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Principio de individuación

El principio de individuación(en latín, principium individuationis, de individuare, que a su vez proviene de individuus: indivisible)
designa aquello que condiciona y posibilita la individualidad y concreción de cada ente y que explica la pluralidad y diferenciación
de los individuos, que se abstrae especialmente frente a la concepción del mundo, la realidad o el universo como un
todo indiviso.

Índice
Definición de la individuación
La cuestión de la pluralidad en relación con el principio de individuación
Explicación de la relación de lo universal con lo singular en Aristóteles
Sobre la composición de forma y materia
Evolución de las posiciones sobre el principio de individuación
Concepción en Tomás de Aquino
Concepción en Buenaventura
Concepción de la forma determinante como fundamento de la individuación
La concepción de los nominalistas
Evolución de la cuestión del principio de individuación en el Renacimiento
Concepción en Leibniz
Concepción en Schopenhauer
Literatura
Notas
Véase también

Definición de la individuación
La individuación designa:

la particularización de lo universal, unitario, en el ser singular (por ejemplo, la particularización de la sustancia del
universo en las cosas singulares; la de la humanidad en los pueblos y seres humanos singulares)

el proceso de autorrealización del hombre (devenir "yo" en sí mismo), en el curso del cual se forma la conciencia de
individualidad propia y su carácter distintivo ante la alienación.

La cuestión de la pluralidad en relación con el principio de


individuación
La cuestión del principio de individuación se vuelve un problema en todas las filosofías que no reconocen que la realidad objetiva
existe fundamentalmente gracias a las formas concretas e individuales, en la medida en que sobrevaloran lo universal como lo
original y lo consideran como el auténtico núcleo del ser de lo ente. Para estas doctrinas surge forzosamente la cuestión de cómo
sucede que las especies o géneros no existen como tales, sino que más bien lo hacen en la forma de una más o menos grande
pluralidad de individuos. El principio de individuación da respuesta a eso. Contesta, pues, a la cuestión: ¿Qué se tiene que añadir en
lo ente a lo universal que se capta en el concepto para que llegue a ser algo singular y concreto?
Explicación de la relación de lo universal con lo singular en
Aristóteles
La cuestión del principio de individuación jugó un importante papel en la metafísica de Aristóteles y en los sistemas de la Escolástica
medieval que se construyeron sobre aquélla.

Aristóteles había disminuido la separación de lo universal y lo singular de la filosofía de Platón y había devuelto lo universal a las
cosas. Como, sin embargo, no pudo lograr una concepción correcta acerca del modo como se haya de pensar la relación entre lo
universal y lo singular en las cosas, desarrolló su esquema de materia y forma (hilemorfismo), que, en último término, no superaba el
fallo fundamental de la doctrina platónica. Así, concibió la individuación como synolon, como una composición de forma y materia.
Avicena especificó esta conexión en su Metafísica: Cum enim materia sola principium sit individuationis et nihil sit singulare nisi
materia vel per materiam ... omnes formas potentia est in materia et per motum educi de ipsa («Dado que el principio de
individuación reside sólo en la materia y nada se singulariza si no es en la materia o a través de ella, ...la potencia reside en la materia
de muchas formas y se genera a partir de ella mediante el movimiento»). De este modo, la «Idea» platónica se convertía en el
concepto de la «forma» y permanecía la particularización de lo universal así como su universal posición superior y su
sobrevaloración. En estas circunstancias, tenía que presentarse el siguiente problema:

Sobre la composición de forma y materia


Si el género universal se deriva de la forma, ¿a dónde hay que remontar, entonces, la pluralidad de los objetos que caen bajo ese
género? A esta cuestión respondió Aristóteles: es la materia la que condiciona la individuación. Cada ente es un compuesto de forma
y materia, donde la primera vale como lo universal y la segunda por lo individual.1 Esta concepción ya en su época suscitaba
considerables dudas, ya que no se comprendía cómo la materia, en cuanto pura potencia y por ende completamente indeterminada,
podía llevar a cabo la individuación. Sumando a esto el que dicha concepción acarreaba considerables consecuencias relativas al
valor de la persona humana, surgió en la época siguiente, sobre todo en elMedievo, una larga e intensa polémica sobre el principio de
individuación.

Evolución de las posiciones sobre el principio de individuación


En esta controversia, que naturalmente se relacionaba estrechamente con la polémica de los universales, se defendieron
esencialmente las siguientes concepciones:

Concepción en Tomás de Aquino


1º, la posición de santo Tomás de Aquino y sus seguidores, que en principio seguían las doctrinas de Aristóteles y
veían el principio de individuación en la materia signata vel individualis («concreta o individual»), la materia dotada
de relaciones de extensión y magnitud determinadas. La materia sensibus signata («la materia concreta de los
sentidos») es individuationis et singularitatis principium («principio de la individuación y la singularidad»). Y formae,
quae sunt receptibiles, in materia individuantur per materiam, quae non potest esse in alio. Materia non
quomodolibet accepta est principium individuationis, sed solum materia signata («las formas, que son capaces de
ser recibidas, se individúan en la materia por la materia, que no puede serlo [recibida] en otro. El principio de
individuación no es percibido en cualquier materia, sino sólo en la materia concreta.») 2

Concepción en Buenaventura
2º, la posición de la antigua escuela franciscana, en Alejandro de Hales y san Buenaventura). Según Buenaventura,
la base de la individuación no puede ser ni un sustrato indeterminado, próximo a la nada, ni un accidente como la
cantidad. La individuación se deriva del enlace fáctico de materia y forma (para él, la materia es el hoc esse y la
forma el aliquid esse) y su recíproca potenciación: Individuatio est ex communicatione materia cum forma («la
individuación surge de la comunicación de la materia con la forma»). De este modo, la individualidad numérica se
funda en la materia y la individualidad cualitativa, en la forma. Intentó reforzar esta concepción admitiendo una
diversidad de formas para lo ente y enseñando que la materia es totalmente indeterminada.
Concepción de la forma determinante como fundamento de la individuación
3º, la posición de aquellos que ven el principio de individuación en la forma y, en correspondencia con ello, admiten
una pluralidad de las formas (es decir, de las ideas individuales): Enrique de Gante (el Doctor solennis), Roger
Bacon, Richard von Middletown. En lo específico de esta posición en Duns Scotus, es la forma la que condiciona la
individualidad. La forma de la «quididad» (quidditas) se vuelve la forma de la «ecceidad» (haecceitas). Y unitas
individui consequitur aliquam entitatem aliam determinantem istam, et illa faciet unum per se cum entitate naturae
(«La unidad del individuo busca a alguna otra entidad para delimitarse, y se hará una por sí misma al lado de dicha
entidad de la naturaleza»).

La concepción de los nominalistas


4º, la posición de los nominalistas (Roscelin de Compiègne, Durand de St. Pourcain, Guillermo de Ockham y su
escuela), que enseñaban que el fundamento de la individuación reside en los entes singulares mismos.
Sencillamente, sólo se da lo individual y lo singular. Con esta concepción, no obstante, la cuestión del principio de
individuación quedaba, en la práctica, sin objeto. Esto fue subrayado expresamente por diferentes nominalistas
(Durand von St. Pourcain, Petrus Aureolus –doctor facundus–). El problema del principio de individuación sería una
pregunta mal formulada. La pregunta no es: ¿Qué hay que añadir en el objeto a lo universal para que se vuelva
individual?, sino, a la inversa: en principio, lo que hay es lo singular, y se puede preguntar cuál es el fundamento de
lo universal, qué nos autoriza a hablar de los objetos, en principio individuales, bajo la forma de la universalidad.

Evolución de la cuestión del principio de individuación en el


Renacimiento
Si bien en la doctrina del nominalismo la cuestión ya se había dejado suficientemente establecida, también en la época siguiente
prosiguió la discusión en torno al principio de individuación, dicho de otro modo, sobre el problema de lo singular (esto es, de lo
individual) oculto tras aquélla. En la filosofía del Renacimiento, fueron sobre todo Nicolás de Cusa, Giordano Bruno, Agrippa von
Nettesheim, Jan Baptista van Helmont, Franciscus Mercurius van Helmont, Paracelso y Valentin Weigel quienes discutieron el
problema, acentuando cada vez con más énfasis la autonomía y el valor de lo individual y haciendo retroceder la sobrevenida
sobrevaloración de lo universal y su separación metafísica de lo singular
.

Concepción en Leibniz
Una culminación y al mismo tiempo una cierta conclusión de esta discusión la representaron las doctrinas de Leibniz. En su escrito
Über das Individuationsprinzip (Sobre el principio de individuación, 1663), discutía con las concepciones precedentes y mostró que
únicamente los nominalistas señalaban la vía correcta, mientras que todos los demás intentos de solucionar el problema no resistían la
crítica. La solución del problema residía, para Leibniz, en reconocer que en realidad sólo existen individuos, y que uno no busca el
fundamento de la individuación en alguna parte de las cosas, sino que se consideran los objetos como individualizados en razón de su
entidad conjunta. Su principio, pues, rezaba:

«Cada individuo se individualiza por suentidad total».

Concepción en Schopenhauer
Después de que la problemática en torno al principio de individuación, por lo menos bajo este término, hubiera quedado desplazada y
olvidada, Schopenhauer recuperó, en su obra El mundo como voluntad y representación (1818), el principium individuationis desde
un nuevo enfoque.

Kant había criticado la doctrina de Leibniz expresada en el principio de identidad de los indiscernibles, según la cual de la identidad
de las determinaciones conceptuales se sigue la identidad en el ser: para Kant, en efecto, basta la diferente posición en el espacio y el
tiempo para afirmar la diferencia de los seres.3 De este modo, Kant devolvía a la intuición o percepción las prerrogativas que el
intelectualismo leibniziano le había quitado. Siguiendo esta idea, Schopenhauer recupera el término escolástico del principium
individuationis para designar precisamente a esas dos formas puras que condicionan todo el mundo intuitivo (fenoménico).4 He aquí
el modo como se introduce el término en la obra de 1818:
«Tomando una expresión de la antigua Escolástica, denominaré el tiempo y el espacio el principium
individuationis (...). Pues el tiempo y el espacio son lo único por lo que aquello que es igual y una misma
cosa según la esencia y el concepto aparece como diferente, como pluralidad en yuxtaposición y sucesión:
ellos son, por lo tanto, el principium individuationis, el objeto de tantas cavilaciones y disputas de los
escolásticos, que encontramos reunidas enSuárez (Disp. 5, sect. 3).»5

En algunas ocasiones, Schopenhauer, entre las condiciones del fenómeno expresadas por el principio de individuación, añade al
tiempo y el espacio además lacausalidad y en general el principio de razón suficiente.6

Ahora bien, la auténtica novedad introducida por Schopenhauer consiste en que da un nuevo giro al problema al insertar el principio
de individuación en un contexto ético. Tal como lo expone el intérprete Alexis Philonenko:

«La reflexión sobre la diferencia nos introduce en una dialéctica bien común: se trata de este sentimiento
desgarrador, la piedad, que más allá de las formas del tiempo y del espacio, nos permite superar el marco
trascendental e instaurar "en nosotros sin nosotros" una comunión con el otro. Schopenhauer querrá ver ahí
el principio de su moral».7

En efecto, la virtud por excelencia en el sistema ético schopenhaueriano, la piedad o compasión (Mitleid), consiste precisamente en la
capacidad de ver más allá del principio de individuación, aquel que nos presenta como diferentes y radicalmente separados.8 Por el
contrario, el egoísmo consiste en aferrarse o no saber desprenderse del principium individuationis y tratar de someter a los demás
fenómenos (incluidas las otras personas) a la propia voluntad.9 Este egoísmo en el terreno práctico se relaciona con lo que
Schopenhauer llama «egoísmo teórico» (solipsismo), en el cual el sujeto se considera lo único en el mundo que posee auténtica
10
realidad, mientras que todo lo demás son meros fantasmas.

Literatura
Johannes Assenmacher:Geschichte des Individuationsprinzips in der Scholastik ; (=Forschungen zur Geschichte der
Philosophie und der Pädagogik 1,2); Leipzig (Meiner) 1926
Kenneth F. Barber (Hg.): Individuation and identity in early modern philosophy. Descartes to Kant; Albany/New York
State (State University of New York Press) 1994
Paola-Ludovika Coriando: Individuation und Einzelnsein: Nietzsche, Leibniz, Aristoteles; Frankfurt a.M.
(Klostermann) 2003, ISBN 3-465-03246-2
Paulo Faitanin: Principium individuationis. Estudio metafísico de la doctrina de la individuación en Tomás de Aquino;
Pamplona. (Universidad de Navarra-T esis Doctoral) 2001, 875 pp.
Theodor W. Köhler: Der Begriff der Einheit und ihr ontologisches Prinzip nach dem Sentenzenkommentar des Jakob
von Metz; (=Studia Anselmiana 58), Roma, 1971
Francisco Suárez: Über die Individualität und das Individuationsprinzip (Fünfte metaphysische Disputation),
lateinisch – deutsch, herausgegeben, übersetzt und mit Erläuterungen versehen von Rainer Specht, Hamburgo,
1976

Notas
1. Aristóteles, Metafísica, VII, 8.
2. Tomás de Aquino, De ente et essentia, 1250).
3. Esta crítica la presenta Kant ya en una de sus primeras obras, la Nueva dilucidación de los primeros principios del
conocimiento metafísico (Principiorum primorum cognitionis metaphysicae nova dilucidario), de 1755, al final de la
Sección II. Ak. I, 409s. Trad. de Agustín Uña Juárez. Ed. Coloquio, Madrid, 1987, pp. 89-91.
4. A. Philonenko, Schopenhauer. Una filosofía de la tragedia. Barcelona, Anthropos, 1989 {ISBN 84-7658-139-4}; § 11,
p. 98.
5. A. Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación, Tomo I, Libro II, § 23; trad. de P. López de Santamaría:
Madrid, Trotta, 2004 {ISBN 84-8164-726-8}, p. 165.
6. La causalidad se asocia al principio de individuación ya en el § 24 deEl mundo...”.
7. Philonenko, op. cit., pp. 98s.
8. Esta idea atraviesa el libro IV del primer tomo de El mundo como voluntad y representación y se encuentra repetida
en muchos otros lugares de las obras de Schopenhauer. Véase una exposición resumida, por ejemplo, en Sobre el
fundamento de la moral, § 22, en: Los dos problemas fundamentales de la ética. Madrid, Siglo XXI, 1993 {ISBN 84-
323-0800-5}, pp. 288ss.
9. Cf. El mundo como voluntad y representación, § 61 especialmente, ySobre el fundamento de la moral, § 14.
10. El «egoísmo teórico» se expone enEl mundo..., § 19.

Véase también
Individuo
Individuación

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