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EBERHARD ARNOLD

LA CONVERSIÓN DE LAS OBRAS

Ediciones Plough
La conversión de las obras

El amor de Jesús nos compró y rescató antes de que


naciéramos, cuando todavía éramos sus enemigos. Este amor es
como el sol que hace brotar el verdor de la vida del invierno inerte.
El sol, amor de Dios, hace que nos despertemos de la muerte a la
vida. Llega hasta nosotros en Cristo y produce el fruto de las obras:
actividad y trabajo.

El árbol que no da frutos está bajo maldición. ¡Ay de la iglesia


en la que Jesús busca en vano obras, la acción y el trabajo que
están en consonancia con la vida que él ha despertado! Porque él
murió por esta misma razón: que ya no vivamos para nosotros
mismos, sino que todos los que tenemos vida vivamos para él, que
murió y resucitó por nosotros. Esto significa rendición. Significa
superar la vida egoísta, superar los propios intereses y la
propiedad privada. Y para que esto suceda debemos ser movidos e
impulsados por el amor de Dios.

Hay una leyenda sobre un orgulloso cazador que fue


salvado de la amenaza de muerte inminente gracias a la oportuna
intervención de un viajero que pasaba. Desde aquel momento este
cazador vivió para servir diariamente a quien le había salvado la
vida. No tuvo más trabajo ni ocupación que ésta. Permaneció
constantemente al servicio de quien le había salvado la vida. Así
debe ser con nosotros, si queremos vivir para Cristo. A los
seguidores de Cristo no les basta con dedicar a Jesús sólo unas
pocas horas, las que les quedan libres después de ejercer su
profesión o negocio de clase media. De la misma manera que Jesús
nos dedicó toda su vida, así también nosotros debemos dejar
nuestra vocación y nuestros negocios a fin de vivir para Cristo y su
iglesia.

Todos nosotros estamos invitados al banquete de su reino. La


mesa está servida; todo está preparado. Pero, si no queremos
acudir por causa de nuestros campos, de nuestros bueyes, o de la
administración de nuestra granja o de nuestros asuntos, o debido
a nuestro matrimonio o por cualquier otra preocupación personal,
entonces nos encontraremos bajo la ira de Dios y no tendremos
parte en la comunidad con Dios. Los que entregan su fuerza al
servicio de la iglesia deben dejar para siempre sus propias
ocupaciones e intereses. El amor perfecto a Jesús significa entrega
al trabajo de la comunidad. Y nosotros podemos lograr este amor,
sólo cuando recibimos el amor perfecto de su vida entregada: su
muerte y su resurrección.

El reproche más terrible que Jesús puede dirigir contra su


iglesia es este: «tengo en tu contra que has abandonado tu primer
amor». Nadie debería resignarse si se encuentra en este estado tan
deprimente. Mientras tengamos apenas una chispa de amor de
Jesús dentro de nosotros, aunque sea la más débil, no podemos
permanecer inmóviles. Su llamado tiene que penetrar nuestro
corazón: «¡Recuerda de dónde has caído!».

Sólo hay una conversión al primer amor: la conversión


de las obras. Por esta razón Jesús continúa: «Arrepiéntete y vuelve
a practicar las obras que hacías al principio». Si no actuamos y
trabajamos, entonces no estamos convertidos. Porque si nuestro
amor a Jesús es sincero, nos impulsará a entregar toda nuestra
fuerza física y nuestras energías mentales y espirituales. El servicio
en la iglesia es la única acción que corresponde a la primera obra
del primer amor. Si de verdad el amor ha tomado posesión de
nosotros, haremos nuestro máximo esfuerzo en la vida diaria de la
iglesia.

Ninguno de nosotros puede alegar tener un salvador


personal para sí mismo; pertenece al misterio de la fe el hecho de
que todos los miembros de la iglesia creen en el mismo Cristo. La
iglesia es un solo cuerpo; hay un Espíritu y una esperanza; un
Señor, una fe, un bautismo, un Dios y un Padre. Y en esta unidad
el amor de Cristo, en su anchura, longitud, altura y profundidad,
sobrepasa y excede todo entendimiento.
Sobre el autor

Teólogo alemán y escritor


cristiano. Fue el fundador del Bruderhof
en 1920.

Al igual que miles de jóvenes


alemanes en la década de 1920,
Eberhard Arnold y su esposa Emmy
estaban desilusionados por el fracaso del
establecimiento -especialmente de las
iglesias- para ofrecer soluciones a los
problemas de la sociedad en los
turbulentos años después de la Primera
Guerra Mundial.

En su búsqueda, fueron
influenciados por el Movimiento de la
Juventud Alemana (en la que Eberhard
fue un participante conocido a nivel
nacional).

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