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3.

EL SURGIMIENTO DEL MODO DE PRODUCCION CAPITALISTA

Los procesos de disolución del modo de producción feudal y de simultánea constitución de un nuevo modo
de organización social y productiva, asentado sobre bases sociales, económicas, políticas e ideológicas
radicalmente distintas, se desarrollaron de manera gradual y desigual a lo largo de un extenso espacio de
tiempo que abarca varios siglos. Aquí nos limitaremos a reseñar brevemente los acontecimientos más
relevantes que marcan ese prolongado proceso de transición.

3.1. La expansión del comercio y la revolución de los precios

Tras la caída de Constantinopla en poder de los turcos otomanos en 1453, que interrumpe la ruta de la
seda, pilar del lucrativo comercio a distancia de Génova y Venecia con el lejano oriente, se plantea para los
comerciantes europeos la necesidad de abrir nuevas vías que les permitiesen restablecer sus intercambios
con las grandes civilizaciones del Asia. De esa necesidad, y sostenido en los avances registrados en
aquella época en materia de construcción naval y orientación de las travesías, nace un intenso esfuerzo de
exploración de nuevas rutas para la navegación, en el que destacarán los marinos portugueses,

La gradual pero persistente expansión del comercio había dado origen también a una creciente necesidad
de dinero. Pero a comienzos del siglo XVI la producción europea de oro y plata se encontraba en franca
declinación. El descubrimiento del Nuevo Mundo, producto de la empecinada búsqueda de nuevas rutas
para el comercio a distancia, va a cambiar abruptamente esta situación: la explotación de los ricos
yacimientos de oro y plata de América central y del sur va a crear una nueva abundancia de medios de
pago en Europa, lo que se tradujo, a su vez, en una significativa elevación de los precios (inflación).

La consecuencia social más importante de estos fenómenos fue el fortalecimiento de la posición de la


burguesía tanto con relación a las clases privilegiadas del sistema económico-social vigente (el clero y la
nobleza) como con respecto al Estado. En efecto, la inflación provocó una inevitable redistribución de la
riqueza puesto que quienes producían y ofertaban mercancías se vieron sistemáticamente favorecidos por
ella y en cambio quienes las demandaban y consumían se vieron perjudicados. Este desarrollo favoreció
especialmente a la burguesía inglesa, firmemente involucrada ya en la producción para el mercado.

Esto último derivaba del fuerte debilitamiento de la servidumbre en el agro inglés causado a partir del siglo
XIV por la peste negra, los conflictos en el seno de la aristocracia y las rebeliones campesinas. Luego,
durante el siglo XVI, tuvo lugar allí un desarrollo que permitió la consolidación de una importante capa de
campesinos independientes enriquecidos (Yeomen), liberados tanto de la comunidad aldeana como de la
explotación señorial. El basamento material de esta capa social era la producción para el mercado por lo
cual estuvo en condiciones de cosechar también los frutos de la revolución de los precios.

Los perdedores fueron ante todo quienes vivían de un sueldo fijo, es dedir los trabajadores asalariados y la
creciente capa de funcionarios, pero también la aristocracia cuyas rentas se habían monetizado. En efecto,
las rentas en dinero, ampliamente generalizadas a comienzos del siglo XVI, correspondían en muchos
casos a contratos de arrendamiento de tierras a largo plazo y a montos fijos convenidos entre el
terrateniente y el campesino, acuerdos que estaban firmemente respaldados por la fuerza de la tradición.
Pero también se vio debilitado el Estado absolutista cuyos ingresos procedían de impuestos, derechos y
aranceles fijos que se hacía necesario revisar para restablecer su poder económico. No obstante, ahora
tenía al frente a una burguesía poderosa y consciente de su fuerza y significación social. De este modo, se
va a tornar, poco a poco, inevitable una medición de fuerzas entre ambos.

3.2. El cercado de las tierras comunales

El modo de producción feudal prevaleciente en la Europa medieval tenía su base social fundamental en la
comunidad aldeana. Esta se organizaba en torno a una producción comunitaria llevada a cabo en los
dominios de los señores. El campesino individual tenía sus tierras esparcidas en distintas parcelas que
eran cultivadas en común y solía tener también algunos animales que mantenía en las praderas
comunales.

A pesar de su pobreza, la comunidad aldeana ofrecía a los campesinos una cierta seguridad social, ya que,
junto con la explotación en común, cada campesino tenía asegurado un pequeño lote de tierra alrededor de
la aldea con el cual podía atender a los requerimientos de su familia. Lo mismo ocurría con respecto a los
pastizales y arboledas de las tierras comunales: el campesino podía disponer allí de alimento para sus
animales y de leña para las necesidades de su hogar. Aunque los terrenos eran pequeños y la explotación
feudal despiadada, esas condiciones le aseguraban lo mínimo indispensable para vivir.

Pero en el curso del siglo XVI, esta estructura aldeana feudal fue en gran parte arrasada en Inglaterra por
los señores, quienes comenzaron a cercar las tierras comunales con el fin de transformarlas en tierras de
pastoreo para la crianza de ovejas. Esta comenzó a ser una actividad altamente lucrativa debido al fuerte y
sostenido incremento experimentado por la demanda de lana para la confección de telas. Esta demanda
había crecido de manera persistente durante los siglos XIII y XIV y continuó haciéndolo durante los siglos
XV y XVI, en correspondencia con el también fuerte y sostenido aumento de la población.

Si bien la producción de lana apareció como un negocio principalmente para los señores, que a inicios del
siglo XVI procedieron a separar, mediante el levantamiento de cercas (enclosure), una parte cada vez
mayor de las tierras comunales, lo que llevó aparejado la creciente expulsión de los campesinos de esas
tierras, también participaron de ella, y bajo modalidades parecidas, la capa de campesinos enriquecidos
(Yeomen) que se había ido formando durante el siglo precedente. Un segundo movimiento de cercados
tendrá lugar posteriormente, en el siglo XVIII, para incorporar nuevas tierras a la producción de cereales.

Los movimientos de cercado de tierras de los siglos XVI y XVIII representaron así una verdadera revolución
agrícola que condujo a la progresiva disolución de las relaciones feudales y al desarrollo concomitante de
una creciente producción mercantil junto a la creación de un proletariado agrícola que para sobrevivir sólo
está en condiciones de venderse a sí mismo como trabajador asalariado.

3.3. El desarrollo de la producción a domicilio y la manufactura

Bajo el modo de producción feudal, el intercambio de mercancías se basaba en la producción artesanal


desarrollada en las ciudades la cual se encontraba fuertemente reglamentada por los gremios. Cada taller
artesanal estaba compuesto por un maestro, uno o dos oficiales y un reducido número de aprendices, todo
de acuerdo a la estricta reglamentación establecida por el respectivo gremio.

Debido a que ningún maestro podía aumentar por propia iniciativa la producción de su taller, ya que su
cuota de mercado e incluso los precios de sus artículos se hallaban preestablecidos, ello sólo podía ocurrir
al margen del artesanado de los gremios. El trabajo a domicilio (putting-out system) le brindó esa
posibilidad al comerciante, interesado en aprovechar las oportunidades de ganancia que le abría la
ininterrumpida expansión de los mercados. El sistema es simple: se produce en la casa del campesino-
artesano; el comerciante da las instrucciones, suministra las herramientas y materias primas, retira luego el
producto y paga una suma de dinero por el trabajo realizado.

Este es un sistema de producción que no plantea mayores exigencias de inversión inicial, puesto que el
equipamiento y el lugar físico en que se desarrolla la actividad corren por cuenta del productor directo, en
este caso el campesino-artesano, cuya disponibilidad responde a que representa, además, la fuerza de
trabajo subocupada de las áreas rurales. Dado que este sistema es el de una producción casera, sólo
puede sustentar el desarrollo de una industria liviana, por lo que su irrupción tendrá lugar preferentemente
en el ámbito de la confección de telas y vestuario.

Es por ello que el trabajo a domicilio, que permite eludir las restricciones que impone el régimen de los
gremios, tenderá afianzarse finalmente, durante los siglos XV y XVI, en Inglaterra, donde los "habilitadores"
optan por desplazar sus requerimientos de producción hacia las zonas rurales. Durante todo el siglo XVI se
desarrolló allí una producción textil cada vez mayor, que pasaría a constituir la base del creciente e
ininterrumpido dominio comercial británico.

No obstante, el sistema de producción a domicilio se vio enfrentado luego a sus propias limitaciones. Estas
aluden principalmente a dos aspectos: primero, la disponibilidad estacional de la fuerza de trabajo rural,
ocupada intensamente en las faenas agrícolas durante las temporadas de siembra y de cosecha, y,
segundo, a la comparativamente deficiente calidad de sus productos. Se plantea entonces para el
empresario capitalista la necesidad de encontrar el modo de superar tales limitaciones.

La búsqueda de una solución a este problema lo va a llevar a establecer un sistema de producción


sustentado en un criterio radicalmente distinto al del trabajo a domicilio: el de reunir a los artesanos que se
requieren bajo un mismo techo, en un proceso de trabajo dirigido centralmente por él y sometido
enteramente a su control. Nace así, y ya bajo un régimen de trabajo asalariado, característica central del
modo de producción capitalista, lo que se conoce como la etapa de la manufactura.

2.4. La revolución burguesa en Inglaterra

A consecuencia de las violentas luchas que tienen lugar en el seno de la nobleza a fines del siglo XIII el
poder real había sido obligado a limitar su poder mediante la institucionalización de dos órganos electos y
autónomos: la cámara de los comunes y la cámara de los Lores. Ambas cámaras estaban exclusivamente
compuestas por elementos de la nobleza, expresando el control de ésta sobre el poder real, pero la cámara
baja ofrecerá luego una base institucional para la creciente influencia de la burguesía.

Cuando el absolutismo inglés comienza a tomar seriamente forma a comienzos del siglo XVI, se produce la
revolución de los precios que fortalece la posición de la burguesía y erosiona tanto la del Estado absolutista
como la situación económica de la nobleza. Esto anida un conflicto que se agudiza a comienzos del siglo
XVII cuando los sectores burgueses a través de su representación en la cámara baja intentan condicionar
su aceptación de nuevos impuestos en tanto que el poder real busca por esa vía mejorar su deteriorada
situación financiera.
El conflicto se agudizó aún más cuando gran parte de la baja nobleza (the gentry) comienza a hacer suyas
las exigencias de la burguesía, lo cual conducirá a una confrontación abierta entre las capas burguesas en
ascenso y el declinante poder absolutista que se dirimirá en el campo de batalla a favor de la primera. Se
consuma así en Inglaterra, en una época de desarrollo capitalista aún incipiente, la primera revolución
burguesa o protoburguesa de la historia: la revolución puritana, liderada por Oliver Cromwell quién se
convertirá posteriormente en cabeza de un breve régimen republicano en calidad de “Lord Protector”.

El conflicto culmina con la ejecución del rey Carlos I en enero de 1649 y la represión de las corrientes
revolucionarias más radicales (los levellers) que habían logrado hacerse fuertes en el seno del nuevo
ejército. Este proceso revolucionario sufrirá luego algunos retrocesos y solo logrará consolidar su propósito
político de superar definitivamente el régimen absolutista cuatro décadas más tarde cuando en 1688, por
medio de la llamada “Gloriosa revolución”, se logra estatuir finalmente un nuevo orden político-institucional
estable: el sistema de monarquía constitucional existente en el Reino Unido hasta nuestros días.

2.5. La lucha del capital comercial por la conquista del mercado mundial

El descubrimiento de las rutas de navegación hacia las Indias orientales y occidentales hizo posible la
constitución de un mercado mundial, dando un impulso decisivo del comercio. Las compañías detentoras
del comercio a larga distancia establecieron colonias como punto de apoyo para sus actividades. Con ello
las colonias pasaron a servir los intereses tanto del Estado-nación como del desarrollo ininterrumpido del
capitalismo. En ese contexto se imponen las políticas mercantilistas que caracterizaron la acción del
Estado-nación en los albores del capitalismo al tiempo que se expande la producción mercantil interna.

Las compañías constituían una inversión extremadamente rentable. Lo más común era que las tasas de
ganancia oscilaran entre un 20 y 30%. A comienzos del siglo XVIII todas las grandes potencias europeas
habían constituido compañías que rivalizaban entre sí por el dominio sobre las colonias. Las compañías
inglesa y francesa de las indias orientales luchaban por el control de la India. A su vez, las compañías
inglesa y francesa de las indias occidentales competían por el control de éstas.

La lucha por el dominio sobre las indias orientales y occidentales se extendió aún más cuando Inglaterra y
Francia iniciaron su disputa por norteamérica. La colonización de esta región se había iniciado durante la
guerra civil inglesa. Las minorías religiosas huyeron en masa de Inglaterra para fundar colonias y
congregaciones en el Nuevo Mundo. Al término del conflicto toda la costa occidental norteamericana se
encontraba ya colonizada. Por su parte, la colonización francesa en norteamérica jamás alcanzó una
dimensión comparable a la inglesa, limitándose principalmente al establecimiento de colonias comerciales.

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