El surgimiento de la modernidad política en Europa y Estados Unidos es
contemporáneo de los mismos procesos en América Latina. Se podría plantear el tema al revés, dado que los procesos endógenos en aquellas regiones tuvieron un peso mucho más grande en su generación, mientras la región colonial más al sur inició su trayectoria independiente subordinada en su imaginario a los procesos, valores e ideas que emergían en otras partes. De todos modos, la abstracción de los sistemas jurídicos- modernos, la separación entre público y privado, las relaciones entre estado y sociedad, la conjunción entre libertad e igualdad, se produjeron en América Latina, así como en Europa y Estados Unidos bajo trayectorias específicas. Dicho de otro modo, y en cierta medida al revés: por caminos más o menos particulares, la dimensión política se constituyó por separado en todas estas regiones, como aspecto específico de la modernidad. ¿Cuáles son las diferencias entre estas trayectorias en la formación de la modernidad política? ¿Qué nos pueden enseñar sobre el quehacer de la teoría sociológica, relacionando modernidad política y regionalización del conocimiento? La revolución francesa y sobre todo su momento jacobino, así como los procesos sociales y políticos que les involucraban, evidencian desde entonces todas las tensiones de la modernidad política en su despliegue. Eso se replica al mismo tiempo en América Latina, con la revolución de San Domingo, que puede ayudar a contestar aquellas preguntas, la más específica y la más general. Todos los temas que la modernidad política como dimensión específica en este tipo de civilización, se presentan ya en este momento: la dialéctica histórica entre lo abstracto y lo concreto, la centralidad del poder ejecutivo y la encarnación de la nación en grandes individualidades versus el parlamentarismo impersonal, el laissez-faire y la defensa de propiedad privada con la contrapartida de la cuestión social y la intervención en la economía , la democracia en sus diversas expresiones, parlamentaria y directa, al tiempo en que se plantea la dictadura revolucionaria. Ahí ya encontramos también el tema de la relación centro-periferia/cuestión colonial (con la concreción del tema racial). Finalmente, el consequencialismo filosófico aplicado al proceso revolucionario y la constitución de una personalidad particular, comprometida de manera total con la revolución, emergen por primera vez con el jacobinismo. Hay distintas soluciones para estos temas, dependencias de trayectorias específicas y también hibridizaciones en el desarrollo global de modernidad política. Los elementos emergentes de los sistemas políticos del “socialismo real” sumaron maneras específicas de lidiar con ellos, además. Sin embargo, estas siguen siendo todavía las cuestiones que se plantean por todo el planeta y de manera particular en los diversos países latinoamericanos. Universidad y particularidad se imbrican dialécticamente en este despliegue, universalidad y regionalización conceptual nos son demandadas. ¿Qué soluciones teóricas y metodológicas más generales se puede derivar de esta amplia gama de cuestiones que la modernidad política plantea en su despertar? ¿Qué significan para una visión emancipatoria –o de liberación, si se prefiere– globalmente situada y específicamente latinoamericana? Hay aquí cuestiones relativas a cómo se puede construir conocimiento, un momento constituyente, más allá del momento destituyente que tuvo tanta fuerza en los últimos años. En este sentido hay temas epistemológicos sutiles, que nos hacen pensar en los caminos específicos de la construcción de la teoría social en diálogo y al tiempo con particularidades y cierta autonomía frente a los centros de la modernidad, y que no se pueden restringir al contenido o a las denuncias/reivindicaciones abstractas, sino que se deben probar en el análisis de procesos sociohistóricos efectivos. El poscolonialismo u el descolonialismo se presentaron en las últimas décadas como soluciones para eso, pero rara vez lograron demostrar cómo sus postulaciones generales se traducen en estrategias distintas, a un nivel de operaciones de construcción del conocimiento, así como en términos de conocimientos nuevos que no evidencian de manera radical que ya no siguen en la senda de los mejores resultados de las ciencias sociales, en América Latina y en el restante del mundo. ¿Hay cómo plantear y contestar estas preguntas de manera distinta? ¿Qué decir de la modernidad política en este sentido? Son estos interrogantes, juntamente con los temas sustantivos que conllevan, que este trabajo busca tratar. De este modo, una visión de la modernidad global atenta a su heterogeneidad se despliega en el análisis de estos procesos históricos localizados. Universalidad y regionalización del conocimiento van de la mano en este intento de conceptualización. Si queremos avanzar verdaderamente más allá de una perspectiva unilateral no se puede dejar ninguno de estos dos elementos a un costado.