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DERECHO CANÓNICO
Tema 1: Introducción
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Derecho canónico Roberto Serres López de Guereñu
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Manual de Ghirlanda, 85-97
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Tras 100 años de haber sido promulgado, el juicio global es muy positivo,
porque facilitó el conocimiento de la ley de la Iglesia, facilitando así su cumpli-
miento. También facilitó el estudio. Además, significó un empuje pastoral grande
en la vida de la Iglesia. También se vieron deficiencias, como por ejemplo la
sistematización (títulos de los 5 libros, etc.), que no se adapta perfectamente a
la naturaleza de la Iglesia. Otro límite de este código era el planteamiento clerical
del código, en el que los laicos apenas aparecían.
Se elabora un nuevo código, el código de 1983. Se elabora un nuevo có-
digo, en primer lugar, por las aportaciones del Concilio Vaticano II, que renueva
toda la vida de la Iglesia y su disciplina.
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Prefacio del CIC, página 65 y siguientes
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Actualmente se pueden recurrir los actos de los obispos al correspondiente Dicasterio de la Curia Ro-
mana, y las decisiones de este al Tribunal supremo de la Iglesia, la Signatura Apostólica.
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Página 46 en adelante del CIC
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España con la Santa Sede tiene un acuerdo básico (28 de julio de 1976) y los acuerdos jurídico, de ense-
ñanza y de asuntos culturales, económico, y de asistencia a las fuerzas armadas, con fecha del 3 de
enero de 1979.
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El acuerdo básico habla del principio de respeto mutuo (relación positiva) y autonomía (autogobierno y
poder de decisión). Esto significaba que la Iglesia renunciaba a sus privilegios (en concreto, al privilegio
del fuero, por el que los clérigos no podían ser juzgados en un tribunal civil, sino eclesiástico, a menos
que el obispo diera autorización), y España renunciaba al privilegio de presentación y veto de obispos.
Los otros acuerdos:
Jurídico: reconoce personalidad jurídica de la Iglesia, y a sus instituciones. Se reconoce también
el matrimonio canónico como civil.
Enseñanza y asuntos culturales: hace referencia a la asignatura de religión y moral católica.
También rige el acuerdo con las universidades eclesiásticas.
Económico: habla de la financiación de la Iglesia. Dice que el Estado deja de ser el que directa-
mente aporta a la Iglesia católica, siendo los fieles quienes la sujeten. El gobierno facilitará que
los fieles puedan aportar (ahora se concreta en la X de la renta).
Asistencia religiosa a las fuerzas armadas.
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ley se conozca, se estudie, y una vez se conozca empiece a obligar. Ese plazo
entre la creación de la ley y la entrada en vigor es un plazo en que la ley existe
pero no obliga. Ese plazo de tiempo se llama “vacatio legis”. Durante ese tiempo
no se está sin ley, sino que se sigue aplicando la ley antigua aunque la nueva ya
exista.
La ley universal entra en vigor tres meses después de la promulgación
(fecha que indica el número de la revista de la Santa Sede). Puede haber
excepciones (que la ley obligue inmediatamente por la misma naturaleza
del asunto. Por ejemplo, una ley que exprese el derecho divino, que tam-
bién obligaría incluso antes de que se estructurase como ley. Otra excep-
ción es que en la misma ley se establezca una vacación más larga o
breve, dependiendo del tiempo que lleve conocer bien la ley).
Las leyes particulares entran en vigor un mes después (ordinariamente
son más sencillas que las universales), a no ser que el obispo establezca
otro plazo.
El canon 9 trata de la irretroactividad de la ley. La ley no se aplica a los
hechos pasados, a los sucedidos antes de la entrada en vigor de la ley. Se juzgan
los actos con la ley que existía en el momento en que sucedió. Por eso la ley es
para los hechos futuros, que suceden cuando la ley existe. Tempus regit actum.
Un acto es legítimo o ilegítimo de acuerdo con la ley de ese momento, no con la
ley actual.
Si la ley dice explícitamente que se aplica también a los hechos pasados
sería la única manera de que afecte a estos. Si no ocurre esto no afecta. Estas
leyes tienen que ser leyes que sean más favorables para el fiel (ejemplo: c.1313:
en derecho penal el delito se juzga según la ley más favorable para el reo).
En el canon 10 se trata de un tipo particular de ley: la ley invalidante o
inhabilitante. Dice que no todas las leyes son de este tipo, solamente algunas,
pocas, son así. Son leyes en las que el acto contrario a la ley lo hacen nulo (no
consigue el efecto intentado). Por lo general, un acto contrario a una ley (ejemplo:
desobediencia a la ley) no necesariamente va a ser nulo, sino ilícito o ilegítimo
(acto válido, pero ilícito). Será nulo si la ley expresamente es invalidante o inha-
bilitante. Ejemplo de la profesión religiosa: si se desobedecen sus leyes no ne-
cesariamente la profesión religiosa es inválida. Sí ilegítimo.
En la ley tiene que decirse expresamente que el acto contrario a esa ley
es un acto nulo, o la persona inhábil para realizar ese acto, para que el acto sea
nulo. Si no se dice expresamente esto, el acto contrario es válido.
Hay diferencia entre leyes invalidantes y leyes inhabilitantes (aunque su
efecto es el mismo: es nulo):
La ley invalidante hace nulo el acto directamente, independientemente de
la persona que realice el acto. Ejemplo: forma canónica para la celebra-
ción del matrimonio (c.1108).
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Sobre la “interpretación doctrinal” (que dan los autores cuando hay una
ley oscura) habla el canon 17. Criterios:
Criterio principal: el significado propio de las palabras, en el texto y con-
texto (el conjunto del canon, del código, y el conjunto de la fe y la vida de
la Iglesia).
Criterio subsidiario: recurrir a lugares paralelos (otros cánones del código
que tratan de la misma materia, o ver cómo el legislador ha regulado esto
fuera del código), fin y circunstancias de la ley, y la intención del legislador.
El canon 18 trata de aquellas leyes que están sujetas a interpretación es-
tricta, que es aquella que abarca el contenido mínimo posible, respetando las
palabras de la ley, de modo que se aplique a los menos casos posibles. Leyes
sujetas a interpretación estricta son las que se llamaban “leyes odiosas” (que
suponen un perjuicio para la persona). De tres tipos de leyes habla el canon:
Ley penal (la que establece una pena).
Ley que coarta el libre ejercicio de los derechos (no permite al fiel obrar
libremente).
Ley que contiene una excepción a otra ley (se interpreta estrictamente la
excepción, para que la ley se aplique sin la excepción en los mayores
casos posibles).
Un ejemplo de ley pena con interpretación estricta sería el c.1367.
El canon 19 trata de las lagunas de la ley. Son casos en los que el superior
tiene que tomar una decisión, pero para ese caso no hay una ley que responda
a esa situación. Cuando no hay una ley concreta que aplicar, tiene que suplir la
ley con los elementos que le da el derecho para hacer eso. La decisión, por tanto,
la toma de acuerdo con la ley, y no de acuerdo a su mera opinión. ¿Cómo se
suple la ley? Dice el canon como criterios de suplencia de la ley que:
El superior debe atender a leyes dadas para casos semejantes.
Principios generales del derecho aplicados con equidad canónica.
Jurisprudencia y práctica de la Curia Romana.
Opinión común y constante de los doctores.
El canon 20 y 21 tratan sobre la cesación de la ley. La ley posterior abroga
o deroga la anterior solo en 3 casos:
Si lo establece la ley nueva de manera expresa, o implícitamente cualquier
ley contraria.
Si no se dice expresamente, en caso de ser directamente contraria a la
antigua (si se cumple la nueva, no puede cumplirse la anterior).
Si la ley nueva ordena completamente la materia que era objeto de la ley
anterior. En este caso no son directamente contrarias, pero la ley nueva
regula toda la materia que regulaba la ley anterior.
Al final del canon habla de la relación entre ley universal y particular. La
ley universal nueva no deroga el derecho particular antiguo, a no ser que la
nueva expresamente diga que deroga también la ley particular.
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que haber petición del interesado. El objeto del rescripto es siempre una gracia.
Se trata de adaptar la ley a una situación concreta. Puede ser necesario porque
la ley, por su propia naturaleza, es general y mira a la generalidad de los casos.
El rescripto lo emite la autoridad ejecutiva, porque en el fondo es aplicar la ley.
Es también un documento escrito.
Para que el rescripto sea válido los motivos que lo sustentan deben ser
verdaderos. Si los motivos no son verdaderos, se aplica el canon 63. Si en la
petición del rescripto se oculta (subrepción) algún aspecto esencial del hecho, el
rescripto sería inválido. También lo hace inválido si se expone algo falso. Se falta
a la verdad exponiendo algo falso (parágrafo 2). Si todas las causas que mueven
al superior a dar el rescripto son falsas entonces es nulo (basta que uno sea
verdadero para que sea válido el rescripto).
Privilegios y dispensas son gracias concedidas particulares en favor de
personas determinadas. Es ejercer la justicia en un caso concreto. El privilegio
es una situación permanente de no aplicación concreta de alguna ley (exención
permanente) en la que se coloca a una persona, mientras que la dispensa es
una exención de la ley temporal, no es situación estable y permanente. Además,
el privilegio supone la posibilidad de hacer algo positivo que por ley no se podría
hacer. La dispensa, sin embargo, es la posibilidad de no hacer algo que por ley
se está obligado a hacer. El privilegio lo concede la potestad legislativa pese a
ser acto ejecutivo. La dispensa, en cambio, la concede la potestad ejecutiva. Los
privilegios son excepcionales, mientras que la dispensa es más habitual.
El canon 85 establece el concepto de dispensa, que es “relajación de una
ley” (esto es: deja de obligar en un caso concreto). La única ley que admite dis-
pensa es la de derecho positivo eclesiástico, no la ley divina (que es siempre
aplicable). Aquellos a quienes compete la potestad de dispensar a quien se re-
fiere el canon son los que no tienen potestad ejecutiva (pues quienes la tienen
siempre tienen potestad de dispensar. La potestad ejecutiva es más amplia que
la potestad de dispensar). El derecho concede potestad para dispensar al pá-
rroco para determinadas leyes en su parroquia (pero no tiene potestad ejecutiva).
En cuanto a los autores de la dispensa, la Santa Sede siempre puede
dispensar de cualquier ley eclesiástica. El canon 87 habla de la potestad de dis-
pensa del obispo diocesano. Es un ámbito amplio. Puede dispensar a los que
están bajo su jurisdicción de las leyes disciplinares tanto universales como par-
ticulares, pero no de las leyes procesales o penales (pues en esas leyes están
implicados los derechos de otras personas), o aquellas leyes cuya dispensa está
reservada a la Sede Apostólica.
En cuanto a la potestad de dispensa del ordinario del lugar (vicarios epis-
copales y generales), el canon 88 lo trata. Este solo puede dispensar de la ley
particular (diocesana, de la conferencia episcopal, de un concilio regional o pro-
vincial…). Pero de la ley universal un vicario no puede dispensar.
La potestad de dispensa del ordinario (concepto más amplio, que com-
prende tanto obispo diocesano, como vicarios episcopales y generales, y supe-
riores mayores de institutos religiosos clericales y de derecho pontificio) es una
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tianos, que el código reconoce. El bautizado no tiene todos los derechos y debe-
res, sino que puede tener ciertas limitaciones. Por eso habla el canon de que hay
que tener en cuenta la condición de cada uno (laico, sacerdote…), la comunión
eclesial (hay bautizados que no están en comunión eclesial, y por ello no tienen
todos los derechos y deberes, bien porque nunca los han tenido – protestantes
– o bien porque los pierden – apóstatas), o porque tengan alguna sanción. Los
cánones 206 y 768 tratan sobre la situación eclesial del catecúmeno (intermedia
entre el bautizado y el pagano).
Los cánones 97-112 tratan de la limitación de las personas físicas en ra-
zón de su condición canónica. El primer elemento que determina la condición
canónica de la persona es la edad (en el canon 97). Hay tres distinciones en
función de la edad: persona mayor (ha cumplido 18 años), persona menor (no
ha cumplido 18 años), y dentro de las menores, los infantes (no ha cumplido 7
años, a los que se considera sin uso de razón). La presunción del uso de razón
por debajo de los 7 años es una presunción “iuris et de iure” (no admite prueba
en contra. Aunque en algún caso antes de los 7 años tuviese uso de razón, en
derecho siempre se le va a considerar sin uso de razón). Superados los 7 años
se presume que tiene uso de razón. Esta es una presunción “iuris tantum” (ad-
mite prueba en contrario).
Para entender cómo incide la edad en la condición jurídica de la persona,
el canon 98 habla de ello. La persona mayor ejerce personalmente todos sus
derechos (pleno ejercicio de sus derechos). La persona menor también tiene sus
derechos (como la mayor). La diferencia está en el ejercicio: la menor los ejerce
mediante la dependencia de otra persona (padres o tutores). Respecto a la de-
signación de un tutor (cuando lo necesita y cómo se lo designa), pide que se
observe el derecho civil (es decir, está canonizando ahí el derecho civil en lo que
respecta a este caso). El obispo puede ver en casos concretos la necesidad de
nombrar otro tutor distinto al civil para asuntos de la Iglesia. En algunos casos
también el menor puede ejercer personalmente sus derechos (superada la infan-
cia), en aquellas materias en las que estén exentos de la potestad de los padres
o tutores. La exención puede venir del derecho divino (por ejemplo: derecho para
recibir el bautismo) o del derecho canónico.
Sobre la condición canónica de la persona en razón de la mente habla el
canon 99. El que no tiene uso de razón no es dueño de sí mismo nunca a efectos
del código (ni siquiera cuando tenga intervalos de lucidez), y por ello se le con-
sidera como un infante.
La condición de la persona física también depende del lugar de residencia
(cánones 100-107). El canon 100 define la persona física en razón del lugar de
residencia. Hay dos figuras en relación con la residencia: domicilio y cuasidomi-
cilio.
Respecto de la adquisición de estas figuras, habla el canon 102. Para ad-
quirir el domicilio (parágrafo 1) hacen falta dos elementos:
Residencia: que viva allí.
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lo son así, son personas jurídicas por decreto de la autoridad. Para que la auto-
ridad pueda dar ese decreto tiene que reunir algunas condiciones. El parágrafo
3 del canon 114 trata de esos presupuestos:
Fin, que debe ser eclesial, y verdaderamente útil. Esta utilidad se refiere
al contexto en que esa persona jurídica va a ser constituida.
Que tenga los medios para alcanzar ese fin.
Deben tener estatutos aprobados por la autoridad competente (canon
117).
Dentro de las personas jurídicas, además de la distinción de grupos de
personas (asociaciones) o cosas (fundaciones), está la del canon 116: personas
jurídicas públicas o privadas. La persona jurídica pública actúa en nombre de la
Iglesia. La persona jurídica privada actúa en nombre propio (que no es al margen
de la Iglesia, sino el nombre de una persona jurídica de la Iglesia). La pública
actúa con un mandato de la Iglesia y de la jerarquía, y en la privada la iniciativa
eclesial es propia, de sus miembros (aunque aprobada por la jerarquía de la
Iglesia).
El canon 118 es evidente. Los representantes de las personas jurídicas
públicas son aquellos a quienes el derecho universal lo reconoce, o por sus es-
tatutos. En las privadas, depende de los estatutos.
El canon 119 trata de los actos colegiales. El código dice que este canon
se aplica si el derecho o los estatutos no dicen otra cosa. Distingue entre elec-
ciones (punto 1º), otros actos – compras, ventas, sanciones – (punto 2º), y actos
que afectan a todos (punto 3º).
Respecto a las elecciones, se pide:
Que haya una convocatoria. Pide que esté presente una mayoría (no es-
pecifica, pero habitualmente son 2/3).
Que haya mayoría absoluta (la mitad más uno) respecto de los presentes
en la votación.
Sobre los escrutinios de estas elecciones:
o El primero: mayoría absoluta (mitad más uno).
o El segundo: mayoría absoluta (mitad más uno).
o El tercero: si hay dos candidatos, el de mayoría absoluta. Si hay
empate, el de mayor edad.
Otros actos son de menor importancia, y por eso se resuelven de otra
manera. En estos otros actos, en el primer escrutinio solo hay tres opciones (sí,
no, empate). En el segundo igual, y si persiste el empate, el voto del presidente
es cualitativo.
Sobre actos que afectan a todos, pueden ser ventas de un patrimonio muy
importante, cambio de estatutos, dice el código que tiene que ser decidido por
todos. Esto significa que la convocatoria debe ser fuerte, para que todos tengan
noticia de lo que se va a decidir.
Sobre los cambios que puede sufrir una persona jurídica tenemos los cá-
nones 120-123. El canon 121 habla de la fusión de las personas jurídicas. Que
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se junten dos personas jurídicas tiene mucha importancia. Para una fusión hace
falta un decreto de la autoridad (especialmente, para valorar la voluntad de los
fundadores). Los bienes y las cargas los asume la persona jurídica resultante de
la fusión.
El canon 122 habla sobre la división de personas jurídicas. La división
ofrece dos supuestos:
De una persona jurídica salen dos nuevas (una suele quedarse con el
nombre antiguo).
De una se desmiembra una parte que se une a otra mayor.
El código trata de la misma manera ambos supuestos. Debe haber un
decreto de la autoridad, y un ejecutor (persona delegada para un asunto de im-
portancia), que debe hacer que los bienes y derechos patrimoniales divisibles se
repartan con proporción y de manera equitativa (punto 1º). Si los bienes no se
pueden dividir (2º punto), debe ser compartido de manera equitativa.
Acerca de la extinción de personas jurídicas tenemos el canon 120. La
persona jurídica tiene vocación de perpetuidad. Pero pueden ser legítimamente
suprimidas siempre. También pueden extinguirse por inactividad, por haber ce-
sado su actividad. Sobre la persona jurídica privada, se respetan sus estatutos.
Cuando se extingue una persona jurídica, acerca de sus bienes habla el
canon 123. Estos, en la persona jurídica pública, se siguen las normas de sus
estatutos y el derecho universal. Si no dicen nada los estatutos, la persona jurí-
dica superior tiene que asumir los bienes y las cargas. Si es persona jurídica
privada, se respetan sus estatutos. Y si estos no dicen nada, el código no dice
nada. Así, la autoridad que aprobó a esta persona jurídica sería el responsable
de los bienes y cargas (según el canon 19, que ante la laguna de ley, se miran
casos similares. Y esto sucede en la ley civil).
Título VII: De los actos jurídicos
Un acto jurídico es un acto de la voluntad con el cual una persona física o
jurídica pretende conseguir determinados efectos jurídicos reconocidos por la
ley. Es un acto de voluntad, esto implica que tiene que haber un sujeto que quiera
algo. Esto es distinto de un hecho jurídico, que no es un acto de voluntad. Si se
hace un acto externo pero sin voluntad interna, la Iglesia no reconoce ese acto.
Sobre el efecto, son los efectos jurídicos: esto hace referencia a derechos y obli-
gaciones. En la definición está también el que sean reconocidos por la ley. Hay
que tener posibilidad de realizarlo, y posibilidad de recibir sus efectos.
Hay sacramentos que conceden efectos jurídicos, actos, decretos, nom-
bramientos… Son muy variados estos actos jurídicos.
El canon 124 son las condiciones de validez. Lo primero que dice es que
la persona sea capaz. Esto implica dos capacidades: capacidad natural y habili-
dad (capacidad jurídica). Deben también concurrir los elementos esenciales (vo-
luntad del sujeto, objeto material – lo que se busca – y objeto formal – forma y
materia, o contrato… Es el modo en el cual se consigue). Luego están las for-
malidades (aunque se pueden suplir). Así, los actos jurídicos podemos distinguir:
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Ver artículo del cardenal De Paolis sobre el canon 129
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hasta que la autoridad competente lo notifica por escrito. La pérdida tiene efecto
cuando por escrito se dice que ha perdido el oficio. Otro modo de perder el oficio
es por cumplimiento de la edad determinada en el derecho. Habitualmente el
derecho dice que al llegar a una edad, se pida la renuncia.
Otro modo de perder el oficio es la “renuncia” (cánones 187-189). Se ne-
cesita causa justa, porque el oficio es para el bien de la comunidad. La renuncia
requiere aceptación, no se pierde el oficio al presentar la renuncia, sino cuando
se acepta. Si no se requiriera aceptación, sí se perdería el oficio al presentar la
renuncia (oficios sin cura de almas, el Romano Pontífice, el administrador dioce-
sano…).
También por el “traslado” se pierde un oficio, para obtener otro (cánones
190-191).
Otra forma es por “remoción” (perder un oficio sin recibir otro: cánones
192-195). Esta remoción puede ser por causa no culpable.
El último modo es la “privación” (canon 196): es una remoción de carácter
penal, por haber cometido un delito.
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1263 habla que en caso de necesidad puede imponer el tributo a personas físi-
cas.
Sobre la formación al seminario, y la admisión, habla el canon 241. Antes
de la admisión, el obispo (normalmente a través del rector) ha de hacer un primer
discernimiento orientado a la admisión. Requiere un conocimiento del candidato
antes de la admisión al seminario mayor. La finalidad es que se le considere
inicialmente capaz de ejercer establemente el ministerio. Si el candidato ha sido
despedido (expulsión o salida) de otro seminario o instituto, se requiere además
un informe del anterior superior (según el parágrafo 3).
El plan de formación está tratado en los cánones 242-243. La formación
sacerdotal se rige primero por el código, también por el plan de formación sacer-
dotal de la Santa Sede para toda la Iglesia universal, y en tercer lugar también
por el plan de formación sacerdotal de la conferencia episcopal en la que está
dicho seminario (plan obligatorio para todos los seminarios de ese territorio).
El canon 243 habla de otro documento normativo: el reglamento propio de
cada seminario, aprobado por el obispo diocesano (u obispos interesados en
caso de seminario interdiocesano).
Las dimensiones de la formación las trata el canon 244. Ahí aparecen las
dos columnas de la formación sacerdotal: preparación espiritual y formación doc-
trinal, que deben ir en armonía. La meta de la formación sacerdotal es conseguir
el espíritu del Evangelio y una estrecha relación con Cristo (con el presupuesto
de la debida madurez humana).
Sobre la formación espiritual hablan los cánones 245-247. El 245 trata de
los objetivos de esta formación espiritual, con detalle. El 246 trata sobre los me-
dios obligatorios para adquirir esa formación espiritual y llegar a esos objetivos:
Celebración diaria de la Eucaristía, como centro de la vida del seminario.
El parágrafo 1 ofrece además la motivación del por qué es obligatoria.
Formación para la celebración de la Liturgia de las Horas, apareciendo
también la motivación. No aparece la obligatoriedad (que es a partir del
diaconado). Está en el parágrafo 2.
Fomentarse el culto a la Virgen, según el parágrafo 3.
Sacramento de la penitencia (aconseja frecuencia) y dirección espiritual
(elegido libremente por el alumno).
Obligación anual de ejercicios espirituales.
El 247 trata de la formación para el celibato. Aparece subrayado el que
los alumnos lo tengan en gran estima como don peculiar de Dios (por la contro-
versia que había en el momento de ver el celibato como una norma e imposición
extrínseca por parte de la autoridad). El celibato es don peculiar de Dios, y por
eso está protegido por una norma. La obligación viene por la respuesta al don.
El parágrafo 2 se aplica a todo el conjunto de obligaciones de los ministros sa-
grados: no se puede esconder ninguna dificultad, para que estén bien prepara-
dos y haya verdadera libertad a la hora de ser ordenado.
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aparece la figura de los confesores. Hay una cuarta figura en el canon 246 pará-
grafo 4. Aunque habla de director espiritual, el texto latino habla de “moderator
vitae spiritualis”, como figura distinta.
El director espiritual del canon 239 tiene una función institucional: es el
director espiritual del seminario como institución y comunidad formativa. Le co-
rresponde dirigir la vida espiritual del seminario: organizar la vida litúrgica, instruir
sobre la vida espiritual, programar retiros y ejercicios espirituales… Y también
coordinar a los otros sacerdotes que tienen alguna responsabilidad en el fuero
interno (sacerdotes que lleven la dirección espiritual personal, etc.). Esta coordi-
nación es para asegurar la unidad de criterios en la formación espiritual. Esto no
implica hablar de cada uno entre los distintos directores espirituales, sino de ofre-
cer criterios de acuerdo al obispo.
También habla el canon 239 de otros sacerdotes destinados a la dirección
espiritual. Son los directores espirituales personales. El institucional también
puede serlo personal.
La otra figura es la del confesor, cuya función es administrar el sacramento
de la penitencia.
Sobre la libertad de elección por parte del seminarista del director espiri-
tual y del confesor, esto se regula según dos criterios fundamentales, que han
de estar presentes y bien equilibrados entre sí:
Responsabilidad del obispo en la formación espiritual. El obispo también
tiene responsabilidad última en el fuero interno, aunque él no pueda inter-
venir directamente en este fuero interno. Esto va unido a la responsabili-
dad de la Iglesia en el discernimiento vocacional y en la llamada de la
Iglesia para la ordenación (por parte del obispo, a quien él considera idó-
neo).
Libertad de conciencia del alumno, que no pierde por ser seminarista. Ne-
cesidad de una relación de confianza entre el seminarista y el director
espiritual y confesor. Esto exige libertad de elección (pero no es absoluta,
porque si no anularía el criterio anterior).
Estos dos criterios se tienen que articular. En cuanto al director espiritual,
la libertad de elección está circunscrita a los sacerdotes destinados por el obispo
para esta función (como dice el canon 239 parágrafo 2). La libertad de elección
va vinculada a la confianza en la relación. ¿Cómo se articula esto con el canon
246 parágrafo 4? Parecería que en este canon se da libertad absoluta para el
moderador de la vida espiritual. La Ratio afirma que todos los directores espiri-
tuales personales tienen que estar o bien destinados por el obispo o bien apro-
bados por el obispo. Así, este moderador de la vida espiritual, elegido libremente,
del canon 246 parágrafo 4 coincide con la figura de los sacerdotes destinados
por el obispo para esa función (del canon 239 parágrafo 2).
Sobre la libertad de elección del confesor, está regulada en el canon 240
parágrafo 1. Da una cláusula de libertad sin limitación para dirigirse a cualquier
confesor, tanto dentro como fuera del seminario. Es una libertad absoluta (no es
necesario informar a nadie) cuando se trata de un confesor ocasional. Cuando
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administrador diocesano (a no ser que haya pasado un año desde que la sede
episcopal quede vacante, con el consentimiento del colegio de consultores).
Capítulo III: De las obligaciones y derechos de los clérigos
Este capítulo es el estatuto jurídico del clérigo. El clérigo tiene los dere-
chos y obligaciones que derivan de su ser clérigo, y también del oficio que la
Iglesia le ha encomendado. En este capítulo se señalan los que se derivan de
su condición de clérigo. Se habla primero siempre de obligaciones y luego de
derechos.
El canon 273 habla del deber del clérigo de respeto y obediencia al Sumo
Pontífice y Ordinario propio. Califica la obligación como “especial”. Tiene, pues,
una peculiaridad respecto a una obligación general que afecta a todos los fieles
(canon 212). Es obligación especial porque está ligada al sacramento del Orden.
Este vincula de una forma especial al clérigo (el presbítero es colaborador del
obispo en función del sacramento), y lo vincula de forma singular. El fundamento
de la obligación de obediencia del clérigo está en la naturaleza misma del minis-
terio sagrado (es de derecho divino, no de ley positiva). La promesa que se hace
en la ordenación no es el fundamento de la obligación. Mediante la promesa se
asume públicamente la obligación, de modo que si no se hace la promesa, la
obligación queda intacta. La desobediencia es delito (canon 1371) y comporta
sanción. La desobediencia, para que sea delito, ha de ser un acto persistente,
no puntual, y debe haber amonestación previa. También es un delito la inducción
a la desobediencia (canon 1373).
El canon 274 habla de la segunda obligación del clérigo: aceptar el oficio
que el Ordinario le confía (si no están afectados por un impedimento legítimo).
La obligación es doble: aceptar, y desempeñar fielmente. El superior es el que
juzga para ver si hay impedimento legítimo o no para ejercer el oficio. El pará-
grafo 1 es un canon doctrinal (con consecuencias prácticas).
La tercera obligación está en el canon 275: trabajar en colaboración con
los demás clérigos (parágrafo 1) y laicos (parágrafo 2). Los clérigos deben estar
unidos entre sí con el vínculo de fraternidad y oración, y además, que fomenten
la mutua cooperación. El fundamento de la obligación es de derecho divino: el
sacramento del Orden. Sobre los laicos, su misión debe ser reconocida y fomen-
tada. Es propia de los laicos, no concedida por los clérigos.
El canon 276 habla de la obligación de buscar la santidad. Habla de una
razón peculiar (respecto de los demás fieles, que también deben buscar la san-
tidad, según el canon 210). Esta consiste en su consagración a Dios por un
nuevo título, la consagración sacerdotal. También por ser constituidos adminis-
tradores de los misterios del Señor. El parágrafo 2 ofrece los medios para alcan-
zar esta perfección:
Cumplimiento fiel e incansable de las tareas del ministerio pastoral. Cum-
plimiento de las obligaciones del propio estado.
Lectura de la Sagrada Escritura y Eucaristía (que concreta más). Invita-
ción a la Eucaristía diaria a los sacerdotes, y que los diáconos participen
diariamente en la misma celebración. No se impone como obligación,
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narlo con trabajos civiles que les impidan una dedicación completa). El respon-
sable de la remuneración es el obispo diocesano, el de la incardinación del clé-
rigo. Los fieles tienen que dar la remuneración, y el obispo es responsable de
que esta se realice. Según Presbyterorum Ordinis 20, la finalidad es que puedan
proveer a sus necesidades y a las de las personas cuyos servicios necesitan.
Otro criterio también son la naturaleza del oficio (puede requerir necesidades
distintas) y el lugar y tiempo.
El parágrafo 2 trata de la asistencia social. Debe cuidar de ello el obispo.
Y el parágrafo 3 habla de la remuneración de los diáconos permanentes. Los
casados y plenamente dedicados al ministerio tienen que cobrar lo suficiente
para mantenerse a él y a su familia. Pero si tienen otro trabajo civil, que pueden
tenerlo sin permiso del obispo, la retribución la reciben de ese trabajo civil. En
España está regulado esto de manera que no se ordena diácono permanente a
nadie que no tenga asegurada su remuneración. Se pide, pues, que obtengan
su remuneración a través de su trabajo civil. En España no se admiten diáconos
permanentes con dedicación completa (solo si están jubilados y tienen pensión).
El canon 282 habla de la sencillez de vida del clérigo. El parágrafo 1 es la
norma. Su fuente es Presbyterorum Ordinis 17 y Pastores Dado Vobis 30. El
sacerdote, en su ordenación, no asume una obligación análoga al voto de po-
breza (sí al de obediencia y celibato). Sin embargo, el estilo de vida pobre dimana
de la consagración sacerdotal. Esta configura con Cristo, que por nosotros se
hizo pobre. Los presbíteros no pueden vivir apegados a los bienes del mundo.
Pastores Dado Vobis dice que el sacerdote está llamado a vivir los 3 consejos
evangélicos según el estilo, significado y finalidad que nacen de la identidad del
presbítero (aunque no los profese). Quien recibe el Orden es consagrado sacra-
mentalmente. A esa consagración sacerdotal ontológica exige una consagración
existencial y personal: la entrega concreta de la persona, que se expresa en la
vivencia (a su modo) de los tres consejos evangélicos. La pobreza sacerdotal se
concreta en vivir con sencillez y en lo que parezca (no solo en lo que sea) vani-
dad.
El parágrafo 2 es una recomendación: que lo sobrante que recibe de la
Iglesia lo destine a ella nuevamente.
El canon 283 trata de la residencia y las vacaciones. El parágrafo 1 habla
de la residencia. Aunque no tengan oficio residencial (que exigen que se viva
con los fieles a los que se atiende), deben residir en la diócesis. Los oficios resi-
denciales son el obispo diocesano (canon 395), el párroco (canon 533) y el vica-
rio parroquial (canon 550).
El parágrafo 2 trata de las vacaciones. El derecho universal en algunos
casos lo determina (para el párroco y el vicario parroquial 1 mes: canon 533 y
550). El obispo diocesano es el responsable de facilitar el tiempo de vacaciones
sin merma de la tarea pastoral de las vacaciones.
El canon 284 trata de la obligación de los clérigos de vestir traje eclesiás-
tico. La obligación surge desde el diaconado. Es obligatorio para todos (también
para los regulares, excluidos los diáconos permanentes, según el canon 288. El
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de los religiosos está en el canon 669, a los cuales, si tienen hábito propio, suple
este al traje clerical). Habla de un traje eclesiástico digno según las normas de
cada Conferencia Episcopal. En España, puede ser sotana o clergyman. Habla
de que “especialmente” en el ejercicio del ministerio sacerdotal y actuaciones
públicas. En estos casos se refuerza la obligación (no solo se limita a estos ca-
sos). El Directorio para el Ministerio y Vida de los Presbíteros, en el número 61,
da el fundamento de la obligación: signo público de su identidad como consa-
grado al Señor. Al mismo tiempo, el Directorio prohíbe la costumbre contraria.
Los cánones 285-287 tratan actividades ajenas o poco congruentes con
el estado clerical. Los clérigos deben abstenerse de ellas. Pone un ejemplo de
actividad ajena al estado clerical en el 285 parágrafo 3: participar en la potestad
civil. Se plantea con esto un problema de si un sacerdote puede participar en el
jurado popular, porque es participación en potestad judicial. Tendría que presen-
tar un recurso a la autoridad pública para no aceptar. Si el recurso no es acep-
tado, tiene que consultar al Ordinario del lugar, para obtener la dispensa (o no,
en cuyo caso tendría que hacerse cargo de las sanciones de la autoridad).
En cuanto al ejercicio de actividades económicas seculares, trata el pará-
grafo 4 y el canon 286. Son las actividades económicas prohibidas a los clérigos,
porque puede haber daño para la fama del clérigo. Habla de que para ello debe
haber licencia (con licencia se cumple la ley, con dispensa no se cumple la ley
porque se exime) del Ordinario (por sí solo, por tanto, no puede). No puede salir
fiador, ni la negociación o comercio, ni llevar dinero de otros.
El canon 287 prohíbe actividades políticas o sindicales, porque el sacer-
dote no puede implicarse en la política partidista concreta (para ser signo de
unidad en la Iglesia).
El canon 289 prohíbe presentarse voluntario al servicio militar.
El canon 288 establece exenciones para los diáconos permanentes: traje
clerical, actividades económicas, políticas y sindicales, y participación en el po-
der civil.
Capítulo IV: De la pérdida del estado clerical
Nociones previas. La relación entre el sacramento del orden y el estado
clerical, que no son dos realidades idénticas. Ordinariamente van unidas, pero
no se identifican conceptualmente. El estado clerical presupone la ordenación
(no puede haber un clérigo que no esté ordenado). Todo aquel que es ordenado
es clérigo (a no ser que pierda el estado clerical), y el que no lo está no lo es. La
ordenación sagrada es un sacramento que configura ontológicamente con Cristo
sacerdote y cabeza, y capacita para celebrar los sacramentos in persona Christi.
El estado clerical es un estado de vida en la Iglesia caracterizado por unos de-
rechos y obligaciones. El estado clerical se puede perder, el sacramento no.
Hay también diferencia entre perder el estado clerical y la prohibición de
ejercer el ministerio. La prohibición para ejercer el ministerio hace que perma-
nezca el estado clerical (mantiene las obligaciones y derechos de los clérigos,
limitados por la prohibición de ejercer el ministerio). Esa prohibición de ejercer el
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ministerio puede ser total o parcial (por ejemplo, solo confesar, etc.). Perder el
estado clerical significa que deja de ser clérigo, y pierde así todos los derechos
(también el de ejercer el ministerio) y todas las obligaciones.
La pérdida del estado clerical y la dispensa de la obligación del celibato
son también distintas. La obligación del celibato no es una obligación más, sino
que tiene su fundamento en un carisma y un don recibido, una respuesta peculiar
a un don de Dios. Dispensar de esta obligación tiene una característica especial
que no tienen otras dispensas de obligaciones del clérigo. La dispensa de la
obligación del celibato en todos los casos está reservada al papa, mientras que
la pérdida del estado clerical la puede conceder una autoridad inferior al papa
(pero la obligación del celibato seguiría firme, a no ser que la dispense el papa).
El canon 291 trata esto último: la pérdida del estado clerical no lleva con-
sigo la dispensa de la obligación del celibato, que solo concede el papa. Esta
dispensa la puede conceder a la vez que la pérdida del estado clerical, o des-
pués. Pero no puede concederla sin perder el estado clerical.
En el canon 290 están los modos de pérdida del estado clerical. Empieza
distinguiendo la distinción sagrada del estado clerical. Se puede perder por:
Sentencia judicial (vía judicial) o decreto administrativo (vía administra-
tiva) que declara la invalidez de la ordenación (cánones 1708-1712: pro-
ceso para declarar la nulidad de la ordenación). Es decir, nunca existió el
sacramento, por lo que nunca fue ordenado. Realmente, con esto se de-
clara que nunca tuvo el estado clerical. La nulidad de la ordenación puede
provenir de 6 causas (3 por parte del sujeto que lo recibe, y 3 por parte
del ministro):
o Del sujeto que la recibe:
Que no sea varón.
Defecto de bautismo (que no esté bautizado).
Que no tenga intención de recibir el sacramento.
o Del ministro que la administra:
Que no sea obispo.
Que no tenga intención de ordenar.
Si hay defecto sustancial del rito (no emplea la materia y
forma que constituye el signo sacramental: oración consa-
cratoria e imposición de manos).
Por pena de dimisión o expulsión. Esto es expulsión del estado clerical.
Es una pena gravísima para un clérigo, la mayor sanción que se le puede
imponer. Para que se le imponga esta pena, el clérigo ha tenido que co-
meter un delito, y ha tenido que haber un proceso penal que demuestre
que ha habido delito, que ha sido imputado al clérigo, y que la pena sea
la expulsión. Solo se puede imponer para delitos establecidos por ley uni-
versal. Solo puede ser una pena ferendae sententiae, no latae sententiae.
El código dice que esta pena de expulsión del estado clerical solo puede
ser impuesta por un proceso judicial, y no por vía administrativa, y por un
colegio de 3 jueces. Esto admite algunas excepciones (desde el año 2009,
en que Benedicto XVI concede a la Congregación para el Clero tratar por
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consagrada son formas públicas (reconocidas por la Iglesia) de vivir la vida con-
sagrada, pero asociadas.
A estos institutos de vida consagrada se refiere el parágrafo 2. El instituto
de vida consagrada tiene 3 elementos:
Canónicamente erigidos por la autoridad competente de la Iglesia. El ins-
tituto no lo erigen los miembros, sino la Santa Sede o el Obispo Diocesano
(siendo o de derecho pontificio, o de derecho diocesano).
Los miembros se consagran (profesan los consejos evangélicos) me-
diante votos u otros vínculos sagrados (promesas, juramentos…). Estos
vínculos deben ser públicos (recibidos oficialmente por la Iglesia). Los vo-
tos se hacen ante Dios (porque son sagrados) en presencia de la autori-
dad de la Iglesia, que los recibe (superior del instituto habitualmente).
Se rigen por las leyes propias de los institutos.
Sobre el consejo evangélico de castidad habla el canon 599. Al final del
canon aparece la materia del consejo evangélico de castidad: obligación de ob-
servar perfecta continencia en el celibato. En la primera parte del canon están
las motivaciones y el significado. Motivación cristológica (asumido por el reino de
los cielos) y significado escatológico (signo del mundo futuro).
El consejo evangélico de pobreza está en el canon 600. La materia es la
dependencia y limitación en el uso y disposición de los bienes. Dependencia se
refiere a que el consagrado, a la hora de usar los bienes de los que puede dis-
poner, depende del superior. La materia también es la limitación, no solo la de-
pendencia. Esto significa que los bienes que usa son pocos. Así se vive pobreza
de hecho y de espíritu. Y todo de acuerdo con el derecho propio de cada instituto.
Al principio del canon está la motivación (imitación de Cristo).
El consejo evangélico de obediencia está en el canon 601. La materia es
el sometimiento de la propia voluntad a los superiores legítimos (designados con-
forme a la ley). Se somete la propia voluntad porque el superior legítimo “hace
las veces de Dios”. Significa que es mediación de la voluntad de Dios, en el sen-
tido de que Dios quiere que obedezcamos a los superiores (no que el contenido
de cada mandato sea mediación directa de la voluntad de Dios). Hacen la volun-
tad de Dios cuando el superior es legítimo, y manda según las constituciones.
No sería objeto de obediencia, pues, si el objeto del mandato no es conforme a
las constituciones. La motivación está al principio, y es el seguimiento de Cristo
obediente.
Otro elemento común a todos los institutos de vida consagrada es la vida
fraterna, en el canon 602. Es común a todos, pero no en todos se vive igual. En
unos la vida fraterna se concreta en vida en comunidad. En otros no es necesa-
rio, y ahí la vida fraterna se expresa con encuentros frecuentes. Los que tienen
obligación de vivir en comunidad son los institutos religiosos y sociedades de
vida apostólica. Los institutos seculares no tienen esa obligación de vida en co-
munidad (aunque pueden hacerlo). El canon habla de la vida fraterna “propia de
cada instituto”. El fundamento de la vida fraterna es la vocación común: Cristo
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los ha unido como en una familia peculiar. La finalidad es la ayuda mutua para
cumplir la vocación, y ser signo de reconciliación ante el mundo.
El canon 577 trata de la tipología de los institutos de vida consagrada.
Esta tipología se establece en relación al seguimiento de la vida de Cristo. Apa-
recen 4 tipos:
Contemplativos: siguen más de cerca a Cristo cuando oran.
Misioneros: siguen más de cerca a Cristo cuando anuncia el reino de Dios.
De caridad: siguen más de cerca a Cristo cuando hacen bien a los hom-
bres.
Seculares: siguen más de cerca a Cristo cuando convive con los hombres
en el mundo cumpliendo la voluntad del Padre.
También hay una tipología de los institutos en relación con el orden sa-
grado. Está en el canon 588. Se dividen en institutos clericales y laicales. Co-
mienza el canon diciendo que la vida consagrada no es clerical ni laical, pero los
institutos (asociaciones de vida consagrada) sí que lo son. El parágrafo 2 habla
de cuándo es clerical un instituto. Tiene que tener 3 características:
Estar bajo la dirección de clérigos.
Asume el ejercicio del orden sagrado como parte del carisma fundacional.
Reconocido como clerical por la autoridad de la Iglesia.
Institutos laicales son los del parágrafo 3: están dirigidos por laicos y no
incluyen en su función propia el ejercicio del orden sagrado, y la Iglesia reconoce
el instituto como laical. Tanto en los clericales puede haber laicos, como en los
laicales clérigos (pero serán la minoría).
El canon 587 trata del derecho propio de cada instituto. Los cánones del
código son comunes a todos los institutos, pero el propio es específico de cada
instituto. No puede haber instituto que no tenga derecho propio, porque este ex-
presa el carisma y la identidad de ese instituto. Es el texto oficial aprobado por
la Iglesia que expresa el carisma. No todo lo que el fundador quiere tiene que
ser aprobado por la Iglesia. Lo aprobado es lo que esté en el derecho propio. El
código fundamental o constituciones tiene que tener lo que hay que observar
según el canon 578 (lo corroborado del fundador por la autoridad eclesiástica).
Puede haber otros códigos menores (según el parágrafo 4 del 587) establecidos
por el propio instituto, que no tienen por qué ser reconocidos por la Iglesia. Deben
ser desarrollo de las constituciones.
La autonomía de los institutos y dependencia respecto a la Iglesia jerár-
quica (Obispo diocesano) está también regulada. El canon 586 reconoce a todos
los institutos de vida consagrada un espacio de autonomía. Se reconoce (no es
que se conceda) una justa autonomía que cada instituto tiene por su naturaleza.
La autoridad solo la reconoce. Esa justa autonomía se reconoce a todos los ins-
titutos, de cualquier tipo. Ese ámbito de justa autonomía se refiere al gobierno.
Dice también la finalidad: para que puedan conservar íntegro el patrimonio pro-
pio. La autonomía es de gobierno y disciplina. La autonomía no es justa si es
reivindicada en otros ámbitos. No es justa tampoco si no tiene como finalidad la
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canon 1405. El canon 1417 indica que es derecho del fiel llevar ante la
Santa Sede cualquier causa).
Inmediata. La puede ejercer directamente, sin intermediarios. Este ejerci-
cio directo se ejerce reforzando la autoridad del Obispo diocesano. Ambos
son autoridades inmanentes en cada Iglesia particular: una refuerza a la
otra, no se ocultan entre sí: canon 333 parágrafo 1.
Universal. Se extiende a toda la Iglesia sin ningún límite.
La puede ejercer libremente. Es potestad libre en su ejercicio, no depende
de nadie a la hora de ejercer su potestad, ninguna autoridad civil ni ecle-
siástica.
El canon 332 trata de la provisión del oficio. Tres requisitos se han de
cumplir:
Elección legítima del candidato: de acuerdo con las normas que regulan
la elección. Es una normativa específica, no general, que no está en el
código, sino en la constitución apostólica del Papa Juan Pablo II “Universi
Dominici Gregis”, del 22 de febrero de 1996.
Aceptación de la elección por el elegido.
Consagración episcopal. Si no está consagrado obispo no tiene la potes-
tad suprema.
Acerca de Universi Dominici Gregis, los electores son los cardenales me-
nores de 80 años antes del día en que queda vacante la Sede Apostólica. El
número máximo de electores es de 120 cardenales. Se excluye explícitamente
cualquier otro elector (concilio ecuménico, sínodo de los obispos…). Se debe
reunir el cónclave en un plazo máximo de 20 días desde que queda vacante la
Sede Apostólica, con todos los cardenales presentes en Roma. Si algún cardenal
elector llega más tarde, se le admite en el cónclave en el momento en que esté.
El Cónclave es la reunión de los cardenales electores. Las votaciones tienen
lugar en la Capilla Sixtina. Se caracteriza por la incomunicación absoluta con el
exterior (nº 44). Si alguno tuviese necesidad urgente de algún tipo de comunica-
ción, tendría que someterlo a una congregación de 4 cardenales. Hay obligación
de guardar secreto, incluso después de la elección, a no ser que el Papa levante
esa obligación (nº 60). Respecto de la forma de elección, tradicionalmente había
3 modos:
Aclamación (por inspiración). Era una elección unánime de viva voz por
parte de todos los cardenales, sin previo acuerdo. Está suprimida en la
actualidad, pues no es adecuada para expresar la opinión de un colegio
tan grande.
Por compromisarios (grupo reducido de cardenales a los que se faculta
para que ellos elijan). Para que este modo se diera, al menos 2/3 de los
cardenales deben estar de acuerdo en esto. Está suprimido ahora este
modo de elección, pues comporta falta de responsabilidad de los electo-
res.
Por escrutinio (voto personal secreto y escrito). La mayoría requerida son
2/3 de los votos de los cardenales presentes. La constitución preveía un
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caso en que podía ser elegido por mayoría absoluta (mitad más uno), si
se hubiese llegado a la votación 34. Esto fue modificado por un motu pro-
prio del 11 de junio de 2007 por Benedicto XVI, que dice que en la votación
34 se siguen requiriendo 2/3. Después de esta votación, solo pueden ser
elegidos los dos que hayan obtenido mayor número de votos en la vota-
ción anterior, pasando a una votación sobre dos nombres, y estos dos no
podrían votar. Pero a partir de la votación 35 se siguen requiriendo 2/3.
Es necesaria la aceptación del elegido (nº 86). Universi Dominici Gregis
es muy prolija y detallada, buscando regular todos y cada uno de los detalles.
Cuando se elige al Romano Pontífice, no hay en la Iglesia autoridad suprema, ni
tampoco del colegio episcopal. Por ello debe estar todo detallado por la autoridad
suprema cuando la había. También esta constitución tiene muchas leyes invali-
dantes, de hecho casi todas. Esto es así para urgir todavía más su cumplimiento.
Un ejemplo se ve en el número 76.
El canon 332 parágrafo 2 trata la cesación del Romano Pontífice. Su po-
testad cesa por la muerte (lo cual no está dicho, pero es obvio. Universi Dominici
Gregis sí que lo establece) o bien por la renuncia. La renuncia es posible, como
para todo oficio eclesiástico. Es una norma invalidante, y requiere dos requisitos:
Renuncia libre.
Sea manifestada formalmente. Debe ser un acto externo, con una forma-
lidad determinada (la que el Papa quiera).
Benedicto XVI renunció al oficio, y eligió como formalidad el anuncio en
un consistorio ordinario público de cardenales, para causas de canonización. Al
final del mismo, hizo pública su renuncia.
Esta renuncia no necesita aceptación, porque no hay autoridad superior
que la pueda aceptar. La renuncia es eficaz a partir del momento en que el papa
lo decida. En el caso de Benedicto XVI, puso el día y la hora exacta en que la
renuncia era eficaz, perdiendo el oficio de Romano Pontífice.
En el caso del “papa demente” (que no tiene uso de razón), el papa no
podría renunciar. Tampoco puede ser depuesto, porque ninguna autoridad su-
perior puede deponerlo. Esto se resuelve desde el punto de vista de la doctrina,
no de la ley. Si el papa tiene demencia cierta (no dudosa) y perpetua (irrecupe-
rable), en ese caso pierde ipso facto el oficio primacial. No hace falta que renun-
cie. Lo pierde por el mismo hecho de incurrir en esa circunstancia (demencia
cierta). Es una incapacidad natural, radical y perpetua para el oficio. El modo de
proceder sería que un equipo médico internacional lo declarara como tal, y a
continuación los cardenales tienen que constatar el hecho (que no es una depo-
sición), debido a que ellos también son los encargados de constatar la muerte si
se diera, y luego convocarían el cónclave.
Los cánones 333-334 tratan cuestiones del gobierno del Romano Pontí-
fice: criterios fundamentales del ejercicio. El canon 333 parágrafo 1 es la relación
del Romano Pontífice con las Iglesias particulares y sus agrupaciones (provin-
cias eclesiásticas y conferencias episcopales). Como la potestad del Papa es
suprema e inmediata, tiene toda la potestad ordinaria sobre todas las Iglesias
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Aprobación del Papa, junto con los padres conciliares. El papa da su pro-
pio voto afirmativo a esta cuestión.
Tiene que ser confirmado por el Papa.
Tiene que ser promulgado por mandato suyo.
En la práctica, estos tres actos del Papa se han hecho de forma unitaria.
Su voto lo ha dado siempre al final. El parágrafo 2 trata de la intervención del
Papa en el caso de los obispos dispersos por el mundo (el otro modo de ejercer
la potestad del colegio episcopal). Necesita la misma confirmación y promulga-
ción que necesitan los decretos del concilio ecuménico. El colegio episcopal
nunca puede actuar sin la cabeza.
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