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Muy lejos quedaron aquellos años en que la Argentina se destacaba entre las
economías latinoamericanas por contar con una estructura económica más homogénea,
con patrones de distribución del ingreso y estructuras de consumo más igualitarias, y
con un proceso de desarrollo económico que permitía integrar a la mayor parte de la
población trabajadora. Desde mediados de los años 70 venimos recorriendo caminos
que nos alejan cada vez mas de aquellos momentos, caminos que significaron el
deterioro constante y sistemático del aparato industrial y que se expresaron y se
expresan en un conjunto de heterogeneidades que no hacen mas que profundizarse día a
día. Indicadores de esta realidad son los que dan cuenta de la evolución del mercado de
trabajo y que nos muestran que en los últimos años el país ha alcanzado las menores
tasas de empleo y mayores tasas de desempleo y subempleo de las últimas décadas, y
los peores indicadores de distribución del ingreso.
Desde el discurso oficial, desde el discurso de numerosos organismos
internacionales y desde el discurso de numerosos economistas que comparten en mas o
en menos una visión ortodoxa de los procesos económicos, se sostiene que el desempleo
y la precarización laboral son el producto de rigideces institucionales en el mercado de
trabajo que impiden que los salarios (o costos laborales) desciendan lo suficiente como
para alcanzar el “equilibrio”. En base a este diagnóstico, y bajo el supuesto de que
existe una vinculación directa entre la disminución de los costos laborales y el
incremento en el nivel de empleo, se propone “desregular” el mercado de trabajo con el
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El presente artículo fue realizado sobre la base de la investigación que la autora esta desarrollando como
trabajo final de disertación de la Maestría en Economía cursada en la Universidad Estadual de Campinas
(UNICAMP) – Brasil.
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funcionamiento del mercado de trabajo, las cuales serán analizadas en este ensayo, nos
parece importante describir en forma previa como funcionaba el mercado de trabajo en
los dos períodos anteriores que se extienden desde mediados de los años 50 hasta
mediados de los 70, y desde esa fecha hasta fines de los años 80. Y consideramos que
esto es importante no por una simple revisión histórica, sino por el hecho de que
fenómenos como precariedad, pobreza, subempleo, desempleo y otros tantos males
sociales que hacen a las características del denominado Sector Informal Urbano no
constituyeron un entorno permanente en el proceso de desarrollo de la economía
argentina. Por el contrario, en nuestro país y a diferencia de otras economías
latinoamericanas, el crecimiento económico enmarcado en el modelo de
Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI) no había llegado a conformar
este Sector Informal Urbano (SIU), característico de otros países de la región. Por esta
razón es que consideramos relevante señalar, a partir de una revisión sintética, el
momento en el cual en el mercado de trabajo argentino se instalan mecanismos de ajuste
que van a hacer de la informalidad laboral una característica estructural. Y ello es
importante porque si bien los fenómenos que manifiesta el mercado de trabajo en los 90
responde a las especificidades propias de un nuevo patrón de acumulación, este patrón
actúa sobre una estructura socio-económica que ya llevaba varios años de
desarticulación y deterioro.
Con este objetivo en la primera sección desarrollamos una revisión de las
características del modelo de desarrollo de los años 50 y 60 en lo que se refiere a su
dinámica de funcionamiento vinculada al mercado de trabajo. En la segunda parte de
esta sección analizamos la primera desestructuración del mercado de trabajo que se
inicia a mediados de los años 70. La segunda sección tiene el objetivo de analizar el
comportamiento del mercado de trabajo en los años 90 en lo que respecta a las
características estructurales de sus nuevos mecanismos de ajuste: el desempleo abierto y
el empleo informal productivo.
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Traducción nuestra.
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Según sostiene BASUALDO (1987): ..“la sociedad argentina transitó del agotamiento de un patrón de
industrialización a una crisis estructural basada en la centralización del capital, la concentración de los
ingresos y los mercados, y la desestructuración industrial”...crisis que...”replantea el modelo de
acumulación anterior y desencadena un profundo cambio en la estructura productiva y social”...donde
emergen nuevos bloques de poder que...”no pudieron imponer un patrón de acumulación alternativo”....
”la dictadura al producir una acentuada centralización del capital así como una drástica concentración del
ingreso y de los mercados en favor del nuevo bloque de poder y no haber generado un nuevo modelo de
acumulación que impulse el desarrollo de las fuerzas productivas así como nuevos contenidos sociales,
instaló a la sociedad argentina en una prolongada crisis estructural sin alternativas de superación”.
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el primer caso y como bienes finales en el segundo. Por su parte varias ET se retiran del
mercado y las que permanecen van a acusar elevados grados de capacidad ociosa,
retrayéndose significativamente los niveles de inversión y ensanchándose cada vez mas
la brecha tecnológica. Es así que el complejo automotriz deja de cumplir el rol de
impulsor del crecimiento, expulsando una proporción importante de empleo. La
pérdida de dinamismo de este sector es importante para explicar la retracción del sector
industrial dentro de la estructura económica.
Por estos años las escasas inversiones en la industria son concentradas por las
grandes empresas de los sectores de insumos básicos. Estos sectores se caracterizan por
ser intensivos en capital, poco utilizadores de mano de obra y de reducida generación de
valor agregado, tanto en forma directa como inducida, pues no generan importantes
eslabonamientos productivos como el complejo automotriz. En consecuencia su
expansión, en el marco de caídas sistemáticas del nivel de demanda agregada no se
tradujo en una fuente generadora de empleo.
Es en este contexto en que la gran empresa en general se transforma en
expulsora de mano de obra, disminuyendo un 17 % el personal ocupado entre los años
1973 y 1984 4.
La pérdida de importancia tanto del sector industrial como motor del desarrollo
como del asalariado industrial de la Gran Empresa como parte de la población
trabajadora, y la centralidad de la valorización financiera como actividad de mayor
relevancia y tasa de retorno, arrojan como resultados el decrecimiento del nivel de
actividad económica y de la inversión productiva.
La intervención de las organizaciones sindicales y el desmantelamiento de las
convenciones colectivas de trabajo por parte de la dictadura, unido a una política de
ingresos conducida por el Estado que retrasó los incrementos salariales con relación a
las variaciones del costo de vida, redujeron los ingresos reales de la población
asalariada.
La disminución del peso relativo y absoluto de los asalariados industriales, junto
a la caída en sus niveles de ingreso, redujeron la masa de salarios percibida por los
trabajadores del Sector Formal, y con ello se redujo la capacidad de la economía de
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Entre 1973 y 1984, y según estadísticas censales, el sector industrial incrementó el número de ocupados
un 3, 5 %. No obstante los establecimientos de más de 300 ocupados expulsaron el 17 % de la mano de
obra.
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generar puestos de trabajo en el sector terciario, con rentas medias próximas a las
percibidas por los asalariados industriales. En otros términos, al contraerse la masa de
ingresos disponible para la adquisición de bienes y servicios producidos por cuenta
propia o por la pequeña empresa, se redujo la posibilidad de generar empleos
productivos en estos sectores.
Es así que, en la medida en que en el entorno de la gran empresa se destruyen
puestos de trabajo y se expulsa empleo, comienza un proceso de transferencia de
trabajadores desde el SF privilegiado de la economía hacia actividades informales,
instalándose en el mercado de trabajo argentino mecanismos de ajuste poco
desarrollados en el período de la ISI. Como producto del proceso de
desindustrialización y desarticulación industrial, el mercado de trabajo comienza a
ajustar a partir de un grado creciente de subutilización de la fuerza de trabajo, expresado
en desempleo oculto por inactividad y en generación de puestos de trabajo
precarios como alternativa al desempleo abierto. En otros términos, se instala en el
mercado laboral la generación de puestos de trabajo cuyo origen responde a la
necesidad de obtención de ingresos de parte de la población activa que no puede
subsistir como población desempleada.
De este modo, el período puede ser identificado como de surgimiento y
expansión del Sector Informal Urbano Tradicional, característico de otros países
latinoamericanos. No obstante existe una diferencia central con relación a los restantes
países y es que en Argentina el SIU no encuentra su origen en las características
que hicieron al proceso de industrialización, sino, por el contrario, tiene su origen
en un proceso de crisis y desindustrialización del aparato productivo. En otros
términos, el excedente de fuerza de trabajo no se deriva de una reducida capacidad del
sector moderno de absorberla en su proceso de desarrollo, sino que se deriva de la
destrucción de parte de la capacidad productiva desarrollada en períodos previos,
destrucción que se inicia con las políticas de apertura comercial y financiera
implementadas por la dictadura militar.
Es importante remarcar que es en este período en el que se inicia el llamado
proceso de “latinoamericanización” del mercado de trabajo argentino. Cabe aclarar que
no estamos diciendo que anteriormente no existiesen en la economía argentina
actividades infomales, insertas en el sector servicios y desarrolladas predominantemente
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por cuenta propia. Lo que estamos sosteniendo es que la mayor parte de estas
actividades eran generadas por la demanda, y si bien por su tipo de inserción en la
estructura económica eran actividades de menor productividad, los niveles de ingreso
que obtenían estos cuenta propia tenían un elevado grado de aproximación al promedio
de los ingresos de los asalariados industriales. En otros términos, no había un bolsón
importante de empleos originados por los mismos oferentes de trabajo que, no pudiendo
permanecer como desempleados, se autoemplean en actividades precarias. Este tipo de
empleos, que aparecen como alternativa al desempleo, comienza a predominar en este
período y es por ello que podemos hablar de la conformación de un SIU similar al de
otras economías de la región.
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Se define como desempleo oculto por precariedad a aquellas personas que se encuentran buscando
empleo pero que al no contar con algún ingreso mínimo que les permita sobrevivir durante el período de
búsqueda realizan cualquier actividad mientras buscan trabajo. Dentro de las estadísticas oficiales solo
pueden ser identificados en esta situación aquellos que INDEC denomina subocupados demandantes. Los
subocupados demandantes son las personas que trabajan menos de 35 horas semanales y buscan
activamente otra ocupación.
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En 1994, conjuntamente con un incremento del producto del 8,52 % se reduce el número de puestos de
trabajo, lo cual significa una destrucción neta de empleo, saltando la tasa de desempleo abierto de los
principales aglomerados urbanos del 9,9 % al 10,7 %. (Cuadro 1.1).
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Cuadro 1
Estadísticas básicas del mercado de trabajo urbano: mayo de cada año
Principales aglomerados urbanos
Cuadro 2
Indicadores del mercado de trabajo urbano
Mayo de cada año para PEA residente en GBA
(2) Ocupados y subocupados que buscan activamente otra ocupación. Los subocupados son los que
trabajan 35 horas semanales o menos. * Estos subocupados corresponden a los que definimos antes como
desocupados ocultos por precariedad.
(3) Subocupados que están dispuestos a trabajar más pero no buscan activamente otra ocupación
(trabajan menos de 35 horas semanales).
(4) Ocupados plenos y sobreocupados que no buscan activamente otra ocupación y están dispuestos a
trabajar más (trabajan 35 horas o más).
Estos indicadores que dan cuenta del grado de desestructuración del mercado de
trabajo tienen que ver, en gran parte, con la evolución que viene presentando el sector
industrial y que se refleja en la estructura sectorial del empleo. La disminución del
coeficiente de industrialización, incluso en los primeros años de fuerte expansión de la
economía, da por resultado la disminución sistemática de la participación del empleo
industrial. En esta década el sector manufacturero se ha transformado en un expulsor
permanente de empleo, tanto en los momentos de caída del ciclo como de expansión,
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Según sostiene MARSHALL (1998) en abril de 1997 el 11 % del empleo asalariado “formal”
correspondía a contratos a prueba. Por su parte, y a la misma fecha, la proporción de contratos
permanentes había descendido al 82 %, desde el 93 % en diciembre de 1995. Asimismo, en la
composición de los nuevos contratos, la categoría “permanente” representa solo el 10 % (de un 35 % en
octubre del 96) y los contratos a prueba superan el 60 %.
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Cuadro 3
Cantidad de ocupados por sector y variación 1990-95
(en miles de trabajadores)
1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 Variación
SECTOR Absoluta
1990/1996
Industria Manufacturera 1.931,40 1.653,28 1.852,21 1.807,79 1.763,37 1.661,00 1.599,00 -332.4
Comercio, restaurantes y 637,36 739,78 895,35 784,92 854,96 762,72 811.9 174.5
hoteles
Construcción 1.999,00 2.138,27 2.103,02 2.397,18 2.276,33 2.123,24 1.879.00 -120.0
Servicios comunales, 3.602,06 3.931,99 3.727,14 3.913,98 3.975,56 3.885,74 4.034,00 432,00
sociales y personales
Otras ramas 1.487,18 1.459,30 1.624,12 1.644,09 1.763,36 1.865,57 S/d (*) 378,39
(*) corresponde a la variación entre 1990 y 1995.
Fuente: BEKERMAN (1998) para el período 1990-1995. El año 1996 fue actualizado en base a
Ministerio de Trabajo, Boletín de Estadísticas Laborales, 1996.
(2.2) se analizan las razones por las cuales el desempleo y la precariedad laboral
constituyen elementos estructurales de la nueva dinámica económica.
La economía argentina inicia los años 90 con una importante brecha tecnológica.
El tránsito desde la valorización productiva del capital hacia la valorización financiera
del período anterior significó una fuerte retracción de la inversión en el sector industrial
dejando como resultado un atraso tecnológico de envergadura con relación con los
países centrales.
En este marco la economía fue abierta en forma abrupta imponiéndose la
competencia de la producción doméstica con importaciones, bajo el supuesto de que
“las fuerzas del mercado” llevarían a la “modernización productiva” colocando al país
en un sendero de crecimiento.
La apertura comercial significaba que para permanecer en el mercado las
empresas deberían ajustar su productividad de forma tal que su grado de competitividad
se igualase al internacional y, de este modo, se encontrasen en condiciones de competir
con bienes importados. Es a partir de este momento que las grandes empresas
generalizan la implementación de distintos mecanismos que llevan a su especialización
productiva y que implicaron como contracara la desverticalización de su estructura
empresarial en procura de reducir costos e incrementar la productividad.
Ahora bien, este proceso de especialización/desverticalización no fue parte de
una reestructuración basada en un reequipamiento generalizado que haya incorporado
cambios tecnológicos de envergadura y ampliado la capacidad productiva con la
instalación de nuevas plantas. Por el contrario, frente al grado de obsolescencia
tecnológica, la necesidad de ajustes rápidos y las posibilidades de valorizar el capital en
mercados protegidos como los servicios privatizados, los empresarios optaron por una
reestructuración basada en una fuerte sustitución de insumos de producción nacional por
importados, en el cierre de líneas de producción e incorporación de bienes importados
dentro del perfil de ventas, en la terciarización de servicios y en técnicas de
racionalización de mano de obra (PORTA, 1996). En otros términos, se optó más por la
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La subcontratación de servicios por parte de las industrias implica una reducción del valor agregado industrial ya
que supone el traspaso al sector servicios de parte de lo que anteriormente se computaba como valor agregado
industrial. En lo que respecta a la subcontratacion de bienes, la reducción del valor agregado industrial estaría
indicando la sustitución de producción doméstica por importaciones, pues de lo contrario, de realizarse la
subcontratación dentro del mismo sector los impactos se darían a nivel de ramas industriales y no a nivel del sector en
su conjunto. Por lo tanto, un indicador global de estas transformaciones es la evolución del coeficiente de valor
agregrado (VA/VBP), el cual disminuye un 19 % (7.6 puntos porcentuales) entre 1984 y 1993, y da cuenta en forma
conjunta tanto del grado de desnacionalización de la producción como de la terciarización de los servicios.
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Fuente: Elaboración propia en base a Ministerio de Economía, Informe Económico. CEPAL, Indicadores
Macroeconómicos de la Argentina. INDEC, Encuesta Permanente de Hogares
Cuadro 5
(*) Fue calculado como los puntos porcentuales de disminución de cada tramo ponderado por la
participación del Valor de Producción de cada tramo en el Valor de Producción de la industria.
Asimismo, con el fin de diversificar la oferta final de productos las empresas compran a
terceros parte de los bienes finales que ofrecen. Ahora bien, la reducción relativa en la
capacidad de generar valor y la reducción absoluta en la capacidad de generar empleo
productivo se produce porque con la economía abierta y el atraso tecnológico existente
gran parte de la desverticalización en materia de bienes va a provenir del exterior
(KOSACOFF,1998). Por su parte la terciarización en servicios, si bien en general se
produce dentro de las fronteras, va a suponer la expulsión/precarización de puestos de
trabajo.
Dada la disminución del precio de las importaciones que se produce con la
apertura, disminución que fue profundizada por la apreciación del tipo de cambio, gran
parte de la desverticalización en materia de bienes (partes o bienes finales) se logró a
partir de la sustitución de producción nacional por importaciones, incrementando
rápidamente el coeficiente de importaciones muy por encima del de exportaciones. Esta
es una fuente de expulsión y destrucción de empleo formal a nivel de las grandes
empresas y a nivel de la economía en su conjunto ya que supone trasladar al resto del
mundo la capacidad de generar producto y empleo. Y hablamos de expulsión y
destrucción porque en la medida en que se sustituye producción doméstica por
importaciones se esta destruyendo la actividad que la generaba y consecuentemente se
están destruyendo los puestos de trabajo y expulsando empleo9.
En materia de servicios las empresas se deshicieron del conjunto de trabajadores
dedicados a tareas como limpieza, contabilidad, transporte, etc. subcontratando estas
actividades en el mercado doméstico a empresas o trabajadores independientes que
trabajan bajo relaciones informales. Este proceso de desverticalización/subcontratación
es el que explica que frente al 35 % del incremento de las ventas industriales que se
produce entre 1992 y 1996, las ventas de productos de terceros se incrementen 63 % y
se expulse paralelamente el 8 % de la mano de obra del área de producción y el 3 % de
la mano de obra ocupada en áreas de servicios como limpieza, mantenimiento etc.,
(Cuadros 6.1 y 6.2).
Cuadro 6
6.1 - Composición de las ventas industriales
En porcentajes
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Para el conjunto de la economía la participación de las importaciones en la demanda global se
incrementó del 5,6 % en 1990 a 15,21 % en 1996 (Cuadro 4).
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Las empresas deciden subcontratar porque tal estrategia les permite disminuir
los costos, y ello lo logran demandando los mismos bienes o servicios a empresas de
menor tamaño que producen con menores tasas de rentabilidad, menores salarios,
muchas veces en condiciones oligopsónicas, y donde son típicos los contratos
informales y/o los puestos de trabajo precarios. Es así que a partir de este proceso se
establece un doble efecto por el cual la expulsión de empleo se traduce en precarización
y/o desempleo de parte de la fuerza de trabajo que anteriormente se ubicaba en los
tramos del mercado de trabajo mejor remunerado. Es por ello que esta constituye una
fuente de expulsión, destrucción y precarización de empleo formal, pues si bien una
parte del empleo expulsado es recuperado a partir de la subcontratación de actividades,
en la medida en que se trata de trabajadores que han perdido la protección que suponía
el empleo anterior, que perciben menores ingresos, y que su nivel de actividad fluctúa
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Cuadro 6
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Producti- Salarios
idad
Cuadro 7
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Según el autor en 1993 cerca del 50 % de la producción industrial se generaba en mercados
oligopólicos.
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El hecho de que las empresas que más se expanden sean aquellas que
incrementan fuertemente su productividad va ligado a los requerimientos del nuevo
modelo. La apertura impone no sólo que las empresas incrementen su productividad,
sino que dicho incremento permita igualar la productividad de la producción doméstica
a la internacional para mantenerse en el mercado. Asimismo, para expandirse es
necesario que la productividad doméstica supere la internacional. Lo característico de
este proceso es que incluso los sectores que más se expanden expulsan empleo. En
otros términos, su mayor nivel de producción no logra traducirse en mayores niveles de
empleo. Ello se deriva del hecho de que su expansión depende directamente de los
incrementos de productividad, y los mecanismos implementados por la mayoría de las
empresas para lograrlos -la racionalización de la mano de obra - llevan implicitos la
expulsión de empleo. En este punto queremos destacar que el hecho de que estos
mecanismos constituyan una característica de dinámica económica supone que hace al
propio funcionamiento del patrón de acumulación. En otros términos, bajo estas
condiciones estructurales la carrera por la productividad lleva a procesos de
reestructuración permanentes y, en consecuencia, la tendencia a expulsar empleo
también es permanente11.
11
DEDECCA (1998)(b) cita que Feijó y Gonzaga (1994) “analizando el caso brasileño consideran que
esta modernización además de poseer un carácter defensivo tiende a realizarse de manera permanente, ya
que la política de apertura comercial induce a un aumento sistemático de la productividad industrial, sea
por la incorporación de nuevas tecnologías o por la racionalización económica provocada por la
concentración productiva, la tercerización y la “quema” de una parte de la capacidad de producción”.
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Conclusiones
12
Traducción nuestra
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Noviembre de 1999
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BIBLIOGRAFIA