en camino ahora, y Merik no podía hacer nada para
pararla.
Safi nunca había presionado a un caballo tan rápido. El sudor golpeaba los lados
de su yegua, y hacía espuma en el caballo ruano de Iseult. En cualquier
momento, ellas podrían lanzar un zapato o torcerse una pierna, pero hasta que
aquello suceda, hasta que las criaturas las abandonaran de cansancio, Safi no
tenía otra opción más que seguir galopando esta carretera de hileras de
acantilados.
Las largas sombras de las chicas galopaban detrás de ellas, el sol del amanecer
una pálida llama por encima del Jadansi que iluminaba una bahía muy amplia.
Safi no era capaz de divisar su final. Islas de rocas desnudas de todas las formas
y medidas manchaban las resplandecientes mareas de agua.
Los ojos de Iseult se cerraron brevemente. Después, una amplia explosión otra
vez. —Nadie. No aún.
Safi miró de reojo hacia adelante. Lo que una vez había sido una señal
estampada decorativamente, ahora colgaba sobre una columna de hierro. Ésa
era la cuarta como ya ellas habían visto.
LEJNA: 1 LEGUA
Una legua que estaba a minutos de distancia. A pesar de las lágrimas en los ojos
de Safi por el viento y la suciedad, a pesar del hecho de que su corazón podría
romper su garganta de miedo, y a pesar del hecho de que ella e Iseult podrían
ser reducidas por un Brujo de Sangre en cualquier momento, Safi sonrió.
Ella tenía a su Hermana detrás de ella. Eso era todo lo que importaba, todo lo
que siempre había importado.
Su caballo rodeó una curva. El bosque fantasmal se abrió para revelar una
ciudad hacia adelante. La forma creciente de Lejna abrazó la costa, y los
edificios en hileras que alineaban sus calles alguna vez habían sido coloridos y
vigorizantes. Ahora se desmoronaban y sus tejados cedían. Sólo tres muelles
todavía se mantenían en pie, los restantes se reducían a postes abandonados
que sobresalían entre las olas.
Safi espoleó a su yegua más rápido. Más fuerte. Ella haría que Merik consiguiera
su tres-veces-condenado contrato comercial. —¿Ése es Merik? —Iseult preguntó,
mandando lejos los pensamientos de Safi.
El caballo ruano de Iseult se detuvo en seco, limpiando el polvo, y las dos chicas
caminaron con sus caballos junto al acantilado, entrecerrando los ojos hacia el
sol. Los caballos jadearon su agotamiento, pero sus orejas estaban todavía en
alerta.
—Creo que es el barco que dejamos a los Marstokis —dijo Safi finalmente—. El
barco de la Princesa Vivia.
—Ciertamente parecen ser sus uniformes. Lo que quiere decir que podríamos
estar lidiando con Brujas de Fuego.
Safi maldijo y pasó una mano cálida por su rostro. Estaba arenoso y con sudor.
Todo estaba arenoso, su garganta, sus ojos, su cerebro, y más tierra seguía
soplando en ráfagas. —¿Por qué hay tantos soldados en un solo barco?
Seguramente ellos no son todos míos.
Un trueno resonó desde el sur, breve e incontenible. Safi torció su cabeza hacia
él… y un fresco montón de palabrotas se desprendieron de su lengua.
Ambas voltearon sus rostros, tapando sus ojos y bocas. El aire se enredaba en sus
ropas y pelo, repiqueteaba en los arreos de los caballos, y después se agitaba
entre las ramas de huesos secos hacia adelante. La única cosa que no cedía
ante la voluntad del viento era la luz de la piedra de alerta, la que, Safi se dio
cuenta, debería probablemente guardar. Ninguna necesidad de llamar la
atención de los Marstokis.
Mientras ella desataba la piedra de su alforja, Iseult dijo en voz alta—: ¿Qué
embarcadero necesitas alcanzar?
—¿Quieres decir cuando casi fuimos asesinadas por esos odiosos bastardos
Nommie en la taberna?
—¿Por qué no podría ese mismo plan funcionar ahora? —Iseult preguntó—.
Todavía podríamos intentar llegar a Lejna antes que ese barco, pero si eso
funciona…
—Absolutamente no. —Safi fulminó con la mirada a Iseult. —Ésta es la peor idea
que has tenido nunca. ¿Por qué te tendrías que poner a ti misma en peligro…
—Solamente es eso —Iseult interrumpió—. La Tregua dice que ellos no pueden
asesinar a nadie en suelo extranjero, ¿cierto?
—En realidad, la Tregua dice que los navíos no extranjeros pueden desembarcar
aquí —Iseult argumentó—. Su navío no es extranjero.
—¡Y ese es exactamente mi punto, Iz! Ellos están engañando esa cláusula, así
que ¿por qué no podrían engañar otras cláusulas también? Por todo lo que
sabemos, a ellos todavía no les importa si rompen la Tregua.
Éso dio a Iseult una pausa, gracias a los dioses, pero cuando Safi levantó sus
riendas para salir una vez más, la mano de Iseult se disparó.
—No…
—Sí. —Una sonrisa alzó la esquina de los labios de Iseult mientras ella se llevaba
su Piedra de Hilo y la sujetaba bien. —Sabes que este plan puede funcionar y es
la única estrategia que soy capaz de pensar que valga la pena. Solamente
estemos contentas que Lejna es una ciudad fantasma. No hay nadie en derredor
para ser herido.
Iseult había siempre sido la mano izquierda, ella había siempre confiado en Safi
para distraer hasta el final. Lo que quería decir que era el turno de Safi para hacer
lo mismo.
Aire cargado se abrió paso a través del bosque. Azotó a Safi, en torno a ella… y
después se reunió detrás suyo. Ella lanzó una mirada hacia atrás, ojos
lagrimeando. Nubes de tormenta, oscuras como el alquitrán, arremolinadas
sobre las copas.
—No me gusta ésto —Safi dijo, realmente teniendo que gritar ahora—. De hecho,
odio esto, la tormenta y el plan. ¿Por qué tiene que ser “nosotras”? ¿Por qué no
solamente yo?
Una feroz, llameante necesidad se alzó en los pulmones de Safi por esas
palabras. Ella quería contar a Iseult todo lo que sentía: su gratitud, su amor, su
terror, su certeza, pero no fue capaz. En lugar, ella sonrió absolutamente. —
Hermanas hasta el final.
Luego, hizo lo que Iseult le había ordenad: ella trepó desde su yegua y se empezó
a desvestir.
Aeduan olió a su viej mentor una milla de distancia. Su aroma, nítida agua de
primavera e hileras saladas de acantilados, era inconfundible. Tan familiar para
Aeduan como su pulso.
La milla que conducía a ella pasó en una mancha de verde bosque y piedra
amarilla, el tenue periodo antes del amanecer y una estrepitosa tormenta de
mar. Cuando él alcanzó el punto más angosto en el camino, un lugar limitado
por rocas colgantes por una parte y acantilados golpeados por las olas en la
otra, Aeduan desistió en el control de su sangre. Él dio el poder del pulso y
músculo de regreso a su cuerpo y redujo la velocidad hasta detenerse.
La Monje Evrane se mantuvo de pie todavía como una estatua a su lado. El único
movimiento fue el cálido viento en su cabello, a través de su capa Carawenana.
Su tahalí careció de todas sus cuchillas de no ser por dos. Su espada no estaba
por ningún lado para ser vista.
La monje más anciana no había cambiado en los dos años desde que Aeduan
había abandonado el Monasterio. Un poco más bronceado su rostro, quizá. Y
cansada, parecía como si no hubiese dormido en días. Incluso semanas. Aún su
pelo era tan plateado como siempre había sido.
—Ha pasado demasiado tiempo —ella dijo con esa gutural voz suya—. Has
crecido.
Aeduan sintió su mandíbula tensarse. Sintió sus ojos sacudirse. —Hazte a un lado.
Pero no fue la cuchilla de ella con lo que se encontró. Era su pie, un talón de
bota en su cuello. Después su puñal en su pecho.
Él se tambaleó hacia atrás, no tan rápido como tendría que haber sido. Lo que
él podría haber hecho si estuviese luchando con cualquiera excepto ella.
—Tú sabes quiénes son ellas —Evrane dijo en voz alta. Siguiendo sigilosa e
incesantemente a Aeduan. —. Es tu deber jurado el protegerlas.
Aeduan la vislumbró desde lo más alto de sus ojos. —¿Has oído los rumores,
cierto? Te lo puedo prometer, Monje Evrane, ellas no son Cahr Awen. Las dos son
Brujas de Éter.
—No importa. —Ella sonrió, una terrorífica sonrisa de éxtasis y una embriagante
violencia combinadas. —Habremos malinterpretado las Crónicas, y un Brujo de
Vacío no es necesario. Porque lo ví, Aeduan: esas chicas han despertado el Pozo
del Origen de los Nubrevnan…
Aeduan atacó con su espada fuera, todavía por alguna razón, no arremetía tan
fuerte como lo podría haber hecho. Él no giraba bruscamente su rumbo hasta el
último segundo o lanzaba fuera sus cuchillos en una rápida sucesión.
Simplemente empujó hacia atrás, y entonces, mientras él esperaba, Evrane rotó
hacia la izquierda y lo esquivó fácilmente.
Pero ella estaba respirando pesadamente ahora, algo que nunca podría haber
sucedido dos años antes.
Ella estaba cansada, y nunca habría durado más que Aeduan. Aún con sus
veloces e implacables ataques. Aún con él siendo fácil.
—Lo que viste —dijo Aeduan, saltando hacia atrás— fue lo que querías ver. El
Pozo nunca las dejaría alcanzar su centro.
Ella no era una de las sagradas Cahr Awen, Aeduan se rehusó a creerlo. Ella era
demasiado sencilla. Demasiado oscura.
En cuanto a la Bruja de Verdad, si ella era ciertamente la otra mitad de los Cahr
Awen, entonces entregarla a su padre significaría romper juramento Carawen.
El mero pensamiento de aquello incendió cólera en las venas de Aeduan. Él no
perdería todas sus fortunas porque la Monje Evrane era una ingenua,
desesperada, vieja loca.
Así que en una explosión de velocidad, Aeduan dejó volar el cuchillo que había
lanzado.
Evrane le pegó con rapidez desde el aire y usó el impulso de su giro para aflojar
un cuchillo suyo. Aeduan se sacudió hacia la izquierda. Cogió el cuchillo y lo
lanzó de regreso.
Él se lanzó hacia adelante, rodando por debajo de ella. Luego él estuvo de pie,
la espada cortando…
Su estilete se escurrió.
La cuchilla de Aeduan se movió trazando un arco. Un poco en su cuello…
Todo el rostro de Evrane cayó. Ella se volvió una cansada, anciana mujer delante
de sus ojos.
Era más de lo que podía soportar así que, sin palabra alguna, él envainó su
espada y se lanzó a sí mismo al camino.
Mientras tomaba una curva en el bosque, y mientras un trueno hizo un ruido sordo
mucho más cercano de lo que debería haber sido, el acero se clavó en la
espalda de Aeduan. Rechinando contra sus costillas. Perforando su pulmón
derecho.
Eso dolía, sin mencionar que toda la sangre que borboteaba en su garganta
hacía su respiración difícil. Sin embargo, Aeduan no pudo evitar sonreír, porque
Evrane había sido tan implacable como siempre. Por lo menos eso no había
cambiado.
E
ste quizás era el plan más tonto que Iseult había promulgado, por la Madre
Luna, Merik y su contrato debían de valerlo.
Porque, por supuesto, Mastoks había llegado a la ciudad al mismo tiempo que
Iseult y Safi. Ahora soldados, algunos de ellos sin duda Brujas de Fuego… o peor,
estaban viniendo hacia ella con una gracia aterrorizante.
Iseult había tenido una buena mirada del terreno mientras llegaban, pero la
mayoría de sus planes se basaban en lo que pudiera suceder. Mucho de lo que
ella creía que sabía sobre las calles apedreadas y de doble sentido de Lejna
podría estar mal, y si esas brechas en los techos no eran calles y ese gran agujero
no era un patio, entonces ella estaba, simplemente, jodida.
Había otros agujeros en sus planes también, tales como si el pañuelo blanco
cortado de la camisa de Safi —para esconder el cabello de Iseult¬— no pudiera
permanecer puesto con todo este viento. O cómo su elección de un callejón
entre filas de casas-con su oscuridad oscura y pendiente pronunciada, era
terrible.
O como pararse allí con sus manos en el aire y el cuchillo todavía envuelto podría
ser un poco demasiado vulnerable.
Sesenta pasos. Los ojos de los marineros eran ahora visible, el brillo de sus sables
imposible de ignorar tales como sus hilos purpuras llenos de ansias.
Ellos no te mataran, ella se recordó a si misma por la centésima vez. Éxtasis. Éxtasis
en tus dedos y en tus puntas de los pies.
Iseult sintió los hilos de Safi detrás de ella, quemando con preparación en color
verde oscuro mientras ella se movía entre las sombras del bosque. Si Safi estaba
lista, entonces ella lo estaría también. Iniciar, completo, todo en reversa esta vez.
Treinta pasos.
Veinte pasos.
Ella corrió.
Las sombras se la tragaron completamente, pero una tenue luz gris brillaba
adelante. Adoquines y escaparates.
Pasos la seguían de cerca. Incluso las suaves botas y con un rayo cayendo cerca
cada segundo, no te podías perder el sonido de los pies Marstoki.
Iseult se deslizó hasta el final del callejón, girando duro y apuntando a la derecha.
Una calle amplia. Era exactamente lo que había esperado, y se dirigió
diagonalmente hacia la colina, hacia algún lugar lejano que lucía como un
patio.
O no, dado que había más hombres saliendo de la calle frente a ella. Aquellos
que estaban en el muelle debieron de haber encontrado un atajo para
alcanzarla.
Iseult se había metido a sí misma en una esquina y su plan estaba arruinado antes
de siquiera comenzar.
No, no. Ella no podía dejar que el pánico la cegara. Todo lo que necesitaba era
un momento, solo un breve segundo sin los Marstoks respirándole en el cuello.
Iseult giró duramente hacia la derecha, sus pies resbalaron, ella se precipitó
hacia adelante y se recompuso en un poste. Ella perdió tiempo precioso en ello,
pero no había tiempo para lamentarse. Tragando aire, ella volvió a correr a toda
velocidad. Seguramente este callejón la llevaría a otra calle principal.
Seguramente ella podía encontrar un momento para pensar.
Donde había más Marstoks. Saliendo del callejón delante. Uno tras el otro, corrían
tras de ella a una gran velocidad. Ella estaba atrapada. O…
Iseult saltó en la fuente a la altura de su rodilla, resbalosa por las algas mojadas y
popó de ave. Hacia girar hacia los Marstoki más fácil, pero no ofrecía mucha
estabilidad.
El hielo en el estómago de Iseult subió, cortándole el aire. Ellos se iban a ir, justo
así.
Partido.
El soldado más cercano se retorció todo el camino hacia Iseult, sus ojos negros.
Su piel hirviendo.
Pero se apegó al plan, y esperó hasta que cada uno de los Marstok hubiera
seguido a Iseult al callejón. Luego se dirigió hacia Lejna.
Sus ojos saltaron entre el camino más próximo y el muelle más cercano. Vacío,
vacío… no había señal de vida en ninguno de ellos. Uno de esos, tenía que ser
el muelle que ser el Muelle Siete, que el tío Eron había especificado en el
contrato.
Bueno, la broma era para él, entonces, porque vienen las llamas del infierno o
Hagfishes, Safi le iba a conseguir ese contrato a Merik.
Una gran gota de agua golpeó la cabeza de Safi justo cuando pisó los primeros
adoquines. Echó un vistazo al cielo e inmediatamente empezó a maldecir. La
tormenta casi estaba en Lejna, y definitivamente no era una natural, no con
todas esas nubes negras.
Pero el muelle era liso, las olas demasiado duras y el viento demasiado fuerte.
Safi estaba tan concentrada en donde poner los pies y cuando saltar sobre el
siguiente grupo de olas, que no notó la oscura figura que se escabullía cerca de
ella.
No fue hasta que Safi volvió a la calle que finalmente pudo ver al Marstoki Adder
a treinta pasos de distancia, justo entre ella y el siguiente muelle.
No gracias, pensó Safi sacando su arma. La mujer estaba desarmada, y Safi no.
—¡Te estoy dando una oportunidad Bruja de la verdad! Puedes unirte como
aliado de los Marstoks como aliado o puedes morir como nuestro enemigo.
Safi casi se rió de eso. Una risa oscura y enojada, porque aquí estaba el momento
que había estado esperando durante toda su vida: el momento en el que sus
poderes la pusieran como objetivo y los soldados fueron a reclamarla.
En realidad ella había esperado a Hell-Bards todos estos años, pero el Adder sería
más que suficiente.
Safi se mantuvo en su postura, lista para atacar. Un rayo estalló. Ella parpadeo,
no pudiendo evitarlo, y para el momento en que tenía los ojos totalmente
abiertos, el viento chocaba contra ella. La lluvia la perforaba. Y, por supuesto, la
mujer ya no estaba desarmada. Donde hace algunos instantes sus manos
estaban vacías, había ahora una maza, con su bola de hierro del tamaño del
cráneo de Safi.
—¿De dónde diablos salió eso? —Murmuró Safi—. ¿Y esos son picos en la
pelota?—Ella se echó hacia atrás – aunque el viento apenas la dejaba moverse
– y consideró brevemente si el acero de Carawen era lo suficientemente fuerte
como para cortar el hierro.
Decidió que no – justo cuando la maza salió volando directo a su cabeza.
Safi se agachó de lado. La maza paso justo delante de su frente. Un solo pico
atravesó su piel.
La sangre brotó frente a sus ojos, y por un pequeño instante, las palabras del
contrato ardieron detrás de sus ojos: Todas las negociaciones terminarían si la
persona derrama una gota de sangre.
Safi chocó su espada con la cadena de hierro. Sin embargo donde creía que el
impulso de la bola haría que la cadena se enredara alrededor de su espada – y
permitir que arrancara la maza del agarre de la Adder – el hierro parecía estar
derritiéndose… para deslizarse sobre el acero… y volver a formarse del otro lado.
Safi parpadeó con sangre y lluvia en los ojos, pensando que seguramente lo que
había visto estaba mal. Pero no. La mujer estaba cambiando eslabón por
eslabón de la cadena que sujetaba la bola de hierro, haciendo que la maza
fuera aún más grande, y los picos aún más largos.
El instinto se hizo cargo. En el aire, Safi giró y le dio un golpe con el talón derecho.
El cual crujió contra la garganta de la Adder.
Ahora la lluvia caía. Un relámpago crujió y silbó, llevado por ese viento furioso.
Así que Safi hizo lo único que podía conjurar: levantó las manos y gritó: —¡Puedes
tenerme!
Por alguna razón, Safi no podía dejar de mirar esa tela de color oscuro… y no
podía dejar pasar su brujería. ¡Falso!, ¡falso!, ¡falso! Gritaba una y otra vez. Mal,
mal, mal, era una reacción demasiado grande para tal mentira.
Cortando…
Tan pronto como esa palabra se desplazó hacia su conciencia, el cielo explotó.
Una onda de calor y luz surgió tras las nubes. Cubrió cualquier visión, dejó de
existir cualquier sonido, enmascarando cualquier sentimiento.
Safi hizo el uso de todas sus fuerzas para poder sentarse, para luchar contra el
viento y la estática, para poder buscar en la mujer algún signo de negro o
aceite…
A pesar de que en el momento en que Aeduan había llegado al patio, vio a los
marineros corriendo de regreso al mar… y a la chica Nomatsi sin olor a sangre
parada junto a la estatua del dios Nubrevnan.
Cortando.
Un gruñido atravesó sus labios. Esto era obra de la Titiritera. Aeduan hasta estas
alturas reconoció su trabajo. Ella debía de haber averiguado en donde estaba
la bruja de la verdad – y ahora trataba de ayudar a Aeduan a su retorcida
manera.
Lo cual significaba que si Iseult moría allí hoy, el único culpable sería Aeduan –
exactamente todo lo contrario que una deuda de vida significaba.
Así que Aeduan corrió hacía el borde del tejado y saltó. Voló tres pisos en
dirección a la fuente. El aire se le metió en los oídos. Ruidoso, rápido. Su pie
derecho tocó el piso. Empojó su poder e hizo un rollo con este y así cayendo con
ambos pies – con apenas tiempo para evitar inclinarse sobre la bruja de hilos.
—¡No! —fue todo lo que pudo gritar antes de sacar su espada y girarla sobre el
Rompedor más cercano. Él hombre era un Adder, su negra capucha arañada y
su grasienta y retorcida piel. El hombre chocó en el aire, buscando a alguien que
fuera digno de ser devorado.
Aeduan dirigió su hoja al hombro del Adder… y luego lo volvió a arrancar. Ácido
caliente inofensivo cayó sobre el mando de Aeduan. Sin embargo una sola gota
se dirigió en su cara expuesta, aterrizando en su mejilla.
Luego se volvió a inclinar hacia otros cuatro Marstoks y se puso a trabajar. Ellos
tropezaron en Aeduan… y, por supuesto, la estúpida bruja de hilos no se quedó
atrás, como él se lo había ordenado. En vez de eso, ella lanzó la espada a la
altura del cuello. Ella falló; the nearest cleaved) estaba saltando hacia atrás con
una velocidad sobrenatural. Brujo de viento. Aeduan se dio cuenta en el
momento en que se levantaba con su propia espada. Otra vez, el hombre dio
un salto hacia atrás, la piel fermentada de negro.
Ahora la lluvia caía con mucha fuerza. Mordaz. Que solo aumentó el poder del
brujo de la marea. Un chillido sanguinario se alzó sobre las calles. Varios gritos –
decenas de ellos, incluso.
Aeduan vio una puerta empotrada al final del camino. La puerta estaba fuera
de sus bisagras.
—No.
—Confía. En. Mí —Aeduan hablo más suave ahora. Con oídos y magia,
esforzándose por cualquier señal de (Cleaved?). Ellos estarían aquí en cualquier
momento y esta chica Nomatsi todavía no se estaba moviendo.
Y si ella no se movía, entonces la deuda que tenía Aeduan seguiría sin ser
pagada.
Así que convocó las únicas palabras que sabía que la harían ir: —Mhe varujta —
dijo.
—Mhe varujta.
—De la misma manera que tú. Ahora entra —Aeduan la empujó dentro del
armario, rudamente. Su paciencia se había agotado, y él olía al (Cleaved?) que
se acercaba. Secretos ensangrentados y mentiras incrustadas de inmundicia.
La muchacha hizo lo que le fue dicho. Entró en el armario, miró a Aeduan con
aquella cara extraña. Él le tiró la capa. Ella la atrapó con facilidad.
—¿Cuánto tiempo tengo que esperar? —preguntó. Entonces ella dio una mirada
por todo el cuerpo de Aeduan—. Estás sangrando.
Aeduan echó un vistazo a las manchas de sangre de las viejas heridas y de las
nuevas hechas por Evrane. —No son nada —murmuró antes de cerrar la puerta.
Una sombra cayó en la cara de la niña, pero antes de cerrar completamente la
puerta Aeduan hizo una pausa—. Mi deuda está pagada, Bruja de hilos. Si
nuestros caminos se cruzan de nuevo, no dudes en que te mataré.
Merik voló sobre un terror ciego. Kullen ya casi estaba en Lejna, lanzándose hacia
el primer muelle. Pero algo estaba mal. Se había alejado de Merik, más rápido
de lo que él podía volar –y con una rabia incontrolable que Merik nunca antes
había visto. Lo había dejado detrás girando salvajemente, luchando por
encontrar cualquier cosa que le diera algo de control.
Saltando los límites, Merik cruzó el muelle hacía la orilla. Un rayó golpeó a un lado
de una fachada y Merik vio a Kullen. Él se arrodilló al principio de un callejón, y
las venas gruesas y cegadoras de la electricidad que recorrían su longitud.
Entonces, el relámpago se desvaneció, y Kullen fue ocultado por el aire y el agua
del mar, algas marinas y arena. Merik llegó a la calle. Voló de cabeza a la pared
giratoria del rayo y el viento.
Y Merik no podía luchar contra ella. No era ni la mitad de brujo de lo que Kullen
era, y con sus propios poderes sintiéndose como si pudieran escindirse en
cualquier momento, Merik no podía hacer nada más que dejarse llevar.
El ciclón lo llevó hacia arriba, tan rápido que dejó su estómago en algún lugar
muy por debajo. Arriba, arriba, arriba voló. Cerró los ojos con fuerza. Los
escombros lo golpearon. El vidrio le quitó la piel expuesta.
Pero entonces, tan pronto como fue succionado por la tormenta, Merik fue
liberado. Las vueltas se detuvieron; el viento paró. Sin embargo la tormenta solo
se intensificó –Merik lo oyó, lo sintió…
Debajo.
Se obligó a abrir los ojos, obligó a su magia a mantenerlo volando en alto solo el
tiempo suficiente para que pudiera ver lo que había ocurrido.
Merik estaba en las nubes situadas sobre la tormenta de Kullen. Sin embargo el
ciclón estaba subiendo, sorbiendo las nubes alrededor de Merik, y muy pronto a
él también.
Pero, allí centenares de pies abajo, había una mancha oscura en medio de la
tormenta. Kullen.
Sin pensarlo, Merik se lanzó hacia adelante con un doloroso empuje de su propio
viento. Luego, dejó ir su control sobre la magia, y cayó. Más raído de lo que se
había levantado de la tormenta, ahora se volvió a desplomar en la calle.
Mientras volaba a través de un mundo de infierno y tormenta de brujo, nunca
dejaba que sus ojos dejaran de ver a su hermano de hilo.
Kullen levantó las manos. Una ráfaga de viento golpeó a Merik, atrapándolo
mientras caía. Lo empujó hacia la calle. En el ojo de la tormenta de Kullen.
Tan pronto como las botas de Merik estuvieron en el suelo, se lanzó hacia atrás
por su hermano. Kullen estaba arrodillado con su rostro bajo.
Kullen inclinó la cara hacia Merik, tratando de mover los labios sin resultado, su
rostro gris y burbujeante…
Por solo un momento doloroso, Merik miró a su mejor amigo. Buscó en la cara de
Kullen alguna señal del hombre que él conocía.
La boca de Kullen se abrió a más no poder, el ciclón gritando con toda su furia,
y la magia corrupta que pasaba por todo el cuerpo de Merik, amenazando con
clavarlo también.
Los dedos de Kullen, la sangre negra que rebosaba de las pústulas estalló, se
enganchó a la camisa de Merik. —Mata… me —gruñó él.
—No —Era lo único que Merik podía decir que expresara todo lo que sentía en
ese momento.
Kullen lo soltó y, más rápido que un breve parpadeo del corazón, el negro de los
ojos de Kullen se extinguía. Le dio a Merik una triste y rota sonrisa. —Adiós, mi Rey.
Adiós, amigo mío.
Entonces en una mancha de velocidad y poder, Kullen saltó hacia arriba y salió
disparado del muelle.
El viento y los restos se estrellaron contra Merik, lo golpearon contra la calle y
todos sus sentidos se apagaron. Por toda una eternidad, todo lo que Merik había
sentido y había sido, fue el ciclón de Kullen.
En cuento al Bloodwitch llamado Aeduan, estaba tan ciega a sus hilos como ella
lo había estado. Sólo al mirar su rostro no había tenido idea de lo que había
sentido, lo que no era para nada parecido a lo que ella había sentido. Y aunque
Iseult había confiado en que Aeduan no la mataría, y probablemente no darla
como alimento al Cleaved, no había verujta allí.
Mhe verujta. Era la frase más sagrada de los Nomasti, una frase que significaba
confía en mí como si mi alma fuera la tuya.
Era lo que la Luna Madre le había dicho a los Nomasti cuando los guió fuera del
campo de batalla del lejano oriente. Era lo que los padres decían a los hijos
cuando los besaban por la noche. Era lo que los Heart-Threads decían en sus
votos de boda.
Que Aeduan conociera tal frase sólo podía significar que había vivido con una
tribu Nomasti… o que él fue Nomasti.
Sin embargo, estos Hilos eran más grandes. Más gordos y extrañamente largos.
Estirándose en pequeñas hebras que se desvanecían en el cielo, como una
marioneta en el escenario…
Iseult perdió el aliento. Titiritera. Estaba viendo el trabajo de la Titiritera justo ahora.
Estos Hilos se extendían hasta Poznin, Iseult estaba segura, lo que significaba que
la titiritera había de alguna forma corrompido a todos estos hombres desde la
distancia.
La Titiritera se había dado cuenta de que Iseult y Safi se dirigían a Lejna, y había
corrompido a cualquiera que había alcanzado agarrar.
No, estaba vomitando. Arcadas secas porque estos Cleaved estaban en su alma
ahora. Ella los había matado por ser débil.
En un latido, Iseult estaba fuera del armario. No podía dejar a Evrane morir
también. Saltó a través de la ventana destrozada. Vidrio agarró su capa, pero su
hebilla se mantuvo firme. Golpeo con fuerza la estrecha calle, apuntando hacia
la derecha, en la dirección en la que percibió los Hilos de Evrane.
A través de la lluvia, Iseult vislumbró blanco. Empujó a sus piernas a ir más rápido,
gritando. —¡Evrane!
Negro se movía a lo largo de una azotea. Líneas moviéndose desde una sombría
fachada.
El Cleaved.
Iseult corrió lo más rápido que pudo, gritando y cortando todo el camino. Sus
cuchillas cortando cuellos, piernas. Pústulas estallaban y el ácido siseaba en las
paredes. En la capa de Iseult.
Demasiado pronto, no quedo nadie para matar. Los Cleaved huían… y donde
había caído Evrane, no había más que una gran mancha de rojo.
Así que Iseult apretó sus ojos ante la tormenta y busco los Hilos. Ahí. Al otro lado
del callejón más cercano había un conjunto de Hilos blancos, que se
arremolinaban con dolor gris. Mucho dolor gris.
Iseult se empujó a través del viento y abrazó la capa de Aeduan. Le había dicho
la verdad: el Cleaved no podía olerla.
Iseult retomó su paso y siguió el rastro de Evrane tan lejos como pudo, pero el
aguacero había borrado rápidamente el rastro. Incluso esforzándose por percibir
los Hilos del monje, pronto los perdió de vista. Se movían muy rápido. Mucho más
rápido de lo que Iseult podía moverse en la tormenta.
Cuando Iseult se metió en una estrecha calle familiar, vio el puerto golpeado por
las olas varias cuadras adelante. Estaba en el extremo oeste de la cuidad donde
había entrado por primera vez. Arena y espuma de mar se abalanzaron sobre
ella, y la tormenta se disparó. Madera crujiendo; edificios derrumbándose.
Con un brazo arriba para proteger su rostro, Iseult buscó frenéticamente signos
de Evrane. Un destello blanco en la tormenta o un parpadeo de los hilos del
monje. Pero no encontró nada. La tormenta lo devoraba todo. Iseult apenas
podía percibir a los Cleaved, de hecho, parecían estar huyendo de la cuidad y
corriendo hacia el norte.
Un relámpago explotó. Los ojos de Iseult se cerraron ante la luz, el calor. Magia
se estrelló contra ella, tembló en su piel y sus pulmones. Cayó contra la pared
más cercana y se encogió dentro de la capa.
Iseult cojeaba en un callejón demolido, buscando los Hilos vivos. Sus pies crujieron
a través del cristal hasta que finalmente encontró al príncipe Nubrevna,
magullado, sangrando y atrapado debajo de un edificio caído.
Una risa se atoró en la garganta de Safi mientras miraba a Vaness con tristeza.
Por supuesto, sería la Emperatriz de Marstok. ¿Quién más tendría las pelotas para
pelear con un mayal? ¿O sería lo suficientemente loco para venir tras Safi en
persona?
La lluvia caía. El viento azotaba, fuerte como un buey y cada vez más fuerte, y
las olas amenazaban con cubrir toda la calle. Un huracán rugió en el otro
extremo de la ciudad, pero Safi nunca dejó de mirar a la Emperatriz Vaness. Si la
mujer se corrompió…
Los ojos de Safi se dirigieron hacia el mayal, a un brazo de Vaness y casi olvidado.
Si la Emperatriz estaba corrompida, esa sería la única arma de Safi…
Vaness se quedó quieta. Dejo de rascarse los brazos, dejó de moverse por
completo. Su mirada estaba puesta detrás de Safi.
Kullen.
Mierda. Despacio, Safi se volvió hacia Vaness, quien la esperaba con su mayal
listo.
Safi mojó sus labios. Sabían a sangre y sal. Tal vez, si pudiera distraer a Vaness,
podría irse de ahí.
—¿Por qué tú? —Preguntó—. ¿Por qué no enviar soldados a matarme? ¿Por qué
arriesgarte?
—Porque, soy una sierva de mi pueblo. Si debo ensuciar las manos de alguien,
entonces ensuciaré las mías.
Ah. Safi suspiró ante aquellas palabras, y algo profundo y antiguo parpadeo al
despertar en la base de su espina dorsal. Uno por el bien de muchos. Ahora lo
entendía.
El tío Eron había dicho eso, y Safi se dio cuenta, casi riendo como ello lo hizo, que
él estaba en lo correcto. No estaba atrapada dentro de su piel o sus errores, y no
necesitaba cambiar quien era. Todo lo que necesitaba estaba dentro de ella:
las herramientas de Mathew y Habin, incluso del Tio Eron, y el mor solido e
inquebrantable de su hermana de Hilos.
En una sola, fluida explosión, Safi enganchó un talón detrás del tobillo de Vaness
y golpeó a la Emperatriz en la nariz. Vaness cayó hacia atrás a la calle.
Y Safi corrió hacia el tercer muelle. Sin mirar atrás, sin pensar. Esto era quien Safi
era y lo que quería ser. Pensó con las plantas de sus pies, percibió con las palmas
de sus manos. Un manojo de músculos y poder afilados para luchar por la gente
que amaba y las causas en las que creía. Su vida no la había estado
conduciendo a la cuidad de Veñaza o el vuelo de la pelota. La había estado
conduciendo a esta carrera hasta el último muelle.
Ahora tenía un premio. Corrió por Nubrevna. Corrió por Merik. Corrió por Iseult.
Corrió por Kullen y Ryber y Mathew y Habin, y sobre todos, corrió por sí misma.
Cinco.
Entonces golpeó el primer tablón del muelle, y el dolor estalló a través de ella.
Safi gritó. Se estrelló hacia adelante. Sus brazos se doblaron debajo de ella.
Su pie izquierdo. Había sido golpeado por la punta del mayal. Sus huesos estaban
rotos. La sangré chorreó.
Los dos Adder sujetaron los hombros de Safi con sus manos, a pesar de que no
podía haber corrido, o incluso caminado, sin importar cuanto lo intentara. De
hecho, si no fuera por esas manos en sus hombros, no estaba segura de poder
mantenerse de pie cuando Vaness se inclinó hacia ella.
Y aunque Safi no quería nada más que parpadear, llorar, rogar a alguien para
que curara su pie, encontró la mirada de Vaness y no desvió su mirada.
Por fin, Vaness sonrió. Era una sonrisa aterradora con toda la sangre goteando
entre sus dientes. —No puedes escapar de mí ahora.
—No… era lo que intentaba —Gruño Safi, aunque realmente quería gritar. Se
obligó a reír—. Si es mi magia lo que quieres, Emperatriz… si crees que soy tan
poderosa… estás equivocada. Conozco la verdad de la mentira, pero es todo.
E incluso que conozca la verdad… no significa que siempre la diga.
Una sonrisa triunfante curvó los bordes de su boca, aunque podría haber sido
una mueca de dolor. Era difícil decirlo en este momento.
Vaness arqueó una ceja ensangrentada, y una briza lanzó su pelo sobre su cara.
— ¿Por qué querrías eso?
—Por las mismas razones que tú —Safi volvió la cabeza hacia la cuidad y deseó
no haberlo hecho. Estaba perdiendo demasiada sangre por movimientos
rápidos. O por cualquier movimiento, en realidad—. Me ensuciaré las manos por
la gente que me importa. Correré hasta donde sea y pelearé lo más que pueda.
Si eso es lo que se necesita para ayudar a mi gente, entonces será lo que haré.
Para sorpresa de Safi, Vaness ofreció una sonrisa, genuina, pequeña a cambio.
—Entonces tienes un trato, Truthwitch.
Safi dirigió su mirada hacia la calle en la que pensaba que Merik había
desaparecido, estaba cerca de donde había visto por última vez a Iseult. Por un
largo momento, todo lo que Safi oyó fue el chorro de agua contra el muelle.
Todo lo que sentía era la suave, limpia lluvia en sus mejillas. Todo lo que pensaba
era en su familia.
—Si —Respiró Safi, balanceándose en uno de los hombres que la sostenía. Ella le
dirigió una sonrisa y dijo—. Soy Safiya fon Hasstrel, y puedo hacer cualquier cosa.
C
uando Aeduan había visto al Surcado atacar a su mentora, actuó sin
pensarlo, tenía que recuperar su forma ensangrentada. Acuchillando,
cortando, destripando a cualquiera en su camino.
Una vez que el llego junto a ella, una vez que tuvo su cuerpo inerte entre sus
brazos, Aeduan se aferró a la sangre de Evrane para contener el agujero en su
cuello y evitar que se desangrara.
Luego, Aeduan salió corriendo de Lejna tan rápido como pudo, sus poderes
estimulándolo. El tenía que llevar a Evrane al Pozo del Origen, era el único lugar
en el que podía pensar. Si sus aguas estuvieran fluyendo una vez más, entonces
podría salvar a Evrane del agujero en su cuello.
Aeduan llevo a Evrane legua tras legua, acantilado tras acantilado, paso tras
tambaleante paso y, por primera vez en años, estuvo asustado.
Sabía que esto iba más allá de sus deudas de vida. En contra de todo lo que
Aeduan quería ser… en contra de todo lo que creía ser, estaba asustado.
Antes de ver el rio, escucho su cauce sobre el zumbido de los insectos de la tarde
y el chillido de los pájaros. Sintió la niebla fuera de sus rápidos, mezclándose con
la humedad del día. También olió a los ocho soldados esperando en las escaleras
del Pozo del Origen. Alguien debía haber encontrado al Príncipe Leopold y había
pensado que Aeduan tendría que regresar.
Así que Aeduan uso el poco poder que le quedaba para ahogar las
respiraciones de los soldados. Le tomo una eternidad. Aeduan estaba debilitado;
los ocho hombres no lo estaban. Aeduan se balanceo en el viento, inclinándose
tan salvajemente como los arboles. Soltaría a Evrane si permanecía así por más
tiempo.
Aeduan sintió más de lo que vio. Cualquier poder que estuviera en acción se
movía tan gradualmente que le tomaría días a su cuerpo sanarse por completo.
Sin embargo, Aeduan sintió que su sangre comenzaba a fluir por sí misma. Sintió
como carne nueva comenzaba a crecer donde su garganta había sido
cortada.
Aun así, mantuvo firme su sangre hasta que su garganta se había sanado lo
suficiente para permitirle respirar. Para que su corazón bombeara sin problemas.
Luego Aeduan llevo flotando cuidadosamente a Evrane hacia la rampa del Pozo
y la acomodo sobre las rocas. Mantuvo parte de sus piernas sumergidas, así la
curación continuaría, antes de salir del Pozo salpicando agua en las lozas. A
pesar del peso extra de sus ropas saturadas, él estaba sorprendido de encontrar
su columna vertebral erguida. Sus poderes totalmente restaurados…
Unidad.
Afinidad.
Lo que significaba, aunque era imposible de aceptar para Aeduan, que la Bruja
de la Verdad era la mitad del Carh Awen e Iseult…
Esa Bruja de Hilos Nomatsi sin olor en su sangre, y otra Bruja del Éter también…
Ella era la otra mitad. Ellos eran el par que Aeduan había jurado con su vida
proteger. El juramento que había hecho cuando tenía trece, antes de que su
padre volviera a entrar a su vida, ahora estaba siendo invocado. Sin embargo,
Aeduan no podía decidir si debía responder. Él nunca pensó que este día
llegaría, el día en que todo su entrenamiento y su futuro fueran entregados al
mítico, al antiguo Carh Awen.
Fue fácil para Evrane. Había pasado su vida entera como creyente. Eso la
completó para el retorno del Carh Awen.
Pero para Aeduan eso era un obstáculo. Había sido forzado a estar en el
monasterio dadas las circunstancias, y había permanecido ahí porque no tenía
un lugar mejor a donde ir, ningún otro lugar en donde no mataran a un Brujo de
Sangre a la vista. Ahora, sin embargo, tenía planes. Planes para sí mismo. Planes
para su padre.
Tal vez por eso Aeduan se encontró caminando hacia el árbol ciprés más
cercano. Su tronco resplandecía rojo en el brillante sol del amanecer, sus ramas,
verdes y vibrantes se agitaban con la brisa húmeda.
Fue liberador saber que podía ignorar su juramento Carawen tan fácil, incluso
con el Pozo del Origen justo a su lado. Por el momento, tenía una caja de talers
de plata para darle a su padre, y eso era todo lo que importaba.
Aeduan dio un último vistazo a su vieja mentora, la monje llamada Evrane. Ahora
ella tenía color en sus mejillas.
Bien. Aeduan finalmente había devuelto una de sus deudas de vida hacia ella.
Así que con sus dedos flexionados y sus muñecas enrolladas, el Brujo de Sangre
llamado Aeduan partió para unirse con su padre, el rey conquistador de
Arithuania.
Con gran esfuerzo y toda la fuerza que le quedaba, Iseult lanzó, hizo rodar y
empujo las vigas de madera que estaban sobre Merik Nihar. Los rayos de la luz
matutina rompieron a través de las nubes grises. El primer muelle y el bloque
entero de edificios habían sido nivelados. Reducidos a madera astillada por la
tormenta de Kullen, una tormenta que debería haber reclamado al primer oficial
también. No había almas ni Hilos de vida que se movieran a lo largo de las ahora
apacibles olas. Los pájaros no revoloteaban, ningún insecto cantaba, la vida no
existía…
Excepto por una nube de verde, volando hacia el horizonte. En el mismo centro,
Iseult percibió el más débil indicio de deslumbrantes Hilos.
Safi.
Ella se había ido. Ido. Iseult la había perdido, y era solo un error más que añadir
a su alma.
Pero ella uso todas sus fuerzas más allá de esos pensamientos y continúo su lucha
contra el marco del edificio. Todo el ruido y el movimiento trajeron de vuelta a
Merik de la inconsciencia, sus Hilos abruptamente volviendo furiosos a la vida.
Dolor de hierro y tristeza azul.
—Voy a checar que no haya huesos rotos —dijo Iseult. O algo peor. Cuando
Merik no discutió, se dispuso a masajear su cuerpo con delicadeza, desde la
parte superior de su cabeza hasta la punta de sus pies en sus botas. Ella había
hecho esto cientos de veces con Safi durante años, Habim le había enseñado
como, así que se hundió en la ayuda de un movimiento frio y metódico.
Estasis. La brisa saltó a través de la ropa húmeda de alguien más y besó la piel
de alguien más. Las heridas de Merik, todas ellas sangraban en alguien más, e
Iseult no podía pensar en la Marionetista. O en el Surcado. En Evrane o Kullen o
Safi. Estasis.
A través de la inspección, los ojos de Iseult se lanzaron sobre los Hilos de Merik,
buscando por cualquier resplandor fugaz de dolor. Cada toque de vidrio
enviaba un destello, pero solo cuando Iseult golpeo sus costillas estas estallaron
en agonía. Un gemido salió de su lengua. Sus costillas estaban rotas, podría ser
peor.
También significaba que Iseult no tenia forma de seguir a su hermana. Pero, ¿qué
era lo que Safi le había dicho? Uno de los hombres de Eron iba a venir, a una
cafetería. Iseult podía esperar, debía esperar, por esa persona. El podría ayudar
a Iseult a encontrar a Safi, quienquiera que fuera.
Ella dejo caer su Piedra de Hilo. Se desplomo sobre su esternón. Luego volvió su
atención a Merik y le dijo—: Necesitas un curandero. —Tan pronto como lo había
dicho, ella deseó haber podido borrar esas palabras, porque, por supuesto, Merik
pregunto andrajosamente—: ¿Mi…tía?
El deseo de mentir era abrumador, y no solo una mentira para Merik, pero una
historia a la que Iseult pudiera aferrarse.
No fue mi culpa, ella quería decir. El Surcado fue tras ella, y eso tampoco fue mi
culpa.
—Evrane fue atacada por el Surcado. —El tono de Iseult fue descolorido.
Deliberado. Mil leguas lejos y viniendo de otra persona. —No sé si sobrevivió. La
seguí, pero ella dejo la ciudad.
Ahora, Merik estaba temblando, sus brazos apretados sobre su pecho, su piel aún
quemada al tacto. Sus Hilos comenzaron a palidecer y a palidecer…
Pero Iseult estaría condenada si lo dejaba morir. Se inclino hacia él. Lo miro a los
ojos. —¿Cómo puedo contactar con el Jana, Alteza?
Iseult gateó recto. La mañana salada giraba, y sus músculos se sintieron como
cristales rotos. Pero ella puso un pie en frente del otro… hasta que por fin alcanzó
el tambor.
Levantó el mazo, ahí solo había uno, y rezó para que estuviera hechizado, y fuera
capaz de soplar lejos al viento y a la verdad. Luego Iseult golpeo el tambor. Una
y otra y otra vez.
Mientras martilleaba, mientras golpeaba su alma y sus errores los ocultaba dentro
de la cabeza del tambor, ella planeó una estrategia. Porque todavía tenía eso.
Ella todavía tenía las habilidades para analizar el terreno y a sus oponentes. Ella
todavía tenía los instintos para elegir los mejores campos de batalla.
Safi había iniciado algo un poco más grande esta vez, ser secuestrada por
Marstorkis era definitivamente una nueva marca, pero no importaba cuanto
tomara, Iseult se daría cuenta.
Pero, por encima de todo, Iseult iría tras Safi. Tal como ignoraba el dolor en sus
brazos y el agotamiento en sus piernas, ella seguiría a Safi y la traería de vuelta.
Mhe verujta.
—Ah —susurro Merik, sabiendo que debería estar feliz. El comercio era todo lo
que él deseaba, y ahora había probado que podía traerlo de vuelta a Nubrenva.
Mientras Merik trataba de descifrar con quien podría encontrarse Iseult, Evrane
le describió cómo el Príncipe Leopold había desaparecido del Regalo de Noden.
—Un momento estaba en el calabozo, bajo estricta vigilancia, y después, su
celda estaba completamente vacía. Todo lo que se me ocurre es que un Brujo
del Encanto de alguna manera lo ayudo a escapar.
Dos días después, y tres días después de perder a Kullen, Merik finalmente se
trasladó del Regalo de Noden hacia la ensenada Nihar. Evrane se separó de él,
alegando que tenía que ir al Monasterio de Carawen inmediatamente, y Merik
no pudo pasar de su orgullo lo suficiente para pedirle que se quedara.
Ella había ido y venido desde que él era un niño, y ¿porque eso debería de
cambiar ahora?
Así que, con Hermin cojeando a su lado, Merik camino más allá de los troncos y
las ramas, todos ellos largos y delgados con nuevas ráfagas de vida. Liquen,
insectos, verde, verde, verde; Merik no podía explicarlo…no ayudaba el hecho
de que deseara que Kullen estuviera aquí para verlo.
Sin embargo, él apenas y lo noto. Solo había una persona a la que quería ver, la
única persona que podía entender cómo se sentía Merik.
—¿Se ha ido? —Merik frunció el ceño, esas palabras eran incomprensibles. —¿A
dónde se ha ido?
—No lo sabemos, señor. Ella estaba en el barco cuando fuimos por ti a Lejna, y
pensamos que seguía abordo cuando regresamos de la ensenada de Nihar.
Pero… no estamos seguros. Todo lo que sabemos es que ella ya no está en el
barco.
Inmóvil, Merik frunció el ceño. —¿A dónde iría Ryber? ¿Por qué se iría?
—Ella dejo una nota, aunque no dice nada sobre a donde fue. Está en su cama,
señor.
Así que Merik entro en la cabina del capitán, sus costillas protestando ante la
explosión de movimiento. Dio pasos largos, casi trotando para cruzar la
habitación, en donde encontró su abrigo arrugado cubriendo a través del
colchón. Descansando sobre él había un pedazo de papel.
Merik lo tomo, sus ojos volaron sobre los garabatos casi ilegibles de Ryber.
Mi Almirante, mi Príncipe,
Ryber
(También, revisa el bolsillo de tu chaqueta)
Tío,
Algo caliente araño la garganta de Merik. Volvió a revisar el contrato y vio que
su firma y la de Dom Eron aún estaban ahí, mientras que cualquier referencia a
la sangre derramada había sido quitada por completo.
Y ahora Merik había hecho un contrato con los Hasstrels. Con los Marstok
también.
Una silenciosa, e histérica risa salió de su garganta. Habia perdido mucho más
de lo que esperaba perder, sin embargo había un pensamiento de
incertidumbre brotando de sus pulmones.
Por todo lo que él había amado, por todo lo que había perdido y por todo lo
que él, y su país, aún tenían por recuperar.
Safiya fon Hasstrel se apoyó contra el baluarte del galeón personal de la
Emperatriz de Marstok, muleta en mano. La verdeante línea costera de las tierras
reclamadas por Dalmotti paso a la deriva, y Safi trato de pretender que no se
estaba quemando con el sol de mediodía.
Esta era una tierra de palmeras y selva, frecuentada por aldeas pesqueras y lo
suficientemente húmeda como para nadar en ella. Ella quería disfrutar de toda
esa belleza, no derretirse en ese miserable calor.
Cientos de años atrás, esta tierra perteneció a una nación llamada Biljana. O eso
era lo que Safi recordaba de sus sesiones de tutoría. Ella sabía muy bien que no
había que creer en los libros de historia.
Sin embargo, incluso con el cinturón, Vaness había insistido en que Safi también
llevara un collar de hierro. Era una cadena, fina y delicada, pero sin un comienzo
ni un final. La Emperatriz la había fundido alrededor del cuello de Safi, y a pesar
de esforzarse y gruñir tan fuerte como pudo, Safi no había sido capaz de
quitárselo.
Sin embargo, gracias a los dioses, Vaness consideró inofensivo la Piedra de Hilo
de Safi.
Con una sonrisa torcida en el paisaje, Safi inclino su peso sobre la muleta. Su pie
izquierdo estaba curado y vendado gracias al esfuerzo concentrado de seis
brujas sanadoras de la flota de Vaness. Aparentemente, como continuamente
insistía la Emperatriz, ella no tenía intención de herir a Safi peor que las heridas
que ya tenía. Safi era simplemente demasiado valiosa (como decía Vaness) para
cualquier “manejo brusco” y la vida de Safi nunca había estado en riesgo en
Lejna.
Los poderes de Safi le habían dicho que eso no era verdad, pero ella había
dejado que las mentiras fluyeran.
Ella ofreció una sonrisa inescrutable y sin emociones. Luego, sin decir otra
palabra, la Emperatriz de Marstok se fue por donde había venido.
Y Safi seguramente no estaba ayudando a los planes del tío Eron aliándose con
Vaness, y por consiguiente con todo el Imperio Marstok. Aun así, ella se reusaba
a sentir culpa o a resentir sus elecciones. Por una vez en su vida, Safi había forjado
su propio camino. Ella había jugado sus propias cartas y no había nadie más para
guiar su mano, solo ella misma.
Arrugando su frente, Safi saco su Piedra de Hilo. El rubí brillaba con el sol, y al ver
las fibras de coral envolviendo la roca se sintió menos sola. Le gustaba fingir que
Iseult, dondequiera que estuviera, también estuviera sosteniendo la suya.
Todo ese entrenamiento físico, había dicho Merik, más un poder por el que los
hombres matarían. Piensa en todo lo que puedes hacer. Piensa en todo lo que
puedes ser.
Safi suspiro, una exhalación completa que soltó algo apretado dentro de su
pecho y que desenrolló su corazón de una manera que nunca antes había
sentido, un manera que freno sus fuertes piernas. Deteniéndolas completamente.
Porque ahora ella sabía lo que podía hacer, lo que podía ser. Ella le había
conseguido a Merik su contrato y había ganado las negociaciones con los
Marstokis también. Ella había torcido el mundo y lo había convertido en algo
mejor.
La magia de Safi zumbo, feliz y cálida con esa verdad, y después de guardar su
Piedra de Hilo detrás de su vestido, ella abrió sus brazos. Dejo que su cabeza
cayera detrás.
Luego Safiya fon Hasstrel se deleitó con el sol en sus mejillas. En el rocío del mar
sobre sus brazos. Y en el futuro que le esperaba en Marstok.
Deseamos que hayan disfruta de su lectura.