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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

DERECHO CANÓNICO

Tema 1: Introducción

1.1 El estudio del derecho canónico en la formación teológica


El derecho canónico es una expresión del misterio de la Iglesia. La misión
del derecho canónico es expresar la Palabra y los sacramentos de manera que
el creyente actual reciba la misma Palabra y actúe esta de la misma manera que
en el siglo I.
El estudio del derecho se aborda desde la cristología y la eclesiología.

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

Tema 2: Naturaleza del derecho canónico

2.3 Las fuentes del derecho canónico: síntesis histórica


Fuentes del derecho canónico hay de dos tipos:
 Fuentes creadoras (producen derecho nuevo).
 Fuentes de conocimiento (instrumentos a través de los cuales conocemos
el derecho que se ha creado).
La historia de las fuentes se refiere a las fuentes del conocimiento. En
cuanto a las fuentes creadoras, la principal fuente es el autor de la ley. Desde su
punto de vista, se distingue entre:
 Norma divina (de derecho divino, pues Dios es autor).
o De derecho divino natural (está en la naturaleza, en la creación. Su
autor es Dios en cuanto creador de la naturaleza). Un ejemplo está
en el matrimonio, institución natural fundada por el creador y do-
tada de sus propias leyes. Ejemplo: el matrimonio se constituye en-
tre un hombre y una mujer, necesidad de que los que se van a
casar tengan uso de razón, etc.
o De derecho divino positivo (están contenidas en la revelación, a
través de la que se nos manifiesta). Ejemplo: la materia del bau-
tismo es el agua.
 Norma humana (de derecho positivo, el autor es la Iglesia).
El derecho divino forma parte del derecho canónico, de dos maneras es-
pecialmente:
 Es fundamento del derecho canónico. Es la base sobre la que se cimien-
tan las otras normas.
 Es punto de referencia. Lo que es contrario al derecho divino no es dere-
cho canónico, no obliga.
Aun cuando el derecho divino no estuviera en el código, forma parte del
derecho canónico.
En cuanto a la norma humana, cuyo autor es la Iglesia, es donde tenemos
el mayor número de normas. El autor en concreto, dentro de la autoridad, es el
legislador (papa, obispos, conferencias episcopales…). El legislador humano
desarrolla y concreta el derecho divino aplicándolo a las circunstancias históri-
cas, en virtud a la misión recibida y confiada por Cristo. Obedecer el derecho
eclesiástico es obedecer también a Cristo.
Acerca de las fuentes de conocimiento1 del derecho, son los documentos
y medios donde está contenido el derecho (divino y humano), a través de los
cuales lo conocemos.

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Manual de Ghirlanda, 85-97

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La historia de las fuentes del derecho la podemos organizar en torno a 3


períodos:
 Primer milenio.
 Edad Media (siglos XII – XVI), momento de esplendor, donde se consti-
tuye el Corpus Iuris Canonici, que recoge todo el derecho de la Iglesia
hasta el siglo XVI.
 Del siglo XVI al XX. Va desde el Corpus Iuris Canonici hasta el Codex Iuris
Canonici.
Primer milenio
Está caracterizada esta época por la elaboración de colecciones de nor-
mas, que son colecciones parciales. En esta época, el derecho de la Iglesia es-
taba constituido por cánones y decretales. Los cánones eran las leyes fundadas
por los concilios. Estos tenían cánones doctrinales (de exposición de doctrina) y
disciplinares (que establecen la disciplina de la Iglesia). Estos últimos eran lo que
forma parte del derecho. Las leyes actuales se llaman cánones recordando que
las primeras normas eran cánones.
Las decretales eran decisiones que tomaba el papa para resolver conflic-
tos de iglesias particulares. Las decisiones eran vinculantes, y por tanto se con-
vertían en norma.
Es de particular interés la Colección hispana, del 633.
Edad Media
Es la época del esplendor del derecho canónico. Al final del primer milenio
ha habido una producción muy abundante de normas (muchos cánones, y sobre
todo decretales), esparcidas en muchas colecciones. Un autor privado, un monje
camaldulense, profesor de derecho canónico en Bolonia, toma la iniciativa de
reunir en una sola colección todo el derecho canónico del primer milenio. Era
Graciano. En el año 1140 (tardó unos 20 años) termina su obra, que se conoce
como “El decreto de Graciano”. Graciano también tenía como finalidad interpre-
tar y explicar este derecho. Según iba recogiendo el derecho, se daba cuenta de
que había normas de épocas diferentes, que se dudaba sobre si estaban en vigor
(¿las posteriores abolían las anteriores? Pero no se decía expresamente esto).
Además, había normas que eran contrarias entre sí. Graciano, a pie de página,
hacía su comentario con su opinión a cada norma. Él distingue bien la norma de
su propio comentario. Es el primero que estudia el derecho canónico con método
científico. El nombre que da Graciano a su obra fue “Concordia discordantium
canonum”. Esto deja ver la finalidad pretendida por Graciano.
La obra de Graciano era una obra privada. Es práctica y meritoria, pero
no la hizo por encargo de papas. Desde el punto de vista jurídico, no tiene nin-
guna autoridad legal. No quiere decir que las leyes jurídicas contenidas no ten-
gan valor jurídico. El valor jurídico de esas leyes no dependen de que estén re-
cogidas o no en el decreto, sino el valor jurídico que cada ley tenga de por sí.
Por ello, los textos normativos que recoge Graciano conservan totalmente su
valor doctrinal.

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La obra se divide en 3 partes:


 1ª parte.
o Distinciones
o Cánones. Se citaría como D.1, 2, 3 (canon tercero de la distinción
segunda de la primera parte).
 2ª parte. Se citaría como D.2,1,3,2, por ejemplo.
o Causas.
o Cuestiones.
o Cánones.
 3ª parte.
o Distinciones.
o Cánones. Ejemplo de cita: D.3, 1, 2.
En primer lugar está el texto (auctoritates), y abajo el comentario del autor
(dicta), identificado con su nombre. Es este un documento de importancia grande
para conocer la historia de las fuentes del derecho.
Tras 1140 la producción del derecho eclesiástico aumenta más, por la fa-
cilidad que da esta obra. Comienza así una producción de decretales muy abun-
dantes. Vuelven a hacerse colecciones parciales de decretales. Se hacen 5 co-
lecciones de decretales después del decreto de Graciano, conocidas como “las
5 colecciones antiguas”. En 1234 Gregorio IX hace una colección de decretales
unitarias, partiendo desde 1140 hasta 1234. Esta vez fueron sancionadas y pro-
mulgadas por el papa. Son las “Decretales de Gregorio IX”. Encomienda la tarea
el papa a San Raimundo Peñafort. En 4 años la realiza, terminando en 1234.
En esa fecha es cuando Gregorio IX promulga esa serie de decretales, dándole
así valor jurídico.
Esto está dividido en 5 libros:
 Iudex (jueces y personas constituidas en autoridad).
 Iuditium (juicio). Trata de juicios y procedimientos.
 Clerus (clérigos). Recoge el estatuto del clérigo, derechos y obligaciones
(también del resto de fieles).
 Connubia (matrimonio). Recoge la disciplina matrimonial (también del
resto de sacramentos).
 Crimen (crímenes y delitos). Es el derecho penal, con las sanciones co-
rrespondientes a cada delito.
Cada libro se subdivide en títulos y capítulos. La obra no tiene título oficial.
Se la conoce como las Decretales de Gregorio IX, y también como “liber extra”,
en relación al decreto de Graciano (sería el libro que está fuera del decreto). Así,
para conocer el derecho vigente en 1234 hay que conocer el decreto de Graciano
y también las decretales de Gregorio IX (que no anula el derecho anterior).
Las características jurídicas del liber extra son:
 Es una colección de normas auténtica, promulgada oficialmente por el
papa. Tiene valor jurídico en cuanto colección. Las normas contenidas en
la colección que ya tenían valor jurídico lo siguen teniendo (por dos títulos:

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el originario, y el de esta colección). Y si alguna norma dentro de la colec-


ción era falsa, antes no tenía valor jurídico, pero ahora sí que lo adquiere.
 Es una colección exclusiva para el período posterior al decreto de Gra-
ciano, como explica el papa en su bula de promulgación. Esto implica que
todas las decretales posteriores al decreto de Graciano no incluidas en
esta nueva colección pierden valor.
Esta colección se cita con la sigla X (en referencia al liber eXtra). Ejemplo:
X, 1. 2. 3: liber extra, libro 1, título 2, capítulo 3.
Posteriormente hay otra colección, por parte del papa Bonifacio VIII. Se
conocen como “Decretales de Bonifacio VIII”, publicadas en 1298. Esta colección
se conoce también como “liber sextus” (como continuidad con la colección de 5
libros de Gregorio IX). Así, en sentido jurídico, la colección de Bonifacio VIII com-
pleta la anterior, no la abroga. Se divide en 5 libros, con títulos y capítulos. Se
cita con VI. Ejemplo: VI, 1. 2. 3 (libro 1, título 2, capítulo 3).
Esta obra tiene valor de ley, al estar promulgada por el papa, y es también
colección exclusiva para este período (como lo fueron las decretales de Gregorio
IX en su período).
Tras el liber sextus hay tres colecciones menores. Están las “clementinas”
en 1317, mandadas compilar por Clemente V. Es colección breve, auténtica
(mandada compilar y promulgada por el papa), pero no es exclusiva ni siquiera
para ese período. Así, no abroga ninguna norma. Está dividida en 5 libros, títulos
y capítulos.
Hay otras dos colecciones, que se llaman “extravagantes de Juan XXII”.
Es obra de autor privado que recoge decretales de Juan XXII. No es auténtica.
Se llama extravagantes, porque está fuera de las colecciones auténticas. Esta
colección es muy breve, y se divide solo en títulos y capítulos (solo son 20 de-
cretales).
La última colección son las “extravagantes comunes”. Recoge decretales
de varios papas, y no son auténticas. Estas dos extravagantes son de autores
privados, en torno al 1500. Las comunes sí que se dividen en libro, título, capí-
tulo.
Así, en el siglo XV, con estas seis colecciones, se constituye el Cuerpo
del Derecho Canónico (Corpus Iuris Canonici), que es una colección de colec-
ciones. Así, en ese momento, para conocer el derecho vigente, hay que conocer
las 6 colecciones.
Del siglo XVI al XX
En tres siglos no se hace ninguna compilación general de las normas de
la Iglesia. Se experimenta la necesidad de una nueva compilación, especial-
mente en los trabajos preparatorios al Concilio Vaticano I. En este momento
surge una discusión novedosa, acerca del modo en cómo hacer la compilación.
Hasta entonces se habían hecho colecciones que completaban las anteriores,
sin que ninguna perdiera valor. El inconveniente es que había que conocer todas
las colecciones.

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Algunos padres propusieron la técnica de la codificación: hacer un único


volumen de normas breves y claras que contengan todo el código de la Iglesia y
abroguen todo lo anterior. Otros padres eran contrarios a esto, porque veían el
inconveniente del riesgo de ruptura con la tradición de la Iglesia. Nunca se había
producido la completa pérdida de vigencia de las normas anteriores, y esto ex-
presaba la continuidad de la Iglesia actual con la Iglesia apostólica y de Jesu-
cristo.
Finalmente este tema no se lleva al concilio, sino que el papa nombraría
una comisión que estudie el camino más adecuado a seguir. La comisión planteó
al papa una solución que recogía las dos situaciones. Había dos aspectos en la
solución:
 Hacer un código, y así dejar sin valor todas las normas anteriores.
 Dejar patente que el código está insertado en la tradición canónica.
Sería un código nuevo (en el sentido que deja sin valor las normas ante-
riores tal y como estaban redactadas), pero el contenido de las normas anteriores
pasa al nuevo sistema de codificación. Se pasa, pues, de la compilación a la
codificación. Mantiene una continuidad con la tradición canónica de la Iglesia.
En la práctica, se hizo un código (el primero de la historia de la Iglesia) en
el año 1917. En este, a pie de página de cada canon, se ponen las fuentes de
cada norma (que son las distintas decretales del Corpus Iuris Canonici). Pío X
inicia los trabajos en 1904, y el 27 de mayo de 1917, Benedicto XV lo promulga
(deliberadamente en la solemnidad de Pentecostés).
Este código de 1917 está dividido en 5 libros:
 “De las normas generales”. Cuestiones que se aplican a todo el código.
 “De personis”. Trata de los estados de vida en la Iglesia y el estatuto de
cada estado de vida.
 “De rebus”. Temática muy variada. Había cuestiones de economía y bie-
nes temporales de la Iglesia, sacramentos, magisterio eclesiástico.
 “De processibus”. Recoge normas relativas a los procedimientos, sobre
todo a los juicios.
 “De delictis et penis”. Derecho penal: delitos y penas.
Este código no es derecho nuevo, sino el derecho antiguo elaborado de
forma nueva. Características del código de 1917:
 Es auténtico, promulgado por el papa.
 Es código completo, abroga toda la legislación anterior.
 Es código para la Iglesia latina, no se aplica a las Iglesias orientales cató-
licas.
 Orden sistemático. Las normas están ordenadas por materias sistemáti-
camente, y no cronológicamente.
 Formulación clara, sencilla y breve de las normas.
 Continuidad con la tradición jurídica de la Iglesia.

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Tras 100 años de haber sido promulgado, el juicio global es muy positivo,
porque facilitó el conocimiento de la ley de la Iglesia, facilitando así su cumpli-
miento. También facilitó el estudio. Además, significó un empuje pastoral grande
en la vida de la Iglesia. También se vieron deficiencias, como por ejemplo la
sistematización (títulos de los 5 libros, etc.), que no se adapta perfectamente a
la naturaleza de la Iglesia. Otro límite de este código era el planteamiento clerical
del código, en el que los laicos apenas aparecían.
Se elabora un nuevo código, el código de 1983. Se elabora un nuevo có-
digo, en primer lugar, por las aportaciones del Concilio Vaticano II, que renueva
toda la vida de la Iglesia y su disciplina.

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Tema 3: La Iglesia del Vaticano II y la legislación actual: el Có-


digo de 1983

Trabajos de revisión del código de 1917


El 25 de enero de 1959 Juan XXIII anuncia su decisión de convocar un
concilio ecuménico y reformar el código de derecho canónico. Su intuición: para
renovar la vida de la Iglesia hay que convocar un concilio y renovar el código,
ambas cosas van de la mano.
El Concilio ecuménico es lo primero que se convoca y se celebra. La re-
novación del código comienza el 28 de marzo de 1963. Ahí se constituye una
comisión para la revisión del código. Esta comisión no empieza a trabajar hasta
que concluye el concilio, para que el nuevo código se funde en los principios y
resoluciones conciliares.
La primera sesión de trabajo de la comisión, en 1965, está presidida per-
sonalmente por el papa Pablo VI (lo que indica la importancia que da a la reforma
del código). Pablo VI ahí pronuncia un discurso para orientar los trabajos de la
comisión. Dice que “se trata no solo de reordenar las leyes existentes (como hizo
el código de 1917), sino de adaptar la disciplina perenne a las nuevas exigen-
cias”. “Renovar el derecho según la doctrina de los documentos conciliares”.
La primera decisión de la comisión fue doble:
 Por una parte, elaborar dos códigos: uno para la Iglesia latina y otro para
las Iglesias orientales, para que toda la Iglesia católica tuviera su propio
código. No podía ser el mismo, porque cada una tiene su propia tradición.
Esta decisión se llevó a cabo, y en 1983 Juan Pablo II promulga el código
para la Iglesia latina (Código de Derecho Canónico), y en 1990 promulga
el código para la Iglesia oriental (Código de Cánones para las Iglesias
orientales).
 También se tomó en esta primera sesión otra decisión, que no cuajó: ela-
borar también un documento (ley fundamental de la Iglesia), que contu-
viera los principios constitutivos básicos de la estructura de la Iglesia que
fueran comunes para los dos códigos. Esta decisión tuvo muchos incon-
venientes de diverso tipo (objeciones de que esto no sería documento ju-
rídico, sino un catecismo; que la ley fundamental de la Iglesia es el evan-
gelio, por lo que no tiene sentido hacer un documento con este título; difi-
cultades sobre el contenido…). En 1980 Juan Pablo II decide abandonar
este proyecto “para no introducir un instrumento objeto de controversia en
el ámbito del derecho canónico”.
Con esto, los cánones fundamentales que iban a ir en la ley fundamental
de la Iglesia se incorporaron a los dos códigos, pues valían tanto para oriente
como para occidente.

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Hay un segundo paso, el del Sínodo de los Obispos de 1967. El papa lo


convoca, con el tema de la reforma del derecho canónico, que pueda dar princi-
pios directivos que guiasen la reforma del código. Este sínodo, como conclusión,
aprueba 10 principios guía2:
1. El nuevo código debe conservar el carácter jurídico. Significa que no es
un tratado doctrinal, sino un tratado jurídico. No son solo consejos o ex-
hortaciones, sino que son norma vinculante (en conciencia y jurídica-
mente).
2. Coordinar mejor el fuero interno y el fuero externo, para que no haya
conflictos. Por fuero interno y externo se entienden dos modos de ejercer
la potestad de gobierno, y no la conciencia. Fuero interno sería el ejercicio
jurídico de la autoridad de forma oculta, secreta (para no manifestar pú-
blicamente actos que puedan ir en perjuicio del fiel). Fuero externo es el
ejercicio de la autoridad públicamente.
3. Establecer en el código medios para favorecer la atención pastoral de
los fieles. Hay que tener en cuenta el fin de la ley en la Iglesia, y que el
fin de toda norma es la salvación de las almas.
4. Inserción de las facultades especiales en el código. Las facultades
especiales son facultades (posibilidades de actuación) que había conce-
dido la Santa Sede a los obispos. Las facultades que el código concedía
a los obispos eran las facultades ordinarias, y las concedidas por la Santa
Sede eran las facultades especiales. De este modo, las facultades espe-
ciales pasarían a ser facultades ordinarias, estando en el código.
5. Aplicación del principio de subsidiariedad. Este principio consiste en
dejar espacio a la legislación particular, de las iglesias particulares, y que
no venga todo establecido por el código en el derecho común de toda la
Iglesia. Así, las necesidades propias, que conoce mejor la autoridad local,
pueden ser mejor respondidas. El código, en muchas materias, reenvía al
código particular (normas de las conferencias episcopales, o de los obis-
pos diocesanos).
6. Mejor tutela de los derechos de las personas y de todos los fieles,
por la radical dignidad entre todos los fieles por el Bautismo. En concreto,
que el ejercicio de la autoridad no sea arbitrario y no se cometan abusos
(atentados contra el derecho de un fiel).
7. Establecimiento de un procedimiento claro para tutelar los derechos de
los fieles3. Así se facilitará el recurso ante una autoridad superior ante un
acto de una autoridad inferior que a juicio de un fiel ha lesionado un dere-
cho suyo.
8. Ordenación territorial. Se debe mantener como criterio para determinar
las comunidades de fieles sobre las cuales el superior eclesiástico ejerce
la autoridad el criterio territorial. Es el criterio de pertenencia. Al mismo
tiempo se dice que se abran posibilidades de otros criterios, además del

2
Prefacio del CIC, página 65 y siguientes
3
Actualmente se pueden recurrir los actos de los obispos al correspondiente Dicasterio de la Curia Ro-
mana, y las decisiones de este al Tribunal supremo de la Iglesia, la Signatura Apostólica.

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territorial. Estos otros criterios serán criterios personales (por ejemplo, la


nacionalidad, la condición militar…).
9. Revisión del derecho penal. El derecho penal canónico es aquel me-
diante el cual el fiel que comete un delito es sancionado, con el fin de
recuperar al delincuente (su conversión) y la protección de la comunidad.
Sentidos:
a. Que se reduzcan las penas.
b. Que ordinariamente las penas sean “ferendae sententiae” (con la
sentencia que se debe dar. Cuando el fiel comete un delito, ese
delito aún no está sentenciado. La sentencia se debe dar después
de un proceso).
c. Que las sanciones “latae sententiae” (con la sentencia ya dada)
sean pocas y para delitos muy graves. Son las penas en las que el
fiel que comete un delito queda sancionado en el mismo momento
en que lo comete y por el hecho de cometerlo, sin necesidad de un
proceso penal.
10. Nueva disposición sistemática del código (orden de distribución de los
cánones). El de 1917 estaba basada la disposición en torno al derecho
romano (personas, cosas y acciones). Se pide que los elementos estruc-
turadores sean los elementos de la naturaleza y la vida de la Iglesia. Así,
que quede estructurado en torno a las tres funciones de la Iglesia (ense-
ñar, regir y santificar).
Promulgación del Código
Juan Pablo II lo promulga el 25 de enero de 1983, con la constitución
apostólica “Sacrae Disciplinae Leges”4. Elementos fundamentales:
 Habla de que se trata de un código nuevo. Recoge las novedades del
concilio. Hay que referirse constantemente al concilio para entender el có-
digo. Utilizará el papa la expresión de “traducción al lenguaje canónico de
la eclesiología del concilio”. En otro lugar el papa calificó al código como
“el último documento conciliar”, en sentido analógico, pues no pertenece
al concilio. Es así la aplicación autorizada del concilio. En otra interven-
ción, Juan Pablo II hablaba del estudio del código como “escuela del con-
cilio”. Estudiar el código, pues, ayuda a comprender el concilio (y también
a la inversa). Conjuga fidelidad y novedad, dirá el papa en la constitución
apostólica. Usa la imagen del árbol que crece (nuevas ramas) sin renegar
de sus raíces.
 Necesidad del derecho canónico para la vida de la Iglesia. Dice que es
completamente necesario para la vida de la Iglesia. La Iglesia no puede
llevar a cabo su misión evangelizadora sin el derecho canónico. Concluye
diciendo que hay que acogerlo y cumplirlo con espíritu de fe, pues la ley
de la Iglesia es dada por Cristo como instrumento y camino de salvación.
División del código
 Libro I: “De las normas generales”. Se aplican a todo el código.

4
Página 46 en adelante del CIC

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 Libro II: “Del pueblo de Dios”. Correspondería al “De personis” del de


1917.
o Parte 1: De los fieles cristianos.
o Parte 2: De la constitución jerárquica de la Iglesia.
o Parte 3: De los institutos de vida consagrada y de las sociedades
de vida apostólica.
 Libro III: “De la función de enseñar de la Iglesia”. Ámbitos del ministerio
de la palabra, misiones, educación, comunicación…
 Libro IV: “De la función de santificar de la Iglesia”. Dedicado a los sacra-
mentos de la Iglesia, uno por uno.
o Parte 1: De los sacramentos.
o Parte 2: De los demás actos de culto divino.
o Parte 3: De los lugares y tiempos sagrados.
 Libro V: “De los bienes temporales de la Iglesia”. Economía de la Iglesia.
 Libro VI: “De las sanciones en la Iglesia”. Derecho penal, delitos y penas.
o Parte 1: De los delitos y penas en general.
o Parte 2: De las penas para cada uno de los delitos.
 Libro VII: “De los procesos”. Son los juicios.
o Parte 1: De los juicios en general.
o Parte 2: Del juicio contencioso.
o Parte 3: De algunos procesos especiales.
o Parte 4: Del proceso penal.
o Parte 5: Del procedimiento en los recursos administrativos y en la
remoción o el traslado de los párrocos.
En cuanto a las características del código de 1983, podemos señalar las
siguientes:
 Es código auténtico: promulgado por el papa, y todo él con valor jurídico.
 Es código exclusivo: abroga el código de 1917.
 Es código universal para toda la Iglesia latina.
Cada una de las leyes se llama canon. El número que las precede es el
número del canon. Dentro de los cánones, en algunos no hay subdivisiones. En
otros sí, se subdividen por parágrafos.

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Tema 4: Las Normas Generales

4.1 Cánones preliminares: ámbito y eficacia jurídica del Código


Son los 6 primeros cánones:
 C.1: Destinatarios
 C.2-6: Relación del CIC con el derecho anterior
El canon 1 hace referencia a que entre los dos grandes pulmones de la
Iglesia (occidente y oriente). Orientalium Ecclesiarum 5 dice que las iglesias
orientales católicas tienen derecho y deber de custodiar su derecho, su forma de
orar, su teología e historia. Por ello no se les puede someter al código de Dere-
cho Canónico de la familia latina. Dentro de la Iglesia católica, pues, entran en el
código de Derecho de 1983 a los de la Iglesia latina.
Para los orientales existe el código de Cánones de las Iglesias Orientales.
Salió el 18 de octubre de 1990 con “Sacri Canones”. Este código contiene solo
1546 cánones. Iglesias orientales son 22 las que tienen un derecho particular.
Este código solo tendrá lo común a estas iglesias, por eso tiene menos cánones
que el código para la iglesia latina.
Así, este primer canon concreta los destinatarios del código latino: los fie-
les de la Iglesia latina. Hay dos formas de entrar en la Iglesia oriental, con lo que
pasaría uno a estar bajo el código oriental:
 Por el bautismo.
 Acto de voluntad por petición a la Santa Sede de cambio de rito. Con per-
miso de la Santa Sede, se pasaría a la iglesia oriental.
El canon 2 hace referencia al derecho litúrgico. Si se confronta este código
con el derecho litúrgico anterior, prevalece el código. El código no regula la ma-
teria de la celebración litúrgica. Así, el canon dice que si en algo confrontaran
ambos y es contrario, el código prevalece, no por ser más importante que el
derecho litúrgico, sino porque es posterior al derecho anterior.
El canon 3 habla de la relación con el derecho concordatario (derecho
entre naciones): la Iglesia, como entidad supranacional, con las naciones distin-
tas. El derecho concordatario estaba basado en el código de 1917. Aparecen
dos términos importantes:
 Abrogar: dejar sin valor una ley completamente.
 Derogar: dejar sin valor una parte de la ley.
El derecho concordatario no se toca por su propia esencia. Este es un
acuerdo entre dos partes, y solo puede ser modificado si las dos partes se reú-
nen, y no puede modificarse unilateralmente5.

5
España con la Santa Sede tiene un acuerdo básico (28 de julio de 1976) y los acuerdos jurídico, de ense-
ñanza y de asuntos culturales, económico, y de asistencia a las fuerzas armadas, con fecha del 3 de
enero de 1979.

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En el canon 4 aparecen dos términos jurídicos:


 Derecho adquirido: situación jurídica estable de una persona adquirido le-
gítimamente por realizar actos establecidos por la ley. Ejemplo: apro-
bando el examen de grado, tenemos el derecho adquirido: título de grado
en teología. Es distinto esto de derechos innatos o legales.
 Privilegio: exención de la ley. Se quita la eficacia de la ley por la Sede
Apostólica a una persona (física o jurídica).
Estas dos son situaciones jurídicas estables, así que en principio se man-
tienen aunque se haya cambiado el código (salvo que el código las revoque).
Actualmente, derechos adquiridos no han sido revocados ninguno. Privilegios sí.
Cuando hablamos de “fuentes del derecho” hablamos de los instrumentos
a través de los cuales se crea un derecho. Históricamente, en todas las socieda-
des, se han destacado dos fuentes en concreto del derecho:
 Ley: cuando el derecho es creado por un acto de la autoridad.
 Costumbre. Se reconoce que la comunidad pueda obligarse y crear un
derecho. Para que una comunidad pueda obligarse por costumbre a un
derecho hace falta:
o Que sea una comunidad grande, para que sea capaz de recibir una
ley.
o Que tenga verdadera intención de obligarse.
o Que este derecho sea reconocido de alguna manera por la autori-
dad.
El canon 5 distingue en primer lugar entre costumbres universales y par-
ticulares, y en segundo lugar entre costumbres contrarias y extralegales.
 Costumbre universal es una costumbre que abarca a todo el pueblo de
Dios.
 Una costumbre particular es aquella que afecta solamente a un territorio
o a una comunidad determinada.
 La costumbre contraria es la costumbre contra la ley (contra legem).
 Costumbre extralegal (está más allá de la ley: praeter legem). Estas cos-
tumbres tratan de una materia que no regula directamente la ley, por lo
que pueden ser compatibles con la ley.

El acuerdo básico habla del principio de respeto mutuo (relación positiva) y autonomía (autogobierno y
poder de decisión). Esto significaba que la Iglesia renunciaba a sus privilegios (en concreto, al privilegio
del fuero, por el que los clérigos no podían ser juzgados en un tribunal civil, sino eclesiástico, a menos
que el obispo diera autorización), y España renunciaba al privilegio de presentación y veto de obispos.
Los otros acuerdos:
 Jurídico: reconoce personalidad jurídica de la Iglesia, y a sus instituciones. Se reconoce también
el matrimonio canónico como civil.
 Enseñanza y asuntos culturales: hace referencia a la asignatura de religión y moral católica.
También rige el acuerdo con las universidades eclesiásticas.
 Económico: habla de la financiación de la Iglesia. Dice que el Estado deja de ser el que directa-
mente aporta a la Iglesia católica, siendo los fieles quienes la sujeten. El gobierno facilitará que
los fieles puedan aportar (ahora se concreta en la X de la renta).
 Asistencia religiosa a las fuerzas armadas.

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Así, el canon 5 en su parágrafo primero habla en primer lugar de las cos-


tumbres contrarias (contra legem), y hace una distinción, entre las que están
revocadas explícitamente o no. La primera parte es cuando están reprobadas
explícitamente. Si el código las reprueba, quedan totalmente suprimidas para
siempre. En la segunda parte, habla de las que no están revocadas explícita-
mente por el código. Estas, dice, que en principio quedan también suprimidas,
aunque cabe excepción:
 Si el código las permite.
 O si es costumbre centenaria o inmemorial, la cual, a juicio del Ordinario,
puede permitirse.
Un ejemplo de costumbre reprobada explícitamente estaría en el canon
396 parágrafo 2. Un ejemplo de costumbre contraria que el código permite es el
canon 1279 parágrafo 1.
El canon 6 se refiere al derecho eclesiástico anterior. Es un canon abro-
gatorio. En primer lugar abroga el código de 1917, y luego habla de las leyes
entre el 1917 y el 1983. Las leyes contrarias se abrogan (universales, particula-
res), salvando posibilidad de excepción en las particulares. Abroga todas las le-
yes penales, contrarias o no (por el principio de reducir al mínimo el código pe-
nal), permaneciendo solo las que estén en el código. Abroga también leyes dis-
ciplinares universales (que no son penales).
El parágrafo 2 hace referencia a la interpretación de los cánones desde la
tradición canónica.

4.2 Las fuentes del derecho: ley, costumbre, decretos generales e


instrucciones, actos administrativos singulares, estatutos y reglamentos
Título I: de las leyes eclesiásticas
Ley (cc. 7-22), costumbre (cc. 23-28), decreto general legislativo (cc. 29-
30), actos administrativos (cc. 31-93). Ley, costumbre y decreto general legisla-
tivo son fuentes legislativas, mientras que actos administrativos son fuentes eje-
cutivas.
El título I versa sobre la ley. En el canon 7 se usan dos términos muy
importantes, de los que no se da definición (como en el código de 1917): ley y
código.
“Ley”, según Santo Tomás, es “Ordinatio rationis ad bonum commune ab
eo qui curam communitatis habet promulgata” (mandato de la razón – razonable
– para el bien común por aquel que tiene el cuidado de la comunidad promul-
gada). Mandato es un acto imperativo de la voluntad. Que sea razonable hace
referencia a cuatro elementos:
 Estar en consonancia con el derecho divino (se reconoce la voluntad de
Dios).
 Debe ser honesto y moral.
 Que sea justo y exigible.

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

 Que sea posible.


Tiene que ser para el bien común, y esto hace referencia al carácter ge-
neral que tiene que tener la ley. Debe valer para toda la comunidad. Hay instru-
mentos de la ley para particularizar casos (dispensa, privilegio…). Por aquel que
tiene el cuidado de la comunidad, en el caso de la Iglesia, es aquel que tiene una
vocación o llamada de Dios para poder pastorear. “Promulgada” hace referencia
al acto que constituye la ley. Es un acto oficial, y que se notifica (son los dos
elementos de la promulgación).
Esta definición de la Ley de Santo Tomás se ha intentado en ocasiones
mejorar. Algunos proponen decir en lugar de “ordinatio rationis” hablar de “ordi-
natio fidei”, o incluso algunos han definido la ley como “ordinatio rationis ilumi-
nada por la fe y conformada por la caridad del Espíritu Santo”.
El canon 7, pues, habla del nacimiento de una ley. Una ley nace cuando
se promulga y en la fecha en que se firmó. Antes de la promulgación hay actos
previos, que dan lugar a un proceso (mayor o menor según la trascendencia de
la ley). El proceso previo a la promulgación es un proceso de consulta y estudio.
Para elaborar cualquier ley el legislador (papa en leyes universales, obispo en
leyes particulares para diócesis…) consulta (el papa a obispos, cardenales, ex-
pertos en derecho canónico… El obispo a vicarios episcopales, presbíteros…) y
luego los expertos redactan la ley de acuerdo a la voluntad del legislador. Una
vez redactada la ley pasa a los pastores para ver si la redacción refleja bien lo
planteado. Y si está bien reflejado, el legislador firma el documento de la ley.
Una vez que el legislador ha firmado el documento de la ley, ordena la
promulgación. Esta es un acto público ordenado por el legislador, que constituye
la creación de la ley. Por eso dice el canon que la ley es creada cuando se pro-
mulga. Hasta ese momento la ley no existe (ni siquiera la firma es acto constitu-
tivo de la ley, sino que es paso previo).
El canon 8 habla del modo de promulgación de la ley. Varía si se trata de
una ley universal o particular. Por eso se divide en dos parágrafos:
 El primero para la ley universal. Esta se promulga mediante su publicación
en la revista “Acta Apostolicae Sedis”, que es mensual. Si al papa le in-
teresa la rapidez en la promulgación, lo promulga l’Osservatore Romano,
periódico oficial de la Santa Sede, que es diario.
 El segundo para la ley particular. Solo dice que es según el modo deter-
minado por el legislador. El código no obliga al legislador particular a un
modo determinado de promulgación. Pero debe ser siempre un modo pú-
blico oficial. Lo habitual es publicar la ley en el Boletín Oficial de la Dióce-
sis (cuya finalidad es esa, la publicación de leyes particulares). Pero el
obispo puede elegir otro modo.
La cuestión de la entrada en vigor de la ley es distinto de la promulgación.
La ley no obliga inmediatamente. Aunque exista desde el momento de la promul-
gación, el legislador concede un plazo hasta que comienza a obligar (entrada en
vigor). No obliga inmediatamente porque no sería correcto que el mismo día en
que la ley se crea y se conoce se empiece a obligar. Hay un plazo para que la
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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

ley se conozca, se estudie, y una vez se conozca empiece a obligar. Ese plazo
entre la creación de la ley y la entrada en vigor es un plazo en que la ley existe
pero no obliga. Ese plazo de tiempo se llama “vacatio legis”. Durante ese tiempo
no se está sin ley, sino que se sigue aplicando la ley antigua aunque la nueva ya
exista.
 La ley universal entra en vigor tres meses después de la promulgación
(fecha que indica el número de la revista de la Santa Sede). Puede haber
excepciones (que la ley obligue inmediatamente por la misma naturaleza
del asunto. Por ejemplo, una ley que exprese el derecho divino, que tam-
bién obligaría incluso antes de que se estructurase como ley. Otra excep-
ción es que en la misma ley se establezca una vacación más larga o
breve, dependiendo del tiempo que lleve conocer bien la ley).
 Las leyes particulares entran en vigor un mes después (ordinariamente
son más sencillas que las universales), a no ser que el obispo establezca
otro plazo.
El canon 9 trata de la irretroactividad de la ley. La ley no se aplica a los
hechos pasados, a los sucedidos antes de la entrada en vigor de la ley. Se juzgan
los actos con la ley que existía en el momento en que sucedió. Por eso la ley es
para los hechos futuros, que suceden cuando la ley existe. Tempus regit actum.
Un acto es legítimo o ilegítimo de acuerdo con la ley de ese momento, no con la
ley actual.
Si la ley dice explícitamente que se aplica también a los hechos pasados
sería la única manera de que afecte a estos. Si no ocurre esto no afecta. Estas
leyes tienen que ser leyes que sean más favorables para el fiel (ejemplo: c.1313:
en derecho penal el delito se juzga según la ley más favorable para el reo).
En el canon 10 se trata de un tipo particular de ley: la ley invalidante o
inhabilitante. Dice que no todas las leyes son de este tipo, solamente algunas,
pocas, son así. Son leyes en las que el acto contrario a la ley lo hacen nulo (no
consigue el efecto intentado). Por lo general, un acto contrario a una ley (ejemplo:
desobediencia a la ley) no necesariamente va a ser nulo, sino ilícito o ilegítimo
(acto válido, pero ilícito). Será nulo si la ley expresamente es invalidante o inha-
bilitante. Ejemplo de la profesión religiosa: si se desobedecen sus leyes no ne-
cesariamente la profesión religiosa es inválida. Sí ilegítimo.
En la ley tiene que decirse expresamente que el acto contrario a esa ley
es un acto nulo, o la persona inhábil para realizar ese acto, para que el acto sea
nulo. Si no se dice expresamente esto, el acto contrario es válido.
Hay diferencia entre leyes invalidantes y leyes inhabilitantes (aunque su
efecto es el mismo: es nulo):
 La ley invalidante hace nulo el acto directamente, independientemente de
la persona que realice el acto. Ejemplo: forma canónica para la celebra-
ción del matrimonio (c.1108).

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

 La ley inhabilitante afecta directamente a la persona, no al modo de rea-


lizar el acto. El legislador está afirmando que esta persona no puede rea-
lizar el acto (es inhábil), y si lo realiza el acto es nulo (en razón de la
persona, no del modo de realización). Ejemplo: c.1083.
El canon 11 trata de los destinatarios de la ley eclesiástica (aquellos que
están obligados por la ley). Así, los obligados a la ley “meramente” eclesiástica
(se refiere a que la ley no es exclusiva de derecho divino) tienen que cumplir tres
requisitos (los tres obligatoriamente):
 Ser católico (bautizado en la Iglesia católica, o habiendo sido recibido en
la Iglesia católica – quienes han sido bautizados fuera de la Iglesia católica
pero se han convertido al catolicismo).
 Tener uso de razón.
 Si el derecho no dispone otra cosa, que haya cumplido 7 años (momento
en que se presume el uso de razón).
Los cánones 12 y 13 hablan de la obligación de la ley en función del terri-
torio. Hay leyes universales (c.12) y particulares (c.13). La ley universal obliga
en todo el mundo (parágrafo 1) si ha sido dada para el fiel. En el parágrafo 2 da
la excepción: están eximidos de la ley universal los que estén en un territorio en
el que esa ley universal no esté vigente (por dispensa del obispo de ese territorio,
etc.). Para estar obligado por la ley particular hay que cumplir 2 requisitos:
 Tener domicilio/cuasi-domicilio en ese lugar.
 Vivir en ese lugar.
El canon 13 parágrafo 2 habla de aquellas leyes a las que los transeúntes
(definición en c.100) no están sometidos: ni a la ley particular de su territorio al
estar fuera de él, ni tampoco a las leyes del territorio a las que se encuentran. Es
una aplicación del parágrafo 3 del canon 12. Los vagos (no tienen domicilio ni
cuasidomicilio en ningún lugar) están obligados a todas las leyes vigentes en el
lugar donde se encuentran.
Los cánones 14-15 tratan de situaciones que se pueden dar por parte de
los obligados a la ley (los que deben cumplirla). Es la situación de duda, ignoran-
cia o error acerca de la ley:
 Duda acerca de la ley (c.14): duda significa que la persona no tiene cer-
teza acerca de una cuestión. Es un estado de juicio inseguro, con razones
poderosas a favor y en contra (por ello no sale de la duda). Hay dos tipos:
o Duda de derecho: duda acerca de la ley, no se sabe qué dice exac-
tamente. No se sabe con certeza lo que el legislador quiere decir.
Es duda objetiva, fundada en el texto mismo de la ley. Es una ley
mal hecha, pues genera una duda objetiva. Por esta razón, esta ley
no obliga en ningún caso. El legislador debe aclarar el contenido
de la ley.
o Duda de hecho: duda acerca del hecho al que hay que aplicar la
ley (ley que se conoce bien). Lo que no se conoce es la situación
concreta a la que hay que aplicar la ley. La ley está bien formulada,

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

pero no se conoce bien la situación a la que hay que aplicar esa


ley. En este caso los Ordinarios pueden dispensar de la ley (lo cual
significa que la ley obliga).
 Error acerca de ley (c.15): es un juicio subjetivo cierto, pero falso. La ley
sigue obligando aunque la persona yerre acerca de la ley.
 Ignorancia acerca de la ley (c.15): aunque no se conozca, la ley obliga.
En el caso de que haya que juzgar a una persona por incumplimiento de
la ley, si esta alega ignorancia (o error) no culpable, puede suponer esto
un atenuante o incluso eximente para la sanción.
El parágrafo 2 del canon 15 establece algunas presunciones acerca del
error o ignorancia. Son criterios por los que la autoridad se guía mientras no se
demuestre lo contrario. No se puede presumir ignorancia o error acerca de una
ley (todo el mundo tiene obligación de conocerla), de una pena (todos deben
conocer las penas que corresponden a los delitos), de un hecho propio (el que
uno mismo ha cometido), de un hecho ajeno que es notorio (pues se conoce
públicamente). Solo se presume ignorancia de un hecho ajeno no notorio. Las
presunciones siempre ceden ante la verdad.
Los cánones 16-18 hablan de la interpretación de la ley. Como presu-
puesto la ley debe ser clara y cierta. Esto es, que el legislador ha manifestado
su voluntad con claridad y la ley no necesita interpretación. La ley es para obser-
varla, no para interpretarla. Los problemas de interpretación surgen cuando la
ley objetivamente es ambigua, y no hay claridad sobre lo que el legislador ha
querido decir. Cuando hace falta interpretación, la finalidad de la interpretación
es buscar la voluntad del legislador.
En primer lugar tenemos la “interpretación auténtica” de la ley (c.16). El
propio legislador, el que da la ley, tiene la capacidad de interpretar auténtica-
mente la ley, manifestando su voluntad (como se ve en el parágrafo 1). También
la puede hacer aquel a quien el legislador encomienda esta potestad. En el caso
del Papa, normalmente este encomienda la interpretación de su legislación a un
dicasterio de la curia romana (“Pontificio Consejo para la interpretación de los
Textos Legislativos”). Algunos cánones del código tienen interpretación autén-
tica.
En el parágrafo 2 del c.16 aclara que la interpretación auténtica tiene la
misma validez que la ley, y tiene que promulgarse como tal. Sobre la retroactivi-
dad (que se aplique a los casos que tuvieron lugar antes de la entrada en vigor
de la interpretación), generalmente no lo tiene, a no ser en el caso de que sola-
mente aclare palabras de la ley de por sí ciertas.
El parágrafo 3 del c.16 habla de una interpretación hecha por la autoridad
judicial (juez) o administrativa (superior), no legislativa. El juez, cuando dicta sen-
tencia, aplica la ley, y a veces la interpreta. De la misma manera el obispo. Esta
interpretación, que es para un caso particular, no tiene fuerza de ley (es decir,
no puede aplicarse a otros casos, no es interpretación general), sino que se
aplica solamente a ese caso.

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

Sobre la “interpretación doctrinal” (que dan los autores cuando hay una
ley oscura) habla el canon 17. Criterios:
 Criterio principal: el significado propio de las palabras, en el texto y con-
texto (el conjunto del canon, del código, y el conjunto de la fe y la vida de
la Iglesia).
 Criterio subsidiario: recurrir a lugares paralelos (otros cánones del código
que tratan de la misma materia, o ver cómo el legislador ha regulado esto
fuera del código), fin y circunstancias de la ley, y la intención del legislador.
El canon 18 trata de aquellas leyes que están sujetas a interpretación es-
tricta, que es aquella que abarca el contenido mínimo posible, respetando las
palabras de la ley, de modo que se aplique a los menos casos posibles. Leyes
sujetas a interpretación estricta son las que se llamaban “leyes odiosas” (que
suponen un perjuicio para la persona). De tres tipos de leyes habla el canon:
 Ley penal (la que establece una pena).
 Ley que coarta el libre ejercicio de los derechos (no permite al fiel obrar
libremente).
 Ley que contiene una excepción a otra ley (se interpreta estrictamente la
excepción, para que la ley se aplique sin la excepción en los mayores
casos posibles).
Un ejemplo de ley pena con interpretación estricta sería el c.1367.
El canon 19 trata de las lagunas de la ley. Son casos en los que el superior
tiene que tomar una decisión, pero para ese caso no hay una ley que responda
a esa situación. Cuando no hay una ley concreta que aplicar, tiene que suplir la
ley con los elementos que le da el derecho para hacer eso. La decisión, por tanto,
la toma de acuerdo con la ley, y no de acuerdo a su mera opinión. ¿Cómo se
suple la ley? Dice el canon como criterios de suplencia de la ley que:
 El superior debe atender a leyes dadas para casos semejantes.
 Principios generales del derecho aplicados con equidad canónica.
 Jurisprudencia y práctica de la Curia Romana.
 Opinión común y constante de los doctores.
El canon 20 y 21 tratan sobre la cesación de la ley. La ley posterior abroga
o deroga la anterior solo en 3 casos:
 Si lo establece la ley nueva de manera expresa, o implícitamente cualquier
ley contraria.
 Si no se dice expresamente, en caso de ser directamente contraria a la
antigua (si se cumple la nueva, no puede cumplirse la anterior).
 Si la ley nueva ordena completamente la materia que era objeto de la ley
anterior. En este caso no son directamente contrarias, pero la ley nueva
regula toda la materia que regulaba la ley anterior.
Al final del canon habla de la relación entre ley universal y particular. La
ley universal nueva no deroga el derecho particular antiguo, a no ser que la
nueva expresamente diga que deroga también la ley particular.

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

El canon 21 trata sobre el caso de duda (es decir, si se aplican el criterio


2 o el 3 para el caso anterior, cuando no se dice explícitamente en la ley si abroga
o deroga lo anterior). En caso de duda hay que tratar de cumplir tanto la ley
antigua como la ley nueva.
El canon 22 trata de la canonización (conversión en derecho canónico) de
las leyes civiles. El derecho de la Iglesia hace suyas las leyes civiles, porque la
autoridad eclesiástica lo pide, en leyes a las que remite el derecho de la Iglesia.
Son casos en los que a la Iglesia le interesa mucho que se cumpla esa materia,
y no hace una ley propia, sino que basta con la ley civil. Un ejemplo de esto está
en el c.1290.
Título II: de la costumbre
El canon 23 define qué es una costumbre. Se equipara a la ley (tiene
fuerza de ley) si está introducida por una comunidad de fieles (distinto a la ley,
donde la iniciativa viene de la autoridad: el legislador), y ha sido luego aprobada
por el legislador conforme a los cánones 24-28 (los primeros las condiciones
para aprobar una costumbre, y luego los modos de aprobación). La costumbre
es una norma jurídica no escrita.
El canon 24 son los presupuestos para la aprobación. Ninguna costumbre
puede obligar si es contraria al derecho divino. Hay tres tipos de costumbres:
 Costumbre según la ley: desarrolla la ley. Es un modo concreto de cumplir
una ley en una comunidad.
 Costumbres contra la ley: es contraria a una ley positiva escrita por el
legislador.
 Costumbre extralegal: la comunidad quiere vincularse a algo que la ley no
vincula.
Pueden existir costumbres contra la ley o extralegales, pero tienen que
ser razonables (y estar de acuerdo con el derecho divino según el parágrafo 1).
Que sea razonable es que ayude verdaderamente al bien de esa comunidad,
estando de acuerdo con el derecho. Si la costumbre es expresamente rechazada
por el derecho, no es razonable.
El canon 25 habla de los requisitos por parte de la comunidad para poder
introducir una costumbre. Hay dos requisitos:
 Comunidad capaz de recibir una ley (ser sujeto pasivo de una ley). Es
decir, que tenga la amplitud necesaria para ser receptora de una ley. No
puede un grupo pequeño, sino una comunidad amplia.
 Que esa comunidad tenga la intención de introducir derecho. Que tenga,
pues, la intención de obligarse (todos los miembros de esa comunidad).
Modos de aprobación por parte del legislador están en el canon 26. Hay
dos modos:
 Aprobación especial (explícita, directa). El legislador, con un acto positivo,
aprueba la costumbre

20
Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

 Aprobación genérica. No hay un acto positivo del legislador, él no dice


nada.
El canon trata las costumbres problemáticas (contra la ley, o extralegal).
La costumbre queda aprobada si ha sido observada legítimamente (primer crite-
rio, observada según los cánones 24 y 25) durante 30 años continuos y comple-
tos (30 años sin interrupción. La interrupción puede provenir porque la comuni-
dad deja voluntariamente ese comportamiento, o deja de tener intención de obli-
garse aunque mantenga el comportamiento, o porque el propio legislador lo in-
terrumpa). Si hay una ley canónica que prohíba futuras costumbres, puede haber
una costumbre anterior que prevalezca, pero solo si es centenaria o inmemorial.
No es lo mismo prohibir que reprobar.
El canon 28 habla de cómo cesa la costumbre. Una costumbre queda re-
vocada por una ley o costumbre contraria. Pero la ley no revoca las costumbres
centenarias. La ley universal no revoca la costumbre particular, pues son ámbitos
distintos. Todo esto si no se dice expresamente.
Título III: de los decretos generales y de las instrucciones
El canon 29 define lo que es un decreto general. Un decreto general le-
gislativo es idéntico a una ley. Se rigen por los cánones de las leyes (7-22).
El canon 30 dice que para dar una ley hay que tener potestad legislativa
(ha de ser un legislador). Hay casos en los que una ley no la da el legislador,
sino que le conceda potestad legislativa delegada (una potestad ejecutiva sin
potestad legislativa). Es en este caso cuando se da un decreto general legisla-
tivo. Es una cuestión formal, pues tiene valor de ley.
Los cánones 31-93 tratan de los actos administrativos. Estos, como la ley
y las costumbres, son normas que vinculan porque proceden de la autoridad. La
potestad en la Iglesia es sagrada (potestas sacra). Lo es por su origen (procede
de Jesucristo, que la ha encomendado a la Iglesia), por su fin (la salvación de
las almas), y en cuanto a su ejercicio. Dentro de la potestad de la Iglesia se
distingue:
 Potestad de orden (potestas ordinis): capacidad sacramental para poder
celebrar los sacramentos. La comunica Cristo a los hombres a través del
sacramento del orden. Su finalidad es celebrar los sacramentos.
 Potestad de jurisdicción (potestas iurisdictionis): es la autoridad para guiar
a los hombres a la salvación.
o Potestad legislativa. Es la autoridad para dar leyes.
o Potestad administrativa o ejecutiva. Consiste en la autoridad para
dar normas que tienen como finalidad aplicar las leyes o urgir su
cumplimiento con medidas de autoridad. Los actos administrativos
son de esta potestad.
o Potestad judicial. Su finalidad es resolver conflictos y dirimir con-
troversias entre los fieles. La potestad judicial resuelve los conflic-
tos aplicando la ley al caso concreto.

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

El Papa tiene la potestas sacra completa, toda la potestad, sobre todos y


cada uno de los fieles e instituciones. El obispo diocesano tiene también toda la
potestas sacra pero solamente dentro de su diócesis, pudiendo ejercerla perso-
nalmente y directamente sobre cualquier fiel o institución de su diócesis.
Potestad legislativa universal solo la tienen el Papa y el obispo. Potestad
administrativa, además del Papa y los obispos, universal la tienen los dicasterios
de la curia romana sobre sus competencias. Potestad judicial sobre toda la Igle-
sia tienen los tribunales de la Santa Sede (Signatura Apostólica y Rota romana).
En la diócesis, potestad legislativa el obispo, potestad administrativa los
vicarios episcopales, y potestad judicial el vicario judicial y los jueces.
Actos administrativos hay de dos tipos:
 Generales: los destinatarios (obligados por ese acto) son todos los fieles,
toda la comunidad.
 Singulares: el acto que aplica la ley para un caso concreto, con sus pro-
pias peculiaridades (incluso para una persona concreta). Son:
o Decretos: tomar decisión aplicando la ley que no supone petición
del interesado (ejemplo: nombramiento de un párroco).
o Privilegios y dispensas. Son aplicación de la ley para un caso con-
creto. Este caso concreto exigiría que no se le aplique la ley de
forma ordinaria, sino que se le adapte la ley según sus circunstan-
cias.
Ambos son aplicación de la ley, por lo que suponen una ley previa, de la
que no se pueden separar.
El decreto general ejecutivo se llama así para distinguirlo del decreto ge-
neral legislativo (aquellos que son propiamente leyes). Es un decreto no para
crear leyes, sino para ejecutarlas. En el canon 31 está el concepto. Finalidades:
 Determinar con más detalle el cómo aplicar la ley.
 Urgir la observancia de la ley.
Se aplican a los decretos generales ejecutivos también los conceptos de
promulgación y vacación de la misma manera que para las leyes.
El canon 32 dice quiénes están obligados por el decreto general ejecuto-
rio: a aquellos a quienes obliga la ley que esos decretos ejecutan.
El canon 33 trata de la subordinación del decreto general ejecutivo a la
ley, porque es aplicación de la ley. También dice cómo pierden su valor estos
decretos. Hay dos modos de cesación:
 Revocación hecha por la autoridad competente.
 Si cesa la ley para cuya ejecución fue dado el decreto.
Hay otro tipo de acto administrativo general: las instrucciones. De ellas
trata el canon 34. La única diferencia con los decretos generales ejecutorios es
que la instrucción se dirige solo a quienes compete cuidar que se cumplan las
leyes, y no a todos los obligados por la ley. Por lo demás, la instrucción es como

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

un acto general ejecutorio: es de la autoridad ejecutiva, y está subordinado a la


ley.
Título IV: De los actos administrativos singulares
Son los cánones 35-93. Hay dos grupos dentro de los actos administrati-
vos singulares:
 Decretos (aplicar la ley a un caso concreto sin petición del interesado).
 Rescriptos (aplicación de la ley adaptándola a un caso concreto a petición
del interesado). Es como una concesión de gracia. Son privilegios y dis-
pensas.
El decreto singular es el acto administrativo más aplicado en la Iglesia. El
concepto de decreto singular está en el canon 48 (acto administrativo de la au-
toridad ejecutiva competente según normas del derecho y para un caso particu-
lar, se toma una decisión o se hace una provisión que no necesita petición del
interesado).
Para que tenga efecto el decreto singular (que obligue), debe ser notifi-
cado al destinatario. No basta con que la autoridad ejecutiva competente firme
el decreto. El canon 54 dice en qué consiste esta notificación. Hay unos decretos
que necesitan ejecución y otros que no (la mayoría). Surte efecto en cuanto es
comunicado al destinatario por orden de quien lo decretó. La notificación es un
acto jurídico formal, que lo hace el autor del decreto, o bien un delegado suyo.
El modo de notificar es darle el documento legítimo al interesado.
La forma de notificación es por escrito, según el canon 37. Según el canon
51, se indica que toda decisión debe estar motivada y explicar los motivos su-
mariamente, para favorecer la obediencia y tener posibilidad de recurso si los
motivos son injustos o falsos. Este el modo ordinario de notificación del decreto.
En algún caso particular la autoridad puede juzgar que es nocivo entregar
al interesado el documento (porque el interesado pueda hacer mal uso del docu-
mento). Para estos casos hay un modo extraordinario de notificación, señalado
en el canon 55. Consiste en dar lectura al documento ante un notario o dos tes-
tigos, firmando todos el que se ha dado lectura al decreto. El canon 56 establece
que si el destinatario ha sido convocado para que se le dé el documento o se le
lea pero no va o se niega a firmar, se le considera notificado.
El canon 57 contempla el caso en que la ley prescribe que se emita un
decreto. El interesado quiere un decreto, y la ley pide que se emita. El derecho
obliga al superior a contestar en un plazo de 3 meses. Si no responde en ese
plazo, se aplica el parágrafo 2: presunción de respuesta negativa. La autoridad
sigue con su obligación de emitir el decreto pese a la presunción de respuesta
negativa, según el parágrafo 3 (y reparar el posible daño causado).
El canon 58 habla de cómo cesa el decreto singular: directamente si la
autoridad revoca el decreto, o bien indirectamente, si cesa la ley para cuya eje-
cución se dio.
Acerca de los rescriptos (adaptación de la ley a un caso particular y, por
tanto, concesión de una gracia), su concepto está en el canon 59. Siempre tiene
23
Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

que haber petición del interesado. El objeto del rescripto es siempre una gracia.
Se trata de adaptar la ley a una situación concreta. Puede ser necesario porque
la ley, por su propia naturaleza, es general y mira a la generalidad de los casos.
El rescripto lo emite la autoridad ejecutiva, porque en el fondo es aplicar la ley.
Es también un documento escrito.
Para que el rescripto sea válido los motivos que lo sustentan deben ser
verdaderos. Si los motivos no son verdaderos, se aplica el canon 63. Si en la
petición del rescripto se oculta (subrepción) algún aspecto esencial del hecho, el
rescripto sería inválido. También lo hace inválido si se expone algo falso. Se falta
a la verdad exponiendo algo falso (parágrafo 2). Si todas las causas que mueven
al superior a dar el rescripto son falsas entonces es nulo (basta que uno sea
verdadero para que sea válido el rescripto).
Privilegios y dispensas son gracias concedidas particulares en favor de
personas determinadas. Es ejercer la justicia en un caso concreto. El privilegio
es una situación permanente de no aplicación concreta de alguna ley (exención
permanente) en la que se coloca a una persona, mientras que la dispensa es
una exención de la ley temporal, no es situación estable y permanente. Además,
el privilegio supone la posibilidad de hacer algo positivo que por ley no se podría
hacer. La dispensa, sin embargo, es la posibilidad de no hacer algo que por ley
se está obligado a hacer. El privilegio lo concede la potestad legislativa pese a
ser acto ejecutivo. La dispensa, en cambio, la concede la potestad ejecutiva. Los
privilegios son excepcionales, mientras que la dispensa es más habitual.
El canon 85 establece el concepto de dispensa, que es “relajación de una
ley” (esto es: deja de obligar en un caso concreto). La única ley que admite dis-
pensa es la de derecho positivo eclesiástico, no la ley divina (que es siempre
aplicable). Aquellos a quienes compete la potestad de dispensar a quien se re-
fiere el canon son los que no tienen potestad ejecutiva (pues quienes la tienen
siempre tienen potestad de dispensar. La potestad ejecutiva es más amplia que
la potestad de dispensar). El derecho concede potestad para dispensar al pá-
rroco para determinadas leyes en su parroquia (pero no tiene potestad ejecutiva).
En cuanto a los autores de la dispensa, la Santa Sede siempre puede
dispensar de cualquier ley eclesiástica. El canon 87 habla de la potestad de dis-
pensa del obispo diocesano. Es un ámbito amplio. Puede dispensar a los que
están bajo su jurisdicción de las leyes disciplinares tanto universales como par-
ticulares, pero no de las leyes procesales o penales (pues en esas leyes están
implicados los derechos de otras personas), o aquellas leyes cuya dispensa está
reservada a la Sede Apostólica.
En cuanto a la potestad de dispensa del ordinario del lugar (vicarios epis-
copales y generales), el canon 88 lo trata. Este solo puede dispensar de la ley
particular (diocesana, de la conferencia episcopal, de un concilio regional o pro-
vincial…). Pero de la ley universal un vicario no puede dispensar.
La potestad de dispensa del ordinario (concepto más amplio, que com-
prende tanto obispo diocesano, como vicarios episcopales y generales, y supe-
riores mayores de institutos religiosos clericales y de derecho pontificio) es una

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

potestad muy circunscrita a circunstancias especiales. Está en el canon 87 pa-


rágrafo 2. Habla de dispensas reservadas a la Santa Sede donde se den dos
circunstancias:
 Dificultad de acceso a la Santa Sede (por persecución religiosa, etc.).
 Grave daño en la demora de respuesta para el fiel.
En estos casos cualquier ordinario puede dispensar de estas leyes, con
una condición, que sea una dispensa que la Santa Sede suele conceder en ca-
sos similares. Esto exige del ordinario que conozca bien la praxis de la Santa
Sede. Es una facultad muy amplia, pero para casos muy excepcionales, con con-
diciones muy rigurosas.
Sobre la potestad de dispensa del párroco habla el canon 89. Por lo ge-
neral, no tienen potestad de dispensa, pues no tienen potestad ejecutiva (a no
ser que esta potestad de dispensar les haya sido concedida expresamente). A
los párrocos se les concede en un caso (canon 1245): la obligación de guardar
un día de fiesta (el precepto) o de penitencia. Puede dispensar o conmutar. Dis-
pensar es eximir de una obligación. Conmutar es eximir de esa pero la imposición
de otra obligación sustitutiva.
El canon 90 habla de la necesidad de causa justa. El sentido de la dis-
pensa es realizar la justicia en un caso concreto, porque la aplicación de la ley
general en ese caso no sería justa. Por eso es necesario que haya causa justa.
Si no la hay la dispensa es siempre ilícita. Además, si no la ha concedido el
legislador, es también inválida (en el caso de que la conceda alguien con solo
potestad ejecutiva, pues estaría cambiando la ley, cosa que solo puede hacer el
legislador). Si hay dudas sobre la suficiencia de la causa, para evitar escrúpulos,
se aplica el parágrafo 2 (la dispensa es justa).
Sobre la cesación de la dispensa (prolongación de la dispensa en el
tiempo: tracto sucesivo) cesa de la misma forma que el privilegio: revocación de
la autoridad (canon 79), por extinción o cumplimiento del plazo (canon 83) o au-
tomáticamente por la cesación cierta y total de la causa motiva (causa justa por
la que se concede la dispensa): canon 93.

4.3 Personalidad y acción jurídica en la Iglesia


Título VI: De las personas físicas y jurídicas
En el derecho persona es todo aquel que es sujeto de derechos y deberes.
Tiene derechos que puede exigir a los demás que se les respeten, y obligaciones
que los demás pueden exigirle a él. Ese es el concepto de persona. En la Iglesia
hay personas físicas (individuos) y jurídicas (instituciones).
El capítulo I trata de las personas físicas (el individuo). El canon 96 esta-
blece la noción de persona física en la Iglesia: todo bautizado. No implica que el
no bautizado en la Iglesia no tenga derechos u obligaciones en la Iglesia. El ca-
non habla de “los derechos y deberes propios de los cristianos”. El no bautizado
no tiene esos derechos y deberes, pero sí otros que no son propios de los cris-

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

tianos, que el código reconoce. El bautizado no tiene todos los derechos y debe-
res, sino que puede tener ciertas limitaciones. Por eso habla el canon de que hay
que tener en cuenta la condición de cada uno (laico, sacerdote…), la comunión
eclesial (hay bautizados que no están en comunión eclesial, y por ello no tienen
todos los derechos y deberes, bien porque nunca los han tenido – protestantes
– o bien porque los pierden – apóstatas), o porque tengan alguna sanción. Los
cánones 206 y 768 tratan sobre la situación eclesial del catecúmeno (intermedia
entre el bautizado y el pagano).
Los cánones 97-112 tratan de la limitación de las personas físicas en ra-
zón de su condición canónica. El primer elemento que determina la condición
canónica de la persona es la edad (en el canon 97). Hay tres distinciones en
función de la edad: persona mayor (ha cumplido 18 años), persona menor (no
ha cumplido 18 años), y dentro de las menores, los infantes (no ha cumplido 7
años, a los que se considera sin uso de razón). La presunción del uso de razón
por debajo de los 7 años es una presunción “iuris et de iure” (no admite prueba
en contra. Aunque en algún caso antes de los 7 años tuviese uso de razón, en
derecho siempre se le va a considerar sin uso de razón). Superados los 7 años
se presume que tiene uso de razón. Esta es una presunción “iuris tantum” (ad-
mite prueba en contrario).
Para entender cómo incide la edad en la condición jurídica de la persona,
el canon 98 habla de ello. La persona mayor ejerce personalmente todos sus
derechos (pleno ejercicio de sus derechos). La persona menor también tiene sus
derechos (como la mayor). La diferencia está en el ejercicio: la menor los ejerce
mediante la dependencia de otra persona (padres o tutores). Respecto a la de-
signación de un tutor (cuando lo necesita y cómo se lo designa), pide que se
observe el derecho civil (es decir, está canonizando ahí el derecho civil en lo que
respecta a este caso). El obispo puede ver en casos concretos la necesidad de
nombrar otro tutor distinto al civil para asuntos de la Iglesia. En algunos casos
también el menor puede ejercer personalmente sus derechos (superada la infan-
cia), en aquellas materias en las que estén exentos de la potestad de los padres
o tutores. La exención puede venir del derecho divino (por ejemplo: derecho para
recibir el bautismo) o del derecho canónico.
Sobre la condición canónica de la persona en razón de la mente habla el
canon 99. El que no tiene uso de razón no es dueño de sí mismo nunca a efectos
del código (ni siquiera cuando tenga intervalos de lucidez), y por ello se le con-
sidera como un infante.
La condición de la persona física también depende del lugar de residencia
(cánones 100-107). El canon 100 define la persona física en razón del lugar de
residencia. Hay dos figuras en relación con la residencia: domicilio y cuasidomi-
cilio.
Respecto de la adquisición de estas figuras, habla el canon 102. Para ad-
quirir el domicilio (parágrafo 1) hacen falta dos elementos:
 Residencia: que viva allí.

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 Intención: permanecer allí perpetuamente si nada lo impide. Si no tiene


esta intención, pero ha pasado 5 años viviendo allí, aunque no tenga la
intención de quedarse, adquiere pasados esos 5 años el domicilio (si tiene
la intención de quedarse, adquiere el domicilio en cuanto empieza a residir
allí).
Esta adquisición de domicilio territorialmente es de una parroquia o, al
menos, en una diócesis. Los vagos, por ejemplo, que están cambiando de resi-
dencia por precariedad, pero dentro de la diócesis, tienen domicilio en la diócesis
(y no en la parroquia).
Para la adquisición del cuasidomicilio está el parágrafo 2. Es igual que el
domicilio, pero la intención es la de estar al menos 3 meses (o lo adquiere aun-
que no tenga esa intención a los 3 meses).
El parágrafo 3 habla de domicilio parroquial y domicilio diocesano.
Para ver cómo se pierde el domicilio y cuasidomicilio tenemos el canon
106. Hay que perder los dos elementos que originaban su adquisición: el territo-
rial (dejan de vivir allí) y el elemento intencional (intención de no volver para re-
sidir allí).
Hay personas que tienen un domicilio legal, que la ley les impone y no
pueden elegir. No pueden elegirlo los miembros de institutos religiosos y socie-
dades de vida apostólica. Están obligados a vivir en la casa asignada por el su-
perior (canon 103). Tampoco pueden elegir domicilio individual (por separado)
los esposos. Están obligados a tener el mismo domicilio o cuasidomicilio, porque
una de las obligaciones del matrimonio es la convivencia (vida en común). A no
ser que estén separados (pues la separación es la pérdida de la obligación del
domicilio en común), o por causa justa que impida que vivan en común (canon
104). Los menores y los amentes tienen el domicilio de los padres o tutores (ca-
non 105).
El efecto del domicilio es que se adquiere un obispo y un párroco (se ad-
quiere un superior): canon 107. La posibilidad ordinaria es la del primer parágrafo
(el que tiene domicilio o cuasidomicilio en un lugar). En el caso del vago, su pá-
rroco y obispo son los del lugar donde está actualmente (parágrafo 2). El pará-
grafo 3 habla de la persona que tiene domicilio diocesano pero no parroquial: el
obispo es el de la diócesis, y párroco aquel del lugar en el que está.
Otro elemento que incide en la condición canónica de las personas físicas
es el parentesco (cánones 108-110). A veces limita derechos (ejemplo: canon
1091 para el matrimonio). Sobre la consanguinidad está el canon 108. La línea
recta de consanguinidad son las personas que descienden unas de otras. La
línea colateral son aquellas personas que descienden de un tronco común, pero
no entre sí (por ejemplo: hermanos, tíos, primos, sobrinos…). Dentro de cada
línea hay grados, que son la distancia entre una persona y otra (ejemplo: padre-
hijo: un grado. Abuelo-nieto: dos grados). En línea colateral, hay tantos grados
como personas en tantas líneas, descontando el tronco (ejemplo: hermanos: dos
grados, tío-sobrino: 3 grados, primos: 4 grados).

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Además de la consanguinidad está la afinidad, que es el parentesco im-


propio que surge del matrimonio (canon 109). Se cuenta igual que la consangui-
nidad, pero siendo afinidad.
Además de la consanguinidad y afinidad, está la adopción (canon 110).
Aquí también canoniza la ley civil. El que civilmente es hijo adoptivo, canónica-
mente también se le considera hijo adoptivo. El hijo adoptivo es hijo de los que
le han adoptado (jurídicamente hablando).
El canon 111, al hablar de rito, se entiende la adscripción a una Iglesia
ritual (que es mucho más que la liturgia): comunidad que se identifica con un rito
particular (disciplina, espiritualidad y liturgia). Trata el canon sobre a qué Iglesia
particular se incorporan los bautizados. En principio el niño se incorpora a la
Iglesia de los padres (latina, pues es el código para la Iglesia latina). Si uno de
los dos no es de la Iglesia latina (y el otro se entiende que es católico de rito
oriental), lo deciden de común acuerdo (para todos los hijos, no solo para uno),
y si falta el acuerdo, se incorpora a la Iglesia del padre. En el parágrafo 2, el que
se bautiza con 14 años o más, elige la Iglesia ritual.
El canon 112 establece la posibilidad excepcional de cambio de Iglesia
ritual. La norma general es la necesidad de licencia de la Sede Apostólica. Tam-
bién hay otro modo de cambiar, en dependencia del matrimonio. El legislador
quiere que dentro de una familia todos pertenezcan a la misma Iglesia ritual, para
favorecer la vida familiar. El cónyuge puede pasar a la Iglesia ritual del otro cón-
yuge, basta su libre voluntad. Disuelto el matrimonio, puede volver libremente a
la latina. También los hijos antes de cumplir 14 años los niños pasan automáti-
camente a la Iglesia ritual de los padres, en el caso de que estos hayan cam-
biado. El parágrafo 2 previene contra el cambio automático de rito pese a la cos-
tumbre de recibir los sacramentos en otro rito.
El capítulo II trata de las personas jurídicas. Las personas jurídicas son,
en cuanto personas, sujetos de derechos y deberes, y en cuanto jurídicas son
instituciones, no individuos. Los derechos y deberes son diferentes a los de los
individuos. La noción de persona jurídica está los cánones 113-114. Pueden ser
conjuntos de personas (asociaciones, parroquias, diócesis, seminario… Se con-
sideran como una unidad) o conjuntos de cosas (fundaciones, bienes materiales,
bienes espirituales – como por ejemplo el Camino Neocatecumenal), ordenados
a un fin. Lo que legitima a las personas jurídicas es la finalidad, que debe ser un
fin eclesial. Si no no pueden ser persona jurídica en la Iglesia. Los fines de la
Iglesia están en el parágrafo 2 del 114.
Una persona jurídica se constituye o se crea siempre mediante la inter-
vención de la autoridad, excepto en dos casos, que están en el canon 113 pará-
grafo 1: la Iglesia católica y la Sede Apostólica. No necesitan intervención de la
autoridad de la Iglesia, porque son personas “morales” (no “jurídicas”. Es lo
mismo que persona jurídica, pero se establece esta distinción terminológica para
diferenciar que estas son por derecho divino) por ordenación divina. El derecho
mismo puede constituir una persona jurídica, o la autoridad competente me-
diante decreto (canon 114 parágrafo 1). Las parroquias y diócesis son personas
jurídicas porque el derecho las constituye como tal (y muchas otras). Las que no
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lo son así, son personas jurídicas por decreto de la autoridad. Para que la auto-
ridad pueda dar ese decreto tiene que reunir algunas condiciones. El parágrafo
3 del canon 114 trata de esos presupuestos:
 Fin, que debe ser eclesial, y verdaderamente útil. Esta utilidad se refiere
al contexto en que esa persona jurídica va a ser constituida.
 Que tenga los medios para alcanzar ese fin.
 Deben tener estatutos aprobados por la autoridad competente (canon
117).
Dentro de las personas jurídicas, además de la distinción de grupos de
personas (asociaciones) o cosas (fundaciones), está la del canon 116: personas
jurídicas públicas o privadas. La persona jurídica pública actúa en nombre de la
Iglesia. La persona jurídica privada actúa en nombre propio (que no es al margen
de la Iglesia, sino el nombre de una persona jurídica de la Iglesia). La pública
actúa con un mandato de la Iglesia y de la jerarquía, y en la privada la iniciativa
eclesial es propia, de sus miembros (aunque aprobada por la jerarquía de la
Iglesia).
El canon 118 es evidente. Los representantes de las personas jurídicas
públicas son aquellos a quienes el derecho universal lo reconoce, o por sus es-
tatutos. En las privadas, depende de los estatutos.
El canon 119 trata de los actos colegiales. El código dice que este canon
se aplica si el derecho o los estatutos no dicen otra cosa. Distingue entre elec-
ciones (punto 1º), otros actos – compras, ventas, sanciones – (punto 2º), y actos
que afectan a todos (punto 3º).
Respecto a las elecciones, se pide:
 Que haya una convocatoria. Pide que esté presente una mayoría (no es-
pecifica, pero habitualmente son 2/3).
 Que haya mayoría absoluta (la mitad más uno) respecto de los presentes
en la votación.
 Sobre los escrutinios de estas elecciones:
o El primero: mayoría absoluta (mitad más uno).
o El segundo: mayoría absoluta (mitad más uno).
o El tercero: si hay dos candidatos, el de mayoría absoluta. Si hay
empate, el de mayor edad.
Otros actos son de menor importancia, y por eso se resuelven de otra
manera. En estos otros actos, en el primer escrutinio solo hay tres opciones (sí,
no, empate). En el segundo igual, y si persiste el empate, el voto del presidente
es cualitativo.
Sobre actos que afectan a todos, pueden ser ventas de un patrimonio muy
importante, cambio de estatutos, dice el código que tiene que ser decidido por
todos. Esto significa que la convocatoria debe ser fuerte, para que todos tengan
noticia de lo que se va a decidir.
Sobre los cambios que puede sufrir una persona jurídica tenemos los cá-
nones 120-123. El canon 121 habla de la fusión de las personas jurídicas. Que
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se junten dos personas jurídicas tiene mucha importancia. Para una fusión hace
falta un decreto de la autoridad (especialmente, para valorar la voluntad de los
fundadores). Los bienes y las cargas los asume la persona jurídica resultante de
la fusión.
El canon 122 habla sobre la división de personas jurídicas. La división
ofrece dos supuestos:
 De una persona jurídica salen dos nuevas (una suele quedarse con el
nombre antiguo).
 De una se desmiembra una parte que se une a otra mayor.
El código trata de la misma manera ambos supuestos. Debe haber un
decreto de la autoridad, y un ejecutor (persona delegada para un asunto de im-
portancia), que debe hacer que los bienes y derechos patrimoniales divisibles se
repartan con proporción y de manera equitativa (punto 1º). Si los bienes no se
pueden dividir (2º punto), debe ser compartido de manera equitativa.
Acerca de la extinción de personas jurídicas tenemos el canon 120. La
persona jurídica tiene vocación de perpetuidad. Pero pueden ser legítimamente
suprimidas siempre. También pueden extinguirse por inactividad, por haber ce-
sado su actividad. Sobre la persona jurídica privada, se respetan sus estatutos.
Cuando se extingue una persona jurídica, acerca de sus bienes habla el
canon 123. Estos, en la persona jurídica pública, se siguen las normas de sus
estatutos y el derecho universal. Si no dicen nada los estatutos, la persona jurí-
dica superior tiene que asumir los bienes y las cargas. Si es persona jurídica
privada, se respetan sus estatutos. Y si estos no dicen nada, el código no dice
nada. Así, la autoridad que aprobó a esta persona jurídica sería el responsable
de los bienes y cargas (según el canon 19, que ante la laguna de ley, se miran
casos similares. Y esto sucede en la ley civil).
Título VII: De los actos jurídicos
Un acto jurídico es un acto de la voluntad con el cual una persona física o
jurídica pretende conseguir determinados efectos jurídicos reconocidos por la
ley. Es un acto de voluntad, esto implica que tiene que haber un sujeto que quiera
algo. Esto es distinto de un hecho jurídico, que no es un acto de voluntad. Si se
hace un acto externo pero sin voluntad interna, la Iglesia no reconoce ese acto.
Sobre el efecto, son los efectos jurídicos: esto hace referencia a derechos y obli-
gaciones. En la definición está también el que sean reconocidos por la ley. Hay
que tener posibilidad de realizarlo, y posibilidad de recibir sus efectos.
Hay sacramentos que conceden efectos jurídicos, actos, decretos, nom-
bramientos… Son muy variados estos actos jurídicos.
El canon 124 son las condiciones de validez. Lo primero que dice es que
la persona sea capaz. Esto implica dos capacidades: capacidad natural y habili-
dad (capacidad jurídica). Deben también concurrir los elementos esenciales (vo-
luntad del sujeto, objeto material – lo que se busca – y objeto formal – forma y
materia, o contrato… Es el modo en el cual se consigue). Luego están las for-
malidades (aunque se pueden suplir). Así, los actos jurídicos podemos distinguir:

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

 Que se hagan bien, y por tanto sean lícitos, conforme a derecho.


 Que no se quieran hacer como hace la Iglesia. Por tanto son ilícitos (con-
tra la ley).
o Pueden ser válidos, por haber respetado tanto la persona capaz,
como los elementos que lo constituyen y las formalidades mínimas.
o Pueden ser inválidos, por haber ido contra una parte de la ley que
es invalidante.
 Pueden ser existentes. Los elementos esenciales han exis-
tido. Pero se puede pedir dispensa, por haber respetado
todo excepto formalidades, aunque estas sean invalidantes.
 Pueden ser no existentes.
El parágrafo 2 del canon 124 es una cuestión de prudencia. La presunción
es que habiendo hecho los actos externos, se han hecho bien.
Hay cuatro supuestos en los cánones 125-127. En el canon 125 hay dos
supuestos:
 Violencia exterior a uno, que por tanto no puede controlarla en ningún
caso, y anula la voluntad. Ese acto no existe, es nulo.
 Miedo grave. Este es interno, no externo. Por eso normalmente no se
puede decir que uno no tenga voluntad (aunque esté mermada). Por ello,
en principio el acto jurídico con miedo es válido. Pero el parágrafo 2 con-
cede dos cosas (pues se entiende que el miedo grave merma la voluntad):
o Posibilidad de rescisión, por no haber habido suficiente voluntad.
Esto significa que se anula el acto (que no era nulo, pero se puede
anular).
o En algunos casos (por ejemplo en el matrimonio), no puede darse
el acto.
El canon 126 habla de los casos de ignorancia (no conocer un juicio) o
error (haber elaborado un juicio erróneo). Se distingue primero que ese error o
ignorancia sea en la capacidad o en los elementos que constituyen ese acto. Si
afecta a esa sustancia, es nulo. Habla también de una condición sine qua non
(accidental de suyo, pero para la persona elegida es importante). Si no hay igno-
rancia o error en sustancia o condición sine qua non, sino en otra condición ac-
cidental, el acto es válido, pero se puede pedir una acción rescisoria.
El canon 127 trata de actos jurídicos de un superior que necesita la inter-
vención de un colegio. Hace referencia a superiores que tienen potestad, pero
necesita consentimiento de ciertos consejos (ejemplo: obispo y colegio de con-
sultores, etc.). En el parágrafo 1 es para el caso del que se pide el consentimiento
del colegio entero. En primer lugar hay que convocarlo, según el canon 166. Esto
significa que hay que convocar a todos y que deben venir al menos dos tercios.
Se puede anular la decisión si uno demuestra no haber recibido la convocatoria.
Aquí sí matiza la mayoría que hace falta: mayoría absoluta (la mitad más uno).
Hay que pedir el consejo de todos. Aunque el acto sería válido en caso de con-
sejo concorde contrario al del superior, el código recomienda no apartarse de
ese testimonio concorde.

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

El canon 128 explica la necesidad de reparar el daño causado por un acto


jurídico con dolo (engaño) o culpa. Si esto además ha incurrido en que el acto
sea inválido, tiene que resarcir los daños morales, económicos, etc.

4.4 La potestad de régimen y los oficios eclesiásticos


Título VIII: de la potestad de régimen
La potestad de gobierno en la Iglesia se dice también potestad de juris-
dicción, función pastoral… Tiene que ver con el munus regendi.
El canon 129 es importante. Es dogmático y jurídico. Es dogmático porque
habla de que el sujeto hábil para tener esta potestad de gobierno los que tienen
el orden sagrado, los clérigos (por institución divina el orden sagrado vincula a
una serie de personas – obispos – con los apóstoles. La potestad en la Iglesia
pende de los apóstoles). Este canon recoge LG 21, donde se reciben en el orden
las tres funciones de enseñar, gobernar y regir. También en la nota explicativa
previa 2. El origen de la potestad de gobierno en la Iglesia es el orden sagrado.
Y por un acto jurídico del papa (misión canónica) se concreta esa potestad de
gobierno en un cierto grupo de personas. Pero la potestad se recibe por el orden
(aunque no se puede ejercer hasta que la autoridad no señala un ámbito con-
creto de ejercicio). La misión canónica es condición para que la potestad se
pueda ejercer. El inciso “conforme a la norma de las prescripciones del derecho”,
puede interpretarse como que la restricción de la habilidad del ministro sagrado
es de derecho divino o no6. Los laicos pueden cooperar en la potestad de go-
bierno si la reciben por un acto jurídico, pero como subordinados a los clérigos,
que la han recibido por el orden.
El canon 274 abunda en esto. Dice que solo los clérigos pueden recibir
oficios para los que se requiera la potestad de orden. El parágrafo 2 del canon
129 se refiere a la potestad de régimen en los laicos. Ahí dice que la relación de
los laicos es una relación de cooperación en el ejercicio, pero no de participación
en la potestad. Son colaboradores con quien tiene la potestad. En los esquemas
previos decía que los fieles laicos “pueden tener parte”, pero se cambió por la
redacción actual (“pueden cooperar”).
Sobre la división y distinción de la potestad, tenemos en el canon 131:
 Potestad ordinaria: va unida a un oficio, un encargo que hace la Iglesia.
La persona que lo recibe recibe también la potestad para poder llevarlo a
cabo.
o Propia: el titular del oficio la ejerce en nombre propio.
o Vicaria: el oficio del titular no es autónomo, sino que forma una uni-
dad con otro oficio del que depende y da sentido a ese oficio.
 Potestad delegada: se concede directamente a la persona, y no a través
del oficio.

6
Ver artículo del cardenal De Paolis sobre el canon 129

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

A la hora de quitar la potestad, para quitar la potestad delegada basta un


acto del obispo que quita la potestad a esa persona. Si es potestad ordinaria,
hay que retirarle el oficio.
El canon 134 trata del concepto de “Ordinario”. Están incluidos el papa,
los obispos diocesanos, al que interinamente rige una Iglesia particular (adminis-
trador apostólico o diocesano), vicarios generales o episcopales, superiores ma-
yores de institutos religiosos clericales de derecho pontificio.
En el parágrafo 2 está el concepto de “Ordinario del lugar”: los mismos
que el primer parágrafo, excepto los superiores de institutos religiosos o socie-
dades de vida apostólica, pues estos no tienen un territorio.
En el parágrafo 3 está el concepto de “Obispo diocesano”. Habla del ám-
bito de la potestad ejecutiva (realizar actos que desarrollan o aplican las leyes.
Quedan excluidas la potestad legislativa y judicial), son el obispo diocesano y
quienes se equiparan a él en el derecho: los del canon 381 (los que rigen una
Iglesia particular sin ser obispo diocesano: administrador apostólico o diocesano;
el que está al frente de una iglesia particular si la iglesia que rige no es una
diócesis: prelaturas territoriales; en vicariatos apostólicos). Los vicarios están
subordinados a los obispos diocesanos, por tanto no se equiparan a ellos, por
no estar al mismo nivel. Estos vicarios no están equiparados, a no ser que tengan
mandato especial del obispo para realizar estos actos. Entonces podrían reali-
zarlos los vicarios generales o episcopales en virtud del mandato especial reci-
bido, no de su oficio.
El canon 135 habla de la triple potestad de gobierno (legislativa, ejecutiva
y judicial). El parágrafo 2 habla de que la potestad legislativa no puede delegarse
válidamente (afecta a la validez) la que tiene el legislador inferior a la autoridad
suprema. No puede delegar en otros la potestad legislativa. El legislador inferior
no puede dar válidamente una ley contraria al derecho superior (sería nula). Ha-
bla del derecho de rango superior, no a las leyes (es un ámbito mayor que el de
las leyes: implica decretos, disposiciones administrativas…).
El parágrafo 3 trata sobre cómo se ejerce la potestad judicial. La tienen
los jueces o tribunales (y el obispo, que es el juez principal de la diócesis). No
puede delegarse (con la excepción de la realización de los actos preparatorios,
que en sí no son actos judiciales).
La potestad ejecutiva (del parágrafo 4), habla de que los siguientes cáno-
nes son los que tratan de esta potestad (que es la más ejercida en la Iglesia).
En primer lugar, el ámbito de ejercicio de la potestad ejecutiva está en el
canon 136. Se distingue entre súbditos y no súbditos de un superior. Súbdito es
aquel que tiene domicilio o cuasi-domicilio. En caso de súbditos, el ejercicio de
esa potestad no está limitado por el territorio, aunque el superior esté fuera del
territorio. Tampoco es necesario que los súbditos estén en el territorio. En caso
de que no fuesen súbditos, el ejercicio de la potestad ejecutiva está limitado en
primer lugar por el territorio (tienen que estar en el territorio los peregrinos, y se
puede ejercer la potestad mientras ellos estén en el territorio), y en segundo lugar

33
Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

se puede ejercer la potestad solo en caso de conceder favores (dispensas, leyes


que les obliguen solo a ellos, etc.).
La posibilidad de delegación está tratada en el canon 137. El modo de
delegación está en el parágrafo 2. Habla de la subdelegación (si un delegado por
la Santa Sede puede a su vez subdelegar en otro). Esta potestad puede subde-
legarse siempre, a no ser que expresamente se prohíba (o el delegado escogido
lo sea por sus cualidades personales expresamente).
El parágrafo 3 habla de la potestad delegada por una potestad inferior a
la Santa Sede. Esta solo se puede subdelegar para un caso concreto si fue de-
legada para todos los casos, pero si fue delegada para un caso concreto no
puede subdelegarse sin permiso del delegante.
Los cánones 142-143 hablan de la extinción de la potestad ejecutiva. El
canon 143 trata de la potestad ejecutiva ordinaria, que se pierde si la persona
pierde el oficio. La potestad delegada se puede perder del modo que el delegante
decida, según el canon 142, donde distingue varios modos de pérdida de potes-
tad:
 Una vez cumplido el mandato para el que fue la delegación, se extingue
la potestad delegada.
 Transcurrido el plazo de la delegación.
 Agotado el número de casos para el que fue concedida la delegación.
 Al haber cesado la causa final de la delegación.
 Por revocación del delegante. Para que la cesación tenga efecto, tiene
que ser comunicada por la autoridad.
 Por renuncia del delegado, presentada al delegante y aceptada por él.
No se extingue la potestad delegada por haber cesado la potestad del
delegante (ejemplo, un papa delega algo, y el papa cambia. Esa potestad dele-
gada no se extingue).
El canon 144 habla de la suplencia de la potestad ejecutiva. El presu-
puesto del canon (problema que se afronta) es el caso en que una persona rea-
liza un acto de gobierno para el que necesita potestad ejecutiva, pero no la tiene.
Esta persona tiene que ser sacerdote, sino nunca puede suplirse la potestad de
orden. La consecuencia de este acto es que sería inválido (pues la persona que
lo realiza no es hábil para realizarlo, y va contra el canon 124). La suplencia
significa que la Iglesia, a través del derecho, concede facultad a esa persona que
no la tenía en el momento en que realiza el acto y solo para realizar ese acto. De
este modo, realiza ese acto, que es válido. Tienen que verificarse unos requisi-
tos. El objeto de la suplencia es la potestad ejecutiva, nunca la legislativa ni la
judicial.
En el parágrafo 2 habla de la facultad para confesar, que también suple,
así como la facultad para confirmar, y para celebrar el matrimonio. La suplencia
de la Iglesia se da según el parágrafo 1: en el error común tanto de derecho
como de hecho, y duda positiva y probable de derecho o de hecho.

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

El “error” es un juicio positivo falso. “Común” significa “de la comunidad”


para la cual se ejerce el acto de potestad. El error es sobre la facultad (potestad)
del sacerdote. “De hecho” significa que la comunidad ha caído realmente en el
error. También suple en el error común “de derecho”, en el que la comunidad
como tal no yerra, pues no conoce la situación. Solo yerra una persona, no la
comunidad como tal. Es de derecho porque se dan todas las circunstancias, de
modo que si la comunidad estuviera presente habría caído en el error (ejemplo:
un sacerdote sin licencia para confesar, sentado en el confesionario, que con-
fiesa en una iglesia vacía a una persona).
También suple en el caso de duda positiva y probable de hecho o de de-
recho. La duda no es común, nunca es de la comunidad. Es duda del que realiza
el acto de potestad. El sujeto de la duda es el ministro. La duda debe ser fundada
(positiva y probable), no puede ser ignorancia. La duda positiva y probable puede
ser de derecho (sobre la ley) o de hecho (circunstancias sobre la ley que se
aplica).
La Iglesia suple siempre por el bien de la comunidad. Pero un sacerdote
que no tiene esa facultad no puede ampararse en este canon provocando el error
para obrar ilegítimamente.
Título IX: De los oficios eclesiásticos
El concepto de oficio eclesiástico está en el canon 145. Elementos:
 Cualquier cargo. Cargo es misión, que tiene como contenido unas tareas,
y que comportan determinadas obligaciones y derechos para el que lleva
a cabo la tarea.
 Constituido establemente. Es un encargo estable, no ocasional.
 Por disposición divina o eclesiástica. La autoridad es quien constituye el
oficio. El origen está en la voluntad divina (ejemplo: el Romano Pontífice,
el Obispo diocesano…) o de la Iglesia (ejemplo: el párroco). La autoridad
civil no puede constituir oficios en la Iglesia, y los fieles por su cuenta
tampoco.
 Para un fin espiritual.
El parágrafo 2 habla de en qué consiste cada oficio. Obligaciones y dere-
chos se determinan por el mismo derecho por el que se constituye. Es la autori-
dad quien lo determina (divina o eclesiástica). La Iglesia puede constituir los ofi-
cios a través del código, o a través de un decreto singular. El contenido del oficio
está o en el código, o en el decreto.
La provisión es la concesión del oficio por parte de la autoridad al titular
del oficio. La provisión es necesaria para la validez de la obtención del oficio
(canon 146).
Los cánones 149-150 hablan de las condiciones para poder conceder un
oficio:
 Comunión eclesial plena (fe, sacramentos, obediencia a los pastores).
Esto se requiere por derecho divino. Si no se tiene, la provisión es inválida.

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

 Idoneidad. Cualidades que se requieren para ese oficio. Las cualidades


de idoneidad están en el derecho. El superior debe juzgar si esas cualida-
des se dan en la persona concreta a quien se le va a encargar el oficio.
Según el parágrafo 2, si no se dan estas cualidades, si el derecho exige
esas cualidades para la validez será inválido. Si no lo dice expresamente,
será ilícito, pero válido. Ejemplo, canon 521: condiciones de idoneidad
para el oficio de párroco.
Requisitos para la provisión de un oficio: el tiempo (canon 151), que los
oficios conferidos sean compatibles (canon 152: una persona puede recibir más
de un oficio eclesiástico. Hay incompatibilidad de hecho cuando materialmente
la carga de los oficios supera las posibilidades de la persona. La incompatibilidad
de derecho es que aunque la persona pudiera, está prohibido por derecho, como
el canon 478 parágrafo 2), que los oficios estén vacantes de derecho (cánones
153-154), que no se haga con simonía (canon 149 parágrafo 3), que se haga por
escrito (canon 156).
Cánones del 157 al 183 hablan de los modos a través de los cuales se
realiza la provisión, el nombramiento para un oficio. La primera modalidad se
llama “libre colación” (canon 157): la autoridad libremente designa al candidato
y le confiere el oficio. Es la norma general para todos los oficios de la diócesis.
Está también la “presentación” (cánones 158-163), que presupone que
alguien tiene derecho a presentar candidatos (aunque el nombramiento siempre
será de la autoridad jerárquica). La autoridad jerárquica, si el candidato es idó-
neo, lo tiene que nombrar. Podría no nombrarlo si no es idóneo. En este caso, el
derecho de presentación vuelve al que lo tenía, teniendo que presentar otro can-
didato. Si por segunda vez sucede lo mismo, entonces se pierde para esa oca-
sión el derecho de presentación. Un caso de ejemplo está en el canon 682.
Otro modo es la “elección” (cánones 164-179). La elección corresponde a
un grupo, no a una persona (como la presentación). La voluntad mayoritaria del
grupo da lugar a una persona elegida. Si la elección está bien hecha, el que tiene
la mayoría de votos sale elegido, y se presenta al elegido. En este caso el Obispo
tiene que confirmar al elegido si es idóneo y ha sido elegido legítimamente. En
el caso de la presentación el juicio del obispo es solo sobre la idoneidad del
candidato, pero en el caso de la elección, además de la idoneidad, también juzga
sobre la legitimidad de la elección.
Otro modo es la “postulación” (cánones 180-183). Es una elección espe-
cial, pues el grupo que tiene que elegir un candidato quiere elegir a uno que no
puede ser elegido por algún impedimento. A pesar del impedimento, se elige a
esa persona. En ese caso, se postula al obispo: se pide como gracia que nom-
bren a ese candidato, y lo dispense del impedimento para poder nombrarlo. Para
la postulación hacen falta 2/3 de los votos. Si la autoridad rechaza la postulación,
aquí no cabe recurso.
Acerca de la pérdida del oficio eclesiástico, en primer lugar se pierde por
la muerte. También por el transcurso del tiempo (canon 184) en los oficios con-
feridos temporalmente, aunque hay prórroga que aplica el derecho (canon 186)

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

hasta que la autoridad competente lo notifica por escrito. La pérdida tiene efecto
cuando por escrito se dice que ha perdido el oficio. Otro modo de perder el oficio
es por cumplimiento de la edad determinada en el derecho. Habitualmente el
derecho dice que al llegar a una edad, se pida la renuncia.
Otro modo de perder el oficio es la “renuncia” (cánones 187-189). Se ne-
cesita causa justa, porque el oficio es para el bien de la comunidad. La renuncia
requiere aceptación, no se pierde el oficio al presentar la renuncia, sino cuando
se acepta. Si no se requiriera aceptación, sí se perdería el oficio al presentar la
renuncia (oficios sin cura de almas, el Romano Pontífice, el administrador dioce-
sano…).
También por el “traslado” se pierde un oficio, para obtener otro (cánones
190-191).
Otra forma es por “remoción” (perder un oficio sin recibir otro: cánones
192-195). Esta remoción puede ser por causa no culpable.
El último modo es la “privación” (canon 196): es una remoción de carácter
penal, por haber cometido un delito.

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

Tema 5: El Pueblo de Dios y su estructura orgánica

5.1 Los fieles cristianos


5.1.1 Derechos y deberes de todos los fieles
Fiel cristiano es, según el canon 204, el que tiene dos elementos:
 Bautismo válido.
 Integración plena en el Pueblo de Dios (que subsiste en la Iglesia cató-
lica), por lo que se refiere a quien está en plena comunión con la Iglesia
católica.
El canon 205 dice quién está en plena comunión con la Iglesia católica.
Hay 3 vínculos de la comunión, y deben subsistir los 3 en la misma persona:
 Profesión de una misma fe.
 Profesar los mismos sacramentos.
 Régimen eclesiástico: obediencia a los mismos pastores.
No están en plena comunión los que rompen alguno de estos tres vínculos
(según el canon 751, quien está en herejía, apostasía o cisma). La pérdida de la
comunión es un delito (no así la falta, si uno no la ha tenido nunca), y por ello
tiene asociado una pena. La sanción es la excomunión latae sententiae, y para
ello se requiere que la persona haya estado en plena comunión y luego la ha
perdido (canon 1364). La sanción consiste en la prohibición de celebrar y recibir
los sacramentos: privación de los bienes de la Iglesia debido a esa situación. Sin
embargo, la excomunión es sanción en la que se incurre también por otros delitos
(el aborto por ejemplo. Quien ha abortado no está fuera de la comunión de la
Iglesia, aunque sí ha cometido un pecado grave). La excomunión no significa
que la persona esté fuera de la comunión eclesial, sino que por un delito muy
grave tiene esa sanción. Uno no está fuera de la comunión por estar excomul-
gado, sino por el delito que ha cometido. En este sentido, la palabra “excomu-
nión” es equívoca. Estar excomulgado es estar sancionado con una sanción que
le impide el acceso a los sacramentos. Otro ejemplo: los protestantes no están
en la comunión eclesial, ni tampoco están excomulgados (pues no han estado
nunca en la comunión eclesial). Hay una realidad teológica (estar o no en comu-
nión), y otra canónica (tener la sanción de la excomunión).
Sobre los catecúmenos está el canon 206. Sobre los fieles cristianos está
el canon 207, que distingue entre los fieles cristianos basándose en el sacra-
mento del orden y la consagración. Primero está la distinción basada en el sa-
cramento del orden (parágrafo 1), distinguiendo entre clérigos (quienes han re-
cibido el sacramento del orden, siendo ministro sagrado, desde el diaconado) y
laicos (los que no han recibido el orden). Esta es una distinción de institución
divina, no eclesiástica. Es una distinción de carácter sacramental, ontológico, y
no meramente funcional.
En el parágrafo 2 está la distinción entre consagrados y no consagrados.
Los consagrados pueden estar tanto entre los clérigos como entre los laicos. Es

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

distinción diferente a la jerárquica. Se refiere a la vida y a la santidad de la Iglesia,


y por tanto también a la constitución de la Iglesia (aunque no a la jerárquica, sino
a la estructura divina de la Iglesia). Tiene su fundamento también en el derecho
divino y en la voluntad de Cristo.
Los cánones 208-223 tienen las obligaciones y derechos de todos los fie-
les, tanto ordenados como no ordenados, etc. Estudiarlos.
5.1.2 Los fieles laicos
Son los cánones 224-231. Estudiarlos. El canon 228 trata de la interven-
ción de los fieles laicos en la función de gobernar, y el canon 229 de la interven-
ción en la función de enseñar. En el parágrafo 1 del canon 228 dice que tienen
“capacidad para ser llamados”. Capacidad no es derecho, no tienen derecho a
ser llamados, sino que pueden ser llamados, para los oficios eclesiásticos que
puedan cumplir (no pueden ser llamados para los que se requiere potestad de
orden y potestad de jurisdicción. El resto pueden recibirlos). En el parágrafo 2 se
trata de un caso concreto de un encargo (perito y consejero de los pastores de
la Iglesia).
En la función de enseñar, la participación de los laicos está tratada en el
canon 229. En el parágrafo 1 se habla de deber y derecho de adquirir el conoci-
miento de la doctrina cristiana. El modo de adquirir el conocimiento y su grado
debe ser acorde a la capacidad de cada uno. En el parágrafo 2 ya sí habla del
derecho de todos los laicos a adquirir un conocimiento más profundo en faculta-
des eclesiásticas o institutos de ciencias religiosas. Esto significa que estas fa-
cultades tienen que estar necesariamente abiertas a los laicos. En el parágrafo
3 habla de la posibilidad del laico de enseñar. Aquí tampoco se trata de un dere-
cho, sino es una capacidad si son idóneos. Pueden recibir un mandato. Mandato
es un término técnico que está en el canon 812. El mandato es un acto de la
autoridad jerárquica, por el que se pone de manifiesto que el docente está en
comunión con la Iglesia tanto en su vida personal como en su enseñanza. Sin
ese mandato nadie puede enseñar disciplinas teológicas en un instituto superior.
El mandato es garantía para los fieles que asisten a las clases.
El canon 230 trata de la participación de los laicos en la función de santi-
ficar, en concreto de los oficios o encargos que pueden recibir los laicos dentro
de esta función de santificar. Como presupuesto del canon está el que la partici-
pación del laico en esta función no se limita al ejercicio de encargos.
El parágrafo 1 trata de los ministerios estables de lector y acólito. Trata de
laicos que no tienen intención de acceder al diaconado. Pueden ser instituidos
con el rito litúrgico, y esto no da derecho a ser remunerado, ni a ser llamado
automáticamente para ejercer el ministerio. Para ejercerlo, debe ser llamado por
el que preside la celebración.
El parágrafo 2 habla del encargo temporal, diferente al ministerio estable.
Estas son ya funciones litúrgicas que no van vinculadas a una función ministerial.
Son funciones de índole laical, no unidas al sacramento del orden. Están basa-
das en el sacerdocio común de los fieles: lector, comentador, cantor, otras. Hay
una interpretación válida del canon y este parágrafo, acerca de si las mujeres

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

pueden ejercer la función de servicio al altar. Es contestada afirmativamente.


Antes del código estaba prohibido. Está permitido actualmente, según las ins-
trucciones que dará la Sede Apostólica. Es una posibilidad que está en manos
del obispo diocesano, no de cada sacerdote. Si el obispo lo permite, cada sacer-
dote puede hacer uso de esta disposición. Habla de favorecer el servicio al altar
de los varones por su dimensión vocacional importante. El servicio al altar de las
mujeres no se puede ver en perspectiva de ordenación sagrada.
El parágrafo 3 habla de una función de suplencia del laico. Si es una fun-
ción que deriva necesariamente del sacramento del orden, el laico no puede su-
plirlas. Pero si no derivan de él (aunque sean propias del ministro ordenado), el
laico puede excepcionalmente realizarlas, en virtud de la suplencia. Tiene que
darse dos condiciones: no hay ministros, y hay que realizar la función (cuando lo
aconseje la Iglesia). Estas funciones en que el laico tiene función suplente son
la de ejercer el ministerio de la palabra (que tratan los cánones 766-767), en que
se distingue la homilía y la predicación. La homilía (predicación dentro de la misa)
está siempre reservada al sacerdote o diácono, pues es el munus docendi propio
de los pastores de la Iglesia. La predicación fuera de la liturgia y de un lugar
sagrado, no hay limitación para los laicos. Si es dentro de una Iglesia u oratorio,
se atiende al canon 766. Dice que pueden ser admitidos, no que tengan derecho
a predicar. Para que sean admitidos hace falta que haya necesidad o lo aconseje
la utilidad.
La presidencia de las oraciones litúrgicas es propia del ministro sagrado.
El laico preside una oración litúrgica si no hay ministro. Las celebraciones domi-
nicales en ausencia de sacerdote las preside un laico por no haber sacerdote.
Es una cuestión regulada en “Christi Ecclesia” del 10 de junio de 1988. Ahí se
establece que hace falta especial mandato del obispo, seguir las indicaciones
del obispo sobre el lugar en que se realiza la celebración, y quién es el presbítero
responsable, seguir los textos aprobados por la autoridad eclesiástica, y tener
atención en la prohibición de insertar elementos propios de la liturgia sacrificial.
Estas celebraciones son siempre soluciones temporales, y no definitivas ante la
ausencia de presbítero. No sustituyen la celebración de la misa, y con ellas no
se satisface el precepto dominical.
Otra de las celebraciones en que laico puede suplir al ministro es el bau-
tismo. Un laico puede bautizar en determinadas circunstancias (también fuera
del peligro de muerte) supliendo al sacerdote. Para ello debe ser un laico desig-
nado por el obispo para administrar el bautismo, cuando al obispo le conste que
no puede administrarlo un sacerdote o diácono. El laico debe seguir el ritual, y
preparar a los padres y la celebración.
También puede el laico distribuir la Sagrada Comunión. Es propia de los
ministros sagrados, pero el laico puede distribuirla en las mismas circunstancias.
En este aspecto (circunstancias objetivas que legitiman su intervención) se equi-
paran el acólito, el ministro extraordinario de la comunión, o un laico que no es
ministro.

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

5.1.3 Los fieles en el ministerio sagrado


Son los cánones 232-293. Está muy regulado por el derecho canónico
universal. Están distribuidos en torno a 4 capítulos:
1. Formación.
2. Incardinación.
3. Derechos y obligaciones.
4. Pérdida del estado clerical
La formación de los clérigos
Cánones 232-264. Es un capítulo largo. Hay una gran preocupación de la
Iglesia por esta materia, que se debe a que la formación marca el sacerdote que
uno va a ser. Además, también está así regulado porque el legislador quiere que
la formación sea sustancialmente la misma en todas las partes. El sacerdote
tiene una misión universal para toda la Iglesia, y no se agota en su diócesis o
institución.
Comienza el código hablando de la competencia de la Iglesia, en el canon
232. Es deber y derecho de la Iglesia, y derecho propio (originario de la Iglesia,
que no lo tiene por concesión de nadie, sino por la propia naturaleza de la Iglesia)
y exclusivo (no admite injerencias por parte de la autoridad civil).
Dentro de la Iglesia, el canon 233 dice a quién corresponde la responsa-
bilidad en la formación sacerdotal. Toda la Iglesia está implicada en la pastoral
vocacional. La responsabilidad concreta sobre la formación sacerdotal corres-
ponde primero a la Santa Sede en cuanto autoridad suprema de la Iglesia, y en
segundo lugar al obispo diocesano (o superior religioso) como autoridad jerár-
quica en la comunidad a la que se refiere.
Sobre el lugar de la formación (seminarios menor y mayor), tratan los si-
guientes cánones. El canon 234 habla del seminario menor. El canon está ela-
borado en un contexto de la Iglesia en que el seminario menor era puesto en
cuestión. Por ello está así redactado. Es conveniente que el obispo erija semina-
rios menores donde lo considere oportuno (aunque no obliga). Hay que mantener
los que hay (prohíbe suprimir).
El parágrafo 2 trata de la formación en el seminario menor. No deben
verse en inferioridad de condiciones los que estudian en el seminario menor que
el resto de jóvenes. Debe asegurarse la libertad para continuar en el mayor, te-
niendo las mismas condiciones que el resto de jóvenes desde el punto de vista
de inserción en la sociedad. El resto de normas del seminario menor están en
otro documento de la Santa Sede (Plan de Formación Sacerdotal referido a los
seminarios menores).
Del seminario mayor trata el canon 237. Es obligatorio en todas las dióce-
sis que el obispo tenga prevista la formación sacerdotal del seminario mayor. La
obligación es que haya un seminario mayor cuando sea posible y conveniente
(por tanto, queda a juicio del obispo su conveniencia y posibilidad). Y si no es
posible, la formación sacerdotal de los candidatos de la diócesis tiene que ser
programada, o bien enviando a los alumnos a otro seminario (confiar la formación

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

sacerdotal a otro obispo, no pudiendo intervenir en ese seminario), o erigiendo


un seminario interdiocesano (común a varias diócesis cercanas). La autoridad
sobre ese seminario es sobre todos los obispos que lo han erigido.
El parágrafo 2 pone limitaciones para la erección de seminarios interdio-
cesanos. El legislador prefiere, en caso de no poder tener seminario propio, en-
viar a otros seminarios a los seminaristas (porque crear un seminario interdioce-
sano es una decisión que implica mayor estabilidad). Para crear un seminario
interdiocesano hace falta permiso de la Santa Sede.
Sobre la residencia en el seminario habla el canon 235. La formación debe
recibirse en el seminario mayor, como lugar de residencia. Deben residir durante
todo el tiempo de la formación, o al menos 4 años.
El parágrafo 2 trata de una excepción, a los que residen fuera del semina-
rio de manera legítima. La formación completa en el seminario mayor son 6 años.
Este parágrafo puede entenderse como que trata de los que están fuera durante
2 años. Tiene otra interpretación, y es que por razones graves que afecten a la
persona de manera muy personal le impidan que resida al menos 4 años. Debe
estar encomendado a un sacerdote.
Otras prescripciones es que tanto el seminario mayor como el menor son
una persona jurídica (canon 238). Tienen personalidad jurídica por el derecho
mismo.
Sobre la autonomía del seminario dentro de la diócesis está el canon 262.
El seminario está exento del régimen parroquial, no está sujeto a la parroquia
territorial que le correspondería. Las funciones de régimen en el seminario en
primer lugar las ejerce el obispo, y además el rector o un delegado suyo realiza
la función de párroco. No tiene el oficio de párroco, pero sí las funciones del
mismo, para todos los que están en el seminario. Tiene todas las funciones de
párroco excepto 2: no puede celebrar matrimonios en la capilla del seminario ni
autorizar a otros a que lo celebren, y lo que prescribe el canon 985 (no oír con-
fesiones de sus alumnos), pues el rector es la autoridad del seminario en el fuero
externo, y no interno. Hay una excepción, y es que en casos particulares, oca-
sionalmente, lo pida espontáneamente (sin haber sido precedida de ninguna su-
gerencia) el alumno.
Otra norma general sobre los seminarios se refiere al sustento económico,
en los cánones 263-264. El sustento económico del seminario grava sobre el
obispo diocesano, y no sobre los alumnos (que ordinariamente no pueden con-
tribuir). El obispo debe buscar los medios para su conservación.
En el canon 264 al obispo se le ofrecen algunas posibilidades. Habla de
una colecta anual en favor del seminario, y como modo extraordinario puede
imponer un tributo especial en la diócesis. El parágrafo 2 habla de a quiénes
puede imponerles ese tributo. Los sujetos serían todas las personas jurídicas (no
a las físicas) con sede en la diócesis, a no ser que sean instituciones que se
sustenten solo de limosnas, o sean dedicadas a la enseñanza. El tributo ha de
ser proporcionado a los ingresos (por tanto, un tanto por cierto). En el canon

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

1263 habla que en caso de necesidad puede imponer el tributo a personas físi-
cas.
Sobre la formación al seminario, y la admisión, habla el canon 241. Antes
de la admisión, el obispo (normalmente a través del rector) ha de hacer un primer
discernimiento orientado a la admisión. Requiere un conocimiento del candidato
antes de la admisión al seminario mayor. La finalidad es que se le considere
inicialmente capaz de ejercer establemente el ministerio. Si el candidato ha sido
despedido (expulsión o salida) de otro seminario o instituto, se requiere además
un informe del anterior superior (según el parágrafo 3).
El plan de formación está tratado en los cánones 242-243. La formación
sacerdotal se rige primero por el código, también por el plan de formación sacer-
dotal de la Santa Sede para toda la Iglesia universal, y en tercer lugar también
por el plan de formación sacerdotal de la conferencia episcopal en la que está
dicho seminario (plan obligatorio para todos los seminarios de ese territorio).
El canon 243 habla de otro documento normativo: el reglamento propio de
cada seminario, aprobado por el obispo diocesano (u obispos interesados en
caso de seminario interdiocesano).
Las dimensiones de la formación las trata el canon 244. Ahí aparecen las
dos columnas de la formación sacerdotal: preparación espiritual y formación doc-
trinal, que deben ir en armonía. La meta de la formación sacerdotal es conseguir
el espíritu del Evangelio y una estrecha relación con Cristo (con el presupuesto
de la debida madurez humana).
Sobre la formación espiritual hablan los cánones 245-247. El 245 trata de
los objetivos de esta formación espiritual, con detalle. El 246 trata sobre los me-
dios obligatorios para adquirir esa formación espiritual y llegar a esos objetivos:
 Celebración diaria de la Eucaristía, como centro de la vida del seminario.
El parágrafo 1 ofrece además la motivación del por qué es obligatoria.
 Formación para la celebración de la Liturgia de las Horas, apareciendo
también la motivación. No aparece la obligatoriedad (que es a partir del
diaconado). Está en el parágrafo 2.
 Fomentarse el culto a la Virgen, según el parágrafo 3.
 Sacramento de la penitencia (aconseja frecuencia) y dirección espiritual
(elegido libremente por el alumno).
 Obligación anual de ejercicios espirituales.
El 247 trata de la formación para el celibato. Aparece subrayado el que
los alumnos lo tengan en gran estima como don peculiar de Dios (por la contro-
versia que había en el momento de ver el celibato como una norma e imposición
extrínseca por parte de la autoridad). El celibato es don peculiar de Dios, y por
eso está protegido por una norma. La obligación viene por la respuesta al don.
El parágrafo 2 se aplica a todo el conjunto de obligaciones de los ministros sa-
grados: no se puede esconder ninguna dificultad, para que estén bien prepara-
dos y haya verdadera libertad a la hora de ser ordenado.

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

Sobre la formación doctrinal tratan los cánones 248-254. El objetivo está


en el canon 248: adquirir conocimiento amplio y sólido de las disciplinas sagra-
das. Amplio implica completo, y sólido porque es la fuente de la vida espiritual y
ejercicio ministerial. La finalidad es doble: alimentar con ella la propia fe, y anun-
ciar la doctrina del evangelio. La finalidad es personal y apostólica.
El canon 249 trata del conocimiento de los idiomas como instrumento para
una debida formación. Subraya la lengua propia y el latín, del que se pide que
dominen la lengua latina, al ser la lengua oficial de la Iglesia.
El canon 250 habla del plan de estudios. El tiempo de formación son 6
años (que se dediquen 2 a la filosofía y 4 a la teología). Pueden ser 2 años ex-
clusivamente filosóficos y 4 exclusivamente teológicos, o no. En cuanto a las
facultades de teología, tienen la obligación de impartir el primer ciclo en 5 años.
La norma (no este canon) dice que los seminaristas que estudien en una facultad
de teología, como la formación la hacen en 5 años, el seminario tiene que com-
pletar esta formación doctrinal.
El canon 251 (que está en PDV 52) aparece la finalidad y el método de la
formación filosófica. En cuanto a la finalidad, se dan 3:
 Se dice que se ha de dar de manera que complete la formación humana
de los alumnos. Es como la “coronación” de la formación humana.
 Además, contribuye a agudizar la mente, a reflexionar con sentido crítico.
 Y por último, ayuda a preparar los estudios teológicos.
Sobre el método de la enseñanza de la filosofía en el seminario, es doble.
En primer lugar, es el fundamento de la filosofía perenne. La comisión que ela-
boró este canon afirmaba que con esta expresión también se refería a la filosofía
tomista, y por ello no aparece explícitamente en el canon. El segundo elemento
del método es tener en cuenta las aportaciones válidas del pensamiento filosó-
fico moderno.
El canon 252 trata de los estudios teológicos. Aparece también la finalidad
y el método. La finalidad es triple también:
 Conocimiento de toda la doctrina católica. Es una preocupación grande
del legislador en que se conozca toda. Es un conocimiento básico, no es-
pecializado, pero íntegro, y que vaya a favor de una visión de conjunto.
 Alimentar la propia vida espiritual.
 Finalidad apostólica: saber comunicar la fe y defenderla en el ejercicio del
ministerio.
Esto aparece también en PDV 53. Al comienzo del parágrafo 1 está el
método, que es doble:
 Integridad de la doctrina católica. Debe comprender toda la doctrina cató-
lica, de modo que si se hacen cursos posteriores de especialización, el
alumno esté ya situado en toda la doctrina católica.
 Guía del Magisterio (PDV 55). Esto quiere decir que se debe explicar la
doctrina de la Iglesia tal como es propuesta por el Magisterio. Hay que

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

distinguir la doctrina de la Iglesia y las opiniones de los teólogos, mos-


trando cómo se relacionan.
En los parágrafos 2 y 3 están las materias obligatorias. El puesto principal
lo ocupa la Sagrada Escritura (a la que dedica el parágrafo segundo), porque es
el alma de toda la teología y de todas las ciencias sagradas. Hay preocupación
del legislador por la integridad, para que adquieran una visión de conjunto de
toda ella. En el parágrafo 3 habla de la teología dogmática, fundada en la palabra
de Dios escrita y transmitida. Aquí aparece una cita explícita de Santo Tomás,
teniéndole a él principalmente como maestro. Esta cita explícita de Santo Tomás
se incluye por deseo expreso del papa Juan Pablo II. Luego habla de otras clases
(teología moral, pastoral, derecho canónico, liturgia y otras disciplinas).
En resumen: disciplinas obligatorias son todas las de este canon, y en
segundo lugar las que el Plan de Formación Sacerdotal (tanto de la Santa Sede
como de la Conferencia Episcopal) impongan como obligatorias.
La cuestión de los profesores aparece en los cánones 253-254. Trata so-
bre los profesores de un seminario (no una facultad de teología). Quien debe
nombrarlos en el seminario es el obispo. Según el 253, los profesores deben
destacar por sus virtudes y tener título académico (doctorado o licenciatura). La
cuestión del título puede ser dispensada por el obispo. En una facultad, el título
académico no se puede dispensar. En PDV 53 el papa habla de que no se puede
ser buen teólogo si no se es buen cristiano. El canon no dice sobre si los profe-
sores del seminario deben ser clérigos o pueden ser también laicos (el anterior
sí lo decía). La ratio de 1985 decía que de ordinario sean sacerdotes, aunque
pueden ser también laicos. La ratio de 2016 dice lo mismo.
El parágrafo 2 del 253 pide que se procure que haya profesores distintos
para las asignaturas fundamentales, para que se expliquen con rigor. Y el pará-
grafo 3 habla de la cuestión de la remoción, que puede ser removido por quien
lo nombró por dejar de cumplir gravemente con su cargo. Esto sucede cuando
no enseña en comunión con la doctrina de la Iglesia, o en fidelidad con ella.
También cuando en su vida personal tenga graves deficiencias.
El 254 trata de una figura que coordina la formación intelectual de los se-
minaristas.
A continuación están los cánones 255-258, que se refieren a la formación
pastoral (también en PDV 57-58). El canon 255 establece los objetivos de la for-
mación pastoral, y una premisa: que toda la formación de los alumnos en el se-
minario tiene finalidad pastoral. Por tanto, toda la formación en un seminario tiene
finalidad pastoral. Existe también una formación específicamente pastoral. Esta
formación tiene como finalidad aprender los principios y métodos propios del mi-
nisterio de enseñar, santificar y gobernar. Son los principios y métodos de la
misión de la Iglesia. La formación pastoral es también formación doctrinal, pues
hay que aprender los principios y métodos.
El canon 256, en el parágrafo primero, especifica algunos contenidos de
la formación pastoral específica. No es un elenco completo, pues habla al final
de “el cumplimiento de las demás tareas”. En primer lugar habla de la práctica

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

del método catequético y homilético (función de enseñar), celebración del culto


divino y sacramentos (función de santificar), y el trato con los hombres y llevar
una parroquia (función de gobernar). Tiene también mucha relevancia la forma-
ción universal del ministerio sacerdotal (que es para toda la Iglesia). Esto está
desarrollado en el parágrafo 2 del 256, y en el siguiente canon. Habla en primer
lugar de que se preocupen de la Iglesia universal promoviendo vocaciones.
En el canon 257 se refiere más a la persona del candidato. Pide que se
hallen dispuestos a dedicarse a iglesias particulares que estén en grave necesi-
dad (disponibilidad misionera). A ello corresponde la responsabilidad del obispo.
El obispo no puede obligar a nadie a trasladarse a otra iglesia en misión, pero
debe ayudar a quien lo quiera (no puede negar el traslado misionero) con la pre-
paración, etc.
El canon 258 trata de las experiencias pastorales prácticas. Establece dos
condiciones:
 Que no perjudiquen los estudios.
 Adaptadas a la edad de los seminaristas y circunstancias del lugar.
Por este motivo el ordinario determina las tareas. Estas tareas se realizan
por un sacerdote experto, designado por el ordinario.
Los cánones relativos a los responsables de la formación (estructura di-
rectiva del seminario) vienen a continuación.
El primer responsable de la formación, según el canon 259, es el obispo
diocesano. A él le compete decidir todo lo que se refiere al régimen superior y
administración del seminario (el régimen inferior le compete al rector). Esta res-
ponsabilidad del obispo la debe ejercer personalmente. En el parágrafo 2 apare-
cen algunas concreciones de esta responsabilidad personal. En primer lugar,
habla de visitar personalmente y con frecuencia el seminario, supervisar la for-
mación, y especialmente la enseñanza, y también conocer a cada seminarista.
Del resto de los responsables de la formación, están en los cánones 239
y 240. En el canon 239 aparece la figura del rector como figura obligatoria. El
obispo diocesano no puede desempeñar él la función de rector, porque en la
práctica es imposible. El rector tiene como misión estar al frente. Los demás car-
gos que aparecen en el parágrafo 1 son oficios facultativos (si lo pide el caso).
El rector tiene la dirección completa e inmediata del seminario. Esto aparece
también en el canon 260.
En el seminario puede haber formadores. A ellos se refiere el parágrafo 3
del canon 239 (al hablar de “los demás directivos”). Están sujetos al rector, y
participan de su responsabilidad. La otra alusión que hay está en el canon 261
(habla de “los superiores”).
También hay superiores del seminario en el fuero interno. Estos son los
responsables de la formación espiritual. Aparecen en el canon 239 parágrafo 2,
como la figura obligatoria del director espiritual (persona distinta a la del rector).
También aparecen “otros sacerdotes” destinados por el obispo para la dirección
espiritual (aunque no tengan la figura del director espiritual). En el canon 240

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

aparece la figura de los confesores. Hay una cuarta figura en el canon 246 pará-
grafo 4. Aunque habla de director espiritual, el texto latino habla de “moderator
vitae spiritualis”, como figura distinta.
El director espiritual del canon 239 tiene una función institucional: es el
director espiritual del seminario como institución y comunidad formativa. Le co-
rresponde dirigir la vida espiritual del seminario: organizar la vida litúrgica, instruir
sobre la vida espiritual, programar retiros y ejercicios espirituales… Y también
coordinar a los otros sacerdotes que tienen alguna responsabilidad en el fuero
interno (sacerdotes que lleven la dirección espiritual personal, etc.). Esta coordi-
nación es para asegurar la unidad de criterios en la formación espiritual. Esto no
implica hablar de cada uno entre los distintos directores espirituales, sino de ofre-
cer criterios de acuerdo al obispo.
También habla el canon 239 de otros sacerdotes destinados a la dirección
espiritual. Son los directores espirituales personales. El institucional también
puede serlo personal.
La otra figura es la del confesor, cuya función es administrar el sacramento
de la penitencia.
Sobre la libertad de elección por parte del seminarista del director espiri-
tual y del confesor, esto se regula según dos criterios fundamentales, que han
de estar presentes y bien equilibrados entre sí:
 Responsabilidad del obispo en la formación espiritual. El obispo también
tiene responsabilidad última en el fuero interno, aunque él no pueda inter-
venir directamente en este fuero interno. Esto va unido a la responsabili-
dad de la Iglesia en el discernimiento vocacional y en la llamada de la
Iglesia para la ordenación (por parte del obispo, a quien él considera idó-
neo).
 Libertad de conciencia del alumno, que no pierde por ser seminarista. Ne-
cesidad de una relación de confianza entre el seminarista y el director
espiritual y confesor. Esto exige libertad de elección (pero no es absoluta,
porque si no anularía el criterio anterior).
Estos dos criterios se tienen que articular. En cuanto al director espiritual,
la libertad de elección está circunscrita a los sacerdotes destinados por el obispo
para esta función (como dice el canon 239 parágrafo 2). La libertad de elección
va vinculada a la confianza en la relación. ¿Cómo se articula esto con el canon
246 parágrafo 4? Parecería que en este canon se da libertad absoluta para el
moderador de la vida espiritual. La Ratio afirma que todos los directores espiri-
tuales personales tienen que estar o bien destinados por el obispo o bien apro-
bados por el obispo. Así, este moderador de la vida espiritual, elegido libremente,
del canon 246 parágrafo 4 coincide con la figura de los sacerdotes destinados
por el obispo para esa función (del canon 239 parágrafo 2).
Sobre la libertad de elección del confesor, está regulada en el canon 240
parágrafo 1. Da una cláusula de libertad sin limitación para dirigirse a cualquier
confesor, tanto dentro como fuera del seminario. Es una libertad absoluta (no es
necesario informar a nadie) cuando se trata de un confesor ocasional. Cuando

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

se trata de un confesor habitual, es necesario que el confesor sea aprobado por


el obispo diocesano, porque necesariamente el confesor habitual ejerce funcio-
nes de dirección espiritual (que debe estar sometida a la aprobación del obispo
diocesano). La Ratio de la Conferencia Episcopal Española lo dice claramente:
el confesor habitual no puede estar al margen del obispo diocesano. El director
espiritual institucional tiene que coordinar a los directores espirituales personales
y a los confesores habituales de los alumnos.
En cuanto a la relación con los superiores de fuero externo, está esto re-
gulado en el canon 240 parágrafo 2. Hay una separación completa entre los dos
fueros. No se puede pedir la opinión al director espiritual o confesor. El canon
habla de cuando se ha de decidir la admisión a las órdenes o sobre la salida del
seminario. Pero tampoco se puede pedir la opinión durante el proceso formativo,
porque todo lo que suceda en ese proceso está encaminado o bien a las órde-
nes, o bien a la salida del seminario. El canon habla de que no se puede pedir la
opinión, por lo cual la norma está dirigida a los superiores de fuero externo. Los
responsables de fuero interno tienen otra norma más fundamental: sigilo sacra-
mental (para el confesor) y secreto de oficio (para el director espiritual). Para
proteger esto se prohíbe pedir la opinión.
Acerca de la intervención de los superiores de fuero externo en el sacra-
mento de la penitencia, lo trata el canon 985. No pueden hacerlo por principio,
para evitar que su misión de rector o formador pueda verse perjudicada por utili-
zar en el discernimiento lo oído en confesión. La excepción es si los alumnos lo
piden espontáneamente (libre y nunca sugerida) en casos particulares (ocasio-
nales). Aun en estos casos, se puede negar.
Acerca del diaconado permanente, también hay un proceso de formación,
distinto, pero obligatorio. Necesita una formación específica, y regulada por el
derecho, en el canon 236. Casi todo se deja a la Conferencia Episcopal. En el
código solo hay unas normas muy generales. En primer lugar, que es necesaria
una formación. En segundo lugar, la finalidad de la formación: cultivar la vida
espiritual y cumplir dignamente los oficios propios de ese orden. En tercer lugar,
distingue entre candidatos jóvenes (cuya formación debe durar al menos 3 años
en una residencia con vida comunitaria) y candidatos de edad madura (de quie-
nes se dice que debe durar al menos 3 años). Los jóvenes serán candidatos al
orden diaconal de modo célibe, y los de edad madura no (pues son casados).
Acerca de la formación permanente del clero, aunque no pertenece a la
formación para el sacerdocio (sino tras la ordenación), suele estar introducido
dentro de la formación sacerdotal, para explicitar la unidad que hay entre la for-
mación previa a la ordenación y la posterior. Así lo hace Pastores Dado Vobis,
el Directorio para el ministerio y vida de los presbíteros. El código lo trae de forma
sistemática en la parte de obligaciones de los sacerdotes (está en el canon 279).
Aparece en el parágrafo 1 la obligación grave de todo sacerdote de continuar
con los estudios sagrados. Es una exigencia de fidelidad al ministerio recibido.
Es un acto de amor a Jesucristo y de amor al pueblo de Dios. El objeto de la
obligación permanente tiene como objeto los estudios sagrados. Además, la in-
tención y preocupación de la Iglesia es que la formación permanente sea sólida

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

y segura, fundada en la Sagrada Escritura y la Tradición, bajo la guía del magis-


terio de la Iglesia.
El parágrafo 2 habla de distintos modos de adquirir esa formación perma-
nente. Se remite todo al derecho particular, el de cada diócesis, pues el respon-
sable de la formación permanente es el obispo diocesano. Él debe establecer
modalidades, e incluso algunas como obligatorias. Pueden ser lecciones de pas-
toral, reuniones, conferencias…
El parágrafo 3 habla de que los presbíteros traten de conocer otras cien-
cias además de las sagradas, con la condición de que estén en conexión con las
ciencias sagradas, y en la medida en que ayuden al ministerio pastoral.
Capítulo II: de la adscripción o incardinación de los clérigos
La incardinación se aplica solo a los clérigos. Puede definirse como la
pertenencia de un clérigo a una iglesia particular u otra comunidad eclesial (ins-
tituto religioso, prelatura personal…). Lo contrario de la incardinación es la ex-
cardinación, que es el cese de la pertenencia a esta Iglesia particular o comuni-
dad eclesial. La excardinación siempre debe ir acompañada de una incardina-
ción. No puede haber un clérigo que no esté incardinado. La norma es tajante
(canon 265) y absoluta. El clérigo que no está incardinado es un clérigo acéfalo
(que no tiene superior). También se le llama clérigo vago, en cuanto que no tiene
una comunidad a la que sirve y/o pertenece. La incardinación tiene como sentido
que el clérigo tenga un superior que vele por él, pueda corregirlo, etc. También
otra finalidad es que el clérigo tenga una comunidad a la que servir. La incardi-
nación no es perpetua, el clérigo puede cambiar de incardinación. Las comuni-
dades que pueden incardinar son:
 Iglesia particular.
 Prelatura personal.
 Instituto de vida consagrada que goce de esa facultad.
 Sociedad que goce de esa facultad.
Sobre cómo se realiza la incardinación, la primera incardinación está re-
gulada en el canon 266. El parágrafo 1 habla del clero secular, el 2 del clero
regular, y el 3 de los clérigos de institutos seculares. Sobre el clero secular, este
queda incardinado en la iglesia particular o prelatura personal para cuyo servicio
fue promovido, por la recepción del diaconado.
Los clérigos de institutos religiosos, para quedar incardinado en su insti-
tuto, tienen que ser profesos de votos perpetuos (debido a que la incardinación
es un vínculo estable). El instituto basta con que sea religioso, no hace falta que
sea clerical (una sociedad apostólica sí tiene que ser clerical). Todo instituto re-
ligioso, pues, puede incardinar a sus miembros clérigos de votos perpetuos. Las
sociedades de vida apostólica, para poder incardinar, tienen que ser clericales,
no laicales (las laicales con algún clérigo, el clérigo queda incardinado en la dió-
cesis). Quedan incardinados al recibir el diaconado.

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

Los clérigos de institutos seculares se incardinan en la diócesis como


norma general (igual que el clero secular). Los institutos seculares tienen como
nota distintiva la inserción en la diócesis.
Acerca del cambio de incardinación, hay dos modos: uno explícito y otro
implícito. En el explícito, el obispo que excardina da un documento, y el que lo
acoge da un documento de incardinación. Está en el canon 267. Es necesario
que existan estos dos documentos (letras de excardinación y letras de incardi-
nación). Como no puede haber dos incardinaciones simultáneas, primero el clé-
rigo debe recibir las letras de excardinación. Pero el parágrafo 2 vela para que
no haya ningún espacio temporal en que el clérigo no tenga ninguna incardina-
ción. Hasta que no sea incardinado en otra iglesia particular, sigue incardinado
en la iglesia de origen.
La incardinación implícita se llama así porque no hay documentos, por lo
que es más complejo verificar si se ha cambiado la incardinación o no. Hay tres
modos:
 Ipso iure. Si se verifican determinadas circunstancias, el propio derecho
le cambia la incardinación, aunque no haya documento de los obispos.
Está en el canon 268 parágrafo 1. Las condiciones de esto son:
o Traslado legítimo de la propia a otra iglesia. Para que haya traslado
legítimo tiene que haber en primer lugar traslado de facto (de la
residencia). Y también tiene que haber permiso por parte de los
dos obispos. Si no lo hay es traslado ilegítimo.
o Que haya transcurrido un quinquenio (5 años completos del tras-
lado legítimo) en la nueva iglesia particular.
o El clérigo manifiesta por escrito la voluntad de cambiar la incardi-
nación a la diócesis en la que reside. Debe manifestarlo por escrito
a los dos obispos.
o Ninguno de los dos obispos le comunica por escrito la negativa en
el plazo de 4 meses desde que recibe la petición. Esta es una ex-
cepción al canon 57 de las normas generales, para favorecer al
clérigo.
 Clérigo secular diocesano que se incorpora a un instituto religioso (canon
268 parágrafo 2). En este caso, queda excardinado de la Iglesia particular
en el momento en que tiene la profesión de votos perpetuos en su instituto
religioso que puede incardinar. Durante el tiempo de votos temporales,
seguiría incardinado en la diócesis.
 En el canon 693 se trata el caso contrario. Si abandona un instituto de
vida consagrada, no se le puede dar el indulto de salida hasta que un
obispo no lo acoja (bien por incardinación inmediata, o bien porque lo
acoge a prueba, quedando incardinado a los 5 años si no se dice nada).
Si el obispo le dijera que no, sería un clérigo acéfalo (único caso en que
puede darse).
Las condiciones para la incardinación están en el canon 269. El canon
está redactado primero en forma negativa, para indicar que ningún clérigo tiene
“derecho” a ser incardinado en otra diócesis, ni ningún obispo diocesano debe

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

incardinar a un clérigo, a no ser que se cumplan las condiciones que dice el


canon (que sea necesario o útil para la Iglesia particular, que el obispo lo pueda
sustentar, que tenga documento de excardinación, haya obtenido informes del
obispo diocesano que da la excardinación de su vida, conducta y estudios, de-
claración escrita del clérigo pidiendo la incardinación).
El canon 270 son los requisitos para conceder legítimamente la excardi-
nación. La excardinación nunca se puede imponer, tiene que ser solicitada por
el clérigo. Se puede conceder por causas justas (y pone el ejemplo de la utilidad
a la Iglesia a la que va, el bien del mismo clérigo…). La excardinación no puede
denegarse (a no ser que haya causa grave). Causa justa que legitime la excar-
dinación es fácil de hallar, causa grave que impida la excardinación es más difícil
de hallar (ejemplos: escasez de clero en la diócesis de la que quiere irse, que el
clérigo sea necesario para la función que está desempeñando actualmente…).
El clérigo que se considere perjudicado (que tiene causa justa para la excardina-
ción y que no hay causa grave para que se le niegue), habiendo encontrado un
obispo que lo acoja, puede recurrir contra la decisión del obispo que le niega la
excardinación. Se puede concluir que hay un derecho a la excardinación (no así
para la incardinación), siempre que se verifiquen las condiciones antes dichas.
El recurso se hace a la Congregación para el Clero. El silencio administrativo se
aplica según el canon 57.
Hay otra figura jurídica parecida, la del “traslado de una Iglesia particular
a otra”, que está en el canon 271. Es un clérigo que se traslada para ejercer el
ministerio y vivir en otra iglesia particular distinta, manteniendo la incardinación
en la suya propia. El fundamento de la norma es la solicitud del presbítero por
todas las iglesias. El traslado de un clérigo a otra iglesia particular con escasez
de clero está favorecido con el canon. Por eso dice el canon que el obispo dio-
cesano no puede negar la licencia de traslado fuera del caso de “verdadera ne-
cesidad”. Tampoco el obispo diocesano puede obligar a ningún clérigo a trasla-
darse a otra iglesia particular. El traslado se formaliza a través de un convenio
(con acuerdo escrito) entre los dos obispos. Ahí se determinarán los derechos y
deberes de ese clérigo: duración del traslado, ministerios que ejercerá, dónde
habitará, y quién se encarga de la remuneración económica.
El parágrafo 2 dice que el permiso de traslado siempre es temporal, nunca
perpetuo. Puede renovarse sucesivamente. Y esto de manera que cuando el
clérigo regrese a su iglesia particular mantenga todos los derechos que si hubiera
estado en su iglesia particular.
El parágrafo 3 prevé la posibilidad de que el clérigo sea reclamado por su
propio obispo antes de que transcurra el tiempo del traslado. Puede llamarlo el
obispo por causa justa. También por causa justa el obispo de la diócesis donde
está le puede negar el permiso, obligándole a volver a su diócesis.
El canon 272 trata de las facultades del administrador diocesano en esta
materia. Como la incardinación, excardinación o traslado son materias importan-
tes, y el administrador diocesano, en el periodo de sede vacante, no debe hacer
innovaciones en la diócesis, estas materias están excluidas de su potestad como

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

administrador diocesano (a no ser que haya pasado un año desde que la sede
episcopal quede vacante, con el consentimiento del colegio de consultores).
Capítulo III: De las obligaciones y derechos de los clérigos
Este capítulo es el estatuto jurídico del clérigo. El clérigo tiene los dere-
chos y obligaciones que derivan de su ser clérigo, y también del oficio que la
Iglesia le ha encomendado. En este capítulo se señalan los que se derivan de
su condición de clérigo. Se habla primero siempre de obligaciones y luego de
derechos.
El canon 273 habla del deber del clérigo de respeto y obediencia al Sumo
Pontífice y Ordinario propio. Califica la obligación como “especial”. Tiene, pues,
una peculiaridad respecto a una obligación general que afecta a todos los fieles
(canon 212). Es obligación especial porque está ligada al sacramento del Orden.
Este vincula de una forma especial al clérigo (el presbítero es colaborador del
obispo en función del sacramento), y lo vincula de forma singular. El fundamento
de la obligación de obediencia del clérigo está en la naturaleza misma del minis-
terio sagrado (es de derecho divino, no de ley positiva). La promesa que se hace
en la ordenación no es el fundamento de la obligación. Mediante la promesa se
asume públicamente la obligación, de modo que si no se hace la promesa, la
obligación queda intacta. La desobediencia es delito (canon 1371) y comporta
sanción. La desobediencia, para que sea delito, ha de ser un acto persistente,
no puntual, y debe haber amonestación previa. También es un delito la inducción
a la desobediencia (canon 1373).
El canon 274 habla de la segunda obligación del clérigo: aceptar el oficio
que el Ordinario le confía (si no están afectados por un impedimento legítimo).
La obligación es doble: aceptar, y desempeñar fielmente. El superior es el que
juzga para ver si hay impedimento legítimo o no para ejercer el oficio. El pará-
grafo 1 es un canon doctrinal (con consecuencias prácticas).
La tercera obligación está en el canon 275: trabajar en colaboración con
los demás clérigos (parágrafo 1) y laicos (parágrafo 2). Los clérigos deben estar
unidos entre sí con el vínculo de fraternidad y oración, y además, que fomenten
la mutua cooperación. El fundamento de la obligación es de derecho divino: el
sacramento del Orden. Sobre los laicos, su misión debe ser reconocida y fomen-
tada. Es propia de los laicos, no concedida por los clérigos.
El canon 276 habla de la obligación de buscar la santidad. Habla de una
razón peculiar (respecto de los demás fieles, que también deben buscar la san-
tidad, según el canon 210). Esta consiste en su consagración a Dios por un
nuevo título, la consagración sacerdotal. También por ser constituidos adminis-
tradores de los misterios del Señor. El parágrafo 2 ofrece los medios para alcan-
zar esta perfección:
 Cumplimiento fiel e incansable de las tareas del ministerio pastoral. Cum-
plimiento de las obligaciones del propio estado.
 Lectura de la Sagrada Escritura y Eucaristía (que concreta más). Invita-
ción a la Eucaristía diaria a los sacerdotes, y que los diáconos participen
diariamente en la misma celebración. No se impone como obligación,

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

pues puede suceder que no esté en condiciones morales de celebrar la


misa (canon 916). Debe hacerlo aunque no haya asistencia de fieles (ca-
non 904, donde aparece obligatoria la celebración frecuente, y la diaria
aparece como recomendada encarecidamente).
 Celebración diaria e íntegra de la Liturgia de las Horas. Es verdadera obli-
gación, cuyo sujeto son todos los sacerdotes y los diáconos transitorios.
Los diáconos permanentes, lo que determine la Conferencia Episcopal
(puede ser celebración parcial). En España, es que ellos celebren obliga-
toriamente Laudes y Vísperas. Se recomienda que coincida con el mo-
mento del día en que corresponde. La hora canónica urge la obligación,
pero si se pasa no extingue el cumplimiento de la obligación. Si no se ha
hecho en la hora correspondiente, se rezan solo los salmos. La obligación
se extingue al finalizar el día.
 Asistencia a los retiros espirituales según las prescripciones del derecho
particular.
 Consejo de que todos los días hagan oración mental, frecuencia de la
Penitencia, devoción a la Virgen…
El canon 277 trata de la obligación del celibato. Aparece en primer lugar
la obligación. Sin embargo, la ley no es el fundamento de la obligación, sino que
el fundamento es que es un don peculiar de Dios recibido. La ley reconoce la
obligación (el don de Dios) y lo protege. La materia es una continencia perfecta
y perpetua por el Reino de los Cielos. Las motivaciones son: unirse más fácil-
mente a Cristo con corazón entero (motivación cristológica), y dedicarse con ma-
yor libertad al servicio de Dios y los hombres (motivación pastoral). El celibato
no es de derecho divino, pero sí es muy conveniente por la naturaleza del orden
sagrado. Es unión de conveniencia profunda (no de necesidad) con el ministerio
sagrado. La Iglesia oriental, que permite la ordenación de hombres casados, no
permite el matrimonio después de la ordenación. Esto es reconocer también la
vinculación con el celibato.
El parágrafo 2 establece la prudencia de los clérigos en el trato con las
personas que pueden crear dificultades. El parágrafo 3 es una obligación para el
obispo: concretar normas y juzgar particularmente.
A partir de ahora, comienzan los derechos del clérigo. El canon 278 es el
derecho de asociación. Hay derecho a asociarse con otros (clérigos o no). La
limitación es que los fines de la asociación estén de acuerdo con el estado cleri-
cal. Habla de los clérigos seculares. Los regulares no tienen ese derecho, porque
están asociados en el instituto de vida consagrada. Ellos ya están asociados.
Necesitan permiso del superior para poder asociarse con otro (canon 307 pará-
grafo 3).
El parágrafo 2 habla de las asociaciones estimadas por la Iglesia (las que
ayudan al sacerdote a ejercer mejor su ministerio), que son las propias de la
Iglesia, con estatutos revisados (también las civiles con fines propios de acuerdo
al estado clerical). También las que tengan un plan de vida conveniente y apro-
bado

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

De las asociaciones prohibidas habla en el parágrafo 3 (las que impiden


al sacerdote ejercer su ministerio rectamente). No pueden crearlas ni participar
en ellas, si su finalidad o actuaciones son incompatibles (o aunque no lo sean,
puedan ser obstáculo) con el estado clerical. En un decreto de la Santa Sede de
1982 esta prohibió para los clérigos (no para los laicos) dos asociaciones con-
cretas: las que persiguen finalidades políticas (aunque se presenten con apa-
riencia de favorecer ideales humanitarios), porque el sacerdote debe ser instru-
mento de unidad, sin entrar en confrontaciones políticas concretas; y también las
que quieren reunir a los clérigos en una especie de sindicatos concibiendo el
ministerio sacerdotal como un trabajo, pudiendo reivindicar cosas ante el obispo.
Esto daña la comunión jerárquica. Hay otra asociación prohibida, no solo para
los clérigos, sino para todos los fieles: las asociaciones masónicas. Estas son
incompatibles con la fe de la Iglesia. En el CIC 17, el canon 2335 prohibía y
sancionaba al fiel católico que diera su nombre a la masonería u otras asociacio-
nes del mismo tipo, con excomunión directa. En el código actual, el canon 1374
sería el paralelo, que aunque no la nombra explícitamente, expone un principio
general más amplio, en el que queda comprendida la masonería (como asocia-
ción que maquina contra la Iglesia). Una declaración de la Congregación para la
Doctrina de la Fe del 1983 confirma esto.
El canon 279 trata de la formación permanente, que es obligación de to-
dos los clérigos (seguir formándose después de recibida la ordenación). La for-
mación permanente es deber de caridad y justicia: los fieles tienen derecho a ser
guiados por pastores formados correctamente. El parágrafo 1 no explica cómo
deben continuar los estudios sagrados, sino que la obligación es continuar los
estudios.
El parágrafo 2 habla de las descripciones del derecho particular. El obispo
debe organizar y ofrecer la formación permanente, y el clérigo debe formarse.
En el CIC 17 la obligatoriedad concreta estaba más detallada (específicamente
los 3 primeros años después de la ordenación: canon 130 de aquél código).
El parágrafo 3 habla del conocimiento de otras ciencias en conexión con
las sagradas. La formación permanente puede incluir estas, en la medida en que
ayuden al ejercicio del ministerio (pero el objetivo de esta son las ciencias sagra-
das).
El canon 280 trata de la vida en común. Dice que se “aconseja vivamente”.
No es una obligación. Se refiere a los clérigos diocesanos, pues los religiosos
están obligados a la vida en común. Esta vida en común admite diversas gra-
duaciones (“cierta” vida en común). La fuente de este canon está en Presby-
terorum Ordinis 8, que aconseja esta vida en común, por ser expresión de la
fraternidad sacramental. La finalidad de esta cierta vida en común es la ayuda
mutua (cultivar vida espiritual, ayuda en vida pastoral…). Otros cánones facilitan
esta cierta vida en común (550…).
El canon 281 trata de la remuneración adecuada y asistencia social. El
parágrafo 1 habla de la remuneración. Dice que “merecen” una retribución con-
veniente, porque se dedican por completo al ministerio sagrado (y no compagi-

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

narlo con trabajos civiles que les impidan una dedicación completa). El respon-
sable de la remuneración es el obispo diocesano, el de la incardinación del clé-
rigo. Los fieles tienen que dar la remuneración, y el obispo es responsable de
que esta se realice. Según Presbyterorum Ordinis 20, la finalidad es que puedan
proveer a sus necesidades y a las de las personas cuyos servicios necesitan.
Otro criterio también son la naturaleza del oficio (puede requerir necesidades
distintas) y el lugar y tiempo.
El parágrafo 2 trata de la asistencia social. Debe cuidar de ello el obispo.
Y el parágrafo 3 habla de la remuneración de los diáconos permanentes. Los
casados y plenamente dedicados al ministerio tienen que cobrar lo suficiente
para mantenerse a él y a su familia. Pero si tienen otro trabajo civil, que pueden
tenerlo sin permiso del obispo, la retribución la reciben de ese trabajo civil. En
España está regulado esto de manera que no se ordena diácono permanente a
nadie que no tenga asegurada su remuneración. Se pide, pues, que obtengan
su remuneración a través de su trabajo civil. En España no se admiten diáconos
permanentes con dedicación completa (solo si están jubilados y tienen pensión).
El canon 282 habla de la sencillez de vida del clérigo. El parágrafo 1 es la
norma. Su fuente es Presbyterorum Ordinis 17 y Pastores Dado Vobis 30. El
sacerdote, en su ordenación, no asume una obligación análoga al voto de po-
breza (sí al de obediencia y celibato). Sin embargo, el estilo de vida pobre dimana
de la consagración sacerdotal. Esta configura con Cristo, que por nosotros se
hizo pobre. Los presbíteros no pueden vivir apegados a los bienes del mundo.
Pastores Dado Vobis dice que el sacerdote está llamado a vivir los 3 consejos
evangélicos según el estilo, significado y finalidad que nacen de la identidad del
presbítero (aunque no los profese). Quien recibe el Orden es consagrado sacra-
mentalmente. A esa consagración sacerdotal ontológica exige una consagración
existencial y personal: la entrega concreta de la persona, que se expresa en la
vivencia (a su modo) de los tres consejos evangélicos. La pobreza sacerdotal se
concreta en vivir con sencillez y en lo que parezca (no solo en lo que sea) vani-
dad.
El parágrafo 2 es una recomendación: que lo sobrante que recibe de la
Iglesia lo destine a ella nuevamente.
El canon 283 trata de la residencia y las vacaciones. El parágrafo 1 habla
de la residencia. Aunque no tengan oficio residencial (que exigen que se viva
con los fieles a los que se atiende), deben residir en la diócesis. Los oficios resi-
denciales son el obispo diocesano (canon 395), el párroco (canon 533) y el vica-
rio parroquial (canon 550).
El parágrafo 2 trata de las vacaciones. El derecho universal en algunos
casos lo determina (para el párroco y el vicario parroquial 1 mes: canon 533 y
550). El obispo diocesano es el responsable de facilitar el tiempo de vacaciones
sin merma de la tarea pastoral de las vacaciones.
El canon 284 trata de la obligación de los clérigos de vestir traje eclesiás-
tico. La obligación surge desde el diaconado. Es obligatorio para todos (también
para los regulares, excluidos los diáconos permanentes, según el canon 288. El

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

de los religiosos está en el canon 669, a los cuales, si tienen hábito propio, suple
este al traje clerical). Habla de un traje eclesiástico digno según las normas de
cada Conferencia Episcopal. En España, puede ser sotana o clergyman. Habla
de que “especialmente” en el ejercicio del ministerio sacerdotal y actuaciones
públicas. En estos casos se refuerza la obligación (no solo se limita a estos ca-
sos). El Directorio para el Ministerio y Vida de los Presbíteros, en el número 61,
da el fundamento de la obligación: signo público de su identidad como consa-
grado al Señor. Al mismo tiempo, el Directorio prohíbe la costumbre contraria.
Los cánones 285-287 tratan actividades ajenas o poco congruentes con
el estado clerical. Los clérigos deben abstenerse de ellas. Pone un ejemplo de
actividad ajena al estado clerical en el 285 parágrafo 3: participar en la potestad
civil. Se plantea con esto un problema de si un sacerdote puede participar en el
jurado popular, porque es participación en potestad judicial. Tendría que presen-
tar un recurso a la autoridad pública para no aceptar. Si el recurso no es acep-
tado, tiene que consultar al Ordinario del lugar, para obtener la dispensa (o no,
en cuyo caso tendría que hacerse cargo de las sanciones de la autoridad).
En cuanto al ejercicio de actividades económicas seculares, trata el pará-
grafo 4 y el canon 286. Son las actividades económicas prohibidas a los clérigos,
porque puede haber daño para la fama del clérigo. Habla de que para ello debe
haber licencia (con licencia se cumple la ley, con dispensa no se cumple la ley
porque se exime) del Ordinario (por sí solo, por tanto, no puede). No puede salir
fiador, ni la negociación o comercio, ni llevar dinero de otros.
El canon 287 prohíbe actividades políticas o sindicales, porque el sacer-
dote no puede implicarse en la política partidista concreta (para ser signo de
unidad en la Iglesia).
El canon 289 prohíbe presentarse voluntario al servicio militar.
El canon 288 establece exenciones para los diáconos permanentes: traje
clerical, actividades económicas, políticas y sindicales, y participación en el po-
der civil.
Capítulo IV: De la pérdida del estado clerical
Nociones previas. La relación entre el sacramento del orden y el estado
clerical, que no son dos realidades idénticas. Ordinariamente van unidas, pero
no se identifican conceptualmente. El estado clerical presupone la ordenación
(no puede haber un clérigo que no esté ordenado). Todo aquel que es ordenado
es clérigo (a no ser que pierda el estado clerical), y el que no lo está no lo es. La
ordenación sagrada es un sacramento que configura ontológicamente con Cristo
sacerdote y cabeza, y capacita para celebrar los sacramentos in persona Christi.
El estado clerical es un estado de vida en la Iglesia caracterizado por unos de-
rechos y obligaciones. El estado clerical se puede perder, el sacramento no.
Hay también diferencia entre perder el estado clerical y la prohibición de
ejercer el ministerio. La prohibición para ejercer el ministerio hace que perma-
nezca el estado clerical (mantiene las obligaciones y derechos de los clérigos,
limitados por la prohibición de ejercer el ministerio). Esa prohibición de ejercer el

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

ministerio puede ser total o parcial (por ejemplo, solo confesar, etc.). Perder el
estado clerical significa que deja de ser clérigo, y pierde así todos los derechos
(también el de ejercer el ministerio) y todas las obligaciones.
La pérdida del estado clerical y la dispensa de la obligación del celibato
son también distintas. La obligación del celibato no es una obligación más, sino
que tiene su fundamento en un carisma y un don recibido, una respuesta peculiar
a un don de Dios. Dispensar de esta obligación tiene una característica especial
que no tienen otras dispensas de obligaciones del clérigo. La dispensa de la
obligación del celibato en todos los casos está reservada al papa, mientras que
la pérdida del estado clerical la puede conceder una autoridad inferior al papa
(pero la obligación del celibato seguiría firme, a no ser que la dispense el papa).
El canon 291 trata esto último: la pérdida del estado clerical no lleva con-
sigo la dispensa de la obligación del celibato, que solo concede el papa. Esta
dispensa la puede conceder a la vez que la pérdida del estado clerical, o des-
pués. Pero no puede concederla sin perder el estado clerical.
En el canon 290 están los modos de pérdida del estado clerical. Empieza
distinguiendo la distinción sagrada del estado clerical. Se puede perder por:
 Sentencia judicial (vía judicial) o decreto administrativo (vía administra-
tiva) que declara la invalidez de la ordenación (cánones 1708-1712: pro-
ceso para declarar la nulidad de la ordenación). Es decir, nunca existió el
sacramento, por lo que nunca fue ordenado. Realmente, con esto se de-
clara que nunca tuvo el estado clerical. La nulidad de la ordenación puede
provenir de 6 causas (3 por parte del sujeto que lo recibe, y 3 por parte
del ministro):
o Del sujeto que la recibe:
 Que no sea varón.
 Defecto de bautismo (que no esté bautizado).
 Que no tenga intención de recibir el sacramento.
o Del ministro que la administra:
 Que no sea obispo.
 Que no tenga intención de ordenar.
 Si hay defecto sustancial del rito (no emplea la materia y
forma que constituye el signo sacramental: oración consa-
cratoria e imposición de manos).
 Por pena de dimisión o expulsión. Esto es expulsión del estado clerical.
Es una pena gravísima para un clérigo, la mayor sanción que se le puede
imponer. Para que se le imponga esta pena, el clérigo ha tenido que co-
meter un delito, y ha tenido que haber un proceso penal que demuestre
que ha habido delito, que ha sido imputado al clérigo, y que la pena sea
la expulsión. Solo se puede imponer para delitos establecidos por ley uni-
versal. Solo puede ser una pena ferendae sententiae, no latae sententiae.
El código dice que esta pena de expulsión del estado clerical solo puede
ser impuesta por un proceso judicial, y no por vía administrativa, y por un
colegio de 3 jueces. Esto admite algunas excepciones (desde el año 2009,
en que Benedicto XVI concede a la Congregación para el Clero tratar por

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

vía administrativa algunos casos de expulsión del estado clerical, pues es


más rápido esto que la vía judicial). La vía administrativa en estos casos
acaba en Roma en la Congregación para el Clero (aunque se inicia en la
diócesis). Los delitos por los que se puede sancionar con esta expulsión
del estado clerical, establecidos por ley universal y no particular, son 11:
o Canon 1364, 2: apostasía, herejía o cisma, en casos de contuma-
cia prolongada o grave escándalo.
o Canon 927: consagración de una materia sin la otra o ambas fuera
de la celebración eucarística.
o Canon 1367: profanación de las especies consagradas.
o Canon 1370: violencia física contra el romano pontífice.
o Canon 1387: casos más graves del delito de solicitación (el confe-
sor, con ocasión de la confesión, invita al penitente a pecar contra
el 6º mandamiento). Ejemplo: el confesor invita a cometer ese pe-
cado con el propio confesor.
o Canon 1394, 1: clérigo que atenta matrimonio civil, si después de
haber sido amonestado no cambia su conducta y continúa dando
escándalo.
o Canon 1395: clérigo concubinario, que vive establemente de ma-
nera concubinaria. O bien el clérigo que comete un delito contra el
6º mandamiento cualificado por uno de estos elementos:
 Con violencia o amenazas.
 Públicamente.
 Con un menor de 16 años.
o Grabación o divulgación con malicia del diálogo entre el confesor y
el penitente, aunque la confesión sea fingida. Basta con la graba-
ción.
o Atentar conferir el orden sagrado a una mujer.
o Delito contra el 6º mandamiento con un menor de 18 años. En 2010
se introduce esto, aumentando el caso del 1395 hasta los 18 años.
Se equipara al menor la persona mayor con uso imperfecto de la
razón.
o Adquisición, retención o divulgación de imágenes pornográficas de
menores de 14 años.
 Por rescripto de la Sede Apostólica a los diáconos (causas graves) o pres-
bíteros (causas muy graves). Este modo de perder el estado clerical (pro
gratia) no existía en el código de 1917. Es lo que hoy conocemos como
secularización. A partir de 1970 se introduce una praxis: la dispensa de
las obligaciones. En el código actual ha desaparecido la posibilidad de
pedir la nulidad de las obligaciones (como sucedía en el del 1917 para
casos de ordenación por temor o miedo grave), pero sí la dispensa. Se
introduce a comienzos de los años 70 por Pablo VI para salir al paso de
situaciones excepcionales donde no había nulidad de obligaciones (no
había habido miedo grave en la ordenación), sobre todo en sacerdotes
ancianos que ya vivían de manera irregular. Pero posteriormente en la
práctica se amplía mucho, y se aplica a muchos otros casos. En 1979
Juan Pablo II decide interrumpir esta praxis, y no dar ninguna dispensa de
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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

obligaciones. Se interrumpe durante un año, y en 1980 se retoma de otra


manera, con nuevas normas sobre la dispensa. En estas se establece que
solo se puede conceder en dos casos: cuando ha habido en la ordenación
falta de libertad o temor grave, o cuando se trata de presbíteros ancianos
que quieren regularizar su situación para vivir en paz. El estudio se haría
caso por caso, primero en la diócesis, y al final pasa todo a la Santa Sede,
que lo presentaría al papa para que lo conceda.
El canon 292 trata del estatuto de aquél que ha perdido el estado clerical
(por el canon 290 2º y 3º). En este caso el clérigo pierde los derechos propios de
ese estado, y deja de estar sujeto a sus obligaciones (exceptuando lo del canon
291: dispensa del celibato por el papa). No puede ejercer la potestad de orden
(aunque sigue siendo sacerdote, no puede ejercer el ministerio), exceptuando un
único caso (canon 976: confesar a un penitente en peligro de muerte, por el bien
de ese penitente).
El canon 293 contempla la posibilidad de readmisión al estado clerical. Un
clérigo que ha perdido el estado clerical no puede volver a ser clérigo. La expul-
sión es perpetua. Solo cabe una posibilidad excepcional: “pro gratia”, pidiéndolo
a la Sede Apostólica. En todo caso, el clérigo debe pasar por un periodo de
prueba.
5.1.4 Los fieles en la vida consagrada
La vida consagrada está muy disciplinada por el código (más que para el
resto), además de estar regulada por las constituciones y otras normas de cada
instituto. La materia está en el libro II del código, en los cánones 573-746. Divi-
sión:
 Normas comunes a todos los institutos de vida consagrada.
 Relativo a los institutos religiosos.
 Relativo a los institutos seculares.
 Relativo a las sociedades de vida apostólica (que se asemejan a los ins-
titutos de vida consagrada).
Título I: Normas comunes a todos los institutos de vida consagrada
El canon 573 trata de la definición de vida consagrada. Es un canon doc-
trinal. Dice que la vida consagrada consiste en la profesión de los consejos evan-
gélicos de pobreza, castidad y obediencia. Para que haya vida consagrada debe
haber profesión de los 3 consejos evangélicos. Además se pueden profesar
otros, pero necesariamente deben estar estos 3. Esta vida es una forma estable
de vivir (no ocasional o temporal, pues la temporalidad es opuesta a la consa-
gración). Otro elemento es el seguimiento más de cerca a Cristo, para conseguir
la perfección de la caridad. Tradicionalmente a este estado se le llamaba “estado
de perfección” (porque es el estado en que objetivamente se sigue más de cerca
a Cristo). La última característica es que es un estado de entrega a la edificación
de la Iglesia y a la salvación del mundo. La vida consagrada se puede vivir de
forma privada (compromiso que el fiel hace ante Dios, profesando los consejos)
o pública (aquella que la Iglesia reconoce públicamente como estado de vida
consagrada). Esta última puede ser personal o comunitaria. Los institutos de vida

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

consagrada son formas públicas (reconocidas por la Iglesia) de vivir la vida con-
sagrada, pero asociadas.
A estos institutos de vida consagrada se refiere el parágrafo 2. El instituto
de vida consagrada tiene 3 elementos:
 Canónicamente erigidos por la autoridad competente de la Iglesia. El ins-
tituto no lo erigen los miembros, sino la Santa Sede o el Obispo Diocesano
(siendo o de derecho pontificio, o de derecho diocesano).
 Los miembros se consagran (profesan los consejos evangélicos) me-
diante votos u otros vínculos sagrados (promesas, juramentos…). Estos
vínculos deben ser públicos (recibidos oficialmente por la Iglesia). Los vo-
tos se hacen ante Dios (porque son sagrados) en presencia de la autori-
dad de la Iglesia, que los recibe (superior del instituto habitualmente).
 Se rigen por las leyes propias de los institutos.
Sobre el consejo evangélico de castidad habla el canon 599. Al final del
canon aparece la materia del consejo evangélico de castidad: obligación de ob-
servar perfecta continencia en el celibato. En la primera parte del canon están
las motivaciones y el significado. Motivación cristológica (asumido por el reino de
los cielos) y significado escatológico (signo del mundo futuro).
El consejo evangélico de pobreza está en el canon 600. La materia es la
dependencia y limitación en el uso y disposición de los bienes. Dependencia se
refiere a que el consagrado, a la hora de usar los bienes de los que puede dis-
poner, depende del superior. La materia también es la limitación, no solo la de-
pendencia. Esto significa que los bienes que usa son pocos. Así se vive pobreza
de hecho y de espíritu. Y todo de acuerdo con el derecho propio de cada instituto.
Al principio del canon está la motivación (imitación de Cristo).
El consejo evangélico de obediencia está en el canon 601. La materia es
el sometimiento de la propia voluntad a los superiores legítimos (designados con-
forme a la ley). Se somete la propia voluntad porque el superior legítimo “hace
las veces de Dios”. Significa que es mediación de la voluntad de Dios, en el sen-
tido de que Dios quiere que obedezcamos a los superiores (no que el contenido
de cada mandato sea mediación directa de la voluntad de Dios). Hacen la volun-
tad de Dios cuando el superior es legítimo, y manda según las constituciones.
No sería objeto de obediencia, pues, si el objeto del mandato no es conforme a
las constituciones. La motivación está al principio, y es el seguimiento de Cristo
obediente.
Otro elemento común a todos los institutos de vida consagrada es la vida
fraterna, en el canon 602. Es común a todos, pero no en todos se vive igual. En
unos la vida fraterna se concreta en vida en comunidad. En otros no es necesa-
rio, y ahí la vida fraterna se expresa con encuentros frecuentes. Los que tienen
obligación de vivir en comunidad son los institutos religiosos y sociedades de
vida apostólica. Los institutos seculares no tienen esa obligación de vida en co-
munidad (aunque pueden hacerlo). El canon habla de la vida fraterna “propia de
cada instituto”. El fundamento de la vida fraterna es la vocación común: Cristo

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

los ha unido como en una familia peculiar. La finalidad es la ayuda mutua para
cumplir la vocación, y ser signo de reconciliación ante el mundo.
El canon 577 trata de la tipología de los institutos de vida consagrada.
Esta tipología se establece en relación al seguimiento de la vida de Cristo. Apa-
recen 4 tipos:
 Contemplativos: siguen más de cerca a Cristo cuando oran.
 Misioneros: siguen más de cerca a Cristo cuando anuncia el reino de Dios.
 De caridad: siguen más de cerca a Cristo cuando hacen bien a los hom-
bres.
 Seculares: siguen más de cerca a Cristo cuando convive con los hombres
en el mundo cumpliendo la voluntad del Padre.
También hay una tipología de los institutos en relación con el orden sa-
grado. Está en el canon 588. Se dividen en institutos clericales y laicales. Co-
mienza el canon diciendo que la vida consagrada no es clerical ni laical, pero los
institutos (asociaciones de vida consagrada) sí que lo son. El parágrafo 2 habla
de cuándo es clerical un instituto. Tiene que tener 3 características:
 Estar bajo la dirección de clérigos.
 Asume el ejercicio del orden sagrado como parte del carisma fundacional.
 Reconocido como clerical por la autoridad de la Iglesia.
Institutos laicales son los del parágrafo 3: están dirigidos por laicos y no
incluyen en su función propia el ejercicio del orden sagrado, y la Iglesia reconoce
el instituto como laical. Tanto en los clericales puede haber laicos, como en los
laicales clérigos (pero serán la minoría).
El canon 587 trata del derecho propio de cada instituto. Los cánones del
código son comunes a todos los institutos, pero el propio es específico de cada
instituto. No puede haber instituto que no tenga derecho propio, porque este ex-
presa el carisma y la identidad de ese instituto. Es el texto oficial aprobado por
la Iglesia que expresa el carisma. No todo lo que el fundador quiere tiene que
ser aprobado por la Iglesia. Lo aprobado es lo que esté en el derecho propio. El
código fundamental o constituciones tiene que tener lo que hay que observar
según el canon 578 (lo corroborado del fundador por la autoridad eclesiástica).
Puede haber otros códigos menores (según el parágrafo 4 del 587) establecidos
por el propio instituto, que no tienen por qué ser reconocidos por la Iglesia. Deben
ser desarrollo de las constituciones.
La autonomía de los institutos y dependencia respecto a la Iglesia jerár-
quica (Obispo diocesano) está también regulada. El canon 586 reconoce a todos
los institutos de vida consagrada un espacio de autonomía. Se reconoce (no es
que se conceda) una justa autonomía que cada instituto tiene por su naturaleza.
La autoridad solo la reconoce. Esa justa autonomía se reconoce a todos los ins-
titutos, de cualquier tipo. Ese ámbito de justa autonomía se refiere al gobierno.
Dice también la finalidad: para que puedan conservar íntegro el patrimonio pro-
pio. La autonomía es de gobierno y disciplina. La autonomía no es justa si es
reivindicada en otros ámbitos. No es justa tampoco si no tiene como finalidad la

61
Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

de conservar íntegro el patrimonio. El patrimonio es lo aprobado por la Iglesia, y


recogido en las constituciones. Necesitan esta autonomía porque el destinatario
del patrimonio es el propio instituto.
Autonomía de gobierno significa que el instituto está regido por los propios
superiores (no por el obispo), elegidos por el instituto (canon 596).
Autonomía de disciplina es para las normas que rigen el instituto, que han
de ser conforme al carisma. El instituto se da sus propias normas, que deben
estar en armonía con las constituciones.
En cuanto a los ámbitos de dependencia de la autoridad jerárquica, está
en la creación (lo erige la autoridad jerárquica), en la aprobación y modificación
de las constituciones también. En cuanto a la vida ordinaria, en primer lugar ve-
mos la dependencia respecto del Romano Pontífice (canon 590 parágrafo 2). La
dependencia es completa de todos los institutos de vida consagrada. Los deben
obedecer como superior interno del propio instituto, como al resto de superiores
internos. Están obligados a obedecerlos en virtud del vínculo sagrado de obe-
diencia, que vincula al religioso con los propios superiores internos. El Romano
Pontífice es superior interno de cualquier instituto. No hay autonomía respecto al
Romano Pontífice.
La autonomía está en cuanto a los Obispos diocesanos. Es diferente si se
trata de un instituto de derecho diocesano (más dependencia) o de derecho pon-
tificio (menos dependencia). Está en el canon 589 los conceptos de derecho
pontificio o diocesano. Los de derecho pontificio pueden haber sido erigidos (an-
tes no eran institutos de vida consagrada) o aprobados por esta (primero han
sido de derecho diocesano, y luego se aprueba como de derecho pontificio).
El canon 593 trata la dependencia respecto del Obispo. Aquellos de dere-
cho pontificio dependen inmediatamente (el Obispo diocesano no es mediador)
de la Sede Apostólica, y también exclusivamente (el Obispo diocesano no tiene
ninguna potestad). La autonomía respecto del Obispo diocesano para los insti-
tutos de derecho pontificio es total (para los asuntos de gobierno y disciplina). El
canon 679 es la única excepción: intervención en la vida interna, porque prohibi-
ría la residencia en su diócesis a un miembro del instituto (cosa que compete al
superior del instituto, no al Obispo). Puede hacerlo por causa gravísima. El
Obispo debe advertir al superior mayor (provincial o general), y este, habiendo
sido advertido, no toma medidas. En ese caso puede actuar directamente el
Obispo, pero ha de poner el asunto en manos inmediatamente a la Santa Sede.
La dependencia de estos institutos del Obispo diocesano es en el aposto-
lado (canon 678). Habla de tres categorías (cura de almas, ejercicio público del
culto divino, todas las demás obras de apostolado). La razón es que el aposto-
lado está dirigidos a los fieles de la diócesis. Es apostolado externo. En el interno
(dirigido a los miembros del instituto) no están sujetos al obispo diocesano.
El parágrafo 2 habla de que en el apostolado externo los religiosos depen-
den también de sus propios superiores, además de al Obispo diocesano. Es,
pues, doble dependencia. Si hubiera conflicto, el criterio está en el canon: deben
permanecer fieles a la disciplina de su instituto.

62
Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

En cuanto a los institutos de derecho diocesano, la autonomía respecto al


Obispo diocesano en su vida interna y disciplina está en el canon 594. Dice que
está bajo el “cuidado especial” del Obispo diocesano. Se refiere a la vida interna
y disciplina (en el apostolado externo depende igual del Obispo diocesano que
los institutos de derecho pontificio). No se dice que dependan del Obispo dioce-
sano, sino que están bajo el cuidado especial. Tampoco se dice “exclusiva-
mente”, por lo que este cuidado es compartido con la Sede Apostólica. No es
dependencia. Tampoco se dice que “estén sujetos” al Obispo diocesano (que sí
se usa cuando se refiere al apostolado externo). El cuidado especial consiste en
que el obispo diocesano tiene autoridad en la vida interna y disciplina del instituto
en los aspectos que el código se la concede (no en todos los asuntos).
Título II: De los institutos religiosos
A partir del canon 607 están las normas generales sobre los institutos re-
ligiosos (distintos de los institutos seculares y otras formas de vida consagrada).
Esta es la parte a la que se dedican más cánones (607-709), pues es la más
antigua. Hasta 1947 la vida religiosa era la única forma de vida consagrada pú-
blica en la Iglesia, así que toda la tradición canónica era sobre los institutos reli-
giosos.
El canon 607 en el parágrafo 1 se da una descripción de lo que es la vida
religiosa (no los institutos religiosos). Remite a lo que era el concepto de vida
consagrada (canon 573). La vida religiosa subraya algunos aspectos de la vida
consagrada.
Los parágrafos 2 y 3 tratan de los institutos religiosos: agrupaciones apro-
badas por la Iglesia donde se vive públicamente de forma reconocida por la Igle-
sia y asociadamente la vida religiosa. Los elementos propios del instituto reli-
gioso son:
 Sus miembros emiten votos públicos (perpetuos o temporales que hay
que renovar).
 Sus miembros viven vida fraterna en común.
 Testimonio público mediante la separación del mundo.
Acerca de los votos, el voto es el modo con el que se asumen los consejos
evangélicos. Es diferente a la promesa o juramento por el que en otras asocia-
ciones se asumen. La noción de voto está en el canon 1191 (promesa, compro-
miso por tanto, deliberado y libre – voluntario –, hecho a Dios. Su objeto puede
ser cualquier bien posible para la persona que lo hace, y es mejor que compro-
meterse a lo contrario). El voto tiene que ser público para que sea voto religioso
(canon 1192 parágrafo 1), recibiéndolo la Iglesia por medio del superior. La pu-
blicidad del voto deriva del reconocimiento de la Iglesia, no de que la gente lo
sepa.
Sobre la temporalidad del voto temporal, debe ser renovado al finalizar el
plazo. Duran entre 3 y 6 años. El superior puede prorrogar el plazo de tempora-
lidad del voto en casos particulares en un plazo máximo de 9 años. Después de
estos 9 años no se podrían prorrogar más. Se plantea la dificultad de la existen-
cia misma de los votos temporales, porque los votos consagran a la persona, y

63
Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

el religioso de votos temporales es religioso, miembro del instituto, y consagrado.


La consagración, por su naturaleza, es definitiva, no puede ser parcial o tempo-
ral. Tiene que haber entrega de toda la persona, y por ello tiene que asumir los
tres consejos evangélicos. Y si la consagración no es definitiva, tampoco hay
entrega de toda la persona. Durante muchos siglos, la consagración temporal no
existía. La misma redacción del canon indica el sentido de la consagración tem-
poral: son votos que al final del plazo deben ser renovados. Desde el punto de
vista de la intención del que hace los votos temporales, tienen que ser perpetuos
intencionalmente. Por parte del superior tiene que haber en principio una segu-
ridad de que ese candidato llegue a la idoneidad para la profesión perpetua. La
temporalidad es un instrumento jurídico establecido por la Iglesia, para el caso
en que durante el tiempo de votos temporales surjan elementos nuevos que pon-
gan de manifiesto que esa persona no es idónea para permanecer para siempre
en ese instituto.
Además de los consejos evangélicos, se pueden asumir otras virtudes
(cuartos o quintos votos), pero tienen que ser añadidos a los 3 consejos. Estos
subrayan algún elemento o carisma del instituto.
El segundo elemento de los institutos religiosos es la vida fraterna en co-
mún. Implica vivir en la misma casa (techo común) y comunión de bienes. Sobre
la vida comunitaria está el canon 665. Deben residir en su propia casa religiosa
(la que el Superior le ha asignado). Deben residir allí haciendo vida en común.
No se pueden ausentar sin licencia del Superior. Dependiendo del tipo de ausen-
cia, un superior u otro será competente. Hay ausencias prolongadas y no prolon-
gadas (de estas últimas el código no dice nada, lo dirán las constituciones del
instituto. Suele ser el superior local). Para las prolongadas, habla el canon del
Superior mayor. Queda sin regular también la ausencia prolongada para vivir en
una casa del instituto que no sea la propia (lo dirán las constituciones o derecho
propio). La ausencia prolongada para vivir en una casa fuera del instituto (fami-
liar, particular o de otro instituto), el superior competente es el Superior mayor
(provincial o general), que necesita del consentimiento de su consejo, y con justa
causa. La ausencia prolongada no puede ser superior a un año (a no ser por
motivos de enfermedad, estudios encomendados por el instituto, o para ejercer
el apostolado enviado por el instituto). De los motivos por los que el superior
puede conceder esto, se ve la importancia que la Iglesia da a los estudios: tanta
como al apostolado. Para ausencias por más de un año que no cumplen esos
tres requisitos, lo podría conceder la autoridad jerárquica de la que depende el
instituto (Obispo diocesano o Santa Sede).
El parágrafo 2 habla de la ausencia ilegítima del religioso. Establece una
verdadera obligación para los superiores: buscarlo, y que le ayuden a volver. El
Superior no puede permanecer indiferente (ni ayudarle a volver ni echarlo), y
tampoco puede echarlo como primera medida. Debe tratar de recuperarlo, y si
no se puede, expulsarlo del instituto. El canon 696 parágrafo primero establece
la ausencia ilegítima como causa de expulsión.
La vida fraterna en común comporta también la comunión de bienes: ca-
non 668. En el parágrafo 3 dice que el religioso tiene que poner a disposición de

64
Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

la comunidad todos los bienes que adquiera en cuanto religioso. Al mismo


tiempo, el religioso vive de los bienes de la comunidad. Lo único que queda ex-
cluido y podría adquirir para él es lo que reciba por otra vía (vía personal, como
por ejemplo una herencia familiar). En ese caso, se ve el parágrafo 1. Tienen
que haber hecho la cesión de la administración de sus bienes (que no es fiarle
la propiedad de sus bienes). Si recibe bienes posteriormente a título personal,
no puede administrarlos él, sino aquel que es administrador de sus bienes. Tiene
la propiedad, pero no el uso ni la administración.
Algunos institutos religiosos exigen a sus miembros renunciar totalmente
a poseer bienes, incluso los que tenía antes de ser religioso o que reciba a título
personal de la familia. Los parágrafos 4 y 5 tratan del tema. Antes de la profesión
perpetua tiene que renunciar a ello y dárselos a quien disponga. Lo que adquiera
después de la renuncia pertenece al instituto, porque pierde la capacidad de ad-
quirir y poseer, pasando al instituto. Esto solo sucede para los miembros de los
institutos que exigen esto para el voto de pobreza.
El último elemento de los institutos religiosos es la separación del mundo,
que está en el canon 667 parágrafo 3. La finalidad no es desprecio del mundo,
sino testimonio de que Dios es el único bien. Esta separación del mundo ante
todo es teológica: desapego interior de las realidades del mundo. Pero tiene que
ser también sociológica, expresarse con el estilo y modo de vida. Las manifesta-
ciones externas son distintas dependiendo del instituto. El apartamiento del
mundo tiene dos manifestaciones externas:
 Clausura.
 Hábito.
Los institutos seculares, cuya característica es la consagración en medio
del mundo, no tienen estas manifestaciones externas, pues están dentro del
mundo. La clausura está regida por el canon 667. Establece varios tipos de clau-
sura. El parágrafo 1 es la clausura común, común a todos los institutos religiosos.
Es el tipo menor de clausura: al menos una parte de la casa está reservada solo
a los miembros del instituto, nadie puede entrar. El parágrafo 2, hablando de los
monasterios masculinos de vida contemplativa (dicho implícitamente, por la dife-
rencia en el parágrafo 3), habla de disciplina más estricta que la del parágrafo 1,
que será la que esté en sus propias constituciones. Para los femeninos de vida
contemplativa está el parágrafo 3. Si son de vida íntegramente contemplativa, es
clausura papal (las normas las da la Santa Sede). Si no son de vida íntegramente
contemplativa (tienen cierto apostolado externo), tienen clausura constitucional
(adaptada al carisma propio, en sus constituciones).
Acerca del hábito está el canon 669. Obligatorio para todos los institutos
religiosos, como signo de consagración y de pobreza.

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

5.2 La constitución jerárquica de la Iglesia


5.2.1 La organización del gobierno de la Iglesia universal
La autoridad suprema de la Iglesia reside en el Romano Pontífice y en el
Colegio Episcopal (ambas de derecho divino). Son dos sujetos inadecuadamente
distintos (no absolutamente distintos), porque del Colegio Episcopal forma parte
el Romano Pontífice a título de cabeza, no como un miembro más. No puede
haber oposición entre ambos sujetos. El canon 330 detalla estos dos sujetos.
Este es un canon doctrinal, tomado de LG 22. Afirmaciones:
 El Colegio Episcopal perpetúa el Colegio Apostólico, por determinación
divina. Esta determinación divina se fundamenta en la sucesión apostó-
lica. El Papa sucede personalmente a Pedro, y los obispos suceden cole-
gialmente a los Apóstoles.
 Relación primado – episcopado es una relación semejante a la habida
entre Pedro y los demás apóstoles. No es relación de igualdad absoluta
entre ellos, pues el sucesor de Pedro tiene una función específica, que el
Señor encomendó específicamente a Pedro y no al resto de los apóstoles.
El artículo I habla de la estructura primacial (331-335) y el artículo II de la
episcopal.
El canon 331 trata del oficio primacial del Romano Pontífice. Habla de su
contenido y su fundamento. El fundamento de la potestad del Romano Pontífice
es que permanece la función que el Señor encomendó singularmente a Pedro.
Al final del canon aparecen las características de la potestad (el contenido del
oficio primacial en la Iglesia):
 Potestad ordinaria. Va unida al oficio de Romano Pontífice. Así pues, no
se recibe de ninguna autoridad humana. Los cardenales, al elegirlo, de-
signan a la persona, pero no le conceden la potestad, sino que va unida
al oficio.
 Suprema. No está sujeto a nadie, es la máxima autoridad en la Iglesia. El
hecho de que el Papa sea el jefe del Estado de la Ciudad del Vaticano
quiere ser expresión también de esto, de que no esté sujeto a ninguna
otra autoridad, teniendo libertad para ejercer su misión espiritual. Esta au-
toridad significa que no puede ser juzgado por nadie: canon 1404. Esto
es de derecho divino. Como consecuencia, no cabe apelación –impugna-
ción de una sentencia– ni recurso –impugnación de un decreto– contra
los actos del Romano Pontífice: canon 333 parágrafo 3.
 Plena. No le falta ninguna parte de la potestad, tiene toda la potestad le-
gislativa (puede dictar leyes), ejecutiva (toda la organización administra-
tiva de la Iglesia está sujeta al Romano Pontífice. También toda la admi-
nistración económica de la Iglesia, como se ve en el canon 1256 y 1273)
y judicial (es el juez supremo de toda la Iglesia, y puede dictar sentencia
personalmente o a través de los tribunales ordinarios de la Santa Sede:
Rota Romana y Signatura Apostólica. Puede decidir que él juzga cualquier
causa –avocarse una causa–, y se reserva personalmente las causas del

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

canon 1405. El canon 1417 indica que es derecho del fiel llevar ante la
Santa Sede cualquier causa).
 Inmediata. La puede ejercer directamente, sin intermediarios. Este ejerci-
cio directo se ejerce reforzando la autoridad del Obispo diocesano. Ambos
son autoridades inmanentes en cada Iglesia particular: una refuerza a la
otra, no se ocultan entre sí: canon 333 parágrafo 1.
 Universal. Se extiende a toda la Iglesia sin ningún límite.
 La puede ejercer libremente. Es potestad libre en su ejercicio, no depende
de nadie a la hora de ejercer su potestad, ninguna autoridad civil ni ecle-
siástica.
El canon 332 trata de la provisión del oficio. Tres requisitos se han de
cumplir:
 Elección legítima del candidato: de acuerdo con las normas que regulan
la elección. Es una normativa específica, no general, que no está en el
código, sino en la constitución apostólica del Papa Juan Pablo II “Universi
Dominici Gregis”, del 22 de febrero de 1996.
 Aceptación de la elección por el elegido.
 Consagración episcopal. Si no está consagrado obispo no tiene la potes-
tad suprema.
Acerca de Universi Dominici Gregis, los electores son los cardenales me-
nores de 80 años antes del día en que queda vacante la Sede Apostólica. El
número máximo de electores es de 120 cardenales. Se excluye explícitamente
cualquier otro elector (concilio ecuménico, sínodo de los obispos…). Se debe
reunir el cónclave en un plazo máximo de 20 días desde que queda vacante la
Sede Apostólica, con todos los cardenales presentes en Roma. Si algún cardenal
elector llega más tarde, se le admite en el cónclave en el momento en que esté.
El Cónclave es la reunión de los cardenales electores. Las votaciones tienen
lugar en la Capilla Sixtina. Se caracteriza por la incomunicación absoluta con el
exterior (nº 44). Si alguno tuviese necesidad urgente de algún tipo de comunica-
ción, tendría que someterlo a una congregación de 4 cardenales. Hay obligación
de guardar secreto, incluso después de la elección, a no ser que el Papa levante
esa obligación (nº 60). Respecto de la forma de elección, tradicionalmente había
3 modos:
 Aclamación (por inspiración). Era una elección unánime de viva voz por
parte de todos los cardenales, sin previo acuerdo. Está suprimida en la
actualidad, pues no es adecuada para expresar la opinión de un colegio
tan grande.
 Por compromisarios (grupo reducido de cardenales a los que se faculta
para que ellos elijan). Para que este modo se diera, al menos 2/3 de los
cardenales deben estar de acuerdo en esto. Está suprimido ahora este
modo de elección, pues comporta falta de responsabilidad de los electo-
res.
 Por escrutinio (voto personal secreto y escrito). La mayoría requerida son
2/3 de los votos de los cardenales presentes. La constitución preveía un

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

caso en que podía ser elegido por mayoría absoluta (mitad más uno), si
se hubiese llegado a la votación 34. Esto fue modificado por un motu pro-
prio del 11 de junio de 2007 por Benedicto XVI, que dice que en la votación
34 se siguen requiriendo 2/3. Después de esta votación, solo pueden ser
elegidos los dos que hayan obtenido mayor número de votos en la vota-
ción anterior, pasando a una votación sobre dos nombres, y estos dos no
podrían votar. Pero a partir de la votación 35 se siguen requiriendo 2/3.
Es necesaria la aceptación del elegido (nº 86). Universi Dominici Gregis
es muy prolija y detallada, buscando regular todos y cada uno de los detalles.
Cuando se elige al Romano Pontífice, no hay en la Iglesia autoridad suprema, ni
tampoco del colegio episcopal. Por ello debe estar todo detallado por la autoridad
suprema cuando la había. También esta constitución tiene muchas leyes invali-
dantes, de hecho casi todas. Esto es así para urgir todavía más su cumplimiento.
Un ejemplo se ve en el número 76.
El canon 332 parágrafo 2 trata la cesación del Romano Pontífice. Su po-
testad cesa por la muerte (lo cual no está dicho, pero es obvio. Universi Dominici
Gregis sí que lo establece) o bien por la renuncia. La renuncia es posible, como
para todo oficio eclesiástico. Es una norma invalidante, y requiere dos requisitos:
 Renuncia libre.
 Sea manifestada formalmente. Debe ser un acto externo, con una forma-
lidad determinada (la que el Papa quiera).
Benedicto XVI renunció al oficio, y eligió como formalidad el anuncio en
un consistorio ordinario público de cardenales, para causas de canonización. Al
final del mismo, hizo pública su renuncia.
Esta renuncia no necesita aceptación, porque no hay autoridad superior
que la pueda aceptar. La renuncia es eficaz a partir del momento en que el papa
lo decida. En el caso de Benedicto XVI, puso el día y la hora exacta en que la
renuncia era eficaz, perdiendo el oficio de Romano Pontífice.
En el caso del “papa demente” (que no tiene uso de razón), el papa no
podría renunciar. Tampoco puede ser depuesto, porque ninguna autoridad su-
perior puede deponerlo. Esto se resuelve desde el punto de vista de la doctrina,
no de la ley. Si el papa tiene demencia cierta (no dudosa) y perpetua (irrecupe-
rable), en ese caso pierde ipso facto el oficio primacial. No hace falta que renun-
cie. Lo pierde por el mismo hecho de incurrir en esa circunstancia (demencia
cierta). Es una incapacidad natural, radical y perpetua para el oficio. El modo de
proceder sería que un equipo médico internacional lo declarara como tal, y a
continuación los cardenales tienen que constatar el hecho (que no es una depo-
sición), debido a que ellos también son los encargados de constatar la muerte si
se diera, y luego convocarían el cónclave.
Los cánones 333-334 tratan cuestiones del gobierno del Romano Pontí-
fice: criterios fundamentales del ejercicio. El canon 333 parágrafo 1 es la relación
del Romano Pontífice con las Iglesias particulares y sus agrupaciones (provin-
cias eclesiásticas y conferencias episcopales). Como la potestad del Papa es
suprema e inmediata, tiene toda la potestad ordinaria sobre todas las Iglesias

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

particulares y sus agrupaciones. El oficio de Romano Pontífice es inmanente a


toda Iglesia particular, como el Obispo diocesano. Ambos oficios son de derecho
divino, no se pueden anular ni disminuir. Se articulan tal y como lo dice el canon:
con la potestad primacial se fortalece y se defiende la potestad del Obispo, que
tiene las mismas notas: propia, ordinaria e inmediata. Un discurso del Papa Fran-
cisco del 17 de octubre de 2015 trata esto en uno de los puntos, citando la ex-
hortación apostólica Evangelii Gaudium 16, 32. Dice que “no es conveniente que
el papa reemplace a los episcopados locales en el discernimiento de las proble-
máticas que ocupan a sus territorios”.
En el parágrafo 2 de este canon está la comunión del Romano Pontífice
con los demás Obispos y con la Iglesia universal. Aparecen dos cuestiones:
 De tipo doctrinal: el Romano Pontífice, al ejercer su oficio, está siempre
unido por la comunión con los demás obispos y con toda la Iglesia, porque
el Romano Pontífice forma parte de la Iglesia con una función singular, y
es ser su cabeza.
 De tipo práctico: compete al Romano Pontífice la determinación del modo
de ejercer el oficio primacial, que puede ser personal o colegial. Modo
personal es que él directamente lo ejerce, y el colegial es que lo ejerce él
con la ayuda del colegio episcopal o de otras personas.
El canon 334 trata sobre el modo colegial de ejercer el oficio de Pastor
supremo. A disposición del Romano Pontífice en el ejercicio de Pastor supremo
están los obispos en primer lugar. Pueden prestarle su cooperación de distintas
maneras. Una de las formas más eminentes de colaboración con el ejercicio del
oficio del papa es el Sínodo de los Obispos. Le ayudan también los Cardenales,
cuya función es colaborar y elegir al Romano Pontífice. También otras personas
o instituciones. Aquí está la Curia Romana, que colabora con el Romano Pontí-
fice de acuerdo con las necesidades de los tiempos. Todas las personas e insti-
tuciones a las que se refiere este canon cumplen la función que se les enco-
mienda en nombre del Romano Pontífice y con su autoridad.
El canon 335 trata de la Sede vacante o impedida. La Sede vacante es
cuando no hay titular, por muerte o por renuncia (no hay Papa). El principio fun-
damental es que nada se ha de innovar. Esto es así porque no estando el titular
de la Sede, no se puede tomar decisiones que puedan perjudicar a la Sede
cuando tenga titular. No es solo cuestión de prudencia de gobierno en el caso de
la Sede romana, sino que es cuestión teológica: no hay autoridad suprema. Por
ello, nadie puede realizar actos que estén reservados a la autoridad suprema,
porque no la hay. Nadie tiene autoridad para innovar. Deben observarse las leyes
especiales dadas para esos casos. Está en Universi Dominici Gregis, en su pri-
mera parte. Ahí se dice:
 Nadie puede tomar ninguna decisión que comprometa la autoridad su-
prema.
 Las decisiones ordinarias, que no comprometen a la autoridad suprema,
asuntos inaplazables, ordinarios, de trámite, que no requieren el ejercicio
de la suprema potestad, corresponde al colegio de cardenales. Esto se

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

hace a través de las congregaciones de cardenales que se celebran en


Roma durante la Sede vacante. Están presididas por el cardenal de
Roma, y forman parte de estas todos los cardenales que están en Roma
en ese momento (convocados están todos). Está expresamente excluido
modificar las normas sobre la elección del Papa.
Acerca de la Sede impedida, significa que la Sede no está vacante, el
Papa está en su oficio, pero está totalmente impedido para ejercerlo. Se trata de
un impedimento temporal. Estar totalmente impedido significa que no se puede
comunicar en modo alguno con nadie de la Iglesia. Ejemplo: un secuestro. Para
este caso no hay ninguna ley dada. Para la sede diocesana impedida sí hay
normas. Mutatis mutandis podrían aplicarse estas normas para la Sede romana.
El artículo II trata sobre el colegio episcopal. El canon 336 enuncia que es
sujeto de la potestad suprema, y dice quiénes son los miembros de este sujeto.
Los miembros son el Romano Pontífice como cabeza, y luego todos los obispos
con dos características:
 Consagración sacramental.
 Comunión jerárquica.
Todos los obispos de la Iglesia católica cumplen estos requisitos. La co-
munión jerárquica se expresa cuando un obispo es ordenado a través del man-
dato pontificio. Es el mandato que el papa da para que ese papa sea ordenado.
El mandato pontificio es expresión de la comunión jerárquica. Un obispo orde-
nado sin mandato pontificio es un obispo ordenado fuera de la comunión jerár-
quica, y no forma parte del colegio episcopal. La comunión jerárquica puede per-
derse posteriormente, cuando el obispo incurre en cisma, herejía o apostasía.
Dejaría de formar parte entonces del colegio episcopal.
También se dice que el colegio episcopal es también sujeto (quiere decir
que hay otro sujeto: el Romano Pontífice. Son sujetos inadecuadamente distin-
tos) de la potestad suprema. Se da siempre unidad en el ejercicio de la potestad
suprema entre ambos sujetos.
El tercer elemento del canon es el fundamento de por qué el colegio epis-
copal es sujeto de la potestad suprema, y es porque en este colegio persevera
el cuerpo apostólico.
El colegio episcopal existe siempre, pero no está constantemente ejer-
ciendo esta potestad. El canon 337 lo explica. En los dos primeros parágrafos
están los dos modos de ejercicio de la potestad suprema: el concilio ecuménico
(modo solemne e institucionalizado de ejercicio de la potestad suprema del co-
legio episcopal), y también mediante la acción conjunta de los obispos dispersos
por el mundo (y no reunidos, como sería el concilio). En este caso, la acción
conjunta debe ser promovida por el papa, o libremente aceptada por él, para que
sea un acto verdaderamente colegial. El parágrafo 3 dice que el Papa es quien
determina el modo según el cual en cada momento el colegio de los obispos
ejerce esta función. Le corresponde al papa porque es la cabeza del colegio, y
el criterio son las necesidades de la Iglesia, no puede ser una determinación
arbitraria o subjetiva.

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

“Acción colegial”, “colegialidad”, son dos términos con significados dife-


rentes. En sentido jurídico estricto, la colegialidad es el ejercicio de la potestad
suprema sobre toda la Iglesia del colegio episcopal. Para que se dé un acto co-
legial y se ejerza la colegialidad, la tiene que ejercer todo el colegio episcopal.
La colegialidad en sentido amplio (la más usada) son manifestaciones parciales
de esa colegialidad en sentido estricto. Son manifestaciones parciales, porque
no se ejerce la potestad suprema del colegio episcopal sobre toda la Iglesia. Son
actos de autoridad de un grupo de obispos sobre una porción de autoridad (do-
cumentos de autoridad de una conferencia episcopal. Esto pueden hacerlo en
virtud de la autoridad pontificia, que delega esta autoridad para determinadas
decisiones y casos), o bien no son actos de autoridad (documentos orientativos).
Los cánones 338-341 regulan el concilio ecuménico, el modo solemne de
ejercicio de la potestad del colegio. No se identifican colegio episcopal y concilio
ecuménico. Este último es una institución de derecho positivo como instrumento
para ejercer la potestad del colegio episcopal (este último sí es de derecho di-
vino).
El canon 338 regula el concilio ecuménico y las atribuciones exclusivas
del Romano Pontífice sobre el concilio, que derivan de su capitalidad del colegio
episcopal. La primera función es la convocatoria. Después la presidencia (per-
sonal o por medio de otros). Luego también el trasladarlo, suspenderlo (cesación
temporal de los trabajos con intención de reanudarlos), disolverlo (cesación an-
ticipada, sin intención de reanudarlo). Mientras el concilio está suspendido, el
colegio episcopal no tiene ninguna autoridad como concilio. Cualquier acto sería
inválido. Le corresponde al Papa también aprobar los decretos.
En el parágrafo 2 indica que le corresponde también determinar las cues-
tiones. Las puede establecer personalmente, o aceptando cuestiones que los
padres conciliares propongan.
El canon 339 trata de los miembros y la potestad del concilio ecuménico.
Los miembros del concilio son los obispos miembros del colegio episcopal (pues
es un acto de la potestad colegial). Los obispos tienen voto deliberativo (no con-
sultivo, que es mera opinión), voto que concurre a formar la decisión. El voto
deliberativo es el ejercicio de la potestad (el consultivo no, pues es para que el
superior ejerza la potestad).
El parágrafo 2 habla de que otros que no son obispos pueden ser llamados
a participar, y la autoridad suprema debe establecer su función (que siempre
será consultiva, en ningún caso deliberativa).
El canon 340 explica lo que sucede en caso de Sede vacante durante la
celebración del concilio. El concilio queda interrumpido por el propio derecho.
Nadie toma la decisión de interrumpirlo, pues no hay autoridad que pueda tomar
esa decisión. El nuevo Sumo Pontífice debe decidir continuarlo o disolverlo. Todo
acto realizado durante ese tiempo sería inválido.
El canon 341 está la intervención personal del Papa en el concilio. Para
que los decretos (cualquier documento) del concilio tengan valor y sea acto del
colegio episcopal, tienen que tener triple intervención del papa:

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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu

 Aprobación del Papa, junto con los padres conciliares. El papa da su pro-
pio voto afirmativo a esta cuestión.
 Tiene que ser confirmado por el Papa.
 Tiene que ser promulgado por mandato suyo.
En la práctica, estos tres actos del Papa se han hecho de forma unitaria.
Su voto lo ha dado siempre al final. El parágrafo 2 trata de la intervención del
Papa en el caso de los obispos dispersos por el mundo (el otro modo de ejercer
la potestad del colegio episcopal). Necesita la misma confirmación y promulga-
ción que necesitan los decretos del concilio ecuménico. El colegio episcopal
nunca puede actuar sin la cabeza.

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